Está en la página 1de 2

DOMINIO PROPIO

Dominio propio significa que tú controlas tus pensamientos,


sentimientos y acciones en lugar de que ellos te controlen a ti. Es
manejar el enojo sin herir a nadie; es poder parar de jugar o de leer porque
sabes que necesitas la cantidad apropiada de tiempo para dormir. Dios quiere
que tú puedas controlarte a ti mismo.

“Esta será la última.” “Una vez más no le hará daño a nadie.” “Solo necesito un
poco más…” Frases como estas pueden encontrarse en medio de cosas
sencillas como ese pedazo extra de pastel que no me debería comer, esa hora
más de TV o esa alarma que dice que debemos levantarnos. También pueden
ser parte de cosas con mayores consecuencias como compras compulsivas o
inmoralidad sexual.

Una concesión tras otra. Otro deseo más de nuestra carne al que no logramos
decir no. La falta de dominio propio es un pecado del que todas padecemos de
alguna manera y no le prestamos la atención que deberíamos.

La Biblia, yo y el dominio propio

El dominio propio es completamente necesario para una vida que agrada al


Señor.

La Biblia nos enseña que el dominio propio es la manera en la que debemos


conducirnos (2 Timoteo 1:7; Tito 2:12 ; 1 Pedro 4:7; 2 Pedro 1:6) y es parte
del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23).También nos dice que aquel que no
domina su espíritu es como una ciudad invadida y sin murallas (Proverbios
25:28), una que está en derrota y a merced de cualquiera que quiera entrar y
saquear.

Como creyentes no nos cabe la menor duda de que el dominio propio es algo
que Dios quiere, pero en muchas ocasiones no invertimos nuestros esfuerzos
en ello.

Quisiéramos el dominio propio:

 Como una pastilla, tomarla y ¡listo!, sin ningún tipo de esfuerzo ahí lo
tenemos.

 Pero nos cuesta decirle no a ese pecado que tanto amamos.

 Pero siempre para la próxima ocasión.

 Pero estamos esperando que Dios quite nuestros deseos pecaminosos


para poder actuar.

Queremos las libras menos sin la dieta, la productividad en medio de la pereza


o la pureza sexual sin tener límites.
La realidad es que no funciona de esa manera. Si la Biblia le da tanta
importancia al dominio propio nosotras también debiéramos.

Si no podemos desarrollar el dominio propio, no podremos


desarrollar tampoco ninguna de las otras características que
conforman un carácter piadoso. En ese sentido, podemos decir
que el dominio propio es la puerta de entrada a todas las demás
características piadosas que deseamos ver.
Sugel Michelén

Sin sacrificio y dominio propio no hay victoria ni éxito en


el deporte. Tampoco en la vida cristiana o en el ministerio. El
pastor John MacArthur nos ayuda a ver la conexión que Pablo
hace entre los atletas que competían en los Juegos Ístmicos y la
vida cristiana:

El dominio propio es la habilidad empoderada por el


Espíritu Santo y guiada por la Palabra de evitar excesos y
mantenerse en los límites dados por Dios, de manera que
obedezcamos las Escrituras y cultivemos la aptitud de vivir
considerada y cuidadosamente haciendo lo correcto a pesar
de nuestros deseos. 2

Con base en lo anterior, veamos la primera motivación para


ejercer el dominio propio. La gracia de Dios (Tit. 2:11-12) nos
garantiza el perdón de Dios y su poder en esta batalla (1 Jn. 1:9).
La gracia de Dios nos garantiza que el Padre nos recibirá cada vez
que no ejerzamos el dominio propio y vengamos a Él confesando
nuestro pecado (1 Jn. 2:1-2). La gracia de Dios nos enseña que
el dominio propio se aprende en el proceso de la vida cristiana,
lo cual implica prueba y error (1 Jn. 2:12-14). La gracia de Dios
abrió nuestros ojos para que podamos ver que Cristo es mejor
que cualquier pecado y cualquier autocomplacencia pecaminosa
(2 Co. 4:3-6). La gracia de Dios nos enseña a tener amor por
otros cuando ellos no ejercen dominio propio en sus vidas. La
gracia de Dios nos enseña a ser pacientes con otros porque Dios
ha sido paciente con nosotros. La gracia de Dios nos libra del
legalismo y del antinomianismo. 36
En segundo lugar, la Segunda Venida de Cristo (Tit. 2:13) nos
recuerda que la batalla contra el pecado tiene fecha de venci-
miento. Esta lucha no durará para siempre (1 Jn. 3:2). El regreso
de Jesús nos recuerda que un día nuestro Salvador recompen-
sará a quienes se negaron a sí mismos y vivieron para su gloria

También podría gustarte