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Tema IV.

LA POLÍTICA FISCAL
La política fiscal es el conjunto de intervenciones que realiza el sector público en los
gastos e ingresos públicos para incidir en el nivel de actividad y tratar de moderar los
ciclos económicos y los desequilibrios macroeconómicos (inflación, paro, déficit
exterior, etc.).

Objetivos básicos de la política fiscal:

1. Estabilización económica: Lograr un crecimiento económico estable con


elevado nivel de empleo y sin que se produzcan desequilibrios excesivos en
precios, déficit y deuda pública, déficit exterior, etc.
2. Lograr una mayor equidad en la distribución de la renta, mejorando la
distribución primaria realizada por el mercado.
3. Satisfacer las necesidades sociales de bienes públicos y otros servicios
básicos (justicia, defensa, sanidad, educación, etc.), procurando aumentar su
calidad y reducir su coste.
4. Corregir la asignación de recursos realizada por el mercado, intentando paliar
los déficits de infraestructuras o potenciando actividades como I+D,
orientadas a mejorar la productividad y robustecer la economía.
5. Mejorar el bienestar de la población en todos los sentidos con políticas
diversas como la sostenibilidad medioambiental, la estabilidad laboral, etc.

Instrumentos de la política fiscal

La política fiscal se ejecuta a través del gasto público y los impuestos tratando de incidir
en el nivel de gasto privado (consumo e inversión) de la economía. El gasto agregado o
demanda agregada de una economía es igual a la suma del consumo (C), inversión (I),
gasto público (G) y las exportaciones netas (X-M):

DA = C + I + G + (X-M)

El gasto público está constituido por las compras de bienes y servicios (bienes y servicios
de consumo e inversiones en capital fijo) por parte del sector público. No incluye las
transferencias (pensiones o seguros de desempleo) que, a efectos de la incidencia de la
política fiscal en el gasto privado, operan como si fuesen un impuesto negativo.
Los instrumentos claves de la política fiscal son:

a) Instrumentos discrecionales
• Gasto público
• Transferencias
• Impuestos (directos)
Se denominan discrecionales porque el Estado tiene la libre potestad de decidir
sobre ellos, es decir, de modificar su importe de manera deliberada, sin
restricciones (más allá de la preceptiva aprobación parlamentaria).
Los inconvenientes fundamentales que presentan como mecanismo para luchar
contra las recesiones son los dilatados procesos legislativos y burocráticos que a
veces requiere su tramitación desde que se decide realizar el gasto hasta que
realmente se ejecuta. Por otra parte, el auge de las ideas liberales en las últimas
décadas, relegó a un segundo plano las políticas fiscales activas o discrecionales
y, a su vez, han ido ganado espacio institucional las prácticas destinadas a limitar
el grado de discrecionalidad de los gobiernos, sometiendo su actuación en
materia fiscal a reglas restrictivas aplicadas a aspectos tales como el nivel
máximo de déficit público, deuda pública, techo de gasto, etc. No obstante, las
dos últimas grandes crisis económicas (la financiera de 2008 y la del coronavirus
de 2020) han relanzado y situado en primer plano las políticas fiscales activas.

b) Estabilizadores automáticos
Además de los instrumentos fiscales discrecionales, hay otros instrumentos de
carácter automático, que actúan sobre el gasto agregado, independientemente
de las decisiones del gobierno en una coyuntura concreta. Son los denominados
estabilizadores automáticos, que son gastos e ingresos públicos que cambian sus
niveles mecánica y automáticamente con las variaciones de la actividad
económica, y producen por ello cambios en el nivel de gasto agregado.
Tienden a atenuar las oscilaciones de las recesiones y expansiones de la
demanda, es decir, a suavizar los ciclos económicos, y van contra la tendencia
del ciclo: compensan la caída del gasto cuando el PIB real disminuye y
contrarrestan el gasto cuando el PIB real aumenta.
Los principales estabilizadores automáticos son:
• Impuestos (directos)
Además de poder ser modificados discrecionalmente por parte del
gobierno, los impuestos, una vez establecidos, afectan de manera
automática a la recaudación de ingresos por parte del Estado a medida
que se producen cambios en el nivel de actividad económica. La
recaudación del impuesto sobre la renta depende del nivel de ingresos
de los trabajadores y del nivel de empleo, y éstos se modifican con las
recesiones o expansiones de la economía. Los cambios en el ciclo
económico también alteran los ingresos de las sociedades y, por tanto,
los pagos de impuestos que abonan al Estado.
En resumen, los ingresos de los impuestos, manteniendose constantes
los tipos impositivos, aumentan con la expansión económica y se
reducen con la recesión, por lo que actúan en sentido contrario al ciclo
económico: contribuyen a reducir las expansiones y a paliar las caídas en
las recesiones, proporcionando más estabilidad, es decir, ayudan a que
las oscilaciones del ciclo económico sean más suaves.
• Transferencias estatales como seguros de desempleo, ayudas al
bienestar social, subvenciones a empresas, etc.
Estas transferencias se modifican automáticamente dependiendo del
nivel de actividad económica. Si hay recesión en la economía, aumentan
los parados y las personas y empresas que necesitan ayudas, lo que hace
que aumenten las prestaciones y, con ello, se suaviza la caída de la
demanda agregada, y se modera la recesión económica. En el caso de
una expansión de la economía, se crea más empleo, mejoran las rentas
de la población y los ingresos de las empresas, por lo que son necesarias
menos ayudas y los estabilizadores actúan en sentido inverso atenuando
la recuperación de la economía.
El efecto de los estabilizadores sobre las cuentas públicas es mayor en
los países que tienen políticas públicas más extendidas y en los que el
porcentaje de impuestos sobre el PIB es mayor.
El saldo de las cuentas públicas

