Está en la página 1de 10

“La doncella de orleans”, Jeanne D’arc, recorría los viñedos cuesta arriba, desde

el cobertizo del viticultor situado en las tierras de Jaques D’arc; tierras


montañosas, fértiles y de nutrientes abundantes, heredadas de generación en
generación situadas en el límite sur de la comarca de Domrémi. Jeanne caminaba
incansablemente hasta un descanso a media altura de la montaña donde
esperaba un imponente y anciano quercus, lugar donde a Jeanne, o más conocida
por nosotros como Juana de Arco, le gustaba escaparse y alejarse del entorno
violento que se vivía en los alrededores de aquel lugar.
En el momento del nacimiento de Juana de Arco, Francia, país ubicado en
Tamriel, se veía envuelta en una gran guerra, cuya finalidad en aquellas
limitaciones geográficas era la lucha por el territorio francés que los Altmer, los
altos elfos, querían conquistar; guerra que llevaba casi 100 años, dejando a su
paso épicas batallas de cientos de soldados dispuestos a defender los intereses
de su patria, destrozos inimaginables, costando miles y miles de vidas francesas y
élficas, y amenazaba constantemente con penetrar en el territorio Francés y
alcanzar aquellas tierras de Jaques D’arc.
En este lugar, al que Jeanne corría sin falta al alba de cada viernes, se podía
sentir abundante paz, era un lugar de serenidad perfecto para meditar y escuchar
sus pensamientos a los pies de aquel majestuoso árbol. Prestaba atención, pues,
a aquellas divinas voces que, al estar en total serenidad en su pensar, le guiaban
y protegían, haciéndose más vivas con el pasar de los días.
Juana de Arco aseguraba tener revelaciones del futuro, imágenes de lo que podría
ocurrir, y del actuar que debía seguir. Las visiones le decían que tenía que ser
buena y piadosa pero con el tiempo fueron volviéndose más épicas.
Una mañana de invierno, en una casa grande de piedra y ladrillo, de 2 plantas con
un alero que bordeaba toda la segunda planta; un techo completo de teja, con
varias ventanas en ambas plantas dejando una única puerta al frente y una puerta
en la parte trasera. Esta era la casa de Jeanne y se disponía a realizar su
recorrido matutino hacia el imponente quercus. Armada de sus más acogedores y
cálidos abrigos, tomados de su armario situado en la alcoba que guardaba la
cómoda de Jeanne, de sus 3 tres hermanos y su única hermana, comenzaba su
viaje bajando desde la segunda planta sigilosamente por las gradas, ya que la
madera de estas solía crujir con pisadas fuertes.
Se percató 3 escalones antes de bajar por completo las escaleras que su madre,
Isabelle Romee; una mujer de ojos verdes, oscuros, sombreados por ojeras
negruzcas; la distancia de la nariz a la boya y de la boca a la barbilla en ella era
ligeramente más grande del promedio; de boca y labios finos cuyas comisuras
notablemente presentes eran del gusto de su esposo contrario a sus dientes con
un ligero tono amarillento que ha ido aumentando conforme el pasar de los años
por su arraigado hábito de masticar tabaco. Tenía cabello largo, rizado de una
mala manera por escasos cuidados que una madre de 6 hijos ocupada puede
darse el lujo de tener. De estatura promedio, alcanzando a duras penas los 5 pies
y medio de alto. Se encontraba discutiendo en la cocina soltando ligeras lágrimas
y enojos por la empresa militar que su esposo estaba dispuesto a realizar.
Jaques D’arc, esposo de Isabelle, era el viticultor de aquellas 20 hectáreas de
tierras montañosas. Aunque sus facciones eran juveniles, tenía el pelo canoso,
corto, suave como la seda; de constitución fornida y preparada para el trabajo de
campo sin dejar espacio a la duda que también desempeñaría un papel
excepcional en las exigencias más duras de una cacería prolongada o las hazañas
que debía soportar el aventurero más temerario de las tierras escandinavas de
Skyrim, tierras ubicadas más al norte de todo Tamriel. Al ver aquel hombre se
explica por qué era el oficial, aunque de rango bajo, que dirigía la guardia local.
- ¿Cómo puedes aceptar luchar al frente de la guerra? – Dijo la madre de Juana
de Arco con lágrimas entre los ojos – ¿Qué no piensas en las horas de desvelo y
desdicha que pasaremos al no saber si volverás vivo a tus tierras?
