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Tomar decisiones y aplicar políticas públicas a nivel nacional, regional y local es sumamente
complejo, debido entre otros factores a la alta heterogeneidad cultural y las profundas
desigualdades socioeconómicas que existen. Ambos factores plantean la urgente necesidad de
implementar una gestión pública con enfoque intercultural.
1. CONCEPTOS ELEMENTALES
Según Fidel Tubino, la interculturalidad hace referencia a la interrelación entre culturas distintas.
Partimos de la premisa que la interculturalidad como concepto aparece incorporada en la
agenda política de los movimientos indígenas de América Latina. Se parte de la idea que la
interculturalidad es un concepto que en los últimos años ha sido asumido como parte de las
temáticas en materia de desarrollo y cuyo enfoque de trabajo parte de la interrelación entre
culturas y el reconocimiento de las diferencias. Más que una definición conceptual en sentido
teórico se trata de una construcción eminentemente actitudinal y se asume como estrategia
para la mejora de las relaciones humanas y la solución de conflictos en espacios locales. (Vega
Castillo: 2014)
La interculturalidad como concepto ha sido trabajada desde distintas perspectivas. Algunos
autores han indicado que la interculturalidad surgió como una iniciativa política de los pueblos
indígenas tradicionalmente excluidos de la agenda del proyecto de modernización de los
estados.
Estos elementos nos permiten entender que la interculturalidad como enfoque, contiene
elementos importantes. Parte de la interrelación de los actores, reconoce los conflictos y
diferencias y plantea la negociación, el diálogo y consensos como estrategias importantes a nivel
de inclusión de los sectores más marginados. Sin embargo, estas posiciones por sí solas no
bastan para que los colectivos, en este caso los pueblos indígenas, puedan insertarse en
condiciones de diálogo equitativo con el Estado, más aun entendiendo que el diálogo solo puede
realizarse, en principio, por el reconocimiento del otro como un actor legítimamente reconocido
y en condiciones equitativas.
No estamos hablando propiamente de diálogo entre iguales, sino más bien de diálogo entre
actores sociales diferentes y diversos pero que construyen consensos a partir del
reconocimiento de sus diferencias.
A pesar que el enfoque intercultural es promovido como una iniciativa de inclusión desde la
educación, lo cierto es que a nivel político, económico y social hubo un divorcio con la sociedad
boliviana desde el propio Estado.
La década de 1990 marcó un punto de inflexión en la forma como la cultura era considerada en
las agendas de desarrollo internacional. De ser un tema ausente, la cultura fue ganando terreno
progresivamente hasta posicionarse como un activo para el desarrollo. La difusión del enfoque
de desarrollo humano, la movilización política trasnacional de las organizaciones indígenas en el
contexto del quinto centenario del “descubrimiento” de América, la proclamación de la “Década
Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo” (1994-2005) por las Naciones Unidas –entre
otros factores– motivaron este cambio. En este contexto, la interculturalidad empezó a ser
promovida por los organismos de cooperación internacional y por las organizaciones de la
sociedad civil, como un enfoque que puede contribuir a mejorar las acciones de los gobiernos
en respuesta a las desigualdades económicas, sociales y políticas, que impiden un desarrollo más
inclusivo y equitativo en sociedades plurales.
A pesar de sus potencialidades, el enfoque intercultural no debe ser entendido como una
panacea en respuesta a los complejos desafíos de políticas en contextos de alta diversidad
cultural. Si bien la aplicación del enfoque intercultural contribuye a mejorar la comunicación
entre el Estado y la ciudadanía, no asegura el establecimiento de consensos. Ignorar el potencial
del enfoque intercultural para mejorar los funcionamientos y desempeños del Estado en
sociedades plurales, puede ser tan pernicioso como pensar que la cultura explica o justifica
problemas, tensiones o conflictos que son más bien originados por desigualdades, inequidades
o incentivos de naturaleza económica, política o social.
La ideas y concepto de desarrollo han ido evolucionando y cambiando a lo largo de los años. La
evolución del concepto está relacionada a los diversos esfuerzos por definir un modelo de
desarrollo, dado los continuos fracasos que se expresan hoy en día en las altas tasas de pobreza,
desempleo, analfabetismo y millones de personas que no acceden a oportunidades de bienestar
integral.
