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Belén queda en Palestina

MAURICIO CABRERA GALVIS


Artículo para CAMBIO
Cali, Diciembre 24 de 2023

Víspera de Navidad 2023. No sería grato distraer a los lectores del espíritu navideño con
una árida columna de análisis económicos del año que pasó o pronósticos del que viene.
En esta época se debería hablar del niño que nació en Belén, de su mensaje de paz y amor,
de los regalos debajo del árbol, de los deseos de prosperidad para el año nuevo, de tantas
cosas bonitas de estas festividades.
Pero como diría Bertold Brecht, hay tiempos en “hablar sobre árboles es casi un crimen,
porque supone callar sobre tantas y tantas alevosías”. Porque es imposible pensar en lo
que pasó portal de Belén hace más de 2.000 años y no recordar que hoy Belén queda en
Palestina, región desgarrada este año por las masacres terroristas de Hamas contra
pacíficos kibutz, y por los bombardeos genocidas del ejército de Netanyahu contra la
franja de Gaza
Mientras los ángeles celebran el nacimiento del niño Jesús cantando “Gloria a Dios en las
alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”, en esa misma tierra son
asesinados cientos, miles de niños: en el sanguinario ataque de Hamas 40 fueron los niños
y bebes israelís, y van más de 9.000 chiquillos palestinos asesinados en Gaza en los
ataques indiscriminados contra la población civil.
Las imágenes que transmiten los noticieros y las redes sociales son terroríficas y
conmueven hasta al más insensible. Bebés despedazados en el kibutz, niños derramando
sangre entrando a un colapsado hospital de en los brazos de algún desconocido porque
sus padres murieron, otros deambulando como zombies entre los escombros de lo que
eran sus hogares en ciudad Gaza buscando a sus padres o hermanos. Y los sobrevivientes
bebiendo aguas contaminadas y mendigando un pedazo de pan
Con esta absurda ley del Talión centuplicada, Netanyahu reclama cientos de ojos por uno,
y Gaza se ha convertido en un cementerio de niños, por los muertos por las bombas
asesinas, por los miles más de heridos, por los miles de huérfanos que vieron desangrarse
a sus padres, y no se sabe cuantos más que fallecerán por el hambre y las epidemias
causadas por las condiciones infrahumanas que viven como refugiados en su propio país.
Han sido inútiles los llamados internacionales para que Netanyahu muestre un mínimo de
humanidad, para que cese el fuego, para que paren los bombardeos contra civiles
indefensos, para que se permita la entrada de alimentos, agua y medicinas. El ejército de
Netanyahu continúa su mortífera misión de querer exterminar a los terroristas de Hamas,
sin importar cuantos inocentes caigan en el camino. Para los sionistas radicales es un paso
necesario para su objetivo de expulsar a los palestinos de la que consideran su tierra
prometida.
Criticar al genocida Netanyahu y sus políticas de apartheid, o insistir en la creación de un
estado palestino no es ser antisemita ni odiar a los judíos. Porque no todos los palestinos
son Hamas, ni todos los israelíes son Netanyahu. Y sobre todo porque es lo que más le
conviene a los mismos judíos para la supervivencia pacífica del estado de Israel y para que
recuperen la estatura moral que han perdido ante el mundo con este genocidio.
Soy de la generación que creció admirando al pueblo judío. Su resiliencia frente a las
atrocidades del Holocausto, la resistencia del gueto de Varsovia contra los tanques de
Hitler, o la travesía de los sobrevivientes del genocidio nazi para construir un estado judío
narradas por León Uris en sus novelas “Mila 18¨ y “Exodus”, eran ejemplos claros de
heroísmo que emocionaban el corazón de un adolescente.
Las acciones armadas de la Haganah y el Irgun para sacar a las autoridades británicas de
Palestina eran un símbolo de la lucha contra el imperialismo, sin importar sus métodos
terroristas. Luego las primeras luchas del pequeño estado de Israel contra los vecinos
árabes, reforzaron la imagen del pequeño David derrotando al gigante Goliat.
Pero las cosas cambiaron; después de la Nakba (la catástrofe) palestina que desplazó y
volvió refugiados a más de la mitad de la población árabe palestina, David se creció y
ahora es el gigante poderoso y armado hasta los dientes que, con un gobierno de extrema
derecha y la enorme ayuda militar norteamericana, impone su ley a sangre y fuego.
Para poder volver a admirar al pueblo judío es necesario que en el Belén de Palestina se
pueda volver a celebrar la Navidad en Paz.

ADENDA
Tampoco en Colombia tenemos muchos motivos para celebrar la Paz de la Navidad. Solo
este año se han cometido 93 masacres y ha sido asesinados 187 líderes sociales y 44
firmantes del Acuerdo de Paz, completando un total de 1.595 líderes y 406 firmantes
asesinados desde la firma del Acuerdo.
Sin embargo debemos mantener la esperanza de que podremos construir un país más
justo e incluyente en el que podamos vivir en Paz. Es mi deseo para mis pacientes lectores
en 2024.

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