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Ética Profesional

Tercer Parcial

1. Análisis de las experiencias de juicio


moral y ético en relación a los
principios y normas de la ética
profesional (beneficencia, autonomía,
justicia, secreto profesional,
confidencialidad.
Estudio y reflexión de Jr 4, 1-4: El
arrepentimiento como actitud que ayuda
en una vida ética profesional.

La Ética, hace referencia al deber ser, a las normas dignas de ser


cumplidas. Es la norma que una persona se otorga a sí misma en
función de su reflexión y análisis de los valores y las opciones que se
le presentan en un momento dado.
Mientras que la Moral, se trata de las buenas costumbres aceptadas
socialmente. Es decir, como el conjunto de normas que recibimos a
partir de la educación acerca de que debemos hacer u omitir. Otro
concepto relacionado con la moral es la Sindéresis (Capacidad
natural para juzgar rectamente, con acierto) como la intuición
primera y natural del bien. Si la moral nos viene del exterior; la
Ética tiene su origen en el interior y la intimidad de la conciencia
humana.
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Existen otros conjuntos de normas, cuyo objetivo es regular el


comportamiento del individuo, como en los siguientes ámbitos:

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NORMA DESCRIPCIÓN EJEMPLO
MORAL Regulan la conducta de Solidaridad
los individuos, respecto al Respeto
bien individual y común. Responsabilidad
Honestidad
Integridad
SOCIAL Establecen principios de Solidaridad
comportamiento, que Saludar
vigilan la convivencia. Pedir permiso
Disculparse
RELIGIOSA Determinan las acciones “Amar a Dios sobre
que las personas todas las cosas”.
creyentes deben seguir
para mantener y
asegurar el respeto
JURÍDICA Regulan la conducta del “El varón y la mujer
individuo conforme a la son iguales ante la ley”.
ley.

La Ética debe cumplir con dos normas básicas:

1. No abusar o engañar a las personas y

2. Hablar siempre con la verdad.


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Un problema ético tiene que ver con lo bueno
Los Juicios éticos y lo malo que se ha establecido como regla de
Supone la consideración
razonada de las vida entre las personas pertenecientes a una
consecuencias éticas de sociedad. En cambio un problema moral tiene
una acción, que ver con lo enseñado y aprendido en el
determinación o
núcleo familiar, es decir, la honestidad, la
conducta, en relación
con el sistema de responsabilidad, la caridad, etc. Al fin de
valores y reglas que cuentas ambas se entrelazan y se evidencian
una sociedad comparte.
en las acciones de una persona, en el contexto
Se enfoca en el
raciocinio, en la en donde se relaciona.
capacidad para a. Los problemas éticos y morales en la
reconocer un dilema
vida laboral
ético.
Un problema ético frecuente en la vida
Los Juicios morales, laboral es faltar al llamado secreto
son particulares, profesional. Un profesional de la medicina, de
válidos en un contexto
la enfermería, de la psicología, del derecho,
determinado, en una
época y lugar específico, del periodismo, el trabajador social, está
se utilizan para una obligado a guardar el secreto profesional, el
persona o grupo
cual es una obligación de tipo legal que
determinado, están
influenciados por las establece que los profesionales anteriormente
costumbres, las citados deben mantener en secreto la
tradiciones y varían
información recibida de sus clientes.
según donde se
ubiquen.
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El secreto profesional protege la intimidad del cliente y es muy importante
para que fluya la confianza entre ambos, asegurando así la obtención del
mejor de los servicios que el cliente ha solicitado.
Aunque el resto de las profesiones no estén obligadas a guardar sigilo por el
secreto profesional se hace obvio que un profesional no debe divulgar lo que
en confidencia su cliente le ha contado, no solo porque puede tener un
problema de tipo legal sino porque su honor queda entredicho afectando
gravemente su trabajo a corto, mediano y largo plazos.
b. Problemas éticos y morales en la sociedad hondureña
Honduras es un país de muchas políticas públicas y sociales encaminadas al
aseguramiento de los derechos de los ciudadanos, de ellas se derivan leyes
que nacen para asegurar la armonía de la sociedad, con tristeza en los
últimos años se puede observar un repunte de violencia e inseguridad,
producto de la corrupción y la impunidad. Esta situación se ha generado con
la contribución de todos y todas, al no respetar las leyes y haber negociado
los valores y principios morales.

La lista de problemas éticos y morales es extensa, por ejemplo, se critica y


repudia los actos de corrupción que se han descubierto en muchas instancias
del Estado; sin embargo, los mismos ciudadanos no identifican la corrupción
en actos como dar dinero a un policía en lugar de ir a tránsito y pagar una
multa; copiar en un examen, pagar para conseguir un examen, etc. ¿Dónde
radica el problema ético?
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Consecuentemente, la sociedad ha establecido que la corrupción en todas sus
expresiones es calificada como una acción mala. ¿Dónde entra en juego el
aspecto moral? En que la persona aun sabiendo que el acto ejemplificado
anteriormente es calificado como malo, ha tomado la decisión personal de
realizarlo.
Los problemas éticos y morales provocan un gran dilema entre lo que se
conoce a nivel teórico como bueno o como malo y lo que de forma subjetiva la
persona decide hacer.

En resumen:

El juicio ético resulta también una herramienta vital para la toma de


decisiones en todos los aspectos de la vida ciudadana.

En todo caso cohibirá a los ciudadanos dentro de una sociedad a no cometer


actos en los que su conducta y honor pudiera verse cuestionada.

Todos los días las personas se enfrentan a diversas situaciones en las que
pueden emitir un juicio ético.

Las conclusiones de los análisis de cada individuo estarán siempre


condicionadas por los valores aprendidos en la sociedad, la escuela y por la
religión.
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Para determinar cuál será el veredicto más adecuado en el juicio, bastará con
determinar si el fin último de la situación a juzgar produce efectos positivos o
negativos para una o más personas.

El orden correcto para elaborar un juicio ético deberá pasar por analizar el
objetivo, en este caso al individuo o grupo de personas.

Luego debe analizarse el fin o propósito que mueve a esta persona y las
circunstancias en las que ocurrieron los hechos.

Juicio ético: es la facultad de razonar y determinar qué acción, conducta o


actitud es la más adecuada, de entre un conjunto de alternativas, en función
del sistema de valores que compartimos con la sociedad donde vivimos.
Ejemplos de juicio ético
1. El alumno que hace trampa en los exámenes del colegio será objeto de
un juicio por parte de sus maestros.

2. Una persona que consume drogas en la privacidad de su hogar, por más


que no presente un peligro para la sociedad, siempre será catalogada de
forma negativa según los juicios éticos establecidos en la sociedad.

3. Una persona que roba a un niño indefenso o se aprovecha de la debilidad


de este, será juzgado por la sociedad aunque sus actos hayan sido
motivados por una gran pobreza.
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4. Una mujer que se dedique a la prostitución, por más que haya sido una
decisión a conciencia, siempre será vista como despreciable por la
religión o la institución de la familia.

5. Un presidente que es descubierto mintiendo sobre sus actividades


personales, será identificado como una persona deshonesta según los
juicios éticos.

6. Una persona que no ayuda una persona con discapacidad que intenta
caminar por la calle, será objeto de un juicio por parte de quien lo
observe.

7. Las personas que maltratan sin motivos a los animales serán vistas
como individuos crueles y capaces de hacer daño también a seres
humanos.

8. El acoso sexual a las trabajadoras por parte de su jefe conllevará a juicios


éticos y juicios penales.

9. Las personas que crean chismes o discordias en los trabajos serán


consideradas como de una educación muy pobre, y sus cualidades como
persona estarán fuertemente cuestionadas.
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10. Una enfermera que atiende sin consideración a los pacientes de
edad avanzada será juzgada como indolente frente a las necesidades de
las personas desfavorecidas.

Ejemplos de juicio moral

Los juicios morales son razonamientos que parten de un esquema mental, a


partir del cual el individuo decide qué es lo que a su moral “está bien y es
bueno” o “está mal y es malo”. En este sentido la moral de la persona entra
en juego, de ahí que ciertas actitudes sean bien vistas en algunas culturas
donde no está mal vista la realización de alguna acción, y en otras culturas
donde el parámetro de la moral social se ubica en otro punto de acuerdo al
mismo tema, dicho acto sea repudiable.

No siempre individuos insertos en un mismo grupo social tendrán el mismo


parámetro de moral ante una situación determinada, dicha moral varía de
acuerdo a la educación, al grado de formación y a la experiencia propia vida

Los valores morales de cada persona se desarrollan a partir de la propia


experiencia y educación, pero también en un contexto social determinado, por
eso podemos compartir con otras personas los mismos valores y juicios de tipo
moral.
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Ejemplo 1 de juicio moral: vestimenta femenina

Por ejemplo una mujer quiere vestirse con una falda corta, según su religión
las mujeres no deben llevar prendas de vestir cortas, dado que deben
guardar su cuerpo para quién sea su esposo. Dicha situación la llevará a
efectuar un juicio moral, en donde deberá elegir si elige quedarse con sus
preferencias, o bien hacerle caso a su religión.

Ejemplo 2 de juicio moral: la matanza de animales

En algunas regiones del mundo matar animales es un símbolo de fortaleza, a


la vez que son donados como ofrenda a los dioses que veneran. Entonces
supongamos la situación de que un individuo cuya cultura está en contra de
la matanza de los animales siquiera para consumo, de hecho es vegano.
Dicho individuo iba en un vuelo y su avión cae en una tribu en donde debe
matar a un animal para que no lo maten a él mismo. Deberá en dicho
momento ejecutar un juicio moral, en donde deberá decidir si sigue a su
moral con un destino fatal, o bien, la resigna por vivir.

Ejemplo 3 de juicio moral: la eutanasia

Este es un tema controvertido que ha dado vuelta por el mundo con miles de
opiniones a favor y en contra. De hecho son pocos pero hay países que lo han
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hecho Ley y algunos otros aún lo están tratando. Se trata de provocar la
muerte médica a pacientes con una enfermedad o cuadro irreversible. Si por
ejemplo nosotros fuéramos padres de un joven que sufre un accidente con
secuelas tan graves que queda en estado vegetativo y su vida se mantiene
por medio del respirador artificial. Entonces cuando los médicos nos
consultan qué hacer con nuestro hijo, si mantenerlo con vida por medio del
respirador artificial o bien, desconectarlo. En dicho momento deberemos
efectuar un juicio moral, en donde deberemos decidir qué hacer con la vida
de nuestro hijo, tendremos que considerar si la eutanasia es matar o solo
adelantar un paso inminente, etc.

