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¿Por qué leer los clásicos? según Ítalo Calvino

Juan David Echeverry García


Liseth Dayana Henao Alfonso
Audrey Elvira Rojas Altamar

Licenciatura en literatura

Literatura clásica griega y latina

Lic. José Alexánder Erazo Mesa

1 de abril, 2021
Universidad del Valle
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TABLA DE CONTENIDOS

INTRODUCCIÓN…………………………………………..………………………3

¿PARA QUÉ LOS LIBROS?......................................................................................6

¿POR QUÉ LOS CLÁSICOS?...................................................................................8


Los clásicos son libros… ………………………………..……………….…8
Toda relectura de un clásico… …………………………………………....9
Un clásico es una obra… …………………………………….…………...10
Se llama clásicos… ………………………………………………………..11

CONCLUSIONES………………………………………………………………....13
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INTRODU

CCIÓN

El siguiente trabajo aborda el análisis de tres estudiantes del programa de

Licenciatura de Literatura con respecto a las definiciones que da Ítalo Calvino (1923-1985)

sobre los clásicos en un abordaje a una parte del texto Por qué leer los clásicos. Por medio

de cinco ideas de las catorce razones descritas por el autor, explicar el por qué toda

generación debe leer y darle valor a los clásicos como principio fundamental para una

apreciación amplia de la cultura demostrada a partir de los grandes libros que han podido

ser preservados al transcurrir de los años. El objetivo principal es brindar un entendimiento

basándose en las definiciones que da el autor, si en verdad tienen todavía repercusión y en

qué aspectos se puede evidenciar ese efecto.

Ítalo Calvino fue un periodista y escritor italiano, luchó como partisano durante el

fascismo mientras vivía en Turín. En 1947 con la ayuda de Cesare Pavese publica su

primera novela, Los senderos de los nidos de araña, relatos de su experiencia en la

resistencia. Tras la guerra cursó estudios literarios en la Universidad de Turín, comenzó a

trabajar en la editorial Einaudi. Desde 1980 comenzó a recoger algunos de sus ensayos

sobre los clásicos, y en este volumen se recopilan la mayoría de los ensayos y artículos de

los clásicos de Calvino, esos libros de escritores o poetas que para él fueron hombres de

ciencia compañeros durante gran parte de su vida.

Los clásicos son libros que suelen ser leídos y que hacen pensar al mismo tiempo,

contienen una gran riqueza para quienes los leen. ¿Cuál riqueza? ¿Son libros tan viejos, qué
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necesidad leerlos? ¿Qué puede enseñar un libro de hace tantos años? Son preguntas que

serán abordadas a lo largo del trabajo, respondiendo de acuerdo a las ideas que tenía Ítalo.

Se espera poder dar una imagen más amplia de lo que en verdad representan los clásicos

para la sociedad y su función en instituciones como parte fundamental de la educación.


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¿PARA QUÉ LOS LIBROS?

“De los más asombrosos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin

duda el libro” (Borges, 1970): Comenzando con esta frase, es preciso subirnos en

hombros de gigantes para empezar lo que posiblemente será el recorrido de diferentes

experiencias y opiniones respecto al valor de lo que puede ser EL LIBRO. Libro va más

allá de ser una palabra compuesta por dos sílabas y cinco letras, es un transporte y el

resguardo de inmensas tradiciones que logran trascender al pasar del tiempo, enemigo de la

inconsciente soledad de quedarse oculto entre polvo en un estarte de alguna biblioteca

clausurada, es grito de esperanza a la muerte de la palabra, el insomnio de buscar qué soñar

por la falta que hace en la mente la memoria de su pasado; alberga en inmensas extensiones

de hojas adornadas de tinta: paisajes, lecciones, amores y travesías de gallardos héroes

como los que ahora no aparecen.

