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JORNADAS 163

EL COLEGIO DE MÉXICO
EL EJÉRCITO MEXICANO,
CIEN AÑOS DE HISTORIA

Javier Garciadiego
coordinador

1
JORNADAS 163
EL COLEGIO DE MÉXICO
308
J88/no. 163
El ejército mexicano, cien años de historia I Javier Garcia-
diego, coordinador -- la. ed. -- México, D.F. : El Cole-
gio de México, 2014.
499 p. ; 16.5 cm -- Oornadas; 163).

ISBN 978-607-462-694-0

1. México -- Historia militar -- Siglo XIX. 2. México --


Historia militar -- Siglo xx. 3. México -- Fuerzas Armadas
-- Historia -- Siglo xx. 4. México -- Fuerzas Armadas --
Historia -- Siglo XIX. l. Garciadiego Dantán, Javier 1951-,
coord. II. Serie

Open access edition funded by the National Endowment for the


Humanities/Andrew W. Mellon Foundation Humanities Open Book
Program.

The text of this book is licensed under a Creative Commons Attribution-


onCommercial-NoDerivatives 4.0 International License:
https://creativecommons.org/licences/byncnd/4.0/

Primera edición, 2014

DR © EL COLEGIO DE MÉXICO, A.C.


Camino al Ajusco 20
Pedregal de Santa Teresa
10740 México, D.F.
www.colmex.mx

ISBN 978-607-462-694-0

Impreso en México
ÍNDICE

Nota al lector 9

La efeméride oficial y los varios orígenes


del Ejército mexicano
JAVIER GARCIADIEGO 11

Los ejércitos en la Revolución: un ensayo comparativo


PEDRO SALMERÓN 29

El ejército antirreeleccionista, 1910-1911


SANTIAGO PORTILLA 51

De Ciudad Juárez a la Ciudadela:


Madero y el Ejército federal mexicano
BERNARDOIBARROLA 79

Composición y naturaleza del ejército zapatista


FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA 121

La disolución del Ejército federal (1914, Teoloyucan)


MARio RAMíREz RANCAÑo 161

7
8 ÍNDICE

La rebelión delahuertista: sus orígenes y consecuencias


políticas, económicas y sociales
GEORGETTE JosÉ 213

Las reformas militares en el periodo


de Plutarco Elías Calles, 1924-1928
MARTHA BEATRIZ Lovo 271

El Ejército mexicano en la época de la posguerra:


el argumento égida
AARoN W. NAVARRO 309

Política y ejército, 1945-1994


JosÉ MANUEL V1LLALPANDO 319

El Ejército mexicano y la Secretaría


de la Defensa Nacional (2000-2013)
JAVIER ÜLIVA POSADA 351

México: avances y límites de las relaciones civiles-


militares ante la democratización. Los retos de 2013
RAÚL BENÍTEZ MANAUT 411

Las fuerzas armadas mexicanas y el sistema federal


ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ 455

Educación militar
JoRCE JusTINIANO GoNZÁLEZ BETANCOURT 487
NOTA AL LECTOR

En 2013 el Ejército mexicano cumplió 100 años de historia.


Para conmemorar tan importante efeméride, la Secretaría de
la Defensa Nacional, por medio del general secretario Sal-
vador Cienfuegos, pidió a El Colegio de México que organi-
zara un evento en el que se reflexionara y discutiera sobre
este tema. Nuestra respuesta fue organizar el coloquio "Ori-
gen y evolución del Ejército mexicano".
Para su realización se contó con la generosísima ayuda
de Banamex, institución que ofreció como sede de las con-
ferencias el espléndido recinto "Palacio de los condes de San
Mateo Val paraíso", ubicado en Isabel la Católica y Venustia-
no Carranza, en el Centro Histórico de la ciudad de Méxi-
co, el 25 y 26 de septiembre de 2013.
Cabe resaltar también que la inauguración del coloquio
estuvo a cargo del subsecretario de la Defensa Nacional, el
general de División diplomado del Estado Mayor, Virgilio
Daniel Méndez Bazán, y que la coordinación entre la Secre-
taría de la Defensa Nacional y los académicos que participa-
ron estuvo a cargo del mayor de Infantería diplomado del
Estado Mayor, Alejandro López Ayón. Asimismo, el gene-
ral de División diplomado del Estado Mayor, Jesús Javier
Castillo, fue de gran apoyo para la realización del acto.

9
10 NOTA AL LECTOR

Esos esfuerzos conjuntos se plasman hoy en el libro El


Ejército mexicano, cien años de historia, por parte de investi-
gadores no sólo de El Colegio de México sino de las princi-
pales instituciones de educación superior del país.
LA EFEMÉRIDE OFICIAL Y LOS VARIOS
ORÍGENES DEL EJÉRCITO MEXICANO

JAVIER GARCIADIEGO
El Colegio de México

Uno de los problemas más difkiles del quehacer historiográ-


fico es la fijación de los orígenes, pues para ello son varias las
preguntas que deben responderse: ¿hasta dónde debemos re-
montarnos para ubicar el nacimiento del tema que va a inves-
tigarse? ¿Cómo evitar el riesgo de quedarse corto? ¿Se diluye
la importancia de los antecedentes significativos al exceder-
nos en nuestro asedio retroactivo? ¿Hay alguna diferencia
entre orígenes y antecedentes? Ya el poeta Jorge Luis Borges
planteó el problema con profundidad, al preguntarse:

Qué dios detrás de Dios


la trama empieza1

Las dudas no se reducen a la edad o antigüedad de los


orígenes. También debe encararse el asunto de la diversidad

1 Véase el poema ''Ajedrez", de Jorge Luis Borges, en El hacedor. Obras

completas, Buenos Aires, Emecé Editores, 1960, vol. IX, p. 60.

11
12 JAVIER GARCIADIEGO

de los mismos. En el tema que nos ocupa, el Ejército cons-


titucionalista, creado a principios de 1913, es evidente la
pluralidad de sus orígenes. Podemos hablar de los anteceden-
tes históricos, pero también de orígenes más específicos, en
este caso los militares, o de los orígenes institucionales y nor-
mativos. También suele hablarse de los orígenes ideológicos,
y sobre todo de los orígenes sociales, refiriéndose con esto a
la naturaleza sociológica de los protagonistas del fenómeno
en cuestión, ya sean actores colectivos o individuales.
Relacionado íntimamente con este problema, también
debe evaluarse el asunto del valor y de la pertinencia de las
fechas en la historiografía, y el de la posibilidad de disponer de
fechas verosímiles o incluso de plena exactitud. Debe insistir-
se en que los historiadores no somos ni jueces del registro civil
ni agentes del ministerio público. Más que fijar y memorizar
fechas, nuestro verdadero reto es la comprensión de los fenó-
menos pasados; esto es, debemos ubicar y explicar las conti-
nuidades y rupturas que definen todo proceso histórico.
En el caso del Ejército mexicano, la fecha oficial fijada de
su nacimiento es el 19 de febrero de 1913, debido a que ese
día Venustiano Carranza convocó a su creación para repeler
la usurpación del poder presidencial que Victoriano Huerta
había hecho la víspera. 2 Las primeras preguntas se refieren al
quién, al cuándo, y sobre todo por qué y para qué se decidió
que el 19 de febrero fuera la efeméride de la fundación de
nuestro ejército.

2 Cfr. Decreto número 1421, en Archivo Histórico del Estado de Coahui-

la, Fondo Decretos.


ORÍGENES DEL EJÉRCITO MEXICANO 13

Tal parece que la decisión provino de la comisión que


redactó, durante el cuatrienio de Plutarco Elías Calles y bajo
la guía de Joaquín Amaro, la Ley Orgánica del Ejército Na-
cional. 3 Poco importa; más que como la fecha de su funda-
ción, ésta debe ser vista como parte-de un proceso mucho
más amplio y complejo.
Para comenzar, aquel llamado de Carranza tenía antece-
dentes que lo explicaban, mismos que deberían ser conside-
rados los verdaderos orígenes históricos del Ejército constitu-
cionalista, imprescindibles para su debida comprensión. Así,
debemos remontarnos a la lucha de Francisco l. Madero
contra Porfirio Díaz. Ésta comenzó como un desafío pacífi-
co electoral, la llamada movilización antirreeleccionista de
1910.4 Dado que Díaz mismo impidió cualquier posibilidad
de cambio pacífico -esto es, político e institucional-, al
encabezar una autoritaria e ilegal estrategia reeleccionista, el
opositor Madero tuvo que convertirse en rebelde, para lo
que llamó a la lucha armada contra don Porfirio mediante el
Plan de San Luis Potosí. 5

3 Consúltese Martha Layo, Joaquín Amaro y el proceso de institucionali-

zación del ejército mexicano, 1917-1931, México, Fondo de Cultura Econó-


mica, 2003.
4 Las fuentes clásicas son Roque Estrada, La Revolución y Francisco l

Madero. Primera, segunda y tercera etapas, Guadalajara, Jal., Talleres de la


Imprenta Americana, 1912, y Federico González Garza, La Revolución
mexicana. Mi contribución político-literaria, México, A. del Bosque Impre-
sor, 1936.
5 Consúltense Planes políticos y otros documentos, Manuel González Ra-

mírez (pról.), México, Fondo de Cultura Económica, 1954, pp. 33-41, y


14 JAVIER GARCIADIEGO

Su convocatoria no tuvo eco entre sus partidarios de la


etapa electoral. Por lo general, éstos eran gente de la clase
media urbana, a la que debe agregarse la participación de las
pocas agrupaciones obreras existentes. La respuesta positiva
a su llamado la dieron elementos del sector rural, ubicables,
mayoritariamente, en tres regiones del país: en los estados
norteños de Chihuahua, Coahuila y Sonora, especialmente
en el primero de ellos; en la Comarca Lagunera, entre Du-
rango y Coahuila, y en el estado sureño de Morelos, con sus
vecindades en Puebla y Guerrero. 6
A la suma de estas fuerzas, junto con otros contingentes
menores, se le llamó Ejército Libertador, aunque se le cono-
ce más bien como ejército maderista. 7 Aunque es el antece-
dente directo del Ejército constitucionalista, éste no fue su
mera continuidad. Entre ellos hubo diferencias notables en
cuanto a su tamaño, presencia territorial, componentes so-
ciales, organización, profesionalismo y capacidad de fuego.

La Revolución mexicana: crónicas, documentos, planes y testimonios, Javier Gar-


ciadiego (estudio introductorio, selec. y notas), México, UNAM (Biblioteca
del Estudiante Universitario, 138), 2003, pp. 95-107. Para un análisis de este
documento, véase Josefina Mac Gregor, "A la rebelión con el Plan de San Luis
Potosí'', en Así fue la Revolución mexicana, México, Secretaría de Educación
Pública/Senado de la República, 1985, vol. 2, pp. 213-216.
6 Al gran estudio sobre los alzados en Morelos hecho por John Wo-

mack, Zapata y la Revolución mexicana, México, Siglo Veintiuno Editores,


1969, deben ahora agregarse los de Felipe Ávila, Los orígenes del zapatismo,
México, El Colegio de México/uNAM, 2001, y Francisco Pineda, La Revo-
lución del Sur, 1912-1914, México, Era, 2005.
7 Véase Santiago Portilla, Una sociedad en armas: insurrección anti-

rreeleccionista en México, 1910-1911, México, El Colegio de México, 1995.


ORÍGENES DEL EJÉRCITO MEXICANO 15

En realidad, el antecedente directo, donde se encuentran los


orígenes militares del Ejército constitucionalista, es el de las
fuerzas "irregulares" que se organizaron en las entidades nor-
teñas en 1912.
El proceso puede resumirse así: paradójicamente, a pesar
de su triunfo sobre Díaz, el ejército maderista fue disuelto;
en cambio, el vencido Ejército federal permaneció inalte-
rado. De cualquier modo, no todos los soldados maderis-
tas -60 mil aproximadamente- fueron licenciados. Una
cuarta parte de ellos, más o menos 16 mil hombres, fue uti-
lizada para organizar decenas de Nuevos Cuerpos Rurales.
Comprensiblemente, éstos fueron conformados por norte-
ños. Para evitar conflictos entre los hasta poco antes enemi-
gos, el Ejército federal fue retirado de las principales entida-
des norteñas. Por lo mismo, el orden público en esta amplia
zona del país sería responsabilidad de los Nuevos Cuerpos
Rurales.
Los problemas resurgieron hacia marzo de 1912, al esta-
llar la rebelión orozquista, la que se sustentó en la gran ma-
yoría de los Nuevos Cuerpos Rurales que operaban en Chi-
huahua y la Comarca Lagunera. 8 En un primer momento
fracasó la estrategia gubernamental para repeler a los alza-
dos. 9 Posteriormente, para combatir debidamente a los

8 Michael C. Meyer, El rebelde del norte: Pascual Orozco y la Revolución,

México, UNAM, 1984.


9 El fracaso de las fuerzas maderistas fue de tal magnitud que se suicidó

el responsable de la campaña. Véase María Teresa Franco y González Salas,


fosé Gonuilez Salas: ministro de la Guerra, México, UIA (tesis de licenciatura
en Historia), 1979.
16 JAVIER GARCIADIEGO

orozquistas se decidió que el Ejército federal fuera apoya-


do por fuerzas "irregulares", también llamadas "auxiliares'',
que debían organizar los gobernadores norteños, y por los
Nuevos Cuerpos Rurales que habían permanecido leales a
Madero.
La inmensa mayoría de dichos "irregulares" fueron vete-
ranos del maderismo que habían sido licenciados en 1911.
Acaso el mejor ejemplo sea Pancho Villa, 10 quien fue desti-
nado a luchar bajo las órdenes directas de Victoriano Huer-
ta, designado por Madero para encabezar la segunda campa-
ña antiorozquista. 11 Otro ejemplo notable fue el de Álvaro
Obregón, quien no luchó contra Díaz, pero quien llegó a la
presidencia municipal de Huatabampo con el maderismo;
en tal carácter organizó el 4º Batallón Irregular de Sonora,
con el que combatió a los orozquistas bajo el mando del
general federal Agustín Sanginés. 12 Por lo que se refiere al
noreste, Pablo González organizó el cuerpo de auxiliares de
Monclova en 1911, que se reorganizó como Carabineros de
Coahuila para la lucha contra Orozco. 13 El listado de otros

'º Friedrich Kacz, Pancho Villa, 2 vols., México, Era, 1998.


11Michael Meyer, Huerta: un retrato político, México, Domés, 1983, y
José Juan Tablada, La defensa social Historia de la campaña de la División
del Norte, México, Imprenta del Gobierno Federal, 1913.
12 Alvaro Obregón, Ocho mil kilómetros en campaña, México, Fondo de

Cultura Económica, 1959.


13 Pablo González, El centinela fiel del constitucionalismo, Saltillo,

Coah., Textos de Cultura Historiográfica, 1971. Consúltese también su


expediente en Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional,
exp. xi/m/1-53.
ORÍGENES DEL EJÉRCITO MEXICANO 17

ejemplos podría ser abultadísimo: en Coahuila también or-


ganizaron fuerzas "irregulares" Cesáreo Castro -el Primer
Cuerpo Regional de Coahuila- y Lucio Blanco -el Regi-
miento Libres del Norte-. Igualmente hubo fuerzas "irre-
gulares" en Durango: el Regimiento Irregular "Benito Juá-
ra.", comandado por Calixto Contreras; el Cuerpo Irregular
"Hidalgo", de Manuel Chao, y el "Morelos'', al mando de
Tomás Urbina. También las hubo en Zacatecas, donde desta-
có Pánfllo Natera con el 26º Cuerpo Rural. 14
Las secuelas de este historiográficamente poco atendido
proceso fueron incalculables. Gracias a esto la respuesta al
cuartelazo huertista pudo ser inmediata, pues esos "irregula-
res" estaban armados y organizados bajo sus respectivos
mandos; además, los "irregulares" habían aprendido táctica
y estrategia, o el manejo profesional de alguna arma, cuando
colaboraron con el ejército profesional en la lucha contra el
orozquismo. Así sucedió con Villa, quien descubrió las po-
tencialidades de la artillería con el teniente coronel federal
Guillermo Rubio Navarrete; 15 algo parecido podríamos de-
cir de Obregón, quien aprendió a utilizar debidamente la
infantería y la caballería con el general-Agustín Sanginés. 16
Todo esto explica no sólo la rápida conforinación del joven

14 Pedro Salmerón, Los carrancistas: la historia nunca contada del victo-

rioso Ejército del Noreste, México, Planeta, 2009. Para las biografias de todos
estos personajes, véase el Diccionario Histórico y Biogrdfico de la Revolución
mexicana, 8 vols., México, INEHRM, 1990-1994.
15 Véase Archivo Histórico de la Defensa Nacional, Fondo Cancelados,
exp. XI/111/1-182.
16 Véase ibid., exp. XI/111/1-187.
18 JAVIER GARCIADIEGO

Ejército constitucionalista, sino también su capacidad mili-


tar y su destreza castrense.
En este sentido, puede decirse que si los orígenes históricos
del Ejército constitucionalista se ubican en el ejército made-
rista, no obstante las grandes diferencias que los distinguían,
sus orígenes militares se encuentran en la campaña antioroz-
quista; en particular, en los numerosos grupos de "irregula-
res" que se organizaron en 1912 y en los Nuevos Cuerpos
Rurales, creados en 1911 a la caída de Dfu y que permane-
cieron leales a Madero. Claro está que también puede consi-
derarse como parte de los orígenes militares del Ejército cons-
titucionalista la desigual pero inevitable experiencia militar
personal que la mayoría de los hombres norteños tuvo du-
rante el Porfiriato, por la generalizada autodefensa contra
los indios insumisos.
Por lo que se refiere a los orígenes institucionales, la fecha
oficial en la que está basada la efeméride es el 19 de febrero.
¿Cómo se dio el proceso que enmarca esta fecha? ¿Cuál es
su verdadera relevancia histórica? Resumamos: la llamada
Decena Trágica quedó delineada por dos cuartelazos suce-
sivos: uno fallido, encabezado por Bernardo Reyes y Félix
Díaz, y otro exitoso, dirigido por Victoriano Huerta. 17 Éste
se hizo del poder el 18 de febrero, hecho que comunicó a las
diferentes instancias gubernamentales. Su circular-telegráfica
fue discutida en Saltillo esa misma noche y respondida la ma-
drugada del día 19.

17 Antonio Saborit, "Los dos cuartelazos", Nexos, vol. XXXV, núm. 422,
febrero de 2013, pp. 42-47.
ORfGENES DEL EJÉRCITO MEXICANO . 19

La postura que asumió el gobierno coahuilense, en el cé-


lebre decreto número 1421, fue clara y contundente: no
sólo se negó a reconocer a Huerta como gobernante sino
que llamó -excitar fue el término usado- a luchar contra
la usurpación, para lo cual convocó a la creación de un ejér-
cito, al que por cierto no asignó nombre alguno. 18 Conoce-
dor de la situación militar en el norte, además de apelar al
Ejército federal para que no avalara el cuartelazo de Huerta,
Carranza se dirigió, expresamente, a los gobernadores y a las
fuerzas "auxiliares", algunas de las cuales habían sido organi-
zadas por él mismo. 19
Por diferentes razones, el llamado de don Venustiano a or-
ganizar aquellas fuerzas no tuvo eco alguno fuera de su círculo
inmediato y de sus redes locales. Aunque su carácter inicial
permita ubicar aquí el origen del Ejército constitucionalista,
lo cierto es que su valor es sólo legal y testimonial. Un par de
semanas después, firmado en el "Campamento en Ramos
Arizpe", se hizo un segundo llamado con el mismo objetivo,
"restaurar el orden constitucional", y dirigido a los anterio-
res destinatarios: los gobernadores y "los jefes de armas con

18 Véase el Decreto número 1421 de la legislatura coahuilense, que en

su artículo 2º dice: "Se conceden facultades extraordinarias al Ejecutivo del


Estado en todos los ramos de la Administración Pública para que [... ] pro-
ceda á armar fuerzas para coadyuvar al sostenimiento del orden constitu-
cional en la República''. Cfr. Archivo Histórico del Estado de Coahuila,
Fondo Decretos.
19 Para todo este proceso véase mi reciente libro 1913-1914: De Guada-

lupe a Teoloyucan, en particular el capítulo "Del Cuartelaw de febrero al


Plan de Guadalupe", pp. 25-48.
20 JAVIER GARCIADIEGO

mando". 20 El resultado también fue el mismo: pocas respues-


tas positivas, todas ellas de sectores e individuos cercanos polí-
tica y geográficamente. De hecho, las fuerzas armadas que
apoyaron a Carranza a finales de febrero y principios de mano
se identificaban con el nombre de Ejército Coahuilense Res-
taurador del Orden Constitucional. 21 El valor historiográfico
de este segundo llamado es, precisamente, confirmar que el
primero resulta cuestionable como origen del auténtico Ejér-
cito constitucionalista, cuyo nombre aún no se mencionaba.
En realidad, sólo hasta el tercer llamado hubo respuestas
suficientes como para poder decir que el proceso de creación
del Ejército constitucionalista finalmente había dado co-
mienzo. Además, sólo hasta este llamado se alude específica-
mente a su nombre definitivo. Esta nueva convocatoria tuvo
lugar el 26 de marzo de 1913, cinco semanas después de la
primera, y fue dada en la hacienda de Guadalupe, equidis-
tante entre Saltillo y Monclova. Redactado por Carranza y
por su secretario Alfredo Breceda, el Plan de Guadalupe fue
proclamado por los más de 60 jefes de las fuerzas rurales,
"auxiliares" e "irregulares", que acompañaban a don Venus-
tiano, al que nombraron -artículo 4º- Primer Jefe del
Ejército "que se denominará Constitucionalista''. 22

20 Véase José de la Luz Valdez, "Los primeros manifiestos de Don Venus-

tiano Carranza y la celebraciones de 'El Plan de Guadalupe' (26 de marzo de


1913)", en Elúgi,onario, vol. XIV, núm. 155, 31 de enero de 1964, pp. 11-13.
21 Cfr. Archivo nsuE-UNAM-Fondo Jacinto B. Treviño, caja 1, expedien-

te 1, ff. 1-4.
22 Cfr. La Revolución mexicana: crónicas, documentos, planes y testimo-

nios, pp. 177-179; Textos de la Revolución mexicana, pp. 310-313, y 1913-


ORíGENES DEL EJÉRCITO MEXICANO 21

Si bien la respuesta tampoco fue inmediata, y menos aún


unánime o nacional, el llamado fue acompañado de crecien-
tes movilizaciones rebeldes en Chihuahua y Sonora, así
como en Durango, Zacatecas, Sinaloa y Tamaulipas. Aunque
para julio de ese año Carranza consideró que el joven ejérci-
to ya podía dividirse en siete cuerpos que abarcarían todo el
territorio nacional (cuerpos de Ejército del Noreste, del Nor-
oeste, del Centro, de Oriente, del Occidente, del Sur y del
Sureste}, lo cierto es que sólo los dos primeros tuvieron un
desarrollo pleno, seguidos, con grandes diferencias, por las
fuerzas del Centro, de Oriente y del Sur; las del Occidente y
del Sureste tuvieron una existencia simplemente nominal. 23
Estas limitaciones territoriales no impiden considerar
que es en el Plan de Guadalupe, de finales de marzo de 1913,
donde con más verosimilitud se encuentra el nacimiento del
Ejército constitucionalista. Sin embargo, hasta mediados de
1914 también tuvo existencia plena el Ejército federal, antes
de Díaz y ahora huertista. Por lo tanto, dado que la historia
busca comprender procesos antes que calendarizar hechos,
la disolución de este último, por los llamados Tratados de
Teoloyucan, del 13 de agosto de 1914, dio lugar a que el
Ejército constitucionalista quedara como la única fuerza ar-

1914. De Guadalupe a Teoloyucan, p. 45. Véase también Planes políticos y


otros documentos, pp. I37-140.
23 Para la historia militar de la lucha constirucionalisra se cuenta con dos

fuentes clásicas, ricamente documentadas: Juan Barragán, Historia del ejército y de


la rnJOlución constitucionalista, 2 vols., México, Srylo, 1946; d tercer volumen fue
publicado por d INEHRM en 1986, y Migud Ángel Sánchez Lamego, Historia
militar de la rnJOlución constitucWnalista, 5 vols., México, INEHRM, 1956-1960.
22 JAVIER GARCIADIEGO

mada del país. 24 En otras palabras, hasta entonces sólo había


sido una fuerza faccional, ciertamente revolucionaria, pero
no gubernamental. Ésta es la otra fecha que puede competir
con la del 19 de febrero, pues fue cuando desapareció el ejér-
cito porflrista y cuando quedó como oficial el ejército revo-
lucionario.
La siguiente etapa del proceso de creación del Ejército
mexicano fue la de la lucha entre el Ejército constituciona-
lista y el de la Convención, conformado básicamente por las
fuerzas de la División del Norte y por las del Ejército Liber-
tador del Sur, como se llamaban las tropas zapatistas. El con-
flicto se prolongó durante casi todo 1915. Por lo tanto, el
Ejército constitucionalista siguió siendo en realidad el ejér-
cito de una facción.
Fue hasta que Carranza doblegó a villistas y zapatistas cuan-
do convocó a la elaboración de una nueva constitución, y
cuando se pasó del periodo constitucionalista al régimen cons-
titucional. Carranza entendió el cambio a cabalidad. El Ejérci-
to constitucionalista había evolucionado por un proceso que
lo llevó de ser un ejército rebelde, faccional, a uno guberna-
mental. Sólo así se explica que en 1917 haya dejado el nom-
bre de Ejército constitucionalista, pasando a llamarse Ejérci-
to nacional. 25 Este cambio implicaba diferencias radicales.

24 Cfr. La Revolución mexicana: crónicas, documentos, planes y testimo-

nios, pp. 239-243; Textos de la Revolución mexicana, pp. 372-374, y 1913-


1914. De Guadalupe a Teoloyucan, p. 231.
En la discusión de los artículos 10, 34, 76, 84 y 123 de la Constitu-
25

ción de 1917, los diputados se refieren a las fuerzas armadas como Ejército
nacional. Cfr. Diario de los Debates del Congreso Comtituyente, 1916-1917,
ORÍGENES DEL EJÉRCITO MEXICANO 23

Otra etapa fundamental en el proceso evolutivo del Ejér-


cito mexicano tuvo lugar en 1920, gracias al triunfo de la
revuelta de Agua Prieta. Como se sabe, los revolucionarios
sonorenses, con Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y
Adolfo de la Huerta a la cabeza, dirigieron un movimiento
que derrocó al presidente Carranza, acusado de querer im-
poner a su candidato -un tal Ignacio Bonillas-26 y de obs-
truir la campaña presidencial de Obregón. A pesar de que
fue una revuelta breve e incruenta, tuvo una importancia
mayúscula en la historia militar y política del país.27

2 vols., Mexico, INEHRM, 1960. El 1 de octubre de 1948, el presidente


Miguel Alemán decretó el cambio de nombre de Ejército nacional a Ejér-
cito mexicano. Cfr. Documentos históricos constitucionales de las faerzas
armadas, México, edición del Senado de la República, 1966, t. m, pp. 363-
364.
26 El sonorense Bonillas estudió ingeniería minera en Estados Unidos.

En 191 O se unió al movimiento antirreeleccionista, posteriormente fue di-


putado en la XXIII Legislatura de Sonora. Tras el cuartelazo de Huerta apoyó
al gobierno interino de Ignacio L. Pesqueira en la obtención de pertrechos
de guerra para el movimiento constitucionalista. Ocupó dos carteras en el
gabinete de Carranza en Hermosillo. A partir de 1917 fungió como emba-
jador plenipotenciario en Estados Unidos, encargo que desempeñó hasta su
candidatura a la presidencia en 1920. Cfr. Diccionario histórico y biogrdfico
de la Revolución mexicana, t. VI, pp. 456-457. Sus opositores lo llamaron
"Flor de té", pues en 1920 una revista teatral ironizaba: "Flor de té es una
ingenua zagala, nadie sabe de dónde ha venido ni cuál es su nombre, ni
dónde nació". Cfr. Daniel Moreno, Los hombres de la Revolución. 40 estu-
dios biogrdficos, México, B. Costa-Amic, 1959, p. 279.
27 Javier Garciadiego, La revuelta de Agua Prieta, México, UNAM (tesis

de licenciatura en ciencia política), 1974, y Alvaro Matute, La carrera del


caudillo, México, El Colegio de México, 1980.
24 JAVIER GARCIADIEGO

Para comenzar, dado que los zapatistas reconocieron al


nuevo gobierno, un número considerable de éstos fue incor-
porado al Ejército nacional, para lo cual fue necesario crear la
División del Sur. El tema no puede ser minimizado: hasta
entonces los zapatistas habían estado marginados de los ejér-
citos constitucionalista y nacional. 28 Además de los zapatistas
hubo otras incorporaciones al Ejército nacional. La de Agua
Prieta fue una revuelta integradora, como lo prueba la asimi-
lación de numerosos villistas y cedillistas, pero también la de
los contingentes de Manuel Peláez y de Félix Díaz, que lucha-
ban contra Carranza en la costa media del Golfo y en las fron-
teras de Puebla y Veracruz. Lo mismo puede decirse de los
contingentes rebeldes que operaban en Chiapas y Oaxaca. 29
Era inaceptable que un ejército con orígenes revolucionarios
pudiera marginar a los dos grupos que desde 1910 habían
luchado a las órdenes de Villa y Zapata, pero se procedió a la
integración de otros contingentes para pacificar el país.
Si éstos fueron los principales orígenes históricos, institucio-
nales --o normativos-, políticos y militares del Ejército mexi-
cano, falta revisar el tema de sus orígenes sociogeogrdficos. Re-
gresemos a principios de 1913, a la conformación del Ejército
constitucionalista. Cuatro fueron los contingentes que con-
formaron el ejército que luchó contra Huerta, tres norteños y
uno sureño. Sus orígenes sociales y regionales son decisivos en
la definición de la naturaleza del Ejército mexicano.
28 Véase John Womack, Zapata y la Revolución mexicana, p. 359.
Javier Garciadiego, Revolución constitucionalista y contrarrevolución
29

(movimientos reaccionarios en México, 1914-1920), México, El Colegio de


México (tesis de doctorado en historia), 1981.
ORÍGENES DEL EJÉRCITO MEXICANO 25

Por lo que se refiere a las fuerzas del noreste, además de


su líder, el gobernador Carranza, y de sus principales lugar-
tenientes, también miembros -casi todos- de la clase
media o, incluso, de la élite política, económica y social de
la entidad, las bases de dicho contingente, la llamada sol-
dadesca, estaba conformada por gente de un estrato so-
cioeconómico bajo; esto es, pertenecían al sector popular:
campesinos, vaqueros -hábiles en el uso de las armas y del
caballo--, mineros --diestros en el manejo de la dinamita-,
ferrocarrileros, arrieros -conocedores de la ge~grafía lo-
cal-y pequeños empleados. Buena parte de éstos pertenecía
a alguno de los numerosos cuerpos "auxiliares" o "irregula-
res" creados en 1912, por lo que a su ideología sociopolíti-
ca antihuertista se vino a sumar una apreciable capacidad
militar. 30
El contingente del noroeste era similar a éste. Sus bases
populares también incluían campesinos, vaqueros, mineros
-recuérdese Cananea-, ferrocarrileros, arrieros y emplea-
dos. Sin embargo, tenía una característica distintiva: la par-
ticipación de numerosos grupos procedentes de las tribus de
los indios mayos y yaquis. 31 A su vez, las bases populares del
contingente del norte central incluían los mismos compo-

30 Véase mi texto 1913-1914. De Guadalupe a Teoloyucan, especialmen-


te el capítulo 4 titulado "Naturaleza sociogeográfica del Ejército constitu-
cionalista'', pp. 63-76.
31 Véanse Antonio G. Rivera, La revolución en Sonora, México, Impren-

ta Arana, 1969; Francisco R. Almada, La revolución en el estado de Sonora,


México, INEHRM, 1971, y Héctor Aguilar Camín, La frontera nómada: So-
nora y la Revolución mexicana, México, Siglo Veintiuno Editores, 1977.
26 JAVIER GARCIADIEGO

nentes, salvo que en las fuerzas de Chihuahua participaron


muchos miembros de las excolonias militares, muy diestros
en los aspectos castrenses, mientras que en las procedentes
de la Comarca Lagunera había también muchos jornaleros
agrícolas. 32
Todos estos elementos formaron parte, en diferentes pro-
porciones, de los cuerpos del Ejército del Noreste, del No-
roeste y de la División del Norte. La participación de los
cuerpos del Ejército del Centro y del Oriente fue menor,
por lo que su aportación a la morfología social del Ejérci-
to constitucionalista fue reducida. Más limitada aún fue la
aportación del centro-sur y del sureste del país. Su incorpo-
ración al ejército revolucionario se dio entre 1915 y 1916,
cuando los batallones rojos, conformados únicamente por
obreros y artesanos, 33 se adhirieron al movimiento constitu-
cionalista, o cuando éste se expandió a la península yucate-
ca, así como a Chiapas y Oaxaca. Fue entonces cuando va-
rios grupos de indígenas de estas regiones se incorporaron a
las fuerzas de Salvador Alvarado o de Jesús Agustín Castro. 34

32Friedrich Katz, Pancho Villa; William K Meyers, Forja del progreso,


crisol de la revuelta. Los orígenes de la Revolución mexicana en la Comarca
Lagunera, 1880-1911, México, INEHRM/UIA, 1996, y Pedro Salmerón, La
División del Norte: los hombres, las razones y la historia de un ejército del
pueblo, México, Planeta, 2006.
33 Jean Meyer, "Los obreros en la Revolución mexicana: los 'Batallo-

nes Rojos'", en Historia mexicana, vol. XXI, núm. l, julio-septiembre 1971,


pp. 1-37.
34 Francisco José Paoli, Yucatán y los orígenes del nuevo Estado mexicano:

gobierno de Salvador A/varado, 1915-1918, México, Era, 1984.


ORÍGENES DEL EJÉRCITO MEXICANO 27

Este proceso está atinadamente descrito en la novela juan


Pérez ]olote. 35
Si todas estas incorporaciones se suman a la de los zapa-
tistas con el gobierno emanado de la revuelta de Agua Prie-
ta, puede decirse que entre 1915 y 1920 el aparato militar
del país terminó teniendo una muy considerable representa-
tividad sociogeográfl.ca: comenzó siendo un ejército exclusi-
vamente norteño en 1913, y siete años después, en 1920,
pudo contar con contingentes orgánicos procedentes de
todo el país. Sólo entonces mereció tener el nombre que
llevaba desde 1917: Ejército nacional.
Contar con una gran cantidad de elementos populares
representativos de casi todos los sectores sociales, proceden-
tes de la mayoría de las regiones del país, explica la naturale-
za social de las fuerzas armadas mexicanas. Más que intentar
fijar una fecha fundacional, siempre debatible, lo importan-
te es subrayar que sus orígenes históricos se ubican en un pro-
ceso revolucionario. Esto diferencia al Ejército mexicano de
la mayoría de los ejércitos latinoamericanos, con orígenes
conservadores y liderazgos aristocráticos. Lo verdaderamente
importante es tener en cuenta que el Ejército mexicano tiene
como origen una lucha contra un ejército oligárquico y con-
trarrevolucionario, y que sus componentes son sociológica-
mente populares. Estos dos elementos son imprescindibles
para comprender sus primeros cien años de historia.

35 Ricardo Pozas,]uan Pérez jolote. Biografla de un tzotzil, México, ENAH,


1948.
LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN:
UN ENSAYO COMPARATIVO

PEDRO SALMERÓN

Imtituto Tecnológico Autónomo de México

1. El desdén por la historia militar, común a la gran mayoría


de los trabajos académicos sobre la Revolución mexicana,
desdén que olvida que a veces las guerras civiles se resuelven
en los campos de batalla, ha ocasionado numerosos errores
de apreciación en el estudio de los liderazgos militares y
político-militares de la Revolución, pues si no se tiene claro
quién manda efectivamente, cómo manda y por qué manda,
no pueden entenderse correctamente los orígenes, estilos y
proyectos de los diversos grupos revolucionarios. De ese
modo, pareciera que fuera del zapatismo, definido como un
grupo campesino con demandas y proyectos que nunca tras-
cendieron su arraigado localismo, no hay diferencias signifi-
cativas entre los demás grupos que hicieron la revolución
política que derribó al régimen de Victoriano Huerta y des-
truyó las instituciones políticas del Porflriato, para luego
enfrentarse entre sí en la guerra civil de 1914-1915. La dife-
rencia sustantiva estaría, según los historiadores revisionis-
tas, en la visión política y nacional de Venustiano Carranza

29
30 PEDRO SALMERÓN

y Alvaro Obregón, de la que carecían sus enemigos, y no en


los estilos y orígenes de los diversos liderazgos ni de los pro-
yectos enfrentados.
En este trabajo quiero presentar, de manera esquemática,
algunos resultados de una investigación en curso sobre los
jefes de los ejércitos constitucionalistas, cruzándolos con los
resultados de mis trabajos sobre el villismo, para proponer
una nueva forma de entender ambos liderazgos. El punto de
partida del análisis grupal es el de la estructura militar del
Cuerpo de Ejército del Noreste y de la División del Norte,
considerando que el estudio de las operaciones militares me
permitió entender quién tenía mando real en ambos ejérci-
tos y utilizar esa información como criterio de selección.
Así, después de los dos comandantes en jefe, Pablo González
y Pancho Villa, seleccionamos para este trabajo a 17 genera-
les del Noreste y a otros tantos del Norte como segundo
escalón de mando, y a 116 jefes del Noreste y 112 del Norte
con mando de regimientos o equivalentes, a quienes nos re-
feriremos como el tercer escalón de mando.

2. En Coahuila, fuera de la Comarca Lagunera, la rebelión


maderista fue tardía, rápida y poco cruenta, pues estalló
cuando los mayores contingentes federales se concentraban
en el estado de Chihuahua para sofocar la formidable rebe-
lión del estado grande. Por lo tanto, no se dio ahí el recam-
bio de mandos ocurrido en Chihuahua y quienes desfl.laron
triunfantes en las principales ciudades del estado, en mayo de
1911, eran los jefes designados por Venustiano Carranza para
dirigirla. A su vez, Carranza había sido nombrado por Made-
LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN 31

ro como jefe de la revolución en Coahuila. En el resto del


noreste sólo hubo una revuelta local de raigambre popular,
encabezada por Alberto Carrera Torres en Tula, Tamaulipas.
Entre mayo de 1911 y febrero de 1913, Carranza gober-
nó férreamente el estado de Coahuila, en el estilo del general
Bernardo Reyes, con el que Carranza se había formado como
político desde la década de 1890. Durante esos meses man-
tuvo en las armas a diversos contingentes de irregulares de
la Federación cuyos jefes le debían a él el mando de los mis-
mos. Estas milicias estatales profesionalizadas fueron las fuer-
zas con las que en febrero y marzo de 1913 Carranza desafió
al régimen golpista de Victoriano Huerta y fueron también
el núcleo del Ejército del Noreste. A estas fuerzas irregulares
de Coahuila (y un regimiento potosino y otro veracruzano,
concentrados en Coahuila en marzo de 1913) se sumaron
los rebeldes tamaulipecos a los que mandaban -cada uno
por su cuenta- Alberto Carrera Torres y Luis Caballero, y
un cuerpo irregular de origen lagunero que llegó a Tamau-
lipas desde el Estado de México, mandado por Jesús Agus-
tín Castro.
Durante cuatro meses, Carranza pretendió dirigir las
operaciones militares en Coahuila, en condiciones de des-
ventaja creciente frente a los federales, hasta que en julio de
1913 decidió aceptar la invitación que le hicieron los revo-
lucionarios de Sonora para instalar Jtá el gobierno de la
Revolución. Poco antes de salir hacia Sonora, Carranza ex-
pidió un decreto que organizaba el Ejército constitucionalis-
ta en seis cuerpos. Por ese decreto, intentaba subordinar a
los guerrilleros de Chihuahua a las autoridades sonorenses,
32 PEDRO SALMERÓN

a la ve:z que constituía el Cuerpo de Ejército del Noreste con

. .
los rebeldes de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, dando
poco después el mando de dicho cuerpo al general Pablo
Gonzále:z Garza, hasta entonces jefe del 1º Regimiento de
Carabineros de Coahuila.
Es decir que, una vez más, de Carranza dependió el nom-
bramiento militar decisivo en el noreste, decisivo porque, a
su vez, don Pablo reorganizó las fuerzas concentradas en
Coahuila en tres brigadas de caballería y un batallón de in-
fantería, dando el mando de las brigadas a los jefes en los
que él confiaba políticamente (su primo Antonio l. Villa-
rreal, don Jesús Carranza, hermano de Venustiano, y Fran-
cisco Murguía, que acababa de regresar a Coahuila desde el
centro del país), sobre otros jefes de regimiento con mayor
tiempo o prestigio en Coahuila y que podían haber creado
bases regionales de poder propio, como Teodoro Eliwndo,
Cesáreo Castro o Francisco Sánchez Herrera.
Cuando las fuerzas de Coahuila rompieron el cerco que
en su estado les tendieron los federales, en el otoño de 1913,
apoyándose en la retaguardia estratégica que en torno a
Matamoros había establecido el general Lucio Blanco para
conquistar el resto de Tamaulipas (salvo el puerto de Tam-
pico), don Pablo González reorganizó otra vez los mandos
de las fuerzas del noreste, confirmando a los mandos por él
elegidos y añadiendo otros nuevos. En esta reorganización,
con la que el ejército quedó constituido por ocho divisio-
nes y cinco brigadas sueltas, se confirmaron algunos man-
dos regionales previos, como el de Alberto Carrera Torres,
pero sobre todo se reafirmaron las designaciones hechas por
LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN 33

Carranza en 1912 y por González en 1913. El único jefe


con prestigio propio que intentó oponerse a las disposicio-
nes y al liderazgo de Pablo González, el general Lucio Blan-
co, fue removido de su mando y posición por Venustiano
Carranza.
A pesar de las derrotas, que al menos en 1913 fueron más
numerosas y llamativas que las victorias, el del Noreste era
un ejército notable por el espíritu de sus hombres. Durante
todo el periodo aquí estudiado, las fuerzas del noreste estu-
vieron formadas por voluntarios que luchaban por princi-
pios políticos abstractos y lealtad a sus jefes, y también, por
un salario y la posibilidad de promoción social. Era un ejér-
cito revolucionario en el sentido de que se creó a partir del
caos de una situación revolucionaria y de que se vio obliga-
do a improvisar: "la voluntad común, la disciplina gustosa-
mente aceptada, una gran proporción de voluntarios y la
audacia del mando", restantes características de un ejército
revolucionario, las tenía en mayor o menor grado: no había
una disciplina muy rigurosa, pero funcionaba, y si bien Pa-
blo González no lo destacaba por esa cualidad, nadie puede
dudar de la audacia de jefes como Francisco Murguía o Lu-
cio Blanco. Al menos, sus hombres no dudaban. Por supues-
to, el enemigo les dio el tiempo necesario, pues "una fuerza
revolucionaria sin disciplina sólo resulta efectiva si tiene
tiempo y espacio para lograr la necesaria estructura militar y
si la fuerza que se le opone carece de eficacia''. 1

1 Michael Alpert, El ejército popular de la república, 1936-1939, Barce-


lona, Crítica, 2007, pp. 65 y 346.
34 PEDRO SALMERÓN

Hasta ahí era un ejército revolucionario. Sin embargo, era


uno cuyos líderes fueron desligándose cada vez más eviden-
temente de sus bases: al concebirse la Revolución como una
lucha institucional del gobierno legítimo de Coahuila contra
la usurpación huertista, fincada en argumentos legales y legi-
timistas y no en el propósito de resolver demandas sociales,
las fuerzas revolucionarias de Coahuila, como las de Sonora
al mismo tiempo, tal como ha explicado Héctor Aguilar Ca-
mín, tenían como última razón cohesiva, aparte del entusias-
mo regional y la lealtad y admiración a un jefe, el haber, la
paga, el riesgoso empleo de soldado. La paga a los soldados
siempre fue prioridad.
En Sonora, señala Aguilar Camín, del desconocimiento
de Huerta surgió un ejército profesional que aisló a los com-
batientes de su contexto social y a los jefes de las demandas
específicas de sus soldados. "Sus dos líneas terminales son,
en el soldado, una 'moral del haber', del salario; en los jefes,
una independencia relativa ante las masas que luchan bajo
sus órdenes". Un ejército de soldados que, si bien luchan
por la victoria, la camaradería, la lealtad al jefe inmediato,
lo hacen en última instancia por el salario. Del salario y del
saqueo dependen la estabilidad de los ejércitos de Sonora y
Coahuila desde 1912, lo que permite a los jefes dirimir sus
ambiciones y medrar sin voltear atrás, manejando el capital
político que representa la lealtad de sus hombres. Este tipo
de ejército requiere "la preservación de las estructuras socia-
les y económicas vigentes, no su transformación'' .2
2 Héctor Aguilar Camín, Saldos de la Revolución, México, Océano,

1984, pp. 39-46, y Héctor Aguilar Camín, La ftontera nómada. Sonora y la


LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN 35

En el noreste, la victoria y la lealtad al jefe inmediato


fueron, en 1913, un elemento mucho menos cohesivo que
en Sonora. Hay una serie de datos sumamente interesantes:
constantes peticiones de soldados, grupos de soldados, ofi-
ciales sueltos y pelotones o compañías para salir de una cor-
poración e integrarse a otra. No sólo son sorprendentes estos
datos, sino el hecho de que el Cuartel General casi siempre
autoriza estos movimientos: la lealtad a los jefes, propia de
Sonora, o la vinculación social y regional, propia de Chi-
huahua, es aquí mucho menos evidente.
En el caso particular de Coahuila, hay una retórica revo-
lucionaria y un divorcio total de las bases, a diferencia de lo
que ocurre en Chihuahua, donde en la documentación vi-
llista están presentes de manera sistemática las demandas de
los soldados, la relación entre los soldados y los jefes y el
hecho de que los jefes lo son por decisión de los soldados y
no del gobierno del estado o del Primer Jefe; en Coahuila
apenas hay referencias a la composición social de la base y
brillan por su ausencia las relativas a sus demandas. Francis-
co L. Urquiw y Alfredo Breceda refieren a los militantes de
la Gran Unión Minera Mexicana, que "proporcionó miles
de soldados a la revolución". Algunos documentos muestran
también que las mutualidades ferrocarrileras y que "vaque-
ros del río Grande" respaldaron la Revolución, además, na-

Revolución mexicana, México, Secretaría de Educación Pública/Siglo Vein-


tiuno Editores (Cien de México), 1985, pp. 329-334. Justo sobre esas ca-
racterísticas imprescindibles en un buen soldado en la era moderna, véase
Montgomery, vizconde de Alamein, Historia del arte de la guerra, Madrid,
Aguilar, 1969, p. 17.
36 PEDRO SALMERÓN

turalmente, de rancheros y peones del centro y sureste de


Coahuila. La más detallada de las fuentes sobre las bases
sociales del ejército, la de Urquiw, es muy rica no acerca de
lo que dichas bases quieren, sino sobre lo que los dirigentes
hacían.
Se trataba de un ejército, en fin, que requería para su
funcionamiento la preservación de las estructuras sociales
y económicas vigentes. Una gran cantidad de documenta-
ción cruzada entre el Cuartel General y el proveedor gene-
ral del ejército, coronel Emilio Salinas, da cuenta de esta
característica.
¿Quiénes eran los jefes de este ejército? Tuvieron mando
de división o equivalente los generales Antonio l. Villarreal
González, Francisco Murguía López de Lara, Teodoro Eli-
wndo González, Cesáreo Castro Villarreal, Luis Caballero
Vargas, Alberto Carrera Torres, Francisco Coss Ramos, Jesús
Agustín Castro Rivera, Jesús Carranza Garza, Lucio Blanco
Fuentes, Jesús Dávila Sánchez, Eulalio Gutiérrez Ortiz,
Cándido Aguilar Vargas, Jacinto B. Treviño González, Pablo
A. de la Garza Gutiérrez, Alberto Fuentes Dávila y Emilio
Salinas.
Salvo Aguilar, Agustín Castro y los tamaulipecos Carrera
y Caballero, estos hombres pertenecían al núcleo formado
en Coahuila en torno a Venustiano Carranza entre 1910 y
1912, y casi todos pertenecían de alguna u otra manera a las
élites locales o a los sectores medios del noreste: Pablo Gon-
zález era, en 1910, administrador y yerno del dueño de un
molino de trigo y harina en el que laboraba medio centenar
de obreros. Eran propietarios de tierras acomodados, con
LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN 37

intereses económicos y políticos que iban más allá de la agri-


cultura: Jesús Carranza, Teodoro Eliwndo, Cesáreo Castro,
Emilio Salinas {cuatro hombres mayores de 50 años en
1913), Lucio Blanco y Jesús Dávila Sánchez. Quizá estos
siete hombres no eran "burgueses" en el estricto sentido de
la palabra, pero sí formaban parte de las élites regionales y sí
pretendían el desarrollo económico e industrial de México,
apoyados en sus experiencias de vida. Fuera del ámbito
coahuilense, también Luis Caballero, presidente municipal
porflrista de su pueblo, y Cándido Aguilar, quien se lanzó
a la Revolución "armando a sus peones", eran prósperos
propietarios. Eulalio Gutiérrez y Francisco Murguía eran pe-
queños empresarios con estudios medios y el segundo des-
cendía de una acaudalada familia venida a menos. El pro-
fesor Alberto Carrera Torres, quien en muchos sentidos es
un caso excepcional en el mando nordestino, no surgió de
las clases humildes. Antonio l. Villarreal egresó de una Nor-
mal Superior y empezó como director de una escuela con-
centrada: los dos profesores de la lista, por origen familiar
y destino laboral, no se parecen a los errabundos maestros
rurales que se incorporaron a la dirección de los ejércitos
villistas y zapatistas. Alberto Fuentes Dávila era médico,
Pablo de la Garza, abogado, y Jacinto B. Treviño, ingenie-
ro militar. En fln, sólo dos de los 18 pueden ser llamados
"trabajadores": Francisco Coss y Jesús Agustín Castro. No
eran peones, sino trabajadores especializados, con estudios
elementales.
¿Más sobre el origen de clase? Si pasamos al tercer esca-
lón de mando, formado por 116 jefes que mandaron regi-
38 PEDRO SALMERÓN

mientos o fuerzas equivalentes, encontraremos un buen


número de empresarios agrícolas o hijos de familias impor-
tantes y acaudaladas, como Ernesto Santos Coy, Juan Barra-
gán, Francisco L. Urquizo, Andrés Saucedo, Francisco Gon-
zález Villarreal, Fortunato Zuazua, Samuel Santos, Francisco
de P. Mariel, los sobrinos de don Venustiano y muchos
otros. Súmense los médicos, los abogados y los ingenieros,
como Rafael Cepeda, David Berlanga, Jesús Garza Siller,
Eleuterio Ávila, Daniel Ríos Zertuche o Vicente Dávila
Aguirre. Por el contrario, si en la plana mayor sólo hay dos
trabajadores asalariados, en contra de tantos libros que ha-
blan de dirigentes obreros en las filas del noreste, en el tercer
escalón sólo dos tienen militancia en las mutualidades obre-
ras, Alfredo Breceda y Benecio López Padilla. No hay un
solo peón de campo ni un solo pequeño propietario agrícola
y, apenas, media docena de trabajadores manuales asalaria-
dos, en su mayoría en los talleres del ferrocarril.

3. Cuando Francisco l. Madero convocó a la Revolución


para el 20 de noviembre de 1910, creía que su llamado a las
armas tendría una respuesta masiva y espectacular. Pensaba
que más que una guerra civil, una especie de huelga armada
derribaría en pocos días a la dictadura, pero estos planes fa-
llaron por completo: el 20 de noviembre apenas una ciudad
de mediana importancia cayó en manos de los maderistas,
que fueron inmediatamente dispersados, y sólo remotas po-
blaciones en diversas regiones fueron controladas por gru-
pos de hombres que se pronunciaron contra el gobierno.
Fue en el estado de Chihuahua donde se produjeron los más
LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN 39

significativos de los pronunciamientos del 20 de noviembre


y donde, en menos de una semana, los rebeldes obtuvieron
resonantes victorias eri escaramuzas todavía poco importan-
tes, pero que preocuparon al gobierno por el incremento
notable de la revuelta. Fue pues el éxito o la persistencia de
los guerrilleros de Chihuahua lo que permitió el levanta-
miento nacional que precipitó la caída del régimen de Díaz
en mayo de 1911.
Los rancheros de Chihuahua, que estaban armados y te-
nían una añeja tradición de organización militar, aprovecha-
ron el llamado a las armas hecho por Madero para cobrarle
al régimen sus agravios, entre los que destacaban el despojo
de tierras y aguas hecho por los hacendados (que eran tam-
bién los gobernantes del estado) y la supresión de sus liber-
tades públicas y de la autonomía municipal. Los rancheros
de estos pueblos se levantaron colectivamente y eligieron de
entre ellos a sus propios líderes, que pronto remplazaron a
los que había designado la dirección nacional del maderis-
mo y el líder estatal, Abraham González. De ese modo apa-
reció en la superficie una serie de caudillos pueblerinos, de
origen ranchero, que pronto encumbraron a dos de ellos por
su carisma y sus capacidades: el arriero Pascual Orozco y el
abigeo Pancho Villa.
Este conjunto de pronunciamientos y rebeliones pueble-
rinas fue la génesis del villismo, que tiene sus antecedentes
en la insurrección de los pueblos de Chihuahua contra la
autocracia de Díaz en los últimos días de noviembre de
1910. Como entonces, en febrero y marzo de 1913 los re-
beldes de cada región se levantaron por su cuenta y riesgo,
40 PEDRO SALMERÓN

para cobrarse añejos agravios, recuperando ancestrales for-


mas de organización vigorizadas y mejoradas por las recien-
tísimas experiencias de la rebelión maderista y la lucha con-
tra la rebelión de Orozco.
Como en 1910, la rebelión surgió en el campo y muy
pronto casi todas las poblaciones de cierta importancia que
carecían de una fuerte guarnición federal cayeron en manos
de los variopintos grupos rebeldes. Éstos repitieron el patrón
de levantamiento popular de 191 O, pero con mayor efectivi-
dad y rapidez, pues además de que ya conocían el camino y
no pocos de ellos estaban encuadrados en regimientos irre-
gulares, ahora tenían más experiencia y confiaban en sus
dirigentes regionales. Cada partida se levantó en armas por
su cuenta, y por su cuenta hizo la guerra durante los prime-
ros meses, sin que se reconociera más liderazgo que -a ve-
ces- el nacional de Venustiano Carranza. Los jefes de par-
tida, casi todos autopromovidos a generales jefes de brigada
en el verano de 1913, seguían siendo representantes natura-
les de sus hombres, para quienes siempre estuvo claro que
los jefes mandaban por decisión suya.
El 29 de septiembre de 1913, varios de estos jefes se reu-
nieron en la hacienda de La Loma, Durango, junto con los
dirigentes populares del norte y el oriente de Durango y los
coroneles rebeldes de La Laguna vinculados desde antes de
191 O a la familia Madero, para planear el ataque a la cercana
ciudad de Torreón. Durante la reunión, el general Francisco
Villa afirmó que las necesidades de la campaña exigían la
unificación de todas las fuerzas ahí reunidas bajo un mando
común, por lo que proponía que de inmediato se eligiera, de
LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN 41

entre los presentes, a un jefe que asumiera dicha responsabi-


lidad, para lo cual Pancho Villa se proponía a sí mismo, o
también a Tomás Urbina y Calixto Contreras como opcio-
nes. Siguieron en el uso de la palabra varios de los presentes
sin hacer otra cosa que darle vueltas al asunto, hasta que el
coronel Juan N. Medina, jefe de Estado Mayor de la Brigada
Villa, explicó claramente la situación, mostrando que cuan-
to podía alcanzarse mediante la lucha guerrillera se había
alcanzado ya, y que había llegado el momento de pasar a la
guerra regular o estancarse y ceder la iniciativa al enemigo; y
la guerra regular, dijo, requería una organización superior y
una indiscutible unidad de mando.
A la exposición de Medina siguió un instante de silencio
que interrumpió el general Calixto Contreras, quien se puso
de pie y, tras rechazar su candidatura por no considerarse
capacitado para asumir la enorme responsabilidad que el
nuevo mando implicaba, resaltó "el prestigio del general Vi-
lla, como hombre de armas y experiencia, indiscutible valor
y capacidad organizadora y pide a todos que reconozcan a
Francisco Villa como jefe de la División del Norte". Enton-
ces terminaron las vacilaciones y todos, a una voz y sin ma-
yores discusiones, aclamaron a Pancho Villa como jefe. Así
nació la División del Norte y, con ella, apareció en escena el
villismo como movimiento revolucionario autónomo y con
características propias, en un espacio que la dirección nacio-
nal del constitucionalismo, ya firmemente establecida en
Sonora, siempre pensó como teatro secundario de operacio-
nes, y con unos hombres a los que Venustiano Carranza hu-
biera querido mantener cuidadosamente acotados.
42 PEDRO SALMERÓN

Los caudillos que eligieron a Pancho Villa como jefe tu-


vieron siempre la conciencia de que éste les debía su mando
y era responsable sólo ante ellos, tanto como ellos eran res-
ponsables ante sus hombres. Alguna vez, puesto en tela de
juicio el mando de Pancho Villa, los jefes de brigada expresa-
ron claramente al Primer Jefe la convicción de que el mando
de Villa, la legitimidad revolucionaria del movimiento norte-
ño, emanaba .de ellos en tanto jefes a la vez que representan-
tes de sus soldados. Cuando cayó Chihuahua en manos del
villismo y Pancho Villa consolidó su papel como comandan-
te en jefe, los caudillos regionales devenidos en jefes de briga-
da aseguraron también sus propias posiciones, conservando
el control de sus hombres y la influencia en sus regiones.
Si para los jefes de brigada estaba claro que Villa les debía
el mando a ellos, los soldados también eran conscientes de
que los generales jefes de las brigadas les debían a ellos el
mando, de modo que cuando moría un jefe de brigada los
hombres, en asamblea, elegían al nuevo jefe. Así, cuando
murió don Juan E. García, los soldados de la Brigada Made-
ro eligieron al hermano del jefe, coronel Máximo García,
como nuevo comandante de la corporación. Cuando cayó
muerto el general Miguel González, en la batalla de Pare-
dón, los soldados de la Brigada Guadalupe Victoria decidie-
ron fundirla con la Brigada Cuauhtémoc, del general Trini-
dad Rodríguez, a quien aclamaron como jefe; y cuando este
jefe murió en la batalla de Zacatecas, los soldados de la bri-
gada eligieron al coronel Isaac Arroyo para reemplazarlo,
poniéndole a la brigada el nombre del jefe muerto. Pancho
Villa no tenía voz ni voto en estas decisiones, salvo para as-
LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN 43

cender de inmediato al generalato a los coroneles elegidos


por los soldados.
Los jefes de brigada, pues, no sólo eran lugartenientes de
Francisco Villa o jefes de corporaciones militares, sino, antes
que eso, caudillos regionales. "Caudillos" por la connota-
ción militar del término y porque debían su posición a sus
cualidades carismáticas, 3 que les permitieron construir ex-
tensas redes de apoyo en sus respectivos territorios, y por su
innegable vocación por el cambio social. "Regionales", por-
que sólo unidos pudieron tener una trascendencia nacional,
pero individualmente nunca superaron su dimensión regio-
nal, y por el claro dominio militar y político que llegaron a
ejercer sobre sus regiones, dominio fundado en el prestigio
y respeto que en muchos casos se habían labrado desde antes
de la Revolución. En ese sentido, Pancho Villa empezó sien-
do un caudillo regional, como todos los otros, pero al ser ele-
gido jefe de la División del Norte y, sobre todo, desde que
tuvo Chihuahua como base avanzó hacia el sur y trascendió
esa categoría para alcanzar proyección nacional.
En junio de 1914 eran jefes de brigada de la División del
Norte los generales José E. Rodríguez, Toribio Ortega Ra-

3 Según Max Weber: "Debe entenderse por 'carisma' la cualidad, que


pasa por extraordinaria (condicionada mágicamente en su origen, lo mismo
si se trata de profetas que de hechiceros, árbitros, jefes de cacería o caudillos
militares), de una personalidad, por cuya virtud se la considera en posesión
de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas ---0 por lo menos específicamen-
te extracotidianas y no asequibles a cualquier otro-, o como enviados del
dios, o como ejemplar y, en consecuencia, como jefe, caudillo, guía o líder".
Max Weber, Economía y sociedad, México, FCE, 1964, t. 1, p. 193.
44 PEDRO SALMERÓN

mírez, Trinidad Rodríguez Quintana, Tomás Urbina Reyes,


Madovio Herrera Cano, Máximo García Contreras, Euge-
nio Aguirre Benavides, Calixto Contreras Espinosa, Orestes
Pereyra, José Isabel Robles, Manuel Chao Rovira, Rosalío
Hernández Cabra!, Mateo Almanza, Severino Ceniceros
Bocanegra y Martiniano Servín. Tenían mando e influencia
equivalentes, pero en áreas técnicas y debido a Francisco Vi-
lla, los generales Felipe Ángeles Ramírez y Manuel Madina-
beitia Esquive!.
Sobre el general en jefe, de estatura mítica, se escribieron
centenares de biografías, casi todas exageradas y mal funda-
mentadas, aunque sabemos de cierto que fue peón de cam-
po hasta los 16 años, que aprendió a leer y escribir ya adulto
y que en la primera década del siglo xx desempeñó diversos
oficios, desde peón de albañil hasta ladrón de ganado. De
los 17 hombres del segundo escalón de mando, ocho eran
propietarios de tierra o campesinos: Calixto Contreras, José
E. Rodríguez, Toribio Ortega, Trinidad Rodríguez, Mado-
vio Herrera, Máximo García, Rosalío Hernández y Mateo
Almanza. Había diferencias: el padre de José Rodríguez era
peón pobre y Máximo García era un ranchero acomodado.
Los demás se situaban entre ambos extremos, aunque sólo
García y Hernández tenían trabajadores a su servicio. Tam-
bién de origen rural eran el abigeo Tomás Urbina y el escri-
bano de pueblo Severino Ceniceros. Los profesores Manuel
Chao y José Isabel Robles sólo habían estudiado la primaria
y fueron empleados como maestros rurales siendo adoles-
centes, uno por el gobierno de Chihuahua y otro por la fa-
milia Madero para los hijos de los peones de sus haciendas.
LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN 45

Orestes Pereyra era herrero en Gómez Palacio. Eugenio


Aguirre Benavides, empleado en los negocios de la familia
Madero. De los orígenes de Servín y Madinabeitia no se
pudo averiguar gran cosa. Finalmente, Felipe Ángeles era
militar profesional.
Entre los 100 o 120 jefes del tercer escalón de mando,
más de la mitad son también de origen rural, algunos de
familias de rancheros acomodados que pudieron estudiar la
primaria, como Porfirio Talamantes, Fortunato Casavantes
o José Bencomo, y otros de extracción mucho más humilde,
como Julián Granados, Pablo Séañez o Candelario Cervan-
tes. También hay media docena de vaqueros y capataces de
vaqueros en las haciendas, entre ellos Nicolás Fernández y
Fidel Ávila. Finalmente, entre los de origen rural hay que
contar a los campesinos agraristas del oriente de Durango,
como los hijos de Calixto Contreras, Lorenzo Ávalos, Canu-
to Reyes y varios más.
Proletarios o semiproletarios son una docena de peones,
mecánicos o trabajadores del ferrocarril, entre los que desta-
can Rodolfo Fierro, Santiago Ramírez y Salvador Rueda
Quijano; media docena de mecánicos y trabajadores de las
minas, como Eulogio Ortiz, Sóstenes Garza y Marcial Cava-
zos, y una decena de artesanos, como Martín López (pana-
dero), Gabriel Pereyra (herrero) y Benjamín Argumedo (sas-
tre), así como un par de tenderos de pueblo. Excepcionales,
y todos oriundos de La Laguna y cercanos a Pancho Made-
ro, cinco o seis hombres con estudios medios y posición
acomodada: Raúl y Emilio Madero González, Enrique San-
tos Coy o Emiliano G. Saravia Ríos. Finalmente, media do-
46 PEDRO SALMERÓN

cena de militares profesionales que siguieron a Ángeles en su


aventura revolucionaria, entre los que destacan Federico
Cervantes y José Herón González "Gonzalitos".

4. Se ha afirmado repetidamente que la Revolución mexi-


cana fue hecha por hombres que no se habían preparado
para una revolución; sin embargo, cerca de la mitad de los
jefes del noreste habían sido magonistas y una veintena
más, reyistas.
Los postulados del liberalismo magonista, incluso los ex-
presados en el Programa de 1906, no se contraponen con lo
que los carrancistas quisieron para el país ni con lo que pu-
dieron hacer cuando tuvieron el poder en sus manos. Como
señala Arnaldo Córdova, la ideología militante de los inte-
lectuales y los sectores medios de los que surgió el Partido
Liberal Mexicano (PLM) y su ala radical (el magonismo} no
podía ser más clara: "la primera exigencia era el retorno de
la democracia y, con ella, de la legalidad". El retorno de la
legalidad permitiría poner fin a la polarización económica y
al autoritarismo político, a la venalidad de la administración
de justicia y a la inexistencia de la política. Permitiría sacu-
dir las trabas puestas a la libre iniciativa y acabar con el régi-
men de privilegio. La incorporación de los problemas espe-
cíficos de las masas populares en el Programa de 1906 no
rompe ni se aleja de los principios liberales doctrinarios que
. siguen siendo la base ideológica del magonismo. Como se-
ñala Armando Barrra: el Programa de 1906, desde el punto
de vista de sus reivindicaciones, formulaba el contenido so-
cial de una revolución burguesa radical y desde el punto de
LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN 47

vista político proponía una vía democrática revolucionaria,


fundada no tanto en los cambios legislativos desde arriba,
sino en "la acción del pueblo, el ejercicio del civismo, la in-
tervención de todos en la cosa pública". 4
La otra escuela política de los jefes del noreste fue el re-
yismo. Vinculado por más de 15 años al ilustrado y auto-
ritario procónsul porflrista del noreste, Venustiano Carranza
estaba como él convencido de la urgencia de modernizar
económicamente el país y de la necesidad de la dictadura
que, garantizando la paz y el orden, permitiera esa moderni-
zación. La vinculación entre los gobernantes y la oligarquía,
los privilegios al capital extranjero y la supresión de las liber-
tades públicas (en síntesis, "el régimen de privilegio"), 5 ca-
racterísticas esenciales del proyecto y la práctica porflristas,
encontraron en el noreste dominado por Reyes, por las razo-
nes explicadas en el apartado anterior, su mejor laboratorio
y su más señalado campo de acción.
Quienes se organizaron en 1903 y 1909 para promover la
candidatura de Bernardo Reyes a la vicepresidencia de la Re-
pública no eran enemigos ni críticos del régimen, sino inte-
grantes y beneficiarios del mismo, que sentían que estaba
retrasándose excesivamente el relevo generacional del grupo
gobernante, lo que ponía en riesgo la estabilidad del régimen
y sus propias posibilidades de ascenso personal. Como lo ex-

4 Armando Bartra (pról., recopilación y notas), Regeneración 1900-


1918. La corriente mds radical de /,a revolución de 191 Oa través de su perió-
dico de combate, México, Hadise, 1972, p. 25.
5 Véase el análisis de la ideología porfirista en Arnaldo Córdova, La

ideología de /,a Revolución mexicana, México, Era, 1973, pp. 46-63.


48 PEDRO SALMERÓN

plicó años después el doctor Francisco Vázquez Gómez, en


ese tiempo no se pensaba en un completo cambio de régi-
men, sino, más bien, en un gobierno de transición. El general
Reyes era un hombre honrado, activo, trabajador, de dotes
administrativas excepcionales, según lo testifican la transfor-
mación que sufrió el estado de Nuevo León durante su largo
régimen y el haber salido del gobierno sin capital; además,
era contrario a la política absorbente de los científicos.6
Quizá algunos reyistas pensaran que el tránsito generacio-
nal podría o debería implicar también un tránsito gradual
hacia formas políticas más modernas, quizá no estrictamente
democráticas en el sentido de un hombre un voto, pero sí que
permitieran la discusión política y la incorporación de las cla-
ses medias ilustradas y de los modernos empresarios a la vida
pública. Seguramente no pocos reyistas (sobre todo en 1908-
1909, cuando la crisis mostró la fragilidad del desarrollo su-
bordinado de México) se daban cuenta de que el modelo de
desarrollo fundado en los privilegios y concesiones dadas a las
compañías extranjeras no sólo ponía en riesgo la soberanía
nacional y vinculaba desventajosamente a México con el
mercado mundial, sino que se había convertido en un fre-
no para un progreso menos desigual, menos contradictorio.7

6 Francisco Vázquez Gómez, Memorias políticas, 1909-1913, México,


Imprenta Mundial, 1933, p. 12.
7 Sobre el modelo de desarrollo elegido y sus contradicciones, así como

sobre la evidencia de esas contradicciones para algunos sectores de la élite a


fines del Porfiriato, véase el estudio clásico de John Coatsworth, El impacto
económico de los ferrocarril/es en el Por:firiato. Crecimiento contra desarrollo,
México, Era, 1984.
LOS EJÉRCITOS EN LA REVOLUCIÓN 49

Pero de ningún reyista de 1908-1909 puede decirse, seria-


mente, que fuera un demócrata. Menos aún de don Bernar-
do. Por eso -y no sólo por encono familiar- Madero fue
siempre enemigo irreconciliable de Reyes y de lo que Reyes
significaba, aunque buscara atraer a su causa a cuantos reyis-
tas fuera posible. 8
Por el contrario, en el segundo escalón de mando de la
División del Norte no encontramos un solo reyista y apenas
dos magonistas (Pereyra y Almanza), y la proporción es
igual en el tercer escalón de mando. Los magonistas de Chi-
huahua se levantaron en armas contra Madero en 1911 y
1912, mientras que los futuros villistas defendieron con las
armas en la mano ese gobierno; sin embargo, también en-
contramos antecedentes políticos de otro tipo: Calixto Con-
treras, Toribio Ortega y Severino Ceniceros.
Pero, quizá, la diferencia más importante entre ambos
grupos es su práctica revolucionaria: frente al radicalismo
puramente declarativo y demagógico de los jefes del noreste,
y el reparto de 300 hectáreas hecho por Lucio Blanco en
Matamoros, en las regiones villistas las cosas marchaban de
muy distinta forma. Desde 191 O o 1911 algunos de los fu-
turos generales de la División del Norte -sobre todo Calix-
to Contreras y Toribio Ortega- expropiaron por la fuerza
las tierras de las haciendas. Cuando tomaron Durango el
bandolero Tomás Urbina, el líder agrario Calixto Contreras,
el herrero magonista Orestes Pereyra y el arriero Domingo

8 Francisco l. Madero, Epistolario, 1900-1909, México, Secretaría de

Hacienda, 1963, passim.


50 PEDRO SALMERÓN

Arriera, impusieron un gobernador al que le dictaron una


novedosa ley agraria de efectos inmediatos. Y, sobre todo,
cuando en diciembre de 1913 las fuerzas villistas conquista-
ron el estado de Chihuahua, el jefe de la División del Norte
expropió por decreto casi toda la riqueza pública del estado
que, administrada por organismos creados ex profeso, con-
virtió al ejército villista en la maquinaria militar que destru-
yó al Ejército federal.
Según las leyes villistas, los recursos confiscados serían la
base de un programa radical de redistribución de la riqueza,
al triunfo de la Revolución. Mientras tanto, el producto de
dichos bienes pagó la guerra y financió la política social del
villismo, de manera que no es exagerado decir que en Chi-
huahua y Durango, de la misma manera que en Morelos y
Guerrero, en 1914 y 1915 estaba en marcha una auténtica
revolución social que, a la postre, fue destruida por los ejér-
citos carrancistas.
EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA,
1910-1911 1

SANTIAGO PORTILLA
Sociólogo, historiador y consultor independiente

El ejército maderista, o ejército antirreeleccionista, como


debería llamarse, fue un ejército popular que se formó para
luchar con las armas por la causa del antirreeleccionismo, es
decir, por el anhelo, la propuesta o el ideal de poner fin a la
dictadura de Porfirio Díaz, quien fue reelecto siete veces y
había gobernado más de 30 años. 2
En 191 O Porfirio Díaz se reeligió mediante un gran fraude
electoral tras haber detenido y encarcelado al candidato más
importante de la oposición, Francisco Ignacio Madero, y a
muchos otros líderes del Partido Nacional Antirreeleccionista
en todo el país. El fraude consistió en impedir que se acerca-

1 Una versión de este ensayo, aunque sin referencias bibliográficas ni

notas a pie de página, fue publicada en Historia de los ejércitos mexicanos,


México, INEHRM, 2013, pp. 201-211.
2 Una descripción pormenorizada de la formación y movimientos de

esta fuerza en Santiago Portilla, Una sociedad en armas. Insurrección anti-


rreeleccionista en México, 1910-1911, México, El Colegio de México, 1995,
652 pp., gráf., 123 mapas.

51
52 SANTIAGO PORTILLA

ran a las casillas de votación los ciudadanos inscritos en el


padrón y que se sabía que simpatizaban con la oposición, es
decir, con Francisco Ignacio Madero como candidato a la
presidencia y el doctor Francisco Vázquez Gómez, a la vice-
presidencia. El antirreeleccionismo se había unido a la co-
rriente reyista encabezada por el doctor Vázquez Gómez y
formaron un gran contingente de oposición que atrajo a mu-
cha gente en cuando menos 24 estados de la República. 3 El
día de la elección se ubicaron policías, soldados y funciona-
rios afuera de las casillas y se impidió que se acercaran los in-
dependientes. En algunos casos, las casillas no se abrieron al
público y la votación se hiw puertas adentro falsificando los
votos; en otros, se movieron las casillas de lugar, avisando
únicamente a los porfiristas conocidos. De modo que éste fue
un fraude notable, abierto, flagrante. Los antirreeleccionistas
hicieron incluso un memorial en el que se documentó abun-
dantemente el fraude, población por población, localidad por
localidad, casilla por casilla, en el cual se explicaba en cada
caso qué artículos de la ley se habían violado y qué tácticas se
habían utilizado para impedir el voto independiente.4
Un dato interesante es que Porfirio Díaz tenía una doble
vertiente: el Porfirio Díaz soldado y el estadista. Después de
1877, cuando Díaz llega al poder, empieza a funcionar el es-
tadista que consigue una serie de logros importantes en su

3 Federico González Garza, La Revolución mexicana; mi contribución

político-literaria, México, A. del Bosque, 1936, xv+480 pp., pp. 95-98.


4 Isidro Fabela (comp.), Revolución y régimen maderista, t. 1, México,

FCE (Documentos históricos de la Revolución mexicana, 5), 1964, 6+468


pp., doc. 17, pp. 48-50.
EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 53

momento, que no pueden negarse. En lo económico, recu-


peró el crédito internacional y en lo político acabó con la
disidencia de la élite y con la de movimientos libertarios
como el de los hermanos Flores Magón.
Ahora bien, en 1909-1910, durante el proceso electoral
para decidir su séptima reelección, Porfirio Díaz no se dio
cuenta de que ya no había un consenso en la población alre-
dedor de su figura, sino un gran descontento en muchísi-
mos lugares del país por la falta de libertades. Se le alababa
por haber "pacificado el país", pero el costo de su "pacifica-
ción" había sido la cancelación de las libertades cívicas.
Si Díaz hubiera tenido la visión de dejar en libertad a
Madero, competir en las elecciones y respetar el voto, lo más
seguro es que se hubiera reelegido, con muchos votos para
Madero, pero éste no hubiera ganado; y aunque hubieran
llegado al Congreso algunos diputados de oposición, en ese
caso Porfirio Díaz se hubiera cubierto de gloria y hubiera
aparecido ante los ojos de la nación y del mundo entero
como una persona que había dado, en primer lugar, estabi-
lidad política al país y luego, democracia. En vez de eso,
tardamos otros 70 años en empezar a construir un sistema
democrático centrado en el ciudadano y no en sectores so-
ciales y laborales.
Sin embargo, el mismo Díaz o los intereses que lo rodeaban
no le permitieron verlo. Si hubiera sido así, quizá en México
tendríamos una buena cantidad de estatuas de Porfirio Díaz
por todas partes. Además, ya era muy anciano, no estaba acos-
tumbrado a obedecer a la gente, menos a respetar una votación
democrática. Esto no se encontraba entre sus preocupaciones.
54 SANTIAGO PORTILLA

En cambio, sí se preocupaba por la imagen que daría ese


mismo año, durante los festejos con los que se celebraría el
primer centenario de la Independencia nacional. Los prepa-
rativos habían comenzado varios años antes. Se invitó a re-
presentantes de alto nivel de todo el mundo, incluso de paí-
ses de Oriente de los que poco se sabía en México. 5
La figura de Porfirio Díaz como el pacificador de México
se había generalizado en la precepción internacional. Pare-
ciera entonces que el dictador no quiso ver disminuida su
figura en el consenso universal; alrededor de su presidencia
no quería presentar ninguna fractura, como en su concep-
ción hubiera sido la elección de diputados independientes.
El centenario se realizó con bombo y platillos, a lo largo
de un mes y unos días, con Madero en la cárcel. Hay una
anécdota contada por el subsecretario de Relaciones Exte-
riores Federico Gamboa, quien había sido uno de los prin-
cipales organizadores de los festejos: el 15 de septiembre está
en un palco del Palacio Nacional acompañado de algunos
embajadores observando la verbena popular en el Zócalo y
de pronto se oyen tumultos en un lado; resulta que hay una
manifestación en favor de Francisco l. Madero; antirreelec-
cionistas llevan un estandarte con una imagen de Madero.
El embajador alemán, curioso, pregunta: "¿Qué pasa, que
pasa ahí?". Gamboa se da cuenta de lo que ocurre y respon-
de: "Nada, nada, es un grupo de ciudadanos que admiran al

5 Genaro García (comp.), Crónica oficial de las fiestas del primer centena-

rio de la independencia de México, México, Taller del Museo Nacional,


1911, X+310+140+X pp.,passim.
EL EJÉRCITO ANTIRREELECCJONISTA, 1910-1911 55

general Díaz y lo están vitoreando". Y el embajador pregun-


ta: "¿Pero el general Díaz tuvo barba alguna vez?" (Madero
usaba un "candado" en el mentón). Y al subsecretario no le
queda más remedio que mentir: "Sí, alguna vez, cuando era
joven". Esa noche llega a su casa el subsecretario y anota en
su Diario, después de la anécdota, que las cosas se estaban
poniendo difíciles, el descontento era cada día más eviden-
te ... algo puede suceder. 6
Madero, el excandidato prisionero, no era partidario de
las revoluciones, no quería hacer una revolución. Como pre-
paración para lanzarse a la lucha política escribió La sucesión
presidencial en 19JO. El Partido Nacional Democrdtico. En
este libro, Madero hace un repaso de la historia nacional
independiente y concluye que el problema más grave de
México es el militarismo, es decir, cuando una persona le
presta servicios a la nación con las armas ... y después se los
cobra muy caros. Ése había sido el caso de lturbide, quien
pactó la Independencia nacional, ni más ni menos, y luego
se hizo emperador.
También había sido el caso de Santa Anna, quien había
empezado como un político liberal y acabó como uno con-
servador, y fue presidente de la República 11 veces. Otro
caso fue el de Porfirio Díaz, quien se convirtió en el héroe
contra la intervención francesa y terminó encabezando gol-
pes de Estado contra los gobiernos de Benito Juárez y de
Sebastián Lerdo de Tejada, dos liberales con los que se había

6 Federico Gamboa Qosé Emilio Pacheco, comp.), Diario de Federico

Gamboa, 1892-1939, México, Siglo XXI Editores, 1977, 280 pp., p. 170.
56 SANTIAGO PORTILLA

pacificado el país tras la derrota de los franceses. Paradójica-


mente, Díaz se levantó con la bandera de la no reelección y
acabó reeligiéndose siete veces. Otro militar que había co-
brado muy caro sus servicios a la patria.
Madero creía que el militarismo conducía al absolutis-
mo, como había ocurrido con Díaz. El absolutismo implica
la degradación completa del pueblo, porque para sostener
una dictadura absoluta es necesario cancelar las libertades y
sin libertades se anula el espíritu cívico de los ciudadanos y
se corre el peligro de una degradación moral irreparable. 7
Después del fraude, Madero piensa que es necesario le-
vantarse en armas porque, si bien el ge~eral Díaz, a pesar de
ser un dictador y un gobernante absolutista, había sido pa-
ternalista, es decir, no había sido un gobernante especial-
mente cruel que matara a decenas o a centenas de personas
como hicieron otros dictadores de América Latina, estaba
convencido de que Jos sucesores designados por el dicta-
dor no iban a ser paternales como él, iban a ser peores y
entonces sí la degradación del pueblo de México no iba a
tener remedio. De modo que Madero se vio moralmente
forzado, se obligó a sí mismo, a llamar a la revolución que
nunca había deseado. 8
De algún modo siempre lo supo: hay un párrafo en La
sucesión presidencial... en el que propone que se organice un
partido nacional con el lema de "Sufragio efectivo, no reelec-
7 Francisco l. Madero, La sucesión presidencial en 1910. El Partido Na-

cional Democrático, San Pedro, Coah., s.e., 1908, 2+358 pp., passim.
8 Isidro Fabela, op. cit., doc. 11, pp. 28-38 (pie de imprenta: "San Pe-

dro, Coah., Talleres Tipográficos de El Demócrata, marw de 1910".


ELEJÉRCITOANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 57

ción'', es decir, hacer realidad el poder del voto para el pueblo


y la no reelección, porque cuando los gobernantes se reeligen
tienden a perpetuarse en el poder. Será muy difícil que Díaz,
dice Madero en ese párrafo, acepte pacíficamente un partido
nacional de oposición con fuerza verdadera. En ese caso, qui-
zá sería necesario que hubiera otra revolución para obligarlo
a obedecer la voluntad del pueblo ciudadano. 9
Madero hace circular su libro en enero de 1909 y le en-
vía el primero a Díaz, pues sus actividades de proselitismo
en favor de la democracia eran completamente abiertas. En
mayo de ese año forma el Centro Antirreeleccionista de Mé-
xico y comienza una serie de seis giras, una de ellas dedicada
exclusivamente a su estado, Coahuila, en las que recorre más
de 20 estados de la República en ferrocarril, acompañado
por un camarada orador y por su esposa, doña Sara Pérez de
Madero, su compañera inseparable. Su éxito fue creciente y
su fama se extendió, de modo que en muchos lugares se
reunían miles de partidarios a escucharlo, pues en ese mo-
mento resultaba asombroso que un miembro de la élite go-
bernante, un hacendado como Madero, hiciera propaganda
vehemente contra la reelección de Díaz, a quien se veía
como invencible.
Cuando Díaz decide encarcelar a Madero con un pretex-
to baladí, por algo que había dicho Roque Estrada, el acom-
pañante de Madero, el líder antirreeleccionista le escribe
una carta al presidente Díaz que hace pública antes de las
elecciones, y le dice:

9 !bid., pp. 36-37.


58 SANTIAGO PORTILLA

Si usted y el señor Corral se empeñan en reelegirse a pesar de la


voluntad nacional y, continuando los atropellos cometidos, re-
curren a los medios en práctica hasta ahora para hacer triunfar
las candidaturas oficiales y pretenden emplear una vez más el
fraude para hacerlas triunfar en los próximos comicios, enton-
ces, señor General Díaz, si desgraciadamente por ese motivo se
trastorna la paz, será usted el único responsable ante la Nación,
ante el mundo civilizado y ante la historia. 10

En octubre y noviembre de 1910, en los días en que Ma-


dero lanza el Plan de San Luis Potosí para llamar a la rebe-
lión, cuenta que siempre supo que Díaz no iba a aceptar una
lucha democrática libre y abierta, y el pueblo, aunque lo
sabía, acudió a las urnas a recibir y sufrir tanta humillación,
y toda clase de vejaciones, para demostrar que se había he-
cho hasta lo imposible en una lucha pacífica.
Levantarse en armas no es una tarea fácil. Aunque mu-
chos hablan de Madero como un soñador, en realidad era
una persona práctica, que ya se había encargado de distintos
proyectos y los había sacado adelante con eficacia. Era un
hombre de negocios. Arriesgó y perdió su fortuna personal,
al convertirla en liquidez para financiar primero la campaña
política y más tarde la insurrección. Tras pasar las elecciones
y unas semanas más en la penitenciaría de San Luis Potosí,
se le concedió libertad bajo caución, es decir, fuera de la
10 Carta de Francisco l. Madero a Porfirio Díaz desde la Penitenciaría

del Estado, Monrerrey, Nuevo León (antes de ser trasladado a la cárcel de


San Luis Potosí), 15 de mayo de 1910, disponible en <http://www.antorcha.
netlbiblioteca_virtuallhistorialmadero/6.html>.
EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 59

cárcel, sin poder salir de la misma ciudad. Ahí planeó el le-


vantamiento, respetando las fiestas del centenario. Se escapó
de San Luis el 5 de octubre, disfrazado como ferrocarrilero.
Al día siguiente lo siguió Estrada. Madero y sus colaborado-
res cercanos se concentraron en San Antonio, Texas, donde
su familia tenía casa y negocios.U
¿Cómo se convoca al pueblo a levantarse en armas? Me-
diante un plan. Es necesario que la gente sepa para qué, cómo
y cuándo tomar las armas, y qué hacer con ellas.
¿Para qué?: para obligar al general Díaz a obedecer lavo-
luntad popular, "arrojar del poder a los audaces usurpadores
que por todo título de legalidad ostentan un fraude escanda-
loso e inmoral", y a fin de cuentas para designar "conforme
a la ley a sus gobernantes" en elecciones libres.
¿Cómo?: declarando nulas las elecciones, desconociendo
al gobierno de Díaz, al Congreso y a la Suprema Corte de

11 Con la ciudad como cárcel, Madero y Estrada rentaron donde vivir.


Tomaron la costumbre de dar un paseo rodos los días por las mismas calles,
que pasaban cerca de la estación del tren. Todos los días salían temprano en
la mañana y regresaban después de un buen rato. A fuerza de hacer el paseo
durante tres meses, los guardias se descuidaron y el 5 de octubre de 191 O, al
salir a dar su paseo matutino, Madero ya no regresó. Se cortó la barba, se
disfrazó de ferrocarrilero y se subió a un tren --donde tenía partidarios fe-
rrocarrileros- que lo llevó a la frontera con Estados Unidos. Lo mismo
hiw al día siguiente Roque Estrada. El gobierno se enteró de la huida por
medio de la prensa. Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exte-
riores, ramo Revolución, libro 713, legajo 1, fojas 210, 215, 216, 218 (en
adelante SER-REV/713/11210, 215, 216, 218); Isidro Fabela, op. cit., doc. 27,
p. 65 (telegrama del cónsul mexicano, San Antonio, Texas, 20 de febrero, 3,
9 y 15 de marw y 20 de abril de 1910); Armando Bartra, op. cit., p. 40.
60 SANTIAGO PORTILLA

Justicia, cuyos magistrados se elegían por voto popular. Ma-


dero sería presidente provisional hasta que se convocara a
nuevas elecciones una vez tomada la capital y más de la mi-
tad de los estados. Los jefes de las fuerzas revolucionarias
tomarían el grado correspondiente al número de rebeldes
que mandaran. Las leyes de la guerra serían escrupulosa-
mente observadas y se respetaría a los extranjeros en sus per-
sonas y en sus propiedades. El ejército antirreeleccionista
observaría la más estricta disciplina, a fin de evitar saqueos o
cualquier otra forma de abusos. Se prohibía utilizar balas
expansivas y fusilar a los soldados enemigos, a menos de
que se tratara de oficiales que comprobadamente hubieran
a su vez ordenado fusilamientos de revolucionarios. Como
uniforme, llevarían un distintivo tricolor en el brazo o en
el sombrero.
¿Cuándo?: el domingo 20 de noviembre a partir de las 6
de la tarde, y un día antes quienes vivieran lejos de las vías
de comunicación. Es posible que sea el único caso de una
revolución citada con fecha y hora exactas.
¿Qué harían con las armas?: en cada localidad en donde
se levantaran los ciudadanos, obligarían por la fuerza a las
autoridades políticas a ceder sus cargos a un ciudadano in-
dependiente, que los tomaría de manera provisional. Se
pondría en libertad a los presos políticos y se dispondría de
los fondos que hubiera en las oficinas públicas. Donde fuera
necesario se contratarían empréstitos para sufragar los gastos
de guerra con ciudadanos nacionales y entregando un recibo
para que en su momento se pagaran. Los jefes militares
nombrarían autoridades civiles en las poblaciones ocupadas
EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 61

(aquí se refleja el temor de Madero al militarismo). Confor-


me se fuera restableciendo la paz bajo control revolucionario
en los estados, se convocaría a elecciones libres de goberna-
dor, y al final se elegiría libremente a quien debiera ser pre-
sidente de la República.
"Ya que el general Díaz pretende apoyarse en la fuerza
bruta para imponerle un yugo ignominioso, el pueblo recu-
rrirá a esa misma fuerza para sacudirse ese yugo, para arrojar
a ese hombre funesto en el poder y para reconquistar su li-
bertad". El objetivo estratégico central era muy claro: derro-
car al dictador derrotando al Ejército federal. 12
No era empresa fácil después de 30 años de gobierno de
Porfirio Díaz, ya que había logrado convencer a la mayoría de
los mexicanos, y a prácticamente todos los países, de que era
la persona que más poder había concentrado hasta ese mo-
mento en toda la historia de México y de que era invencible.
En efecto, en esta revolución los revolucionarios llegaron
a haciendas, ranchos, minas, pueblos, etc.; tomaban caba-
llos, armas, cobijas, alimentos, y de todo daban recibo. Exis-
ten registros de que en los años veinte se pagaron esos reci-
bos. Lo anterior sugiere que ha sido uno de los movimientos
revolucionarios más limpios de los que se tenga memoria en
la historia de la humanidad, no sólo de México. 13

12 Plan de San Luis, fechado el 5 de octubre de 1910, en Manuel Gon-

zález Ramírez, Planes políticosy otros documentos, México, FCE (Fuentes para
la historia de la Revolución mexicana, 4), 1954, LXXIV+356 pp.
13 National Archives, Washington, Records of the State Depanment,

clasificación decimal 812.00, rollo de micropelícula 11, documento 989,


fojas 924-928, informe del cónsul estadounidense en Ciudad Juárez, 13
62 SANTIAGO PORTILLA

Al mismo tiempo, Madero lanzó una proclama al Ejército


federal, en la cual invita a sus miembros a unirse a su causa.
"Se ha calumniado al pueblo -dice- acusándolo de servil y
de cobarde por soportar la dictadura. También se ha calum-
niado a los soldados al acusarlos de verdugos del pueblo. De-
jen ustedes de ser verdugos del pueblo y únanse a la Revolu-
ción''. Es una arenga muy emotiva de Madero en la que les
recuerda a los soldados las pésimas condiciones en las que se
encontraban en el Ejército federal, pues los incorporaban de
manera forzada en la llamada "leva", en contra de su voluntad,
y los ascensos siempre eran para los favoritos y recomendados,
no por méritos. Madero sostiene que en el nuevo ejército de
la Revolución serán reconocidos sus méritos. Termina su aren-
ga con un argumento en favor de las instituciones y en contra
de la tiranía, y con una invitación a seguir el ejemplo reciente
del ejército portugués, que había contribuido a derrocar a la
monarquía para instaurar un régimen republicano. 14

de marw de 1911 (en adelante NAW-RSD/11/989/1129-1131); ibid., 924,


951/824-829, 924-298, informes del cónsul estadounidense en Ciudad
Porfirio Díaz (Piedras Negras), 7 y 10 de marw de 1911; Archivo General
de la Nación, Fondo Alfredo Robles Domínguez, carpeta 3, legajo 10, do-
cumento l, carta de Juan Zubarán y otros cinco al gobernador de Campe-
che, ciudad de Campeche, 23 de mayo de 1911; Biblioteca Nacional, Ar-
chivo Madero, carpeta 36, documentos 336, 337, carta y mensaje de
Gustavo A. Madero a F. Fernández Alonso, en El Paso, Texas, 15 de mayo
de 1911; SER-REv/678/1/178-179, 185-187, informes de un agente del
cónsul mexicano en El Paso, 19 de mayo de 1911.
' 4 Francisco l. Madero, "Proclama al Ejército Libertador", 5 de octubre

de 191 O, Biblioteca Virtual Antorcha, disponible en <http://www.antorcha.


netlbib!ioteca_virtuallhistoria/madero/8.html>.
EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 63

El jefe de los antirreeleccionistas buscaba hacer proselitis-


mo dentro del ejército mediante contactos que su hermano
Gustavo había logrado, como Francisco Cosío Robelo, anti-
rreeleccionista de la ciudad de México a quien Madero ha-
bía nombrado jefe de la rebelión en la capital, en tanto el
general Melitón Hurtado simpatizaba con los antirreeleccio-
nistas. Madero le pidió a otro de sus principales hombres en
la ciudad de México, Alfredo Robles Domínguez, que se
reuniera con el general José González Salas, a la sazón jefe del
Departamento de Infantería en la Secretaría de Guerra, lo
que no llegó a suceder por falta de convencimiento de Ro-
bles Domínguez. Por ello tampoco entregó una carta de Ma-
dero al mismo general, de quien sospechaba que podría unir-
se a su causa. 15
Francisco Beltrán, egresado del Colegio Militar y sobrino
del director del mismo, Rafael Aguilar, Manuel García Vigil,
Arturo Lazo de la Vega, Onésimo Espinosa los hermanos
Rubén y Octavio Morales, y Manuel Escudero fueron ofi-
ciales en activo o retirados que apoyaron la causa antirreelec-
cionista, la mayoría desde Estados Unidos, donde aconseja-
ban a Madero y demás organizadores de la rebelión. 16

15 María Teresa Franco y González Salas.José Gonzd/ez Salas: ministro de


la Guerra, México, Universidad Iberoamericana, 1979, tesis, 12+XVl+310
pp., pp. 24-39.
16 Santiago Portilla, op. cit., pp. 243, 318, 320, 322, 328, 340, 343-344;

SER-RJ!.V/677/11172, 173, cartas deAbraham González, El Paso, Texas, a


Luis Garda "donde se encuentre", y a José de la Luz Soto, Zaragoza, Chih.,
10 y 11 de febrero de 1911; ibid./118-119, 123, 124, informes del cónsul
mexicano en El Paso, 13 y 14 de febrero de 1911; ibid./120, telegrama del
64 SANTIAGO PORTILLA

En su momento, estos militares ayudaron a establecer


ciertas reglas para conformar algo parecido a un ejército con
reclutas civiles, con jerarquías, cuerpos de combatientes y
disciplina.
Por cartas de Madero sabemos que creía posible que una
buena parte del ejército apoyara su llamado a la insurrec-
ción, con lo que la Revolución podría terminar pronto, en
un plaw de dos o tres meses. Creía también que sus tropas
se formarían sobre todo con antirreeleccionistas de las ciu-
dades. Sin embargo, ni una ni otra cosa fue lo que ocurrió.
No tenemos registro de deserciones importantes de solda-
dos federales durante la insurrección antirreeleccionista, y los
contingentes que se rebelaron lo hicieron principalmente en
wnas rurales o en ciudades pequeñas; grupos reducidos de
rebeldes se pronunciaban públicamente en pueblos peque-
ños, daban lectura en voz alta al Plan de San Luis Potosí, se
apoderaban de armas, caballos y dinero de oficinas públicas,
y salían hacia otros pueblos en busca de nuevos reclutas. 17

secretario de Relaciones Exteriores al cónsul estadounidense en Ciudad Por-


firio Díaz, Coah., 13 de febrero de 1911; BN-AM/7/751, carta de Tiburcio
Sáncbez a Francisco l. Madero, ambos en El Paso, 28 de mayo de 1911; Ra-
fael Aguilar, Madero sin máscara, México, s.e., 1912, 109 pp., pp. 41y43.
17 Santiago Portilla, op. dt., pp. 321 ss; SER-IU!.V/678/2/606, infurme de

un agente secreto al cónsul mexicano en El Paso, Texas, 22 de noviembre


de 1910; ibid.161-63, carta de Francisco Arzate, Big Spring, Texas, al cón-
sul en El Paso, 19 de diciembre; ibid./3/20-21, informe del cónsul mexica-
no en El Paso, 25 de noviembre; ibid.1161, telegrama del secretario de
Relaciones Exteriores a los cónsules mexicanos en Naco y Nogales, Ariw-
na, 26 de noviembre; ibid.1212, telegrama del cónsul en El Paso, 24 de
noviembre; ibid.186813195, informe del cónsul mexicano en Brownsville,
EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 65

Durante los primeros meses de la rebelión, de manera


gradual fue desarrollándose una guerra de guerrillas que gol-
peaba en poblaciones pequeñas o medianas y que rara vez
presentaba combate a las tropas federales; si bien mejor pre-
paradas éstas para el combate y mejor armadas, tardaban en
llegar a los lugares atacados y, cuando lo hacían, los revolu-
cionarios estaban ya en otra parte dando nuevos golpes.
Los planes originales de los antirreeleccionistas no se
cumplieron porque los conjurados de la ciudad de México,
Pachuca y Puebla fueron descubiertos debido a que las auto-
ridades mexicanas encontraron ejemplares del Plan de San
Luis y de la proclama al Ejército federal. Los de las dos pri-
meras ciudades fueron encarcelados e interrogados, y a los
de Puebla, encabezados por el comerciante Aquiles Serdán,
los sorprendieron justo en el momento en el que distribuían
armas traídas de Estados Unidos, por lo que decidieron he-
roicamente presentar resistencia armada, lo que desató un
combate feroz en la casa de Serdán, quien fue hallado en su
escondite y muerto a quemarropa al día siguiente. 18

Texas, 26 de noviembre de 1910; NAW-Rso/10/603/1240-1242, informe


del cónsul estadounidense en ciudad Porfirio Díaz, Coah., 28 de diciembre
de 1910.
18 Atenedoro Gámez, Monografta histórica sobre la génesis de la revolu-

ción en el estado de Puebla, México, INEHRM (Biblioteca INHERM, 20), 1960,


216 pp.; Isidro Fabela, op. cit., pp. 655-656, manifiesto de Aquiles Serdán,
sierra de Oaxaca, 20 de agosto de 191 O; SER-REv/611165, parte que rinde el
jefe político de Puebla, Joaquín Pita, 19 de noviembre; AGN, Alfredo Robles
Domínguez, "Certificación de las declaraciones", declaración que rinde
Francisco Cosío Robelo ante la policía, 8 de diciembre de 191 O, y correo
entre Alfredo Robles Domínguez y Ramón Rosales, 30 de diciembre.
66 SANTIAGO PORTILLA

En la frontera norte, el 20 de noviembre Madero cruzó


a México cerca de El Paso, Texas, para encontrarse con un
tío que le había ofrecido un contingente de 300 hombres
bien armados con el cual comenzar la insurrección, pero
que se presentó con apenas diez mal armados, por lo que el
jefe antirreeleccionista tuvo que regresar nuevamente al ran-
cho de un amigo estadounidense que le ofreció un refugio
para evitar ser arrestado, pues las autoridades de aquel país
habían expedido orden de aprehensión contra él. Madero
pensó que el llamado a las armas había fracasado, por lo que
se escondió en Nueva Orleans para de ahí organizar una
fuerza que entrara a México por el Golfo a combatir a la
dictadura. 19
Sin embargo, poco a poco la insurrección tuvo sus pri-
meros hechos de armas e incluso sus primeros triunfos en
Chihuahua, donde fuerzas al mando de Pascual Orozco, por
un lado, y de Pancho Villa, por otro, vencieron a una fuerza
federal con ataques por sorpresa, victorias que les dieron ar-
mas y ánimo para proseguir la rebelión. 20

19 NAW-RSD/10/432/489, telegrama del cónsul estadounidense en Ciu-

dad Porfirio Díaz, Coah., 20 de noviembre de 1910; ibid.14731666-667


telegramas del Departamento de Estado al Departamento de Guerra, 23 de
noviembre de 1910; ibid.14911715-717, carta del cónsul estadounidense
en Ciudad Porfirio Díaz, 22 de noviembre de 1910; ibid.15231917-920,
informe del cónsul estadounidense en Ciudad Porfirio Díaz, 28 de noviem-
bre de 191 O; Roque Estrada, La revolución y Francisco L Madero, Guadala-
jara, Imprenta Americana, 1912, 502 pp., pp. 334-340; Miguel Sánchez
Lamego, Historia militar de la revolución mexicana en la época maderista, t. 1,
México, INEHRM (Biblioteca INHERM, 67), pp. 129-130.
20 Santiago Portilla, op. cit., "La guerra", pp. 89-11 O; "Cartografía de
EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 67

El 20 de noviembre, la fecha señalada en el Plan de San


Luis, se registraron 13 levantamientos, siete en Chihuahua y
seis en otros tres estados: Durango, San Luis Potosí y Vera-
cruz. Durante el resto del mes ocurrieron algunos levanta-
mientos más hasta llegar a 39 en siete estados, y en todo
diciembre apenas se rebasó este número, llegando a 44 en
nueve estados, si bien más distribuidos a lo largo del mes.21
Sin nuevos triunfos importantes de los rebeldes, el go-
bierno porfirista consideró que la insurrección no significa-
ba una amenaza seria y que sería pronto dominada, como lo
habían sido las distintas rebeliones encabezadas por los libe-
rales magonistas y editores de Regeneración exiliados en Es-
tados Unidos en años anteriores. 22 Esta vez los levantamien-
tos eran más numerosos y en distintos estados, pero los
gobernadores y el gobierno federal estaban seguros de que al
terminar el año estarían plenamente dominados.
Pero no fue así. En enero de 1911 las acciones revolucio-
narias se extendieron a la parte norte de Baja California, en
la frontera, por fuerzas reclutadas por los liberales magonis-
tas entre militantes anarquistas y socialistas estadouniden-
ses, algunos de ellos hispanos, que con altas y bajas no deja-

hechos militares", pp. 111-236; "Los primeros días de la revolución en


Chihuahua", pp. 237-288.
21 Idem.
22 Federico Gamboa, op. cit., p. 154; Florencia Barrera Fuentes, Histo-
ria de /,a Revolución mexicana/La etapa precursora, México, INEHRM (Biblio-
teca INHERM), 1970, 1 342 pp., pp. 261-266; Armando Bartra (comp.),
Regeneración, 1900-1918, México, Era, 1977, 440 pp., pp. 44-55, 55-58;
Atenedoro Gámez, op. cit., p. 16.
68 SANTIAGO PORTILLA

rían de luchar hasta el fin de esta primera etapa de la


Revolución mexicana. En ese mes tenemos registrados 52
levantamientos y hechos de armas en siete estados. Muy po-
cos de ellos fueron victorias para los revolucionarios, pero
mostraban que la rebelión estaba lejos de acabar. El gobier-
no enviaba cada ve:z más tropas al norte, sobre todo a Chi-
huahua, donde la insurrección se había tornado inconteni-
ble, tanto por fuerzas antirreeleccionistas como por grupos
magonistas aliados a los primeros a pesar de las órdenes de
Ricardo Flores Magón, que sólo reconocía legitimidad a
quienes actuaban en la Baja California o a quienes se man-
tuvieran alejados de los antirreeleccionistas. 23
En febrero el conflicto se extendió a más estados, a la si-
guiente línea en el norte: Sinaloa, más Durango, Zacatecas,
Jalisco y Guanajuato. También se presentaron hechos en
Puebla y Tlaxcala, siguieron en Veracruz, comenzaron en
Morelos con Gabriel Tepepa y en Guerrero con los herma-
nos Figueroa. El 8 de febrero, por fin, Francisco l. Made-
ro entró a territorio nacional cerca de Ciudad Juáre:z, para
ponerse al frente de su ejército. Lo recibieron fuerzas anti-
rreeleccionistas y magonistas unidas en una relación tensa.
Madero dio prioridad en el mando a los antirreeleccionistas.
En este mes tenemos registrados 77 hechos en 16 estados, y
si bien predominaron todavía los triunfos del ejército porfi-
rista, menudearon también los de las fuerzas revolucionarias.
Éstas empezaron a unirse bajo el mando de los jefes que
aportaban el mayor número de hombres o de quienes habían

23 Santiago Portilla, op. cit., "La revolución magonista", pp. 289-314.


EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 69

demostrado una mayor capacidad táctica en el campo de las


armas. 24
En marzo tenemos ya 140 levantamientos, escaramuzas y
aun combates, en 15 estados, y las fuerzas federales empeza-
ron a mostrarse evidentemente insuficientes para contener
la insurrección. En Morelos, Emiliano Zapata unificó bajo
su mando a todas las fuerzas insurgentes del estado y del sur
de Puebla. Desde el sur de la ciudad de México alcanzaban
a verse con temor las fogatas de los campamentos zapatistas.
En el norte, los revolucionarios tenían ya dominado el Fe-
rrocarril del Noroeste, y en varios lugares se dinamitaban
vías férreas y se cortaban líneas telegráficas para evitar y en-
torpecer la movilización y las comunicaciones de las fuerzas
porflristas. Eran cada vez más las poblaciones en manos de
los revolucionarios, que imponían autoridades y se hacían
cargo de los fondos públicos. Se dio el primer amago de
asedio contra Ciudad Juárez, que terminó cuando tropas
federales lograron reparar las vías férreas entre la ciudad de
Chihuahua y la frontera, y acudieron en auxilio de esa im-
portante población fronteriza. 25
La debilidad del gobierno se hacía cada vez más evidente.
En Chihuahua cambió dos veces el gobernador, ante la in-
capacidad para detener la rebelión y la negativa, no total
pero sí marcada, de los propietarios a proporcionar dinero y
hombres a la defensa del régimen.