- ¡Es mi deber hacerlo! – Contestó decidido – Necesitamos el dinero para
mantener el viñedo, apenas podemos comer decentemente y lo perderemos todo
si no lo hago.
- Vende tus tierras Jaques, no valen nada si de eso depende tu vida – le contesto
su sollozante esposa.
- No venderé las tierras que han de alimentar y sostener a mis hijos, y a los hijos
de mis hijos.
Así fue como terminó aquella tensa conversación y se decidió el destino que aquel
viticultor tenía por delante protegiendo las tierras en que había nacido.
Juana de arco quedó estupefacta, intranquila con lo que acababa de presenciar.
Llena de emociones y tormentos se escabulló como pudo por toda la primera
planta, amueblada abundante mente, hasta llegar a la puerta trasera situada en la
habitación del desván de su hogar. En ese momento necesitaba más que en
cualquier otro escapar de sus pensamientos, encontrar un poco de tranquilidad
dentro del tormento que la guerra impregna a cualquier familia que alcanza.
Asustada, derramando lágrimas, corrió lo más rápido que pudo por el camino
cercado de tierra, hasta llegar al cobertizo de su padre. Encontró la puerta
cerrada, así que trepo para alcanzar la ventana por una pila de cajas mal
acomodadas que servían para almacenar de todo tipo de fertilizantes, unos más
aptos para el sector de Cabernet Sauvignon, unos menos concentrados para las
Pinot Noir que eran las favoritas de aquel padre que partió a la guerra.
Se escabulló por la ventana para entrar al cobertizo y busco entre todas las
herramientas el farol de su padre, un farol de latón parcialmente oxidado por los
años que ha acompañado a su dueño. Lo reviso detenidamente antes de
encenderlo, tenía la cantidad suficiente de aceite de ballena. Usando la cremallera
ajusto la llama al punto máximo que permitía y retomó su camino hacia el quercus.
Cuando por fin llegó, se echó a llorar desesperada mente, no podía creer que la
guerra estaba tan cerca de su casa, había tomado parte ya de su familia
llevándose a su padre a pelear al frente de la batalla.
Intentó tranquilizarse, encontrar la paz que aquel lugar le hacía alcanzar,
necesitaba la guía de las voces divinas una vez más.
Caminó por los alrededores, lloró hasta la última lágrima, agotó todas sus fuerzas
hasta que, vencida por la tristeza, se sentó casi al borde de la pequeña planicie y
contempló, desde lo alto el amanecer del triste invierno.
Sintiéndose abatida, escuchó que a lo lejos una voz pronunciaba su nombre.
Juana acudiendo al llamado se puso de pie, intrigada e inquieta por descubrir
quién le llamaba y desde que dirección venía esa voz.
Dando un par de pasos, acercándose al borde del descanso, pudo observar que a
100 leguas cuesta abajo venía caminando una persona, era un hombre, y era él
quien pronunciaba su nombre hace unos minutos y al ver que Juana lo había
escuchado y se asomó, alzó los 2 brazos para llamar su atención, indicándole con
señas que aguardara a su llegada en ese lugar.
La impresión de Juana al ver al misterioso hombre solo puede ser comparada con
la misma que sintió el apóstol Tomás, al ver y palpar las heridas de Jesús
resucitado, como se dice en el evangelio de Juan, porque este misterioso hombre
no era un campesino, sino un santo.
- ¡San miguel! – gritó – ¿En realidad eres tú?
- Si Juana, soy yo, quien te ha hablado y guiado a lo largo de tu vida.
- No puedo creer que seas tú – prosiguió Jeanne, sin creer lo que estaba
ocurriendo – ¿Qué haces aquí? ¿Cuál es la razón de la dicha de estar en tu
presencia?
- Siempre te he guiado, al igual que Santa Catarina y Santa Margarita y hoy no es
la excepción.
Juana, admirada por la presencia de San Miguel, sintió que la invadía una calma
y serenidad, olvidó que su padre marchó hacia la guerra, desatendió las lágrimas
que su madre derramó horas atrás. Se sentó y escuchó atentamente la voz de
San Miguel, el santo protector de Francia, sin saber que lo que escucharía
cambiaría el curso de su vida y llevaría a ser pronunciado su nombre en todo
Tamriel.