“Cuanto menos se lee, hace más daño lo que se lee” (Unamuno, 1903): Es la

lectura la acción de poder adentrarse en un mundo de diferentes posibilidades, un mundo

colmado de tantas diferencias desconocidas para el ser que no mira y se niega a despertar su

mente en la aceptación de la posibilidad de un nuevo continente, un nuevo planeta, una

nueva vida dentro del vientre de su amada. En un libro caben cualquier cantidad de ideas

que el escritor desee expresar y comentar, hacerle saber y entender al que le leerá por

medio de esa conversación trasegada a conservarse por unos meses, por unos años, unas

décadas o unos siglos. Como ejemplo los diálogos de Platón que por su enorme valor e

incidencia filosófica lograron trascender de solo un estarte en biblioteca, pues siguen siendo

utilizados en la formación de diferentes conceptos que a lo largo del mundo han colaborado
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para la continua construcción de sociedad y civilización, formando un pensamiento que

aporta al condicionamiento de una mente libre pensante.

“El libro es fuerza, es valor, es fuerza, es alimento; antorcha del pensamiento y

manantial del amor” (Darío, 1910): Es la sencilla inmediatez de grandes cambios en la

historia humana, además de ser un posible comburente adicionado al fuego por su

composición de ser hecho en su mayoría de papel, elemento altamente inflamable; sirve

para dar inicio a la llama que alumbrará inmensidad de mentes por su contenido, es

altamente peligroso para gobiernos abusivos o líderes infrahumanos que el pueblo sea

capaz de leer, porque del conocimiento nace la libertad de cada individuo. Es una enorme

dicotomía porque el conocimiento da la libertad de poder identificar los caminos que ofrece

la vida en sí, pero no debe quedarse solo en la acumulación sino en cómo colaborar a los

demás individuos a la adquisición de ese conocimiento dejando insignia a futuras

generaciones hijas del cambio. Un libro puede ser antorcha de revolución o en su símil un

antorcha de amor -cuestiones algo similares, la revolución y el amor dependiendo de

muchos aspectos- abriendo los ojos de cada individuo para que sea capaz de sentirse amado

o que ama, con la ayuda de algunas palabras que conmuevan ese sentimiento, que permita

que nazca en todo lector una forma de amar propia de su interpretación, generando a partir

de ahí una revolución de manera distinta, pero despertando algo por lo menos. Es gran

papel para el libro despertar algo que ya sea que se encontrara dormido, o que se

desconociera al momento antes de hablar con ese libro.


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¿PARA QUÉ LOS CLÁSICOS?

“Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular, ya sea cuando se

imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria

mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.” (Calvino, 1991): Empezando

con esta definición, se abre paso al recorrido nutritivo sobre todo lo que puede significar e

implicar la concepción de los libros que se consideran clásicos. Un libro como antes se

mencionaba es la consigna de ideas e historias que son recopiladas en un conjunto de papel,

pero cuando este conjunto pasa a tener importancia y relevancia incluso al pasar de siglos,

pasa a ser considerado como algo más que un libro, se le pasa a llamar CLÁSICO. Cuando

el tiempo ese vil enemigo de la mayoría de libros, se convierte en embellecedor y amigo de

algún libro en especial se logra considerar como clásico.

Un libro que no combate contra el tiempo se convierte en vino para mentes

enamoradas del conocimiento, limando la áspera ignorancia y convirtiendo el presente en

unos recuerdos nunca antes vividos, pero que se imaginan con tanta fe debido a la elegancia

escritural y narrativa que los clásicos tienen en su estructura para soportar el paso de los

años. Es válido mencionar que no cualquier libro puede ser considerado clásico, así como

solo una golondrina no hace primavera, un libro solo por ser libro no puede afrontar el paso

del tiempo indómito en acabar la vida. Debe cumplir con una forma sobresaliente para su

época sin caer en la innovación decadente, un poco de modernismo sin dejar de lado toda la

herencia ya antes conquistada en la literatura.