Ejemplo 4 de juicio moral: el suicidio asistido

Otro tema con un grado de discusión muy parecido al anterior es el suicidio


asistido. Algunos países como Suiza han legalizado el suicidio de este modo
bajo determinadas circunstancias. En el momento de tomar la decisión de
terminar con la vida propia se efectúa quizá uno de los juicios morales más
grandes que a alguien se le pueda presentar. Desde pequeños nos inculcan
que debemos cuidarnos y éste sería el acto contrario por excelencia. La
persona que intente tomar dicha decisión tendrá en juego una serie de
valores y cuestiones morales que deberá doblegar si desea realizar dicha
acción.
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Ejemplo 5 de juicio moral: el asesinato

En ocasiones sucede que las personas se quitan la vida entre sí por diversos
motivos, algunos con motivos por así decirlos más coherentes y otros menos.
En el momento de quitarle la vida a alguien, dicho individuo deberá realizar
un juicio moral, en función de que está mal visto y según se nos enseña no se
debe matar. De hecho es muy probable que sea tan fuerte el arraigo de la
moral en el individuo, que él mismo luego, necesite tratamientos psicológicos
que le permitan afrontar dicha situación. Es común que esto les suceda por
ejemplo a soldados que van a la guerra, que deben quitar la vida de personas
no solo por defender algo, sino que además por una cuestión de subsistencia.

Ejemplo 6 de juicio moral: la mentira

Es común que los niños y adultos usualmente mientan en algún momento de


su vida. Esto los lleva a realizar un juicio moral entre decir la verdad a costa
de las consecuencias que genere, o bien, tener cierta tranquilidad a través
del engaño. Esta es un arma de doble filo, en ocasiones individuos que
mienten de forma sistemática se ven envueltos en historias tan rebuscadas
que pierden credibilidad, a la vez que ellos mismos llegan a creer de tal
forma la “versión mentirosa” que ni se acuerdan que pasó en realidad.
Muchas veces individuos que toman esta práctica como habitual, requieren
de mucho esfuerzo, voluntad propia y ayuda profesional para cambiar su
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forma de actuar ante ciertas situaciones.

Ejemplo 7 juicio moral: La pena de muerte

Es considerada inmoral por muchas personas, mientras que el permitir a


determinados criminales continuar con vida es considerado inmoral por otras
personas.

Ejemplo 8 juicio moral: Actualmente existen muchos debates en torno a la


moralidad del aborto.

Estos debates se sostienen entre juicios morales opuestos sobre el derecho de


una mujer embarazada de interrumpir su embarazo. Esos juicios se basan en
valores morales diferentes en lo referente a cuándo comienza la vida humana.

Conclusión
El juicio ético y el juicio moral son cosas diferentes. Mientras que el juicio
ético supone la consideración razonada de las consecuencias éticas de una
acción, determinación o conducta, en relación con el sistema de valores y
reglas que una sociedad comparte; el juicio moral se refiere más bien a la
facultad de juzgar y valorar una acción, determinación o conducta, en
función de si es correcta o incorrecta y de si sus consecuencias son buenas o
malas. En este sentido, el juicio ético se enfoca en el raciocinio, en la
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capacidad para reconocer un dilema ético y para determinar cuál es la
manera más correcta de actuar en relación con nuestro sistema de valores y
con las alternativas que poseemos, mientras que el juicio moral se limita a
hacer valoraciones positivas o negativas en torno a acciones o conductas.

¿Qué es el acto moral?


Un acto moral es aquella acción realizada por un individuo y que puede ser
valorada como buena o mala desde un punto de vista ético. Las acciones que
realizamos podrían dividirse en dos grupos: las que no tienen implicaciones
morales porque son neutrales (respirar, moverse o protegerse de la lluvia) y
aquellas acciones que sí pueden tener alguna consideración moral, es decir,
pueden valorarse como buenas o malas. Este último tipo de acciones es
mucho más amplio de lo que parece a primera vista. Dar la mano a alguien
puede parecer neutral, pero dar la mano a un terrorista sanguinario ya se
puede discutir moralmente.

Trabajar en una fábrica para ganarse el pan de la familia no tiene una


implicación moral, pero si la fábrica contamina un río y esto
provoca enfermedades, la neutralidad del trabajo en la fábrica desaparece.
Esto quiere decir, que casi cualquier acto es un acto moral en potencia, pues
el contexto en el que se produzca determinará una valoración determinada.
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Un acto moral depende de varios elementos. Para que hablemos con rigor de
acto moral éste tiene que ser algo elegido libremente, sin ningún tipo de
coacción. Por otra parte, el acto debe tener una finalidad, un motivo por el
cual se realiza.

Por último, el acto moral se encuentra dentro de un contexto humano que


condiciona cualquier análisis ético.
Cualquier acto moral se puede analizar desde perspectivas diferentes, es
decir, desde varios criterios éticos. Si tomo la decisión de ayudar a todo el
que lo necesita, alguien podría preguntarme por qué actúo así. Mi respuesta
podría ser muy diversa:

1. Considero que es mi deber hacerlo.

2. Entiendo que al ayudar al necesitado estoy cumpliendo con lo que Dios


quiere de mí.

3. Mi conducta moral se rige por mis sentimientos internos. Estas tres


posibles respuestas a un acto moral son ejemplos de las justificaciones
racionales o criterios que podemos emplear a la hora de llevar a término un
acto moral.

Condiciones del acto moral:

1. La Libertad

2. La conciencia
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La Libertad: Escoger el acto voluntariamente y por sí mismo es una
condición fundamental en la esencia del acto mural, porque, por ejemplo, el
acto de un individuo que se realiza bajo una coacción interna o externa no
cae en la esfera de la moral.

La Conciencia: Saber lo que se está haciendo es la segunda condición del acto


moral. Los niños, los o los locos no tienen calidad moral, porque ellos no
saben lo que hacen.

ELEMENTOS DEL ACTO MORAL

El Sujeto moral:

El sujeto moral es un individuo dotado de conciencia moral. Este sujeto no es


un ente abstracto o ideal, sino un ser concreto, ubicado en una determinada
circunstancia histórica y social. Es el sujeto real.

Los Motivos:

Los motivos o las intenciones son los que nos llevan a actuar o a perseguir
un determinado fin. Un mismo acto puede realizarse por diferentes motivos:
buenos o malos. Los motivos constituyen uno de los factores más
interesantes del acto moral por las discusiones que han suscitado.

Por ejemplo, las teorías motivistas o éticas de los motivos consideran que lo
bueno de una acción descansa en los motivos del sujeto. Como representante
de esta postura, tenemos a Kant.
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Según esta teoría, los actos pueden realizarse con buenas intenciones, pero
los resultados no son, por diversas circunstancias, buenos o positivos. Estos
actos, a pesar de todo, son positivos. En cambio, los actos que son realizados
con malas intenciones, y cuyos resultados son exitosos y hasta juzgados como
buenos, pero que no surgieron de una intención o motivación positiva, son
calificados como malos.

Conciencia del fin que se persigue:

La anticipación ideal del resultado que se pretende alcanzar es la conciencia


del fin que se persigue.

El sujeto moral tiene capacidad para sopesar los alcances, las consecuencias,
las secuelas que pueda traer consigo su acto moral y de esa manera prever
con anticipación situaciones indeseables que en muchos casos pueden ser
graves. La anticipación del resultado orienta el acto moral del sujeto. Por
ejemplo, si dos personas visitan a un amigo influyente que está enfermo, uno
podría hacerlo con la intención de reconfortar a su amigo y el otro porque
espera que lo tenga en cuenta para un ascenso en la vida política.

La Decisión

La decisión es la capacidad que tiene el sujeto para actuar por sí mismo, en


concordancia con lo que cree que es la mejor elección o alternativa. Otorga al
acto moral su carácter autónomo y voluntario, ya que la decisión debe ser
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expresión de la propia voluntad y responsabilidad del sujeto, y no de una
voluntad ajena.

La Elección

La elección es el paso previo a la decisión, ya que implica una elección entre


varios fines posibles. Un ejemplo de elección es el siguiente:
Una persona va a abrir una ventana porque siente necesidad de aire fresco;
ningún acto podría ser más natural, más moralmente indiferente en
apariencia. Pero recuerda que su |a acompañante es un minusválido muy
sensible a las corrientes de aire.

Ve ahora su acto bajo dos aspectos diferentes, dotados de


dos valores distintos y tiene que hacer una elección. ¿Cuál es el fin adecuado,
la satisfacción de un placer personal o la satisfacción de las necesidades de
otro?

El Medio

El acto moral necesita los medios para realizar el fin escogido por el sujeto.
Los medios deben ser tan morales como los fines. Sin embargo, no todos
los filósofos coinciden en esto: Maquiavelo, por ejemplo, considera que los
fines justifican los medios; si el asesinato o la conspiración, piensa, conducen
al fortalecimiento del Estado, entonces éstos son buenos por haber
demostrado su efectividad.
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El Resultado

El acto moral se consuma en el resultado o realización del fin perseguido.


Algunas teorías consecuenciales o éticas de los resultados sostienen que la
licitud o ilicitud de una acción depende únicamente del resultado o
consecuencia que tenga. Dentro de este criterio, por ejemplo, el delincuente
es castigado porque el castigo tiene como resultado impedir la realización de
otros delitos semejantes.

Las Circunstancias

Las circunstancias son las diversas situaciones que rodean el acto moral. El
hecho de llamarse circunstancias no significa que carezcan de importancia
para la valoración del acto moral.
Una forma de enumerar las circunstancias que enmarcan el acto moral
Podría ser a través de preguntas como: ¿quién?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?,
¿a quién?, ¿con qué medios?, ¿cuán a menudo? No sirven las preguntas ¿qué?
o ¿por qué?, ya que estas interrogantes se refieren al acto mismo y su motivo.

La responsabilidad moral

Es la imputación o calificación que recibe una persona por sus acciones desde
el punto de vista de una teoría ética o de valores morales particulares. Se
trata entonces de la responsabilidad que se relaciona con las acciones y
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su valor moral. Desde una ética consecuencialista, dicho valor será
dependiente de las consecuencias de tales acciones.

Sea entonces al daño causado a un individuo, a un grupo o a la sociedad


entera por las acciones o las no-acciones de otro individuo o grupo.

La responsabilidad moral ocupa un lugar cada vez más importante en


la opinión pública cuando la adjudicación de la responsabilidad jurídica a
través de los tribunales es insuficiente para cerrar casos como son, por
ejemplo, escándalos de corrupción ligados al ocultamiento de cifras en
la contabilidad de empresas, derramamiento de petróleo en zonas naturales,
financiamientos ilegales de campañas y escándalos de corrupción política.

El término aparece también en la discusión de temas


como determinismo o libre albedrío, puesto que sin la libertad es difícil ser
culpado por las propias acciones, y sin esta responsabilidad moral
la naturaleza del castigo y la ética se convierten en una interrogación.

Conclusión

Es necesario entender, diferenciar en que es un acto y un acto moral, pues no


todos nuestros actos están llamados a ser "Actos Morales".

Los actos que realizamos es el modo en que nos movemos respecto del fin de
nuestra vida. Cada acto que realizamos nos acerca o nos aleja de ese fin,
estos están dirigidos por normas, que provienen de antecedentes culturales,
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costumbres y valores que abarcan todas sus acciones, normas que no
siempre tienen un contenido de valor moral.

En cuanto a la valoración de los actos según los principios o fuentes de


la moralidad, hay que tener en cuenta que el bien consiste en la posesión de
todos los elementos requeridos para la plenitud de un ser; y el mal,
en cambio, en la ausencia de alguno de ellos.

