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El Mercosur de Perón

Las relaciones entre


Juan Domingo Perón y Getulio Vargas,
antecedentes para un verdadero Mercosur

de Julio Fernández Baraibar

Buenos Aires
- 1999 -
4
5

A Guadalupe y a Soledad, mis bellas hijas.


A Jorge Enea Spilimbergo y a Alberto Methol Ferré,
quienes, desde el Río de la Plata, otean con sagacidad el futuro.
A todos los compañeros y compañeras
que lograron aguantar estos años de reacción.
6
7

INDICE

I. Introducción..............................................................................................................................................7
A. La naturaleza del Mercosur
...................................................................................................................................................................9
B. Hacia un verdadero Mercosur.............................................................................................................12
II. La Unidad Latinoamericana en el siglo XIX......................................................................................14
C. Antecedentes en el siglo pasado.........................................................................................................15
D. El caso del Brasil...............................................................................................................................19
1. El enfrentamiento entre Portugal y España.
............................................................................................................................................................19
2. El Brasil durante la Independencia Sudamericana.........................................................................20
3. El Imperio y la creación del Uruguay............................................................................................21
4. La guerra del Paraguay...................................................................................................................22
E. Los nacionalismos de la balcanización...............................................................................................24
F. Los latinoamericanistas de principio de siglo. ...................................................................................26
III. El Barón de Rio Branco y el primer A.B.C.......................................................................................28
G. La “Alianza no escrita” con los EE.UU............................................................................................30
H. El proyecto sudamericano del A.B.C.................................................................................................34
1. El nacionalismo antibrasileño del inepto Zeballos.........................................................................35
2. Roque Sáenz Peña y el apogeo del A.B.C......................................................................................37
IV. La Unidad Latinoamericana en el siglo XX......................................................................................42
I. Brasil, Getulio Vargas y el “Estado Novo” ........................................................................................42
1. Getulio Vargas, un desconocido para los argentinos ....................................................................44
2. ¿Qué fue la Revolución del Treinta en Brasil?...............................................................................47
3. El Estado Novo y el nuevo Brasil..................................................................................................49
4. La Segunda Guerra Mundial..........................................................................................................52
5. Las relaciones de Brasil y Argentina en el período........................................................................54
6. La primera caída de Getulio y la irrupción de Perón en Argentina................................................57
a) El cerco al Régimen del 43........................................................................................................59
b) Un gaúcho más peronista que brasileño....................................................................................60
c) Lusardo y la detención del coronel Perón ................................................................................63
d) Un antiguo admirador de las SS se vuelve democrático y antiperonista..................................66
e) Los cinco años de Dutra y la gestión de Lusardo......................................................................69
J. El viejo A.B.C. es relanzado por Perón...............................................................................................75
1. Los acuerdos de integración con Chile...........................................................................................78
2. Paraguay y la devolución de los trofeos de guerra. Otros acuerdos...............................................83
K. El regreso de Getulio Vargas..............................................................................................................85
1. João Neves da Fontoura, un varguista antiperonista......................................................................86
2. El nuevo Brasil...............................................................................................................................88
3. Lusardo vuelve a Buenos Aires......................................................................................................92
L. El discurso de Perón en la Escuela Superior de Guerra......................................................................93
1. La reacción en el Brasil...............................................................................................................101
2. El fin del getulismo......................................................................................................................102
a) “Salgo de la vida para entrar en la Historia”...........................................................................104
V. El final de un sueño no realizado ......................................................................................................106
I. Introducción

La creación, afianzamiento y desarrollo del Mercosur –proceso iniciado casi como


producto inmediato de la caída de los regímenes militares en, por lo menos, Argentina,
Brasil, Uruguay y Chile1– es el intento más importante y exitoso de una política
tendiente a la creación de un espacio político, económico, cultural y social que supere el
estrecho marco de los particularismos y las "patrias chicas" en que se convirtió la
herencia hispánica de Indias, después de las guerras de la Independencia y de la
constitución de nuestros estados nacionales.
Por primera vez y, al parecer, de una manera estable, los dos países más
importantes del Cono Sur han logrado formular una alianza económico–comercial a la
que, de una manera natural, se han integrado los restantes países de la región. Desde
hace casi quince años, nuestras cancillerías han ido tejiendo una red de acuerdos,
resoluciones y anexos que dificultan, sino impiden, un paso atrás en el camino de la
integración. Por primera vez en su existencia como estado soberano, la Argentina ha
establecido un pacto regional al cual se subordina su economía y su política comercial.
El período de la balcanización, iniciado al día siguiente de nuestra independencia frente
a España, parece llegar a su fin. Como ha escrito Jorge Enea Spilimbergo,
“Estratégicamente considerado, sin embargo, el Mercosur aparece como el
acontecimiento más importante de la última década del siglo para los cuatro países
signatarios, aunque su dialéctica concreta no está predeterminada ni mucho menos”2
Paradójicamente, el proceso que comenzó con el acercamiento de los presidentes
Sarney y Alfonsín en 1985 y que concluye con la creación del Mercado Común del Sur

1
Excluimos de esta enumeración el caso paraguayo, dadas las específicas condiciones de su desarrollo
político. El reemplazo de lo que podríamos llamar "el stroessnerato" se produjo por una crisis interior al
propio sistema cívico–militar establecido desde hace décadas por el partido Colorado. El gobierno de
Stroessner, más allá del juicio que merezcan sus evidentes violaciones a los derechos humanos, no fue
exactamente un régimen militar inconstitucional. Las particulares características histórico–políticas del
Paraguay –su temprano aislamiento de las Provincias Unidas y el brutal genocidio que significó la guerra
de la Triple Alianza, entre otras– han impuesto en el país un régimen en el que el Ejército, el partido
Colorado y el Estado forman un todo muy difícil de diferenciar, sostenido, entre otras razones, por la
propia insularidad paraguaya.
2
Spilimbergo, Jorge Enea, Un paso hacia la unidad de América Latina, artículo aparecido en Acción
Popular para la Liberación, Organo del Partido de la Izquierda Nacional, Nº 17, Diciembre de 1994,
Buenos Aires. Este libro le debe al pensamiento de la Izquierda Nacional la rica y compleja estructura
ideológica de esta corriente de pensamiento. En esta tarea, Jorge Enea Spilimbergo ha jugado, desde su
relativo aislamiento y con las dificultades propias de quien se encuentra alejado de los grandes canales de
prestigio, un papel fundamental en estos años oscuros. Con la claudicación de Jorge Abelardo Ramos
frente a la ofensiva imperialista encarnada por el menemismo, Spilimbergo ha sido la figura cuya acción y
pensamiento han mantenido viva esta tradición militante obrera , popular y revolucionaria.
integrado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay en 1994, ha correspondido al
período de más absoluta hegemonía imperialista bajo la fórmula del llamado
“neoliberalismo”. La caída de la Unión Soviética y del bloque socialista retrotrajo el
panorama del mundo a los días previos al Soviet de Petrogrado. Occidente –y con él, el
planeta– ha vuelto a los tiempos del capitalismo liberal, del estado gendarme, de la
cruda y brutal vigencia de la oferta y la demanda, del lucro empresario como única ley.
En la Argentina, este período ha coincidido con las dos presidencias de Menem y
con la adecuación de nuestro país al orden imperialista surgido de la caída del muro de
Berlín. Ello ha significado el desmantelamiento del Estado nacional y de las grandes
empresas estatales que, durante casi cincuenta años, constituyeron el núcleo y la
columna vertebral de cualquier política de soberanía nacional. La llamada
“globalización” adquirió, en nuestro país, carácter de ideología estatal –tomando la
palabra ideología en su originario sentido de “conciencia errónea del mundo”– y ha
servido de justificación a todo tipo de renuncias y traiciones a la independencia nacional
y a las tradiciones conceptuales y políticas de los grandes movimientos populares del
siglo XX3.
Ha sido en este oscuro período de nuestra historia cuando la Argentina violó el
principio de no-intervención –que había regido su política exterior durante todo el
siglo– integrando las fuerzas armadas imperialistas que cobardemente bombardearon
Bagdad en la guerra del Golfo. Ha sido, simultáneamente a la constitución del
Mercosur, que el presidente Menem –representando un partido fundado por el creador
de la doctrina de la Tercera Posición– alejó a la Argentina del Movimiento de Países del
Tercer Mundo, hostilizó diplomáticamente a la Cuba de Fidel Castro bloqueada por
EE.UU., vendió armas a Ecuador, durante la fugaz y deplorable guerra con el Perú, y su
ministro de Relaciones Exteriores estableció el “alineamiento automático” y confesó
“relaciones carnales” con Washington.
Pero, como sostiene el escritor y diplomático Abel Posse 4: “En 1989 se inauguró
esta etapa de globalización que implica mercado más democracias débiles. La única
3
Conf. Buela, Alberto, Globalización y Aldea Planetaria, en revista Línea, Año XVI, Nº 160, pág. 44,
Febrero de 1999, Buenos Aires. El autor distingue con acierto entre los dos conceptos. Atribuye al
concepto de “Aldea Planetaria” o “Planetarización” un carácter fáctico, indiscutible, que, a nuestro
entender erróneamente, atribuye al desarrollo tecnológico, y el de “Globalización” al que define como
“proyecto ideológico”. Seguimos convencidos que el desarrollo tecnológico sigue siendo consecuencia
de la expansión de las fuerzas productivas, a la vez que facilita esa expansión en un nuevo nivel. La
“planetarización”, entonces, sería la última etapa alcanzada por el capitalismo imperialista, en la cual el
desarrollo tecnológico permite la total desaparición de la distancia y la virtual simultaneidad del conjunto
del planeta, algo que Marx había alcanzado a entrever en el “Manifiesto Comunista”, pero que sólo se ha
hecho realidad a ciento cincuenta años de su publicación
democracia fuerte es la del país central y las otras son democracias de sumisión, como
la Argentina. Esta etapa ya termina, implosiona, en un nuevo retorno al Estado–Nación
y al Estado–Región, o sea, las naciones de una misma región que se unen”.
Y ahí está el Mercosur: el hecho político más importante encarado por la
comunidad argentina desde la guerra de Malvinas, en manos de empresarios y
comerciantes. Completamente ajeno a las discusiones y análisis de los políticos
oficialistas u opositores –quienes han renunciado hace tiempo a discutir lo importante–,
es examinado por expertos de mezquino horizonte economicista, calumniado
alternativamente por exportadores o importadores de acuerdo a las meras relaciones
cambiarias y es un arcano insondable para la inmensa mayoría de los argentinos a
quienes se les ha presentado como un vulgar acuerdo mercantil que tan sólo interesa a
los directorios de las empresas involucradas. “Por vez primera, sin embargo, un valioso
planteo de raíz histórica, ideológica y espiritual, perfila un camino de concreciones,
zigzagueando entre los vericuetos que va labrando lo que llamó Hegel ‘la astucia de la
historia’”5.

A. La naturaleza del Mercosur

El libro “Argentina y el MERCOSUR, una respuesta a la Iniciativa para las


Américas y a Europa ’92”, publicado por la Fundación de Investigaciones Económicas
Latinoamericanas (FIEL), expresa bien a las claras el carácter meramente comercial –
bajo la bandera ideológica del Libre Comercio– que para un amplio sector de la
burguesía argentina tiene nuestro acuerdo regional, a la vez que expone las diferencias
entre éste y el NAFTA y la Comunidad Europea.
En cuanto al NAFTA, cuyo nombre completo es North American Free Trade
Agreement (Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio), establece simplemente una
zona de libre comercio, en la cual no se prevé la existencia de un arancel común hacia
terceros países. “En rigor, la principal motivación que guió a los países firmantes fue
la de estabilizar el acceso a los mercados, tratando de eliminar las barreras
proteccionistas”6. En el caso de EE.UU. y Canadá, con economías integradas y de
magnitud y grado de desarrollo semejantes, con pautas sociales y culturales similares,
4
Posse, Abel, El Fracaso del Sistema Internacional, entrevista en Línea, Año XV, Nº 153, pág. 10,
Junio de 1998, Buenos Aires
5
Spilimbergo, Jorge Enea, op. cit.
6
FIEL, Argentina y el Mercosur. Una respuesta a la Iniciativa para las Américas y a Europa ’92.
Pág. 11. Editorial Manantial. Buenos Aires. 1993.
con instituciones políticas y tradiciones jurídicas comunes, el acuerdo estatuye tan sólo
un intercambio ya establecido por la dinámica social. Distinto es el caso de México, que
a las diferencias económicas, políticas, sociales y culturales con los EE.UU. y Canadá,
agrega un precio radicalmente más bajo de la mano de obra y conflictivas relaciones
migratorias con su vecino del Norte. Es cierto que el NAFTA abre su producción al
millonario mercado de sus otros dos miembros; pero es cierto también que lo abre para
las empresas “maquiladoras” establecidas en México, con costos laborales menores, lo
que, por añadidura, permitiría hipotéticamente reducir la presión de los “espaldas
mojadas” sobre los guardias fronterizos norteamericanos.
El Mercosur, por el contrario, es un modelo de integración de un mercado común 7,
más cercano al europeo. La distancia que media entre un proyecto y el otro es abismal.
“Entre ambas perspectivas está la distancia entre una tarifa aduanera común y la
apertura ‘salvaje’ sujeta a los dictados de la llamada globalización”8.
No obstante, la Argentina es, de los dos países más importantes del pacto, el que
aparece como más reticente a desarrollar todas las consecuencias políticas, económicas,
militares, estratégicas y diplomáticas de este logro. “Los argentinos han consolidado un
Mercosur puramente económico. Un Mercosur de mercaderes que dio un
extraordinario rédito para una Argentina de commodities o de industria poco
competitiva (ante el dumping permanente–inmanente de los grandes centros
industriales–tecnológicos)”9.
En el momento de escribir estas líneas, vemos por el canal oficial, ATC, al señor
Carlos Fiorini, presidente de la Cámara Argentina de Comercio, entrevistado por Pedro
Olgo Ochoa, en un programa dedicado justamente al Mercosur 10. A juicio del señor
Fiorini, que expresa el pensamiento del sector más concentrado de la burguesía
exportadora e importadora, lo más importante del Mercosur ha sido la posibilidad de
“abrirse a la globalización”, y la consecuencia que extrae de la crisis producida por la
devaluación del real es la necesidad de la Argentina de “buscar otros mercados, sobre

7
Ibídem.
8
Spilimbergo, Jorge Enea, op. cit.
9
Posse, Abel, op. cit., pág. 11.
10
Voz e Imagen del Mercosur, ATC, emisión del 28 de febrero de 1999. Un mes atrás, Brasil había
dejado flotante la cotización del dólar, como producto de la presión empresarial y sindical contra el
monetarismo del llamado “grupo carioca" de economistas, nombrados por el presidente Cardozo en los
puestos decisivos del Ministerio de Economía y del Banco Central. Esa devaluación sembró el pánico en
el ambiente político y empresarial argentino, que de inmediato comenzó a ver con desconfianza al
Mercosur y la, por ellos considerada, “irresponsabilidad” brasileña.
todo en el hemisferio Norte, para compensar su ‘dependencia’ con el Brasil”. Esto,
insistimos, fue dicho en un programa que pretende reivindicar este Mercosur de
mercachifles. La nueva burguesía comercial portuaria, similar en esto a la de los
tiempos de Mitre, carece, por supuesto, de todo proyecto más allá de su espíritu fenicio.
Ante la inevitabilidad de nuestro bloque semicontinental, ante la inviabilidad política,
histórica y económica de la Argentina aislada, desgajada de Latinoamérica, “Provincia
transoceánica de Europa”11, el vocero de los importadores reivindica tan sólo su
dogmatismo ideológico y se desentiende del Brasil y de nuestro destino común.
Considera que el intento brasileño de romper con el corsé de hierro impuesto por los
organismos internacionales y apostar a la producción y a una política monetaria que
satisfaga sus necesidades quiebra “las leyes de la globalización” y se desentiende de
todo compromiso con el transgresor. Su aceptación mentirosa del Mercosur apenas
oculta una vulgar adecuación a las condiciones impuestas por el imperialismo. Estos son
los hombres a los que la Argentina les ha dado la misión de acordar un gran bloque con
el Brasil. No es extraño, entonces, que el Mercosur haya despertado en la Argentina tan
menguado interés. Por otra parte, y con respecto a la política monetaria del Brasil, tiene
razón el economista argentino Héctor Valle cuando afirma12: “precisamente, entre otros
elementos de juicio, si algo hicieron los genéricamente definidos como ‘paulistas’ y sus
circunstanciales aliados, fue leer fructíferamente la experiencia acumulada por la
Argentina luego de tantos años metida en un esquema de tipo de cambio fijo”.
En efecto, Brasil, sobre todo después del giro político adoptado por Itamaraty, es
el miembro más activo y dinámico de la región y el que plantea permanentemente una
ampliación de los niveles puramente comerciales del acuerdo. Citamos nuevamente a
este notable miembro de nuestro cuerpo diplomático, que es una de las pocas voces que,
en la Argentina, se eleva para reivindicar el carácter estratégico del Mercosur y la
imperiosa necesidad de su ampliación, Abel Posse: “Brasil quiso llevar la éntente con
Argentina a una dimensión superior. Argentina, manejada por una burocracia ajena a
toda idea de gran política y de sentido trágico de la historia, una burocracia de
empleadillos de reparticiones oficiales, no supo consolidar con Brasil intereses
políticos, sociales y estratégicos superiores. Prevalecieron los almaceneros de paso.
11
Spilimbergo, Jorge Enea, op. cit.
12
Valle, Héctor, Brasil pateó el tablero, revista Línea, año XVI, Nº 160, pág. 23, febrero 1999, Buenos
Aires. Este economista, de origen desarrollista, efectúa en este artículo interesantes reflexiones que lo
alejan tanto del rebaño monocorde del liberalismo y sus virtudes teologales “mercado, ajuste y
convertibilidad”, como de la abstracta e imposible reivindicación de la “integración nacional como paso
previo a una integración regional”, planteada tradicionalmente por el frigerismo.
(…) Argentina se negó a crear desde el éxito del Mercosur una alianza estratégica con
Brasil. Nos negamos a crear el gran Estado de Naciones con estrategia y proyecto
propio, con una fuerza disuasiva nuclear (el caso del submarino atómico), y con una
presencia soberana, en los grandes geoespacios de la integración y de nuestra
Sudamérica y en los espacios oceánicos (el caso de la ‘Zona de Paz y seguridad del
Atlántico Sur’)”.
“Argentina, como el patán provinciano, se sentó a la mesa de juego sólo para
ganar sus porotos. No quisimos arriesgar un gran proyecto común. No quisimos ser.
Nos guardamos –y rompimos– los ases de la energía nuclear, del desarrollo en el
Atlántico, de propiciar el puesto permanente de Brasil en el Consejo de Seguridad”. Y
termina afirmando: “Por mi experiencia personal en esta materia, podría afirmar que
Brasil se cansó de los mercaderes argentinos y continúa hoy su propio camino de gran
Nación–continente”13.
Esto es en suma el Mercosur. La única herramienta capaz de hacer entrar a nuestra
región en el siglo XXI con la frente alta ha sido puesta en manos de quienes intentan
“entrar al futuro retrocediendo”, de las mismas clases sociales y sus corifeos que
durante cincuenta años lucharon contra el rumbo industrialista impuesto por Perón y el
peronismo a partir de 1945, al que derrocaron en 1955 y que han logrado, en parte,
volver a la Argentina agroexportadora de 1930, en la que sobran más de la mitad de sus
habitantes, hoy sometidos a las condiciones del desempleo, el subempleo y la
marginalidad. En las vísperas del nuevo siglo, la admonición de Juan Domingo Perón
–“el siglo XXI nos encontrará unidos o dominados– corre el riesgo, merced, entre otras
cosas, a la traición de sus epígonos, de convertirse en su opuesta paradoja, “unidos y
dominados”.

B. Hacia un verdadero Mercosur

Este trabajo, cuya finalidad última es, obviamente, política antes que académica,
se propone demostrar que el proyecto de unión con el Brasil es, en primer lugar, un

13
Posse, Abel, Nosotros, Brasil y la implosión Occidental, revista Línea, año XVI, Nº 160, pág. 12,
febrero 1999, Buenos Aires. La experiencia a la que se refiere lo ha llevado a Posse a quedar relegado en
sus destinos diplomáticos y separado de toda decisión estratégica en la Cancillería de Di Tella y
solamente su prestigio literario le ha permitido hacer oír su voz acerca de estos temas en columnas de
medios de gran tiraje. De lo contrario, sus opiniones sólo aparecen en medios de distribución militante: el
viejo cerco del silencio que el sistema dominante ha impuesto tradicionalmente a sus más destacados
críticos.
momento, el más alto, de nuestro viejo proyecto de unión Latinoamericana, nacido en
las guerras de la Independencia.
En segundo lugar, al rastrear en el pensamiento y la acción del general Perón el
origen del Mercosur, aparece la concepción de un bloque regional económico, político y
estratégico en respuesta a la constitución del bloque europeo y norteamericano.
Descubrimos entonces, que la idea de la integración nació como respuesta nacional
antiimperialista al intento hegemónico continental angloamericano, inmediatamente
después de la 2ª Guerra Mundial, lejos, por lo tanto, de las nieblas globalizadoras y
aperturistas que hoy impiden ver la naturaleza histórica de nuestro Mercado Común del
Sur. Entendemos que en la profundización y desarrollo de estas ideas expuestas por
Perón, principalmente entre los años 1950 y 55, se encuentra el rumbo hacia un
verdadero Mercosur que, alrededor del eje Buenos Aires–São Paulo, estructure el gran
bloque continental hispanoamericano, bioceánico, desplegado en los dos hemisferios,
industrial, libre y justo.
A ese proyecto hemos llamado el Mercosur de Perón.
II. La Unidad Latinoamericana en el siglo XIX

Lo primero que es necesario plantear, antes de otra consideración, es que el


Mercosur debe ser ubicado y analizado dentro de una larga perspectiva histórica.
Considerar que el Mercosur es producto tan sólo de las modificaciones sociales,
económicas y políticas producidas por la desaparición de la Unión Soviética y el
establecimiento de una, aparentemente, maciza hegemonía del sistema económico
conducido por los Estados Unidos y los organismos financieros internacionales,
significaría un grueso error de aproximación a lo que ha sido, posiblemente, el problema
político más importante con el que se han enfrentado los pueblos del sur de América
Latina después de las Guerras de la Independencia. Hace unos años, el ensayista
uruguayo Alberto Methol Ferré afirmaba, a propósito de un seminario convocado por la
Secretaría de Cultura de la Nación bajo el arbitrario título de “Mercosur y
Postmodernismo”, que los brasileños que habían concurrido al simposio (entre otros
Helio Juagaribe, el fundador del pensamiento sociológico latinoamericano) se habían
dedicado a hablar del Mercosur y los argentinos, muchos de ellos con cargos públicos
en la administración menemista, habían preferido referirse al llamado postmodernismo.
Con ello Methol Ferré quería señalar la profunda indiferencia con que la
“intelligentzia” argentina recibió la creación y desarrollo del Mercosur.
Pero, por otra parte, vincular, como los organizadores del encuentro lo hicieron, el
llamado pensamiento postmoderno con la creación de nuestra unidad regional es caer
en ese error de aproximación del que hablamos más arriba, que “des–historiza” un
logro cuya gestación se remonta a los orígenes mismos de la Independencia.
Como el divulgador postmodernista Jean–François Lyotard sostiene: “En la
sociedad y la cultura contemporáneas, sociedad postindustrial, cultura postmoderna, la
cuestión de la legitimación del saber se plantea en otros términos. El gran relato ha
perdido su credibilidad, sea, cual sea el modo de unificación que se le haya asignado:
relato especulativo, relato de emancipación”1. Con esto, el pensador francés intenta
destruir el pasado histórico, convirtiendo en un cuento para niños el paso del hombre
sobre la tierra, la evolución y transformación experimentada por el género humano
desde su salida de las cavernas y el descubrimiento del fuego y, por sobre todas las
Lyotard, Jean François. La Condición Postmoderna, pág. 73 y ss. REI Argentina, Buenos Aires, 1987.
1 

En su introducción el autor explica el objeto de su obra como “la condición del saber en las sociedades
más desarrolladas. Se ha decidido llamar a esta condición ‘postmoderna’. (…) En origen la ciencia está
en conflicto con los relatos”. (pág. 9 y ss.).
cosas, la absoluta imposibilidad del hombre de cambiar las condiciones de su propia
existencia. En su jerga, tomada del formalismo lingüístico y de los juegos verbales de
Wittgenstein: “La función narrativa pierde sus functores, el gran héroe, los grandes
peligros, los grandes periplos y el gran propósito. Se dispersa en nubes de elementos
lingüísticos, narrativos, etc., cada uno de ellos vehiculando consigo valencias
pragmáticas sui generis”. Lo que sea que este galimatías signifique implica la pérdida
de toda noción de humanidad, de todo destino humano, por lo tanto de toda historia,
disuelta en un juego de apelaciones verbales en los cuales solo se imponen aquellos que
gozan ya del beneficio del poder2.
Nuestro intento, por lo tanto, consistirá en tratar de “re–historizar” lo que
consideramos el principal logro en términos de objetivos nacionales que el país se ha
dado desde la constitución del Estado Nacional por parte del general Roca y la
generación del ´80. Creemos que el accionar de las generaciones pasadas, sus luchas,
sus desvelos, sus triunfos y sus derrotas condicionan el escenario en el cual deben actuar
las mujeres y los hombres de hoy. No somos productos “ex nihilo” de ninguna probeta
de laboratorio. Lo que somos, lo que hemos logrado ser, es el resultado de nuestros
esfuerzos, determinados por lo que hombres y mujeres del pasado formularon,
pensaron, realizaron o fracasaron en realizar.
De ahí el esfuerzo de este trabajo en vincular el actual Mercosur en el marco de lo
que fue, durante años y para muchas generaciones de compatriotas, un objetivo
estratégico: la Unidad Latinoamericana.

C. Antecedentes en el siglo pasado.

Con diferencias de unos pocos años, todas las sociedades criollas de las Indias se
levantan contra el poder español. La revolución hispanoamericana es una consecuencia
directa de la invasión napoleónica a España. El infecundo atraso de la metrópoli y la
imposibilidad de sus sectores dirigentes -la corte borbónica y la parasitaria nobleza
territorial- en transformar la anacrónica sociedad española, disolver sus particularismos
feudales y establecer un régimen capitalista tanto en la metrópoli como en sus
posesiones ultramarinas, acorde al proceso que de manera acelerada se desarrollaba

2
“El saber postmoderno no es solamente el instrumento de los poderes. Hace más útil nuestra
sensibilidad ante las diferencias, y fortalece nuestra capacidad de soportar lo inconmensurable”
(Lyotard J.F. op. cit., pág. 11). El saber, la ciencia, el conocimiento se han convertido tan sólo en la
legitimación del poder económico y en el consuelo, para quienes están marginados del mismo, que otrora
brindara la religión.
allende los Pirineos o trasponiendo el Golfo de Vizcaya, fue resuelto de manera
paradójica por la invasión napoleónica. La guerra de defensa nacional contra el invasor
francés asume las tareas interiores que esos mismos invasores habían desplegado en su
propia patria. Los españoles metropolitanos y ultramarinos, por esos oscuros caprichos
de Clío, se enfrentan a los herederos directos y recientes de la Revolución Francesa con
las mismas banderas políticas y sociales que habían asaltado las Tullerías. La vuelta del
absolutismo de la mano de Fernando VII, al caer Napoleón, disuelve la famosa
“máscara de Fernando” bajo la cual se habían gestado las Juntas y los gobiernos
criollos que desde 1810 se organizan en Hispanoamérica. La vuelta del autócrata y su
intención de retrotraer el imperio a la situación previa a la invasión francesa produce el
afianzamiento de los intentos independentistas y su consecuencia militar, las guerras de
la Independencia.
Jorge Abelardo Ramos precisa, entendemos, con claridad esta cuestión cuando
afirma: “El fracaso de la revolución española abre la etapa de las guerras de la
Independencia en América; la guerra civil se traslada a este continente, donde
combaten en bandos enfrentados españoles contra españoles, criollos contra criollos.
(…) Esta guerra perseguía al principio un doble objetivo: impedir que América
Hispánica recayera bajo el yugo absolutista y conservar la unidad política del sistema
virreinal bajo la forma de una Confederación de los nuevos grandes Estados”3. Hoy
ya no quedan dudas –como en el momento cuando estas palabras fueron escritas– acerca
del carácter unificador de las batallas libradas por San Martín y Bolívar. Y mucho se ha
dicho y escrito sobre las razones que impidieron que esa confederación americana se
frustrase bajo los deseos y apetitos del mediocre particularismo de las oligarquías
locales y sus socios de las burguesías comerciales de los puertos y ciudades
hispanoamericanas. El hecho histórico incontrastable es que nacimos a la vida
independiente con la vocación de establecer en las viejas colonias españolas la misma
3
Ramos, Jorge Abelardo. Historia de la Nación Latinoamericana, Tomo 1, pág. 145 y ss. A. Peña Lillo
Editor, Buenos Aires, 1973. A nuestro entender, Jorge Abelardo Ramos ha sido uno de los más grandes
pensadores políticos argentinos del siglo XX. El autor lo conoció y trató en el período, quizás, más rico de
la larga trayectoria política de Ramos, entre 1969 y 1976. Sus libros más importantes, “Revolución y
Contrarrevolución en la Argentina”, “Historia de la Nación Latinoamericana,”, “Historia del
Partido Comunista en la Argentina” y “Crisis y Resurrección de la Literatura Argentina”, forman
parte del acerbo del pensamiento nacional argentino y latinoamericano. Su final, al servicio de la traición
menemista, no empaña de ninguna manera sus aportes, desde el marxismo, a la constitución de un
sistema de pensamiento revolucionario enfrentado, por un lado, a la vieja Argentina oligárquica y, por el
otro, a las limitaciones del peronismo después de la desaparición de su jefe histórico. Como Alberdi, al
cual admiró, Ramos fue una víctima más, una de las más preclaras, de la dictadura ideológica de la vieja
Argentina oligárquica. Como modesto homenaje a su memoria, recordemos, tan sólo, que murió, unos
días antes que sus amigos se afiliaran al partido presidido por Menem. La dignidad de la muerte le evitó
tan indigno paso.
unidad anfictiónica que permitió a las posesiones británicas de New England convertirse
en el país–continente, del Atlántico al Pacífico, que hoy son los EE.UU.
Uno de los historiadores revisionistas argentinos que ha tenido la osadía
intelectual de comparar el proceso de independencia de los actuales EE.UU. con el de
nuestro continente, Julio Irazusta, menciona que “el hecho es que por la desdichada
combinación de circunstancias enumeradas, los Estados promotores de la revolución
hispanoamericana quedaron controlados por los segundones del movimiento. (…) Esos
hombres resultaron pequeños en comparación con los héroes máximos. Pero formaban
una brillante generación. Inteligentísimos, aun cuando se equivocaban, y diestros para
sostener dialécticamente sus peores extravíos, su primer defecto consistió en el espíritu
imitativo”4.
Esto nos convirtió en argentinos, chilenos, uruguayos o bolivianos. En octubre de
1825, en Potosí, actual Bolivia, Simón Bolívar es huésped de un banquete ofrecido por
los delegados argentinos, el general Carlos María de Alvear y el doctor Díaz Vélez.
Estos habían sido enviados por el gobierno del Río de la Plata, a la sazón en manos de
Bernardino Rivadavia –uno de los segundones a los que se refiere Irazusta– para
felicitar al Libertador por la victoria de Ayacucho, victoria que aseguraba la
independencia del Río de la Plata y que lograba, además, la independencia de las cuatro
provincias rioplatenses del Alto Perú5. Los porteños, que eran también portadores de un
ofrecimiento al Libertador para que se hiciera cargo de las tropas rioplatenses que
lucharían contra el Brasil, acababan de reconocer la Independencia de Bolivia –es decir
de las cuatro provincias rioplatenses del Alto Perú, que formaban parte del virreinato del
Río de la Plata y donde se habían formado, entre otros, Mariano Moreno y Bernardo de
Monteagudo– como modo de granjearse la simpatía de Bolívar, en ese momento el
hombre más importante de Hispanoamérica. En ese banquete, Simón Bolívar pronuncia
un brindis que revela con claridad el juicio que la conducta del partido porteño le

4
Irazusta, Julio, De la epopeya emancipadora a la pequeña Argentina, pág. 302, Ediciones Dictio.
Buenos Aires, 1979. Continúa el autor afirmando: “(…) se aferraron a la idea de obtener una ayuda
exterior que no podían alcanzar, y despreciaron a sus compatriotas provincianos que mejor sostenían la
causa, pero por eso mismo querían compartir la dirección del movimiento. (…) El afán nacional de
dirigir nuestros destinos fue olvidado por ellos, para mendigar en cambio protectorados –brasileño,
inglés o francés– que nos salvaran del absolutismo español. Esto mismo les pareció en cierto momento
preferible a la anarquía resultante de su incapacidad para arreglarse con sus compatriotas”. Los
Rivadavia y los Manuel García, carentes del genio y la voluntad de los San Martín y Bolívar, preferían ser
defendidos por la corte de los Braganza o por Lord Canning antes que sentarse a discutir con Artigas, con
el doctor Francia o con Pancho Ramírez.
5
No olvidemos en este rápido análisis histórico que las Provincias Unidas del Río de la Plata no
terminaban en La Quiaca, sino que comprendían parte de lo que hoy es territorio de Bolivia.
merecía. Dijo entonces: “Brindo por el Congreso de las Provincias Unidas del Río de
la Plata, cuya liberalidad de principios es superior a toda alabanza, y cuyo
desprendimiento con respecto a las provincias del Alto Perú es inaudito (la negrita es
nuestra). Brindo por el gobierno del Río de la Plata por que recobre la integridad de
sus provincias (aludiendo a la Banda Oriental, causa de la futura guerra con el Brasil),
como ha adquirido sus derechos”6.
Cuando los ejércitos españoles se retiran definitivamente de nuestro continente
quedan establecidas pequeñas entidades políticas con débiles o inexistentes estados.
Jorge Canning y la intriga inglesa, la docilidad de Manuel García ante los ingleses y la
estolidez de Rivadavia crean el Uruguay. El Río de la Plata cede voluntariamente sus
provincias altoperuanas, como hemos visto, para fundar un país que paradójicamente es
el único cuyo nombre pretende rendir homenaje al guerrero de la unidad sudamericana,
Bolivia. El Paraguay del doctor Francia, abandonado por Buenos Aires después de la
expedición militar de Belgrano, se sostiene en su aislamiento. Los mezquinos intereses
de las burguesías comerciales de Bogotá, Caracas y Quito hacen pedazos la Gran
Colombia bolivariana, convirtiéndose en Colombia, Venezuela y Ecuador. La avidez
norteamericana y la ceguera provinciana arrancan a Colombia su provincia en el istmo,
dando origen a Panamá7.
La primera gran oportunidad de constituir una nación que se desplegase del
Caribe a Tierra del Fuego y del Atlántico al Pacífico había sucumbido. El Libertador,
sólo y con el único capital con que contaba, un cofre conteniendo un gran juego de
cubiertos de plata, definitivamente enfermo, agoniza lejos de Manuela Sáenz. “Un
antiguo realista, Don Joaquín de Mier, que antes pudo ser su enemigo, enterado de la
situación del gran Bolívar, acudió en persona a caballo para ofrecer su propia

6
Bolívar, Simón, Discursos y Proclamas, pág. 96 y ss. Casa Editorial Garnier Hermanos, París, 1913. El
brindis del gran caraqueño agrega un saludo al “general Alvear, que con su valor plantó el estandarte de
la libertad sobre las fortalezas de Montevideo y que con sus talentos liga las relaciones del género
humano con su patria. Por que la suerte lo eleve a la altura de sus méritos”. Poseía Bolívar, sin duda,
también el arte de la ironía. Por el compañero de la delegación del Río de la Plata brinda también el
Libertador: “Por el señor Díaz Vélez, esclarecido legislador, político virtuoso, modelo de ciudadano”.
No había dudas que ignoraba cuál había sido la colaboración exacta del preclaro porteño a la
emancipación americana.
7
“Los señores Obaldia, Amador y Huertas, al iniciar el separatismo, creyeron quizá sinceramente que
del sometimiento a los Estados Unidos sacaría la región grandes ventajas. Imaginaron que la nueva
entidad usufructuaría los beneficios del intercambio enorme a que daría lugar la nueva vía de
comunicación. Pero con excepción del saneamiento de las poblaciones, la antigua provincia de Panamá
no ha realizado sus esperanzas”. Ugarte, Manuel, El Destino de un Continente, Ediciones de la Patria
Grande, pág. 175, Buenos Aires, 1962. Esto fue escrito en 1913, a pocos años de la separación. No mucho
ha cambiado desde entonces.
hacienda, distantes unos cuantos kilómetros de la localidad”8. En esa casa, en la cama
prestada por un enemigo político, murió Simón Bolívar. Gabriel García Márquez, en El
General y su Laberinto, ha escrito para siempre su dramática derrota, de la que aún hoy
Latinoamérica sigue sin recuperarse plenamente.