El presupuesto público recoge el conjunto de gastos e ingresos planeados por el sector


público. Su ejecución puede saldarse con saldo negativo, positivo o cero, siendo distinta
su incidencia en el gasto agregado y en el crecimiento económico.

o Superávit público
Se produce superávit cuando los ingresos son superiores a los gastos. Tiene como
efectos que contrae la demanda agregada y, por tanto, la producción y el
empleo. En sentido inverso, permite reducir la deuda pública y los pagos de
intereses de la deuda, lo que libera recursos que el Estado puede aplicar al
aumento de otros gastos o a la reducción de impuestos.
o Déficit público
Es el resultado de un nivel de gastos superior al de los ingresos. El mayor gasto
contribuye a una expansión de la demanda agregada que favorece el crecimiento
de la producción y el empleo, pero requerirá financiación e implicará un aumento
de la deuda y del pago de intereses.
Podemos distinguir diferentes tipos de déficit:
• Déficit cíclico
Es el que es debido al ciclo económico. Corresponde al deterioro de las
cuentas públicas producido por la actuación de los estabilizadores
automáticos ante una disminución de la actividad económica, que
acaban generando:
- menores ingresos al disminuir el empleo y los ingresos de la
población
- mayores gastos por seguros de desempleo, ayudas familiares,
subvenciones a empresas, etc
El déficit público tiene un componente cíclico y otro estructural y para su
estimación hay que descomponer el PIB entre su componente cíclico y su
componente tendencial (PIB potencial).
• Déficit estructural
El que no está relacionado con:
- factores cíclicos (auge o recesión de la economía)
- ni gastos de carácter extraordinario
Es el que se produciría cuando la economía estuviese en su nivel de
producción potencial, es decir, el nivel máximo de producción que no
genera tensiones inflacionistas. La diferencia entre el déficit registrado
en un ejercicio y el déficit estructural sería el déficit cíclico.
La normativa europea (Pacto de Estabilidad y Crecimiento y su reforma
mediante el paquete de six-pack, de diciembre de 2011) establece, con
el fin de evitar la insostenibilidad de las finanzas públicas, un límite
máximo para el déficit estructural de cada país del 0,5 % del PIB. España
abordó en 2011 una polémica reforma del artículo 135.2 de la
Constitución para adaptarse a la normativa europea, y en 2012 aprobó
una Ley Orgánica que estableció un límite ligeramente más estricto del
0,4%, que entraría en vigor a partir de 2020. No obstante, las especiales
circunstancias de la crisis del coronavirus hicieron que se pospusiese
dicho objetivo.
• Déficit primario
Es el que resulta de la diferencia entre los gastos e ingresos públicos, sin
contar el pago de intereses de la deuda pública. Es igual al déficit total
menos el pago de intereses de la deuda pública. Se trata de extraer del
déficit la parte de los gastos sobre la que el gobierno no tiene ningún
margen de maniobra, pues la deuda está contraída en ejercicios
anteriores.
El saldo primario nos permite valorar la sostenibilidad de la deuda de un
país. Si hay déficit primario, el Estado se verá obligado a aumentar su
deuda para financiarlo, poniendo en riesgo su sostenibilidad financiera.
Sin embargo, si existe superávit primario, dispone de recursos para pagar
los intereses de la deuda. Se considera que una deuda es sostenible
cuando se produce superávit primario, de ahí que una de las condiciones
que le exigen los acreedores a los países que acuden a programas de
rescate de su deuda pública es que salden sus cuentas con superávit
primario.
o Presupuesto equilibrado
Cuando el saldo de ingresos y gastos es cero, se habla de presupuesto
equilibrado. Son varias las escuelas de economía de carácter liberal que son
críticas con las políticas fiscales activas y que plantean la conveniencia del
presupuesto equilibrado, de modo que los gobiernos no adopten decisiones
fiscales deliberadas para incidir en la estabilización económica.
No hay duda de que la obligación de saldar con equilibrio las cuentas públicas
todos los años impone elevadas restricciones y limitaciones a la política fiscal.
Una alternativa más flexible, y que no tiene por qué plantear problemas de
sostenibilidad financiera, es procurar el equilibrio presupuestario en el ciclo