24 Véanse referencias documentales de la nota 15.


25 Santiago Portilla, op. cit., "Primer asedio a CiudadJuárez", pp. 335-
343.
70 SANTIAGO PORTILLA

El avance gradual pero sostenido de la rebelión tenía


como contraparte a un Ejército federal lastrado por diversas
condiciones. En primer lugar, a pesar de ser Díaz un militar,
para gobernar se rodeó de un grupo de civiles, conocidos
como científicos, que de manera premeditada, de acuerdo
con el dictador, redujeron la importancia presupuestal, po-
lítica y operativa de sus fuerzas armadas, sobre todo cuando
consideraron que habían desaparecido posibles amenazas a
la paz por descontentos sociales o políticos.
Durante el gobierno de Díaz, el ejército había combatido
contra rebeliones indígenas en Yucatán y Sonora, protagoni-
zadas por grupos asentados en un solo lugar, con muy poca
movilidad, para los cuales la infantería resultaba eficaz. En
cambio, durante esta primera etapa de la Revolución, las
fuerzas rebeldes se componían básicamente de grupos mon-
tados y por consiguiente con una gran movilidad.
La moral del ejército era en general baja, dado el sistema
de leva forzada que se usaba para el reclutamiento de los
soldados rasos, sobre todo entre quienes se oponían a la po-
lítica de concentración de tierras o a las arbitrariedades de
hacendados y al sistema de tiendas de raya que constituía
una especie de servidumbre forzada de peones acasillados.
Orgánicamente, todos los batallones de infantería y los
regimientos de caballería y artillería del Ejército federal se
encontraban fraccionados, dispersos en distintos estados o
prefecturas políticas; sus mandos eran con frecuencia vie-
jos militares que no conocían bien el terreno en el que ac-
tuaban, y había una buena cantidad de corrupción; por
ejemplo, el número de caballos y acémilas se exageraba en
ELEJÉRCITOANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 71

las zonas militares para obtener más recursos para su ali-


mentación. 26
La intensidad que adquirió en relativamente poco tiem-
po la Revolución preocupó al gobierno de Estados Unidos,
que temió por la seguridad de sus ciudadanos, sus inversio-
nes y sus propiedades en territorio nacional; su temor se
agravó por el hecho de que el gobierno mexicano había de-
cretado una suspensión temporal de garantías contra quien
se sorprendiera en actividades de rebelión. El 9 de marzo se
anunció que el presidente de Estados Unidos, William H.
Taft, había enviado 20 mil soldados a la frontera con Méxi-
co y buques de guerra a los principales puertos mexicanos
del Pacífico y el Golfo de México. Esta medida fue rechaza-
da tanto por el gobierno porflrista como por los insurrectos
antirreeleccionistas, e influyó en los subsiguientes intentos
de negociación. 27

26 /bid., "La impotencia federal/El ejército", pp. 397-406.


27 NAw-aso/11/919, 920, 944/ 808, 809, 910, telegramas del encarga-
do de la embajada estadounidense en México, 1 l y 14 de marzo de 191 1;
ibid./982a/1089-1087, sugerencias del encargado del despacho de Estado
al presidente William Taft, 15 de marzo de 1911; ibid./973a/1033-1035,
instrucciones del Departamento de Estado al encargado de la embajada
estadounidense en México, 16 de marzo de 1911; ibid./ l 2/ l 262/485-486,
recorte del Diario Oficial del mismo día; ibid.1121126214 72-4 7 6, nota de
la Secretaría de Relaciones Exteriores a la embajada estadounidense en Mé-
xico, 24 de marzo de 1911; NAW-RSD /12/1279/541-545, entrevista a Fran-
cisco I. Madero Bustillos, Chih., 29 de marzo de 1911; José Vasconcelos,
Don Evaristo Madero; biografta de un patricio, México, Impresiones Moder-
nas, 1958, 344 pp., p. 289, carta de Gustavo Madero, San Antonio, Texas,
a Francisco I. Madero, "campo de operaciones", 18 de abril.
72 SANTIAGO PORTILLA

A fines de marzo el gobierno decidió hacer una serie de


movimientos conciliatorios, como cambiar al gabinete pre-
sidencial, con la sola excepción de los secretarios de Hacien-
da y de Guerra y Marina. En ese mes se obligó a varios go-
bernadores que habían permanecido en el cargo por muchos
años, a imagen y semejanza del presidente Díaz, a renunciar
para ser sustituidos por personas menos comprometidas con
el sistema de fuerza porfirista. Además de Chihuahua, cam-
biaron los gobernadores de Puebla, Yucatán, Durango, Gue-
rrero y Oaxaca. 28
El 1 de abril, día en el que se iniciaban las sesiones ordi-
narias del Congreso de la Unión y el presidente de la Repú-
blica presentaba su informe de labores ante el Poder Legisla-
tivo, el general Porfirio Díaz sorprendió a propios y extraños
al reconocer que la insurrección no había podido contrarres-
tarse, y más todavía al anunciar que enviaría al Congreso
iniciativas para la renovación periódica de los funcionarios
del Poder Ejecutivo, es decir, para evitar la reelección, y tam-
bién para fraccionar las grandes propiedades rurales, en con-
tra de sus políticas previas de reelegirse indefinidamente y
de favorecer la concentración de tierras en grandes latifun-
dios. Del mismo modo, ofreció medidas para garantizar la
independencia del Poder Judicial, cuando hasta entonces se
encontraba sometido al Ejecutivo. 29

28 Diario Oficial, vol. 113, núm. 47, pp. 409-412, fecha 11 de mayo de

1911 (en adelantevo/113/47/409-412/24 de abril de 1911); vo/113/47/409-


412/11 de mayo de 1911.
29 Luis Cabrera, "Bias Urrea'', Obras políticas, México, Imprenta Nacio-

nal, 1921, XXXVI+521 pp., pp. 443-448, "Parte política del mensaje del
EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 73

Todas estas medidas fueron recibidas por los insurrectos


como muestras de debilidad del régimen, y en vez de conse-
guir aminorar la Revolución, atizaron más el fuego rebelde. 30
Para abril de 1911 contamos con documentación sobre
145 hechos de armas en 18 estados, y aunque la cifra es muy
similar a la del mes anterior, los enfrentamientos son de ma-
yor envergadura, ocurren más combates, cada vez más son
ganados por los insurrectos gracias a una mayor concentra-
ción de sus fuerzas. Se tomaron poblaciones más importan-
tes, ya sea de forma temporal o permanente. Se dominaron
amplias zonas rurales. Comenzó el segundo asedio de Ciu-
dad Juárez, que habría de ser definitivo. Cuando se hizo evi-
dente que el Ejército federal estaba siendo rebasado por la
insurrección, más grupos se animaron a mostrar su descon-
tento de manera contundente, con las armas en la mano. Al-
gunos estados y territorios se quedaron sin tropas, que ha-
bían sido enviadas a los puntos de mayor conflicto. Tal fue
el caso de Tepic, Michoacán y Colima. Se hizo cada vez más
evidente que más pronto que tarde sería inevitable la des-
trucción del ejército porfirista.31
Sobre la base de las medidas conciliatorias que había to-
mado el presidente Díaz, Óscar Braniff, capitalista y hacen-
dado mexicano de origen estadounidense, yToribio Esquivel
Obregón, abogado guanajuatense que había sido periodista

Presidente de la República ante el Congreso general, el primero de abril de


1911".
30 Véase n. 26, entrevista a Francisco l. Madero Bustillos, Chih., 29 de

marzo de 1911.
31 Santiago Portilla, op. cit., pp. 382-395, "La participación social".
74 SANTIAGO PORTILLA

independiente, crítico de la dictadura y antirreeleccionista


en la campaña política pero no revolucionario, propusieron
al propio Díaz y al secretario de Hacienda, José Y. Liman-
tour, dirigirse a los revolucionarios en busca de un arreglo
negociado a la insurrección. Díaz y Limantour aceptaron, lo
que muestra una ve:z más la seriedad con la que ya veían la
insurrección. De manera extraoficial, la misión de Braniff y
Esquivel se desarrolló a lo largo de varias semanas, primero
en Estados Unidos ante la representación antirreeleccionista
en ese país, y más tarde en el campamento revolucionario
frente a Ciudad Juáre:z, donde se encontraba Madero. 32
En mayo las acciones revolucionarias se extendieron a 26
estados y el Distrito Federal, es decir, a casi todo el país, y su
número llegó a ser, según registros encontrados en los archi-
vos, de 199. El movimiento era ya incontenible. En donde
no había tropas por haber sido enviadas al norte, poblacio-
nes cada vez más importantes fueron tomadas sin disparar
un tiro por grupos que excedían a las fuerzas de policía. 33
Fue en este mes cuando empe:zaron a ocurrir verdaderas
batallas, dada la concentración de fuerzas revolucionarias en
algunos estados, y comenzó la destrucción de fuerzas federa-
les. Así ocurrió en Ciudad Juáre:z entre el 8 y el 1O. Tras un
asedio de seis días, el 15 fue tomada Torreón, que era un sitio
de operaciones ferrocarrileras de gran importancia en la co-
municación entre el centro y el norte del país. El 1O comenzó

32 Francisco Vázquez Gómez, Memorias políticas, México, Imprenta


Mundial, 1933, 606 pp., pp. 85, 95-100.
33 Santiago Portilla, loe. cit.
EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 75

el sitio de la ciudad de Durango, cuando el resto del estado


se encontraba prácticamente en control de los insurgentes.
También el 1O, Agua Prieta, ciudad fronteriza con aduana,
fue tomada de manera incruenta, pues los federales se habían
retirado de ahí. Tehuacán, en Puebla, fue tomada también de
forma incruenta el 13. Cuautla, en Morelos, ya muy cerca de
la capital, fue tomada el 19 tras seis días de combates. Del 13
al 14 fue asediada y tomada Iguala, en Guerrero ... 34
En varios estados las tropas federales se habían concen-
trado en las capitales, dejando el resto del terreno en manos
rebeldes. Así ocurrió en Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Du-
rango y Zacatecas. La revolución llegó hasta Chiapas.35
Desde antes de la toma de Ciudad Juárez, la comisión
negociadora extraoficial agotó sus posibilidades de negocia-
ción, pues los revolucionarios se habían hecho fuertes en
casi toda la República y exigían el nombramiento oficial de
un representante plenipotenciario del gobierno federal, que
pudiera discutir la demanda central de la insurrección: el
retiro del general Díaz de la presidencia. El 2 de mayo llegó
34 Stanley R. Ross, Francisco L Madero/Apóstol de la democracia mexica-

na, 2• ed. actualizada, Edelberto Torres (trad.), capítulo "Madero a la luz de


hoy en día", Poli Délano y Eduardo Peña Alfuro, México, Editorial Grijal-
bo, 1977 (l• ed., 1959), 408 pp., ilus. (Biografías Gandesa), pp. 162 ss.
35 oo/ 1 13/30/229-230, 4 de abril, acta de aplicación de la ley de sus-

pensión de garanáas en Temascaltepec, Estado de México, del 25 de mayo;


NAW-RSD/1211319/651, telegrama del cónsul estadounidense en Tapachu-
la, Chis., 13 de abril de 1911; ibid.1157911383-1385, informe del cónsul
estadounidense en Durango, 22 de abril de 1911; SER-REv/650/2/10, re-
corte del Arizona Democrat, 7 de abril de 1911, noticia fechada el día ante-
rior en Mérida, Yuc.
76 SANTIAGO PORTILLA

al campamento antirreeleccionista el magistrado Francisco


S. Carvajal, quien se acreditó al día siguiente como repre-
sentante oficial del gobierno porfirista. 36
El punto más difícil de la negociación fue la renuncia de
Díaz. Sin embargo, los hechos militares de mayo hicieron
ver al presidente que el triunfo revolucionario era ya inevi-
table, por lo que prefirió acordar su renuncia a ver comple-
tamente derrotado a su ejército y destruidos el ferrocarril y
el telégrafo, que eran sus mayores logros materiales. 37
Tras las batallas en que empezaron a ser destruidos contin-
gentes federales, el 21 de mayo de 1911 por fin se llegó a la
firma del pacto de Ciudad Juárez, en el que se acordó suspen-
der las hostilidades sobre la base de la renuncia presidencial
ante el Congreso, con lo que se redujo drásticamente el alcan-
ce del Plan de San Luis Potosí, en el que se había desconocido
a ambas autoridades. Se acordó igualmente licenciar a las
tropas revolucionarias, "a medida que en cada estado se vayan
dando los pasos necesarios para restablecer y garantizar la paz
y el orden públicos". De manera paralela, se acordó también
que las tropas federales abandonarían Sonora, Chihuahua y
Coahuila, en los que se mantendrían las fuerzas revoluciona-
rias en calidad de fuerzas rurales de la Federación.
Porfirio Díaz hiw efectiva su renuncia el 25 de mayo, que
le fue aceptada por el Congreso ese mismo día, y el 31 se

36 Toribio Esquive! Obregón, Democracia y personalismo; relatos y co-

mentarios sobre política actual, México, A. Carranza e Hijos, 1911, 139 pp.,
pp. 40-42; Francisco Vázquez Gómez, op. cit., pp. 129, 135, 152.
37 Toribio Esquive! Obregón, op. cit., pp. 48-49; Francisco Vázquez Gó-

mez, op. cit., pp. 136-151.


EL EJÉRCITO ANTIRREELECCIONISTA, 1910-1911 77

embarcó en Veracruz rumbo a Europa, donde moriría en


1915.
En conclusión, en la historia de México se han formado
ejércitos populares para luchar por la libertad: en 1810 al
mando de Miguel Hidalgo y Costilla para conquistar la In-
dependencia respecto de la Corona española; en 1854 para
luchar por las libertades individuales y la separación del Es-
tado y la Iglesia; en 1862 para unirse a las tropas del presi-
dente Benito Juárez en contra de la intervención francesa, y
en 1910 contra la dictadura de Porfirio Díaz que había can-
celado las libertades políticas.
El ejército antirreeleccionista estuvo formado básicamen-
te por rancheros, vaqueros, campesinos, mineros, ferrocarri-
leros y empleados urbanos, con el liderazgo de un hacendado
y dirigentes de la clase media, como periodistas, profesiona-
les y comerciantes. Las tropas antirreeleccionistas que que-
daron en los estados de Sonora, Chihuahua y Coahuila, re-
forzadas más tarde durante la lucha contra Pascual Orozco,
que se sublevó en 1912 contra el presidente Madero, fueron
el pie veterano del Ejército constitucionalista organizado en
1913 bajo el mando de Venustiano Carranza para combatir
a Victoriano Huerta, que había consumado un cuartelazo
contra el presidente legítimo Francisco l. Madero.
DE CIUDAD JUÁREZ A LA CIUDADELA:
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICAN0 1

BERNARDOIBARROLA
Facultad de Filosofia y Letras-
Universidad Nacional Autónoma de México 2

Una paradoja historiográfica centenaria:


Madero no era pacifista

En las siguientes páginas se explorará la relación de Francis-


co I. Madero con el Ejército federal mexicano entre mayo
de 1911 y febrero de 1913. Pero, puesto que no es posible
exponer ni explicar esta relación sin considerar también los
1 Una primera versión de este ensayo fue entregada a mediados de 2010
para ser publicada en un texto sobre Madero y el maderismo, cuya concep-
ción y coordinación académica corrió a cargo de Josefina Mac Gregor, y
que sería editado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Publico. Casi
cuatro años después, este proyecto crisralizó en la impresión de un volumen
impreso en gran formato, del que, para febrero de 2014, no se ha avisado a
sus autores y que carece, además, de ISBN. Con el objetivo de que este texto
tenga mayor difusión, se entrega en esta nueva versión, con algunas modi-
ficaciones.
2Agradezco a Pedro Celis Villalba por su asistencia en algunas tareas de
investigación relacionadas con este trabajo.

79
80 BERNARDO IBARROLA

vínculos del caudillo coahuilense con los otros grupos arma-


dos y los enfrentamientos entre éstos y el propio Ejército
federal, se tratará también, aunque desde esta perspectiva
-necesariamente limitada-, el proceso revolucionario
en su conjunto durante el primer periodo de la Revolución
mexicana.
El vínculo de Madero con las fuerzas militares ha sido
estudiado bajo la influencia de algunas falsas paradojas que
afectan también la explicación de otros aspectos de su admi-
nistración y, en algunos casos, las interpretaciones generales
sobre el movimiento armado que encabezó y aun sobre su
gobierno. Estas falsas paradojas resultan de la explicación de
Madero y de su proceder a partir de una serie de caracterís-
ticas asumidas como ciertas, así como del contraste de este
supuesto Madero con lo que hizo y lo que dejó de hacer. De
esa forma, muchas explicaciones oscilan, explícita o implíci-
tamente, entre sus extremos: un rico interesado por la situa-
ción de los pobres; un místico que aspiraba a la acción polí-
tica; un insurrecto respetuoso de la ley; un vencedor militar
que, en lugar de aprovechar al máximo su victoria, prefiere
negociar con los derrotados; un presidente constitucional
clemente con los traidores, respetuoso de la prensa, de los
otros poderes y de la oposición en un país inmerso en la
guerra civil, y, en fin -en lo que atañe directamente a este
ensayo-, un levantado en armas opuesto a la violencia.
Un examen cuidadoso de estas falsas paradojas es indis-
pensable para el mejor entendimiento de este personaje y de
los procesos políticos y sociales experimentados en México
durante el tiempo que éste tuvo relevancia. Aunque no po-
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 81

cos estudios se han dedicado a desmentir algunas de aqué-


llas, son más los trabajos que las han reproducido y aun apun-
talado. 3 En las páginas siguientes se abordará un aspecto
específico de la vida pública de Francisco l. Madero a partir
del supuesto de que es falsa su paradoja respectiva. Según
creo, buena parte de las pifias interpretativas respecto de su
vínculo con los militares y hombres armados se desprende
de la convicción del rechazo a la violencia por parte de Ma-
dero y de las inevitables contradicciones que esta condición
tiene que generar en las acciones de un líder militar.
Durante más de cien años, este aserto se ha repetido, con
diversos matices, entre escritores de orígenes y posiciones
distintas. Desde el estudio pionero de Roque Estrada, pu-
blicado poco antes de la muerte de Madero, en el que lo
acusa de "pacifista'' y le reprocha no haberse convertido,
aunque fuera temporalmente, en dictador, 4 hasta una muy

3 Un ejemplo de los primeros, sobre el espiritismo (uno de los temas


más vinculados con las falsas paradojas): Yolia Torcolero, El espiritismo sedu-
ce a Francisco L Madero, 2• ed., México, Senado de la República, 2004.
Una muestra de lo segundo, Manuel Guerra de Luna, Francisco L Madero,
México, Planeta DeAgostini, 2002, y Grandes protagonistas de la historia
mexicana, colección dirigida por José Manuel Villalpando, donde algunos
de los rasgos de carácter de Francisco l. Madero --de los cuales se despren-
den la mayoría de las paradojas sobre su actitud- son presentados como
parce inmanente de su personalidad desde su primera infancia. Véanse, por
ejemplo, las anécdotas del poro de agua y del robo de la despensa familiar,
pp. 11-12.
4 "de ahí la necesidad de una Dictadura, después de todo movimiento
armado, porque una fuerza solamente puede ser neutralizada con la fuerza
contradictoria', Roque Estrada, La revolución y Francisco l Madero. Primera,
82 BERNARDO IBARROLA

difundida historia general de la Revolución de cuño acadé-


mico anglosajón, en la que se explica la firma de los acuer-
dos con el gobierno de Díaz en mayo de 1911, entre otras
cosas, por "una postura humanitaria" ante la presunción de
que "una solución militar resultaría profundamente prolon-
gada y sangrienta'',5 el humanitarismo y el rechazo a la vio-
lencia de Madero han sido usados para explicar y, muchas
veces, denostar sus decisiones en lo que respecta a los asun-
tos militares.
Una precisión conceptual se hace necesaria en este pun-
to. Cuando Roque Estrada -como los demás- califica a
Madero de "pacifista'', no se refiere a su condena a la utiliza-
ción de la guerra como mecanismo para resolver conflictos
internacionales ni a su aspiración de que éstos sean sustitui-
dos alguna vez por la paz perpetua entre los Estados, senti-
dos habituales del término "pacifismo" en el mundo acadé-
mico, 6 sino a su supuesto rechazo de la violencia como
instrumento para la lucha política nacional, postura que
debe identificarse más bien con la desobediencia civil, línea
de pensamiento iniciada por el estadounidense H.D. Tho-

segunda y tercera etapas, México, INEM, 1985 (ed. facsimilar de la de Gua-


dalajara, s.e., 1912), p. 498.
5 Alari Knight, La revolución mexicana. Del porfiriato al nuevo régimen

constitucional(Luis Cortez Bargalló, trad.), vol. 1, México, Grijalbo, 1996,


p. 266.
6 Norberto Bobbio, "Pacifismo", en Norberto Bobbio, Nicola Matteuc-

ci y Pasquino (dirs.), Diccionario de política, José Aricó, Marcí Soler y Jorge


Tula (redactores de la ed. en español), 15• ed. en español, México, Siglo
Veintiuno Editores, 2007, vol. 2, pp. 1II4-II 17.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 83

reau en su Civil Disobedience a mediados del siglo x1x,7 y


que fue llevada a la práctica con éxito por Gandhi y Martín
Luther King, dos y cinco decenios después de Madero, en
sus luchas por la independencia de la India y por los dere-
chos civiles en Estados Unidos, respectivamente.
Si bien es cierto que la acción política de Francisco l.
Madero tras las elecciones de 191 Otendría algunos rasgos en
común con los postulados de la desobediencia civil -como
el llamado público a la desobediencia de la ley con base en
principios éticos superiores-, se diferencia definitivamente
de ésta al propugnar el derecho a la resistencia armada y a la
transformación de la situación política por medio de la vio-
lencia. Otra cosa es que Madero considerara que debía res-
tringirse todo lo posible el uso de ésta, en tanto causa gran-
des daños. Dicha posición no es ni pacifista ni propia de la
desobediencia civil pacífica; es, simplemente, racional.
En efecto, Madero entendía las acciones armadas según
los criterios de racionalidad, economía y claridad de objeti-
vos, propios del pensamiento moderno liberal en el que se
formó. Él, como muchas de las personas con educación for-
mal de su época, hizo propios los principios clausewitzianos
en torno de la guerra, 8 y con ellos encabezó una rebelión

7 Publicada originalmente en I 849, a raíz de los impuestos decretados

durante la guerra con México. Una reciente traducción al español: Henry


David Thoreau, Desobediencia civil (Plácido de Prada, trad.), Palma de Ma-
llorca, J.J. de Olañeta (El Barquero, 3), 2000.
8 Sobre el pensamiento del militar prusiano, véase Raymond Aron,

Penser la guerre. Clausewitz, París, Gallimard, 2 vols., 2009. Sobre su im-


pacto, Basil Liddell Hart, "Las fuerzas armadas y el arte de la guerra:
84 BERNARDO IBARROLA

armada que -ciertamente de manera inopinada- derrotó


al gobierno enemigo en pocos meses y que, tras la consecu-
ción de los objetivos políticos que la originaron, sencilla-
mente concluyó tan pronto como fue posible. Durante los
siguientes 19 meses, las acciones de Francisco l. Madero
respecto de los militares, los hombres en armas y los asuntos
de guerra siguieron los mismos principios lógicos.

La paradoja original: Ciudad judrez y su convenio

Una de las evidencias más utilizadas de la supuesta candidez


de Francisco l. Madero -adjetivación repetida en lugar de
afrontar la dificultad de explicar los hechos extraordinaria-
mente complejos de su desempeño público-, está en su
Plan de San Luis Potosí, en el que, además de convocar a la
rebelión armada en contra del gobierno, dice también el día
y la hora en que ésta habría de comenzar: domingo 20 de
noviembre a las seis de la tarde. 9 Desde la perspectiva de los
dirigentes insurreccionales conscientes de su propia debili-

el ejército", en John Patrick Tuer Burg (dir.), El cenit del poder europeo,
1830-1870, Barcelona, Ramón Sopena, 1980, pp. 221-242 (vol. x de
George Clark [imrod.], Historia del mundo moderno), y Michael Howard,
"Las fuerzas armadas", en F.H. Hinsley (dir.), El progreso material y los pro-
blemas mundiales, Barcelona, Ramón Sopena, 1980, pp. 146-171 (vol. XI
de George Clark [introd.], Historia del mundo moderno).
9 "Plan de San Luis Potosí", en Manuel González Ramírez (pról.), Pla-

nes políticos y otros documentos, México, INEHRM, 2003 (facsimilar de la ed.


del FCE de 1954), pp. 33-41.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 85

dad y limitación de recursos -como los magonistas, por


ejemplo-, un anuncio así denota, en efecto, una enorme
candidez o, en el mejor de los casos, la voluntad de eviden-
ciar el desacuerdo con el gobierno de las personas que res-
pondieran a la convocatoria, asemejándose de ese modo a los
métodos de lucha de la desobediencia civil. Ambas interpre-
taciones menosprecian el aspecto estrictamente militar del
documento: la primera, por la renuncia voluntaria al efecto
operativo de la sorpresa; la segunda, por la sublimación del
hecho mismo de rebelarse y de convertirlo en un acto simbó-
lico, acaso útil políticamente, pero no militarmente.
Sin embargo, lo que ocurrió durante los últimos 40 días
de 191 O y los primeros cinco meses de 1911 confirma la va-
lidez militar de dicho procedimiento, aunque no en los luga-
res ni con el personal que Madero y los antirreeleccionistas
habían supuesto: para mediados de mayo de 1911, en efecto,
la cantidad -y en algunos casos, la intensidad- de los le-
vantamientos había obligado al gobierno porflrista a aban-
donar su inicial actitud ofensiva y a concentrar sus fuerzas
militares en las capitales de los estados y otras ciudades, re-
nunciando con ello al control efectivo de la mayor parte
del territorio, perdiendo plazas de importancia estratégi-
ca, como algunas fronteras del norte, y haciendo previsi-
ble y prácticamente inevitable el crecimiento y fortaleci-
miento de sus enemigos. 10

10 Santiago Portilla ha evidenciado esta situación en su estudio porme-

norizado de la rebelión maderista. Santiago Ponilla, Una sociedad en armas,


México, El Colegio de México, 1995.
86 BERNARDO IBARROLA

Madero y sus seguidores tenían buenas razones para creer


que la movilización cívica masiva iniciada con la campaña pre-
sidencial y evidenciada en las manifestaciones y protestas pos-
teriores a las elecciones del verano de 1910ll parecía haberse
transformado con éxito en una movilización armada, de pro-
porciones tan grandes que hacía prácticamente innecesario el
uso efectivo de la violencia de manera prolongada. Forzar la
rendición del enemigo ante la superioridad propia (real o per-
cibida) no es un acto de pacifismo ni de repudio por principio
de la violencia, sino de racionalidad militar; continuar, en
cambio, la lucha en tales condiciones -más en enfrentamien-
tos fratricidas, en el que las pérdidas materiales y humanas de
ambos bandos afectan al mismo país- es, por lo menos, un
acto de desperdicio e irresponsabilidad: es absurdo.
Éstos eran los argumentos militares subyacentes en lapo-
sición asumida por Madero y algunos antirreeleccionistas
tras la toma de Ciudad Juárez, que los llevaron a continuar
las negociaciones con las autoridades porfiristas -iniciadas
varios meses atrás- 12 y a aceptar las condiciones del conve-

11 Dice Madero en el Plan de San Luis: "Mis giras fueron verdaderas

marchas triunfales, pues por donde quiera el pueblo, electrizado por las
palabras mágicas de sufragio efectivo y no reelección, daba pruebas eviden-
tes de su inquebrantable resolución de obtener el triunfo", y poco después,
tras las elecciones: "El pueblo, que es el único soberano, también protestó
de un modo enérgico contra las elecciones en impotentes manifestaciones
llevadas a cabo en diversos puntos de la República''. "Plan de San Luis Po-
tosf', en González Ramírez, op. cit., p. 35.
12 Resulta curioso que, mientras muchas de las explicaciones sobre la

caída del gobierno porflriano tras la toma de Ciudad Juárez hacen hincapié
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 87

nio firmado entre representantes del gobierno federal y los


revolucionarios, en el que, a cambio de las renuncias del
presidente y el vicepresidente, la convocatoria a elecciones y
la promesa de satisfacer la opinión pública de los estados
"dentro del orden constitucional" (es decir, de sustituir con
procedimientos diversos algunos gobernadores porfiristas
por otros revolucionarios), aceptaban el nombramiento
como presidente interino, "por ministerio de la ley'', del se-
cretario de Relaciones Exteriores y, sobre todo, el licencia-
miento gradual de las fuerzas de la Revolución. 13 No pocos
integrantes del bando revolucionario, encabezados por
Francisco Vázquez Gómez, antiguo compañero de fórmula
de Madero, intentaron impedir la resolución del conflicto
en esos términos. Según ellos, era preferible continuar la lu-
cha y obtener la victoria en condiciones más ventajosas.
Cada una de estas posiciones suponía una interpretación
distinta de lo ocurrido hasta entonces y, sobre todo, de lo que
debía ocurrir después: para Madero y sus seguidores, este ex-
traño vuelco del statu quo a una situación previa a la de las
elecciones de 1910, pero con un gobierno influido por sus

en que ésta --e indirectamente aquélla- fue producto del ataque no orde-
nado inicialmente por Madero, es decir, un hecho militar accidental, prác-
ticamente ninguna repara en que dicho ataque difícilmente habría tenido
tales consecuencias si Madero no hubiera iniciado, antes, contactos y pláti-
cas con prohombres del gobierno, actitud criticada, por regla general, por
los partidarios de la solución violenta del conflicto.
13 "Convenio de Ciudad Juárez", en Jesús Silva Herzog, Breve historia

de la Revolución mexicana, vol. l, 2• ed., México, FCE (Colección Popular,


17-18), 1972, pp. 190-191.
88 BERNARDO IBARROLA

partidarios y, sobre todo, con Porfirio Díaz fuera de la presi-


dencia -y muy probablemente del país- era suficiente: las
elecciones volverían a realizarse, el apoyo popular, como lo
evidenciaba el propio levantamiento, estaba garantizado y,
una vez conquistado el Poder Ejecutivo, se pondrían en mar-
cha las reformas políticas y sociales que necesitaba el país. Si
a principios de 191 O Madero había estado dispuesto a renun-
ciar a su candidatura presidencial a cambio de aguardar el pre-
visible fallecimiento del anciano Díaz en la vicepresidencia,
esperar unos cuantos meses a mediados de 1911, con el gene-
ral Díaz fuera del juego político, parecía más que razonable.
Por su parte, los opositores del hasta entonces presidente
provisional desconfiaban, no sin fundamentos, de los apara-
tos políticos porfiristas que, salvo algunas gubernaturas y
secretarías, quedarían intactos: todo el Poder Legislativo (in-
cluida la Cámara de Diputados electa el año anterior}, casi
todo el Poder Judicial y, por supuesto, el Ejército federal,
además de las otras fuerzas militares auxiliares, las policías y
los cuerpos de Guardias Rurales dependientes de la Federa-
ción. Mientras tanto, los revolucionarios perderían -vo-
luntariamente- el elemento efectivo que les permitió el
triunfo: las fuerzas armadas revolucionarias.
A este cálculo pragmático se sumaban otras consideracio-
nes, de consecuencias menos inmediatas. Según algunos, la
aparición, a partir de noviembre de 1910, de grupos revolu-
cionarios agrarios y populares, que iban aparte -y a veces
en contra- de los liderazgos antirreeleccionistas, ponía en
evidencia una situación distinta a la diagnosticada por Ma-
dero, en la que ya no había tiempo para que un nuevo go-
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 89

bierno emprendiera las reformas necesarias, según el parsi-


monioso y enredado orden legal establecido. Ejemplo de
estas posiciones es la del antirreeleccionista Luis Cabrera,
quien escribió una célebre "carta abierta'' a Madero a finales
de abril de 1911. 14
A fin de cuentas, el criterio de Madero se impuso, el con-
venio fue firmado el 21 de mayo y Porfirio Díaz presentó su
renuncia, con la capital de la República prácticamente amo-
tinada, cuatro días después. Según su líder, la Revolución
debería seguir sin la protección directa del pueblo que acu-
dió a las armas en una situación extrema y que, extinguida
ésta, podría regresar a sus actividades habituales y seguir
participando según los mecanismos políticos que ofrecía la
democracia, cuyo uso acababa de estrenar. 15

14 "Carta abierta a don Francisco I. Madero", en Eugenia Meyer (estu-

dio introductorio, selección y notas), Luis Cabrera, pensamiento y acción,


México, Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estu-
diante Universitario, 134), 2002, pp. 81-98.
15 Es posible que, además de por esta convicción, los revolucionarios

triunfantes hayan aceptado el licenciamiento de las fuerzas revolucionarias


por temor a que éstas dejaran de obedecer a los líderes antirreeleccionistas
(como había ocurrido, de hecho, el 8 de mayo en Ciudad Juárez) y que
cometieran más actos de violencia y crueldad injustificados, como había
sido el caso a mediados de mayo en Torreón, donde las fuerzas de Benja-
mín Atgumedo asesinaron a cientos de civiles indefensos -además de
viejos, niftos y mujeres-- por motivaciones, al parecer, exclusivamente xe-
nófobas. Véase, al respecto, Juan Puig Llano, Entre el Río Perla y el Nazas:
la China decimonónica y sus braceros emigrantes, la colonia china de Torreón
y la matanza de 1911, México, Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes, 1992.
90 BERNARDO IBARROLA

El interinato de León de /,a Barra:


/,a primera contrarrevolución

Los problemas que Francisco l. Madero tuvo que enfrentar al


asumir la presidencia constitucional de la República a fines
de 1911 son consecuencia directa de lo ocurrido entre el 25
de mayo y el 6 de noviembre de ese año, tiempo en el que el
último canciller de Porfirio Díaz, el abogado internacionalis-
ta Francisco León de la Barra, fue presidente interino de Mé-
xico. Contrariamente a la versión más difundida, que reco-
noce una especie de cogobierno entre el presidente interino
y el jefe de la Revolución, y distribuye, por ello, las respon-
sabilidades de ese gobierno entre ambos, 16 aquí se asume la
interpretación de Josefina Mac Gregor, según la cual, el go-
bierno de León de la Barra no sólo fracasó en todos sus obje-
tivos, a excepción de la celebración de elecciones, sino que
fue el periodo en el que "los enemigos de la revolución'' pu-
dieron "resarcirse del golpe que ésta les asestó".17
Durante los poco más de cinco meses que duró la presi-
dencia interina, ésta hizo cuanto pudo, en efecto, por agu-
dizar la situación paradójica en la que habían quedado las

16 Dos textos que sostienen esta interpretación, pertenecientes a gene-


raciones distincas: Jorge Vera Estaño!, La revolución mexicana: orígenes y
resultados, México, Porrúa, 1957, y Felipe Ávila, Entre el porfiriato y la revo-
lución: el gobierno interino de Francisco León de la Barra, México, Universi-
dad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas
(serie Historia moderna y contemporánea, 44), 2005.
17 Josefina Mac Gregor, México y España: del porfiriato a la revolución,
México, INEHRM (Colección Sociedad), 1992, pp. 96-106.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 91

fuerzas de la Revolución tras la firma del convenio de Ciu-


dad Juárez y por que ésta ocasionara la mayor cantidad po-
sible de dificultades y conflictos al nuevo gobierno de Fran-
cisco l. Madero. Entre abril y octubre de 1911, Francisco
León de la Barra pasó de ser un diplomático cuya trayecto-
ria dejaba prever, cuando mucho, su eventual ascenso a la
cancillería en un futuro indeterminado, a encabezar el fla-
mante Partido Católico, una de las organizaciones políticas
más pujantes del país, y haber quedado en segundo lugar
-tanto para el cargo de presidente como para el de vice-
presidente, hecho único en la historia electoral mexicana-
en los primeros comicios libres celebrados en mucho tiem-
po.18 El abogado queretano acumuló este enorme capital
político en buena medida medrando el de Madero y, sobre
todo, consiguiendo ventajas personales de la progresiva des-
composición política y social del país cuyo gobierno enca-
bezaba.
Los asuntos militares son un buen ejemplo de esta acti-
tud general del gobierno de León de la Barra. El acuerdo
entre el gobierno de Díaz y los revolucionarios, firmado en
Ciudad Juárez, que dio paso a su interinato fue, en esencia,
un armisticio, es decir, un pacto para suspender hostilidades
entre fuerzas beligerantes. Se entendía, en buena lógica, que
además de convocar a elecciones "dentro de los términos de

18 En las elecciones de octubre de 1911, Madero obtuvo 19 997 votos

electorales --escas elecciones se realizaron por medio del sistema indirec-


to- para el cargo de presidente y León de la Barra, 87; José María Pino
Suárez, 10 245 para el cargo de vicepresidente y León de la Barra, 5 564.
!bid., p. 103 (noca al pie).
92 BERNARDO IBARROLA

la Constitución", alargar y perpetuar el cese de hostilidades


(o sea, conseguir la paz) tenía que ser su otro objetivo esen-
cial. Pero en lugar de reconocer la compleja situación militar
que experimentaba el país a fines de mayo de 1911 -una
insurrección casi general que amenazaba con prolongar las
operaciones militares y podía desafiar y aun derrotar el poder
militar del gobierno federal y que es detenida de golpe-,
puso en práctica el licenciamiento de fuerzas revolucionarias
pactado en Ciudad Juárez, como si las derrotadas hubieran
sido éstas y no sus contrincantes, las fuerzas del gobierno.
La oficialidad del Ejército federal mexicano, todavía des-
concertada por los sucesos y resentida por la reciente eviden-
cia de su incapacidad operativa, recibió con beneplácito esta
actitud y apoyó abiertamente la gestión de De la Barra. El
presidente interino, por su parte, no desaprovechaba opor-
tunidad para adularla públicamente, al hacer loa de su leal-
tad y sentido de responsabilidad, y concedía con liberalidad
premios y ascensos. 19 Al iniciarse el proceso de licenciamien-
to de las tropas revolucionarias en los estados donde el mo-
vimiento revolucionario había prendido con más fuerza, los
conflictos comenzaron a sucederse: las fuerzas encabeza-
das por Pascual Orozco en Chihuahua, Calixto Contreras en
Durango, Emiliano Zapata en Morelos y Gabriel Gavira en
Veracruz, entre otras, 20 no estaban dispuestas a postergar la

19 Felipe Ávila, "El gobierno interino de Francisco León de la Barra", en

Will Fowler (coord.), Presidentes mexicanos, t. l, México, INEHRM, 2005,


pp. 299-329.
20 Véanse Micbael Meyer, El rebelde del norte. Pascual Orozco y la revolu-

ción, Carolina Espejel Sherrnan (trad.), México, Universidad Nacional Autó-


MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 93

realización de las demandas por las que se habían levantado,


ni a renunciar tan simplemente al papel protagónico que
acababan de adquirir.
Mientras que Madero buscaba fórmulas de conciliación
al respecto, y algunos gobernadores provenientes del anti-
rreeleccionismo se encontraban creando unidades irregula-
res bajo su mando, en las que podía encuadrarse al menos a
una parte de los revolucionarios licenciados, De la Barra, en
principio, aplicaba la fuerza para imponer su voluntad de
pacificación, pero, a tras mano, buscaba complicarle las co-
sas a Madero, a los revolucionarios y a su inminente gobier-
no. Lo ocurrido en Morelos con Emiliano Zapata y su fuer-
za es la mejor muestra de ello. Luego de varias semanas de
que el armisticio hubiera sido firmado en Ciudad Juárez,
quedó claro que los rebeldes de Morelos no estaban dispues-
tos a entregar las armas sin alguna garantía de que sus de-
mandas agrarias serían cumplidas.
En junio de 1911 dieron inicio los contactos entre éstos
y los maderistas, y dos meses después, luego de muchos ires
y venires, Madero personalmente consiguió la promesa de
licenciamiento completo, a cambio de una serie de conce-
siones: el nuevo gobernador sería el norteño Eduardo Hay;

noma de México, 1984; Pedro Salmerón, La revolución popular en Durango y


La Laguna: Calixto Contreras y Benjamín Argumedo, Durango, Editorial de la
Universidad Juárez del Estado de Durango, 2008; John Womack J r., :zapata
y la revolución mexicana, Francisco GonzálezArámburu (ttad.), México, Siglo
Veintiuno Editores, 1969; Gabriel Gavira, General de brigado Gabriel Gavira:
su actuación político-militar revolucionaria, 2• ed., México, Talleres Tipográfi-
cos de A. del Bosque, 1933.
94 BERNARDO IBARROLA

el jefe de armas del estado su propio hermano, Raúl Made-


ro; una parte de las tropas zapatistas se incorporaría a los
cuerpos rurales, y el ejército, que ya había sido destacado en
la región, se retiraría de ésta. 21 León de la Barra, quien era en
última instancia el comandante de las fuerzas federales, no
estuvo de acuerdo y ordenó al general Victoriano Huerta,
famoso por sus campañas de "pacificación'' de indios duran-
te el Porflriato, avanzar sobre los rebeldes surianos, quienes
se replegaron a las zonas montañosas del vecino estado de
Puebla e interpretaron los hechos como una trampa tendida
por el "traidor" Madero. 22
A la postre, las campañas militares para forzar el licen-
ciamiento de las fuerzas revolucionarias menos dispuestas
a entregar sus armas tuvo, como era previsible, el efecto
contrario al buscado explícitamente: éstas encontraron
buenos argumentos para confirmar la desconfianza que las
animaba y, en algunos casos, reiniciaron a su vez operacio-
nes militares. La enorme tensión política posterior a la rea-
lización de las elecciones, provocada, entre otras cosas, por
estas fallidas maniobras, determinó que Francisco León de
la Barra abandonara la presidencia el 6 de noviembre de
1911, 25 días antes del plazo señalado. 23 Tras abandonar el
cargo, el expresidente interino se desempeñó como encar-
gado del despacho de Relaciones, durante unos meses en

21 Ávila, "El gobierno ... ", op. cit., pp. 314-315.


22 Una pormenorizada narración y explicación de estos hechos en Wo-
mack Jr., op. cit., p. 114 y ss.
23 Charles Cumberland, Madero y la revolución mexicana, Stella Mas-

trangelo (trad.), México, Siglo Veintiuno Editores, 1977, p. 197.


MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 95

1913, y como ministro del gobierno huertista en Europa;


después, se dedicó a los arbitrajes internacionales. Nunca
volvió a México. Murió en un balneario francés en 1939, a
los 76 años. 24

Los ejércitos revolucionarios


contra el presidente Madero

A Francisco l. Madero, nuevo presidente constitucional de


México, le quedaban, en cambio, menos de 16 meses de
vida. Durante su presidencia, no hubo un solo día en el que
no hubiera tenido que ocuparse de alguna rebelión militar:
visto su gobierno en conjunto, lo que sorprende no es que
no haya podido conjurar el doble cuartelazo de la Decena
Trágica, sino que haya podido resistir durante poco más de
un año los embates de sus enemigos.
Se dice que poco antes de abordar el buque que lo lleva-
ría al exilio, seis meses atrás, Porfirio Díaz sentenció la suer-
te de su inopinado vencedor: "Madero ha soltado el tigre,
ahora veremos si puede controlarlo". Independientemente
de que el octogenario dictador insinuara una explicación
honrosa para el final de su gobierno (es sin duda menos
bochornoso haber sido derrotado por "el tigre", es decir, por
las "bandas milenarias armadas" del México profundo, como
24 Ángel María Garibay, Felipe Teixidor y Miguel León Portilla (eds.,

coords. y dirs.), Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de


México, vol. 3, 6• ed., corregida y aumentada, México, Porrúa, 1995, p.
1980.
96 BERNARDO IBARROLA

las califica en la renuncia que dirige al Congreso, 25 que por


el "lunático" nieto de don Evaristo Madero), la sentencia, de
haber sido dicha, sí resultó premonitoria. En efecto, Madero
no pudo controlar al tigre, pero "el tigre" no era solamente
el México milenario al que hacía alusión el viejo general oa-
xaqueño, y que estaba realizando, de manera aparentemente
paradójica, el cambio revolucionario, sino también el México
occidental y moderno, tan orgulloso del grado de civiliza-
ción logrado al despuntar el siglo xx que, también paradóji-
camente, intentaba contener y aun revertir este cambio revo-
lucionario.
Nada más asumir la presidencia constitucional de la Re-
pública, Madero se vio obligado a utilizar al Ejército federal
para resolver pugnas regionales y estatales por el poder. Des-
de octubre de 1911, el jefe político del distrito oaxaqueño de
Juchitán, José E Gómez, se había levantado contra el gober-
nador estatal; durante noviembre y diciembre el problema
fue enfrentado por el gobierno federal, tanto por medio de
la negociación como con el envío de unidades militares. A
principios de diciembre, el caudillo istmeño fue apresado y
fusilado. 26 También en la costa del Pacífico, pero varios miles
de kilómetros al norte, en el estado de Sinaloa, otro revolu-
cionario, Justo Tirado, antiguo subordinado del maderista

25 "Renuncia del general Porfirio Díaz'', en Gustavo Casasola, Histo-


ria grdfica de la revolución mexicana, 4 vols., México, Trillas, 1960, vol. l,
p. 311.
26 Francisco José Ruiz Cervantes, La revolución en Oaxaca. El movi-

miento de la Soberanía (1915-1920), México, FCE (Sección de Obras de


Historia), 1986, pp. 28-29.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 97

Juan Banderas, desafió el poder del gobernador y consiguió


incluso controlar la capital del estado a mediados de abril.
De nueva cuenta, el gobierno de Madero se vio obligado a
enviar fuerzas federales para echar a Tirado de Culiacán y
restaurar el gobierno de José Rentería, que, entre tanto, había
tenido que refugiarse en un buque de guerra en Mazatlán. 27
Intervenciones federales de esta clase habían sido fre-
cuentes a partir de la restauración de la República en 1867,
pero con el paso de los años, la compleja maquinaria políti-
ca montada por Porfirio Díaz consiguió que la participación
directa del Ejército federal se convirtiera en el último recur-
so para dirimir conflictos entre grupos regionales. 28 Los me-
ses de insurrección antiporfirista desmontaron obviamente
esta maquinaria, pero la eficaz labor de zapa del gobierno
interino impidió que comenzara a establecerse otra. A fina-
les de 1911, el presidente de la República se veía obligado a
enviar al ejército que había sido su enemigo unos meses
atrás para "pacificar", es decir, para reprimir, a algunas fac-
ciones de las fuerzas armadas que, unos meses atrás, lo ha-
bían sostenido.
Pero asumir la función de árbitro final de los conflictos
estatales y regionales no fue el peor papel que desempeñó el
gobierno federal de Francisco l. Madero. Tuvo, también, que
enfrentar la rebelión abierta de sus antiguos compañeros de

27 Daniel Gutiérrez Santos, Historia militar de México. 1876-1914, Mé-

xico, Ediciones Ateneo, 1955, pp. 96-97.


28 Alicia Hernández Chávez, "Origen y ocaso del ejército porfiriano",

en Historia Mexicana, vol. XXXIX, núm. 1, julio-septiembre de 1989, pp. 257-


296.
98 BERNARDO IBARROLA

lucha. El caso más evidente es el de los revolucionarios del


estado de Morelos. Pocos días después de su llegada a la pre-
sidencia, Zapata y sus hombres dieron a conocer el luego
célebre "Plan de Ayala'', en el que además de especifl.car el
sentido y los principios de sus demandas agrarias, acusan de
traición a Madero -no así a Díaz, y mucho menos a León
de la Barra- y declaran su determinación de defender los
principios que él traicionó, "hasta vencer o morir". 29
Es posible que de no haber padecido la duplicidad de
discursos y acciones durante el interinato, Madero habría
podido mantener de su lado a los zapatistas durante algún
tiempo, pero la lógica de sus respectivas acciones políticas y
sociales hacía difícilmente evitable su enfrentamiento. Lo
cierto es que la ocupación federal del verano y otoño de 1911
concretó la ruptura entre éstos y el gobierno federal. Duran-
te todo el gobierno de Madero, 30 los zapatistas se mantuvie-
ron en lucha -de hecho, ésta no habría de cesar sino hasta
1919, tras el asesinato de su caudillo-, y el presidente revo-
lucionario no podía plantearse la paz con ellos, sino la forma
de enfrentarlos, pues aunque los zapatístas no tenían los re-
cursos militares para conquistar de manera sostenida nú-
cleos urbanos importantes ni vías de comunicación, ni mu-

29"Plan de Ayala', en González Ramírez, op. cit., pp. 73-83.


Además del famoso trabajo de Womack ya citado aquí, véanse, para
30

la época maderista, Felipe Ávila Espinosa, Los orígenes del zapatismo, Méxi-
co, El Colegio de México-Centro de Estudios Históricos/Universidad Na-
cional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas, 2001,
y Francisco Pineda Gómez, La revolución del Sur. 1912-1914, Rafael Me-
drano (pról.), México, Era, 2005.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 99

cho menos para desafiar con alguna posibilidad de éxito al


gobierno federal, sí significaban un problema permanente.
Tras unos meses de seguir con la táctica de violentísima ocu-
pación del espacio y represión de la población, iniciada por
el general Huerta y seguida por los generales Casso y Robles,
la llegada a ese teatro de operaciones del general Felipe Án-
geles supuso cierta disminución de la violencia, pero ésta no
llegó a tales grados que permitiera pensar en un arreglo y en
el fin de la rebelión.
Mientras que la rebelión zapatista del sur no significaba
una verdadera amenaza militar para el gobierno de Madero,
el levantamiento orozquista del norte, potencialmente, sí lo
era. De hecho, entre 1910 y su derrota de 1912, el persona-
je militar de mayor prestigio en México fue Pascual Orozco.
Los conflictos entre este caudillo y Madero, que se remon-
taban a la toma de Ciudad Juárez, aunados a las tensiones
políticas generadas en todo el norte durante el interinato, y
la falta de respuesta expedita a las demandas socioeconómi-
cas de los grandes contingentes de hombres, gracias a los
cuales la Revolución había triunfado, hacían previsible la
rebelión. Desde los primeros días de 1912 comenzaron los
primeros disturbios y motines, pero no fue sino hasta marzo,
cuando Pascual Orozco se levantó, que la campaña abierta-
mente insurreccional dio inicio.
En contraste con el zapatismo, que contaba con una muy
bien lograda coherencia de objetivos y muy pocos recursos
militares para conseguirlos, el orozquismo tenía una extraor-
dinaria potencialidad militar al servicio de unos objetivos no
demasiado claros. Su proclama de lucha, el "Plan de la Em-
100 BERNARDOIBARROLA

pacadora", contiene, además de las acusaciones de rigor al


gobierno y el programa político-militar para derrotarlo, de-
mandas de índole social y económica que recuerdan algunos
de los planteamientos del programa del Partido Liberal de
1906,31 pero que, a diferencia de la rebelión popular del sur,
no facilitaban el enrolamiento para la lucha en aras de obje-
tivos claros y simples. Con todo, la rebelión orozquista fue
el desafío militar más importante que enfrentó el gobierno
maderista. En sus momentos de máxima expansión, su mo-
vimiento se extendía por todo Chihuahua y por partes de
Sonora, Zacatecas, Durango y Coahuila.32
Tras el pronunciamiento de Orozco, el gobierno federal
envió una fuerza de poco más de dos mil hombres, coman-
dada por el general José González Salas, hasta entonces se-
cretario de Guerra de Madero. Esta nueva "División del
Norte" federal fue derrotada por los orozquistas el 25 de
marzo en la estación de Rellano, en el extremo suroeste del
Bolsón de Mapimí. Luego de ordenar el repliegue a Torreón,
el general González Salas, abrumado por la derrota sufri-
da, se suicidó. En la ciudad de México, Francisco l. Madero
ordenó la reorganización de la división y nombró al general
Victoriano Huerta al frente de ésta. A mediados de abril,
esta fuerza militar, de aproximadamente seis mil efectivos
de las tres armas, concentrados en Torreón, estaba lista para
iniciar las operaciones. Durante los meses de mayo y junio

31 Ambos documentos en González Ramírez, op. cit., pp. 95-106 y


3-29.
32 Sobre Orozco y su rebelión, Michael Meyer, op. cit.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 101

de 1912, las fuerzas de Huerta realizaron una campaña mi-


litar sistemática y eficaz. Los "Colorados" de Orozco fueron
vencidos sucesivamente en Cañón de Conejos, en la esta-
ción de Rellano -hecho de armas conocido como "Segun-
do Rellano"- y en Bachimba. Tras esta última derrota, el
orozquismo perdió su capacidad ofensiva y se desintegró en
decenas de partidas guerrilleras, que no suponían una ame-
naza seria para el gobierno federal.
Las diferencias entre la primera y la segunda División del
Norte federal son notables. La obvia divergencia entre los
resultados que obtuvo una respecto a la otra puede explicar-
se de distintas maneras: es posible, por ejemplo, que Huerta
tuviera mayor capacidad organizativa y táctica que González
Salas, o que el número de soldados a sus órdenes fuera más
adecuado para enfrentar a Orozco. Sin embargo, la parte
más interesante de la comparación -y acaso la más revela-
dora- tiene que ver con la procedencia del personal que
integró ambas fuerzas: mientras la primera estaba integrada
exclusivamente por soldados y oficiales del Ejército federal,
la segunda contaba, además, con grandes contingentes de
antiguos revolucionarios maderistas encuadrados en unida-
des de rurales federales, "auxiliares" o "irregulares", depen-
dientes de los estados y organizados por autoridades locales
de las wnas en conflicto. 33 Así, en las listas de esta segunda

33 Para Javier Garciadiego, esta campaña contra Orozco y, en gene-

ral, el orozquismo, es un aspecto crucial en la Revolución mexicana,


pues, entre otras cosas, "el orozquismo fue un factor decisivo en el de-
rrocamiento de Madero y el ascenso de Huerta, pero también fue factor
decisivo en la constitución del Ejército constitucionalista" (f. 39).
102 BERNARDO IBARROLA

División del Norte se mezclan nombres de conocidos mili-


tares profesionales como Téllez, Rábago y Rubio Navarrete,
además del propio Huerta, con los de recientes revoluciona-
rios, como Emilio y Raúl Madero, Pancho Villa, Manuel
Chao, Maclovio Herrera, Tomás Urbina y aun el futuro ge-
neral cristero Enrique Gorostieta. Al parecer, la correcta com-
binación de mandos - y elementos de tropa-, tanto profe-
sionales como revolucionarios, podía producir estupendos
resultados. 34

El ejército porfirista contra el presidente Madero

Además de las rebeliones de origen popular, Francisco I.


Madero tuvo que enfrentar, también, cuatro insurrecciones
provenientes de las filas del Ejército federal. La última fue la
que derribó su gobierno.

En términos militares, los oficiales del ejército de línea se beneficiaron de


los "irregulares auxiliares" por su conocimiento del terreno y su reciente
experiencia de fuego, y éstos, a cambio, aprendieron táctica militar y se
profesionalizaron como soldados. En las filas del Ejército federal, la segun-
da campaña contra Orozco también sirvió, según Garciadiego, como crisol
de una nueva generación de mandos militares, encabezada por Victoriano
Huerta. Agradezco a este autor por haberme permitido revisar su texto,
antes de ser publicado: Javier Garciadiego, "El orozquismo, factor decisi-
vo ... ", mecanuscrito, 53 f.
34 Los datos puntuales provienen de Guillermo Cota. Soto, Historia mi-

litar de México: ensayo, México, Talleres Gráficos de la Nación, 1947, pp.


100-104, y Luis Garflas Magaña, Historia militar de la revolución mexicana,
Bernardo Ibarrola (presentación), México, INEHRM, 2005, pp. 44-72.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 103

El general Bernardo Reyes, destacadísimo personaje de


las esferas política y militar del último tramo del Porflriato,
y considerado durante algún tiempo como el sucesor natural
de Díaz, fue el primero. Una semana después de que Made-
ro asumiera la presidencia constitucional, en noviembre de
1911, se internó al país desde Texas, lanzó un plan, fue casi
totalmente ignorado, volvió a Estados Unidos, regresó de
nueva cuenta a México a mediados de diciembre y, ante la
casi absoluta indiferencia de sus antiguos partidarios, tanto
civiles como militares, se rindió incondicionalmente al co-
mandante de la partida de rurales de Linares. Los varios mi-
les de hombres puestos inmediatamente bajo las órdenes del
viejo general Jerónimo Treviño, por disposición del flaman-
te presidente, no tuvieron con quién pelear. 35 Reyes, por
su lado, fue conducido a una prisión militar de la ciudad de
México.
Pocos meses después de la derrota del orozquismo, el ge-
neral Félix Díaz, cuyo único mérito militar y político era ser
sobrino de Porfirio Díaz, intentó una rebelión militar a par-
tir del puerto de Veracruz. Pudo convencer a los comandan-
tes de algunas unidades, pero ni los buques de la armada ni
la población civil, de la que Díaz esperaba apoyo, lo secun-
daron. Muy pronto el puerto fue rodeado por una numero-
sa fuerza al mando del general Beltrán y, tras conferenciar
con los representantes de los extranjeros del puerto y plani-
ficar la operación cuidadosamente, el 22 de octubre fue re-
cuperada la ciudad y detenidos los conspiradores. El "sobri-

35 Gutiérrez Santos, op. cit., pp. 95-96.


104 BERNARDO IBARROLA

no de su tío" fue trasladado, como Reyes, a una prisión de la


capital.
Cuatro meses después del descalabro veracruzano, Díaz y
Reyes volvieron a encabezar otro intento de insurrección,
aprovechando, paradójicamente, que estaban recluidos
--cada uno en un lugar distinto- muy cerca de la sede del
poder federal, y aprovechando, también, el intensísimo acti-
vismo político antimaderista que había en la ciudad. Esa vez
algunos generales, sin mando directo de tropa pero con cier-
ta influencia sobre los comandantes de algunas unidades,
como Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz, secundaron a
los militares complotistas. El golpe de mano, es decir, la
toma incruenta de Palacio Nacional y el apresamiento del
jefe del Ejecutivo y su gabinete, comenzó el 9 de febrero de
1913: Reyes y Díaz fueron liberados de sus prisiones y se
dirigieron al Zócalo, pues tenían noticias de que Palacio Na-
cional ya estaba bajo control de partidarios suyos. Sin em-
bargo, en el ínterin, el general Lauro Villar, leal al presiden-
te Madero, recuperó el control del edificio. Al llegar Reyes,
Villar intentó arrestarlo, se inició un tiroteo y el antiguo
gobernador de Nuevo León cayó fulminado por la ráfaga de
una ametralladora instalada en la puerta central de Palacio
Nacional. Las fuerzas rebeldes se hicieron fuertes en La Ciu-
dadela, donde estaba instalada la maestranza y fábrica de
armas del ejército.
Lauro Villar, que era comandante militar de la plaza de
México, había resultado herido y fue hospitalizado, por or-
den directa del presidente Madero, quien nombró nuevo
comandante al oficial de más alta graduación que tenía cerca
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 105

y que era, además, el general más prestigioso del ejército en


ese momento: Victoriano Huerta. Muy rápidamente, Huer-
ta, que no había participado en la conspiración, se percató
de que había quedado en una situación privilegiada. Duran-
te el periodo abierto entonces, conocido como Decena Trá-
gica, Huerta montó un dispositivo de defensa en torno a
Palacio Nacional e inició las operaciones de asedio y toma de
La Ciudadela, que era un objetivo militar mucho más difícil
de lo que parecía. 36 También, por lo menos desde el 14 de
febrero, se dedicó a establecer contactos tanto con los insu-
rrectos como con los muchos opositores de Madero. Para el
día 18 de ese mes, gracias a la intermediación de Henry Lane

36 El trabajo historiográfico más reciente sobre la Decena Trágica:

Adolfo Gilly, Cada quien morird por su lado. Una historia militar de la
Decena Trdgica, México, Era, 2013. En este texto se reitera la versión más
difundida y aceptada sobre la naturaleza militar del episodio, que Huerta
pudo haber derrotado a los sublevados de La Ciudadela, pero que no lo
hizo con la intención de debilitar el gobierno maderista y de negociar,
desde una posición ventajosa, con éstos. Yo sostengo que la versión de la
"guerra falsa'', a pesar de su coherencia explicativa y su éxito hisroriográ-
flco, carece de fundamentos fácticos y propongo una interpretación que
parte del.supuesto de una especie de empate de las fuerzas militares
opuestas en la ciudad de México a partir del 9 de febrero. Bernardo Iba-
rrola, "La rebelión de la Ciudadela pone en jaque al gobierno de Madero:
la historia militar por contar de la Decena Trágica'', en Javier Garciadie-
go, Adolfo Gilly y Felipe Ávila (coords.), Crónica de un cuartelazo anun-
ciado, en prensa. El más claro ejemplo de narración de los hechos milita-
res de la Decena Trágica como verdaderas operaciones de guerra: Juan
Manuel Torrea, La Decena Trdgica. Apuntes para la historia del Ejército
mexicano. La asonada militar de 1913, Adrián Cravioto (proemio), Méxi-
co, Joloco, 1939.
106 BERNARDOIBARROLA

Wilson, el embajador estadounidense, llegó a un acuerdo


con los sublevados, arrestó al presidente y al vicepresidente,
les arrancó sus renuncias y se las ingenió para ser nombrado,
como León de la Barra, presidente interino de México. Tres
días después mandó asesinar a Madero y a Pino Suárez. 37
Según Javier Garciadiego, las intentonas de Reyes y Díaz
no pretendían convertirse en rebeliones sino, simplemente,
conquistar el poder por medio de un cuartelazo que restau-
rara el orden de cosas y que los pusiera en el lugar que ellos
creían que les correspondía. 38 Sus movimientos no eran con-
secuencia, pues, de una actitud de rechazo generalizado a
Madero por parte de la oficialidad del Ejército federal que,
a pesar de las extraordinarias tensiones sufridas desde finales
de 1910, mantuvo siempre un bajo perfil político, pues los
cambios de gobernante -de Díaz a León de la Barra y de
éste a Madero-- no les ocasionaron en realidad perjuicios.
Aun con el nombramiento de Huerta, que era, además, uno
de sus más conspicuos compañeros de armas, los oficiales
mexicanos, a excepción de unos pocos -como Díaz, Blan-
quet y Mondragón-, pudieron mantenerse en un confor-
table segundo plano: después de todo, si la Cámara de Di-
putados, en la que había maderistas declarados, aceptó las

37 Una pormenorizada narración sobre la parte final del episodio, que


hace énfasis en la participación de Pedro Lascuráin para conseguir con
engaños las renuncias de Madero y Pino Suárez, en Gilly, op. cit., pp.
162-167.
38 Javier Garciadiego, "Presidencia de Madero: fracaso de una democra-

cia liberal", en Will Fowler (coord.), Presidentes mexicanos, t. 2, México,


INEHRM, 2005, pp. 9-31.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 107

renuncias del presidente y vicepresidente, y sancionó el pro-


cedimiento por el cual comenzó el interinato de Huerta,
ellos no tenían más que aceptar, por tercera ocasión en me-
nos de dos años, el cambio de presidente de la República.

Las imposibles reformas:


elfinal de la leva y el proyecto de servicio militar

Que la oficialidad profesional mexicana haya podido sortear


con relativamente pocas dificultades la época maderista y
que, por ello, no se haya opuesto abiertamente a su gobierno
no implica que Francisco l. Madero, que se apoyó amplia-
mente en el Ejército federal y procuró casi siempre su pro-
tección y bienestar, no tuviera un amplio proyecto de cam-
bios para la institución militar.
El gobierno presidido por Madero tenía, en lo que res-
pecta al ejército y, en general, a los asuntos militares, un
programa de reformas aparentemente muy simples, pero tan
profundas y significativas que, de haberse llevado a la prác-
tica, habrían supuesto una verdadera revolución política,
cuyas implicaciones y consecuencias no fueron comprendi-
das por sus contemporáneos y han sido inexplicablemente
soslayadas por los historiadores durante casi un siglo. Estas
reformas pretendían erradicar una de las más viejas injusti-
cias de la organización política mexicana y, a ese respecto,
transformar el país en una nación moderna, conforme a los
criterios y aspiraciones de la época y con las consecuencias
que ello supondría.
108 BERNARDO IBARROLA

El 30 de noviembre de 1911, 24 días después de haber


asumido la presidencia de la República, con las rebeliones
de Zapata y Reyes en curso, Madero firmó un nuevo decre-
to de reemplazos para el ejército:

Artículo 1º. Para reemplazar las bajas del ejército, los Estados,
el Distrito y Territorios Federales, entregarán cada año, en el
tiempo y lugar de su territorio que designe el Ejecutivo, un
contingente del número de hombres que corresponda al uno
por millar del censo de su población.
Artículo 2º. Para cumplir esta obligación, los Gobernadores
de los Estados y el Distrito Federal y los Jefes Políticos d~ los
Territorios Federales, emplearán el sistema de sorteo, conforme
a los reglamentos respectivos. 39

Esto suponía, simplemente, el final del reclutamiento de


soldados a través de la leva, el sistema que más se había uti-
lizado en México hasta entonces.
Durante todo el siglo XIX, en México, a diferencia de
otros países de América y Europa, el reclutamiento nunca se
realizó según criterios legales generales, explícitos y claros,
discutidos y aprobados por órganos deliberativos de repre-
sentación. El siglo XIX mexicano, tan abundante en hechos
de armas, militares y disposiciones jurídicas, no generó nada
parecido a un cuerpo de legislación militar sobre el recluta-
miento; los pensadores liberales de la época, tan preocupa-

39 "Ley de reemplaws", en Diario Oficial. Estados Unidos Mexicanos, 1

de diciembre de 1911, t. cxvn, núm. 27, p. 403.


MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 109

dos por los límites del poder público respecto de los dere-
chos de los ciudadanos, pasaron por alto, durante varios
decenios, la oposición entre las obligaciones de éstos para la
defensa nacional y sus garantías sobre la libertad absoluta
para prestar trabajos personales.
La Constitución de 1857, en efecto, establecía la obliga-
ción de "todo mexicano" de defender "la independencia, el
territorio, el honor, los derechos e intereses de su patria''
(Art. 31, Frac. 1), pero establecía también que "Nadie puede
ser obligado a prestar trabajos personales, sin la justa retri-
bución y sin su pleno consentimiento" (Art. 5). 40 No fue
sino hasta 1898 cuando fueron especificadas las limitaciones
de la libertad de trabajo por penas judiciales o por interés
público ("En cuanto a los servicios públicos, sólo podrá ser,
en los términos que establezcan las leyes respectivas, obliga-
torio el de las armas") y las obligaciones de los mexicanos
("Prestar sus servicios en el Ejército o Guardia Nacional,
conforme a las leyes orgánicas respectivas"). 41
Esta adición finisecular al texto del 5742 únicamente po-
nía en la Constitución las prácticas habituales del gobier-
no respecto del reclutamiento, pero no entraba de fondo al

40 "Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos. Sancionada

y jurada por el Congreso General Constituyente el día 5 de febrero de


I 857'', en Felipe Tena Ramírez (dir. y efemérides), Leyes fondamentales de
México, 14• ed. México, Porrúa, 1987, pp. 606-629, 607 y 611.
41 "Adiciones y reformas introducidas en la Constitución de 1857", en

ibid., pp. 697-717 y 712.


42 Hecha ex profeso para resolver el problema del reclutamiento, en

tanto sólo modifica los artículos 5 y 31.


110 BERNARDOIBARROLA

tema de la legalidad de éstas. Según el nuevo artículo 31 de


1898, el servicio militar era obligatorio "conforme a las leyes
orgánicas respectivas", y según esta ley orgánica -la del
ejército, de 1900-, la procedencia de "las clases y tropas"
del Ejército nacional sería por enganche voluntario tempo-
ral o con "los contingentes que proporcionan los Estados de
la Unión, según las leyes vigentes". 43 Es decir, las que expi-
dieran los estados de la República para satisfacer las cuotas
de soldados -el "contingente de hombres"-, establecidas
periódicamente por el Congreso. 44
Pero, ¿de qué facultades gozaban los gobiernos estatales
para establecer los mecanismos de selección de los hombres
que habrían de integrar "el contingente"? Es evidente (aun-
que al parecer no tan obvio) que forzar a alguien a realizar
un trabajo en contra de su voluntad es ilegal y que, por lo
tanto, el servicio forzado, ya fuera por leva o por sorteo,
siempre fue ilegal y, al menos hasta 1898, también fue anti-
constitucional, por más que estuviera contemplado en las
leyes, decretos y reglamentos de los estados, y aun en las
ordenanzas del Ejército federal. 45
43 Artículo 15, fracción II de la "Ley Orgánica del Ejército Nacional", en

Manuel Dublán et al, Colección legislativa completa de la República Mexicana


con todas las disposiciones expedidas para la Federación, Distrito Federal y Terri-
torios: continuación de la Legislación mexicana de Dublán y Lozano, México
(varias editoriales), 1902-1912, vol. 32, p. 757.
44 "Constitución Federal ... 1857'', Art. 72, fracc. XVIII-loo (que no hace

sino reproducir, casi literalmente, la fracc. XVIII del Art. 50 de la Constitu-


ción Federal de 1824). En Tena Ramírez, op. cit., pp. 619 y 175.
45 La Ordenanza General de Ejército de 1883, de forma muy parecida a

las anteriores, disponía entre los ardculos 22 y 30 la forma en la que el ejér-


MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 111

En las legislaturas de los estados se hacía poco más que


reproducir lo especificado respecto del reclutamiento en las
ordenanzas imperiales españolas. Es decir que éstas fueron,
hasta mediados del siglo xx, las únicas disposiciones de ser-
vicio militar aplicadas en México: reclutamiento voluntario
"por asiento" (el antecedente colonial del enganche), levas
de vagabundos y malentretenidos y, casi marginalmente,
"repartimientos generales obligatorios", es decir, sorteos a
partir de listas elaboradas por autoridades locales y regiona-
les. 46 O sea que, además de los voluntarios -esos pocos a
los que les gusta la vida militar-, todos los demás van a la
fuerza, y para determinar quiénes son los forzados -cuan-
do no se fuerza a todos, como en los países con servicio
militar obligatorio y universal- es necesario establecer re-
glas, de entre las cuales la del sorteo es acaso la menos discri-
minatoria.
Pero, puesto que en México no se dispuso de manera
masiva y sistemática de la población para llevarla a la guerra,

cito recibiría, revisaría y aceptaría o rechazaría a los contingentes "dados" por


los estados. Ordenanza General para el Ejército de la República Mexicana.
Formada por el C. General de División Manuel Gonzdlez. sirviéndole de secre-
tarios los CC. General de Brigada José Montesinos y Coronel de Estado Mayor
Francisco Troncoso, México, Secretaría de Guerra y Marina, Imprenta de I.
Cumplido, 1882, t. 1, pp. 6-8.
46 Real declaración sobre puntos esenciales de la Ordenanza de milicias
provincia/es de España, Madrid, Antón Martín, 1767, pp. XXIx-204; y,
"Tomo 1, Tratado primero", de las Ordenanzas de S.M. para el régimen,
disciplina, subordinación y servicios de sus Exercitos, Madrid, Oficina de An-
tón Martín, Impresor de la Secretaría del Despacho Universal de la Guerra,
1768.
112 BERNARDO IBARROLA

tampoco hubo una demanda generalizada por el estableci-


miento de reglas claras y de aplicación general para determi-
nar quiénes debían servir como soldados y quiénes no. En
México, prácticamente nunca se ha hablado del "impuesto
de sangre" que deben pagar los ciudadanos sino, significati-
vamente, del "contingente de sangre" que los estados y re-
giones han de aportar a la Federación, insinuando que los
estados y las regiones pueden disponer de las vidas de sus
habitantes. La transformación política propiciada, en buena
medida, por la masificación del servicio militar a partir de la
Revolución francesa y de las crisis de las organizaciones po-
líticas de antiguo régimen, en otras regiones del mundo Oc-
cidental, 47 sencillamente no ocurrió en México. Aquí, el
servicio de las armas no se vinculó con las prácticas, obliga-
ciones y derechos de la ciudadanía moderna sino hasta el
gobierno constitucional de Francisco l. Madero.
Según el decreto ya citado del 30 de noviembre de 1911,
quedaba establecido el número de mexicanos que debían ser
forzados a convertirse anualmente en soldados (O.l %) y, so-
bre todo, la forma de seleccionarlos: el sistema de sorteo, es
decir, a la suerte, para todos. Nunca antes un gobierno

47 Como sí ocurrió en otras muchas partes del mundo: el caso francés

en Annie Crépin, Histoire de la conscription, París, Gallimard (Folio/His-


toire), 2009; el español en Fernando Puell de la Villa, El soldado desconoci-
tÚJ: de la leva a la "mili" (1700-1912), Madrid, Biblioteca Nueva, 1996.
Para el ámbito hispanoamericano, los artículos de Juan Marchena y Ma-
nuel Chust (eds.), Lrn armas de la nación: independencia y ciudadanía en
Hispanoamérica, 1750-1850, Madrid/Fráncfort, Iberoamericana/Ver-
vuert, 2007.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 113

mexicano había enfrentado así el abuso sistemático sobre los


levados, que eran, por regla general, quienes no podían de-
fenderse: los más débiles, los más pobres, los que no tenían
instrucción formal, los que por desconocer las leyes y sus
derechos no podían defenderlos ni ejercerlos.
Es cierto que el decreto de reemplazos sigue reconocien-
do la obligación de los estados de la Federación de proveer
hombres para el ejército, pero lo hace porque no puede mo-
dificar completamente el mecanismo ya existente; para ello
se necesita una nueva ley, y que fuera discutida y aprobada
por el Poder Legislativo. De hecho, el decreto del 30 de no-
viembre se expidió, según se lee en su parte justificativa,
para "adoptar cuanto antes una forma de alistamiento en
más armonía con el adelanto actual y las instituciones de la
Nación'' ,48 en tanto se expedía la "ley del servicio militar
obligatorio" que se estaba preparando desde entonces en el
seno del gobierno maderista.
Según El Imparcial, periódico opositor al nuevo régimen,
el mismo día que Madero firmó el decreto que establecía las
nuevas reglas para el reemplazo, una Junta Superior de Gue-
rra concluyó el proyecto de ley para el servicio militar obli-
gatorio, que sería analizado por el Consejo de Ministros. 49
El 14 de diciembre de 1912, poco más de un año después
-año de muchos sobresaltos en el ámbito militar-, Ángel
García Peña, secretario de Guerra de Madero, entregó a la
Cámara de Diputados, en efecto, "un proyecto de Ley para

48 "Ley de reemplazos", en Diario Oficial... , op. cit.


49 Ellmparcial 1 de diciembre de 1911, p. 5.
114 BERNARDOIBARROLA

el Servicio Militar Obligatorio presentado a esta Secretaría


por la Junta Especial de Guerra que preside el ciudadano
general de división José María de la Vega''. 50
Este proyecto, en principio, se parece a las demás leyes de
servicio militar obligatorio que había entonces en otros paí-
ses, con ciertas adaptaciones a la situación mexicana, pero
introduce disposiciones muy particulares. Establecía la obli-
gatoriedad del servicio militar para todos los mexicanos a
partir de los 21 años. Para cumplirlo, fijaba un mecanismo
donde se establecían listas, en las que los jóvenes debían apun-
tarse a los 19 años. Los que cumplieran con los requisitos
para ser soldados -básicamente de aptitud física; la talla
mínima se fl.jó en metro y medio-y no estuvieran en situa-
ción de excepción (hombres casados, sostenes únicos de ho-
gares pobres, estudiantes de nivel superior, profesores, em-
pleados de correo, ministros de culto, funcionarios públicos
de cierto nivel, etc.), quedarían "en depósito en disponibili-
dad". Tras un decreto presidencial que estableciera cada año
el número necesario de reemplazos, se obtendría, mediante
sorteo, a aquéllos obligados a incorporarse a las fl.las. Cabe
señalar que los sorteos, hechos en juntas locales en todo el
país, se realizarían, todos, el mismo día y a la misma hora.
Los "ganadores" del sorteo deberían prestar servicio acti-
vo permanente durante dos años y, concluidos éstos, confor-
marían la "reserva activa con licencia'' durante otros cuatro

50 "Proyecto de Ley para el Servicio Militar Obligatorio'', en Diario de

los Debates de la Cdmara de Diputados. XXVI Legislatura, año 1, periodo


ordinario, 14 de diciembre de 1912, pp. 2-7.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 115

años. Durante estos seis años, los no seleccionados para el


servicio activo permanecerían "en el depósito" y podrían ser
llamados en caso de necesidad. A los 27 años, todos los
mexicanos pasarían a la Segunda Reserva, y a los 30, a la
Guardia Nacional.
Como en otras partes del mundo, 51 se establecían algu-
nos privilegios para los antiguos soldados: todas las empresas
concesionadas o con permiso gubernamental debían reser-
var un tercio de sus empleos cuyas pagas fueran inferiores a
$200 mensuales y, en igualdad de circunstancias de candida-
tos, otorgarlos a antiguos soldados. Además, establecía la
obligatoriedad de acreditar el servicio militar para todos los
nuevos empleados públicos y fijaba, con mucho detalle, pe-
nas específicas para quienes violaran cualquiera de las partes
del proceso: desde el joven que debía inscribirse hasta el res-
ponsable de la veracidad del sorteo, pasando por los médicos
encargados de establecer la aptitud para el servicio de cada
individuo. Todo esto puede encontrarse, con algunos pe-
queños matices, en otras leyes de servicio militar; en cam-
bio, las disposiciones respecto de la redención a metálico y
la sustitución parecen completamente originales.
En muchos de los países con servicio militar obligatorio,
a finales del siglo XIX y principios del XX, había otros meca-

51Panoramas generales del reclutamiento en Maurice Valsse (dir.), Aux


armes, citoyem! Conscription et armée de métier des grecs a nos jours, París,
Armand Colin-Cenrre d'études d'histoire de la Défense, 1998, y Daniel
Moran y Arthur Waldron (eds.}, The People in Arms: Military Myth and
National Mobilization since French Revolution, Princeton, Institute for Ad-
vanced Studies, 2003.
116 BERNARDO IBARROLA

nismos para eludirlo, además de los habituales ya menciona-


dos aquí, por incapacidad o por excepción. Uno era el de
reemplazo o sustitución: el joven obligado presentaba un
sustituto que cumplía con los requisitos fijados por el go-
bierno para realizar el servicio en su lugar. Como es fácil
suponer, el sustituto solía recibir, por parte del joven obliga-
do o de su familia, una compensación económica; es decir,
en realidad se trataba de un soldado voluntario cuyo pago
era cubierto no por el Estado, sino por algún particular.
Otro mecanismo para librarse del servicio era el que se co-
nocía en España como "redención a metálico", y consistía en
el pago de una cuota al erario en lugar de realizar el servicio
militar: así, el "impuesto de sangre" tenía una equivalencia
directa con un impuesto monetario y el gobierno en cuestión
podía aumentar significativamente sus recaudaciones en
caso de que le hiciera más falta dinero que soldados. 52
El proyecto mexicano de 1912 incluía ambos mecanis-
mos, pero con especificaciones inéditas. En el caso de la sus-
titución, ésta era posible pero sólo por un hermano del joven
que hubiera resultado sorteado; en el de la redención a metá-
lico, la cuota económica de ésta no era fija, sino que se calcu-
laba como porcentaje del total de la fortuna del hogar de
proveniencia del joven sorteado: desde cinco mil pesos para
quienes tuvieran un capital equivalente a medio millón de
pesos o más (es decir, 1o/o de su fortuna) hasta 2% para aque-

52 Una explicación minuciosa de estos procedimientos en Mario Gó-

mez, Reclutamiento militar (estudio histórico), Manresa, Imprenta y Encua-


dernación de la Viuda e Hijo deTorrella, 1910.
MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 117

llos que tuvieran una fortuna de 20 mil pesos. Por debajo de


esta cantidad se establecía una cantidad fija: 400 pesos.
La redención progresiva a metálico suponía una medida de
equidad distributiva, pues impedía que la exención del servi-
cio militar fuera proporcionalmente más barata para los más
ricos. La sustitución exclusivamente fraterna, por su parte, lo
que provocaba era que la carga del servicio militar recayera, en
realidad, en una familia y no en un individuo aislado. En
todo caso, aunque ambos mecanismos permitían que alguien
se librara del servicio militar, hacían imposible que alguien
sirviera en el ejército a cambio de dinero, con lo que se encon-
traba la solución para conservar estos mecanismos de exen-
ción, pero sin sus deficiencias más evidentes y conocidas.
A fin de cuentas, estas disposiciones nunca fueron lleva-
das a la práctica, pues el proyecto de ley de servicio militar
obligatorio, presentado apenas dos meses antes de la caída
del gobierno, ni siquiera fue discutido en ese lapso ni, por
supuesto, después del cuarte'4zo. A partir de febrero de 1913,
la urgencia de la guerra eliminó toda posibilidad de reforma
militar; cientos de miles de hombres empuñaron las armas
-de buen grado o a la fuerza, eso no lo podemos saber en la
mayoría de los casos-, pero a nadie se le ocurrió poner en
tela de juicio el derecho de los jefes militares y políticos para
disponer de tal modo de las vidas de los mexicanos.
Habrían de pasar 13 años antes de que un Congreso vol-
viera a discutir una ley de reclutamiento, 53 y no fue sino has-

53 La discusión tuvo lugar durante el verano de 1925 y no provocó

cambio alguno en las leyes o métodos de reclutamiento. Marta Loyo


118 BERNARDO IBARROLA

ta 1939, más de un cuarto de siglo después de la iniciativa


maderista de 1912, cuando se aprobó una ley de servicio
militar obligatorio, que entró en vigor tres años después y
que, por lo demás, nunca fue llevada realmente a la prácti-
ca. 54 En este aspecto, como en otros, el gobierno de Francis-
co l. Madero fue un espacio único; nada parecido ocurrió
antes, ni ha ocurrido después, respecto a la experimentación
y reforma política.

Dos notas, a manera de conclusión

Primera. Durante el gobierno constitucional de Madero co-


menzó formalmente el proceso de creación de fuerzas mili-
tares no subordinadas al gobierno federal, sino a poderes
regionales o estatales: "Guardias rurales", "Fuerzas irregula-
res", etc. A lo largo del Porflriato, el gobierno federal propi-
ció su desaparición. El interinato de León de la Barra, apli-
cando de manera radical la letra del armisticio de Ciudad
Juárez, pretendió el licenciamiento de todas las fuerzas mili-
tares revolucionarias, algunas de las cuales subsistieron gra-
cias a la incorporación de sus comandantes y parte de sus
dotaciones de tropa en estas novedosas instituciones; duran-

Camacho, Joaquín Amaro y el proceso de institucionalización del Ejército


mexicano, 1917-1931, México, Universidad Nacional Autónoma de Mé-
xico-Instituto de Investigaciones Históricas/Fideicomiso Archivos Plutar-
co Elías Calles y Fernando TorreblancahNEHRMIFCE, 2003, pp. 134 y ss.
54 "Ley del Servicio Militar", 31 de agosto de 1942, 13 f. Documento

electrónico disponible en <www.sedena.gob.mx!pdjlleyes!ley_smn.pdf>.


MADERO Y EL EJÉRCITO FEDERAL MEXICANO 119

te el gobierno de Madero fue plenamente reconocida su


existencia. La única operación militar de grandes proporcio-
nes emprendida tanto con integrantes del Ejército federal
como de estas nuevas fuerzas -la campaña contra Orozco
de mediados de 1912- tuvo un gran éxito. Durante los si-
guientes tres lustros estas fuerzas "irregulares" fueron las
protagonistas de la historia militar en México.
Segunda. A poco más de cien años del final del gobierno
constitucional de Francisco l. Madero es evidente la necesi-
dad de cambiar los contenidos y el tono de los estudios so-
bre su época: insistir menos en sus desventuras y en esa es-
pecie de vía crucis moderno que fue su derrocamiento y
sacrificio y, en cambio, estudiar con mayor profundidad y
cuidado los aspectos específicos de su gobierno. Es muy pro-
bable que, al hacerlo, se seguirán encontrando argumentos
y ejemplos, como el de la ley del servicio militar, para soste-
ner que el proyecto maderista, a pesar de las violentísimas
críticas de sus detractores contemporáneos y el tono más o
menos displicente de muchos de los historiadores que se han
ocupado de él, suponía una verdadera y profunda revolu-
ción política para México.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA
DEL EJÉRCITO ZAPATISTN

FELIPE ARTURO ÁvrLA EsPINOSA


Instituto Nacional de Estudios Históricos
de las Revoluciones de México

El ejército zapatista junto con las comunidades campesinas


de la región bajo su influencia fueron los dos actores centra-
les de la revolución suriana. El Ejército Libertador del Sur,
como se denominó a sí mismo, estuvo formado inicialmen-
te por unas cuantas decenas de hombres de las clases bajas
rurales morelenses que se aglutinaron alrededor de persona-
jes como Emiliano Zapata -campesino de clase media de
Anenecuilco, Morelos, propietario de una pequeña parcela y
animales domésticos, diestro jinete y líder que había defen-
dido la lucha agraria de su pueblo por recuperar las tierras
que habían perdido ante la hacienda de El Hospital desde
mucho tiempo atrás-, Pablo Torres Burgos -profesor ru-
ral y tendero de Villa de Ayala-y Gabriel Tepepa -viejo

1 Este ensayo es una versión ampliada del publicado con el título "El

Ejército Libertador del Sur", en Historia de los ejércitos mexicanos, México,


INEHRM, 2013, pp. 213-225.

121
122 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

líder campesino de Jojuda, veterano de la guerra contra la


intervención francesa-, quienes decidieron unirse a la re-
volución maderista en marzo de 1911, levantándose en ar-
mas en Villa de Ayala. Esa rebelión campesina, de carácter
predominantemente agrario, muy pronto se amplió y, para
fines de mayo de ese año, logró dominar completamente el
estado de Morelos, convirtiendo al ejército zapatista en el
principal grupo rebelde del centro-sur del país, con una
fuerza de más de 5 mil hombres armados. Más tarde llegó a
contar, en el cenit de su fuerza, en 1914 y 1915, con cerca
de 30 mil hombres armados.
La mayoría de los miembros del ejército zapatista prove-
nían de las comunidades de Morelos y de los lugares aleda-
ños a esa entidad. Estuvo compuesto por campesinos con y
sin tierra, arrendatarios, medieros, pequeños propietarios,
peones de las haciendas, arrieros, pequeños comerciantes,
carboneros, artesanos, maestros rurales, estudiantes, trabaja-
dores de las pocas industrias de la región -textiles, hi-
droeléctricas, fábricas de papel- que formaban parte de las
clases rurales bajas y medias. A diferencia de los ejércitos
norteños, en el zapatismo no participaron ni tuvieron in-
fluencia directa miembros de las clases altas regionales.
Los motivos por los cuales esos grupos se incorporaron a
la rebelión maderista fueron predominantemente agrarios.
Muchas comunidades y pueblos de la región habían sufrido
el despojo de sus tierras a manos de las haciendas azucareras
de la zona y mantenían sus reclamos para recuperarlas, así
como su derecho a sembrar, mediante arriendo, tierras de las
haciendas que les eran necesarias para completar el ingreso
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 123

familiar. El zapatismo fue uno de los primeros grupos de la


rebelión maderista en hacer explícitos y abiertos sus recla-
mos agrarios y fue el primero de esos grupos en formular
un programa propio, el Plan de Ayala. Adicionalmente, hubo
también otros motivos: reclamos contra las autoridades y
élites, contra hacendados y comerciantes, contra jefes po-
líticos. El ejército zapatista estuvo compuesto, mayoritaria-
mente, por hombres jóvenes. Muchos de los que se incor-
poraron a la rebelión todavía no estaban casados ni habían
formado su propia familia y pertenecían a las familias ex-
tensas de las localidades de la zona. Otros sí eran jefes de fa-
milia que buscaron la manera de participar en las acciones
del ejército zapatista y seguir proveyendo y cuidando a sus
familias en la medida en que la dinámica de la guerra se los
permitía.
El zapatismo, además, fue la corriente revolucionaria en
donde las mujeres que se incorporaron a las filas guerrilleras
tuvieron mayor reconocimiento y alcanzaron mayores gra-
dos en la jerarquía militar. Existen testimonios de mujeres
que se incorporaron a las milicias revolucionarias, en las que
destacaron y alcanzaron rangos en la oficialidad media. Al-
gunas formaron batallones femeninos comandados por ellas
mismas, como fue el caso de una mujer tortillera apodada
La China, que organizó a las mujeres de Puente de Ixtla, o de
las coronelas Rosa Bobadilla, Juanita Neri y Amelia Robles,
quienes ganaron fama por su valentía. La Revolución hizo
que también otras mujeres, menos conocidas, encontraran
su lugar como cobradoras de las cuotas que se imponían a
haciendas y pueblos, como espías que informaban regular-
124 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

mente a los zapatistas de los movimientos federales, y que se


hicieran respetar y se defendieran ellas mismas, al estar ar-
madas y no permitir que los hombres quisieran propasarse
con ellas. La revolución zapatista también atrajo a mujeres
de clases medias e intelectuales de la ciudad de México que
se dedicaron a labores de propaganda, difusión del movi-
miento y enlace logístico con el Ejército Libertador. Algunas
de ellas tuvieron un papel destacado en la formulación de
la ideología zapatista, como Dolores Jiménez y Muro, Belén
Gutiérrez de Mendoza y Susana Barrios, quienes además
formaron parte de una red clandestina en la capital del país
encargada de conseguir y transportar armamento y difundir
propaganda zapatista. 2
Algunas mujeres dejaron constancia de su carácter y fir-
meza para defenderse y destacar en una sociedad muy tradi-
cional que relegaba a las mujeres a un papel secundario.
Vicente Rojas, por ejemplo, informó que dos mujeres del
coronel Octaviano Muñoz iban a cobrar cada sábado la con-
tribución y que a la más mínima objeción contestaban con
groserías y abofeteaban a los quejosos; el general De la O
informó que dos mujeres armadas habían golpeado a otra en
el mercado de Cuernavaca; AgustinaAndrade con su carabi-
na echó de su casa a su cuñado ebrio que quería abusar de
ella; María Ocampo, cantinera de Tetecala y amiga de Ge-
novevo de la O, le informaba detalladamente de lo que ha-
2 Felipe Ávila, "Las mujeres en la Revolución'', en Mujeres e historia.