D. El caso del Brasil.

El condado de Portugal, perteneciente al reino leonés–castellano, fue entregado


por Alfonso VI, rey de Castilla, como dote a su hija Taraja, al casarse con el caballero
francés Enrique de Borgoña. Éste, en permanente guerra con Raimundo, marido de
Urraca, la otra hija de Alfonso VI, murió sin lograr establecer su dominio en las tierras
dotales. Murió joven, en 1114, dejando un hijo menor de edad, Alfonso Enríquez, y una
viuda, según los decires, bella y casquivana. La conducta de la casquivana Taraja
despertó la rebeldía de los barones de la terra portucalis, capitaneados por el propio
Alfonso. La batalla de Guimarães dio el triunfo a Alfonso Enríquez, quien no vaciló en
encarcelar a su madre, haciéndose cargo del reino.
En este relato, entre histórico y mítico, se funda la creación de la corona de
Portugal y, con ella, de la nacionalidad portuguesa.

1. El enfrentamiento entre Portugal y España.

Más allá de ello, la cuña que dividió para siempre la península ibérica,
permitiendo el afianzamiento del reino y su posterior transformación en una potencia
marítima, ha tenido permanentemente una conspicua presencia, diplomática o militar,
inglesa. Desde los tiempos de Juan I y su victoria sobre el rey de Castilla, en 1385,
Inglaterra ha estado vinculada a la historia portuguesa, estableciendo un permanente
antagonismo entre los dos estados ibéricos. Ese antagonismo y esa abstracta barrera que
divide a España y Portugal se trasladó a las tierras de América, convirtiendo al Brasil en
un cerrado enigma para los americanos hispanohablantes. El tratado de Tordesillas de
1494, tan sólo a dos años del Descubrimiento, trazó en nuestro continente esa muralla
de incomprensión. Los argentinos ignoramos de nuestro principal vecino todo o casi
todo. Nos es mucho más familiar la figura de Clemenceau o de Bismarck que la del
Barón de Rio Branco. Marcel Proust o James Joyce gozan de mucho mayor prestigio

8
Von Hagen, Víctor W., Las cuatro estaciones de Manuela, pág. 303, Editorial Sudamericana, 1989.
que Euclides da Cunha. Nos ha despertado mucho mayor interés la República de
Weimar que la República de los quilombos de Palmares.9
En 1549 se instala el primer gobernador general de las posesiones portuguesas en
Sudamérica. La ciudad de la Bahía de Todos los Santos se convierte en la capital y en el
centro de una de las principales actividades económicas, el comercio de esclavos. Se
establece sobre todo el país una explotación económica de plantación, en la que
rápidamente a la mano de obra esclava de los indios se suma la de los africanos, traídos
por portugueses, holandeses y franceses. Esta primera etapa de la colonia portuguesa se
caracteriza, sobre todo, por un permanente enfrentamiento en el norte con los
asentamientos de otras potencias coloniales, las Guayanas holandesa y francesa. El
descubrimiento de oro en Minas Gerais en 1693 significó un impulso decisivo para el
crecimiento de la colonia lusitana y la fundación de grandes poblaciones en el interior.
A excepción del período 1580–1640, cuando ambos reinos de Portugal y España
están bajo la corona de los Felipes de Habsburgo, las peleas dinásticas, las querellas
derivadas de las distintas interpretaciones que cada corona hacía sobre el Tratado de
Tordesillas y la política europea profundizaron las diferencias entre ambos países.
A mediados del siglo XVIII, las reformas del marqués de Pombal, gobernador
general del rey en Brasil, alteraron la vida social y administrativa de la inmensa colonia.
El poder se concentró entonces en manos del representante real y se trasladó la capital a
Río de Janeiro.

2. El Brasil durante la Independencia Sudamericana

La invasión napoleónica al Portugal, en 1807, tuvo para nuestro vecino un efecto


completamente distinto al que el mismo hecho produjo en las colonias españolas. El
entonces príncipe regente, después Juan VI, toda la familia real y la corte en pleno se
trasladaron a Río de Janeiro, convirtiéndose la ciudad en la metrópoli del Imperio
Lusitano. El espectáculo de esa imponente procesión de veleros, llevando en sus
bodegas el Estado Imperial, su Tesoro, sus parásitos cortesanos y su servidumbre, debe
haber dejado honda impresión en los ojos de los cariocas de entonces.

9
Esta fue una república de esclavos fugados de las plantaciones, ingenios y haciendas, que a principios
del siglo XVII se estableció en el interior de la entonces capitanía de Pernambuco. V. Edison, Carneiro, O
Quilombo dos Palmares, Civilização Brasileira, Río de Janeiro, 1966; Freitas, Décio, Palmares: a
guerra dos escravos, Mercado Aberto, Porto Alegre, 1984; Gomes, F. dos Santos, Liberdade por un
fio, Historia dos Quilombos no Brasil, Companhia dos Libros, São Paulo, 1996.
Pero la instalación de los Braganza en Río de Janeiro no impidió que en el Brasil
se expresaran los mismos intentos independentistas que habían brotado como hongos en
el resto de Hispanoamérica y, como dice un historiador brasileño, “las rebeliones
seguían a las algaradas, la revolución a los motines”10. En 1817 se produce en
Pernambuco un levantamiento popular impregnado de las mismas ideas de los que se
producían en otras regiones hispanohablantes, que es brutalmente reprimido. En 1821,
se extiende desde Pará una insurrección que se une al levantamiento de Bahía al grito de
“Abajo el absolutismo”11.
El príncipe regente Juan, ya instalado en Río de Janeiro, ha traído consigo
también la ayuda inglesa. “Ahora comienza el siglo británico en el estilo de vida de la
ruda sociedad brasileña: la corte portuguesa y los importadores ingleses educarán a
los dueños de plantación”12. El más absoluto librecambismo se instala en el Brasil y la
corte de los Braganza se convierte en el principal centro de conspiración
antiindependentista, además de nido de intrigas diplomáticas británicas.
En 1821, caído Napoleón y establecida la Santa Alianza, el ya rey Juan VI decide
que es hora de volver a Lisboa. Queda como regente de Brasil su hijo, el príncipe Pedro.
Al año siguiente, éste pronuncia su célebre “Eu fico”13, se proclama la independencia
brasileña y el regente es coronado como Pedro I, Emperador de Brasil.

3. El Imperio y la creación del Uruguay

Es a pocos años de estos hechos, en 1825, cuando se produce la guerra entre las
Provincias Unidas del Río de la Plata y el Brasil por la región llamada Banda Oriental
por los porteños y Provincia Cisplatina por el Imperio. La repercusión que esta guerra
tuvo en los oídos de Bolívar lo hemos visto más arriba. Como sabemos, las armas
rioplatenses triunfaron en Ituzaingó, aplastando al desmoralizado ejército imperial.
Como sabemos también, la diplomacia de Rivadavia y Manuel García perdieron para
siempre a la Banda Oriental. Dice Jorge Abelardo Ramos: “Pero los intereses porteños
buscaban desprenderse de la Banda Oriental y concentrarse en la explotación de su

10
Ramos, Arthur, Las poblaciones del Brasil, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1948.
11
Freyre, Gilberto, Interpretación del Brasil, Fondo de Cultura Económica. 1945.
12
Ramos, Jorge Abelardo, op. cit. Tomo 2, pág. 261.
13
El hoy muy difundido turismo a Brasil debería hacer inútil la traducción de la frase. Pero sabemos más
inglés que portugués. “Me quedo” dijo Pedro de Braganza, dando a entender su voluntad de separar al
Brasil de la corona de su padre.
propia pradera y su propio puerto. Esto coincidía con la voluntad inglesa, que había
proyectado la creación de una ‘ciudad hanseática’ en la margen oriental del río”14.
El papel jugado por el reciente Imperio Brasileño y por su monarca, Pedro I, en
este capítulo de la balcanización sudamericana se ajustó exactamente a las necesidades
británicas. Entre su intransigencia en el terreno diplomático para reconocer la derrota
sufrida en el campo de batalla, negándose a devolver a Buenos Aires, la Provincia
Cisplatina, y la inepcia dolosa de Manuel García, cambiando en la mesa de negociación
el resultado logrado por las armas, Lord Ponsomby, el embajador del Foreign Office,
logró su cometido: segregar la Banda Oriental y crear la República del Uruguay, “el
algodón entre dos cristales”.
Resulta sorprendente que uno de los primeros debates en los que participa el joven
diputado en la Asamblea Legislativa del estado de Rio Grande do Sul, el futuro
presidente Getulio Vargas, sostenía en octubre de 1909: “Aunque haga justicia al
talento y gran habilidad de los diplomáticos brasileros de tiempo del Imperio, no se
debe ocultar que ellos quisieron erigirse en árbitros y solucionadores forzados de las
cuestiones internas de las repúblicas del Plata”15. El reformador de la llamada
República Vieja, nacido en el territorio fronterizo de las viejas Misiones Orientales,
sospechaba ya entonces sobre el papel jugado por la diplomacia de Pedro I.

4. La guerra del Paraguay.

El crimen de la Guerra del Paraguay bañó en sangre, durante cinco dolorosos años
(1864–1865), el corazón de la Cuenca del Plata. Con ello culminaba de manera
dramática el proceso de desmembramiento de la heredad hispánica. La bibliografía
histórica divulgada en los últimos treinta años da cuenta de los saldos de esa guerra
fratricida. El pueblo paraguayo no se reconstruiría jamás de su sacrificio.
El Brasil era gobernado por Pedro II, hijo y sucesor del primer Emperador. Como
ha sostenido con claridad el gran historiador mexicano Carlos Pereyra “El Uruguay y
Mitre aparecen, pues, como meros auxiliares del Brasil en la Guerra del Paraguay” 16.
Fue justamente uno de los más grandes pensadores políticos argentinos del siglo XIX,
Juan Bautista Alberdi, quien, desde el primer momento, definió que esa guerra era una
guerra del Brasil. Sostiene el gran tucumano: “La Guerra del Paraguay es guerra
14
Ramos, Jorge Abelardo, op. cit., Tomo 2, pág. 269.
15
Carrazzoni, André, Getulio Vargas, pág. 74, Librería Anaconda, Buenos Aires, 1953.
16
Pereyra, Carlos, El Pensamiento Político de Alberdi, pág. 253, Editorial América, Madrid, 1913.
brasileña de conquista y de contrarrevolución; guerra dinástica; guerra
antiamericana; guerra por lo mismo de amenaza para las otras repúblicas, y
principalmente las del Plata, que el Brasil podía utilizar como aliadas únicamente
porque eran débiles”17.
El Brasil imperial, con sus marqueses y marquesas, con su esclavitud, su
economía de plantación y su burguesía comercial, era visto por el resto de los pueblos
sudamericanos como el enemigo de su libertad. Desde Buenos Aires se levantan, junto
con el gran exiliado que era Alberdi, las voces de Carlos Guido Spano, José y Rafael
Hernández, Olegario V. Andrade, entre otros, que expresan todavía la vinculación con
el país de las guerras de Independencia. En su proclama, Felipe Varela afirma: “El
pabellón de Mayo que radiante flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho ha
sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí, Curuzú y
Curupaity”18.
En este momento culmina la peor época de la relación con el Brasil. En palabras
de Alberto Methol Ferré, posiblemente el ensayista que con más profundidad y
devoción se ha dedicado al análisis político e histórico entre Brasil y Argentina: “En el
momento de la Independencia todavía se hacían sentir las oposiciones de la ‘Era
conflictiva’ que nos venía desde la separación de Portugal y España de 1640. Era
conflictiva que se prolongaría hasta la Guerra de la Triple Alianza”19.
Al terminar la guerra, llega a Montevideo una misión diplomática brasileña a cuyo
frente se encontraba el Vizconde de Rio Branco y su hijo, José María da Silva Paranhos
Junior. Este último pasará a la historia de su país y de la diplomacia como el Barón de
Rio Branco, futuro ministro de Relaciones Exteriores de la República Federativa de
Brasil y quien, en ese carácter, reaparecerá unas páginas más adelante.

17
Alberdi, Juan Bautista, El Imperio del Brasil ante la democracia de América, pág. XIII y XIV.
Edición del autor, sin consignar año.
18
General Felipe Varela, “Manifiesto a los pueblos americanos sobre los acontecimientos políticos
en la República Argentina en los años 1866 y 1867”, Editorial Sudestada, Buenos Aires, 1968.
19
Methol Ferré, Alberto, Perón y la novedad de la alianza argentino–brasileña, Cuadernos de
Marcha, diciembre de 1995, Montevideo. Curiosamente este texto es una conferencia dada por el
pensador oriental en Buenos Aires, a miembros del partido Justicialista con motivo del cincuentenario del
17 de Octubre. La curiosidad radica en que ninguna editorial argentina, ni los propios organizadores de la
misma, la hayan hecho conocer en su forma impresa.
E. Los nacionalismos de la balcanización

Es a partir de estos años en que comienzan a esfumarse los viejos ideales


unificadores. La epopeya de la independencia ha quedado atrás. Los congresos
anfictiónicos y los múltiples intentos de Bolívar por mantener unidas las provincias
españolas de ultramar se han perdido hasta del recuerdo. San Martín ha muerto en el
destierro para que su espada no fuese usada en las luchas civiles. Es ese momento en
que comienzan a aparecer los pequeños y pobres nacionalismos regionales, que en
veinte o treinta años se convertirían en las nacionalidades “argentina”, “uruguaya”,
“boliviana”, “chilena”, que llevará al absurdo de que cada uno de sus integrantes sea
considerado extranjero en el territorio de cualquiera de los otros.
Es en este período en que se organizan de manera más o menos definitiva los
estados latinoamericanos. “En el marco de hierro de la balcanización se modelan los
Estados en la década del 80: Rafael Nuñez en Colombia, el general Roca en la
Argentina, el coronel Latorre en el Uruguay, Porfirio Díaz en México, Santa María en
Chile, Alfaro en el Ecuador, Guzmán Blanco en Venezuela, Rui Barbosa en el Brasil
instauran el reinado de la prosperidad agraria o minera y la hegemonía positivista”20.
En el Brasil, abolida la esclavitud en 1888, el Imperio y su pompa versallesca son
reemplazados por los fastos de la República dos años después. La federalización del
puerto de Buenos Aires daba fin, en la Argentina, a casi un siglo de guerra civil. Cada
una de las piezas del mosaico bolivariano se organizaba con todas las formalidades de
los estados europeos, incluida su política exterior. Las relaciones entre Brasil y
Argentina o entre Bolivia y Paraguay comenzaban a ser de la misma naturaleza que las
que entonces podían existir entre la República Francesa y el Imperio Alemán21.
Los altos precios obtenidos por las materias primas exportadas por nuestras
pequeñas economías primarias –es decir, nuestra inserción en el mercado mundial–
habían generado, en primer lugar, una clase dominante en cada una de nuestras
sociedades, que creía vivir en las condiciones objetivas de los países europeos e iba,
lentamente, perdiendo contacto moral con “la patria vieja”. Comenzaron a sumarse
legiones de inmigrantes, sobre todo en Argentina, Uruguay y Brasil, carentes de toda
20
Ramos, Jorge Abelardo, op. cit., tomo 2, pág. 68.
21
Pero con las características que expresa Manuel Ugarte: “La política primaria que consistió en la
Argentina en sonreír al Perú contra Chile, y en Chile en hacer señas al Brasil contra la Argentina, nació
del encerramiento y la falta de experiencia de los que se encaraman hasta nuestras cancillerías sin más
fuente de inspiración que un grupo exiguo dentro de la ciudad”. Manuel Ugarte, op. cit., pág. 256.
vinculación cultural con el nuevo país de adopción. Se hicieron argentinos, uruguayos o
brasileros, porque la capacidad y voluntad de inserción de los nuevos estados eran
grandes. O como dice Leonardo Senkman: “Los inmigrantes que arribaron
masivamente a la Argentina y Brasil, a pesar de coyunturas de xenofobia, nunca fueron
los Otros para las oligarquías criollas: no sólo étnicamente constituían la expresión de
la Europa Blanca y el modelo civilizatorio, sino que en ambos países la inmigración
masiva fue reclutada y subvencionada expresamente por el Estado–nación para
reemplazar a la fuerza nativa de trabajo”22. Pero, si alguno traía grabado en su memoria
el recuerdo de la Comuna de París, no había uno sólo que supiera que, hacía tan solo
unos años, la batalla librada en los Corrales, remontando un poco el Riachuelo hacia el
Oeste, había permitido organizar el país al que llegaban.
La creación de estos estados nacionales tendrá como resultado, en lo referente a la
política internacional o, más concretamente hacia los países vecinos, una mayor
estabilización y regularización. Se crearán embajadas, consulados y se establecerán
relaciones entre estados, con la importancia que ello tiene en la vida diplomática.
Específicamente la transformación republicana del Brasil implicará otro tipo de
relación con Inglaterra. En una biografía del Barón de Río Branco, sostiene el
diplomático brasileño Rubens Ricupero: “(…) las relaciones del Brasil con las
potencias europeas diferían profundamente de las que manteníamos en el Plata o con
los demás vecinos de América del Sur. Las primeras se basaban en un eje de
desigualdad y asimetría, pues la diferencia de poder que nos inferiorizaba frente a esos
países predominantes era de tal orden que, en el fondo, no podíamos aspirar a jugar el
mismo juego que ellos. De ese tipo eran todos los episodios determinantes de nuestra
historia diplomática, marcados por el predominio británico entre 1807 y mediados de
la década de 1850, con la apertura de los puertos, la imposición de ‘tratados
desiguales’ sobre comercio y la jurisdicción extraterritorial de los Jueces
Conservadores de la nación inglesa, la mediación de Londres en las negociaciones del
reconocimiento de la Independencia y la cobranza, impaga, de esos servicios, de la
renovación de los privilegios, la nueva mediación para poner fin a la Guerra de la
Cisplatina y, sobre todo, la prolongada y humillante campaña británica para acabar

22
Senkman, Leonardo, La lógica populista de la identidad y alteridad en Vargas y Perón: algunas
implicaciones para los inmigrantes, en Cuadernos Americanos, Nº 66 noviembre–diciembre de 1997,
Buenos Aires. Este trabajo es muy interesante porque el autor, en una investigación hecha para la
Universidad de Jerusalén, reconoce el carácter abierto y no discriminatorio del peronismo hacia la
colectividad de origen judío.
con el tráfico de esclavos”23. La República del Brasil se desilusionaba de su desigual
relación con el Reino Unido, en momentos en que la República Argentina solidificaba
la integración de su economía agraria con el imperio británico. El café, principal
producto de exportación del Brasil, lo vincularía cada vez más con los EE.UU.

F. Los latinoamericanistas de principio de siglo.

El cambio de siglo traerá un reverdecer de los viejos ideales de unificación. La


generación de intelectuales latinoamericanos que comienza a actuar alrededor de 1900
“ofician como primeras antenas de la necesidad de la integración y augurio de la crisis
de la Polis Oligárquica”24. Vinculados generacionalmente al movimiento modernista,
en todas las capitales iberoamericanas aparece una pléyade de hombres dominados por
dos pasiones: la palabra, oral o escrita, y la unión latinoamericana. Manuel Ugarte,
Rufino Blanco Fombona, Carlos Pereyra, José Vasconcelos, Santos Chocano, García
Monge predican, en el vasto desierto de la incomprensión, el viejo ideario bolivariano.
Tienen un antecedente en el siglo anterior. José María Torres Caicedo, el venezolano
que en Europa representó a su país, forjador del concepto “latinoamericano”, había
hecho conocer en la década del ´60 sus propuestas económicas, políticas y
administrativas para una confederación que incluía al Brasil. Alejados del
antihispanismo de cuño galo o anglosajón, esta generación de pensadores, escritores y
políticos revisan el actual estado de las pobres repúblicas y el pasado sudamericano.
Sobre el trasfondo de una poderosa corriente intelectual que se denominó “iberismo” y
que proponía, como sintetiza Methol Ferré, “restablecer la ‘Alianza Peninsular’ entre
España y Portugal, como vía de regeneración común, luego de su decadencia y pérdida
de América Latina”25, estos pensadores retoman la cuestión de la unidad, en la que
Brasil entra ya como pieza fundamental. No puede dejar de mencionarse, en este
sentido, el aporte realizado por algunos intelectuales brasileños. Manuel Bomfin, en su
libro “La América Latina (males de origen)” no sólo repudia el estigma de la
esclavitud, sino que reivindica la mestización de razas producida por la colonización
ibérica, en épocas en que cierto positivismo racista pretendía encontrar en ella la causa
de nuestros males. Otro brasileño precursor es José Veríssimo (1857–1916), periodista,

23
Ricupero, Rubens, Jose Maria da Silva Paranhos, Barão do Rio Branco, Fundación Alexandre de
Gusmão, Río de Janeiro, 1995.
24
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
25
Ibídem.
escritor y historiador de la literatura brasileña, quien propugnó, en sus palabras, “salir
de la insularidad a través del conocimiento de la cultura de América Latina y de sus
literaturas, por nosotros, íntegramente ignoradas. Esa ignorancia es recíproca”26. Y
sigue siéndolo pasados ya más de noventa años.
Los tiempos no estaban todavía maduros para la obra ciclópea. Los políticos y las
dirigencias contemporáneas ignoraron el mensaje de estos precursores que serían
entendidos por generaciones siguientes, cuando las condiciones objetivas estuviesen
más maduras para la integración. Téngase presente, por otra parte, que Manuel Ugarte,
para dar tan sólo un ejemplo, falleció en 1951 y logró votar en las elecciones de ese
mismo año, cuando el General Perón es reelecto por segunda vez.
Un antecedente sorprendente de esta tradición y en relación directa con el joven
oficial Perón, que ha sido exhumado por el investigador argentino Claudio Chaves 27, es
el de quien llegó a ser General José María Sarobe. Coronel en la revolución del ´30, es
un hombre ligado al sector liberal del ejército que voltea a Yrigoyen. Es decir que no
proviene de la vertiente del nacionalismo que se nucleó alrededor de José Felix Uriburu,
sino vinculado al ala de Agustín P. Justo. Alguna vez, el general Perón reconoció que
Sarobe y el coronel Descalzo habían sido sus dos grandes maestros. En un libro
publicado en 1944, como consigna Chaves en su nota, aparece la síntesis del
pensamiento sudamericanista de Sarobe: “Unirse es la misión perentoria y trascendente
de América". Para ello propone: "Desarrollo de una política de cooperación
económica, con vistas a la unión aduanera de todos los Estados. Creación de una
documentación especial de identidad titulada ‘ciudadano de América’. Las economías
del Brasil y de la Argentina son complementarias en lo fundamental y es tan importante
el comercio entre ambas naciones que se lo puede considerar el eje sobre el cual rota
todo el plan revisionista sudamericano”. Como veremos oportunamente, mucho tuvo
que ver este militar con la visita de Getulio Vargas a Buenos Aires en la década del ´30.
Sarobe, que era coronel en 1930, era un hombre nacido en la década del ´80 del siglo
pasado. El hilo de Clío es, muchas veces, delgado, pero firme.

26
Conf. Chacon Vamireh, Brasil: identidad y vecindad a principios de siglo, publicado en la revista
Disenso, en traducción de Alberto Buela. Buenos Aires, 1997.
27
Chaves, Claudio, El Perón Liberal, La Patria Grande, sin fecha. El artículo es interesante en cuanto
reproduce el pensamiento político del coronel Sarobe. El intento oportunista de explicar la capitulación de
Menem ante el imperialismo y su ideología neoliberal con la influencia del liberalismo de Sarobe en
Perón es patética y sólo encuentra respuesta en la necesidad del autor de autojustificar la propia
capitulación frente a algún contrato ofrecido por el cortesano escribidor, Jorge Castro, el redactor del
nuevo credo peronista.
III. El Barón de Rio Branco y el primer A.B.C.

La concepción diplomática conocida como A.B.C. es brasileña y concretamente


de José María da Silva Paranhos Junior, el Barón de Río Branco, fundador de la política
exterior del Brasil y creador del moderno Itamaraty. Dado el desconocimiento que en
nuestro país impera sobre las cosas del Brasil, similar posiblemente al que en aquel país
existe sobre nuestras cosas, se hace necesario, habida cuenta de la importancia y
trascendencia del personaje, una breve reseña sobre el mismo.
Junto con Rui Barbosa, el inspirador de la constitución de la república de los
plantadores, y con Joaquim Nabuco, el apóstol de la abolición de la esclavitud, el Barón
de Río Branco integra el grupo de estadistas que introdujo al Brasil en el nuevo siglo.
Liberal en lo económico y conservador y monárquico en lo político, pertenecía a una
familia de linaje pero sin peculio, de la aristocracia imperial de Bahía. Su padre, el
Vizconde de Rio Branco, a quien ya vimos en Montevideo al final de la guerra del
Paraguay, llegó a ser, dentro de una larga carrera en la administración, jefe de gabinete
durante cuatro años, el más largo y exitoso de la monarquía de Pedro II. Es este gabinete
el que promulga, en 1871, la Ley de Vientre Libre, comienzo del fin de la ignominiosa
esclavitud, que se había convertido ya en un factor de atraso económico. Según un
biógrafo1, tanto el vizconde como el barón “vivieron siempre como servidores del
Estado. Ninguno de ellos tenía relación directa con los grandes propietarios
esclavistas”2. El vizconde era un veterano en la política del Río de la Plata, ya que
integró, en distintos cargos hasta ser el jefe, la legación diplomática en Montevideo en
varias oportunidades. La última de ellas fue poco antes del inicio de la Guerra de la
Triple Alianza. Después de la guerra vuelve a Montevideo, esta vez acompañado de su
hijo, quien se desempeñó como su secretario. La tarea del vizconde fue, entonces,
negociar con sus aliados los resultados de aquella carnicería, labor en que ya los
encontramos más arriba.
Una vez recibido de abogado y después de un breve y desilusionante paso por la
Cámara, como diputado por el Matto Grosso, el joven Jose Maria da Silva Paranhos

1
Manuel de Oliveira Lima, O Barão do Rio Branco, Editorial Instituto Nacional do Livro, Río de
Janeiro.
2
“Desde el período monárquico, el reclutamiento de la burocracia civil y militar del Imperio se hizo
mediante la selección de personas pertenecientes a familias venidas a menos”. Cardoso, Fernando
Henrique, Ideologías de la burguesía industrial en sociedades dependientes (Argentina y Brasil),
pág. 113, Siglo XXI Editores S.A., 1976, México.
Junior abandona la política para pasar a la diplomacia, y obtiene del presidente del
Consejo de Ministros, el marqués de Caxias, su nombramiento como cónsul general en
Liverpool, en 1876. Nunca más actuará en el país, hasta que, en 1902, el presidente
Rodríguez Alves lo nombra Ministro de Asuntos Extranjeros. Su actividad como
diplomático y la resolución positiva, para el punto de vista brasileño, de resonantes
conflictos le habían otorgado una enorme popularidad que conservó hasta su muerte.
Hombre de una vasta cultura universal, era un profundo conocedor de su país. “Lo que
del Brasil sabía era enorme, como que había leído todo cuanto se había escrito al
respecto: historia, geografía, flora, fauna. Había recorrido bibliotecas enteras en
Europa y América”, dice de él el diplomático argentino José María Cantilo3. Como
todos los militares y políticos brasileños de su época, y hasta ya entrado el siglo XX, era
un profundo admirador de Augusto Comte y su positivismo4, convicción a la que unía
sin contradicciones su declarado monarquismo. En el retrato que, a su muerte, hace el
relativamente crítico historiador pernambucano Manuel de Oliveira Lima, leemos: “Su
personalidad dominante se destacaba de la colectividad para fundirse en la entidad
abstracta a la que él, tan bien y tan eficazmente, sirvió toda la vida, al punto de, sin
guerras, exclusivamente por los medios pacíficos de la negociación y el arbitraje,
haber aumentado tan considerablemente la superficie nacional – lo que a poquísimos
personajes históricos, a un resumidísimo número de privilegiados, le ha sido dado”5.
El prestigio y seguramente los éxitos que la política de Itamaraty ha obtenido a lo
largo de los años se deben, sin duda, a la acción del Barón de Rio Branco. Su labor
como canciller entre 1902 y 1912, se hizo bajo tres presidentes, Rodrigues Alves,
Affonso Pena y Hermes de Fonseca. “Pero al mismo tiempo que declinaban sus
fuerzas, comenzaba a desaparecer no sólo el mundo internacional del Barón, sino
también el Brasil fuerte, próspero y prestigioso que le había permitido realizar, sin
solución de continuidad, su obra diplomática. Las presidencias de Rodrigues Alves y
Affonso Pena marcarán el punto más alto de la República Vieja” 6. En medio de una
crisis política y militar, que incluye el bombardeo a Bahía, murió a los 66 años el Barón
de Rio Branco. No dejó testamento alguno, pues sus bienes eran escasos.

3
Cantilo, José María, Recuerdos de mi vida diplomática, Buenos Aires, 1935.
4
V. Ramos, Jorge Abelardo, op. cit., tomo 2, “El positivismo en América Latina”, pág. 70.
5
Oliveira Lima, Manuel, op. cit.
6
Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 123.
Dejando de lado la política territorial, que escapa a los propósitos de este trabajo 7,
la política exterior de Rio Branco tuvo dos ejes: la relación con los EE.UU. y el llamado
A.B.C., la política de relaciones con Argentina y Chile8.