Financiación del déficit público

Cuando los gastos del sector público superan a los ingresos es necesario financiar ese
exceso con algún tipo de recurso. Son varias las opciones de las que disponen los
gobiernos al respecto, pero todas ellas presentan algún tipo de problema, por lo que es
preciso evaluar adecuadamente cuál es la que resulta más conveniente aplicar en cada
momento, de manera que limite lo menos posible el potencial futuro de la economía.

Las principales medidas para financiar el déficit son las siguientes:

1. Emisión monetaria
Consiste en que el gobierno pida préstamos al banco central, que crea dinero,
monetizando de esta manera el déficit. El Estado se beneficia del denominado
señoreaje, que es su capacidad para obtener ingresos valiéndose de su derecho
a crear dinero. Es una fórmula muy atractiva para los gobiernos, en el sentido de
que les resulta poco costosa en términos políticos, pero tiene el inconveniente
de que genera inflación, pues si aumenta el dinero sin variar los bienes reales se
produce una mayor presión sobre los precios. La superior disponibilidad de
dinero deprecia la capacidad adquisitiva del dinero ya existente. De hecho, opera
como un impuesto: el impuesto inflacionario.
Hoy, esta vía de financiación del déficit no está permitida en buena parte de los
países del mundo, pues a partir de la década de 1990 proliferaron las medidas
orientadas a dotar de independencia a los bancos centrales respecto de los
gobiernos, para evitar, entre otras cosas, la posibilidad de financiar los déficits
públicos con emisión monetaria. Se trataba de evitar que la política fiscal
colisionase con el principal objetivo de la política monetaria: el control de la
inflación.
No obstante, también existe una limitación económica en el medio plazo de esta
vía de financiación. La mayor inflación, derivada del aumento de la cantidad de
dinero, hace que suban los tipos de interés y que consiguientemente se reduzca
la demanda de crédito, lo que puede desacelerar la actividad económica. Por
otra parte, superado un determinado nivel de inflación, la recaudación tributaria
se resiente. En definitiva, es muy probable que la financiación continuada de los
déficits por la vía de la emisión monetaria conduzca a una situación
hiperinflacionaria, con menor actividad económica y con deterioro de las
finanzas públicas.

2. Pedir prestado al sector privado: emisión de deuda pública


La dificultad que se presenta aquí es persuadir a los prestamistas para que
presten los fondos y lo hagan a un tipo de interés que permita la sostenibilidad
de la deuda.
La financiación de la deuda pública también puede afectar al sector privado, en
concreto a la inversión, por el efecto en los tipos de interés. Sobre el impacto
que un aumento de la deuda pública puede tener en la inversión privada existe
discrepancia entre las diferentes escuelas económicas.
a) Escuela clásica
Considera que la mayor deuda pública genera un efecto desplazamiento o
expulsión (efecto crowding-out) de la inversión privada por dos vías:
• El incremento del gasto público expande la demanda agregada de
bienes y servicios, lo que conllevará una mayor demanda de dinero.
Esa mayor demanda de dinero provoca – si no aumenta la oferta
monetaria- una subida de los tipos de interés, lo que originará
finalmente una disminución de la demanda agregada y, en concreto,
de la inversión.
• El Estado al emitir deuda compite con el sector privado por el ahorro
existente. Esa mayor demanda de préstamos provoca un aumento
de los tipos de interés, que desplaza a la inversión privada.
En definitiva, el mayor déficit público, que había provocado un aumento
inicial de la demanda agregada, desencadena, por estas dos vías, toda una
serie de efectos que conducen finalmente a una reducción de la demanda
agregada.

b) Escuela keynesiana
Los autores de esta escuela plantean que el efecto desplazamiento o
expulsión de la inversión privada solo es posible cuando existe pleno empleo
de los factores productivos. En este caso, un aumento del gasto público sólo
será posible si se produce un desplazamiento de recursos del sector privado
al sector público. Pero, en su opinión, los gobiernos incurren en déficits
públicos en situaciones de baja demanda y producción, en las que existen
recursos ociosos, por lo que la mayor presión del sector público sobre la
demanda agregada no produce necesariamente la desviación de recursos
privados.