Homenaje a Josefina Muriel, México, IIH-UNAM, 2008, pp. 135-151; Fran-


cisco Pineda, La revolución del sur, 1912-1914, México, Era, 2005, pp.
296-298.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 125

cían y platicaban los federales que iban a su local. 3 Estos


ejemplos, sin embargo, eran excepcionales, pues en térmi-
nos generales la mayoría de las mujeres continuó desempe-
ñando sus roles tradicionales: responsable de las tareas do-
mésticas, del cuidado de los hijos, de la comida y el cuidado
del hogar, subordinada al dominio masculino, aunque es
necesario subrayar que la Revolución modificó las condicio-
nes de la vida cotidiana en las familias y que las mujeres, al
igual que los demás componentes de los núcleos familiares,
tuvieron que adaptarse a esos cambios. El machismo, predo-
minante en la sociedad mexicana y en las zonas rurales, no
se alteró gran cosa con la Revolución.
Una característica que distinguió al zapatismo fue la es-
trecha vinculación que existió entre las unidades guerrilleras
y las comunidades de las cuales provenían. En las comuni-
dades más identificadas con el zapatismo se dio una división
natural del trabajo entre la población civil y el ejército suria-
no: los hombres jóvenes engrosaron las filas guerrilleras para
defender sus pueblos y sus familias, mientras que los hom-
bres mayores, los niños y las mujeres permanecían en las
localidades, dedicados a las labores cotidianas de su manu-
tención y realizando tareas de apoyo con el movimiento. El
ejército y el movimiento zapatista encontraron respaldo y
tuvieron un fuerte arraigo en las comunidades. Ese arraigo y
respaldo fue lo que permitió que el zapatismo fuera el único
de los movimientos revolucionarios que se mantuvo en pie

3 Archivo General de la Nación, Fondo Genovevo de la O (en adelante


AGO), 14:4:23; 4:3:99; 5:8:15; I:7:40.
126 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

de guerra desde 1911 hasta 1919, enfrentándose sucesiva-


mente a los gobiernos nacionales de Porfirio Díaz, Francisco
León de la Barra, Francisco l. Madero, Victoriano Huerta y
Venustiano Carranza. A pesar de la enorme violencia que
sus enemigos emplearon para acabar con él y para quebrar el
apoyo que siempre tuvo de un sector importante de la po-
blación civil de las regiones en las que tuvo influencia, ese
vínculo no pudo ser fracturado.
Sin embargo, cabe mencionar también que la relación
entre el ejército suriano y los pueblos y comunidades cam-
pesinas no estuvo exenta de conflictos. En los archivos zapa-
tistas se encuentran numerosos testimonios de protestas de
la población civil ante abusos y conductas de los guerrilleros
surianos que les causaban daño: préstamos forzosos, amena-
zas, malos tratos y vejaciones que, en ocasiones, produjeron
el rechazo de los agraviados contra los milicianos y, en el
extremo, de comunidades enteras que se opusieron a ayudar
a los zapatistas y se organizaron para oponerles resistencia.
Estos ejemplos, que fueron más numerosos en los momen-
tos más difíciles de los zapatistas, sobre todo después de
1915, cuando perdieron la guerra contra el constitucionalis-
mo, fueron, no obstante, minoritarios en el balance general
de lo que fue la guerra zapatista. 4
Las bandas guerrilleras del Ejército Libertador se compo-
nían de pequeñas unidades de individuos aglutinados alre-

4 Felipe Ávila, "Los conflictos en el zapatismo", en Jaime Olveda

(coord.), Independencia y Revolución. Reflexiones en torno al Bicentenario y el


Centenario, México, El Colegio de Jalisco, vol. 1, 2008, pp. 249-266.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 127

dedor de un jefe. Estos agrupamientos se formaban de ma-


nera natural con hombres de los pueblos, villas y rancherías
que, con frecuencia, tenían lazos de parentesco y amistad.
En los archivos se encuentran numerosos testimonios de her-
manos, primos, sobrinos que pertenecían a la misma unidad
militar, unidades que adoptaban, a menudo, el nombre de
quien era su jefe. Así pues, la fuerte cohesión y el arraigo del
ejército suriano derivaban de los fuertes vínculos, lealtades y
solidaridades que unían a sus soldados, debido a los lazos de
parentesco y amistad que existían en su interior, así como a
la estrecha relación que los milicianos tenían con las comu-
nidades de las que provenían.
A menudo, el radio de acción de las bandas armadas za-
patistas no iba mucho más allá de su zona de origen, lo que
le daba grandes ventajas de movilidad y conocimiento del
terreno para combatir al enemigo externo que incursionaba
en sus territorios. Sin embargo, eso mismo era un factor que
le restaba eficacia militar para extenderse hacia otros lugares
en donde no contaban con el mismo conocimiento del te-
rreno ni con el apoyo de la población civil. El zapatismo
pudo consolidar de ese modo su influencia en una vasta re-
gión que comprendía los estados de Morelos y Guerrero,
que controló por completo en 1914, así como zonas colin-
dantes de Puebla, Estado de México, Tlaxcala, Distrito Fe-
deral y Oaxaca, una extensión geográfica con rasgos de ho-
mogeneidad cultural e histórica. No obstante, fracasó en sus
intentos de traspasar esas fronteras cuando envió a gente
como Cándido Navarro y Sealtiel a extender la rebelión za-
patista en Guanajuato, o a Rafael Cal y Mayor, en Veracruz
128 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

y el sureste. Del mismo modo, no pudo combatir con éxito


a sus enemigos más allá de su wna nuclear y fracasó en 1915
en su ofensiva contra el constitucionalismo cuando éste se
atrincheró en Veracruz a fines de 1914; y si bien tomó la
ciudad de Puebla en enero de 1915, no la pudo conservar
semanas más tarde, cuando fueron derrotados por el ejército
de Alvaro Obregón, quien los desalojó también, junto con
el gobierno convencionista, de la ciudad de México. En este
mismo tenor, el zapatismo no fue capaz de tomar por sus
propias fuerzas la ciudad de México y sólo lo hizo cuando
sus tropas entraron, junto con la División del Norte de Vi-
lla, en noviembre y diciembre de 1914.

Financiamiento de la guerra

Aunque el ejército zapatista tuvo el control del centro sur de


la República en su periodo de mayor poderío, en 1914, y de
buena parte del territorio morelense en varios momentos
entre 1911y1919, fue el más débil de los tres grandes ejér-
citos revolucionarios en términos militares y económicos. El
Ejército Libertador tuvo marcadas diferencias respecto de
los ejércitos norteños, que fueron ejércitos permanentes y
profesionales, con grandes recursos económicos para su fi-
nanciamiento obtenidos de las actividades productivas de
sus regiones, del cobro de impuestos en las zonas fronterizas
y de las finanzas públicas de los estados que controlaron,
con lo cual las tropas recibían regularmente un sueldo, lo
que les daba una gran movilidad.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 129

En cambio, en el Ejército Libertador la mayoría de los


combatientes se enrolaban en las bandas guerrilleras cuando
las faenas agrícolas habían sido ya cubiertas, pero se ausenta-
ban cuando había que preparar el terreno, sembrar y cosechar.
La mayoría de sus hombres siguieron arraigados a sus comu-
nidades, lo que le restó movilidad y eficacia bélica. Además, en
la zona zapatista no había grandes recursos económicos, con
excepción de las haciendas azucareras, pues carecía de produc-
tos comerciales de alto valor en el mercado, como el ganado
en Chihuahua, el algodón de la Comarca Lagunera, las minas
de Sonora, la industria de Nuevo León o el petróleo de Ta-
maulipas, productos que sirvieron para pagar la operación de
los ejércitos norteños y financiar la compra de armamento. El
zapatismo tampoco tenía acceso a la frontera con Estados
Unidos para vender y comprar armas, y no tenía el control de
los principales puertos del país, como Veracruz, Tampico o
Manzanillo, por lo cual tampoco podía tener acceso a recau-
dar los impuestos del comercio exterior. Adicionalmente, si
bien en 1914 pudo controlar las finanzas de los gobiernos de
Morelos y Guerrero, en ambas entidades el cobro de impues-
tos era raquítico, comparado con lo que pudieron obtener los
ejércitos norteños del cobro de impuestos aduanales y del co-
mercio con los estados fronterizos de la Unión Americana.
Por lo tanto, el financiamiento de la guerra zapatista de-
pendió de los recursos de su zona de influencia y tuvo dos
fuentes principales de aprovisionamiento. En primer lugar,
los alimentos, forrajes y ayuda de diverso tipo que le ofre-
cían las comunidades directamente. Este apoyo varió con-
forme fue desarrollándose la lucha zapatista y de acuerdo
130 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

también con la economía rural de los pueblos. Entre 1911 y


1914, cuando el zapatismo se expandió por todo Morelos y
pudo ocupar Guerrero y los territorios de Puebla, Tlaxcala,
el Estado de México y el sur del Distrito Federal aledaños a
las fronteras morelenses, los pueblos fueron, junto con las
haciendas azucareras, la principal fuente de abastecimiento
del movimiento suriano. Cuando la economía campesina
-sustentada básicamente alrededor del cultivo del maíz y
otros productos agrícolas tradicionales- comenzó a colap-
sarse por la violencia de la guerra, la ocupación de su territo-
rio por sus enemigos y el quiebre de los circuitos comerciales,
los recursos de las comunidades ya no fueron suficientes, las
cosechas no alcanzaron ni para los mismos pueblos y se desa-
rrolló una etapa de aguda escasez de alimentos, particular-
mente entre 1916 y 1919.
La segunda fuente de financiamiento fueron las haciendas.
El ejército zapatista tuvo ante ellas una postura que varió en
función de las necesidades de la guerra, las de los pueblos--que
no siempre eran las mismas que aquéllas- y de la actitud de
los dueños y administradores. En un primer momento, duran-
te 1911y1912, el zapatismo utilizó las ricas haciendas de su
región para financiar su movimiento, realizando incursiones
periódicas para conseguir alimentos, forrajes, víveres y dinero.
Muy pronto, en la medida en que la guerra se hizo perma-
nente, establecieron cuotas obligatorias semanales, que tenían
que ser cubiertas en dinero y víveres por cada una de ellas. 5

5 Felipe Ávila, "La vida campesina durante la revolución. El caso zapa-

tista", en Pilar Gonzalbo (dir.), Historia de la vida cotidiana en México,


COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 131

Zapata emitió varias disposiciones para regular el abaste-


cimiento de las tropas del Ejército Libertador. Un ejemplo
de ellas fue la que dirigió a los jefes y soldados de su ejército
en julio de 1913, en la que señaló:

Para pagar los haberes a los soldados, o mejor dicho, para soco-
rrer a la tropa hasta donde sea posible, deberán imponer contri-
buciones de guerra a las negociaciones o propietarios que se
hallen en la zona en donde operen, siempre que ellos cuenten
con capitales de importancia, teniendo cuidado de que a los
enemigos de la Revolución se les asigne un impuesto más alto
que el correspondiente a los aliados o adictos a la causa revolu-
cionaria.
Para alimentos de la tropa y pasturas de la caballada de la
misma, deberán dirigirse a la autoridad municipal del lugar de
que se trate, la que distribuirá a los revolucionarios entre las
familias, haciendo también la recolección de las pasturas entre
todos los vecinos, exigiendo siempre mayor cantidad a los ene-
migos de la Revolución. 6

Los recursos de las haciendas azucareras e ingenios,


que producían la mercancía de mayor valor comercial de
la región, se convirtieron así en la segunda fuente de fi-

tomo v, vol. 1, Siglo XX. Campo y ciudad, México, FCE/El Colegio de Méxi-
co, 2006, pp. 53-65.
6 "Emiliano Zapata a jefes y oficiales del Ejército Libertador del Sur y
Centro, Campamento Revolucionario en Morelos, 28 de julio de 1913",
en El Ejército campesino del Sur, México, Centro de Estudios Históricos del
Agrarismo en México, 1982, pp. 46-47.
132 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

nanciamiento de la guerra zapatista. A todas ellas se les


impuso una contribución semanal que varió dependiendo
de su riqueza. A los dueños que se resistieron a pagar la
contribución o que se organizaron para enfrentar a los re-
beldes se les aplicó mayor presión, desde la quema de los
cañaverales y el incendio de parte de ellas hasta el asesina-
to de sus administradores. No obstante, varias haciendas
fueron respetadas y se estableció un compromiso de no
atacarlas a cambio de la contribución forzosa. En térmi-
nos generales, los guerrilleros surianos las utilizaron para
abastecer a su ejército y financiar la guerra, desde los pri-
meros meses de la rebelión contra Madero hasta la derrota
del régimen de Huerta. Luego de ésta, aunque la produc-
ción de azúcar, maíz, frijol, hortalizas y frutas había con-
tinuado, la extensión y radicalización del proceso revolu-
cionario provocaron la ruptura de los procesos económicos
y de los circuitos comerciales. Durante la lucha contra
Huerta, el zapatismo logró el dominio total de los estados
de Morelos y Guerrero, lo que hizo inviable la permanen-
cia del régimen hacendado y muchos hacendados abando-
naron sus posesiones. Pero fue sobre todo la capacidad del
zapatismo -cuando se volvió la fuerza dominante en su
región- de aplicar el Plan de Ayala -que establecía la
recuperación de la tierra por los pueblos- lo que provocó
el fin del sistema de las haciendas, que en esa región des-
aparecieron para no volver más. De ese modo, el ejército
zapatista, durante 1914 y 1915, ocupó y administró las
haciendas y las puso en operación para financiar la guerra
pero también para satisfacer las necesidades de produc-
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 133

ción de alimentos del ejército zapatista así como de la po-


blación civil.
En la operación de las haciendas administradas por los
jefes zapatistas hubo problemas originados por las difi-
cultades para vender sus productos, por la inexperiencia
administrativa de los generales encargados de ellas y por
la resistencia de los trabajadores y campesinos para que
continuaran operando como lo habían hecho en el Porfi-
riato. Se presentó la misma contradicción que con las
tierras recuperadas por los pueblos, con la fábrica papele-
ra de San Rafael y con los ferrocarriles, también adminis-
trados y operados por los zapatistas: las necesidades de la
guerra implicaban una lógica y una racionalidad con cri-
terios comerciales y de eficiencia productiva que chocaba
con la percepción y con las necesidades de la población
común. La gente de los pueblos y las rancherías prefería
sembrar maíz, frijol y productos tradicionales, así como
aprovechar los bosques y pastizales para satisfacer sus
necesidades inmediatas, y no les interesaba el mercado ni
la necesidad de conseguir recursos monetarios para com-
prar armas y equipos. Con la Revolución, los pueblos
privilegiaron la producción de valores de uso, lo que a
menudo chocó con la decisión del cuartel general y de los
intelectuales zapatistas de aprovechar las ventajas de una
economía mercantil que respondía mejor a una lógica de
guerra. 7

7 Felipe Ávila, "La vida campesina ... ", op. cit., pp. 53-57.
134 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

La tdctica militar y las armas

A menudo se ha considerado el zapatismo como un movi-


miento típicamente guerrillero, vinculado a las comunida-
des y a su región, que no fue capaz de constituir un ejército
profesional permanente ni de ir más allá de la lucha defensi-
va. Se le ha considerado como una liga de comunidades ar-
madas o como una confederación de bandas guerrilleras que
operaban localmente con muy poca o nula coordinación
entre sí. Esta imagen, prevaleciente en la mayor parte de la
historiografía zapatista, sin embargo, no corresponde cabal-
mente a lo que fue el Ejército Libertador.
La naturaleza del ejército zapatista fue la de un brazo ar-
mado de las comunidades campesinas de Morelos y territo-
rios aledaños y, por lo tanto, reflejaba las características y la
forma de ser y de actuar de éstas. El ejército zapatista se
constituyó de abajo hacia arriba con núcleos que surgieron
de las comunidades y que se aglutinaron alrededor de un
jefe de ese lugar elegido por métodos tradicionales, lideraz-
gos que se fueron afirmando o modificando en el curso de la
guerra. Así, el comportamiento, la confianza, las habilidades
y la destreza militar fueron las pruebas de fuego para la per-
manencia, el afianzamiento, el ascenso o el fracaso de esos
liderazgos.
Es indudable que esos núcleos armados tuvieron desde
sus orígenes una gran independencia y autonomía. Pero
también es cierto que desde el inicio de la rebelión se desa-
rrolló un proceso de centralización del mando y de coordi-
nación de las acciones que recayó en Emiliano Zapata, en el
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 13 5

cuartel general y en los principales líderes campesinos. De


ese modo, los zapatistas pudieron aglutinar contingentes ar-
mados para acciones coordinadas y convergentes en torno a
objetivos militares específicos. Esa coordinación hizo po-
sible el ataque a las principales ciudades y plazas militares,
como la batalla de Cuautla, en mayo de 1911, o la ocupa-
ción de Chilpancingo, en 1914, y de la ciudad de Puebla,
en enero de 1915, así como la campaña contra las tropas de
Álvaro Obregón en ese último año. En esas acciones, la mo-
vilización de las tropas zapatistas significó la organización,
coordinación y despliegue de varios destacamentos militares
constituidos por varios miles de hombres armados que obe-
decían las instrucciones de guerra emitidas por el cuartel
general zapatista.
En 1913 y 1914, cuando el ejército zapatista alcanzó su
mayor poderío y estableció una alianza política y militar con
la División del Norte villista, periodo en el que sostuvo, jun-
to con éste, al gobierno de la Soberana Convención, era ya
un ejército permanente y profesional cuyos gastos fueron
cubiertos por el gobierno de la Convención, encabezado por
Roque González Garza, primero, y Francisco Lagos Cháza-
ro, después. En los archivos de la Convención se encuentran
numerosos testimonios del pago de haberes semanales a las
tropas surianas, así como las disposiciones para el movimien-
to de las tropas por medio de los ferrocarriles controlados
por las fuerzas convencionistas. También existen testimo-
nios de las diferencias y dificultades con el gobierno conven-
cionista precisamente por el retraso en el pago de los haberes
a la tropa zapatista, por los permisos para el movimiento de
136 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

los trenes en la ciudad y por el incumplimiento de las de-


mandas surianas de armamento para su campaña contra el
constitucionalismo. 8
El territorio morelense, pequeño, densamente poblado,
con dos valles centrales rodeados de montañas, muy cerca
de la ciudad de México y atravesado por dos de las principa-
les vías férreas de la época, hacía relativamente rápido y sen-
cillo el traslado de las tropas. Esa geografía, perfectamente
conocida por los combatientes zapatistas, determinó en bue-
na medida su táctica militar. Así, la manera más fácil y efec-
tiva fue la que utilizó el ejército zapatista para enfrentarse al
Ejército federal, bien pertrechado y avituallado: multitud de
acciones de desgaste con partidas pequeñas que emboscaban
a los federales y que con la misma rapidez del ataque se re-
plegaban a las montañas. Adicionalmente, muy temprano
los rebeldes comenzaron a destruir, por sistema, las vías de
ferrocarril y las redes de telégrafos y teléfonos, a volar puen-
tes y a atacar las estaciones del tren que atravesaban la cordi-
llera del Ajusco. Este recurso fue tan indispensable que, in-
cluso, el cuartel general emitió instrucciones sobre el ataque
a los trenes, como puede observarse en la circular 250 a los
miembros del Ejército Libertador:

Los trenes de pasajeros serán detenidos lleven o no escolta, pues


en el primer caso será tenazmente atacado el tren hasta ser ani-

8 Felipe Ávila, El pensamiento económico, político y social de la Soberana

Convención Revolucionaria de Aguascalientes, México, INEHRMflnstituto de


• Cultura de Aguascalientes, 1991, pp. 161-174.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 137

quilada la tropa del gobierno; los pasajeros desocuparán los


vagones, evitando molestar a los pasajeros los que quedarán en
absoluta libertad; será decomisado el cargamento de mercan-
cías u otros valores que conduzca el tren pues según la ley de
suspensión de garantías, este cargamento se considera como
botín de guerra, el cual cargamento en todos los casos será re-
partido por partes iguales entre los soldados; siendo después
destruido e incendiado todo el tren[ ... ] procurando amonestar
a todos los empleados del tren, de ser penados conforme a la ley
de suspensión de garantías, si continúan prestando sus servicios
en los referidos trenes. Los trenes de carga y los militares serán
igualmente destruidos e incendiados [... ] y siempre que esté
usted en aptitud de hacerlo, procure destruir e incendiar puen-
tes y estaciones de ferrocarril, asimismo destruir telégrafos y
teléfonos. 9

Cabe señalar que la táctica militar desplegada por los za-


patistas fue muy flexible y estuvo en función de los objeti-
vos, de su fuerza, de la correlación con la del enemigo y de
las posiciones de éste. Cuando las columnas federales eran
numerosas, contaban con artillería y tenían posiciones forti-
ficadas, los rebeldes surianos recurrieron a la guerra de gue-
rrillas con acciones de desgaste, mediante movimientos
coordinados en diversos puntos sin presentar batalla frontal.
Cuando el objetivo era ocupar una plaza importante, Zapa-

9 Emiliano Zapata a Genovevo de la O, 2 de octubre de 1912, citado

en Francisco Pineda, La revolución de/sur. 1912-1914, México, Era, 2005,


p. 168.
138 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

ta y el cuartel general coordinaron las acciones de contin-


gentes militares numerosos, de varios miles de hombres, con
cargas de caballería apoyadas por una precaria artillería y
sobre todo por la infantería, además de tender cerco a las
plazas y cortar la retaguardia y las líneas de abastecimiento
del enemigo.
A diferencia de lo que ha sostenido la historiografía tradi-
cional sobre el zapatismo, el ejército suriano no fue solamente
un cuerpo militar defensivo que reaccionara ante las incursio-
nes del Ejército federal o de sus enemigos constitucionalistas,
sino que también desplegó numerosas acciones ofensivas so-
bre las principales ciudades y plazas militares que constituían
elementos estratégicos y también hubo momentos en los que
desarrolló una guerra de posiciones en lugares vitales, como
fue el caso de la zona al norte de Cuernavaca, en Huiczilac,
por donde descendía el ferrocarril mexicano, que era además
el territorio natural de uno de los principales jefes zapatistas,
Genovevo de la O, cuyo pueblo cercano, Santa María Ahua-
catitlán, había sido quemado por el Ejército federal. 10
La zona de operaciones del zapatismo se extendía, por
el norte, a lo largo de la zona montañosa del Ajusco, desde el
norte de Cuernavaca, por el rumbo de Huiczilac; hacia el orien-
te, pasando por Tepoztlán y Yautepec, hasta las faldas del Po-
pocatépecl, en Nepantla, Jumiltepec y Acatzingo, así como
en las zonas colindantes de Puebla, hasta Aclixco e lzúcar; por
el oeste, en los territorios mexiquenses de los distritos de
Tenango y Tenancingo, y hacia el sur del estado morelense

10 !bid., pp. 97-98.


COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 139

las posiciones del Ejército Libertador iban de la Sierra de


Huauda a la zona limítrofe de Morelos con Puebla y Oaxa-
ca, en la Sierra Madre del Sur. Estos límites se expandían y
contraían de acuerdo con los ascensos y reflujos del movi-
miento suriano. En los momentos de auge pudieron traspa-
sar las fronteras señaladas y llegar por el norte a las zonas del
sur del Distrito Federal, a las municipalidades de San Ángel,
Tlalpan, Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta, así como a los
distritos del sureste del estado de México de Chalco y Ame-
cameca, mientras que hacia el poniente penetraron a buena
parte del estado de Guerrero y por el sur a las zonas limítro-
fes de Puebla y Oaxaca.
Uno de los problemas crónicos del ejército zapatista fue
el de las armas. Alejados de la frontera norte y de los princi-
pales puertos del país, con pocos recursos económicos para
financiar un ejército permanente, los zapatistas se enfrenta-
ron a enemigos que los superaban ampliamente en armas y
municiones. Los campesinos surianos combatieron al ejérci-
to porflrista con carabinas Winchester 30-30, escopetas,
pistolas y machetes, mientras que los federales tenían rifles
Máuser de repetición, ametralladoras y cañones. Esa inferio-
ridad material obligó al movimiento zapatista a depender en
buena medida de las armas que podían quitarle al enemigo
en emboscadas, a confiscar las que tenían las haciendas, a
conseguir en el mercado negro de la ciudad de México y a
buscar un abasto más amplio fuera del territorio zapatista.
Pero también la guerra zapatista se valió del ingenio y la
inventiva. Los guerrilleros surianos utilizaron con mucha
frecuencia bombas caseras hechas con pólvora y dinamita,
140 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

con las que llenaban bolsas de cuero a las que les ponían
trows de fierro y una mecha. Cargas de mayor tamaño eran
utilizadas para la voladura de puentes y vías de trenes. Fabri-
caron también cañones rudimentarios con balas de fierro y
pólvora que fueron utilizados para atacar las guarniciones
enemigas, y cuando tuvieron el control del territorio more-
lense, de las minas de Huaucla, se puso en marcha una rudi-
mentaria fábrica militar. 11
Esta situación cambió notablemente a fines de 1914,
cuando el zapatismo estableció una alianza con la División
del Norte villista, que les permitió ocupar conjuntamente la
ciudad de México y contar con el presupuesto, los trenes y
las armas que controlaba el gobierno de la Convención al
que sostenían. De ese modo, durante diciembre de 1914 y
los primeros meses de 1915, los zapatistas tuvieron acceso a
recursos bélicos que habían sido inaccesibles para ellos: lo-
comotoras, rifles modernos, ametralladoras, cañones y di-
nero. No obstante, esa bonanza fue efímera e insuficiente
para la etapa de guerra civil que se abrió por la ruptura de la
Convención con el constitucionalismo. Los zapatistas fue-
ron incapaces de contener el avance del Ejército constitucio-
nalista encabezado por Álvaro Obregón y, al derrotar éste a
Villa en las batallas del Bajío, el zapatismo regresó a defen-
derse y atrincherarse en su territorio los siguientes cuatro
años, con ascensos y reflujos pero lejos ya de constituir un
desafío nacional a la corriente vencedora de la Revolución.

11 Francisco Pineda, La irrupción zapatista. 1911, México, Era, 1997,


pp. 38-41, 47-48, 106, 135-137.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 141

Como en toda guerra, la zapatista también estuvo llena


de símbolos. Uno de ellos, la religión. Zona plagada de co-
munidades tradicionales con una fuerte identidad y tradi-
ciones históricas, la zapatista se caracterizó, a diferencia de
algunas norteñas, por la acendrada religiosidad católica de
muchas de las tropas. Son conocidas las numerosas imáge-
nes de los contingentes campesinos zapatistas que portaban
estandartes de la Virgen de Guadalupe con los que encabe-
zaban sus acciones. En la toma de Cuautla, contra el ejército
porflrista, uno de los defensores de la ciudad dejó su testi-
monio de la arremetida zapatista:

El grito de combate de los insurrectos al presentarse al frente


para pretender desalojarnos era el de ¡Viva México, pelones!
Cuando avanzaban un poco en nuestras posiciones de las que
creían iban a caer en su poder, gritaban ¡Viva la Virgen de Gua-
dalupe!, y ya para retirarse habiendo fracasado en sus intencio-
nes entonaban un último grito de ¡Viva Madero! Nosotros
también gritábamos, ¡Viva México!, ¡viva la Constitución!, ¡viva
el general Díaz!, y a meter bala. 12

Y el cantor de las hazañas de los zapatistas, el coronel


Marciano Silva, autor de las más conocidas bolas y cancio-
nes de la revolución zapatista escribió:

Era imposible que perdieran nombre y fama, no los rebeldes de


esta región, porque llevaban a la virgen soberana, sí de nuestra

12 Citado en Pineda, La irrupción .. ., op. cit., p. 141.


142 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

fiel nación; por eso siempre cuando entraban en campaña, sí


decían con grande veneración:
¡Viva la patria!, ¡viva la Guadalupana y muera la reelección!1 3

Relación del ejército con las comunidades

En buena parte del periodo entre 1911y1920, el Ejército


Libertador fue una especie de brazo armado de las comuni-
dades, que asumió su defensa y protección y que, a su vez, se
nutrió y apoyó en la población civil para sostener su lucha y
desafiar a sus enemigos. La fuerte relación del movimiento
zapatista con las comunidades de la región -a pesar de las
múltiples dificultades y conflictos que estuvieron siempre
presentes- explica la permanencia de la lucha rebelde du-
rante esos años. Sus enemigos nunca pudieron quebrar el
vínculo entre los zapatistas y la gente de las comunidades, a
pesar de la enorme violencia que emplearon. En virtud del
apoyo que tenía el ejército zapatista, sus enemigos trataron
de vencerlo atacando a la población civil que le servía de
base. Los resultados, invariablemente, fueron los contrarios:
entre más sanguinaria fue la represión contra la población
civil, más se reforzaron los vínculos con el ejército zapatista,
porque en muchos casos los guerrilleros eran parte de las
familias que estaban siendo reprimidas, y porque un meca-
nismo de autodefensa de las comunidades fue incorporarse
al zapatismo para tener mayor protección.

13 !bid., p. 142.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 143

Una muestra diáfana de la forma en la que el ejército


zapatista entendía y practicaba su relación con las comuni-
dades la podemos observar en los derechos y obligaciones de
los pueblos que sancionó el cuartel general zapatista:

Artículo 1º. Los pueblos tienen derecho:


A elegir libremente sus autoridades municipales, judiciales,
y de cualquiera otra clase y a exigir que éstas sean respetadas por
mili tares y civiles.
A exigir que los jefes, oficiales y tropa no intervengan en
asuntos del orden civil, mucho menos en cuestiones de tierras,
montes o aguas pues todos estos negocios son de la exclusiva
competencia de las autoridades civiles.
A organizar sus rondas y veintenas y a armarlas para garan-
tizar los derechos del vecindario y transeúntes.
A exigir de la fuerza armada, amplias garantías para las per-
sonas, familias y propiedades, de los vecinos y transeúntes.
Artículo 2º. Los habitantes de cada población tienen dere-
cho a adquirir y poseer armas, para defender sus personas, fa-
milias y propiedades contra los ataques o atentados que come-
tan o pretendan cometer los militares o gente armada, por lo
mismo están ampliamente facultados para hacer uso de sus ar-
mas contra cualquiera hombre o grupo de hombres, que asal-
ten sus hogares, -atenten contra el honor de sus familias, o in-
tenten cometer robos o atropellos de cualquiera clase contra
sus personas.
Artículo 4º. Los vecinos de los pueblos tendrán las siguien-
tes obligaciones:
Prestar sus servicios en las rondas y veintenas.
144 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

Reunirse en las casas consistoriales a la señal convenida a fin


de dar auxilio:
A la autoridad municipal respectiva.
Al Cuartel General de la Revolución.
A algún militar en casos extremos para combatir al enemigo.
Prestar servicios como correos o guías en la forma acostum-
brada, o sea por cordillera. En los casos urgentes y cuando el
servicio de campaña así lo exija, los vecinos servirán también
como propios o como guías para llevar correspondencia o con-
ducir alguna fuerza armada hasta el punto que se le señale.
Trabajar como dacualeros para llevar alimentos y forrajes a
las tropas que estén batiéndose con el enemigo o mientras dure
el combate o las hostilidades.
Prestar servicios para la translación de heridos, inhumación
de cadáveres, u otros trabajos semejantes, que estén íntima-
mente ligados con el interés de la causa que se defiende.
Proporcionar alimentos, alojamiento y forrajes a las fuerzas
o tropas, correos y comisiones que pasen por la población, por
conducto de la autoridad municipal y conforme a los usos esta-
blecidos y a las circulares de este Cuartel General.
Proporcionar en igual forma alimentos, alojamiento y forraje
a las fuerzas que estén de guarnición en aquellos pueblos inme-
diatos a la wna enemiga, siempre que este Cuartel General auto-
rice expresamente la existencia de las guarniciones respectivas
por ser enteramente necesarias para las operaciones militares. 14

14 "Ley sobre los derechos y obligaciones de los pueblos y de la fuerza

armada'', Emiliano Zapata, Tlaltizapán, 5 de marzo de l 917, en El Ejército


campesino ... , op. cit., pp. 50-55.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 145

Sin embargo, aunque las comunidades mantuvieron una


fuerte cohesión hacia el exterior, en su interior existían di-
versos tipos de conflictos que se reflejaron también en el
ejército suriano y que fueron un serio obstáculo para que su
lucha fuera más eficaz. Las disputas por límites, jurisdicción
y rivalidades familiares fueron fenómenos constantes en los
pueblos, villas y rancherías de la región. 15
Además de la estrecha relación de origen entre el ejército
suriano y las comunidades, y de los fuertes vínculos que liga-
ban a muchos de sus miembros entre sí, en el ejército zapatis-
ta los guerrilleros formaron parte de una comunidad de inte-
reses, vínculos, lealtades y complicidades que los identificó
fuertemente entre sí, horizontal y verticalmente. Compartir
el peligro, los sinsabores, los miedos, las batallas, las penurias,
el hambre, el peligro y la muerte creó entre ellos fuertes soli-
daridades y una identidad muy sólida. Se desarrolló entre
ellos una conciencia de que la función que cumplían repre-
sentaba una misión, que era un ejemplo investido de valores
positivos y que tenían derecho a que la población civil de las
diferentes localidades cumpliera la parte que le tocaba de ali-
mentarlos y ayudarlos, dado que ellos hacían lo que les toca-
ba: la defensa del territorio y la guerra contra el enemigo. Las
lealtades que se crearon en esas pequeñas estructuras guerri-
lleras al mando de un jefe sorprenden y se explican no sola-
mente porque existían lazos de consanguinidad y amistad, 16

15 Ávila, "Los conflictos en el zapatismo ... ", op. cit., pp. 253-257.
16 Entre los casos más conocidos de parentesco dentro del Ejército Liber-
tador se cuentan, desde luego, el de su principal caudillo, Emiliano Zapata
146 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

sino también porque se desarrollaron fuertes vínculos de soli-


daridad que sólo se entienden por la extrema situación en la
que se constituyeron, defendiendo la vida, ayudándose entre
sí. La guerra los transformó y los unió. Para muchos de ellos
fue el acontecimiento capital de sus vidas, que dotó a éstas de

y su hermano Eufemio, quien debía gran parte de su poder precisamente a


ese vínculo. Eran familiares de Zapata y connotados jefes de su ejército sus
primos Amador y Eustasio Salazar y su sobrino Maurilio Mejía; Otilio
Montaña, el principal ideólogo del zapatismo hasta 1914, era compadre de
Zapata, al igual que Francisco Pacheco, otro de sus más destacados genera-
les. Esta vinculación familiar se reproducía en todos los niveles. Los herma-
nos Jesús y Próculo Capistrán fueron dos de los más importantes generales
zapatistas, miembros del núcleo original que firmó el Plan de Ayala en no-
viembre de 1911. Había muchos hermanos y primos que ocupaban posi-
ciones importantes en los niveles intermedios de mando, como es el caso de
la familia Fuentes y de los hermanos Emigdio y Margarita Marmolejo. Está
por demás subrayar la importancia de estos vínculos consanguíneos en las
lealtades, solidaridades y cohesión que existían en el ejército suriano. Y, al
mismo tiempo, esos vínculos explican las fuertes rivalidades y competencia
que se presentaron en su interior. Los pleitos ancestrales entre pueblos veci-
nos se reprodujeron en liderazgos naturales encontrados y en enconadas
disputas entre los jefes que provenían de ellos. Una de las más famosas se
dio entre Genovevo de la O, originario de Santa María Ahuacatitán, y Fran-
cisco Pacheco, nacido en Huitzilac, pueblos que tenían diferencias antiguas.
En la Revolución continuaron esos enfrentamientos: ambos jefes ofrecían
resistencia a colaborar mutuamente, sus soldados tenían roces frecuentes,
en múltiples ocasiones los de un bando desarmaron a los del otro y ninguno
de los dos grupos obedeció las instrucciones de Zapata de poner fin a sus
fricciones. El desenlace ocurrió en 1916, cuando De la O apresó a Pacheco
y lo fusiló por supuesros tratos con el carrancismo. Los coroneles y tropas
subordinados de ambos jefes tuvieron también una acre y crónica rivalidad
que a menudo impidió una acción militar efectiva contra sus enemigos.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 147

un nuevo sentido y que creó en ellos, desde esos agitados días,


una conciencia de grupo y una muy sólida identidad. 17
Pertenecer al Ejército Libertador se volvió una fuente de
prestigio y reconocimiento social. Los guerrilleros encarna-
ron una serie de valores positivos, lo que generó respeto,
admiración y temor entre la gente común. En los comba-
tientes rebeldes se desarrolló un sentimiento de orgullo, como
portadores de una misión que estaban cumpliendo en bene-
ficio de sus comunidades. La guerra también creó entre ellos
una poderosa red de lealtades y complicidades que a menu-
do explica comportamientos que de otra manera sería difícil
de entender.
En la actividad cotidiana de los jóvenes soldados zapatis-
tas, uno de los valores supremos era el del honor. Lo que
hacían dentro del ejército suriano tenía una connotación
ética: no estaban en la Revolución para obtener beneficios
personales sino para conseguir un objetivo que los trascen-
día: actuaban para restablecer la justicia rota, para reivindi-
car los derechos de los desposeídos como ellos, para dignifi-
car la vida de las comunidades de las que provenían. Ser
zapatista tenía múltiples connotaciones, pero sobre todo
significaba actuar con rectitud -y entregar la vida si era
necesario- en defensa de los derechos de la población rural
pobre. Para muchos de los jefes y soldados surianos, su de-
ber era combatir por una causa que consideraban justa y que
implicaba una conducta moral en la que la traición y la de-
bilidad, o la colaboración con el enemigo, eran el peor agra-

17 Ávila, "La vida campesina... ", op. cit., pp. 65-67.


148 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

vio que pudiera cometerse contra las familias y contra los


milicianos involucrados con la lucha zapatista. Los traido-
res, a los ojos de los agraviados, no tenían dignidad, carecían
de honor y no merecían formar parte de la comunidad que
se mantenía unida. En los pueblos, las familias e individuos
traidores fueron estigmatizados y perseguidos por los jefes
militares campesinos, para los cuales esos actos eran imper-
donables porque atentaban no sólo contra los valores funda-
mentales que habían permitido la supervivencia de su co-
munidad sino que la ponían en peligro ante la vorágine
revolucionaria. Las delaciones dieron pauta para que el Ejér-
cito federal pudiera encontrar y castigar a las familias que
cooperaban con los revolucionarios. Quienes perdieron a
sus seres queridos y sufrieron la destrucción de sus bienes
por esa causa tenían una afrenta pendiente contra los dela-
tores. Por ello, los traidores civiles fueron señalados, denun-
ciados y castigados por los jefes surianos y debieron emigrar
y refugiarse en las wnas controladas por el Ejército federal o
por las tropas carrancistas. 18
Los miembros del ejército zapatista debían actuar ha-
ciendo honor a la causa. Quienes rompían con ese código
moral de conducta eran mal vistos y criticados por el resto
de la tropa. Los que cometían abusos contra los pacíficos,
los que robaban a las familias, los que se emborrachaban y
abusaban de las mujeres eran condenados y segregados por
18 !bid, pp. 67-70. Entre muchos ejemplos: Gregorio Jiménez, coronel
zapatista, denunció a Sebastián Herrera por haber informado de las veredas
y de las familias que cooperaban con el general De la O, pidiendo que se le
castigara. Véase Jiménez a De la O, 26 de mayo de 1912, AGO, 1:2:62.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 149

sus compañeros. Y, de manera particular, también lo eran


quienes no arreglaban de frente sus rencillas y diferencias
con sus pares, los que ganaron fama como desleales y por
no pelear limpiamente. Y, como sucede en los grupos con
fuertes vínculos tradicionales, el deshonor de un jefe a me-
nudo arrastraba a todos sus subordinados. Cuando algún
coronel o general zapatista era castigado y se le quitaban
sus armas, se le trasladaba de zona o se le ejecutaba, sus
hombres eran asignados a otra compañía y tenían que ga-
narse el respeto y reconocimiento de sus nuevos compañe-
ros para superar el recelo y la desconfianza con la que eran
recibidos. O, cuando la muerte de sus jefes era considerada
injusta, sus hombres y sus familiares buscaban vengarse,
como una manera de reivindicar el nombre de su líder y de
restablecer la justicia. 19

19Salvador Rodríguez le pidió a De la O que destituyera al general


Vides Barona, quien era "boluble y bil y porque no mata cara a cara". Los
soldados del coronel Serafín Pliego, quien se había caracterizado por ser
uno de los oficiales zapatistas más desordenados y violentos, y que había
cometido infinidad de tropelías contra los pueblos, fueron asignados al
general Pedro Saavedra cuando Pliego fue ejecutado. Pablo Vázquez infor-
mó que los soldados de Facundo Torres lo andaba¿ buscando para vengar
la muerte de su jefe, quien había sido ejecutado, y fusilaron a dos subordi-
nados del informante. El coronel Emigdio Marmolejo buscó vengarse de
Sealtiel Alarcón, quien había fusilado a su hermano Margarita. Véanse
Rodríguez a De la O, Jalpan, 29 de abril de 1913; Abraham Ayala a De la
O, campamento revolucionario en el Estado de México, 10 de mayo de
1914; Pablo Vázquez a De la O, s/f, sil; Genaro Borneo a De la O, cam-
pamento revolucionario, 20 de julio de 1913; AGO, 1:7:35; 3:5:12; 3:3:62;
2:2:19.
150 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

Zapata y los jefes campesinos que lo seguían tenían


como fin supremo de su lucha mejorar las condiciones de
vida de la población rural más pobre, que ésta recuperara
sus tierras y pudiera organizar su vida libremente. El Ejér-
cito Libertador tenía que garantizar esas condiciones y por
ello los zapatistas estaban en guerra desde 1911. Cuando
tomaron el control de su territorio, a mediados de 1914,
pusieron en práctica una serie de medidas que expresaban
una concepción tradicional de gobierno como una instan-
cia protectora de los sectores marginados. El poder tenía
que ponerse al servicio de los más necesitados. La justicia se
ejerció de acuerdo con las prácticas ancestrales consuetudi-
narias, y fue impartida por los principales jefes zapatistas,
quienes, en muchas ocasiones, no hacían sino seguir el sen-
tido común y buscar soluciones aceptadas por las partes en
conflicto. Así, promovieron la participación directa de la
población civil en los asuntos cotidianos, dieron nueva vi-
talidad a sus instancias de organización tradicional y a sus
autoridades locales y asumieron su papel como represen-
tantes empíricos de lo que la gente común consideraba que
era el buen gobierno.
El cuartel general zapatista, con Zapata como jefe supre-
mo y sus principales asesores como cuerpo colegiado que
discutía y resolvía sobre los diversos asuntos militares, sobre
la estrategia política y sobre la administración de justicia,
trató siempre de asumirse y actuar como servidor de las co-
munidades, y definió la norma de conducta que debía seguir
el Ejército Libertador, mediante multitud de órdenes, ins-
trucciones y circulares que los jefes se empeñaron en cum-
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 151

plir. En ellos se expresaba un código moral de respeto a los


principios de honestidad, rectitud, justicia, protección y
respeto a la población civil y en particular a los más pobres.
La normatividad zapatista reflejó una concepción patriarcal
y protectora del poder en beneficio de los más necesitados.
Estableció procedimientos e instancias de aplicación de la
justicia basados en estas nociones, en el sentido común y en
la tradición, promoviendo la participación directa de la gen-
te en las instancias y en los procedimientos. Se castigaron los
delitos que atentaban contra la población civil y contra la
Revolución, y se crearon también tribunales militares para
los miembros del Ejército Libertador. El cuartel general hiw
esfuerzos constantes por combatir y erradicar el bandoleris-
mo de sus filas. La actitud de Zapata y de sus principales
jefes puso énfasis en el carácter moral de la conducta que
debían seguir sus subordinados y sólo cuando ésta sobrepa-
saba los límites tolerables, actuaron punitivamente. 20
Un ejemplo, entre muchos, de las instrucciones que con-
tinuamente giraba el cuartel general zapatista a los jefes y
oficiales de su ejército es el siguiente:

Instrucciones a que deberán sujetarse los jefes y oficiales del


Ejército Libertador del Sur y Centro:
Cuarta. Procurarán guardar, a todo trance, el buen orden de
la tropa, especialmente cuando entren a las poblaciones, dando

°
2 Felipe Ávila, "Tradición y modernidad en el zapatismo", en Erika

Pani y Alicia Salmerón (coords.), Conceptualizar lo que se ve. Franrois Xavier


Guerra historiador, homenaje, México, Instituto de Investigaciones Dr. José
María Luis Mora, 2004, pp. 371-377.
152 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

toda clase de garantías a las vidas e intereses de los habitantes y


moralizando a los soldados todo cuanto más sea posible. 21

Y, en la Ley sobre los Derechos y Obligaciones de los Pue-


blos y de la Fuerza Armada se establecía un capítulo espe-
cial, el cuarto, sobre las obligaciones de la tropa armada que
señalaba:

Art. 8º. Serán obligaciones de la fuerza armada:


Hacer que los pueblos que no hayan nombrado sus autori-
dades municipales y judiciales, procedan, inmediatamente a la
libre elección de las mismas o sea sin la menor intervención de
los armados, los cuales bajo la responsabilidad de su jefe respec-
tivo, dejarán a los vecinos obrar sin presión alguna.
Guardar respeto a las autoridades civiles.
No intervenir en las funciones de esas autoridades a la que
dejarán obrar libremente.
Dar toda clase de garantías a las poblaciones.
Respetar el libre tráfico de mercancías y la libertad de co-
mercio, menos en el caso de que se trate de introducción de
artículos de primera necesidad a la zona enemiga. Los que vio-
len este precepto, serán sometidos a un consejo de guerra.
Respetar los repartos de tierras, montes y aguas, efectuados
por los pueblos o sus autoridades.
Respetar los reglamentos o costumbres de los pueblos en
materia de reparto de aguas, y sujetarse a ellas.

21 Emiliano Zapata a los jefes y oficiales del Ejército Libertador, 28 de

julio de 1913, en El Ejército campesino ... , op. cit., pp. 46-47.


COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 15 3

No cobrar rentas a los vecinos, bajo ninguna forma ni pre-


texto, por el cultivo de sus tierras o por el uso de sus aguas. Los
infractores serán juzgados por un consejo de guerra que les im-
pondrá cualquiera de las siguientes penas: amonestación públi-
ca o privada, destitución o separación del Ejército Libertador, o
multa de cien a mil pesos o arresto de uno a once meses, según
la gravedad o circunstancias del caso.
No apoderarse de las tierras de los pueblos o de las que for-
maron parte de las antiguas haciendas, pues cada individuo
armado, sea o no jefe, sólo tendrá derecho al lote de terreno que
le toque en el reparto de que habla el artículo 4 en su inciso IX.
Un Consejo de Guerra juzgará a los contraventores y les aplica-
rá cualquiera de las penas a que se refiere el inciso anterior.
Cumplir en todo y por todos los diversos preceptos del Plan
de Ayala, de la Ley Agraria, y los decretos, circulares y órdenes
de este Cuartel General.
No exigir a los vecinos servicios personales o trabajo en be-
neficio particular, ni tratándose de asuntos meramente particu-
lares o privados.
Remitir al Cuartel General a sus subordinados que cometan
cualquier delito, o entregarán a los jueces que los pidan para su
castigo. 22

Por lo general, no obstante, lo que imperó fue el pragma-


tismo ante los jefes y soldados que cometían los desmanes,
pues, por una parte seguían pesando los vínculos y los afee-

22 "Ley de los derechos y obligaciones de los pueblos y de la fuerza ar-

mada", 5 de marzo de 1917, citada, pp. 54-55.


154 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

tos y, también, tuvo un papel importante el que los respon-


sables del movimiento no quisieran desprenderse de jefes y
soldados indispensables en la guerra que estaban librando.
Con frecuencia el castigo era cambiar de wna a los que co-
metían tropelías, ponerlos bajo la autoridad de otros jefes y,
en el extremo, ante conductas perniciosas reiteradas, quitar-
les sus armas y privarlos de mando. La pérdida de las armas
era la peor humillación que podían sufrir los soldados zapa-
tistas. Perder las armas era perder el honor, la valía ante los
demás, haber fallado en la misión que se les había encomen-
dado y ser objeto de burlas y escarnio. Peor aún, era un peli-
gro, pues el soldado sin armas era un ciudadano más, que
estaba a merced de la fuerza y de la voluntad de los que las
conservaban. Por eso, uno de los motivos más habituales de
peleas y fricciones en las filas rebeldes fue la cuestión de las
armas. De manera obsesiva, el cuartel general emitió direc-
trices e instrucciones que regularan el comportamiento de
sus tropas, aunque tuvo una actitud muy pragmática y laxa
para castigar a quienes las infringían. El castigo para quienes
cometían tropelías contra la población civil la mayoría de las
veces se restringía a reprenderlos, cambiarlos de wna, trasla-
dar a los soldados que estaban a sus órdenes y ponerlos bajo
la jurisdicción de otro jefe y, en el extremo de una conducta
reiterada de robos, vejaciones o, incluso, asesinato, a algunos
dirigentes se les juzgó militarmente y se les ejecutó. 23
23 Ávila, "Los conflicros ... ", op. cit., pp. 375-376. Véanse también de-

cretos de Zapata del 5 de diciembre de 1913, 18 de junio, 14 de julio de


1914 y 3 de septiembre de 1915; Zapata a De la O, campamento revolu-
cionario en Morelos, 3 de abril, 21 de noviembre de 1913, 2 de febrero, 22
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 155

Existen numerosos testimonios de conductas lesivas, de


abusos y depredaciones que cometieron los soldados zapa-
tistas en contra de la población civil. Las bandas rebeldes
creían tener derecho a que la gente común de las localida-
des les proporcionara el sustento. Puesto que ellos estaban
cumpliendo su parte del pacto, los civiles tenían que cum-
plir la suya. Empero, la escasez de recursos -que se hizo
crónica después de 1914 por la destrucción de una buena
parte de las fuerzas productivas de la región, lo que había
colapsado la economía- y el poder que les proporciona-
ban las armas llevaron a que muchos jefes y soldados suria-
nos cometieran acciones que lesionaban a la población pa-
cífica. La extracción de recursos a la población civil fue
considerable. Los jefes surianos impusieron cuotas de víve-

de agosto de 1914; decretos de Zapata del 5 de diciembre de 1913, 18 de


junio, 14 de julio de 1914 y 3 de septiembre de 1915; AGO, 19:7:1-3;
19:6:15; 11:6:25; 19:6:44; 11:10:44; 11:10:57; 11:10:64; 11:10:75. El
mayor Jesús Laca denunció que el coronel Jesús García lo desarmó a él y a
toda la gente de su compañía, y solicitó que se le regresaran sus armas; el
coronel Calixto Arias denunció la misma conducta por parte del capitán
Francisco Brito, quien no sólo desarmó a su gente, sino que les quitó inclu-
so la ropa y los zapatos. Fortino Alcántara, quien había recibido un arma
por parte de Ignacio Quintanilla y la perdió, fue apresado por éste, exigién-
dole que se la regresara; el general Facundo Torres, denunciado por cometer
depredaciones contra varias comunidades, fue enjuiciado y absuelto por un
tribunal militar zapatista, pero poco después fue ajusticiado por otro oficial
suriano; véanse García a De la O, Malinalco, 16 de abril de 1914; Arias a
De la O, campamento revolucionario, 9 de abril de 1914; Alcántara a De
la O, San Juan Azingo, 12 de mayo de 1914; Ángel Barrios a De la O,
campamento revolucionario, 14 de agosto de 1913; AGO, 3:4:5; 3:4:74;
3:5:46; 2:3: 11.
156 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

res que tenían que ser cubiertas por todos los habitantes de
los pueblos, sin excepción. Muchas familias se quejaron de
que tales cuotas no eran equitativas, que había familias a las
que se favorecía, que a otras se les exigía cooperación en
demasía sin tomar en cuenta que apenas tenían para ellos y,
sobre todo, protestaron porque los jefes y soldados surianos
los obligaban a ayudarlos empleando malos modos, amena-
zándolos, injuriándolos y golpeándolos. En ocasiones, la
violencia llegó incluso al asesinato de pacíficos sin otro mo-
tivo que el encono para exigir su cooperación. La población
civil se sintió agraviada. Muchas comunidades se resistieron
a seguirlos ayudando, lo que a su vez endureció la presión
de los jefes surianos, quienes incrementaron las contribu-
ciones forzosas, la intimidación y la violencia contra los
pacíficos. 24

24 Felipe Ávila, Los orígenes del zapatismo, México, El Colegio de Méxi-

co/Universidad Nacional Autónoma de México, l ª reimpr., 20 l O, pp. 279-


290. Varios pueblos protestaron por los préstamos forzosos que les impo-
nían con violencia jefes como el Tuerto Morales y Felipe Neri, quienes
llegaron incluso a quemar la casa de los que se negaban a colaborar. Entre
los numerosos ejemplos de abusos de las tropas zapatistas contra la pobla-
ción civil pueden verse: Crispín de la Serna a De la O, 24 de julio, l y 22
de agosto de 1912; vecinos de San Andrés de la Cal a Zapata, 14 de octu-
bre de 1913; Pedro Santa María a De la O, 11 de enero de 1911; Leandro
García a De la O, 18 de enero de 1913; Anastasio Flores a De la O, 24 de
julio de 1913; Encarnación Huerta a Fortino Ayaquica, 22 de mayo de
1913; Luis Pichardo a De la O, 26 de octubre de 1913; AGO, 1:2:4; 1:3:12-
13; 1:3:29; 13:9:33-34; 1:4:6; 1:4:9; 2:2:30; 13:4:1; 2:5:6.
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 157

Contradicciones internas

En esas condiciones, ocurrieron tres fenómenos importan-


tes: por una parte, se incrementó el bandolerismo dentro del
Ejército Libertador, fenómeno que había estado presente
desde el comienw del movimiento y que cobró fuerza, sobre
todo, después de 1916. Este bandolerismo se diferenciaba
de la violencia contra las clases dominantes -lo que podría
caracterizarse como un tipo de bandolerismo social- por-
que estaba dirigido contra los sectores populares y, aunque
una buena parte de esas acciones eran cometidas por grupos
periféricos al zapatismo o a los que confundían con éste, en
otras ocasiones eran conductas reiteradas llevadas a cabo por
conocidos jefes y soldados surianos. El bandolerismo en la
wna tenía antecedentes históricos lejan~s y, con la Revolu-
ción, reapareció con nuevo vigor, impulsado por la violencia
popular que creó una nueva correlación de fuerzas, y por la
debilidad o desaparición de las estructuras de control y re-
presión tradicionales. Ese fenómeno se intensificó cuando la
escasez de víveres y el agotamiento de la población civil ante
la guerra fue mayor y la lucha por la supervivencia vivió sus
momentos más agudos y, sobre todo, en la etapa final del
movimiento, cuando la guerra que sostenían estaba perdida
y se creó un derrumbe moral que llevó a muchos jefes zapa-
tistas a claudicar y a enfrentarse entre sí. En esa última eta-
pa, Zapata y el cuartel general intensificaron sus esfuerws
para erradicar el bandolerismo, permitieron que las comuni-
dades se armaran para defenderse y endurecieron su actitud
para castigar a los malhechores, actitud que llevó a varios de
158 FELIPE ARTURO ÁVILA ESPINOSA

los principales dirigentes del movimiento al paredón, des-


pués de juicios sumarios. 25
Por la otra, surgió una resistencia dentro de las comuni-
dades ante el ejército suriano que adoptó diferentes formas
y grados de manifestación, desde actos cotidianos de des-
obediencia, hasta el extremo de organizar grupos armados
de defensa contra el zapatismo. La población civil no per-
maneció pasiva ante los agravios del Ejército Libertador. En
la mayoría de las ocasiones practicó una resistencia soterra-
da, pero también, cuando los agravios fueron mayores y
continuos, prefirieron huir a las montañas para escapar de
las depredaciones zapatistas o aliarse con sus enemigos. La
forma extrema de esa resistencia popular a la revolución del
sur fue la formación de grupos de voluntarios. Éstos fueron
cuerpos armados de autodefensa de las poblaciones que, si
bien muchas veces fueron impulsados por las élites y por las
autoridades locales para combatir la revuelta, en otras tenían
un origen popular independiente como un mecanismo de
protección ante los abusos de partidas zapatistas. La forma-
ción de estos cuerpos fue un fenómeno complejo y extendi-
do, sobre todo en la zona periférica a Morelos, en donde la
revolución suriana tuvo menos fuerza y en la que a veces se
presentaba como un poder exógeno. 26

25 Samuel Brunk, Revolution and Betrayal in Mexico, Albuquerque,

Universicy of Albuquerque, 1996, pp. 338-349.


26 Ávila, Los orígenes... , op. cit., pp. 290-298. José de la Macarra a Ma-

dero, México, 27 de diciembre de 1911, 9 de enero y 18 de abril de 1912;


Baraquiel Alatriste a Madero, Puebla, 28 de enero de 1912; Eucaria Apreza
a Madero, Chilapa, 9 de julio de 1912; Nicolás Meléndez, gobernador de
COMPOSICIÓN Y NATURALEZA DEL EJÉRCITO ZAPATISTA 159

Finalmente, ante la derrota en la guerra, se intensificó la


división en los líderes surianos. La notable unidad, aunque
nunca exenta de conflictos, que habían podido mantener se
vino abajo y se profundizaron las rivalidades, recelos y trai-
ciones. La disputa por el poder y la gran autonomía de los
liderazgos caudillistas regionales que componían el Ejército
Libertador entró en una tendencia centrífuga después de
1917, misma que culminó con la muerte de Zapata en
1919. Después de ésta, los líderes supervivientes pactaron
una alianza con Álvaro Obregón, el caudillo triunfador de
la Revolución, lo que significó el final del Ejército Liberta-
dor del Sur.

Puebla a Madero, 6 de febrero de 1912; R. Cárdenas a Madero, México, 4


de marro de 1912; José Larios a Madero, Atizapán, 26 de marro de 1912;
Alberto Rodríguez a Madero, Tlacotepec, 28 de enero de 1912; I. Tapia a
Madero, Acapulco, 4 de junio de 1912; Benito Juárez Maza a Madero,
Oaxaca, 11 de febrero de 1912; Archivo General de la Nación, Fondo
Francisco I. Madero (AFM), 39:1067-1:30115-30116; 45:1232-2:34268-
34269; 6: 140-1 :435-4138; 47: 1312-2:35980-35982; 3:77:2289;
2:34:1307; 40:1099-2:31022; 33:935:25448; 42:1149-3:32148; 9:121-
1:6447-6449.
LA DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL
(1914, TEOLOYUCAN)

MAruo RAMíREz RANCAÑo


lmtituto de Investigaciones Sociales-
Universidad Nacional Autónoma de México

Para fines de abril y principios de mayo de 1914, en los alrede-


dores de Saltillo se observaban escenas dramáticas. En pleno
desorden, deambulaban como sonámbulos entre 9 mil y 1Omil
soldados, restos de las divisiones del Nazas, Bravo y del Norte,
las tres más importantes del Ejército federal, que semanas antes
fueron masacradas por Francisco Villa en la batalla de Torreón. 1
José Refugio Velasco resultó herido, pero Joaquín Maass Jr. y
Carlos García Hidalgo, jefes de las citadas divisiones, intenta-
ron levantar su maltrecha moral, sin lograrlo. 2 El hecho fue

1 Miguel A. Sánchez Lamego, Historia militar de la revolución constitu-

cionalista, t. v, México, INEHRM, 1960, p. 119, y Juan Barragán, Historia


del ejército y de la revolución constitucionalista. Primera época, México,
INEHRM, 1985, pp. 429-430.
2 Archivo del Senado de la República, Ratificaciones de José Refugio
Velasco, 19 de mayo de 1914, 26-425-323; Joaquín Maass Jr., 15 de di-
ciembre de 1913, 26-422-200, y Carlos García Hidalgo, 22 de mayo de
1914, 26-429-164.

161
162 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

realmente grave, ya que se trataba de lo más granado del


ejército. Para tener una mejor idea de su importancia, basta
saber que la cobertura de las citadas divisiones se extendía
sobre 36.4% del territorio nacional. Pero no todo quedó
ahí. En su largo deambular se enteraron de otras desgracias.
A sus oídos llegó el eco de la provocación montada el 9 de
abril por los soldados americanos en el puerto de Tampico y,
peor aún, la invasión a Veracruz ocurrida el 21 del mismo
mes. Por supuesto que, tanto en un caso como en el otro,
nada pudieron hacer. Joaquín Téllez, jefe de la División del
Yaqui, no intentó romper el cerco que le impuso Alvaro
Obregón con la intención de ayudarlos. Se atrincheró en
Guaymas y, desde ahí, observó la debacle del régimen al cual
servía. Su postura resultó desastrosa, ya que en teoría tenía a
su cargo el resguardo de poco más de la quinta parte del te-
rritorio nacional. El dato en sí mismo indica que los efecti-
vos a su cargo eran numerosos. Su división, junto con las
tres citadas, protegía poco más de 57% de todo el país. A
raíz de la debacle de Torreón, otras dos divisiones, también
importantes, la de Occidente y la del Centro, al mando de
José María Mier y Rómulo Cuéllar, respectivamente, 3 se des-
moronaron como castillos de naipes. Incluso, a resultas de la
actividad bélica, el primero de ellos murió. Pero como las
desgracias no vienen solas, a mediados de junio los sobrevi-
vientes de la batalla de Torreón se enteraron de que Francis-

3 Archivo del Senado de la República, Ratificaciones de José María

Mier, 4 de mayo de 1914, 26-424-279, y de Rómulo Cuéllar, 18 de mayo


de 1914, 26-425-0316.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 163

co Villa pasó como bólido por Zacatecas, defendida por Luis


Medina Barrón, destrozando las fuerzas federales que inten-
taron detenerlo. Se trataba del último reducto militar de im-
portancia. A raíz de ello, el Centauro del Norte se enfiló en
forma rauda y veloz a la capital de la República, quedándose
a la mitad del camino.
Alarmados por la situación, Victoriano Huerta y Aurelia-
no Blanquet se dieron cuenta de que todo estaba perdido.
Que día con día los constitucionalistas avanzaban en forma
inexorable hacia la ciudad de México y que los americanos
se habían instalado en Veracruz. Dos enemigos difíciles de
vencer. Recuperarse militarmente para rechazarlos resultaba
utópico. Los efectivos militares de las cuatro divisiones res-
tantes del Ejército federal, las del Distrito Federal, Sur, Orien-
te y la llamada Península, eran mínimos y de segundo nivel.
Salvo la de Oriente, por la presión zapatista, el resto casi no
tuvo acción militar.

La renuncia de Victoriano Huerta

Ante tantas derrotas militares, y temeroso de que Venustia-


no Carranza lo atrapara y le aplicara la vieja ley juarista,4 la
cual lo condenaba al paredón, Victoriano Huerta decidió
renunciar y salir del país. Conscientes también de que el
barco naufragaba, no pocos civiles y militares se le habían

4 "Decreto número 2", El Constitucionalista, Hermosillo, Sonora, 4 de

diciembre de 1913.
164 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

adelantado. Con su decisión, Huerta cometió un grave


error. Dejó ir la oportunidad de cubrirse de gloria ponién-
dose al frente del Ejército federal para intentar sacar al ejér-
cito invasor de Veracruz, lo cual le abría la oportunidad de
morir con dignidad. No lo pensó o no lo quiso hacer. Cuan-
do meses más tarde recapacitó, e intentó recuperar el poder
político, ya era demasiado tarde. El 15 de julio por la maña-
na, Huerta preparó su salida del país y la de sus más allega-
dos. Para protegerlos, firmó sendas comisiones en beneficio
de una docena de generales, con lo cual aseguraba su futuro
en el extranjero. 5 Horas más tarde, ordenó al general Ramón
Corona, jefe de su Estado Mayor, transmitir a los miembros
de su gabinete, a excepción de Francisco S. Carvajal, titular
de la Secretaría de Relaciones Exteriores, la orden de dimitir
en sus cargos, bajo el entendido de que él mismo lo haría a
las 6 de la tarde. Al quedar enterados, los secretarios de Esta-
do redactaron su dimisión y la turnaron al secretario de Re-
laciones Exteriores. Para evitar el vacío en la administración
pública, las citadas secretarías quedaron a cargo de los sub-
secretarios. Aduciendo razones de orden particular, el secre-
tario de Guerra y Marina, Aurelio Blanquee, envió su renun-
cia al secretario de Relaciones Exteriores. Casi de inmediato
recibió respuesta, en la cual se le indicaba que el presidente
de la República le encomendaba una comisión militar en
Europa. En forma interina quedó al frente de la citada secre-
taría el general Gustavo A. Salas. Antes de mediodía, Ra-
món Corona se presentó en la Secretaría de Gobernación

5 El País, 17 de julio de 1914.


DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 165

para entrevistarse con el doctor Ignacio Alcocer. A las 11 y


media, Alcocer entregó su renuncia. Mientras se designaba
al nuevo titular, quedó en su lugar José María Luján. La
mecánica se repitió en los casos restantes. Recabadas todas
las renuncias, y tras 17 meses de estancia en el poder, Victo-
riano Huerta acudió al Congreso de la Unión y presentó su
renuncia a la presidencia de la República. 6 En la parte me-
dular de la renuncia dijo lo siguiente:

Han pasado diecisiete meses y, en este corto periodo de tiempo,


he formado un ejército para llevar a cabo mi solemne promesa.
Todos ustedes saben las inmensas dificultades con que ha
tropezado el gobierno con motivo de la escasez de recursos, así
como por la protección manifiesta y decidida que un Gran Po-
der de este Continente ha dado a los rebeldes.
A mayor abundamiento, estando destruida la revolución,
puesto que están divididos, y aún, siguen estándolo, los princi-
pales directores de ella, buscó el Poder a que me refiero un pre-
texto para terciar directamente en la contienda, y eso dio por
resultado el atentado de Veracruz por la Armada Americana.7

Puesta a discusión la renuncia, fue aprobada por mayoría


de votos: 121 a favor y 17 en contra. De inmediato, Huerta
abandonó la ciudad de México, en una virtual huida. Las
versiones sobre su salida dejan entrever que se trató de una

6 Ellmparcial, 16 de julio de 1914.


7 Diario de los Debates de la Cámara de Diputados, 15 de julio de 1914,
pp. 1-2.
166 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

huida desesperada. En tales momentos, Carranza se movía


entre Monterrey y Coahuila, muy lejos de la capital de la
República, pero a estas alturas proliferaron numerosos par-
tidarios suyos, tanto en el norte como en el centro, y aun en
el sur de la República. En forma repentina, se había consu-
mado el clásico cambio de casaca entre la población. Se ha-
bían convertido en fervientes carrancistas quienes ubicados
entre la ciudad de México, Puerto México y el de Veracruz
estaban más que dispuestos a detener el convoy presidencial,
aprehender a Huerta y entregarlo al Primer Jefe. Sobre ello
no existe la menor duda. Pero nada de ello ocurrió.
La prensa reporta varias versiones sobre la huida de
Huerta y todas ellas encierran graves contradicciones. De
cualquier forma, es posible extraer determinados elementos
de juicio para formarse una idea más o menos exacta del
derrotero que siguió. En forma lacónica, El País reportaba
que a las 3 de la tarde, no a las 6 como se había anunciado,
acompañado de varios de sus exministros y de algunos ayu-
dantes, Huerta salió de la capital de la República en forma
secreta rumbo a la estación del Ferrocarril Interoceánico
ubicada en Los Reyes, a unos 18 kilómetros. 8 Con ligeros
detalles, El Imparcial dijo que la salida de Huerta fue adver-
tida por algunos vecinos de las calles cercanas a San Lázaro,
quienes al observar el paso de la caravana de automóviles,
salieron a los balcones de sus casas agitando sus pañuelos, en
señal de despedida. Al llegar a la estación de Los Reyes, los
generales Victoriano Huerta, Aurelio Blanquet, Liborio Fuen-

8 El País, 16 de julio de 1914, y Ellmparcial, 16 de julio de 1914.


DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 167

tes, Eugenio Paredes, Víctor Manuel Corral, Juan Vanegas;


los coroneles Arturo Alvaradejo, José Delgado, José Posada
Ortiz y Gabriel Huerta; los capitanes Fernández Guerra y
Nájera, entre otros, bajaron de los automóviles y se alistaron
a abordar el convoy presidencial que en forma paralela había
salido de la estación de San Lázaro. Los fugitivos se despi-
dieron de los generales Guillermo Rubio Navarrete, Javier de
Moure, Juan A. Hernández y de otros más. Lágrimas, abra-
zos y un hasta pronto fue la tónica. 9 De la estación Los Re-
yes, el convoy se dirigió al cruce de las líneas del Ferrocarril
Mexicano y del Interoceánico, ubicado entre lrolo y Apiza-
co. En este lugar, abordaron un convoy del Ferrocarril Mexi-
cano y, a la 1 y media de la mañana, reanudaron su marcha
con destino a Puerto México. Llevaban una escolta de 300
hombres del 29 Regimiento de Infantería. Otras fuentes in-
dicaban que Huerta viajaba protegido por trenes militares
con unos 1 500 hombres del 29 Batallón.
Sea lo que fuera, la travesía no dejó de ser complicada. Se
especula que hubo momentos en que Huerta llegó a descon-
fiar hasta del propio Blanquet, y lo mismo sucedió a la in-
versa. Esto es, que para salvar el pellejo, Huerta estaba dis-
puesto a atrapar a Blanquet y entregarlo a los carrancistas.
También, que a cambio de su vida y libertad, Blanquet pla-
neaba atrapar a Huerta y entregarlo. Aunado a ello, pasaron
noche y día intranquilos, temiendo un ataque de las fuerzas
constitucionalistas. A la postre, ello no sucedió. Existen in-
dicios de que los fugitivos pasaron parte de la noche en la

9 Ellmparcial, 17 de julio de 1914.


168 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

estación de Esperanza, Puebla, y que de ahí salieron con al-


gunas horas de retraso rumbo a Orizaba. El jueves 16, al
mediodía, cuando aún no llegaba el convoy presidencial a
Orizaba, comenzó a circular el rumor de que, en realidad,
Huerta y Blanquet estaban en suelo poblano con la inten-
ción de abordar la línea del Ferrocarril Mexicano del Sur
para dirigirse a Oaxaca. Su propósito: internarse en las mon-
tañas para iniciar un movimiento de resistencia contra los
constitucionalistas. Para dar mayor solidez a los rumores, se
agregó que Huerta había enviado a Oaxaca gran parte del
material de guerra traído del viejo mundo por el buque lpi-
ranga, y al no lograr distribuirlo entre el Ejército federal, lo
distribuyó entre los indios de la sierra. En su Diario, Federi-
co Gamboa hiw eco de tales rumores. Esto es, que Huerta y
Blanquet se alzarían en armas en la sierra de Oaxaca apoya-
dos por las fuerzas del 29 Batallón que los escoltaba. 10 Al
final de cuentas, el propio Gamboa se convenció de que la
versión era falsa. A eso de las 2:30 de la tarde del 16 de julio,
el convoy presidencial pasó por Orizaba y, de acuerdo con
versiones de las autoridades americanas, llegó a Córdoba an-
tes del atardecer; el viernes 17 de julio, a las 9 de la mañana,
arribó a Puerto México, con la intención de embarcarse en
el buque español Alfomo XIII.11 Lo del buque fue falso. En
realidad se embarcaron en el crucero alemán Dresden.

'ºFederico Gamboa, Mi diario VI (1912-1919), México, Conaculta,


1995, p. 149, y El País, 21 de julio de 1914.
11 El!mparcial, 17 de julio de 1914, y El País, 21 de julio de 1914.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 169

El gobierno de Francisco S. Carvajal

A la huida de Victoriano Huerta, Francisco S. Carvajal asu-


mió en forma interina la presidencia de la República. Es
posible que soñara con permanecer largo tiempo en el po-
der, lo cual implicaba tres cosas: negociar con Estados Uni-
dos el retiro de las fuerzas invasoras de Veracruz, reorganizar
el Ejército federal y, lo más importante, batir a los constitu-
cionalistas. Su primer nombramiento fue en favor del gene-
ral José Refugio Velasco, como secretario de Guerra y Mari-
na, el caballito de batalla de Huerta contra Francisco Villa
en Torreón. 12 Todo indica que Carvajal heredó un ejército
hasta cierto punto intacto. Casi todos los generales y coro-
neles se mantuvieron firmes, ocupando las mismas posicio-
nes que les asignó Huerta, como las jefaturas de división, las
jefaturas de armas y las gubernaturas. Con la tropa, la situa-
ción fue distinta. La desbandada fue constante. Entre las per-
sonas que Carvajal heredó también del huertismo figuró
Eduardo N. Iturbide, quien desde el 28 de marzo del mismo
año fungía como gobernador del Distrito Federal. 13 Se man-
tuvo en el puesto y en las semanas siguientes desempeñó un
papel importante.

12 El nombramiento de José Refugio Velasco se encuentra en el Archivo


Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, expediente de José Refu-
gio Velasco, xi/m/l-298, cuarto tomo, pp. 848-849, y también en el Ar-
chivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, "José Refugio
Velasco", expediente 6-7-247.
13 Eduardo N. lturbide, Mi paso por la vida, México, Cultura, 1941,
p. 106.
170 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

El Ejército federal en la mira de Carranza

Desde el inicio, Carranza se percató de que Francisco S.


Carvajal no tenía la capacidad suficiente para enderezar el
curso del barco y que sería fácil barrerlo. Con el control
completo del norte de la República, sin tropiew alguno,
aceleró su marcha hacia el centro del país. Todo era cuestión
de días para lograr sus propósitos. Para amedrentar al Ejér-
cito federal, agitó la vieja ley juarista de 1862 que contem-
plaba castigar a todos los que apoyaron a Victoriano Huer-
ta.14 En concreto, el 20 de julio de 1914, Carranza advirtió
que los militares que pelearon en su contra, contra la Revo-
lución, estaban condenados a muerte. Y si por alguna razón
se escapaban, serían perseguidos sin tregua y sin medida al-
guna. En palabras textuales expresó:

El antiguo Ejército federal será licenciado sin que sea retenido


en el servicio ni un solo soldado. Todos los que se han obstina-
do en la innoble tarea de defender al usurpador, serán juzgados
sumariamente de acuerdo con la Ley del 25 de enero. Los que
se rindan a tiempo quedan amnistiados; pero por el término de
cinco años serán privados de sus derechos de ciudadanía. Y, sin
excepción, todos los individuos que tomaron parte en el golpe
de Estado y en la traición a Madero, serán castigados con todo
el rigor que merecen. 15

14 "Decreto número 2", El Comtitucionalista, Hermosillo, Sonora, 4 de

diciembre de 1913.
15 Miguel S. Ramos, Un soldado. Gral. fosé Refogio W?Lisco, México, Oa-

sis, 1960, pp. 48-49.


DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 171

Pero líneas más adelante, en forma inesperada, Carranza


asumió un tono benevolente. Expresó que a la hora del triun-
fo, la cual estaba a la vuelta de la esquina, no todos los fede-
rales serían ajusticiados. Los disciplinados, siempre y cuando
estuvieran dispuestos a servir con lealtad al nuevo régimen,
podrían ser recuperados. Con los indisciplinados, las reglas
cambiaban. Su suerte sería el paredón. Para el editorial de El
País, la advertencia de Carranza tenía sus inconvenientes. Los
inconformes, los indisciplinados, se lanzarían a la rebelión, y
la anarquía sería interminable. Al avizorarse esta posibilidad,
El País manifestó que ello sería lamentable. En medio de tan-
ta confusión, cabía la posibilidad de que algunos militares
honorables y disciplinados terminaran encabezando tales
movimientos. Terminarán su vida convertidos en cabecillas
de chusmas vandálicas. Para el editorialista, si en realidad Ca-
rranza pretendía pacificar el país, debía recordar a Porfirio
Díaz. Debía imitarlo. Aplicar la política de conciliación, in-
cluyendo a los militares. Debía olvidarse de agitar leyes ame-
nazantes y exterminadoras. 16 Pero cuando menos en el plano
de las amenazas, Carranza siguió adelante.

El acercamiento de las tropas revolucionarias


a la capital de la República

Apenas habían pasado dos semanas de la huida de Huerta


cuando el gobierno de Francisco S. Carbajal fue puesto con-

16 Loe. cit.
172 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

tra la pared. El Ejército federal ya no lograría victorias de


significación y las tropas revolucionarias seguían avanzan-
do hacia la ciudad de México. Podría decirse que estaban a
punto de ponerle sitio. Ante ello, Francisco S. Carvajal dio
un paso hasta cierto punto inesperado. El 26 de julio se co-
municó por vía telegráfica con Obregón, quien por enton-
ces estaba en Guadalajara, para manifestarle que, ante la
huida de Huerta, estaba más que dispuesto a entregarles el
poder. Obregón le indicó que lo pertinente era tratar el
asunto con el Primer Jefe. 17 Y, efectivamente, así fue. Carva-
jal envió al general Lauro Villar hasta Coahuila para propo-
nerle a Carranza una suerte de armisticio y entablar pláticas
de paz. 18 Con el sartén tomado por el mango, Carranza lo
ignoró. Resulta obvio que la suerte del régimen presidido
por Carvajal estaba echada. La pregunta es por qué Francis-
co S. Carvajal actuó así. Por qué aceptó la presidencia de la
República si a los pocos días buscó claudicar. Con su acti-
tud, la zowbra cundió por todos los rincones del país.
El 29 de julio, la plaza de Querétaro fue ocupada por las
avanzadas revolucionarias. El 1 de agosto, Obregón entraba
a la ciudad capital. 19 Desde su cuartel general ubicado en
Saltillo, el Primer Jefe observaba el curso de los aconteci-
mientos. En este frenesí, el curso de la historia se aceleró. El
3 de agosto de 1914, Carranza designó a Alfredo Robles

17 Álvaro Obregón, Ocho mil kilómetros en campaña, México, FCE,

1973, p. 150.
18 Juan Barragán, op. cit., pp. 583 y 595, y Diego Arenas Guzmán, Del

maderismo a los Tratados de Teoloyucan, México, INEHRM, 1955, p. 131.


19 Alvaro Obregón, op. cit., p. 152.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 173

Domínguez su representante en la capital de la República. Si


Carvajal quería algo, debía tratarlo con él. El día 8 del mis-
mo mes, Obregón avanzó más y llegó a la estación de Salto,
Hidalgo, a 60 kilómetros de la ciudad de México. El 1O de
agosto, ya instalado en Teoloyucan, se puso en contacto con
Alfredo Robles Domínguez para acordar los pasos a seguir
frente a Francisco S. Carvajal y sus representantes. Nada de
vacilaciones. Todo mundo sabía que, desde días antes, Car-
vajal había decidido entregar el poder y que un grupo im-
portante de generales ya no quería pelear. Quería rendirse.

El Ejército federal según Francisco Bulnes

El 11 de agosto de 1914, el inefable Francisco Bulnes se


hallaba en el puerto de Veracruz. Al ser ubicado, fue interro-
gado por un reportero de El Dictamen. Vencida su reticencia
a contestar, dijo estar ahí junto con su familia, al igual que
muchas familias de la capital, por temor a las tropas revolu-
cionarias a su entrada a la ciudad de México. Bulnes expresó
que si las cosas se complicaban, y la anarquía se generaliza-
ba, su intención era abandonar el país. Cuando se le pregun-
tó cuál era su diagnóstico sobre el futuro de México, dijo
que no tenía a la mano los elementos de juicio suficientes.
En parte, porque hasta tales momentos la conducta de los
jefes revolucionarios había sido desigual. Unos se habían
portado bastante civilizados al ocupar distintas plazas de la
República, en tanto que otros se caracterizaron por su salva-
jismo. Entre estos últimos, no pocos se convirtieron en mo-
174 MARIO RAMfREZ RANCAÑO

narcas, en auténticos soberanos. Ante tanta ambigüedad,


ninguna persona culta y razonable podía predecir los acon-
tecimientos a corto ni a largo plazos. A Carranza, al que
llamó su viejo amigo, le lanzó una advertencia. Que se cui-
dara, ya que de ninguna manera se escaparía de la máxima
de la historia acuñada por Taine quien, al referirse a los di-
rigentes de la Revolución francesa, expresó: "El carnicero
arrogante de hoy es siempre la res abatida al día siguiente.
Y don Venustiano, por la ley de la Historia, no tardará en
ser res". 20 En alusión al Ejército federal, Bulnes manifestó
que al tratarse de una fuerza sólida, preparada y disciplina-
da, debía ser rescatada y utilizada. Sería la única que podría
ofrecer serias esperanzas de paz al futuro presidente de la
República:

Sin el Ejército federal, don Francisco l. Madero hubiera sido


fusilado antes de ser presidente de la República, por los caudi-
llos que se le pusieron en contra cuando fue expulsado del ga-
binete el licenciado Emilio Vázquez Gómez, y ciento quince
días después de haber tomado posesión el señor Madero, fue
casi arrojado del poder, por la derrota que causó el suicidio del
general González Salas, y si el jefe don Pascual Orozco no llegó
al triunfo definitivo, fue porque no tenía tamaños para elevarse
hasta donde su ambición le señalaba. 21

Líneas más adelante dijo:

20 Entrevista reproducida en El Imparcial, 11 de agosto de 1914.


21 Loe. cit.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 175

En el caso de ser cierto el choque entre Villa y Carranza (que no


tiene que ser, porque no son dos personas, sino los representan-
tes de dos clases sociales), el que de ellos poseyera el Ejército
federal tendría la casi seguridad de dominar, siempre que el
ejército fuese depurado con la eliminación de los notables jefes
ladrones ineptos y cobardes, a quienes entregó los primeros
puestos el general Huerta, sin más méritos que ser o fingir ser
huertistas frenéticos. En el ejército hay jefes de mucho mérito,
como el defensor del puerto de Mazadán, y otros que fueron
postergados por el general Huerta, y que, colocados en los
puestos que merecen, podrían elevar notablemente la potencia
de la milicia disciplinada. 22

El resquebrajamiento de la disciplina militar

Al enterarse del acercamiento de Francisco S. Carvajal con


Carranza y Obregón con la intención de claudicar, la inquie-
tud y el nerviosismo cundió entre las filas castrenses. Además
de las deserciones entre el personal político, que ocurrían a
toda hora del día, el ejército dio indicios de un grave resque-
brajamiento y de pérdida de lealtad al secretario de Guerra y
Marina. Sucede que el 5 de agosto, los generales José Delga-
do, José María de la Vega, Miguel Ruelas, Alfredo Gutiérrez,
Ernesto Ortiz, Gaudencio G. de la Llave, Fernando González
y Sánchez Rivera acudieron a las oficinas de Alfredo Robles
Domínguez, en solicitud de audiencia. ¿Qué es lo que busca-

22 Loe. cit.
176 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

ban? Comunicarle que el Ejército federal había acordado no


hacer resistencia alguna. 23 El problema era que no portaban
ninguna representación oficial. Para los más perspicaces, era
obvio que tales militares buscaban congraciarse con los ca-
rrancistas. A pesar de enterarse de su actitud, Francisco S.
Carvajal y José Refugio Velasco se abstuvieron de llamarles la
atención. De cualquier forma, ambos ordenaron al general
Eduardo Camargo que hiciera un estudio sobre la viabilidad
de defender la capital de la República con el ejército. Una
comisión técnica hiw un estudio que contemplaba el recono-
cimiento del terreno y de los lugares en los que podían ubicar-
se las columnas defensoras. El informe final resultó franca-
mente desalentador. Concluyó afirmando que se contaba con
38 600 hombres, 18 baterías de artillería, 29 secciones de
ametralladoras, 50 millones de cartuchos y 6 mil granadas.
Pero la verdad de las cosas es que sólo podía disponerse de la
mitad de tales recursos. No podía retirarse un solo soldado de
la línea de Xochimilco, Santa Fe y de otros lugares. Por otro
lado, se ignoraba con cuántos efectivos contaba el enemigo. 24
En vista de los resultados, Francisco S. Carvajal se alarmó
y le ordenó a Velasco citar a una junta de generales para te-
ner una opinión adicional. A la junta asistieron entre 18 y
20 generales de división, figurando varios de los que concu-
rrieron a las oficinas de Robles Domínguez, y las opiniones
se dividieron. Después de deliberar, a nombre de sus com-
pañeros Samuel García Cuéllar tomó la palabra para mani-

23 Miguel S. Ramos, op. cit., pp. 58 y 89.


24 !bid., pp. 51-53.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 177

festar la conveniencia de claudicar, bajo la condición de que


la Revolución otorgara amplias garantías al ejército y a la
sociedad. En caso contrario, García Cuéllar dijo que tanto él
como sus colegas estaban dispuestos a combatir hasta la
muerte. Pero no obstante el acuerdo tomado, al día siguien-
te varios de los asistentes a la junta solicitaron su retiro del
ejército y abandonaron la capital de la República. Única-
mente una minoría se puso a las órdenes del general Velasco,
como fue el caso de Agustín Sanginés que, no obstante su
avanzada edad e inválido de un brazo, ofreció sus servicios.
Lo mismo hicieron Pedro Ojeda, Miguel Rodríguez, defen-
sor del puerto de Mazatlán, Eduardo Ocaranza, que detenía
los embates zapatistas por el sur de la ciudad de México,
Juan Andreu Almazán, Luis Medina Barrón, Benjamín Ar-
gumedo y otros militares de menor graduación. 25
El siguiente signo de resquebrajamiento del Ejército fe-
deral no tardó en llegar. Varios generales, jefes y oficiales
propalaron que el ejército era el principal obstáculo para que
la Revolución constitucionalista entrara a la ciudad de Mé-
xico y otorgara plenas garantías a la población. 26 El ambien-
te de traiciones y putrefacción se agravó con la propaganda
que realizaban los revolucionarios en los propios cuarteles,
invitando a la tropa a sublevarse. Al ser atrapados varios de
tales individuos y reprochárseles su conducta, gritaban a los
cuatro vientos que eran víctimas de represalias por tratarse
de partidarios de la Revolución. Años más tarde, el propio

25 !bid., pp. 148-150.


26 !bid., p. 152.
178 MARIO RAMIREZ RANCAÑO

Velasco confesó que, debido a que la moral del ejército deja-


ba mucho que desear, la labor de los agitadores cayó en te-
rreno fértil, e incluso

hubo que lamentar deserciones en grupos de centenares de


hombres de uno y otro frentes: la Revolución y sus numerosísi-
mos agentes y propagandistas -que aumentaban a medida que
el éxito de los revolucionarios parecía más próximo-- se intro-
ducía en los cuarteles y campamentos, adoptando disfraces
imaginables, y propagaba entre la tropa y aun entre la oficiali-
dad subalterna las disolventes doctrinas de la Revolución. 27

Pero el colmo fue que un periódico capitalino reproduje-


ra una proclama zapatista en la cual se incitaba al pueblo a
atacar al gobierno y tomar parte en el saqueo de la ciudad de
México. 28

Las pláticas en Teoloyucan

José Refugio Velasco tenía la firme esperanza de poder detener


y derrotar a las fuerzas carrancistas y villistas estacionadas en
las afueras de la ciudad de México. Para lograrlo, además de
su astucia y habilidad militar, confiaba en la rápida llegada de
más de 12 mil hombres perfectamente equipados procedentes
de Guaymas y Mazatlán. Pero durante una conferencia que

27 !bid.' p. 156.
28 !bid., p. 152,
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 179

tuvo con Robles Domínguez, todo se vino al traste. Este últi-


mo le mostró un mensaje girado desde Washington al coman-
dante de las fuerzas americanas de ocupación en Veracruz,
ordenándole avanzar hacia la ciudad de México en caso de
que estallase combate alguno. Por ende, todo quedó olvida-
do. 29 Dos reuniones fueron más que suficientes para extinguir
el régimen de Francisco S. Carvajal. El 11 de agosto, salió de
la ciudad de México rumbo a Cuautitlán una comisión in-
tegrada por Eduardo N. lturbide, a la sazón gobernador del
Distrito Federal, Alfredo Robles Domínguez, representante
del Primer Jefe, y los ministros de Brasil, Guatemala, Francia
e Inglaterra. Sin mayores preámbulos, el objetivo era tratar
con Obregón la entrega de la plaza de México. 30 Para disimu-
lar un tanto las cosas, se dijo que, a instancias de algunos fe-
derales, existía la posibilidad de continuar las hostilidades.
Después de un diálogo sin mayores sobresaltos, al día siguien-
te, el 12 de agosto, los comisionados regresaron a la ciudad de
México. Una segunda excursión a Teoloyucan tuvo lugar el 13
del mismo mes. Justo la fecha cuando, en plena madrugada,
Francisco S. Carvajal salía por tren rumbo a Veracruz. En esta
ocasión la comitiva cambió. Además de Eduardo N. Iturbide,
·intervino el general Gustavo A. Salas, el vicealmirante Othón
P. Blanco y un hijo de José Refugio Velasco para pactar con
Obregón la entrada de las fuerzas constitucionalistas a la capi-
tal de la República y disolver el Ejército federal. 31

29 !bid., p. 81.
30 Eduardo Irurbide, op. cit., p. 131, y Federico Gamboa, op. cit., P· 154.
31 Álvaro Obregón, op. cit., pp. 156-159.
180 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

La situación angustiante de Francisco S. Carvajal

Gran parte de las tropas constitucionalistas se habían insta-


lado en las goteras de la capital de la República y resultaba
imposible rechazarlas, ya que el Ejército federal estaba des-
moralizado y, peor aún, en desbandada. Por su parte, Fran-
cisco S. Carvajal era víctima de una histeria absoluta. Eduar-
do Iturbide afirma que, en vísperas de su huida del país,
Francisco S. Carvajal reunió a los miembros de su gabinete
y les mostró un telegrama de Carranza, en el cual exigía la
entrega inmediata de la plaza y la rendición del Ejército fe-
deral. Pero eso no fue todo. Les advirtió que estaba dispues-
to a juzgarlo a él, a sus ministros, al gobernador del Distrito
y demás colaboradores de acuerdo con la ley de Juárez del
25 de enero de 1862, lo cual equivalía a una sentencia de
muerte. 32 Sin el apoyo total de las fuerzas armadas, su go-
bierno quedó al garete y convertido en un castillo de naipes.
Después de reflexionar sobre su futuro personal, Carvajal se
convenció de lo obvio. Que además de los revolucionarios,
ubicados en las afueras de la capital, sus enemigos se mul-
tiplicaban en la misma ciudad de México y, lo más grave,
entre sus propias filas. Es más, que para congraciarse con los
triunfadores, cualquier militar o civil podía atraparlo y en-
tregarlo a los carrancistas para que lo juzgaran de acuerdo
con la ley juarista. Por estas y otras razones, decidió renun-
ciar a la presidencia de la República y abandonar la ciudad
de México.

32 Eduardo Iturbide, op. cit., pp. 124-125.


DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 181

Los pormenores de la disolución del Ejército federal han


sido narrados por Federico Gamboa en su Diario. Sucede
que el 12 de agosto, a eso de las 8 de la noche, Gamboa fue
llamado de manera urgente por Carvajal. Al llegar al Palacio
Nacional, subió por el ascensor presidencial y, al penetrar en
el salón de acuerdos, se topó con los miembros del gabinete.
Al unísono, le hicieron saber que Carvajal estaba en la biblio-
teca. Hacia ahí se dirigió y lo encontró intercambiando pun-
tos de vista con José María Luján. Visiblemente nervioso y
alterado, Carvajal le indicó que lo había llamado porque ne-
cesitaba su consejo en relación con el Ejército federal y con
su fidelidad. Le hizo saber que los generales, jefes y oficiales
estaban descontentos y amenazantes, y la tropa desertaba en
forma incontenible, por unidades y por grupos. Aunado a la
intransigencia de los carrancistas, y a ciertas amenazas a su
propia persona, le confesó que desde dos días antes, 1O de
agosto para ser exactos, había decidido disolver los poderes y
marcharse del país. Pero le hizo una confesión adicional. En
cuanto al ejército, le pidió al titular de Guerra y Marina que
lo disolviera. Justo en la citada fecha, José Refugio Velasco le
pidió 48 horas para licenciar a los 30 mil hombres concentra-
dos en la ciudad, integrantes del núcleo principal del ejército.
Pero, a pesar de su promesa, habían transcurrido las 48 horas
y Velasco no había cumplido con la encomienda. Se rehusaba
a licenciarlo, salvo que se lo ordenaran por escrito. Gamboa
le sugirió a Carvajal que llamara a Velasco y le repitiera la
orden, lo cual quedó en veremos. Por lo demás, Carvajal de-
seaba partir esa misma noche a Veracruz, al igual que Luján,
quien por cierto estaba aterrorizado. Gamboa intentó cal-
182 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

marlos sugiriéndoles que se asilaran en alguna legación, pero


Carvajal le dijo que no creía que los revolucionarios respeta-
ran el principio de inviolabilidad. 33
En realidad, Carvajal se resistía a echarse encima la res-
ponsabilidad de disolver el ejército, no obstante que tenía a
la mano un texto preliminar ordenándolo. Gamboa pidió
autorización para entrevistarse directamente con Velasco y,
junto con Rafael Pardo, se dirigió a las oficinas de la Secre-
taría de Guerra. Al presentarse ante Velasco, advfrtió lo que
llamaba cierta hosquedad y gesto avinagrado. De inmediato
brotó una marcada antipatía entre ambos. Gamboa le espetó
los motivos de su presencia y antes de concluir su exposición
Velasco se descompuso. Levantándose del asiento, sin disi-
mular su cojera, fue y vino por la estancia, manoteando,
vociferando y echando chispas. Según Gamboa, José Refu-
gio Velasco era de "comprensión muy tardía" y mostraba
una "tozudez aragonesa".
Velasco le dijo a Gamboa que no entendía sus palabras,
que fuera al grano, ya que era tonto y de poquísimas pala-
bras. Como el diálogo cayó en un callejón sin salida, Velasco
perdió la paciencia y se plantó frente a Gamboa. Sin mira-
mientos le dijo que tenía mucho trabajo y que no estaba
para perder su tiempo. Que en resumidas cuentas, qué es lo
que quería el presidente. Gamboa le repitió que disolviera
el Ejército federal, a lo cual Velasco se negó rotundamente.
Exigió que Carvajal se lo dijera, claris verbis, y así sí lo haría
enseguida. Agregó que era un hombre de honor, un soldado

33 Federico Gamboa, op. cit., pp. 153-154.


DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 183

respetuoso, que siempre había obedecido al gobierno en tur-


no y que de tal principio jamás se apartaría un ápice. 34 Lue-
go agregó:

Si el señor presidente se marcha, como piensa, el ejército deja


de serlo en ese propio momento, supuesto que es un instituto
formado para sostener y defender a las autoridades constitui-
das; si éstas desaparecen, el ejército es nada más una facción
armada que yo no he de encabezar ni conducir a parte alguna,
pues no quiero, al final de mi carrera, que diga nadie, que el
general Velasco acabó en cabecilla de facciosos. 35

En señal de franca irritación, Velasco dio por terminada


la entrevista. Gamboa y Pardo regresaron a la oficina presi-
dencial convencidos de que, no obstante su brusquedad,
Velasco era una persona honesta y leal. Al escuchar el resul-
tado de la misión, Carvajal repitió por enésima vez los pros
y los contras de firmar una orden para licenciar el ejército,
alegando que, con el tiempo, todos se lo recriminían. Des-
pués de un estira y afloja, Carvajal decidió disolverlo. Ins-
truyó a José Refugio Velasco para que lo hiciera. El texto
oficial reza lo siguiente:

Acuerdo del Presidente de la República.- México, 12 de agosto


de 1914.-Al Secretario de Guerra y Marina. A punto de aban-
donar el Poder Ejecutivo de la República por las circunstancias

34 !bid, p. 155.
35 ldem.
184 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

graves que atraviesa el país, nombro a usted Comandante en


Jefe del Ejército federal, para que, en uso de las más amplias
facultades que aquí se le conceden, proceda a tomar la resolu-
ción que, en beneficio de la sociedad y del mismo Ejército, es-
time oportuno, inclusive la disolución de este último, en caso
necesario; cuidando de evitar todo combate dentro de la ciudad
y sus alrededores con las fuerzas constitucionalistas. 36

Armados del documento, Gamboa y Rafael Pardo se


apersonaron nuevamente ante Velasco, topándose con una
persona distinta, sonriente y afable. Leyó el acuerdo y lo
encontró de perlas. A continuación les informó del estado
que guardaban las conferencias en Tlalnepantla, entre uno
de sus hijos, más el subsecretario de Guerra, Gustavo Salas,
por parte del gobierno, y Álvaro Obregón y algún otro jefe,
por parte de los constitucionalistas. En cuanto a la decisión
de Carvajal de abandonar la misma noche la ciudad de Mé-
xico, Velasco les informó que aún no estaba lista la guardia
presidencial, a más de que no quería exponer al presidente a
un incidente en su paso por Otumba, ya que se rumoraba
que se había sublevado la guarnición federal. Durante la plá-
tica, les confió que si Carvajal cambiaba de opinión, y des-
cartaba su intención de huir del país, él lo acompañaría a
cualquier parte de la República al frente de los restos del
Ejército federal.37
36 El texto original se encuentra en el Archivo de la Secretaría de la
Defensa Nacional, expediente de José Refugio Velasco, xi/m/1-298, cuarto
tomo, p. 852.
37 Federico Gamboa, op. cit., p. 157.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 185

El manifiesto de Francisco S. Carvajal

En vísperas de abandonar la presidencia de la República, el


12 de agosto, Francisco S. Carvajal publicó un manifiesto
en la prensa, en el cual refleja cierta amargura por el trato
que le recetaron los constitucionalistas. Entre otras cosas,
dijo que, en vista de que los ánimos estaban bastante enco-
nados, como en toda guerra civil, se imponía su inmediata
separación del cargo. Así, y sólo así, podrían calmarse y lle-
gar a una rápida solución para poner fin a la lucha armada
que tanto había ensangrentado al país:

Convencido del triunfo de la Revolución, sin ánimo alguno de


contrariar sus ideales y creyendo de mi deber facilitar la instala-
ción de un nuevo gobierno, sobre las bases que garantizasen su
estabilidad y permitiesen la completa pacificación del país, se-
guí sin vacilaciones, y sin cambiarla en lo más mínimo, la senda
que me tracé desde un principio; entré en negociaciones con la
Revolución. Reconocí en ella un solo Jefe y convení las bases
para la transmisión del Poder, garantizando vidas e intereses y
procurando comervar del ejército toda su parte noble y sana, para
que se incorporase· en el nuevo régimen, como uno de sus futu-
ros sostenedores. 38

Buscando desmarcarse de su antecesor, Carvajal expresó


que nadie le podía achacar un acto, por más mínimo que
fuera, indicativo de que buscaba mantenerse en el poder, y

38 Miguel S. Ramos, op. cit., pp. 97-98.


186 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

menos que fuera un continuador de la política de Huerta.


Líneas más adelante se quejó del trato que Carranza les rece-
tó a sus emisarios:

Se me dieron seguridades de que el Primer Jefe de la Revolu-


ción recibiría a los Delegados que yo nombrase para tratar con
él, guardándoles las consideraciones debidas a su encargo, y
entonces designé una comisión formada por los señores general
Lauro Villar, Presidente del tribunal militar, y magistrado de la
Suprema Corte de Justicia, licenciado David Gutiérrez Allende,
la cual salió con dirección a Saltillo, lugar convenido para la
celebración de conferencias. 39
Desgraciadamente, la Revolución no correspondió a mis
esfuerzos, desde que los Delegados llegaron a Tampico, han es-
tado incomunicados de hecho con esta Capital, sin poder diri-
girse a mí o a sus familiares, y en todo el tiempo que han per-
manecido en el campo revolucionario sólo recibí de ellos un
mensaje, que dejó pasar, con su aprobación, la censura revolu-
cionaria, en el cual se me manifestaba que, a las proposiciones
amistosas que llevaban, la Revolución contestó con exigir una
rendición absoluta e incondicional.