G. La “Alianza no escrita” con los EE.UU.

A partir de 1865, recién terminada la Guerra Civil, los EE.UU. se convierten en


los principales importadores del café brasileño. A partir de 1870, cuando suprimen las
tasas de importación sobre este producto, más de la mitad del café exportado por el
Brasil es comprado por aquel país, en vertiginosa expansión económica e industrial. El
60% del caucho brasileño era vendido en el mercado norteamericano, que también se
convertiría, poco después, en el principal comprador del cacao del Brasil. En 1912, las
compras de los EE.UU. representaban el 36% de las ventas internacionales brasileñas,
en tanto que Gran Bretaña, el segundo comprador, alcanzaba a tan sólo un 15% del
volumen de esas exportaciones9. Por otra parte, como sostiene Celso Furtado, “en el
último decenio del siglo XIX se creó una situación excepcionalmente favorable a la
expansión del cultivo del café en el Brasil. Por un lado, la oferta no brasileña atravesó
una etapa de dificultades, sufriendo la producción asiática enormes perjuicios. (…) Por
otra parte, con la descentralización republicana el problema de la inmigración pasó a
las manos de los Estados, siendo abordado de manera mucho más amplia por el
gobierno del Estado de São Paulo, vale decir, por la propia clase de los fazendeiros de
café. Finalmente, el efecto estimulante de la gran inflación de crédito de ese período
benefició doblemente a la clase de cultivadores de café: proporcionó el crédito
necesario para financiar la apertura de nuevas tierra y elevó los precios del producto

7
“En una palabra: gracias a José María da Silva Paranhos, Brasil incorporará a su patrimonio, sin
disparar un tiro ni generar irredentismos peligrosos, nada menos que 600.000 kilómetros cuadrados
¡dos veces la provincia de Buenos Aires! Con él, Brasil alcanzó las colosales dimensiones que hoy posee
y dio pie al orgulloso dicho O Brasil sempre saiu vencedor. Habría que agregar que siempre tuvo a mano
un Rio Branco”. Scenna, Miguel Angel, Argentina–Brasil, Cuatro Siglos de Rivalidad, Revista Todo es
Historia, Nº 79, pág. 79 y ss., Buenos Aires, diciembre de 1973. Pese al absurdo título –Argentina no
tiene cuatro siglos de historia– este ensayo presenta una muy completa exposición de los encuentros y
desencuentros entre Brasil y las provincias del Plata.
8
“Ya construí el mapa del Brasil. Ahora mi programa es contribuir a la unión y la amistad entre los
países sudamericanos”. Citado por Cárcano, Ramón J, Mis primeros ochenta años, Buenos Aires,
1943.
9
Datos tomados de Burns, E. Bradford, The Unwritten Alliance, Columbia University Press. New York,
1966.
en moneda nacional con la depreciación cambiaria. ( …) La producción brasileña
alcanzaría en 1901–1902 a 16,3 millones de bolsas de 60 kilos”10.
La economía brasileña dependía de las exportaciones a EE.UU del mismo modo
que, en esa época, la Argentina se organizaba alrededor de sus ventas de carne y trigo al
Reino Unido. Esta es, sin duda, una de las bases objetivas para la reformulación de las
alianzas internacionales de Brasil, realizada por Paranhos, al convertirse en Canciller de
la República Vieja.
Desde aquel lejano nombramiento como cónsul general en Liverpool, el Barón de
Rio Branco había estado en permanente actividad diplomática en Europa y Estados
Unidos. Londres, París, San Petersburgo, Berlín, Berna, New York, Washington habían
sido las ciudades por las que había pasado representando los intereses de su país en
espinosas cuestiones limítrofes, en las que su tino, prudencia y voluntad de negociación
consolidaron las gigantescas fronteras del Brasil. Desde la cuestión de las Misiones en
discusión con Argentina, sometida al arbitraje del presidente de los EE.UU., hasta la
cuestión del río Japoc, en la frontera con la Guayana Francesa –conflicto con Francia
que llegó al borde del enfrentamiento armado–, sometido al arbitraje de la Federación
Suiza, Paranhos tuvo oportunidad de conocer de cerca las grandes potencias de la época.
Y pese a que su formación intelectual y moral, así como su corazón, estaban en Europa,
debe reconocer, a poco de asumir como Canciller del presidente Rodrigues Alves, la
aparición incontenible de la gran potencia del Norte del Nuevo Mundo, EE.UU. Son los
tiempos del “Destino Manifiesto”, cuando Rubén Darío se dirige al presidente Teodoro
Roosevelt con su inmortal “¿Es con voz de Biblia / o verso de Walt Whitman / que
habría que llegar hasta ti / Gran Cazador?”. Ha terminado la guerra hispano–
americana y los EE.UU. incorporan a Filipinas y Puerto Rico, establecen su
protectorado sobre Cuba, pretenden invadir Venezuela, amenazan a Méjico y toman el
canal de Panamá. Es el momento en que el propio Roosevelt proclama: “Hemos
comenzado a tomar posesión del Continente”11, en frase que estremeció a Manuel
Ugarte y a Carlos Pereyra12. Como dice Rubens Ricupero: “La emergencia de una gran
potencia que comenzaba a proyectar su sombra inhibidora sobre todo el continente
era, evidentemente, un hecho nuevo imposible de ignorar. Antes, durante el Imperio,
las potencias predominantes, Inglaterra, Francia, Alemania, estaban del otro lado del

10
Furtado, Celso, Formação Econômica do Brasil, pág. 177 y ss., Editorial Nacional, São Paulo, 1975.
11
Ugarte, Manuel, op. cit., pág. 168.
12
V. Pereyra, Carlos, El Mito de Monroe, Ediciones El Búho, Buenos Aires, 1959.
Atlántico, envueltas y enmarañadas en sus juegos de equilibrio. Ahora surgía un poder
cada vez más próximo y cuya fuerza gravitacional pasaba a ser sentida en forma
creciente”13.
Por otra parte, la experiencia personal de Paranhos con los norteamericanos, en su
permanencia en New York y Washington, durante las negociaciones con Argentina y su
ministro Estanislao Zeballos, había sido óptima 14. No disgustaban al Barón, pese a su
formación europea, la ruda franqueza, la falta de ambigüedades, el trato llano y la
soberbia casi adolescente de los norteamericanos.
Pesaba también el hecho de que, desde la época del Imperio, Brasil había ido
perdiendo su tradicional vinculación con el Reino Unido. Como ya se ha dicho, una
serie de conflictos de carácter comercial y diplomático había empeorado las relaciones
con la potencia amiga, situación que terminó en una ruptura formal de relaciones. El
gobierno imperial comienza a rehusar toda propuesta de acuerdos comerciales con
naciones más poderosas, entre otras cosas, porque ello le significa una limitación al
aumento de las tarifas aduaneras de importación, que constituían una de las principales
fuentes de financiamiento del erario público en la época. “No existía gran intimidad
política con Inglaterra (y mucho menos con otras potencias europeas), ni influencia
apreciable de esta última sobre la diplomacia imperial, casi toda ella volcada
prioritariamente para el Plata o para los vecinos sudamericanos”15.
Este vacío en las relaciones diplomáticas del Brasil con las grandes potencias será
ocupado, a partir de la gestión de Río Branco y con la colaboración de su amigo de la
juventud y gran figura intelectual de la República, Joaquín Nabuco, por una relación
preferencial con los Estados Unidos. A partir de la inauguración de la primera embajada

13
Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 87.
14
En estas negociaciones se revelan ya las diferencias con que el tema territorial fue asumido por
argentinos y brasileños. “En Estados Unidos, mientras Zeballos desplegaba un agudo sentido gregario,
desarrollando una activa sociabilidad donde no se perdía fiesta, sarao o banquete que saliera al paso,
Rio Branco trabajó a la par del último secretario, cuidando cada argumentación, puliendo pruebas,
pesando las palabras, componiendo lo que al cabo fue un modelo de presentación. El resultado final
estuvo de acuerdo con tales antecedentes. El alegato de Rio Branco es una obra maestra tanto del punto
de vista jurídico como del histórico, preñado de erudición, poblado de documentos que apuntalaban la
posición brasileña, en un grueso volumen donde no hay página de desperdicio. Frente a ello, la
presentación de Zeballos es apenas un modestísimo folleto, anémico y lánguido, carente de convicción y
de fuerza. No había posibilidad de duda en cuanto a la calidad de lo presentado por uno y otro. De ese
modo, el 5 de febrero de 1895, Cleveland estampó su firma en el fallo: sin fundar la decisión entregó
todo el territorio en litigio a Brasil. La gobernación de Misiones se encogió en 11.500 millas
cuadradas”. Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 77. Y aunque esto ya sea una nota dentro de otra nota,
especie de caja china de la memoria, recordemos de paso la célebre Zoncera formulada por don Arturo
Jauretche: “El mal que aqueja a la Argentina es su extensión”.
15
Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 85 y ss.
de Brasil en Washington, a cuyo frente queda el propio Nabuco, el Itamaraty de Rio
Branco inicia lo que un autor norteamericano llamará “la Alianza no escrita”16 con
Norteamérica. Las condiciones de la misma serán que cada uno de los aliados se
prestará mutuo apoyo a fin de mejor servir a sus intereses. Lo que en la práctica se
tradujo en contar con el apoyo norteamericano en las relaciones potencialmente
conflictivas del Brasil con dos vecinos coloniales y, a menudo, amenazantes –Gran
Bretaña y Francia– y neutralizar cualquier intriga en Washington de parte de alguno de
los otros vecinos sudamericanos.
Si la relación preferencial de Buenos Aires con el Reino Unido le permitía al
presidente argentino Roque Sáenz Peña exclamar en los propios bigotes de Ted
Roosevelt “América para la humanidad”, oponiéndose a la reinterpretación
imperialista de la ambigua y versátil doctrina Monroe formulada por el “Gran Cazador”,
para regocijo de los patriotas hispanoamericanos saqueados por las tropelías de la
marinería yanqui17, Itamaraty y su gran canciller apostaron a los EE.UU. con la idea de
utilizar a su favor las eventuales rivalidades “interimperialistas” de uno y otro lado del
océano. El eje de la diplomacia brasileña se establecerá por largos años con Washington
y la adopción de esta política tendrá una importancia decisiva en los años siguientes,
frente a las dos guerras mundiales. “Y lo que en un principio había sido concebido
como un instrumento diplomático para dar respuesta a los cambios producidos en la
época se convirtió en un paradigma, supuestamente válido para todas las
situaciones”18.
En el plano sudamericano, esta doctrina llevó a Itamaraty a alinearse
sistemáticamente con los EE.UU., a oponerse a la doctrina Drago –según la cual no
pueden ser usadas las fuerzas militares para cobrar la deuda en caso de que el país
deudor recusase el arbitraje o sus resultados– o a hacer una apología imperialista de la
tan llevada y traída doctrina Monroe que confería a los EE.UU. poder de policía, en
especial en América Central y en el Caribe. Pero a favor de los objetivos de Rio Branco,
debe dejarse sentado que el pragmático y positivista bahiano, –“Orden y Progreso”
reza en la verde bandera brasileña– logró el apoyo norteamericano para sus
16
Burns, E. Bradford, op. cit.
17
El mexicano Carlos Pereyra celebraba así la posición del argentino: “La corriente de los estadistas
profundos, que tienen la prudencia de los hombres prácticos y la videncia de los poetas, Su numen es
Bolívar; su hombre de Estado, Sáenz Peña. Ellos saben que los norteamericanos no llevan a la América
del Sur sino el propósito de la absorción económica y de la dominación política, y que ayudarles en esta
obra es un suicidio...”. Carlos Pereyra, op. cit., pág. 234
18
Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 90.
reclamaciones fronterizas con Bolivia, Perú, Francia, Inglaterra y hasta en un abortado
proyecto de invasión por aventureros franceses en 1904. El Barón logró dibujar el mapa
de Brasil con el lápiz de su habilidad y el compás de Washington. Los límites de esta
política los experimentaría pocos años después, en la Segunda Conferencia de Paz en La
Haya, en 1907. A ella concurrió el Brasil con la idea de que su alianza con los EE.UU.
le daría un papel protagónico en la constitución de un Tribunal Internacional
Permanente. Sería el primer país sudamericano en obtener un reconocimiento frente a
las grandes potencias imperiales de la época. Allí el Barón tomó, quizás por primera
vez, conciencia de que el centro de las preocupaciones de Washington pasaba por
Europa y que Brasil era, en ese sentido, nada más que una puerta hacia su patio trasero 19.
Con el desaire de EE.UU. Brasil no pudo integrar el Tribunal.

H. El proyecto sudamericano del A.B.C.

El otro eje central en el giro dado por Rio Branco a Itamaraty fue el de consolidar
las relaciones diplomáticas de su país con el de su gran vecino del Sur, la Argentina, y
con el otro país que armonizaba en desarrollo político y económico con el suyo y con el
cual no tenía fronteras, Chile. A esto se le llamó, eufónicamente, A.B.C. por las
iniciales de los tres países en cuestión. Este política se armonizaba, en la inteligencia del
Barón, con su relación preferencial con EE.UU. en el “panamericanismo”. En palabras
de Burns, “El Brasil transmitía a los países de la América Española la suficiente
impresión de intimidad con los Estados Unidos para ser capaz de interpretar su
política y a los Estados Unidos de ser indispensable para preparar a América
hispánica para recibir y hasta aceptar sus políticas. Ambos papeles aumentaban el
prestigio del Brasil”20. En su concepción el A.B.C. era un proyecto destinado a
complementar su alianza “no escrita” con los EE.UU en el eje asimétrico de relación,
con un esquema de no agresión, entendimiento y cooperación entre estos tres países,
articulando con ello un eje simétrico con sus principales vecinos 21. No era fácil la
propuesta, especialmente con la Argentina, ya que la desconfianza entre las dos
cancillerías era profunda. Se sumó a ello la animadversión y el rencor que, después del
resultado del arbitraje de Cleveland, profesaba hacia Río Branco el incompetente y
apático negociador de las Misiones, Estanislao Zeballos, ministro de Relaciones
19
Conf. Ibídem, pág. 101.
20
Burns, E. Bradford, op. cit.
21
Conf. Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 93.
Exteriores de Figueroa Alcorta22. La historia de la diplomacia argentino–brasileña tiene
un incidente conocido como “del telegrama 9” que resume, por un lado la ineptitud de
Zeballos, por el otro la extraordinaria habilidad del Barón, y la fragilidad por la que
entonces atravesaban las relaciones entre nuestros dos países. Esta es, en síntesis, la
historia del incidente.

1. El nacionalismo antibrasileño del inepto Zeballos

Tan pronto como es nombrado Ministro de Relaciones Exteriores, Zeballos se


lanza, con primaria simpleza y llevado por su incontrolable rencor por Paranhos, a una
agresiva política no sólo con Brasil sino también con los otros vecinos. Obviamente, la
situación es aprovechada por Itamaraty, que montada en la torpeza del canciller
argentino, entusiasma al Uruguay a reclamar la soberanía sobre la mitad del Río de la
Plata, teoría que carecía de todo antecedente y que todavía hoy es motivo de inocente
broma con los uruguayos. En lugar de responder, como lo hizo Rio Branco en cada una
de las oportunidades en que se enfrentó a situaciones similares, con la diplomacia y la
negociación, Zeballos mandó la flota de guerra a hacer maniobras frente a la costa
oriental. Es decir, puso en su peor nivel las relaciones con Montevideo, levantó una ola
de furia en el pequeño nacionalismo uruguayo e hizo frotar las manos en secreto
regocijo a la “esfinge de Itamaraty”, como lo llamó Euclides da Cunha al Barón de Rio
Branco. Miguel Angel Scenna describe así los hechos: “Zeballos vivía convencido de
que Brasil preparaba la guerra contra la Argentina. Razonaba que una vez lograda la
superioridad naval atacaría, llevando en su estela al Uruguay, el Paraguay y tal vez
Bolivia. Para aventar el peligro elucubró soluciones un tanto tenebrosa. Propuso a
Chile una alianza. En Santiago se desentendieron porque no les interesaban los
problemas atlánticos y porque no tenía motivo alguno para molestar al Brasil.
Entonces Zeballos se tornó truculento y planeó una guerra preventiva. La marina
argentina estaba en magníficas condiciones. En cuanto al ejército, pasaba por el
momento de mayor poderío de su historia, espléndidamente armado y adiestrado.
Según las referencias a mano, Brasil no podría soportar un ataque llevado a cabo por
50.000 argentinos movilizados, cifra muy respetable para la época, que era la base
preparada para enfrentar un conflicto con Chile poco antes. Reunió al gobierno y
expuso el plan: se movilizarían las reservas, se pondría al país en pie de guerra y se
enviaría un ultimátum al Brasil dándole seis días para responder. O limitaba su
22
“Maestro del rastacuerismo diplomático” lo llamó Carlos Pereyra, El Mito de Monroe, pág. 233.
poderío naval o se le imponía por la fuerza. Los atónitos ministros escucharon a
Zeballos sin comprenderlo del todo. Con grandes esfuerzos se acababa de evitar una
guerra y ahora se salía al encuentro de otra. Pese a la reserva prometida en la reunión,
el asunto trascendió. Lo pescó ‘La Nación’ dándole a publicidad y ardió Troya. La
alarma cundió por todos los sectores, se alzó un coro de protestas ante el canciller que
usaba la diplomacia del hacha y se deterioraron aún más las relaciones con el Brasil.
El presidente Figueroa Alcorta no dudó un momento y pidió la renuncia a Zeballos,
que se retiró airado”.
“Pero como había declarado personalmente la guerra al Brasil, cometió otra
indiscreción y en 1908 denunció al Barón de Rio Branco desde la ‘Revista de Derecho’
de estar tejiendo un cerco diplomático en torno a la Argentina. Como prueba publicó
un telegrama cifrado que llevaba el número 9, que la cancillería fluminense habría
cursado a las representaciones brasileñas en varias naciones americanas. De acuerdo
al texto, Argentina estaría elaborando un plan imperialista de vastas proporciones, ya
que se trataría nada menos que de la reconstrucción del virreinato del Río de la Plata
mediante el sencillo expediente de anexar Uruguay, Paraguay, Bolivia y Río Grande do
Sul. Las representaciones brasileñas debían divulgar discretamente dichos planes al
tiempo que aseguraban la amistosa protección de Brasil, ángel justiciero que cerraría
el paso a las torvas intenciones de Buenos Aires”23.
La fría y comtiana cabeza de Paranhos preparó de inmediato una respuesta oficial
al reemplazante del iracundo antibrasileño, el ministro Manuel Gorostiaga. En ella
acusó a Zeballos de falsificador, ya que aseguraba que éste había conseguido una copia
de un telegrama número 9 enviado a la legación en Santiago de Chile, que sí había
existido, pero que de ninguna manera era de ese tenor, sino que su contenido había sido
adulterado. La nota era acompañada por el telegrama original con la cifra
correspondiente y la garantía de que en ningún momento había enviado órdenes como
las denunciadas. La nota termina con la expresión más sintética y clara de su teoría del
A.B.C.: “Estoy cada vez más convencido de que una cordial inteligencia entre
Argentina, Brasil y Chile sería de gran provecho para cada una de las tres naciones y
tendría influencia benéfica dentro y fuera de nuestros países”24. El genial brasileño veía
con claridad lo arriesgado y absurdo de un enfrentamiento armado con la Argentina y
23
Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 82 y ss. Además Cárcano, Miguel Angel, Presidencia de José
Figueroa Alcorta, en Historia Argentina Contemporánea, Academia Nacional de la Historia, volumen
I, sección 2ª, El Ateneo, Buenos Aires, 1963.
24
Conf. Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 83; Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 93.
entendía, como Clemenceau, que “los asuntos de la guerra eran demasiado serios
como para dejárselos a los militares”. Bastante había extendido la soberanía de su país
por medio de la persuasión, la diplomacia y la política internacional, sin disparar un
solo tiro, para arriesgarse a un enfrentamiento de azaroso resultado. Pero no sólo eso.
Esas palabras a Gorostiaga no eran nada más que protocolares. Su imaginación
había pensado una solución, novedosa para la época, pero sólida e interesante. Si el
objetivo era asegurar el sur del Brasil e impedir una alianza argentina que amenazara al
Brasil, lo mejor no era la confrontación bélica sino establecer una alianza con Buenos
Aires. El eje del A.B.C. haría girar en su torno al sistema iberoamericano y pondría fin a
las desangrantes e inútiles guerras locales.

2. Roque Sáenz Peña y el apogeo del A.B.C.

En este período (1905-1910) entra en ocaso la hegemonía del zorro Julio


Argentino Roca sobre la política argentina. En una página de inolvidable riqueza
literaria, sensibilidad histórica y claridad política, Jorge Abelardo Ramos describe así el
comienzo de la presidencia de Quintana:
“Aquel miércoles 12 de octubre de 1904, la casa de Gobierno bullía de invitados
y arribistas, comunes en tales actos. Diplomáticos abrumados de condecoraciones con
su mirada escéptica y su espadín, militares de gran uniforme, inquietos diputados,
buscando nuevas combinaciones ante el cambio de Presidente, personajes palmeando
espaldas, funcionarios celosos y damas empingorotadas. Rodeado de un puñado de
amigos y con un velo melancólico en sus ojos saltones, el general Julio Argentino Roca
entregaba las insignias del mando al doctor Manuel Quintana, con su perilla blanca,
retobado y despreciativo, enfundado a presión en su célebre levita”25.
Prevalecía en el antiguo abogado de las compañías inglesas y nuevo presidente
argentino la sospecha y la desconfianza con el vecino y carecía, por supuesto, de toda
sensibilidad ante lo que podía ser una política regional. Si bien, la visita del presidente
Roca a Río de Janeiro en 1899 había puesto las relaciones en un buen nivel, el período
Quintana–Figueroa Alcorta, merced, entre otros roces, al pleito que acabamos de narrar,
las deterioró rápidamente. Ello no fue obstáculo a la fastuosa visita del ex presidente
Roca al palacio Catete26 en marzo de 1907, donde fue recibido “con extraordinarias
25
Ramos, Jorge Abelardo, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, tomo 3, La Bella Epoca,
pág. 53, 4ª Edición, Ediciones del Mar Dulce, Buenos Aires, 1970.
26
Hasta el 21 de abril de 1960, fecha en que es oficialmente inaugurada la ciudad de Brasilia y el
gobierno en pleno se traslada a la misma, la residencia y vivienda del presidente de la República del
manifestaciones de cariño”. Esta visita también fue producto de la labor del Barón,
quien invitó al tucumano preocupado por el nombramiento de Zeballos27.
Tan es así que los fastos en celebración del Centenario de la Revolución, fecha del
apogeo de la belle epoque porteña, no contó con la participación de ningún enviado de
la República del Brasil. Y ello pese al “Tratado de cordial inteligencia política y de
arbitraje entre Brasil, Argentina y Chile” firmado en 1909, cuyas cláusulas expresaban
casi textualmente el pensamiento de Río Branco28. Fue con la llegada de Roque Sáenz
Peña, en la agonía del viejo régimen de la República oligárquica, cuando el pensamiento
del jefe de Itamaraty encontró un correlato en Buenos Aires. También Sáenz Peña
estaba convencido de que la paz sudamericana sólo podía sostenerse sobre la base de la
amistad y el entendimiento con el poderoso vecino. “Algo debió captar Río Branco,
que decidió aprovechar el cambio de mandatario para provocar un giro político. Al
efecto, el embajador Dionisio da Gama insinuó en Buenos Aires la posibilidad de un
acuerdo, y cuando Sáenz Peña llegó a Río fue recibido poco menos que en triunfo”29.
Las fotos muestran la imponente comitiva con el carro descubierto tirado por cuatro
caballos en el cual viajan el nuevo presidente argentino, Roque Sáenz Peña, Nilo
Peçanha, presidente por fallecimiento de Affonso Penna, y la voluminosa figura del
Barón de Rio Branco. El carro marcha por la Avenida Central de Río, en medio de un
gran desfile militar y rodeados por una multitud de entusiasmados cariocas.
La respuesta del argentino al envite de Itamaraty fue el de enviar, junto con un
embajador extraordinario, el doctor Manuel Montes de Oca, un delegado confidencial
cuya delicada misión era detener la carrera armamentista desatada desde los tiempos del
iracundo Zeballos. El nombramiento recayó en el cordobés y antiguo juarista, relegado
durante años por el roquismo, Ramón J. Cárcano, quien compartía los puntos de vista
del presidente en materia de política exterior.
Desde la batalla de Pavón, cuando Buenos Aires impone su constitución sobre la
Confederación Argentina, la actitud del gobierno argentino se había caracterizado, en

Brasil era, desde 1897 el palacio do Catete, llamado así pues se halla en la calle de ese nombre. Fue
testigo de la República Vieja y del Estado Novo varguista. Allí estaban las oficinas de la presidencia, en
la planta baja, la vivienda para el primer mandatario y su familia en el tercero piso y en los lujosos
salones del segundo se realizaban las recepciones oficiales. Allí funciona hoy el Museo de la República.
Conf. Peixoto, Alzira Vargas do Amaral, Getúlio Vargas, meu pai, pág. 47 y ss. Porto Alegre, Editora
Globo, 1960; Almeida, Cicero Antonio F., Catete, Memória de um Palâcio, Ediciones Ministerio de
Cultura de Brasil, 1994.
27
Luna, Félix, Soy Roca, pág. 390, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1989.
28
Ricupero, Rubens, op. cit., pág. 95.
29
Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 84.
primer lugar, por la subordinación de Mitre al Brasil, fundada básicamente en razones
ideológicas –“las banderas del libre comercio”–, de lo que la infame Guerra de la
Triple Alianza fue ejemplo cruel y paradigmático y, luego, después del triunfo de los
“chinos” de Roca en el ´80, por lo que Scenna define como “un aproximamiento
superficial que no implicaba el menor compromiso para adoptar posiciones ante
terceros países”30. Sáenz Peña es el primer presidente argentino en pensar la relación
con Brasil como un eje alrededor del cual se estableciera un bloque frente a la
hegemonía y el expansionismo norteamericano. Insistimos, claro, en que este punto de
vista, y al margen de su coincidencia con los intereses de la política sudamericana
considerada globalmente, tenía como paisaje de fondo la relación económica y
diplomática con el Reino Unido. Miguel Angel Cárcano, hijo del delegado de Sáenz
Peña y canciller del presidente Arturo Frondizi, ha contado la reunión de su padre con
Paranhos. “El barón recibió a Cárcano en Itamaraty, el palacio del Imperio, en su
gabinete de trabajo amplio y luminoso. Sus ventanales permitían contemplar los
jardines interiores. Cantidad de mapas colgaban de sus muros. En gran escala estaban
indicadas las fronteras del Brasil que el barón había logrado trazar con habilidad y
astucia definiendo los límites inciertos y los intrincados problemas que dejó la herencia
colonial, tarea abrumadora y paciente de la cual se vanagloriaba por haberla llevado a
cabo por negociaciones amistosas y el arbitraje. En el extremo de una de las largas
mesas trabajaba el canciller en un lugar reducido, libre del cúmulo de documentos y
expedientes, amontonados sobre las sillas y en el suelo. Muchas veces sus secretarios
lo hallaron escribiendo en altas horas de la noche alumbrado por un modestísimo
candil que nunca le faltaba. Junto a esa mesa tuvieron lugar las conversaciones
confidenciales con Cárcano”31.
Al llegar al tema de la carrera armamentista, frente a las distintas alternativas que
barajaban, se enfrentaban con el hecho de que los respectivos congresos destrozarían los
acuerdos alcanzados y pondrían la situación en términos iguales o peores a los de ese
momento. El cordobés propuso que se estableciese simplemente un pacto de caballeros
entre ambos presidentes –el brasileño era el recientemente asumido Mariscal Hermes da
Fonseca, sobrino del fundador de la república–, que no se firmase acuerdo ni papel de
ningún tipo. Por ese caballeresco pacto ambos países renunciaban a la compra de
nuevos buques de guerra, sin que ello pasase por las, a veces, poco claras negociaciones
30
Ibídem.
31
Cárcano, Miguel Angel, op. cit., pág. 178.
parlamentarias. El Barón recibió la propuesta con beneplácito, pero debía ser aprobada
por el presidente. “Esa noche Cárcano cenó con Río Branco y el mariscal Fonseca, ya
en tren de despedida. En un momento de la conversación el enviado confidencial
preguntó directamente al mandatario si podía comunicar al presidente argentino que
Brasil limitaba su flota. Tras mover la cabeza, el mariscal se limitó a contestar
‘¡Puede!’”32.
Dos años después murió el Canciller y luego le tocó el turno a Sáenz Peña, no sin
antes haber dado a la Argentina la ley del voto secreto, universal y obligatorio. La
República oligárquica había terminado. Tras los votos de don Hipólito, muchísimos de
ellos de argentinos de primera generación, paradojalmente volvían las fuerzas de la
vieja patria que la incorporación de Argentina al mercado mundial, como proveedor de
carne y trigo al Reino Unido, había proscripto.
También paradojalmente –repetimos, Clío es caprichosa– a la vez que la política
exterior de don Hipólito asumía gestos reparadores frente a Sudamérica, como la
condonación de la deuda del Paraguay de los tiempos de la Guerra, o su solidaridad con
la Santo Domingo ocupada por los marines yanquis, su antibrasileñismo, por un lado, y
el alineamiento del Brasil con la Entente, en la Primera Gran Guerra, frente a la
intransigente neutralidad del jefe radical, dieron por tierra con el primer A.B.C. Como
dice Methol Ferré: “Todavía los tiempos estaban verdes, pues tanto Argentina como
Brasil era agroexportadores y apenas industriales”33. La integración se planteaba en el
mejor de los casos como una cuestión de índole moral o política.
Sólo la industrialización y modernización de nuestros países convertiría la
cuestión de la integración en algo perteneciente al universo de las necesidades y el
mundo objetivo, es decir en una cuestión de cuya respuesta depende la continuidad
histórica y económica de nuestros pueblos.
La democratización del sistema político argentino y de la renta agraria producida
por el yrigoyenismo, así como la más lenta crisis de nuestra economía agro exportadora,
prolongaron la agonía del régimen oligárquico hasta la década del ´40.
La República Vieja, de los ingenios y las plantaciones, del café, del caucho y del
cacao, entró en aguda crisis en la década del ´20. Las pujas entre los distintos estados y
sus monoproducciones para ocupar el centro de las decisiones políticas y económicas,

32
Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 84.
33
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
que el estado republicano había relativamente armonizado durante sus años de
esplendor y sobre la base de los altos precios internacionales, terminaron por quebrarla.
IV. La Unidad Latinoamericana en el siglo XX

En la conferencia de Methol Ferré, citada ya varias veces, aparece un concepto


que, entendemos, es fundamental para comprender el salto cualitativo que, en la
cuestión latinoamericana, significó el pensamiento del general Perón: “Tanto Haya de
la Torre como todas las formas de latinoamericanismo posteriores –que van desde
Prebisch y la CEPAL hasta Fidel Castro– y que llegan hasta las vísperas del Mercosur,
no dejaban de pensar en América Latina en términos bastante indiferenciados. Los
referentes implícitos aludían siempre a los virreinatos españoles y al Brasil como áreas
principales. Nadie se separaba demasiado, en sus variantes, de ese ‘modelo
tradicional’, cuya esencia era considerar siempre a Brasil como un área en sí mismo,
aparte, solo (o entreverado con todos). Brasil será siempre una de las cuatro o cinco
áreas en que se dividía a América Latina. Y nadie se formulaba la pregunta
fundamental ordenadora: ¿cuál es la vía principal de la unidad de América Latina?” 1
(el subrayado es nuestro).
A esta pregunta responde el general Perón, de modo osado y sorprendente. Los
siguientes capítulos tratarán de analizar histórica y políticamente esta respuesta. Sus
personajes centrales serán dos presidentes que por tres veces ejercieron su cargo: el
doctor Getulio Vargas en el Brasil y el general Juan Domingo Perón en la Argentina.
Tras ellos veremos las aspiraciones y deseos de sus pueblos y las asechanzas e intrigas
de sus enemigos.