La determinación de la bondad o malicia de los actos humanos se hace por


los elementos que los integran: El objeto, el fin y las circunstancias. Estos
elementos no intervienen todos de la misma manera, cuando determinan la
moralidad de los actos humanos buenos y la de los actos malos.

ÉTICA DE LAS PROFESIONES

I) Ética y profesiones
La mayoría de profesionales suelen ser trabajadores por cuenta ajena que
desempeñan sus tareas en empresas, instituciones y organismos en los que
se les asigna lo que tienen que hacer.
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Hoy la profesionalidad suele justificarse más por lo que tiene de
especialización cognoscitiva (competencias) que por lo que tiene de
compromiso ético. Pero la competencia profesional no basta.

La ética a la vez que supone unas garantías en la prestación de los servicios


profesionales contribuye a la consolidación de una profesión.

Una ética de las profesiones que pretenda estar a la altura de la


conciencia moral alcanzada por nuestra época ha de ser un discurso
coherente y capaz de orientar la acción interesadas en ser buenos
profesionales, técnicamente capaces y moralmente íntegros en el desempeño
de su labor profesional.

Ser un profesional competente y responsable no consiste exclusivamente en


ser un individuo racional y libre, que posee habilidades, sino que posee
también modos de hacer, sentido de pertenencia a un colectivo profesional, y
compromiso social en el desempeño de su profesión.

La ética de cualquier profesión ha de partir del reconocimiento y apego a los


valores de convivencia que componen la ética cívica compartida: valores
como la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto, diálogo…

Hortal distingue entre ética profesional y deontología profesional. La ética


profesional se plantea la profesión en términos de conciencia y de bienes: qué
es ser un buen profesional, en qué consiste hacer bien el ejercicio profesional.
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La deontología son los deberes y normas definidos por el colectivo o colegio
profesional.

II) Definición de profesión

1. Una profesión es una actividad humana social mediante la cual se


presta un servicio específico a la sociedad, y se presta de forma
institucionalizada, de modo que los profesionales reclaman el derecho
de prestarlo a la sociedad en exclusiva, considerando como "intruso" a
cualquiera que desee ejercerlo desde fuera de la profesión.

2. La profesión es contemplada en parte como una vocación, y por eso se


espera del profesional que se entregue a ella e invierta parte de su
tiempo de ocio preparándose para cumplir bien la tarea que le está
encomendada.

Hortal apunta las siguientes características: Profesiones son aquellas


actividades ocupacionales:

a. En las que de forma institucionalizada se presta un servicio


específico a la sociedad.
b. Por parte de un conjunto de personas (los profesionales) que se
dedican a ellas de manera estable, obteniendo de ellas su medio de
vida.
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c. Formando con los otros profesionales (colegas) un colectivo que
obtiene o trata de obtener el control monopolístico sobre el ejercicio
de la profesión.
d. Y acceden a ella tras un largo proceso de capacitación teórica y
práctica, de la cual depende la acreditación o licencia para ejercer
dicha profesión.

III) Obstáculos estructurales de la responsabilidad profesional


En la sociedad actual el trabajo además de una permanente fuente de
frustraciones y amenazas, de alienación y explotación, es elemento
estructurante de la identidad personal (somos lo que hacemos), de la
ciudadanía responsable y de la identidad del laico cristiano.

Las pretensiones de tener una responsabilidad autónoma por parte de los


profesionales no se corresponde con la situación cada vez más mediatizada
en que se lleva a cabo el trabajo profesional en las condiciones y contextos
actuales.

Cada profesión tiene sus propios contextos y cada ética profesional habrá de
tomarlos en consideración. En términos generales todas o casi todas las
profesiones se ven expuestas a tres mediatizaciones fundamentales:

A. La mediatización técnica
B. La mediatización económica.
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C. La mediatización organizativa o institucional.
La creciente complejidad y tecnificación del trabajo hace de los profesionales
más bien servidores de una maquinaria que sujetos que actúan
autónomamente. Hoy los profesionales trabajan en empresas, organismos,
instituciones que les asignan su cometido en el reparto funcional de tareas y
competencias; no tienen otra cosa que hacer que lo que les toca hacer;
haciéndolo cumple con su deber.

A. La mediatización tecnológica de las profesiones

La técnica configura casi todos los aspectos de la vida actual. Ningún


ejercicio profesional está a la altura de las posibilidades y exigencias que hoy
se plantean sin el uso de los medios técnicos.
La técnica potencia las actividades profesionales. En principio las
innovaciones tecnológicas se introducen para proporcionar mayor eficacia y
precisión en la obtención de resultados, ahorrando esfuerzos.

La tecnificación, al ampliar las capacidades profesionales, trae consigo una


primera y básica consecuencia ética para los profesionales: ser competentes
técnicamente es una condición necesaria, aunque no suficiente, para ser
moralmente responsables en el ejercicio profesional.

Un buen profesional tiene que estar al día en la forma de plantear los


problemas de su profesión y en las soluciones que aporta, lo que hace
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necesario capacitarse continuamente en la utilización de las técnicas que se
van renovando. El profesional tiene que ser un buen técnico para ser un
buen profesional.

En resumen, la tecnificación tiende a instrumentalizar al individuo, porque:

a) Invierte la jerarquía entre medios y fines: sólo se plantean aquellos


temas para los que hay técnicas disponibles.
b) Si algo es posible termina por hacerse necesario
c) Induce a la tecnificación de las relaciones sociales: marketing,
relaciones públicas, técnicas de persuasión.
d) Diluye la responsabilidad: “problemas técnicos”
e) Aumenta la pasividad y el conformismo: consumimos no sólo objetos,
sino también puestos de trabajo, modos de proceder, modas,
opiniones, diversiones.
f) Aumenta la distancia jerárquica entre expertos y legos.
g) Relega al silencio los temas éticos.

B. Límites y condicionamientos económicos del trabajo profesional

Hoy los profesionales ejercen su profesión como asalariados, contratados por


alguna empresa o como funcionarios de algún organismo público.
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La mediatización económica del trabajo profesional tiene una doble
vertiente: la primera afecta al mismo profesional que tiene en el trabajo su
medio de vida, la segunda vertiente afecta a la misma actividad profesional.

El profesional al ser un trabajador por cuenta ajena, no es dueño de marcar


sus finalidades; las tareas le vienen asignadas; por ellas le pagan; y ése es su
medio de vida. Por tanto está mediatizado por las necesidades vitales
propias y de su familia, y esto supone una fuerte mediatización.

Por otra parte el profesional tiene que aprender a trabajar con recursos
limitados y dentro de unos márgenes que garanticen la viabilidad económica.
La viabilidad económica se convierte en obsesión dominante en forma de la
maximización de la rentabilidad o del beneficio.

Es normal que el profesional que trabaja por cuenta ajena necesita de la


empresa en la que tiene su trabajo y ayuda a que la empresa sea viable y
rentable económicamente. Pero aún siendo esto así, el profesional debe
actuar de modo que no se descuiden facetas menos rentables, pero exigibles
en términos de responsabilidad social.

De los profesionales se espera, según Parsons, que en el ejercicio de su


profesión no sean guiados por el ánimo de lucro, sino por cierto altruismo,
por una orientación al servicio de la colectividad.
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La realidad no parece ir por esos caminos. Hay una mercantilización de
la sociedad y una mercantilización de las profesiones. Pero lo que es, no es
nunca el último criterio de lo que debe ser.

EL MARCO INSTITUCIONAL Y ORGANIZATIVO

Una visión completa de la ética tiene que prestar atención no sólo a lo que
cada uno, como persona y como profesional, hace y promueve, sino también a
lo que la organización en la que trabaja puede y debe contribuir a
proporcionar bienes y servicios, a respetar y hacer que se respete a las
personas y a cumplir los deberes de justicia. No basta que haya que haya
una actuación ética por parte del profesional y de cada persona que trabaja
en la organización, es necesario que exista una ética de la organización
(Lozano, 1999)

De cómo sea la ética de las organizaciones va depender que el profesional


encuentre facilidades o dificultades a la hora de asumir sus
responsabilidades de profesional en ellas, aunque no hay que dar por
supuesto que el profesional será el que quiera actuar éticamente y que será
la organización la que se lo impida.

1. Habrá empresas y organismos corruptos que terminen por


corromper a los profesionales que empezaron queriendo ser
honestos.
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2. Habrá profesionales deshonestos y corruptos que generen,
mantengan y promuevan una cultura de corrupción allí donde
trabajen.
3. Habrá empresas y organismos que tengan una cultura moral
aceptable, que faciliten y promuevan actuaciones morales
aceptables en los profesionales que trabajan en ellas.
4. Habrá profesionales que además de honestos, sean competentes,
hábiles y prudentes, y contribuyan a mejorar la cultura moral de
las organizaciones en las que trabajan.

El puesto del profesional en la administración pública es más orgánico, hay


un reparto burocrático de competencias.

La burocratización empieza intentando ser una forma de racionalización de


las relaciones sociales formales para obtener cierta forma de igualdad y trae
consigo problemas para el ejercicio responsable del propio trabajo y
profesión:

1. El procedimiento se absolutiza hasta desvincularse de lo que con él se


pretendía conseguir; tiende a convertirse en rutina inevitable.
2. Promueve relaciones sociales segmentadas y formales.
3. Fragmenta la responsabilidad: cada uno cumple con su “deber” y nadie
es responsable de un resultado conjunto catastrófico.
4. El individuo se define por su función.
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5. Aumenta la pasividad y el conformismo.

Principios de la
ética
profesional

1. Beneficio o Beneficencia

"La palabra beneficencia está compuesta de dos vocablos de origen latino,


bene y facere, que podrían traducirse como hacer el bien. Hace referencia a
la consecución de determinados bienes específicos de la práctica profesional
correspondiente" (Bermejo, 2002,75).

Este principio tiene un doble significado, pues consiste en:


1. Hacer bien una actividad.
2. Hacer el bien a otros mediante esa actividad bien hecha.

Por lo tanto, distinguiremos a un buen profesional cuando ese trabajador no


sólo sabe qué hacer y cómo hacer su trabajo, sino que además actúa en
beneficio de los destinatarios o clientes de su práctica profesional.
Hacer bien las cosas para hacer el bien a las personas mediante el ejercicio
profesional supone cuatro elementos básicos:
Ética Profesional

29
• La competencia requiere una preparación inicial que
facilite la adquisición de los conocimientos teóricos y
1. Ser prácticos necesarios para la actividad profesional.
competente • Asimismo, exige una formación permanente para
mantenerse al día, actualizar los conocimientos y
renovar los procedimientos de trabajo.
• La eficiencia se refiere a la realización del trabajo
2. Ser
bien hecho sin desperdiciar recursos humanos y
eficiente
materiales.
3. Ser • La diligencia consiste en el cuidado, atención,
diligente agilidad y exactitud que hay que poner el trabajo.
• La responsabilidad exige capacidad para responder
4. Ser ante sí mismo, ante el resto de compañeros y
responsable directivos, y ante los clientes de las consecuencias de
lo que se hace o se dice en el desempeño profesional.