Mantener con vida su gobierno, como algunos se lo su-


gerían, implicaba insistir en la lucha armada, la cual ya ha-
bía fracasado con Huerta. Justo por ello, su gobierno no
debía subsistir un minuto más. Carvajal reiteraba que se
separaba del puesto que ocupaba y dejaba a la Revolución,

39 !bid., p. 99.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 187

a Carranza en particular, "la responsabilidad del futuro de


la Patria''. 40

La huida de Francisco S. Carvajal

Resuelto el problema central, que no era otro que firmar la


orden para disolver el Ejército Federal, Carvajal no se tran-
quilizó del todo. Como el nerviosismo imperaba entre to-
dos, Luján lo conminó a marcharse de inmediato y a abor-
dar el tren que estaba listo en la estación de Buenavista. Y,
efectivamente, así fue. A las 11 de la noche, en medio de
dudas y vacilaciones, Carvajal se alistó para abandonar el
Palacio Nacional. En el salón de acuerdos, reunió a los sub-
secretarios y miembros del Estado Mayor para despedirse.
Luego se encaminó hacia el patio de honor, donde le rindie-
ron por última vez los honores presidenciales. Después se
desperdigaron cada uno por su lado para cenar. Pasada la
media noche, el grupo se reconcentró en el domicilio de
Carvajal para planear lo que de hecho era otra fuga, a ima-
gen y semejanza de la de Huerta. Pasados unos minutos,
llegó Eduardo Iturbide para informar el resultado de sus
gestiones en Teoloyucan. Carvajal tomó nota. Rafael Pardo
llamó por teléfono al despachador de trenes del Ferrocarril
Mexicano para informarse de la veracidad o falsedad del le-
vantamiento militar en Otumba. Su respuesta fue que no
hubo tal levantamiento. Cerca de la una y media del 13 de

40 !bid., pp. 100-101.


188 MARIO RAMfREZ RANCAÑO

agosto de 1914, José Refugio Velasco informó a Carvajal


que estaba listo el tren, al igual que la escolta de 200 hom-
bres, para marcharse en cuanto lo dispusiera. En dos auto-
móviles, Carvajal, Rafael Pardo, Enrique Santibáñez, Gam-
boa, Eduardo Iturbide, Luján y Antonio Escandón se
dirigieron a la estación. A los pocos minutos llegaron a una
estación sombría, casi desierta. Lo único que llamaba la
atención era el convoy presidencial que, por cierto, estaba
iluminado. Sin saber cómo se enteraron, aparecieron los re-
porteros. Un abrazo cordial a sus acompañantes y Carvajal
abordó el tren. El plan era dirigirse a Veracruz. Sin pitazos ni
anuncios, a las dos de la madrugada las ruedas del tren se
movieron. El viaje resultó en extremo lento pero sin contra-
tiempos.41 Los rumores eran que Carbajal sólo permanecería
en el puerto el tiempo indispensable para abordar el tras-
atlántico María Cristina, que estaba próximo a zarpar rum-
bo a Europa.

Los Tratados de Teoloyucan

Antes de abandonar la ciudad de México, Carvajal dispu-


so que Eduardo Iturbide continuara al frente del gobierno
de la misma, José María Luján como encargado de la Se-
cretaría de Gobernación y José Refugio Velasco en la Secre-
taría de Guerra. 42 Su misión: finiquitar la entrega de la ciu-

41 Federico Gamboa, op. cit., pp. 157-159.


42 Ellmparcial, 13 de agosto de 1914.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 189

dad de México a la Revolución triunfante. El 12 de agosto,


Carranza designó a Obregón como la persona indicada para
tratar lo relativo a la rendición de la guarnición federal y
la ocupación de la plaza de México. 43 El 13 de agosto,
Obregón se trasladó a un sitio ubicado entre Teoloyucan
y Cuautitlán para reunirse con Eduardo Iturbide, el gene-
ral Gustavo A. Salas, en representación del Ejército fede-
ral, y el vicealmirante Othón P. Blanco, en representación
de la Armada nacional. Después de discutir los últimos
detalles, se firmaron dos actas. 44 Eduardo Iturbide redactó
el acta llamada contrato de rendición de la plaza, la cual fue
aceptada y firmada por Álvaro Obregón. El texto dice lo
siguiente:

Como consecuencia de la partida del señor licenciado Francis-


co S. Carvajal, que fue hasta anoche el depositario interino del
Poder Ejecutivo de la República, he asumido la autoridad, con
mi carácter de Gobernador del Distrito Federal y Jefe de la
Policía. Es mi deber principal, procurar a todo trance, que no
se altere el orden de la ciudad y que todos sus pobladores gocen
de tranquilidad y garantías. Para el logro de tales fines, he pac-
tado solemnemente con el señor general en jefe del Cuerpo de
Ejército Constitucionalista del Noreste, don Álvaro Obregón,
debidamente autorizado por quienes corresponde, para la ocu-

43 Á!varo Obregón, op, cit., p. 158.


44 lbid., p. 159. En el Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa
Nacional no existe un expediente con la documentación relativa a los Tra-
tados de Teoloyucan. Una alusión a los citados tratados se encuentra en el
expediente de Gustavo A. Salas, XI/m/2-1050, pp. 1298 y 1308.
190 MARIO RAMÍREZ RANCANO

pación de la Capital por las fuerzas de su mando, las bases que


en seguida se puntualizan:
l. La entrada de dichas fuerzas en la ciudad de México, se
llevará a cabo tan luego como se hayan retirado (conforme va-
yan retirándose), los federales, al punto de común acuerdo fija-
do entre el señor don José Refugio Velasco, general en jefe del
Ejército federal, y el señor general don Álvaro Obregón.
II. Una vez ocupada la plaza, haré entrega de todos los cuer-
pos de policía, quienes desde luego quedarán al servicio de las
nuevas autoridades y gozarán de toda clase de garantías.
III. El ejército al mando del general Obregón, consumará la
entrada a la ciudad de México, en perfecto orden, y los habitan-
tes de la misma no serán molestados en ningún sentido. 45

La segunda acta fue firmada por Álvaro Obregón, Gusta-


vo A. Salas y el vicealmirante O.P. Blanco. Se trataba de las
condiciones que debía seguir el Ejército federal durante la
evacuación de la plaza de México.

l. Las tropas dejarán la plaza de México, distribuyéndose en las


poblaciones a lo largo del ferrocarril de México a Puebla, en
grupos no mayores de cinco mil hombres. No llevarán artillería
ni municiones de reserva. Para el efecto de su desarme, el nuevo
Gobierno mandará representantes que reciban el armamento.
II. Las guarniciones de Manzanillo, Campeche y Yucatán,
serán disueltas y desarmadas en esos mismos lugares.

45 Eduardo lturbide, op. cit., pp. 140-142; Álvaro Obregón, op. cit.,

p. 159.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 191

III. Conforme vayan retirándose las tropas federales, las


constitucionalistas ocuparán las posiciones desocupadas por
aquéllas.
IV. Las tropas federales que guarnecen las poblaciones de
San Ángel, Tlalpan, Xochimilco y demás, frente a los zapatis-
tas, serán desarmadas en los lugares que ocupan, tan luego
como las fuerzas constitucionalistas las releven.
V. Durante su marcha, las tropas federales no serán hostili-
zadas por los constitucionalistas.
VI. El jefe del Gobierno nombrará las personas que se en-
carguen de los gobiernos de los estados con guarnición federal,
para los efectos de la recepción del armamento.
VII. Los establecimientos y oficinas militares continuarán a
cargo de empleados que entregarán, a quien se nombre, por
medio de inventarios.
VIII. Los militares que por cualquier motivo no puedan
marchar con la guarnición, gozarán de toda clase de garantías,
de acuerdo con las leyes en vigor, y quedarán en las mismas
condiciones que las estipuladas en la cláusula décima.
IX. El general Obregón ofrece, en representación de los je-
fes constitucionalistas, proporcionar a los soldados los medios
de llegar a sus hogares.
X. Los generales, jefes y oficiales del ejército y de la armada,
quedarán a disposición del Primer Jefe de las fuerzas constitu-
cionalistas, quien, a la entrada a la Capital, queda investido con
el carácter de Presidente Provisional de la República.
XI. Los buques de guerra que se encuentran en el Pacífico,
se concentrarán en Manzanillo y los del Golfo en Puerto Méxi-
co, donde quedarán a disposición del Primer Jefe del Ejército
192 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

Constitucionalista, quien, como se ha dicho, a la entrada a la


capital queda investido con el carácter de Presidente Provisio-
nal de la República.
Por lo que respecta a las demás dependencias de la Armada
en ambos litorales, como en el Territorio de Quintana Roo,
quedarán en sus respectivos lugares, para recibir iguales instruc-
ciones del Primer Funcionario. 46

En ninguna parte de las actas se contempló represalia


alguna contra los federales, ni la aplicación de la vieja ley
juarista que los amenazaba con su envío al paredón. Todo
quedó olvidado. Para brindar confianza a la población,
Obregón prometió castigar enérgicamente a todo soldado o
civil que allanara un domicilio y maltratara a sus ocupantes.
A sus soldados les advirtió que tenían prohibido apoderarse
de bienes de particulares, salvo que lo autorizara de manera
expresa. Por su parte, José Refugio Velasco lanzó un emotivo
mensaje a los miembros del extinto Ejército federal, en uno
de cuyos párrafos se lee lo siguiente:

El Ejército, deponiendo todo lo que pudiera ser orgullo mal


entendido, contrae leal y espontáneamente ante la República
entera, el solemne compromiso de no ensangrentar más el sue-
lo patrio con la guerra civil, y yo tengo confianza en que todos
cumpliremos tal compromiso. Si desgraciadamente no fuere
así, si algunos, siguiendo camino distinto del trazado, arrojaren

46 Miguel S. Ramos, op. cit., pp. 102-105; Álvaro Obregón, op. cit., pp.
160-161; y Diego Arenas Guzmán, op. cit., pp. 168-170.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 193

sobre el Ejército el baldón de su falta de patriotismo, caiga so-


bre ellos, el anatema de los hombres honrados y las maldiciones
de la Patria, por haber faltado a su deber de ciudadano y a su
honor de soldados.47

Los federales y el abandono de la capital de la República

Al día siguiente, 14 de agosto de 1914, por medio de la pren-


sa, José Refugio Velasco hizo circular lo que de hecho fue la
última estructura del Ejército federal, con funciones mera-
mente protocolarias. El texto reza así: ''Al haber cesado el
gobierno del señor licenciado Francisco S. Carvajal, se disol-
vió el gabinete, y me ha investido con el supremo mando del
ejército. Espero de ustedes, disciplina y amor a la Patria''. En
seguida, difundió un organigrama del ejército cuya estructu-
ra fue la siguiente:
Cuartel General.- General en Jefe, general de Cuerpo de
Ejército J. Refugio Velasco.
Jefe del Estado Mayor General, general de Brigada Fran-
cisco A. Salido.
· Primera División.- General en Jefe, general de División
Luis Medina Barrón.
Segunda División.- General en Jefe, general de División
Ignacio Morelos Zaragoza.
Tercera División.- General en Jefe, general de División
Eduardo Ocaranza.

47 Miguel S. Ramos, op. cit., p. I 10.


194 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

Brigada de Infantería de Reserva.- general de Brigada


Miguel Gil.
Brigada de Caballería de Reserva.- general de Brigada
Gustavo A. Salas.
Artillería.- Comandante General, general de Brigada
Salvador Herrera y Cairo.
Ingenieros.- Comandante General, general de Brigada
Carlos Casillas y general Brigadier Ramón Gutiérrez.
Transportes y Ferrocarriles.- General en Jefe, general
Brigadier José Ortiz Monasterio.
Servicio Sanitario.- General en Jefe, general de Brigada
Agustín Aguirre.
Servicio de Administración.- Comandante General, ge-
neral de División Agustín A. Valdés.
Preboste General.- general de División Mariano Ruiz. 48
El mismo día, Obregón nombró una comisión, entre cu-
yos integrantes estaba Aarón Sáenz, para que se trasladara a
la ciudad de México y recogiera la artillería, municiones y
demás pertrechos militares. La misma comisión debía soli-
citar a José Refugio Velasco una orden expresa para desar-
mar las fuerzas que Joaquín Téllez tenía bajo su mando en
Manzanillo y recogerle los pertrechos de guerra, lo cual fue
concedido. 49 El propio Obregón confesó que sus comisiona-
dos fueron atendidos caballerosamente por José Refugio
Velasco, quien nombró a los oficiales federales Julián Casti-
llo y Alejandro Peza para que le entregaran la artillería y

48 Ellmparcial, 15 de agosto de 1914.


49 Álvaro Obregón, op. cit., p. 161.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 195

demás pertrechos de guerra almacenados en la capital de la


República. 50
Ya envejecido,..Porfirio Díaz recibió la fatal noticia en
París. El mismo ejército que le ayudó a escalar el poder, pa-
cificar el país, liquidar cacicazgos, mantener a raya a los ya-
quis y mayas, ahora se extinguía en forma irremediable. Su
ciclo de vida había terminado. A él mismo ya no lo pudo
sostener ante el estallido de la Revolución de 1910. Según
Antimaco Sax, la disolución del Ejército federal debió de ser
una tragedia dolorosa, particularmente para un grupo de
viejos generales sumamente capaces que acompañó a Huerta
hasta el final de su administración, como el general Ignacio
A. Bravo, al que calificaba de hombre de hierro; Eugenio
Rascón, un tipo intachable por su honradez; Eduardo M.
Cáuz, Prisciliano Cortés, Manuel M. Guasque, Gordillo Es-
cudero y cuatro o cinco más. Entre los jóvenes mencionaba
a Vicente Calero, José Alessio Robles, de una lealtad a toda
prueba, Salvador Domínguez, Manuel M. Velásquez y algu-
nos más. De los militares jóvenes e inteligentes que más se
distinguieron en la época de Huerta, a su juicio destacaban
dos: Joaquín Maass y Guillermo Rubio Navarrete. A Joa-
·quín Maass lo acusaba de negociante en gran escala, pero
también reconocía que era un genio militar. Además de ello,
era sereno, equilibrado, frío y calculador. No tenía miedo
cuando sabía que no le convenía tenerlo. Organizaba con
facilidad y concebía planes sencillos. A Rubio Navarrete lo
consideraba un gran artillero, pero débil, nervioso, inconsis-

'º!bid., p. 163.
196 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

tente y voluble. Este general hiw gran parce de sus estudios


en Fontainebleau, Francia, y era uno de los mejores artille-
ros del Ejército federal, si no es que el mejor de todos. 51 Pero
Sax deja en el aire una pregunta: ¿por qué Huerta jamás pro-
cesó a un solo jefe militar corrupto e inepto, como Antonio
M. Escudero, Eutiquio Munguía, Salvador R. Mercado,
Hilario Rodríguez Malpica y otros, que calcularon el curso
de la lucha armada y aprovecharon las circunstancias para
huir o acobardarse? Con su conducta, faltaron a su deber y
traicionaron el juramento que hicieron en el momento de
abrazar la carrera de las armas. Esto es, dar la vida por la pa-
tria, si fuera necesario. 52

La entrada de Obregón a la ciudad de México

El 15 de agosto, Obregón hiw su entrada triunfal a la ciu-


dad de México, quedando consumada la disolución del
Ejército federal y el triunfo del constitucionalismo. A su
entrada barrió con los efectivos del citado ejército concen-
trados en la capital del país, cuya cifra estimaba en 30 mil
hombres de las eres armas, más los contingentes de los cuer-
pos de policía que sumaban unos 3 mil: un total de 33 mil
hombres. De ser ciertas, las cifras implicaban que casi todo
el Ejército federal estaba concentrado en la ciudad de Méxi-

51 Ancimaco Sax, Los mexicanos en el destierro, San Antonio, Texas,

1916, pp. 35-38.


52 !bid.' p. 36.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 197

co, lo cual es de dudarse, y que los efectivos de las divisiones


del Norte, Bravo, Nazas, Occidente, del Centro y gran parte
de la del Yaqui, barridos por los constitucionalistas, se ha-
bían refugiado en la capital. Ya ahí, se fusionaron con los
integrantes de la División del Distrito Federal que, entre
paréntesis, casi no tuvo acción militar. Es probable que algo
similar haya ocurrido también con los efectivos de las divi-
siones Sur, Oriente y la llamada Península. Por otro lado, el
propio Obregón calculaba que, con los pertrechos hallados,
el Ejército federal pudo resistir y combatir durante 30 días
más, 53 pero todo fue especulación. Una vez que fueron res-
tablecidos todos los servicios en la ciudad, Obregón comi-
sionó al teniente coronel Joaquín V. Cazarín para que saliera
por la vía del Ferrocarril Mexicano, con cinco oficiales y una
escolta de cien hombres, para desarmar a las tropas federales
tendidas a lo largo de la vía del ferrocarril hasta la ciudad de
Puebla, salvo la brigada "Salas" acampada en Tepéxpam,
para cuyo desarme fue comisionado el capitán primero Lo-
renzo Muñoz, miembro de su Estado Mayor. Cazarín cum-
plió al pie de la letra la encomienda y, derrochando genero-
sidad, le dio a cada ex federal desde cinco hasta diez pesos,
más un pase para trasladarse por ferrocarril hasta sus lugares
de origen. Sobra decir que el desarme de las fuerzas ex fede-
rales se hizo sin contratiempos, quedando en poder del nue-
vo gobierno una gran cantidad de pertrechos, los que fueron
puestos a disposición de la Primera Jefatura. 54 De acuerdo

53 Álvaro Obregón, op. cit., p. 165.


54 !bid.' p. 166.
198 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

con Antimaco Sax, en la ciudad de Córdoba, unos 9 mil


soldados aclamaron al general Luis Medina Barrón como su
jefe nato, y hasta como presidente de la República. En tono
melancólico, afirmó que los gritos y las voces de los valientes
"juanes" y de la oficialidad se perdieron con el viento. 55

El monto de los efectivos militares licenciados

Llegado a este punto, la pregunta ineludible es: ¿a cuántos


efectivos militares alcanzó la citada disolución del ejército
pactada por José Refugio Velasco? Responderla implica ha-
cer un poco de historia. En su primer informe de gobier-
no, Victoriano Huerta hablaba de casi 33 mil elementos
que heredó del maderismo. 56 Esto es, en febrero de 1913.
Con el paso de los días, tuvo aspiraciones de tener un ejér-
cito de gran tamaño, que superara los 80 mil, los 150 mil
o bien los 250 mil efectivos. Si lo logró o no, es otra his-
toria. De acuerdo con un Memordndum fechado el 5 de
junio de 1914, elaborado por el cuartel general de lastro-
pas expedicionarias de Estados Unidos, el Ejército federal
contaba con unos 60 500 efectivos, una cantidad realmen-
te sorprendente. El citado documento arroja datos sobre
su distribución geográfica. Asegura que entre la ciudad de

55Antimaco Sax, op. cit., p. 37.


56"El presidente interino, general Victoriano Huerta, al abrir las sesio-
nes ordinarias del Congreso, el 1 de abril de 1913", en Los presidentes de
México ante la nación 1821-1966, t. m, México, Cámara de Diputados,
1966, p. 65.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 199

México y todo el norte del país, los únicos lugares que


quedaban bajo el dominio federal eran Guaymas, Maza-
dán, San Luis Potosí y Zacatecas; y que las guarniciones
federales de Guaymas y Mazadán ocupaban solamente las
ciudades y dominaban una parte reducida de sus alrededo-
res. En segundo lugar, el documento expresa que los restos
de las guarniciones de Torreón, Saltillo, Monterrey y Tam-
pico, masacradas militarmente, se estaban concentrando
en San Luis Potosí. Otro dato que agrega es el relativo a
que los revolucionarios estaban en trance de batirse contra
los federales en un lugar cercano a Zacatecas, como efecti-
vamente sucedió. 57
El citado Memorándum afirmaba que alrededor de 150
mil hombres deambulaban por los cuatro puntos cardina-
les del país, enarbolando banderas revolucionarias, pero
que en realidad se dedicaban a asaltar y robar. Otros 70 mil
elementos estaban armados hasta los dientes y se movían al
amparo o dirección de algún jefe más o menos aceptable.
Como para ambos el enemigo común era Huerta, era de
esperarse que en un momento dado se unificaran forman-
do un ejército de unos 220 mil efectivos, tres o cuatro ve-
·ces más que el federal. 58 Como corolario, el Memorándum
afirmaba que el país simpatizaba con la Revolución. Para

57 Memordndum. Cuartel General de las faerzas expedicionarias de los Es-

tados Unidos, formulado para fines de información militar. Véracruz, México,


5 de junio de 1914, en Archivo Isidro Fabela, F9-19-n, reproducido en
Documentos históricos de la revolución mexicana. Revolución y régimen consti-
tucionalista 11, México, FCE, 1962, p. 98.
58 !bid., p. 103.
200 MARIO RAMÍREZ RANCAÑ'O

los redactores del informe, el avance de las tropas revolu-


cionarias hacia la capital de la República se realizaría sin
contratiempo alguno. Tenían a su alcance las principales
líneas férreas que conectaban al norte de la República con
la ciudad de México y con los puertos del Golfo de Méxi-
co. Para mayor desgracia de Victoriano Huerta, Emiliano
Zapata y sus secuaces amenazaban la ciudad de México. La
cobertura de acción zapatista abarcaba Morelos y parte de
Guerrero y Puebla. Si bien este núcleo revolucionario care-
cía de una organización sólida y de capacidad para operar
fuera de su territorio, controlaba el ferrocarril que unía la
ciudad de México con el sur de la República. Por si ello no
hubiera sido suficiente, el Memorándum aseguraba que, des-
de principios de 1913, los trenes de pasajeros y los milita-
res dejaron de circular de manera normal, debido a que eran
frecuentemente interceptados e incendiados. En numero-
sas ocasiones, las escoltas militares fueron capturadas y sa-
crificadas. Incluso, al amparo de la Revolución, en diversas
partes de la República aparecieron grupos de bandidos que
asaltaban trenes y pueblos, y que destruían las vías del fe-
rrocarril. 59
La fuente estadounidense dudaba de las afirmaciones
del titular de la Secretaría de Guerra y Marina, en el senti-
do de que tenía 25 mil soldados en San Luis Potosí y 1O mil
en Guadalajara. A su juicio, se trataba tan sólo de 6 mil
soldados en el primero de los lugares citados y de 4 500 en
el segundo. Pero lo más grave era que la estratégica ciudad

59 !bid., p. 102.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 201

Cuadro l. Cálculo aproximado de las fuerzas federales:


junio de 1914
Lugares Monto

Guaymas 5 000
Mazatlán 4 000
San Luis Potosí 6000
Zacatecas y Aguascalienres 6 000
Guadalajara 4 500
Colima 2 000
Cuernavaca 2 000
Córdoba, Jalapa y a lo largo de la vía férrea
que corre hacia el este 4000
Entre Córdoba y la ciudad de México 1 000
Entre Jalapa y la ciudad de México 1 000
Puebla 1 000
Pachuca 1 000
Ciudad de México: soldados 3 000
Ciudad de México: policías 3 000
Ciudad de México: estudiantes y empleados
de gobierno 7 000
Puerto México, Salina Cruz y territorio al sur
de Córdoba 2 000
Oaxaca 1 000
Dispersos, no considerados en otra forma 7000
Total 60500
Fuente: Memordndum. Cuartel General de las fuerzas expedicionarias de los
Estados Unidos, formu/,ado para fines de información militar. Veracruz. Méxi-
co, 5 de junio de 1914, en el Archivo Isidro Fabela, F9-19-n, reproducido
en Documentos históricos de la Revolución mexicana. Revolución y régimen
constitucionalista 11, México, FCE, 1962, p. 103.
202 MARIO RAMfREZ RANCAÑO

de México sólo estaba resguardada por unos 3 mil solda-


dos, más 3 mil policías y 7 mil estudiantes y empleados gu-
bernamentales. Finalmente, el Memorándun concluía que
para los primeros días de junio, los revolucionarios habían
logrado tres éxitos clave: l] el dominio completo sobre
Chihuahua mediante sendos triunfos militares en la ciu-
dad de Chihuahua, Ciudad Juárez y Ojinaga; 2] la derrota
aplastante de las fuerzas federales al mando de José Refu-
gio Velasco en Torreón, y entre Torreón e Hipólito; 3] la
toma de Tampico, de la línea del ferrocarril al oeste y la
ocupación de Tuxpan. La toma de la región petrolera, que
ocurriría tarde o temprano, cortaría el suministro de pe-
tróleo consumido por los ferrocarriles en poder del gobier-
no federal. 60
De resultar ciertas las cifras sobre el tamaño del Ejército
federal aportadas por la fuente estadounidense, ocurre que
rápidamente disminuyeron. Como se ha visto, en vísperas
de la disolución del citado ejército, el secretario de Guerra
y Marina, José Refugio Velasco, mencionó 38 600 elemen-
tos disponibles en la ciudad de México. Probablemente a
tal cifra habría que agregar los 7 500 licenciados en la re-
gión del Istmo. De ser así, la cifra se elevaría a 46 100. 61
En una investigación reciente elaborada por la Secretaría de
la Defensa Nacional, se reporta que, al disolverse el Ejérci-
to federal, se contaba con 28 323 elementos divididos en
las siguientes categorías: diez generales de división, 612

60 !bid., p. 103.
61 Miguel S. Ramos, op. cit., p. 53.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 203

generales de brigada, 1 006 jefes, 2 446 oficiales y 24 800


elementos de tropa. A las citadas cantidades habría que
agregar a los integrantes de los 21 Regimientos de Rura-
les, cada uno con 500 hombres, que arrojaban la cifra de
10 500. 62 Así, el total fue de 38 823, cantidad hasta cierto
punto similar a la reportada por José Refugio Velasco. Como
es sabido, el 15 de agosto Obregón hizo su entrada triunfal
a la ciudad de México, quedando consumado el triunfo del
constitucionalismo. Según sus cálculos, los efectivos del
Ejército federal concentrados en la ciudad de México as-
cendían a 30 mil hombres, más los 3 mil miembros de los
cuerpos de policía, haciendo un total de 33 mil. 63 Un au-
tor poco mencionado en la literatura, como es Alfred Ara-
gón, habla de 28 323 elementos, más 10 500 rurales, lo
que arrojaba una cifra superior a los 38 800. 64 Sus datos no
son del todo descabellados, y más cuando los aporta con
cierto detalle.
En teoría, y según los Tratados de Teoloyucan, alrededor
de 12% de los efectivos del Ejército federal quedaban a dis-
posición del Primer Jefe. Nos referimos a los generales, jefes
y oficiales del Ejército y la Armada. El resto, la tropa, que-
daba en completa libertad para retornar a sus hogares. Para

62 Jesús de León Toral, Miguel A. Sánchez Lamego, Guillermo Mendo-

za Vallejo, Luis Garflas Magaña y Leopoldo Marrínez Caraza, El ejército y


la faerza aérea mexicanos, t. 1, México, Secretaría de la Defensa Nacional,
1979, p. 400.
63 Alvaro Obregón, op. cit., p. 165.

64 Alfredo Aragón, Le désarmement de l'armée fédérale par la révolution

de 1913, París, 1915, p. 94.


Cuadro 2. Total de efectivos militares desarmados en agosto de 1914 N
o
~
Designación General de División General de Brigada Jefes Oficiales Tropa Total

Secretaría y departamento 1 6 75 222 35 339


Palacio de Gobierno 1 1 1 3
Zonas militares 8 12 32 52
Comandancias militares
Jefaturas de armas
1
2
13
1
27
3
15
1
56
7 ~
o
Mayoría de plaza
Depósito de jefes y oficiales
4
499
10
579
14
1 078
~

Prisión militar 1 4 5 N

Estado Mayor ~
n
del presidente 1 1 >
Z•
Sección auxiliar 1 2 3 o
Plana mayor 7 34 41
Consejo de Guerra 86 10 96
Suprema Corte 2 8 13 21 14 58
Jueces instructores 15 4 19
Agentes del Ministerio Público 17 17
Defensores 4 4
Colegio Militar 2 12 271 285
Zapadores 3 26 529 558
Inválidos 1 8 109 118
Infantería 87 770 14 783 15 640 o
Vi
Caballería 58 455 7 029 7 542 ot""
Artillería 13 106 1 542 1 661 e:
n
Establecimientos oz
de construcción 10 47 252 309 otT1
t""
Veterinarios 4 8 12 ,!!J
m-
Armada nacional 11 51 62 1!l
Cuerpo médico 75 48 220 343 §..,,
Total 10 61 1006 2446 24800 28323 tT1
otT1
Más 21 cuerpos (regimientos) de rurales con efecrivos cada uno de 500 jinetes.
Fuente: Alfredo Ar~ón, Le désarmement de l'armée fédérale par la révolution de 1913, París, 1915, p. 94. ~

N
o
Vl
206 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

Cuadro 3. Total de efectivos militares:


junio y agosto de 1914
Total
Concepto de efectivos
Memordndum. Cuartel General de las fuerzas
expedicionarias de los Estados Unidos, formulado
para fines de información militar. Veracruz, México,
5 de junio de 1914 60 500
Testimonio de José Refugio Velasco fechado a
mediados de agosto de 1914 38 600
Secretaría de la Defensa Nacional: Ejército federal 28 323
21 regimientos rurales 10 500

Total 38 823

Alfredo Aragón 28 323


Más 21 cuerpos (regimientos) de rurales
con efectivos cada uno de 500 jinetes 10 500
Total 38 823
Fuente: Memorándum. Cuartel General de las faerzas expedicionarias de los
Estados Unidos, formulado para fines de información militar. i&racruz, Méxi-
co, 5 de junio de 1914, en el Archivo Isidro Fabela, F9-19-n, reproducido
en Documentos históricos de la Revolución mexicana. Revolución y régimen
constitucionalista 11, México, FCE, 1962, p. 103. El testimonio de José Refu-
gio Velasco se encuentra en Miguel S. Ramos, Un soldado. Gral. José Refagio
i&lasco, México, Oasis, 1960, p. 53. El dato atribuido a la Secretaría de la
Defensa Nacional proviene de Jesús de León Toral, Miguel A. Sánchez La-
mego, Guillermo Mendoza Vallejo, Luis Garflas Magaña y Leopoldo Mar-
tínez Caraza, El ejército y faerza aérea mexicanos, México, t. n, 1979, p. 400.
Alfredo Aragón, Le désarmement de l'armée fédérale par la révolution de
1913, París, 1915, p. 94.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 207

ellos no hubo compromiso alguno. Fueron las víctimas de la


disolución. 65
Un resumen de las distintas estimaciones sobre el tama-
ño del Ejército federal, antes y durante su disolución, es el
siguiente.
Antes de continuar, es necesario hacer una pregunta: ¿por
qué la caída tan drástica en las cifras de los efectivos militares
registrada entre junio y agosto de 1914? Como hipótesis, es
posible especular que al avecinarse el triunfo carrancista, la
mayoría de los altos mandos del ejército se mantuvo intacta.
Entre ellos imperó la disciplina y la serenidad. Afrontaron
con dignidad su destino, tal como lo marcaba la Ordenanza
Militar. Pero al escindirse las fuerzas revolucionarias en octu-
bre y noviembre, fueron víctimas del desconcierto. Unos per-
manecieron fieles al Primer Jefe, quien durante unos meses les
siguió cubriendo sus haberes, otros se sumaron a las filas de
Francisco Villa, e incluso de Higinio Aguilar, Juan Andreu
Almazán y Emiliano Zapata. Pero entre la parte media y baja
del Ejército federal, la situación fue distinta, y hasta cierto
punto la estructura se resquebrajó. Hubo una desbandada por
temor a que el Primer Jefe los atrapara y les aplicara la vieja ley
juarista. Se olvidaron de la milicia y retornaron a sus hogares,
de donde habían sido arrancados contra su voluntad.

65 Años más tarde, Gustavo A. Salas lo ratificó. Dijo que los Convenios
de Teoloyucan, como los llama, no "dieron de Baja al Ejército federal". Me-
diante ellos, "se dio de Baja a la tropa". Y agrega que, tal como se estableció
en el artículo x, los generales, jefes y oficiales del ejército y la armada que-
daban a disposición del Primer Jefe. Véase su expediente en el Archivo His-
tórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, x1/m/1.1050, p. 1306.
208 MARIO RAMfREZ RANCAÑO

La huida de José Refugio Ve/asco

Cumplida su misión en la ciudad de México, José Refugio


Velasco se dirigió de Puebla al istmo de Tehuantepec para li-
cenciar otros contingentes de ex federales, lo cual hizo sin
contratiempo alguno. Después de esto, sospechó que su vida
corría peligro y ya no regresó a la ciudad de México. Se dirigió
a Veracruz. 66 Ahí se enteró que apenas entraron a la ciudad de
México y a distintas poblaciones, los jefes revolucionarios ca-
tearon los domicilios de varios generales, jefes y oficiales del
extinto Ejército federal, lo cual le provocó indignación y des-
confianza. Pero lo que más le indignó fue que Venustiano
Carranza los obligara a pasar lista diariamente ante un tenien-
te coronel constitucionalista, lo cual consideraba una humi-
llación. Le recordó al Primer Jefe que la ordenanza eximía a
los generales de cierta categoría de presentarse en las coman-
dancias militares y jefaturas de armas, máxime que algunos,
por su avanzada edad, méritos y servicios, eran dignos de
todo respeto. 67 Como era previsible, su protesta fue ignorada.
Casi de inmediato, corrió el rumor de que José Refugio
Velasco se había embarcado en el vapor Al.fanso XIII con direc-
ción a Europa. Efectivamente, el 19 de septiembre el vapor
aludido se hallaba anclado en el puerto de La Habana, y entre
sus pasajeros figuraba José Refugio Velasco, junto con el gene-
ral Francisco Salido, a punto de partir rumbo a Santander, Es-
66 Heraldo de Cuba, 21 de septiembre de 1914; Amimaco Sax, op. cit.,

pp. 43-46; Michael C. Meyer, Huerta. Un retrato político, México, Domés,


1983, pp. 235-239; Federico Gamboa, op. cit., pp. 154-158.
67 Miguel S. Ramos, op. cit., pp. 113-114.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 209

paña. Bajaron a tierra por algunos momentos para visitar El


Malecón y El Prado, lugares de recreo y esparcimiento. La
prensa habanera se refirió a él como una de las figuras más in-
teresantes de la lucha civil que se libraba en suelo mexicano.
Asimismo, recordó que defendió la plaza de Torreón del ataque
de los constitucionalistas y que durante el interinato de Fran-
cisco S. Carvajal se encargó de la Secretaría de Guerra en susti-
tución de Aureliano Blanquet. Como jefe supremo de la plaza
de la ciudad de México, disolvió el Ejército federal, entregando
el mando militar a Álvaro Obregón. El reponero del Heraldo
de Cuba se le acercó buscando entrevistarlo, topándose con
una persona bastante reacia. Vencida su resistencia, entre otras
cosas expresó que su participación en la guerra que se ventila-
ba en México era del dominio público y que nada tenía que
agregar. De cualquier forma, el reportero insistió y le pregun-
tó sobre cuál sería el destino de los ex federales. El general
Velasco contestó que cualquier gobierno interesado en dirigir
en forma acertada la nación mexicana estaba obligado a tener-
los a su lado. De no ser así, estaba expuesto a ser derrumbado:

Por mí, lo sé decir. Siempre defendí al Presidente y combatí la


revolución, sin cuidarme de la persona que ocupara la primera
magistratura ni de los que estuviesen en armas. Así combatí a
Madero revolucionario y lo defendí después Presidente, contra
Félix Díaz. Y en 48 años, que llevo de servicio en el Ejército,
siempre he observado esta línea de conducta, defendiendo a
Juárez, a Lerdo, al general Díaz, y a todos los Jefes de Estado.
Mientras el gobierno de Huerta, no fue organizado legal-
mente, no lo reconocí. Los militares no pueden ni deben dete-
210 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

nerse a considerar si tal o cual persona debe ser o no Presidente.


Después de proclamar el Congreso a cualquier ciudadano para
presidir lo destinos de la Nación, al Ejército no compete más que
defender y mantener al que solemnemente ha sido exaltado. 68

A continuación, se le preguntó sobre el porvenir de la


República mexicana, y su respuesta fue que, sin ser fatalista,
no confiaba en la improvisación. No confiaba en las perso-
nas carentes de preparación en las funciones de gobernar. 69
Como es sabido, Porfirio Díaz se exilió en París, José Refu-
gio Velasco en Santander, Victoriano Huerta en Barcelona,
Manuel Mondragón en San Sebastián. En diversas ciudades
de España, y aun de Francia, hubo otros generales de cierto
renombre refugiados, pero el grueso lo hizo en el sur de Es-
tados Unidos, La Habana e incluso Guatemala. Lejos del
país, fue de lo más común que meditaran sobre las causas de
la caída de Huerta y Carvajal, del papel que tuvieron, y que
buscaran culpables. No fue raro que al calor de las discusio-
nes, terminaran culpándose unos a otros.

¿Un golpe de Estado?

Todo indica que la estancia de José Refugio Velasco en Espa-


ña fue transitoria, ya que para junio de 1915 vivía en Los

68 Heraldo de Cuba, 21 de septiembre de 1914; Revista Mexicana, San

Antonio, Texas, 11 de marzo de 1917.


69 Loe. cit.
DISOLUCIÓN DEL EJÉRCITO FEDERAL 211

Ángeles, California.70 Si bien salió del país en la tercera sema-


na de septiembre de 1914, ocurre que su estadía en el Viejo
Mundo duró poco más de medio año. Sobre la razón de su
traslado al continente americano pudo deberse a que buscaba
estar cerca de México y por ende de su familia. Una segunda
hipótesis indica que se enteró de que estaba siendo atacado
por sus antiguos subordinados, refugiados en Estados Uni-
dos por disolver el Ejército federal y que decidió cambiar su
lugar de residencia para defenderse. Efectivamente, a princi-
pios de 1915 no faltó quien protestara de manera agreste por
la citada disolución, entre ellos los generales Carlos García
Hidalgo, Ignacio A. Bravo, Félix Díaz y otros. Juraban que la
institución armada siempre estuvo en condiciones de derro-
tar a los carrancistas, y los más audaces sacaron a colación
que ante la ausencia del presidente de la República, José Re-
fugio Velasco debió ocupar su lugar. Debió erigirse en la
máxima autoridad del país. El más conspicuo fue el periodis-
ta Guillermo Aguirre Fierro. He aquí lo que dijo:

Desde luego, el general Velasco es culpable de la desaparición del


Poder Ejecutivo, que debió haber recogido cuando el licenciado
Carvajal resolvió abandonar la Presidencia de la República. No
se necesita ser ducho en Derecho Constitucional, para saber que
en las faltas del Presidente debe asumir el Poder el Vicepresiden-
te; y en las faltas de éste, el Ministro de Estado, a quien por
constitucionalidad jerárquica le corresponda. En el mes de agos-
to de 1914 no había Vicepresidente, y el único Secretario de

70 Miguel S. Ramos, op. cit., p. 167; Michael C. Meyer, op. cit., p. 239.
212 MARIO RAMÍREZ RANCAÑO

Estado al lado del licenciado Carvajal, era el general Velasco:


luego, por mandato constitucional, era el Vicepresidente efecti-
vo, encargado de asumir la Presidencia en el momento en que el
Primer Magistrado faltase a sus obligaciones y a su deber.
Ni el licenciado Carvajal ni el general Velasco pueden en-
contrar en la Constitución mexicana el artículo que los autorice
para abandonar el Poder Ejecutivo de la Unión. Por consi-
guiente, en el momento en que Carvajal se alejó de la Capital
de la República para embarcarse en Veracruz, realizó un "golpe
de Estado", un verdadero perjurio constitucional que le quitó
hasta la más leve sombra de autoridad y lo convirtió en reo de
inmensas responsabilidades ante la Patria. 71

Hasta donde es posible saber, ello jamás pasó por la men-


te del secretario de Guerra y Marina, ni por la de otro mili-
tar. Formado desde 1866 en las filas castrenses, sabía que la
Constitución política de 1857 estipulaba que ante la ausen-
cia del presidente de la República, el titular de Relaciones
Exteriores ocupaba su lugar. Mas si se daba el caso de que
este último también faltara, entraba en funciones el secreta-
rio de Gobernación. Nada de posibles sucesores hasta el in-
finito. En todo caso, al huir Carvajal, su sucesor debió ser
José María Luján, encargado de la Secretaría de Goberna-
ción, y no José Refugio Velasco.

71 Antimaco Sax, op. cit., p. 46.


LA REBELIÓN DELAHUERTISTA:
SUS ORÍGENES Y CONSECUENCIAS POLÍTICAS,
ECONÓMICAS Y SOCIALES

GEORGETTE JosÉ
lmtituto de Investigaciones Sociales-
Universidad Nacional Autónoma de México

Introducción

En cualquier país del mundo en donde se llevan a cabo elec-


ciones, independientemente de que éstas cumplan con el
ideal democrático o sólo lo hagan de manera formal, el mo-
mento de mayor vulnerabilidad política es el de la celebra-
ción de las elecciones presidenciales o parlamentarias, pues
a lo largo del proceso emergen todas las debilidades y forta-
lezas del régimen imperante, y las pugnas soterradas y du-
rante algún tiempo contenidas entre los factores reales de
poder, sobre todo los económicos y los políticos, salen a la
luz y se enfrentan de manera pacífica o violenta.
A lo largo de toda su historia independiente México no
fue la excepción; durante buena parte del siglo XIX (de la
independencia a los inicios del Porfiriato), así como de 191 O
a 1940 aproximadamente, la mayoría de la inestabilidad po-
lítica que padeció el país se debió a la pugna, la más de las

213
214 GEORGETTE JOSÉ

veces violenta, entre aquellos que se consideraron con los


méritos y aptitudes suficientes para ocupar el puesto de ma-
yor importancia política: la presidencia de la República. La
causa o justificación pública fue, siempre, la nominación del
candidato a suceder en el cargo al presidente en turno, pues
en cada ocasión, mucho antes de que se llevaran a cabo las
elecciones correspondientes, estalló o hubo un intento por
hacer estallar una rebelión cuyo fin último, se decía, era im-
pedir una "abominable imposición o traición" .1
¿Y de dónde provinieron la mayoría de los "suspirantes" y
sus intentos, algunas veces fallidos y otras exitosos? De las filas
del mismo ejército y de sus escisiones: federalista o centralis-
ta, liberal o conservador, revolucionario o reaccionario. Para
nuestros límites temporales, baste mencionar que de las cua-
tro rebeliones militares que tuvieron lugar en México en la
tercera década del siglo xx:, sólo la primera, la de Agua Prieta
en 1920, tuvo éxito en sus metas. Las siguientes, la delahuer-
tista de 1923-1924, el intento de Francisco R. Serrano y AI-
nulfo R. Gómez de 1927 -a quienes ni siquiera les dio tiem-
po de hacer público el consabido plan justificatorio-y la de
Gonzalo Escobar, de marzo a mayo de 1929, terminaron en
un rotundo fracaso, con sus principales participantes en el
exilio (por algunos años) o varios metros bajo tierra. No suce-

1 Para las diferentes sucesiones presidenciales de 1867 a 1940, véase

Georgette José (coord.), Candidatos, campañas y elecciones presidenciales en


México. De la república restaurada al México de la alternancia: 1867-2006,
México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM, 2012. Para la de Alvaro
Obregón, en detalle y profundidad, véase Georgette José, La campaña pre-
sidencial de 1923-1924 en México, México, INEHRM (Col. Becarios), 1998.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 215

dió así con la fracción del grupo Sonora en el poder, ni para


el proceso de institucionalización de la vida política del país.
Ante la falta de sólidas instituciones económicas, políti-
cas y sociales permanentes y estables por medio de las cuales
se diseñara y condujera la reconstrucción del país después de
la tormenta revolucionaria, el uso y abuso del poder quedó
en manos del verdadero factor de poder en los años que nos
ocupan: el llamado ejército revolucionario, integrado por
civiles vueltos militares al calor de la lucha y quienes para los
años que van de 1920 a 1940 se dividieron, enfrentaron y
aniquilaron antes de que ese ejército se transformara en un
verdadero ejército nacional, castrense y profesional, leal úni-
ca y exclusivamente a las instituciones existentes. 2
En este ensayo nos ocuparemos de la llamada rebelión
delahuertista, que ha sido calificada como la que "no tuvo

2 Sobre el ejército y las políticas militares implementadas durante las

administraciones de Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y Plutarco Elías


Calles, véase Jorge Albeno Loroya, El ejército mexicano (1911-1965), Mé-
xico, El Colegio de México Oornadas, 65), 1950; Álvaro Matute, "Del ejér-
cito constitucionalista al ejército nacional", en Estudios de historia moderna
y contempordnea, México, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM,
1977, vol. VI, pp. 153-183; Javier Garciadiego, "La política militar del pre-
sidente Carranza", en Alicia Hernández Chávez y Manuel Miño Grijalva,
Cincuenta años de historia en México. Volumen 2, México, El Colegio de
México, 1993, pp. 437-470; Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. Mé-
xico, 1920-1993, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, caps. 1-2,
y Martha Beatriz Loyo Carnacho,Joaquín Amaro y elproceso de instituciona-
lización del ejército mexicano, 1917-1931, México, Instituto de Investigacio-
nes Históricas-UNAM/Fideicomiso Archivos Plutarco Elías CalleslINEHRM/
Fondo de Cultura Económica.
216 GEORGETTE JOSÉ

cabeza",3 pues careció de liderazgo, mando único, unidad de


acción, coherencia, etc.; la que debió su fracaso no sólo a la
incompetencia del ex secretario de Hacienda, Adolfo de la
Huerta, a sus escondidas ambiciones o a su incompetencia
militar, sino también al muy escaso prestigio y apoyo real
que tuvo entre los miembros del ejército que se levantaron
bajo el paraguas de su nombre, y a la poca disciplina y leal-
tad con la que lo siguieron los civiles.
Cabe apuntar que como la historia militar de la rebelión
ha sido realizada tanto por varios de los participantes que
conservaron la vida como por académicos profesionales, 4 sin
dejar de mencionar los aspectos bélicos más sobresalientes
de la misma, nuestro principal interés es abordar algunos
hechos militares previos al inicio de la rebelión, y las dife-
rentes expresiones que desde la élite política y económica, y
desde algunos sectores conservadores de la sociedad, se ma-
nifestaron y trataron de influir en el desarrollo y desenlace
del movimiento rebelde, y en el curso de la campaña presi-
dencial y de sus candidatos. Asimismo, abordamos las res-
puestas que el gobierno de Obregón echó a andar para miti-
gar las consecuencias económicas de la rebelión.

3Alonso Capetillo, La rebelión sin cabaa, México, Botas, 193 5.


4De los primeros tenemos al mismo Alonso Capetillo, ídem; Luis Mon-
roy Durán, El último caudillo, José S. Rodríguez editor, 1924, y a Adolfo de la
Huerta, Memorias de don Adolfo de la Huerta (según su propio dictado), México,
Ediciones Guzmán, 1957, por sólo referirnos a los más importantes. Y de los
segundos, a Enrique Plasencia de la Parra, Personajes y escenarios de la rebelión
delahuertista. 1923-1924, México, Instituto de Investigaciones Históricas-
Universidad Nacional Autónoma de México/Miguel Ángel Porrúa, 1998.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 217

La precampaña

El ascenso de Obregón significó la llegada de un nuevo gru-


po al poder cuyas cabezas visibles fueron el mismo Alvaro
Obregón, Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles, cono-
cidos como integrantes del "triunvirato sonorense". Una vez
concluido el periodo presidencial del primero, se pensaba
que quien habría de sucederle sería alguno de los otros dos,
a pesar de que la Constitución de 1917 inhabilitaba a De la
Huerta por ya haber sido presidente interino.
De cualquier manera, fue a principios de 1923 cuando
emergió, a través de la prensa, la lucha que por ocupar la
silla presidencial se venía dando de manera soterrada desde
tiempo atrás. De enero a septiembre de ese año se desarrolló
de forma cada vez más precipitada la llamada "precampaña''.
En esos meses las fuerzas políticas se polarizaron y definie-
ron a favor de cada uno de los contrincantes: los secretarios
de Hacienda y Gobernación: respectivamente, Adolfo de la
Huerta y el general Plutarco Elías Calles, quienes todavía no
aceptaban públicamente figurar como candidatos. Sin em-
bargo, y aunque se hacían denodados esfuerzos para que esta
situación no afectara la vida del país, arguyendo insistente-
mente que no era tiempo de iniciar la campaña, ésta se rea-
lizaba secretamente a pasos agigantados.
La contienda se dio entre aquellos que por diferentes
motivos habían sido desplazados o lo serían de los principa-
les círculos de poder y que no se mostraban conformes con
ello, pues creían que por haber participado en la Revolución
{especialmente los militares de alta jerarquía), tenían el de-
218 GEORGETTE JOSÉ

recho de llegar al poder por el camino que fuera. Es decir, la


oposición se manifestó entre los mismos revolucionarios,
quienes acusaron a Obregón de querer imponer a Calles
como su sucesor en la presidencia.
En febrero de 1923, los descontentos crearon la "Unión
de Militares de Origen Revolucionario 1910-1913" con el
aparente objetivo de la recreación cultural, pero que en rea-
lidad serviría para sus propios fines políticos. Los principales
dirigentes fueron: los generales Salvador Alvarado, Enrique
Estrada, Guadalupe Sánchez, Antonio l. Villarreal, Marcial
Cavazos, Manuel García Vigil, Fortunato Maycotte, Ma-
nuel M. Diéguez, Rafael Buelna y Cándido Aguilar, quienes
casualmente también serán los principales líderes de la futura
rebelión. Estos hombres constantemente hacían declaracio-
nes a la prensa para decir que de ninguna manera participa-
rían en la campaña política ,que se avecinaba. 5
Por su parte, los gobernadores estatales, una buena pro-
porción también militares, trataron de influir en la campaña
y se reunieron en cónclaves secretos para definir mejor su
futura participación.
En un principio, los ataques fueron dirigidos hacia Ca-
lles, pero conforme transcurrió el tiempo se vertieron en
contra del presidente Obregón, quien trató de poner coto a
las manifestaciones de descontento de los militares, divi-
diendo el país en 32 jefaturas de operaciones militares con el
objetivo de dejarlos con escaso mando de tropas. En julio, la

5 Todo ello debido a que la Ordenanza Militar en su artículo 545 pro-


hibía estrictamente la participación del ejército en cuestiones políticas.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 219

Unión lanzó un manifiesto en el que, entre otras cosas, cri-


ticaba "la política revolucionaria'' en general, seguida hasta
entonces por el Ejecutivo federal; de esta manera, el enfren-
tamiento se hizo abierto. Asimismo, trataron de atraer a
otros sectores importantes de la sociedad, pero fracasaron,
por lo que a finales de septiembre de 1923 resultaba eviden-
te su falta de cohesión política e ideológica.
El otro grupo de importancia que se opuso a la candida-
tura oficial fue el del Partido Nacional Cooperatista (PNC),
encabezado por el abogado Jorge Prieto Laurens. Su lucha se
desarrolló principalmente en las cámaras de Diputados y
Senadores, donde las mayorías eran de filiación cooperatis-
ta, y al igual que el grupo militar opositor, hicieron declara-
ciones en el sentido de que no era conveniente el inicio tan
prematuro de la campaña, alegando que faltaba más de un
año para que tuvieran verificativo las elecciones. Sin embar-
go, la palabra no correspondía a la acción, y poco a poco
fueron formándose dos grupos en el interior del PNC, los
delahuertistas y los callistas.
Durante unos meses, Prieto Laurens había sido un re-
suelto defensor de la candidatura de Calles, hasta el momen-
to en que perdió la gubernatura de San Luis Potosí, pues
entonces se volvió su furibundo detractor y se indinó hacia
la última alternativa que le quedaba: apoyar la candidatura
presidencial de De la Huerta. Por ello, el PNC continuó es-
cindiéndose y el asesinato del general Francisco Villa en ju-
lio de 1923 fue la gota que derramó el vaso. Se culpó a
Obregón y sobre todo a Calles de ser los autores intelectua-
les del crimen, pues el Caudillo del Norte se había manifes-
220 GEORGETIE JOSÉ

tado a favor de la candidatura del secretario de Hacienda.


Después de estos sucesos, los bandos se definieron y, a raíz
del informe brindado por Obregón el 1 de septiembre, el
diputado Prieto Laurens lo acusó de querer realizar una im-
posición y le advirtió que ese intento ocasionaría una nueva
rebelión.
Por lo que toca a Adolfo de la Huerta, durante el lapso
que va de enero a septiembre, constantemente declaró que
él no participaría en la contienda electoral y agregó: "Puedo
afirmar que Adolfo de la Huerta no será nunca un problema
para su país". El tiempo se encargó de desmentirlo.
¿Cuáles fueron las actitudes de Obregón, Calles y sus par-
tidarios? Las declaraciones del primero sobre este tópico fue-
ron mínimas, no así su actuación tras bambalinas para atraer-
se a los sectores más importantes de la sociedad: el grueso del
ejército y las masas obreras y campesinas del Partido Nacional
Agrarista (PNA), de Antonio Díaz Soto y Gama; el Partido
Laborista Mexicano (PLM), de Luis Napoleón Morones, y el
Partido Socialista del Sureste (PSSE), de Felipe Carrillo Puer-
to. Como el estallido de la rebelión fue "un secreto a voces",
el presidente se apresuró a obtener el reconocimiento del go-
bierno de Estados Unidos, anunciado públicamente el 1 de
septiembre de 1923. Por su parte, Calles también logró secre-
tamente grandes apoyos y declaró que llegado el momento
oportuno aceptaría su candidatura. Cuando ese momento se
presentó, una vez obtenido el reconocimiento y apoyo del
gobierno estadounidense, el 2 de septiembre hizo pública su
renuncia al puesto de secretario de Gobernación para dedi-
carse de lleno a la preparación de su campaña.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 221

La campaña

De septiembre a los primeros días de diciembre de ese año,


se desarrolló la primera parte de la campaña presidencial en
la que los principales contendientes fueron Calles y De la
Huerta; se mencionó a otros candidatos, entre los que des-
tacaron los generales Ángel Flores (gobernador de Sinaloa) y
Raúl Madero, y el industrial zapatero Carlos B. Zetina, pero
que en realidad no tenían grandes posibilidades de triunfo.
El 23 de septiembre, De la Huerta renunció a su cargo en
el gabinete, arguyendo como causa el desconocimiento de
Obregón del triunfo de Prieto Laurens como nuevo gober-
nador de San Luis Potosí. El 25, el presidente nombró al
ingeniero Alberto J. Pani en su lugar, y el 19 de octubre el
nuevo secretario informaba al país que había encontrado
una malversación de fondos realizada por su antecesor y su
gente, que ascendía a 42 millones de pesos; al día siguiente,
la prensa reprodujo esta información avalada por declaracio-
nes del propio general Obregón.
En noviembre se hiw pública la denuncia de un intento de
asesinato a la salida de la Cámara de Diputados en contra de
Prieto Laurens y otros cooperatistas. Se acusó al general Ar-
nulfo R. Gómez, jefe de las operaciones militares del valle de
México; a Luis N. Morones, líder de la principal organización
obrera del país, la Confederación Regional Obrera Mexicana
(CROM), y a Antonio Díaz Soto y Gama, presidente del PNA,
de ser los autores intelectuales. Se demandó al presidente de la
República que aclarara lo sucedido, y sobrevinieron las decla-
raciones de ambos bandos, desmintiéndose unos a otros.
222 GEORGETTEJOSÉ

¿Una sucesión presidencial sin rebelión?

Cuando el 7 de diciembre de 1923, después de días, sema-


nas y meses de estabilidad política precaria y vacilante, por
fin estalló la rebelión durante tanto tiempo anunciada en
contra del gobierno del general Álvaro Obregón, pareció
que a los que más tornó por sorpresa fue a los mismos que se
levantaron en armas, pero no porque no se hubieran venido
preparando de tiempo atrás para ello, sino porque el movi-
miento todavía no estaba lo suficientemente articulado, or-
ganizado, estratégicamente planificado y, sobre todo, unifi-
cado en sus rnetas. 6 Por ello, aunque puede considerarse que
una de las causas de la derrota fue el precipitar la acción
cuando aún faltaban siete meses para la celebración de las
elecciones presidenciales y nueve para que de manera oficial
se ratificara la imposición del general Plutarco Elías Calles
corno sucesor de Obregón, también debe tornarse en cuenta
la creencia que compartieron los principales jefes levantados
de que podrían repetir el éxito alcanzado en 1920 con la
rebelión de Agua Prieta, la cual estalló cuatro meses antes de
las elecciones y siete antes del relevo presidencial. Pero
Obregón no era Venustiano Carranza, ni Calles el ingeniero
Bonillas. A diferencia de la posición asumida por el primer
jefe en su campaña de hostigamiento hacia la candidatura de

6 Adolfo de la Huerta, Guadalupe Sánchez y sus seguidores aprobaron

iniciar las acciones bélicas cortando el servicio del tren de Veracruz a la


ciudad de México; el mismo De la Huerta, quien se había resistido a co-
menzar el movimiento de esa manera, consideró: "Es un mal paso que se
da, pues es prematuro", Adolfo de la Huerta, op. cit., p. 252.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 223

Obregón, en 1923 éste dejó en paz a sus opositores con el


objeto de cubrir las apariencias legales y democráticas.
Varias son las explicaciones que se han dado sobre el ori-
gen de este levantamiento; casi todas han centrado su expo-
sición y análisis, acertadamente, en aspectos de disputa o
competencia por el poder entre los principales integrantes
del ejército y políticos civiles y militares, en personalismos,
en ambiciones, etc., es decir, en cuestiones básicamente po-
líticas, mismas que, sin dejar de ser importantes, considera-
mos que no fueron las únicas. Compartimos, en parte, las
razones que se argumentaron y se argumentan en lo relativo
a por qué estalló la rebelión; por supuesto que en esta pugna
existió un rechaw a la recentralización política del poder
que llevó a cabo Obregón, apoyado por los sectores obrero-
campesinos, frente a un país que era un verdadero mosaico
de autonomías regionales pujantes y de amenazantes formas
de ejercer el poder y de abusar del mismo.
No obstante, y por eso señalamos que lo aceptamos en
parte, estas rawnes únicamente nos han brindado una cara
de la misma moneda. Desde nuestro punto de vista, existie-
ron otras que ayudan a explicar de manera más cabal tanto
ese fenómeno como el proceso de consolidación del Estado
posrevolucionario en relación con los diferentes grupos so-
ciales y económicos de la época.
Por un lado, según un autor, las reformas militares lleva-
das a cabo por Obregón fueron una de las causas del estalli-
do, pues, a pesar de que logró "volver al ejército una moder-
na y efectiva institución", la reorganización del mismo fue
desigual porque Obregón premió más que nada las lealtades
224 GEORGETTE JOSÉ

mediante la corrupción, vía el otorgamiento de dinero, rega-


lo de autos, sobornos, etc., lo que provocó en quienes no
fueron beneficiados celos y envidias y, sobre todo, disminu-
ción de su poder, además de que el caudillo, al no ser la úni-
ca fuente de soborno, tuvo que competir con la que también
ejercían los generales poderosos y los terratenientes, razón
por la cual "el ejército personal frecuentemente olvidaba su
afiliación con el gobierno reformista de Obregón" .7
Por otro, cuando se realiza el seguimiento estatal o regio-
nal -por medio de los principales periódicos de la época o
en archivos particulares- del cúmulo de información, con
toda seguridad conocida por Obregón, sobre las actividades,
correspondencia y discursos que desarrollaron cada uno de
los jefes militares antes de la rebelión, así como los líderes
políticos partidarios y algunos hacendados, podemos encon-
trar que, además de la falta de un liderazgo cohesionador,
existió efectivamente en la rebelión otro hilo conductor.
Este hilo conductor es, en primer lugar, el que casi todos
los militares mencionados líneas atrás, integrantes de una
nueva élite política y económica, estaban en contra de la
reforma agraria, pues formaban parte de "un ejército [que]
resultó no ser un instrumento decisivo de la reestructura-
ción agraria como cabía esperar de su origen popular-revo-
lucionario, sino que, por el contrario, llegó a ser uno de los
principales obstáculos a una política progresiva de reforma y

7 George Hansis Randall, Alvaro Obregon, the Mexican Revolution and

the Politics of Consolidation 1920-1924, Albuquerque, University of New


Mexico, 1977 (tesis de doctorado), pp. 207, 217.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 225

factor importante en la conservación de las estructuras agra-


rias antiguas". 8
En las declaraciones a la prensa, en las organizaciones
políticas y en la propaganda que impulsaron civiles y milita-
res, se encuentran, algunas veces de manera explícita, franca
y amenazante, y otras de forma velada y con subterfugios, la
oposición al ejido, a las dotaciones y a las condiciones de
pago, ya fuera previa, mediante o con base en el valor fiscal
o en el comercial. 9
En el estallido de la rebelión también subyace el intento
de los terratenientes y de los militares aliados a ellos de de-
volver las tierras incautadas por considerarlo un despojo, así
como el de detener el reparto agrario -reactivado por el
gobierno obregonista, particular y sintomáticamente, a par-

8 Hans-Werner Tobler, "Las paradojas del ejército revolucionario: su

papel social en la reforma agraria mexicana, 1920-1935", en Historia Mexi-


cana, México, El Colegio de México, julio-septiembre de 1971, xx1: (81),
p. 39. Las actividades antiagraristas de la mayoría de los militares previas a
la rebelión se encuentran ampliamente documentadas por este autor, quien
también setiala: "El nuevo ejército nacional, creado en 1917, en muchos
casos resultó el principal aliado de los antiguos terratenientes para la con-
servación de su posición económica y social", p. 51.
9 A los "contingentes con que el movimiento infidente dio principio,

hay que agregar los núcleos que los directores de la asonada pudieron orga-
nizar desde luego, contando con el decidido apoyo de algunos terratenien-
tes y hacendados, muy especialmente en los Estados de Jalisco, Michoacán,
Colima y otros del Centro y Occidente de la República", Francisco R. Se-
rrano, "IV Informe de Gobierno de Alvaro Obregón", en Los presidentes de
México ante la Nación: informes, manifiestos y documentos de 1821 a 1966,
México, XLVI Legislatura de la Cámara de Diputados, 1966, t. 3, p. 622.
226 GEORGETTE JOSÉ

tir de agosto de 1923 con la publicación del Decreto sobre


Tierras Nacionales- y el propósito de oponerse a que arri-
bara a la presidencia alguien que, al menos en sus discursos
y en atención a las bases político-sociales que lo apoyaban,
prometía ser más radical que Obregón. 10 Porque no hay que
olvidar que el presidente poseía "ideas agrarias conservado-
ras [... ] típicas de un empresario agrícola capitalista dinámi-
co", y que esa reactivación se debió a una "evaluación mu-
cho más realista que la de Carranza, de las condiciones de
estabilidad en un sistema posrevolucionario, aún relativa-
mente poco afianzado". 11
Obregón no desconoció los preparativos, algunas veces
secretos y otros públicos, del movimiento militar que se fra-
guaba en su contra. 12 Durante su gobierno, las redes y los

'º Resultados acumulativos de la distribución definitiva de tierras


Miles de
Años Casos hectáreas Personas
1921 311 359 76041
1922 379 499 92 225
1923 507 785 123 367
1924 814 1408 187 702
Fuente: José Rivera Castro, "Política agraria, organizaciones, luchas y resistencias
campesinas entre 1920 y 1928", en Historia de la cuestión agraria mexicana, México,
Siglo XXI Editores/Cenero de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1981,
vol. IV, p. 32.
11Hans-Werner Tobler, op. cit., p. 48.
12"No ignoraba el Ejecutivo que de tiempo atrás se venían haciendo
preparativos de ese levantamiento; tampoco ignoraba quiénes eran sus
principales autores, tanto civiles como militares; pero se limitó el Gobierno
a mantenerse en actitud de vigilancia, sin proceder contra aquéllos, porque
las medidas de represión que hubiera dictado, habrían sido tomadas como
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 227

mecanismos de información puestos en práctica en la época


que nos ocupa rindieron excelentes frutos. 13 Ese sistema
comprendió varios niveles y objetivos, aunque el vértice o el
destino final a donde llegaba toda la información, indepen-
dientemente del bando a que se perteneciera o del asunto
que se tratara, era la presidencia de la República.
En el ámbito interno, y en su calidad de presidente, Al-
varo Obregón recibía fundamentalmente dos clases de in-
formación: una que podríamos llamar "oficial" por el tipo
de emisario que la remitía y que estaba encabezada por la
misma Secretaría de la Presidencia y su titular Fernando To-
rreblanca; por la Secretaría de Gobernación con Plutarco
Elías Calles, primero, y Enrique Colunga, después; por la
Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (incluidas
las direcciones de Correos y Telégrafos) y el general Amado
Aguirre; por la Secretaría de Guerra y Marina y su policía
militar, con el general Francisco R. Serrano, y por la Secre-
taría de Relaciones Exteriores y sus titulares Alberto J. Pani
y el general Aarón Sáenz. Aquí también estarían incluidos
los gobernadores, los jefes de operaciones militares, los di-

injustas persecuciones políticas, ya que los infldentes habían adoptado do-


losamente, pata encubrir su deslealtad, la calumniosa imputación de que el
Gobierno pretendía imponer a uno de los candidatos a la Presidencia de la
República en la lucha electoral que entonces estaba cercana', Enrique Co-
lunga, IV Informe de Gobierno de Álvaro Obregón, en Los presidentes de
México .. ., op. cit., p. 591.
13 Como secretario de Gobernación, Calles comenzó la organización de

un "muy eficiente" servicio secreto desde esa dependencia, auxiliado en esta


labor por Clodoveo Valenzuela.
228 GEORGETTE JOSÉ

putados locales y federales, los senadores, los líderes y miem-


bros de los partidos políticos, de los sindicatos, de los cam-
pesinos y de los diferentes sectores sociales.
Otra clase de información es la que por su contenido y
fines fue calificada como "confidencial" o "personal" por sus
mismos emisores, y que, evidentemente, en muchas ocasio-
nes resulta más esclarecedora que la primera. También están
incluidos en ésta todos los arriba mencionados, a los que
habría que agregar dos conductos más de suma importancia:
los denominados agentes secretos o confidenciales y los in-
formantes estadounidenses, oficiales o privados. Indepen-
dientemente de que las relaciones con Estados Unidos se
restablecieron hasta septiembre de 1923, en ningún mo-
mento estos informantes dejaron de conocer, evaluar e in-
formar al gobierno de su país, y en muchas ocasiones al
nuestro, sobre la situación prevaleciente a lo largo y ancho
del territorio nacional. 14
En el plano externo, se reproduce el esquema anterior en
lo relativo a los informes que los diversos consulados y el
encargado de negocios de Estados Unidos en México, Geor-
ge Summerlin, enviaban de manera oficial o confidencial;
esta última labor se vio reforzada gracias al auxilio prestado
por los enviados del Servicio Secreto Mexicano (dependien-
te de la Secretaría de Gobernación) y por otra gama vario-
pinta de estadounidenses.

14 Las redes y los mecanismos de información, así como la reorganiza-


ción emprendida por el presidente Obregón, son analizados por George
Hansis Randa!!, op. cit.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 229

Hasta aquí nos hemos referido al asunto de quiénes in-


formaban a Obregón, ahora es preciso preguntar sobre qué
informaban. Desde el momento del ascenso de Obregón al
poder, mantuvo constantemente vigilado, en el lado de la
frontera, al grupo carrancista que se vio obligado a huir, lo
mismo que a todos los que en la década anterior habían sido
derrotados y que en su carácter de exiliados habían ido a
parar al sur del vecino del norte. 15
En el ámbito interno, el presidente también logró saber
qué pasaba con cada gobernador, cacique local, caudillo re-
gional, jefe de operaciones militares, etc., comenzando con
el mismo Francisco Villa, quien era vigilado por el goberna-
dor de Chihuahua, general Ignacio C. Enríquez, el general
Eugenio Marrínez, jefe de operaciones militares de la zona,
los vecinos de la hacienda de Villa en Canutillo, los militares
de menor jerarquía y el informante de Calles, Luis L. León.
Sin embargo, ello no quiere decir que Obregón confiara
en todo lo que se le remitía y que actuara en consecuencia.
Al contrario, por lo general enviaba agentes confidenciales al
lugar de la queja, el conflicto o la denuncia, para que verifi-

15 Obregón calificaba a este grupo de exiliados como "andariegos inter-

nacionales y trotamundos'', y constantemente los tuvo bajo observación:


"Su conocimiento sobre los preparativos militares secretos y las respuestas
del exilio a las solicitudes de armas ayudaron a incrementar su vigilancia'',
ibid., p. 227. Los resultados más exitosos, producto de esa estrecha vigilan-
cia y de la infllcración que alcanzaron los agentes obregonistas, fueron las
muertes del general Lucio Blanco y, sobre todo, del general Francisco Mur-
guía, en cuya persecución y aniquilamiento hasta el mismo Villa y sus in-
formantes contribuyeron en el segundo semestre de 1922.
230 GEORGETTE JOSÉ

caran los hechos y a su vez le informaran directamente o a


través de Torreblanca lo que en verdad había ocurrido. 16
Es a partir de la gran acumulación de datos recabados
por Obregón -al observar la historia particular de cada es-
tado, de cada región y las actividades de cada uno de los jefes
militares, de los gobernadores, de los líderes de los partidos
políticos, de los campesinos, de los obreros, así como de los
sectores que se sentían afectados por la aplicación o no de
los artículos 27 y 123 constitucionales-, que habría que
ubicar la amenaza de estallido de una gran rebelión desde la
llegada de Obregón a la presidencia, cuando lenta, pero de
manera inexorable, comenzó a gestarse una oposición, en
principio velada, disimulada y subterránea, y después abier-
ta y violenta, contra su régimen de parte de aquellos princi-
pales, civiles o militares, que le brindaron su apoyo o se alia-
ron a él para llegar al poder.
Y de la misma manera que Obregón tuvo conocimiento
de esta información, también supo de todos los preparati-
vos militares y de las alianzas que fueron fraguándose con-
forme avanzaba el año de 1923. Lo que marcó que estas
acciones se volvieran un secreto a voces para el resto de la

16 Por citar algunos ejemplos, uno de los agentes más importantes y

amigo muy cercano de Obregón fue Roberto Pesqueira, quien aparte de


vigilar a los exiliados en Estados Unidos también fue comisionado para
investigar lo que realmente había acontecido en las elecciones para gober-
nador de San Luis Potosí en agosto de 1923. En Nuevo León, junto con la
labor que realizaba el jefe de operaciones militares, general Joaquín Amaro,
y sus agentes, se envió a Manuel Pérez Treviño, y en el caso de Veracruz,
Calles envió a Maximino Ávila Camacho, AGN-ROC, exp. 104-P-106.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 231

población fue el arranque de la campaña presidencial, en la


que los principales contendientes, por medio de los discur-
sos, la propaganda y la prensa partidaria, hablaban de la
inminencia de una rebelión, ya fuera, se decía, para evitar la
imposición de Calles o para defender la llamada democracia
obregonista.
Sin embargo, antes del levantamiento de Rómulo Figue-
roa en Guerrero a finales de noviembre -del cual hablare-
mos más adelante- y de la declaratoria formal del estallido
de la rebelión en Veracruz, hubo otros movimientos meno-
res que, a pesar de que en su momento no lograron los fines
perseguidos, sí llegaron a conocimiento de la opinión públi-
ca. El 20 de noviembre, en la capital del país, el general Ar-
nulfo R. Gómez, jefe de operaciones del valle de México,
anunció el descubrimiento de un levantamiento militar por
parte de la 1ª Reserva del ejército y de oficiales desertores del
Colegio Militar encabezados por el coronel delahuertista
Mauricio Rodríguez. Asimismo, en agosto anterior, Calles
había informado al presidente:

Creo conveniente hacer de tu conocimiento que por conductos


que considero serios, he sabido que en cañón de Juchipila, que
se encuentra en los límites de Zacatecas y Jalisco [wna de do-
minio de Enrique Estrada], se ha estado haciendo alguna con-
centración de elementos de guerra y con los informes que ten-
gas tú sobre el particular, tú podrás darte cuenta de los fines
que se persiguen, esto agregado a informes que he tenido sobre
invitaciones que se han hecho a algunos jefes, viene a demostrar
que se está haciendo una preparación con toda forma para re-
232 GEORGETIE JOSÉ

helarse en el momento en que lo consideren oportuno. Tú le


darás a esta información el valor que en tu concepto tenga. 17

Al igual que aconteció con los diputados del PNC pro de-
lahuertistas, Obregón no ejerció ninguna acción pública
para detener esos preparativos. Pero a diferencia de su des-
precio no expresado públicamente por los partidos políticos
en general, él estaba plenamente consciente de la fuerza que
sí tenían algunos de sus ex compañeros de lucha dentro del
ejército; por lo mismo, continuó con su "vigilante espera",
con el reforzamiento de los mandos leales y con constantes
llamados a la no injerencia de la milicia en asuntos de carác-
ter político. 18
Cuando el 23 de septiembre se hizo pública la renuncia
de Adolfo de la Huerta a la Secretaría de Hacienda, Obre-
gón consideró que ese hecho marcaba el inicio abierto de la
campaña presidencial y envió una extensa y sentida circular
a los dirigentes de la administración civil y a los del ejército,
sin distinción de jerarquías, en la que comenzó por apelar al
patriotismo y a la lealtad de sus remitentes para que colabo-

17 Plutarco Elías Calles a Álvaro Obregón, Soledad de la Mota a Méxi-

co, 6 de agosto de 1923, en Carlos Macías (imr., selección y notas), Plutar-


co Elías Calles. Correspondencia personal 1919-1945, México, Gobierno del
Estado de Sonora/Instituto Sonorense de Cultura/Fideicomiso Archivos
Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, 1991, pp. 83-84.
18 En septiembre supo que el grupo de exiliados en Estados Unidos

había enviado armas, municiones y algunos aeroplanos, camuflados como


"muebles", al general Manuel Peláez, quien se encontraba en Texas. George
Hansis Randa!!, op. cit., p. 227.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 233

raran libremente en el ejercicio democrático, sin hacer uso


del cargo que desempeñaban a favor de nadie, y se abstuvie-
ran de participar en la recolección de fondos. Él deseaba que
las elecciones fueran libres y que no se desvirtuaran, para de
esta manera realizar su "más caro anhelo, la transmisión pa-
cífica del poder". El ejército tenía un noble papel que des-
empeñar en el acto trascendental a que se venía refiriendo, y
"el suscrito espera que todas sus partes integrantes cumplan
celosamente con ese deber".
Como las palabras no podían detener las ambiciones, los
preparativos y la oposición que se venían gestando dentro
del ejército y fuera de él, la Secretaría de Guerra y Marina
ordenó varios cambios en las jefaturas de operaciones mili-
tares con el argumento de que algunos jefes habían perma-
necido demasiado tiempo en determinado lugar y habían
desarrollado lazos de amistad con políticos y autoridades lo-
cales, por lo que podía correrse el riesgo de que procedieran
parcialmente en la lucha cívica que se avecinaba. 19
Obregón se ausentó del candente escenario político que
se vivía en la capital del país y fue a instalarse a El Fuerte,
junto al lago de Chapala, Jalisco, o en Celaya, Guanajuato.
Frente a las urgentes demandas de los diferentes actores po-

19 En estos primeros cambios estuvieron el jefe de operaciones de Du-

rango, general Juan Torres, quien "solicitó licencia por enfermedad"; su


lugar fue ocupado por el general Alejandro Mange, que desempeñaba el
mismo cargo en Yucatán; el general Luis T. Mireles pasó de Nayarit a Yuca-
tán; el general Anacleto López fue transferido de Tabasco a Yucatán, y el
general Anatolio E. Ortega, que sustituía temporalmente a Torres en Du-
rango, fue mandado a Tabasco. !bid., 27 de septiembre de 1923.
234 GEORGETTE JOSÉ

líticos, económicos y sociales que reclamaban una respuesta,


una toma de posición o una resolución inmediata por parte
del presidente, durante esos meses frecuentemente se discul-
pó la tardanza para adoptar alguna medida o para enviar una
contestación con la explicación de que Obregón se encon-
traba enfermo.
Por información celosamente resguardada, 20 ahora sabe-
mos que en febrero de 1925, ya retirado del poder y dedica-
do a la atención de sus propiedades agrícolas, Obregón su-
frió un ataque al corazón del cual se recuperó en poco
tiempo, pero precisamente por su reclusión en El Fuerte
meses antes del estallido de la rebelión delahuertista y por el
evidente envejecimiento que en pocos años sufrió el caudi-
llo, señalamos que el ataque de 1925 no fue el primero, sino
que hubo otro antes, a finales de septiembre de 1923. 21

20 La información salió a relucir en el trabajo de Paulina Latapí, "Catá-

logo y ensayo de la Testamentaría de Álvaro Obregón'', México, Facultad de


Filosofía y Letras, tesis de licenciatura en Historia, 1988. También por esta
razón, en su último informe de gobierno en 1924, Obregón sólo expuso el
mensaje político y los integrantes de su gabinete, el de los ramos a su cargo.
En abono a esta información, es pertinente mencionar el hecho extraordi-
nario de que por primera vez, en un informe presidencial, el titular en
turno no leyó las partes medulares del mismo, sino exclusivamente la decla-
ratoria de apertura de sesiones del Congreso y la parte final de dicho infor-
me, último mensaje político de Obregón como presidente. Cada secretario
de Estado leyó lo correspondiente a su secretaría.
21 El Demócrata, 20 de noviembre de 1923. En 1947, Juan de Dios

Robledo, al escribir sobre la carrera militar de Obregón, narró al paso: "Su


última campaña fué [sic] contra la rebelión Delahuertista a fines del año de
1923 y principios de 1924, cuando ocupaba la presidencia de la República.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 235

Conforme a las evidencias que aparecieron en la prensa


respecto a un nuevo levantamiento militar, a mediados de
octubre se publicó que en Guadalajara, señorío del general
Enrique Estrada, se había descubierto un complot para ma-
tar a varios militares, el cual había sido fraguado por los re-
gimientos 7° y 37º, y el 8º batallón, encabezados por los
coroneles Petronio Flores (del 37º), Alberto Zuno (hermano
del gobernador), Cipriano Anzaldo (del 8º), Luis Velasco,
subjefe de la Escuela Práctico-Militar, y José Salgado, ins-
tructor de la misma. En la acción también estaban implica-
das las guarniciones de Ojuelas, Teocaltiche, Lagos de Mo-
reno, Encarnación de Zacatecas y Aguascalientes. Todo
había sido descubierto por un detective privado enviado ex
profeso para vigilar a los militares de aquella zona. 22
Otro intento por contener lo que amenazaba con estallar
más temprano que tarde provino de la Secretaría de Gober-
nación, al enviar una circular a todos los gobernadores para
que sugirieran la forma de evitar desórdenes en la lucha elec-
toral, en virtud de que desde el centro no podían dictarse las
mismas disposiciones para todos por las características par-
ticulares de cada lugar. Asimismo, la secretaría informaba
que ya dos gobernadores, sin decir quiénes, habían sugerido
la firma de un pacto de honor por medio del cual los Ejecu-

Quiso salir a la lucha inmediatamente, y uno de sus médicos le manifestó


que, como tenla un principio de afección cardíaca, consideraba que podían
causarle daño las emociones de la campaña'. Juan de Dios Robledo et al.,
Obregón. Aspectos de su vida, México, Editorial Cvltvra, 1935, p. 49. Las
cursivas son mías.
22 El Demócrata, 13 de octubre de 1923.
236 GEORGETTE JOSÉ

tivos estatales se comprometerían a asumir una posición neu-


tral y una "actitud democrática''. 23
La respuesta de "algunos gobernadores", por demás irrea-
lizable, fue sugerir a Gobernación lo siguiente: 1] Acabar
con la violencia que impediría que los votantes acudieran a
depositar su voto, como si aquella pudiera detenerse median-
te la expedición de un decreto. 2] Retirar el permiso para
que los civiles portaran armas hasta que el Congreso nacio-
nal declarara quién había obtenido el triunfo. Para lograrlo
debían dictarse medidas enérgicas contra el que se opusiera
a esta medida y ordenar cateos en casas consideradas sospe-
chosas, medida que, de haberse adoptado, hubiera significa-
do, en el México de aquellos años, el desarme de práctica-
mente todo el país. 3] Había que prohibir las manifestaciones,
y obligar a que la propaganda política sólo se hiciera me-
diante artículos periodísticos o "avisos volantes", con lo que,
a contrapelo de la Constitución y de la ley electoral vigente,
se proponía dar carta de naturalización a que sólo 20% de la
población alfabeta decidiera por el 80% restante, los analfa-
betos. 4] Todos los gobernadores debían dirigir una excitati-
va a los candidatos y a sus oradores, solicitándoles (claro, de
la manera más atenta) que en sus discursos no fueran violen-
tos ni excitaran a sus partidarios al uso de la violencia. Por
último, los suscritos esperaban que los demás gobernadores
enviaran sus sugerencias para definir en conjunto el camino
por seguir. 24

23 !bid., 2 de noviembre de 1923.


24 !bid., 8 de noviembre de 1923.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 237

Mientras algunos gobernadores perdían aparentemente su


tiempo en elaborar más sugerencias, el rumor de otro levanta-
miento, pero ahora en Ciudad Juárez, Chihuahua, se esparció
por la prensa. Se dijo que en El Paso, Texas, se encontraban los
generales José Ma. Maytorena, Lárraga y Juárez, quienes al
frente de una llamada "Junta Nacional Revolucionaria" ha-
bían nombrado jefes de operaciones a los generales Nicolás
Rodríguez en Chihuahua, Esteban Cantú en Baja California
y Manuel Peláez en la Huasteca. Por su lado, el jefe de la guar-
nición de Tampico declaró que era falso que Bernabé y Mau-
rilio Rodríguez (otra vez) se hubieran levantado al grito de
"¡Viva De la Huerta y López de Lara!". Todo era producto del
sensacionalismo de los reporteros. Sin embargo, la prensa en
El Paso insistió en que se preparaba un levantamiento y agregó
los nombres del ex cónsul carrancista Andrés G. García y del
general Irineo Villarreal como cabezas de la Junta Nacional
Revolucionaria. Ante las evidencias, el jefe de la guarnición en
Ciudad Juárez, coronel Ramón López, tuvo que reconocer
que, efectivamente, existía ese movimiento, pero que la prensa
estadounidense era muy alarmista y sólo buscaba que sus con-
ciudadanos no pasaran a las casas de juego mexicanas. 25

Los rebeldes

Hasta ahora se ha dicho que el primer brote que desembo-


caría días más tarde en el estallido global de la rebelión fue

25 !bid., 11 de noviembre de 1923.


238 GEORGETTE JOSÉ

el encabezado por el jefe de operaciones militares en Gue-


rrero, general Rómulo Figueroa, el 30 de noviembre de
1923. No obstante, en este punto también es necesario
entrar al terreno de las precisiones. Es cierto que Figueroa
se levantó en armas en la fecha y lugar indicados, pero
cuando lo hiw no enarboló la bandera delahuertista o an-
tiimposicionista, sino que ello fue el clímax al que llegó su
disputa con el gobernador de Guerrero, Rodolfo Neri, y
cuyo origen se remonta a 1921, cuando este último asu-
mió la gubernatura con el apoyo de Obregón: "El resulta-
do de esta elección fue una profunda hostilidad entre la
jerarquía militar y la civil en Guerrero, que resultó ser un
factor clave en la génesis de la rebelión delahuertista en el
estado". 26
Un "factor clave" al inicio del movimiento de Figueroa,
pero no el principal, la pugna Neri-Figueroa, trascendió los
límites estatales y, ante las constantes quejas recibidas en la
presidencia de la República debido a los atropellos cometi-
dos por el jefe de operaciones militares guerrerense, Obre-
gón ordenó su cambio al estado de Hidalgo. Esto dio pie
para que Figueroa comenzara su levantamiento con el argu-
mento de que los pueblos de Guerrero habían decidido que
él encabezara el derrocamiento del gobierno nerista. El pre-
sidente aconsejó a Figueroa que reconsiderara su actitud, a
lo cual éste se negó, por lo que el Ejecutivo federal envió al
general Francisco Urbalejo para combatirlo.

26 IanJacobs, "Rancheros de Guerrero", en David Brading (comp.), Cau-

dillos y campesinos de la Revolución mexicana, México, FCE, 1985, p. 122.


LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 239

El apoyo masivo con el que Figueroa creyó que contaría


no fue tal, y para el 6 de diciembre había accedido a nego-
ciar su rendición con los representantes enviados por el go-
bierno federal; sin embargo, cuando al día siguiente se de-
claró públicamente que la rebelión delahuertista había
iniciado contra los intentos de imposición que pretendía
realizar Obregón, Figueroa volvió a ver la luz, no se rindió y
decidió unirse a los levantados en armas.
Los diferentes autores que han abordado el estudio de la
historia del ejército en estos años, o el de la rebelión de-
lahuertista en específico, ofrecen diferentes cifras sobre el
número de militares de todos los rangos involucrados en la
rebelión; nosotros preferimos atenernos a las cifras oficiales
brindadas por el secretario de Guerra y Marina, general
Francisco R. Serrano, quien apuntó que el

efectivo del Ejército el 1º de diciembre de 1923, era de 508


generales, 2 758 jefes, 8 583 oficiales y 59 030 individuos de
tropa[ ... ] defeccionaron en diciembre último: 102 generales,
573 jefes, 2 417 oficiales y 23 224 individuos de tropa bien
pertrechados, correspondiendo estos contingentes a 18 bata-
llones de línea completos y varias fracciones también del arma
de Infantería, 28 regimientos completos de caballería, más
algunas fracciones de la misma arma, 2 batallones de Infante-
ría de Marina y algunos otros elementos de esta arma y de
aviación. 27

27 Francisco R. Serrano, op. cit., p. 621.


240 GEORGETTE JOSÉ

Es decir que junto con De la Huerta se sublevó 31.12%,


del ejército nacional (21.25% de los generales de división,
brigada y brigadier; 22.22% de los jefes; 28.32% de los ofi-
ciales y 39.34% de la tropa), encabezados por los militares ya
mencionados y por los cooperatistas y civiles delahuertistas. 28
El 7 de diciembre, ya en el puerto de Veracruz, De la Huerta
emitió un "Manifiesto revolucionario" para explicar a la na-
ción las razones que lo habían llevado a levantarse en armas y
las metas de su movimiento, del que asumía la jefatura máxi-
ma. De las primeras, arguyó las consabidas quejas contra el
sistema electoral vigente y las intromisiones del presidente
Obregón en los poderes Legislativo y Judicial, así como en la
vida interna de los estados al violar su soberanía, como en los
casos de Michoacán, Zacatecas, Veracruz, Nuevo León, San
Luis Potosí y Coahuila, pero, sobre todo, su deseo de impo-
ner como su sucesor, a cualquier precio, al general Calles.
De las segundas, los objetivos del movimiento eran sie-
te: l] respetar la vida de los mexicanos y de los extranjeros;
2] la reglamentación inmediata del artículo 123 constitucio-
nal que fijara equitativamente los derechos y las obligacio-
nes de los obreros y los patrones; 3] la expropiación e in-
demnización de tierras con base en la justicia para pequeños
y grandes propietarios, a partir de los montos establecidos
por la "Oficina Federal de Impuestos"; 4] acatar la invio-
labilidad del voto "electoral"; 5] abolir la pena de muerte;

28 Jorge Alberto Lozoya, op. cit., menciona que con De la Huerta se

sublevaron "dos tercios del ejército", lo que aun con las mismas cifras que
él consigna resulta equivocado o falso, p. 53.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 241

6] otorgar el voto a la mujer en elecciones municipales, y


7] profundizar "el movimiento de educación públicá'. 29
Después de que De la Huerta proclamó su plan, proce-
dió inmediatamente a la organización de su gobierno, tra-
tando de ajustarse, en la medida de lo posible, a los ordena-
mientos legales. Sin embargo, muy pronto se enfrentó a la
indisciplina de sus seguidores, ya que todos querían mandar
y nadie obedecer. Los estados en los que se verificó de ma-
nera más denodada la rebelión fueron Veracruz, Puebla, Ja-
lisco, Campeche, Tabasco, Yucatán y, en menor medida, Ta-
maulipas.

Relación estatal de la rebelión delahuertista


Estado Gobernadores Jefe(s) tk los sublevados
Aguascalientes Rafael Arellano Cor. Ramón Benjamín
Arnaiz
Otro. Norte de Baja
California Gral. Abelardo L. Rodríguez
Campeche Angel Castillo Valle Tte. Cor. José Ma. Vallejos
Coahuila Carlos Garza Gral. Francisco Coss
Colima Dr. Gerardo Hunado Suárez Gral. lsaías Castro
Chiapas Gral. Tiburcio Fernández Dip. Leocadio Velasco
Ruiz
Chihuahua Gral. Ignacio C. Enríquez Grales. Manuel
Chao e Hipólito Villa
Distrito Federal
O u rango Gral. J. Agustín Castro Gral. Miguel V. Laveaga
y Manín Triana
Guerrero Lic. Rodolfo Neri Gral. Rómulo Figueroa

29 El Universal, 10 de diciembre de 1923. El análisis detallado dd ma-


nifiesto puede verse en Georgette José, La campaña presidencial de 1923-
1924 en México, op. cit.
242 GEORGETTE JOSÉ

Estado Gobernadores Jefe(s) de los sublevados


Hidalgo Jesús S. Soto Cor. Miguel Ulloa
(interino)
y Cosme Aguilar
Jalisco JoséG. Zuno Gral. Enrique Estrada
México, &lo. de Gral. Abundio Gómez Cor. José Alva Reza
y Gral. Jesús Solís
Michoacán Sidronio Sánchez Pineda Gral. J. Rentería Luviano
Morelos Dr. José G. Parres Gral. José Cruz
Nayarit Pascual Villanueva Tte. Cor. Vargas
Nuevo León Gral. Porfirio G. González Tte. Cor. Jesús Tteviño
Ayala y Roque Leal G.
Oaxaca Gral. Manuel García Vigil Grales. Manuel García
Vigil y Fonunato
Maycone
Puebla Gral. Froylán C. Manjarrez Grales. Froylán C.
Manjarrez y Antonio l.
Villarreal
Quintana Roo Cor. Librado Abitia Mayor Atanasio Rojas
(Territorio)
Querétaro Gral. Francisco Ramírez Luque
Gral. Francisco Luque
Peña (interino) Gral. Joaquín de la Ramírez
San Luis Potosí Rafael Nieto
Lorenzo Nieto (sustituto)
Sonora Alejo Bay
Sinaloa Gral. Ángel Flores
Tabasco Tómas Garrido Canabal Grales. Alberto Pineda,
Cándido Aguilar,
Lozano Viviano y
Carlos Green
Adolfo de la Huerta
Tamaulipas Gral. César López•de Lara Gral. César López Lara
Candelario Garza
(provisional)
Tlaxcala Rafael Apango Gral. Manuel Loyo
Veracruz Cor. Adalberto Tejeda Grales. Guadalupe
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 243

Gobernadores fefo{s) de los sublevados


Tejeda Sánchez,
Gabriel Carvallo
Adolfo de la Huerta
Yucatán Felipe Carrillo Puerro Cap. José Puerto
Cortes y Gral. Ricardo
Ricardo Broca
Zacatecas Dr. Donato Moreno Gral. Alfredo G. García,
Mayor Dagoberto Frías

En el desarrollo de la rebelión fueron importantes tanto


los triunfos o los fracasos en el terreno militar como el apo-
yo y los recursos que cada uno de los bandos en pugna logró
obtener dentro del país, en Estados Unidos, 30 en Europa o
en Cuba. En el primer aspecto, la desventaja numérica de las
fuerzas obregonistas frente a la preponderancia militar de los
delahuertistas rápidamente se vio equilibrada y superada,
gracias a que Obregón consiguió la compra de armas, avio-
nes y pertrechos, que autorizó el gobierno estadounidense, y
a que la misma actitud fue asumida por los gobiernos de
Francia, Alemania, España y Cuba, países en donde los lla-
mados cónsules delahuertistas fracasaron rotundamente en
sus intentos por conseguirlas.
30 Los dos grupos "intentaron conseguir armas y municiones de los Es-

tados Unidos. Ramón Ross, el de las conferencias de Bucareli, pasó alrede-


dor de dos semanas en Washington, donde, como consecuencia del recien-
te reconocimiento del gobierno de Obregón por parte de Estados Unidos,
tenía todas las ventajas. Las promesas de ayuda moral y material con que
regresó a México fueron ampliamente cumplidas, excepto que los navíos
solicitados por el gobierno de Obregón, que no tenía armada, no fueron
suministrados", John F. Dulles, Ayer en México: una crónica de la Revolución
1919-1936, México, FCE, 1977, p. 209.
244 GEORGETTE JOSÉ

En principio, Obregón solicitó al Congreso de la Unión


facultades extraordinarias en los ramos de Hacienda y Gue-
rra. En seguida se abocó a dirigir las operaciones contra el
general Enrique Estrada en el oeste y dispuso que el general
Eugenio Martínez se dirigiera a Veracruz, el general Calles a
Monterrey y San Luis Potosí, 31 y Juan Andreu Almazán a
Puebla. En los primeros días los levantados alcanzaron algu-
nos éxitos, pero para el 22 de diciembre Juan Andreu Alma-
zán y Eugenio Martínez lograron recuperar Puebla y se diri-
gieron a Guadalajara para reforzar al general Joaquín Amaro.
La CROM y los partidos Laborista y Nacional Agrarista32
procedieron de inmediato a organizar cuerpos de obreros y
campesinos con el fin de defender el gobierno constituido,
y solicitaron el apoyo de los obreros estadounidenses afilia-
dos a la Federación Americana del Trabajo. 33
En enero de 1924, la situación se inclinaba cada vez más
a favor de las fuerzas leales al gobierno. Sin embargo, el día
3 de ese mes fue asesinado en Yucatán el gobernador y pre-

31 Calles suspendió su gira electoral y la Secretaría de Guerra autorizó su

reingreso al servicio militar activo. El Demócrata, 22 de diciembre de 1923.


32 "El General Calles formó nuevos contingentes armados, que, des-

pués de recibir instrucción militar, fueron enviados a los campos de com-


bate, elevándose el número de esas improvisadas corporaciones a cinco mil
hombres", Luis Monroy Durán, op. cit., p. 108.
33 El Partido Nacional Agrarista formó un "Departamento de Acción

Militar" y, según un autor, contribuyó con 1O mil campesinos armados


para sofocar la rebelión; José Rivera Castro, op. cit., p. 52. Por su parte, la
CROM creó un "Comité Organizador Revolucionario" con el objetivo de
realizar propaganda a favor de la militarización de los obreros. El Demócra-
ta, 14 de diciembre de 1923.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 245

sidente del Partido Socialista del Sureste, Felipe Carrillo


Puerto, junto con otras personas, entre ellas varios de sus
hermanos, lo que ocasionó un sinnúmero de protestas en el
país encabezadas por la CROM, que amenazó con hacer uso
de la acción directa contra los enemigos del proletariado: los
delahuertistas y los cooperatistas. 34
El 29 de ese mes se trabó la batalla decisiva que marcó el
declinar de los levantados en la estación de Esperanza, situada
en los límites entre Puebla y Veracruz, en la que salieron ven-
cedoras las fuerzas federales. De ahí en adelante los delahuer-
tistas fueron derrotados en todas las batallas. Cayó Córdoba
y después Orizaba, y poco después el puerto de Veracruz, de
donde el 5 de febrero De la Huerta salió huyendo rumbo al
puerto de Frontera, Tabasco, para después embarcarse hacia
La Habana, Cuba, con destino a Estados Unidos. 35 Durante
los siguientes meses, desde allí trató de reorganizar el movi-
miento para reingresar al país por Sonora, pero sus intentos
padecieron de los mismos errores que su aventura en territo-
rio mexicano por lo que, evidentemente, volvió a fracasar.
El 14 de febrero de 1924, el secretario de Guerra, Fran-
cisco R. Serrano, declaró que la rebelión ya había sido domi-
nada, aunque fue hasta fines de año cuando se aniquiló a los
últimos cabecillas del movimiento.

34 /bid., 16 de enero de 1924.