I. Brasil, Getulio Vargas y el “Estado Novo”

1930 era año de elecciones en el Brasil. La presidencia del paulista 2 Washington


Luiz Pereira de Sousa llegaba a su fin. Según la ley no escrita de la sucesión
presidencial era el turno de algún hijo de Minas Gerais. Pero el presidente insiste en

1
Ibídem
2
No es un dato intrascendente el del lugar de nacimiento del presidente, ya que la República Vieja se
caracterizó por un rabioso federalismo, opuesto al centralismo burocrático y cortesano del Imperio. Como
hemos dicho más arriba, este federalismo se basaba, más que en concepciones doctrinarias, en el
equilibrio entre los productores de las diferentes materias primas destinadas al mercado externo. Este
equilibrio fue siempre inestable y produjo permanentes conflictos en la vida institucional de la República.
“En Brasil no se vio ni bajo el Imperio ni durante la ‘República de los coroneles’ (1889–1930), la
formación de una ‘unidad de clase’, por parte de las clases dominantes, del mismo estilo que la alianza
hegemónica de la Argentina”, Cardoso, Fernando Henrique, op. cit., pág. 109.
designar al paulista Julio Prestes3. La maniobra da como resultado la rebeldía de un
grupo de fuerzas políticas de los estados de Río Grande do Sul, de Minas Gerais y
Paraíba que se agruparán en la Alianza Liberal, con Getulio Vargas, gobernador
entonces del primer estado mencionado, como candidato a presidente.
La democracia brasileña de entonces estaba en manos del sistema fazendeiro y
exportador y los resultados amañados, el fraude y la manipulación electoral formaban
parte esencial del mismo. Había crecido la población de los grandes centros urbanos y
una lenta industrialización había ido instalándose en el eje São Paulo, Río de Janeiro y
Belo Horizonte, como resultado de la Primera Guerra y las dificultades de
abastecimiento a los países importadores de manufacturas. Una lenta y primitiva
“sustitución de importaciones” había comenzado. Estas importantes modificaciones en
la vida social no tenían correlato alguno en el sistema político vigente.
La década anterior había visto la “Revolución Tenentista”. “El ejército –sobre
todo entre los oficiales de menor graduación provenientes de clase media– que hasta
entonces actuara solamente por vías indirectas, manteniendo el acatamiento al poder
civil y sosteniendo el statu quo político, comenzó a dar signos de incomodidad con su
papel de convidado de piedra”4. En julio de 1924 estalla una sublevación en São Paulo,
encabezada por oficiales del ejército de muy baja graduación –de ahí su nombre– que
logra controlar la ciudad durante un mes. No fue un simple pronunciamiento militar en
busca de algún cambio de gobierno, sino que pretendía un cambio de las estructuras
políticas y económicas del Brasil “café con leche”. Y aunque el movimiento fue
reprimido y vencido, tuvo coletazos de una enorme influencia en el estado de ánimo
colectivo5.
La Alianza, que expresaba básicamente a sectores productivos vinculados al
mercado interno, proponía importantes reformas políticas y sociales, de carácter
nacionalista y de protección industrial. La campaña tuvo un carácter de intensa
agitación y Getulio Vargas no evitó, incluso, referirse al general Prestes y su epopeya.
3
No confundir con el general Luis Carlos Prestes, el legendario militar de la Revolución de los Tenientes
y héroe de la proeza realizada por la Columna que llevó su nombre, y que al frente de unos mil hombres
recorrió más de 25.000 kilómetros, atravesando casi todo el inmenso país. Cuando en 1927 es derrotado,
el general Prestes se refugió en Buenos Aires, donde adscribió al partido Comunista.
4
Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 87.
5
El general Isidoro Dias, jefe de la sublevación, explicó de esta manera el levantamiento: “el Brasil esta
casi en quiebra y no puede pagar las obligaciones de su deuda fabulosa (…) las clases pobres están
acosadas por la miseria y por el hambre (…) los diputados, senadores, presidentes de los Estados y el
Presidente de la República son designados o nombrados (…) por verdaderos trusts de la rendidora
industria política”. Cit. en Ramos, Jorge Abelardo, Historia de la Nación Latinoamericana, tomo 2,
pág. 148.
Las elecciones en el mes de marzo son ganadas por Getulio. Sin embargo, el
Congreso y Washington Luiz reconocieron como ganador a Julio Prestes.
El asesinato, por motivos harto confusos, del candidato a vicepresidente de la
Alianza Liberal, João Pessoa, gobernador de Paraíba, después de los comicios, puso la
situación política al rojo vivo. Muchos seguidores de Getulio creyeron ver detrás de la
pistola asesina la mano del gobierno federal. La Alianza Liberal y un importante sector
del ejército se alzaron en armas en defensa de su victoria electoral y de la legalidad
constitucional, con Getulio Vargas a la cabeza. El movimiento se expandió por todo el
país y logró masivas adhesiones en diversos estados, hasta que el 24 de octubre de 1930
el presidente en ejercicio fue depuesto. Se constituyó una junta militar en Río que
entregó el poder a Vargas el 3 de noviembre de 1930, con facultades discrecionales.

1. Getulio Vargas, un desconocido para los argentinos

Getulio Dornelles Vargas nació en la ciudad de São Borja, en el estado de Río


Grande do Sul, el 19 de abril de 1883. San Francisco de Borja formó parte de uno de los
Siete Pueblos de las Misiones Jesuíticas, esparcidos sobre un territorio que abarcaba
cerca de dos tercios de la superficie total de Río Grande do Sul. Situada sobre una ligera
sinuosidad del terreno, que avanza sobre el río Uruguay, São Borja, en los años de
nacimiento de su ilustre hijo, ya era un pueblo hecho y derecho. “El hábito del confort
se extiende entre el seno de las familias ricas; las casas pobres pierden aquel aspecto
de miseria física (…) A tres o cuatro kilómetros de la ciudad, entre altas montañas,
quebradas aquí y allá por puertos y playas, pasa el río Uruguay, largo, triunfante,
veloz, con sus aguas profundas y turbias en la estación de las crecidas y límpidas y
cristalinas durante el estiaje. Este río, divisor de dos patrias, es la línea de
demarcación natural de fronteras.”6. Este último es un dato revelador. Getulio era un
hombre de la frontera: la Argentina del otro lado del río, el Uruguay, doscientos
kilómetros al Sur. Eran las tierras por las que había andado Artigas y donde se había
criado y educado Andresito Guaicurarú, su hijo adoptivo guaraní.
Su padre, el general Manuel do Nascimento Vargas, era un estanciero, hombre de
influencia política y social y vinculado por los lazos de su matrimonio con Cándida
6
Carrazzoni, André, Getulio Vargas, pág. 15, Librerías Anaconda, Buenos Aires, sin fecha. También
han sido consultadas otras biografías y libros de memorias vinculados a su vida y labor políticas: Eu fui
guardacostas de Vargas, sin mención de autor. Empresa Gráfica O´Cruzeiro, Río de Janeiro, 1947;
Peixoto, Alzira Vargas do Amaral, op. cit.; Vergara Luis, Fui secretario de Vargas, Editorial Globo,
Porto Alegre, 1960; Montalvo, Ricardo J., Getulio Vargas y la unidad brasileña, Gleizer Editor,
Buenos Aires, 1939
Dornelles, a otra familia de gran prestigio local. Había combatido en el ejército
imperial en la Guerra del Paraguay y en el campo de batalla había hecho toda su
graduación de cabo a coronel. En 1893, ya instaurada la república, "Maragatos" y
"Picapaus" –tal los motes con que se denigraban los federalistas y los republicanos– se
enfrentan una vez más en el campo de batalla. El coronel Vargas, jefe republicano de su
municipio y con influencia en los municipios vecinos, no puede quedar fuera del
combate. Su participación en el bando gubernamental merece que el Mariscal Peixoto
le conceda el grado de general del Ejército.
Quizás por ello la primera vocación del joven Getulio es la carrera militar. En
1899 ingresó en el Batallón 6º de Infantería del ejército y posteriormente en la Escuela
Militar de Río Pardo, donde alcanzó el grado de Sargento 2º. Al año siguiente concurrió
a la Escuela Militar, donde se destacó en sus estudios, y fue destinado al 25º Batallón de
Infantería de Porto Alegre. Estuvo a punto de participar en el conflicto armado del Acre
con Bolivia, el que finalmente se resolvió por la vía diplomática.
Abandonó el ejército y comenzó, en 1903, sus estudios en la Facultad de Derecho
de Porto Alegre. En 1907 obtuvo el título de Bachiller en Ciencias Jurídicas y Sociales
y empezó a incursionar en la vida política del país por medio de un diario que fundó:
“El Debate”. En estos años establecería una relación de amistad y de confianza política
con João Neves da Fontoura, a quien veremos más adelante.
Ocupó el cargo de Procurador Público hasta 1908 y más tarde se radicó en São
Borja, donde ejerció como abogado. Participó ya decididamente en política y fue
elegido varias veces diputado en su estado hasta que llega a ser diputado en el Congreso
Federal y luego Presidente de Río Grande do Sul, antes de la revolución que lo llevaría
a convertirse en el principal político del Brasil contemporáneo.
Su hija Alzira fue quien más cerca de él estuvo y quien mejor conoció su
compleja personalidad. Fue colaboradora muy cercana en los menesteres de gobierno,
pero siempre hubo para ella, como para todos, un muro infranqueable. Penetrar en los
designios de Getulio fue absolutamente imposible. No retaceó cordialidad ni sonrisas,
que, según los que lo trataban, le brotaban con facilidad. “Silencioso, cauto, astuto,
suave como una dama, exquisitamente cortés y mesurado, nunca faltaba en su rostro
una ancha sonrisa bonachona. Bajo de estatura, retacón, macizo, nada en su aspecto
físico o en sus modales dejaba entrever la enorme energía, la dura determinación de
que era capaz”7. Alzira encomia la poderosa capacidad que tenía para autocontrolarse.
7
Scenna, Miguel Angel, op. cit. pág. 88
Poco o nada dado a manifestar sentimientos, sus allegados sabían que quería ir lejos,
pero ignoraban la dirección de esa lejanía. Derrochaba bonhomía y afabilidad, incluso
cuando no toleraba lo que para él eran desbordes verbales. Fue, por lo tanto, un gran
solitario. Gustaba de compartir con los peones de su estancia cordialísimas ruedas de
mate y excelentes asados–también en esto el riograndense estaba vinculado al Plata–,
pero mantuvo siempre las distancias. Era un gran jinete y su lenguaje poseía todos los
modismos gaúchos. Era un hombre de movimiento lentos, “como quien desconfía de
una trampa”. No le impresionaban los halagos ni las formalidades, rituales y pompa
propios del poder. Poseía Getulio Vargas una importante cultura y la literatura había
sido su compañera en épocas de estudiante. Un texto, escrito a los veinticuatro años,
sobre Emilio Zola, deja entrever algunos de los rasgos psicológicos de Getulio y la
misión que se puso por delante: “El romanticismo habiendo desempeñado su papel,
entraba en la exageración; cansaráse en la creación de un mundo maravilloso, donde
héroes de opereta se movían como títeres a gusto de sus autores y en completo
desacuerdo con la vida real. La Francia ya no se satisfacía con el canto del ruiseñor.
Era preciso un reformador que quebrara los viejos moldes, marcando nuevos rumbos
para la idealización de la vida; un reformador creyente que tuviese convicción del
valor de su obra y un tanto de la rudeza nativa de su pueblo; que fuese el eco de la
voz de los oprimidos y la vibración poderosa del descontento de la época”8 (el
subrayado es nuestro).
Como ha dicho el sociólogo y antropólogo brasileño Darcy Ribeiro: “Getulio
Vargas fue el mayor de los estadistas brasileños. Fue también el más amado por el
pueblo y el más detestado por las elites. Tenía que ser así. Getulio obligó a nuestro
empresariado urbano de descendientes de amos de esclavos a reconocer los derechos
de los trabajadores Los políticos tradicionales, conniventes si no autores del viejo
orden, barridos por él del escenario político, nunca lo perdonarán”9.

8
Cit. en Carrazzoni, André, op. cit. pág. 59.
9
Darcy Ribeiro, Entrevista, 1990.
2. ¿Qué fue la Revolución del Treinta en Brasil?

Dejemos nuevamente a Darcy Ribeiro la contestación a esta pregunta: “Getulio


fue el líder incontestable de la Revolución de 1930. Habiendo ejercido importantes
cargos, Getulio se puso al frente de un puñado de jóvenes gaúchos que, aliados a
jóvenes oficiales del Ejército –los tenentistas– desencadenaron la Revolución del
Treinta. La única que tuvimos digna de ese nombre por la profunda transformación
social modernizadora que operó sobre Brasil”.
“En el plano político, la Revolución del Treinta, proscribió del poder a los
coroneles–fazendeiros con sus ‘corrales’ electorales y destituyó la rosca del pacto
‘café con leche’, que hacían de la República una cosa de ellos. Institucionalizó y
profesionalizó al Ejército, separándolo de las rebeliones y encerrándolo dentro de los
cuarteles”.
“En el plano social, legalizó la lucha de clases, vista hasta entonces como una
cuestión de policía10. Organizó a los trabajadores urbanos en sindicatos estables,
progubernamentales, pero antipatronales”.
“En el plano cultural, renovó la educación y dinamizó la cultura brasileña.
Getulio gobernó el Brasil durante quince años sobre una legitimación revolucionaria,
fue depuesto, retornó por el voto popular para gobernar cinco años más. Enfrentó a los
poderosos testaferros de las empresas extranjeras, que se oponían a la creación de
Petrobrás y de Electrobrás y los venció con su suicidio, dejando una carta–testamento
que es el más alto y noble documento político de la historia del Brasil”.
El 1º de noviembre de 1930, un mes después de desencadenado el movimiento,
Getulio entra en Río de Janeiro como comandante de una revolución victoriosa
Después de la victoria se estructura un gobierno federal integrado por los jefes de
la rebelión y viejos compañeros de armas de Getulio. Oswaldo Arana y Lindolfo Collor
son los civiles más allegados y los generales Goes Monteiro, Estillac Leal, Juarez
Távora los militares de confianza. Desde el punto de vista político, dos son las medidas
principales que toma el nuevo gobierno revolucionario. “Por primera vez en la historia
del Brasil independiente –como expresa no sin cierta reprobación un reciente manual de
historia para el colegio secundario 11– se intentó montar un sistema de gobierno que
10
Ribeiro se refiere, con esta expresión, a un aforismo del presidente Washington Luiz; referida a las
huelgas y a las manifestaciones obreras: "La cuestión social es una cuestión de policía", expresión que
como es de imaginar debe haber contribuido a que nadie llorase su caída.
11
Caldeira, Jorge, História do Brasil, Ed. Companhia das Letras, São Paulo, 1998
prescindiese del Parlamento, el cual, desde la Constituyente de 1823, siempre fue la
principal escuela de formación de líderes políticos del país”. La primera medida fue,
entonces, disolver no sólo el parlamente nacional sino las asambleas estaduales y las
cámaras municipales. La segunda fue enviar interventores a todos los estados,
rompiendo así con los cacicazgos y los enfrentamientos que habían caracterizado a la
República Vieja. “No sólo se redujo la importancia del ‘coronelismo’ estadual, forma
política de caciquismo regional que aseguraba la feudalización política en cada estado
de los latifundistas, sino que Vargas aseguró mediante la intervención federal, la
quema pública simbólica de banderas y escudos de los estados y con ella la
expropiación política de la vieja oligarquía; en otras palabras, la unidad del Brasil” 12.
Suprimió las barreras aduanera que separaban los Estados, verdadera rémora que
demostraba la escasa cohesión que la economía de plantación había logrado darle al
país.
Pero además le dio el voto a la mujer y amplió la base electoral en una
“democracia” en la que votaba el 5% de la población. Sigue contando Ribeiro: “El
gobierno revolucionario creó el Ministerio de Educación y Salud, fundó la Universidad
del Brasil y reglamentó la enseñanza media, sobre bases que duraron décadas. Creó,
simultáneamente, el Ministerio de Trabajo, donde puso a Lindolfo Collor, quien
promulga, en los años siguientes la legislación laboral de base unificada después en la
CLT, hasta hoy vigente. El derecho a sindicalizarse, el derecho de huelga, el sindicato
único y el impuesto sindical que lo mantenía. Vacaciones pagas. Salario mínimo. La
indemnización por tiempo de trabajo y la estabilidad en el empleo. El sábado libre. La
jornada de 8 horas. La igualdad de salarios para ambos sexos, etc., etc.”13.
Al año siguiente, el 12 de octubre de 1931, los cariocas se volcaban a Copacabana
para ver por primera vez el Cristo Redentor, bajo los brillantes haces de los reflectores,
dominando la ciudad con sus treinta metros de altura, desde la cima del Corcovado. Y
aparecen los primeros semáforos. Y aparecen también las consecuencias de la crisis de
Wall Street. El historiador Barbosa Lima Sobrinho recuerda: “Teníase la impresión de
un terremoto o de un huracán por la enormidad de prejuicios y lo súbito del
cataclismo. En São Paulo y en Río de Janeiro, más de quinientas fábricas fueron
obligadas a cerrar sus puertas. Los salarios perdieron casi la mitad de su poder
adquisitivo. De la mañana a la noche, desaparecieron el crédito y el financiamiento
12
Ramos, Jorge Abelardo, op. cit., pág. 157
13
Ribeiro, Darcy, op. cit.
externo. Sofocadas por las hipotecas, viejas ‘fazendas’ pertenecientes a la aristocracia
paulista van a para a manos de los usureros. Diez millones de desempleados vagan por
el país s”14.

3. El Estado Novo y el nuevo Brasil

En julio de 1932, dos años después de su victoria, Getulio se enfrentó y venció un


alzamiento cívico militar originado en São Paulo, al decir de Darcy Ribeiro,
“defendiendo la restauración del viejo orden en nombre de la democracia” 15. El
levantamiento duró tres meses y fue circunscripto al estado cafetero. La caída
internacional de los precios y la política de Vargas disolviendo los privilegios
terratenientes y exportadores fueron las causas de la insurrección aplastada16
En 1934 se convoca a una Asamblea Constituyente que aprobó una nueva
Constitución, inspirada, según Ribeiro, en la de la República de Weimar. “Sus
características más importantes eran: un Poder Ejecutivo con derecho de intervención
en las áreas tanto de la política como de la economía; un poder legislativo elegido
proporcionalmente al número de habitantes de cada Estado, evitándose,
simultáneamente que los estados más populosos tuviesen grandes representaciones.
Estos serán elegidos por el voto secreto y universal. También se fijó una representación
a diputados electos indirectamente por los sindicatos; un fuerte nacionalismo:
limitación a la inmigración, nacionalización de empresas de seguros, del subsuelo
nacional y de las comunicaciones (restringida inicialmente a la imprenta); creación del
ministerio de Trabajo, Industria y Comercio, dando por primera vez garantías mínimas
al trabajador brasileño; creación de la Justicia Electoral (garantizando la limpieza en
las elecciones) y de la Justicia Militar; elecciones indirectas para el primer presidente
constitucional”17.

14
Cit. en Almanaque Abril, 1988, São Paulo, 1988.
15
Ribeiro, Darcy, op. cit.
16
Como curiosidad vale la pena mencionar que en aquellas dramáticas jornadas nació un llamativo
invento del profesor Otavio Teixeira Mendes, voluntario civil en el batallón insurrecto de Piracicaba,
consistente en una manivela que hacía girar una rueda dentada que tocaba una lámina de acero,
provocando un sonido similar al de la metralla. Con este artificio intentaban los paulistas insurrectos
suplir su carencia de armas. Se lo conoció para siempre con el nombre de "matraca" y ha alegrado desde
entonces todas nuestras fiestas infantiles.
17
Thomas E. Skidmore, Brasil: de Getulio Vargas a Castelo Branco (1930-1964), 4º Edición, Paz e
Terra,
La nuevo constitución, eminentemente centralista, logró disolver para siempre el
particularismo terrateniente y sentar las bases del Brasil que hoy conocemos. Bajo su
vigencia fue electo Getulio como presidente constitucional del Brasil.
El mundo en la primera mitad de la década del ´30 estaba dividido en tres grandes
campos políticos e ideológicos. Por un lado, las potencias imperialistas occidentales,
encabezadas por Gran Bretaña, EE.UU y Francia, triunfantes en la Gran Guerra y con
aceitadas relaciones con los gobiernos sudamericanos. Por el otro, habían comenzado a
alzarse en el continente europeo el fascismo y el nazismo. Estas fuerzas políticas, de
hondo contenido expansionista y de un fuerte ideologismo totalitario, encontraban fácil
eco en los países centrales sacudidos por la crisis del sistema capitalista mundial
expresada en el crash del ´29. En el viejo imperio de los zares se levantaba ya la sombra
ominosa del georgiano José Djugashvili, Stalin, que con mano de hierro imponía su
dictadura personal en la república soviética.
El Brasil de Vargas no pudo quedar al margen de esta situación. La extrema
derecha se organizó en AIB (Ação Integralista Brasileira), dirigido por el paulista Plinio
Salgado. Se trataba de un remedo semicolonial de fascismo mussoliniano, con
llamativas camisas verdes, uniformes, saludo romano y demás parafernalias de su
payasesca estética. El movimiento ganó muchos adeptos, sobre todo en las clases
medias, que veían en el nuevo país una amenaza para la situación privilegiada que
tenían en el viejo régimen fazendeiro18.
El partido Comunista que, en su exilio en Buenos Aires, había logrado afiliar al
general Prestes, crecía en los sindicatos y extendía su influencia en los cuarteles. El caso
de los comunistas en Brasil es especialmente dramático por los acontecimientos que
vendrán. Los comunistas brasileños conseguirán de Moscú una excepción para la línea
de Frente Popular Antifascista, lanzada por la Comintern y Jorge Dimitrov para los
partidos stalinistas. Fundamentaron esta excepcionalidad en la creencia de que, con la
presencia de Prestes, les sería fácil conquistar el poder. En 1935 se lanzaron a una
intentona insurreccional que fracasó estrepitosamente. El fracaso no sólo desarticuló y
destrozo al Partido Comunista, sino que, como sostiene Ribeiro, “el resultado principal
de la cuartelada fue fortalecer enormemente a los integralistas, abriéndoles amplias
áreas de apoyo en muchas camadas de la población, lo que les permitió realizar
grandes manifestaciones con el fin de elegir a Plínio Salgado Presidente de la
República. Getulio terminó por disolver el Partido Integralista, asumiendo el papel de
18
Conf. Scenna, Miguel Angel, op. cit.; Thomas E. Skidmore, op. cit.
Jefe de un ‘Estado Novo’, de naturaleza autoritaria. Quebró el separatismo
aislacionista de los estados, centralizando el poder y enseñando el sentido de la
‘brasileidad’”19.
Respecto al supuesto antidemocratismo de Vargas, que ha sido y es el caballito de
batalla de sus enemigos políticos20, explica el ex ministro de Cultura de Goulart, a quien
venimos citando como testimonio de este período: “La democracia, como estaba
organizada aquí y en la Argentina (antes de Perón), era una democracia del poder
económico. Con las democracias liberales se fortalecía a los ricos a costa de los
pobres. Pero además la ruptura de Vargas es previa al fascismo. Uno de los
argumentos de la derecha era justamente ese: acusaban a Getulio y a Perón de
fascistas, como un modo de combatirlos. Muchos dicen que él se había inspirado, al
alentar la organización sindical, en la Carta del Lavoro de Mussolini. También dicen
lo mismo de Argentina. Pero eso es ignorancia. Lo que influyó en los dos países fue la
decisión de hacer un estado que procurase atender a todas las clases sociales. Hoy, en
cambio, hay una política de caridad”21.
Este fue el Estado Novo que formalmente funda Getulio en 1937, pero que
construyó en la práctica desde la Revolución del Treinta y sobre el cual se asentó el
moderno Brasil. Helio Jaguaribe, el gran sociólogo del nacionalismo brasileño, escribe:
“El desarrollo progresivo de la economía brasileña, iniciado en épocas de la primera
guerra mundial, acrecido con la crisis de 192 e intensamente acelerado después de la
segunda guerra mundial, condujo al país, objetivamente y a despecho de cualquier
acción deliberada, a volverse hacia sí mismo, produciendo para el consumo interno,
adecuando su estructura social a la naturaleza y situación de sus propias clases,
reflexionando sobre sus problemas y modelando sus instituciones bajo la presión de las
propias fuerzas sociales. Esta transformación interior de las condiciones económicas,

19
Ribeiro, Darcy, op. cit.
20
Entre los que se contaba el señor Assis de Chateaubriand, poderosísimo empresario editorial, amo y
señor de la prensa brasileña de la época y vestal impoluta de la libertad de prensa. En 1947 este santo
varón expresó en el Senado de su país: “El Uruguay es una provincia brasileña. Ya, por lo demás,
aconseje a los uruguayos que retornaran a la comunidad brasileña, en una de las veces que estuve allí.
Tengo con este país el complejo de Electra. Soy imperialista nato y creo que debemos cambiar el nombre
de República de los Estados Unidos del Brasil por el de Imperio del Brasil y volver a ser impetuosos
‘imperiales’ del tiempo de la guerra de los Farrapos”. Cit. por Scenna, Miguel Angel, La Cuenca del
Plata, Revista Todo es Historia, Nº 84, pág. 14, Buenos Aires, Mayo de 1974.
21
Ribeiro, Darcy, op. cit.
sociales, culturales y políticas (…) se puede, sin grandes distorsiones, hacer coincidir
con la revolución del 30”22.
Ya en 1933, y por primera vez en la historia del Brasil, el valor de la producción
industrial superó al de la agricultura. Más aún, la industria se convirtió en la principal
fuente de ingresos para el gobierno y la participación de la actividad económica urbana
en el producto bruto se duplicó entre 1929 y 1933. “Se crearon las condiciones para
que el gobierno articulase decisiones fundamentales en relación a la industria
brasileña. Y como éste era el sector que reaccionaba con más rapidez a la crisis, no
tardó mucho para que la formulación de una política industrial se convirtiese en una de
las principales preocupaciones de las autoridades –y los industriales en una sólida
base de apoyo”23.

4. La Segunda Guerra Mundial

En 1939 estalló la guerra. Vargas anunció la neutralidad del Brasil e instauró la


censura en la prensa. Se suponía –mal, como se verá– que la tendencia de Getulio era de
apoyo a las potencias del Eje, en función del punto de vista de sus generales, de las
formalidades exteriores de su Estado Novo y de las acusaciones que menciona Darcy
Ribeiro más arriba.
En realidad, lo que ocurría era que, para acelerar la industrialización, Vargas no
había dudado en jugar con las profundas divisiones que se estaban produciendo en la
política internacional.24 Coqueteando con unos y otros, logró obtener ventajas
comerciales e inversiones a cambio del apoyo brasileño al conflicto bélico en ciernes. A
través de su ministro y viejo compañero de vivac en el ´30, Oswaldo Aranha, –la
personalidad más proclive a un arreglo con los norteamericanos del círculo íntimo
getulista– hizo saber a los aliados de su propensión a apoyar a las potencias
democráticas. Cierto es que las presiones americanas eran muy fuertes. Vargas escribe
en su diario: “Me parece que quieren arrastrarnos a la guerra, sin que eso sea de
utilidad ni para nosotros ni para ellos”25, escribe en su diario.
22
Jaguaribe, Helio, Burguesía y Proletariado en el nacionalismo brasileño, pág. 21, Ediciones
Coyoacán, Buenos Aires, 1961.
23
Caldeira, Jorge, op. cit., pág. 273
24
Ibídem. Conf. Scenna, Miguel Angel, op. cit.; Thomas E. Skidmore, op. cit.
25
Vargas, Getulio, Diario, OJOX NO TENGO NI EDITORIAL NI PAGINA NI NADA.XHay otra
interesante anotación en este libro. En el año 1938, escribe Vargas: “la recepción con el embajador
alemán revistió cierta gravedad. Venía a reclamar contra las medidas tomadas (…) contra el
funcionamiento del Partido Nazi en el Brasil, Me dice que ese partido no podía ser comparado con
Pero la presión es irresistible y a fines de enero de 1942, el gobierno brasileño
rompe relaciones con los países del Eje. Vargas escribe: “Debo confesar que me invade
cierta tristeza. Gran parte de los que aplauden esta actitud son los adversarios del
régimen que fundé”. En agosto de ese año Brasil entre en la Guerra. No lo hizo gratis.
Exigió de los EE.UU., como compensación por el esfuerzo de guerra que haría,
cediendo bases en Belem y Natal y suministrando minería, caucho y otros productos,
dos concesiones importantísimas. Primero la Creación de una gran siderurgia, que será
la Compañía Siderúrgica Nacional (CSN), empresa matriz de la industrialización
brasileña. Segundo, la devolución al Brasil de las reservas de hierro y manganeso de
Minas Gerais y Ferro Vitoria–Minas en poder de los ingleses. Con ellas se constituyó la
Compañía Valle del Río Dulce que en las siguientes décadas tuvo un crecimiento
prodigioso. La pericia diplomática del riograndense le permite coronar este
realineamiento entrevistándose con Franklin Delano Roosevelt, en el capital nordestina
de Natal. El presidente norteamericano, ya en silla de ruedas, conversa con Getulio,
consolida esos acuerdos y obtiene del Brasil el envío de fuerzas militares a Europa.
25.334 soldados de la Fuerza Expedicionaria Brasileña, comandados por el General
João Batista Mascarenhas de Moraes, desembarcaron en Italia el 16 de julio de 194426.
465 de ellos morirán en tierra extranjera.
Reaparece entonces la vieja política del Barón de Rio Branco. Brasil vuelve a
gozar de la “alianza no escrita” con los EE.UU. y a ser su interlocutor preferencial en
el continente. En el año 1942, bajo el eslogan “Está pra mim”, llega al Brasil, para
quedarse, la Coca–Cola. La novedad formó parte de la gigantesca operación económica
y cultural lanzada por los EE.UU. para conquistar o conservar sus aliados
latinoamericanos durante la Segunda Guerra Mundial. La llamada “política de buena
vecindad” da inicio a la supremacía estadounidense que marcaría durante décadas a los
brasileños. Como parte de esa colosal campaña de seducción los estudios de Walt

cualquier otro porque pertenecía a la Alemania oficial, y que el gobierno alemán –Hitler– defendía a los
alemanes fuera de su territorio (…) y que nuestro propio convenio comercial no podría andar sin que se
resolviese este caso. Le respondí que no se podía disfrazar la delicadeza del asunto, que Alemania era
una nación poderosa ante la cual el Brasil era un país pequeño y que justamente por esa razón nuestra
susceptibilidad nacional era mayor; que éramos una nación soberana, que no éramos colonia de nadie, y
que no podríamos aceptar algo que tuviese un carácter de imposición. Éramos, además de eso, un país
de inmigración, y no podríamos hacer a ellos concesiones que pudiesen ser invocadas por otras colonias
extranjeras, con derecho a idénticas reclamaciones. Finalmente que la cuestión no era la existencia de
alemanes pertenecientes al Partido Nazi en el Brasil, sino el modo en que ellos ejercían su actividad.
Esto era lo que precisaba ser examinado y regulado. Que él presentase una exposición de lo que deseaba
y el gobierno brasileño lo examinaría”. (tomo 2, pág. 111 y ss.) ¡Este era el “nazismo” del patriota
brasileño!
26
Conf. Almanaque Abril, 1988, São Paulo, 1988
Disney crean a “Pepe Carioca” (Zé Carioca, en Brasil), el conversador lorito de
sombrero de paja y paraguas que, en la película "Saludos Amigos", representaba a los
brasileños y que, curiosamente, tanto agradó a los propios caricaturizados27.