- Jeanne D’arc, Hija de Jaques D’arc, Serás tú quién levantará el asedio de
Orleans, región en la cual se encuentra Domrémi, tu hogar, el mismo hogar que tu
padre está dispuesto a defender de los Altmer por sus seres queridos.
Al igual que Santa Alessia, quien valerosamente se alzó en rebelión contra los
Mher, El clan élfico que dominaba y oprimía todo Cyrodil, tierra natal de los
humanos, anhelando la efímera esperanza de tener libertad, resultando una
batalla gloriosa para la humanidad, expulsando y eliminando todo rastro élfico de
Cyrodil, dando paso al imperio alessiano quienes liberaron a Francia del control
del dominio de Altmer. Tú serás quien guíe al hombre a recuperar nuevamente el
control completo de Francia.
- Pero San Miguel, ¿Cómo debo hacerlo? ¿En qué momento debo tomar la
espada? ¿Con quién lo haré? – Dijo dubitativa pero sin carencia de valentía y
decisión.
- Tu lo sabrás Juana de Arco, sabrás el momento para afrontar tu destino.
Fue así como termino el encuentro con San Miguel y Jeanne volvió a su casa, con
la intriga de cómo y cuándo sería el momento en el que tomaría parte de esta
guerra.
Al cabo de unos años, su padre aún no había regresado de la guerra, aunque sus
cartas no faltaban para su familia, dándoles tranquilidad y la esperanza de ver
nuevamente al dueño de esas tierras caminar porsus viñedos.
Esta tranquilidad se vio perturbada por la noticia de que el dominio de Altmer
amenazaba con tomar Orleans, la región donde se encontraba la comarca de
Domrémi. Fue en ese momento cuando Jeanne comprendió que era el momento
en el que ella comandaría las fuerzas militares para evitar que cayera Orleans, y,
decidida a cumplir con su destino, trató de convencer a Robert de Baudricourt,
comandante de una guarnición situada al norte de Domrémi, de que le
proporcionase una pequeña escolta para ir al frente de Orleans.
Pasó más de un año llendo al barracón militar de Domrémi, un barracón que
parecía un pequeño castillo de tres estructuras principales unidas por pasillos
elevados de piedra en forma de pequeña muralla, cuyas funciones eran albergar a
los soldados, alimentarlos, entrenarlos y un área de fines estratégicos para los
oficiales y altos mandos del grupo militar. Además de poseer una herrería
completa que suministraba las armas de los soldados; Parcial mente rodeado de
un amurallado de piedra más alto que el interior que comunicaba las estructuras,
que era imposible escalar por fuera ya que la elevación era la suficiente para
cubrir 30 le guas de visión a la redonda. Altura que aprovechaban muy bien los
vigías en las torres de vigilancia situadas en esta muralla.
Hasta que consiguió que el comandante al ver que tenía la aprobación e
incondicional apoyo de los aldeanos. Le concedió probar su valía para poder
unirse al ejército.
- Mis hombres no dan vía libre a cualquiera que quiera unirse a nuestras tropas, y
no me queda claro cuáles son tus motivos para estar aquí – fueron las palabras
que salieron de la boca de Robert de Baudricourt, un comandante de mucha
experiencia y gran edad, de pelo canoso y muy corto que siempre porta con
orgullo la armadura militar.
- Estoy aquí porque he escuchado voces que me dictan mi destino, y de no ser
suficiente he visto a San Miguel en persona quien me ha encargado ser quien
ayudaría a Francia a ganar en esta guerra.
- ah… es cierto, eres la hijo de D’arc, el pueblo entero habla de ti y tus
alucinaciones. Aunque pueda ser que no sean del todo patrañas de tu parte,
después de todo el sacerdote Vokun te ha defendido todos estos años.
- Comandante, ¿Es acaso que no le parece un motivo más que convincente?
- No podemos depositar la confianza de la guardia francesa solo en divinidades.
Mientras tanto, ¿Por qué no vas a charlar con la legada Rikke? Si tu habilidad para
la guerra es respaldada por los divinos al igual que tus pensamientos supongo que
podría sernos útil alguien como tú.