35 "El presidente elecro de Cuba, amigo de De la Huerta, arregló con
un acaudalado médico de Key West, Florida, que De la Huena entre a Key
West disfrazado; el jefe rebelde pasaría por otro, cuyo pasaporte se pudo
conseguir para el efecto", John F. Dulles, op. cit., p. 237.
246 GEORGETTE JOSÉ

La respuesta desde la ciudad de México

La campaña a favor o en contra de la sublevación no se


constriñó al aspecto militar, también contuvo estrategias de
propaganda político-ideológicas y económicas, que se im-
pulsaron dentro y fuera del país. En este trabajo sólo nos
abocaremos a las que se desarrollaron en y desde la ciudad
de México, como veremos enseguida.
Las noticias sobre el estallido de un levantamiento arma-
do se dieron a conocer por la prensa nacional poco a poco;
en los primeros días todo era confusión, pues no se sabía
exactamente qué era lo que estaba ocurriendo; como el ser-
vicio de telégrafos y de trenes a Veracruz se encontraba inte-
rrumpido, parecía que el jefe de operaciones militares en ese
estado, Guadalupe Sánchez, se había levantado en armas en
apoyo a De la Huerta.
Los delahuertistas que decidieron permanecer en la ciu-
dad de México, a pesar de la cacería de brujas que el general
Arnulfo R. Gómez y el líder laborista Luis N. Morones des-
ataron en su contra, 36 buscaron dar la apariencia de que las
cosas seguían su ritmo normal; sus oficinas continuaron fun-
cionando y el diputado cooperatista Francisco Ollivier decla-
ró que su única preocupación era reunir el quórum suficien-
te en la Cámara de Diputados para elegir la mesa directiva
del mes de diciembre, pues, según él, únicamente diez dipu-
tados se habían trasladado a Veracruz. Sin embargo, a pesar
de la imagen que pretendieron brindar, la desbandada del

36 !bid., p. 205.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 247

bloque cooperatista fue cada vez más evidente y apremiante,


pues para ese entonces los callistas ya contaban con 136 di-
putados entre sus fllas. 37
Para finales de diciembre, y desde la ciudad de México,
cobraron mucha fuerza las presiones que buscaban que Ca-
lles y De la Huerta fueran eliminados de la contienda polí-
tica, y que Obregón aceptara negociar un armisticio con su
respectiva amnistía. El movimiento "pro paz" que había ini-
ciado una semana después del levantamiento comenzó en la
capital del país con varias cabezas y diversas intenciones.
Para empezar, los de la Liga Política Nacional, brazo po-
lítico del Sindicato Nacional de Agricultores -de terrate-
nientes-, que habían brindado su apoyo a la candidatura
presidencial del general Ángel Flores, gobernador de Sina-
loa, lo aprovecharon para, a trasmano, promover un impor-
tante movimiento que contó entre sus apoyos con algunos
senadores delahuertistas, 38 algunos católicos, con industria-
les y comerciantes, y que culminó con la formación en la
ciudad de México, en plena rebelión, de la Liga Nacional de
la Paz, de marcados tintes católicos y conservadores. 39
A continuación, y directamente enfocado en cuestionar
la legalidad y la postura del gobierno obregonista frente a la
campaña presidencial, los candidatos y la rebelión, y con la

37 El Demócrata, 7 de diciembre de 1923.


38 Los senadores delahuertistas fueron Alejandro Hernández Ugarte,
Vito Alessio Robles, Atanasio (o Anastasio) Carrillo, José A. Septién, Mu-
ñoz y López, Francisco Trejo, el diputado y general Adolfo M. Azueta y
"diez senadores más".
39 !bid., 11 de enero de 1924.
248 GEORGETTE JOSÉ

intención velada de favorecer o de alguna manera conceder


parcialmente la razón a los levantados, el senador por Aguas-
calientes, Alejandro Martínez Ugarte, propuso la aproba-
ción de la siguiente iniciativa pro paz:
1] Que Obregón jurara que no intervendría en la cam-
paña y que se comprometía a dar absolutas garantías a to-
dos los candidatos. 2] Que mientras los rebeldes se retira-
ban, los federales sólo estuvieran a la defensiva. 3] Que se
decretara un amplio y completo armisticio, con la prome-
sa de deponer las armas. 4] Que De la Huerta viera que el
pueblo quería la paz, y por patriotismo depusiera las armas
después del juramento del presidente. 5] Que las hostilida-
des cesaran mientras se llegaba a un acuerdo. 6] Que el Eje-
cutivo otorgara la total amnistía. Martínez Ugarte planteaba
todo lo anterior porque estaba seguro de que el movimiento
delahuertista fracasaría, ya que no contaba con el apoyo de
Estados Unidos.
Por consiguiente, el senador también sugería que: 1º La
prensa designara cuál periódico patrocinaría su iniciativa.
2º Cuáles periódicos y qué personas serían las indicadas para
encontrar el mejor camino para la paz; esto sería expuesto
por el periódico elegido para que todas las sugerencias fue-
ran tomadas en cuenta. 3º La prensa haría la propaganda y
nombraría una comisión para que se entrevistaran con
Obregón y De la Huerta, con el fln de que ambos se com-
prometieran. 4º La comisión estaría integrada por dos ancia-
nos, dos jóvenes y dos niños de ambos sexos, provenientes
de "todas las clases", con excepción de los "políticos", los
militares y los elementos oficiales. 5º Los gastos que se gene-
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 249

raran serían cubiertos por pequeñas suscripciones. 6º El re-


sultado de la comisión sería dado a conocer por la prensa, y
si alguno de los entrevistados se negaba a aceptar, el pueblo
vería "de qué lado está la razón y la justicia'', y se inclinaría
a favor del que hubiera aceptado. 7° La prensa debía dirigir-
se a todos sin distinción para poder integrar la comisión.
A sabiendas de que sus propuestas, sobre todo la del ju-
ramento, significaban una afrenta para Obregón, Martínez
Ugarte insistió en que ellas no implicaban ofensa o descon-
fianza para con el presidente, sólo una garantía de que no
habría imposición, y que, por lo tanto, la rebelión no tenía
razón de ser. 40
Sin una respuesta pública por parte del presidente a estas
sugerencias, el 18 de enero de 1924 se inauguró la Conven-
ción Pro Paz, cuya iniciativa fue aplaudida por los sectores
antes mencionados, pues se argumentó que el apoyo dado a
Obregón por el presidente estadounidense Calvin Coolidge
implicaría, a la larga, una nueva invasión que habría que
evitar a toda costa.
Al mismo tiempo que se desarrollaba dicha convención,
diez senadores pacifistas, presididos por Vito Alessio Robles,
se reunieron para discutir otra iniciativa pro paz de los sena-
dores Anastasio Carrillo y Martínez Ugarte, que introdujo
algunas variantes importantes frente a la anterior.
En primer término, para justificar su intervención y sus
propuestas, los senadores reunidos consideraron que tanto
el gobierno como los rebeldes tenían los elementos suficien-

40 ldem.
250 GEORGETTE JOSÉ

tes para continuar su enfrentamiento por mucho tiempo;


que las clases sociales no involucradas en el conflicto eran las
directamente perjudicadas; que los intelectuales, el proleta-
riado, los propietarios y los industriales debían prestar su
ayuda para acabar con el problema, y que, como el verdade-
ro pueblo no se había sumado a los líderes gobiernistas ni a
los rebeldes, el Senado, en su representación, debía interve-
nir "amistosamente".
Asimismo, el senador Septién propuso lanzar una inicia-
tiva, apoyada por los dos bloques de senadores, en la que
solicitaran a Calles (por fin se habían acordado que también
él figuraba como candidato) y a De la Huerta que se retira-
ran. A cambio, ellos se comprometían a no apoyar a ningu-
no de los dos.
Debido a la buena disposición mostrada por algunos se-
nadores, la convención pacifista decidió declararse en sesión
permanente y nombrar una comisión que expusiera al resto
de los senadores su programa y la urgencia que había de que
lo aprobaran, con el argumento de que la guerra sólo acaba-
ría con el exterminio de uno de los dos bandos en conflicto.
En la reunión que tuvieron los representantes de la con-
vención con los senadores pacifistas se dijo que la iniciativa
había tenido tal resonancia que el día 21 habían sido visita-
dos por una comisión de industriales, comerciantes y obre-
ros. Además, era realmente encomiable la labor realizada por
la mujer en pro de la paz;41 y aunque no lograran el cese de

41 En la campaña proselitista que realizaron para lograr el mayor núme-


ro de asistentes, los organizadores de la Convención Pro Paz contaron con
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 251

las hostilidades, por lo menos sí conseguirían que hubiera


menos crueldad. Ambos grupos acordaron trabajar conjunta-
mente, lanzar un manifiesto y que el senador Martínez Ugar-
te asistiera como comisionado a las reuniones de la Liga. 42
Al día siguiente, Alessio Robles propuso que los senadores
pacifistas integraran una comisión con dos industriales, dos
comerciantes, dos maestros y dos ferrocarrileros, para que se
entrevistaran con Obregón con el fin de hacerle ver los males
de la guerra, que el pueblo quería la paz y que la comisión
propusiera cómo llegar a un arreglo. Conforme a los resulta-
dos que obtuvieran, después lo harían con De la Huerta.43
Con el propósito de reforzar su propaganda, la Liga Na-
cional de la Paz acordó integrar brigadas femeninas, con más
o menos 500 "señoras y señoritas", para recolectar fondos
entre el comercio, la banca y la industria, mismos que serían
depositados en la "Casa Zambrano". A la vez, se propuso lle-
var a cabo conciertos y veladas, y formar grupos de cinco "se-
ñoras y señoritas" que recorrerían toda la República en labor
proselitista pro paz.
En apoyo de la Liga, la Cámara de Comercio de Pachuca,
Hidalgo, envió a todas las cámaras de la República una ini-
ciativa más en la que señaló que, de acuerdo con la fracción
III del artículo 20 de sus estatutos, las cámaras tenían obli-

la ayuda de las Ligas Patrióticas Moralizadoras de la República y de la Gran


Sociedad Cooperatista de la Mujer; ibid., 21 de enero de 1924. La Unión
de Damas Católicas declaró que no participaría en la campaña pro paz por
prohibirlo sus estatutos; ibid., 15 de enero de 1924.
42 El Universal, 23 de enero de 1924.

43 El Demócrata, 24 de enero de 1924.


252 GEORGETTE JOSÉ

gación de promover y dirigir las gestiones del comercio, la


industria y la agricultura ante las autoridades competentes,
pero que por la guerra todos esos rubros se encontraban aba-
tidos. Por esa razón, la Cámara de Comercio de Pachuca rea-
lizaba gestiones para lograr el cese de las hostilidades y ofre-
ció influir en las cabezas revolucionarias para rogarles que
reconsideraran su actitud por el bien de la patria.
Invitaban a las otras cámaras del país a que presionaran a
la Confederación de Cámaras de Comercio de los Estados
Unidos Mexicanos para que asumiera un papel activo en pro
de la paz. Aunque esa confederación podría oponerse, con
base en sus estatutos y en la Ley Orgánica de las Cámaras de
Comercio Nacionales, que prohibían la injerencia en cues-
tiones políticas, conseguir el fin de la guerra no era un asunto
político, pues no apoyaban a ningún candidato y reconocían
al gobierno constituido, ya que "sin discutir sus cualidades;
pagan las contribuciones y acatan las leyes que de él ema-
nan". Únicamente intervenían para acabar con la lucha,
para que los comerciantes e industriales pudieran desarro-
llarse, en virtud de que la primera misión de las cámaras era
quitar los obstáculos que hubiera en la vida económica del
país, y "obstáculo muy grande es la situación anormal en
que nos hayamos".
Por último, la Cámara de Comercio de Pachuca conside-
ró que, efectivamente, se estaba a punto de perder la nacio-
nalidad, porque cada gota de sangre derramada era un re-
troceso moral, material y económico. Todas las cámaras del
país tenían la obligación de sembrar la semilla pro paz, pues
nunca antes se les había presentado esa oportunidad; si fra-
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 253

casaban, quedaría la satisfacción del deber cumplido; pero


si ganaban, "merecerán el bien de la Patria".
Al concluir las sesiones de su convención, la Liga Nacio-
nal de la Paz lanzó un manifiesto que buscó explicar las ra-
zones que habían llevado a la formación de esta agrupación.
Debido al estremecimiento de dolor que afectaba a todas las
esferas nacionales por el estallido de una nueva guerra civil,
se dirigían a todos los mexicanos, patética y solemnemente,
sin distinción de nacionalidad, sexo ni condiciones, para que
se unieran a la Liga con el fin de que se restableciera la paz y
no se perdiera jamás.
Invitaba a todos los mexicanos a adherirse a la Liga; a
sugerir los mecanismos prudentes y legales para alcanzar la
paz; a conquistar prosélitos para realizar una "Campaña Pro
Paz y Fraternidad Nacional"; a manifestar su adhesión a la
"causa santa'', a partir de signos visibles y significativos. Se
dirigía al presidente Obregón, a los secretarios de Estado, a
las autoridades civiles y militares, a los gobernadores, a los
municipios, a las cámaras, a los representantes diplomáticos
y consulares, "a la prensa nacional de quien dependía el cin-
cuenta por ciento del éxito de esta obra'' y a las agrupaciones
de todo tipo: agrícolas, industriales, literarias, religiosas, po-
líticas, de comercio, etcétera.
La Liga propuso un programa de acción cuyos puntos
más relevantes fueron:
1] No desconocer a las autoridades.
2] No señalar inocentes ni culpables, dejando para cuando
se restableciera la paz el estudio de las reformas legales, políti-
cas y sociales con el fin de que no se repitiera una nueva guerra.
254 GEORGETTE JOSÉ

3] No tenían fines ocultos, ni lazos con algún partido.


4] Si a pesar de los esfuerzos desplegados por la Liga no
se lograba la paz, pedía que los contrincantes:
a) Respetaran la vida de los adversarios vencidos y que
no fusilaran a los prisioneros de guerra.
b) Que por conducto de las Cruces Roja y Blanca se pac-
tara el canje de prisioneros, quienes a su ve:z. jurarían depo-
ner las armas.
e) Que se prohibiera bombardear poblaciones grandes o
pequeñas con elementos navales, terrestres o de aviación.
dJ Que no se hostilizara a los combatientes con gases as-
fixiantes, pues por la experiencia que ya se tenía con lo suce-
dido en la primera Guerra Mundial, el presidente Obregón
ya había prometido que no se haría y se esperaba una decla-
ración en el mismo sentido del campo contrario.
e) Que las ambulancias de las Cruces tuvieran todas las
facilidades para realizar sus actividades y que los hospitales
fueran considerados invulnerables y sagrados.
Como era de esperarse, a todas las propuestas y actividades
pro paz se opusieron los agraristas, los cromistas-laboristas,
los diputados y senadores callistas y, evidentemente, el mis-
mo Obregón. Para ellos, si el presidente accedía a las pro-
puestas pacifistas, sería calificado de torpe y débil, y su
honor saldría lesionado si se le demandaba jurar que no
intervendría en el proceso electoral. Además, en la inicia-
tiva de los llamados "senadores pacifistas", tácitamente se
acusaba al presidente de apoyar la imposición y de ello no
había ninguna prueba. Asimismo, era falso que el pueblo
no se hubiera inclinado a favor de un bando, pues nadie
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 255

podía sostener que el gobierno se hubiera vuelto partido


político.
Por su parte, motu proprio o por indicación del Ejecutivo
federal, Ramón P. Denegrí, subsecretario encargado del Despa-
cho de Agricultura, envió un mensaje al presidente de la Liga
en el que le decía que, para acabar con la lucha armada, lo
único necesario era apresurar la labor agraria con ayuda de los
hacendados, pues la paz no podría ser duradera mientras per-
sistiera una clase laboriosa y otra parasitaria; por lo mismo,
no creía en una paz fincada en la injusticia.
Según Denegrí, en México había dominado el imperio
de las farsas jurídica y social, y por eso el pueblo ya estaba
cansado de esa "tragicomedia''. Si en verdad ellos querían la
paz, debían unirse a los que estaban con el trabajador en
contra del patrón. Era la reacción la que se había levantado
en armas contra el pueblo y había provocado una "bacanal
de sangre" con la muerte de Carrillo Puerto. La "paz de com-
promiso" que planteaban era sólo para los farsantes, por lo
que se estaba con el gobierno o con los "criminales de la trai-
ción militar". Quienes eran revolucionarios "de corazón" no
querían una tregua que prolongara la contienda, y habría paz
cuando se ejercieran los derechos y las obligaciones, pues "la
paz que los de la Liga buscaban sólo prolongaría la servi-
dumbre y la esclavitud económica del trabajador". 44
Para el 5 de febrero se efectuó una manifestación pro paz
en la ciudad de México que concluyó en escándalo. La mar-

44 Toda la información sobre la Liga y las respuestas a su programa

proviene de El Universal, dd 23 al 29 de enero de 1924.


256 GEORGETTE JOSÉ

cha, que comenzó a las 9 de la mañana, partió del Hemici-


clo a Juárez rumbo al Zócalo y contó con una participación
de no más de 500 personas a cuya vanguardia iba un grupo
de niños. Los asistentes se manifestaron contra la guerra e
invitaron a los "burócratas" a que ya no cooperaran con la
"matanza" de mexicanos. Cuando lanzaban vítores al gene-
ral Obregón, algunos manifestantes echaron balazos y, aun-
que no hubo heridos, sí provocaron gran alarma entre los
demás concurrentes. Cabe hacer mención que esta manifes-
tación no contó con la participación obrera. 45
A pesar de que el 13 de enero anterior el primer magis-
trado había declarado desde Irapuato que la amnistía no
podía ser otorgada a los traidores, y que en dado caso sólo se
dispensaría a la tropa y no a los líderes de la rebelión, y aun-
que la labor de la Liga Nacional de la Paz no alcanzó mayor
repercusión entre la población de la ciudad de México ni
contó con gran asistencia a su congreso, los intentos de este
grupo pacifista continuaron, no obstante se supo que tenía
nexos con los exiliados políticos de San Antonio, Texas. Asi-
mismo, empresarios del norte del país nombraron a dos co-
misionados para que iniciaran una "cruzada pro paz". 46
Desde el 10 de enero en Torreón, a iniciativa de la Cámara
de La Laguna, se había celebrado una junta con los represen-

45 /bid., 6 de febrero de 1924.


46 El Demócrata, 12 de febrero de 1924. La prensa consignó la poca
asistencia a las sesiones del Congreso Pro Paz, aun cuando Carlos B. Zetina
les cedió de manera gratuita un local para instalar sus oficinas y 500 pesos;
un comerciante español donó 50 pesos más y un obrero ofreció donar 50
cepos de ma,dera para su colecta; ibid., 25 de enero de 1924.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 257

tantes de las cámaras de comercio de Chihuahua, Nuevo León


y la Comarca Lagunera; después realizaron otra el día 30 en
Monterrey; allí acordaron nombrar una comisión para que la
"gran obra de paz, de armonía'', de resurgimiento económico,
restablecimiento del crédito externo, florecimiento de la in-
dustria y del bienestar obrero no se truncara ante la "desunión
insensata, las ambiciones y los egoísmos criminales". Como
esperaban con estupor el desenlace, habían decidido tomar
parte en la "salvación colectiva'' y acabar con la criminal indi-
ferencia que amenazaba la prosperidad y el progreso.
En abierta crítica a la política obregonista, los empresarios
norteños condenaron su pasiva y vigilante espera, y justifica-
ron que su participación era sólo por patriotismo puro y no-
ble, ajena a las políticas de odios y a las "tendencias exclusi-
vistas de los partidos". Dado que sólo deseaban un porvenir
luminoso y próspero en paz, y por la alteza de sus propósitos,
esperaban la aprobación de Obregón a favor de "la paz orgá-
nica y el bienestar", resultado de la iniciativa y de los esfuer-
ws "sabiamente acoplados de todos los ciudadanos".47
El 16 de febrero, en Irapuato, Obregón aceptó recibir en
el tren presidencial a José Treviño, representante de la Cá-
mara Nacional de Comercio, Industria y Minería de Nuevo
León, y a Eduardo Orvañanos, de las cámaras de la Comar-
ca Lagunera y de Chihuahua, para hacerles saber que acep-
taría su ayuda siempre y cuando sólo estuviera constreñida a
apoyar el comercio y la industria. 48
47 !bid., 17 de febrero de 1924.
48 ldem. También los terratenientes norteños buscaron acercarse a Ca-
lles y al efecro celebraron con él una entrevista en Torreón para plantear la
258 GEORGETTE JOSÉ

El día 26, la prensa notificó que se había celebrado


otra Convención Pro Paz en la ciudad de Monterrey, Nue-
vo León, a la que habían asistido los representantes de las
cámaras de comercio de Guaymas, Veracruz, Hermosillo,
Córdoba, Parral, Toluca, Gómez Palacio, Puebla, Mazatlán,
Orizaba, Morelia, Tampico, Torreón, México, Guadalaja-
ra, Querétaro, lrapuato, San Luis Potosí, Aguascalientes,
Linares y Ciudad Victoria, y que de nueva cuenta se ha-
bían manifestado por la paz, por reformas a la ley electoral
vigente, por crear ligas regionales y una Liga Nacional de
Contribuyentes (debido al aumento decretado en el costo
de los fletes del ferrocarril). 49
A los dos días, ahora sí Obregón envió un mensaje públi-
co a los comerciantes que habían llevado a cabo la conven-
ción pacifista en Monterrey para indicarles que estaban
equivocando el camino. Por principio de cuentas, él no era
responsable del estallido de la sublevación, razón por la cual
consideraba indecoroso entrar en tratos con los infidentes.
Asimismo, no le pasaba desapercibido que las cámaras no
habían dado un solo paso para impedir el conflicto cuando
se anunciaba que él no llegaría siquiera a Tlaxcalantongo.
Obregón les aconsejaba que, antes de continuar con su
movimiento, debían analizar sobre quién recaían las responsa-
bilidades de la sublevación, y si encontraban que el culpable
era el gobierno, debían decirlo claramente. Por último, tampo-

necesidad de impulsar el desarrollo de la Comarca Lagunera. En esa reu-


nión, Calles ofreció brindarles rodas las garantías necesarias; ibid., 23 de
febrero de 1924.
49 /bid., 26 y 28 de febrero de 1924.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 259

co para el presidente había pasado inadvertido que las cámaras


no hubieran protestado por el asesinato de Carrillo Puerto.so

La respuesta económica

En la explicación de la rebelión delahuertista, un hecho que


hasta la fecha prácticamente no ha sido abordado es el que
se refiere a los caminos que siguieron los delahuertistas para
lograr el financiamiento de su movimiento. Ni en ese enton-
ces ni después ha quedado claro quiénes los apoyaron eco-
nómicamente desde antes de que iniciara, cuando estaba en
pleno apogeo y cuando sus principales directores estaban en
el exilio intentando reiniciarla.
Por referencias indirectas sabemos de la participación de
hacendados y de extranjeros, pero desconocemos quiénes y
cuántos fueron, y en qué wnas específicamente actuaron.si

so Jdem.
si En Matamoros, Tamaulipas, el gobierno ordenó que los europeos que
carecieran de casa en ese lugar fueran trasladados a otras regiones, por haber
cooperado en el contrabando de armas para los delahuertistas a través del río
Bravo. Asimismo, se informó que las secretarías de Gobernación y de Rela-
ciones Exteriores habían ordenado la expulsión de "muchos" extranjeros que
habían ayudado a Enrique Estrada y Guadalupe Sánchez con dinero y ele-
mentos, como el francés N. Pinzón, gerente de la Compañía Hidroeléctrica
de Guadalajara y Chapala, y varios españoles en Veracruz. Más adelante,
Obregón solicitó a Relaciones Exteriores que pidiera a los gobernadores que
levantaran informes "sin pasión", pero detallados y exactos sobre las activi-
dades políticas de los extranjeros a favor de la rebelión, para aplicarles el
artículo 33 constitucional; El Demócrata, 18, 21 y 28 de febrero de 1924.
260 GEORGETTE JOSÉ

Asimismo, no es posible saber si los militares con mando de


fuerzas se levantaron aprovechando sólo los recursos econó-
micos y materiales proporcionados por la Secretaría de Gue-
rra o si contribuyeron con su peculio personal. 52 Sabemos
que, desde antes de que se iniciara el levantamiento, en el
país se daba un importante tráfico clandestino de armas,
pero se desconoce de dónde salía el dinero para comprarlas
o quién lo proporcionaba. En las memorias de sus partici-
pantes, constantemente se habla de la asignación de sumas
considerables para la compra de armas o para las representa-
ciones consulares o diplomáticas de los rebeldes, pero sin
que se diga de dónde provenían éstas. Sabemos que en Vera-
cruz se cobró por anticipado el pago de impuestos, pero de
ninguna manera creemos que ello haya sido suficiente para
costear todo lo que la rebelión demandó.
Por el lado oficial, contamos con la información sobre el
costo total invertido para sofocarla y sobre la cantidad sustraí-
da por los rebeldes, pero se desconoce el gasto por región o por
estado, así como también el alcance particularizado por ramas
económicas. En ese entonces México no era sujeto de crédito
internacional, y por consiguiente los recursos sobre los que se
tuvo que echar mano necesariamente vinieron del interior.
La falta de cumplimiento de lo paetado en el convenio De
la Huerta-Lamont y el efecto de la rebelión en todos los órde-
nes de la vida nacional provocaron, en principio, una crisis fi-
nanciera que prácticamente absorbió todos los ingresos dispo-
52 Por ejemplo, Fortunato Maycotte, antes de levantarse, recibió de ma-

nos de Obregón 200 mil pesos, "con los cuales debía aplastar la revolución
en Oaxaca'', John F. Dulles, op. cit., p. 203.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 261

nibles, a la cual la administración obregonista procuró dar


solución por medio de la búsqueda de ingresos extraordinarios
con el fln de hacer frente a los gastos más inmediatos, como el
mantenimiento de las tropas o el pago de los sueldos atrasados.
¿De dónde provinieron esos recursos? Hasta la fecha, la
única explicación con la que contábamos era la oficial, que
menciona que en uso de las facultades extraordinarias otor-
gadas al Poder Ejecutivo federal en el ramo de Hacienda,
Alberto J. Pani pudo concluir satisfactoriamente las gestio-
nes ante la Huasteca Petroleum Co. y obtener 1O millones
de pesos, con 6 por ciento anual de interés amortizable en
12 mensualidades, de diciembre de 1923 a noviembre de
1924, como adelanto sobre impuestos del petróleo, más 8
millones de "diversos negocios en la ciudad de México", 53
asunto este último del que hablaremos más adelante.
En una primera relación que la Secretaría de Hacienda
envió a la Procuraduría General de la República, se consignó
que el costo total para sofocar la rebelión había sido de 40
millones de pesos para sostener las fuerzas, comprar armas,
cartuchos y otros materiales de guerra, "así como [en] la for-
mación de cuerpos voluntarios que han costado un buen
pico". También debía tomarse en cuenta el material rodante
destrozado, sobre todo en la región oriente del país, 54 pues

53 !bid., p. 210.
54 En un balance preliminar de enero de 1924, se notificó que las fuer-
ces pérdidas en las líneas de ferrocarriles de Veracruz, Guadalajara y Oriza-
ba habían ocasionado que los ingresos por el pago de la cransporcación de
carga bajaran 33%, porcentaje al que había que agregar los gastos extraor-
dinarios para la reparación de vías.
262 GEORGETTE JOSÉ

los sublevados procedieron con una especie de frenesí para aca-


bar con máquinas, carros, furgones y otra clase de equipo que
tuvieron a la mano [... ]
Con base en esta información, la Secretaría de Hacienda
solicitó a la Procuraduría que elaborara un balance que con-
templara las pérdidas sufridas y las sumas obtenidas por la in-
cautación de las propiedades de los rebeldes.
El espíritu del decreto del Ejecutivo en el que se ordenaban
las incautaciones no fue otro que resarcir al fisco en alguna
forma las fuertes cantidades que hubieron de pagarse, y nada
más justo que los mismos causantes de los daños contribuyeran
a cubrir el déficit que necesariamente se registró en el tesoro
público con grave daño del resto de la población [... ] las confis-
caciones con todo y ser numerosas no llegan a los cuarenta millones
de pesos. Ya se ha decomisado la mayor parte de las propiedades
de mayor cuantía de que eran dueños los sublevados directos
del movimiento, y aún no se llega ni a la mitad de la cifra de
referencia; pero de todos modos, en una gran parte sí podrán
remediarse las pérdidas resentidas por la nación.ss

ss El Demócrata, 13 de julio de 1924. Las cursivas son mías. Cabe acla-


rar que el decreto de incautación del que se habla no fue publicado por la
prensa ni tampoco por el Diario Oficial que se revisó desde diciembre de
1923 hasta julio de 1924. Sí sabemos que a parcir del 3 de febrero diversas
agencias del Ministerio Público comenzaron el embargo de los bienes de los
rebeldes, y que el juzgado 3º supernumerario del Distrito Federal fue el
encargado de incautar los bienes propiedad de De la Huerra; ibid., 4 de
febrero de 1924. Y al igual que no fue posible encontrar el decreto, rampo-
co el gobierno obregonisca dio a conocer la suma a la que ascendió el pro-
ducro de esas incautaciones.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 263

En el IV informe de Obregón, en la sección correspon-


diente a la Secretaría de Hacienda, Alberto J. Pani consideró
que prácticamente era imposible exponer el verdadero costo
de la rebelión si se tomaba en cuenta la pérdida de vidas
humanas y su efecto en la economía nacional, o su influen-
cia moral en la sociedad, en las familias, en la propiedad
privada, en las actividades comerciales o industriales. Por
consiguiente, sólo podía hablar del costo monetario aproxi-
mado de diciembre de 1923 al 30 de junio de 1924.
Los datos de referencia están clasificados en cuatro gru-
pos -de acuerdo con el plan que siguió en sus trabajos la
comisión- y arrojaron las siguientes cifras parciales:

Erogaciones extraordinarias $20 519 771.72


Fondos federales tomados por los rebeldes $8 253 430.79
Destrucción de propiedades federales $6 634 362.45
Aumento de la deuda flotante $3 971 374.01
Costo total aproximado 56 $39 378 938.97

En esta suma no estaba incluida la baja de ingresos sufri-


da por los Ferrocarriles Nacionales de México ni por la
Compañía del Ferrocarril Mexicano, que por estimaciones
aproximadas alcanzaba la cifra de cerca de cinco millones de
pesos. Tampoco estuvo contemplado el pago de pensiones
otorgadas o por otorgar a las viudas de guerra, lo que se ha-

56 Si el costo monetario de la rebelión fue de casi 40 millones y la suma

de lo incautado, según Pani, alcanzó una cifra parecida, ¿dónde quedó el


saldo económico negativo pata el gobierno obregonista?
264 GEORGETTE JOSÉ

bía gastado después del 30 de junio, ni el importe del licen-


ciamiento del excedente de tropas. Por todo ello, para Pani
no era "aventurado afirmar que la represión de la última
asonada militar y el restablecimiento de la normalidad eco-
nómica -rota por efecto de dicha asonada- costará a la
Hacienda pública federal una suma no menor de sesenta
millones de pesos". 57
Como de las cuentas ofrecidas por el secretario Pani sólo
se hizo referencia a cifras totales sobre el costo que implicó
el sofocamiento de la rebelión para el erario nacional y para
algunas ramas económicas, y sobre lo que costaría, aproxi-
madamente, lograr la normalización de la vida económica
del país, del informe oficial no es posible averiguar de dónde
habían provenido y provendrían esos recursos, salvo lo ya
mencionado líneas antes respecto al préstamo adelantado de
la Huasteca Petroleum Company, y a los 8 millones obteni-
dos, aparentemente de manera voluntaria, de diversos secto-
res de la ciudad de México. 58
Sin brindar las razones o las causas, la administración
obregonista no se tomó siquiera la molestia de incluir en su
informe de 1924 ni de explicar mediante qué mecanismo
había logrado recaudar la última cifra mencionada, misma

57 Cursivas en el original. Alberto J. Pani, "IV Informe de Gobierno de

Álvaro Obregón", en Los presidentes de México, op. cit., pp. 610-611.


58 En la tercera semana de enero de 1924, el Bloque Democrático Re-

volucionario de la Cámara de Senadores lanzó una iniciativa para que los


empleados y funcionarios cedieran al gobierno entre 5 y 10% de su sueldo,
siendo la Oficina de Telégrafos la primera en "aceptar"; El Demócrata, 19 de
enero de 1924.
LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 265

que, sin embargo, pudo provenir de dos decretos expedidos


por el presidente y que fueron publicados por la prensa: uno
para aplicarse en el Distrito Federal y el otro en todo el país.
Por medio del primero, Obregón determinó que:
1º Se pagaría un bimestre por adelantado del predial, así
como la patente que administraba el gobierno del Distrito Fe-
deral, en los primeros diez días de febrero. 2º El pago se abona-
ría en el ejercicio fiscal vigente por quintas partes, cuando se
pagaran los bimestres del 2º al 6º. 3º Como comprobante del
pago se recibiría una boleta especial que debía mostrarse al
efectuarse los siguientes pagos para que se hiciera el descuento
respectivo. 4º El procedimiento establecido por el decreto era
"coactivo-económico": quien no pagara sería acreedor de recar-
gos y cobro de gastos. 5º Si la cuota del predial asignado estaba
sujeta a contienda administrativa judicial, se pagaría de acuer-
do con la cuota aprobada o con la que rigiera provisionalmen-
te, sin que hubiera perjuicio de percibir compensaciones cuan-
do el asunto fuera resuelto. 6º Los causantes atrasados que sólo
debieran el último bimestre de 1923 y el primero de 1924 no
sufrirían recargos si pagaban. 7° El gobierno del Distrito Fede-
ral debía enterar a la Tesorería de la Federación sobre el dinero
recaudado. 8º Asimismo, debía entregar, a partir del 1 de mar-
ro y abonarlo a la cuenta auxiliar 27 de la Tesorería, el produc-
to de la contribución federal, hasta completar la quinta parte
del anticipo "que deberá ser amortizado cada bimestre". 59
59 El Decreto, que fue expedido por Obregón en Celaya, Guanajuato,

con fecha de 31 de enero, y dirigido para su aplicación al gobernador del


Distrito Federal, Abe! S. Rodríguez, debía comenzar a regir a partir del l de
febrero de 1924; ibid., 3 de febrero de 1924.
266 GEORGETTE JOSÉ

En el segundo decreto, con base en la ley del 8 de mayo


de 1917 y en las facultades extraordinarias concedidas, se
estableció que:
1º Los productores de metales y minerales deberían pagar
a la Tesorería, antes del 8 de febrero, el importe del prome-
dio de un bimestre de los impuestos que normalmente abo-
naban cuando presentaban minerales y metales a la Casa de
Moneda y a las oficinas federales de ensaye. 2º Para realizar
el cálculo se tomaría como base lo pagado en los 12 meses
de 1923, totalizándolos y dividiéndolos en los seis bimestres
del año. 3º Los anticipos serían reintegrados en quintas par-
tes durante 1924. Cuando la Casa de Moneda hiciera las
liquidaciones del pago de impuestos, amortizaría la cantidad
correspondiente. 4º También se amortizarían los anticipos
"en pago del impuesto sobre pertenencias durante el segun-
do y tercer tercio" de 1924. 5º Quien no cumpliera con la
facultad económica-activa del decreto sería sancionado.60
Otro asunto que no se trató en el informe de septiembre
de 1924 Si refiere a las medidas que con la intención de re-
mediar la escasez de alimentos de primera necesidad en al-
gunas regiones del país promovió el gobierno obregonista,
como la integración de una Junta Impulsora Agrícola e In-
dustrial que estuvo presidida por el secretario de Goberna-
ción, Enrique Colunga, y que contó con la participación de

60 También expedido en Celaya, el 31 de enero, fue dirigido por Obre-

gón a Alberto J. Pani; ídem. Ángel Flores, como gobernador de Sinaloa,


lanzó un empréstito estatal por 200 mil pesos, que debía ser cubierto por
comerciantes e industriales para integrar cuatro cuerpos de irregulares;
ibid., 17 de enero de 1924.
LA REBELIÓN OELAHUERTISTA 267

Manuel Sáenz Carpio, de la Secretaría de Agricultura y Fo-


mento; Abel S. Rodríguez y Enrique Delhumeau, gober-
nador y secretario general de gobierno del Distrito Federal,
respectivamente; los representantes de las cámaras de Comer-
cio e Industria, Luis Rudel y Rul, José de la Macorra, Fran-
cisco Leal Novel, Ermilo Cázares, Felipe Amores y Julio Pou-
lat, y representantes de otras secretarías de Estado, obreros y
particulares.
En combinación con la primera, también se formó la
Junta Reguladora de Precios de Artículos de Primera Ne-
cesidad, con Enrique Delhumeau como presidente, quien
expresó que ambas juntas buscaban "nivelar los intereses
sociales y, fundamentalmente, procurar el mejoramiento
económico de las clases menesterosas". Según Delhumeau,
la Junta Reguladora había sido creada como respuesta a
la situación generada por la rebelión y debido al aumento
indiscriminado de los precios. De ninguna manera se pre-
tendía que compitiera con el pequeño o gran comercio, ni
tampoco que se convirtiera en una "dictadom'', sólo que-
rían "levantar el ánimo y atenuar las necesidades doloro-
sísimas que aquejan a los millares de habitantes metropo-
litanos".
En cuanto a la Junta Impulsora, Delhumeau demandó que
no se criticara al gobierno por haber invitado a formar parte
de ella a los terratenientes y a los capitalistas. Él mismo se ha-
bía acercado al Sindicato Nacional de Agricultores para que
se entendiera que el gobierno sí tenía la voluntad y la ca-
pacidad de acercarse a sus "enemigos". Con este hecho, no se
claudicaban los principios ni se relajaban las normas sociales
268 GEORGETTE JOSÉ

en bien del mejoramiento social. Tampoco había razón algu-


na para que se criticara la política agraria de la administra-
ción obregonista, porque la "restitución de ejidos implica la
impartición de la justicia estricta'', al igual que para el obre-
ro, pues dichos sectores eran los que en ese momento esta-
ban luchando contra la "reacción". Además, si se había pro-
puesto la integración de la Junta Impulsora, era con el objeto
de aprovechar el buen entendimiento que había entre auto-
ridades, comerciantes, industriales y agricultores que mani-
festaban "buena voluntad y fe", y porque "después de un
parto doloroso y sangriento", no era admisible la discusión
de los derechos que asistían a los humildes. 61
En virtud de que se carece del balance oficial respecto a
los logros alcanzados por las juntas mencionadas, a pesar de
los fines altruistas con los que aparentemente fueron crea-
das, su formación pareció más bien obedecer a la intención
de Obregón de ofrecer la imagen de que, ante la parcialidad,
las presiones y las críticas de las cámaras comerciales e indus-
triales locales y propacifistas, principalmente las norteñas, el
presidente contaba, aparte del apoyo obrero-campesino, con
el soporte irrestricto de los líderes de cada sector económi-
co-social de la importante Ciudad de México.
De todas maneras, el hecho en sí permite hablar de los
primeros intentos, si se quiere tímidos, de un reencuentro
del grupo revolucionario en el poder con las cabezas de los
principales sectores económicos radicados en la ciudad de
México, así como de los primeros pasos dados por el Estado

61 /bid., 8 de febrero de 1924.


LA REBELIÓN DELAHUERTISTA 269

posrevolucionario para intervenir en la regulación de los pre-


cios de los artículos de primera necesidad, parte importante
de la economía social. Dada la relevancia de la ciudad de
México en términos de producción, pareciera que buena
parte del costo de la rebelión tuvo que ser pagado por la
capital del país.
En el mensaje político de su último informe de gobierno,
Obregón expresó que, aunque consideraba que durante su
administración se habían logrado avances positivos, de nin-
guna manera se sentía satisfecho, porque estaba convencido
de que podía haber alcanzado más desarrollo si los "reaccio-
narios" no le hubieran puesto obstáculos innecesarios por su
pretensión, que culminó en la rebelión, de "restaurar los an-
tiguos sistemas de Gobierno y los viejos métodos de organi-
zación social".
Sin embargo, por lo abordado en este ensayo, es claro
que tanto las causas que dieron inicio a la rebelión delahuer-
tista, o a la asonada, calificativo con el que intencionalmen-
te quiso rebajarla aún más el vencedor Obregón, como las
acciones tomadas para su aniquilamiento van más allá de la
explicación oficial de que la misma sólo fue la consecuencia
de un mero enfrentamiento militar, motivado por traicio-
nes, deslealtades, cohechos, corrupciones o meras ambicio-
nes personalistas o caudillistas, y a las que el gobierno obre-
gonista respondió exclusivamente en el mismo terreno. Ésa
fue la versión que en su momento ofreció el presidente
Obregón, la que avalaron con sus memorias o novelas algu-
nos de sus participantes, y la que ha prevalecido en el tiem-
po y en la historiografía política.
270 GEORGETTE JOSÉ

Es claro que por lo que respecta a una parte de la élite del


ejército que se levantó, el problema no fue solamente por
disputar quién sucedería a Obregón como presidente, sino
también por conservar todas las canonjías económicas, las
prebendas políticas y los cacicazgos regionales que habían
logrado establecer, aunque ello fuera en contra de los ideales
revolucionarios.
Y por lo que toca a la élite económica (empresarios, co-
merciantes y latifundistas), a algunos políticos desplazados,
a varios laicos católicos sociales y a algunos integrantes de la
Iglesia católica, tanto el proceso electoral con su apoyo a la
candidatura conservadora del general Ángel Flores como el
estallido de la rebelión les generó la expectativa, como en
1912, de que se les presentaba una segunda oportunidad de
romper la unilateralidad del punto de vista de la ya autoca-
liflcada "familia revolucionaria'', representada en 1924 por
el grupo Sonora.
LAS REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO
DE PLUTARCO ELÍAS CALLES, 1924-1928

MARTHA BEATRIZ LoYo


Facultad de Estudios Superiores Acatlán-
Universidad Nacional Autónoma de México

Al comenzar la Revolución en 1910, la conformación de las


fuerzas revolucionarias dio lugar a numerosos cuerpos milita-
res con orígenes, motivaciones, características y objetivos dis-
tintos, bajo el mando de diversos jefes a lo largo del territorio
nacional. Si bien estas fuerzas revolucionarias forzaron el
derrocamiento del gobierno de Porfirio Díaz, mediante los
acuerdos de Ciudad Juárez debían ser licenciadas, ya que el
nuevo gobierno retornaría a los cauces institucionales y se
apoyaría en el Ejército federal para garantizar la paz y el orden.
Los ejércitos revolucionarios se fueron organizando en fun-
ción de sus jefes inmediatos con fuertes ligas personales entre
éstos y "su gente", que solía seguirlos en forma incondicional,
puesto que generalmente había sido reclutada por ellos. Las
relaciones de lealtad personal fueron más fuertes que la disci-
plina frente a los mandos superiores, independientemente de
la transformación de las tropas más profesionales, como las
del norte, con sus divisiones, jerarquías militares y su paga.

271
272 MARTHA BEATRIZ LOYO

A partir de 1914, con el licenciamiento de las tropas fede-


rales los ejércitos revolucionarios se volvieron cada vez más
poderosos y sirvieron no sólo como instrumento militar para
la caída del régimen huertista, sino que se convirtieron en la
principal organización social y política del movimiento revo-
lucionario. La Constitución de 1917 estableció las bases de un
Estado nacional poderoso y centralizado, sin el cual sería im-
posible la reconstrucción política, económica y social del país.
Así, en mayo de 1917 nació legalmente el Ejército nacional.
Sin embargo, la inestabilidad política y las presiones ex-
ternas durante los regímenes de Venustiano Carranza, Adol-
fo de la Huerta y Álvaro Obregón impidieron el logro de
varias metas revolucionarias. La principal tarea de Venustia-
no Carranza y de Adolfo de la Huerta había sido la pacifica-
ción del país, y la de Obregón, el control político del grupo
revolucionario. Calles siguió ambas tareas, además de un
proyecto de crecimiento económico. Con ello el presidente
dio comienzo a la rectoría económica del Estado. El Estado
estaba entonces muy lejos de constituir un bloque monolí-
tico, pues se encontraba fragmentado en un conjunto de
fuerzas independientes. Los caciques, caudillos y militares
que controlaban las regiones o las localidades fueron en gran
medida la causa de la inestabilidad del poder y un obstáculo
para la consolidación de un nuevo orden. El ejército estaba
constituido por revolucionarios que en algunos casos tam-
bién mantuvieron fuerzas armadas personales y tuvieron
una gran participación en la vida nacional; estos hombres
gobernaron sus estados como feudos y frenaban con ello la
integración de México como una nación moderna.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 273

Calles planeaba llevar a cabo una reforma hacendaria con


el objeto de obtener mayores ingresos para el Estado, para lo
cual pretendía reorganizar el sistema fiscal, crear un sistema
bancario capaz de asegurar y estimular las actividades eco-
nómicas y restablecer el crédito interior y exterior. 1 Asimis-
mo, le pareció necesario impulsar la industria y resolver el
problema de la tierra, modificando las leyes agrarias para
estimular no sólo la dotación, sino la producción. A fin de
llevar a cabo este proyecto de reformas era necesario, parale-
lamente, modernizar, disciplinar, profesionalizar y despoliti-
zar las fuerzas armadas, ya que en la rebelión delahuertista,
ocurrida en diciembre de 1923, se había levantado contra el
gobierno 65% del ejército, lo que mostraba de nuevo las
grandes deficiencias que tenía éste. Para que Calles pudiera
controlar el ejército era necesario contar con la lealtad y
buena voluntad del ex presidente Obregón, manteniendo el
"diunvirato" de Sonora. Esto mostraba la indudable fuerza
del caudillo sobre los militares y sobre un régimen carente
aún de instituciones. Por ello el presidente se vio en la nece-
sidad de buscar la hegemonía política para poder llevar a
cabo un proyecto político-económico de alcances nacionales
que rompiera con las lealtades regionales y personalistas, a
fin de crear un Estado fuerte que lograra la unidad nacional
por medio de instituciones políticas comunes.
El dinero asignado al ejército absorbía la tercera parte del
presupuesto del gobierno, y estos gastos militares había que

1 John WF. Dulles, Ayer en México. Una crónica de la Revolución, 1919-

1936,. México, FCE, 1977, pp. 282-286.


274 MARTHA BEATRIZ LOYO

reducirlos. Calles deseaba destinarlos a obras públicas, edu-


cación, transportes, agricultura, etc., como parte medular de
su tarea de reconstrucción nacional. La necesidad de trans-
formar el ejército obedecía a razones políticas y económicas
reales. Si bien era cierto que éste había quedado sin caudillos
después de la rebelión delahuertista, como afirmaba Emilio
Portes Gil, 2 ya que habían desaparecido muchos generales
de los cuales ocho o diez eran divisionarios, todavía existían
muchos que consideraban sus corporaciones como propie-
dad individual, como un poder independiente, y no como
una institución fundamental al servicio del nuevo Estado
revolucionario. 3
Para esta reforma se requería un individuo capaz, enér-
gico, leal, paciente, reservado y con gran voluntad y talen-
to. Una persona que, como el general zacatecano Joaquín
Amaro, conociera a profundidad las deficiencias del ejérci-
to en cuanto a disciplina, moral, espíritu de cuerpo, corrup-
ción, pero sobre todo que conociera bien la fuerza y las am-
biciones de los generales que hacían de su mando un poder
2 Emilio Portes Gil, Quince años de política mexicana, México, Botas,
1954, p. 241.
3 Ernest Gruening , México and Its Heritage, Nueva York, Greenwood

Press, 1968. Habla de 36 generales en servicio activo, más los que se encon-
traban en retiro, además de muchos oficiales que se levantaron, pp. 319-
320. El Universal Gráfico señalaba con nombres y cargos que habían sido
75 generales, nueve de división, 16 de brigada, 40 brigadieres, y del resro
no se tenía noticia o habían muerto. Archivo Histórico de la Universidad
Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones sobre la Uni-
versidad y la Educación. Amado Aguirre, doc. 480, c. m, exp. 11, doc. 480,
ff. 77-78, s.f. (en adelante AHUNAM-AAA).
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 275

personal. Finalmente, Amaro se había hecho en ese ejército


al cual se había incorporado en febrero de 1911 4 como
cabo, al mando de Domingo Arrieta y sus hermanos en
Durango, al igual que numerosos rancheros, campesinos,
agricultores, pastores y bandidos. Sólo un militar con gran
experiencia como él podía llevar a cabo el sometimiento del
ejército al control del gobierno; en diciembre de 1924 tomó
posesión como subsecretario de Guerra en el gobierno de
Plutarco Elías Calles. 5

Las reformas

Un aspecto central de las reformas era la reducción del pre-


supuesto, por lo que se inició un recorte de la primera reser-
va, que resultaba muy cara, y sólo se conservaron a aquellos
que pudieran comprobar los servicios militares prestados;
así podría contarse con ellos en caso de que las necesidades
del ejército lo requirieran. 6 Algunos periódicos interpreta-
ron dicho acuerdo como que la primera reserva desaparecía
o se suprimía;7 sin embargo, ésta era sostenida por una ley

4 Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, Joaquín

Amaro, R. Cancelados, exp. xi/m/I-593, t. vu, f. 1736 (en adelante JA.


AHSDN).
5 En este cargo duró siete meses y fue ascendido a secretario de Guerra.
6 Acuerdo a la Secretaría de Guerra y Marina por el presidente de la
República, Archivo Personal de José Álvarez, 6 de enero de 1925 (en ade-
lante APJA). El Demócrata, 8 de enero de 1925.
7 El Demócrata, 8 y 15 de enero de 1925.
276 MARTHA BEATRIZ LOYO

en vigor y sólo podría derogarse por el Congreso o, en su


caso, cuando se aprobara una nueva Ley Orgánica del Ejér-
cito. Lo que se buscaba era dar de baja el mayor número
posible de generales, jefes y oficiales que prácticamente no
aportaban nada. Dicha medida provocó que de inmediato
muchos de éstos solicitaran audiencias con altos funciona-
rios de la Secretaría de Guerra y con amigos para ver si por
algún favor lograban la reconsideración del acuerdo y su
permanencia. Cuatro meses después, según el periódico Ex-
célsior, habían dado de baja a mil oficiales por no haber po-
dido demostrar los grados que decían haber obtenido,8 los
cuales debían presentarse ante la Comisión Revisora de Ho-
jas de Servicios, debidamente certificados; sin embargo, el
dato oficial era de 925 en total: 75 generales, 351 jefes y 499
oficiales. 9
Amaro emitió también una orden en la que se daba un pla-
zo corto a los generales, jefes y oficiales para justificar el
rango que ostentaban, ya que con la rebelión delahuertista
se habían aceptado los servicios de cuantos quisieran pres-
tarlos, y rechazó las reclamaciones cuya validez no se justifi-
cara, reduciendo los niveles inferiores, eliminando a una ma-
yoría de auxiliares o irregulares. Además, negó ascensos y
reingresos que no fueran satisfactorios. Para agosto, no se les
reconoció ya ninguna personalidad militar a 207 miembros
del ejército. 10 Todas estas medidas provocaron una oposi-
8 Excélsior, 12 de mayo de 1925.
9 Memoria, 1924-1925, Secretaría de Guerra y Marina, México, Talle-
res Gráficos de la Nación, 1925, p. 40.
!O !bid., p. 53.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 277

ción inmediata y muchos recurrieron al apoyo de genera-


les cercanos a Amaro; 11 uno de ellos fue Obregón, quien se
quejó con Calles de "pequeñas irregularidades" y pidió su-
tilmente la reconsideración de los casos de 15 oficiales de
cuerpos auxiliares que habían sido dados de baja por no
haberse encontrado ninguna justificación de sus grados.
Muchos de ellos eran del norte de Sonora y, según Obre-
gón, siempre habían acudido a apoyar al gobierno en los
momentos más críticos sin tener el cuidado de formar sus
expedientes. Se les habían suspendido sus haberes y no se
les había dado medios para retornar a sus hogares. Obregón
opinaba que era un problema de "forma'': en lugar de co-
municarles su baja por falta de méritos, debió habérseles
explicado la imperiosa necesidad de reorganizar el ejército,
agradeciéndoles sus servicios y cubriéndoles una quincena
de haberes, además de darles pases para ellos y sus familia-
res.12 Lo mismo sucedía en otros lugares del estado con 200
oficiales aproximadamente. Obregón le había recomendado

11 En enero de 1926, el general Amado Aguirre solicitó el ascenso de


uno de sus oficiales, a lo que Amaro contestó: "Manifiesto a Ud., que no es
posible por ahora obsequiar sus deseos". AHUNAM-AAA, doc. 666, c.v., exp.
17, f. 31.
12 Uno de ellos le decía a Obregón: "A nosotros, cuando anduvimos en

la campaña, nos tocó recoger muchos prisioneros u [sic] amnistiados y a


todos invariablemente se les proporcionó pases para regresar a sus hogares
y se les dio con qué comieran en el camino y ojalá a nosotros se nos hubie-
ra tenido siquiera esas consideraciones". Obregón le envió una lista con el
nombre de cada uno de ellos. Carta de Obregón a Calles, Navojoa, Sonora,
20 de enero de 1925. Archivo Plutarco Elías Calles (en adelante APEC),
Obregón, Álvaro, exp. 5, gav. 48 bis, pp. 597-598.
278 MARTHA BEATRIZ LOYO

a Amaro que no olvidara la forma, que en muchos casos se


convierte en la médula, "pues tratándose de compañeros, lo
que más les satisface es que les guarden ciertas consideracio-
nes de orden moral, aunque se afecten sus intereses materia-
les". "Yo estoy seguro -le decía a Calles- que Amaro no
sabe la forma en que están procediendo los jefes de departa-
mento, que son los encargados de cumplir los acuerdos su-
periores". 13
Sin embargo, es seguro que Amaro sí estuviera al tanto
de la actuación de sus jefes, quienes únicamente cumplían
sus órdenes. Éstas eran las maneras de Amaro, las únicas
que él conocía: férreas, enérgicas y violentas. Amaro conti-
nuó firme y tenaz en su decisión, pues sabía que era la úni-
ca manera de lograr sus objetivos. En una carta a Obregón
le comunicó que no había olvidado sus indicaciones y que
lamentaba que, en algunas ocasiones, su modo de ser hu-
biera lastimado a ciertos compañeros que habían visto per-
judicados sus intereses. 14 Los métodos utilizados por Amaro
en ocasiones eran brutales; Lieuwen señala que supuesta-
mente había disparado y matado a un mozo por montar
uno de sus caballos de polo. 15 Por su parte, Nemesio García
Naranjo reconocía que Amaro era un hombre de orden, a

13 ldem.
14
Archivo Joaquín Amaro (en adelante ACT-AJA), Amaro a Obregón,
C. subsecretario de Guerra y Marina, exp. Obregón, Alvaro, 31 de enero
de 1925.
15 Edwin Lieuwen, Mexican Militarism. The Political Rise and Fall ofRev-

olutionary A~ 1910-1940, Albuquecque, The Universicy ofNew Mexico


Press, 1968, p. 86.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 279

diferencia de los demás generales que se pasaban la vida en


juergas y francachelas, pero muy violento. Decía: "La vio-
lencia lo lleva con frecuencia a imperdonables extravíos, el
peor de los cuales es castigar con el fuete a sus inferiores;
hay coroneles que llevan la marca de sus latigazos"; 16 reco-
nocía que, a pesar de sus defectos, Amaro era quien le había
dado forma al ejército, que había creado un espíritu de cuer-
po, el cual, aunque embrionario, significaba un progreso
sobre el espíritu de Sonora: "el ejército actual, con todas las
imperfecciones [... ] es un órgano nacional y no el instru-
mento de una parroquia'' .17
Respecto a la personalidad de Amaro, el general Luis Ala-
millo, quien fuera colaborador suyo durante varios años, lo
describe de la siguiente manera en 1926:

Tendría a lo sumo treinta y cinco años, de complexión fuerte,


vigoroso, podría decirse que era gordo sin ser obeso. Cuando
hablaba, miraba con fijeza, sus órdenes eran coherentes y com-
plejas, aunque denotaba cierta timidez interna, que revelaba en
la inflexión de la voz al emitirlas. A veces casi no se le escucha-
ba. Era difícil de percibir en el primer momento lo que decía y
cuáles eran en realidad sus verdaderas intenciones y él, a sabien-
das, explotaba ventajosamente esa característica especial de su
propia manera de ser. 18

16 ACT-AJA, C. secretario de Guerra y Marina, exp. García Naranjo, Ne-

mesio, El poder de Amaro, San Francisco, Cal., 14 de enero de 1930.


17 Idem.
18 LuisAlamillo E, Mis memorias, México, Extemporáneos, 1976, p. 471.
280 MARTHA BEATRIZ LOYO

La influencia de Obregón era notable, pues Amaro lo


admiraba profundamente como militar y muy a menudo le
informaba, con autorización de Calles, sobre las distintas
medidas llevadas a cabo y le pedía su opinión sobre varios
asuntos. A principios de 1925 le escribió una carta para
agradecerle su estimación, en la que le decía que quien más
lamentaba su ausencia era él, ya que temía no poder desarro-
llar toda la labor que sería deseable debido a su absoluta
falta de preparación, pero que procuraría subsanar ésta con
toda su voluntad y honradez. 19 Obregón consideraba que
Amaro tenía la capacidad y las condiciones requeridas para
cumplir con eficiencia sus funciones, pero sobre todo pro-
curaba dejarle claro cómo había llegado a ese cargo, recor-
dándole que "su actitud siempre leal y siempre recta durante
todas las luchas pasadas ha determinado que nos encontre-
mos en el mismo campo participando de ellas sin evadir
responsabilidades". 20 Sin embargo, Amaro era capaz de ha-
cer a un lado su admiración, como en el caso de la revisión
de los grados.
Otras medidas consistieron en suprimir de las oficinas de
la secretaría a los comisionados civiles y militares asimilados,
que habían aumentado por no tener la secretaría personal de
planta, y a los que redujo su sobresueldo asignado de 50 a
25%. Los gastos de la secretaría se habían reducido a 25 mil
pesos mensuales y se iban a emplear en arreglar las oficinas
19 Carta de Amaro a Obregón, ACT-AJA, C. subsecretario de Guerra y

Marina, exp. Obregón, Álvaro, 31 de enero y 29 de julio de 1925.


20 Carta de Obregón a Amaro, ACT-AJA, C. subsecretario de Guerra y

Marina, exp. Obregón, Álvaro, 11 de febrero de 1925.


REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 281

que se encontraban en un estado lamentable. Poco a poco


fueron sustituyéndose por militares los civiles que ocupaban
puestos de vigilantes, asistentes, tomadores de tiempo, guar-
dias de prisioneros, etcétera.
Respecto al cuerpo de infantería del ejército, habían per-
manecido 50 batallones con 474 hombres cada uno; en
cuanto a la caballería, habían permanecido 80 regimientos,
pero el número de hombres de cada uno había disminuido
de 442 a 337 porque no había suficientes soldados y Amaro
pensaba que no podían suprimirse regimientos, ya que no
serían suficientes para las jefaturas de operaciones ni éstas
permitirían que se les suprimieran algunos regimientos. Sin
embargo, hacia junio de 1926 el batallón de infantería, que
era la unidad básica de la rama de infantería, se componía de
un cuartel general de batallón y tres compañías, aumentan-
do el total de hombres a 504, como fuerza combatiente. El
regimiento de caballería, que también era la unidad básica
de esa arma, se componía de un cuartel general de regimiento
y tres escuadrones, aumentando a 440 hombres como fuerza
combatiente. 21
En artillería se habían dejado dos regimientos de campa-
ña y uno de montaña; los demás se suprimieron por malas
condiciones. Durante los siguientes años, a fines del periodo
de Calles, en 1928 la artillería se mantuvo en dos y a veces
tres regimientos de campaña y uno de montaña; los regi-
21 APEC-Anexo, embajada estadounidense, informes del agregado mili-
tar Edward Davis, c. 35, exp. 723, ff. 2 y 4. El ejército contaba con tres
regimientos de artillería ligera y uno de artillería de montaña. Cabe men-
cionar que en los regimientos y batallones no existe el núm. 4 I.
282 MARTHA BEATRIZ LOYO

miemos de caballería habían aumentado hasta 90 y los bata-


llones de infantería de 52 a 61, debido a los distintos con-
flictos internos que había enfrentado el ejército. 22
En la marina y la aviación en realidad era poco lo que
podía hacerse a principios de 1925 por la reducción del pre-
supuesto y porque había asuntos más importantes que aten-
der. Respecto a la primera, se anclaron varios barcos que no
procedía que estuvieran en servicio y se suprimieron los sec-
tores navales y el varadero de Guaymas, Sonora, 23 debido a
que todos los buques se encontraban en malas condiciones.
En cuanto a la aviación, la mayoría de los pilotos se encon-
traban en la escuela porque carecían de estudios de primaria
y superiores, además de que el presupuesto no llegaba a dos
millones de pesos, por lo que hacer reparaciones y compras
de aparatos era imposible por el momento. Sin embargo,
dos años después se había reorganizado la Escuela Militar de

22 ACT-AJA, c. secretario de Guerra y Marina, exp. Primera exposición

del informe presidencial, 3 de noviembre de 1928. El aumento y la dismi-


nución de las fuerzas del ejército se encuentra explicado de manera más
detallada durante codo el año de 1926 y parce de 1927 en los informes del
agregado militar norteamericano. Archivo Plutarco Elías Calles-Anexo (en
adelante APEc-Anexo) embajada estadounidense, informes del agregado
militar Edward Davis.
23 Durante este periodo el Departamento de Marina permaneció sin

cambios; la Armada Nacional contaba con un guardacostas acorazado, dos


cañoneros, un transporte, cinco guardacostas y dos buques menores. Me-
moria, 1925-1926, México, Secretaría de Guerra y Marina, 1926, pp. 72-
73; Memoria, 1927-1928, México, Secretaría de Guerra y Marina, 1928,
pp. 89-90; Memoria, 1928-1929, México, Secretaría de Guerra y Marina,
1929,pp. 126-127.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 283

Aplicación Aeronáutica para formar pilotos y técnicos com-


petentes para la Fuerza Aérea Mexicaria. 24
En diciembre de 1926, el ejército permanente contaba
con 30 generales de división, 170 de brigada, 305 brigadie-
res, 13 202 oficiales, 62 373 soldados y 500 cadetes, lo que
hacía un total de 76 580 individuos; el presupuesto federal
era de 304 405 344.94 pesos y el correspondientt¡ a Guerra
era de 74 950 188.20 pesos. Esta cantidad representaba to-
davía la partida mayor del presupuesto federal, pero había
ya una reducción notable respecto al año anterior. Los gene-
rales en quienes podía confiar Amaro para responsabilidades
políticas y militares eran José María Aguirre, P.J. Almada,
Donato Bravo Izquierdo, Juan Domínguez, Teodoro Escalo-
na, Juan Espinoza y Córdoba, Andrés Figueroa, Abundio
Gómez y Eulogio Ortiz.

Relevos en las jefaturas de Operaciones Militares

Amaro decidió llevar a cabo cambios en las jefaturas de opera-


ciones mediante relevos periódicos; con esto no sólo logró que
los generales dejaran el mando de las corporaciones, sino tam-
bién la movilización de los batallones y regimientos que te-
nían bastante tiempo radicados en algunos puntos del país.
Así, los desligó de sus jefes, a quienes obedecían ciegamente,
y provocó la ruptura de estas relaciones que a la larga debilita-
ron la fuerza personal de los generales. En la práctica, esta

24 ACT-AJA, exp. Plan de Estudios y programas de enseñanza, 1927.


284 MARTHA BEATRIZ LOYO

medida no fue fácil de aplicar porque afectaba a generales que,


teniendo intereses económicos en ciertos lugares, buscaron,
mediante sus influencias con el general Calles, la forma de
permanecer en sus localidades y con sus regimientos. El gene-
ral Manuel Ortega, quien comandaba el 20 Regimiento en
Camargo, Chihuahua, escribió a Calles en marzo de 1931:

Como Ud. recordará yo le escribí en otra época una carta pi-


diéndole interviniera ante mi general Amaro, con objeto de que
yo no fuese movido de ese lugar, y ahora me permito volver a
molestarlo, para que interponga su valiosa influencia a efecto
de que no suceda lo que antes me refiero, pues como en alguna
ocasión le expliqué contraje el compromiso de un "ranchito" en
estos contornos, el cual estoy solventando, dicho movimiento
significaría para mí la ruina y por esta razón le ruego me conce-
da este favor. 25

Cuando Calles turnaba directamente a la Secretaría de


Guerra este tipo de peticiones, como en este caso, era evi-
dente que se mantenía la decisión de Amaro. Era claro que
las prebendas, los favores y las influencias continuaban,
pero la medida fue surtiendo efecto poco a poco con aque-
llos generales que no contaban con influencias. Comenza-
ron a hacerse movilizaciones de tropas en diversas partes
del país, algunas del norte al valle de México y otras del
valle de México al norte. 26 Desde marzo de 1925 habían

25 APEC, Amaro, Joaquín, exp. 19, leg. %, inv. 245, gav. 4, p. 166.
26 El Universal, 6 de julio de 1925.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 285

sido transferidos los generales Marcelo Caraveo, de Du-


rango a Chihuahua; Evaristo Pérez, de Coahuila a Tabasco;
Luis Gutiérrez, de las Huastecas a Nuevo León; Arnulfo R.
Gómez, de Chihuahua a Jalisco; Alejandro Mange, de Oaxa-
ca a Guanajuato; Pablo Macías, de Nuevo León a Durango;
Claudio Fox, de Guanajuato a Oaxaca, y Lázaro Cárdenas,
de Jalisco a las Huastecas. 27 Los jefes de operaciones se selec-
cionaron cuidadosamente por su lealtad al gobierno y se
logró observar y controlar cualquier situación de deslealtad
por parte de ellos. Durante la gestión de Amaro, variaron
de 31a37 jefaturas de operaciones, según las necesidades de
reorganización, lo mismo que las jefaturas de guarnición,
de 40 a 55.
Asimismo, Amaro desautorizó las licencias que se otorga-
ban a los particulares para portar armas. En adelante estas
licencias serían otorgadas por autoridades civiles. 28 También
se llevaron a cabo visitas de inspección en las jefaturas y sus
wnas para conocer su funcionamiento y sus fallas. En Tlax-
cala, por ejemplo, en la jefatura 36 del general Genovevo de
la O, se ordenó que el regimiento 51 se concentrara en su
base porque era necesario sujetarlo a un régimen de discipli-
na y organización. Los oficiales que no demostraron compe-
tencia suficiente fueron sustituidos. 29

27 ACT-AJA, C. subsecretario de Guerra y Marina, exp. Obregón, Alvaro,

11 de marzo de 1925.
28 ACT-AJA, exp. Departamento de Artillería, 28 de julio de 1925.

29 ACT-AJA, C. subsecretario de Guerra y Marina, exp. De la O, Geno-

vevo, 2 de junio de 1925.


286 MARTHA BEATRIZ LOYO

Nueva disciplina y desarme

Por lo menos 150 generales brigadieres que permanecían en


disponibilidad recibiendo sus haberes sin hacer ningún tra-
bajo fueron llamados por Amaro para elaborar la Carta
Geográfica y Militar de los Estados Unidos Mexicanos, le-
vantando planos en diversas entidades, 30 y comenzó una
campaña de moralización que se aplicó a los miembros que
cometieran faltas, tuvieran deudas particulares, fueran acu-
sados de robos, ebriedad y actos indignos. Las quejas a la
Secretaría de Guerra eran muy numerosas y los culpables
serían juzgados severamente o dados de baja.31 Amaro puso
la muestra con el capitán Eduardo Hernández Cházaro, que
trabajaba en su Estado Mayor y quien, obrando por su
cuenta, había llevado un acuerdo al general Piña, oficial ma-
yor, ordenando el cambio de un oficial de una jefatura a
otra. Amaro consideró inmoral esta acción y ordenó que se
le recluyera en Santiago Tlatelolco por 15 días, causando
baja de inmediato. 32 Se iniciaron también esfuerzos por eli-
minar el bandidaje y la criminalidad, estableciendo escoltas
de 20 soldados en las estaciones de ferrocarril más impor-
tantes. En algunos caminos cerca de la ciudad de México se

30 El Universal, 8 de junio de 1925.


31 El Demócrata, 7y13 deenero de 1925. Excélsior, 3 de mayo de 1925.
En la prensa de esros meses existen varias notas sobre los constantes atrope-
llos cometidos por las tropas, como robos, golpes, soldados mariguanos,
abuso de autoridad, estafas, propagandistas sediciosos contra el gobierno,
etcétera.
32 El Universal, 9 de junio de 1925. Excélsior, 18 de junio de 1925.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 287

establecieron patrullas de caballería y guarniciones en los


poblados más lejanos. Sin embargo, en los campamentos
mineros y las haciendas más remotas la protección no había
sido eficaz debido a la situación geográfica y al gran número
de hombres requerido; esta protección podía obtenerse pa-
gando; si llegaba a ser extrema, el gobierno se encargaba de
ella como caso particular.
A partir de junio de 1925 comenzó el proceso de desar-
me, que aparentemente sólo se aplicaría a los grupos que
hacían mal uso de las armas. Podían conservarlas los agraris-
tas, que habían sido dotados para la defensa de sus derechos,
siempre y cuando no hicieran mal uso de ellas. Sin embargo,
esto se prestó a distintas posturas según la fuerza que tuvie-
ran algunos militares que fungían como intermediarios en-
tre el gobierno central y los agraristas. Los generales que
comandaban dichas fuerzas y sus servicios eran todavía ne-
cesarios. Por lo tanto, no fue posible llevar a cabo el desarme
de manera total, sobre todo porque las condiciones políticas
del gobierno aún eran muy frágiles. En San Luis Potosí, por
ejemplo, la jefatura de operaciones se encontraba bajo el
mando del general Saturnino Cedillo, hombre leal al régi-
men, y en esa localidad no se procedió al desarme de los
agraristas. 33 En cambio, en diversos pueblos de los estados
de Jalisco, Puebla e Hidalgo, donde diversas fuerzas agraris-
tas no tenían capacidad de intermediación con el gobierno,
se efectuó el desarme por las tropas federales. 34 En Veracruz,

33 El Universal, 9 de junio de 1925.


34 El Universal, 22 y 28 de mayo, y 4, 5, 23 y 25 de junio de 1925.
288 MARTHA BEATRIZ LOYO

el intento de desarme provocó un serio conflicto entre las


tropas federales comandadas por el general Juan Andreu
Almazán y los grupos de agraristas del estado; éstos come-
tieron toda clase de atropellos y provocaron que el presi-
dente Calles ordenara la concentración de todas las tropas
federales en Perote para dejar íntegro el estado en manos
del gobierno del general Heriberto Jara. 35 Amaro pensaba
que era necesario reorganizar estas fuerzas y controlarlas, ya
que habían tenido un papel importante en la rebelión de-
lahuertista y en determinado momento podían necesitarse.
No sólo se habían concentrado armas, sino incluso ganado,
caballos y mercancías que anteriormente habían servido
para mantener a las fuerzas armadas en el campo y que po-
dían requerirse en caso de una revuelta. 36 Su objetivo era
ponerlas bajo el control de autoridades que obedecieran las
órdenes del centro para poder terminar con la violencia e in-
subordinación en el campo.

Reformar las leyes

Cinco meses después de tomar posesión de la Subsecretaría


de Guerra, comenzaron los trabajos para llevar a cabo refor-
mas en las leyes militares mediante un acto en el que parti-
ciparon el presidente, el subsecretario de Guerra y varios

35 El Universal, 3 de marzo y 28 de agosto de 1925.


36 APEc-Anexo, embajada estadounidense, informes del agregado mili-
tar, exp. 706, c. 31, ff. 3-4, 23 de marzo de 1926.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 289

agregados militares extranjeros, con una conferencia del


general José Álvarez, jefe del Estado Mayor presidencial,
quién plasmó las ideas de Amaro que se resumían en: la
reforma a la legislación militar que desde el Porfiriato no
había tenido modificaciones y la implantación del servicio
militar obligatorio. 37
Respecto a la Ley Orgánica del ejército, Álvarez señaló que

debe estudiarse en dos partes: una relativa a la organización


moral y otra a la organización material, la ley[ ... ] debe poner
los fundamentos morales que normen el funcionamiento del
ejército y[ ... ] en la cual el espíritu revolucionario de la época
debe brillar con las conquistas alcanzadas por el esfuerzo del
pueblo [... ] que sea la base moral del ejército la de sostener las
conquistas del pueblo convertidas en instituciones de gobier-
no por medio de un respetable grupo armado, que no se pier-
da nunca la conexión de ideas entre la forma de pensar del
gobierno sostenido por el pueblo y el ejército que sostiene ese
gobierno. 38

En relación con el servicio militar obligatorio, lo justifi-


caba como una necesidad del ejército moderno y del futuro,
pues en la mayoría de los países, sobre todo en Europa, ha-
bía sido establecido con el fin de que la población, poco a
poco, fuese instruida fundamentalmente para la defensa na-
cional. En consecuencia, debía comenzarse con una labor de

37 Excélsior, 3 de mayo de 192 5.


38 Conferencia del general José Álvarez, APJA, 6 de mayo de 1925.
290 MARTHA BEATRIZ LOYO

preparación en las escuelas para explicar a los niños la mi-


sión del ejército. Se entrenarían con ejercicios gimnásticos
hasta hacerles aprender las diversas escuelas del ejército. Ál-
varez pensaba que un programa bien estudiado podía hacer
que al cabo de pocos años se tuviera un contingente de jóve-
nes preparados para realizar maniobras militares por ocho o
1O días al año y así continuar hasta llegar a establecerse un
año de servicio obligatorio. "Se dedicarían tres meses a la
escuela del soldado sin armas, tres a la del soldado armado,
tres a los ejercicios de unidades constituidas y los últimos a
las grandes maniobras generales". 39 La propuesta respecto a
la reforma a la legislación militar tuvo buena respuesta; en
cambio, lo relativo a la implantación del servicio militar
obligatorio generó una fuerte oposición encabezada por el
general Francisco Serrano, secretario de Guerra durante el
gobierno del general Obregón, quien mostraba su fuerza
política y en ese momento se encontraba en Berlín en una
comisión militar. Esto concluyó con una enorme polémica
pública entre los generales.

La polémica

Serrano expresó, en una extensa carta pública a Álvarez, su


inconformidad ante la propuesta, señalando que le sorpren-
día que se pensara en un sistema tan negativo como molesto
para los habitantes del país:

39 Idem.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 291

Es inútil porque nuestros derroteros para el porvenir no están


marcados sobre planos militaristas, por el contrario, debemos
apartar de nuestra mente cualquier farídica idea de llegar a ser
una potencia militar al menos mientras no dejemos de ser una
potencia en analfabetismo y miseria estomacal[ ... ] Los Estados
Unidos se dedicaron a cultivar sus tierras y fomentar sus indus-
trias durante el tiempo que otros países se dedicaban a la ins-
trucción militar, ellos se ocuparon de hacer de cada habitante un
ciudadano y en un momento dado tuvieron en cada ciudadano
un soldado, amén de contar con una tonelada de avena y otra de
jamón a la retaguardia de cada uno de esos ciudadanos soldados.
Éste sí es un ejemplo instructivo, reciente, fehaciente. 40

Serrano proponía el reclutamiento voluntario, ya que


éste era susceptible de selección y mejoramiento y, sobre
todo, no resultaría costoso para la economía del país. Con la
publicación de la carta de Serrano, las diversas reacciones no
se hicieron esperar en los círculos militares y políticos. El
general Miguel Piña, oficial mayor de la Secretaría de Gue-
rra, así como los generales Héctor Ignacio Almada, Vicente
González, Enrique Osornio y Abelardo Rodríguez, entre
otros, expresaron públicamente su acuerdo con las ideas del
exsecretario, a las que identificaron aparentemente con las
del general Calles en el sentido de que "no se pretende hacer
de México un país militarista''. 41
40 Francisco Serrano, "El problema del ejército, servicio obligatorio o

reclutamiento voluntario", El Universal, 17 de junio de 1925.


41 "No se pretende hacer de México un país militarista", El Universal,

18 de junio de 1925.
292 MARTHA BEATRIZ LOYO

Por su parte, el teniente coronel Francisco J. Aguilar,


agregado militar en Italia, opinó que generalmente se creía
que se opondrían a su implantación sólo los reaccionarios;
sin embargo, dijo, las objeciones vienen del ámbito revolu-
cionario, pues se piensa que el servicio militar obligatorio

sólo en apariencia democrático, en realidad tiende a reforzar


una posición de privilegio en las capas superiores del ejército
[... )la mentalidad de jefes y oficiales tiende, por razón natural,
a considerar al resto de la población como simple fuente de
reclutamiento subordinada a las necesidades de un servicio que
ellos controlan [... ) La mentalidad revolucionaria de México
sigue siendo adversa a todo sistema militarista y el servicio mi-
litar obligatorio sería el camino más recto para marchar en con-
tra de la mentalidad del proletariado mexicano.42

La intervención del ex general José Domingo Ramírez


Garrido, egresado del Colegio Militar y antiguo director del
mismo, quien se encontraba exiliado en La Habana, Cuba,
por su participación en la rebelión delahuertista, aportó más
elementos a la discusión al hacer críticas tanto a Álvarez
como a Serrano diciendo:

El general Álvarez habla empíricamente del servicio militar


obligatorio, pues pasa sobre ascuas la materia concretándose
única y exclusivamente a enunciarla. No se detiene a analizar lo

42 Francisco J. Aguilar, "El servicio militar obligatorio", APJA, 4 de julio


de 1925.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 293

que es, y cae en gravísimo error al manifestar que una de sus


bases primeras (la única que por el momento él recomienda
establecer) es el aprendizaje militar en las escuelas. La instruc-
ción militar de las escuelas jamás ha sido tenida como prepara-
toria y menos llevadera hacia el servicio militar obligatorio. 43

En tanto, sobre el general Serrano opinó lo siguiente:

El general Serrano o es más radical, o desconoce más que el


general Álvarez la alta y noble misión que en la vida de un pue-
blo llena el servicio militar obligatorio, pues se opone terminan-
temente a él y para la reorganización de nuestro ejército y la
defensa de nuestra nacionalidad cae en el despropósito de acon-
sejar el labrar la tierra a semejanza de los norteamericanos para
llegado el caso de tener muchos labriegos transformados en sol-
dados (por arte de magia digo yo), pero a cada uno de ellos con
una tonelada de avena y otra de jamón a su retaguardia[ ... ] esta
recomendación del ex secretario [... ] no es seria y menos mili-
tar. Este asunto está discutiéndose entre elementos que bien o
mal tienen una alta jerarquía y están por lo tanto obligados a
hablar con "criterio militar" y máxime cuando por la publicidad
que dan a sus palabras parecen dirigirse a la nación. 44

Y motu proprio propone: "Para llegar al servicio militar


obligatorio, el camino a seguir no es la militarización de las

43 José Domingo Ramírez Garrido, "La reorganización del ejército", El


Universal, 18 de julio de 1925.
44 Jdem.
294 MARTHA BEATRIZ LOYO

escuelas sino el censo de la República hecho minuciosamen-


te, la división territorial de la misma, fijación de edad para
entrar[ ... ] formas de reclutamiento [... ]y tantas otras cosas
que sería prolijo enumerar". 45
Para terciar en el asunto interviene el general José Luis
Amezcua, quien de una breve apología al general Serrano
critica al general Ramírez Garrido, de quien expresa:

Si el señor Ramírez Garrido nos hace un estudio que contenga


substancialmente las verdaderas necesidades militares del país
conforme con el arte militar, si nos imparte sus luces para resol-
ver los problemas que tenemos en frente por resolver, veremos
si le asiste la razón para abogar por la implantación del servicio
militar obligatorio, no diga que para ello basta con levantar el
censo, porque eso se parece a la definición emitida por un sol-
dado cuando sustentaba su examen de cierta materia en artille-
ría, que se le preguntó cómo se fabricaba un cañón y contestó:
"Se agarra un agujero, se le forra de fierro y ya está'', tampoco
debe aducir que imitemos lo que hacen las naciones europeas
sobre el particular, porque esto nos resulta como pretender en-
cajar un casco prusiano en la cabeza de un chichimeca, y la
misma apariencia y marcialidad de un teutón. 46

La polémica sobre el servicio militar obligatorio generó


presión que echó abajo cualquier intento, incluso modera-

45 Idem.
46 José Luis Amezcua, "El servicio militar obligatorio", El Universal, 24
de julio de 1925.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 295

do, por implantarlo. Poco a poco se dejó de hablar del asun-


to y se resolvió que el reclutamiento fuera voluntario. Es
posible que Calles y Amaro prefirieran perder una batalla y
realizar reformas para las cuales tenían más consenso. Tal vez
se dieron cuenta de que en ese momento no podían hacer
otra cosa, ni exponerse a una división abierta en el ejérci-
to. La polémica desató envidias y provocó división entre
los generales que contaban con fuerza dentro del ejército,
como Serrano. Pero sobre todo mostró que Amaro no te-
nía el suficiente apoyo para implantarlo; en efecto, si al-
guien podía estar interesado en que el ejército no cambia-
ra y siguiera siendo lo que había sido hasta entonces eran
los propios generales.
Después de siete meses, el general Amaro fue ascendido
al cargo de secretario de Guerra y Marina y los trabajos con-
tinuaron sobre la Ley Orgánica del Ejército, la Ley de Dis-
ciplina, la Ley de Retiros y Pensiones, y la Ley de Ascensos
y Recompensas. La nueva ley tenía que ajustarse a los pre-
ceptos constitucionales de 1917 e integrar los cambios que
se habían llevado a cabo en términos del arte de la guerra
después de la primera Guerra Mundial y todos los adelantos
respecto a la organización militar. Se modernizaron los re-
glamentos de organización de infantería, caballería y artille-
ría. El general Amado Aguirre, coordinador de una de las
comisiones de estudio, le comentaba a Obregón, quien esta-
ba pendiente y al tanto de todo:

Continuamos llamando batallón a la unidad táctica de infante-


ría con tres compañías de fusileros, una de ametralladoras com-
296 MARTHA BEATRIZ LOYO

pleca, y no con una sección, sección y media batería, como los


tenemos actualmente, esto es: los tenemos de dos, de tres, y de
cuatro ametralladoras, como simple acompañamiento y no
como integración orgánica del batallón, y en el reglamento co-
rrespondiente prevenimos que la compañía sea completa, tal
como se tiene en los grandes ejércitos, Francia por ejemplo que
hoy es el non plus de la organización [... ] Excluimos el regi-
miento de dos o tres o más batallones y continuamos llamando
regimiento a lo que antes de la guerra los ejércitos europeos
llamaban batallón de Caballería, e integramos el regimiento
con tres escuadrones de carabineros.47

Los principales puntos que se introdujeron en la ley fue-


ron: conceder el retiro a los 25, 30 y 35 años de servicio se-
gún escalafón y edad; el retiro obligatorio según el grado y
50 mil hombres integrarían el ejército permanente. El reclu-
tamiento se haría voluntario, creándose ahora cuatro distin-
tas reservas; las guardias nacionales que estaban bajo el mando
del Poder Judicial del gobierno de los estados desaparecieron
de la ley por ser innecesarias. La Ley Orgánica declaraba que
la misión del ejército era: "Defender la integridad e inde-
pendencia de la Patria, mantener el imperio de la Constitu-
ción y de las demás Leyes y preservar el orden interno". 48 La
aviación ahora figuraría como la quinta arma de la institu-
ción, además de las ya existentes: infantería, caballería, arti-
llería e ingenieros.

47 AHUNAM-AAA, doc. 557, c. IV, exp. 15, ff. 22-27.


48 Diario Oficial de la Federación, 15 de marzo de 1926, p. 11.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 297

En la nueva Ley de Disciplina se señalaron las normas a


las que debían ajustar su conducta los soldados, como la obe-
diencia, el honor, la justicia, la moral, el respeto mutuo, etc.,
además de señalar que "el servicio de las armas exige que el
militar lleve el cumplimiento del deber hasta el sacrificio, y
que anteponga al interés personal, la soberanía de la Nación,
la lealtad a las instituciones y el honor del ejército y de la
armada nacionales". 49 Como se había establecido la creación
del ejército el 19 de febrero de 1913, nadie tenía derecho a
una antigüedad mayor, asunto que afectaba sin duda a los ex
federales que estaban en servicio, si bien había excepciones
de militares que tenían más de 30 años de servicio, que ha-
bían sido maderistas y se habían incorporado a la Revolu-
ción en 1913, y tenían protegidos sus derechos anteriores;
sin embargo, la mayoría había participado en el régimen de
Huerta y se discutía si tenían derecho a que se les contara
todo el tiempo de servicio; el problema era si se planteaba
una disposición contraria a los intereses de la Revolución o
si era injusta para algunos. Y coincidían en que el Senado no
debía rectificar los nombramientos expedidos por el Ejecuti-
vo, sino sólo ratificar el acuerdo con un criterio legal y mili-
tar y de ninguna manera político; al respecto, el general José
Luis Amezcua opinaba que "si vamos a calificar políticamen-
te, nos quedaríamos sin cuadros de generales y jefes". 5°Final-
mente se resolvió a favor de los intereses de la Revolución.

!bid.' p. l.
49

José C. Valadés, "El archivo de Serrano. Cartas del general José Luis
50

Amezcua al general Serrano", en La Prensa, San Antonio, Texas, 8 de sep-


tiembre de 1935.
298 MARTHA BEATRIZ LOYO

La Ley de Retiros y Pensiones establecía dos tipos de retiro:


obligatorio y potestativo. El obligatorio iba desde los 54 años,
para soldados y clases, hasta los 70 para generales de División.
El potestativo se efectuaba cuando el militar lo solicitara; ha-
biendo prestado por lo menos 20 años de servicio, se otorga-
ban pensiones que iban desde 50 hasta 75% de sus haberes
según el tiempo y grado, y un porcentaje menor para los deu-
dos del militar en caso de muerte, y en la Ley de Ascensos y
Recompensas se señalaba que los ascensos debían ser por anti-
güedad o en su defecto por méritos que marcaba la ley. Desde
cabo a subteniente, deberían ingresar a las escuelas y aprobar
los exámenes respectivos. Los oficiales, después de tres años de
antigüedad en cada empleo, además de aprobar los requisitos
de la enseñanza militar. Los jefes, después de cuatro años. Los
generales brigadieres y de brigada, después de cinco años,
siempre que hubiera vacantes, y para los veteranos la antigüe-
dad era a partir del 20 de noviembre de 1910. 51

La formación profesional

Amaro sabía que para reforzar las reformas militares lo fun-


damental era la formación profesional de una nueva oficia-
lidad que en el futuro tomaría el control del ejército, por lo
que era necesario pensar que en algún momento iban a
reemplazar a los generales revolucionarios que comandaban
aún el ejército y que éstos difícilmente iban aceptar someter-

51 Diario Oficial de la Federación, 15 de marro de 1926, p. 8.


REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 299

se a un proceso de profesionalización. Por lo tanto, había


que comenzar a fortalecer los sectores intermedios del ejér-
cito para crear un cuerpo de profesionales con una mejor
preparación técnica y cultural en todos sus grados, apoyada
en el cambio de los sistemas de enseñanza en las academias
y escuelas para jefes oficiales y soldados. Su objetivo era for-
mar un cuerpo de profesionales con sentido de dignidad
militar y responsabilidad pública. Amaro estaba decidido a
transformar el ejército, a dejar de ser un instrumento para
alcanzar fines políticos y convertirlo en una institución que
se limitara a las tareas de defensa de la nación contra amena-
zas internas y externas. Todo ello con base en la disciplina y
la obediencia a la autoridad del gobierno civil. 52
Además de continuar la difusión de información sobre el
arte de la guerra en las revistas El Ejército y la Marina y El
Soldado, Amaro fundó el semanario La Patria, donde busca-
ba orientar la opinión del ejército en relación con el conflic-
to cristero y divulgar los puntos de vista del gobierno. Esta
publicación contenía información sobre temas históricos,
deportivos y literarios. Su distribución era gratuita y estaba
destinada a los militares y a otros grupos sociales. 53 Había
otras revistas más especializadas, como la del Colegio Mili-
tar, la de aviación, El Intendente, la militar deportiva, la de
tiro, la de equitación y Horizontes Revolucionarios, del cuer-
po médico militar.

52 "Personalidad del general Joaquín Amaro", El Legionario, vol. n,


núm. 13, México, marzo de 1952, pp. 5-6.
53 Memoria, 1927-1928, pp. 129-130.
300 MARTHA BEATRIZ LOYO

Amaro envió, para especializarse y entrenarse, a varios ofi-


ciales jóvenes a las academias militares de Francia, España,
Italia y Estados Unidos. En agosto de 1925 salieron los pri-
meros alumnos egresados del Colegio Militar de San Jacinto
a la Escuela de Aplicación de Artillería de Fontainebleau, en
Francia. Entre ellos, el teniente coronel ingeniero Tomás Sán-
chez Hernández y el mayor ingeniero Enrique Sánchez La-
mego. A la Escuela de Caballería de Saumur fueron enviados
los tenientes Andrés Bocanegra y Filemón Lepe, y a la de in-
genieros de Versalles, el capitán Miguel Sánchez Lamego y
el teniente Roberto Avendaño. 54 Hacia fines de los treinta el
número había ascendido a más de 30 jóvenes en el extranjero,
quienes enviaban constantemente informes sobre los avances
de su especialidad. También asignó agregados militares a las
embajadas mexicanas con el fin de que se enteraran de los
avances más modernos sobre la organización de los ejércitos
extranjeros, el funcionamiento de sus escuelas, los sistemas de
reclutamiento, la organización de los regimientos, el arma-
mento, etc.; los nuevos agregados debían estar al tanto de los
diversos conflictos políticos en esos países. Todo esto permi-
tía estar a la vanguardia de los avances militares modernos y
realizar estudios comparativos sobre la organización de los
regimientos de caballería, por ejemplo, en Alemania, Francia,
Rusia, Italia, Inglaterra, España, Estados Unidos, Chile, Ar-
gentina, Brasil, Perú y Bolivia. 55 La lista de libros y revistas

s4 El Universal, 13 de agosto de 1925.


ss ACT-AJA, exp. Datos y gráficas sobre la organización de los regimien-
tos de caballería, marzo de 19 31.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 301

militares de América Latina y Europa que llegaban a México


era muy importante, además de las traducciones de libros y
artículos sobre equitación y polo del alemán, francés, italia-
no, etc. Tan sólo en la biblioteca particular de Amaro, que era
enorme, había 225 obras de caballería. 56

El Colegio Militar

El Colegio Militar de Popotla se encontraba en condicio-


nes materiales de educación e higiene lamentables, lo que
no podía ser garantía de ninguna buena formación mili-
tar; por lo tanto, había que reorganizarlo y adaptarlo a las
nuevas necesidades de la enseñanza, cambiar planes de es-
tudio, preparar mejor la planta de profesores, además de
mejorar los salarios de éstos. Amaro, después de conocer
todas las deficiencias del Colegio y siendo consistente con
su objetivo, decidió cerrarlo en septiembre de 1925 y ce-
sar al personal docente; los alumnos quedaron en vacacio-
nes indefinidas.
El Colegio tenía una larga historia; se había fundado des-
pués de consumada la independencia, primero como acade-
mia de cadetes en 1822, en la ciudad de México, y en octu-
bre de 1823, por acuerdo del presidente de la República,
Guadalupe Victoria, se dispuso que los cadetes marcharan a
San Carlos de Perote, Veracruz, para instituir en esa fortale-

56 ACT-AJA, exp. Relación de las obras de caballería, s/f, exp. Relación de


títulos en francés, julio de 1925.
302 MARTHA BEATRIZ LOYO

za el Colegio Militar. 57 En 1828 fue trasladado a la ciudad


de México, instalándose en el antiguo ex convento de Betle-
hemitas, que se encontraba cerca de la iglesia de La Merced;
cinco años después pasó al edificio llamado de las "arreco-
gidas" o "recogidas" (en la calle de Cacahuatal) y fue hasta
1841 cuando se instaló en el Castillo de Chapultepec. Des-
pués de la defensa contra los estadounidenses en 1848, pasó
a un lugar provisional que fue llamado cuartel del rastro; un
año después volvió al Castillo y, por motivos de seguridad,
en octubre de 1858 se instaló en el Antiguo Colegio de San
Ildefonso; Benito Juárez lo pasó a Chapultepec, pero un año
después fue clausurado. Al término de la invasión francesa y
el Segundo Imperio, Juárez restableció El Colegio Militar, el
cual fue ocupando distintos locales: el Cuartel Arista, en la
colonia Guerrero; el ex convento de Santa Catarina y el ex
arzobispado de Tacubaya, y en 1883, el general Sóstenes Ro-
cha consiguió del presidente Porfirio Díaz que el Colegio
volviera por cuarta y última vez al Castillo de Chapulte-
pec. 58 Después de la Decena Trágica y la muerte de Madero,
en julio de 1913, Victoriano Huerta ordenó la disgregación
del Colegio y lo reabrió seis meses después; a su derrota fue
clausurado. En agosto de 1914 se incluyó El Colegio Militar
en los tratados de Teoloyucan, con los que quedó disuelto el
Ejército federal, y en 1920 Venustiano Carranza, mediante
un decreto, restableció el Colegio Militar en una construc-
57 Carlos Barba Torres, Chapultepec es el Colegio Militar, México, s/e,
1953, p. 10.
58 Víctor Manuel Charles de la Fuente, Sinopsis cronológico-histórica del

Colegio Militar, México, Talleres Gráficos de la Nación, s/f, p. 14.


REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 303

ción porflrista, la Escuela Normal de Maestros, ubicada en


un sitio conocido como Merced de las Huertas en Popotla,
hasta 1925.
En ese año se nombró una comisión integrada, entre
otros, por el general Víctor Hernández Covarrubias, el co-
ronel Rodolfo Casillas y el ingeniero civil Ángel Peimbert,
para que visitaran las mejores escuelas de Europa y Estados
Unidos y formularan un plan de educación y reacondicio-
namiento para el Colegio. Amaro veía entre muchos otros
problemas la falta de disciplina entre los militares y opina-
ba que "ni siquiera les era impuesto a las fuerzas del ejérci-
to un mismo uniforme; oficiales y jefes vestían a su antojo,
con trajes de paño y grandes sombreros tejanos ostentando
un águila o las insignias de su grado, sin preocuparse por
la dignidad de su rango y el respeto al ejército". 59 Se busca-
ba crear una institución con hombres nuevos, reglamento
y procedimientos nuevos, y formar nuevos soldados y ciu-
dadanos, ya que se consideraba al ejército como una gran
escuela en la que buena parte de los ciudadanos recibían
educación no solamente militar, sino cívica y moral. Pero
antes de crear los nuevos planes de estudio había que co-
menzar acondicionando el local, obra material a cargo de
ingenieros militares y civiles; paralelamente, se creó una
comisión técnica para que hiciera el reglamento y el plan
de estudios, y convertir el Colegio en uno de los mejores
en América Latina.

59 Juan N. Chavarri, El Heroico Colegio Militar en la historia de México,

México, B. Cosca-Amic, 1960, p. 283.


304 MARTHA BEATRIZ LOYO

Así se iniciaron de inmediato las obras de construcción


de nuevos dormitorios, salones, regaderas, cocina, alberca,
gimnasio, campos de instrucción y deporte, etc. El Colegio
reanudó sus labores en agosto de 1926, quedando formado
por las escuelas de Caballería, Infantería, Artillería e Inge-
nieros, Vocacional, Educación Física, e intendencia y admi-
nistración.60 Además de implantar nuevos sistemas de en-
señanza, Amaro señaló que la educación no podía ser de
erudición enciclopédica, ya que debería tener un carácter
fundamentalmente práctico sin descuidar la teoría, que era
decisiva para una formación completa. 61 También se hacía
mucho énfasis en el fomento de los deportes, como polo,
beisbol, baloncesto, esgrima y gimnasia, para disminuir el
porcentaje de enfermedades endémicas que afectaban la sa-
lud de los soldados. A fines de 1924 se encontraban en el
Colegio Militar 359 alumnos de procedencia civil y 170 de
procedencia militar, y para 1931 había aumentado a 617
alumnos, 488 de procedencia civil y 129 de procedencia
militar. 62 A medida que fueron regresando del extranjero
los militares becados, poco a poco fueron sustituyendo al
profesorado civil y elevaron el nivel académico de los ofi-
ciales. A los nuevos egresados del Colegio Militar, a finales
de la década de 1920 les fueron asignados regimientos de
dudosa lealtad con el fin de romper relaciones personales
entre las tropas y los jefes revolucionarios; 63 si bien el pro-
60 Memoria, 1925-1926, pp. 9-10 y 25.
61 Memoria, 1927-1928, p. 24.
62 Memoria, 1924-1925, p. 23.

