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“Esta será la última.” “Una vez más no le hará daño a nadie.” “Solo necesito un
poco más…” Frases como estas pueden encontrarse en medio de cosas
sencillas como ese pedazo extra de pastel que no me debería comer, esa hora
más de TV o esa alarma que dice que debemos levantarnos. También pueden
ser parte de cosas con mayores consecuencias como compras compulsivas o
inmoralidad sexual.
Una concesión tras otra. Otro deseo más de nuestra carne al que no logramos
decir no. La falta de dominio propio es un pecado del que todas padecemos de
alguna manera y no le prestamos la atención que deberíamos.
Como creyentes no nos cabe la menor duda de que el dominio propio es algo
que Dios quiere, pero en muchas ocasiones no invertimos nuestros esfuerzos
en ello.
Como una pastilla, tomarla y ¡listo!, sin ningún tipo de esfuerzo ahí lo
tenemos.