2. Principio de Autonomía

"La palabra autonomía procede del griego: autos (sí mismo) y nomos (ley) y
hace referencia a la capacidad que tiene cada cual de darse a sí mismo sus
propias normas, procurando construir la propia vida a partir de ellas"
(Bermejo, 2002,105).
Ética Profesional

30
En este segundo principio hay dos acepciones. Una de ellas se centra en el
profesional, que requiere independencia y libertad para poder realizar
adecuada y éticamente su trabajo y la otra se centra en el beneficiario, que
posee derechos que deben ser respetados. Ambas posturas se plantean a
continuación:

1. Autonomía del profesional

Se basa en el valor de la libertad (Etxeberria, 2002). Se refiere a la


capacidad personal de tomar decisiones en el ejercicio de la profesión. Por
este principio, se condena la presión extra - profesional, tanto de individuos,
como de instituciones públicas y privadas en la toma de decisiones
relevantes, que puede orillar a que se dejen de lado los comportamientos
éticos.

Lo más importante de la ideología profesional (Freidson 2003) es que está


vinculada a valores trascendentes que le dan sentido y justifican su
independencia. Los profesionales reclaman el derecho de evaluar las
peticiones de empleadores o patrones y las leyes del Estado. Su revisión está
basada en razones profesionales, que llevan a la convicción de que se está
tergiversando el valor o propósito fundamental de una profesión. Los
profesionales tienen que ser capaces de equilibrar el bien público con las
necesidades más inmediatas de los clientes y empleadores.
Ética Profesional

31
2. Autonomía del beneficiario

El profesional por su preparación, acreditación y dedicación tiene un


ascendente sobre sus clientes y usuarios. La desigualdad entre ambas partes
puede producir abusos. Para evitarlos, es necesario que esté siempre en
funcionamiento el principio de autonomía. Consiste en considerar que el
receptor de los servicios (individual y colectivo) no es un ente pasivo, sino un
sujeto protagonista. De ahí se deriva la obligación de garantizar a todos los
individuos involucrados, el derecho de ser informados, de que se respeten sus
derechos y de consentir antes de que se tomen decisiones con respecto a
ellos; protegiendo de manera especial a los que no pueden decidir por sí
mismos. "El usuario tiene el derecho y la obligación de colaborar en la
resolución de sus problemas" (Bermejo, 2002,105).

Cuando se respeta este principio, se establece una relación de carácter


profesional, en la que se desarrollan ciertos acuerdos y estrategias conjuntas
entre los profesionales y sus beneficiarios. En el caso de la universidad, por
ejemplo, es necesario reconocer que los estudiantes pueden ejercer por sí
mismos su autonomía, en plenitud de derechos, capacidades y
responsabilidades.

3. Principio de Justicia
La ética profesional queda incompleta si no se enmarca en la perspectiva de
una ética social, que permita entender en qué contribuye o puede contribuir
Ética Profesional

32
el trabajo de cada profesión a mejorar la sociedad. Los profesionales son las
personas y grupos más competentes y mejor ubicados socialmente para
promover una distribución más racional y justa de los recursos, que son
siempre escasos y que se requieren para conseguir múltiples y variados
fines. Las preguntas básicas son: ¿Qué es lo justo? y ¿Qué es prioritario
cuando no hay recursos para satisfacer las demandas de todos?

Para Hortal (2002), este principio tiene que ver con:

El sentido social de la profesión. El colectivo profesional se hace responsable


ante la sociedad de los bienes y servicios que busca promover. Se traduce en
un compromiso a favor del bien público y con los problemas sociales que se
refieren a temas del propio ámbito profesional. Los colectivos profesionales
deben estar vinculados con las necesidades sociales.

El significado de los bienes y servicios que proporciona cada profesión en el


contexto social en que se llevan a cabo, referidas al tema de la justicia, como
son, por ejemplo, tareas de voluntariado y lucha contra la pobreza.

El desempeño profesional en espacios públicos y privados. Tiene que ver con


el asunto de quién puede o no puede pagar por el servicio profesional que se
requiere.

Un buen profesional tiene, o debería tener, siempre presente el contexto


social de referencia y las obligaciones de justicia. La ética profesional
Ética Profesional

33
permite reflexionar sobre si la función social que desempeña una profesión
es la misma que la que la sociedad necesita de ella.

Otros Principios

Podríamos considerar los tres principios mencionados como los básicos. Hay
autores que toman en consideración otros principios, como son:

Evitar el daño. Consiste en no actuar de manera que se ponga en riesgo o se


lastime a las personas. Equivale, en términos de los principios clásicos
generados por la bioética, al principio de "no maleficencia". El evitar el daño
a los hombres y a la naturaleza, se vuelve muy importante, especialmente,
en el caso de las ciencias y la tecnología, que cuando se utilizan
inadecuadamente tienen un enorme potencial destructivo. Para la inmensa
mayoría de las personas, la ética de las ciencias se centra en la preocupación
por los peligros del uso de la ciencia y la tecnología (no de éstas en sí) y por
los límites que conviene establecer.

Fidelidad. El profesional hace promesas justas y cumple con sus acuerdos a


aquellos a quienes presta el servicio. Es un derecho del cliente o usuario
elegir al profesional y es un derecho de este último, aceptar o no la relación.
Pero cuando ambas partes deciden iniciarla, se entabla un acuerdo sobre la
base de las expectativas previamente conocidas o formuladas. Los códigos
conceden que hay una promesa explícita de cumplir el acuerdo.
Ética Profesional

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Veracidad. Cuando se entabla la relación: profesional – beneficiario, se
establece un acuerdo implícito de que la comunicación se basará en la
verdad.

Confidencialidad. Es el derecho que tiene cada persona de controlar la


información referente a sí misma, cuando la comunica bajo la promesa –
explícita o implícita – de que será mantenida en secreto. Se refiere a un
criterio general de conducta que obliga al profesional a no discutir
información acerca de los beneficiarios con otros. Obliga a guardar los
secretos que uno conoce en razón del ejercicio profesional y a respetar la
intimidad de las personas implicadas.

Honestidad. Aunque este principio/valor se menciona escasamente, es


importante para el correcto ejercicio profesional.

Juan Manuel Cobo (2003) propone unos principios éticos válidos para todas
las profesiones. Unos provienen de la ética general, como son: dignidad,
libertad, igualdad y derechos humanos, de los directamente beneficiados por
el ejercicio profesional y de los indirectamente relacionados. Otros son
propios de la ética profesional: beneficencia, autonomía, justicia,
confidencialidad y responsabilidad profesional.

La ética profesional.La ética como ciencia estudia los actos humanos;


dice si son buenos o malos, justos o injustos. Pero la ética no debe quedarse
Ética Profesional

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detenida sólo en esto, además debe ser una ciencia práctica y con respecto a
esto Aristóteles señala “no estudiamos ética para saber que es la virtud, sino
para aprender a hacernos virtuosos y buenos, de otra manera sería un
estudio totalmente inútil”. Según nuestra opinión esto es bastante cierto ya
que uno no se hace honesto por saber que es la honestidad sino porque
practica esta virtud. Virtud se entiende por “una disposición constante del
alma humana que nos incita a obrar bien y a evitar el mal y es el principio
fundamental para una buena conducta ética”.

Requisitos profesionales

Estos son los requisitos esenciales para cumplir adecuadamente con el


ejercicio de una profesión:

• Inclinación personal a la profesión que se trata.


• Aptitud natural para ejercerla debidamente
• Una adecuada preparación teórica.
• Una suficiente capacitación práctica.
• Sentido del deber y vocación de servicio.

Estos cinco puntos podemos resumirlos como vocación que según Emilio
Filippi sería “una voz que mueve a hacer tal o cual cosa para realizarse como
persona”. Pero para una realización más eficiente de una profesión, la
Ética Profesional

36
vocación debe estar acompañada además por algunas condiciones o aptitudes
especiales, ya sean intelectuales, físicas, volitivas y psicológicas.

Actitud profesional

Como hemos mencionado antes el profesional debe cumplir con sus deberes
lo mejor posible y esto debe hacerse desde su etapa de formación,
planteándose el estudio como una actividad seria y “profesional”, porque ya
en esta primera etapa un trabajo debe realizarse lo más perfectamente
posible y será la base para todo el posterior desempeño del profesional.
Debemos señalar que la capacitación del profesional no debiera terminar
nunca debido a que el mercado laboral es altamente competitivo, por lo tanto
quien no haya innovado sus conocimientos quedará fuera de este sistema.

Los cuatro elementos básicos que deben estar presentes en la ética de todo
buen profesional:

1. Competencia
2. Eficiencia
3. Diligencia y
4. Responsabilidad.
Es evidente que los trabajadores son los que actúan y tienen que asumir las
consecuencias finales por sus actos éticos o no éticos. Sin embargo, el clima y
Ética Profesional

37
las relaciones laborales dentro de la empresa ejercen una influencia
predominante en el comportamiento individual:
Elementos que no contribuyen a un comportamiento ético

• Puesto inferior a las capacidades del trabajador.


• Fomento de actitudes individualistas e insolidarias.
• Excesiva segmentación del trabajo en parcelas independientes.
• Temporalidad e inestabilidad en el empleo.
• Falta de expectativas de promoción o de desarrollo de la carrera
profesional.
• Imposibilidad de participar en las decisiones.
• Tareas repetitivas, monótonas, peligrosas o penosas.
• Retribución inadecuada a la productividad, horario y esfuerzo.

Elementos que sí contribuyen a un comportamiento ético

• Existencia de un ambiente abierto en el que los empleados


puedan expresar libremente sus puntos de vista con respeto a
su conciencia individual.
• Desarrollo de un procedimiento efectivo de quejas para que los
empleados puedan ser escuchados de una manera directa y
justa.
Ética Profesional

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• Presencia de un amplio concepto de responsabilidad social
corporativa que asegure que los trabajadores tengan interés
por la actuación social de la organización.
• Mejora del contenido del trabajo e implantación de un plan de
prevención en materia de seguridad e higiene.
• Diseño de planes específicos de formación y de carreras
profesionales.
• Existencia de canales de comunicación ascendente,
descendente y vertical.
• Revisión de los mecanismos de retribución y de promoción
dentro de la empresa.

Consecuencias de la falta de ética.

Una falta de ética no sólo afecta a la(s) víctima(s) que las sufren, aunque
ellas sean las primeras perjudicadas. Consecuencias hay muchas, las más
importantes son: la baja de autoestima de quienes las cometen y del
prestigio de la profesión. Esto último se produce de dos maneras: se destruye
la confianza pública y se frustra la esperanza de los sectores sociales, que
Ética Profesional

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justamente esperan la realización correcta del trabajo de los individuos que
fueron privilegiados con una formación profesional.

El control ético de las profesiones.

