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Carta al Niño Jesús.

María de los Ángeles Marín Boscán, 4to Año “A”


Querido infante…
300 días de sangre, sudor y lágrimas y finalmente vienes a mi morada…
He aquí un alma del purgatorio implorándote nada más que entrar al Edén que es el
consuelo de tu amor…
Después de servir como hogar a todos los demonios de esta Tierra vacía y ajena a
la humanidad, por una noche puedo servir de pesebre para la salvación
encarnada…
Esas pequeñas luces que brillan sobre la tempestad y evitan que la vela se apague,
gracias te doy por ellas, pues me han dado fuerza para levantarme cuando mis
piernas eran frágiles cual porcelana rota…
Te entregaría mi corazón como ofrenda, pero temo que está totalmente
quebrantado… es capaz de dar amor, a pesar de que lo único que haya en él es
tristeza
Solo tú puedes restaurarlo.
Te ofrezco mi gratitud, mi Niño Milagroso… Pues a pesar de estar rota, me
mantuviste entera, me mantuviste viva, enviaste a tus ángeles para evitar que los
demonios me arrastraran al infierno
A pesar de habitar soberanamente el mar en luna llena, sencillamente mi alma se
encuentra vagante y desolada…
Devuélveme mi espíritu por esta Navidad… Cambia esas lágrimas por sonrisas.
No te pido dinero, ni alimento, ni vestiduras, no estoy sedienta de nada de eso…
¿Es muy ostentoso y atrevido pedir un suspiro motivado de amor y paz, en vez de
pesar y cansancio?
No tengo miedo de morir, más me aterra que mi alma en pena nunca consiga la luz
del Cielo… Alma asesinada por agresión al corazón, incapaz de resucitar, incapaz
de descansar, incapaz de saborear el néctar de la felicidad. Alma exhausta de
aquellos fariseos, hermosos por fuera, pero lastiman con el veneno de un ejército
de Mambas Negras… De este mundo dominado por el odio y maldad, donde aquel
que ama es sentenciado a vivir y morir en sufrimientos y odio.
Soy ajena a la avaricia, hipocresía y malquerencia de mi hermano, el hombre…
Son las 3 de la mañana, la luna brilla en su plenitud, el viento sopla haciendo caer
las hojas, el silencio reina en las calles, la soledad y el vacío están al acecho.
Alas de un ángel, rotas y devoradas por demonios hambrientos, sedienta de amar y
ser amada, en un mundo en donde se aborrece aquel sentir, mundo frío
inconsciente del nacimiento del Amor mismo.
¡Hidalgo de la Divinidad! Brinda a este pobre ser, que se arrodilla ante ti, la dicha,
la bienaventuranza, el lenitivo, de habitar mis entretelas y liberarme del yugo
despótico al cual esta Tierra me ha sometido, y me carcome lentamente, esfumando
mi humanidad y benevolencia.
Devuélvele su corazón, devuélvele su alma, a esa niña…Para esta Navidad.

De: María de los Ángeles.


Para: Jesús.

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