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Descubra su identidad en Cristo Quién soy yo en Cristo

Capítulo 2

QUIEN SOY YO EN CRISTO

Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más
alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida
de fe que Dios le haya dado (Ro.12:3, NVI).

La salvación que Cristo le ofrece abarca mucho más que el perdón de sus pecados y la
liberación de la condenación eterna. Implica también la restauración de su ser interior. La
sanidad de su alma es resultado de la paz y el orden que Dios traerá a su vida emocional, y esto
influirá directamente sobre su identidad, es decir, el concepto que Ud. tiene de si mismo.

Una de las artimañas favoritas del enemigo de nuestras almas es arruinar nuestra auto-estima.
Hasta los cristianos podemos llegar a vivir por debajo del nivel que Dios quiere que vivamos,
por causa de un pobre concepto de nosotros mismos.

La restauración de su identidad comienza por el hecho de saber que Dios le ama, le acepta y le
ha colocado en una relación de paz y armonía con El. La lucha del alma de todo hombre se
origina en la necesidad existencial de experimentar el perdón y la aprobación de Dios. Pero
una vez que recibimos ese maravilloso perdón y somos reconciliados con nuestro Padre
Celestial, nuestra alma es liberada, la fe crece, y comenzamos a sentirnos seguros en el amor
de Dios. Esto trae como consecuencia una paz que sobrepasa todo entendimiento, y que
guarda nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo (Fil.4:7).

Al sentirse seguro en el amor y la aceptación del Padre, su hombre interior puede reposar.
Puede sentirse contento y seguro de si mismo, porque sabe que Dios le acepta tal como es. Ya
no tiene que hacer obras religiosas para ganar el cielo. ¡Ha recibido gratuitamente la salvación
y las promesas de Dios! Ya no tiene que luchar con sus semejantes para demostrar que “es
alguien” y abrirse paso en la vida. Ahora sabe que Dios está por Ud. y que El es su justicia.
Puede amar a su prójimo y mostrarles la compasión de Dios, porque reconocerá que están
perdidos y necesitan desesperadamente que les resplandezca la luz del Evangelio.

¡Saber quién es ahora en Cristo transformará su vida!

Escrituras para meditar:

Yo he sido justificado gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo
Jesús (Ro.3:24). Por tanto, habiendo sido justificado por la fe, tengo paz para con Dios por
medio de mi Señor Jesucristo, por medio de quien también he obtenido entrada por la fe a esta
gracia en la cual estoy firme, y me glorío en la esperanza de la gloria de Dios (Ro.5:1-2). La
esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en mi corazón por medio
del Espíritu Santo que me fue dado (Ro.5:5).

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Descubra su identidad en Cristo Quién soy yo en Cristo

Mi viejo hombre fue crucificado con El, para que el cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de
que ya no sea esclavo del pecado; porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado.
(Ro.6:6-7). Así también yo, me considero muerto para el pecado, pero vivo para Dios en Cristo
Jesús (Ro.6:11). Porque el pecado no tendrá dominio sobre mí, pues no estoy bajo la ley sino
bajo la gracia (Ro.6:14). Pero ahora, habiendo sido libertado del pecado y hecho siervo de Dios,
tengo por mi fruto la santificación, y como resultado la vida eterna (Ro.6:22).

Por consiguiente, no hay ahora condenación para mí que estoy en Cristo Jesús. Yo no ando más
conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús
me ha libertado de la ley del pecado y de la muerte (Ro.8:1-2). Yo soy guiado por el Espíritu de
Dios, y soy hijo de Dios. Pues no he recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al
temor, sino que he recibido un espíritu de adopción como hijo, por el cual clamo: ¡Abba, Padre!
El Espíritu mismo da testimonio a mi espíritu de que soy un hijo de Dios (Ro.8:14-16). Y sé que
para mí que amo a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para mí que soy llamado
conforme a su propósito (Ro.8:28). En todas las cosas soy más que vencedor por medio de
aquel que me amó (Ro.8:37).

Mas por obra suya estoy yo en Cristo Jesús, el cual se hizo para mí sabiduría de Dios, y
justificación, y santificación, y redención (1Co. 1:30). Pero yo, con el rostro descubierto,
contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estoy siendo transformado en la misma
imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu (2Co.3:18).

Yo estoy en Cristo, soy una nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas
nuevas. Y todo esto procede de Dios, quien me reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y
me dio el ministerio de la reconciliación; a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al
mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y me ha
encomendado a mí la palabra de la reconciliación. Por tanto, soy embajador de Cristo, como si
Dios rogara por medio de mí; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios! Al que
no conoció pecado, le hizo pecado por mí, para que yo fuera hecho justicia de Dios en El
(2Co.5:17-21).

Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida
que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí (Gá.2:20). Mas el fruto del Espíritu en mí es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley.
(Gá.5:22-23).

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que me ha bendecido con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según me escogió en El antes de la
fundación del mundo, para que yo fuera santo y sin mancha delante de El. En amor me
predestinó para adopción como hijo para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su
voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre mí en
el Amado (Ef.1:3-6). Porque por gracia he sido salvado por medio de la fe, y esto no de mí, sino
que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque soy hechura suya, creado en
Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que yo
anduviera en ellas (Ef.2:8-10).

Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia (Fil.1:21). Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece (Fil.4:13). Porque no me ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y

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de dominio propio (2Ti.1:7). Pues he nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de
una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece (1P.1:23).

Yo he nacido de Dios y por lo tanto no practico el pecado, porque la simiente de Dios


permanece en mí; y no puedo pecar, porque soy nacido de Dios (1Jn.3:9). ¡Mayor es el que está
en mí que el que está en el mundo! (1Jn.4:4).

Todas las referencias bíblicas de este capítulo han sido tomadas de La Biblia de Las Américas

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