5. Las relaciones de Brasil y Argentina en el período

El hecho de que el año 1930 haya encontrado a Brasil y Argentina frente a dos
políticas radicalmente distintas, no significó, de ninguna manera, un endurecimiento
diplomático. Como es sabido, la conspiración cívico–militar que derrocó a don Hipólito
Yrigoyen tuvo desde el principio el claro designio de restablecer la vieja república
oligárquica que el caudillo radical había democratizado en sus dos gobiernos. Después
del breve interludio de arrestos nacionalistas y fascistoides del obtuso general Uriburu,
el hombre detrás del golpe, el general Agustín P. Justo, se convierte en presidente y da
inicio a lo que en la historia política argentina y gracias a la certera pluma de José Luis
Torre se conoció como “Década Infame”. Con ella, “el país ingresa en los tiempos
modernos. La orgullosa Argentina descubre el siglo XX con la crisis del treinta. Flota
en Puerto Nuevo un tenebroso mundo de náufragos que no provienen del río, sino de la
ciudad hambrienta. Los ex hombres levantan sus ranchos de lata en Villa
Desocupación. Discépolo, poeta del asfalto, escribe sus tangos, penetrados de
amargura siniestra. ¡Un canto a la desesperanza, un himno al fracaso! En todos los
labios se repiten los versos estremecedores de Yira, yira: es la biblia del raté en la
monstruosa ciudad de cemento. Hacen su aparición la ‘voiturette’, el bar automático y
el biógrafo sonoro. ‘Cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga
morfar, te acordarás de este otario que un día cansado se puso a ladrar’. En la
Buenos Aires orgullosa, cantada un día remoto por Darío y Lugones, rezongaban
ahora bardos harapientos”28.
Mientras la revolución brasileña se enfrentaba con la oligarquía agro–exportadora
e impulsaba a la industria, con el golpe del treinta, en nuestro país vuelven los grandes
terratenientes ganaderos y los monopolios exportadores a imponer su dictadura. El
presidente Justo nombra como embajador argentino ante el palacio Catete al mejor
hombre para el cargo. El anciano Ramón J. Cárcano volvía a presentar sus credenciales

27
No es de extrañar que así ocurriera dado que el muñequito resultaba agradable y simpático, muy
distinto a los horribles y holgazanes cuervos, que dormitaban contra un rancho y tocaban eternamente la
guitarra, con los que Disney entendió representar a los mexicanos.
28
Ramos, Jorge Abelardo, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, tomo4, El Sexto Dominio,
pág. 203, 4ª Edición, Ediciones del Mar Dulce, Buenos Aires, 1970.
ante el gobierno de la República de Brasil. “Justo exhumó la política de Roca,
siguiendo paso a paso y calcando al detalle lo hecho treinta años antes por su modelo
político. Era menester volverse hacia Brasil para desalentar a Chile”29. El anciano
cordobés y el riograndense congeniaron de inmediato. Cárcano hablaba portugués y
Vargas, español con el acento correntino propio de un nativo de la orilla del Uruguay.
Entre ellos se estableció una relación que favoreció enormemente el acercamiento entre
ambos países. No debe desestimarse en esto la influencia que pueda haber ejercido el
general José María Sarobe, cercano al círculo justista y, como vimos, vivo impulsor de
la relación con el Brasil30. A tal punto llegó la imitación de lo actuado por Roca que,
como en los tiempos de Campos Salles, Agustín P. Justo fue recibido en Río de Janeiro
y Getulio visitaba la Casa Rosada. También aquí, la sombra del Barón de Rio Branco
imponía la presencia de su genio precursor. Argentina neutralizaba el revivido belicismo
transandino y Brasil tranquilizaba su extensa frontera sur, en el medio de los sacudones
generados por la política varguista.
No faltaron, obviamente, lo roces. La absurda guerra del Chaco, entre Paraguay y
Bolivia, puso las relaciones en tensión. Entre 1932 y 1935 se enfrentaron Paraguay y
Bolivia en una absurda y extenuante guerra por la posesión del territorio del Chaco,
situado entre el río Paraguay al este, el Pilcomayo al sur, los Andes al oeste y el Brasil
al norte. Consecuencia tardía de la Guerra de la Triple Alianza, la guerra del Chaco
enfrentó diplomáticamente a Itamaraty y el Palacio San Martín. El gobierno argentino
apoyaba abierta y decididamente al paraguayo, proveyéndolo de armas y otros
suministros. Brasil, por su parte, sostenía al gobierno boliviano. Las relaciones se
enfriaron, hasta que la gestión del canciller argentino Saavedra Lamas logró dar fin a la
guerra que desangró a ambos pueblos contendientes. El 12 de junio de 1935 logra
firmarse la paz.
En 1937, el régimen de Vargas se ha endurecido. Ha recibido poderes casi
dictatoriales y gobierna por decreto. Sin perder su carácter civil, el régimen tiende a
militarizarse. Se establece “una mezcla de poder paternal, encarnado por Getulio
Vargas –que comienza a transformarse en el ‘padre de los pobres’– y de poder

29
Scenna, Miguel Angel, op. cit. pág. 90. A principios del ´30 se tuvo conocimiento de un intento de
invasión sorpresiva de Chile a la Patagonia. El descubrimiento quitó el factor sorpresa y Chile dio marcha
atrás. Las relaciones pasaron por un momento pésimo, que dejó como saldo, en la Argentina, la creación
de la Gendarmería Nacional.
30
V. nota 26.
burocrático, ejercido por técnicos influenciados por el positivismo”31. Amparado en
esos vientos, los militares brasileños, bajo la conducción de Goes Monteiro, con el
argumento de su debilidad con respecto a las FF.AA. argentinas, dan inicio a una
carrera armamentista de las que, de vez en cuando, se han producido entre los dos
países. Tampoco en esta oportunidad las cosas pasan a mayores y en noviembre de ese
año se despide de Vargas su amigo Ramón J. Cárcano. Ya tiene 77 años y sus fuerzas
no le permiten continuar en el cargo. Se retira con la convicción de que “mientras
Vargas fuera presidente no habría choques violentos con la Argentina” 32. El anciano
compañero de armas de Juárez Celman ha contado la cena celebrada en la embajada
argentina con que despidió al presidente brasileño. Era el 10 de noviembre de 1937, el
día en que Vargas disolvió el parlamento, estableció su poder con atribuciones
dictatoriales y proclamó el Estado Novo. “‘A las 20 horas sonó el teléfono en la
embajada argentina: el presidente Vargas anunciaba su próxima llegada para la
comida. Después de oír esta respuesta el golpe de la mañana me pareció una operación
de geometría. A las 21, en medio de una noche lluviosa, se detuvo el coche que
conducía a Vargas y su familia en la embajada’. Los brasileños sabemos cumplir
nuestras promesas –dijo sonriendo Vargas a Cárcano. –Aunque haga mal tiempo,
contestó con intención el embajador. –La noche está húmeda pero serena, y durante el
día brilló el gran sol de Brasil, retrucó el presidente. –Esperemos que en esta noche
también brillen las estrellas, fue la réplica de Cárcano, Y durante cuatro horas el
hombre que acababa de dirigir un golpe de Estado permaneció departiendo animada y
despreocupadamente. ‘Ni una llamada telefónica, ni un mensaje, la menor interrupción
en su visita, en circunstancias en que sus actos constituyen la preocupación de Brasil,
desde el Amazonas al Uruguay’, anotó con asombro Cárcano”33.
Como queda dicho, Brasil entró en la guerra. La Argentina, por el contrario,
estableció una neutralidad a rajatabla. El presidente Castillo resistió las enormes
presiones de los sectores tradicionales –indignados por las atrocidades nazis e
impávidos ante el encarcelamiento de los patriotas hindúes por el ejército colonial
inglés– que pugnaban por arrastrar a la Argentina a la carnicería europea. Aún así, la
relación con el Brasil de Getulio no sufrió el menor deterioro. El gobierno argentino

31
Caldeira, Jorge, op. cit., pág. 279.
32
Scenna, Miguel Angel, op. cit. pág. 90
33
Ibídem. Conf. Cárcano. Ramón J., op. cit., pág. 406.
consideró al Brasil como país no beligerante, manteniendo con él las prerrogativas
establecidas anteriormente.
El 4 de junio de 1943, con el Ejército nuevamente en la calle, termina, en la
Argentina, la Década Infame. Al riograndense le quedaban tan solo dos años más de
gobierno. De la misma manera que los EE.UU desairaron al Barón de Río Branco en
aquella lejana Segunda Conferencia de La Haya –lo que seguramente le hizo reflexionar
amargamente sobre su “alianza no escrita” con los rudos yanquis–, la relación
preferencial que Vargas estableció con la Casa Blanca, a partir de su ingreso en la
Guerra, fue determinante de su caída en 1945.

6. La primera caída de Getulio y la irrupción de Perón en


Argentina

Con la victoria de los aliados en la guerra, creció la agitación antigetulista. Los


viejos enemigos del caudillo de Río Grande, los fazendeiros del Brasil agrario, los
nostálgicos de la Vieja República con sus pomposos abogados y su admiración por la
libertad de comercio y el parlamento inglés, el monopolio periodístico de Assis de
Chateaubriand –el admirador del Imperio–, los grandes industriales enriquecidos en
quince años de suculentos contratos con el Estado, los estudiantes de la universidad
fundada por Getulio, los rooseveltianos y los stalinistas salen a las calles a exigir el
retorno de la democracia, bajo el amparo de la embajada norteamericana. El argumento
de la contradicción que significaba que “el Brasil luchase en Europa al lado de las
fuerzas democráticas contra y el autoritarismo y se aceptase en casa un gobierno
dictatorial”34, era irresistible para una enriquecida clase media que ya no soportaba la
rígida censura de prensa impuesta, desde el golpe de 1937, por Vargas y llevada
adelante con delectación digna de mejor causa por el odiado Lourival Fontes.
Getulio intentó conducir este proceso de democratización, pues se hacía evidente
que la agitación callejera contaba con el aval del todopoderoso embajador americano,
Adolfo Berle Junior, y maniobra para salir de la crisis.
Bajo su instancia se fundan el Partido Social Democrático (PSD) y el Partido
Trabalhista Brasileño (PTB). El primero nuclea a los interventores estaduales, a los
encargados de los grandes institutos públicos por él creados y al sector de la burguesía
agraria e industrial beneficiada con su política centralista: productores agrarios cuya
producción era comprada por el Estado e industriales con cargos en el sistema de
34
Caldeira, Jorge, op. cit., pág. 284
federaciones empresariales impulsadas por gobierno federal. El PSD agrupó
rápidamente la derecha del amplio movimiento varguista y se convirtió en un
instrumento para la continuidad después de Getulio. De un gran pragmatismo,
encontraba en la ocupación de cargos públicos su razón de ser.
El otro partido se basó en los sindicatos creados durante el Estado Novo. Sus jefes
eran dirigentes gremiales vinculados a las instituciones estatales.
La oposición a Getulio se constituyó en la Unión Democrática Nacional que, con
un ideario demoliberal, expresaba a los sectores más enfrentados con los quince años de
gobierno de Vargas. En su seno, en una mezcla conocida también en la Argentina, se
reunieron políticos socialistas democráticos, sobrevivientes de la República de los
coroneles, liberales masónicos y anticlericales, civiles, militares, académicos, profesores
y periodistas35.
El jefe del Ejército, otrora simpatizante de las potencias del Eje 36, general Goes
Monteiro se convierte al liberalismo pro norteamericano. Se proclama “comandante en
jefe de las fuerzas de tierra, mar y aire” y, el 29 de octubre de 1945, exige y obtiene la
renuncia de su viejo compañero de la revolución del Treinta, el presidente Vargas.
Getulio se vuelve a São Borja. Desde allí promete tiempo después: “Eu voltarei como
líder de massas”37.
El gobierno fue entregado al Supremo Tribunal Federal que convocó y realizó los
comicios en los cuales se enfrentaron el Brigadier Eduardo Gomes por la UDN y el
general Eurico Gaspar Dutra – ex ministro de Guerra de Getulio y que contaba con el
apoyo de este desde su exilio fazendeiro. Dutra, contra todas las expectativas, gana por
un millón de votos y el presidente derrocado es elegido senador por São Paulo y
diputado federal por el Distrito Federal, por Río de Janeiro, por Minas Gerais, Bahía y
Paraná. Su popularidad no había sufrido el menor menoscabo.
En la Argentina del mismo año, y con una diferencia de unos días, los
trabajadores del Gran Buenos Aires arrancan de la prisión en Martín García al Coronel
Juan Domingo Perón. El 17 de octubre de 1945 da inicio al proceso que convertirá a
Perón en presidente de la República Argentina y, en lo que hace a nuestro trabajo, en el
punto de partida para un replanteamiento general de las relaciones exteriores, en

35
Ibídem. pág. 286 y ss.
36
En 1939 el general Goes Monteiro fue invitado oficialmente a tomar parte en maniobras militares de la
"Werhmacht", y, junto con el jurista Francisco Campos, fue considerado el jefe del ala profascista del
varguismo. También esos sorpresivos cambios de poncho se han visto en la Argentina.
37
Conf. Almanaque Abril, 1988, São Paulo, 1988
especial con Brasil y los países vecinos. “El punto de unión más importante entre la
realidad brasileña y la argentina a partir de los años 40 fue la ampliación de la
representatividad política de un extenso contingente de trabajadores urbanos. Ambos
procesos tuvieron en común el surgimiento de liderazgos personales únicos, capaces
de asegurar un nuevo status económico y político a las clases trabajadoras de sus
países”38.

a) El cerco al Régimen del 43

El gobierno militar del golpe de junio de 1943, como se sabe, afirmó aún más la
neutralidad argentina en la guerra. Si en algún momento el Departamento de Estado
pensó que el cambio de autoridades podría implicar un alineamiento de la Argentina con
las potencias aliadas, la ilusión se desvaneció rápidamente. El golpe había dado fin a la
preeminencia oligárquica restaurada en el ´30 y, aun con excesos ideológicos y un acre
tufillo a sacristía, el movimiento daba muestras de pretender cambiar las bases
tradicionales de sustentación del poder inglés en Buenos Aires. La respuesta
norteamericana fue la acusación de nazi al gobierno y el establecimiento de un rígido
bloqueo diplomático, político y económico.
Merced a esta situación, según Scenna, “Brasil fue armado hasta los dientes
gracias a la ley de préstamos y arriendos. Nuestro país, que no renovaba equipos desde
los tiempos de Justo, comenzó a retrasarse sideralmente frente a un material novedoso
elaborado en base a la experiencia de guerra. (…) Ello provocó de rebote la reacción
defensiva argentina. En vista de que no vendrían armas de afuera, habría que
fabricarlas adentro. Desde la presidencia del general Farrell el ejército comenzó a
elaborar su propio material, reemplazando la importación de tecnología, circunstancia
totalmente novedosa en Latinoamérica, cuidadosamente observada por Brasil”39.
En este cerco impuesto por el Departamento de Estado, entonces en manos de
Cordell Hull, no faltaron, incluso, intentos de invasión. Argentina era en ese momento
el único país sudamericano que se resistía al embate de Washington y pugnaba
porfiadamente por su neutralidad. Pero, además, y lo que en cierto sentido empeoraba el
agrio humor del cuáquero ministro norteamericano, era que su ejemplo comenzaba a ser
admirado por el resto de los pueblos hermanos, despertando simpatías hasta en el Brasil.
La diplomacia yanqui intentó comprometer al gobierno de Getulio, que, como hemos
38
Hirst, Mónica, Vargas y Perón, las relaciones argentino–brasileñas, Revista Todo es Historia, Nº
224, página 9, Buenos Aires, diciembre de 1985.
39
Scenna, Miguel Angel, op. cit., pág. 93.
dicho, recibía todo tipo de atenciones económicas y políticas por parte de Washington,
en la maniobra bélica destinada a aplastar la rebeldía argentina. “Pero había tenido
razón Cárcano: mientras Vargas fuera presidente no tomaría medidas agresivas contra
nuestro país. (…) De modo que el rechazo fue total y definitivo. Brasil mandó 25.000
hombres a luchar en Europa en una guerra que le era ajena, pero se negó a mover un
soldado contra la Argentina”40.

b) Un gaúcho más peronista que brasileño

En este momento, y por designio especial de Getulio, aparece en escena un


hombre cuyo papel en el acercamiento entre los dos grandes países del Cono Sur, tuvo
una importancia que la historia en nuestro país todavía no le ha reconocido.
En su edición del 21 de mayo de 1945 –Getulio aún rige los destinos de su país y
falta casi medio año para la inflexión del 17 de octubre– aparece en el periódico “El
Diario” de Buenos Aires una nota, consignando la llegada del nuevo embajador del
palacio Catete en Argentina. Su nombre es João Batista Lusardo. El recorte periodístico
da cuenta de sus declaraciones: “La misión histórica de la diplomacia latinoamericana
en esta parte del continente –conforme al Embajador Lusardo– excluye todo artificio
de cancillerías y sólo requiere un amplio lecho para la corriente de comprensión y
simpatía de los dos pueblos. Sus palabras en ese sentido fueron elocuentes. Dijo que
experimentaba una profunda simpatía en saludar al pueblo argentino que le trae gratos
recuerdo, nacidos de una vinculación directa, en varias circunstancias de su vida de
estudiante, político y diplomático”41. Y no eran palabras de ocasión. En la misma nota,
Lusardo dice: “Soy hijo de Río Grande y no me son ajenos muchos sentimientos,
anhelos y costumbres argentinas. De ahí mis esfuerzos para que ambos pueblos se
conozcan más y más. El puente internacional de Uruguayana en el Paso de los Libres
será apenas una vinculación material, un símbolo de otras ligazones más profundas,
espirituales e internacionales”.
Si el nombramiento, en dos oportunidades, de don Ramón J. Cárcano había tenido
la virtud de designar al hombre ideal, en ese momento, para el cargo, Getulio nos
devolvía la gentileza. Posiblemente ningún embajador de un país latinoamericano
manifestó nunca un aprecio tan grande y una coincidencia de intereses tan sustancial
con el país anfitrión como Lusardo. Formaba parte de la antigua guardia riograndense
40
Ibídem.
41
Monteiro, Glauco, El último caudillo, pág. 279 y ss. En adelante, si no hay mención de otra fuente, los
datos referidos al embajador Lusardo tienen su origen en este libro.
con que Getulio había volteado a la República Vieja, integrada entre otros por Oswald
Aranha y João Neves da Fontoura. Había nacido, justamente, en Uruguayana, en el
lugar que, del otro lado del río, había visto el levantamiento cívico militar de Paso de
los Libres contra Justo en 1933. Fue recibido con gran deferencia por el General Farrell,
a la sazón Presidente del gobierno provisional.
Dos días después de su arribo al país le pide al Ministro Consejero de su
embajada, Maximiano Figueiredo, que solicite una entrevista con el Coronel Perón,
entonces vicepresidente de la República y Secretario de Trabajo, en realidad el hombre
fuerte de la presidencia Farrell. Figueiredo, hombre de cancillerías y protocolos,
manifestó dificultades de procedimiento para llevar a cabo el encargo, probablemente
porque el interés de su embajador debió parecerle extemporáneo. Pero Lusardo insistió
ya que tenía expresas instrucciones de Getulio en ese sentido. Finalmente la audiencia
fue concedida para el día siguiente en el Ministerio de Guerra.
El Embajador, acompañado de dos agregados militares, llegó al Ministerio a las
11 de la mañana. Así cuenta la entrevista el propio Lusardo:
“Perón estaba reunido con diez o doce comandantes generales. Comunicada
nuestra presencia, se corrió un cortinado en otra sala, él se levantó y con una alegría
infinita, me abrazó. Me llevó hacia el grupo de oficiales superiores y dijo: ‘Señores
generales, háganme el favor: quiero presentarles al Embajador del Brasil’. Todos me
dieron la mano. Se sirvió café y seguidamente los generales y mis asistentes se
retiraron. Iniciamos entonces una conversación muy cordial, donde él demostró una
gran simpatía por el movimiento del 30, afirmando que pocas revoluciones en América
se podrían comparar con aquella, en términos de coordinación política y militar.
Pronunciaba el nombre de Getulio Vargas con admiración. Durante la conversación se
fueron delineando, entre Brasil y Argentina, las relaciones que él imaginaba como las
más adecuadas para los dos países. Yo, que esperaba una reunión protocolar de quince
minutos, finalmente salí de allí a las trece horas”'.
“El Coronel Perón me dijo entonces que los dos países, en su opinión deberían
marchar juntos, teniendo en cuenta su gran responsabilidad continental y su potencial
futuro”.
Perón elogió la visión de Getulio Vargas para designar diplomáticos no
profesionales y personas afines a los países en cuales prestarían servicio. Lusardo
cuenta en sus memorias que Perón señaló: “Es muy diferente tratar con hombres que se
parecen tanto a uno”. Y agregó: “Yo creo que nosotros, en América Latina,
deberíamos siempre intercambiar hombres con visión continental, y, siempre que sea
posible, políticos, que estén a la altura, comprendan y expliquen la trayectoria de
nuestros países. Yo pienso que el Presidente Vargas estuvo muy acertado en enviar
aquí a un político que, como sabemos realizó una misión exitosa en el Uruguay”.
A poco tiempo de su llegada, el embajador era un nombre conocido para la
prensa, que, con beneplácito de él mismo, había castellanizado su nombre. Don Juan
Bautista Lusardo fue el trato que siempre recibió en la Argentina. Esto dará origen a
innumerables ataque a su persona acusándolo de ser “un extranjero, un argentino
infiltrado en la política y la diplomacia brasileña al servicio del país vecino”. Varias
veces, en su dilatada carrera política fue instado a exhibir su partida de nacimiento e,
incluso, el "Juan Bautista", dicho o escrito en español, fue usado como indicativo de
que Brasil no tenía un embajador junto a Perón, sino un hombre rendido enteramente a
las motivaciones, ideas y planes del presidente argentino.
En esa entrevista, el coronel le reveló su admiración por la legislación laboral de
Vargas, quien había creado el Ministerio de Trabajo, algo que, hasta entonces, no existía
en América Latina. Lusardo le narró a Perón las circunstancias de la creación y destacó
el papel cumplido por Lindolfo Collor. Perón le solicita, entonces, toda la legislación de
protección al trabajo que el Embajador le pudiera proveer a efectos de estudiar su
implementación en la Argentina. Es esta conversación la que da origen a la visita del
eximio laboralista brasileño, el doctor Rego Monteiro, que durante un mes dicta cátedra
de derecho laboral en Buenos Aires.
La amistad forjada en este primer encuentro alcanzaría niveles nunca vistos en la
historia de las relaciones de un presidente argentino con un diplomático extranjero. De
acuerdo a lo que cuenta el propio Lusardo, Perón solía solicitar su consejo sin
considerar, en apariencia, que su nacionalidad fuera un obstáculo. Como ejemplo de
ello, afirma que, tiempo después, Perón le confesó que tenía dificultades en nombrar
embajadores en el Palacio de la Moneda y en el Catete. En respuesta a ello, el
riograndense sugirió: “Pero el señor cuenta aquí con dos hombres de primer orden, que
serán bien recibidos en Río y en Santiago y que sabrán honrar a la República
Argentina. –¿Y quiénes son ellos? –Juan Cooke y Jerónimo Remorino”. Perón aceptó la
propuesta y así fue como el padre de John William Cooke fue embajador en el Brasil.
En tono de chanza, éste afirmaba a quien quisiese oírlo que él era antes que nada
“embajador de Juan Bautista Lusardo”. Remorino sería también nombrado embajador
en Santiago, pero, de inmediato, es designado titular del Palacio San Martín,
convirtiéndose en canciller del gobierno peronista.

c) Lusardo y la detención del coronel Perón

En sus recuerdos sobre esos primeros meses de gestión, el embajador de Brasil


hace mención a una serie de sucesos que revisten un gran interés histórico y ponen una
nueva luz en los hechos que desembocaron en el 17 de Octubre.
El anuncio del coronel Perón, el 5 de octubre, anunciando que “renunciaría” a sus
cargos y abandonaría la Secretaría de Trabajo, volviendo a su residencia de la calle
Piedras, tomó al embajador por sorpresa. “Cierta mañana fue a conversar conmigo a la
Embajada un hombre muy amigo de Perón y de Eva y que me conocía. Era el
periodista Caffaro Rossi. Hablamos largamente y me transmitió su convicción de que
Perón sería encarcelado por el gobierno. Caffaro, de acuerdo con el Almirante
Tessaire, venía a sondearme para ver si yo estaría dispuesto a entrevistarme con
Perón, para conversar con él. Su residencia estaba tan vigilada que el coronel, de
ninguna manera podría llegarse hasta la Embajada. Me dijeron que ellos, el Almirante
Tessaire y Caffaro, habían examinado el problema y llegado a la conclusión de que el
hombre capaz de evitar la prisión de Perón, brindándole la posibilidad de irse al
extranjero y el asilo político era yo. Querían que yo fuera…”.
“Vea que cosa seria: El embajador de Brasil llamado a intervenir en esas
cuestiones… Perón seguramente tendría trazados sus planes, pensaba yo. Las
consecuencias que podrían devenir de una acción impensada de mi parte podrían ser
muy graves. Les pedí que volvieran al día siguiente. Ellos insistían vehementes: sólo yo
tendría influencia sobre Perón. Conmigo él se abriría. Era terrible la jugada que me
pedían porque, después, yo podría ser automáticamente apartado de la Embajada.
Examiné todas las posibilidades. Tuve recelo, miedo, pero mi alma de revolucionario
vino a socorrerme, en esas horas era preciso elegir. Sabía que lo que aquellos amigos
me pedían podía resultarme muy caro, pero no tenía opción. Mandé a decir que iría,
que me esperasen a los ocho de la noche”.
“Era el día 11 de octubre de 1945. Llegada la hora, tomé el revólver, la bandera
de Brasil y entré en el automóvil de la embajada, al lado de Caffaro. No discutiría el
asunto con el personal diplomático brasileño. Pensarían mucho en las alternativas,
durante doce horas, y pesarían los pros y los contras. No quería implicar a nadie. Si mi
gesto no resultaba nada tendrían que lamentar mis compañeros de representación. En
ese instante renunciaría a mi puesto y me atendría a las consecuencias. (…)”.
“El almirante Tessaire me esperaba en la puerta. Ordenó que mi auto fuese
estacionado dos cuadras más adelante. Subimos al tercer piso donde tendría el
encuentro con Perón. Tessaire me repetía los argumentos de Caffaro y yo le aseguraba
que creía que Perón tenía planes en marcha… Minutos después apareció el Coronel
Juan Domingo Perón. Me abrazó con gran emoción y les dijo a Tessaire y Caffaro: –
En medio de estas desgracias, son actos así los que elevan el alma de la gente. Y,
volviéndose hacía mí, exclamó: ‘Embajador, yo confío, yo sé que estoy interpretando el
alma de mi pueblo y nada temo. Yo comprendo ese gesto de mis amigos, procurando
ayudarme, porque creen que yo deseo exiliarme. Ellos han sido generosos y valientes,
en un grado que es difícil valorar en su totalidad. Naturalmente ellos quieren salvarme
de la prisión… Pero Embajador, yo insisto en ir preso para liberar a mi pueblo, la
Argentina precisa que yo vaya preso para liberarse’”(en negrita en el original).
“Lusardo conmovido le dice: –Coronel Perón, yo lo comprendo. Sus amigos me
invitaron. Yo no tenía en absoluto la intención de entrometerme. Pero ellos me lo
pidieron con una cierta insistencia, para hacerle una visita en esta hora sumamente
delicada para la Argentina y para usted. No olvide las consecuencias que podría tener
mi presencia aquí. Vine hasta aquí para darle un abrazo de total solidaridad y
preguntarle si le podría ser útil en algo ¡Cuente conmigo! Pero comprendo su gesto, si
el señor tiene la convicción de que es necesario ir preso para liberar a la Argentina,
entonces que la prisión llegue inmediatamente”.
“Perón abrazó al diplomático brasileño y dijo en voz alta: –¡Esto es! ¡Esto es!
¡Estos son los hombres que yo necesito! Espere un momento, embajador”.
“Cuando yo dije aquello –observa Lusardo– él se sensibilizó, me dio un nuevo
abrazo y me pidió permiso para retirarse durante un minuto. Fue adentro y vino del
brazo con Eva, que vestía un ‘pegnoir’ azul. El coronel Perón me presento a la señora,
de porte altivo, diciendo: –Eva, es este un gran amigo de la Argentina, el embajador
Lusardo. Le acabo de decir algo que quiero que todos Uds. entiendan. Si, para liberar
a mi país, tengo que ir preso, que venga entonces la prisión”.
“El diplomático brasileño se inclinó y besó las manos de Eva Duarte (se inicio en
aquel momento una amistad que sólo terminaría con la muerte de la segunda mujer de
Perón). Lusardo le dice: –Si puedo ser útil en algo…”
“Dirigiéndose a Perón, Eva dice: –Juan, ¿me permites decirle unas palabras al
Embajador? No esperó el asentimiento del coronel y comenzó a hablar con el visitante:
"Señor Embajador, Argentina está pasando por su crisis más grave desde la
Independencia. La presión de algunos generales obligó al general Farrell a poner a mi
marido en la calle, quitándole todos los cargos. Ahora bien, lo importante es que el
pueblo está con Perón y que es indispensable que él vaya preso para que la Nación se
rebele como un solo hombre e indique quién debe ser el gran conductor. Yo me opongo
totalmente a que él marche al exilio, como quieren algunos amigos, entre los que se
encuentran los que están allí afuera. Nuestra posición es una: quedarnos firmes,
porque cuando más rápido venga la prisión, más deprisa se hará la liberación de
nuestra querida Patria”.
“Lusardo escuchaba, admirado por el tino político de aquella mujer, en tanto
Eva concluyó: –Embajador, yo no tengo palabras para agradecerle este gesto suyo,
desprendido y heroico, tan raro en la historia de los hombres”.
“Perón intervino entonces en la conversación: –¡Embajador, es necesario que le
aclare que me siento mucho más orgulloso de oír esta decisión de mi mujer que si ella
hubiese aprobado como solución el exilio!”.
“Batista Lusardo responde: ‘Mi misión está cumplida. Me siento tranquilo
porque cumplí mi deber. Tengo la certeza y también la esperanza de que la Argentina,
como dicen ambos, alcance en breve tiempo su libertad’”.
Este relato testimonial del embajador Lusardo agrega un nuevo e interesante
elemento a la interpretación que se ha hecho del estado de ánimo y de los planes de
Perón en esas jornadas previas al 17 de Octubre y, sobre todo, durante su detención en
Martín García. Historiadores antiperonistas como Felix Luna42, han insistido que Perón
se encontraba totalmente desmoralizado y que las movilizaciones obreras del 17 de
octubre fueron un elemento inesperado, producto fundamentalmente de la actividad
agitativa de Eva Duarte. Basan este punto de vista, que intenta descalificar política y
moralmente a Perón, en una famosa carta del coronel a Evita, desde su prisión en la isla,
donde considera que la lucha está perdida e invita a su esposa a irse a vivir a la
Patagonia cuando todo esto hubiera terminado. Por su parte, Fermín Chávez 43 ha
42
Luna, Felix, El 45, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1975. Una hermosa tarde de sol, vídeo
documental con motivo del cincuentenario del 17 de Octubre de 1945, dirigido por Jorge Coscia, Editorial
Blakman, Buenos Aires, 1995. Felix Luna reitera en este documental los puntos de vista expresados en su
libro.
43
Coscia, Jorge, Una hermosa tarde de sol, Editorial Blakman, Buenos Aires, 1995. Testimonio de
Fermín Chávez. El autor participó en la producción y el asesoramiento político y periodístico de este
sostenido que esta carta fue escrita, en realidad, pensando más que en su destinataria,
Evita, en los servicios de inteligencia del Ejército que controlaban la correspondencia
del detenido. La intención era, entonces, hacer creer a los mandos del Ejército que lo
tenían preso que estaba desmoralizado y sin ánimo de continuar el combate. Este
testimonio de Lusardo aporta datos de mucho peso a esta última tesis y revela que si
bien la incontenible movilización obrera y popular del 17 de Octubre creó al Perón que
luego entraría a la historia, Perón contaba con la fuerza de la multitud a la que había
dado voz y dignidad. La firmeza de esa muchacha que, despojada de todo
sentimentalismo, expresa a su interlocutor brasileño “es indispensable que él vaya preso
para que la Nación se rebele como un solo hombre e indique quién debe ser el gran
conductor”, y la confesión del coronel, llena de viril sentimiento, “ me siento mucho
más orgulloso de oír esta decisión de mi mujer que si ella hubiese aprobado como
solución el exilio”, descubre uno de los núcleos de hierro de la revolución del 45. No
había en esa pareja y en ese momento el menor lugar para retroceder a la suave tibieza
de una casita en la Patagonia. La historia les ofrecía una oportunidad y con ellos a los
oprimidos de la Argentina. Sólo cabía jugarse el resto.
Cuando el gobierno de Farrel se enteró de la actitud de Lusardo ya no estaba en
condiciones de presentar protestas diplomáticas. Lusardo había apostado al lado
vencedor, sustentando una amistad con Perón y con Evita que sería inquebrantable. El
Embajador de Brasil se mostraba ante la opinión pública como un gran amigo de la
nueva Argentina política que se conformaba en esos días trascendentes de 1945 y ello le
traería consecuencias en su propio país, en las tormentosas jornadas de la década del
´50.

d) Un antiguo admirador de las SS se vuelve democrático y


antiperonista

Como tenemos dicho más arriba, el Brasil había entrado en una intensa agitación
contra el varguismo. La llegada del primer regimiento de la Fuerza Expedicionaria
Brasileña, que supuestamente venía de reinstalar la democracia en Europa, contribuyó
grandemente al ambiente de hostilidad al presidente. En agosto de 1945, ese año
decisivo para Brasil y Argentina, se producen muy importantes manifestaciones de
trabajadores que pedían la continuación de Getulio al frente de la presidencia y, por lo

vídeo.
tanto, su presentación como candidato para las elecciones en ciernes. Dado que
desfilaron por la playa de Russell y frente al Catete, bajo la consigna “¡Queremos
Getúlio!” la prensa opositora los denominó “queremistas”. Las movilizaciones
permitieron ver el grado de popularidad que en los sectores más humildes de la
población mantenía “el padre de los pobres”44. La oposición tembló. ¿Nuevamente
habría un nuevo ´37? ¿Intentaría el dictador, llevado por su insaciable sed de poder,
movilizar la parte baja de la sociedad, en busca de su perpetuación en el poder?
En un libro que es una larga conversación con el ya retirado general Goes
Monteiro45, éste hace una insinuación sobre la posibilidad de una participación de
Lusardo en las movilizaciones de los “queremistas”. De manera sinuosa deja entrever
que fue gracias a sus informaciones sobre la “regimentación peronista que Vargas fue
seducido con la posibilidad de una reversión de la crisis del Estado Novo” 46. Como ya
vimos, el general Goes Monteiro había sido un ferviente admirador de las paradas de la
Werhmacht, del paso de ganso y las cruces gamadas del Tercer Reich. En los años más
duros del Estado Novo, su nombre estuvo siempre vinculado a los excesos de la policía
política, a la censura de prensa, a la línea más inclemente en la represión,
encarcelamiento y tortura a los militantes comunistas de la fallida insurrección de
Prestes. Pero estamos en 1945 y los aliados están ganando la guerra. En ese extenso
reportaje dice: “El embajador del Brasil en Montevideo, señor Batista Lusardo, en su
correspondencia personal con el presidente Getulio, se mostraba muy adverso y hostil
al gobierno argentino y al régimen que fuera implantado en 1943. Mas tarde modificó
su opinión, convirtiéndose en uno de los mayores apólogos del ‘dúo’ Perón–Hitler” 47.
La impostura del impávido general no puede ser mayor. El gobierno de Perón, como
sabemos, fue, en el sentido social e ideológico, una antípoda del régimen juniano, pero
el general sabía “hacerse amigo del juez”.
Refiriéndose al 17 de Octubre, sostiene: “No tenga dudas, señor, de que fue bajo
la influencia de esos acontecimientos en el país vecino, mezclado con lo que ocurría en
Brasil, que surgió una cuarta etapa para la actitud final del presidente Getulio (…) Lo
que procuraban entonces, el señor Getulio Vargas y sus aliados, era únicamente
establecer un clima de agitación capaz de dar la apariencia de que las instituciones del
44
Conf. Scenna, Miguel Angel, op. cit; Hirst, Mónica, op. cit.; Almanaque Abril, 1988; Caldeira, Jorge,
op. cit
45
Coutinho, Lourival, O general Goes depoe, Río de Janeiro, 1956.
46
Monteiro, Clauco, Op. cit.
47
Coutinho, Lourival, op. cit. Pág. 402
país estaban en peligro, y, de este modo, arrastrar una vez más, a los responsables de
nuestras Fuerzas Armadas, que, así lubricadas, podrían llegar a convencerse de la
inconveniencia e inoportunidad de las elecciones programadas y, consecuentemente,
sostener en el poder al señor Getulio Vargas, esto es, a saciar su obsesión” 48. (…) El
embajador Batista Lusardo, en Buenos Aires, escribió, entonces, una carta relatorio al
presidente Getulio, comentando los acontecimientos allí ocurridos, según el prisma que
le parecía más conveniente, para una analogía con la situación del Brasil. Después de
ello, en el primer encuentro oficial que tuve con el presidente, él me habló
insistentemente sobre el ‘affaire’ argentino, refiriéndose con entusiasmo al poder de las
masas, y noté que, en esa ocasión, estaba muy impresionado en ese aspecto. Pude,
asimismo, establecer un nexo con lo que ocurría con las manifestaciones populares…”
El admirador de las colonias laborales de Auschwitz y Treblinka se sentía nervioso
frente a la posibilidad de que la movilización popular diese aire a la continuidad de
Vargas, desarticulando los planes de sus nuevos jefes. “En las insinuaciones del
presidente Getulio sobre la reposición del general Perón hizo ciertos comentarios que
me parecían equivocados. Le dije que el caso brasileño era diferente al caso argentino;
que no pensase que Perón fue reconducido al Poder tan sólo por la fuerza de las
masas, sino, y principalmente, por las fuerzas del Ejército, las tropas de Campo de
Mayo, a las órdenes del general Avalos, opuestas a la Marina que antes había detenido
a Perón. Pude notar que al presidente Getulio no le agradó esa interrupción a su
manifestación concordante con lo que aconteciera en la Argentina”. Mucho menos le
hubiera agradado si hubiese sabido que el general, ahora admirador de Patton, le estaba
mintiendo a sabiendas. No había sido la Marina la que había detenido a Perón sino el
propio general Avalos, y habían sido sí las fuerzas populares las que lo habían
liberado49.
Cuando su coterráneo Vargas es derrocado, Lusardo estaba en Mar del Plata. Un
lacónico telegrama le informa de la situación y se vuelve de inmediato al Palacio
Errázuriz y desde allí envía un telegrama de solidaridad con Getulio y otro al ministro
de Relaciones Exteriores, manifestando su dimisión al cargo en Buenos Aires. “Yo no
me podía quedar. Era un elemento de confianza de él”, explica en sus memorias. El

48
Ibídem, pág. 433.
49
Esto dicho al margen de que un importante sector del Ejército apoyaba a Perón y que se montaba sobre
la movilización popular para doblegar a la conducción liberal. Pero no era esto lo que quería decir el
general Goes. Simplemente quería sacar de la cabeza tozuda y revolucionaria de su presidente la idea de
que una gran pueblada podía disolver los planes de la embajada norteamericana.
presidente Farrell le da un avión para que vuelva a su país y el riograndense se dirige a
Uruguayana. Allí se encontrará con los correligionarios que, desde el exilio en la
estancia Santos Reis de Getulio, preparan el candidato para la elección próxima. De esas
conversaciones con los antiguos conmilitones del ´30 saldrá la candidatura de Eurico
Gaspar Dutra.

e) Los cinco años de Dutra y la gestión de Lusardo

En estas elecciones João Batista sale electo diputado nacional por su estado. Su
papel en las elecciones ha sido fundamental. En primer lugar, convenció, no fácilmente,
al exiliado en São Borja, que era necesario apoyar al general, cuya lealtad era para
Getulio muy dudosa. De lo contrario, sostenían Lusardo y Neves da Fontoura 50, ganará
el brigadier Eduardo Gomes que es mucho más antigetulista. “E aí voce estará
liquidado de vez…”51. El propio Getulio acepta que João Batista participe junto al
candidato presidencial en la campaña. Con el triunfo de Dutra, Lusardo es elegido
diputado. A los tres meses de jurar, pide licencia a la cámara y asume nuevamente como
embajador en la Argentina.
La recepción que el presidente electo, y aún no asumido, Juan Domingo Perón
brindó al regreso de su amigo fue una experiencia que ningún otro embajador del Brasil
tuvo el placer de atravesar. El propio Lusardo cuenta: “Buenos Aires no vio recepción
igual … Parecía la llegada de alguna alta personalidad porteña”52. Las fotografía de la
época del arribo de Lusardo a Buenos Aires permiten entrever una gentileza y una
atención extrema del presidente de la República y de su esposa y como afirma Glauco
Monteiro: “Un cierto aire de perplejidad por parte de las autoridades del vecino país:
amables y gentiles, se muestran algo incómodas con aquella efusión ante un extranjero.
‘Pero Perón sabe lo que hace’”53.
En el diario "Mediodía" del 21 de mayo de 1946, con el título “Perón da un golpe
efectivo para acercarse a Brasil”, puede leerse: “Juan Perón hizo una abierta
sugerencia de desarrollar una estrecha amistad con el mayor vecino de la Argentina, el
Brasil, al dirigir personalmente una delegación de centenares de sus partidarios

50
Un poco más adelante volveremos sobre este personaje, compañero de universidad de Getulio,
conmilitón en la Revolución del Treinta, y que tendrá un papel fundamental en su caída en 1954. Era la
figura más destacada de la derecha getulista. Pero no nos adelantemos.
51
Monteiro Glauco, op. cit., pág. 303.
52
Ibídem, pág. 305.
53
Ibídem.
políticos que fue a dar una entusiasta bienvenida al embajador brasileño, João Batista
Lusardo. En una ceremonia sin precedentes que tuvo lugar en una estación terminal
ferroviaria de la ciudad, el presidente electo abordó el tren y abrazó públicamente a
Lusardo, al tiempo que la multitud de peronistas gritaba: ‘Viva Brasil’. (…) Lusardo
llevaba entrelazadas las banderas de Argentina y de Brasil, y les dio un beso a ambas
entre los gritos de júbilo de la muchedumbre”54. El general Perón había encontrado en
el embajador brasileño la persona con la cual intentar desarrollar sus ideas sobre la
unidad del continente.
Esta recepción generó una polémica en la Cámara de Diputados del Brasil del que
se hizo eco la prensa. En “O Jornal” aparecen destacadas las palabras de protesta del
diputado general Flores da Cunha, de la UDN. Después de calificar al emperador Pedro
II, el autócrata y esclavista verdugo del pueblo paraguayo, como “incomparable
estadista americano”, da Cunha afirma: “Esta fue siempre la política tradicional del
Brasil: la de marchar al lado y en completa solidaridad con los Estados Unidos. ¿Por
qué trabarla o interrumpirla, cuando juntos y hermanados acabamos de vencer a los
enemigos de la civilización humana?” Y agrega, para terminar: “Estamos en presencia
de una violación flagrante de las prácticas diplomáticas y de los cánones más
rudimentarios de la cortesía y del respeto que se deben los pueblos”. Y después de
celebrar que “la gran nación hermana haya vuelto al régimen de la legalidad”, termina
su discurso el inflamado tribuno: “Por ello los aplaudimos cordial y calurosamente,
porque para nosotros, como para los antiguos Griegos, sólo es democracia la
Organización del Poder que se opone al despotismo”55. Todo Tartufo que se precie
debe apelar a los clásicos.
Ya desde antes de que la voluntad popular lo convirtiese en presidente, el último
caudillo argentino veía que el entrelazamiento de destinos con el Brasil era el único
futuro posible para el continente. Como afirma lúcidamente Alberto Methol Ferré: “Fue
dentro de una perspectiva del proceso histórico mundial, pensado y comprendido
expresamente desde Argentina y América Latina, que Perón formuló su estrategia de
desarrollo esencial para su propio país. Este desarrollo lo concebía íntimamente ligado
a su contexto latinoamericano. Más aún, imposible sin su enlace con Brasil. Esta fue su

54
Cit. ibídem.
55
El recorte aparece transcripto como anexo a la nota R.E. nº 290 de la Embajada de la República
Argentina en Río de Janeiro de fecha 22 de mayo de 1946.
audacia y originalidad mayor”56. El riograndense Lusardo era exactamente el
interlocutor que Perón necesitaba para poner en práctica sus planes.
Archibaldo Lanús, en su libro “De Chapultepec al Beagle”57 no le ha dado el
lugar que se merece a esta etapa de la política exterior de Perón con respecto al Brasil.
Pese al poco eco que despertó en los círculos curialescos de Itamaraty, como ya
veremos más adelante, todas las propuestas y los gestos de Perón dirigidos a la
cancillería brasileña a través de Lusardo –hombre de confianza de Vargas, como
sabemos– eran tan sólo antecedentes de la política que, osadamente, trataría de
desarrollar cuando, llevado por el voto popular, Getulio volvió al palacio del Catete.
Pese a lo afirmado por Miguel Angel Scenna –“El quinquenio que cubre el mandato de
este gobernante (Dutra) se caracterizó por las relaciones formalmente corteses pero
carentes de entusiasmo con la Argentina”58– las gestiones de Lusardo hicieron posible
un acuerdo de suministro de trigo, que no dejó de traerle dolores de cabeza al
embajador, con una interpelación en la Cámara de Diputados. No es del caso aquí narrar
los pormenores59. El hecho es que tanto Lusardo como la diplomacia argentina empiezan
a encontrar sólidas resistencias en los más altos responsables de la política exterior
brasileña.
En 1947 es electo gobernador de Rio Grande do Sul el doctor Walter Jobim.
Hombre vinculado a las intervenciones varguistas en su estado, su sueño había sido y
era un plan estadual de electrificación, tarea que no había logrado por falta de
financiación. Al asumir, vuelve a poner sobre el tapete su viejo sueño. En una entrevista
con Lusardo, Perón le manifiesta haber leído en la prensa brasileña sobre los planes de
Jobim y le ofrece un préstamo en las mismas condiciones favorables que el realizado a
Chile60. Perón, en conocimiento de la imposibilidad constitucional de los estados
federados de asumir empréstitos internacionales, le propone a Lusardo que plantee el
ofrecimiento al presidente Dutra.

56
Methol Ferré, Alberto, op. cit. Pág. 23.
57
Lanús, Archibaldo, De Chapultepec al Beagle, pág. 7, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986.
58
Scenna, Miguel Angel, La cuenca del Plata, pág. 13.
59
Pueden leerse en, Monteiro, Glauco, op. cit., pág. 307 y ss.
60
Obviamente en el ofrecimiento de Perón había algo más que generosidad con el vecino. Toda la tarea
de seducción por parte del presidente argentino hacia el embajador Lusardo y el país al que este
representa tiene como objetivo acercar al Brasil a las propuestas argentinas y aflojar, de esa manera, el
rígido alineamiento de la política exterior brasileña con los dictados de Washington en el Cono Sur. El
objetivo táctico a alcanzar era un diálogo amplio y franco con Dutra.
Lusardo vuelve a su terruño, conversa con el gobernador, quien aceptó
complacido la propuesta, y se dirige a Río para hablar con Dutra. Convence a su
presidente y éste se compromete a recibir toda la papelería del caso y entregarla al
Ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Fernandes. Lusardo, de vuelta en Buenos Aires,
espera ansioso el inicio de las negociaciones por parte de su superior. Pero el tiempo
pasa y no hay novedades. Por fin llega al palacio Errázuriz una nota firmada por el
canciller, en la que se rechaza el ofrecimiento con el argumento de que “el patriotismo
y la sensibilidad brasileña no permitían aceptar el empréstito”61.
Cuando el 21 de mayo de ese mismo año ´47 se reúnen en Paso de los Libres y
Uruguayana ambos presidentes, en ocasión de inaugurar la plaza Argentina en la
localidad brasileña, correspondía al canciller Raúl Fernándes agradecer la plaza de
deportes donada por Argentina. Según el historiador riograndense Tadheo Onar,
Fernandes desapareció y se perdió entre la multitud que presenciaba el acto. Ante su
ausencia Dutra debió solicitar a Lusardo que, en nombre del gobierno y el pueblo
brasileños agradeciese el gesto argentino62. Agrega Onar: “Este hecho muestra como
Itamaraty había desligado los intereses del Brasil en la región de la fascinante
comunidad del Río de la Plata, principalmente en relación a la Argentina, que es la
piedra de toque o la fuerza principal para la realización de cualquier proyecto audaz o
arrojado”63. Raúl Fernandes64, como Neves da Fontoura, había tomado del Barón de Rio
Branco una parte de su concepción diplomática: la que establecía la relación
preferencial con los EE.UU. A ello sumaban un punto de vista de cuño imperial en lo
que se refiere a las relaciones con Argentina. Sabía de qué estaba hablando el general
Perón cuando, el 11 de noviembre de 1953, en su discurso en la Escuela Superior de
Guerra, afirmó: “Señores, sé que el Brasil, por ejemplo, tropieza con una gran
61
Ibídem.
62
Conf. La Razón, 22 de mayo de 1947.
63
El texto de Tadheo Onar esta citado en Carneiro, Glauco, op. cit. Pág. 312.
64
Este Canciller del presidente Dutra pertenecía a la UDN, la coalición antigetulista que había perdido
las elecciones. Fue nombrado en reemplazo del veterano João Neves da Fontoura, por gestión directa de
los EE.UU y en circunstancias altamente humillantes para este último. A mediados de julio del ´46 se
reúnen en Versalles los países aliados. En esta conferencia se discutían las reparaciones de guerra que
cada país exigiría a Alemania. Neves da Fontoura dejó azorado a los curtidos participantes de la reunión
al afirmar que no tenía exigencias para hacer. Su respuesta, contrariamente a lo que había pretendido,
indignó a los norteamericanos y los llenó de desconfianza sobre el canciller brasileño al punto de dirigirse
a Dutra y exigirle su renuncia. El tornadizo presidente pidió y aceptó la dimisión de João Neves durante la
misma conferencia y nombró al udenista Raúl Fernandes, que hasta ese momento era un miembro más de
la delegación brasileña en Versalles. Esta movida significó una alianza del presidente con el partido de la
oposición y el alejamiento relativo de los sectores más getulistas. Una de las condiciones de la asunción
de Fernandes –un ferviente antiperonista– fue el retiro de Lusardo de la Argentina. Conf. Carneiro,
Glauco, op. cit., pág. 318
dificultad: es Itamaraty, que constituye una institución supragubernamental. Itamaraty
ha soñado, desde la época del Emperador hasta nuestros días, una política que se ha
prolongado a través de todos los hombres que han ocupado ese difícil cargo en el
Brasil. Ella los había llevado a establecer un arco entre Chile y Brasil; esa política
debe ser vencida con el tiempo y por un buen proceder de nuestra parte”65. Fue esa
política la que hizo estériles los esfuerzos en este período de Lusardo y Perón, tratando
de que el encuentro de Uruguayana trascendiese la cortesía formal de un encuentro a ese
nivel. Como apunta Archibaldo Lanús: “Ya en este acto protocolar pueden observarse
dos actitudes: la del Jefe de Estado Argentino abierta y confiada, y la del brasileño,
más escéptica y limitativa”66. Los discursos emitidos por ambos mandatarios
testimonian estos dos estados de ánimo. Sostuvo Perón: “No puede hablarse de las
historias de nuestras patrias, sino de una sola historia. Tampoco puede hablarse de
impulsos nacionales sino de un solo impulso americano, porque éstos y aquélla, sin
desconocer los fuertes valores de ambos pueblos, han sido siempre un solo y feliz
camino hacia el porvenir. (…) Son los destinos del Brasil, destinos unidos con los de
Argentina, los de Argentina unidos a los del Brasil, son los de la América misma,
destinos que se encuentran representados en estas reinvindicaciones de virtudes para
la latinidad. (…) Por esta carretera que se abre para el paso de nuestros hombres y de
nuestros pueblos pasará la nacionalidad continental pronosticada por nuestros
visionarios y consolidada por nuestros empeños. (…) Si somos capaces de vencer a la
naturaleza en sus esquemas telúricos, seamos también capaces de vivir sin fronteras en
esta inmensa democracia, donde los afanes son universales y en donde los sentimientos
son fraternos”67. Perón comenzaba a desplegar ante su par brasileño conceptos
doctrinarios que hacían a su visión estratégica sobre la unión latinoamericana. Resulta
difícil sustraerse al magnetismo de estas palabras que, a la vez que expresaban un deseo,
intentaban, al enunciarlo, ponerlo en marcha. Nada más lejos de su pensamiento que el
estrecho molde de un nacionalismo de campanario.

65
Perón, Juan Domingo, América Latina en el año 2000: unidos o dominados, pág. 79, Ediciones de
la Patria Grande, Casa Argentina de Cultura, México, 1990. Este libro contiene una selección de artículos
periodísticos publicados por Perón bajo el seudónimo Descartes, así como los principales discursos
vinculados al tema de este ensayo.
66
Lanús, Archibaldo, op. cit., pág. 8
67
Del discurso del general Juan Domingo Perón, pronunciado en Paso de los Libres el 21 de mayo de
1947. La Razón, Buenos Aires. El l discurso fue pronunciado después de un almuerzo celebrado en el
Casino de Oficiales del Regimiento 27 de Infantería en esa localidad correntina
Estas, en cambio, fueron algunas de las palabras de Dutra: “Este nuestro
encuentro señor presidente, tiene un doble significado. Es una demostración de la
antigua cordialidad argentino–brasileña y al mismo tiempo una refirmación pública de
los propósitos en que están empeñados nuestros dos países de proseguir trabajando en
armonía para bien recíproco, beneficio de América y provecho del orden
internacional.”68 Cordialidad, armonía y orden internacional era el mensaje del
presidente brasileño. No había el menor hálito de una voluntad que recogiese la
propuesta que Perón le formulaba. “Como es de conocimiento común que de la
prosperidad de las partes depende la prosperidad del todo, podemos decir que, como
miembros del sistema interamericano, cuando trabajamos en el orden bilateral estamos
trabajando en interés de todo el continente” 69. Detrás del lugar común se veía la
docilidad a aceptar sin retaceos el punto de vista del “panamericanismo”
norteamericano. El brindis final es revelador: “Es mi deseo, y conmigo lo desea todo el
Brasil, que bajo su esclarecida presidencia pueda su país, señor presidente proseguir
su obra de trabajo, de progreso y de orden” 70. Nuevamente el viejo Augusto Comte
servía para frenar los ímpetus transformadores. Unos días después, el diario “La
Nación”, con su soporífera prosopopeya, editorializaba sobre el encuentro y terminaba
diciendo: “La persistencia de las naciones de este continente en seguir ese rumbo (se
refiere al de formalizar reuniones entre los distintos presidentes) es un hecho que
llevará a la práctica la profecía del gran ministro Canning sobre el papel del Nuevo
Mundo”71. El arquitecto de la balcanización del Plata era elevado al rango de precursor
de los esforzados intentos de unidad. Nunca más acertada la obligada y casi obvia
comparación con la presencia de Poncio Pilatos en el Credo.
Dice Scenna: “Las cosas no se modificaron en los años siguientes. El Brasil de
Dutra siguió siendo dócil satélite con escasa latitud de pensamiento propio. En todas
las conferencias panamericanas siguió al pie de la letra la posición norteamericana.
Cuando estalló la guerra fría entre los viejos aliados de la guerra caliente y el mundo
se escindió en dos bloques encabezados por Estados Unidos y Rusia en puja por el
dominio mundial, Brasil se plegó con entusiasmo al Departamento de Estado” 72. En el

68
Del discurso del general Gaspar Dutra en Paso de los Libres. La Razón, 21 de mayo de 1947.
69
Ibídem.
70
Ibídem.
71
La Nación, 23 de mayo de 1947, pág. 4.
72
Scenna, Miguel Angel, op. cit. Pág. 12.
mejor de los casos trató de mediar entre la Argentina y EE.UU., como en las
negociaciones de Chapultepec, en febrero de 1945, o en la reunión de Río de Janeiro en
1946, a efectos de evitar que Buenos Aires quedara fuera del sistema interamericano.
Esto le permitía a la diplomacia brasileña fortalecer su posición como interlocutor
privilegiado de Washington73.
El 6 de febrero de ese mismo año ´47 João Batista Lusardo se volvía al Palacio
Tiradentes en Río a ocupar su banca de diputado riograndense. El presidente Dutra, por
las razones que ya vimos, le había pedido la renuncia. Pero su ausencia de Buenos Aires
no será para siempre.

J. El viejo A.B.C. es relanzado por Perón.

Ellis Brigs, director de la Oficina de Asuntos de las Repúblicas Americanas y


posteriormente embajador norteamericano en Uruguay y Perú, en un memorándum de
fecha 20 de marzo de 1947 observaba: “Existe el peligro de que la Argentina aspire a
organizar un bloque del Cono Sur, bajo la dominación política y económica
argentina”. Decía además que los Estados Unidos debían oponerse a toda posibilidad
que “pudiese facilitar la formación de tal bloque”. Esta era la posición oficial del
gobierno estadounidense. Veía, en los designios de Perón, un desafío a su control
hegemónico en el área y, entendía que una política de acuerdos con Brasil establecía un
fuerte eje continental para ese desafío.
Con esas directivas, en el “Correo da Manha” del 8 de junio del ´47, el canciller
Fernandes declara, dando por terminadas todas las expectativas, que “Brasil no está
interesado en la formación de un ‘bloque latino’ patrocinado por el presidente Perón,
en la reminiscencia del antiguo bloque A.B.C.”74.
Perón estaba, efectivamente, interesado en la recuperación del viejo proyecto del
A.B.C., elucubrado por el Barón de Río Branco, pero en una perspectiva actualizada a
las condiciones del proceso de industrialización que vivía la región.

73
Conf. Hirst, Mónica, op. cit., pág. 10. Dice la autora: “Algunos sectores políticos en Brasil temían que
la prosperidad de Argentina de postguerra le permitiera una expansión económica y militar que
terminaría afectando el proyecto internacional del país”. En ese lugar, la autora insinúa que la
desconfianza brasileña se basaba en el hecho de que Gran Bretaña era la principal base de sustentación
externa de la Argentina, lo que creaba, según sus palabras, “un margen de autonomía con significados
ambiguos para el Brasil”. La teoría del antinorteamericanismo de Perón por su relación con los ingleses,
que hizo célebre a ciertas interpretaciones izquierdistas antiperonistas, reaparece en una versión más
académica.
74
Cit. En Hirst, Mónica, op. cit.
“El intento de Perón de instituir un ‘Nuevo A.B.C.’ iba mucho más allá que el
primer A.B.C., que no había alcanzado a ser más que un tratado para la solución
pacífica de las controversias. Ahora Perón buscaba, a través de un proceso de
complementación económica y unión aduanera, establecer la alianza Argentina, Brasil
y Chile, con el propósito de extenderla a todo el conjunto de América del Sur. Era una
empresa sin precedentes”75.
En declaraciones a la prensa, en una fecha tan temprana como el 19 de enero de
1948, Perón explicó: “Yo estoy por la constitución inmediata de una unión aduanera
sudamericana, a fin de que formemos un bloque económico capaz de discutir sobre
un pie de igualdad con las grandes masas económicas que se constituyen en otras
latitudes. Es necesario que los latinoamericanos unan sus esfuerzos a fin de que la
gran civilización de la cual son herederos no desaparezca absorbida por los eslavos y
anglosajones, constituidos actualmente en bloques antagónicos pero que en cualquier
momento pueden unirse” (el subrayado es nuestro)76.
Este concepto, planteado al principio mismo de su gobierno guiará toda la política
latinoamericana de Perón hasta su muerte. Como dice Lanús: “La política
latinoamericana de la Argentina, contrariamente a la del Brasil, no se basó en una
alianza militar y política con los Estados Unidos, sino que trató afanosamente de
consolidar un espacio de solidaridad política y económica entre los países de América
Latina y en especial con los del Sur del continente, es decir, Brasil, Chile, Bolivia,
Paraguay y Perú”77.
Unos años después, en 1951, Perón publico, bajó el seudónimo Descartes, un
artículo titulado “Confederaciones Continentales”. En él, expone los fundamentos
centrales de su pensamiento sobre este tema y el A.B.C. es presentado para el gran
público. Comienza afirmando: “Varios estudiosos del siglo XIX ya habían predicho que
al siglo de la formación de las nacionalidades, como se llamó a éste, debía seguir el de
las confederaciones continentales. (…) Hace ya muchos años un brasileño ilustre que
veía lejos, Río Branco, lanzó la idea del A.B.C., pacto político regional destinado a
tener proyecciones históricas. (…) El A.B.C. sucumbió abatido por los trabajos
subterráneos del imperialismo empeñado en dividir e impedir toda unión propiciada o
realizada por los ‘nativos’ de estos países ‘poco desarrollados’ que anhela gobernar y

75
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
76
Cit. en Lanús, Archibaldo, op. cit., pág. 7
77
Ibídem.
anexar, pero como factorías de ‘negros’ y ‘mestizos’ (…) La batalla por esa nueva
forma colonial se decidirá sin duda en el último cuarto del siglo XX. El año 2000
llegará con ese signo o con el triunfo de las confederaciones continentales. (…)
Entretanto, ¿qué hacemos los sudamericanos? Vivimos en pleno siglo XIX en el siglo
XX, cuando el porvenir puede ser nuestro según las reglas del fatalismo histórico y
geográfico, a condición de despertarnos a tiempo”. Y termina esta reflexión
periodística –las notas de Descartes se publicaban en “Democracia”, diario semioficial
que tenía gran penetración popular– con estas palabras: ”La unidad comienza por la
unión y ésta por la unificación de un núcleo básico de aglutinación. El futuro mediato e
inmediato, en un mundo altamente influido por el factor económico, impone la
contemplación preferencial de este factor. Ninguna nación o grupo de naciones puede
enfrentar la tarea que un tal destino impone sin unidad económica” (el subrayado es
de Perón).
“El signo de la Cruz del Sur puede ser la insignia de triunfo de los penates de la
América del hemisferio austral. Ni Argentina, ni Brasil, ni Chile aisladas pueden soñar
con la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza. Unidas
forman, sin embargo, la más formidable unidad a caballo sobre los dos océanos de la
civilización moderna. Así podrán intentar desde aquí la unidad latinoamericana con
una base operativa polifacética con inicial impulso indetenible”.
“Desde esa base podría construirse hacia el Norte la Confederación
Sudamericana, unificando en esa unión a todos los pueblos de raíz latina. ¿Cómo?
Sería lo de menos, si realmente estamos decididos a hacerlo”. (…)
“Unidos seremos inconquistables; separados, indefendibles. Si no estamos a la
altura de nuestra misión, hombres y pueblos sufriremos el destino de los mediocres”78.
Argentina, Brasil y Chile unidos económicamente bajo el símbolo de la Cruz
del Sur, en un proyecto de Confederación Sudamericana que se extienda hacia el
Norte, unificando a todos los pueblos de raíz latina, éste era el plan estratégico que
Perón ofrecía a los pueblos vecinos. Europa recién comenzaba a reconstruirse bajo los
designios del Plan Marshall. Era la época de “Alemania hora cero”, la desgarradora
película de Roberto Rossellini que muestra el dolor y la desesperación de la derrota
germana. Berlín todavía estaba dividido en cuatro zonas, uno para cada uno de los
aliados. Comienza a formarse el “bloque socialista”, sobre la base de la ocupación
militar soviética en los países de Europa central y oriental. Son los tiempos iniciales y
78
Perón, Juan Domingo, op. cit., pág. 43.
ásperos de la Guerra Fría. Las potencias triunfadoras han repartido sus esferas de
influencia y Sudamérica ha quedado en la órbita de Washington. Frente a ello, el
presidente argentino ofrece, por primera vez en la historia política latinoamericana, una
salida que recoge y amplia las banderas liberadoras que recorrieron los campos de
batalla, los periódicos y los parlamentos durante el siglo XIX. Como ha dicho
brillantemente Alberto Methol Ferré79: “Perón perteneció a la rara y tan necesaria de
‘políticos intelectuales’ y fue plenamente consciente del proceso histórico en que su
país estaba inserto. Los ‘políticos intelectuales’ son fruto y a la vez respuesta en
tiempos históricos de grandes cambios. Pues de lo contrario, en tiempos normales,
alcanza con el compartir los supuestos más convencionales del status quo. Sólo cuando
se vuelve necesario replantear todo radicalmente y el saber convencional se ha vuelto
ceguera y obstáculos, es que vienen los ‘políticos intelectuales’ que pueden tener los
más diversos y opuestos signos. Como Sarmiento y Alberdi, Lenin y Mao, Bolívar y
Haya de la Torre”.