Como habíamos dicho, las conductas antiéticas dañan a la comunidad, por


esto resulta imprescindible que todas las profesiones sean reguladas. Como
el cuidado de la sociedad pertenece al Estado, éste es el principal preocupado
de controlar las profesiones, pero le delega este poder a los Colegios
Profesionales, ya que estima que éstos son los más interesados en proteger el
prestigio de la profesión y los más adecuados para discernir cuando se
infringen los reglamentos explícitos en los códigos de ética que ellos mismos
se encargan de redactar, y las sanciones que han de asumir los infractores.

Entre las facultades que el Estado delega a estas entidades están:

• Llevar el registro de los profesionales y certificar su condición.

• Regular su organización interna, así como el ejercicio de la respectiva


profesión.

• Vigilar que se cumpla lo redactado en el código de ética respectivo de


cada profesión.

• Juzgar las conductas transgresoras del código, aplicando también las


correspondientes sanciones.
Ética Profesional

40
Origen de los códigos de ética profesional.

Los códigos de ética profesional, son sistemas de principios, normas, reglas,


deberes, obligaciones y derechos, establecidos con el propósito general de
orientar la conducta moral profesional de los miembros integrantes del
gremio o asociación, regulando su actividad profesional e incluso la privada,
en beneficio de aquellos con los cuales actúa (colegas, clientes, beneficiarios
de sus servicios, etc.) y de la sociedad entera donde la profesión es ejercida.

Antiguamente el “juramento hipocrático” ha representado la primera


formulación de un código de ética profesional. En la actualidad, los códigos
de ética profesional tienen su origen a partir de la obra de Thomas Percival,
Medical Ethics, or a Code of Institutes and Precepts, adapted to the
Professional Conduct of Physicians an súrgenos (1803)… En 1845 se elabora
el primer código deontológico de la American Medical Association y por esos
mismos años hace lo propio la British Medical Association. Desde entonces
se ha ido extendiendo la costumbre de redactar códigos éticos en otras
latitudes y profesiones.

¿Qué son los códigos de ética profesional?

La ética tiene como instancia última la conciencia individual de cada


persona, pues es ella, la que luego de valorar la proposición moral de
un colectivo y tras un proceso de reflexión sobre la norma moral, la hace
suya por medio de un proceso de introspección. Por su parte, la deontología o
Ética Profesional

41
ciencia de los deberes, se mueve más en el campo de aquello que es
compartido y aprobado por un colectivo en particular (gremio o
asociación profesional), convertido normalmente en textos normativos
compendiados en un código de ética profesional.

Elementos que conforman un código de ética profesional.

Estos elementos y otros que se proponen, permitirán delinear los elementos


que han de conformar los códigos de ética profesional.

Los elementos básicos que suelen constituir un código de ética profesional


son los siguientes:

1. Principios.
Un código de ética profesional ha de partir de la declaración de los
principios que regirán el código, estos se expresan a manera de
enunciados donde manifiestan públicamente los valores intrínsecos de
la profesión. Dichos principios pueden ser morales, éticos,
antropológicos, sociológicos, filosóficos, etc. Estos conforman el primer
núcleo temático de un código de ética profesional.
2. Demarcación de la competencia profesional.
Se requiere conocimientos, habilidades y competencias específicas.
3. Relaciones entre los profesionales.
Ética Profesional

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El tercer núcleo temático de los códigos de ética profesional se ocupa de
regular las relaciones entre los profesionales, es decir, de la necesidad
de pertenecer al colegio,
gremio o asociación profesional.

4. Relaciones con los clientes o usuarios de los servicios profesionales.

Un cuarto núcleo temático lo constituyen los deberes y obligaciones


para con los clientes o usuarios de los servicios profesionales. En este
núcleo, suelen explicitarse también los derechos de los clientes o
usuarios de los servicios profesionales, de manera tal, que al ser
conocidos por éstos, puedan ser exigidos. Reconoce con ello, la dignidad
del cliente o usuario como persona, y usualmente, el principio de
confidencialidad está referido a este apartado.

5. Relaciones con la sociedad y el medioambiente.

Aquí caben, por ejemplo, los deberes que un colegio gremio o


asociación puedan declarar a favor de aquellas prácticas
que resultan amigables o protectoras del medio ambiente.

6. Relaciones con otros gremios y el Estado.


También se suman en este apartado, el conjunto de proposiciones
que han de regir la relación con el Estado y sus diferentes
Ética Profesional

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instancias, principalmente aquellas profesiones cuyo mercado
principal o su empleador sea éste.
7. Deberes para con la investigación y el quehacer científico.

Como se ha afirmado en otras partes de este documento, la finalidad


del ejercicio profesional es el bien común, el bienestar de la sociedad.
Por tanto, los gremios o asociaciones deben de destinar recursos
para la investigación y el quehacer científico que busque solventar
algunas situaciones que la sociedad enfrenta.

Los códigos de la ética profesional son normas generales para las distintas
profesiones casi siempre destinados a mejorar la prestación de un servicio
profesional y para garantizar una buena conducta.

Principales valores presentes en los códigos de ética.

Hemos decidido tomar como ejemplo cinco profesiones: los médicos, los
abogados, los periodistas, los ingenieros y por supuesto los contadores. Los
códigos de ética de estos cinco oficios poseen ciertos aspectos en común entre
los que se encuentran los siguientes:

a. El deber profesional.
b. La honradez.
c. Dignidad profesional.
d. El secreto profesional.
Ética Profesional

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e. Solidaridad entre colegas.
f. Protección y aporte al desarrollo de la sociedad.
g. Denuncia de colegas que hayan cometido faltas de ética graves.

Estos son los principales valores que se asimilan en los códigos de ética de
estas cinco profesiones. Cabe decir que cada uno de estos códigos los aplica
según la situación que determine la profesión, esto se infiere de la
comparación antes hecha. Además, cada colegio determina que normas
deben seguirse según cual sea la profesión. Ejemplo: Los abogados deben
actuar de tal manera ante los tribunales, los contadores deben comportarse
de una determinada manera en las empresas y con el Estado, los periodistas
tienen ciertas reglas con respecto a los medios de comunicación y los médicos
hacia los enfermos.

Contenido para el Control de Lectura


La ética cristiana: camino de la vida personal y social

La ética está en directa relación con el quehacer del ser humano al definir
normas, expresar criterios de juicio o proporcionar motivos para la acción de
la persona humana. Cabe preguntarse, pues, ¿Cuál es el fundamento que da
valor ético al obrar humano? O también, ¿Qué debe hacer el ser humano, y
cómo, para alcanzar la plenitud a la que aspira? Éstas son preguntas que
Ética Profesional

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van muy de la mano con las grandes y profundas interrogantes que resuenan
en el interior de toda persona que se cuestiona por su propia existencia:

¿Quién soy? ¿De dónde vengo?, ¿Hacia dónde voy? y ¿Qué debo hacer?

Quiero aprovechar esta última interrogante, ¿qué debo hacer?, para


situarnos en la perspectiva de la ética cristiana en nuestro tiempo como
camino de vida personal y social. Los Evangelios nos relatan un diálogo
entre Jesús y un joven en torno a esta misma pregunta: «En esto se le acercó
uno y le dijo: “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida
eterna?”».

Quisiera destacar dos características del interlocutor de Jesús. La primera:


su juventud. El joven vive una etapa de grandes cuestionamientos interiores,
de expectativas hacia el futuro que se abre frente a sí, de ideales y también
de faltas de certeza. La pregunta de este joven surge sincera y naturalmente
de una persona que reconoce el destino final de su camino de felicidad en la
vida eterna y que es consciente de que debe obrar bien para poder
alcanzarla.

La segunda característica: su riqueza material. Será desvelada sólo al final


del diálogo cuando, al no creerse capaz de obrar según las condiciones que le
plantea Jesús, «se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes». Este
joven, además de ser rico —o tal vez por su riqueza—, era considerado entre
los “principales” o jefes, entre aquellos que tenían autoridad. Más adelante, a
Ética Profesional

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lo largo de esta reflexión, retomaremos estos temas del tener bienes
materiales y del poder en relación a la felicidad y el bien obrar. Sin embargo,
deseo llamar la atención sobre algunos elementos que podrían pasar
inadvertidos en este interesante pasaje en relación al quehacer humano: En
Cristo es posible saber qué se debe hacer o cómo obrar rectamente para ser
feliz. Sin embargo, es también posible no obrar según aquello que se
descubre como el camino correcto, y esto lleva a la infelicidad.

Jesucristo revela la identidad del ser humano

La pregunta por el recto obrar tiene como telón de fondo la interrogante por
la misma identidad de la naturaleza humana, su origen y su destino. Una
sencilla frase lo sintetiza: para saber qué hacer, debo antes saber quién soy.
Para profundizar un poco en esta naturaleza humana acudiré nuevamente al
pasaje citado del Evangelio según San Mateo. Esta vez quisiera que
pongamos nuestra mirada en el Señor Jesús, a quien este joven de
inquietante cuestionamiento dirige su pregunta. El Señor, que conoce la
identidad de esta persona, le dice qué hacer.

El gran acontecimiento de la Anunciación-Encarnación, Pasión, Muerte y


Resurrección de Jesucristo abre las puertas a dimensiones humanamente
insospechadas para la comprensión de la auténtica naturaleza humana y su
vida a lo largo de su peregrinar en el mundo.
Ética Profesional

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A la luz de la plenitud de la Revelación descubrimos un primer elemento
fundamental de la experiencia vital del ser humano en el dinamismo que lo
impulsa a permanecer siendo lo que es. Se trata de un dinamismo de
permanencia. Dinamismo, porque es una energía activa y propulsora que
tiene la idea de actividad, al mismo tiempo que una capacidad de
actualización propia. «Es —señala Luis Fernando Figari— un impulso que
lleva al ser del hombre a querer permanecer siendo. Tal experiencia, hecha
conciencia, no es un elemento aislado, es la constatación de un fundamento
que remite hacia, que reclama el enraizamiento fundante en aquello a lo que
ese dinamismo de permanencia responde, en aquello en que se funda».

Es el impulso que remite a la persona hacia el encuentro del fundamento


más profundo de su propia realidad, pues, al tiempo que se descubre siendo y
permaneciendo en esa condición, advierte que se encuentra remitida más
allá de sí misma. Toma conciencia de que es una persona abierta hacia una
dimensión que trasciende su propia existencia y se reconoce como «ser hecho
para la comunión o abierto a la comunión, y —quizá aún con mayor
claridad— como ser teologal. Y es que el determinante más propio del ser
humano está en su dimensión teologal, en su ontológica apertura a la
realidad que llamamos Dios».

Desde la reconciliación traída por el Señor Jesús somos capaces de


comprender la naturaleza humana como creada por Dios. Él, que es Ser y
Comunión interpersonal de Amor, crea al ser humano por amor. Pero,
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además de darle ser, lo invita a seguir siendo y a participar de su comunión
divina desplegándose según el amor. Le señala, también, el camino de la
comunión con los demás seres humanos y la armoniosa relación con la
creación toda.