Observaremos a continuación los distintos enfoques de desarrollo que se han sucedido en las
últimas décadas.
Esta idea aparece ligada a la idea del crecimiento económico, teniendo como meta central el
progreso material. El desarrollo, medido por la cantidad de riqueza generada, fue expresado a
través de cifras donde se mostraba, por ejemplo, que la economía crecía, a pesar que la mayoría
de la población vivía en la estrechez de los recursos.
Este enfoque, centrado en el crecimiento económico, que aparece en la década de los años
cincuenta, promovió que la riqueza y la prosperidad se generen en forma desigual. El desarrollo
se vio como aumento de la producción y crecimiento de la economía y parte del supuesto que
los recursos naturales son inagotables, pero la experiencia nos ha demostrado lo contrario (ej.
La crisis por el calentamiento global, contaminación, guerras constantes, la deforestación, la
desaparición de especies animales, la escasez de los recursos para la pesca y caza, etc.).
Fue necesario poner al ser humano como centro y objetivo final del desarrollo para modificar y
ampliar el enfoque basado en el crecimiento económico. El enfoque del desarrollo humano nos
dice que la economía no es suficiente para definir el desarrollo, es necesario ampliar las
libertades y oportunidades para que los seres humanos desplieguen sus potencialidades y
cuenten con las condiciones necesarias para lograr una vida plena.
Esta idea fue evolucionando hacia el concepto de expansión de capacidades, poniendo el acento
en que también es importante lo que la gente puede “hacer” y “ser” y no solo lo que pueda
“tener”. El énfasis está en el ser humano y sus posibilidades y no en lo que pueda acumular
materialmente.
Desde este enfoque, el desarrollo no puede concebirse sin asumir que los derechos humanos
son una conquista universal irreversible y que las políticas públicas deben orientarse a crear
condiciones para el ejercicio pleno de sus derechos. Los derechos humanos nos permiten vivir
con goce de libertades individuales, de derechos políticos, pero también a acceder a la
educación, al trabajo, el respeto a nuestra cultura, los cuales son llamados derechos económicos
sociales y culturales. El ejercicio de los derechos es una condición para acceder a oportunidades
y libertades necesarias para alcanzar un desarrollo humano sostenible.
El enfoque de género
El desarrollo sostenible
La definición de “Desarrollo Sostenible” fue utilizada por primera vez en 1987 en la Comisión del
Medio Ambiente de las Naciones Unidas, más precisamente en el Informe denominado Nuestro
Futuro Común trabajado por la especialista Gro Harlem Brundtland.
Está definido como un tipo de desarrollo que garantice la sostenibilidad de recursos del presente
pensando en su disponibilidad para poblaciones futuras. Propone un enfoque de desarrollo que
reconoce la importancia del crecimiento económico pero en equilibrio con el desarrollo social,
desarrollo cultural, y del medio ambiente. Reconoce el derecho que tienen las generaciones
venideras a tener la misma oportunidad de bienestar que trae consigo el uso de los recursos
naturales y su industrialización, así como de los derechos sociales y culturales.
El Vivir Bien
El “buen vivir”, Sumak Kawsay (quechua ecuatoriano), Suma Qamaña (quechua altiplánico) o
también denominado el “Vivir en Plenitud”, es un concepto innovador de desarrollo incorporado
en el marco de las políticas públicas de Ecuador y Bolivia y que viene siendo promovido desde
los enfoques interculturales y ecologistas.
Existen iniciativas de los pueblos indígenas y algunas instituciones de la sociedad civil que se
basan en el enfoque del vivir bien, aplicado a la educación, la salud, territorio, revalorización del
arte y manifestaciones culturales. En los últimos años, en el plano de las políticas públicas se han
producido algunas iniciativas que toman en cuenta criterios culturales desde los pueblos
indígenas andinos y amazónicos; especialmente por iniciativas de funcionarios en los espacios
locales, sin embargo no existe una política de Estado con dicho enfoque.