1. Los acuerdos de integración con Chile

El primer acuerdo se firmó con Enrique Herzog, presidente de Bolivia, en octubre


de 1947. En oportunidad de reunirse en la localidad salteña de Yacuiba con el primer
mandatario boliviano para ratificar los acuerdos, expresó el presidente Perón en su
discurso: “Debemos comprender los americanos, que hemos de vivir unidos, porque
cuando los hermanos se pelean los devoran los de afuera. Esta sentencia gaucha de
todos los tiempos está llegando al corazón de todos los americanos, y cuando América
se convenza de la necesidad de unirse ha de presentarse al mundo como un bloque de
granito que no lo podrán destruir ni el tiempo ni el olvido” 80. No dejaba de pasar una
oportunidad sin dar a entender que estos actos diplomáticos y comerciales no eran, en su
pensamiento, simples hechos aislados sino que constituían momentos de una política en
la que el concepto de bloque es su eje estructural. No obstante, las conversaciones no
avanzaban con la rapidez que el argentino exigía.
Recién el 1º de febrero de 1952 Argentina y Chile firman un acuerdo de un año
de duración. Por el mismo, Chile enviaría a la Argentina 15.800 toneladas de cobre
semielaborado con un costo de 1000 dólares la tonelada. A modo de pago, Argentina

79
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
80
La Razón, Buenos Aires, 24 de octubre de 1947
enviaría 48.000 cabezas de ganado en pie por la zona central y 45.000 por el norte. De
esto resultaría un saldo favorable para la Argentina, que sería compensado en salitre.
El convenio debía renovarse en 1953, pero la resistencia de los ganaderos chilenos
hizo caerlo. Perón entrevió que este tipo de acuerdos debían ser integrados en
conversaciones más amplias que contemplasen la totalidad de la estructura económica
de los países suscriptores.
En setiembre de 1952 había llegado al poder en Chile el general Carlos Ibáñez del
Campo, imponiéndose, con el 47% de los votos, sobre una coalición de partidos
liberales y de izquierda, liderados por Salvador Allende, quien luego fuera el mártir del
Palacio de la Moneda.81. Sabía Perón que el nuevo presidente chileno tenía una posición
antiimperialista, alejada de las dos potencias que se repartían el mundo y un afán social
que lo acercaban al programa que él desarrollaba en la Argentina y por eso decidió
viajar al país transandino. Téngase presente que las visitas presidenciales no tenía
entonces la frecuencia que hoy tienen. El presidente se trasladó en el tren presidencial.
Esto daba como resultado que los vecinos de las poblaciones por las que atravesaba el
convoy se volcasen a saludarlo. El desplazamiento se convertía en un hecho político en
sí mismo. Los diarios y la radio informaban hora a hora sobre el lugar por el cual
acababa de pasar el convoy. Obvio es que las características del propio Perón y la
admiración y cariño que se le dispensaba hacía de sus viajes un hecho de intensa
movilización popular.
Los sectores más conservadores de la sociedad chilena, al igual que lo que vimos
en Brasil, habían comenzado su campaña acerca de la posible pretensión de Perón de
anexar Chile a la Argentina82. Dolores Vázquez había publicado antes de la llegada de
Perón un reportaje a éste en el que le pregunta su opinión acerca de este tema. Riéndose,
Perón responde: “Estoy dispuesto a aceptar que Chile se anexe a la Argentina. Lo
81
Salvador Allende no era entonces quien luego llegó a ser. De tradición liberal masónica, se había
caracterizado por un exagerado respeto y admiración por el Reino Unido, de tradicional influencia en la
economía y en la políticas chilenas, como la Guerra de Malvinas hizo notar. En la década del '70, una
publicación de la Izquierda Nacional recordó el emocionado recibimiento de Allende a la reina de
Inglaterra en una visita a Chile, artículo que desató la histeria de la prensa izquierdista porteña, que
prefería ocultar el hecho innegable a vislumbrar el enorme camino recorrido por Allende para vincularse
con las aspiraciones políticas de las mayorías populares de su país.
82
Es interesante destacar, sobre todo para los lectores más jóvenes, el peso que la palabra alemana
“anschluss” tenía a principios de la década del ´50 sobre el público de clase media. Apelaba a los
recuerdos sobre la anexión de Austria, por parte de Alemania, anexión que la película de Charles Chaplin,
“El Gran Dictador”, había popularizado. Llevaba el pensamiento y el sentimiento a la invasión a
Polonia, a la represión contra el levantamiento del ghetto de Varsovia, en suma, a Adolfo Hitler y el
nazismo. De ninguna manera establecía vinculación intelectual o afectiva con la anexión de Tejas, de
California o de Puerto Rico. Era la época en que cualquier expresión alemana era una amenaza de
antisemitismo y barbarie.
principal es la unidad, (...) Yo estoy dispuesto a discutir mis puntos de vista... que me
digan qué razones hay para mantener desunidos a Chile y Argentina” 83. No es más que
una versión hiperbólica de la pregunta que se hace en el artículo “Confederaciones
Continentales”: “¿Cómo? Sería lo de menos, si realmente estamos decididos a
hacerlo”. Quiere decir de cualquier manera, como sea, ése no es el problema. Pero el
pequeño nacionalismo de capilla, se puso en guardia. La agitación generada a partir de
esas declaraciones fue considerable.
El día antes de su llegada, el diario “Las Noticias Gráficas” publica un reportaje
de su periodista Carlos Morales Salazar84. En él sostiene el presidente argentino:
“Pienso que América del Sur debe unirse. El resto del mundo está agotando sus
reservas territoriales. Nosotros las tenemos en abundancia y sin explotar. Es lógico
pensar que las luchas del futuro serán económicas y ellas se orientarán hacia los
países que tengan más reservas de territorios y más riquezas que explotar en ellos. El
futuro nos impondrá la Unión Económica de América del Sur. Si no nos adelantamos a
los hechos, es posible también que la lucha nos encuentre desunidos. En este caso
seremos fácil presa del primer ‘vencedor’ que llegue”. Cada vez que el general Perón
habla del tema siente una especie de apremio y de desafío: “Si estamos dispuestos a
hacerlo”, “si nos adelantamos a los hechos”, “si estamos unidos”, “si somos capaces
de cumplir nuestra misión”. Sus palabras dejan la impresión de alguien absolutamente
confiado en la corrección de sus apreciaciones pero que duda sobre la disponibilidad de
sus fuerzas, de su capacidad de convicción, de su habilidad para comunicar sus ideas. Y
que siente la enorme responsabilidad histórica ante la eventualidad del fracaso.
Perón sabe cuál son los argumentos falaces de sus enemigos y se apura a
desbaratarlos. En ese mismo reportaje aclara: “La unión se realiza entre unidades
nacionales. Chile y Argentina pueden unirse. La unión entre nacionales, por otra parte,
exige que se trate de naciones justas, soberanas y libres… Sin esta condición puede
confundirse unión con anexión… Y ésta es una palabra que no se puede pronunciar
entre pueblos que tienen dignidad”.
Conoce también la campaña de prensa que se ha lanzado en Brasil. En una nota
fechada, en Río de Janeiro, el embajador Juan Cooke envía al Palacio San Martín un
despacho dando una síntesis sobre lo publicado en la prensa carioca sobre la entrevista.
El “Jornal do Commercio”, diario conservador liberal, francamente opositor a Vargas y
83
La Nación, Santiago de Chile, 18 de febrero de 1953
84
Reproducido en La Razón, Buenos Aires, 20 de febrero de 1953.
expresión de los viejos intereses exportadores, publica un extenso artículo donde puede
leerse: “Evidentemente nadie está tomando en serio el plan megalomaníaco que surge
de esta entrevista, que sería simplemente habladuría, si no fuera, como es en los
hechos, una expresión de los incorregibles pruritos hegemónicos y totalitarios del
hombre que se convirtió en dictador constitucional de la en otro tiempo libre y
progresista Argentina, y que vive agitado por el sueño de restaurar la política de
esclavitud, de destrucción de la libertad y de agresión a los propios pueblos vecinos,
que marcó el siniestro período de la tiranía de Rosas en Buenos Aires. (…) Lo que el
presidente Perón desearía, pero lo que no conseguirá, es quebrar la unidad y la fuerza
del panamericanismo. (…) No quiere poco el presidente argentino. Desea establecer
una especie de ‘anschluss’ en la América Latina. Una especie de alianza entre algunos
pueblos sudamericanos para la imposición y propagación de las teóricas virtudes del
nuevo orden erigido en las márgenes del Río de la Plata, como instrumento capaz de
resucitar el imperialismo ingenuo y provinciano que hace un siglo fundaba el tirano
Rosas en la derrota y el oprobio”85.
El diario “O Jornal” de la cadena del magnate Assis de Chateaubriand, a quien ya
vimos reclamando la anexión de Uruguay, miente a sabiendas: “Antes de emprender su
viaje el general Perón habló a periodistas chilenos y les anunció que va a realizar el
‘anschluss’ de Chile y Argentina. Los dos países no deberían nunca haberse separado,
porque esa era el pensamiento de O´Higgins y de San Martín”86.
Pero el que con mayor extensión se dedica al tema y que, según el embajador
Cooke contiene “las principales ideas sugeridas en el ambiente brasileño por la
entrevista” entre los dos presidentes, es el “Diario de Noticias”. Allí puede leerse:
“Sucede que mientras Brasil, fiel a sus tradiciones de conducta en materia política
continental tiene en mira solamente los graves problemas de ultramar y las cuestiones
internas, la Argentina, bajo el dominio del general Perón, va creando una peligrosa
hegemonía en la parte sur del hemisferio. El imperialismo argentino procura saltar los
Andes e imponerse en Chile, cruzar el río Paraguay y hacerse sentir en el país guaraní,
proyectarse en el altiplano boliviano y ganar a continuación el Perú y llegar hasta las
selvas tropicales y establecerse en Ecuador. (…) Las aspiraciones de formación del
bloque A.B.C. sólo accidentalmente son recordadas ahora, y esto porque no

85
Nota de Juan Cooke a la Cancillería argentina, 20 de febrero de 1953.
86
Recorte adjunto a ibídem.
encontraría eco en nuestro pueblo cualquier movimiento que nos apartase, por poco
que fuera, del concierto integral de las naciones panamericanistas”87.
Este era el clima de terrorismo ideológico en el que el general Perón buscaba la
unidad fraterna de nuestros pueblos. No hay una sola argumentación sólida. Ni siquiera
se la consideraba una propuesta digna de ser analizada y discutida, aún cuando no se
estuviera de acuerdo. La prensa “seria” adjetivaba, apostrofaba, descalificaba. De esta
forma respondía Perón, bajo la firma “Descartes” a éstas y otras difamaciones: “Al
amparo de la ‘libertad de prensa’ existe toda una organización tenebrosa de carácter
internacional que todos sentimos y todos conocemos. A los brasileños no les importa
nuestra política interna, como a nosotros no nos interesa la suya. Ni la prédica
antiargentina ni su finalidad son brasileñas, sino resortes de un imperialismo a cuyo
azote no escapa casi ningún país de la tierra. (…) Es el sindicato de ‘gángsters’ de
‘protección de los negocios’ llevado a la política internacional. (…) A los gobernantes
de nuestros países se les presenta hoy una disyuntiva de hierro: deben elegir, en lo
interno, entre el imperialismo y su pueblo; en lo internacional, entre el imperialismo y
sus hermanos de sangre. Nuestro gobierno ya eligió: está con nuestro pueblo y con
nuestros hermanos”88.
Perón llegó a Chile el 20 de febrero de 1953 y se quedó hasta el 26 del mismo
mes. La visita constituyó un éxito político extraordinario. Su gira abarcó varias ciudades
entre ellas Concepción, Santiago y Valparaíso y participó de grandes concentraciones
populares y habló en la Universidad de Chile, en Santiago. La actividad del presidente
argentino fue intensa y amplia. El 23 de febrero recibió a una delegación de exilados
peruanos, del APRA, y venezolanos, de Acción Democrática. La delegación estaba
encabezada por el peruano Manuel Seoane quien manifestó al periodismo que venían a
saludar a Perón “porque tenían el convencimiento de que su posición antiimperialista,
de justicia social y de unidad indoamericana está de acuerdo con los postulados de
todos los partidos populares de avanzada de nuestro continente” 89. El ideario de Haya
de la Torre comenzaba a encontrar su realización.
A raíz de la campaña internacional desatada contra los acuerdos firmados que
llegaron a poner en cuestión la dignidad y el respeto debido a su país, el canciller
chileno, Arturo Olavarría, dio a conocer un documento en el que afirmaba: “Chile no

87
Ibídem.
88
Perón, Juan Domingo, op. cit. pág. 50
89
La Razón, Buenos Aires, 24 de febrero de 1953.
propicia bloques políticos que puedan debilitar o comprometer el sistema regional de
la Organización de los Estados Americanos. Pero es igualmente efectivo que la unión
económica entre Chile y Argentina es desde el punto de vista soberano de nuestro país,
condición esencial para el buen de tal política americanista”90. El general Perón había
encontrado, por fin, ecos a su prédica en un país hermano.
Cuando el presidente Ibáñez del Campo le devuelve la visita, en julio del mismo
año, se firma el Tratado de Unión Económica Argentino–Chilena.
El Acta y el Tratado contienen las bases programáticas y fijan los organismos que
deberán crearse para su funcionamiento. El 27 de octubre se establece el Consejo de la
Unión Económica Argentino–Chilena y el 22 de diciembre realizó su primera sesión en
Santiago de Chile, inaugurada por el general Ibáñez del Campo.
El 19 de febrero de 1954 se firmó en Santiago el Convenio de Intercambio
Comercial y Financiero que debía regir hasta el 31 de diciembre de 1958. El
intercambio previsto alcanzaba los 286 millones de pesos. De ese total, 261 millones se
podían importar de un país a otro sin permisos previos.

2. Paraguay y la devolución de los trofeos de guerra. Otros


acuerdos

El Convenio con Chile fue el comienzo de una etapa fructífera en el camino de la


unión económica. El 14 de agosto de 1953 se firmó en Buenos Aires el Convenio de
Unión Económica Paraguayo–Argentina que reproducía el Tratado Argentino Chileno.
De ese modo el Paraguay adhería al Acta de Santiago. En setiembre del mismo año se
firmaría el Protocolo Adicional que establecería las pautas de un crédito recíproco de
cinco millones de dólares.
Perón, durante su visita a Asunción, frente al Presidente Federico Chávez, dijo
que la hermandad de América Latina no debía tener supremacías “América es una gran
patria (…) somos una sola tierra del futuro del mundo” 91. Y en alusión a las
acusaciones norteamericanas respondió el presidente argentino: “Algunas veces se nos
ha acusado de que éramos perturbadores de la confraternidad panamericana. Nosotros
hemos tenido nuestros problemas, hemos sostenido nuestras razones, pero nunca hemos
dejado de ser americanos. Hemos fijado bien claramente que para los gobernantes

90
La Razón, Buenos Aires, 13 de marzo de 1953.
91
La Razón, Buenos Aires, 3 de octubre de 1953.
argentinos, dentro del mundo, primero está el continente, y dentro del continente, para
nosotros, los argentinos, primero está la Argentina”92.
Perón sentía que estaba empezando a pisar terreno más firme y no quería, por
nada del mundo, que los enemigos del proyecto, de la mano del Departamento de
Estado, cabalgando sobre los prejuicios localistas o, más aún, sobre viejos rencores
históricos, pudieran obstaculizar sus planes. Esto y la reparación de una herida histórica
infringida al valiente pueblo paraguayo fueron las razones determinantes para que, con
motivo de la asunción del presidente Stroessner, la presencia de Perón tuviera un
carácter especial.
El 14 de agosto de 1954 Perón llegó a Asunción para hacer entrega de las
reliquias y algunos trofeos que la Argentina poseía desde la Guerra de la Triple Alianza.
Esperaba así, según lo expresó en un discurso frente a Stroessner, que se “…selle para
siempre una inquebrantable hermandad entre nuestros pueblos y nuestros países”. Era
plenamente conciente de que con este acto, Perón cicatrizaba para siempre la herida
abierta, no ya con la criminal Guerra sino con el olvido con que Buenos Aires trató a la
tierra del doctor Gaspar de Francia y del mariscal Francisco Solano López y terminaba
la tarea que don Hipólito no había podido realizar por la enconada resistencia que
encontró en su época. Como devolución a ello, el gobierno paraguayo declaró a Perón
ciudadano honorario del Paraguay, uno de los títulos que más lo enorgullecieron en su
larga vida.
El Protocolo con el Paraguay se había firmado el 23 de setiembre, con una
duración de tres años y sus características eran las mismas de los anteriores acuerdos.
Argentina había ya concertado con Ecuador el Acuerdo Complementario, el 22 de
agosto de 1953, con una duración de tres años. El doce de diciembre del mismo año
Ecuador adhería al acta de Santiago. Para nuestro país el acuerdo firmado era
especialmente importante, porque entre los productos que se comprometía a
intercambiar Ecuador figuraba el petróleo, y la Argentina de entonces estaba lejos de
poder autoabastecerse de ese producto.
Igualmente beneficiosa resultó la adhesión boliviana a la Unión Económica, cuyas
listas de acuerdos comerciales también incluían el petróleo, además de estaño, azufre y
antimonio; se liquidaban las deudas bolivianas por la construcción del ferrocarril
Yacuiba-Santa Cruz y la carretera Orán–Tarija, y por último se acordó la reducción de
las barreras aduaneras. El acuerdo se firmó el 9 de setiembre de 1954.
92
Ibídem.
K. El regreso de Getulio Vargas

La voluntad popular volvió a colocar en la presidencia al político que, según sus


enemigos, había sido presidente de facto entre 1937 y 1945. En 1950, su victoria en las
urnas fue aplastante. El viejo revolucionario del 30, según el historiador Thomas
Skidmore, “se vengó”93 de quienes lo acusaban de antidemocrático, ganando
limpiamente una elección libre.
El presidente Dutra, que había sido electo por el apoyo de Getulio, terminó su
período gobernando con la opositora UDN y el recelo, la desconfianza y hasta la
oposición del getulismo. Desde Santos Reis o desde la Casa Grande de Itu, el viejo
caudillo, senador de la república, sigue hilvanando la política brasileña. Cuenta con el
silencioso apoyo de los humildes para quienes había sido “el padre de los pobres”.
Pero se resistía a aceptar la candidatura a presidente. Se sentía –o simulaba sentirse–
desilusionado, cansado. El gobernador de São Paulo, Ademar de Barros, le promete un
millón de votos de su estado. La fracción leal del PSD le promete dos o tres millones. Y
el PTB, con Dantón Coelho, le daría lo que faltaba.
Por fin, se larga a recorrer el país. La campaña terminaría en un acto en el pueblo
natal, São Borja. Acercándose a sus pagos, tiene lugar un acto electoral en Uruguayana
–Batista Lusardo ha sido jefe de campaña–. En su discurso Getulio, curiosamente, se
sale del tradicional libreto de un discurso comicial y pareciera que hablara con algún
interlocutor del otro lado del Uruguay. “Por índole y tradición somos un país
naturalmente identificado con todas las iniciativas que objetivan la armonía y la paz
entre todas las naciones, y especialmente entre las que con nosotros conviven en el
continente americano. La idea de la unión de los pueblos de América resulta
necesariamente de la situación geográfica y de la formación histórica del Nuevo
Mundo. La solidaridad de las naciones de este continente es, hoy, una bella realidad,
afirmada pro actos de inequívoca significación y singular importancia internacional” 94.
Después de referirse a las relaciones con la Argentina durante sus gobiernos anteriores y
sobre la construcción del puente entre esa ciudad y Paso de los Libres llevada a cabo por
su gobierno, aún cuando su sucesor decidiese ignorar el hecho, cuando fue reinaugurado
en 1947. Y es entonces cuando Getulio pronuncia las siguientes palabras: “El Puente
Internacional no pudo, hasta ahora, cumplir su verdadera finalidad, confraternizando
93
Skidmore, Thomas E., op. cit., pág. 111.
94
Vargas, Getúlio, A campanha presidencial, Livraria José Olympio Editora, Río de Janeiro, 1951. Cit.
en Carneiro, Glauco, op. cit.
a los pueblos de los núcleos marginales. Me cabe declararles que, si soy electo, pondré
todos los esfuerzos en el sentido de hacer cesar las restricciones que pesan sobre el
tráfico recíproco, para el restablecimiento de la deseada unidad cultural y económica”.
Llegado a Río Grande do Sul, Getulio armó su campamento en la estancia São
Pedro de Batista Lusardo. Allí se enterará de su triunfo. Allá organizó su gabinete. Y de
allí salió para el Palacio de Catete, su última residencia.
Al asumir, el 31 de enero de 1951, Vargas integró su gabinete con representantes
de todas las fuerzas políticas que habían apoyado su candidatura, en el intento de
conciliar intereses contrapuestos a fin de ganar la iniciativa política y como resultado de
los compromisos establecidos durante la campaña.
El PSD ocupa los ministerios de Hacienda, Relaciones Exteriores, Justicia,
Educación y Salud. El PTB recibe solamente la cartera de Trabajo, en la persona de
Danton Coelho, organizador del partido. Por su parte, el PSP ocupa Obras Públicas, un
puesto clave por el gran rol empresario que tendría el ministerio durante el nuevo
gobierno, y su jefe, Ademar de Barros influye decisivamente en la designación del
Presidente del Banco de Brasil. Se trata de posiciones relevantes, junto con el Ministro
de Hacienda, también decidido por Ademar de Barros, para determinar la política
monetaria y cambiaria.
Entre los jefes militares que Getulio nombra merece especial mención, por su
significación política, el nuevo Ministro de Guerra, el General Estillac Leal, un
respetado oficial, que había pertenecido a la vanguardia del "tenentismo" de los años 30,
llegando a integrar la legendaria columna Prestes, y que en ese momento era el jefe del
ala nacionalista del Ejército.

1. João Neves da Fontoura, un varguista antiperonista

Al frente de Itamaraty coloca a su viejo amigo João Neves da Fontoura. Es hora


que nos ocupemos de él. Había nacido en 1887 en el mismo estado que Getulio y
falleció en Río de Janeiro en 1962. Pese a haber participado en la conducción de la
Revolución del Treinta, ya en el 32 se había distanciado, vinculado a la rebelión
constitucionalista de São Paulo. Como resultado de la derrota del intento antigetulista,
Neves da Fontoura se exiló en Buenos Aires. No estuvo en la capital del Plata mucho
tiempo. En el año ´33 regresó a Brasil y siempre fue un hombre de gran influencia
política. Fue embajador en Washington del gobierno de Eurico Dutra, quien también lo
nombró canciller, como ya hemos visto así como las circunstancias de su renuncia. Fue,
durante su gestión como canciller, muy crítico a la gestión de Lusardo en Buenos Aires.
En una carta personal, fechada en julio de 1946, que reproduce Glauco Carneiro95
escribe que la política de Brasil es “hecha directamente en armonía con los EE.UU., a
cuyo lado luchamos en la última guerra” y agrega que en Washington “recrudece
ahora la mala voluntad contra Perón, mala voluntad justificada por sus actitudes
después de ser nombrado presidente constitucional y por sus palabras ambiguas,
cargadas de veladas amenazas”. En 1952 firma con el embajador de los Estados
Unidos, Herschell Johnson, un convenio secreto por el cual Brasil permitía a la fuerza
aérea norteamericana el relevamiento aerofotogramétrico de su territorio. Según afirmó
Goes Monteiro96, Perón consideró que ese acuerdo había sido realizado contra su
gobierno. El historiador Luis Alberto Moniz Bandeira lo considera “uno de los más
hábiles abogados del imperialismo norteamericano”97. Pese a que este nuevo ministerio
de Relaciones Exteriores lo obtuvo por gestión directa de Batista Lusardo, Neves da
Fontoura se resistió hasta último momento al nombramiento de aquél como embajador
en Buenos Aires, con el argumento de siempre, los compromisos con los
norteamericanos. El diario oficialista “La Epoca” de Buenos Aires sostenía que Neves
era un enemigo de la Argentina y el principal obstáculo para las buenas relaciones con
el gobierno brasileño.98
En 1953 Neves renunció a Itamaraty. Según sostuvo el periodista Carlos Lacerda
–el arquitecto periodístico del golpe que terminó con el último gobierno y con la vida de
Vargas–, Neves le contó que debió renunciar porque tuvo que “repeler” un emisario de
Perón a Vargas, que había venido directamente a entenderse con Getulio, pasando por
encima de su ministerio99. Cuando sale del gabinete de Getulio, Neves da Fontoura pasó
a la oposición y se sumó a la campaña provocadora de Lacerda, quien en su “Tribuna
da Imprensa” –desde donde bombardeaba con furibundo brulotes al presidente y, de
paso, a Perón– había publicado la conferencia de Perón en la Escuela Superior de
Guerra de noviembre del ´53. Neves, ya directamente complicado en la conspiración,
ratificó, con la autoridad que le daba haber sido titular de Itamaraty que existía un plan
95
Carneiro, Glauco, op. cit. pág. 317.
96
Coutinho Lourival, op. cit.
97
Moniz Bandeira, José Luis, Presença dos Estador Unidos no Brasil, Civilizaçcão Brasileira, Río de
Janeiro, 1973.
98
Conf. Hirst, Mónica, op. cit., pág. 24
99
Lacerda, Carlos, Depoimento, Nova Fronteira, Río de Janeiro, 1976.
secreto entre Vargas y Perón para reeditar el antiguo A.B.C. Lamentablemente, esta
información no pasó de ser más que un ataque golpista destinado a enrarecer el
ambiente político y montarse en la farsa del “imperialismo argentino”100, ya que el tal
pacto no existió nunca y no pasó de un intercambio de emisarios de los que, aún hoy
resulta difícil encontrar rastros, más allá por supuesto de la actividad pública y abierta
de João Batista Lusardo. Este mismo da el nombre del periodista Geraldo Rocha, del
diario “O Mundo”, quien fue enviado por el presidente Vargas a Buenos Aires, con el
objeto de, confidencialmente, informar a Perón de las dificultades que hallaba para
desarrollar en su país los lineamientos del A.B.C101.

2. El nuevo Brasil

Los rivales de Vargas eran, como lo habían sido siempre, los dueños de “la
hacienda y la tienda”102, los hacendados del café, los importadores y exportadores y los
productores nacionales de alimentos. Aunque el sector había ido perdiendo peso
político, tenía una gran incidencia como grupo de presión. En términos económicos se
habían favorecido por el alza de los precios del café en 1949 y al estallar la guerra de
Corea.
La presión se ejercía principalmente por medio de las Asociaciones Comerciales,
opuestas a la industrialización. Estas Asociaciones estaban organizadas en el país desde
muy antigua data y eran adversarias decididas de la industrialización, porque ella, en
último análisis, les quitaría el lugar de intermediarios de las fuentes externas de
abastecimiento, a la vez que las medidas de proteccionismo volvían más difíciles y
costosas los negocios de importación.
En el plano político, esos sectores eran representados por la UDN, atada a los
principios liberales en la economía y con una influencia importante en los sectores
medios de la sociedad, incluido un amplio sector de oficiales de las fuerzas armadas.
Los grandes medios de prensa de Río de Janeiro y San Pablo completaban el
circuito antigetulista y cumplirían un importante papel en el acoso generalizado al
Presidente. La cadena “O Globo” de la familia Marinho, vinculada a los importadores
portugueses de Río y el sórdido imperio de nuestro ya conocido Assis de

100
Skidmore, Thomas E., op. cit. pág 168
101
Carneiro Glauco, op. cit. 361 y ss.
102
Ramos, Jorge Abelardo, Historia de la Nación Latinoamericana, tomo 2.
Chateaubriand, “Diarios Asociados”, eran la vanguardia en la difamación al presidente
y su gobierno.
En la década del 50 se verificaba una mayor diferenciación entre las clases
sociales, en comparación con el período presidencial anterior de Vargas, el de la
creación del Estado Novo. Como resultado del lento proceso de industrialización y
urbanización se habían afianzado los sectores industriales, la clase trabajadora y la clase
media urbana.
Los primeros se destacaban en el llamado “triángulo San Pablo, Río y Belo
Horizonte”. Esta nueva burguesía, en rápido desarrollo, no había adquirido una clara
conciencia política. Algunos pocos empresarios se alineaban detrás del pensamiento y la
acción de Roberto Simonsen, un progresista empresario y escritor paulista que durante
toda su vida –murió en 1948– luchó a favor de una vigorosa política de industrialización
–y que curiosamente, por ese falso abismo político que tan a menudo se produce en
nuestros países, fue antigetulista–. La mayoría de los empresarios, sin embargo, limitaba
su acción política a tratar de garantizar medidas gubernamentales favorables al crédito y
subsidios para la industria. En San Pablo, esta burguesía se sentía representada por el
PSD y por el PSP de Ademar de Barros, que, como vimos, obtienen la mayoría de los
ministerios en el nuevo gabinete varguista. De todas maneras era un sector de escaso
dinamismo político –sobretodo en el nivel nacional– y muy dependiente de la actuación
de las organizaciones creadas al favor del Estado Novo103.
La clase obrera tenía una organización incipiente y presentaba pocas
manifestaciones políticas. Vargas planteó la defensa de sus intereses en la campaña del
50, en una actitud que sus críticos tildaron de “populismo”, epíteto aparentemente
despectivo muy usado en esta parte del mundo, tanto por la derecha como por la
izquierda liberales, y aplicado siempre a políticos de amplia y sostenida base popular.
Por su lado, la clase media, sobre todo en las regiones atrasadas del norte y el
nordeste, incluso en las grandes ciudades como Bahia o Recife estaba vinculada a la
arcaica estructura agraria tradicional, “basada en una agricultura de subsistencia, una
actividad pecuaria ineficiente y a primarias industrias extractivas”104, según afirma
Skidmore. Las novelas de Jorge Amado, sobre la ciudad de Bahía en los años ´30
reflejan las características de esta clase media, común a todas las grandes ciudades
latinoamericanas de la época, con su variopinta de vivillos, abogados alquilones de
103
Conf. Skidmore, Thomas E., op. cit.; Caldeira, Jorge, op. cit.
104
Skidmore, Thomas E., op. cit, pág. 112
puños gastados, almaceneros, empleados de escritorio con visera y mangas negras,
bohemios y porteros de casas de citas.
No obstante, en el ya citado “triángulo desarrollado” habían aparecido sectores
medios de nuevo tipo compuestos por burócratas, profesionales liberales y ejecutivos
vinculados al nuevo crecimiento industrial y a los intereses comerciales ligados a éste.
Esta nueva clase media contaba con una imprecisa noción de que su destino se ligaba al
afianzamiento y desarrollo de esta sociedad industrial. No obstante ello, en estos nuevos
sectores medios se podía diferenciar a los sectores ligados a la burocracia estatal, más
influidos por el viejo Brasil fazendeiro y exportador de productos primarios, de los
profesionales y administradores vinculados al moderno Brasil industrial. Estos sectores,
típicos de los nuevos centros industriales, se identificaban con el proceso económico
que les había dado origen y veían con sospecha y hasta con hostilidad los valores
tradicionales prevaleciente en el Brasil prevarguista. Según el ya citado Skidmore: “en
el fondo de su corazón eran aprehensivos con su situación futura, en un sistema
económico y social que se modificaba rápidamente. Esa aprehensión era, a su vez,
profundizada y complicada por la inflación de posguerra, que ya se había instalado
antes de 1950”105.
Había que poner en marcha un plan de inversiones a fin de superar los puntos de
estrangulamiento estructural, los atrasos sectoriales y desequilibrios regionales. Estaba a
la vista la falta de transporte, la insuficiente producción de energía eléctrica y la falta de
fuentes internas de combustibles. Brasil era, y en parte lo sigue siendo, un ejemplo de
doble economía, con desequilibrios entre el centro y sur industrializados y el nordeste
empobrecido. Un típico caso “de desarrollo desigual y combinado”, con polos de una
economía capitalista altamente industrializada y tecnificada, con amplios bolsones de
precapitalismo semifeudal, economías de subsistencia, latifundismo y minifundismo
improductivos y un vasto campesinado sin tierra.
Cuando vuelve a la presidencia, en 1951, Vargas, un político pragmático, no se
había comprometido irrevocablemente con ninguna estrategia de desarrollo, pero estaba
convencido de que era necesario un vigoroso dirigismo estatal. Una de las
características distintivas de su gobierno fue el enfrentamiento con el capital extranjero,
al que acusaba de expoliar al Brasil. En enero de 1952 emitió un decreto que imponía un
límite del diez por ciento para las remesas de ganancias. Perón mismo llegó a hacerse

105
Ibídem.
eco esta medida. Escribe Descartes en el mismo mes y año 106: “Según informa la United
Press, ‘el presidente Vargas ha firmado un decreto por el que restringe el registro
como capitales extranjeros en el Brasil a aquellos traídos realmente desde el exterior y
se limitan las remesas de utilidades al ocho por ciento anual de dichos capitales’”.
Después de una serie de consideraciones el alter ego periodístico del general Perón
sostiene: “No sabemos que ocurrirá con la reglamentación y el discurso de Vargas, a
pesar de reconocer que ‘la víscera más sensible del hombre es el bolsillo’. Podemos
afirmar que esa misma medida, tomada por la Argentina en 1946, produjo no poco de
los inconvenientes de la política internacional”.
Lo que ocurrió fue que la oposición liberal, asociada a esas empresas extranjeras y
financiada por ellas, entró en la conspiración. Los medios de prensa comenzaron a crear
un ambiente de animosidad contra Getulio, con una técnica muy conocida en nuestros
países consistente en que los sectores sociales y los individuos más profundamente
comprometidos con la exacción imperialista y con el estado de atraso del país y de
pobreza de su pueblo acusan a los gobiernos populares de corrupción. Así fue el caso en
Brasil. El escriba Carlos Lacerda, con el ropaje de un verdadero Savonarola, laico se
lanzó a una salvaje campaña de desprestigio. Como también suele ocurrir en nuestros
países, no faltaban razones a las denuncias de inmoralidad pública. “…no faltó
gobernador que llegó a jactarse de ser el más corrupto de todos” 107. Pero la campaña de
Lacerda se centraba en el presidente –hombre, por lo demás, austero, sobrio y honesto–,
pues el objetivo era destituirlo.
En este período funda Petrobrás e intentó la creación de Electrobrás. Con un
sentido más profundo aún que en su etapa anterior, Vargas “aplicaba una fórmula
nueva y más agresiva de nacionalismo económico tanto en los aspectos internos como
en los externos de los problemas brasileños. En el campo interno, defendía la
necesidad de empresas públicas como instrumento básico de la política de
inversiones”108.

106
Perón, Juan Domingo, op. cit. pág. 47.
107
Scenna, Miguel Angel, La Cuenca del Plata, pág. 14.
108
Skidmore, Thomas E.,op. cit. pág. 128.
3. Lusardo vuelve a Buenos Aires

El 24 de agosto de 1951 vuelve a ocupar por tercera la embajada de Brasil en


Buenos Aires el viejo amigo de Vargas y Perón, João Batista Lusardo. Pero no había
sido fácil su nombramiento. El nuevo embajador contaba, como ya hemos visto, con la
total oposición del Canciller Neves da Fontoura109 y con una abierta y declarada
hostilidad en los medios de prensa de su país, proclives a los puntos de vista
norteamericanos. “Los aviones brasileños encontraron el Aeroparque de Buenos Aires
todo engalanado y decorado con banderas verdes y azul y blancas, además de los
clásicos retratos de Perón y Evita con consignas de la campaña electoral, entre ellos el
famoso: ‘Perón cumple, Evita dignifica’”.
“Una multitud aguardaba al nuevo embajador, aún cuando en ella predominase
el mundo oficial. Lusardo descendió la escalerilla y fue abrazado fuertemente por Juan
Perón, que gritó: ‘¡Mi querido embajador!’. Un ramo de rosas, en manos de dos niñas
brasileñas, fue entregado a la ‘primera dama de las Américas’, a quien el brasileño
halló pálida y abatida. Cupo a Evita también recibir el mayor saludo de Lusardo,
aclamada entonces como ‘auténtica representante de la mujer argentina’”110.
Por la Radio Nacional, unos días después, el periodista Victor Costa, realizó un
extenso comentario, en onda corta y media, sobre la llegada de Lusardo y la recepción
presidencial. En ella decía, entre otras cosas: “Los círculos diplomáticos de la capital
argentina ven en la calurosa recepción al señor Lusardo, en todas sus declaraciones
iniciales y en la copiosa información en la prensa porteña al respecto, un síntoma
evidente de satisfacción general por la designación del doctor João Batista Lusardo
para el cargo de nuevo ocupa ahora. Prevén incluso estos círculos diplomáticos una
estrecha colaboración entre el Brasil y la Argentina, de la cual podrá resultar la
formación de un poderoso bloque de naciones sudamericanas, lo que será, sin duda, un
acontecimiento de especial importancia”111.
La actividad del embajador fue intensa durante los poco más de dos años que duró
su gestión. Sus relaciones con el gobierno y con Juan y Eva Perón fueron de una gran
confianza. En su conversación con Glauco Carneiro, el hijo de Uruguayana cuenta que

109
Conf. Hirst, Mónica, op. cit. pág. 18.
110
Carneiro, Glauco, op. cit., pág. 373.
111
Ibídem, pág. 374.
Perón llegó a solicitarle, en una oportunidad, su opinión sobre la candidatura de Evita
como Vicepresidente de la República.
En un cable de UP, fechado el 22 de setiembre de 1951, se informa sobre un
discurso del presidente argentino, en un homenaje a Lusardo celebrado en la Bolsa de
Comercio de Buenos Aires. En esa ocasión Perón sostuvo: “Los argentinos
compartimos su manera de pensar (la de Lusardo) de que Brasil y Argentina se
encuentran unidos en ésta hora incierta y que unidos salvaremos nuestros problemas.
Con nuestra unión en esta parte del mundo no sólo seremos ejemplo de unidad, sino
también el punto de apoyo que habrá de servir para lograr la unión del resto de los
países americanos”112.
Como se ve, el punto de vista de Perón sobre la unidad de Brasil y Argentina
como eje de una unión sudamericana era expresado en cada oportunidad que se le
presentaba e intentaba que sus ecos llegaran a Itamaraty. Su amigo Lusardo era el
instrumento adecuado que las circunstancias le habían puesto cerca. Es cierto, por otra
parte, que Lusardo compartía en su totalidad estos puntos de vista de Perón. Pero
contrariamente a lo que la insidiosa campaña de prensa en su país sostenía, en ningún
momento el embajador perdió de vista su misión y su cargo. En las negociaciones sobre
aspectos comerciales, de frontera e incluso políticos que involucraban a ambos países,
Lusardo defendió siempre con claridad los intereses de su país. Llegó incluso a
interceder ante Perón por la situación de algunos políticos y militares perseguidos por su
gobierno, como fue el caso del ex presidente general Rawson y de Marcelo Sánchez
Sorondo, entre otros.