63 Edwin Lieuwen, op. cit., pp. 93-94.


REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 305

ceso era incipiente y sus resultados se consolidarían mucho


después, poco a poco la lealtad a la persona fue sustituida
por la lealtad a la institución, acabando con uno de los
problemas más graves de la vieja estructura del ejército re-
volucionario.
Sin embargo, en cuanto al nivel educativo y moral de la
tropa, las reformas prácticamente no llegaron a hacerse efec-
tivas. Se continuó con el mismo reglamento expedido el 17
de mayo de 1923 para las escuelas de tropa, cuyo objetivo
era darles instrucción primaria elemental, o sea, alfabetizar-
los. Sin embargo, faltaban escuelas de tropa en las corpora-
ciones que se encontraban sobre todo en el sur del país,
como Chiapas, Campeche, Tabasco y Yucatán, y los maes-
tros de primaria no estaban dispuestos a marcharse a aque-
llos estados por el poco sueldo que les ofrecían. Además, era
difícil saber el número exacto de soldados por las deficien-
cias del sistema de reclutamiento y por la constante movili-
zación de tropas debido a los conflictos militares. En las es-
cuelas las condiciones eran bastante malas en cuanto a
higiene, mobiliario y libros; el mismo Amaro reconoció en
1927 que "ninguna escuela de tropa cuenta con un local
acondicionado para las clases, éstas se dan en las cuadras de
los cuarteles y cuando mejor, en salones inadecuados, sin
amplitud, sin ventilación ni luz suficiente".64 El problema
parecía no poder resolverse y la justificación de esta situa-
ción era la precariedad del presupuesto; pero también era
evidente que la prioridad de las reformas estaba dirigida a

64 Memoria, 1927-1928, pp. 31-32.


306 MARTHA BEATRIZ LOYO

otros sectores del ejército y no a la tropa. A pesar de estos


problemas, en opinión del agregado militar estadounidense,
Amaro mantenía ocupado al ejército con ejercicios militares
de entrenamiento especial, con el estudio y discusión sobre
nuevos equipos, y ahora los soldados recibían sus pagos con
regularidad y prontitud; además, estaban mejor vestidos que
en cualquier otro tiempo. 65

Las reformas y la corrupción

Si bien es cierto que las reformas fueron notables en varios


aspectos, esto no significó necesariamente que la corrupción
despareciera como por arte de magia. Era una realidad antes
de Amaro y era imposible erradicarla porque era parte esen-
cial del sistema revolucionario. Nemesio García Naranjo se-
ñala que, aunque algunos generales y coroneles se habían
enriquecido, no podía acusarse a Amaro de haber empleado
la corrupción como sistema.66 De ser esto cierto, la corrup-
ción existente rebasaba las posibilidades de Amaro y no podía
erradicarse. Por ejemplo, en las compras para el ejército, en
1926, los agentes del gobierno compraron en Estados Uni-
dos equipos de radio usados y trasmisores de segunda mano,
guardándose en sus bolsillos la diferencia entre el presupues-
to aprobado y lo que pagaban realmente por el material com-
65 APEc-Anexo, embajada estadounidense, informes del agregado mili-
tar, 30 de marzo de 1926, c. 35, exp. 729, f. sin.
66 ACT-AJA, exp. García Naranjo Nemesio, "El poder de Amaro", 14 de

enero de 1930.
REFORMAS MILITARES EN EL PERIODO 1924-1928 307

prado. 67 Había empleados de alto rango en la secretaría a


quienes la embajada estadounidense pagaba por sus infor-
mes. 68 En el Departamento de Establecimientos Fabriles y
Aprovisionamientos Militares, en 1931, los proveedores de
manta, frazadas, lonas y paños de la Casa Fa! eran los únicos
contratistas, aunque hubiera otros que ofrecieran mejores
precios; esto era así porque a cambio de ser los únicos provee-
dores habían hecho un trato con el general Juan José Ríos, a
quien dieron 100 mil pesos, un automóvil y otra cantidad
fuerte a su esposa. 69 En el Hospital Militar, que dependía del
general Enrique Osornio, jefe del Departamento del Cuerpo
Médico y antiguo médico de cabecera del ex presidente Obre-
gón, había muchas quejas por las irregularidades en el servi-
cio; por ejemplo, la falta de abastecimiento para cubrir las
necesidades básicas provocaba que en ocasiones los médicos
pusieran de su bolsa en los casos de urgencia. 70
En 1929 le solicitaron a Amaro que practicara una inves-
tigación seria porque "no hay medicinas, las salas tienen as-
pecto asqueroso de desaseo y abandono [... ] las enfermeras
no saben de su labor nada[ ... ] el general Osornio es dueño
de una tienda que se explota en el hospital y donde se vende
a los enfermos mariguana. La alimentación es deficiente pues
el administrador y los empleados hacen negocios sucios". 71

67 APEc-Anexo, embajada estadounidense, informe, exp. 699, c. 35, f. 2.


68 APEC-Anexo, embajada estadounidense, informes, exp. 724, c. 35,
ff. 5-7.
69 APEC, Amaro, Joaquín, exp. 19, leg. %, inv. 245, gav. 4, p. 164.
70 ACT-AJA, exp. Osornio, Enrique, 31 de agosro de 1925.
71 ACT-AJA, exp. Campos, José, noviembre de 1929.
308 MARTHA BEATRIZ LOYO

Con estas reformas militares se inició el proceso de some-


timiento del ejército al control del gobierno. Pero, a fin de
que el proceso se completara y los generales revolucionarios
dejaran de ser un peligro latente, era preciso que el sistema
institucional llegara a tener mayor autoridad sobre ellos. Si
bien no se logró hacer del ejército la gran fuerza que se pro-
yectaba, sí se sentaron las bases de su posterior desenvolvi-
miento, culminando con su institucionalización.
EL EJÉRCITO MEXICANO EN LA ÉPOCA
DE LA POSGUERRA: EL ARGUMENTO ÉGIDA

A.ARON w. NAVARRO
Trinity University

Intento presentar aquí un argumento que puede servir como


un puente, o un vínculo, entre el fondo más histórico y la
situación reciente, o actual. Soy historiador; entonces, me
siento más a gusto con una visión amplia.
Para empezar, quiero subrayar que México es un caso ex-
cepcional. Por vista comparativa podemos afirmar que las
fuerzas armadas de México no evolucionaron como las de
otros países latinoamericanos. En el periodo de la posguerra,
cuando todos los países latinoamericanos pasaron por al me-
nos un gobierno militar o un golpe de Estado, o el intento de
dar un golpe, y cuando todos los otros países latinoamerica-
nos lidiaron con un alto nivel de actividad política desde los
cuarteles, México no lo hizo. O sea, las fuerzas armadas de
México han sido concentradas en otras misiones en vez de la
política o las elecciones o el gobierno nacional. ¿Cómo es
que las fuerzas armadas mexicanas evolucionaron así?
Mi argumento es que en el periodo de la posguerra, des-
pués de 1945 y hasta el presente, las fuerzas armadas mexi-

309
310 AARON W. NAVARRO

canas han disfrutado de una égida estadounidense. Esa égida


comprende no sólo un tipo de escudo, una defensa, contra
los peligros de la Guerra Fría, como las armas nucleares, sino
una relación, primero implícita, que luego se transformó en
un pacto explícito entre México y Estados Unidos. Cierto
que hubo espacio en esa égida para muchos otros países la-
tinoamericanos. Inmediatamente después de la segunda
Guerra Mundial, los poderes de las Américas se juntaron en
varios pactos de defensa mutua y de desarrollo económico.
En gran parte, la historia de la posguerra en la región es la de
las excepciones al ciclo de alianzas económica y diplomática.
En particular, el caso de Cuba ofrece la oportunidad de con-
trapuntear la narrativa hegemónica.
México hizo algo diferente porque tiene una posición
estratégicamente única. Los líderes mexicanos, civiles y mi-
litares, comprendieron que se ubicaron en un espacio muy
particular: demasiado cerca de Estados Unidos. Histórica-
mente, el hecho de existir al lado de Estados Unidos compli-
có bastante la política mexicana. En la época de la posgue-
rra, y en particular durante el inicio de la Guerra Fría, México
tuvo una oportunidad de presionar a Estados Unidos como
nunca antes, porque los intereses de Estados Unidos, deri-
vados de la Doctrina Monroe, tendieron a expandir su in-
fluencia directa mediante varios medios en el hemisferio; las
élites políticas y militares de México en los años cuarenta es-
cogieron adoptar el plan estadounidense y disfrutar del flujo
de ayuda económica, técnica y militar. La decisión de unirse
al proyecto de Estados Unidos y aceptar muchos de los be-
neficios, así como las demandas de Washington, fue un mo-
EL EJÉRCITO MEXICANO DE LA POSGUERRA 311

mento clave en la relación bilateral y cambió el cálculo polí-


tico en México dramáticamente.
Entrar en la égida estadounidense era una oportunidad
para la institución castrense mexicana de no tener que seguir
el papel tradicional de defensa territorial en el mismo nivel
que otras fuerzas armadas latinoamericanas. Como escribió
el politólogo Martin Needler en 1971: "Prepararse para la
defensa de fronteras nacionales no fue ni factible ni razona-
ble: contra su vecino del Norte, Estados Unidos, tal defensa
no era posible; contra su vecino del sur, Guatemala, tal de-
fensa no era necesaria''. 1 Esto no quiere decir que las fuerzas
armadas mexicanas no pudiesen enfrentar invasiones o con-
trolar el territorio nacional: al contrario, el hecho de no te-
ner que prepararse para tal labor hiw aún más fuertes a las
tropas mexicanas. Otra vez, la ubicación única de México
fue útil. Cuando entró en la égida, aseguró que casi no fuera
posible el riesgo de guerra con sus vecinos americanos: Esta-
dos Unidos o Guatemala. Por eso, sin distracciones, las fuer-
zas armadas mexicanas pudieron enfocarse en el desarrollo
de una institución más profesional que sus iguales en la re-
gión. El lujo de no tener que hacer la guerra es la ganancia
de la égida para la institución castrense mexicana.
Leemos en otros textos de este libro cómo la educación
militar cambió en los años veinte y treinta del siglo xx, enfa-
tizando los conceptos de la protección del Estado revolucio-
nario y la lealtad a la nación. Ese cambio fue obra del general

1 Marcio Needler, Polítics and Socíety in Mexico, Albuquerque, Univer-

sity ofNew Mexico Press, 1971, p. 66.


312 MRON W. NAVARRO

Joaquín Amaro, entre otros, y creó un fundamento para el


ejército moderno mexicano. Ahora todos los ejércitos tienen
un sentido pretoriano. Es necesario. Si alguien va a arriesgar
su vida en un proyecto, ha de ser un proyecto importante,
aun esencial. Para los militares en la época moderna de na-
ciones (nation-states}, desde el siglo XIX, esa razón ha de ser
la existencia del Estado. En otros casos en Latinoamérica, esa
motivación interna de proteger la nación quedó deformada
por servir a ambiciones políticas. Es obvio que por ello ocu-
rrieron muchos golpes de Estado y gobiernos militares. En
México sí hay una tradición de caudillos y golpes e intentos:
el uso de la fuerza como instrumento político. La explica-
ción de esa tradición, de hablar en política por medio de la
violencia, se basó en el periodo justamente después de la
independencia. Cuando los países latinoamericanos rompie-
ron los lazos con el imperio español, empezaron un largo
proceso de cuestionamiento de los fundamentos del poder.
Desde hacía mucho, los reyes españoles dictaban leyes y los
ciudadanos se conformaban, en el mejor de los casos. Con la
independencia se derrocó esa forma de controlar a la pobla-
ción y se abrió la época del caudillo. Porque los caudillos
expresaron poder por medio de la violencia; se infiltró esa
estrategia en la vida política de cada uno de los países lati-
noamericanos. Durante el siglo XIX, claramente con la carre-
ra política de Antonio López de Santa Anna, obviamente
durante la Revolución, en las rebeliones de los veinte y hasta
en la revuelta de Saturnino Cedillo en 1938, México tuvo
rasgos similares al resto de la región. Sin embargo, en Méxi-
co, durante la posguerra no es así, cambió todo. El programa
EL EJÉRCITO MEXICANO DE LA POSGUERRA 313

de Amaro para reenfocar las lealtades de los militares, empe-


zando con la materia prima de los cadetes, era exitoso. Des-
de mi punto de vista, Amaro trató de dar forma positiva al
sentido pretoriano inherente en todo militar serio: el deseo
de proteger la nación. En el proceso, Amaro superó el obs-
táculo grave de tantos sistemas políticos latinoamericanos:
el intento de los militares de perseguir una carrera política
en paralelo con su vida como oficial de tropas. ¿Cómo fue
elaborado el proyecto de Amaro y cuáles actividades escogie-
ron los militares para satisfacer el impulso pretoriano?
Por un lado, hay mucha evidencia de que los militares no
salieron del mundo político en México. Hubo militares en los
gabinetes, aunque en número reducido, después de los cua-
renta. Hubo militares participando en elecciones y funcio-
nando como candidatos a puestos políticos, siempre después
de pedir licencia, por supuesto. Los hubo que tuvieron mu-
cho éxito en el mundo de los negocios. O sea, los militares sí
tuvieron un papel similar al que tenían en otros países latino-
americanos, si bien las fuerzas armadas mexicanas nunca salie-
ron de los cuarteles para involucrarse en la política electoral o
para interrumpir un gobierno escogido por los ciudadanos.
Por otro lado, el gobierno civil de Miguel Alemán empe-
zó un proceso muy importante en 1947. En paralelo con el
tratado de Río de Janeiro, México entró en un pacto relacio-
nado con la inteligencia. El tratado de Río (Río Pact) de
1947 dio una estructura legal a la égida estadounidense, con
la cobertura de la defensa mutua, concretada en el Acta de
La Habana de 1940 y en el Acta de Chapultepec de 1945.
Pero Alemán enlazó a México con Estados Unidos en un
314 AARON W. NAVARRO

pacto bilateral que permitió arrancar una era larga, como sa-
bemos hoy día, de compartir inteligencia entre los dos países
vecinos. El gobierno de Estados Unidos, bajo el mando de
Harry Truman, quiso bloquear la influencia de la Unión So-
viética en todo el hemisferio, pero en particular en México,
donde estaba la embajada soviética más grande del mundo.
Truman viajó al Distrito Federal en la primavera de 1947
para subrayar la relación especial entre los dos países y finali-
zar el pacto. Lo que Truman necesitó de México fue informa-
ción verdadera y oporruna sobre las actividades rusas en Mé-
xico. Y Alemán concurrió ... con su precio.
Alemán había fungido como secretario de Gobernación
durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho. En ese pe-
riodo, de la segunda Guerra Mundial, la urgencia, la insis-
tencia de Estados Unidos en cuanto a la recolección y entre-
ga de inteligencia era muy alta. Era evidente, más en México
que en los otros países latinoamericanos donde hubo activi-
dad de agentes del Eje, con la excepción posible de Brasil.
Alemán tuvo autoridad sobre el mayor servicio de inteligen-
cia dentro de Gobernación, la Dirección General de Inves-
tigaciones Políticas y Sociales (DGIPS). Ese servicio de inteli-
gencia fue fundado durante la Revolución por el gobierno
carrancista y tuvo una juvenrud difícil. No era muy profe-
sional en su técnica ni en sus resultados. Cuando estalló la
segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense y el
Buró Federal de Investigaciones (FBI) de J. Edgar Hoover no
confiaron mucho en los agentes mexicanos. Alemán, en Go-
bernación, pasó la segunda Guerra Mundial contestando
los mensajes (siempre urgentes} de Hoover y se dio cuenta
EL EJÉRCITO MEXICANO DE LA POSGUERRA 315

de que los agentes mexicanos encargados de recolectar y


procesar información no tuvieron un desempeño profesio-
nal: hacía falta entrenamiento.
Cuando terminó la guerra y ascendió el mismo Alemán
a la presidencia, apareció una oportunidad dorada para
cambiar la dinámica de la política mexicana. Alemán aceptó
el pacto con Truman porque supo que fue el mejor camino
para la profesionalización de los servicios de inteligencia.
Truman mandó personal del FBI y de la extinta Oficina de
Servicios Especiales (oss) a México para entrenar a los agen-
tes mexicanos en la práctica de inteligencia. Los agentes
mexicanos sí sabían acumular datos de varios tipos, pero no
tanto cómo producir inteligencia procesada (jinished intelli-
gence). No supieron analizar datos en bruto (acumulados) y
relacionarlos con otras fuentes de información. Lo que Tru-
man quiso fue inteligencia completa, correcta y oportuna.
El interés de Estados Unidos demandó un cuerpo de agentes
mexicanos muy competentes y profesionales. Truman finan-
ció la creación de la Dirección Federal de Seguridad (DFs).
Alemán, quien entendió muy bien cómo utilizar un servicio
de agentes, ahora pudo dar a Hoover y al FBI la información
sobre los rusos que quisieron. También Alemán supo que
pudo ofrecer el liderazgo del nuevo servicio a un grupo de
ciudadanos con una tradición creciente de lealtad intachable
a la nación: elementos de las fuerzas armadas.
En eso vemos el círculo casi completo de mi argumento.
Dentro de la égida estadounidense, el sentido pretoriano de
las fuerzas armadas mexicanas encontró una labor apropia-
da: defender la nación por medio de la inteligencia. El mis-
316 AARON W. NAVARRO

mo sentido que en otros países latinoamericanos se manifes-


taba como golpes de Estado, compromisos profundos en
materia política y juntas militares, se expresó en México
como servicio al, y protección del, Estado. Los militares
mexicanos se formaron con esa lección: proteger la nación es
la tarea más alta de su profesión. Inteligencia, espionaje, po-
licía secreta no fueron trabajos tradicionales de un ejército,
especialmente porque la DFS empezó como dependencia di-
recta de la presidencia hasta que se trasladó a Gobernación
en 1952. Y los ramos de las fuerzas armadas conser\raron y
desarrollaron sus propios servicios de inteligencia dentro de
sí. Después de 1947, el servicio de inteligencia más impor-
tante, con mejores recursos, con entrenamiento y equipo de
primera, fue la DFS. Alemán encomendó esa dirección a ofi-
ciales militares y reclutó nuevos agentes entre los más aptos
cadetes en el Heroico Colegio Militar y en la Escuela Supe-
rior de Guerra. Como marca de la importancia de los mili-
tares, ofrezco un dato clave. Sabemos que el primer director
de la DFS fue el general Marcelino lnnureta de la Fuente,
escogido por su capacidad de organizar. En la vida de la DFS,
desde su fundación en 1947 hasta su disolución en 1985, de
los nueve directores seis fueron militares egresados del siste-
ma de educación castrense. La DFS, por toda su historia, fue
un tipo de extensión de las fuerzas armadas en un sentido
importante: los agentes de la DFS, como los militares, guar-
daban el concepto central de proteger la nación. Era el im-
pulso pretoriano, igual que el de los militares en otras partes
de Latinoamérica, pero en México dirigido a un fin no gol-
pista, a un fin al servicio del Estado.
EL EJÉRCITO MEXICANO DE LA POSGUERRA 317

Entonces, ¿cómo es que la creación de la DFS, y la opera-


ción del sistema de inteligencia, se corresponde con el desa-
rrollo de las fuerzas armadas mexicanas después de 1945?
Porque las fuerzas armadas aquí compartieron con gober-
nantes civiles el interés en defender el sistema de gobierno.
En contraste con el caso de Brasil o Chile o Argentina, don-
de elementos de esas fuerzas armadas desconfiaron de la idea
de gobiernos de civiles, en México el continuismo del go-
bierno fue un interés compartido entre militares y civiles. El
precio que obtuvo Alemán de Truman en 1947, la funda-
ción de la DFS, fue parte de una estrategia para profesionali-
zar los servicios secretos de México al mismo tiempo que el
Partido Revolucionario Institucional {PRI) consolidó su con-
trol de las elecciones. No tendría que haber ocurrido así.
Hubo varios momentos históricos en los que casi descarriló
el proyecto político. Pero el hecho de que México se convir-
tiera en un caso excepcional en la región tiene que ver con la
relación entre civiles y militares, con el papel de los militares
en los servicios de inteligencia y, por último, con la égida
con la cual evolucionaba todo.
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994

JosÉ MANUEL V1u.ALPANDO


Escue/.a Libre de Derecho

Introducción: el ejército y la política, 1945-1994

El presidente Miguel Alemán, en sus memorias tituladas


Remembranzas y testimonios, señaló lo siguiente: "El primer
gobierno civilista de la República después del movimiento
armado enfrentaba la enorme responsabilidad de compro-
bar con hechos que las instituciones revolucionarias tenían
la solidez necesaria para regir los destinos de la nación, leal
y patrióticamente, dentro del marco legal que la Constitu-
ción establece".
Tenía toda la razón, pues el país se encontraba en un mo-
mento decisivo de su historia: dejar atrás la era de los caudi-
llos militares para dar paso a la etapa institucional en la que
contarían más los méritos adquiridos en el ejercicio de la
política que los alcanzados en el campo de batalla o bien en
las asonadas. El propio presidente lo describió de una mane-
ra elegante: "El paso crucial de las armas a la universidad ...
Un Ejército que dejaba el fusil para abrazar el derecho".

319
320 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

Sin embargo, esto no significaría un rompimiento con


las fuerzas armadas, a las que se debía no sólo el triunfo de
la Revolución, sino también la consolidación de esa Revolu-
ción convertida en institución y en partido político, el más
poderoso, el orgánicamente constituido para no perder el
poder. Sólo se trataba de encauzar la presencia militar por
otros rumbos, distintos de la presión armada. Así lo aseguró
el presidente Alemán: "No significaba un cambio de rumbo
pero sí de actitud".
Por ello, no es de extrañar que existiera y persistiera una
estrechísima relación entre el ejército y el Partido Revolucio-
nario Institucional, que incluía, como es público y notorio,
cuotas para el primero en las cámaras de Diputados y Sena-
dores, así como en las legislaturas locales, todas ellas conve-
nidas en un pacto no escrito que aseguró la participación
política de los militares a la vez que ellos consentían en no
volver a levantarse en armas jamás.
Donde más se sintió la fuerza de este pacto fue en las gu-
bernaturas de los estados de la República. Por ejemplo, entre
1945 y 1988, los siguientes generales fueron gobernadores:
Chiapas, Absalón Castellanos Domínguez, 1982-1988
Chihuahua, Praxedis Giner Durán, 1962-1968
Coahuila, Raúl Madero, 1957-1963
Colima, Jesús González Lugo, 1949-1955
Distrito Federal, Alfonso Corona del Rosal, 1966-1970
Guerrero, Baltazar R. Leyva Mancilla, 1945-1951
Guerrero, Raúl Caballero Aburto, 1957-1961
Hidalgo, Alfonso Corona del Rosal, 1957-1961
Jalisco, Marcelino García Barragán, 1943-1947 (destituido)
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 321

Nayarit, Rogelio Flores Curiel, 1975-1981


Oaxaca, Eliseo Jiménez Ruiz, 1977-1980
Puebla, RafaelÁvila Camacho, 1951-1957
Sinaloa, Pablo Macías Valenzuela, 1945-1950
Sinaloa, Gabriel Leyva Velázquez, 1957-1962
San Luis Potosí, Gonzalo N. Santos, 1943-1949
Yucatán, Graciliano Alpuche Pinzón, 1982-1984 (desti-
tuido)
Zacatecas, Fernando Pámanes Escobedo, 1974-1980.
A ellos habría que agregar media docena más de médicos
militares, todos ellos con el grado de generales, que también
alcanzaron las gubernaturas de sus respectivas entidades de
origen, como Gustavo Baz en el Estado de México y Rafael
Moreno Valle en Puebla.
También hubo una relación muy estrecha entre la direc-
ción del PRI y los militares, evidenciando al menos en una
etapa muy clara que el partido contaba con la anuencia de las
fuerzas armadas y que en realidad eran los mismos militares
los que habían formado el instituto político, del cual no de-
seaban desapegarse. Así, fueron presidentes del PRI los gene-
rales Rodolfo Sánchez Taboada (1946-1952), Gabriel Leyva
Velázquez (1952-1954), Agustín Olachea (1956-1958), Al-
fonso Corona del Rosal (1958-1964), así como antes el gene-
ral Matías Ramos había sido presidente del PNR (1936-1937).
La vinculación ejército-partido oficial es evidente. En
realidad, se trataba de un partido militar, atribuyéndose a
este sector de la población no sólo la Revolución sino su
papel determinante en la conducción del país, incluso como
creador y promotor de la ideología "revolucionaria" de la
322 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

cual sólo los militares podían ser intérpretes y ejecutores.


Hasta llegaron a teorizar que su presencia era indispensable
en el acontecer político nacional, pues se seguía en todo la
definición de cuál era el papel del ejército que había dado el
general Alfonso Coronal del Rosal, quien en su libro La gue-
rra, el imperialismo, el Ejército mexicano, dice lo siguiente:
"En nuestro magnifico y organizado Ejército se practican las
más elevadas virtudes militares, con base en el patriotismo,
el amor a la patria y la lealtad a las instituciones revolucio-
narias". En suma, el ejército era leal a él mismo.
La realidad se imponía: el jefe del Ejecutivo, el presidente,
sería civil y podrían serlo también sus principales colabora-
dores, pero la esencia del partido, su ideología y su actuación
estarían regidas por los militares. Ésta es la época en la cual
era políticamente incorrecto hablar mal en los medios de co-
municación tanto del ejército como del presidente de la Re-
pública, y de la Virgen de Guadalupe, los tres considerados
como los temas sagrados que nadie podía criticar.
Sin embargo, esta actitud de simular el alejamiento del
poder político, pero manteniéndose en él, no fue del agrado
de algunos militares, pues dejó sin espacio político a los vete-
ranos de la Revolución, quienes fundaron un partido alterna-
tivo (Partido Auténtico de la Revolución Mexicana), que por
mucho tiempo se adhirió al PRI para postular al presidente de
la República. El PARM fue dirigido por los generales Jacinto
B. Treviño (1957-1968) y Juan Barragán (1964-1975).
Sin embargo, un momento de ruptura importante suce-
de en 1976, cuando el presidente José López Portillo se
aparta de la tradición y designa a un secretario de la Defensa
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 323

Nacional que no era político sino militar profesional. El


cambio fue determinante en el devenir de la historia del
ejército, pues desde entonces los titulares de la Defensa han
sido generales sin vinculación partidista.
Para 1988, el panorama político militar cambia: el PARM,
ya sin el liderazgo militar de los veteranos, se separa de su
antigua condición de comparsa del PRI y postula un candi-
dato presidencial de manera independiente (Cuauhtémoc
Cárdenas); la debatida elección de ese año tiene consecuen-
cias hasta en el ejército, porque, por ejemplo, en el cuartel
de la wna militar de Morelia, Michoacán, Cárdenas obtiene
502 votos; el PRI, que postuló a Salinas de Gortari, 156, y el
PAN, que postuló a Manuel J. Clouthier, 156 también. Se
dijo que la misma proporción de votos se obtuvo en el Cam-
po Militar número 1 y en su wna habitacional aledaña. Con
esto termina el proceso de desvinculación entre el ejército y
el partido en el poder, estableciéndose la certeza de institu-
cionalidad militar, que será fundamental para garantizar la
transición democrática.
Por ello, para examinar la actuación del Ejército mexica-
no en el periodo 1945-1994, emplearemos la división natu-
ral que ofrecen los sexenios a fin de destacar lo más relevante
en el campo político-militar en cada uno de ellos.
No nos referiremos por supuesto a los servicios ordina-
rios de cuartel, adiestramiento y educación militar, ni tam-
poco a los servicios regulares de salvaguarda de instalaciones
estratégicas, partidas militares, escoltas de trenes, como tam-
poco a la participación del ejército en las ceremonias cívico-
patriotas o a la modernización de armamentos o instalado-
324 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

nes, sino que exclusivamente me referiré con puntualidad a


esos sucesos que llamaron la atención pública y que hasta la
fecha son motivo de debate. Por cierto, una fuente impor-
tante de información en este tema son los testimonios verti-
dos por los propios presidentes de la República, quienes han
podido expresar en sus memorias -los que las han escri-
to- su opinión sobre ellos.

Sexenio del presidente Miguel Alemdn Valdés


(1946-1952)

El presidente Alemán designó como secretario de la Defensa


Nacional al general Gilberto R. Limón, veterano de la Revo-
lución; fue obregonista, participó en las batallas de Celaya y
firmó el plan de Agua Prieta. Fue jefe de la escolta del presi-
dente Plutarco Elías Calles, director del Colegio Militar, de
los establecimientos fabriles del ejército y jefe de zonas y re-
giones militares. Fue protegido del general Francisco L. Ur-
quizo, secretario de la Defensa del presidente anterior, Ma-
nuel Ávila Camacho, quien lo recomendó para el alto mando
del ejército.
Ésta fue en realidad la época de oro del ejército, pues al
terminar la segunda Guerra Mundial, y luego del éxito del
Servicio Militar Nacional, de la brillante participación en el
conflicto armado de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexica-
na en Filipinas con el glorioso Escuadrón 201 y del rearme
con equipo moderno, el ejército comenzó el periodo con
gran prestigio.
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 325

Para empezar, el presidente, mediante un decreto, cam-


bió el nombre del ejército, de Ejército Nacional mexicano a
Ejército mexicano.
Se creó el Banco Nacional del Ejército y de la Armada, con
las funciones de ser una institución destinada a realizar opera-
ciones de crédito, ahorro, inversión, fiduciaria, hipotecaria,
refaccionaria, afianzadora y agencia comercial de los miem-
bros del ejército y de la armada.
Por otra parte, gran expectación y júbilo provocó el equi-
po ecuestre del Ejército mexicano, al mando del teniente co-
ronel Humberto Mariles, con su triunfo en los Juegos Olím-
picos de Londres en 1948, donde obtuvo dos medallas de oro
en salto individual y salto por equipos.
Hubo una nota interesante: aparecieron milagrosamente
los restos de los Niños Héroes y se decretó su autenticidad.
El presidente Miguel Alemán, en sus memorias, le echa la
culpa a los historiadores y antropólogos del INAH por este
fraude óseo, porque no consideraron la fe de bautismo de los
Niños Héroes (el dictamen determinó que había uno mayor
de 14 años y cinco menores de esa edad, cuando la fe de bau-
tismo señala cuatro mayores de 14 años y dos menores, Suá-
rez y Márquez, mientras que Melgar, Montes de Oca, Escutia
y De la Barrera tenían 18 o más). Sin embargo, la publicidad
mediante el empleo de los periódicos serviles transformaron
este engaño en un mito intocable, cuya salvaguarda se adju-
dicó el ejército.
Hacia 1950 y al crecer el movimiento henriquista, se dio
de baja del ejército al gobernador destituido de Jalisco, Mar-
celino García Barragán, y el 6 de julio de 1952 fueron mili-
326 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

tares los que reprimieron una protesta henriquista en la ala-


meda de la ciudad de México, con saldo de varios muertos,
operativo al mando del general Raúl Caballero Aburto.

Sexenio del presidente Adolfo Ruiz Cortines


(1952-1958)

El presidente Ruiz Cortines designó como secretario de la


Defensa Nacional al general Matías Ramos, quien se inició
en 1911 en la Revolución, a las órdenes de Gertrudis Sánchez
y Eulalia Gutiérrez. Se le acreditaron 65 hechos de armas.
Fue gobernador de Zacatecas (1932-1936), y presidente del
PNR (1936-1937). Matías Ramos era protegido y recomenda-
do del general Joaquín Amaro, prestigiado secretario de Gue-
rra y factor determinante en la profesionalización del ejército.
Durante esta administración se gestan los primeros acon-
tecimientos que darán cauce, en las décadas siguientes, a la
actuación del ejército en controvertidas acciones que marca-
rán su papel y destino: comienza el combate contra los ener-
vantes, se inicia el combate contra grupos armados y el ejér-
cito participa en el control de disturbios civiles.
Así, como consecuencia de la fracasada campaña políti-
ca henriquista, surgida cuando el general Miguel Henríquez
Guzmán, protegido del general Lázaro Cárdenas, quiso lan-
zarse a la presidencia de la República, se crea en 1952 el gru-
po armado de Rubén Jaramillo, seguidor de Henríquez, que
en los años siguientes ataca poblaciones y embosca convoyes
militares.
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 327

En estos años, según reportes obtenidos vía transparen-


cia, es cuando se inicia el combate contra narcotraficantes y
también la destrucción de plantíos ilícitos.
Un momento crucial sucedió en 1958, cuando ante los
disturbios protagonizados por los trabajadores petroleros, y
el temor por el desabasto de gasolina en la capital del país,
por órdenes directas del secretario de la Defensa, autorizadas
por el presidente de la República, el 49 Batallón de Infante-
ría, a las órdenes del coronel Salvador Rangel, toma la refi-
nería de Azcapotzalco.

Sexenio del presidente Adolfo López Mateos


(1958-1964)

El presidente López Mateos designó como secretario de la


Defensa Nacional al general Agustín Olachea, quien fue
soldado a las órdenes de Manuel M. Diéguez durante la
Revolución. Olachea fue obregonista, gobernador de Baja
California Sur en 1929, de Baja California Norte en 1931
y nuevamente de Baja California Sur de 1946 a 1956. Pre-
sidente nacional del PRI (1956-1958), estuvo a cargo de la
campaña presidencial de López Mateos. Cabe destacar que
durante su gestión como secretario de la Defensa se adquie-
ren para la Fuerza Aérea Mexicana los jets de combate T33
y se construye la Base Aérea de Santa Lucía.
El ejército inicia el sexenio otra vez con la intervención
del 49 Batallón de Infantería, a las órdenes del coronel Sal-
vador Rangel, en la estación de ferrocarriles de Pantaco, para
328 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

desactivar el movimiento de Demetrio Vallejo, que intenta-


ba desestabilizar el régimen.
Por otra parte, se continúa combatiendo al grupo lidera-
do por Rubén Jaramillo, quien muere en 1962, pero para
sustituirlo aparece también el grupo armado comandado
por Genaro Vázquez, la Asociación Cívica Guerrerense.
Combatir a los grupos armados insurgentes fue una tarea
difícil en una primera etapa. El general Salvador Rangel
confiesa que ni los mandos ni los oficiales ni las tropas esta-
ban preparados para este tipo de guerra de baja intensidad,
por lo que eran frecuentes las emboscadas y los ataques, con
lamentables bajas por parte de los soldados.
En realidad, no había experiencia en los militares mexi-
canos, pues la última vez que se había combatido en forma
fue en los tiempos de la guerra cristera, más de 30 años
atrás. En ese entonces, los cristeros eran fanáticos religiosos
y ahora se trataba de fanáticos ideológicos, por lo que no
quedaba otra a los comandantes que decirle a sus soldados
"éntrenle, no se rajen", muy al estilo de Pancho Villa.

Sexenio del presidente Gustavo Díaz Ordaz


(1964-1970)

El presidente Díaz Ordaz designó como secretario de la De-


fensa Nacional al general Marcelino García Barragán, quien
fue soldado de la Revolución y después cadete del Heroico
Colegio Militar, plantel del que fue director (1941-1943};
fue gobernador de Jalisco (1943-1947), cargo del que fue
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 329

destituido por apoyar al general Miguel Henríquez Guz-


mán en sus aspiraciones presidenciales. Fue presidente de la
Federación de Partidos del Pueblo, y a la derrota de Henrí-
quez, según la Dirección Federal de Seguridad, intentó un
levantamiento armado entre 1952-1953. Fue dado de baja
en el ejército, pero en 1960 el presidente López Mateos lo
reincorpora y lo nombra comandante de zonas militares en
Toluca y en Querétaro.
Según Francisco Estrada, autor de unas supuestas memo-
rias de Miguel Henríquez Guzmán, el presidente Díaz Or-
daz le ofreció la Secretaría de la Defensa para ponerle un
freno al general Lázaro Cárdenas y a los comunistas. Según
esas supuestas memorias, Henríquez Guzmán dice que se
negó, pero que propuso en cambio al general García Barra-
gán para ocupar el puesto, lo que aceptó de muy buen grado
Díaz Ordaz.
En 1966, por órdenes del presidente, se inicia el Plan
Canador, que tuvo como objetivo la erradicación de cultivos
de mariguana y amapola en la confluencia de los estados de
Chihuahua, Sinaloa y Durango, participando 3 mil elemen-
tos del ejército.
Ese mismo año se instituye, también por órdenes presi-
denciales, el Plan DN-III para auxiliar a la población civil en
casos de desastre, consistente en atender las emergencias
causadas por inundaciones, ciclones, huracanes, sequías, ne-
vadas, terremotos, epidemias o emergencias radiológicas, pro-
veyendo a la población con acciones de búsqueda, rescate,
evacuación, atención médica, distribución de alimentos,
protección de bienes y construcción de cocinas y albergues.
330 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

El Plan DN-III tuvo como origen el desbordamiento del río


Pánuco y las inundaciones en diversas poblaciones en Vera-
cruz yTamaulipas.
En el norte del país, en 1965, un grupo de estudiantes,
maestros rurales y campesinos atacan el cuartel militar en
Madera, Chihuahua. Luego, en 1967, aparecen también la
organización del Partido de los Pobres y su brazo armado, la
Brigada Campesina de Ajusticiamiento, encabezados por Lu-
cio Cabañas, en el estado de Guerrero, que se dedican al se-
cuestro, el ataque a instalaciones militares y la "expropiación"
y ajusticiamiento, que obtendrán como respuesta en 1969 la
operación Rastrilleo, a cargo de la 27 y 35 zonas militares.
Pero por lo que este sexenio está marcado es por el con-
flicto estudiantil de 1968. Como antecedente, el ejército
intervino en 1966 en el conflicto de la Universidad Nico-
laíta en Morelia, Michoacán, cuando las unidades militares
tomaron las instalaciones universitarias, al mando del gene-
ral Jesús Hernández Toledo, de quien se dijo que en esa oca-
sión iba vestido en tenida de combate, como si estuviera en
Vietnam.
En el conflicto estudiantil de 1968, el ejército intervino
en los siguientes eventos.
El 30 de julio, en la toma de la Escuela Nacional Prepa-
ratoria de San Ildefonso, el célebre bazucazo, en donde inter-
vinieron unidades blindadas, policía militar y fusileros para-
caidistas, todo al mando del general Hernández Toledo.
El 28 de agosto, en la toma del Zócalo capitalino, en
donde intervinieron los batallones 43 y 44 de Infantería, el
Batallón de Fusileros Paracaidistas y 12 vehículos del 2° Es-
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 331

cuadrón Blindado de Reconocimiento, que recorrieron las


calles del centro histórico de la ciudad hasta llegar a nuestra
plaza mayor, dispersando a los estudiantes.
El 18 de septiembre, en la toma de la Ciudad Universita-
ria, con el agrupamiento Restauración, a las órdenes del ge-
neral Crisóforo Mazón Pineda, donde, según testigos, parti-
ciparon hasta 1O mil soldados de los batallones 3, 40 y 44 de
Infantería, el 2° Escuadrón Blindado de Reconocimiento y
los batallones de paracaidistas, policía militar y Olimpia.
El 22 de septiembre, una primera intervención en Tlate-
lolco y en la Vocacional 7, con las tropas del 43 Batallón de
Infantería y nueve vehículos blindados, a las órdenes del co-
ronel Javier Vázquez.
El 24 de septiembre, en la toma de las instalaciones del
Instituto Politécnico Nacional, tanto en Zacatenco como en
Santo Tomás, en donde participaron en ambos casos tropas.
de infantería y vehículos blindados.
El 2 de octubre en Tlatelolco, a las órdenes del general
Crisóforo Mazón Pineda intervienen tres agrupamientos,
entre los que se encuentran los mandados por el general
Hernández Toledo y particularmente el Batallón Olimpia, a
las órdenes del coronel Ernesto Gutiérrez Gómez Tagle. Los
detenidos fueron trasladados al Campo Militar número 1.
Según lo señaló en sus memorias el general García Barra-
gán -recogidas en el libro Parte de Guerra, escrito por Julio
Scherer y Carlos Monsiváis-, y que fueron confirmadas
por videos difundidos en años posteriores, el 2 de octubre el
ejército fue agredido por francotiradores colocados en los
edificios de la unidad habitacional, por lo que los soldados
332 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

respondieron disparando hacia arriba y no hacia la multi-


tud. Se ha señalado como agresores a oficiales del Estado
Mayor presidencial.
En todos estos casos el ejército actuó como lo prescribe el
Manual de pocedimientos para la utilización de tropas en dis-
turbios civiles, en el que se señala claramente que cuando las
unidades del ejército intervienen para disolver multitudes, el
comandante militar designado actúa hasta el punto necesa-
rio para cumplir su misión. En el cumplimiento de su mi-
sión, la necesidad razonable es la medida de su autoridad.
Además, los tipos de armas y municiones que necesitan las
tropas para restablecer la ley y el orden durante un disturbio
civil serán en principio con las que estén dotadas orgánica-
mente. Las unidades que se van a utilizar en los disturbios
civiles se seleccionan de acuerdo con la acción esperada, por
ejemplo, policía militar e infantería; se emplean también las
unidades blindadas para causar efectos psicológicos. En oca-
siones, y de acuerdo con la situación que se viva, pueden
utilizarse tropas especializadas, como paracaidistas.
Por otra parte, según ese mismo Manual, al desarrollar
operaciones en un disturbio civil, el comandante militar
puede emplear las siguientes medidas: demostración de
fuerza, proclama para invitar a los amotinados a dispersarse,
empleo de formación incluidos blindados, de toleteros, de
perros adiestrados, de agua, de agentes químicos lacrimóge-
nos, de tiradores selectos y empleo dosificado del volumen y
potencia de fuego.
El propósito de la intervención del ejército en un distur-
bio civil es el de restablecer o preservar la paz pública, apla-
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 333

car o impedir una demostración tumultuosa o motín, sofo-


car o impedir una rebelión cuando la violencia amenaza a tal
grado que ésta excede la capacidad de las autoridades civiles
para controlarla. Los deberes del ejército incluyen evitar da-
ños o averías a la propiedad particular y a los servicios públi-
cos esenciales.
La experiencia de 1968 trajo como consecuencia que nun-
ca más volviera a utilizarse el ejército en disturbios civiles.
Vale la pena señalar que en las supuestas memorias del
general Miguel Henríquez Guzmán se dice lo siguiente:

Con motivo de los lamentables acontecimientos de 1968, el


general García Barragán, con quien manteníamos nuestra
amistad inalterable y toda la confianza, me buscó la madruga-
da del 3 de octubre indignado, furioso, inconforme por lo
que había pasado en Tlatelolco. "Mi general, me dijo en acti-
tud de firmes, vengo a poner el ejército a sus órdenes. Acabo
de tener una plática con la embajada de los Estados Unidos y
tendríamos el apoyo que tanto hemos esperado". No lo dejé
seguir -dice Henríquez Guzmán-. No puedes equivocarte
Chelino, y tú menos que nadie. Acuérdate de Victoriano
Huerta. Ahora mismo te vas a Los Pinos y te pones a las órde-
nes del único con quien tienes que hacerlo, el hombre que te
dio el cargo, confiando en tu lealtad, el señor licenciado Díaz
Ordaz.

Sin embargo, de este discutido y escandaloso asunto hay


otra versión, la proporcionada por Miguel Nazar Haro al
periódico La jornada:
334 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

El general Marcelino García Barragán no quiso dar el golpe


(de Estado). Mandó a la chingada al embajador (Fulton Free-
man). Con lo del movimiento estudiantil se alarmaron (en
Washington): que iban a hacer una revolución, y el embaja-
dor de Estados Unidos entró a ver a don Marcelino y le dijo:
dé un golpe de Estado y tome la Presidencia para calmar la situa-
ción. El general le contestó: yo no voy a pasar a la historia como
traidor a la patria. Don Marcelino no podía ver a Echeverría,
pero este señor planea lo del Ejército (la represión), y ya
cuando están los soldados (en las calles, el 2 de octubre)
Echeverría se arrepiente y regresa y le dice a Marcelino que ya
no, a lo que le contesta: mira, Luisito, yo no estoy jugando a los
soldaditos.

Sexenio del presidente Luis Echeverría Álvarez


(1970-1976)

El presidente Echeverría designó como secretario de la De-


fensa Nacional al general Hermenegildo Cuenca Díaz,
quien fue cadete de caballería en el Heroico Colegio Militar
en 1920 y formó parte de la escolta que en Aljibes dio la
famosa carga en defensa del presidente Venustiano Carran-
za. Fue subjefe y jefe del Estado Mayor de la Defensa, sena-
dor de la República por Baja California Norte (1964-1970)
y posteriormente a su gestión como secretario de la Defensa,
candidato a gobernador, por el mismo estado, pero falleció
durante la campaña electoral. Fue el último secretario de De-
fensa que fue político y militar.
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 335

Entre otros sucesos, durante su gestión se aplicó, por ór-


denes presidenciales, el Plan Acuario, para llevar agua en
apoyo a la Comisión Nacional de las Zonas Áridas, y, en
1973, el Plan DN-III, para atender el desbordamiento en la
presa Los Conejos en Irapuato.
También se expidió una nueva Ley Orgánica del Ejército
en 1971, que incorporó como misión permanente del ejér-
cito no sólo defender la integridad, independencia y sobera-
nía de la Nación y garantizar su seguridad interior, sino tam-
bién auxiliar a la población civil en casos de necesidad o de
desastre.
Este sexenio se caracterizó por la intensidad en el combate
a grupos armados. El general Cuenca Díaz, secretario de la
Defensa Nacional, cuando fue cuestionado por periodistas
sobre la existencia de guerrillas en México, lo negó diciendo
"son delincuentes comunes". Y tenía razón. En ese tiempo
aparecieron hasta una treintena de grupos armados, ávidos de
sangre, que se dedicaban a hacer proselitismo político, a ata-
car a policías y a soldados, a secuestrar inocentes, a secuestrar
aviones, a asaltar bancos, a poner bombas y ejecutar las sen-
tencias de sus tribunales revolucionarios, es decir, a matar.
Fervorosos creyentes de la ideología marxista y de la vía
revolucionaria armada como instrumento para el cambio
político, emprendieron acciones violentas contra la sociedad
mexicana. Muchos miembros de estas organizaciones reci-
bieron entrenamiento en Corea del Norte y todos leían el
Manual del guerrillero del Che Guevara, personaje al que
deseaban imitar, pero ninguno de ellos tuvo ni su talento ni
su carisma.
336 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

En 1970 apareció el Movimiento Armado Revoluciona-


rio, por ejemplo, dedicado a actividades criminales antiso-
ciales, y así como este movimiento surgieron otros más, que
particularmente hicieron del secuestro su modus vivendi,
además de emboscar al ejército, sobre todo en el estado de
Guerrero. Personajes famosos de la vida política, empresarial
y educativa fueron secuestrados, algunos con un final lamen-
table, como Eugenio Garza Sada, prominente empresario de
Monterrey, o Hugo Margáin, hijo del secretario de Hacien-
da. Algunos otros secuestros de resonancia fueron los del
candidato al gobierno de Guerrero, Rubén Figueroa; el del
suegro del propio presidente, José Guadalupe Zuno, y el in-
tento de secuestro de la hermana del presidente electo, Mar-
garita López Portillo.
Al decir de estos seudoluchadores sociales, por su acción
reivindicadora y revolucionaria la represión del Estado no se
hiw esperar. La verdad es que el ejército actuó denodada-
mente para combatirlos. Los generales, jefes, oficiales y tro-
pa de nuestro instituto armado actuaron conforme a la doc-
trina militar mexicana, plasmada, por ejemplo, en el libro
Nociones de estrategia de la Escuela Superior de Guerra, en
donde claramente se señala que los sistemas políticos y jurí-
dicos de México no permiten considerar las actividades sub-
versivas contra la seguridad y el orden interior como mani-
festaciones de guerra revolucionaria o de insurgencia, sino
como hechos delictuosos realizados no por guerrilleros, sino
por transgresores de las leyes penales.
Asimismo, el Manual de operaciones en campaña del Ejér-
cito mexicano, editado en aquellos años, señala expresamen-
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 337

te que en el ejercicio constitucional de sus funciones, las


fuerzas armadas pueden emplearse en actividades apropia-
das para prevenir y reprimir actos antisociales en contra del
Estado, llevados a cabo por personas o grupos transgresores
de la ley, cuya actuación delictiva cae dentro de lo previsto
por las leyes del fuero común y federal. No obstante lo an-
terior, podrán en ocasiones crearse circunstancias en las que
la naturaleza y actividad de los transgresores revista formas
de franca rebelión armada o de guerrillas, por las que, para
restaurar el orden alterado, será necesario que las tropas ac-
túen conforme a las normas doctrinarias de hacer la guerra,
aplicando los procedimientos tácticos que resulten adecua-
dos al caso.

Sexenio del presidente José López Portillo


(1976-1982)

El presidente López Portillo designó como secretario de la


Defensa Nacional al general Félix Galván López, quien fue
el primer secretario de la Defensa Nacional no político. Se
dice que además era muy cercano al general Marcelino Gar-
cía Barragán. El presidente López Portillo, en sus memorias,
tituladas Mis tiempos, biografía y testimonio político, aclara
que lo seleccionó después de un cuidadoso escrutinio que
hizo entre los más destacados generales del ejército. Andan-
do el tiempo, el presidente dirá que el general Galván le re-
sultó un extraordinario secretario de Defensa, un gran "vie-
jazo" que logró apartar para siempre la tentación política
338 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

cuando rechazó la candidatura al gobierno de Guanajuato


que le ofreció el PRI.
Durante su gestión, el Plan DN-III se aplicó en 1982 con
motivo de la erupción del volcán Chichonal en Chiapas.
También se intensificó la lucha contra el narcotráfico,
creándose la fuerza de tarea Cóndor en 1977.
Al presidente López Portillo le correspondió ponerle fin a
los combates en contra de los grupos armados, al ofrecerles la
amnistía general y al abrir la posibilidad de que incursionaran
en la vía política, registrando sus partidos y compitiendo en
las elecciones. Sin embargo, en sus memorias el propio pre-
sidente justificó sus prudentes decisiones diciendo que "con
los soldados no se puede jugar y estos locos lo están hacien-
do. No se dan cuenta [de] qué tan delgado es el orden".
Al incorporarse a la vida social los miembros de los gru-
pos armados se originó la corriente todavía actual de pensa-
miento que los identifica con héroes y mártires. Se llega al
extremo de afirmar, ya en franca glorificación de la llamada
guerrilla, que el Estado mexicano, por medio de su ejército,
instrumentó "todo un plan para perseguir, asesinar, matar,
torturar, desaparecer y encarcelar no sólo a los opositores
sino a sus redes sociales".
Como ejemplo de esta tendencia baste señalar libros
como México armado, de Laura Castellanos, donde abierta-
mente se dice que no se consultaron los archivos oficiales, ya
abiertos al público, de esos años porque no quería hacerse
una historia de represión sino solamente recuperar la versión
de los militantes de esos grupos, consiguiendo en realidad
mitificarlos y santificarlos. En ese tipo de obras, las palabras
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 339

suelen cambiar de sentido: los supuestos guerrilleros no ro-


ban, expropian; no matan, ejecutan sentencias de sus tribu-
nales; el ejército en cambio sólo reprime, sofoca y asesina.
Se llega al extremo de afirmar que toda una generación
fue sometida y destrozada, sin considerar que la inmensa
mayoría de los miembros de esa generación, jóvenes entre
los 18 y 30 años de edad, ni se interesaron ni se involucra-
ron, y que muchos de ellos fueron quienes los combatieron
en su carácrer de soldados y clases, o de oficiales subalternos,
subtenientes, tenientes y capitanes.
En el mismo sentido está escrito el Informe General de la
Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del
Pasado, dado a conocer en 2006, en donde se llega incluso a
afirmar que el ejército sofocó y reprimió la insurrección po-
pular, misma que sólo existió en la imaginación de sus re-
dactores.
Hoy es políticamente incorrecto referirse a esos años en
términos que lastimen u ofendan a los supuestos guerrille-
ros, cuando en realidad el país debió su estabilidad al ejérci-
to, primero porque éste tenía la obligación de salvaguardar
la seguridad interna; segundo porque de haber vencido esos
grupos, el destino de México hubiera sido francamente trá-
gico, teniendo a la vista los modelos en los que se inspira-
ban, y tercero porque la era de libertad democrática y de
transparencia llegó de manera natural y progresiva.
Sin duda, hubo abusos y las autoridades militares han
procedido en contra de quienes resultaron responsables de
ellos. Muchos fueron los muenos caídos en combate de estos
grupos así como los desaparecidos, que se registran en más de
340 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

medio millar. Sin embargo, nadie ha contado el número de


muertos inocentes que a su vez ellos causaron ni tampoco el
de los policías y militares que cayeron bajo sus balas. Hace
falta ese recuento también para tener una historia más cabal
y completa de esos años. Lamentablemente, nadie la ha escri-
to, sobre todo tomando en cuenta el otro lado de la moneda,
el de las fuerzas armadas.
Fue un periodo difícil de la historia de México, en el que
nuestro ejército cumplió responsablemente con su papel
constitucional. Es de lamentarse los excesos, pero como re-
flexión final de este periodo cabe recordar la frase de Isabel
Arvide, en su libro Mis generales, al referirse a estos sucesos:
nuestros soldados en ocasiones "caminaron por veredas pro-
hibidas haciendo lo correcto".

Sexenio del presidente Miguel de la Madrid Hurtado


(1982-1988)

El presidente De la Madrid designó como secretario de la


Defensa Nacional al general Juan Arévalo Gardoqui, quien
egresó del Heroico Colegio Militar como oficial del arma de
caballería; Arévalo fue jefe de ayudantes del presidente Adol-
fo López Mareos.
Durante su gestión, el Plan DN-III se aplicó en dos momen-
tos: en 1984 en la explosión de las gaseras en San Juan lxhua-
tepec, y en 1985 en los sismos que cimbraron la ciudad de
México. Por instrucción presidencial, el Plan DN-III sirvió de
base para la creación del Sistema Nacional de Protección Civil.
POLÍTICA YEJÉRCIT0, 1945-1994 341

En 1986 se expidió una nueva Ley Orgánica del Ejército


con la que se limitó la libertad presidencial para designar al
secretario de la Defensa Nacional, al obligarlo a elegirlo de
entre los generales de División en activo en el ejército.
También durante este periodo se intensificó la lucha
contra el narcotráfico, particularmente en lo que se refiere
a la destrucción de plantíos de enervantes, de los que fue-
ron destruidos más de 200 mil, con la detención de más de
2 mil delincuentes. Es la época en que el ejército debe ac-
tuar más decididamente en este combate, al comprobarse la
ineficiencia de las autoridades policiacas para impedir el
crimen.
Se puso en operación la Fuerza de Tarea Marte en 1987,
que requirió la intervención de más de 24 mil miembros del
ejército, y aunque el debate constitucional de su participa-
ción en esta actividad netamente policiaca fue resuelto por
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el sentido de
que sí es posible que el ejército participe en apoyo a las au-
toridades civiles en tareas policiacas y de seguridad pública,
lo que resulta indudable es que se trata de una guerra que
llevaba en ese entonces más de 30 años y que ha implicado
no solamente el sacrificio de cientos de soldados, sino tam-
bién el riesgo de que personal del ejército caiga en la tenta-
ción de ser cómplices, en ocasiones forzados, de los crimina-
les, afectando con ello el prestigio del instituto armado.
Esta situación de desprestigio la percibió el propio presi-
dente De la Madrid, quien en sus memorias, tituladas Cam-
bio de rumbo, narra que el general secretario "Arévalo fue
criticado por ser un hombre que no le entra a los problemas
342 JOSÉ MANUEL VILlALPANDO

[... ] cuando un militar es acusado de narco en lugar de to-


mar medidas enteras y severas, lo cambia de plaza''.
Las murmuraciones alcanzaron al propio secretario de la
Defensa cuando su hijo fue acusado de complicidad con el
narco por periodistas estadounidenses. De la Madrid dice
que el general se presentó ante él y muy alterado le dijo: "Ya
vio lo que dicen de mí los periódicos, ya no sirvo, ya no
puedo prestarle mis servicios", por lo que el presidente le
respondió, sosteniéndolo y reiterándole su confianza: "No
deje que los norteamericanos logren su objetivo, no se des-
anime, general, resista, manténgase firme".
Por otra parte, en 1988, cuando después de las elecciones
presidenciales "se cayó el sistema'', el presidente De la Ma-
drid comentó en sus memorias que su jefe de Estado Mayor,
el general Bermúdez,

me informó que tenía conocimiento de que había grupos que


se proponían tomar Palacio Nacional, y me pidió autoriza-
ción para apostar soldados frente a él. Tuve que decirle que de
ninguna manera lo hiciera, pues la presencia de los soldados,
por sí misma, resultaría provocadora. Le di instrucciones de
que mantuviera a las Fuerzas Armadas dentro de Palacio Na-
cional y de que, si los manifestantes llegaban a entrar, me
avisara.

Tenía razón De la Madrid. La última vez que hubo sol-


dados apostados frente a Palacio Nacional fue el 9 de febrero
de 1913, cuando se inició la Decena Trágica. Seguramente
recordó las fotografías de ese momento.
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 343

Sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari


(1988-1994)

El presidente Salinas de Gortari designó como secretario de


la Defensa Nacional al general Antonio Riviello Bazán, quien
contaba con gran experiencia militar, además de ser diplo-
mado de Estado Mayor y comandante de diversas wnas mi-
litares, así como agregado militar en España e inspector ge-
neral del ejército.
Sobre el general Riviello Bazán, su comandante supremo,
el presidente Salinas de Gortari, dijo en sus memorias, titula-
das México, un paso dificil a la modernidad:

Durante 5 años el general Riviello había diseñado y coordinado


la modernización del Ejército y la Fuerza Aérea; se le había do-
tado de armamento adecuado y suficiente. Especial cuidado se
había puesto en el adiestramiento y la disciplina de las tropas,
así como en la renovación de los cuarteles y otras instalaciones
militares. Un hecho que había elevado la moral del ejército fue
la decisión que el mismo Riviello propuso y que era terminar
con una de las peores lacras que afectaban a las tropas: los prés-
tamos que sus miembros pagaban con fuertes intereses. Riviello
era pues, un hombre con autoridad plena. En su persona en-
contró el país a un militar preparado para una determinación a
favor de la paz.

Durante su gestión ocurrió el incidente de Tlalixcoyan,


Veracruz, en 1991, cuando se enfrentaron elementos del 13
Batallón de Infantería contra agentes de la Policía Judicial
344 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

Federal, con resultado de siete muertos, todos ellos de la


dependencia policiaca.
La averiguación realizada por la Comisión Nacional de
los Derechos Humanos, y plasmada en la recomendación
126/1991, señala que los hechos comenzaron con el aterri-
zaje de una avioneta cargada de droga en una pista clandes-
tina en Tlalixcoyan que estaba bajo vigilancia de un pelotón
del ejército, seguida minutos después por un avión de la
PGR, que aterrizó también, descendiendo de él los agentes
que fueron recibidos a balazos por los soldados. Se sabe que
el avión de la PGR no tenía identificación visible y que los
agentes tampoco portaban uniformes con los que pudieran
ser identificados.
Sin embargo, a pesar de que los agentes informaron a su
base que estaban siendo atacados por el ejército, y de que se
pidió al general comandante de la zona militar en Veracruz
que detuviera el enfrentamiento, este último reconoció no
haber creído los mensajes recibidos y acudió con una frac-
ción del 13 Batallón de Infantería al lugar de los hechos,
intensificándose la balacera, con el resultado final de la
muerte de los agentes policiacos.
El 1 de enero de 1994, el país se sorprendió con el ataque
de un grupo armado, autodenominado Ejército Zapatista de
Liberación Nacional, a la población de San Cristóbal de las
Casas y especialmente al Cuartel Militar de la 31 zona mili-
tar, en Rancho Viejo. Muchos de los soldados, por ser día de
asueto, se encontraban francos y, sin embargo, el cuartel re-
sistió. Se calcula que fueron más de 2 500 los miembros del
EZLN que iniciaron esa ofensiva.
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 345

La primera orden instruida por el presidente de la Repú-


blica fue no atacar y concentrar efectivos a efecto de evaluar
la situación. ¿Fue una sorpresa realmente? Según Isabel Arvi-
de, no, pues cuenta en su libro Mis generales que el coman-
dante de la región militar, el general Miguel Ángel Godínez
Bravo, desde el año anterior, 1993, informó al presidente de
la República que descubrió un campamento guerrillero en
Las Calabazas, cerca de Ocosingo, en donde encontró todas
las pruebas suficientes de que se avecinaba un levantamien-
to, las cuales mostró al Primer Mandatario, pero que éste "no
quiso ver o prefirió políticamente manejar a su manera''. Go-
dínez recibió la orden de replegarse y la obedeció, pero de
cualquier forma en la primera oportunidad que tuvo y para
que quedara constancia le reclamó al presidente Salinas,
quien al parecer ignoró el reclamo del general.
El EZLN anunció que tenía la intención de avanzar hacia
la capital del país, venciendo al Ejército federal mexicano,
"nuestro enemigo de clase", al que llamó en un manifiesto
y en un periodiquito que hizo circular "Ejército opresor al
que debemos disolver", mientras invitaba a unirse al pue-
blo de México al socialismo. El EZLN no nació de la nada;
es en realidad la continuación de las viejas organizaciones
armadas que en los años setenta asolaron al país, con su
origen en las FLN (Fuerzas de Liberación Nacional) y que
en su momento fueron batidas y desarticuladas por nues-
tro ejército.
Pocos días después, el EZLN y el Ejército mexicano se en-
frentaron en Ocosingo, en el combate más intenso de esta
guerra, que tuvo un saldo de 15 militares muertos y 29 he-
346 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

ridos. En esta batalla, el ejército venció a los zapatistas,


como lo hizo en todas las demás de este conflicto.
Es relevante mencionar que en estas acciones militares,
además de las tropas del ejército que intervinieron, de mane-
ra destacada participó también la Fuerza Aérea mexicana,
que tuvo su primera experiencia bélica desde la segunda
Guerra Mundial. Así, los pilotos de los escuadrones 201 y
205, equipados con aviones Pilatus; del 208, dotado con
aviones Arava, y 209 y 215, que contaban con helicópteros
Bel!, ametrallaron y lanzaron cohetes tanto en la defensa del
cuartel de Rancho Viejo como en apoyo a la infantería en
Ocosingo y Comitán, además de otros muchos objetivos en
la misma zona de combate, particularmente en la defensa del
cerro del Tzontehuitz, en donde se encontraba la estación de
comunicaciones cercana a San Cristóbal de las Casas.
Para el 9 de enero, el conflicto ya había terminado en rea-
lidad, con el rechazo en todos los frentes del EZLN, que en su
retirada se llevó secuestrado al ex gobernador de Chiapas y
general del Ejército mexicano, Absalón Castellanos Domín-
guez, a quien habían hecho prisionero desde el 1 de enero.
De pronto, llegó la orden del Comandante Supremo de
"alto al fuego". Ese día 9 por la noche, cuenta el presidente
Salinas en sus memorias,

el general Riviello me rindió el parte de novedades. El informe


notificaba que la derrota militar de la guerrilla era total. Riviello
me confirmó lo que ya era evidente: Dada la posición obtenida
por las tropas, sólo faltaba la orden para perseguir y someter al
grupo armado. Revisamos juntos el mapa de la zona que preci-
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 347

saba la ubicación de las fuerzas militares. Se había iniciado ya la


identificación de cada uno de los ejidos y comunidades que
permanecían bajo el dominio del EZLN o de sus seguidores. El

control de la zona, me dijo el secretario, estd garantizado. Y ru-


bricó: Nuestra fuerza numérica y en armamento es contundente.

Y fue en ese momento cuando el presidente tomó su de-


cisión. Según cuenta en sus memorias, Salinas miró fijamen-
te a Riviello y le dijo: "General, quiero preguntarle si estd listo
para el cese unilateral del foego. Su primera reacción fue de
sorpresa. Lo meditó un momento, que me pareció una eter-
nidad. Después, con una firme actitud, me respondió: Esta-
mos listos para proceder a lo que usted ordene".
La orden presidencial llegó a todos los comandantes en el
frente de batalla de Chiapas, entre ellos el comandante de la
región militar, el general Miguel Ángel Godínez Bravo, en
un momento en el que Isabel Arvide lo retrata así: "El gene-
ral Godínez, uniforme camuflajeado, que encabezó la guerra
en Chiapas, entre balas y periodicazos, entre razones del
combate a ganar y la rendición política del presidente Sali-
nas de Gortari".

Conclusión

En el periodo 1945-1994, el Ejército mexicano cumplió a


cabalidad con su obligación constitucional de defender la
integridad y la soberanía de México, de garantizar la seguri-
dad interior y de auxiliar a la población en casos de desastre.
348 JOSÉ MANUEL VILLALPANDO

Atrapado al principio en la militancia política del partido


predominante, pudo con el devenir de los años deslindarse de
los compromisos derivados de la política y consagrarse desde
entonces a la tarea técnica y profesional de ser un ejército al
servicio de México y de su orden legal y constitucional.
No se ha escrito la historia del ejército de estos años. Al-
gunos expertos extranjeros, como César Cereseres, David F.
Ronfeldt, Stephen J. Warner y sobre todo Roderick Ai
Camp, con su clásico Generals in the Palacio, se han ocupado
del tema. Algunos estudios académicos mexicanos se han
publicado, como el de Jorge Alberto Lozoya (El Ejército mexi-
cano, editado por El Colegio de México) o los varios e im-
portantes de Raúl Benítez Manaut sobre seguridad nacional
y defensa de México. Hay algunos también de corte perio-
dístico, como el de Gloria Fuentes (El Ejército mexicano), el
de Javier Ibarrola (Ejército y poder), el de Juan Veledíaz (El
general sin memoria, basado en la vida del general Salvador
Rangel) o el de Isabel Arvide (Mis generales). Sin embargo,
carecemos de una visión completa e integral de la actuación
del Ejército mexicano, aunque ya hay un buen avance, por
lo que respecta al periodo 1917-1937, en la obra de Enrique
Plasencia de la Parra, Historia y organización de las faerzas
armadas en México. Por ello, este texto en realidad es un pri-
mer y muy inicial acercamiento al debatido tema del papel
del ejército en esos años cruciales de 1945 a 1994.
Puedo afirmar que entre 1945 y 1994, la gran mayoría
de los generales, jefes, oficiales, clases y tropa del Ejército
mexicano y de la Fuerza Aérea actuaron con pundonor, alto
espíritu de sacrificio, estoicismo, frugalidad, disciplina es-
POLÍTICA Y EJÉRCITO, 1945-1994 349

tricta y alta eficiencia técnica, convencidos de que, tal como


lo prescribe el Reglamento General de Deberes Militares, "el
servicio de las armas exige que el militar lleve el cumpli-
miento del deber hasta el sacrificio, que anteponga al interés
personal la soberanía de la Nación, la lealtad a las Institucio-
nes y el honor del Ejército", única manera de que, como
señala el Manual de estrategia de la Escuela Superior de Gue-
rra, "la Nación pueda confiar en sus militares profesionales
para ponerse en sus manos, cuando llegue la agresión, con
esperanzas fundadas de que harán la guerra con patriotismo
y con habilidad".
EL EJÉRCITO MEXICANO Y LA SECRETARÍA
DE LA DEFENSA NACIONAL (2000-2013)

JAVIER OLIVA POSADA


Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-
Universidad Nacional Autónoma de México

La defema nacional y la seguridad nacional

Hacia los últimos meses de la segunda Guerra Mundial, los


todavía aliados comenzaban a analizar cómo y para qué ha-
brían de dividirse las wnas de influencia. Del Pacífico sur a
Europa oriental, pasando por el norte de África y el sudeste
asiático, las potencias vencedoras reclamaban para sí amplias
zonas geopolíticas. La rivalidad entre Estados Unidos y la
Unión Soviética (URSS) había comenzado aun antes de que
la derrota de la Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón
imperial fuera inminente.
Sin duda, una de las principales consecuencias de esa
terrible conflagración sería el inicio de una prolongada eta-
pa caracterizada por un mundo interrelacionado, polide-
pendiente y, por lo tanto, complejo tanto en la posibilidad
influyente de las antiguas tendencias predominantes como
en la relevancia de las economías primarias y extractoras, ade-

351
352 JAVIER OLIVA POSADA

más de las extensivas luchas anticoloniales en los cinco con-


tinentes.
Con el surgimiento de los esquemas interpretativos en la
política internacional y el poder militar, acordes con las
nuevas circunstancias, se crearía lo que se conoce amplia-
mente como la Guerra Fría. En el tenso ambiente 1 genera-
do por la onda expansiva ideológica y militar soviética, en
Estados Unidos, a partir del entorno diplomático y militar
más cercano al presidente Harry Truman, se crea el concep-
to de seguridad nacional, aunque a la par deben incluirse las
prioridades económicas y comerciales. 2 No es exagerado
precisar que con la aparición de este término se modificó
tanto la política exterior de ese país como en general las
tendencias de los equilibrios militares en todo el mundo,
1 "Así pues, en el espacio de unos cuantos días de febrero de 1946, el

gobierno de Truman abandonó, de una vez y para siempre, los intentos de


satisfu.cer los deseos de la Unión Soviética. Las razones de la nueva política
se dieron el 22 de febrero en un 'telegrama largo', de 8 mil palabras, que
redactó George Kennan. Desde su puesto en la embajada norteamericana
en Moscú, Kennan advirtió al Departamento de Estado de que la hostili-
dad soviética con respecto al mundo capitalista era inevitable e inmutable
por ser la justificación del opresivo sistema rotalitario que los comunistas
habían impuesto al pueblo soviético. Kennan recomendó que, en vez de
tratar de complacer al régimen soviético, Estados Unidos se concentrara en
contener la expansión del poderío soviético hasta que en la Unión Soviética
[sic] se instaurara una forma de gobierno más moderada", Ronald Powaski,
La Guerra Fría. EstadtJs Unidos y la Unión Soviética, 1917-1991, Barcelona,
2000, p. 93.
2 Bartholomees Jr. Boone (ed.), U.S. Army War College Cuide to Na-

tional Security Issues. Volume !: Theory of War and Strategy, Pensilvania,


2008.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 353

efectos que llegan y con fuerza hasta la segunda década del


siglo XXI.
En 1947 se toman varias decisiones fundamentales para
el sistema político de Estados Unidos. Se crea el Departa-
mento de Defensa, que hasta entonces sólo era una parte del
Departamento de Estado (en ese tiempo, Departamento de
Guerra y Departamento de la Armada, y en la nueva admi-
nistración militar emerge el área correspondiente a la Fuerza
Aérea). También la Agencia Central de Inteligencia surge
como un polo fundamental de interés dentro de la estructu-
ra del gobierno de ese país. Se da paso al Consejo de Seguri-
dad Nacional, que depende de forma directa del presidente
del país, y se legisla directamente sobre la misma seguridad
nacional (National Security Act, 26 de julio de 1947). En el
artículo 2 de dicha ley, se afirma que el objetivo de la coor-
dinación de los esfuerzos de las distintas oficinas es una
prioridad para estar en condiciones de defender los intereses
nacionales ante las amenazas procedentes del exterior.
En consecuencia con esa realidad histórica, el concepto
de seguridad nacional tiene un determinado origen y signi-
ficado, por lo que al ser utilizado y aplicado a otras realida-
des estatales deben considerarse dichos condicionantes. Por
ejemplo, durante la década de los años setenta del siglo xx
en América del Sur, las opresivas dictaduras militares se refi-
rieron a la "Doctrina de seguridad nacional" 3 como una fór-

3 Antonio Cavalla Rojas, Antología. Geopolítica y seguridad nacional en

América, México, Universidad Nacional Autónoma de México (Lecturas


Universitarias), 1979.
354 JAVIER OLIVA POSADA

mula discursiva para justificar su actuar en contra de la de-


mocracia, la Constitución y la toma del poder político.
El contraste entre esos casos y la situación de conviven-
cia democrática e institucional en el México de aquellos
años tiene entre otros elementos distintivos, como lo expre-
sa la siguiente reflexión de Samuel Huntington a propósito
de las razones, entre otras, para evitar la descomposición de
los regímenes democráticos: "La subordinación efectiva de los
militares a los dirigentes políticos civiles, quienes son los que
toman decisiones principales en cuanto a la política militar
y exterior" .4
Desde 1947 y hasta la segunda década del siglo XXI, las
convulsiones geopolíticas y militares mundiales han afecta-
do la naturaleza original de la misma seguridad nacional. De
un enfoque preventivo y disuasorio desde la Defensa Nacio-
nal (como concepto), se ha pasado a la consideración de
antagonismos no convencionales y asimétricos. Terrorismo,
criminalidad organizada en sus distintas expresiones y los
efectos del cambio climático sobre las condiciones de vida
en general de la humanidad han ampliado y provocado un
extenso debate en torno a las nuevas orientaciones de la se-
guridad nacional.
En 2003, y como consecuencia de los dramáticos atenta-
dos del 11 de septiembre de 200 l, se daría la que ha sido
desde 1947 la principal reforma estructural, doctrinaria, pre-
supuestal y legal del gobierno de Estados Unidos: la creación

4 Samud Huntington, "Fuerzas armadas y democracia'', Revista Crónica


Legislativa, nueva época, núm. 5, México, 1995, p. 129.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARfA DE LA DEFENSA 355

del Departament of Homeland Security (Departamento de


Seguridad de la Patria), que articula a 17 agencias relaciona-
das de cualquier forma con las fronteras marítimas, aéreas y
terrestres; sólo quedan fuera de su responsabilidad la CIA, el
FBI y el sistema de inteligencia militar. A partir de entonces,
la seguridad en general y la nacional en particular han centra-
do la preocupación y atención en la agenda internacional.
Un ejemplo importante han sido las directivas y los do-
cumentos generados en torno a la estrategia de seguridad
nacional de ese país. En julio de 2011 fue dada a conocer
desde la oficina de la Casa Blanca la Estrategia de Combate
al Crimen Organizado Transnacional. Las consideraciones
respecto de la capacidad desestabilizadora del crimen organi-
zado implicaron una redeflnición a propósito de las fuerzas
del Estado que deben participar en su confrontación. Así, las
fuerzas armadas de Estados Unidos, siguiendo el ejemplo de
otras naciones como México, Colombia y Brasil, entre otros,
han debido reorientar algunas de las misiones esenciales por
lo menos en lo que hace a la seguridad del continente y la
ampliación del adiestramiento de sus militares para enfren-
tar, además de terroristas, narcotraficantes, principalmente.

La incorporación política y jurídica


de la seguridad nacional en la Defensa Nacional en México

A partir de la alternancia en el Poder Ejecutivo en el año


2000, la discusión en nuestro país se abrió a otros ámbitos y
temas de la dinámica nacional como consecuencia directa
356 JAVIER OLIVA POSADA

de la llegada de un nuevo partido gobernante. No obstante,


en la Secretaría de la Defensa Nacional y en su sistema edu-
cativo el tema de la seguridad nacional tenía tiempo estu-
diándose. Sólo como ejemplo, el Colegio de Defensa Nacio-
nal, fundado en septiembre de 1981, tiene como lema:
"Lealtad institucional como principio, seguridad nacional
como objetivo".
En el libro El Ejército y la Fuerza Aérea mexicanos, publi-
cado en 2005, el capítulo III, titulado "Seguridad nacional",
precisa que "la seguridad nacional no es homogénea o similar
a todos los estados" (p. 30), pero eso no implica dejar de lado
o ignorar el contexto y condiciones en los cuales ese mismo
término fue acuñado. Mas a partir de la trayectoria del Esta-
do mexicano, la acepción, como se verá, atiende de forma
prioritaria las cuestiones de seguridad interior, concepto que
viene incorporado en todas las constituciones de México des-
de 1824.
Considerando la reforma al artículo 89, fracción VI, de
la Constitución, 5 en donde se incluye como primera res-
ponsabilidad del presidente de la República la preservación
de la seguridad nacional mediante el recurso que significa la
disposición de la "totalidad de la Fuerza Armada", es evi-
dente que, para el legislador, la política de seguridad nacio-
nal, al incluirla en el mismo párrafo, es una tarea en donde
el papel preponderante y prioritario lo tendrán las fuerzas
armadas, bajo la conducción y entera responsabilidad del
Comandante Supremo. De allí que al considerarse al cri-

s Publicada en el Diario Oficial de la Federación el 5 de abril de 2004.


EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 357

men organizado y en particular al narcotráfico en la agen-


da mundial, continental y bilateral con Estados Unidos, el
Ejército mexicano y la Fuerza Aérea mexicana han partici-
pado intensa y extensivamente a lo largo de la administra-
ción 2006-2012.
El 27 y 28 de octubre de 2003, en la ciudad de México,
se llevó a cabo la importante reunión de todos los países del
continente americano, con la excepción de Cuba, llamada
Conferencia Especial de Seguridad. Allí se discutieron las
bases para la creación de una agenda asumida por los gobier-
nos representados. El terrorismo y el narcotráfico fueron los
dos principales temas asumidos como antagonismos para la
estabilidad nacional de cada uno de los países participantes.
La necesidad de contar con fuerzas armadas capaces de pre-
venir y persuadir acciones violentas en contra de las socieda-
des se asumió como una tarea prioritaria. Sin embargo, en el
caso de México, esa directiva ya formaba parte, desde hace
muchos años, de la doctrina militar.
También, procedente del ambiente internacional, se en-
cuentra otro evento clave. La ONU, por medio de su Oficina
de Combate al Crimen y las Drogas, en 2009 dio a conocer
el programa Addiction, Crime and lnsurgency. The Transnatio-
nal Threat ofAfghan Opium. En ese documento se observa
que, en la medida en que la guerrilla afgana había reconsi-
derado sus principios religiosos para poder utilizar el dinero
procedente del narcotráfico de opio para la obtención de
armas, por primera vez en ese escenario bélico coordinado
por la Organización del Tratado del Atlántico Norte bajo el
predominio de Estados Unidos, la guerrilla y el narcotráfico
358 JAVIER OLIVA POSADA

se fundían en una sola organización. No pasaría mucho


tiempo para que esa hipótesis de la agenda mundial llegara
a México y a Latinoamérica, cal como sucedió con la reu-
nión de la Organización de Estados Americanos al crear en
marzo de 2012 una oficina de combate al crimen transna-
cional. La reunión fue realizada en la ciudad de México.
Hacia abril de 2009, el entonces presidente de la Repú-
blica, Felipe Calderón Hinojosa, envió a la Cámara de Sena-
dores, como cámara de origen, la iniciativa de reformas a la
Ley de Seguridad Nacional. Remitida con importantes ajus-
tes, la Cámara de Diputados, luego de seminarios, mesas de
discusión y conferencias, discutió su contenido final. 6 Las
reiteradas ocasiones a lo largo del sexenio en que el secretario
de la Defensa Nacional, el general Guillermo Galván Gal-
ván,7 solicitó al Congreso de la Unión, de forma respetuosa,
su discusión y aprobación refleja con claridad la asunción de
las fuerzas armadas en la responsabilidad de atender como
prioridad sustancial las condiciones para la preservación de
la seguridad interior, misión, por cierto, incluida en el mis-
mo párrafo del artículo 89 constitucional.
Las bases para una política de defensa nacional, en ese
sentido, se articulan en una misma dirección política y jurí-
dica para atender las prioridades del Estado y la aplicación

6 En el momento de la redacción de este ensayo (noviembre de 2013)

no había sido aprobada la minuta respectiva, por lo que se pronostica que


no habrá de aprobarse en los siguientes meses o años.
7 Esto incluye el discurso del 9 de febrero de 2012, en la ceremonia de

la Marcha de la Lealtad, misma que alcanzó una mayor significación, pues


se trató de la última ceremonia de ese tipo en el sexenio.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 359

de la política de seguridad nacional, para que se fomente la


productividad, organización y participación de la sociedad
en plenas condiciones de paz, estabilidad y apego a la ley. La
Defensa Nacional, en tanto secretaría y fuerza armada per-
manente, asume la plena responsabilidad en cuanto a sus
atribuciones para contribuir a la conservación de la seguri-
dad nacional como condición para el desarrollo del país.
Tanto la Ley de Seguridad Nacionalª como el Programa para
la Seguridad Nacional, 2009-2012, 9 coinciden textualmente
al definir la seguridad nacional en su parte medular como
"las acciones destinadas de manera inmediata y directa a
mantener la integridad, estabilidad y permanencia del Esta-
do mexicano que conlleven a[ ... ]". Por lo tanto, un asunto
directo de seguridad interior.
En cuanto a documentación de la Secretaría de la Defen-
sa Nacional, tan sólo por citar, en el Cuarto Informe de La-
bores, Parte 11. Aspectos Operativos. 9. l. Integridad, Inde-
pendencia y Soberanía de la Nación (p. 101), nos ofrece con
claridad la concordancia entre la continuidad y permanen-
cia de las responsabilidades militares y las tareas correspon-
dientes a su contribución para la conservación de la segu-
ridad interior. De allí que conforme a la lectura y el análisis
de la documentación, leyes y reglamentos, puede sostenerse
que la acepción de seguridad nacional para el caso de Méxi-
co, en relación con la particularidad histórica y geográfica
8 Publicada en el Diario Oficial de la Federación, el 31 de enero de

2005. Artículo 3.
9 Publicado en el Diario Oficial de la Federación, el 20 de agosto de

2009. 1.2.1. Definición de Seguridad Nacional.


360 JAVIER OLIVA POSADA

de la nación, es que la definición de la misma seguridad


nacional se sostiene esencialmente a partir de lo que es la
seguridad interior.
Ante la involución y la presencia nociva de la criminali-
dad organizada en varias partes del país, contando con la
debilidad estructural del sistema policial y penal, la directiva
del presidente de la República para la participación de las
fuerzas armadas en tareas de coadyuvancia a las autoridades
civiles para recuperar la seguridad pública ha llevado de ma-
nera natural a la relación programática y jurídica de la se-
guridad nacional con las tareas y misiones, en particular del
Ejército mexicano y de la Fuerza Aérea mexicana. Por su
parte, las tendencias regionales y mundiales también lo mar-
can. La misma OTAN, en la redefinición de sus líneas estraté-
gicas en noviembre de 201 O, incluyó el combate al crimen
organizado y sus variantes, en particular el tráfico de perso-
nas, drogas y armas.
En todo caso, esos delitos, como se aprecia con la reacción
de la comunidad internacional, han debido ser enfrentados
por el gobierno mexicano de forma más contundente, debi-
do a su peculiar situación geopolítica y a la complejidad de
las relaciones con Estados Unidos. Queda claro también que
ninguno de esos antagonismos georregionales podrá ser aten-
dido por un solo país. El surgimiento con fuerza del multila-
teralismo reclama de los países una mayor disposición a aten-
der los señalamientos y los acuerdos para poder actuar en
consonancia. De allí que polémicos temas como la legaliza-
ción o despenalización en la producción y consumo de es-
tupefacientes no pueda ser tratado por parte de un solo país.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 361

Para el Ejército y la Fuerza Aérea mexicanos, el combate


al narcotráfico es una acción permanente y que se remonta a
décadas en la historia reciente del país. La experiencia en ese
materia es algo que los gobiernos nacionales deben conside-
rar como una sólida base para poder aportar elementos en el
entendimiento entre las naciones del continente americano,
en primera instancia.

Las misiones del Ejército y la Fuerza Aérea mexicanos


y su importancia para la sociedad

Las fórmulas que permiten el funcionamiento de cualquier


sociedad y organización se observan en las prácticas que son
compartidas, y por lo tanto aceptadas-practicadas, por sus
integrantes. En un nivel más abstracto a la vez que impor-
tante, la misión significa la esencia del para qué y por qué de
un individuo o de una organización. El referente mítico del
"Eterno retorno" precisa que sin la reproducción consciente,
programada y sistemática del referente original, se pierde el
sentido y razón de la existencia misma.
Las misiones en las fuerzas armadas, en ese mismo orden
de reflexiones, son la expresión directa de la fundamental
razón organizada para la defensa de la soberanía, la indepen-
dencia y la libertad de un pueblo. Con el paso de las genera-
ciones y los obvios cambios en el concierto internacional,
esas mismas fuerzas armadas refuerzan sus misiones al tiem-
po que asumen y procesan los efectos de los cambios. Es una
difícil pero determinante acción de persistir en el sentido
362 JAVIER OLIVA POSADA

original de las misiones, en tanto se reconocen las exigencias


de las novedosas expresiones contemporáneas.
El entonces jefe del Estado Mayor conjunto de las fuer-
zas armadas de Estados Unidos, el almirante Michael Mu-
llen, expresó en una conferencia titulada "El profesionalis-
mo militar", que luego de una década en guerra, y ante la
evidencia de algunos roces entre el poder civil y el poder
militar, era necesaria una profunda reflexión en torno a la
oportunidad de recordar tanto las misiones como las carac-
terísticas de sus particulares desafíos militares en el siglo
xx:1. 10 En atención estricta a la naturaleza, historia y trayec-
toria de las fuerzas armadas de ese país, no obstante, las
expresiones contenidas en aquella ocasión remiten a con-
templar el indispensable equilibrio entre la recordación en
la fundación de la nación y de la patria, así como la incor-
poración de aspectos que, lejos de debilitar a las fuerzas
armadas y su espíritu de cuerpo, amplían su presencia en la
sociedad.
La equidad de género, los derechos, el equilibrio del me-
dio ambiente, antagonismos no convencionales son algunos
de los aspectos-expresiones que caracterizan la situación del
Estado en la segunda década del siglo XXI.
En el estudio y análisis comparativo El rol de los militares
en la lucha contra el terrorismo, 11 desde una perspectiva geo-

JO Albert Price, "Chairman's Conference on Military Profesionalism",


]oint Force Quarterly JFQ, núm. 62, tercer trimestre, National Defense Uni-
versity, Washington, OC, 2011, p. 8.
n Colornbe Carnus et al., Le role des militaires dans la lute contre le te-
rrorisme, París, Centre d'Études en Sciences Sociales de la Defense, 2008.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARfA DE LA DEFENSA 363

política diferente (la francesa y europea), pero ante la emer-


gencia de un antagonista que involuciona de manera unidi-
reccional -en cuanto a sus reivindicaciones y objetivos- a
una "amenaza mundial compartida" ante la cual los milita-
res deben anticiparse a la realización de las amenazas, esa
dramática exigencia demanda un proceso acelerado de adap-
tación de las fuerzas armadas ante la multiplicidad de esce-
narios, procedimientos, técnicas, objetivos y despliegues de
las organizaciones terroristas. Todo esto sin perder de vista
las misiones originales de compromiso con el pueblo, histo-
ria y el Estado franceses.
Por último, es importante considerar algunos de los prin-
cipales acontecimientos que han modificado la estructura
tanto de la agenda de seguridad mundial como las conse-
cuencias que en estricto sentido corresponden a la naturale-
za de las fuerzas armadas: por supuesto, los atentados en
Estados Unidos en septiembre de 2001, seguidos del inicio
de las guerras en Afganistán e lrak; el crecimiento sostenido
del gasto militar en la República Popular de China; 12 las re-
velaciones de los cables y correos electrónicos de Wikileaks;
los ajustes en la agenda y los contenidos de la política militar
de la OTAN; la creación de la Unión de Naciones de América

12 "Le budget militaire chinois flambe", Le Monde, 4 de marw de 2012.

El anuncio de que para 2012 el gasto militar será de 11.2% del producto
interno bruto se suma al del 12.7% del año anterior. Ambas cifras se ubican
por encima del PIB, que se ubica en un crecimiento de 9.2% en 2011. De
acuerdo con analistas especializados, con ese anuncio la República Popular
de China se mantiene en la tendencia de dos dígitos para el gasto militar
del PIB desde hace 20 años.
364 JAVIER OLIVA POSADA

del Sur; la intervención de la OTAN en el derrocamiento del


tirano libio Muharnmar Gadaffi; los cambios en la política
militar en Estados Unidos a partir de diciembre de 2011 y
enero de 2012, así como la extensión de la crítica inestabili-
dad en Siria, con la previsión de modificaciones en la forma-
ción de nuevos Estados en la región.
Ante la compleja dinámica internacional, y como lo preci-
sa el general Wesley K. Clark, el actor "terrorismo" ha incidi-
do de tal forma que buena parte del retraso para hacerle fren-
te en su medio ambiente es consecuencia directa de la obvia
inexistencia de procedimientos y técnicas militares. Pero los
efectos de la improvisación llegarían hasta la Casa Blanca:

Había una clara tendencia ofensiva de la estrategia que se estaba


preparando, pues Rumsfeld explicaba que "la mejor defensa es
un buen ataque'', esto es, que era mejor atacar a los terroristas
en el extranjero que tratar de defendernos desde casa [... ] Era
un cargo anómalo [el de jefe del Departamento de Seguridad
Nacional] estrechamente ligado al presidente y de responsabili-
dad nominal, pero que carecía de presupuesto y personal nece-
sarios para permitir al director de seguridad nacional terminar
realmente todo su mandato para garantizar la coordinación y
colaboración entre diversos elementos gubernamentales. 13

Con estas tendencias y transformaciones radicales en


las condiciones de seguridad internacional, México hace

13 Wesley K. Clark, ¿Qué ha fallado en lrak? La guerra, el terrorismo y el

imperio americano, Barcelona, Crítica, 2004, p. 119.


EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 365

frente con recursos propios desde la singularidad de su


geopolítica.

Las misiones del Ejército y Fuerza Aérea mexicanos

Desde luego que cada uno de los eventos antes señalados re-
quiere un tratamiento específico; no obstante, su mera enun-
ciación permite tener un ámbito de referencia para que, en
su caso, se observe la procedencia externa de las variables y su
procesamiento interno, aunados a la problemática propia de
nuestra nación.
Tres son los escalones jurídicos que estipulan con clari-
dad las misiones del Ejército y Fuerza Aérea mexicanos: la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la
Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y la Ley
Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos. 14 En este
último ordenamiento legal pueden encontrarse de manera
condensada dos pilares de la doctrina militar mexicana: el
compromiso y lealtad institucional de las fuerzas armadas en
gener~ y la profunda identidad con el pueblo:

Artículo lo. El Ejército y Fuerza Aérea mexicanos son institu-


ciones armadas permanentes que tienen las misiones generales
siguientes: l Defender la integridad, la independencia y la so-

14 Alberto Carlos Espinosa, Derecho militar mexicano, México, Porrúa,

2000. Si bien es una obra distante en el tiempo, contiene en sus bases lo


que hasta la segunda mitad del siglo XXI corresponde a la naturaleza funda-
cional inalterable de las misiones del EFAM.
366 JAVIER OLIVA POSADA

beranía de la nación; IL Garantizar la seguridad interior; IIL


Auxiliar a la población civil en casos de necesidades públicas;
IV. Realizar acciones cívicas y obras sociales que tiendan al pro-
greso del país; y V. En caso de desastre prestar ayuda para el
mantenimiento del orden, auxilio de personas y sus bienes y la
reconstrucción de las wnas afectadas (Decreto presidencial del
9 de diciembre de 1986).

Si se observa con detenimiento y se compara con las


transformaciones de la agenda de seguridad internacional y
sus efectos hacia el interior de países como Estados Unidos,
las responsabilidades de seguridad interior y, por consiguien-
te, de protección a la sociedad, han aumentando en cuanto
al número y calidad de las funciones de las fuerzas armadas
en aquellos países; mientras tanto, en México, desde la mis-
ma doctrina militar y política militar se tienen contempla-
dos desde hace varias décadas programas de alta relevancia
en cuanto al apoyo a los gobiernos y a la sociedad, lo cual en
términos estrictos significa una importante aportación mexi-
cana al pensamiento militar.
La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, en su
estudio de opinión pública referente a los temas de seguridad
en general en los países de la región, analiza las variantes que
hay en cada sociedad respecto de la percepción y calidad de
las relaciones con las fuerzas armadas de cada país. 15 Destaca
el hecho de que las fuerzas armadas de México sean, en rela-

15 "l. Entre quienes cuentan con ejércitos en sus países, son más las

personas que confían poco o nada en las fuerzas armadas (57%) que aque-
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 367

ción con todos los demás países, las que tienen el más alto
porcentaje de confianza (63%), seguidas de las de Chile
(60%). Desde luego que esta percepción, además de tradu-
cirse en un elemento de cohesión e identidad en general para
el país, también deja fuera de discusión que las formas que se
han adoptado para relacionarse con la población han sido
exitosas y que, pese al notable incremento en el número de
acciones realizadas en la lucha contra el narcotráfico desde el
inicio del periodo presidencial de Felipe Calderón (diciem-
bre de 2006), dicho nivel de confianza fue mantenido, cuan-
do no aumentado (al respecto, puede consultarse la gran
cantidad de encuestas y sondeos de opinión publicados en
los periódicos mexicanos}.
De las misiones contenidas en el citado artículo 1 de la
ley orgánica respectiva, de los cinco numerales, a excepción
del primero que es una directa e indeclinable responsabili-
dad militar, los siguientes cuatro aluden a la participación
social del EFAM; considerando la preservación de la seguri-
dad interior así como la asistencia en situaciones de calami-

!las que le tienen confianza (43%). 2. Los países poseedores de ejércitos en


los que se observa una mayor confianza hacia las fuerzas armadas son Chile
y México. En Chile, tres de cada cinco entrevistados dice confiar en las
fuerzas armadas (60%), opinión que se da en especial entre personas mayo-
res de 50 años y quienes tienen como máximo escolaridad primaria (76%).
3. En el caso de México el porcentaje de confianza aumenta a un 63% y se
observa una varianza por género pues los hombres confían relativamente
más (69%) que las mujeres (59%) en la milicia de su país". Flacso, "Estudio
de opinión 2009-2010. Gobernabilidad y convivencia democrática en
América Latina'', mayo de 2010, versión electrónica, pp. 45-47.
368 JAVIER OLIVA POSADA

dad, se constata que esa proximidad ha redituado en un


punto de apoyo sustancial tanto para el gobierno en turno
como para el Estado mexicano en su conjunto.
La relación de la legitimidad en la posibilidad del uso de
la fuerza y el establecimiento de procesos de vinculación so-
cial se traducen en una aceptación, respaldo y, por lo tanto,
reconocimiento a las responsabilidades que el comando civil
asigne en determinadas circunstancias para, en efecto, pre-
servar la seguridad interior, que es de donde se desprenden
las siguientes tres misiones. Queda claro que, siendo la segu-
ridad interior una misión principal de las fuerzas armadas, el
soporte para conservarla radica en el fundamental apoyo de
la sociedad respecto de la acertada conducción de los asun-
tos públicos por parte de gobiernos y estructuras de repre-
sentación democrática.
Las mejores condiciones para hacer frente a la crimi-
nalidad organizada, y en particular a las bandas de narco-
traficantes, se sostienen en la aceptación y confianza a las
acciones emprendidas por elementos del Ejército y la Fuer-
za Aérea mexicanos. De allí la relevancia de que, ante los
ajustes en las prioridades de la seguridad internacional y
sus notables efectos hacia México, la precisión jurídica
facilita el despliegue exigido por todo el territorio y los
litorales nacionales. Es en este punto donde la conserva-
ción del medio ambiente y la prevención de los efectos de
calentamiento global pueden llegar a afectar de manera
negativa la calidad de la convivencia de la sociedad; de
ahí también que la responsabilidad de las fuerzas armadas
cobre importancia.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARíA DE LA DEFENSA 369

En la misión IV: "Realizar acciones cívicas y obras socia-


les que tiendan al progreso del país", se encuentra contenida
una serie de actividades que van desde la reforestación hasta
la participación en actos conmemorativos de relevancia para
la historia nacional. Además de los servicios médicos y sani-
tarios, hay en esa directiva y en el análisis del sistema políti-
co una convicción sobre la contribución a las reglas de la
vida en democracia que México se ha dado. Por eso la expre-
sión de que se cuenta en el país con "las fuerzas armadas de
la democracia" atiende el sentido doctrinario y jurídico de
éstas.
En la Ley Orgánica de la Administración Pública Fede-
ral, en el artículo 29, lo que hace la Secretaría de la Defensa
Nacional se desglosa en 20 párrafos numerados, de cuyo
contenido pueden destacarse, por supuesto, los que compe-
ten a la política militar; también en su carácter de Secretaría
de Estado, la Defensa Nacional es objeto de delimitaciones
para sus actividades. Es de notar que en dicho artículo no
hay mención o expresión específica de la seguridad nacio-
nal ni alusión a las funciones de la misma dependencia en
cuanto a la seguridad interior, como en cambio sí lo hay en
la respectiva Ley Orgánica. La oportunidad en la sincronía
de conceptos y menciones conceptuales es el establecimien-
to de una misma línea de análisis de políticas y programas,
lo que refuerza la certeza jurídica de las acciones que la mis-
ma autoridad civil encargue al Ejército y la Fuerza Aérea
mexicanos.
No obstante la severidad de los cambios que México y el
mundo han vivido, hay un trecho muy amplio entre las exi-
370 JAVIER OLIVA POSADA

gencias convencionales e históricas a las fuerzas armadas y la


dotación de los recursos materiales y jurídicos necesarios
para cumplir con la ampliación de sus tareas. Pueden seña-
larse varios puntos, como las rivalidades partidistas, la diná-
mica parlamentaria, el calendario electoral, pero lo cierto es
que el destino de la nación no puede (o no debiera} quedar
sujeto a asuntos coyunturales, en tanto que los problemas
que se enfrentan son estructurales y de gran calado. En el
primer párrafo del Reporte del sector seguridad en América
Latina y el Caribe, publicado por Flacso-Chile (2007), se
lee: "Uno de los mayores desafíos para las autoridades de-
mocráticas en América Latina y el Caribe, es reconocer al
sector Defensa como objeto de una política de Estado. Es
decir, un sector que demanda recursos, definiciones y deci-
siones de gestión político-estratégicas, así como un sector
que debería ser monitoreado y evaluado en sus procesos e
impactos" {p. 19). Más adelante, en el mismo estudio, se da
cuenta del análisis y los cuadros estadísticos cuya finalidad es
reforzar la propuesta de un tratamiento de largo plazo para
el sector Defensa, así como de los_valores cívicos que contie-
nen unas fuerzas armadas reconocidas por la población.
El nacionalismo y las condiciones de continuidad del Es-
tado y la sociedad forman un ambiente propositivo en don-
de valores como identidad, sentido de pertenencia y respeto
hacen de las fuerzas armadas un referente sustancial en una
etapa de la historia mundial en la que el desvanecimiento de
los Estados débiles se acelera ante las presiones de los Esta-
dos más fuertes. El Estado, así, recobra esa centralidad en
apariencia perdida en las décadas de los ochenta y noventa,
EL EJÉRCITO Y LA SECRETAIÚA DE LA DEFENSA 371

y en los primeros años del siglo XXI. En nuestra era, el deba-


te internacional y los conflictos entre los Estados no respon-
den a distintas ideologías, sino que se encuentran centrados
en la reivindicación de la soberanía y la adecuada explota-
ción y disposición de los recursos naturales (todos, al fin,
estratégicos).
Muy relevante, en ese sentido, son las particularidades
geopolíticas que México tiene en cuanto al nacionalismo y
la relación con el continente latinoamericano. De allí que
una mejor relación sociedad-fuerzas armadas, vía el cumpli-
miento de las misiones contenidas en la Ley Orgánica del
Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, sea un patrimonio del
Estado. Es un valor de sobrevivencia y solvencia en el am-
biente internacional.
Un apunte por considerar. La activa presencia del Ejérci-
to y la Fuerza Aérea mexicanos en tareas de promoción de la
salud pública, protección del medio ambiente y la amplia
cobertura del sistema educativo militar son también sólidos
soportes de la identidad con la sociedad y cultura del pueblo
de México.

La Secretaria de la Defensa Nacional como institución


fundamental en la preservación, desarroll~ y modernización
del Estado y nación mexicanos

Es importante precisar la diferencia entre lo que correspon-


de a una dependencia administrativa (secretaría o ministe-
rio) de lo que son en sí las fuerzas armadas. El valor simbó-
372 JAVIER OLIVA POSADA

lico y cultural de las fuerzas armadas en la historia de los


pueblos es inherente al surgimiento de la nación. Es dificil
encontrar expresiones de independencia y soberanía de una
sociedad sin la concurrencia y el apoyo de un ejército que
resguarde la integridad y exclusividad de un territorio deter-
minado, así como que ofrezca las garantías de solvencia po-
lítica a las autoridades recién establecidas. De hecho, la alu-
sión al establecimiento de un "ejército" es connatural a una
expresión de autonomía. Puede observarse cómo las prime-
ras autoridades de los países independientes con frecuencia
se tratan de gobiernos encabezados por militares, sean de
carrera o formados a lo largo de la guerra independentista.
Francisco Morazán, George Washington, Guadalupe Vic-
toria, Simón Bolívar, Bernardo O'Higgins, José de San Mar-
tín, entre otros destacados líderes político-militares de la
etapa fundacional de las naciones del continente americano,
representan esa indisoluble identidad entre soberanía y fuer-
zas armadas para reivindicar territorios y litorales, defender
estructuras propias de gobierno y refrendar la primacía de
leyes y códigos.
Con el paso de los siglos, la relevancia de las fuerzas ar-
madas, en las consecutivas y complicadas etapas de nuestro
continente, ha asumido con mayor o menor intensidad una
función que, de manera jurídica fundamental, se observa en
la responsabilidad exclusiva de garantizar, mediante la posi-
bilidad de la fuerza, la integridad territorial y marítima (en
su caso}, la soberanía e independencia. De esta manera, para
las estructuras de gobierno contar en general con un ejército
(en cuanto fuerzas armadas) permite entender la existencia
EL EJÉRCITO Y LA SECRETAIÚA DE LA DEFENSA 373

del Estado; gobiernos en el exilio o dictaduras militares, en


los extremos del análisis, nos indican la indispensable com-
plementariedad entre la posibilidad del recurso para la apli-
cación del monopolio de la fuerza física y el reconocimiento
social a la autoridad, para que así leyes, instituciones y desa-
rrollo cuenten con la garantía esencial del respeto externo y
la paz interna.
Las fuerzas armadas y su expresión como organización,
como estructura de la administración pública centralizada,
nos remiten también a la concepción de las relaciones entre
el poder civil y el poder militar. En regímenes presidencialis-
tas, como el mexicano y la mayoría de las formas de gobierno
en Latinoamérica y Estados Unidos, el jefe del Ejecutivo es el
comandante en jefe {varía la denominación), e indica, sin
lugar a dudas, que la primera y esencial función de las secre-
tarías, ministerios o departamentos de defensa es representar
la condición indispensable de respaldo para el orden interno.
En los últimos 20 años del siglo xx y las primeras décadas
del siglo XXI, las funciones y misiones de las fuerzas armadas
y sus estructuras administrativas se han modificado sensible-
mente, en tanto las posibilidades de una confrontación en-
tre Estados y, por lo tanto, entre fuerzas armadas regulares,
ha disminuido. Incluso nuestra región latinoamericana, aun
con ciertos y longevos escenarios de disputas territoriales y
marítimas entre naciones, se ha caracterizado por un largo
periodo de paz. 16

16 Incluso en cuanto a las diferencias limítrofes expresadas entre los países

de nuestra región, las posibilidades de un conflicto militar abierto son reducidas


374 JAVIER OLIVA POSADA

Por otra parte, debe considerarse la secuencia de aconte-


cimientos a partir de la desaparición del mundo militar y
económico bipolar, cuya larga etapa previa fue denominada
como la Guerra Fría, lo que afectó a expresiones militares
regionales, como fue la desaparición del Pacto de Varsovia, o
bien la reconstitución doctrinaria de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte de 1999 {a partir de los bombar-
deos sobre Yugoslavia}. Es insoslayable que esos y posteriores
acontecimientos {atentados terroristas en Estados Unidos en
septiembre de 2001) influyen en las profundas modificacio-
nes y consideraciones a propósito de los antagonismos del
Estado contemporáneo. Todo esto, sin duda, ha ampliado las
misiones históricas originales de las fuerzas armadas.
En el Atlas comparativo de la defensa en América Latina y
el Caribe {Red de Seguridad y Defensa de América Latina,
2010, p. 36), sin embargo, se da cuenta de que en todos los
casos en donde se especifica en la constitución correspon-
diente el papel de las fuerzas armadas y de los militares, la
responsabilidad de defender la patria y resguardar la seguri-
dad interior es una tarea exclusiva e intransferible.
Por lo que se refiere a la denominación de la ahora Secre-
taría de la Defensa Nacional, a lo largo de la historia y buena
parte del siglo XX, hasta la promulgación de la Constitución

debido a qué instancias multilaterales y qué países reconocerían una con-


quista territorial o marítima obtenida mediante la fuerza. Mientras tanto,
el sentido original y las misiones básicas de las fuerzas armadas, como son
la defensa de la soberanía, la independencia y la seguridad interior, siguen
siendo la columna vertebral de las doctrinas militares, aunado en cada caso
nacional a las especificidades de la política exterior.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 375

de 1917, se le llamó Secretaría de Guerra y Marina. Con el


decreto del 25 de octubre de 1937, del presidente Lázaro
Cárdenas del Río, cambió el nombre al de Secretaría de la
Defensa Nacional. A fines de esa misma administración (31
de diciembre de 1939), se separa de las actividades corres-
pondientes a la Armada de México.

La Secretaría de la Defema Nacional


ante la seguridad interior

Pocos han sido los términos y conceptos constitucionales


que en México han disfrutado de una longevidad casi intac-
ta. Desde 1824 hasta 2004, fueron necesarios 187 años para
discutir y analizar a fondo el que se refiere al de seguridad
interior. También, aunque no tanto tiempo, como conse-
cuencia directa y a la vez acumulada de desafíos al desarro-
llo de México, se ha iniciado la formulación de la política
de defensa nacional, que vaya más allá de los entendidos y
referentes usuales de la misma Constitución y sus leyes se-
cundarias.
Comencemos por el artículo 16 del Acta Constitutiva de
la Federación Mexicana, fechada en la ciudad de México el
31 de enero de 1824, relativo a facultades y responsabilida-
des del presidente de la República: "v:r. Disponer de la fuer-
za permanente de mar y tierra, y de la milicia activa para la
defensa exterior, y seguridad interior de la Federación" (Los
derechos del pueblo mexicano, t. IX, p. 510). Lo mismo se re-
pite en el artículo 11 O de esa Constitución, sancionada el 4
376 JAVIER OLIVA POSADA

de octubre del mismo año, pero ahora en la fracción X.


"Disponer de la fuerza armada permanente de mar y tierra,
y de la milicia activa, para la seguridad interior y defensa
exterior de la Federación".
En la Constitución de 1836, de Las Siete Leyes, el artícu-
lo 17 de la Cuarta Ley establece: "xvn. Disponer de la fuer-
za armada de mar y tierra, para la seguridad interior y defen-
sa exterior". Idéntico es el texto en la Constitución del 5 de
febrero de 1857; se agrega al final"[ ... ] defensa exterior de
la Federación" (artículo 5, fracción VI).
Es relevante hacer una referencia a lo expuesto por el en-
tonces ministro y secretario del Despacho de Gobernación,
Benito Juárez, a unos meses de que se hubiera promulgado
la Constitución de 18 57. Puede apreciarse la vinculación
directa, estrecha y unívoca de la paz, tranquilidad, orden
interiores, que son responsabilidad del presidente de la Re-
pública y que su recurso eficaz y directo será la disposición y
aplicación de la fuerza armada permanente.
Esto por lo que corresponde a lo señalado en la trayecto-
ria del sistema jurídico y constitucional. En lo que hace a la
situación política, vale apuntar algunos datos históricos
también, que nos remiten a reflexionar en torno a la inclu-
sión de la "seguridad interior".
Del 23 de diciembre de 1829 al 1 de enero de 1830 hubo
tres presidentes. Pedro Vélez, Lucas Alamán y Luis Quinta-
nar. Pero hay más. En 1833 tendría nuestro país nueve ad-
ministraciones presidenciales, concentradas en tres perso-
najes, de los cuales dos se turnaron cuatro veces cada uno el
cargo. En orden cronológico: Manuel Gómez Pedraza, Va-
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 377

lentín Gómez Farías, Antonio López de Santa Anna, Gó-


mez Farías, López de Santa Anna, Gómez Farías, López de
Santa Anna, Gómez Farías y, por fin, López de Santa Anna.
Diseñar y aplicar planes de gobierno en esas condiciones
era imposible.
Tan sólo nueve años después de concluida la invasión y
consumado el despojo de la mitad del territorio nacional, le
siguió una nueva guerra, de los Tres Años; poco después otra
invasión y el intento de instauración de un Segundo Impe-
rio. La seguridad interior, sin duda, seguía siendo un proble-
ma no sólo de bandoleros o de paz pública; se trataba de
asegurar la viabilidad del Estado y la salvaguarda de la patria.
Considerando el muy resumido repaso del concepto de
seguridad interior, en tanto orden interior, y por tanto res-
ponsabilidad directa del Ejecutivo al mando de la fuerza
armada permanente, la asociación entre seguridad interior y
el recurso de la aplicación de la fuerza del Estado para con-
servar la paz interna es una constante en los textos constitu-
cionales, que llega a la segunda década del siglo XXI.
En el Diccionario jurídico del Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la UNAM (2009) pueden consultarse las voces
seguridad pública y seguridad nacional, pero el de seguridad
interior ni siquiera en las referencias viene mencionado o
aludido. Y éste es un punto por destacar cuando, en la mi-
nuta de la Ley de Seguridad Nacional que se ha discutido
durante años en la Cámara de Diputados, la seguridad inte-
rior, por fin, merece todo un apartado.
En el artículo 3, fracción 111, se precisa que se entiende
por seguridad interior "la condición de estabilidad interna
378 JAVIER OLIVA POSADA

y permanencia del Estado mexicano que permite a la pobla-


ción su constante mejoramiento y desarrollo económico,
social y cultural; y cuya garantía es una función que está a
cargo de los tres órdenes de gobierno, con la concurrencia
de los sectores social y privado". El Título Séptimo, denomi-
nado "Seguridad interior", es, hasta ahora, el intento más
elaborado para abordar un concepto casi desconocido, a lo
que debe agregarse el hecho de que también los ajustes en la
agenda mundial repercuten, por lógica, en el accionar de los
Estados, incluido el mexicano. 17 Sobre todo los antagonis-
mos, como son el terrorismo y el narcotráfico, sus repercu-
siones sociales, políticas, económicas, culturales y militares
han terminado por afectar no sólo lo que se considera como
seguridad interior, sino las funciones mismas de las fuerzas
armadas en general.
Un referente por considerar es la transformación del
equipamiento y adiestramiento de las fuerzas armadas de
Estados Unidos a partir de las guerras de Afganistán e Irak
(ésta concluida en 2011). La creación en 2010 del Center
17 "El final de la Guerra Fría y el subsiguiente lanzamiento de otra fuer-

te oleada de globalización económica capitalista (cuyo anterior gran des-


pliegue había sido interrumpido por el estallido de la primera Guerra Mun-
dial y la crisis de los años 1930) disminuyó, según sosrienen algunos
analistas, las capacidades objetivas del Estado, y no sólo en el plano estric-
tamente económico de su actividad. A modo de ilustración, se puede afir-
mar que la violencia política ya no tiene como protagonista excluyente a las
unidades políticas reconocidas internacionalmente. En la mayoría de las
guerras contemporáneas no se enfrentan Estados entre sí". José Fernández
Vega, "Redefiniciones del Estado'', en Crisis del Estado e intervención inter-
nacional, Buenos Aires, Edhasa, 2009, p. 156.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 379

far Complex Operations. Diplomacy. Defense. Development,


del Departamento de Defensa, sustenta la afirmación de
que, por una parte, se mantienen los aspectos básicos y fun-
dacionales de los valores, responsabilidades y misiones de
los ejércitos y que, por otra, sin abandonar esos elemen-
tos, se incorporan y procesan los escenarios permanentes
del siglo XXI.
En la administración 2006-2012, la Defensa Nacional
observó una tendencia en donde se preservan los valores y
misiones que le dan sentido histórico, social, cultural, eco-
nómico y militar al Ejército mexicano y a la Fuerza Aérea.
Las escenificaciones y recreaciones de la guerra de indepen-
dencia, de la Revolución mexicana y de otros pasajes histó-
ricos determinantes en la vida de México, además de las
magnas exposiciones abiertas a todo público, realizadas a lo
largo de 2010, representan un notable esfuerzo tanto por
acercar a la población al conocimiento directo de sus fuer-
zas armadas como por fortalecer la identidad nacional y el
patriotismo. El éxito y aceptación alcanzados por esos even-
tos y celebraciones 18 llevó a considerarlas como una prácti-
ca que se realizaría también en 2011y2012. Incluso, en el
momento de la redacción de este ensayo (noviembre de
2013), se han comenzado a abrir las puertas de los campos
militares en algunas partes del país para que las familias en
general puedan realizar actividades de esparcimiento en el
interior de los mismos.

18 Para confirmar esa afirmación, pueden consultarse los periódicos de


los meses de septiembre '!- diciembre de 201 O.
380 JAVIER OLIVA POSADA

En la proporción en que la ciudadanía comparta valores


y sentido histórico, las bases para una convivencia de calidad
y expresiones políticas de tolerancia son uno de los principa-
les efectos positivos de este empeño por hacer de la historia
la fuente de solidaridad, compromiso y conductas apegadas
a la legalidad y a las mejores causas de México, pues, por
cuanto hace a las responsabilidades militares, sin duda que
la estrategia de confrontación a la criminalidad organizada,
y de forma principal al narcotráfico, termina siendo una ac-
tividad vital para preservar las condiciones de la seguridad
interior, como se apuntó párrafos antes.
El desarrollo y la modernización del Estado y la nación
mexicanos cuentan con el aporte de la Secretaría de la Defen-
sa Nacional en la promoción de los valores que fortalecen el
patriotismo y la certeza de militares, hombre y mujeres, bien
equipados, adiestrados, adoctrinados y educados para mejor
servir a México. Mediante esas tareas básicas, fundadas en la
historia nacional, se crean las condiciones apropiadas para
resguardar la seguridad interior ante actuales o futuros anta-
gonismos del Estado mexicano. Pero no sólo esto se atiende,
que corresponde a lo militar y a la política militar en sentido
estricto, sino que también lo concerniente a los nuevos ámbi-
tos para el fortalecimiento de las prácticas cívicas, como son
la promoción de la equidad de género, el fortalecimiento de
los derechos humanos, la transparencia en la administración,
entre otros temas y programas de muy reciente aplicación.

La razón de ser del Ejército y Fuerza Aérea mexicanos, es la se-


guridad interior y la defensa exterior de la Federación; asimis-
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 381

mo, atienden a una gran cantidad de compromisos de carácter


interinstitucional para responder a los grandes retos nacionales
de gran impacto en la sociedad mexicana. (El Ejército y Fuerza
Aérea Mexicanos, México, Secretaría de la Defensa Nacional,
2005, p. 50).

La presencia en un amplio espectro de actividades de


apoyo a la sociedad y a los gobiernos en sus tres ámbitos de
responsabilidad, tanto de forma cotidiana como excepcio-
nal (sobre todo ante los de desastres naturales), ilustra una
de las principales líneas de acción que refuerzan el extendi-
do aprecio y reconocimiento a la labor social desempeñada
por las fuerzas armadas en general y en particular de la Se-
dena, por medio del Ejército y Fuerza Aérea mexicanos. Y
una consideración final, en la historia reciente de Latino-
américa (décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado),
la irrupción y presencia activa de los militares en la conduc-
ción de los gobiernos de la región es algo que México no
conoció, mientras incluso se le daba asilo, protección y tra-
bajo a cientos de refugiados y perseguidos políticos de aque-
llas naciones.

Caracterización de la política militar

En términos generales y como una inicial aproximación a


los factores que integran la política militar (PM), debe consi-
derarse a ésta como un componente principal de la política
de defensa nacional (PDN) y que a su vez ambas son deriva-
382 JAVIER OLIVA POSADA

das de la política de desarrollo nacional. En consecuencia, y


al igual que otros conceptos concernientes a la defensa y
seguridad nacionales, aquéllos tendrán elementos parecidos,
pero se observarán especificidades que atienden de manera
concreta la formación histórica y social del Estado en cues-
tión. Así, debe quedar muy claro que tanto la PDN como la
PM se refieren a un asunto de prioridad e interés del Estado
y de la sociedad y que, en esa proporción, se trata de un
campo propicio para la formulación de políticas y progra-
mas que se relacionan de manera directa con la promoción
y defensa de los intereses de la nación.
Al enfocarse en las cuestiones de estrategia, tácticas y
operativas militares, la propia PM está diseñada para disuadir
y actuar a fin de responder con contundencia a los retos y
acechanzas sobre la integridad territorial y marítima (en su
caso), así como a las presiones antagónicas sobre la sobera-
nía e independencia del país. De nueva cuenta, la geopolíti-
ca y la historia marcan la pauta para orientar el escalona-
miento de esos intereses: vitales, estratégicos y de poder. 19
Cada uno de estos tres tiene que ver con niveles dados de los
intereses nacionales; aluden a lo físico (geografía y pobla-
ción), a lo regional (geopolítica y recursos naturales} y a la
presencia en los ambientes y agendas internacionales (políti-
ca y cultura}.
Sobre este último referente a los intereses nacionales, en
cuanto al poder y recursos para reservarlos, lo internacio-
nal (la política y la cultura}, en su conjunto, permite fijar

19 MathieuJenan-Luc, La Déjense Nationale, París, PUF, 1996, p. 33.


EL EJÉRCITO Y LA SECRETARíA DE LA DEFENSA 383

con base a la actuación en los ambientes georregionales y


multilaterales lo que serán los contenidos de una PM en
función de la autodefinición que haga el Estado de su ac-
tividad interna/externa. Por eso es determinante la deriva-
ción hecha de la PM respecto de la PON en tanto se trata de
la aplicación específica de los recursos del ámbito militar
de ésta.

La Política Militar, como parte integrante de la Política de De-


fensa, representa el carácter de esfuerzo militar en el conjunto
de la idea de defensa, actuando como sector especializado en el
que ejerce la acción política, así como las políticas específicas
que regulan el desarrollo de la fuerza, el potencial militar y el
empleo del mismo, de acuerdo con lo establecido en la Consti-
tución de la República, y en las leyes y reglamentos que rigen la
doctrina militar. En tal sentido, la Política Militar determina la
preparación y actualización del potencial militar (Libro Blanco
de la Defensa de la República de El Salvador, cap. v, "La Política
Militar", 2005).

En un escalón superior con referencia al recurso de la


conducción de la fuerza y, por lo tanto, de mayor alcance
doctrinario, la PM va a involucrar de forma coordinada la
serie de recursos disponibles para que las cuestiones consti-
tucionales propias de las fuerzas armadas, como son jerar-
quización del mando y defensa de la soberanía, independen-
cia y libre disposición de los recursos naturales, tengan una
base operativa de prevención/respuesta, adecuadas a las exi-
gencias de esas misiones. De allí que la PM sea contemplada
384 JAVIER OLIVA POSADA

como la puesta en práctica, por así decir, de los lineamientos


de la PON.
Desde distintas perspectivas y experiencias nacionales, la
PM trata del empleo predominante de los medios militares
que garantizan mediante el empleo y la conducción de la
fuerza, la permanencia y viabilidad del Estado, así como la
convivencia pacífica de la sociedad. Ya sean antagonismos
externos o internos, o la combinación de ambos, el Estado
proveerá las condiciones y recursos necesarios para hacer
frente a esos graves desafíos. Por eso, la estructura y organi-
zación de las fuerzas armadas responderá, como se ha apun-
tado, a la naturaleza geográfica de cada país. En el caso de
México, la accidentada orografía y la amplitud del territorio,
litorales y mares ha propiciado una determinada forma de
administración del Ejército mexicano, la Fuerza Aérea mexi-
cana y la Armada de México.
Así también, la historia e intereses de la nación determi-
narán la confección de la doctrina militar en cuestión, pues
en lo que hace a las fórmulas para garantizar la paz social y
la indivisibilidad del territorio cada país resolverá conforme
a esas trayectorias, que se manifiestan, como sucede con la
PON, en el propio texto de la Constitución. Para el caso de
México, la preeminencia del Ejército mexicano ante las otras
fuerzas armadas atiende a la referida geografía y a la historia
militar. Por lo tanto, el conocimiento de esas características
permite en los diversos ambientes de los sistemas políticos y
sociales acercar los insumos apropiados para estar en condi-
ciones de hacer frente a los desafíos en cada una de las etapas
del desarrollo del país.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 385

La misión de las FFAA se debe encuadrar dentro de los límites


establecidos por cuatro parámetros básicos: intereses nacionales,
disuasión, empleo efectivo y equilibrio regional. En relación
con los intereses nacionales (en el original) es conveniente acla-
rar que no se puede caer en el error de que las FFAA prefieren
fijarlos per se. Es preciso llevar a cabo acciones y asesoramiento
de difusión necesarias para que la clase política asuma la respon-
sabilidad de su definición como una cuestión de Estado (tam-
bién), permitiendo que las mismas, por estar consensuadas en la
mayor parte del espectro político posible, tengan la necesaria
continuidad en el tiempo, independizándose de las alternancias
de los gobiernos que el sistema democrático impone (Héctor
Rodríguez y David Ruiz, "El rol de las FFAA en el sistema de
defensa nacional posible", en Segundas Jornadas sobre Defema
Nacional, Buenos Aires, Círculo Militar, 1998, p. 113).

La relevancia que tiene el entendimiento respecto de la


claridad en la promoción y defensa de los intereses nacio-
nales desde la clase política es un aspecto que de forma
reciente ha venido siendo incorporado en las ecuaciones
que atienden la oportunidad para organizar las políticas y
programas militares de cada país. La plena conciencia de
cuáles son los intereses nacionales y de cómo deben ser
éstos reforzados y defendidos desde las estructuras del po-
der y representación políticos representa en sí la viabilidad,
continuidad y aplicación de las medidas jurídicas y presu-
puestales que desde el ámbito del poder civil se dirigen
hacia la actuación táctica y operativa de las fuerzas arma-
das en el siglo XXI.
386 JAVIER OLIVA POSADA

Estructura de la política militar


y el sistema educativo militar en México

Atendiendo a esos referentes geopolíticos e históricos, en el


texto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexi-
canos el mando unívoco y doctrinario de las fuerzas armadas
queda bajo la dirección y responsabilidad del presidente de
la República y comandante supremo de las fuerzas armadas.
En el artículo 89, fracción VI, se lee:

Las facultades y obligaciones del Presidente de la República son


las siguientes: [... ]
VI. Preservar la seguridad nacional, en los términos de la ley
respectiva, y disponer de la totalidad de la Fuerza Armada per-
manente o sea, del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea
para la seguridad interior y defensa exterior de la Federación.

La cadena de mando militar, única e intransferible, indica


que la principal responsabilidad en cuanto a la conducción,
por lo que se incluye a la dirección y aplicación de la decisio-
nes, es asignación directa del presidente de la República. En
tanto comandante supremo, no deja lugar a interpretaciones
sobre la responsabilidad final en la aplicación de la PM.
En las relaciones entre el poder civil y el poder militar, a
partir de la primera presidencia civil, tras la conclusión de la
segunda Guerra M~ndial, 1946-1952, se observa una nota-
ble estabilidad en tanto que el secretario de la Defensa Nacio-
nal {Sedena) permanece en su cargo el sexenio completo. Esta
referencia es crucial para el análisis, dado que el titular de la
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 387

Sedena, denominado general secretario, cumple una doble


función: como secretario de Estado, integrante de un gabine-
te y equipo presidencial, a la vez que responsable y deposita-
rio del Alto Mando del Ejército y la Fuena Aérea, como se
lee en la Ley Orgánica del Ejército y Fuena Aérea Mexica-
nos, capítulo I, artículo 10, y capítulo III, artículo 16.20
Incluso desde esta Ley Orgánica se establece la disposi-
ción de la preeminencia del poder civil, pues como repre-
sentante de la voluntad mayoritaria de la ciudadanía en tan-
to cargo de elección popular, el presidente de la República
asume por sí la tarea de la aplicación del poder nacional para
la salvaguarda y refonamiento de los intereses nacionales. La
PM es entonces la conexión directa con la Constitución, por
lo que representa la parte más visible del Estado mexicano
en el momento de responder ante los desafíos internos y
externos que pueden afectar la seguridad nacional y la segu-
ridad interior de la nación.
Desde luego que para el mantenimiento y reforzamien-
to de los intereses nacionales a lo largo de las generaciones
se requieren mujeres y hombres profesionales de las armas
que de manera sistemática y permanente tengan las con-

20 "Artículo 10: El Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos conforman una


organización que realiza sus operaciones mediante una estructura jerárquica
que comprende los siguientes niveles de mando: 1. Mando Supremo; 11.
Alto Mando; 111. Mandos Superiores y; 1v. Mandos de Unidades[ ... ] Ar-
tículo 16: El Alto Mando del Ejército y Fuerza Aérea lo ejercerá el Secretario
de la Defensa Nacional, el cual será un general de División del Ejército, hijo
de padres mexicanos; y que, con objeto de establecer distinción respecto del
resto de militares del mismo grado, se le denominará solamente general".
388 JAVIER OLIVA POSADA

diciones para mejorar su educación y adiestramiento. En


el amplio y dinámico sistema educativo militar se cuenta
con la atención a la formación propiamente militar, pero
también con la inclusión de materias y prácticas como son
los derechos humanos, equidad de género, sistemas de be-
cas y actualización constante de los planes de estudio. Esto
indica en su conjunto que, ante la intensa dinámica na-
cional, continental y mundial, México ha ido mantenien-
do los fundamentos de la doctrina militar y a la vez ha ido
considerando los asuntos propios en cada etapa en la vida
del país.
Dentro de los principios que considera la educación mi-
litar destaca:

a) La educación que se imparta debe comprender, además de


los valores inscritos en las leyes que rigen la vida militar, los
valores que soportan y garantizan su integridad, lealtad y con-
vicción institucionales[ ... ] d) La educación militar comprende
todas las actividades de adiestramiento, formación, aplicación,
capacitación, especialización y actualización que se realicen con
la finalidad de disponer de personal apto y dispuesto a contri-
buir con el cumplimiento de las misiones asignadas a las Fuer-
zas Armadas de acuerdo a su jerarquía y especialidad (Secretaría
de la Defensa Nacional, Evolución de /,a educación militar en
México, Sedena, 1997, pp. 257-258).

La puesta en práctica de estos contenidos y lineamien-


tos específicos de la PM sólo puede ser alcanzada a partir de
que haya una plena convergencia entre la política de desa-
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARfA DE LA DEFENSA 389

rrollo nacional y las misiones de las fuerzas armadas, en


particular del Ejercito mexicano y de la Fuerza Aérea mexi-
cana. Inculcando de forma permanente en el sistema edu-
cativo militar el honor, la lealtad, la honradez, el amor a
la patria, el espíritu de sacrificio, la disciplina y una pro-
funda vocación de servicio es como se logra un nivel esen-
cial de identidad como instituto armado y un sólido nacio-
nalismo.
Por otra parte, el espacio nacional, el pueblo, la econo-
mía nacional, la política exterior y la política interior, en ese
orden, son considerados, desde la perspectiva de la Escuela
Superior de Guerra, los elementos constitutivos básicos de
una PM para México, misma PM que procede de la forma
propia en la que se ha forjado la historia y perspectiva de la
nación. Como se observará, la referencia geográfica y a la po-
blación en general, como esencia misma de México, como
patria y cultura, llevan a que la política interior sea la funda-
mental cobertura y el baluarte.
Más aún, en el Programa Sectorial de Defensa Nacional,
2007-2012, el objetivo número uno se titula "Proporcionar
una atención prioritaria a los recursos humanos como pilar
fundamental de nuestra institución" y la Estrategia 1.1. Me-
jorar el nivel de vida del personal militar y sus derechohabien-
tes, así como fortalecer su moral y espíritu de cuerpo, lo que
deja en claro la entendible preocupación por no sólo proveer
los aspectos materiales, sueldos, salarios, haberes, pensiones,
servicios de salud, habitación, sino lo que implica la vitali-
dad de cualquier fuerza armada, que es el adiestramiento y
su educación. Así se plasma en la Estrategia 2.3. Consolidar
390 JAVIER OLIVA POSADA

la Educación Militar, que permita nutrir los cuadros del Insti-


tuto Armado con militares profesionales y con sólidos valores y
virtudes militares.
La prioridad establecida por el gobierno de la Repúbli-
ca (2006-2012), por medio de ese y otros programas y po-
líticas sectoriales y multisectoriales, es considerar la estre-
cha relación que debe haber de parte del sistema político
en su conjunto y en particular del funcionamiento del ré-
gimen político (división de poderes y estructura de la ad-
ministración pública federal). De esa forma es como el
instituto armado recibe de parte del poder civil los imple-
mentos necesarios (no mínimos ni tampoco indispensa-
bles) para el cumplimiento de sus altas misiones, contando
con que cada parte, la civil y la militar, tienen su faceta téc-
nica, es decir, lo que corresponde a discusión y conducción
de la política nacional, primero, y, segundo, la política mi-
litar, referente a la aplicación de los valores y capacidades
específicos empeñados en la defensa nacional, con lo que
alcanzan la indispensable complementariedad en beneficio
de la patria.
Por lo anterior, la cantidad de soldados, de unidades y
su ubicación, el tipo de armamento, la construcción de
instalaciones militares y, como se ha señalado, el adiestra-
miento y la educación militar serán propuestas de las fuer-
zas armadas en relación directa con los requerimientos
analizados y estudiados desde su interior. Corresponde al
poder civil atender y evaluar la viabilidad de dichos plan-
teamientos. Ese espacio de confluencia es la política de
defensa nacional.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 391

Elementos para /,a formul.ación de /,a política


de defensa nacional

Las bases que componen una política de defensa nacional


(PON), en el estudio histórico y comparado, tienen como
antecedente fundamental la caracterización del Estado-na-
ción, lo que significa, a su vez, la consideración central de la
geografía, la sociedad y sus expresiones culturales, el surgi-
miento y diseño jurídico e institucional, así como el com-
plejo proceso de construcción de unas fuerzas armadas acor-
des con esas mismas características.
Así, la PON, principal integrante de la estrategia de la políti-
ca de desarrollo nacional, se sostiene y recrea a partir de la es-
trecha relación que se establece entre las fuerzas armadas, las
estructuras de gobierno y la diversidad de expresiones de la
sociedad. Muchos han sido los ejemplos a lo largo de la historia
de procesos en donde, no obstante el poderío militar disponi-
ble, la falta de apoyo de la propia población ha conducido a la
peor de las derrotas: la quiebra moral del instituto armado. De
allí que el determinante vínculo entre el respaldo mayoritario
de la ciudadanía a las acciones que emprenden las fuerzas ar-
madas y su actuar institucional sean el baluarte que les permite
actuar en consonancia con los grandes objetivos de la nación. 21

21 Institute des Hautes Études de Défense Nationale, Comprendre la

Déjense, París, Economica, 2006, I-02, La souveraineté nationale, pp. 8-12.


En este apattado se subraya que el primer y absoluto interés nacional de los
Estados se refiere a la conservación y el fortalecimiento de la soberanía y la
forma de gobierno que el pueblo se dé. En este caso, la democracia como
un valor-guía de la PDN compattida por la mayor parte de los países.
392 JAVIER OLIVA POSADA

Las muy recientes transformaciones geopolíticas en am-


plias wnas del mundo y los replanteamientos de la agenda
internacional en materia de seguridad han conducido a que
fuerzas armadas como las de Estados Unidos, formaciones
multinacionales militares como la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN) o, incluso, recientes expresiones
como el Comando de Defensa de la Unión de Naciones de
América del Sur (Unasur), manifiesten en sus prioridades
estratégicas, tácticas y de adiestramiento, un notable ajuste
en aspectos no menos sustanciales -entre otros, la progra-
mación de los presupuestos, las relaciones con los congresos
nacionales, la comunicación con la sociedad y las organiza-
ciones no gubernamentales-, todo esto con la finalidad de
responder a desafíos no convencionales, de forma notable: el
terrorismo, el narcotráfico y los desastres naturales.
De esta manera, es conveniente afirmar que la PDN se
compone de dos aspectos del todo complementarios. La
consideración de la geografía, la historia y la cultura, por
una parte, y, por la otra, la constante depuración, adapta-
ción y aplicación de medidas que le permitan al Estado y a
la sociedad hacer frente a las amenazas y riesgos. De esa ma-
nera, las fuerzas armadas, y la política militar de manera es-
pecífica, tendrán forma para aportar y cumplir un papel
muy relevante en las actividades que promueven el desarro-
llo de la nación. 22
22 Ley de Defensa Nacional de la República Oriental del Uruguay. Ca-
pítulo 1, artículo 1: "La Defensa Nacional comprende el conjunto de acti-
vidades civiles y militares dirigidas a preservar la soberanía y la independen-
cia de nuestro país, a conservar la integridad del territorio y de sus recursos
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARfA DE LA DEFENSA 393

Consideraciones para la política de defensa nacional


de México

La primera y fundamental consideración respecto de la rele-


vancia de una PDN en nuestro país radica en que su esencial
contribución alude de manera directa a la generación de
condiciones de paz, respeto de la ley, apoyo a la democracia
y refrendo de los valores que le dan sentido a la nación.
Como parte central de la política de desarrollo del país, en
la misma PDN convergen desde los estratégicos estudios y
desarrollo de tecnología hasta la consistente presencia de los
activos militares en tareas de apoyo a la sociedad.
Siendo así, y valorando la paz como el patrimonio básico
para el desarrollo de una nación, México ha conservado por
muchos años las condiciones que le han permitido por mé-
ritos propios andar su camino, apegado a sus particularida-
des geográficas e históricas. Esta segunda consideración per-
mite reconocer y concluir que la PDN implica un soporte
clave del Estado mexicano. De allí, y como sucede en la
mayor parte de los regímenes democráticos consolidados, la
incuestionable legitimidad en la calidad de la representación
del Poder Legislativo, que facilita la articulación de los ele-
mentos indispensables de la PDN con varios años de previ-
sión. Estos elementos son: presupuestos multianuales, líneas
estratégicas para el aprovechamiento de las ventajas del po-

estratégicos, así como la paz de la República, en el maceo de la Constitu-


ción y las leyes; contribuyendo a generar las condiciones para el bienestat
social, presente y futuro de la población".
394 JAVIER OLIVA POSADA

der nacional, la prevención y contención (reducción) de los


antagonismos y contar con los recursos materiales suficien-
tes para el constante adiestramiento y educación de los inte-
grantes de las fuerzas armadas.
La tercera consideración es la naturaleza geopolítica e
histórica de México, misma que nos aporta elementos de
carácter permanente para la PDN. Se trata de una realidad
objetiva. La disposición de los límites entre las naciones mar-
ca también, en el caso de la frontera norte, variables como
la composición social, niveles de desarrollo económico,
factores de identidad religiosa, idioma y, para el caso del
concepto aquí desarrollado, una doctrina militar notable-
mente diferente Qosefina Zoraida Vázquez, México y el ex-
pansionismo norteamericano, México, El Colegio de Méxi-
co, 2010, pp. 37-48). Mientras que en Estados Unidos hay
la misión preponderante de la salvaguarda de los intereses
de su seguridad nacional en el exterior, nuestro país man-
tiene, con base en su doctrina de política exterior, una po-
sición de apego a las leyes internacionales y la solución
pacífica de los conflictos. Es decir que México, lo mismo
que en su política interior, parte de la importancia capital
que tiene recorrer todos y cada uno de los recursos que
observa el marco jurídico.
Las condiciones de distinción frontera-cultura con Esta-
dos Unidos, en cambio, no se presentan ni en el caso del
mar Caribe ni en la frontera sur continental. Esta realidad
nos lleva a la cuarta consideración: el papel protagónico y de
colaboración de México hacia el continente latinoamerica-
no. Se trata de la historia. Una vez pasadas y recordadas las
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 395

efemérides de 2010, esto es, tanto el comienzo de la guerra


de independencia como el inicio de la Revolución mexica-
na, la lucha por el establecimiento de la nación implicó,
desde los primeros aciagos días de aquel México soberano, la
búsqueda de la solidez institucional y la estabilidad política
indispensables para desarrollar la economía y armonizar el
trabajo de la sociedad.
El general Michel Forget (Notre défense dans un monde en
crise, París, Economica, 2006, pp. 127-202) precisa cómo es
que las dinámicas geopolíticas y las naturales rivalidades en-
tre los Estados van incidiendo en la toma de decisiones res-
pecto de cómo defender los intereses nacionales, pero siem-
pre con la claridad de impedir su vulneración. Ya fuera
durante la Guerra Fría o por las consecuencias ante la des-
aparición de la URSS y la homogeneidad de sus fuerzas ar-
madas, Francia mantuvo con ajustes importantes la doctrina
militar, la supremacía de sus intereses como nación. Estos
permanecieron, con o sin Guerra Fría, con o sin la URSS,
como potencia hegemónica militar.
En ese sentido, para la formulación de la PDN de México
deben incluirse de manera central las bases que ofrecen una
especificidad geográfica, histórica, institucional, social, eco-
nómica y cultural, de lo que resulta la permanencia del con-
cepto de Estado mexicano y las especificidades de las coyun-
turas que naturalmente viven las naciones. La conjunción de
esas dos vertientes, lo permanente y lo dinámico del Estado,
permite apreciar la influencia del sector Defensa, mismo del
que parte un número representativo de actividades promo-
toras del desarrollo nacional.
396 JAVIER OLIVA POSADA

¿Qué fuerzas armadas, para qué Estado, para qué socie-


dad? es una pregunta de tres componentes que puede ser
respondida en función de los más altos intereses de la na-
ción. La seguridad del país, con base en la organización de
la fuerza militar y sostenida por las condiciones de seguridad
de los ciudadanos, así como el reforzamiento de las fuentes
de identidad cultural, hace coincidir, de nuevo, lo perma-
nente y lo coyuntural del Estado. Así, la seguridad del Esta-
do amplía la convocatoria de las instancias y variables de
análisis.

Este último, tiene el nombre de defensa (en el original) y es una


seguridad con minúscula, tan sectorial como la seguridad ciu-
dadana, pero que a diferencia de ésta y por resguardar algo tan
relevante y complejo como es la seguridad del Estado y sus ciu-
dadanos, hace que este tipo de seguridad hacia el exterior, lla-
mada tradicionalmente "Defensa'', necesite de integrarse con
otros sectores en una política de Estado, que toma el nombre
de política de defensa. Por ejemplo, la política de defensa es
una planificación y diseño de políticas que busca alcanzar la
condición de estar seguros. 23

En consonancia con este señalamiento, dentro de la des-


agregación de los lineamientos geográficos, históricos y cul-
turales de la PON para México, y al hacer de la seguridad una

23 Jaime García Covarrubias, "Las dificultades para conceptualizar la

seguridad y la defensa: reflexiones desde la teoría", Revista Política y Estraté-


gica, núm. 117, 2011, Santiago de Chile, p. 116.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 397

condición, se observan, por ejemplo, la estructura jurídica


de mando, comenzando por la consideración al presidente
de la República como comandante supremo de las fuerzas
armadas. También, la activa presencia de la Secretaría de la
Defensa Nacional en la aplicación de medidas de auxilio y
apoyo a la población en situaciones de desastre: Plan de De-
fensa Nacional m (ampliamente conocido con el acrónimo
de Plan DN-m).
Una PDN considera al Estado como actor-promotor fun-
damental en la defensa de los intereses de la nación, 24 en
tanto que el protagonista de la reproducción de las fuentes
de identidad es la sociedad en su conjunto; son los ciudada-
nos que de manera cotidiana construyen y fortalecen las
instituciones al tiempo que impulsan nuevas leyes. Desde
esta política sectorial se observa cómo, en otros casos con-
temporáneos, se realizan formidables esfuerzos para analizar
la viabilidad de la tecnología propia a fin de disponer la sal-
vaguarda de los intereses vitales de la nación.
Nuestro país, con su privilegiada situación geopolítica y
rica biodiversidad, es ya un polo de intereses continentales.
Debemos tener plena conciencia de ello. Y el instrumento
clave para organizar y establecer las prioridades parte, en
efecto, de una PDN. Ya tenemos las bases; ahora hay que sis-
tematizarlas, pues en la proporción de la certeza de la defen-

24 Libro de la Defensa Nacional de Chile, capítulo VII: 2, 201 O. La polí-


tica de defensa es una política pública y, por lo tanto, debe estar sujeta a las
condiciones generales de formulación, implementación y verificación de las
demás políticas públicas, incluidos los requerimientos de transparencia y
participación ciudadana.
398 JAVIER OLIVA POSADA

sa de los objetivos nacionales, mediante una clara vocación


pacifista de nuestra política exterior, que no significa de for-
ma alguna la renuncia a la capacidad disuasiva frente a agen-
tes estatales y no estatales que pretenden o pueden llegar a
violentar, alterar o destruir las condiciones de paz y desarro-
llo de la nación, es que México cuenta con unas fuerzas ar-
madas prestigiadas en lo social y reconocidas en lo militar.

La política (política) de defensa nacional

A lo largo de la historia, como puede observarse en la gran


mayoría de las formaciones estatales contemporáneas, el pri-
mer referente para conocer y estudiar el desarrollo de la PDN
es la constitución política del país estudiado. De allí que dos
elementos son esenciales para la comprensión de los conteni-
dos de ésta. El primero tiene que ver con la estructura del
régimen político. Es decir, si es presidencialista, monarquía
parlamentaria, semipresidencialismo o cualquiera de las for-
mas de gobierno adoptadas, pues de esa autodefinición se
caracterizará la cadena de mando y la responsabilidad de la
autoridad civil como mando militar. En el caso de México, el
presidente es el comandante supremo. Con distinta denomi-
nación pero siempre con la certeza de la comandancia presi-
dencial y, por lo tanto, asumiendo la principal responsabi-
lidad en la decisiones de PON, se encuentran casos parecidos
como el de Brasil y la gran mayoría de los países latino-
americanos, Estados Unidos, Francia y Rusia, todos regíme-
nes, en mayor o menor grado, presidencialistas.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARfA DE LA DEFENSA 399

Si se considera la particularidad geopolítica de México


y las normas elementales del derecho internacional, es
comprensible la renuencia gubernamental, que en la medi-
da de una acción de participación o concurrencia de las
fuerzas armadas mexicanas en cualquier escenario de con-
trol bélico encabezado por la ONU, implicaría que, con o sin
acuerdos establecidos, y llegado el caso, también en Méxi-
co pudiera darse el escenario de una intervención masiva
pacificadora dirigida por la misma ONU. Esta condición de
política interior y exterior no es considerada por una am-
plia gama de analistas y comentaristas, que ven la negativa
de participación mexicana en las OMP sólo como un asunto
de "anacronismo", cuando en realidad se trata de una fór-
mula fundamental de salvaguarda para la integridad territo-
rial de la nación. Incluso, la efectividad y el reconocimiento
mundial a la calidad de la diplomacia mexicana demuestran
que nunca ha sido necesaria la participación con contin-
gentes armados en los escenarios bélicos en el mundo para
darle lustre y voz autorizada a nuestro país en el concierto
internacional.
Hay un antecedente histórico de gran relevancia que con-
tribuye a la comprensión de los basamentos del Estado mexi-
cano actual. La expedición punitiva encabezada por el gene-
ral John J. Pershing, del 14 de marzo de 1916 al 7 de febrero
de 1917 en el norte de nuestro país, marcaría profundamen-
te la orientación de la política exterior de nuestro país, sobre
todo si consideramos que, al mismo tiempo, hasta el 31 de
enero de 1917, se flrmabael último pliego de la Constitución
de 1917 en Querétaro.
400 JAVIER OLIVA POSADA

En efecto, desde el Diario de Debates del Constituyente


de 1917 pueden leerse las argumentaciones respecto de la
seriedad con que México debía tomarse su posición en la
geografía continental. La fuerza militar para resistir o repeler
una intervención era y es una prioridad, pero también lo es
la capacidad diplomática, la fortaleza de nuestra cultura y las
responsabilidades sociales del Estado; todos estos factores
fueron considerados por los constituyentes del 17. Referir
en este punto de la exposición el recurso de la disuasión tie-
ne sentido en tanto se trata de una cualidad mediante la cual
Estado, gobierno, sociedad y fuerzas armadas se articulan
para inhibir cualquier pretensión externa e interna, cuya fi-
nalidad sea modificar de fondo y condicionar la soberanía,
independencia y libertad de la nación. Quizá ahora quede
más evidente que la PDN no es un asunto exclusivo de las
fuerzas armadas, sino que se trata de la conjunción de la alta
moral militar respaldada por las virtudes cívicas de la clase
dirigente y del pueblo en general.
En el libro Comprendre la Déjense, se refiere que, en cuan-
to al concepto francés de defensa, éste contabiliza cuatro
componentes: la defensa propiamente militar; la defensa
civil, que comprende a todo tipo de servicios públicos de
policía, protección (bomberos, paramédicos), así como las
adecuadas posibilidades para la atención ante la diversidad
de desastres; la defensa económica (la capacidad de producir
los insumos armamentísticos en caso de guerra), y la que se
considera el más importante recurso de la defensa de la na-
ción: la defensa cultural. Ésta tiene su fundamento en la fa-
milia y la escuela primaria. La identidad con los valores de
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 401

la patria es lo que en esencia hace a una nación fuerte, sobe-


rana e independiente (Institute des Hautes Études de Dé-
fense Nationale, Comprendre la Déjense, París, Economica,
2006, pp. 96-98).
De ser considerada así, la PDN es un bien público con el
cual el Estado mantiene una relación de intereses vitales
para que, mediante los arreglos legales, políticos, mediáti-
cos, legislativos, diplomáticos, presupuestales y económicos
se refuerce el sentido de soberanía que el propio Estado debe
tener para asegurar la viabilidad de la nación.

El Ejército mexicano
y la Secretaría de la Defensa Nacional 2013-2018

El general Salvador Cienfuegos Zepeda es el tercer secretario


de la Defensa Nacional del siglo XXI mexicano, y el primero
de la segunda alternancia en el Poder Ejecutivo. Estos datos
tienen particular relevancia cuando se trata de valorar la ins-
titucionalidad y lealtad de las fuerzas armadas y, en este caso
en particular, del Ejército mexicano. No hay duda de que en
el manejo de la administración pública, como debe ser, se
privilegian los compromisos políticos e ideológicos del par-
tido y grupo gobernante; sin embargo, en el caso de las fuer-
zas armadas no es así.
Por supuesto que el contexto nacional e internacional
desempeña un papel central, como ya se expuso; hay que
destacar el compromiso institucional del Ejército mexicano
en las condiciones que exige la confrontación y el someti-
402 JAVIER OLIVA POSADA

miento al crimen organizado en varias partes del país; sin


contar con la cobertura jurídica apropiada, ni con el apoyo
legislativo necesario ni con el respaldo diplomático sufi-
cientes, se observaría un escenario en el mediano plazo, al
menos, delicado para las fuerzas armadas y sus integrantes.
Allí se tiene, por ejemplo, la intensidad del debate en torno
a la pertinencia o no de las modificaciones al Código de
Justicia Militar, que en vez de caminar hacia mejorar y agi-
lizar la ley, se dirige hacia acotar y debilitar la disciplina
dentro de las filas. 25
Así, el cambio de gobierno, de partido político y de gru-
po en el ejercicio del poder se tradujo, en el delicado asunto
de la lucha contra el crimen organizado, en transformacio-
nes de fondo en la administración pública federal. La des-
aparición de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, para
ser absorbida por la Secretaría de Gobernación con la deno-
minación de Comisión Nacional de Seguridad Pública, es
sin duda el punto más relevante y de contraste respecto de la
anterior administración federal.
Dentro de la misma Secretaría de Gobernación destaca la
creación de la Subsecretaría de Prevención y Participación
Ciudadana, con el papel central de inhibir las prácticas an-
tisociales, a partir de la promoción de nuevas formas de aso-
ciación y reforzamiento de las existentes en las comunidades
afectadas por el crimen organizado. Como se observa, se
trata de un enfoque diferente.

25 Pueden consultarse los siete dictámenes que hay en la Comisión de


Justicia del Senado de la República sobre este rema.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 403

No obstante, en tanto esas profundas medidas aportan


los primeros resultados, las fuerzas armadas y el Ejército
mexicano, en este caso, siguen en la primera línea de con-
tención y sometimiento a la criminalidad. Las expectativas
para que las medidas anunciadas por el presidente de la Re-
pública, Enrique Peña Nieto, comiencen a dar resultados se
plantean hacia fines de 2015. Mientras tanto, los soldados y
marinos seguirán en las tareas encomendadas, más aún ante
el florecimiento de expresiones locales de policías comunita-
rias y de autodefensa. 26

El Plan Nacional de Desarrollo

Este documento central tiene como primera prioridad lo-


grar un México en paz. Llama la atención que ése sea el asun-
to con el que abre la plataforma del gobierno encabezado por

Enrique Peña Nieto. Y esto se debe a la gravedad con la que


se han visto afectados los sistemas sociales locales en varias
partes del país. El daño en algunos casos ha sido del tal mag-
nitud que ha colapsado las respuestas de instituciones loca-
les y de la sociedad afectada.
En la página 32 del documento, en su versión impresa, se
dedica el apartado "Defensa exterior y seguridad interior" de
forma exclusiva a las fuerzas armadas. Como era de esperar,
en tanto expresión monopólica de la fuerza del Estado, se les

26 En Michoacán y Guerrero se observan expresiones de ese tipo, que

han obligado, incluso, al retiro temporal de los presidentes municipales.


404 JAVIER OLIVA POSADA

considera como las únicas capaces de enfrentar los desafíos


del crimen organizado. La cuestión radica en la argumenta-
ción de que debido a su axiología, organización y sobre todo
a la percepción, aceptación y confianza de la ciudadanía en
el Ejército mexicano, en particular, tienen un papel central
en la encomienda de recuperar el Estado de derecho y el
funcionamiento del sistema social en su conjunto.

Ante esta coyuntura, las Fuerzas Armadas enfrentan retos im-


portantes. En primer lugar destaca un marco jurídico que debe
mejorarse para atender la realidad operativa. Las tareas que rea-
lizan las Fuerzas Armadas, particularmente las de coadyuvancia
a la seguridad interior, deben basarse en un fortalecido marco
jurídico que otorgue certeza a la actuación de su personal y
procure el respeto a los derechos humanos.

Más adelante, en el capítulo VI. Objetivos, estrategias y


líneas de acción, en la meta VI. l. México en paz (p. 105);
Objetivo 1.2. Garantizar la seguridad nacional (p. 106);
Estrategia 1.2.2. Preservar la paz, la independencia y sobe-
ranía de la nación (p. 107), se lee en la primera línea de
acción: "Impulsar la creación de instrumentos jurídicos
que fortalezcan el sustento legal a la actuación de las Fuer-
zas Armadas en actividades de defensa exterior y seguridad
. . ,,
mtenor.
Como se observa, la continuidad de la intensidad en las
manifestaciones de violencia y de limitada capacidad de las
autoridades locales para confrontar y someter al crimen or-
ganizado seguirá requiriendo la presencia en primera línea
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 405

de los militares durante los próximos años; de esa forma


también, la sobreexposición, al menos desde el 11 de junio
de 2005, cuando fue anunciado el operativo México seguro
por el entonces presidente Vicente Fox Quezada, provoca
que, ante la naturaleza jurídica y el funcionamiento de las
fuerzas armadas, el secretario de la Defensa Nacional, Salva-
dor Cienfuegos Zepeda (2013-2018), haya insistido en ello
ni más ni menos que en sendos discursos ante las cámaras de
Diputados y Senadores, para que desde allí se provea la ley
apropiada para cumplir las misiones que el presidente les ha
encomendado en su calidad de comandante supremo de las
fuerzas armadas.

La Conferencia de Ejércitos de América,


/,a diplomacia militar mexicana y Úls tareas sociales

El 4 de octubre de 2013 concluyó la presidencia por tempore


de México en ese muy importante organismo de la diploma-
cia militar continental. El secretario de la Defensa Nacional,
general Salvador Cienfuegos Zepeda, entregó al mayor ge-
neral Juan Pablo Rodríguez Barragán, comandante del Ejér-
cito Nacional de Colombia, la conducción del mismo para
el periodo 2013-2015.
En la ceremonia realizada en las instalaciones del Heroi-
co Colegio Militar (Tlalpan) fue muy interesante conocer
los trabajos realizados y los objetivos alcanzados bajo la con-
ducción del alto mando del Ejército mexicano. Por una par-
te, la indispensable necesidad de fomentar medidas de con-
406 JAVIER OLIVA POSADA

fianza recíproca y de cooperación es un aspecto clave para


lograr contener y, de ser posible, someter los nuevos y viejos
antagonismos a los Estados y naciones del continente ame-
ricano. De los desastres naturales a la ciberseguridad; del
crimen organizado al terrorismo.
Por otra, observar que la diplomacia militar en México
viene siendo un nuevo factor por considerar en la arquitec-
tura de la política exterior y que, por lo tanto, aporta argu-
mentos para la promoción del diálogo y el entendimiento
entre las fuerzas armadas de la macrorregión americana. No
sólo se trata de una novedad en cuanto tal el saber de este
tipo de eventos en nuestro país, sino incluso demuestra
que la recomposición de la política exterior del país pasa por
las aportaciones de la propia diplomacia militar. Se trata de
una estrategia para fortalecer su presencia geopolítica que
haga valer su voz en la promoción y defensa de los intere-
ses de la nación.
El intercambio de opiniones, doctrinas, experiencias, for-
maciones y visiones entre los representantes de los ejércitos
de tierra aporta un elemento sustancial para establecer pro-
tocolos de entendimiento respecto de la toma de decisio-
nes orientadas a procurar la paz y la democracia en cada
uno de los países integrantes de la Conferencia. El general
Cienfuegos Zepeda sienta un importante y positivo prece-
dente al ejercer la coordinación de los trabajos, en medio
de una agudización de conflictos internacionales que se pre-
cipitaron por la ausencia de opciones para la democracia y
la falta de disposición al diálogo entre las partes, como ra-
zones principales.
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARfA DE LA DEFENSA 407

Pero también en lo que hace a la dinámica interna del


país hay eventos dentro de las relaciones civiles militares que
son inéditos en la historia del país. Por ejemplo, la directiva
del presidente Enrique Peña Nieto para la creación de la
Política de Defensa Nacional, 27 expresada en Palacio Nacio-
nal en la "Ceremonia del sable y la espada'', el 14 de febrero
pasado. Otro aspecto por considerar es la inclusión del sec-
tor Defensa Nacional en el Plan Nacional de Desarrollo, lo
que también concierne a la Secretaría de Marina Armada de
México, como un eje dinamizador de la economía y desa-
rrollo del país. Por último, pero muy importante, la serie de
profundas reformas estructurales emprendidas y que van
directo al objetivo de dinamizar el país. Esto ha sido posible
por la concurrencia de las principales fuerzas políticas. Uni-
dad en la diversidad, algo no experimentado en las últimas
décadas de nuestra historia.
En ese ambiente de novedosas situaciones en lo externo e
interno, las fuerzas armadas de México persisten como el
recurso fundamental con el que cuentan el Estado, el go-
bierno y la nación para preservar los intereses de la sociedad
y su patrimonio geográfico y cultural. La experiencia que
aporta haber presidido la Conferencia de Ejércitos de Amé-
rica permitirá al Ejército mexicano establecer mejores cana-
les de comunicación e intercambio de información con sus
pares. Estas condiciones de confianza dan paso, a su vez, a
medidas de coordinación y cooperación entre los propios
gobiernos.

27 Primer Informe de Labores, 2013, Secretaría de la Defensa Nacional.


408 JAVIER OLIVA POSADA

Por lo que hace a los desastres naturales, éste es uno de


los temas que con mayor frecuencia se incluyen en los estu-
dios, análisis y elaboración de agendas en materia de seguri-
dad nacional en varios países e incluso en organismos mul-
tilaterales como la Organización del Tratado del Atlántico
Norte o la Unión de Naciones de América del Sur. Por una
parte, asociada al cambio climático, la modificación del
equilibrio de la naturaleza en varias partes del mundo afecta
por igual a países desarrollados que a subdesarrollados. Esto,
en consecuencia, demuestra la vulnerabilidad de muchos de
los asentamientos urbanos y rurales respecto de la forma en
que han sido trazados dichos lugares de residencia.
Hay una corriente importante en el análisis de la seguri-
dad nacional en la que se argumenta que los desastres natu-
rales pueden evitarse si predomina la planeación a largo
plazo y se subordinan los intereses económicos al bienestar
de las comunidades. Sin duda que hay una atendible argu-
mentación en ese sentido; sin embargo, también hay otra
posición, en la que aun y considerando las variables a largo
plazo, las alteraciones al medio ambiente terminan por so-
brepasar cualquier previsión, lo que también es razonable.
La tragedia que agobia a miles y miles de personas en los
estados de Guerrero, Oaxaca y Veracruz, entre otros, tiene
que ver con la doble causalidad del párrafo anterior. Es de-
cir, que desde hace décadas se han dejado de tomar en con-
sideración las necesidades y coberturas de servicios de las
comunidades como el objetivo principal de los proyectos de
desarrollo rural o urbano. En cambio, ha predominado la
corrupción, el tráfico de influencias, la utilización de mate-
EL EJÉRCITO Y LA SECRETARÍA DE LA DEFENSA 409

riales de segunda, proyectos arquitectónicos y de construc-


ción fraudulentos, y los resultados que padecemos son trági-
cos a la vez que impunes.
También el cambio climático hace su parte. El deshielo
del casquete polar ártico es la evidencia más visible en el
ámbito mundial. Pero huracanes, sismos, tsunamis, entre
otros muchos fenómenos meteorológicos, demuestran que
la Tierra, como unidad viviente, también cambia y se adap-
ta a su edad y evolución. Los efectos devastadores sobre po-
blaciones, de Katrine en Nueva Orleans a Manuel en la cos-
ta del Pacífico mexicano, anuncian lo que puede ser una
nueva era en el planeta.
La seguridad nacional tiene, entre sus principales objeti-
vos, el análisis de las variables que de forma perceptible en el
presente pueden alterar gravemente la vida diaria en una
sociedad determinada. Los eventos que padecemos hoy en
México son un ejemplo muy claro de esa hipótesis de traba-
jo. Los retrasos en los apoyos y tareas de coordinación de la
autoridad civil, los actos de saqueo y rapiña, las críticas in-
ternacionales ante la incapacidad para atenuar los daños e,
incluso, la desatención a las alertas tempranas de oficinas del
gobierno federal a instancias responsables de protección ciu-
dadana en los estados de la República afectados propician
que la tragedia involucione con celeridad en manifestacio-
nes de inconformidad.
Para nuestro caso específico, cuando los desastres natura-
les se convierten en asuntos de seguridad nacional es por-
que, como en la crisis de seguridad pública, varias instancias
responsables y de manera secuencial han fallado -por las
410 JAVIER OLIVA POSADA

razones que sean- en sus atribuciones fundamentales. La


prevención de ninguna manera puede limitarse a las varia-
bles inmediatas, como puede ser el pronóstico anual para la
temporada de huracanes y ciclones. Establecer procedimien-
tos de protección ahorra importantes recursos y sobre todo
pueden salvarse miles de vidas. Y de nuevo, ante los hechos,
como en la seguridad pública, son las fuerzas armadas las
llamadas a actuar para componer la situación a la brevedad.
Pero sin los respaldos necesarios de diversa índole, como son
los legislativos, judiciales, legales, diplomáticos, presupues-
tales y políticos, entre otros, su presencia en actividades de
apoyo puede seguirse prolongando y, con ello, propiciar un
peligroso desgaste en su relación con la sociedad. Eso a nin-
gún actor ni segmento social conviene.
MÉXICO: AVANCES Y LÍMITES
DE LAS RELACIONES CIVILES-MILITARES
ANTE LA DEMOCRATIZACIÓN.
LOS RETOS DE 2013

RAÚL BENÍTEZ MANAUT


Centro de Investigaciones sobre América del Norte-
Universidad Nacional Autónoma de México

Síntesis

En el presente artículo se analizan las relaciones civiles-mi-


litares en México en el contexto del proceso de democratiza-
ción del país, iniciado a fines de los años ochenta del siglo
xx. En primer lugar, a diferencia del resto de los países lati-
noamericanos, la sui generis transición mexicana a la demo-
cracia derivó en que el factor militar no fuera el eje central
de la democratización, como sucedió en casi todos los países
de América del Sur y Centroamérica. En otras palabras, los
militares acompañaron sin conflictos la transición sin con-
diciones. Como segunda característica, hubo elementos cla-
ve del proceso de transición a la democracia que afectaron
las estructuras de seguridad y defensa; principalmente la
irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en-
tre 1994 y el año 2000, y el incremento de las actividades de
los grupos criminales desde los primeros años del siglo XXI.

411
412 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

Como tercer elemento se analizan los principales desafíos de


las relaciones civiles-militares en el periodo de los dos go-
biernos encabezados por el Partido Acción Nacional (PAN) y
su relación con las políticas de seguridad nacional. Final-
mente, en las conclusiones se analizan los cambios más im-
portantes en las estructuras de defensa de México, derivados
de la influencia del proceso de democratización sobre las
fuerzas armadas y del cambio de paradigma en la relación de
defensa y seguridad con Estados Unidos, que pasa de una
relación que fue de autonomía y en algunos casos conflictiva
a una estrecha cooperación.
La principal hipótesis de este ensayo es que la reforma
del Estado en seguridad y defensa tiene una evolución des-
igual debido a su carácter descentralizado, e inconexa entre
gran cantidad de secretarías de Estado, con atribuciones
legales a veces en contradicción entre el gobierno federal,
los gobiernos estatales y los municipales. Además, la refor-
ma del sector Defensa no evoluciona a la misma velocidad
que el resto del aparato del Estado, mostrando una apertu-
ra lenta y muchas veces en conflicto con el proceso de de-
mocratización del país. Las nuevas hipótesis de conflicto,
principalmente la guerra declarada al narcotráfico en 2007,
por sostenerse en parte importante en las instituciones cas-
trenses, ha afectado la construcción completa de la demo-
cracia, debido a que las fuerzas armadas continúan teniendo
grandes espacios de autonomía y se les emplea para gran
cantidad de misiones.
En el ensayo se sostiene que en México, producto de la
forma como se configuraron las instituciones gubernamen-
RELACIONES CIVILES-MILITARES 413

tales en la primera mitad del siglo xx, el sector Defensa, que


incluye dos secretarías de Estado: la Secretaría de la Defensa
Nacional (Sedena) y la Secretaría de Marina (Semar), se con-
funde con otras estructuras de seguridad nacional, como la
Secretaría de Gobernación (Segob), también responsable de
la seguridad interior, y con una gran cantidad de institucio-
nes de seguridad pública descentralizadas en los ámbitos
estatal y municipal, debido a la gran cantidad de misiones
que tienen encomendadas las fuerzas armadas en materia de
seguridad interior, a la ausencia de responsabilidades en el
exterior y al mantenimiento de una gran autonomía doctri-
naria, operativa e incluso judicial.

La historia y relaciones
civiles-militares

México fue uno de los países más estables del mundo du-
rante la segunda mitad del siglo xx. Esto contrasta con la
inestabilidad política observada en el siglo XIX y los prime-
ros 30 años del siglo xx. En sus 192 años de vida indepen-
diente, México ha tenido 68 presidentes y dos monarquías.
De ellos, 39 han sido militares y 30 civiles. Se tuvieron
cinco guerras e intervenciones militares extranjeras: 1828,
1838-1839, 1846-1848, 1861-1867 y 1914, y un número
importante de guerras civiles y conflictos armados entre las
élites, principalmente durante el siglo XIX. Dieciocho presi-
dentes llegaron al poder mediante un golpe de Estado. Esta
gran inestabilidad se dio entre 1821y1934. Desde 1934 ha
414 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

habido presidentes constitucionales sin interrupción y des-


de 1946 éstos han sido civiles. Esto último fue posible por
diversas razones, entre ellas: la lealtad de las fuerzas arma-
das al jefe del Ejecutivo y a las instituciones políticas de la
Revolución, a la estabilidad del sistema político (aun bajo
el contexto del autoritarismo priista), a instituciones cas-
trenses con un elevado nivel de profesionalismo, a la apoli-
ticidad de sus mandos, consolidada en los años noventa del
siglo xx, y a la exitosa transición a la democracia, aun en
camino pero sin amenazas provenientes de la parte castren-
se del Estado.
En México los militares cumplieron un papel estabiliza-
dor fundamental. Desde 1946 fue sustituido el último de los
presidentes militares (Manuel Ávila Camacho) y se transmi-
tió el mando ejecutivo de la política a los civiles. Desde ese
año se ha vivido un largo proceso que tiene casi 70 años
donde en términos generales los militares se mantienen al
margen de la contienda política. Lo anterior no quiere decir
que éstos no asuman una posición política, ni que sus accio-
nes, derivadas de sus atribuciones y obligaciones constitu-
cionales, no tengan repercusiones políticas. La forma de sub-
ordinación civil, debido a la naturaleza autoritaria del sistema
político hasta el año 2000, se dio sólo al presidente de la
República. En momentos de crisis política, los militares han
respondido a las órdenes dictadas por el presidente en turno.
Incluso en momentos clave se han marginado las institucio-
nes militares de la sociedad y han generado percepciones
negativas; sin embargo, esta "marginación" y cuestionamien-
to del papel de los militares acompaña y se deriva de mo-
RELACIONES CIVILES-MILITARES 415

mentos de tensión entre la élite política y la sociedad civil. 1


Es el caso de la participación militar en casos extremos para
solucionar conflictos obreros y sindicales en general {accio-
nes que han sido limitadas, pero no por ello no importan-
tes): la participación militar en la constante búsqueda de la
estabilidad política en zonas rurales de alta conflictividad;
la acción militar en el movimiento estudiantil de 1968; las
campañas contrainsurgentes desarrolladas en los años sesen-
ta y setenta en regiones donde aparecieron brotes guerrille-
ros, y, desde los años ochenta, la acción constante y decidida
de las instituciones militares en las campañas desplegadas
contra el narcotráfico.
Las fuerzas armadas tuvieron su primera transformación
estructural en los años treinta y durante la segunda Guerra
Mundial. Comenzó la profesionalización y modernización
con la creación de escuelas de oficiales {la Escuela Superior
de Guerra), y durante la segunda Guerra Mundial, Estados
Unidos brinda un gran respaldo a este esfuerzo, por el apoyo
diplomático y militar de México a los países aliados. 2 Du-
rante la segunda Guerra Mundial operó la Comisión Con-
junta de Defensa México-Estados Unidos CToint Mexican-
U.S. Defense Commission -JMUSDC-), creada el 12 de
enero de 1942, 3 y posteriormente a la guerra los esfuerzos de
cooperación militar binacional se focalizaron en capacita-

1 Roderic Ai Camp, Generals in the Palacio. The Military in Modern


Mexico, NuevaYork/Oxford, Oxford University Press, I992.
2 Véase Srephen J. Wager, The Mexican Arm)I 1940-1982: The Country
Comes First, Ph. D. Dissenation, Sranford, Sranford University, 1992.
3 !bid., p. 162.
416 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

ción, entrenamiento y educación. 4 En otras palabras, fue


abandonándose lentamente la composición revolucionaria
para orientarse a la profesionalización. 5 Ésta se acompañó
del traslado de los militares a sus cuarteles (excepto en zonas
rurales donde no se logra erradicar la violencia y los cuerpos
policiacos son inexistentes) y el gasto militar se reduce a tal
nivel que se convierte en uno de los más bajos del mundo.
En 1921, el gasto militar fue de 61 % del gasto gubernamen-
tal total, bajando a 1.49% en 1980. En el año 2000 este
porcentaje subió levemente, a 2.39%, y en 2012 ascendió a
2.63%. Con respecto del PIB, en 2012 el presupuesto militar
fue de 0.49 por ciento. 6
Sin embargo, uno de los elementos más relevantes para
medir la profesionalización que han vivido tanto la Sedena
como la Semar es el incremento de los salarios respecto del
presupuesto total de las dos secretarías de Estado militares,
comparando los años de 2000 a 2013. En el caso de la Se-
dena, como se observa en el cuadro l, el personal se incre-

4 John Cope, "En busca de la convergencia: las relaciones militares en-

tre México y los Estados Unidos en el umbral del siglo XXI'', en Sergio
Aguayo Quezada y John Bailey (coords.), Las seguridades de México y los
Estados Unidos en un momento de transición, México, Siglo XXI Editores,
1997, p. 239.
' Este proceso lo analizamos en Raúl Benítez Manaut, "Las fuerzas ar-
madas mexicanas a fin de siglo: su relación con el Estado, el sistema políti-
co y la sociedad", Sociológica, año 9, núm. 25, México, UAM-Azcapotzalco,
mayo-agosto de 1994.
6 Atlas de la Seguridad y la Defensa de México, México, CASEDE, 2012,

pp. 146-147. La información es tomada de la Secretaría de Hacienda y


Crédito Público: "Presupuesto de Egresos de la Federación".
RELACIONES CIVILES-MILITARES 417

Cuadro l. Sedena-Semar. Relación hombres-presupuesto,


2000-2013
Plazas Gasto en servicios personales
2000 2013. % 2000 2013 %

Sedena 182329 213980 17.35 31922.7 46995.1 47.22

Semar 53 729 59 146 10.08 8 972.3 16 454.3 83.39


Fuente: Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Notas: para el rubro de gastos personales, se mide en millones de pesos
mexicanos, deflactados a 2013. El año 2013 se roma en cuenta según el
Presupuesto de Egresos de la Federación (diciembre de 2012).

mentó en 17.35%, mientras que el presupuesto lo hiw en


47.22%. En el caso de la Semar, el personal se incrementó
en 10.08%, mientras que los salarios se incrementaron en
83.39%.
Uno de los elementos fundamentales de composición es-
tructural de las fuerzas armadas mexicanas es un sui generis
caso de profesionalización sin doctrina de guerra externa. 7
Así, de tres doctrinas de guerra: DNl (contra un agresor ex-
terno), DN2 (contra amenazas a la paz social y el despliegue
de fenómenos que atentan contra la seguridad nacional) y
DN3 (apoyo a la población civil en casos de desastres), sólo

son misiones operativas reales los planes DN-n y DN-111. Para


responder a estas misiones se organiza el despliegue geográ-
7 En términos formales sí existe la "amenaza externa", pero el entrena-

miento, adquisición de equipo y despliegue del ejército, fuerza aérea y ar-


mada se componen para la guerra interna. Esta hipótesis es válida para todo
el siglo xx.
418 RAÚL BENfTEZ MANAUT

flco del ejército en regiones y zonas militares. En el caso de


la Armada, su organización en regiones navales sí responde
a una doctrina clásica de protección costera ante amenazas
externas, 8 aunque en los últimos años ha especializado a uni-
dades en misiones de seguridad interna, principalmente por
medio de la Infantería de Marina. 9
El plan DN-II es el que realmente define la estructura, or-
ganización y organización territorial del ejército. Su origen
se da en la Revolución mexicana, cuando los ejércitos revo-
lucionarios son poco a poco desarmados y subordinados a
los mandos centrales e institucionales, y quedan los desplie-
gues preventivos del ejército para evitar rebeliones. Poste-
riormente, debido a la ausencia de cuerpos de seguridad en
el campo, el ejército desarrolla la función de policía rural. 1º
Una de las misiones principales de las fuerzas armadas
mexicanas, la guerra al narcot.ráflco, se desarrolla desde los
años cuarenta. También forma parte de los programas de
acción cívica, y en "apoyo" o sustitución por incapacidad
institucional de la Procuraduría General de la República

8 Véase "Capítulo X. Desafíos y dilemas en los gobiernos de Ernesto

Zedilla, Vicente Fax y Felipe Calderón. El papel de la Armada contempo-


ránea 1994-2012", en Historia General de la Secretaria de Marina-Armada
de México. Tomo JI: Las políticas navales 1940-2012, México, Secretaría de
MarinahNEHRMISEP, 2012, p. 381.
9 Historia General de la Infantería de Marina Mexicana, México, Secre-

taría de Marina, 2012.


10 Alden Cunningbarn, "Mexico's Nacional Security in tbe 1980s-l 990s",

en David Ronfeldt (ed.), The Modern Mexican Military: A Reassessment, La


Jolla, Center far U.S. Mexican Studies, 1984, p. 175.
RELACIONES CIVILES-MILITARES 419

(PGR). Desde los cuarenta y hasta los setenta, la guerra con-


tra las drogas no fue un problema de seguridad nacional, y
se concentraba en la destrucción de cultivos de mariguana y
opio. 11
Las fuerzas armadas cumplieron un papel funcional para
el Estado mexicano en diversos niveles: si bien se desmilita-
rizó el sistema político, el ejército en wnas rurales continuó
teniendo una función política (apoyo al régimen contra bro-
tes de inconformidad) y policiaca (mantenimiento del or-
den), además de colaborar con estructuras del gobierno que
no tuvieron una cobertura territorial completa en el cumpli-
miento de sus misiones (en sustitución de las secretarías de
Comunicaciones y Transportes, Educación, Salud, distribu-
ción de alimentos -Conasupo--, 12 policías municipales,
etc.). De esa manera, el ejército de forma permanente reali-
zó misiones extramilitares, muchas de ellas vinculadas con
obligaciones del Estado. En términos políticos fue para be-
neficio y consolidación del régimen. En este sentido, el Ejér-
cito mexicano fue modernizándose pero no despolitizándo-
se. El proceso de despolitización comienza posteriormente,
en los años ochenta, a la par de la emergencia de la oposición
política. Sin embargo, es difícil afirmar que el ejército sirvió
como brazo armado del PRI (como sí lo fue entre los años
treinta y los setenta). Los ordenamientos militares de lealtad

11 Richard B. Craig, "La Campaña Permanente. Mexico's Antidrug

Campaign'', ]oumal o/ Interamerican Studies and World Ajfairs, vol. 20,


núm. 2, mayo, 1978.
12 Compañía Nacional de Subsistencias Populares, principal empresa

estatal de distribución de maíz a la población.


420 RAÚL BENfTEZ MANAUT

durante el siglo xx fueron a la Constitución y al comandan-


te supremo (el presidente), que es al mismo tiempo jefe del
Estado, jefe de gobierno y, de manera informal, máximo jefe
del PRI. En este sentido, dependía del presidente, no del
ejército, ordenar a los militares misiones de apoyo al PRI,
pues el ejército aplica la norma de la "obediencia debida", en
la cual no se cuestiona una orden superior -aunque pudie-
ra ser anticonstitucional-. La obediencia debida en México
se relaciona con la impunidad, pues históricamente, a medi-
da que la responsabilidad se traslada en la pirámide de man-
do hacia arriba, es más difícil castigar a alguien por emitir
una orden ilegal, debido a que esa orden se vincula con los
intereses de las autoridades políticas. Así, en el Ejército mexi-
cano se castiga en el Código de Justicia Militar el no cumplir
la orden, 13 sin tomar en cuenta si está en contra de la Cons-
titución o de alguna ley civil. 14
El acontecimiento que marcó significativamente las re-
laciones civiles-militares en México fue el movimiento estu-
diantil de 1968 y la forma como reaccionó el gobierno,
empleando a las fuerzas armadas. Si bien la represión y con-
tención de los estudiantes se debió entre otros factores al
ascenso de una clase media con demandas propias y a un
lento proceso de construcción de sociedad civil, la polariza-
ción observada entre los estudiantes y el gobierno llevó a la

13 Véase Código de Justicia Militar, Título Noveno, capítulo 3 "Des-

obediencia''. Código de Justicia Militar, México, Secretaría de la Defensa


Nacional, t. 1, pp. l 09-111.
14 En los años noventa apareced debate entre "obedíencia debida" y vio-

lación a la Constitución y leyes civiles (por ejemplo, los derechos humanos).


RELACIONES CIVILES-MILITARES 421

llamada "masacre de Tlatelolco", 15 donde el gobierno em-


pleó unidades élite de las fuerzas armadas, además del en-
carcelamiento de un número aún indeterminado de estu-
diantes en instalaciones militares. Estos acontecimientos
derivaron en una especie de "síndrome de 1968" y, seguidos
por la aparición de movimientos armados guerrilleros en los
setenta, distanciaron a las fuerzas armadas de importantes
segmentos de la sociedad civil, fortaleciéndose su autono-
mía. Sin embargo, a pesar del shock político de 1968, no se
cimbraron las relaciones civiles-militares en el seno del go-
bierno. La consecuencia de esta polarización fue el creci-
miento de grupos guerrilleros y la consecuente actividad
contrainsurgente, centrada en parte en la acción directa de
las fuerzas armadas en el ámbito rural. 16
Durante los años ochenta, la misión de resguardar el li-
derazgo político del gobierno (por medio del apoyo al parti-
do oficial en caso de necesidad) va dejando de ser una misión
operativa de las fuerzas armadas, pero el despliegue territo-
rial del ejército continúa inalterado para resguardar la segu-
15 La información oficial sobre estos acontecimientos se encuentra re-

servada y sin acceso al público. Las dos investigaciones mejor documenta-


das sobre el movimiento estudiantil de 1968 son: Julio Scherer García y
Carlos Monsiváis, Parte de guerra. Tlatelolco 1968, México, Nuevo Siglo-
Aguilar, I999, y Sergio Aguayo, 1968. Los archivos de la violencia, México,
Grijalbo, I 998.
16 Jorge Luis Sierra Guzmán, El enemigo interno. Contraimurgencia y

fam:,as armadas en México, México, Plaza y Valdés/Universidad Iberoame-


ricana, 2003. Para la organización estatal a fin de encarar las guerrillas, la
Secretaría de Gobernación fue la responsable de la inteligencia antiguerri-
Uera en el ámbito urbano y las fuerzas armadas en el rural.
422 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

ridad interna. En este sentido, la modernización y profesio-


nalización se da a la par de una gradual despolitización, y así
se responde al Estado y no a los intereses de corto plazo (o
de partido) de los altos funcionarios del gobierno. Desde la
emergencia de la oposición política en el ámbito electoral
(entre 1982y1988), se intentó emplear al ejército de forma
tradicional sin éxito, lo que en los años noventa se separa
como misión de las fuerzas armadas.
Otras misiones militares que habían sido secundarias se
convierten en esenciales de la acción operativa de las fuerzas
armadas, principalmente por la crisis del sistema político y la
potencial ingobernabilidad y la creciente ineficiencia de las
estructuras gubernamentales civiles. A fines del siglo XX, cua-
tro misiones ocupan operativamente a las fuerzas armadas: 17
1] El narcotráfico crece en su capacidad desestabilizadora
del orden público, la economía y la estabilidad política, y
encuentra un Estado débil al cual puede penetrar con facili-
dad. La acción militar en su contra no es nueva, pero sí debe
enfrentarse con estrategias diferentes. Por ello, las fuerzas
armadas deben dedicar de forma creciente cada vez más re-
cursos humanos, económicos y medios militares de combate.
Esto se incrementó de forma notable desde que el presiden-
te Felipe Calderón declaró "la guerra'' a los grupos crimina-
les en 2007. 18

17 Hay gran cantidad de misiones adicionales no permanentes y en res-


paldo a otras agencias del Estado. Las tres primeras misiones se correspon-
den con el plan DN-11.
18 Felipe Calderón, "La guerra al crimen organizado'', en Raúl Benítez

Manaut, Abelardo Rodríguez Sumano y Armando Rodríguez {eds.), Atlas


RELACIONES CIVILES-MILITARES 423

2] En 1994, la irrupción del Ejército Zapatista de Libera-


ción Nacional (EZLN) lleva al ejército a desplegar sus recursos
para su contención. 19 Aunque no son nuevos los grupos ar-
mados revolucionarios de izquierda en México, el EZLN y des-
de 1996 el Ejército Popular Revolucionario (EPR) 20 cuestio-
nan la capacidad del gobierno y el ejército para darle salidas.
En el seno de las fuerzas armadas se recupera la experiencia en
contrainsurgencia de los años setenta. Sin embargo, la "solu-
ción" desde el gobierno ha sido el no empleo de las fuerzas
armadas en una larga y congelada negociación política. 21
3] La crisis del sistema de seguridad pública preventivo e
investigativo en todo el país lleva al ejército y a sus miem-
bros (en retiro o activo) a responsabilizarse de mandos poli-
ciacos en las ciudades más importantes, y también a una
decisiva participación en una gran cantidad de estructuras
de coordinación y nuevas instituciones que se crean en los
años noventa.
4] La especialización y profundización del plan DN-III.
Esta misión es de alto alcance político nacional e internado-

de la seguridad y la defensa de México 2009, México, Colectivo de Análisis


de la Seguridad con Democracia, A.C., 2009, p. 17.
19 StephenJ. Wagery Donald E. Schulz, TheAwakening: TheZapatista

&volt and lts Implications far Civil-Military &lations and the Future of
Mexico, U.S. Army War College, 30 de diciembre de 1994.
20 Raúl Benítez Manaut, "Guerrilla. Civilizarse o morir", Reforma-En-

foque, México, 5 de enero de 1997.


21 Raúl Benítez Manaut, Andrew Selee y Cynthia J. Arnson, "Frozen

Negotiations. The Peace Process in Chiapas", Mexican Studies/Estudios


Mexicanos, vol. 22, núm. l, invierno 2006.
424 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

nal. Se considera una acción humanitaria, y es la que recibe


el respaldo de la población. También en lo internacional, es
la misión que proyecta a las fuerzas armadas mexicanas en el
exterior, principalmente en la cuenca del Caribe y Centro-
américa.
Estos problemas, por entenderse por el Estado y sectores
muy importantes de la sociedad como de seguridad nacio-
nal, y al no tener el gobierno mexicano estructuras civiles
eficientes para su solución, llevan al mando político a orde-
nar el empleo de las fuerzas armadas de forma casi perma-
nente. En el caso de la guerra al narcotráfico, la contrainsur-
gencia y la participación en misiones policiacas desataron
una gran polémica sobre el peligro de su uso para contener-
los y enfrentarlos, y abrió un debate sobre una posible "mi-
litarización'' de algunas estructuras del Estado. Igualmente,
la "guerra'' al narcotráfico pone al descubierto el peligro de
corrupción de las estructuras del Estado que lo combaten,
factor del cual las fuerzas armadas no están exentas, pero
ciertamente tienen más mecanismos inmunológicos que las
instituciones de seguridad pública o de justicia. 22
Así se establecieron las relaciones entre civiles y militares
más estables de América Latina. 23 En el siglo :xx, desde los
convulsionados años de la fase militar de la Revolución
mexicana (1910-1917) y la posrevolución (1917-1929), pe-

22 Luis Jorge Garay y Eduardo Salcedo (eds.), Narcotráfico, corrupción y

Estados, México, Random House Mondadori, 2012.


23 Véase José Antonio Olmeda (comp.), Democracias.frágiles. Las relacio-

nes civiles-militares en el mundo iberoamericano, Valencia, España, 1irant lo


Blanch, 2005.
RELACIONES CIVILES-MILITARES 425

riodo en el cual se construyó el llamado sistema político


mexicano, no se registra ningún alzamiento militar exitoso
y se construyeron sólidos basamentos para apuntalar la for-
ma como el presidente se vio apoyado en todo momento
por los militares. En respuesta, también se dio el respaldo
incondicional del poder civil a las fuerzas armadas, otorgán-
doles gran autonomía del resto del aparato del Estado. El
resultado fue un gradualismo exitoso en la forma como los
militares se alejaron del ejercicio directo del poder. Por ello,
los militares (ni individualmente ni como institución) no se
vieron tentados a alterar las reglas escritas y legales, ni, lo
más importante, los mecanismos de regulación reales, secre-
tos, pactados, del sistema político. Por ello, la "modalidad
mexicana" de transición a la democracia iniciada a fines de
los años ochenta del siglo xx no incluyó la reformulación de
la relación civil-militar. 24

Transición política y no reforma del Estado

La transición política es un proceso paralelo a la moderniza-


ción del aparato del Estado y a las reformas económicas im-
plementadas para orientar la economía según las reglas del
mercado. El cambio político en México está conduciendo al
país a un sistema democrático de gobierno. Sin embargo, la
naturaleza del sistema político lleva a que los elementos tra-

24 Roderic Ai Camp, Mexico's Military on the Democratic Stage, Wash-

ington, cs1s-Praeger, 2005.


426 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

dicionales tengan aún una importancia que permite que ac-


tividades ilegales criminales sean parte del funcionamiento
de este sistema. Como en toda transición, el peligro es que el
Estado pierda el control de los actores políticos, económicos,
sociales o internacionales que realizan actividades ilegales, y
se creen condiciones de inestabilidad o ingobernabilidad.
Así, interpretando la realidad mexicana de los noventa, se
habló del "caos", 25 como tendencia, y su contención, por
medio de la militarización. 26 Otros señalan en esos años que
el grado de penetración del crimen en las estructuras del Es-
tado podría acercarse a un nivel similar al de Colombia, por
lo que un peligro a la transición es la aparición de una "nar-
codemocracia''. 27 O sea, en la transición mexicana de los no-
venta hay actores funcionales de la modernización y demo-
cratización, y hay actores disfuncionales y disruptivos, que
amenazan la estabilidad interna, crean ingobernabilidad,
realizan actividades ilegales e incluso tienen una alta capaci-
dad para generar inestabilidad internacional, como son el
crimen organizado y el narcotráfico. Muchos de los actores

25 Andrés Oppenheimer, México: en la ftontera del caos, México, Javier


Vergara Editor, 1996.
26 Donald E. Schulz, Between a Rock and a Hard Place: The United

States, Mexico and the Agony ofNational Security, U.S. Army War College,
24 de junio de 1997.
27 Richard Craig señala que, en algunos estados de México, desde los años

ochenta el narcotráfico ha penetrado muy profundamente las élites políticas,


como en Sinaloa, Durango, Chihuahua, Guerrero, Veracruz y Oaxaca. Véase
Richard Craig, "Mexican Narcotics Traffic: Binational Security lmplica-
tions", en Donald Mabry (ed.), The Latín American Narcotics Trade and
U.S. National Security, Nueva York, Greenwood Press, 1989, p. 31.
RELACIONES CIVILES-MILITARES 427

"negativos" o disfuncionales del proceso de democratización


y modernización están en el aparato del Estado, por la repro-
ducción de prácticas tradicionales como la "corrupción"
(que fue funcional al sistema político unipartidista) y hasta
por la resistencia a perder parcelas de poder. 28
En la política mexicana de los noventa, la crisis del siste-
ma corporativo-autoritario-clientelar que determinó los me-
canismos de estabilidad llevó al punto de arranque del siste-
ma político en los años veinte y treinta: se recurre a una de
las instituciones más fuerte del Estado -el ejército, la fuer-
za aérea y la armada- debido a la debilidad, crisis operativa
(ausencia de eficiencia) e incapacidad para lograr la gober-
nabilidad. De aquí se desprende la revaloración de las fuer-
zas armadas, no como un proyecto institucional, sino como
un recurso de última instancia al que recurre el mando su-
perior del Estado. Así, se amplían las misiones de las fuerzas
armadas (se abre el abanico de misiones del DN2), a pesar de
que el ejército puede desviar su camino a la modernidad y
profesionalidad (oNl), y con el riesgo de una ineficiencia
(dado que son misiones por naturaleza "civiles") o de una
"politización" (riesgo de emplear las fuerzas armadas con fi-
nes políticos).
En la transición mexicana se observa un debilitamiento
del poder del presidente en favor del Poder Legislativo (re-
equilibrio de poderes), de la estructura federal (fortalecimien-
to de los poderes estatales y municipales en múltiples senti-

28 Stephen Morris, Corrupción y polltica en el México contemporáneo,

México, Siglo XXI Editores, 1992.


428 RAÚL BENfTEZ MANAUT

dos) y una crisis sin precedentes del Judicial. En los tres


niveles de gobierno se da un debate sobre la responsabilidad
de diseminar los sistemas de justicia y mecanismos preventi-
vos de seguridad. Este fenómeno, llamado "nuevo federalis-
mo", puede ser contradictorio, debido a que lo que es sano
en el nivel político (por ejemplo, el fortalecimiento de los
estados y la creciente autonomía de los municipios) puede
ser muy peligroso para la seguridad pública y favorecer el
narcotráfico y otras actividades criminales, debido a que las
policías municipales, en wnas rurales y ciudades pequeñas,
así como los sistemas de impartición de justicia (el Ministe-
rio Público), son mucho más sensibles y frágiles ante la co-
rrupción y actúan frecuentemente de acuerdo con intereses
de grupos locales (caciques) y no con la imparcialidad y pro-
fesionalización necesaria. Lo que es bueno para la democra-
tización política (descentralización) es malo para la imparti-
ción de justicia y seguridad pública. En otras palabras, la
descentralización ha debilitado la seguridad nacional y deri-
vado en un proceso sui generis de "militarización''.
Las mafias aprovechan esta "autonomíá' local-estatal y
la debilidad de los sistemas de impartición de justicia para
desarrollar sus actividades, teniendo más posibilidad de ser
exitosas sus actividades si los sistemas están descentraliza-
dos. Este fenómeno está conduciendo a la feudalización de
algunas zonas rurales que tienen amplia presencia crimi-
nal. Por ello, la modernización de México puede obstacu-
lizarse; se dan fenómenos de privatización criminal de la
seguridad y se observa un desmantelamiento de la capaci-
dad del Estado para conducir las políticas de seguridad,
RELACIONES CIVILES-MILITARES 429

dejando éstas en manos de los caciques y narcotraficantes,


como sucede en partes de Guerrero, Sinaloa, Hidalgo, Oaxa-
ca y algunos estados del norte, como Chihuahua yTamau-
lipas. Ello se da por la acumulación de poder de algunas
organizaciones criminales, como los cárteles de Sinaloa,
del Golfo y los Zetas. 29
De esta manera, desde el inicio de la transición a la de-
mocracia se han dado numerosos intentos de reforma a las
estructuras de seguridad y justicia del país, pero no así a las
de defensa. Derivado de estas reformas parciales, se dan hí-
bridos en la estructura institucional de seguridad nacional
que provocan la convivencia de formas viejas (ineficientes y
corrompidas) con formas nuevas, que intentan ser profesio-
nales y eficaces.
A fines de los años noventa del siglo xx, el envejecimien-
to del sistema político autoritario y presidencialista, que
cumplió 71 años en el año 2000, significó también una cri-
sis en numerosas estructuras del gobierno en el sector inteli-
gencia, seguridad y justicia. Desde fines de los años ochenta,
el gobierno implementó numerosas reformas, muchas de
ellas inconexas entre sí, que provocaron una dislocación del
proceso de toma de decisiones en seguridad. De igual mane-
ra, en estas instituciones el fenómeno de disolución-cons-
trucción llevó a resultados diversos. Algunas de las nuevas
instituciones se construyeron con pilares sólidos, mientras
que otras tienen graves deficiencias en su configuración.

29 Guillermo Valdés Castellanos, Historia del narcotrdfico en México,


México, Aguilar, 2013.
430 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

Entre los problemas institucionales más graves que llevan


al empleo intensivo de las fuerzas armadas para combatir el
crimen organizado están las estructuras federales, la no co-
rrespondencia de los esfuerzos de las dos secretarías de Esta-
do militares (Sedena y Semar} con los sistemas federales y
estatales de justicia, así como con las estructuras policiacas.
A ello se agrega la debilidad de las instituciones estatales y
municipales, donde se ha expandido la corrupción, la falta
de profesionalismo y una vulnerabilidad muy elevada para
ser penetrados por el crimen organizado.

La relación civil-militar durante los gobiernos


de Fox y Calderón

La llegada de Vicente Fox se acompañó de un impulso refor-


mador en el ámbito de la seguridad que sólo duró un año.
El nuevo presidente creó la Secretaría de Seguridad Pública
(ssP) los primeros días de su gobierno en diciembre de 2000,
separando la coordinación de acciones de seguridad pública
de la Secretaría de Gobernación y continuando con la refor-
ma realizada en 1998-1999, cuando el presidente Ernesto
Zedilla constituyó la Policía Federal Preventiva (PFP). Sin
embargo, se frenó la reforma de la Secretaría de Goberna-
ción, en el sentido de despojarla de la realización de acti-
vidades de inteligencia. En la gran mayoría de los países
democráticos, la agencia de inteligencia central se sujeta a la
conducción directa del presidente. En el caso mexicano, el
Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional (cISEN) no
RELACIONES CIVILES-MILITARES 431

evolucionó hacia su profesionalización integral (separación


de la llamada inteligencia política de la estratégica y fomen-
to de la profesionalización de sus integrantes}. 30
Durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón
se mantuvo la aápica separación de la Secretaría de la Defen-
sa Nacional y la Secretaría de Marina, y la fuerza aérea no era
autónoma --como en la mayoría de los países del mundo--.
Así, se paralizó la pretendida reforma y las estructuras de se-
guridad continuaron con la modalidad de toma de decisio-
nes vigente durante el régimen priista. En otras palabras, en
seguridad y defensa no hubo reforma similar a la vivida en el
nivel económico y político. El statu quo no democrático pre-
valeció. El presidente continuó siendo el gran tomador de
decisiones, y las fuerzas armadas mantuvieron su autonomía,
fonalecido este factor por el incremento de las acciones mili-
tares contra el narcotráfico. En el sexenio de Fox se emitió la
Ley de Seguridad Nacional en 2005, con la que se regulan las
actividades de inteligencia en el ámbito de la Secretaría de
Gobernación, pero en dicha ley no se incluye a las fuerzas
armadas como elemento de seguridad nacional. 31 Dicha ley
confunde seguridad nacional con inteligencia, regulando las

30 El último director del CISEN en el gobierno de Zedillo, Alejandro

Alegre, en el año 2000 abrió las puertas de la institución a la prensa y por


vez primera también abrió una página web, previniendo el cambio de go-
bierno y que pudiera cuestionarse el hermetismo de la institución en un
gobierno no priista. Es conocida la presencia importante de oficiales de las
fuerzas armadas entre los altos funcionarios del CISEN.
31 "Ley de Seguridad Nacional", Diario Oficial de la Federación, 31 de

enero de 2005.
432 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

actividades del CISEN. Entre las virtudes de la ley están la


definición de las agendas de inteligencia del país, con lo que
se definen las prioridades de seguridad nacional, así como los
riesgos y las amenazas. De forma genérica, el CISEN define las
siguientes amenazas a la seguridad nacional de México: gru-
pos armados, delincuencia organizada, terrorismo, transición
y reforma del Estado, movimientos sociales, entorno interna-
cional y seguridad pública.32 Estas amenazas se comparten
con las instituciones castrenses.
Otro factor decisivo en materia de seguridad y defensa es
la relación con Estados Unidos. En los años noventa pasó
sin grandes tensiones del esquema de la Guerra Fría al de la
posguerra fría, siendo el Tratado de Libre Comercio el mo-
tor de ese ajuste de las agendas binacionales. A partir del 11
de septiembre de 2001, la tensión en las relaciones interna-
cionales afectó a México de forma directa, principalmente
por la vecindad con Estados Unidos, y debido a la confusión
reinante en los momentos posteriores a los atentados se es-
peculaba que terroristas islámicos pudieran ingresar por las
fronteras terrestres de Canadá o México. De forma abrupta,
México, al igual que la gran mayoría de los países del mun-
do, se vio obligado a responder a las demandas estadouni-
denses de seguridad. La estrategia de Estados Unidos se di-
señó en dos frentes: a) la protección de la patria (Homeland
Security) y b) la puesta en práctica de la estrategia de acción
preventiva contra el terrorismo (Preemptive Action). Para el
primer esquema de defensa de Estados Unidos, la colabora-

32 <www.cisen.org.mx>, consultada el 12 de julio de 2007.


RELACIONES CIVILES-MILITARES 433

ción de México y Canadá es vital, por lo que muy rápida-


mente se firmaron los acuerdos gubernamentales de fronte-
ras inteligentes (con Canadá en diciembre de 2001 y con
México en marw de 2002). En México no hubo grandes
cuestionamientos al respaldo al nuevo esquema de seguridad
de la patria del vecino. Por el contrario, la gran crítica y
cuestionamiento fue en la política internacional que este
país implementó. México no respaldó el esfuerzo diplomáti-
co por involucrar a la ONU en la guerra contra el terrorismo,
lo que provocó una situación de gran fricción entre ambos
gobiernos. 33
En otras palabras, en materia de seguridad, el gobierno
de México con su vecino del norte dividió la labor de sus
secretarios de Estado. Se dio, por un lado, una amplia cola-
boración entre la Secretaría de Gobernación, la Procuradu-
ría General de la República y los sistemas de inteligencia con
sus contrapartes en el gobierno norteamericano. Por otro
lado, hubo una notable diferencia y hasta tensión abierta en
el trabajo de la Secretaría de Relaciones Exteriores por su
oposición a la estrategia contra el terrorismo y en el esfuerzo

33 El presidente Fox nombró a Adolfo Aguilar Zinser embajador de


México ante la ONU en enero de 2002, a la par que México había sido ele-
gido como miembro no permanente del Consejo de Seguridad, por lo que
las objeciones mexicanas por involucrar a la ONU en la estrategia de Estados
Unidos fueron un elemento muy imponante de fricción entre ambos go-
biernos, sobre todo en el periodo 2002-2003. Véase Loreta Bondi, Beyond
the Border and Across the Atlantic. Mexico's Foreign and Security Policy post-
September 11th, Center for Transatlantic Relations, Washington, The Johns
Hopkins University, 2004.
434 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

por derrocar a Sadam Husein en Iraq. En México tampoco


se vio con agrado, en lo que corresponde a la cooperación en
defensa, la creación del Comando Norte de Estados Unidos
en 2002. La cooperación militar se incrementó hasta el go-
bierno de Felipe Calderón, con el llamado programa de coo-
peración Iniciativa Mérida.
Las diferencias en las políticas de seguridad y defensa de
México y Estados Unidos son producto de un debate exis-
tente en el seno de las élites políticas mexicanas, las cuales
están divididas en dos sectores: los nacionalistas y los globa-
listas. Los primeros están a favor de una mayor independen-
cia de Estados Unidos. Los segundos son más proclives a
impulsar todas aquellas iniciativas de cooperación interna-
cional y están a favor del estrechamiento de las relaciones
con Estados Unidos. Por ejemplo, los nacionalistas se opo-
nen a la salida de tropas al exterior, mientras que los globa-
listas están a favor del empleo de las fuerzas armadas en ope-
raciones de paz y de participar en acciones cooperativas de
seguridad hemisférica. En este caso, las fuerzas armadas son
más proclives a mantener una distancia en relación con Es-
tados Unidos y la oNu. 34
Un elemento que ha cobrado relevancia singular para la
seguridad de México es la amplia disponibilidad de armas,
debido a la legislación estadounidense que permite su ven-

34 Se considera entre las élites políticas a los dirigentes del Partido de la

Revolución Democrática y del Partido Revolucionario Institucional, más


nacionalistas, y a los dirigentes del Partido Acción Nacional, más globalis-
tas, aunque en el seno de los partidos políticos estas posiciones no son ho-
mogéneas sobre la seguridad en la relación México-Estados Unidos.
RELACIONES CIVILES-MILITARES 435

ta libre en las armerías de ese país. Estas armas son el ali-


mento principal del crimen común y organizado en México,
además de que el control de las mismas resulta muy defi-
ciente, debido al mercado negro proveniente de Estados
Unidos. 35
En México se afirma que "la Secretaría de la Defensa ha
informado que desde 1972 a la fecha, se ha registrado un
total de 2 824 231 de armas, de las cuales 85% corresponde
a uso civil y 15% son usadas por personal de seguridad. Sin
embargo, según estimaciones de la prestigiada publicación
SmallArms Survey, en el 2004, en México existían entre 3.5
y 16.5 millones de armas". 36 El comercio ilegal de armas se
da por la facilidad para cruzar ambas fronteras {la México-
Estados Unidos y la México-Guatemala), por la ausencia de
control del comercio de armas en el sur de Estados Unidos
y por el gran negocio que realizan los comerciantes guate-
maltecos. Debido al peso político que tienen agrupaciones
como la National Rifle Association, el gobierno de Estados

35 Georgina Olson, "El tráfico de armas de Estados Unidos hacia Méxi-


co", en Atlas de la Seguridady la Defensa de México, México, CASEDE, 2012,
p. 55. En este artículo se analiza la llamada "operación rápido y furioso"
que implementó la Agencia Federal de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosi-
vos (ATF) de Estados Unidos y que motivó un conflicto de grandes propor-
ciones entre los dos gobiernos. Dicha operación comenzó en 2009.
36 Georgina Sánchez, "Caso México", proyecto Flacso-Secretaría Gene-
ral "Armas pequeñas y livianas: una grave amenaza para la seguridad hemis-
férica", documento de trabajo, San José de Costa Rica, 2006, información
tomada de Sedena vía IFAI, 30 de noviembre de 2006, y Small Arms Survey
2004, Rights at risk, disponible en <http://www.smallarmssurvey. orglfiles/sas/
publicationsl>.
436 RAÚL BENfTEZ MANAUT

Unidos boicoteó una iniciativa impulsada por un grupo de


países de América Latina para regular y controlar el tráfico
transfronterizo de armas ligeras.37 Este fenómeno no es ex-
clusivo de la relación entre México, Estados Unidos y Cen-
troamérica, sino que tiene graves expresiones también en
América del Sur, por ejemplo, en Colombia, Venezuela y
Brasil. De esta manera, lo "ilícito" se vuelve parte de la con-
vivencia entre ciudadanos y aparece como imponante para
las economías. 38 El tráfico de armas se vincula con dos de los
fenómenos principales de seguridad nacional: el narcotráfi-
co y la inseguridad pública.
Sin embargo, la seguridad real entre México y Estados
Unidos es un entramado muy complejo de cooperación en
muchos niveles que, en los tiempos de la guerra al terroris-
mo, se sostienen en relaciones que se inician con la firma de
los acuerdos de fronteras inteligentes.39 El cambio conceptual
más radical en Estados Unidos, en relación con su seguridad
que afecta a México, es aceptar el concepto de vulnerabili-
dad.40 Un cambio fundamental es, tanto en Estados Unidos

37 Peter Andreas y Echan Nadelmann, Policing the Globe: Criminaliza-

tion and Crime Control in lnternational &lations, Nueva York, Oxford Uni-
versity Press, 2006, p. 7.
38 Moisés Naim, Illicit. How Smugglers, Traffickers, and Copycats are Hi-

jacking the Global Economy, Nueva York, Anchor Books, 2006.