Ahora bien, el obrar humano tiene su fundamento en un segundo dinamismo


fundamental: el dinamismo de despliegue. El ser humano no limita su
existencia a seguir siendo. El dinamismo de despliegue impulsa a la persona
a realizarse en la vida temporal con acciones que lo conduzcan a un mayor
encuentro de comunión con Aquel que es la plenitud, con Dios, a realizarse
como ser humano concreto que es, a relacionarse con los otros humanos y a
aplicarse a la transformación de la realidad. Por este mismo dinamismo la
persona realiza acciones encaminadas al despliegue personal, al encuentro
de comunión con los demás seres humanos y a usar de la creación según la
intención del Creador.

Los dos dinamismos fundamentales en el ser humano que acabamos de


describir, además de mostrar sus raíces ontológicas, constituyen también
una clave de lectura sobre su obrar que permitirá aproximarnos a una ética
cristiana. El quehacer y obrar del ser humano, para que sea bueno, o recto,
debe estar en sintonía con la dirección hacia la que apuntan estos dos
dinamismos enraizados en su estructura natural. De esa forma el quehacer y
el obrar contribuirán a una cada vez mayor humanización de la persona.
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El Señor Jesús, paradigma de humanidad, en su despliegue como ser
humano a lo largo de su peregrinar entre nosotros, con su vida, sus obras y
sus palabras, nos señala el camino de la ética personal y social. Es Él mismo
quien se nos presenta como «el Camino, la Verdad y la Vida». Él es el único
capaz de responder a los grandes cuestionamientos que hemos venido
señalando. «Sólo en Él —decía el siervo de Dios Juan Pablo II— están las
respuestas a los interrogantes más profundos y angustiosos de todo hombre
y de la historia misma».

Entre las muchas lecciones de la vida del Señor Jesús que podríamos señalar
como camino para nuestra vida personal y social quisiera señalar dos que en
alguna forma nos sitúan en un recto obrar según los propios dinamismos de
permanencia y de despliegue.

Jesucristo se revela como el Hijo de Dios y como Dios mismo. Como el que Es
en el Amor del Padre en el Espíritu y permanecerá Siendo. Desde esa
permanencia en el Amor, vemos al Señor Jesús desplegándose a lo largo de
su peregrinar en la tierra, obrando según el divino Plan: «Yo amo al Padre y
obro como Él me ha ordenado».

Reconocemos en Jesús el elemento central del tema que venimos tocando. La


clave del recto obrar humano es permanecer en el Amor de Dios y
desplegarse según el Plan trazado por Él para cada ser humano y para la
humanidad toda desde la eternidad. Para alcanzar ese fin el camino es la
Ética Profesional

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configuración con Cristo, de manera que podamos pensar con Cristo, vivir la
vida de Cristo, haciendo de ese modo que su vida sea la propia vida . Así, las
obras del cristiano no sólo serán buenas para sí mismo sino para el bien de
los demás, como Él mismo nos señaló: «Brille así vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos».

Distorsiones en el peregrinar

Sin embargo, nuestro mundo parece tener un rumbo muy diferente al del
Plan divino de amor. Ya desde el inicio de la creación el ser humano se negó
a obedecerlo. «Habiendo conocido a Dios —dice San Pablo—, no lo
glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus
razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios
se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una
representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de
reptiles».

Al introducirse el pecado en la humanidad las tinieblas oscurecieron la


inteligencia humana y su capacidad de acercarse a la plenitud de la verdad y
obrar según ésta. En el largo peregrinar humano surgieron ideas o corrientes
de pensamiento idolátricas. Algunas de ellas podrían parecer hoy novedosas,
pero no lo son tanto en realidad y han llevado a la relativización de los
valores y de la verdad, así como a una vida sin normas, sin libertad, sin Dios.
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En efecto, en nuestra cultura algunos opinan que todo es relativo. En
especial, no habría verdad o, si la hubiera, no se podría llegar a conocer bajo
ningún aspecto. Otros, por ejemplo, afirman que el fin justifica los medios.
Es decir, con tal de llegar a un determinado fin, cualquier medio se puede
emplear, independientemente de la otra persona, de la verdad o de las
normas morales. Así, el bien y la verdad desaparecen frente a lo útil o lo
eficaz.

La presencia de una mentalidad tecnologizada, que —como afirmaba


Germán Doig—, es una forma mentis de nuestras culturas , parece tener
alcance universal. Doig reseña cómo la poiesis griega, es decir, la
consideración del obrar humano para obtener bienes útiles, prima sobre la
praxis, sobre el respeto a la libertad humana encaminada a la propia
perfección como persona. Esto responde a la pérdida de fundamento y a un
nihilismo cada vez más extendido, una de cuyas manifestaciones es el trágico
agnosticismo funcional que parece inundarlo todo. De este modo, por la
primacía de la poiesis, las decisiones del gobierno, de una familia, la opción
vocacional o la determinación sobre la vida de una persona dependen no
tanto de ella misma, sino de la utilidad real y subjetiva que tal o cual acto
proporcione.

También somos testigos hoy en día del resurgir de las tendencias que
consideran al hombre como enemigo del propio hombre. Éstas podrían
resumirse en las conocidas frases de Hobbes sobre el hombre como el lobo del
Ética Profesional

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hombre, o de Sartre sobre que los demás son el infierno. Otros señalando que
el ser humano es bueno en sí mismo, mas no en sociedad, conducen a
profesar la inexistencia de una comunión social. De ese modo se considera
que toda la vida de comunión de las personas humanas es una suerte de
ficción, y que el encuentro de unos con otros debe estar regulado por
contratos, que serían la pieza clave de unión.

Este modo de comprender la realidad va sumado a la idea de la inexistencia


de una ley natural inscrita en el interior del ser humano. Así, las leyes
serían sólo fruto de la cultura sin necesidad de otro fundamento que un
consenso, como por ejemplo se sigue de la teoría de la ironía liberal del
norteamericano Richard Rorty. Consecuencia de esto sería que cuando la
cultura o el consenso varían, todas las leyes podrían cambiar sin mayor
problema. Esto, que en algunos niveles muy concretos de la legislación
podría tener algún sentido, no puede volverse norma en temas tan
importantes como el derecho a la vida, a la familia, a la salud o a la
educación. Algunos han perdido la conciencia de que no se puede prescindir
de una primacía natural de la verdad previa a todo tipo de legislación. Esta
verdad se debe buscar y encontrar. No se trata de inventarla por un
consenso de momento o por imposición de los mecanismos de poder.

La frase de Protágoras de Abdera, en el siglo V a.C., «el hombre es la medida


de todas las cosas, de cuanto son en cuanto son y de las que no son en cuanto
no son» tiene hoy en día también una impresionante y trágica vigencia. Hoy
Ética Profesional

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que se quiere convertir lo trascendente en banal, lo divino en individual,
cabe preguntarse: ¿y cuál es la medida del ser humano?... ¿la sola medida del
individuo? Cuando ese egocentrismo es la respuesta, se entienden las
tendencias de interés narcisista, que buscan sólo el propio beneficio. Cuánta
razón tendría el personaje de Dostoievski al decir: «Si Dios no existe, todo es
lícito». En este contexto, en último término la exclusión de Dios o de un
orden natural lleva a que los auténticos derechos de la persona sean
ignorados aunque se hable muchas veces de derechos que jamás pueden ser
tales y que en las legislaciones son una muestra de abominación jurídica. Un
ejemplo de esto se da cuando se habla del “derecho al aborto”, ¡como si
existiese un derecho a dar muerte a un ser inocente e indefenso!

La lista de criterios anti-éticos que han primado a lo largo de la historia


ciertamente podría ser larga. El Cardenal Ratzinger resumía algunos de
estos problemas en el siglo XX en su homilía durante la Misa Pro eligendo
Romano Pontifice al decir: «¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido
durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes de pensamiento!... La
pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a
menudo por estas olas, llevadas de un extremo al otro: del marxismo al
liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical;
de ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo,
etc.».
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Hoy la humanidad enfrenta graves desafíos. Somos testigos de una
verdadera dimisión de lo humano, por la cual la vida es valorada por su
utilidad o su productividad y, como consecuencia, puede ser fácilmente
descartada. Así, la más terrible de las violencias encuentra una cierta
permisividad en el mundo. El ser humano puede llegar a sentirse en el
“derecho” de matar a quienes menos pueden defenderse, a los niños no
nacidos, como acabamos de mencionar.

Las cifras de los niños y niñas asesinados por sus madres son imposibles de
calcular. Bien sabemos, y no es el caso abundar en el tema en esta ocasión,
que grandes organismos y corporaciones internacionales, intereses
económicos y Estados tergiversan la información, crean desconcierto,
confunden los términos e inventan racionalizaciones jurídicas para que esta
corriente de muerte siga avanzando conforme a sus intereses. Es paradójico
que en los tiempos en que más se ha hablado de los derechos humanos, en el
siglo XX, de la manera más racional y cruel se ha organizado la mayor
exterminación habida de las personas: la de los que han sido engendrados y
no han nacido. Esto que ha sido llamado humanicidio es una de las más
graves consecuencias de una ética sin el verdadero fundamento en la verdad.

Esta misma aproximación ideológica lleva a considerar a los enfermos,


discapacitados, ancianos o a quienes no pueden valerse por sí mismos, como
inútiles, y de esa forma, también, desechables. La falta de una ética que
tiene como principio y fundamento la verdadera naturaleza humana lleva a
Ética Profesional

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que la eutanasia sea considerada “legal” y hasta oportuna en algunos
lugares, que existan corrientes o “ideologías eutanásicas” impulsando
decididamente esta forma de asesinato a través de eufemismos como
“suicidio asistido”, “muerte por misericordia” o “derecho a morir”. No
podemos dejar de ver en todo esto ciertos ecos de horrorosas visiones
totalitaristas como el nazismo o el estalinismo que acogieron y pusieron por
obra estos principios.

Por otra parte, la eugenesia y la manipulación genética sin ningún


fundamento más que el valor de lo útil —y al estar en manos del poder de
turno— llegarán a los extremos más aberrantes y se podrán constituir en
una de las mayores amenazas para la humanidad. La magnitud final de los
riesgos de esto es incierta todavía. Sí se puede colegir, sin embargo, que a
nada bueno conducen el desconocimiento de los derechos personales del
embrión, la comercialización con seres humanos en los momentos incipientes
de su existencia, la selección arbitrarla de personas por un racismo a nivel
embrional o los métodos utilizados para la extracción de células estaminales,
incluso sin importar que esté altamente discutida la argumentación que
venimos escuchando, como hace pocos días hemos visto en el
cuestionamiento hecho por el Dr. Peter Hollands, connotado especialista en
el tema.

El poco valor de la vida humana trae como consecuencia también el fomento


de la incesante violencia en nuestro tiempo. Ejemplos abundan: la guerra,
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incluso supuestamente justificada; la discriminación racista; la miseria
moral; la explotación e incluso la esclavitud; injusticias de todo tipo; la
marginación; los ataques incesantes contra la familia y el matrimonio, el
único según el orden natural; sólo por mencionar algunos. La violencia se
dirige también hoy a la Iglesia. Quiero mencionar que me sobrecoge, además
de la violencia misma, el desconocimiento que tenemos los católicos de los
millones de hermanos y hermanas en la fe que han sido asesinados por
pertenecer a la Iglesia Católica en el siglo XX y en los años que llevamos del
siglo XXI.