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Aparte de tener un estructura sobresaliente que pueda impactar y motivar la

capacidad mental de cada lector, debe tener un conocimiento o enseñanza, la idea que

genere razonamiento y un cambio de pensamiento. Un clásico no será cualquier libro que

pueda contar historias sin dejar una enseñanza sobre las culturas ya pasadas o que hable de

mucho conocimiento sobre algo que sea fácil de desaparecer. El conocimiento trascenderá

más allá de las páginas que conformen el libro, será una idea que de vueltas cada vez que

sea mencionada, leída o recitada, resurgirá un tiempo sin necesidad de más artilugio que la

palabra, nacerá un sabio y morirá un soldado del ejército de la ignorancia.

“Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la

primera” (Calvino 1991): Es la magia de no envejecer, aunque se le pasen los años porque

esa es la magia de las ideas que merecen ser transgredidas a vivir y no morir, como sucede

con las que están tan arraigadas al egoísmo mundano que mueren cuando el cuerpo del

orador acaba. Es tanta la magnífica belleza de un clásico que cada vez al ser leído se

rejuvenece y se desconoce, cada palabra, aunque no se reconozca tiene su ubicación

predilecta para su interpretación y reinterpretación, cada vez que se abre y se dispone la

mente a conocer de nuevo esas páginas que alguna vez maravillaron y que volverán a

hacerlo -lo más probable- porque la idea tendrá más sustento o argumento a medida que se

vive y transmite.

Es su lectura un tipo de romance, ese ideal de amor que no carece al envejecer

porque se va aprendiendo más y se va conociendo cada vez más a medida que se comparte

la existencia, se adentra a sus páginas con gran fervor de entrar viejo y salir completamente

renovado. Al clásico no le perecen sus hojas, porque pasa a ser metafísico y se transforma

cada vez, podrá envejecer su cubierta, se pondrán viejas y quebradizas sus hojas, pero su
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alma la verdad que se enseña supera cualquier idea que al volverse añeja muera. Pueden ser

los clásicos más allá de su enseñanza literal, una enseñanza de vida a las relaciones

humanas sesgadas en su mayoría por el cuidado y delicada dedicación al cuerpo físico,

dejando de lado casi sin importancia esa parte metafísica, el contenido de cada libro como

cada persona, podrán las hojas de la piel arrugarse, volverse quebradizas, amarillas, pero

siempre y cuando la esencia del libro no se pierda ni se cambie, permanecerá vigente un

amor que debe ser la verdadera atracción.

“Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos,

pero que la obra se sacude continuamente de encima.” (Calvino 1991): Como se ha

dicho anteriormente es magia del propio clásico hacerse notar, crear desde su nombre y en

la memoria de algún lector imprevisto esa atracción, ese llamativo de que algo suena muy

en su adentro indicándole que puede ser de sus mejores inversiones dedicarles tiempo a

esas páginas destinadas a la intemperie. Se dijo alguna vez que el nivel de ignorancia de un

pueblo se podía medir con la cantidad de polvo sobre los libros de su biblioteca, y es que a

las ideas ni con el fuego ni puestas al paredón se logran derrotar, las buenas ideas siempre

serán como el perfecto abono al cambio, promueven el respeto de la condición humana

sirviendo como parteras del razonamiento social.

La voz es de suma importancia para un orador, la gesticulación, el lenguaje

corporal, pero si estos factores no acompañan a una idea que en verdad sea de carácter

profundo o racional, ¿dónde está el valor del discurso? ¿cuál es la trashumancia del

discurso de mente en mente a lo largo de los años? Ahí surge la necesidad de plasmar los

discursos de verdadera relevancia para asegurar su permanencia en las cadenas del

desarrollo para una sociedad. La historia del mundo se cuenta por medio de las grandes
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ideas, los grandes avances, la moral humana que se fue desarrollando al paso de tantos

libros que colaboraron para la realización de un ideal en común. El ser humano es un ser

cambiante por ende la literatura igual, pero los clásicos seguirán acompañando el desarrollo

de la especie para encaminar y recordar los diferentes procesos que han existido, los

cambios que ha significado y sus consecuencias, serán la voz inconsciente que tendrá la

potestad de hablar desde su conocimiento pasado.