L. El discurso de Perón en la Escuela Superior de Guerra

El 11 de noviembre de 1953, el general Perón pronunció una conferencia en la


Escuela Nacional de Guerra ante oficiales de alta graduación. La misma tuvo un
carácter especialmente reservado, dado el tema sobre el cual hablaría el presidente y el
clima que se vivía en ese momento, tal como ya tenemos contado. Fue posteriormente
editada por el Ministerio de Defensa, con carátula de reservado y se tomaron especiales
recaudos para entregar ejemplares a los oficiales participantes. “Un ejemplar del
fascículo, probablemente merced a los buenos oficios de los servicios de informaciones
de Estados Unidos, logró ser conocido por algunos políticos opositores emigrados en

112
Ibídem, pág. 400.
Montevideo y difundido en esa capital por medio de copias mimeográficas, como
prueba del ‘imperialismo argentino’”113. Más adelante veremos con qué consecuencias.
Esta conferencia es a la vez la síntesis y el cuerpo doctrinario del pensamiento
continental de Perón, que a lo largo de todos esos años había tratado de ir formulando, a
la par que poniendo en práctica, con esa virtud que Methol Ferré atribuye a los
“políticos intelectuales”.
Perón comienza formulando cuál es su visión histórica sobre la vida social
humana114. “Las organizaciones humanas, a lo largo de todos los tiempos, han dio,
indudablemente, creando sucesivos agrupamientos y reagrupamientos. Desde la familia
troglodita hasta nuestros tiempos eso ha marcado un sinnúmero de agrupaciones a
través de las familias, las tribus, las ciudades, las naciones y los grupos de naciones, y
hay quien se aventura ya a decir que para el año 2000 las agrupaciones menores serán
los continentes”. Nada más lejos del general Perón que un nacionalismo esencialista,
abstracto e ideologizante. Los estados nacionales son para él, momentos de “la natural
y fatal evolución de la humanidad” y su integración en unidades superiores no es lejana.
Después de exponer a la concurrencia su punto de vista acerca de lo que
consideraba los dos problemas centrales con que se enfrentaba el mundo
“superindustrializado y superpoblado”: el de la alimentación y el de las materias
primas. “Es indudable que nuestro continente, en especial Sudamérica, es la zona del
mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación,
extractiva está la mayor reserva de materia prima del mundo”.
A partir de estas premisas expone lo que considera nuestro principal peligro:
“nosotros estamos amenazados a que un día los países superpoblados y
superindustrializados, que no disponen de alimento ni de materia prima, pero que
tienen un extraordinario poder, jueguen ese poder para despojarnos de los elementos
que nosotros disponemos en demasía con relación a nuestra población y a nuestras
necesidades”.
Es a partir de estas consideraciones que Perón presenta el tema de la unidad
latinoamericana. Después de una breve consideración histórica, el presidente argentino
expone su preocupación: “Yo no querría pasar a la historia sin haber demostrado, por

113
Perón, Juan Domingo, op.cit. pág. 71, nota al pie. El autor de esa nota es Jorge Abelardo Ramos,
editor del libro de Perón, durante su gestión como embajador argentino en México.
114
Todas las citas de esta famosa conferencia son tomadas del libro mencionado en la nota anterior.
lo menos fehacientemente, que ponemos toda nuestra voluntad real, efectiva, leal y
sincera para que esta unión pueda realizarse en el Continente”.
Desde los tiempos de Bolívar no se oía en América Latina la voz de un militar y
jefe de Estado que con más convicción y firmeza comprometiese su paso por la historia
con la tarea unificadora. Y agrega: ”Pienso yo que el año 2000 nos va a sorprender o
unidos o dominados”. Este concepto se convertirá, a partir de esta fecha, en leit motiv
dominante en la política y el pensamiento del general Perón. "Unidos o Dominados"
será la consigna con la que volverá en 1973 y la que presidirá toda su política
internacional, tanto en el exilio como después del regreso al poder.
”En 1946, cuando yo me hice cargo del gobierno, la política internacional
argentina no tenía ninguna definición”.
”No encontramos allí ningún plan de acción, como no existía tampoco en los
ministerios militares ni siquiera una remota hipótesis sobre la cual los militares
pudieran basar sus planes de operaciones. Tampoco en el Ministerio de Relaciones
Exteriores, en todo su archivo, había un solo plan activo sobre la política internacional
que seguía la República Argentina, ni siquiera sobre la orientación, por lo menos, que
regía sus decisiones o designios”.
”Vale decir, que nosotros habíamos vivido, en política internacional,
respondiendo a las medidas que tomaban los otros con referencia a nosotros. (…) Nos
dedicamos a tapar los agujeros que nos hacían las distintas medidas que tomasen los
demás países. Nosotros no teníamos la iniciativa”.
Es esta descripción casi una definición del estado semicolonial de un país. Existe
una independencia formal, una constitución, independencia de poder, ejército y hasta un
lugar en las Naciones Unidas. Pero carece de política internacional propia. Pero
inmediatamente, el general Perón trata de dar una explicación a esto: ”No es tan
criticable el procedimiento, porque también suele ser una forma de proceder, quizá
explicable, pues los pequeños países no pueden tener en el orden de la política
internacional objetivos muy activos ni muy grandes, pero tienen que tener algún
objetivo”.
Respecto a esta última consideración, Methol Ferré hace una interesante reflexión
personal: ”Recuerdo que en mi juventud, cuando leí por primera vez el discurso,
publicado enseguida por el diario ‘El Plata’ del doctor Juan Andrés Ramírez, bajo el
título ‘El imperialismo argentino’ –así se formaban en mi país el clima contra Perón–
lo que más me llamó la atención fue la insistencia de Perón en ubicar a la Argentina
como ‘pequeño país’, cuando lo creíamos ‘grande’. Me dejaron asombrados tanto
Perón como Juan Andrés Ramírez, por razones inversas” 115. Perón quería, justamente,
dejar establecido con esto su absoluta renuncia a cualquier política hegemónica, pues,
como ya hemos visto, sabía que justamente éste era el argumento dado por quienes no
reconocían la existencia del imperialismo norteamericano y alertaban sobre el
imperialismo argentino.
”Por eso, bien claramente entendido, –continúa Perón– como lo he hecho en toda
circunstancia para nosotros: primero la República Argentina, luego el Continente y
después el mundo. (…) Vivimos solamente en una seguridad relativa, pensando,
señores, en la idea fundamental de llegar a una unión en esta parte del Continente”.
Es necesario acudir nuevamente al punto de vista de Methol Ferré para dejar
aclarado que ”en el contexto del discurso, cuando Perón se refiere a ‘parte del
continente’ y a veces a ‘Continente’ significa casi siempre América del Sur”116.
Sigue Perón: “La historia nos demuestra que ningún país se ha impuesto en ese
campo, ni en ninguna lucha, si no tienen en sí una completa, diremos, unidad
económica”. Es la teoría clásica de la aparición del Estado nacional. La unidad
económica es el antecedente y requisito necesarios para la aparición de los estados
nacionales europeos. Justamente el retardo en la constitución del estado alemán estuvo
dado por la dificultad en establecer esa unidad económica. Las barreras aduaneras entre
los pequeños principados que constituían el viejo imperio fueron el impedimento central
a la realización de la unidad alemana. El "Zollverein" – unión aduanera– primero, y la
unidad política después, fueron las tareas que realizó el mariscal Bismarck y que le
permitieron introducir a Alemania en el siglo XIX117.
Y a continuación expone el general Perón el centro crítico de su propuesta: “La
República Argentina sola, no tiene unidad económica; Brasil solo, no tiene tampoco
unidad económica; Chile solo, tampoco tiene unidad económica; pero estos tres países
unidos conforman quizá en el momento actual la unidad económica más extraordinaria
del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa inmensa disponibilidad
constituye su reserva. (…) Esto es lo que ordena, imprescriptiblemente, la necesidad de
la unión de Chile, Brasil y Argentina”.

115
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
116
Ibídem.
117
Conf. Hobswaun, Eric J., Las Revoluciones Burguesas.
“Es indudable que, realizada esta unión, caerán a su órbita los demás países
sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación de un nuevo
agrupamiento y probablemente no lo podrán realizar en manera alguna, separado, o
juntos, sino en pequeñas unidades”.
“Apreciado esto, señores, yo empecé a trabajar sobre los pueblos. Tampoco
olvidé de trabajar a los gobiernos, y durante los seis años del primer gobierno,
mientras trabajábamos activamente en los pueblos, preparando la opinión para bien
recibir esta acción, conversé con los que iban a ser presidentes, por lo menos, en los
dos países que más nos interesaban: Getulio Vargas y el general Ibáñez”.
“Getulio Vargas estuvo total y absolutamente de acuerdo con esta idea, y en
realizarla tan pronto él estuviera en el gobierno. Ibáñez me hizo exactamente igual
manifestación, y contrajo el compromiso de proceder lo mismo”.
Efectivamente, a comienzos de 1950 Perón recibió a João Goulart, enviado
personal de Getulio Vargas, y hubo un fructífero intercambio de ideas sobres las
posibilidades de iniciar una complementación económica entre los dos países. Fue
justamente la visita de Goulart lo que usó la prensa brasileña como prueba de que estaba
en marcha, desde mucho tiempo antes, un plan político conjunto entre Vargas y Perón.
Se habló incluso de que el gobierno argentino había financiado la campaña electoral de
Getulio118. Una cuestión que muy bien pudo ser cierta y debe ser mirada sin moralina
alguna, ya que estaba en juego un plan político de gran alcance con vistas a la unidad de
los países.
Lo cierto es que Perón respondió a Vargas con una carta que demuestra su
satisfacción por los contactos iniciados: "Con mucho gusto he recibido la visita del
señor João Goulart, con quien nos hemos puesto perfectamente de acuerdo. Quiero
hacerle notar que de continuo ayudo a mucha gente que recurre solicitando distintas
clases de favores, invocando la situación de ser amigos de usted. Deseo dejar expresa
constancia de que trabajaré con ellos para lograr que se pongan incondicionalmente a

118
El plumífero Lacerda, en agosto de 1956, lanzó en “Tribuna de Imprensa” la acusación de que el
entonces vicepresidente João Goulart había recibido setenta mil dólares del gobierno de Perón para
financiar la campaña de Getulio en 1950. A ese respecto, el embajador argentino en Río en ese entonces,
Felipe Espil, declaró al periodismo que: “Los documentos publicados no son oficiales, no fueron
entregados por funcionarios del gobierno argentino y el simple hecho de aparecer papel timbrado de la
vicepresidencia de la Nación Argentina, no otorga autenticidad a ningún documento”. Según Lacerda el
pago se había hecho por Vicente Carlos Aloé, como parte de una transacción en el monopolio de
importación de madera. Conf. recorte periodístico, La Razón, Buenos Aires, 18 de agosto de 1956.
sus órdenes y al que así no lo hiciere, le retiraré de inmediato toda clase de
atenciones…”119.
“Estoy perfectamente de acuerdo en que la persona indicada por usted sirva de
enlace entre usted y yo y me parece oportuno advertirle que es necesario ponernos a
cubierto en cuanto se refiere a las muchas personas que le verán, arguyendo
representación mía. Para evitarlo le hago llegar mi deseo de que solamente reconozca
carácter de tal, a quien sea portador de carta mía autógrafa y de esa manera
eliminaremos el peligro de los ‘comedidos’ que eligen el pretexto de servir a los demás
para servirse a si mismo”.
Y no pierde la oportunidad de agregar: “Comparto plenamente la opinión acerca
del brillante porvenir de nuestro Continente, si logramos unificar los esfuerzos de todos
los países que lo formamos, en cuyo favor no habremos de omitir ningún sacrificio
realizable. Tengo invariablemente confianza en el efectivismo de la fraternidad
americana y hacia él estará dirigido nuestro mayor empeño”120.
Pero volvamos al texto de la conferencia de 1953.
“Yo no me hacía ilusiones porque ellos hubieren prometido esto, para dar el
hecho por cumplido, porque bien sabía que eran hombres que iban al gobierno y no
iban a poder hacer lo que quisieran sino lo que pudieran”. Y continúa Perón: “(…) sé
también que el Brasil, por ejemplo, tropieza con una gran dificultad: es Itamaraty, que
constituye una organización supergubernamental. Itamaraty ha soñado desde la época
de su emperador hasta nuestros días con una política que se ha prolongado a través de
todos los hombres que han ocupado ese difícil cargo en Brasil. (…) Debe desmontarse
todo el sistema de Itamaraty y deben desaparecer esas excrecencias imperiales que
constituyen, más que ninguna otra razón, los principales obstáculos para que el Brasil
entre a una, diremos, unión verdadera con la Argentina”.
Una breve digresión. En carta fechada el 2 de setiembre de 1953, el embajador
argentino en Río, doctor Juan Cooke, expone ante su ministro, Jerónimo Remorino
algunas consideraciones sobre este tema: “Itamaraty siempre ha contemplado con
recelo cualquier acto de nuestro país que signifique un acercamiento con las demás
naciones del Continente. (…) La geopolítica de Itamaraty se basa en estimar como
lesiva para los intereses del Brasil cualquier unión entre otras naciones del Hemisferio.
(…) En consecuencia, la reacción ante la unidad económica argentino–chilena
119
La propuesta política es obvia: Perón solamente ayudará a aquellos que ayuden a Getulio.
120
La carta de Perón a Vargas aparece reproducida en Hirst, Mónica, op. cit., pág. 33.
consistió en tratar de estrechar los vínculos de todo orden brasileño–peruanos. (…)
Por fortuna, señor ministro, la articulación entre Lima y Río de Janeiro es tan
artificial, y se ha edificado sobre cimientos tan relativos, que puede pronosticarse que,
en su forma política actual, no ha de ser muy duradera”.
“(…) la política de Itamaraty obedece al planteo histórico –que ha heredado del
reino de Portugal en sus luchas contra España por el predomino en América, de un
encauzamiento en sentido de intentar y desear el debilitamiento argentino en el
hemisferio, ante la estimación de que, a la larga, será el único enemigo con potencial
suficiente en cualquier plano que podrá enfrentar a Brasil en Sudamérica. (…) Desde
luego, cabe destacar que, mientras la formulación de la política exterior argentina está
basada como las principales premisas de su gobierno, en la voluntad y tendencias
populares, la conducción internacional de la posición brasileña depende
completamente del pensamiento de una minoría que dirige Itamaraty y que se forma
dentro de las concepciones del Barón de Río Branco, modificándolas muy levemente y
sin seguir el compás de los acontecimientos modernos” 121. La concepción de Perón no
era una ocurrencia personal. Existía todo un sistema de cuadros políticos, militares y
diplomáticos que, o bien habían colaborado en gestar ese pensamiento estratégico, o
bien coincidían plenamente con sus postulados. El excelente informe del doctor Cooke,
que acabamos de leer, lo testimonian. Nótese la coincidencia, incluso terminológica,
con el discurso de Perón , en lo referido a Itamaraty.
A continuación de esta franca exposición de las dificultades que encuentra su
proyecto Perón dice una frase reveladora: “Nosotros con ellos no tenemos ningún
problema, como no sea es sueño de la hegemonía, en el que estamos prontos a decirles:
son ustedes más grandes, más lindos y mejores que nosotros; no tenemos ningún
inconveniente”. De nuevo la hipérbole como recurso retórico para convencer. Y
siempre el mismo mensaje: no importa de qué manera, en qué condiciones, lo que
importa es la unidad. No tenemos que poner ninguna traba, tenemos que aceptar lo que
sea, porque, en su concepción, lo peor es la atomización. “Nosotros renunciamos a todo
eso, de manera que ése tampoco va a ser un inconveniente”, termina diciendo Perón.
“Cuando Vargas subió al gobierno me prometió a mí que nos reuniríamos en
Buenos Aires o en Río y haríamos ese tratado que yo firmé con Ibáñez después: el
mismo tratado. Ese fue un propósito formal que nos habíamos trazado. Más aún,
dijimos: Vamos a suprimir las fronteras si es preciso. Yo ‘agarraba’ cualquier cosa,
121
Cooke, Juan, Nota al Ministerio de Relaciones Exteriores, 2 de setiembre de 1953.
porque estaba dentro de la orientación que yo seguía y de lo que yo creía que era
necesario y conveniente”. Nuevamente el mismo recurso. Y recordemos que estaba
hablando ante altos jefes militares cuya misión, según la concepción de la patria
pequeña, ha sido el cuidar nuestras fronteras. Pero quería dejar establecido para siempre
la idea de que cuando se sabe el “qué"” el “cómo” no importa.
Esta es, por así decir, la parte teórica o doctrinaria de la conferencia. A
continuación de ella, Perón cuenta a sus entorchados oyentes los detalles y las
dificultades de las negociaciones que en ese sentido puso en marcha. Claro que en un
pensamiento, como el de Perón, tan ligado a la práctica concreta, a la experiencia, toda
situación particular lo lleva a una reflexión de orden general.
“Más tarde Vargas me dijo que era difícil que pudiéramos hacerlo tan pronto,
porque él tenía una situación política un poco complicada en las Cámaras y que antes
de dominarlas quería hacer una conciliación. Es difícil eso en política; primero hay
que dominar y después la conciliación viene sola. Son puntos de vista, son distintas
maneras de pensar”122. “El siguió un camino distinto y nombró un gabinete de
conciliación, vale decir, nombró un gabinete donde por lo menos las tres cuartas partes
de los ministros eran enemigos políticos de él y que servirían a sus propios intereses y
no a los del gobierno”. Se refiere Perón al gabinete que Getulio formó al asumir su
gobierno. Como ya vimos, Getulio intentó con ello aliviar a su gobierno de la presión
opositora, cosa que no logró.
“Claro que él creyó que esto en seis meses le iba a dar la solución, pero cuando
pasaron los seis meses el asunto estaba más complicado que antes. Naturalmente, no
pudo venir acá; no pudo comprometerse frente a su parlamento y frente a sus propios
ministros a realizar una tarea que implicaba ponerse los pantalones y jugarse una
carta decisiva frente a la política internacional mundial; a su pueblo, a su parlamento
y a los intereses que había que vencer”.
Narra a continuación el acuerdo con Ibáñez, que ya hemos visto y aclara: “Pero
antes de hacerlo, como tenía un compromiso con Vargas, le escribí una carta que le
hice llegar por intermedio de su propio embajador, a quien llamé y dije: ‘Vea, usted
tendrá que ir a Río con esta carta y tendrá que explicarle todo esto a su presidente.
Hace dos años nosotros nos prometimos realizar este acto. Hace más de un año y pico

122
Es esta afirmación de Perón un interesante punto de partida para analizar su concepción del poder y de
la relación de fuerzas. Coincide con uno de sus famosos aforismos: “Puente de plata al enemigo que
huye”. Pero primero hay que hacerlo huir.
que lo estoy esperando, y no puede venir. Yo le pido autorización a él para que me
libere de ese compromiso de hacerlo primero con el Brasil y me permita hacerlo
primero con Chile. Claro que le pido esto porque creo que estos tres países son los que
deben realizar la unión’” (el subrayado es nuestro).
“El Embajador va allá y vuelve y me dice, en nombre de su presidente, que no
solamente me autoriza a que vaya a Chile liberándome del compromiso, sino que me da
también su representación para que lo haga en nombre de él en Chile. Naturalmente ya
sé ahora muchas cosas que antes no sabía; acepté sólo la autorización, pero no la
representación”'.
Después de relatar la firma de los acuerdos con el general Ibáñez del Campo, dice
Perón: “Al día siguiente llegan las noticias de Río de Janeiro, donde el Ministro de
Relaciones Exteriores del Brasil hacía unas declaraciones tremendas contra el Pacto
de Santiago; ‘que estaba en contra de los pactos regionales, que esa era la destrucción
de la unidad panamericana’ Imagínense la cara que tendría yo al día siguiente cuando
fui y me presenté al presidente Ibáñez. Al darle los buenos días, me preguntó ‘¿qué me
dice de los amigos brasileños?’”.
Como ha dicho Methol Ferré, en la conferencia ya citada: “La preocupación
básica es la alianza con Brasil, las dificultades que encuentra Vargas”123.
Y concluye Perón: “Bien señores. Yo quería contarles esto, que probablemente
no lo conoce nadie más que los ministros y yo; claro está que son todos los documentos
para la Historia, porque yo no quiero pasar a la Historia como un cretino que ha
podido realizar esta unión y no la ha realizado. Por lo menos quiero que la gente
piense en el futuro que si aquí ha habido cretinos, no he sido yo solo; hay otros cretinos
también como yo, y todos juntos iremos en el ‘baile del cretinismo’”. De nuevo ese tono
de ira, casi desesperado, ante las dificultades de la tarea que considera impostergable.
Considera que toda su labor, su paso por la vida, depende de intentar, por todos los
medios, realizar la unión sudamericana. Insisto, hay que retroceder hasta San Martín o
Bolívar para encontrar un tono semejante. Pero vuelve a la finalidad de su mensaje:
“Pero lo que yo no quería dejar de afirmar, como lo haré públicamente en alguna
circunstancia, es que todo la política argentina en el orden internacional ha estado
orientada hacia la necesidad de esa unión” (el subrayado es nuestro).

1. La reacción en el Brasil

123
Methol Ferré, Alberto, op. cit.
El 4 de abril de 1954 João Neves da Fontoura da una impactante conferencia de
prensa. Este enemigo de Perón y la unión de ambos países había dejado de ser ministro
de Relaciones Exteriores en julio del año anterior. Juan Cooke en una de sus misivas al
palacio San Martín, y refiriéndose a la campaña periodística antiargentina, destaca que
la misma no tiene, en ese momento, la misma virulencia de meses atrás y sostiene que
eso se debe, entre otras razones, a “la salida del gabinete del doctor Neves da
Fontoura, quien no solo actuaba con insidia como Canciller, sino que alentaba la de
los órganos de publicidad, dándoles un alimento con base oficial, así fuera ‘bajo
cuerda’”124.
Pero la trascripción de la conferencia de Perón hecha en Montevideo ha llegado a
sus manos y ve la oportunidad de asestar un golpe mortal al gobierno del cual ha
formado parte. Neves da Fontoura acusó a Getulio de haber estado negociando
secretamente con el presidente Perón la firma de un pacto entre los gobiernos del
A.B.C. a fin de formar un bloque contra los Estados Unidos y el hemisferio occidental.
“Estas negociaciones, alegaba el ex ministro, habían sido llevadas a efecto por Getulio
y Jango (Goulart) sin el conocimiento del Ministerio de Relaciones Exteriores” 125.
Neves da Fontoura consideraba casi un delito que el presidente de la Nación hiciera
negociaciones internacionales que no pasaran por la arcaica y conservadora burocracia
de Itamaraty, tal como Perón lo denuncia en su conferencia. En su denuncia agrega que
el presidente alimentaba esperanzas de formar un estado “sindicalista” inspirado en la
línea peronista. “El antiamericanismo existente en el alegado pacto A.B.C. enfureció a
aquellos antigetulista que identificaban los destinos del Brasil con el prudente
acatamiento al liderazgo de los Estados Unidos en materia de política externa”126.

2. El fin del getulismo

El presidente Vargas, que dos meses atrás se había visto obligado a pedir la
renuncia de su joven ministro João Goulart, se debatía en una profunda crisis política.
La campaña de Lacerda era implacable. Las denuncias contra la supuesta corrupción
eran, como dijimos, el caballito de batalla. A principios de ese mismo año ´54, la UDN
consigue el apoyo de importantes jefes militares. “Contra esta oposición maciza,
resultante de una creciente coalición entre los antigetulistas civiles y militares, la
124
Cooke, Juan, Nota al Ministerio de Relaciones Exteriores, 14 de agosto de 1953.
125
Skidmore, Thomas E., op. cit., pág. 169.
126
Ibídem, pág. 175.
estrategia política de Getulio probaba ser ineficaz”127. Otro autor sostiene que “la
parálisis de Getulio tenía un sentido. Las acusaciones perdían fuerza y se volvían una
rutina en las que sólo creían los ya convencidos, y mientras tanto él se seguía
manteniendo en el poder”128.
En este ambiente, a la una menos cuarto del 5 de agosto de 1954, un pistolero
disparó sobre Carlos Lacerda, en Copacabana. El periodista salió levemente herido pero
fue muerto el mayor de Aeronáutica Rubens Florentino Vaz que integraba su grupo de
guardaespaldas. El asesinato provocó una onda de repudio que fue asumida
pasionalmente por la Fuerza Aérea, la que constituyó una comisión investigadora. Esta
llegó a la conclusión que el pistolero había actuado a las ordenes de Gregorio, un
gaúcho analfabeto que, desde hacía treinta años, servía a las órdenes de Getulio.
La crisis ya se había instalado y el atentado dio material a la prensa opositora. El
22 de agosto un grupo de oficiales de Aeronáutica lanza un manifiesto exigiendo la
renuncia del presidente. En los dos días siguientes la situación militar empeoró y
Getulio comprobó que la mayoría de los mandos militares estaban en su contra. En la
madrugada del 24 de agosto llama a una reunión de gabinete, donde constata que todos
sus ministros, a excepción de Tancredo Neves129, veían como única solución su
renuncia. Getulio levanta la reunión y decide pedir una licencia a su cargo. El pedido
concluye con una nota desafiante: “Si vienen a deponerme, encontrarán mi cadáver”.
La crisis militar empeora a cada minuto. Por último, su propio ministro de Guerra,
Zenovio da Costa, en nombre de las Fuerzas Armadas, exige la renuncia del presidente.
“Getulio mantiene su palabra. No dudando un solo momento acerca de su
defensa final contra sus enemigos, apuntó cuidadosamente el arma contra el corazón y
apretó el gatillo. Su familia y sus ayudantes se precipitaron a la habitación, pero se
encontraron con el presidente ya muerto. Oswaldo Aranha, compañero de tantas
batallas en el pasado, prorrumpió en lágrimas”130. Antes de morir, había entregado a
João Goulart su Carta Testamento, el documento político más importante y dramático
del Brasil contemporáneo.

127
Ibídem, pág. 174.
128
Caldeira, Jorge, op. cit. 292.
129
El mismo que fue presidente electo con la normalización democrática del Brasil y que murió sin
asumir. Lo sucedería Sarney, quien firmó el Acta de Asunción que dio nacimiento al Mercosur. Mucho
agua había corrido bajo el puente y muchas desgracias habían transitado nuestros pueblos.
130
Skidmore, Thomas E., op. cit., pág. 179.
“El estupor tomó cuenta del Brasil a partir de la edición extra del Repórter Esso.
Las escuelas fueron enviando a casa a sus alumnos, el comercio cerrando y las
fábricas deteniendo sus máquinas. Las personas caminaban como tontas por las calles.
L o s jeeps desobedecían a los semáforos al frente del convoy de los cuales
desembarcaban soldados para apuntar sus ametralladoras contra los locales más
importantes. Getulio había muerto”.
“Impotentes para reaccionar, las multitudes dispersas por las amenazas, volvían
a formarse algunos metros más adelante para llorar. Con el sacrificio de Getulio
Vargas –el pueblo lo sabía aunque ahora no pudiese hacer nada– no desaparecía tan
sólo un gobernante popular, electo contra la voluntad de las elites que en vano, en las
elecciones del 3 de octubre de 1953, intentaron imponer los candidatos de su agrado.
No era solamente el presidente idolatrado quien fuera derrumbado y, en la
desesperación, se autoinmoló. La autoinmolación del presidente impidió que los
conspiradores de la derecha completasen el golpe, más no evitó que fuese preparado
otro, más eficaz, contra su heredero, cuando fuese la hora”131.

a) “Salgo de la vida para entrar en la Historia”

Por la importancia y fuerza dramática que encierra, queremos hacer algunas citas
de este texto escrito por un hombre a punto de morir por su propia voluntad y que antes
de su partida quiere dejar hecha una defensa para la posteridad y las nuevas
generaciones:
“Una vez más, las fuerzas y los intereses contra el pueblo se coordinaron y
nuevamente se desencadenan sobre mí. No me acusan, insultan; no me combaten,
calumnian, y no me dan derecho de defensa. Precisan sofocar mi voz e impedir mi
acción, para que yo no continúe defendiendo, como siempre defendí, al pueblo y
principalmente a los humildes”.
(…) “Después de decenios de dominio y expoliación de los grupos económicos y
financieros internacionales, me hice jefe de una revolución y vencí. Inicié el trabajo de
liberación e instauré el régimen de libertad social. Tuve que renunciar. Volví al
gobierno en los brazos del pueblo. La campaña subterránea de los grupos
internacionales se alió a la de los grupos nacionales rebelados contra el régimen de
garantía del trabajo. (…) Quise crear libertad nacional en la potencialización de

131
Koleza, Carlos Alberto, en Brasil hoje, agosto de 1996.
nuestras riquezas a través de Petrobrás y, ni bien comienza ésta a funcionar, la onda
de agitación crece. Electrobrás fue obstaculizada hasta la desesperación”.
“No quieren que el trabajador sea libre”.
“No quieren que el pueblo sea independiente”.
(…)
“Cuando os humillen, sentiréis mi alma sufriendo a vuestro lado. Cuando el
hambre toque a vuestra puerta, sentiréis en vuestro pecho la energía para la lucha por
vosotros y vuestros hijos. Cuando os vilipendien, sentiréis en el pensamiento la fuerza
para la reacción. Mi sacrificio os mantendrá unidos y mi nombre será vuestra bandera
de lucha. Cada gota de mi sangre será una llama inmortal en vuestra conciencia y
mantendrá la vibración sagrada para la resistencia. Al odio respondo con el perdón”.
(…)
"Era esclavo del pueblo y hoy me libero para la vida eterna. Más ese pueblo de
quien fui esclavo no será más esclavo de nadie. Mi sacrificio quedará para siempre en
su alma y mi sangre será el precio de su rescate. Luché contra la expoliación del
Brasil. Luché contra la expoliación del pueblo. He luchado a pecho abierto. El odio,
las infamias, la calumnia no abatirán mi ánimo. A vosotros os di mi vida. Ahora os
ofrezco mi muerte. Nada recelo. Serenamente doy el primer paso en el camino de la
eternidad y salgo de la vida para entrar en la Historia".
El antiguo admirador de Emilio Zola encontraba el mismo destino que algunos de
sus héroes. Esta carta póstuma revela con la luminosidad de los actos más íntimos la
grandeza moral del hombre que dio las bases políticas, económicas y sociales para el
Brasil del siglo XX. Desde hace 55 años es una acusación dirigida a la conciencia de los
intereses que produjeron su sacrificio y a la memoria de su pueblo al cual dedico vida y
muerte.
V. El final de un sueño no realizado

El suicidio del presidente riograndense fue un duro golpe para el gobierno de


Perón. Quedaba el Brasil, el aliado decisivo para su eje continental, en manos de una
canalla que no había vacilado en calumniar y mentir para impedir la simple discusión de
su propuesta. La imposibilidad de sumar al gran vecino fue diluyendo los acuerdos
alcanzados con Chile, Paraguay y Ecuador. Perón volvía a estar sólo en el sur del
continente americano y las fuerzas de la reacción ya se habían lanzado para lograr su
derrocamiento. La oportunidad de encontrar en ambos países dos gobiernos de
naturaleza social y política similar había pasado.
Un año después, el presidente Juan Perón era derrocado por los mismos intereses
que habían llevado a Getulio a apuntar la pistola contra su corazón. El Paraguay, al que
le había devuelto los trofeos de la guerra indigna, lo recibió. Su amigo Juan Bautista
Lusardo lo invitó a exilarse en Brasil. Jango Goulart le ofreció su amistad y solidaridad.
Como había dicho, al terminar su discurso en la Escuela Nacional de Defensa: “La
unión continental a base de Argentina, Brasil y Chile está mucho más próxima de lo
que creen muchos argentinos, muchos chilenos y muchos brasileños; en el Brasil hay
un sector enorme que trabaja para esto”.
“Lo único que hay que vencer son intereses; pero cuando los intereses de los
países entran a actuar, los de los hombres deben ser vencidos por aquéllos, ésa es
nuestra mayor esperanza”.
Moisés no llegó a entrar en la tierra prometida. El general no pudo ver el inicio de
la realización de su sueño.
El 23 de setiembre de 1967, desde su exilio, propuso:
“-Crear, gracias a un mercado ampliado, sin fronteras interiores, las condiciones
para la utilización del progreso técnico y la expansión económica”;
“-Para mejorar el nivel de vida de nuestros doscientos millones de habitantes”;
“-Para dar a Latinoamérica, frente al dinamismo de los ‘grandes’ y el despertar
de los continentes, el puesto que debe corresponderle en los asuntos mundiales”;
“-Para crear las bases de los futuros ‘Estados Unidos de Sud América’”.
Esta es la tarea que queda a los años por venir.

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