Hay «un oscurecimiento de la verdad ontológica de la persona humana» y de


la ontología en todo su sentido. Los desplazamientos de paradigmas de lo
ontológico y verdadero son nuevas manifestaciones del antiguo problema del
nominalismo. Pero ¿es que acaso el lenguaje crea la realidad? ¿No hay más
realidad que el lenguaje? ¿Debemos aceptar el triste final de la conocida obra
de Umberto Eco: «tan solo el nombre de la rosa, nada más tenemos»? Más
bien hay que afirmar que existe una realidad que el lenguaje identifica y
comunica.

En este contexto el poder, el tener y el placer pasan a regir la vida y el


quehacer en el mundo actual.

Recientemente hemos sido testigos de cómo un poder político, escindido de la


ética, es capaz de imponer su dominio sobre los aspectos de la vida cotidiana
Ética Profesional

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con legislaciones antihumanas así como invadir el espacio privado y
religioso. Las noticias han hablado de los más de 25 millones de chinos
varones que se quedarían sin mujer porque el Estado ha “normado” la
política del “hijo único” por pareja. La explicación es el criterio del valor del
ser humano por su utilidad: las parejas “desechan” a sus hijas para quedarse
sólo con los hijos, pues son más “productivos” en aquella sociedad.

Romano Guardini había advertido estos posibles abusos del ejercicio del
poder cuando afirmó que «el poder significa, en consecuencia, tanto la
posibilidad de realizar obras buenas y positivas, como el peligro de producir
efectos malos y destructores. Este peligro crece al aumentar el poder; este es
el hecho que, en parte de un modo súbito y aterrador, se ha introducido en la
conciencia de nosotros, los hombres de hoy. De aquí puede surgir también el
peligro de que sobre el poder disponga una voluntad dotada de una
orientación moral falsa, o que acaso no obedezca ya a ninguna obligación
moral (…) Esta forma del peligro que el poder representa se vuelve
especialmente amenazadora cuando, como hoy ocurre, se va haciendo cada
vez más débil el sentimiento que inspiran la persona, su dignidad y su
responsabilidad, los valores personales de la libertad, del honor, del carácter
originario de su obrar y existir».

La pobreza, en muchos casos la miseria extrema, y la injusta repartición de


la riqueza laceran el rostro de nuestros pueblos. Es sorprendente, dicho sea
de paso, la capacidad de engaño que puede tener la teoría neomaltusiana,
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ayudada por el neoliberalismo, de hacer creer que para eliminar la pobreza
se debería disminuir el número de personas. El apego desordenado del tener
—como el de aquel joven del Evangelio—, además de producir pobrezas
morales, espirituales, psicológicas y a un afán desmedido de lucro en quienes
lo padecen, ocasionan situaciones de injusticia que claman al cielo.

El tercer ídolo, el poseer placer, ha llevado a un predominio del gusto que


legitimaría toda una ética y lleva a una primacía de lo erótico, a la
tergiversación de la sexualidad, al hedonismo, al gusto y cuidado exagerado
del cuerpo, al excesivo confort, a la instrumentalización y grave violencia
contra la mujer.

Estos problemas, asociados al consumismo y al secularismo, las ideologías, el


agnosticismo funcional son expresiones, y a su vez, fermento de una cultura
de muerte.

Vemos en este breve diagnóstico de algunos problemas en nuestros días por


dónde apuntan las verdaderas claves de solución. Éstas deben ir a la raíz del
problema y no a refugiarse en sucedáneos que, al fin y al cabo, nada
resuelven. Hemos de ser conscientes de que las instituciones, las grandes
corporaciones o la política y los gobiernos están conformados por personas.
En la medida en que en estas personas no cambien su interior y sigan
viviendo en ruptura con Dios, consigo mismas, con los demás, y con la
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creación los frutos de su acción serán manifestación de estas rupturas y
producirán aún más.

Una ética cristiana que afronte vital y eficazmente los diversos problemas
que hemos presentado debe ser una ética de la reconciliación, cuya clave o
piedra angular se encuentre en el Señor Jesús. Él, modelo de toda perfección,
«predicó a todos y cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su
condición, la santidad de vida, de la que es iniciador y consumador; “Sed,
pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48)».

Por eso, la primera responsabilidad, personal y social, de todo cristiano es la


santidad. Ésta no es simplemente una opción. Es el camino señalado por
voluntad expresa de Jesucristo y ha de ser la meta a la que cada persona
debe tender. Más aún, podemos afirmar que el cambio de la sociedad pasa
necesariamente por el cambio o transformación personal. Éste es el proceso
que hará posible que nuestro pensar, nuestro sentir, nuestro actuar y
nuestro vivir realmente produzcan, además de frutos de santidad personal,
una transformación real de la sociedad.

Lo contrario, es decir, no optar por la santidad es más bien preferir el


crecimiento del mal y sus diversas expresiones. «Al entender, bajo la
iluminación de la fe, los profundos dinamismos que subyacen a la opresión, a
la miseria, a la violencia, se comprende bien que no hay mayor injusticia en
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este mundo que la de un bautizado que no pone todos los medios a su alcance
para ser santo. ¡No hay mayor injusticia que la de no optar por la santidad!».

Este llamado a la santidad implica una serie de exigencias impostergables.


Se trata de vivir una auténtica praxis cristiana que nos permita vivir
humanamente. Es un esfuerzo por cooperar con la gracia y dejar que el
Espíritu de reconciliación transforme las relaciones humanas en más justas
y transforme el mundo material según el designio de Dios. Pasaré a
enumerar ahora algunas exigencias que esto implica en nuestra vida
personal y social.

El ejercicio de la libertad

El ejercicio de la libertad debe seguir el paradigma del Señor Jesús:


«conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». No hay libertad sin verdad;
la verdad nos conduce a la auténtica libertad. Es muy importante recuperar
el sentido de la verdad y es necesario vivir en la verdad. Sin la verdad que
viene de Dios, quedamos sometidos a la mentira o a la ilusión, nuestra vida
se llena de tinieblas. La historia de la humanidad es testigo de esto, así como
también lo es nuestra historia personal. La auténtica libertad, fundada en la
gracia, es capaz de perfeccionarnos como seres humanos y elimina en
nosotros todo resquicio de sujeción a vicios, malos hábitos, pecado y rupturas
que nos impiden obrar acordes con nuestra auténtica naturaleza.
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La Verdad viene de Dios, de quien procede también la norma ética última.
Ésta está inscrita en toda la creación, y por lo tanto también en nuestro
interior, en lo que se denomina “ley natural”, y ha tenido una revelación que
nos enseña con toda claridad cómo debemos obrar y hacia dónde se debe
encaminar la libertad humana. Una cultura que desconoce la existencia de
una verdad trascendente o superior a nuestra condición humana está
condenada, como podemos ver en la experiencia, a que primen intereses de
grupo o de una nación sobre otras. La ley queda relegada al interés del grupo
dominante —también éste es uno de los peligros de la globalización—, y no
hay verdadera libertad ni justicia social.

Cuando el ser humano quiere ser buscador de las normas éticas —y no su


inventor— podemos afirmar que la persona eleva su condición y que se
humaniza. Y es que la libertad no es un valor absoluto, sino relativo al
sujeto. Esto significa que en ella hay una posibilidad y, al mismo tiempo, un
límite. «Es la libertad de una criatura, o sea, una libertad donada, que se ha
de acoger como un germen y hacer madurar con responsabilidad». No es
responsable, pues, dejarse llevar por la fatuidad del propio gusto o voluntad
para inventar una norma ética que responde más bien al capricho personal.
Eso no constituye un ejercicio de la libertad sino un desconocimiento de la
naturaleza de la libertad humana y una reducción a categorías semejantes a
las del arbitrario movimiento de desplazamiento como el que pueden realizar
los animales en un prado.
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El mandamiento del amor

La experiencia del cristiano debe estar iluminada por la ley suprema


instituida por Jesucristo: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los
unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros
los unos a los otros». El ejemplo de qué es el amor nos lo da el mismo Señor
Jesús, no sólo cuando afirma que no hay mayor amor que el de entregar la
vida por los amigos sino cuando Él mismo entrega totalmente su vida por
todo el género humano y por cada persona en particular. La existencia del
cristiano debe seguir ese paradigma. Frente a una sociedad individualista,
centrada en el propio beneficio, el mensaje de la vida entregada por amor a
los demás resulta a veces incómodo, pero diría que es no sólo necesario, sino
que la misma vivencia del ideal del amor es la única capaz de colmar las
expectativas más profundas en el ser humano. Siguiendo esta lógica, por otro
lado, se ve claramente la valía del “ser” sobre el “tener”.

Es importante señalar que este ejercicio del amor se debe hacer en la Iglesia.
Como ha dicho el Santo Padre Benedicto XVI: «Toda la actividad de la
Iglesia es una expresión de un amor que busca el bien integral del ser
humano: busca su evangelización mediante la Palabra y los Sacramentos,
empresa a veces heroica en su realización histórica; y busca su promoción en
los diversos ámbitos de la actividad humana. Por tanto, el amor es el servicio
que presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos y las
necesidades, incluso materiales, de los hombres».
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Reconciliación con los demás

La ética comprendida de esta manera tiene una implicancia social


inmediata. Ante todo, es importante entender que comprenderla en clave de
reconciliación trae consigo la llamada a vivir en reconciliación con las demás
personas. Según nuestra naturaleza, creada a imagen y semejanza de Dios,
se descubre que somos personas llamadas a la vivencia de la comunión. La
ética personal se traduce en ética social y la ética social está al servicio de la
persona humana.

Tenemos un Padre común y todos hemos sido redimidos por Jesucristo; y es


ahí donde está la naturaleza de nuestra vinculación social. A diferencia de
quienes afirman la necesidad de un contrato social, la ética cristiana
entiende que Dios nos invita a formar una familia, en la que todos somos
hermanos, pues «todos han sido creados a imagen y semejanza de Dios —
señala la Gaudium et spes—, quien hizo de uno todo el linaje humano para
poblar toda la haz de la tierra (Hech 17,26), y todos son llamados a un solo e
idéntico fin, esto es, Dios mismo». De este modo, se entiende el amor no sólo
como amor a Dios, sino también como amor a los demás, en quienes vemos
reflejada la huella de Dios.

Por esta misma razón, además, los seres humanos estamos llamados a la
unidad en Jesucristo, por nuestra semejanza con la Vida Divina. Es más,
«esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que
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Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es
en la entrega sincera de sí mismo a los demás».

Una de las principales manifestaciones del amor es la donación y el


compromiso efectivo con el otro. No debe agotarse en meras “declaraciones de
principios”, sino que debe volcarse en acciones concretas de caridad buscando
en todo ayudar a la otra persona a encontrarse con el Señor Jesús.