Los clásicos no fueron creados y generados para ser dejados al olvido dentro de una

biblioteca privada, son libros que deben volar en pájaros de origami desde las grandes

ciudades hasta las civilizaciones con situaciones delicadas, donde soñar no es permitido o

se considera algo inhumano, el desapegarse del sufrimiento natural para querer pensar en la

dicha y el placer de una vida como los libros pueden mostrar. La cultura viaja a lomo de

clásicos de boca en boca, de mente en mente, de oído en oído, de mano en mano; viaja

incluso más rápido que una bala, mientras se tenga un libro entre manos será un arma que

no se empuñará, porque los clásicos representan la vida que por todo el mundo se conoce.

He allí esa riqueza inmaterial que llena mentes con valores y saberes, sin la pesada carga

material a la que se atribuye ingenuamente el significado de riqueza.

Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído

y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de

leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos. (Calvino 1991): Por

eso es inmensurable pensar el impacto que cada clásico puede tener, la cantidad de

emociones que puede despertar en quien lo lee, emociones que han sido despertadas

durante tantos años, cada vez que se lee un clásico es una cita con un autor, con un lector

del pasado, con un lector de la actualidad, sentados en una mesa sintiendo cada palabra que
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se siente más adentro de la mente, quizás probablemente en el corazón. Es un invitación al

amor volver al encuentro intimo con un clásico, como si fuera la primera vez que se ama,

como si me amara sin memoria, pero con satisfacción entera de que se quiere. Todos los

clásicos enseñan diferentes consejos cada uno, pero en conjunto lo que enseñan es: “la

esencia de perdurar no es pensar que se escribe para ser clásico, se escribe con la intención

de ayudar al mundo y sus personas, ahí el mundo se encargará de hacer el clásico”.

El valor de disfrutar la vida, el conseguir conocimiento para entender el entorno,

pero sin la idea de adueñarse de todo la sapiencia, si no aportando a la enseñanza de esos

aprendizajes recolectados en el andamiaje del lector en cada clásico y que ha aplicado en su

vida, hallando así reflejo, ejemplos y nuevos aprendizajes. Estas son algunas de las razones

por las cuales es tan importante la lectura de los clásicos para fomentar la historia a través

del tiempo, formando generaciones con amplio saberes, con capacidad crítica y argumentos

sólidos para poder afrontar el cambio que siempre se estará generando en la forma de vivir

y en la mente del ser humano.


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CONCLUSIONES

 Como primera conclusión ya es válido definir un clásico como un texto infinito, muy

reconocido y escuchado que en cada época logra hacer percibir más claves, puede ser

interpretado de distintas formas, transmitiendo diferentes intenciones, llevando a

mundos mágicos, a etapas de la vida que marcan al lector y a tener experiencias

completamente diferentes.

 Algunos clásicos ejercen influencia sobre temas sociales, literatura, política y demás,

que han inspirado formas de gobierno, han ido creando ideas, símbolos y pensamientos

que hace tan importante leerlos.

 Así como el vino lo mejoran los años, así es la literatura de valor que cuanto más pasan

los años mejor reconocimiento refiere, sirviendo como ejemplo de la memoria continua

de un autor que alguna vez pensó quizás dejar un cambio para el mundo y que a pesar

después de su muerte sigue generando movimiento su voz, ya sea de sentimientos

encontrados o de revolución.

 “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.”

(Calvino, 1991): Supera la palabra cada vez que se lea un clásico, ojalá a quien pueda

llegar este trabajo promulgue el respeto y la valoración por los clásicos, La historia de

la Humanidad no puede quedar perdida en medio de una estantería, para formar cultura

y pensamiento, se debe proteger la lectura.

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