Así pues, busco Jeanne a la legada dentro de aquella base militar, de abundantes
cámaras construidas a base de piedra, puertas de la madera más gruesa y
resistente que se daban en ese lugar, con armas a modo de decoración en las
paredes, mazos, martillos, espadas, mandobles, arcos, dagas y estandartes de
contorno dorado con su interior rojo carmesí con el signo de un dragón negro al
centro.
-s ¿Eres tu quien viene por orden de voces divinas? El comandante Baudricourt
me conto varias cosas sobre ti. – Le dijo la legada Rikke en el momento que Juana
de arco entró a su despacho.
La encontró al entrar por una entrada de doble batimiento a una cámara espaciosa
con varias libreras repletas en una pared del costado; una Gran mesa redonda al
centro con un mapa en relieve del área que controlaba esta gran guarnición;
repisas repletas de varios instrumentos y armas. Cajas apiladas y barriles en una
esquina, un gran escritorio con una silla grande, con un leve parecido al de un
trono, digna de su elevado rango, cofres ingeniosamente ubicados, réplicas de
trajes militares de por lo menos tres altos mandos históricos a modo de decoración
y varios soldados que montaban guardia en ese lugar.
- Tengo buenas sensaciones contigo – prosiguió – y no suelo tener buenas
sensaciones con nada. Una guerrera sabe cuándo debe fiarse de su instinto.
-s Contigo no seguiremos el proceso normal. He preparado una pequeña prueba.
Si la superas, hablaremos de tu ingreso a la armada.
- Puedo encargarme de todo lo que me asignes – Contesto Jeanne.
- ¿Tienes aplomo, o es solo bravuconería? Prefiero el aplomo. Los soldados
bravucones acaban muertos. Pronto lo averiguaremos.
- Te enviaré a despejar el fuerte Hraggstad – dijo la legada sin dejar hablar a
Juana de arco – Si sobrevives, superaras la prueba, si mueres tu cadáver no me
servirá de nada.
- Me parece lógico – contesto Jeanne – si me permite preguntar ¿Qué hay en el
fuerte Hraggstad?
- Para responder a tu pregunta deberás saber que los antiguos construyeron
muchas de las fortalezas que salpican el paisaje de Francia. Por desgracia
muchas se han deteriorado gravemente y la mayoría han sido ocupados por
bandidos y vagabundos.
- Comprendo, los bandidos de este fuerte son contratados por los Altmer, ¿Es
correcto? – dedujo con mucha certeza Juana de Arco.
- Así es – le contestó – el fuerte Hraggstad es una de las pocas que permanece
casi intacta.
- ¿Qué piensan hacer cuando esté libre de bandidos el fuerte?
- Instalaremos allí una pequeña guarnición. Me agrada tu entusiasmo, tienes que
deshacerte de los bandidos que habitan en ella.
- Legada Rikke considere ese fuerte ya de su propiedad.
- Bien, eso es lo que quería escuchar ahora ve y haz tu trabajo. Puedes tomar lo
que necesites de la armería.

Las tierras de Francia, al igual que Cyrodil albergaban a distintas razas de las
existentes en Tamriel. Entre ellas se encuentran “los Khajiitas” una raza de bestias
felinas, inteligentes, que caminan erguidos en sus patas traseras; con ojos, de
vastos colores entre cada uno de ellos, diez veces mejor que los de un lince,
tienen la agudeza de percibir su objetivo a una legua de distancia; tienen garras
afiladas más duras que sus propios huesos, que utilizan para el combate cuerpo a
cuerpo y desgarrar la carne de su objetivo. Su pelaje, si nada que envidiar al tercio
pelo, es suficiente para ayudarlos a soportar las furias de cualquier invierno y su
formidable movilidad, que no tiene nada que envidar a la del imperial más
experimentado, le proporciona una clara ventaja en el combate cuerpo a cuerpo.
Los Bretones, son unos seres mitad elfos, y mitad humanos. Una mezcla entre
altmers y nórdicos, en un intento de crear una raza superior. Habitan la provincia
de Roca Alta.
Se trata de una raza de magos con alta resistencia a la magia, aunque con
algunos rasgos distintivos. Son considerados una raza inteligente en Tamriel,
conocida por su competencia en el pensamiento abstracto, una posible razón para
su destreza en artes mágicas.