Por definición el “vivir bien” significa vivir en armonía con la naturaleza y el medio ambiente sin
deteriorarlo, implica también una mejora en la calidad de vida de todos y todas, especialmente
de los pueblos indígenas andinos y amazónicos. Surge a partir de la idea que los pueblos
originarios de América Latina tenían desde tiempos ancestrales una relación especial con la
naturaleza, en armonía y en prosperidad. Ese enfoque es el que ha permitido al ser humano ser
parte de la naturaleza, sin embargo las concepciones europeas del desarrollo trastocaron esta
manera de pensar y absolutizan una racionalidad de aprovechamiento y de tipo extractivista
que consideraba al medio ambiente como un recurso natural susceptible de ser aprovechado y
explotado intensivamente. Dicha racionalidad se empoderó en América Latina durante el
periodo de la conquista y se ha mantenido vigente hasta el día de hoy. El buen vivir se constituye
en un enfoque alternativo construido desde las epistemologías latinoamericanas originarias.
En la actualidad el enfoque del vivir bien surge como una alternativa a los modelos de desarrollo
tradicionales basado en la lógica de indicadores y resultados; así como los enfoques ecologistas
orientados al manejo sostenible o manejo comunitario de recursos naturales, que al fin y al cabo
no serían sino otras maneras de instrumentalización de la naturaleza, orientados a un
aprovechamiento racional tomando en cuenta el principio de desarrollo sostenible.
Durante años, los pueblos indígenas a través de sus organizaciones en reuniones de trabajo,
foros públicos, congresos, eventos y comunicados ante la opinión pública han manifestado
abiertamente la necesidad de promover un modelo de desarrollo que tome en cuenta su
cosmovisión y forma de entender el mundo. La presencia de industrias extractivas (petroleras,
mineras, hidrocarburíferas, madereras, pesqueras, etc.) en sus territorios deteriora su medio
ambiente, viola sus derechos y amenaza sus formas de vida.
Existen gobiernos locales en cuya jurisdicción existe una amplia diversidad y consecuencia de
dicha diversidad es necesario implementar modelos de gestión intercultural inclusiva que tome
en cuenta las particularidades culturales de dichos pueblos. Por ejemplo al existir población
indígena en un territorio y ante la necesidad de atender sus demandas desde la perspectiva de
sus propias culturas, se hace necesario que los municipios implementen un área especializada
en pueblos indígenas que se encargue de promover políticas públicas que partan del
reconocimiento de su cosmovisión, la importancia de sus territorios, mecanismos de
participación e inclusión ciudadana, cuidado del medio ambiente y promoción de actividades
culturales de revalorización de las culturas en el territorio.
Un ejemplo de ello son las direcciones o unidades de desarrollo de los pueblos indígenas
promovidas a solicitud de las organizaciones indígenas locales con la designación de liderazgos
indígenas, designados a través de elección democrática en los congresos indígenas e
incorporados por la gestión pública local. El contar con un funcionario indígena con legitimidad
ante la organización indígena y reconocida por la gestión pública, de alguna otra manera
incorpora la voz indígena al proceso de desarrollo. Lamentablemente, una de las limitaciones en
la implementación de estas oficinas de asuntos indígenas tiene que ver con la escasa asignación
presupuestaria y la discriminación por parte de otros funcionarios públicos de otras gerencias
quienes consideran a estas entidades oficinas de menor importancia.
De acuerdo a lo mencionado existen elementos que debemos tomar en cuenta para
implementar una gestión intercultural:
Actitud hacia el cambio. Cambiar paradigmas (entender de una vez por todas que Bolivia
es un país diverso) y que todos los pueblos que lo habitan tienen derecho a ser
escuchados desde sus propias culturas.
Formación pública con enfoque intercultural. Para poder trabajar en base a criterios
culturales en los espacios locales.
Una gestión intercultural que sitúe por encima de todo a la persona humana sin
discriminación, racismo, o cualquier forma de maltrato por su lugar de procedencia,
género o cultura.
Una priorización presupuestaria en materia de gestión intercultural.
Atención a los pueblos indígenas tomando en cuenta temas referentes a sus territorios,
conflictos sociales, formas de producción, turismo, calidad de vida, participación
política, formas de organización, formas de hacer justicia, educación, salud, migraciones
e incorporación a la agenda del desarrollo desde sus propias culturas.
Una gestión pública intercultural debería incorporar en sus agendas los siguientes elementos: