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0. Introducción
<<La vida humana no concluye en este mundo>>
La vida cristiana ilumina también la existencia post-mortem, y llama novísimos o postrimerías a las verdades
de fe relativas a lo que acontece al finalizar la vida terrena del hombre, así como también lo que sucederá en el
Universo y en la humanidad al fin de los tiempo.
Ésjata En Teología, la ciencia que estudia esas verdades se llama Escatología (del griego
ésjata, cosas últimas).
La Resurrección
La revelación cristiana sobre la vida futura tiene como hecho central la resurrección de
nuestro Señor Jesucristo.
En efecto, Jesús no solo ha resucitado, sino que Él mismo es la resurrección y la vida.
Esta relación — muerte y resurrección de Cristo y nuestra propia muerte y resurrección
se basa en el hecho mismo del bautismo: hay en él un misterio de muerte y
resurrección. Ahí muere el hombre viejo y resucita el hombre nuevo.
1. LA MUERTE
La muerte es la conclusión de la existencia terrena e histórica del hombre, símbolo de
la finitud humana, sufrida de forma impotente y pasiva: no está en manos del hombre
poder evitarla. Rom 6,3-11.
Con ella terminan los procesos biológicos fundamentales, pero también las relaciones
sociales del hombre. La muerte es, por tanto, un acontecimiento que afecta a todo el ser
del hombre.
Tanatología
Conjunto de conocimientos médicos relativos a la muerte.
La fe católica
La muerte se define como el mayor enigma de la condición humana (GS 18). Una
formidable respuesta al misterio de la salvación, sobre todo en su parte culminante que
ve al Hijo de Dios, encarnado en la humanidad, asumir como suya la muerte del
hombre.
La muerte no formaba parte del proyecto original de Dios para el hombre. Rom 5,12.
2. El JUICIO PARTICULAR
E
l cuerpo ya es cadáver, pero el alma, ¿dónde está? Nuestra fe nos dice que
inmediatamente después de abandonar el cuerpo, el alma es juzgada por Dios.
El alma ha sido ya juzgada; sabe ya cuál es su sentencia. El juicio individual del
alma inmediatamente después de la muerte se llama juicio particular.
Es el momento crucial para todos, el momento en que se decide nuestra eternidad.
La parábola del pobre Lázaro (Lc 16,22)
La palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf Lc 23,43).
Si morimos sin la menor mancha ni huella de pecado en nuestra alma, la muerte será el
momento de nuestra más brillante victoria. <<Visión beatífica - ver a Dios>>.
San Pablo llega a afirmar que Dios tiene dispuestas para nosotros cosas que no somos
capaces de soñar ni de imaginar. La Escritura no puede hablar de ella sino utilizando
comparaciones o imágenes: vida, luz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre,
Jerusalén celeste, paraíso. 1 Cor 2,9.
A causa de su trascendencia, Dios no puede ser visto tal cual es más que cuando Él
mismo abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da la capacidad
para ello.
Si la muerte llega al hombre sin que haya satisfecho plenamente sus pecados, es
necesario que se purifique de algún modo antes de entrar en el gozo de Dios. Y eso
ocurren el el purgatorio. (cf 2 Macabeos 12,46).
5. El infierno
Al apartarse deliberadamente de Dios en esta vida, al morir sin el canal de unión con Él,
se quedó cortada la comunicación. Ha decidido — ella, no Dios— perderlo para
siempre. Está en el infierno.
Nos ha sido revelado que al final de los tiempos tendrá lugar la parusía, que es la
aparición de Jesucristo en el mundo para llevar a plenitud consumada lo que inició con
su Encarnación, su Cruz y su Resurrección.
Este juicio lo presidirá Jesús con gran poder y majestad, en el trono de la justicia divina,
que sustituirá a la Cruz, trono de su infinita misericordia. El Juicio Final no producirá
cambios en relación con nuestro destino eterno.
Ya habremos pasado el Juicio Particular; nuestra alma estará ya en el cielo o en el
infierno. Ahora nuestros cuerpos resucitados compartirán con el alma su destino.
Porque el hombre no es su alma separada sino unida a su propio cuerpo. Quien vive es la
persona, y a la persona le pertenece la corporidad. La persona no tiene un cuerpo; es
cuerpo o, mejor es corporeidad.
El Magisterio de la Iglesia afirma que la resurrección de todos los muertos, de los justos
y de los pecadores (Hch 24,15) precederá el juicio final.