39 David A. Shirk, "NAFTA+ Plus?: U.S.-Mexican Security Relations Af-

ter the 9/ 11 Terrorist Attacks", ponencia para la conferencia "Reforming


the Administration of Justice in Mexico", Center for U.S.-Mexican Stu-
dies, 15-17 de mayo de 2003.
40 Stephen E. Flynn, "Vulnerable Estados Unidos", Foreign Affoirs en

Español, vol. 2, núm. l, primavera, 2002.


RELACIONES CIVILES-MILITARES 437

como en México, la cercana relación con el sector privado,


pues, además de ser dueño de la infraestructura dentro de
Estados Unidos, es también un importante actor en las eco-
nomías del resto del mundo, cuyos grupos empresariales
también se ven incluidos en esta relación gracias a las estre-
chas relaciones de intercambio desarrolladas en el marco del
Tratado de Libre Comercio. Por supuesto, es difícil saber a
ciencia cierta si estas medidas son las que han evitado un
nuevo atentado terrorista, pero lo que sí puede manejarse
como hipótesis válida es que por México no han ingresado
células terroristas islámicas. Otro elemento de la seguridad
de Estados Unidos que afecta a México es la reestructuración
del Departamento de Defensa a partir del 1 de octubre de
2002, cuyo principal cambio consistió en la conformación
del Comando Norte (Northcom), que se encargará de la de-
fensa del territorio estadounidense, abarcando el territorio
canadiense, el mexicano y partes del Caribe. El Northcom
no fue bien visto por las autoridades militares mexicanas, y
hasta la fecha la cooperación es de muy bajo nivel. Sobresale
la cooperación de la Armada de México, mientras que la Se-
cretaría de la Defensa Nacional mantiene más reservas.
Los dos principales problemas de seguridad en México
son la inseguridad ciudadana y el narcotráfico. Para comba-
tir ambos, el Estado ha optado por el empleo de las fuerzas
armadas. 41 La inseguridad ciudadana se ha vuelto problema
41 Véase Laurie Freeman y Jorge Luis Sierra, "Mexico: The Militariza-

tion Trap", en Colerra A. Youngers y Eileen Rosin (eds.), Drugs and Demo-
cracy in Latín America. The Impact of U.S. Policy, Boulder/Londres, Lynne
Rienner Publishers, 2005.
438 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

de seguridad nacional en México y éste es el principal recla-


mo de la población al gobierno. Una encuesta de 2006 seña-
la que para 64.9% de los mexicanos, la delincuencia es una
amenaza para el bienestar y el futuro de México. 42 Otra en-
cuesta, de 2011, muestra que las dos instituciones militares
son las que ostentan mayor "confianza" entre la población
entre todas las instituciones del gobierno. El ejército tiene
buena imagen, 72%, entre la población y la marina, 69%. 43
La población reclama al gobierno mayor seguridad en todos
los niveles, y las corporaciones de policía no logran resolver
el dilema de cómo actuar con eficacia contra el crimen orga-
nizado. Uno de los problemas es la desconcentración de las
policías, que afecta notablemente su profesionalización. Por
ello, al crearse la Policía Federal Preventiva (PFP) en 1998, su
base fueron las fuerzas armadas. 44 Otro cuerpo policiaco, la
principal creación durante el gobierno de Fox, fue la trans-
formación de la PJF en la Agencia Federal de Investigaciones
(AFI) en el año 2002.
Uno de los debates principales es sobre el empleo de los
militares y el despliegue de estrategias de mano dura para
tratar de resolver los elevados índices de crimen común y

42 Americas Barometer, Cultura política de la democracia en México:


2006, México, LAPOP!Vanderblit Universicy, 2006, p. 82.
43 Encuesta de ciudadanía, democracia y narcoviolencia (CIDENA 2011),

México, Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia, A.C.,


2012, p. 51.
44 La Brigada Militar (militares de la Sedena destacados en la PFP) fue la

que ingresó a la UNAM el 6 de febrero de 2000, siendo ésta su primera ac-


ción operativa.
RELACIONES CIVILES-MILITARES 439

organizado. La mayoría de los análisis señalan que para


combatir el crimen común, la mano dura no es la solución,
sino estrategias de acercamiento comunitario, profesionali-
dad, honestidad e, incluso, la participación activa ciudada-
na. El problema en México es que la mano dura siempre se
identifica con el empleo de las fuerzas armadas, y esto pue-
de derivar en violaciones de derechos humanos. Lo que
transformó el tráfico de drogas en un crimen de alto im-
pacto, con creciente repercusión social, fue el ingreso al
mercado de la cocaína proveniente de los Andes, desde los
años setenta. Desde los años noventa, producto del narco-
tráfico se consolidan las grandes organizaciones criminales
como factores de poder real en México. 45 Estas organizacio-
nes criminales de igual manera participan de una especie
de trasnacionalización empresarial, donde la cocaína se
produce en Colombia, se transporta por medio de corredo-
res aéreos, marinos y terrestres entre Centroamérica, el Ca-
ribe y México, y se consume en Estados Unidos, configu-
rando redes trasnacionales. 46 Para enfrentar este fenómeno
trasnacional, las policías locales se vieron totalmente inca-
pacitadas para hacerle frente y de ello deriva el empleo de
las fuerzas armadas.
A fines del gobierno de Fox, el secretario de Seguridad
Pública, Eduardo Medina Mora, señaló que no hay wna del

45 Sergio García Ramírez, Delincuencia organizada, México, Porrúa/

Instituto Nacional de Ciencias Penales, 2002.


46 John Bailey y Roy Godson (eds.), Organized Crime & Democratic

Governabi/ity. Mexico and the U.S.-Mexican Border/ands, Pittsburgh, Univer-


sity of Pittsburgh Press, 2000.
440 RAÚL BENfTEZ MANAUT

país que esté libre del crimen organizado. 47 Esto explica por
qué el presidente Calderón optó por el empleo intensivo de
las fuerzas armadas desde el inicio de su gestión. Ello se de-
bió a que si las estructuras municipales y estatales están co-
lapsadas o son incapaces de enfrentar la fuerza de los grupos
criminales, entonces sólo queda el recurso del gobierno fe-
deral y, en su seno, de las fuerzas armadas. El listado de de-
pendencias responsables del combate al narcotráfico abarca
prácticamente todo lo que se denomina -el gabinete de segu-
ridad. Constitucionalmente, esta labor corresponde a la PGR,
pero debido al crecimiento y expansión del delito, participan
de forma directa seis dependencias federales: la Secretaría de
la Defensa Nacional, la Secretaría de Marina, la Secretaría
de Seguridad Pública (tanto sus unidades de inteligencia, la
Policía Federal Preventiva como el sistema Federal Peniten-
ciario),48 la Secretaría de Salud (para el combate a las adic-
ciones y el consumo), la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público (principalmente para el combate al lavado de dine-
ro, por medio del Servicio de Administración Tributaria) y
la Secretaría de Gobernación (por conducto del Centro de
Investigación y Seguridad Nacional, CISEN). En el seno de la
PGR, a su vez, casi 80% de sus estructuras se dedican al com-
bate al narcotráfico. Entre las más importantes están la Agen-
cia Federal de Investigaciones (AFI) y el Centro Nacional de

47 "Todo en México es territorio narco. Diagnóstico del Secretario de


Seguridad Pública", Emequis, núm. 36, 9 de octubre de 2006, p. 27.
Ésta fue disuelta en diciembre de 2012 por el presidente Enrique
48

Peña Nieto, y la conducción de la Policía Federal se trasladó a la Secretaría


de Gobernación.
RELACIONES CIVILES-MILITARES 441

Planeación, Análisis e Información para el Combate a la


Delincuencia (Cenapi), principal institución que realiza in-
teligencia en la PGR, y la Unidad Especializada en Investiga-
ción de Terrorismo, Acopio y Tráfico de Armas. Además,
para la cooperación internacional, participa de forma desta-
cada la Secretaría de Relaciones Exteriores. Esta dependen-
cia, durante el gobierno de Calderón, se encargó de coordi-
nar el esfuerzo de cooperación con Estados Unidos por
medio de la Iniciativa Mérida. 49
En México se observa una guerra entre los cárteles sin
precedentes por el control de las carreteras, ciudades de la
frontera, bodegas y embarques. Las mayores rutas de abaste-
cimiento se registran en las costas del Pacífico sur, en Oaxa-
ca y Guerrero, provenientes de Colombia, y en la península
de Yucatán y en Veracruz, provenientes de Venezuela y Bra-
sil. En cuanto al tránsito por tierra, la mayoría entra por la
región del Petén en Guatemala. Entre 2006 y 2012, las or-
ganizaciones criminales pasaron de seis en 2006 a diez en
2012, como se observa en el cuadro 2.
Entre los años 2000 y 2012, el incremento de la violen-
cia provocada por el narcotráfico ha sido el principal factor
que atenta contra la seguridad nacional de México. Por ello,
vemos el incremento de los homicidios como la variable más
grave.
Así, la tasa de homicidios se duplicó en el ámbito nacio-
nal: pasó de 11 por cada 100 mil habitantes en 2000 a 23 en

49 A inicios del gobierno de Peña Nieto se trasladó esta función a la

Secretaría de Gobernación.
Cuadro 2. Cárteles en México, 2006-2012
2010 2010
2007 2008-2009 (ler. semestTe) (2° semestre) 2011 2012
Cárrel de Sinaloa Cárrel de Sinaloa Cárcel de Sinaloa Cárcel de Sinaloa Cárrel de Sinaloa Cárrel de Sinaloa
Cártel Cárcel del Pacífico Sur Cárrel del Pacífico Sur Cárrel del Pacífico Sur Cárcel del Pacífico Sur
de los Beltrán Leyva La Mano con Ojos Extinto
La Nueva Administración
Cárcel Independiente Extinto
Cárcel de La Barbie Cárrel Independiente de Acapulco
de Acapulco Extinto Extinto
Cártel del Charro Extinto
Cárcel de Juárez Cárcel de Juárez Cárrel de Juárez Cártel de Juárez Cárrel de Juárez Nuevo Cártel de Juárez
Cárcel de Tijuana Cárcel de Tijuana Cárcel de Tijuana Cárrel de Tijuana Cárcel de Tijuana Cárcel de Tijuana
Facción de El Teo Facción de El Teo Extinto Extinto Extinto
Cárrel del Golfo Cárcel del Golfo- Cárcel del Golfo Cártel del Golfo Cárcel del Golfo Cárcel del Golfo
Los Zetas Los Zetas Los Zetas Los Zetas Los Zetas
La Familia Michoacana La Familia Michoacana La Familia Michoacana La Familia Michoacana La Familia Michoacana La Familia Michoacana
Los Caballeros Templarios Los Caballeros Templarios
Los Incorregibles Extinco
La Empresa Extinto
Cárcel del Milenio Cárcel del Milenio Cárcel del Milenio La Resistencia La Resistencia La Resistencia
Cárcel de Jalisco- Cárcel de Jalisco- Cártel de Jalisco-
Nueva Generación Nueva Generación Nueva Generación

La Nueva Federación
para Vivir Mejor Extinto

6 8 10 11 16 10
RELACIONES CIVILES-MILITARES 443

Gráfica l. Homicidios por cada 100 mil habitantes,


2000-2012
~-t-~~~~~~~~~~~-t-~~~~~~~~

g 0 Inicio del periodo de Calderón


§ N

1~
~ ~f"'==== ...--..,_-e=:::::::::;¡:::===-;::='9::::t-:7"~~~.L----~~
{l
~ v--+-~~~~~~~~~~~+-~-hJ!!L.~~~~~
¡.....

2000 2005 2010


__._Todos los homicidios
----- Homicidios relacionados con el narcotráfico
____._ Homicidios debidos a ejecuciones entre cárteles

2012. Entre ellos, más de la mitad corresponde a los enfren-


tamientos entre los cárteles criminales.
Para enfrentar esta violencia y tratar de detener el tráfi-
co de drogas, los dos gobiernos decidieron en 2007 em-
prender el plan de cooperación denominado Iniciativa Mé-
rida, 50 basado en su inicio en entregar el primer año 550
millones de dólares: 500 millones a México y 50 millones
a Centroamérica. La iniciativa se proponía prevenir el in-
greso y tránsito de drogas, armas, personas vinculadas y
tránsito de recursos financieros a través de la región y hacia
Estados Unidos. Incluye la dotación de equipo de inspec-

50 "Requesc co Fund Securicy Cooperacion wich Mexico and Cenera!

America", Washington, The Whice House, 22 de octubre de 2007.


444 RAÚL BENfTEZ MANAUT

ción, escáneres de ion, unidades caninas de intercepción,


tecnologías de comunicación, asesoría técnica y entrena-
miento para las instituciones de justicia, programas de pro-
tección de testigos, helicópteros y aviones de vigilancia
para que haya una reacción rápida en la intercepción. Esta
iniciativa se vincula a la National Southwest Border Coun-
ternarcotics Strategy, implementada en la frontera sur de
Estados Unidos. 51
A diferencia de otros países de América Latina, México
se había rehusado a recibir montos importantes de Estados
Unidos para ayuda militar o para la guerra a las drogas. Es-
tados Unidos colaboró a inicios de los noventa en la crea-
ción de un centro de inteligencia contra las drogas {Centro
de Planeación para el Control de Drogas, Cendro), en el
respaldo a la creación de los Grupos Aeromóviles de Fuer-
zas Especiales (GAFES) en las fuerzas armadas, y entregó 73
helicópteros OH-IH, que fueron devueltos en 1998, cau-
sando una gran fricción bilateral. 52 Entre 1996 y 2007, la
ayuda anual para la guerra a las drogas del gobierno de Es-
tados Unidos, entregado a las diferentes agencias de segu-
ridad y a las fuerzas armadas, fue de 440.62 millones de dó-
lares, y se entrenó a 5 140 personas (cifra de 1996 a 2007).
En el año 2007, México recibió 59 millones de dólares en

51 Department ofState, "The Merida lnitiative: United Scates-Mexico-

Central America Security Cooperation", Washington, 22 de octubre de


2007.
52 Maureen Meyer, "At che Crossroads: Drug Trpllcking, Violence and

che Mexican State", Washington, woLAIThe Beckley Foundation Drug Po-


licy Programme, noviembre de 2007, p. 4.
RELACIONES CIVILES-MILITARES 445

ayuda militar. 53 En otras palabras, con la Iniciativa Mérida,


México recibió el triple de asistencia en cinco años (2008-
2012) que el total de los 12 años previos, como se observa
en el siguiente cuadro.

Cuadro 3. Recursos de la Iniciativa Mérida, 2008-2014


(millones de dólares)
2008 2009 2010 2011 2012 Total 2013 2014

ESF 20 I5 15 18 33.3 101.3 35 35


INCLE 263.5 406 365 117 248.5 1 400 199 148.1
FMF 116.5 299 5.3 8 n.a. 428.8 n.a. n.a.
Total 400 720 385.3 143 281.8 1930.1 234 183.1
Fuente: Ciare Ribando Seelke y Kriscin M. Flinkea, "U.S.-Mexican Secu-
rity Cooperacion: The Merida Iniciative and Beyond", Washington, Con-
gressional Research Service, junio de 2013, p. 8. La información para los
años 2013 y 2014 es programada.
ESF: Economic Support Fund.
INCLE: Internacional Narcotics Control and Law Enforcement.

FMF: Foreign Military Financing.


n.a.: no aplica.

La asistencia militar de Estados Unidos a México se des-


tinó a la Sedena y a la Semar, entre otras razones porque no
disponen de recursos suficientes para inversión en equipo e
infraestructura, debido a que los presupuestos de las insti-
tuciones federales mexicanas se dedican en más de 95% a

53 <www.ciponline.org/facts/mx.htm>. Cifras elaboradas por el Center

for Internacional Policy, de Washington, con base en datos oficiales de las


distintas agencias de Estados Unidos.
446 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

pago de personal. Con ello, en términos de equipamiento


para la guerra a las drogas, la modernización está depen-
diendo en parte importante de Estados Unidos. Esto puede
ejercer una presión nueva para la adecuación de las estruc-
turas de defensa y seguridad nacional mexicanas a los reque-
rimientos estadounidenses. La prioridad de la entrega de los
recursos para las fuerzas armadas se dio básicamente en la
primera entrega (2008), donde 40% del paquete de ayuda
se destinó a la Sedena y a la Semar (20% a la Secretaría de la
Defensa Nacional y 20% para la Armada de México), 100
millones de dólares a cada una. Esto se dio para fortalecer
las capacidades de ambas para el combate a las organizacio-
nes criminales. 54

· Reflexiones finales

Uno de los grandes debates en la actualidad es la relación


existente entre seguridad nacional, democracia, gobernabili-
dad y el papel de las fuerzas armadas. Éstas dejaron de forma
definitiva -y sin sobresaltos como en el resto de América
Latina- de ser el brazo armado del PRI para pasar a ser

54 Véanse La Secretaría de la Defoma Nacional en el esfuerzo de México en

contra del crimen organizado, México, Sedena, 2012, e Historia General de


la Secretaría de Marina-Armada de México. Tomo //: Las politicas navales
1940-2012, op. cit. En especial el capítulo "El gobierno de Calderón y d
legado del pasado: narcotráfico y la expansión de la violencia. El papel de
la Marina en la seguridad regional de América del Norte (2006-2012)", pp.
493-566.
RELACIONES CIVILES-MILITARES 447

instituciones del Estado mexicano. Otros elementos positi-


vos de la evolución de la relación civil-militar es que duran-
te los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, las fuer-
zas armadas, por primera vez, han acudido a las cámaras de
Diputados y Senadores a comparecer, como lo hacen de
forma tradicional el resto de los secretarios de Estado. Con
esto se inicia una relación con el Poder Legislativo inexisten-
te en el pasado. Las dos secretarías militares fueron las últi-
mas secretarías de Estado en abrir al público sus páginas
web. Es preciso señalar que la información en muchos casos
es muy superficial y no sustantiva. Una diferencia entre la
Sedena y la Armada es que en el caso de ésta incluye en la
web el Informe de labores del secretario desde 2001 (éste es
considerado el principal documento de política pública de
un secretario de Estado en México).
En referencia a la relación entre las fuerzas armadas y los
procesos electorales, existe mucha confianza entre todos los
partidos políticos en las fuerzas armadas. Una prueba de ello
es que ante el debate político sobre el resultado de las elec-
ciones presidenciales de 2006, de forma unánime los parti-
dos políticos aprobaron que fueran elementos del ejército
los que se responsabilizaran del resguardo de las boletas elec-
. torales en las juntas receptoras de votos en todo el país. Esto
se repitió en 2012. Se calcula que aproximadamente 3 mil
efectivos militares resguardan durante cada proceso electoral
federal la papelería, por ser la única institución en que con-
fían todos los partidos políticos. También se observan avan-
ces en el tema de la transparencia de la información. En
México se creó el Instituto Nacional de Acceso a la Informa-
448 RAÚL BENfTEZ MANAUT

ción (IFAI) en 2003. La ciudadanía puede solicitar informa-


ción de forma abierta. Las fuerzas armadas han estado de
acuerdo con otorgar la información solicitada en 90% de los
casos aproximadamente. 55
No se han dado pasos para la unificación del comando
y la planificación militar, siendo México uno de los pocos
países que no tiene Estado Mayor conjunto de las fuerzas
armadas, y no hay propuestas para la creación de un minis-
terio civil de la defensa. Estos temas han estado en la mesa
de debates desde el año 2001. Las fuerzas armadas, sin em-
bargo, han abierto poco a poco sus puertas a la democrati-
zación, abriendo gradualmente los centros educativos a ci-
viles {como estudiantes a funcionarios del gobierno federal
de áreas consideradas de seguridad nacional, y también a
profesores provenientes de instituciones civiles), se ha am-
pliado la cobertura a mujeres y también han cambiado la
forma de comunicación, ahora por medio de las páginas
web. 56 Por vez primera en su historia institucional, como
un avance importante, la Sedena, la Secretaría de Marina y
el Estado Mayor presidencial hicieron públicos sus objeti-
vos institucionales, sus misiones principales y la distribu-
ción general de sus fuerzas. Las publicaciones no llegan a
ser lo que se denomina "libro blanco", pero sin duda repre-

55 Es importante tener presente que la ley que regula al IFAI contempla


la reserva de la información en casos de seguridad nacional. El problema es
quién define si una información debe resguardarse por ser de seguridad
nacional.
56 Véanse los detalles de este proceso en Roderic ai Camp, Mexico's Mi-

litary on the Democratic Stage, Washington, cs1s-Praeger, 2005.


RELACIONES CIVILES-MILITARES 449

sentan un avance, sobre todo comparándolo con el herme-


tismo previo.57
Al igual que en muchos países, la seguridad nacional de
México ahora está determinada en su mayoría por fenóme-
nos trasnacionales. El narcotráfico y el crimen organizado
son los más claros como fenómenos denominados intermés-
ticos, que a la vez que son internos, tienen causas y conse-
cuencias trasnacionales. En materia de política exterior tam-
bién hay muchas interrogantes para las fuerzas armadas. A la
fecha han ganado la batalla los que postulan el aislamiento
internacional en materia de seguridad internacional. Esa ba-
talla se da en el interior de la Secretaría de Relaciones Exte-
riores, las fuerzas armadas, el Legislativo, los partidos políti-
cos e incluso los medios de comunicación y la academia.
Éste es uno de los elementos que podrían transformarse en
un futuro cercano, pues otros ejércitos de América Latina
han avanzado en misiones, principalmente en la operación
de paz de Haití desde 2004.
La seguridad nacional en México se debate en las dos
primeras décadas del siglo XXI a partir de varios dilemas. És-
tos van desde los servicios de inteligencia para la seguridad
nacional y las relaciones civiles-militares en ellos hasta la
relación entre la diplomacia y la política exterior militar, las
relaciones con el Poder Ejecutivo, las aún débiles interaccio-

57 Una institución al servicio de México. Estado Mayor presidencia/, Méxi-

co, Presidencia de la República, 2012; La Secretaría de la Defensa Nacional


en el inicio de un nuevo siglo, México, Sedena/FCE, 2005; Armada de México:
compromiso y seguridad, México, Secretaría de Marina/FCE, 2005; Libro de
políticas de la Armada de México, México, Armada de México, 2004.
450 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

nes con el Legislativo y la ampliación de las relaciones con


segmentos importantes de la sociedad civil. Pero ahora, de
manera paralela a la democratización y gobernabilidad del
país, también la sociedad civil tiene responsabilidad en la de-
finición de la seguridad nacional. 58 En otras palabras, el pa-
radigma cambió. En el siglo xx era responsabilidad estatal,
ahora es compartida. Antes la seguridad nacional era nacio-
nal, ahora es interméstica. En el siglo xx el Estado no nece-
sitó la cooperación ni del extranjero ni de la sociedad civil;
esa omisión, en parte, hizo crecer el delito y el crimen orga-
nizado. En la actualidad la cooperación internacional y so-
cietal es imprescindible para afrontar fenómenos graves que
amenazan la seguridad nacional.
Los elementos negativos de la relación civil-militar en
México se encuadran en dos categorías: la herencia del pasa-
do, pues la relación civil-militar no se ha modificado sustan-
cialmente ni por el presidente ni por las fuerzas armadas ni
por el Congreso, y la consideración de necesidad del so-
breempleo de las fuerzas armadas como única opción para
ciertas misiones, aun siendo no militares en su origen, como

58 La sociedad civil la encendemos de forma amplia: empresarios, aca-

demia, medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales (ONG),


e incluso existe una sociedad civil trasnacional que influye en México. Un
caso notorio fue la crisis de Chiapas y cómo influyeron sectores internacio-
nales de la sociedad civil, como la prensa internacional, las iglesias, la Cruz
Roja internacional, etc. Los organismos internacionales como la ONU y la
OEA tienen oficinas dedicadas a la interacción y retroalimentación con la
sociedad civil y las ONG; el gobierno de México no las tiene, y sus relaciones
son informales.
RELACIONES CIVILES-MILITARES 451

la guerra al narcotráfico, que les otorga poder más allá de su


ámbito institucional o legal.
En la llamada herencia del pasado, el tema principal es el
mantenimiento del nivel de autonomía del que gozan, ex-
presado en la casi nula posibilidad de control o supervisión
por parte de la sociedad civil, los partidos políticos o los
poderes Legislativo y Judicial. Esto les permite tener un ele-
vado poder de veto, por ejemplo, en el acceso a la informa-
ción relativa a los bienes de los militares (aunque formal-
mente se encuadran en condiciones de igualdad con el resto
de los empleados públicos, en la realidad no se les supervi-
sa}; para poder evitar el acceso a la información histórica
sobre su actuación, por ejemplo, en el caso de investigacio-
nes y presiones por la apertura de los archivos de 1968 y la
guerra de contrainsurgencia de los años setenta. También
han vetado la posibilidad de que desde "afuera'' pueda mo-
dificarse el Código de Justicia Militar, muchas veces objeta-
do incluso por militares. Fundamentalmente este poder de
veto ha sido total y exitoso ante la posibilidad de que se
conforme un ministerio civil de defensa, evitando la capaci-
tación de civiles en materia militar. 59 Otros elementos nega-

59 En las dos principales escuelas superiores de estudios, el Colegio de

Defensa Nacional y el Centro de Estudios Superiores Navales, donde se


imparten maestrías en seguridad nacional, hay civiles como estudiantes,
pero son funcionarios de gobierno de las áreas de seguridad nacional (pro-
vienen del CISEN, Petróleos Mexicanos, Secretaría de Relaciones Exteriores,
Secretaría de Comunicaciones y Transportes y Secretaría de Hacienda). No
existe la posibilidad de que ingresen -y se mezclen- civiles con militares
de alta graduación.
452 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

tivos que se producen por la sobreexposición de las fuerzas


armadas en la guerra al narcotráfico y la delincuencia es un
posible aumento de violaciones de derechos humanos en
puntos de chequeo en ciudades y carreteras, debido a la ins-
talación de puestos de control. Hay sectores que cuestionan
en este sobreempleo la posibilidad de que se implemente
una mano dura que tenga efectos contraproducentes (prin-
cipalmente que pueda debilitarse la imagen positiva que
tiene la población de las fuerzas armadas).
Una tendencia irreversible es a la especialización para
enfrentar desastres naturales, siendo esta misión la de más
elevada aprobación de la opinión pública, incluso interna-
cional. En síntesis, confrontar amenazas internas (delincuen-
cia y crimen organizado), cooperar con esquemas de segu-
ridad militar globales o regionales (a lo cual en México hay
mucha oposición} y evitar ser reformadas las fuerzas arma-
das (e intentar convencer de que su eficiencia actual depen-
de de que "no las toquen'' y no se le entregue capacidad de
decisión a "civiles inexpertos"} es lo que se observa actual-
mente en México.
Otro elemento importante es que el fortalecimiento de
las instituciones de seguridad y militares mexicanas, desde
el inicio del gobierno de Felipe Calderón, aumentado con el
incremento de la asistencia de Estados Unidos mediante la
Iniciativa Mérida, puede llevar a una no deseada militariza-
ción de la estrategia de combate al crimen organizado, pues
podría tener consecuencias negativas en materia de dere-
chos humanos, y también puede implicar un predominio de
las fuerzas armadas en el control de muchos cuerpos de se-
RELACIONES CIVILES-MILITARES 453

guridad policiacos que deben ser civiles por naturaleza ins-


titucional.
Una de las debilidades más notables de las fuerzas arma-
das mexicanas es su debilidad financiera. No deberían estar
bajo las mismas condiciones que el resto de las estructuras
del gobierno federal en cuanto a otorgamiento de presu-
puesto. Las inversiones en equipo militar son elevadas y no
debería destinarse la mayoría del presupuesto para pago de
salarios del personal. En el caso de las dos secretarías de Es-
tado militares, debe tenerse en cuenta que el equipo actual
de México es obsoleto, en gran parte ya rebasó su capacidad
de vida útil y para enfrentar con éxito las dos misiones fun-
damentales, la guerra al narcotráfico y la ayuda a la pobla-
ción civil ante desastres naturales, es evidente la necesidad
de modernización del equipo militar. 60
Como observación final, es preciso señalar que México
tiene una de las mejores y más estables relaciones entre civi-
les y militares de toda América Latina, debido a la subordi-
nación que se da de los comandantes militares al presidente.
En términos del lenguaje de la doctrina militar, se sintetiza
en el principio de la lealtad. Sin embargo, éstas no son rela-
ciones de subordinación basadas en instrumentos democrá-
ticos, por la debilidad de las interacciones entre las fuerzas
armadas y otras instituciones del Estado, por el mantenimien-
to de la autonomía militar y por la sobreexposición y exceso

60 Para un análisis del equipo, véase Íñigo Guevara, "Las fuerzas armadas

mexicanas en 2012", en Atlas de la seguridady la defensa de México 2012, op.


cit., p. 111.
454 RAÚL BENÍTEZ MANAUT

de misiones de las fuerzas armadas producto de la debilidad


de las otras agencias del Estado, principalmente las de segu-
ridad pública y las de control del crimen organizado. Ello
obliga a que la gran cantidad de factores positivos que obser-
va la vida política mexicana producto de la acción de las fuer-
zas armadas continúe los procesos de profesionalización y
modernización, por ejemplo en el diseño de políticas de de-
fensa conjuntas entre la Sedena y la Semar, y que se tenga en
cuenta a la sociedad civil como rasgo fundamental de las re-
laciones cívico-militares que se dan en el contexto de regí-
menes democráticos de gobierno.
LAS FUERZAS ARMADAS MEXICANAS
Y EL SISTEMA FEDERAL

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ


El Colegio de México

Un hecho histórico fundamental que distingue a México de


los países latinoamericanos en materia militar es que nuestro
país vivió una revolución de 1911 a 1920 que condujo a la
disolución del Ejército federal profesional.
Entre 1913 y 1914, Venustiano Carranza, ex gobernador
de Coahuila, llamó a ciudadanos, gobernadores y presiden-
tes municipales de los estados soberanos a levantar las fuer-
zas de sus estados y formar un ejército para restaurar el or-
den constitucional. Carranza recibió el cargo de jefe máximo
de los cuerpos de ejército. La respuesta de las organizaciones
políticas y de gobernadores fue amplia, lo cual permitió que
un gobierno ilegítimo --como el de Victoriano Huerta-
no lograra mantenerse en el poder durante mucho tiempo.
En Teoloyucan, en las cercanías de la capital de la Repú-
blica, en agosto de 1914, las fuerzas constitucionalistas
triunfantes y las vencidas fuerzas huertistas acordaron y fir-
maron el licenciamiento del Ejército federal. La baja de altos
mandos del ejército -en sus tres grados, jefes y oficiales-,

455
456 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

que ascendían a 3 523, se realizó sin represalias; los altos


mandos salieron del país: unos a Europa, otros se integraron
a una escuela de formación militar en Centroamérica en ca-
lidad de profesores; otros más permanecieron en México y
presentaban lista regularmente ante la Secretaría de Guerra.
La tropa -que en papel debía ser de 24 mil efectivos, reclu-
tas de leva y forzados- fue dada de baja; de hecho, podría
decirse que fueron liberados. 1
En materia militar, la sustitución de la oficialidad egresa-
da de escuelas del ejército por una ciudadanía en armas sus-
pendió todo avance de las fuerzas armadas e interrumpió el
proceso de formación de una casta militar, profesional, que
en el Cono Sur del continente daría origen a continuos gol-
pes de Estado a lo largo del siglo xx. 2 En cambio, en Méxi-
co, a lo largo de cien años, el ejército nacional se ha caracte-
rizado por su disciplina y lealtad a la nación, lo cual explica

1 La información relativa a las fuerzas federales en distintos periodos del


fln de siglo XIX y la primera mitad del siglo xx se encuentra en Alicia Her-
nández Chávez, Las faenas armadas mexicanas. Su fonción en el montaje de
la República, México, El Colegio de México, 2012, pp. 97-98.
2 En Alicia Hernández Chávez, "Origen y ocaso del ejército porflriano"

(1989), en Las foerzas armadas, op. cit., pp. 53-84, se encuentra una expli-
cación acerca del ejército, sus características y la política seguida por el
presidente Porfirio Díaz. Investigué durante unos diez años en los archivos
de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), tanto en Pensionistas
como en Cancelados, y tuve el privilegio de revisar los millares de archive-
ros alojados en el Archivo Central de la Sedena. Mi más sincero agrade-
cimiento al personal militar por su gran calidad humana e interés por la
historia. Mi agradecimiento muy especial para el general de División retira-
do Luis Garflas.
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 457

la estabilidad política e institucional de la cual hemos goza-


do de 1920 a la fecha.
La función del ejército a partir de 1914 fue gobernar el
país en calidad de ciudadanos en armas y nombrar a civiles
para los cargos vacantes en todos los niveles de gobierno. La
nueva clase política debió improvisar o emplear su poca ex-
periencia gubernativa para dar orden al país; personajes que
habían sido gobernadores o presidentes municipales en los
años previos, muchos oriundos de familias que habían par-
ticipado en la formulación de la Constitución de 1857 y en
clubes o convenciones en oposición a las políticas de los
científicos o de grupos conservadores, defendieron e impul-
saron las reformas políticas y sociales que requería el país.
La diferencia radical en la Constitución de 1917 -ade-
más de los artículos que garantizan la educación (Art. 3), la
tierra y el subsuelo como bienes de la nación (Art. 27), los
derechos sociales, políticos y del trabajo (Art. 123) y la sepa-
ración Iglesia-Estado- reside en que todo golpe militar
viola la Constitución: los comtituyentes previeron que toda
rebelión que interrumpiera la observancia de la Comtitución o
todo trastorno público que estableciera un gobierno contrario a
sus principios sería juzgado como traición a la nación y corres-
pondientemente tanto quien lo encabece como todo aquel que
hubiera cooperado en éste. 3

3 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos vigente en

2013, artículo original, Diario Oficial de la Federación (DOF), 5 de febrero


de 1917. "Título Noveno. De la inviolabilidad de la Constitución. Artícu-
lo 136. Esta Constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por
alguna rebelión interrumpa su observancia. En caso de que por cualquier
458 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Los ciudadanos en armas --en un primer momento-,


al sustituir a los funcionarios y a la burocracia del Porflriato,
en su calidad de civiles orientaron sus organizaciones y
clientelas hacia la reconstrucción de las instituciones del Es-
tado. Precisamente porque los políticos de la posrevolución
no eran militares de carrera, el grado militar que ostentaban
simplemente expresaba un orden jerárquico y de poder en la
nueva sociedad política. Los militares posrevolucionarios
tampoco eran intelectuales de grandes luces --excepción
hecha de algunos-, más bien formaban parte de la clase
media que se unió a los sectores populares para dar vida a un
nuevo gobierno.
La formación de un ejército de clase media civil y la nue-
va Constitución federal de 1917 abrieron un campo propi-
cio para formar las instituciones del Estado bajo mando civil
y al servicio de un proyecto social con un presupuesto para
gasto militar en progresivo descenso, que permitió asignar
mayores recursos al gasto social.
El resultado fue que las instituciones del Estado de la
posrevolución se desarrollaron sin la presión del brazo mili-
tar. Sin duda, hubo facciones sediciosas en el territorio -des-

trastorno público, se establezca un gobierno contrario a los principios que


ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá
su observancia, y con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren
expedido, serán juzgados, así los que hubieren figurado en el gobierno ema-
nado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a ésta''. La Consti-
tución de 1857 contenía el mismo principio y, sin embargo, casi todos los
presidentes, como Porfirio Díaz, recurrieron al plan político y a la insurrec-
ción contra el gobierno en turno.
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 459

contentas por haber sido excluidas del reparto de cargos pú-


blicos-; más aún, es conocido que acallar, pacificar diez
años de lucha civil y guerras es tarea delicada y de largo
aliento. En consecuencia, hubo grupos insubordinados,
pero en cada intento de rebelión, el gobierno, en lugar de
proceder a fortalecer el cuerpo militar, recurrió a los ciuda-
danos en armas para combatir a los facciosos. En casos como
el del Plan de Agua Prieta (1920), Alvaro Obregón no se
afilió, como tampoco se presentó comprometido con partido
político alguno; respecto a la rebelión delahuertista (1923) o
la de generales en contra de Alvaro Obregón, en 1927, y de
Plutarco E. Calles, en 1929, 4 todos en búsqueda de la presi-

4 Adolfo de la Huerta, organizador del Plan de Agua Prieta que impidió

que Venustiano Carranza impusiera a su candidato a la presidencia en 1920,


Ignacio Bonillas, y que desplazó las facciones políticas a favor de Alvaro
Obregón. De la Huerta ocupó provisionalmente la presidencia y preparó la
sucesión de Alvaro Obregón, quien no se afilió a ningún partido como tam-
poco al Plan de Agua Prieta, para no quedar invalidado por el antes citado
artículo constitucional.
En 1923, Adolfo de la Huerta creyó que, en reciprocidad, el presidente
saliente Alvaro Obregón lo nombraría candidato a la presidencia, pero de-
signó a Plutarco Elías Calles.
La tercera gran rebelión de cuño decimonónico ocurrió con motivo de
la reelección de Alvaro Obregón, cuando una facción de generales preparó
un golpe de Estado. Fueron descubiertos y los generales Serrano y Almada,
en su viaje de Cuernavaca a México a cargo de Claudio Fox, fueron bajados
del automóvil y ajusticiados en el pueblo de Huitzilac.
El otro candidato presidencial, Arnulfo Gómez, fue capturado y fusila-
do junto con sus seguidores en el poblado veracruzano de Teocelo. En un
mes, a causa del intento de rebelión de ambos candidatos, varios generales
de distintas partes del país perdieron la vida.
460 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

dencia, fueron sofocadas mediante el reclutamiento campe-


sino, de trabajadores o de civiles, a los cuales el gobierno de
inmediato desarmó, pasado el evento bélico. Al respecto,
vale la pena recordar pactos que la nueva clase política sus-
cribió con sectores populares: los pactos signados por Álvaro
Obregón con los Batallones Rojos de la Casa del Obrero
Mundial en 1915, y con Emiliano Zapata y con Luis N. Mo-
rones en 1918, que permitieron al grupo sonorense moverse
hacia una gran coalición popular obrero-campesina. 5
Las políticas de los presidentes sucesivos condujeron al
reparto agrario ejidal (1936-1938) de tierras productivas a
cerca de un millón de jefes de familia, a la expropiación pe-
trolera (1938), la nacionalización ferroviaria (1937) y la de
la electricidad, y a la formación de las empresas del Estado,
como Tabamex o Fertimex, todo ello sin presión del ejército.
Por el contrario, los militares formaron parte de una ideolo-
gía compartida del Estado rector nacionalista; tampoco pue-
de decirse que recibieran beneficios personales de tales na-
cionalizaciones. No pretendo retratarlos como "santitos";
lejos estoy de eso. La primera forma de enriquecimiento de
los militares la he analizado en mi artículo "Militares y ne-
gocios" y su actual combate contra el narcotráfico ha sacado
a la luz pública dos o más casos de corrupción. 6 Pero me
atrevería a decir que, debido a la ética militar y a los severos

s Alicia Hernández Chávez, "El zapatismo: una gran coalición popular


democrática", en Zapatismo: origen e historia, México, Insticuro Nacional
de Esrudios Históricos de la Revolución Mexicana, 2009.
6 Alicia Hernández Chávez, "Militares y negocios en la Revolución Mexi-
cana", en Las faeruis arrruvlas... , op. cit., pp. 85-112.
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 461

controles internos para ascender con un historial sin man-


cha, la corrupción entre altos mandos del ejército es un pin-
to en el arroz.
La conformación del nuevo orden público, con la pre-
sencia de fuerzas armadas civiles -no profesionales-, pero
con capacidad de influir en la organización política, conoce
una prolongación. Ésta se debe a que la Constitución de la
República Mexicana de 1917, hoy vigente, establece la exis-
tencia de dos esferas de soberanía, la de los estados y la fede-
ral, y que el garante de la soberanía de ambas esferas son las
fuerzas armadas federales y estatales. El presidente de la Re-
pública es el jefe supremo de las fuerzas armadas, y los go-
bernadores, en primera instancia, son los jefes de la Guardia
Nacional. 7 Existe además la policía municipal, la estatal y,
desde 1936, las reservas agraristas en los ejidos. En mi argu-
mento no contemplo las policías dependientes de otras se-
cretarías de Estado.
En el apogeo de la reforma agraria -realizada por el pre-
sidente Lázaro Cárdenas-, se entrenó como reservas agra-
ristas a unos 80 mil ejidatarios que respondían directamente
al presidente de la República. Las reservas agraristas subsis-
ten; hoy -en el año 2013- suman 9 218, que se destinan
para resguardar el área rural contra los productores de estu-
pefacientes, si bien es claro que no tienen la capacitación o
las armas para hacer frente a uno de los negocios más pode-
rosos en el país, el narcotráfico.

7 Véase Alicia Hernández Chávez, "Ejército y reservas agraristas", en Las


foerzas armadas... , op. cit., pp. 113-142.
462 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Cuadro l. Reservas agraristas, 1936-1938


(total de agraristas con armas, munición
y comandantes en las 33 zonas}
1936 1937 1938

Número de reservistas 69 051 81 656 53 210


Rifles 42 320 38 400 53 096
Carabinas 28 875 57 875
Municiones 722 060 (10.4) 9 565 000 (11.73) 1 792 258 (33.6)
Batallones (infantería) 117 70
Regimientos (caballería) 65 72
Comandantes de batallón
o regimiento 127

Fuente: National Archives Washington (NAW), RG-165. En el renglón de mu-


niciones, el número entre paréntesis se refiere a la doración por ejidatario,
en Alicia Hernández Chávez, Las faerzas armadas mexicanas: su fanción en
el montaje de la &pública, El Colegio de México, México, 2012.

Recapacitemos ahora en torno a algunos artículos cons-


titucionales vigentes que nos exponen la multiplicidad de
fuerzas y mandos cuya dispersión o desmembramiento deja
el orden público a expensas de los intereses locales. Es de
sobra sabido que el presidente de la República es el coman-
dante en jefe de las fuerzas armadas; lo que a continuación
describo me lleva a cuestionar si es viable, de hecho, coman-
dar fuerzas desarticuladas, atomizadas.
Destaca, en primer lugar, la precariedad o inexistencia de
unidad de mando del conjunto de fuerzas armadas, lo que
expone la vulnerabilidad del sistema federal mexicano.
Leamos algunos artículos constitucionales vigentes: "Art.
21. La seguridad pública es una función a cargo de la Fede-
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 463

Cuadro 2. Cuerpos de defensa rurales, 2013


Estado Cantidad
Aguascalientes
Coahuila
Colima
Chiapas 2
Chihuahua 2
Durango 2
Guanajuato 1
Hidalgo
Jalisco
México
Michoacán 2
Morelos
Nuevo León
Oaxaca
Puebla
Quintana Roo
San Luis Potosí
Sonora
Tlaxcala
Veracruz 2
Zacatecas 1
Total 26
Fuente: Portal de Transparencia de la Sedena: 14 de
Infantería y 12 de Caballería, en <http://www.sedma.gob.
mxlpdflifai/2013/FEBRER0_2013.pdf>, folio: 00007000
18113.
464 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

ración, el Distrito Federal, los estados y los municipios, que


comprende la prevención de los delitos, la investigación y
persecución para hacerla efectiva". "Art. 31: Establece la
obligación del Ayuntamiento de proporcionar instrucción
cívica y militar que mantenga a sus habitantes aptos en el
ejercicio de los derechos de ciudadano, diestros en el mane-
jo de las armas y conocedores de la disciplina militar". Art.
36, inciso 111: ordena que es obligación ciudadana "Alistar-
se y servir en la Guardia Nacional [... ] para asegurar y de-
fender la independencia, el territorio, el honor, los derechos
e intereses de la Patria, así como la tranquilidad y el orden
interior". 8
Vale la pena recapacitar acerca de cómo se ha prolongado
hasta hoy la organización militar de ciudadanos en armas en
distintos niveles del sistema federal y sus consecuencias.
¿Qué representa hoy la existencia de múltiples cuerpos ar-
mados en la República que, insisto, actúan con autonomía y
de modo desunido según las localidades y los estados de la
Federación?
Comienzo con los policías municipales de todo el país.
En general, lo que guarda en común la policía municipal es
que carece de formación militar, de armamento reglamenta-
rio, de salarios mensuales estandarizados y suficientes para
mantenerlos alejados del soborno y de la corrupción. Com-
parten un nivel de educación básica muy precario, cuando
un mejor nivel educativo debería ser requisito indispensable

8 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, texto vigen-

te, 30 de septiembre de 2013, disponible en <www.diputados.gob.mx>.


LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 465

para su buen desempeño y profesionalización. Si esto de por


sí no fuera grave, podemos sumar algo más preocupante o
disruptivo de todo orden público: no existe unidad de man-
do entre los cerca de 150 mil policías municipales que se
registran en los 2 445 municipios del país, más aún cuando
cerca de la mitad de los municipios reciben subvenciones
del narcotráfico.
El sueldo nacional promedio de los policías estatales para
el nivel de mando, en los años 2010-2011, fluctuaba entre
18 670 pesos y 9 250.22. 9 El sueldo base de policía fluctua-
ba entre 4 mil y 7 mil pesos.
Regresemos a la función constitucional: la policía muni-
cipal y la Guardia Nacional estatal tienen como misión la
garantía de la soberanía de los 31 estados. Pero seamos rea-
listas: una cosa son sus atribuciones de iure y otra su condi-
ción de Jacto. La realidad expone un panorama de diversas
fuerzas estatales y municipales armadas que son disruptivas
del orden público, en abierta violación de su objetivo cons-
titucional: garantizar la seguridad de los estados y munici-
pios. Los exámenes que debieron pasar para mostrar si eran
aptos para el servicio reprobaron a un buen número y a la
fecha no se completan los exámenes.
A pesar de su importancia histórica, en el ámbito munici-
pal encontramos actualmente graves problemas: un inade-
cuado financiamiento y autoridades -presidente municipal,

9 Sistema Nacional de Seguridad Pública. Secretariado Ejecutivo del

Sistema Nacional de Seguridad Pública. Sueldos de Policías Estatales y Mu-


nicipales 2010-20 I l.
Cuadro 3. Cuerpos de policía dependientes de municipios, 2011
Municipios Municipios
Número con seguridad Número con seguridad
Estado de municipios pública propia Estado de municipios pública propia
Aguascalientes 11 6 Nayarit 20 19
Baja California 5 4 Nuevo León 51 33
Baja California Sur 9 3 Oaxaca 570 418
Campeche 11 8 Puebla 217 170
Coahuila 38 24 Querétaro 18 15
Colima 10 8 Quintana Roo 10 6
Chiapas 123 98 San Luis Potosí 58 42
Chihuahua 67 47 Sinaloa 18 10
Durango 39 26 Sonora 72 60
Guanajuato 46 32 Tabasco 17 13
Guerrero 81 76 Tamaulipas 43 21
Hidalgo 84 66 Tlaxcala 60 56
Jalisco 125 112 Veracruz 212 96
México 125 94 Yucatán 106 95
Michoacán 113 104 Zacatecas 58 52
Morelos 33 29 Total 2 445 1 837
Fuentes: para el número de municipios por estado: <http:llwww.e-/,ocal.gob.mx/wb/ELOCALIELOC_Los_ultimos_
municipios_creadoS>; la información sobre los servicios de seguridad pública se tomó del Censo de Gobierno
del año 2011, tomando en cuenta la Prestación directa, por parte de alguna institución de Administración Públi-
ca Municipal o Delegacional, disponible en <http:llwww.inegi.org.mxllib!olaplconsulta/general_ver4/MDX
QueryDatos.asp?c=29015>.
468 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

síndicos, regidores- en su mayoría poco aptas para el cargo.


Pienso que el municipio perdió fuerza justo en la época de la
Revolución y con la reforma agraria, al formarse la autoridad
ejidal que mantiene una relación directa con el presidente de
la República, como ya se ilustró con la creación de defensas
rurales o reservas agraristas. El deterioro del municipio se
agravó debido al sistema político, corporativo, y al fuene ré-
gimen presidencial. No es que esté proponiendo ¡desaparecer!
el municipio, pero tal vez sí revisar su función constitucional.
Por ejemplo, me pregunto si la policía preventiva municipal
y de tránsito es capaz de garantizar la seguridad pública en los
términos de los artículos 115 y 21 de la Constitución. 10 Un
solo ejemplo: el caso de Michoacán y el tránsito de estupefa-
cientes hacia Jalisco y Sinaloa. El gran negocio de los narcos
de Jalisco-Sinaloa fue la difusión de las anfetaminas. Antes se
producían en territorio nacional; hoy resulta más barato
comprar las anfetaminas a los chinos, las cuales desembarcan
en el puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán, y transitan por
los municipios, territorios bajo control de los narcos y de

10 Constitución de los Estados Unidos Mexicanos vigente. "Art. 115.

m. Los Municipios tendrán a su cargo las funciones y servicios públicos


siguientes: [... ] h) Seguridad pública, en los términos del arcículo 21 de
esca Constitución, policía preventiva municipal y cránsico; [... ] VII. Lapo-
licía preventiva escará al mando del presidente municipal en los términos
de la Ley de Seguridad Pública del Estado. Aquélla acarará las órdenes que
el Gobernador del Estado le cransmica en aquellos casos que ésce juzgue
como de fuerza mayor o alteración grave del orden público. El Ejecutivo
Federal tendrá el mando de la fuerza pública en los lugares donde resida
habitual o cransicoriamente".
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 469

grupos que gobiernan las tres regiones que resguardan el libre


tránsito de Lázaro Cárdenas hasta Apatzingán y de ahí a Jalis-
co, o de Lázaro Cárdenas hacia Sinaloa.
La pluralidad de fuerzas públicas: policía municipal, es-
tatal, guardia nacional en los estados, y las que están bajo
mando federal: las reservas agraristas, o defensas rurales, po-
licía federal, etc., carece de mecanismos de articulación efec-
tivos en el ámbito de los estados tanto más cuando es el or-
den federal el que de iure y de facto tiene la primacía sobre
los poderes de los estados federales. Tal situación es el resul-
tado de la distorsión generada por la concepción que ha per-
manecido del federalismo, misma que impide que las fuer-
zas armadas federales puedan ejercer su función de garantizar
eficazmente la soberanía nacional.
¿Hasta qué punto la distorsión del federalismo perjudica
las fuerzas armadas federales? Si observamos la evolución del
presupuesto de egresos del gobierno federal, podemos consta-
tar que entre 1925 y 1970 los egresos para la defensa nacional
crecieron más lentamente que los egresos federales generales.
La gráfica 1 nos permite elaborar la hipótesis de que uno
de los motivos del rezago de la defensa nacional depende de
la tradición existente de la ciudadanía en armas que ha im-
pedido incrementar los recursos a las fuerzas armadas para
expandir su función de defensa de la soberanía nacional. De
allí que podamos pensar que el elemento distorsionante del
orden público nace de la manera en que se desenvuelve el
federalismo mexicano, es decir, la escisión existente entre la
soberanía del pueblo, que es uno e indivisible y da origen a
los poderes federales, y la soberanía subordinada de las enti-
470 ALJ CIA HERNÁN D EZ C HÁVEZ

Gráfica l. Presupuesto de egresos nacional


y gasto en defensa nacional, 1925-1970

Millones de esos
(porce ntaje respecro
alp resupuesro de gasro)

2) 270 )2)96 60 810


1143 (1 .6%) (2.1 %) (2%)
(2. 1%)

1925 1935 1947 1955 1965 1975 1985 1995• 200 5 2010 201 3
c=J SEDENA ~ Gaseo rotal
' En adelame son nuevos pesos.
Elaboración propia: Jorge Vera Macedo.
Fuentes: Estadísticas HiJtóricas tÚ Mixfro. Ttma J5. Fin111J2AS Publicas y Estadísticas de Finanzas Públicm,
1970- 1985, INEGl-SPP, México, 1988, consrultados en <www.inegi.org.m:o; Cuenta de la Hacienda Pública
Federal, SHCP, en hi995-2010: Cuenta de la Hacienda Públ ica Federal, SHCP, en <http:llwww.shcp.gob.mx/
EGRESOSkomabilidad_g11bernamnuaUPaginaslc11enta_publira.nspx>; Presupuesto de Egresos, SHCP, en:
<http:llwww.1hcp.gob.mx/EGRESOS/PEF/PresupumodeEgresos.asp:o.

dades federativas , sin poner por un segundo en duda la pri-


macía soberana de la Federación.
Las resistencias de los gobernadores y de los municipios
a que se toquen sus intereses, que se les haga responsables de
la impopularidad de gravar a la población con cargas fiscales
o de contener, con la policía municipal o la estatal, la des-
obediencia civil, no son nuevas. Esta condición de resisten-
cia nace en el siglo XIX . 11
Un asunto más respecto a la soberanía de los estados. El
nivel municipal lo he defendido en mis escritos como la base

11
Véase mi libro Lasfoerzasarmadas . .. , op. cit., pp. 25-5 1.
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 4 71

más firme del federalismo. Ya no estoy tan convencida de


ello. Constitucionalmente, el artículo 115 garantiza su auto-
nomía. Desde el nacimiento de la República de 1824 hasta
el día de hoy, el municipio goza de una policía para mante-
ner el orden público. Primero se la llamó "cívica", luego
"Guardia Nacional", reclutada y organizada por la autoridad
municipal, mientras que a sus comandantes los nombraba el
gobernador de cada entidad. 12 Nació con un fuerte sentido
de misión de defensa de su pueblo, de su patria, es decir, de
sus municipios y entidad federativa. Hoy, creo que ese sen-
tido de patria y honor se ha perdido en el ámbito local.
Quisiera ahora apuntar a un principio que consigna
nuestra Constitución federal: en el artículo 29, reserva la
primacía en el ordenamiento federal a la Federación, que
tiene la facultad de suspender las garantías si juzgara pertur-
bado el orden público. Sin embargo, más adelante, en el
artículo 119, acota la intervención federal directa. De he-
cho, prohíbe su intervención en asuntos de soberanía de los
estados. Se precisa: en caso de ruptura de la paz pública in-
terna, la garantía de la soberanía de cada estado reside en el
hecho de que la intervención federal sólo puede ocurrir a pe-
tición del Poder Ejecutivo o Congreso de cada estado soberano:
"En cada caso de sublevación o trastorno interior, les presta-
rán igual protección, siempre que sean excitados por la Legisla-
tura del Estado o por su Ejecutivo, si aquélla no estuviere reu-
nida" (Art. l l 9).

12 Véase "La Guardia Nacional en la construcción del orden republica-

no", en Las foerzas armadas.. ., op. cit., pp. 25-52.


472 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Todo sistema federal establece sus pesos y contrapesos,


sólo que en el México contemporáneo se ha desarrollado en
los ámbitos local, estatal y federal un orden jurídico intermi-
tente, debido a que han proliferado -bajo vacíos e incon-
gruencias legislativas- zonas y organizaciones donde no
impera la ley, el Estado de derecho, y que son territorios
"ocupados", fuera del control del Estado.
Debemos entonces preguntarnos si la distorsión del fede-
ralismo no está en relación con el haber dejado atrás --entre
los decenios de 1970 y 1980- el mercado protegido y ha-
ber pasado a la era de la globalización con el consiguiente
quiebre del nacionalismo. La ciudadanía de ayer y de hoy
exige su derecho a la alimentación, casa digna, educación,
democracia, libertad electoral, transparencia y reformas, y
tiene miedo a la tiranía o al autoritarismo local.
Recuerdo que en campaña con Luis Donaldo Colosio
me tocó ir al estado de Morelos a hablar de los beneficios del
federalismo y del municipio, base del andamiaje republica-
no. No tuve buena respuesta. Se me dijo: "Lo que usted pro-
pone es fortalecer a los caciques locales".
A continuación menciono al sector castrense profesional,
militares propiamente formados en las escuelas del ejército,
que se componen por el Ejército mexicano y la Fuerza Aérea
mexicana, que alcanzan los 240 mil efectivos, y la Armada
de México, con 56 728 efectivos. Las mujeres no exceden de
7 mil, aunque se afirma que en los últimos diez años se du-
plicó tal cifra.
Vale la pena añadir que la Constitución federal, en los
artículos relativos a ejército, aviación y armada, guarda los
LAS FU ERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 473

Gráfka 2. Recursos humanos de las fuerzas armadas

Miles
300
267
250

200

150

100

50

1970 1975 1977 1985 1990 1995 2000 2005 201 0 20 13'
c:::J SEMAR e;::¡ SEDENA -+-- T otal
' Cifras preliminares al mes de junio.
Fuente: véase el apéndice 1.

principios fundamentales de la Constitución de 191 7, no


obstante que los cambios mundiales, y de México en parti-
cular, han sido enormes. Los cambios en las fuerzas armadas
ocurrieron después de la segunda Guerra Mundial, momen-
to en el que el ejército renovó sus cuadros de mando con
oficiales que egresaron de las escuelas de guerra mexicanas y
del extranjero, es decir, se profesionaliza. A su vez, México
ha cambiado radicalmente, hay una nueva generación en el
poder y al mando de las fuerzas armadas.
En la segunda mitad del siglo xx, las fuerzas armadas y de
seguridad, en México, debieron modernizarse para poder en-
frentar una nueva realidad que se relaciona directamente con
las condiciones materiales del país en el que operan . Hoy día,
México cuenta con un alto porcentaje de pobreza y de perso-
nas sin empleo o con un ingreso precario; 46% de la pobla-
474 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

ción vive en la pobreza; de estos 46 millones, 11 millones


viven en la pobreza extrema. 13 Las instituciones públicas pa-
decen una extrema fragilidad; históricamente, el poder judi-
cial ha sido el más débil, y por lo mismo la impartición de
justicia es en extremo censurable, ineficaz en los niveles y
sectores sociales bajos. De allí que las instancias de justicia,
ley y seguridad interna dejan espacio a la impunidad.
La droga y el tráfico de narcóticos no son nuevos en Mé-
xico. Hoy, a comienzo del siglo XXI, se ha recrudecido la
tensión e inseguridad por la dimensión nacional e interna-
cional del negocio de la droga. La mayoría de los mexicanos
nos sentimos amenazados por los combates entre bandas
pertrechadas con armas de alto poder, el robo, el secuestro
de personas o "las desapariciones", así como la inseguridad
física y jurídica.
México es un corredor y una base de producción del nar-
cotráfico. Las empresas del narcotráfico son dominantes en
México, sus ingresos se ubican seguramente entre los más
lucrativos, pues encuentra en Estados Unidos el mercado de
consumo mundial más grande. Las relaciones políticas y
económicas tanto en el interior del país como en Estados
Unidos y otras latitudes permiten a los empresarios de la
droga participar en el mercado financiero especulativo; la

13 Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social

(Coneval), 2012. La pobreza extrema se mide como aquella situación en la


que el ingreso no cubre la canasta básica. Mientras que como pobreza se
mide aquella situación de carencia educativa, cultura, de vivienda, vestido,
de servicios mínimos como agua potable, energía eléctrica regular, alimen-
tación suficiente y sana, y servicio de salud y de seguridad.
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 475

frontera, de 3 185 km de largo, y los litorales del Pacífico


(8 475 km) y del Golfo (3 117 km) les permiten comprar e
introducir al país armamento comprado en Estados Unidos,
de mejor calidad que el reglamentario del Ejército mexica-
no, y controlar aduanas, puertos y municipios para poder
mover sus mercancías.
Pobreza extrema, un Estado de derecho cuestionable y
desempleo son por sí solas condiciones de inestabilidad so-
cial y política, graves sin duda cuando a esta condición se
suma el gran negocio del narcotráfico. El siglo XXI amenaza
ser aún más violento porque los cárteles del narco recurren
a fuerzas paramilitares para sembrar el pánico con acciones
de crueldad y violencia con sus víctimas: decapitados, cuer-
pos descuartizados o que penden de sogas en las arterias más
transitadas de las ciudades. 14
El bajo perfil del ejército se alteró en la década de 1960 y
a fines de 1970, cuando México se convirtió en una poten-
cia petrolera estratégica por sus enormes reservas de petró-
leo. La violencia de la guerrilla centroamericana y el flujo de
refugiados también obligaron a prestar mayor vigilancia en
la frontera sur. Los actos públicos de alcance nacional del
ejército comenzaron en el ámbito nacional cuando la huelga
ferrocarrilera de 1959, y en 1968 con la toma de Ciudad
Universitaria, el bazukazo a la puerta colonial de San Ilde-
fonso y la matanza de Tlatelolco del 2 de octubre.

14 Marcos Pablo Moloeznik, "La naturaleza de un instrumento militar

atípico: las fuerzas armadas mexicanas", Fuerzas Armadas y Sociedad, año


19, núm. 1, 1-6/2005, p. 170, disponible en <wwwfasoc.cl>.
476 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Lo que ha venido sucediendo es que se recurre al Ejército


federal o a la marina cuando el modelo político toca sus lí-
mites y encuentra enormes obstáculos para contener el des-
contento social, cuando de golpe debe abrirse y competir en
el contexto internacional y, al mismo tiempo, hacer frente al
descontento urbano presente en las colonias populares, las
invasiones de tierra, la guerrilla y el naciente narcotráfico de
corte empresarial y trasnacional.
Es al momento en el que estalla desde sus entrañas el
modelo nacionalista mexicano cuando se requieren fuerzas
armadas de primer orden, de servicios de inteligencia, de
protección civil, de una policía profesional bien entrenada y
capaz de controlar el territorio y garantizar la soberanía na-
cional y la seguridad interna. Sin embargo, el ejército, la
armada y la aviación, si bien recibieron aumentos en perso-
nal y en algún tipo de suministros modernos, no fueron lo
que debería tener una fuerza armada a la altura de las tareas
que se le exigen.
Las fuerzas armadas mexicanas mantienen el ratio pobla-
ción/soldado más bajo de todos los países latinoamericanos,
cuya media es de 3.5 por cada mil habitantes, cuando el de
México es de apenas 1.9 por cada mil habitantes.
Con la crisis económica nacional e internacional del de-
cenio de 1980 se duplicó el personal militar para alcanzar
175 mil en 1996. Se formaron seis brigadas de vehículos
armados, se reforzó la Guardia Presidencial con una brigada
de élite, se formaron escuadrones aéreos, se compraron heli-
cópteros para combate a la guerrilla y tanques antimotines
para contener la insurgencia urbana. La armada adquirió
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 477

barcos de patrullaje para la protección de instalaciones pe-


trolíferas y de los puertos marinos para controlar la descarga
de estupefacientes.
En 1994, cuando el levantamiento del EZLN en Chiapas,
el cese al fuego declarado unilateralmente por el presidente
Carlos Salinas apagó la rebelión, misma que se reorientó a
formar y consolidar la organización de comunidades autó-
nomas.
Ejército y armada deben proteger las instalaciones de Pe-
mex, de las industrias estratégicas, de los litorales y ríos, de
las fronteras. En septiembre de 2007, no pudo el ejército
prevenir el acto de sabotaje a las instalaciones de Pemex,
reivindicado por un grupo armado llamado Ejército Popular
Revolucionario (EPR), formado en 1996.
Grandes amenazas a la seguridad interna son hoy los gru-
pos de autodefensa o paramilitares vinculados con el narco-
tráfico. Carente el país de un sistema de espionaje, de inves-
tigación y control de la población, y de fuerzas suficientes de
protección civil en caso de catástrofes naturales, han sido las
fuerzas armadas las abocadas a combatir la violencia, las ca-
tástrofes naturales, las epidemias; a montar cocinas del ejér-
cito para dar de comer a personas en albergues; a auxiliar a
las poblaciones más remotas con agua, alimentos, medici-
nas. Para poder cubrir al ejército del juicio de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos, debido a que se les com-
promete en tareas predominantemente de competencia ci-
vil, la Suprema Corte de Justicia de la nación estableció que
las fuerzas militares podían participar en acciones civiles a
favor de la seguridad pública en auxilio de las autoridades
478 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

civiles, y desde 1986 se integraron las fuerzas armadas en el


Sistema de Protección Civil. 15
Por todo lo anterior, hubo un aporte presupuesta! ex-
traordinario, pues en 1985 el presupuesto asignado fue de
221 449 millones; en 1995, 1 143 millones (2.1 o/o del gasto
federal) y en 2013 aumentó a 60 810 millones (2% del gas-
to federal). Sustancial, en el último tercio el gasto de la de-
fensa nacional se estancó en términos reales. De allí que en
2006 el gasto consignado en el presupuesto de defensa fue
de apenas 0.44% del PIB, del cual 95% se destinó a gasto
administrativo, 16 lo cual nos deja ver que fueron adquisicio-
nes urgentes, indispensables mas no parte de una política
continua, porque la asignación porcentual del presupuesto
en relación con el PIB es básicamente la misma. En términos
15 Sedena, "Programa de Operación y Desarrollo de la Secretaría de la

Defensa Nacional 2001-2006", en Dónde estamos, México, Sedena, 2001,


p. 3. Véase también: Sedena, "Organización de la SDN", 2005, disponible
en <www.sedena.gob.mx>, así como Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aé-
rea Mexicanos, artículo 1°, Diario Oficial de la Federación, México, 26 de
diciembre de 1986. Suprema Coree de Justicia de la Nación, Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, novena época, t. m, México, marzo de
1996. Sección 5 del Estado Mayor de la Defensa Nacional, "Antecedentes
del Plan DN-m-E", Revista del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, época m,
año 92, 11/1998, México, p. 3. El Sistema Nacional de Protección Civil se
creó el 6 de mayo de 1986 y tiene como antecedente los sismos ocurridos
en México el 19 y 20 de septiembre de 1985; se establece anee la necesidad
de contar con un sistema integral que permitiera enfrentar eficientemente
las situaciones de emergencia y los desastres naturales.
16 Datos proporcionados por un oficial en el coloquio "Origen y evolu-

ción del Ejército mexicano", Secretaría de la Defensa Nacional/El Colegio


de México/Banamex, 25 y 26 de septiembre de 2013.
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 479

comparativos mundiales, México ocupa el lugar 162 en gas-


to militar, con 0.5% del PIB, frente a los más altos: Omán,
11.4%; Qatar, 10.0%; Israel, 7.4%; Estados Unidos, 4.6%;
Francia, 2.6%; Gran Bretaña, 2.5%. El principio, sin em-
bargo, es mantener unas fuerzas armadas de bajo perfil, pese
a que en negociaciones entre secretarios de la Defensa o de
la Armada logren partidas especiales para compra de mate-
rial bélico indispensable; como lo consigna la ACDA (Arms
Control and Disarmament Agency), de Estados Unidos, no
responde a una política definida y permanente de moderni-
zación. El otro tema sensible es que los salarios base y bene-
ficios colaterales son relativamente bajos en relación con el
sector público y lejos de lo que perciben los consejeros del
IFE o los senadores y diputados de la Unión.
Los mandos superiores en activo reciben mensualmente:
general de división, 160 mil pesos; de brigada, 130 mil, y bri-
gadier, 99 mil. Además, la pensión que perciben se calcula so-
bre su salario tabular y no sobre su ingreso total, que toma en
cuenta servicios, acciones distinguidas, nivel de estudios, anti-
güedad, etc. Es decir, pierden la mitad de su ingreso al jubilar-
se.17 "Debido a la participación que el Ejército y la Fuerza Aé-
rea tienen en la lucha contra las organizaciones delictivas y del
narcotráfico, el personal militar y sus derechohabientes pueden
ser objeto de secuestro, cooptación o ataques armados".
La Secretaría de la Defensa Nacional controla al ejército:
de tierra, o infantería, la caballería y los ingenieros, incluida

17 General de división (R) Luis Garfias Magaña, "El problema de los

retirados militares", México, 29 de septiembre de 2004, mimeo., p. 2.


480 ALICIA HERNANDEZ CHÁVEZ

la fuerza aérea. La Secretaría de la Marina (Semar) controla


la Armada de guerra. Es un hecho que no hay entre armada
y ejército un cuerpo de Estado Mayor conjunto con uni-
dad de mando o planeación estratégica de las dos secreta-
rías. Incluso la Armada -al parecer- ha establecido acuer-
dos con las fuerzas estadounidenses sin que se hubiera
precisado su finalidad, e incluso interviene en acciones con-
tra narcotraficantes sin la participación o colaboración del
ejército.
Militarmente, el país se divide en 12 regiones y 40 zonas
militares. La Armada se organiza en seis regiones navales
(tres en el Pacífico y tres en el Golfo de México y el Caribe}
y la fuerza aérea en tres (centro, norte y sur}. Las misiones
del DN-II y DN-III cubren un vasto campo de actividades. La
preparación y entrenamiento para la guerra contra el narco-
tráfico (constitucionalmente lo hacen en apoyo de la Pro-
curaduría General de la República} se ocupan de contrain-
surgencia, dan apoyo a las ineficaces fuerzas de seguridad
pública, cumplen con misiones cívicas de rapado contra
epidemias de piojos, campañas de vacunación, fumigación
contra mosquitos del dengue, atención odontológica en zo-
nas rurales marginadas, misiones de protección de la natu-
raleza y de alimentación y auxilio de la población en caso
de desastres climáticos, temblores y huracanes. El prestigio
del cual goza el ejército se debe a que es la fuerza federal
que acude y nos auxilia en toda calamidad.
Las deserciones en el ejército son elevadas, aunque sólo
afectan el nivel de soldado raso. En el periodo 2000-2006,
el número de deserciones fue de 123 218 efectivos, incluí-
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 481

dos 1 388 oficiales y un coronel. 18 A los soldados que deser-


tan por lo general no se les persigue si se fugan sin arma; en
el caso contrario se les persigue. 19 Los problemas internos de
la tropa se ubican en los requisitos de reclutamiento, pues
sólo se exige educación primaria, certificado de no tener an-
tecedentes penales y acta de nacimiento. Son sometidos a
combate en condiciones en extremo difíciles, peligrosas, y la
recompensa, salario y protección social a sus familias no es
un gran aliciente.
Las fuerzas destinadas a la seguridad interna por lo antes
dicho se mantienen en niveles reducidos de sueldos, recur-
sos y efectivos, lo que provoca desaliento o, como dijo un
coronel de la Armada acerca de la Fuerza Aérea: luchar con-
tra varios enemigos, el narcotráfico, la pobreza y una socie-
dad "sin moral" es, repitió, desmoralizante.
El peligro que amenaza al país es que las fuerzas de poli-
cía municipal y policía estatal, en manos de facciones políti-
cas en los gobiernos y municipios, terminen por ser coopta-
das por el narcotráfico. Sin orden y seguridad nacional no
puede existir una real soberanía nacional y, por lo ya dicho,

18 Respuesta a la solicitud enviada el 19 de febrero de 2007 al Instituto

Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), registrada en folio


0000700030907 y recibida el 4 de marro de 2007. Para darse una idea de
la magnitud de las deserciones durante la gestión de Vicente Fox, debe te-
nerse en cuenta que a lo largo de esos seis años el número de efectivos de la
Sedena fue de 191 143, en Marcos Pablo Moloeznik, Nueva Sociedad,
núm. 213, enero-febrero, 2008.
19 Información proporcionada por el general Luis Garflas a Alicia Her-

nández Chávez.
482 ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

se deduce la urgencia de reforzar las fuerzas armadas, ejérci-


to y marina. La otra prioridad es la de fortalecer una Policía
Federal Nacional que se destine a garantizar el orden públi-
co, aun cuando el Ejecutivo federal tenga que enfrentar los
intereses de los gobernadores.
El gran problema actual para cumplir con tal reto es que
hay un presupuesto inadecuado para modernizar las fuerzas
federales: ejército, armada y policía federal. Además, hay
que poner fin a las viejas instituciones militares de la Guar-
dia Nacional, de las defensas rurales y de la policía munici-
pal. Se debe también dar vida a un cuerpo de Estado Mayor
conjunto que efectivamente tenga el control del territorio
nacional. Por parte de las fuerzas armadas, es conveniente
evitar que operen independientemente, sin informar a una
secretaría de la acción de la otra, como ocurrió en Morelos
no hace mucho. No es posible tampoco que la Armada ten-
ga acuerdos con Estados Unidos que pareciera no tener el
ejército.
La ocupación principal del Ejército mexicano y en el úl-
timo lustro de la Armada ha sido el combate al narcotráfico.
Destino criticable incluso por algunos militares, porque no
es su función.
En síntesis, como historiadora he querido exponer los
graves problemas asociados con la continuidad histórica de
múltiples fuerzas armadas carentes de profesionalización, de
unidad de mando, corruptibles por facciones políticas esta-
tales o por los cárteles del narcotráfico.
Esta persistencia del pasado, presente aún en la Constitu-
ción federal, ha afectado negativamente la renovación del
LAS FUERZAS ARMADAS Y EL SISTEMA FEDERAL 483

federalismo, puesto que ha acentuado la divergencia entre la


Federación y las entidades federativas.
Esca divergencia se acentúa también por la ineficiencia
de los municipios, amparados en una autonomía hoy sin
sustento para ejercer lo que se les ha concedido en el artícu-
lo 115 de la Constitución federal.
Esca madeja de derechos históricos termina por obstacu-
lizar la acción del gobierno federal, que corre el riesgo de ser
ulteriormente frenado por las fuerzas que han favorecido el
narcotráfico y los grupos de interés local. Preocupa en extre-
mo saber que se ha afectado así la seguridad pública, lesio-
nando la misma soberanía nacional.
Sin una acción capaz de restituir a las fuerzas armadas
federales y a una policía federal el poder coactivo que deben
tener, no se logrará la gobernabilidad del sistema democrá-
tico que los ciudadanos demandan.
Apéndice l. Recursos humanos de las fuerzas armadas, 1970-2013
Egresados
de los planteles Porcentaje de crecimiento
&cursos humanos militares¿_navales de los recursos humanos
%respecto
del total Egresados
de recursos de planteles
Año Total Sedena Semar humanos Total Sedena Semar militares
1970 87160 71 504 15 656
1971 88 624 72 326 16 298 1.68 1.15 4.10
1972 90 915 72 947 17 968 2.59 0.86 10.25
1973 96 948 77 088 19 860 6.64 5.68 10.53
1974 102 224 82 192 20 032 5.44 6.62 0.87
1975 108 764 87 902 20862 6.40 6.95 4.14
1976 115 860 93 326 22 534 6.52 6.17 8.01
1977 118 459 95 000 23 459 2.24 1.79 4.10
1985 159651 124497 35 154 6 592 4.13 4.35 3.88 6.23
1990 193 283 151 178 42 105 10 276 5.32 4.21 4.29 3.95 55.89
1991 199 305 155 218 44 087 9 642 4.84 3.12 2.67 4.71 -6.17
1992 202 591 157 142 45 449 10 061 4.97 1.65 1.24 3.09 4.35
1993 208 978 162 169 46 809 13 765 6.59 3.15 3.20 2.99 36.82
1994 216 943 168 773 48 170 12 038 5.55 . 3.81 4.07 2.91 -12.55
1995 225 080 171 952 53 128 11 251 5.00 3.75 1.88 10.29 -6.54
1996 232 166 179 038 53 128 12 158 5.24 3.15 4.12 0.00 8.06
1997 236 S75 182 328 S4 247 16 302 6.89 1.90 1.84 2.11 34.08
1998 23S 894 182 328 S3 S66 19 3SS 8.20 -0.29 0.00 -1.26 18.73
1999 237 301 182 329 S4 972 18 069 7.61 0.60 0.00 2.62 -6.64
2000 237 S52 182 329 SS 223 24 064 10.13 0.11 0.00 0.46 33.18
2001 234 308 18S 143 49 165 2S 041 10.69 -1.37 1.S4 -10.97 4.06
2002 238 169 188 143 so 026 12 197 5.12 1.6S 1.62 1.75 -Sl.29
2003 238 447 191 143 47 304 10 861 4.SS 0.12 1.S9 -S.44 -10.9S
2004 238 4S9 191 143 47 316 10 582 4.44 0.01 0.00 0.03 -2.57
200S 238 787 191 143 47 644 10 984 4.60 0.14 0.00 0.69 3.80
2006 244238 196767 47 471 9 213 3.77 2.28 2.94 -0.36 -16.12
2007 246 742 196 710 so 032 10 196 4.13 1.03 -0.03 S.39 10.67
2008 2S4 035 202 35S Sl 680 10 619 4.18 2.96 2.87 3.29 4.lS
2009 2S8 992 206 013 S2 979 10 690 4.13 1.9S 1.81 2.Sl 0.67
2010 259 237 206 013 53 224 9 226 3.56 0.09 0.00 0.46 -13.70
2011 263 713 209 716 53 997 12 022 4.56 1.73 1.80 1.45 30.31
2012 264 182 209 716 54466 9 664 3.66 0.18 0.00 0.87 -19.61

2013* 266 507 212 208 54 299 8 537 3.20 0.88 1.19 -0.31 -11.66
Promedio de crecimiento anual de los recursos humanos
de las fuerzas armadas 2.14 2.11 2.34 3.62
• Cifras preliminares al mes de junio.
Fuentes: 1970-1975, Primer Informe de Gobierno que rinde al H. Congreso de la Unión José López Portillo, Presidente Comti-
tucional, anexo, México, 1 de septiembre de 1977; 1985-1993, Primer Informe de Gobierno, anexo, Presidencia de la Repú-
blica, México, 2001; 1994-2013, 1 ºInforme de Gobierno, anexo, 2012-2013, Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos,
Presidencia de la República, México, 2013.
EDUCACIÓN MILITAR

Gral. Div. D.E.M Ret.,


]oRGE JusTINIANO GoNZÁLEZ BETANCOURT

La educación militar ha sido preocupación permanente


dentro de las fuerzas armadas de nuestro país.
Consumada nuestra independencia, insiste el general
don Diego García Conde en realizar una idea que venía
madurando, en el sentido de formar una academia militar
para dar al ejército mejores oficiales, de los que mucho ne-
cesitaba.
Una vez autorizada por el Congreso, se dio la orden, el
11 de octubre de 1823, para que el Colegio Militar y la Es-
cuela Práctica fueran establecidos en la antigua fortaleza de
San Carlos de Peroce, Veracruz.
Mientras canco, la Armada empieza también su educa-
ción en el Colegio de Minería y en el año de 1837 pasan a
realizarse esos estudios en el Colegio Militar, hasta el año de
1897, cuando pasa al puerco de Veracruz.
Así transcurre casi medio siglo con algunas irregularida-
des en la educación militar producidas por la inestabilidad
política, las guerras internas y las intervenciones extranjeras.

487
488 JORGEJUSTJNIANO GONZÁLEZ BETANCOURT

Tal situación fue corrigiéndose durante el régimen del ge-


neral Porfirio Díaz y así, en 1880, bajo la dirección del gene-
ral Sóstenes Rocha, se dotó al Colegio Militar de un nuevo
reglamento con el fin de actualizar sus funciones e implantar
y aprovechar las lecciones y experiencias arrojadas por la gue-
rra franco-prusiana de 1870.
Al comenzar el siglo xx, en el año de 1901 se publicó un
nuevo reglamento que trajo consigo reformas importantes
en el área pedagógica y también para mejorar la calidad de
los oficiales facultativos mediante un año de prácticas.
Dichas prácticas las realizaban durante los tres primeros
meses del año, en el que concluían los cursos los oficiales de
Estado Mayor, los oficiales de ingenieros y los oficiales fa-
cultativos de artillería. Una vez terminadas las prácticas, les
era aplicado un examen profesional ante un jurado que se
formaba con profesores del Colegio Militar y representantes
de la Secretaría de Guerra y Marina.
También a principios del siglo xx y cuando el país adolecía
de un enorme índice de analfabetismo, los oficiales egresados
del Colegio Militar fueron objeto de gran demanda, tanto en
instituciones del gobierno federal como en organismos e in-
dustrias privadas, debido a la capacitación que recibían.
Por lo anterior, se creó la Escuela Militar de Aspirantes
para capacitar a jóvenes civiles y a oficiales y sargentos pri-
meros y segundos provenientes de los cuerpos de tropa y
que no pasaban por el Colegio Militar; al mismo tiempo se
establecieron, en los cuerpos de tropa, academias de oficiales
y escuelas de tropa en los que recibían la suficiente capacita-
ción para desempeñar con eficiencia sus funciones.
EDUCACIÓN MILITAR 489

El plan militar de estudios fue modificado en 1913,


año en el que fueron creadas las escuelas Preparatoria Mi-
litar y Profesional Militar, así como el Colegio Militar Su-
perior.
Mientras tanto, la formación de oficiales para la Armada
de México, que en un principio se realizaba en el Colegio de
Minería y que posteriormente en 1837 pasó a realizarse en
el Colegio Militar, permaneció ahí hasta el año de 1897,
cuando empezó a funcionar en la Escuela Naval Militar de
Veracruz. Su reglamento fue publicado en 1906 y disponía
las carreras de oficiales de guerra, ingenieros navales, así como
pilotos y maquinistas de la marina mercante.
Llega el año de 1913 y con él la Decena Trágica. Poco
antes el presidente de la República, Francisco I. Madero,
gira instrucciones al Tte. Cor. Jacinto B. Treviño, quien fun-
gía como su jefe de ayudantes, para que se trasladara a Coa-
huila con el fin de entrevistarse con el gobernador de esa en-
tidad y decirle que se tenía información de que se gestaba un
golpe de Estado para derrocar al gobierno establecido, y que
para el efecto recibiera y organizara fuerzas para apoyar al
presidente Madero.
El XXII Congreso Constitucional de Coahuila expide el
decreto número 1421, mediante el cual se desconoce algo-
bierno de Huerta y faculta a Carranza para organizar fuer-
zas. El 19 de febrero de 1913, con algunas tropas que logra
reunir, Carranza lanza un ataque sobre la guarnición federal
de Saltillo, ataque que fracasa, aunque debe considerarse a
esas tropas constitucionalistas como el pie veterano de lo
que ahora es el Ejército mexicano.
490 JORGE JUST!NlANO GONZÁLEZ BETANCOURT

El 26 de marzo de 1913, se expide el Plan de Guadalupe


en el que, en su artículo 4º, se consigna que para cumplir sus
propósitos se organizará un ejército que se denominará
"Consticucionalista''; posteriormente, el 4 de julio del mis-
mo año, se expide un decreto en Monclova con el que se
organiza en siete cuerpos de ejército el Ejército Constitucio-
nalista. Poco tiempo después, se incorpora al constituciona-
lismo el general Felipe Ángeles, quien le da misiones a los
cuerpos de ejército anteriormente citados y ya para finalizar
las operaciones se crearon las divisiones Primera y Segunda
del Centro y de Oriente.
Las fuerzas constitucionalistas carecían de naves de gue-
rra hasta que el 1 de marzo se presentó en Topolobampo a
incorporarse a la Revolución el cañonero Tampico, que ha-
bía desertado de Guaymas el 28 de febrero de 1914.
El 31 de marzo de 1914 el cañonero Tampico sostuvo
combate en alta mar contra los cañoneros huertistas Guerre-
ro y More/os, sufriendo el Tampico serias averías. En el lugar,
el biplano Sonora con su piloto, el capitán Salinas, recibió
orden de bombardear el cañonero Guerrero. Con esto a las
fuerzas constitucionalistas se les incorpora la aviación.
Con las firmas de los tratados de Teoloyucan, las fuerzas
constitucionalistas se fortalecen, de tal manera que, durante
el enfrentamiento con las fuerzas convencionistas, éstas son
rotundamente derrotadas.
El 5 de febrero de 1915, Venustiano Carranza expidió un
decreto ordenando la creación del arma de aviación militar
dentro del Ejército Constitucionalista, consciente de que era
necesaria particularmente durante la defensa de El Ébano,
EDUCACIÓN MILITAR 491

así como para apoyar todas las operaciones de las fuerzas


constitucionalistas. El 15 de noviembre de 1915 se funda la
Escuela Militar de Aviación.
Al triunfo del constitucionalismo, el nuevo gobierno
afrontó la exigente necesidad de educar militarmente a los
jefes y oficiales que se habían formado durante la lucha ar-
mada; para ello era preciso crear una institución militar edu-
cativa.
Inicialmente la idea fue formar un centro educativo pro-
visional para cubrir las necesidades inmediatas, pero con la
visión de ampliar el alcance de la educación militar en forma
inmediata.
Tal centro educativo se denominó Academia de Estado
Mayor, a la cual no sólo podían ingresar jefes y oficiales del
ejército, sino también jóvenes civiles que así lo desearan.
Se marcaba un cupo de 150 militares y 50 civiles, y el
curso tendría una duración de 18 meses, repartidos en tres
semestres.
Fue nombrado como director el ex general brigadier del
Ejército federal, Ángel Vallejo (perteneciente al cuerpo es-
pecial de Estado Mayor), y se ordenó a los comandantes
militares que enviaran a los jefes y oficiales que reunieran
los requisitos a fin de iniciar los cursos correspondientes; con
el mismo fin se publicó la debida convocatoria para el per-
sonal civil.
Todo el personal fue concentrado en la ciudad de México,
disponiéndose que la inauguración de los cursos fuera el 8 de
octubre del mismo año, pero como el presidente Carranza
consideró que el local que se había destinado a la Academia
492 JORGEJUSTINIANO GONZÁLEZ BETANCOURT

de Estado Mayor no era el adecuado, tal acto se pospuso


hasta el día 22, designándose como local el que ocupaba la
Escuela de Agricultura.
Los cursos fueron inaugurados en la fecha programada,
pero prácticamente se iniciaron hasta el 4 de noviembre;
funcionaron sin interrupción hasta el 1 de enero de 1920.
Anterior a este hecho, se dispuso que la Academia de Estado
Mayor abandonara el local de la Escuela de Agricultura y
pasara a ocupar el que había sido construido para la Escuela
Normal de Maestros en Merced de las Huertas (Popotla), lo
cual se realizó a finales de 1918.
En virtud de que la Academia de Estado Mayor no resol-
vió los problemas del ejército, se llegó a la conclusión de que
era necesario volver a reabrir el Colegio Militar en Chapul-
tepec, cuyo prestigio como institución profesional había
quedado perfectamente establecido. Esto se logró a iniciati-
va del general Francisco L. Urquizo y del general Jacinto B.
Treviño, que había sido alumno de dicho plantel.
Por la importancia histórica de este hecho, transcribimos
el decreto relativo que dice:

Que habiéndose declarado nulos todos los actos del gobierno


usurpador del ex General Victoriano Huerta y estando com-
prendido entre éstos. El decreto número 442 de 3 de julio de
1913 por el que se alteró la constitución del Colegio Militar,
convirtiéndolo en Escuela Preparatoria y Escuela Militar Profe-
sional; y estando por lo mismo en pleno vigor las disposiciones
legales relativas al establecimiento y organización del Colegio
referido, disposiciones que el Ejecutivo Federal, tiene obliga-
EDUCACIÓN MILITAR 493

ción de hacer ejecutar proveyendo en el orden administrativo a


su cumplimiento, ha tenido a bien decretar, con fundamento a
lo dispuesto en la fracción 1 del artículo 89 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada el 5 de
febrero de 1917, lo siguiente:
l. El Colegio Militar será una institución que tendrá por
objeto impartir la enseñanza y educación necesarias a los jefes y
oficiales del Ejército que deseen mejorar sus conocimientos en
el arte de la Guerra e instruir a los jóvenes que se dediquen a la
carrera de las armas, a fin de que puedan ingresar al Ejército
como oficiales:
11. El Colegio Militar se compondrá de:
Dirección General
Escuela de Infantería
Escuela de Caballería
Escuela de Administración Militar
Escuela de Ingenieros Militares
Escuela de Artillería y
Escuela de Estado Mayor

Se nombró director del nuevo Colegio Militar al mismo


ingeniero Ángel Vallejo, a quien se le reconoció el grado de
general brigadier que había ostentado en el extinto Ejército
federal, y como subdirector al coronel Andrés Ochoa, que
también desempeñaba el mismo cargo en la Academia de
Estado Mayor y había tenido el mismo grado en el Ejército
federal; sin embargo, pocos días después murió el general
Vallejo, siendo sustituido por el general brigadier Joaquín
Mued Acereto. El 5 de febrero se efectuó la solemne cere-
494 JORGE JUSTINIANO GONZÁLEZ BETANCOURT

monia oficial de reapertura de cursos, asistiendo a ella el


presidente Carranza, quien después de declarar solemne-
mente reanudados los cursos del Colegio Militar de gloriosa
tradición, hizo entrega al plantel de la bandera del heroico
batallón activo Guarda Costa de San Blas.
A partir del año de 1925 se estableció un plan para profe-
sionalizar al ejército y fuerza aérea surgido de la Revolución;
para el efecto, el general Joaquín Amaro, secretario de Gue-
rra y Marina, empezó a reestructurar la educación militar.
Cabe hacer notar que varios militares de origen federal
apoyaron el movimiento constitucionalista, como los gene-
rales Felipe Ángeles, Federico Cervantes, Vito Alessio Ro-
bles y Jacinto B. Treviño; durante la profesionalización, los
jefes revolucionarios se apoyaron en aquellos militares fede-
rales, como es el caso del general Ángel Vallejo y otros.
Aunque no corresponde cabalmente al tema educación mi-
litar, es importante recordar que en 1936, al fundarse el Insti-
tuto Politécnico Nacional con el apoyo del general Lázaro
Cárdenas, figuran como precursores de esta institución, en
calidad de directivos y docentes, varios personajes de proce-
dencia militar, como los siguientes: Ing. Juan de Dios Bátiz,
alumno del Heroico Colegio Militar en 1908; Ing. Wilfrido
Massieu, cadete del H. Colegio Militar en 1896 y que llegó a
ser general en el Ejército federal; el Ing. Miguel Bernard, cade-
te del Colegio en 1889 y también general en el Ejército fede-
ral; los ingenieros geógrafos Luis Massieu, Mario Santa Fe,
Federico Cervantes y José Ortiz Monasterio; el Ing. artillero
Domingo Servín, el lng. constructor Gilberto Ramos, el Ing.
geógrafo Jesús A Toledo y el Ing. artillero Gustavo Bazán.
EDUCACIÓN MILITAR 495

A partir de la designación del general Joaquín Amaro


como director de Educación Militar, se consolidaron logros
en el aspecto mencionado. En 1932 se funda la Escuela Supe-
rior de Guerra para la formación de oficiales de Estado Ma-
yor, a la que podrían ingresar miembros de las fuerzas arma-
das comprendidos entre las jerarquías de teniente a mayor.
Asimismo, se impartían ciclos generales de información
para oficiales superiores. En este balance de la actividad edu-
cativa se ha dejado deliberadamente para el final la Escuela
Superior de Guerra por su jerarquía de estudios y por consi-
derarse uno de los más grandes logros del general Amaro.
Su primer director fue el general de División Luis Alamillo
Flores, entonces teniente coronel recién graduado en la Es-
cuela Superior de Guerra de Francia y a quien cupo el honor
de ser el primer oficial diplomado de Estado Mayor del Ejér-
cito mexicano; él envió la documentación que se utilizaría
para organizar la escuela. Ésta fue inaugurada el 15 de abril de
1932 con la apertura de cursos en el pabellón ''.Alvaro Obre-
gón" del Colegio Militar de Popotla, ya que se estaba constru-
yendo un edificio apropiado en el pueblo de San Jerónimo.
Con el fin de lograr un control centralizado y la unifica-
ción de procedimientos y de doctrina en la enseñanza, se
estableció el Colegio del Aire, por decreto del presidente
López Mateos con fecha 22 de agosto de 1959 y publicado
en el Diario Oficial el 9 de septiembre del mismo año, que-
dando integrado por:
• Escuela Militar de Aviación
• Escuela Militar de Mantenimiento y Abastecimiento
• Escuela Militar de Especialistas de Fuerza Aérea
496 JORGEJUSTINIANO GONZÁLEZ BETANCOURT

Cabe aclarar que la Escuela Militar de Aviación ya había


sido creada, al triunfo de la Revolución, en el año de 1915.
El Colegio del Aire fue creando cursos: de formación de
oficiales aerologistas, de controladores de vuelo, despacha-
dores aéreos y el de sargentos segundos especialistas de man-
tenimiento de equipo de radio y electrónica, así como el de
oficiales técnicos en ele.ctrónica de aviación.
Los planteles de formación de oficiales crearon, a partir
de 1966, el bachillerato o vocacional, unificando así todos
los programas de educación militar.
Un objetivo largamente acariciado había sido la creación
de la Universidad Militar, que finalmente fue establecida
con fecha 29 de diciembre de 1975; la importancia de este
acto quedó plasmado en los objetivos que se persiguen y
que son:

la superación de los integrantes del Instituto Armado a través


del estudio, para que cumplan mejor las misiones que les son
propias y a la vez constituyan un factor importante en el desa-
rrollo social y económico del país así como también con la con-
servación de un paralelismo constante con el desarrollo de la
educación en el medio civil hacia una utilización más práctica
y más real de los conocimientos adquiridos.

El año de 1980 marca la creación del Colegio de Defensa


Nacional, el máximo centro educativo de las fuerzas arma-
das, el cual funciona a partir de ese año en el mismo lugar
donde comenzó la Escuela Superior de Guerra en 1932, el
pabellón "Álvaro Obregón" en Popotla.
EDUCACIÓN MILITAR 497

El sistema educativo militar define la estructura de la


ruta profesional a que debe responder la formación y los
perfiles de los recursos humanos, se materializa mediante el
tránsito militar por las diferentes instituciones educativas y
permite mantener permanentemente actualizados desde el
soldado hasta el general, ya que la disposición de escuelas y
cursos de formación, capacitación, aplicación, perfecciona-
miento, actualización y de la especialidad permite capacitar-
se en cada jerarquía que se obtenga, en las funciones especí-
ficas que habrán de desempeñarse.
Este sistema es dirigido y accionado por la Secretaría de
la Defensa Nacional por conducto de la Dirección General
de Educación Militar y de la rectoría de la Universidad del
Ejército y Fuerza Aérea; lo constituyen colegios, escuelas,
centros de estudio y diversos cursos de aplicación, capacita-
ción y perfeccionamiento; su estructura administrativa y
académica está orientada a cubrir las necesidades que tiene
el Ejército y la Fuerza Aérea para desarrollar conocimientos
humanísticos, militares, científicos y técnicos de nivel supe-
rior, de capacitación, actualización, aplicación y de perfec-
cionamiento.
En la actualidad, el Ejército y la Fuerza Aérea ofrecen atrac-
tivos a los jóvenes de ambos sexos, sobre todo a los de clase
media que, carentes de recursos, tienen la voluntad y la inteli-
gencia para llevar a cabo estudios hasta nivel profesional.
Para el efecto, en el sistema educativo militar operan cen-
tros de diferentes niveles, como:
• De formación: que proporcionan una educación inte-
gral y armónica para el desarrollo profesional-militar,
498 JORGE JUSTINIANO GONZÁLEZ BETANCOURT

científico y tecnológico, humanístico, axiológico y físico-


mental.
• De capacitación: aquéllos con contenidos técnicos y
particulares para el desempeño del militar en una fun-
ción concreta.
• De aplicación: tienen como antecedentes cursos teóri-
cos o prácticos que a partir del principio "aprender a
hacer haciendo" materializan la enseñanza de los tópi-
cos militares.
• De perfeccionamiento: cursos relativos a las ramas del
arte militar que tienen como finalidad complementar y
mejorar el desempeño profesional, precedidos de un
curso de formación.
• De actualización: proporcionan conocimientos en las
áreas profesionales y técnicas de acuerdo con las inno-
vaciones que surgen de las diferentes disciplinas.
• De especialidad: enfocados al conocimiento y habilidad en
un cuerpo de las ramas de la ciencia, la técnica y el arte.
Cabe concluir de la forma siguiente:
La educación militar, durante la fase inicial en que se in-
tegraron las fuerzas armadas, fue afectada por deficiencias,
debidas a la época e improvisación de los mandos y tropas,
situación que fue corrigiéndose parcialmente durante el ré-
gimen del general Porfirio Díaz, en el cual, especialmente los
cuadros de mando, recibieron una esmerada capacitación;
durante el periodo revolucionario, dicha preparación sufrió
una detención, que progresivamente fue mejorando en
cuanto se inició la reorganización del Ejército y Fuerza Aé-
rea; en los últimos años, recibió notable impulso al integrar-
EDUCACIÓN MILITAR 499

se por primera vez un Plan General de Educación Militar,


que comprende gran cantidad de opciones para el personal
que ingresa al instituto armado, al cual académicamente se
le prepara y se le conduce para lograr las más altas jerarquías
en el Ejército y la Fuerza Aérea.
El Ejército mexicano, cien años de historia
se terminó de imprimir en noviembre de 2014,
en los talleres de Offset Rebosán, SA. de C.V.,
Acueducto 115, Col. Huipulco, 14370 México, D.F.
Portada de Pablo Reyna.
Tipografía y formación a cargo de
Patricia Zepeda, en Redacta, S.A. de C.V.
Cuidó la edición
la Dirección de Publicaciones de El Colegio de México.
T 97~7462rn

9 786074 626940

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