Su apariencia física, tienen todos los rasgos de un humano y muy notorio los
rasgos nórdicos; a diferencia de estos que en su mayoría son de tez blanquecina y
melena larga y dorada Los Bretones tienen distintos tonos de piel, desde los más
blanquecinos hasta todos de piel más oscuros al igual que en las tonalidades de
su cabello. Son Altos y de constitución fornida y atlética, pero sin ser capaces de
soportar el frío excepcional mente como un nórdico puro ya que la sangre élfica
los llevó a ser resistentes a la magia. A pesar de tener sangre élfica no tienen ni
un rasgo de ellos salvo una pequeña punta en la parte superior de la oreja que
apenas es visible.
Poco y menos se sabe sobre los habitantes de Ciénaga Negra. Años de defensa
de sus fronteras han hecho a “los Argonianos”, raza que no podía faltar en las
tierras de Francia, expertos en la guerra de guerrillas, y sus habilidades naturales
los hacen iguales tanto en tierra como en agua. Los Argonianos están bien
adaptados a los traidores pantanos de su patria, habiendo desarrollado
inmunidades naturales a las enfermedades y los venenos que han condenado a
muchos de los aspirantes a exploradores en su región. Los Argonianos son
criaturas reptiles anfibias humanoides, como se evidencia por su apariencia y la
capacidad natural de respirar bajo el agua.
Los nórdicos, aunque en menor cantidad en comparación a Skyrim, son una raza
de humanos altos y de rubios cabellos de Skyrim, conocidos por su increíble
resistencia al frío y a los hechizos helados. Son guerreros entusiastas; y actúan
como soldados, mercenarios, mercaderes y herreros alrededor de todo Tamriel.
Deseosos de aumentar sus habilidades marciales más allá de los métodos
tradicionales de Skyrim, sobresalen en todo tipo de guerra.
En Skyrim hay abundantes bestias, como gigantes de 25 pies de alto, feroces
tigres dientes de sable, Osos de las montañas y abundantes manadas de lobos,
por lo que la caza es muy común y eso explica que utilicen las pieles para vestirse
más que ninguna otra raza.
Por encima de todo, la cultura nórdica se centra en la búsqueda del honor y la
gloria, poniendo un gran énfasis en la familia. Los nórdicos viven en las zonas
heladas, reminiscentes a su nativa Atmora, conocidos como un pueblo militante de
sus vecinos.
Naturales de la civilizada y cosmopólita provincia de Cyrodiil, los imperiales son
muy educados y bienhablados. No podían faltar colonias de imperiales en Francia
luego de que el primer imperio, el Imperio Alessiano, expulsara a los elfos que
tenían oprimido y sometido al pueblo de Francia. También son conocidos por la
disciplina y el entrenamiento de los ejércitos de sus ciudadanos. Con esto fueron
capaces de luchar contra los guardias rojos por el control de la mayor parte de
Tamriel.
Aunque físicamente son menos imponentes que las otras razas, los imperiales han
demostrado ser astutos diplomáticos y comerciantes; y estos rasgos, junto con su
habilidad y entrenamiento como infantería ligera, les ha permitido dominar a todas
las demás naciones y razas, erigiendo el monumento a la paz y la prosperidad que
comprende el glorioso Imperio.
Los imperiales controlan la mayoría de los puertos de Tamriel, además de ser
similares en apariencia a los bretones, a pesar de su color de piel más oscuro.
Sin dejar de mencionar a los franceses, su piel amarillenta apenas cubría la red de
musculos y vasos sanguíneos. Su cabello en la mayoría de individuos negro y
lacio. Sus dientes muy blancos pero todo ello no lograba más que realzar el horror
de los ojos oscuros y penetrantes con una sed de venganza.
De constitución fornida, aunque en menor proporción que un nórdico y un Breton,
eran casi tan ágiles como un Khajiita. Son casi tan inteligentes o incluso más
inteligentes que los imperiales y la capacidad estratégica de guerra que pueden
llegar a desempeñar podrían llegar a ser clave en esta batalla.
La escolta de Juana de Arco no era la excepción de estas razas, estaba integrada
por formidables Khajiitas, Valerosos Bretones, Intimidantes Argonianos, Algunos
imperiales que habían dejado de lado su vida en Cyrodil, capital del imperio, y
patrióticos franceses con sed de victoria.
c

, joven de 15 año de edad y de aproximadamente 5 pies y 3 pulgadas de alto,

También podría gustarte