Centralidad de la persona en el desarrollo social

El desarrollo personal y el desarrollo social están íntimamente unidos. Esto


implica que, por un lado, «el principio, el sujeto y el fin de todas las
instituciones sociales es y debe ser la persona humana». La vida social no es
una carga pesada, sino todo lo contrario. La vida en sociedad es el espacio
básico que permite que la persona avance y desarrolle sus capacidades, así
como lo capacita para responder a su vocación. Toda institución, entonces,
debe tener como norma última el principio supremo de estar dedicada a la
persona humana. En cuanto se aparta de ese principio, se desnaturaliza,
pierde virtud y corrompe la sociedad. Parte de nuestro esfuerzo debe ser,
justamente, devolver a las instituciones su razón de ser y recuperar el
sentido social en relación a la meta misma de la vida en sociedad.

Resalta la primera institución social, que es la familia, hoy amenazada,


cuando no destruida o deformada. En la medida en que la sociedad no tenga
como centro a la familia, o en cuanto quiera desprenderse de ésta, la vida
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social se corromperá rápidamente. Así nos lo ha enseñado en diversas
ocasiones la historia, pero a veces parecemos duros para comprender el
inmenso rol social y personal que le corresponde al núcleo familiar. Junto a
eso, la defensa de la persona humana debe ser clave del cambio social, de la
ética cristiana. Especialmente, la defensa del no nacido, del indefenso, del
pobre, del enfermo, del discapacitado, del abandonado, de quien refleja el
rostro de Cristo crucificado.

El bien común

En concordancia con el punto anterior, debe ser objetivo de la ética cristiana


la promoción del bien común. «El bien común no consiste en la simple suma
de los bienes particulares de cada sujeto como cuerpo social. Siendo de todos
y de cada uno es y permanece común, porque es indivisible y porque sólo
juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al
futuro (…) El bien común se puede considerar como la dimensión social y
comunitaria del bien moral».

Éste es un deber de todos cuantos formamos la sociedad. Ninguno se puede


sentir exento de cooperar, sino cada uno debe fomentar su vivencia, según el
máximo de su capacidad y posibilidades. «Tales exigencias atañen, ante todo
—señala el Compendio de doctrina social de la Iglesia—, al compromiso por
la paz, a la correcta organización de los poderes del Estado, a un sólido
ordenamiento jurídico, a la salvaguardia del ambiente, a la prestación de los
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servicios esenciales para las personas, algunos de los cuales son, al mismo
tiempo, derechos del hombre: alimentación, habitación, trabajo, educación y
acceso a la cultura, transporte, salud, libre circulación de las informaciones y
tutela de la libertad religiosa». Exige también la corresponsabilidad de saber
lo que el otro realmente necesita, y esforzarse por ayudarle a obtenerlo.

Es fundamental el esfuerzo por superar la ética individualista, que tanto ha


corrompido nuestras sociedades. Nadie puede permanecer pasivo ante lo que
sucede hoy en nuestra sociedad, en nuestros países, en el mundo. El
individualista se encierra en sí mismo, levantando una especie de muro que
impide no sólo el acceso de los demás, sino también salir al encuentro del
otro. Este cáncer de nuestra sociedad actual prefiere lo útil a lo bueno, la
propia ganancia en detrimento ajeno, la vida aislada de los demás, el gozar
solo de la vida y sin que los demás participen. Este esquema conduce a un
individualismo solitario aterrador, en lo existencia, y a una atomización,
aterradora también, en lo social. Si tomamos conciencia de la grave
injusticia personal y social que eso implica, debemos hacer el máximo
esfuerzo posible por cambiar personalmente y por cambiar la sociedad. Se
necesita de personas auténticamente comprometidas consigo mismas, que se
abran al misterio de su vocación cristiana y se donen en amor generoso a sus
familias, a sus comunidades y a toda la sociedad.
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Caridad solidaria

Ante las múltiples necesidades humanas la ética cristiana nos mueve a


avocarnos a construir una cultura de la solidaridad fraterna. Resuenan en
nuestro interior vivamente las palabras del Papa Pablo VI, invitando al
auténtico desarrollo. La caridad social es esfuerzo consciente y decidido por
trabajar en beneficio del auténtico desarrollo de la persona humana pasando
de condiciones menos humanas de vida a condiciones más humanas. Me
permito citar del Papa Montini un texto que expresa este trabajo de servicio
solidario que debemos emprender: «Menos humanas: la penuria material de
quienes están privados de un mínimo vital y la penuria moral de quienes por
el egoísmo están mutilados. Menos humanas: las estructuras opresoras, ya
provengan del abuso del tener, ya del abuso del poder, de la explotación de
los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: lograr
ascender de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las
plagas sociales, la adquisición de la cultura. Más humanas todavía: el
aumento en considerar la dignidad de los demás, la orientación hacia el
espíritu de pobreza, la cooperación al bien común, la voluntad de la paz. Más
humanas aún: el reconocimiento, por el hombre, de los valores supremos y de
Dios, fuente y fin de todos ellos. Más humanas, finalmente, y, sobre todo, la
fe, don de Dios, acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad en
la caridad de Cristo, que a todos nos llama a participar, como hijos, en la
vida del Dios viviente, Padre de todos los hombres».
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Justicia social

Los desequilibrios sociales y comerciales, las diversas problemáticas


laborales, la inestabilidad en las relaciones institucionales, los nacionalismos
que aíslan a los pueblos son obstáculos hacia un mundo solidario. Éstos,
entre otros problemas, vienen dando como resultado que «los pueblos pobres
permanecen siempre pobres y los ricos se hacen cada vez más ricos». La ética
cristiana lleva también a los pueblos un esfuerzo, además, de justicia social.
Por encima de nuestras diferencias físicas, psíquicas, espirituales o de
cualquier otra índole, todos tenemos una misma naturaleza y un mismo
origen. Los cristianos hemos de alzar nuestra voz contra toda forma de
discriminación en los derechos fundamentales de la persona e impregnar las
estructuras sociales cambiantes con el pensamiento social católico en todos
sus aspectos, procurando una sociedad en donde realmente se viva la
justicia. En esta tarea —como ha señalado en su reciente encíclica el Papa
Benedicto XVI— los fieles laicos debemos asumir un rol protagónico
participando en primera persona en la vida pública.

La urgencia de la Nueva Evangelización

A modo de conclusión quisiera enmarcar el esfuerzo por desarrollar y vivir


una ética cristiana en el horizonte de la Nueva Evangelización. Ésta —la
ética cristiana— es la expresión natural de un pueblo cristiano. Hoy, sin
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embargo, muchos pueblos nacidos al calor de la evangelización ven mermada
su adhesión a la fe y se hace necesario, por lo tanto, el compromiso renovado
de todos los cristianos por una nueva evangelización.

«En este tiempo en que la Iglesia es llamada a un nuevo esfuerzo de


evangelización» el surgir de una verdadera ética cristiana dependerá,
finalmente, de que los hijos e hijas de la Iglesia respondamos con métodos
dinámicos y creativos a los desafíos del mundo actual, buscando comunicar
al Señor Jesús, el «mismo ayer, hoy y siempre», de maneras asequibles y
cercanas a las personas de nuestros días, procurando en todo momento
mantener inalterado el depósito de la fe y comunicando la Buena Nueva de
la reconciliación con nuestra vida y a través de una ardorosa acción
evangelizadora. Este esfuerzo, con la gracia de Dios, hará posible la
instauración de la ansiada civilización del amor, que es sinónimo de una
sociedad justa, reconciliada y centrada en el dinamismo del amor que viene
de Dios y todo lo transforma en un camino hacia comunión divina de Amor.

Llegados a este punto, ¿dónde queda la ética cristiana? Precisamente en


medio o en la unión de una ética de los fines y otra deontológica. También el
cristianismo supedita a la reflexión ética un concepto metafísico: en este
caso, la idea de Dios y el amor.

Los 10 mandamientos. En cuanto a lo teleológico, el cristianismo pide a


quienes siguen su ley moral actuar en función de dos grandes fines: alcanzar
el Paraíso, una vez abandonada la vida terrenal, y conseguir la llegada de la
utópica Ciudad de Dios a este mundo. Y en el caso puramente deontológico –
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precisamente para conseguir los fines mencionados– se pide respetar un
código de valores: los 10 Mandamientos o Decálogo, tronco principal moral y
de adoración del judeocristianismo que une el amor a Dios con el amor a los
hombres.

Si la ética cristiana ha sobrevivido a decenas de relatos y paradigmas


filosóficos y políticos a lo largo de la historia es porque hay Verdad en ella.

Los dos pilares de la Ética Cristiana

Primera epístola de San Juan. Los 10 mandamientos suponen la parte


fundamental de una ley moral donde hay otros textos que hablan de cómo la
ética cristiana une ética de los fines y ética del deber. Un ejemplo es la
Epístola de San Juan, que dice en su capítulo IV: 19 Nosotros amamos
porque Dios nos amó primero. 20 El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su
hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que
no ama a su hermano, a quien ve? 21 Este es el mandamiento que hemos
recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano.

En este texto se puede comprobar que la ética cristiana combina la


deontología con teleología. El acto moral de amar al próximo es un deber
porque Dios nos amó primero y, además, es teleológico, porque solo amando
al prójimo se llega a Dios.

Además de este ejemplo de unión entre metafísica y ley moral, el


cristianismo deja muy claro a sus fieles que para ser coherentes con la ética
cristiana hay que seguir una conducta que respete los 10 mandamientos.
Para los cristianos, estos deberes son universales (católicos), como también
lo son para Kant sus deberes perfectos. En este sentido, hay coincidencias
entre los mandatos cristianos y kantianos: no mentir es algo bueno a nivel
universal para Kant y el cristianismo; o matar es un pecado para la moral
cristiana y un acto moral contrario a la deontología kantiana.
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Ética cristiana: Regla de oro y humanismo

Humanismo y Regla de Oro. Ahora bien, a efectos de la felicidad y bienestar


de las personas ¿cuánto de humanismo en el sentido kantiano (la humanidad
como fin en sí misma) hay en el cristianismo?

Los 10 mandamientos intentar limitar la violencia (psicológica y física) entre


las personas, pero el amor a estas no deja de ser un vehículo para alcanzar el
fin principal: el amor a Dios. ¿Qué hacer entonces, desde el punto de vista
moral, con alguien que no ama a Dios? La ética cristiana intenta solventar
esta disyuntiva con el perdón y con una versión de la famosa Regla de Oro,
en el caso cristiano: «Traten a los demás como quieren que los demás los
traten. En esto consiste la Ley y los Profetas.» (Mateo 7:12), pero la historia
ha demostrado que no todos los seguidores de la doctrina cristiana lo han
practicado. Como no todos los afines a la Ilustración o apologetas de la
Grecia clásica ha sido coherentes con sus postulados.

Conclusión

Sin pretender caer en el relativismo moral, no podemos afirmar que la ética


cristiana esté por encima o sea inferior en solidez y coherencia a otras
teorías éticas o leyes morales. No obstante, si la ética cristiana ha
sobrevivido a decenas de relatos y paradigmas filosóficos y políticos a lo largo
de la historia es porque hay Verdad en ella.

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