3. Pedir prestado a organismos internacionales u otros gobiernos: planes de


rescate
Pueden producirse situaciones en los que los niveles del déficit público, las
nuevas emisiones de deuda pública o los niveles acumulados de ésta y sus costes,
ocasionen una creciente desconfianza entre los inversores, de modo que se
muestren renuentes a proporcionar financiación adicional a un Estado.
La única opción que les resta a los países que padezcan estas circunstancias es
acudir a la financiación de organismos multilaterales (normalmente FMI) o de
otros gobiernos, es decir, proceder a solicitar un programa de rescate de sus
finanzas públicas.
Estos programas de rescate no suelen gozar de buena prensa, pues, como
normalmente los desequilibrios en déficit y deuda que provocaron su activación
no suelen ser transitorios, los prestamistas exigen al país solicitante importantes
ajustes en sus cuentas públicas y establecen una alta condicionalidad en toda la
política económica para así corregir las fuentes de tales desequilibrios. En
definitiva, los gobiernos de los países rescatados pierden autonomía en sus
políticas económicas y se ven sometidos a programas de contención del gasto y
aumento de impuestos que resultan muy impopulares.
Tipos de política fiscal

Como ya se ha dicho, la política fiscal actúa sobre el nivel de demanda agregada para
estabilizar la economía. Dependiendo de cuál sea la fase del ciclo económico que
atraviesa la economía del país y de los objetivos del gobierno, cabe aplicar tres tipos de
política fiscal:

1. Política fiscal expansiva


Implica un aumento neto del gasto público, es decir, que el gasto aumente en
mayor medida que los impuestos.
Se aplica cuando el PIB real está por debajo del PIB potencial, esto es, cuando la
producción experimenta una brecha deflacionista o recesiva.
El PIB potencial es el nivel de producción que es compatible a medio plazo con
una tasa de inflación constante. No es el “máximo” nivel de producción que
puede alcanzarse con la dotación de factores existentes.

Prod. Brecha inflacionista

Producción potencial

Producción real
Brecha deflacionista

Tiempo

El objetivo es expandir la demanda agregada y, de esta manera, aumentar el


crecimiento económico. Para ello se puede utilizar cada una, o una
combinación de las siguientes medidas:
• aumento del gasto público
• aumento de las transferencias
• reducción de los impuestos directos

2. Política fiscal contractiva o restrictiva


Tiene lugar cuando el gasto público neto se reduce.
Se aplica cuando el PIB real está por encima del PIB potencial, es decir, cuando
la economía registra una brecha inflacionista, y hay riesgos de desequilibrios en
la inflación y en el déficit exterior, que podrían conducir a un descenso de la
demanda agregada.
También se aplica cuando conviene reducir el déficit público y la deuda pública.
Las medidas apropiadas para implementarla son:
• reducción del gasto público
• reducción de las transferencias
• aumento de los impuestos directos

3. Política fiscal neutral

Consiste en mantener equilibrio presupuestario, es decir, que el saldo de las


cuentas públicas sea cero o próximo a cero.
Se trata de acompasar la variación del gasto público a la de los impuestos.
Se aplica cuando no se tiene intención de que las cuentas públicas incidan en el
ciclo económico.
Ya se ha señalado que hay planteamientos doctrinales partidarios de este tipo
de política, bien porque consideran que las políticas fiscales activas (expansiva o
contractiva) son ineficaces, o bien porque son fuente de desequilibrios
macroeconómicos perjudiciales para el crecimiento a largo plazo.

La capacidad de influencia de las políticas fiscales activas varía en función del grado de
participación del gasto público sobre el PIB, siendo mayor a medida que el peso del gasto
es mayor.

Los multiplicadores fiscales

Keynes planteó en la Teoría General que las variaciones en el gasto público, las
transferencias y los impuestos acaban afectando al nivel del PIB, pero de una manera
amplificada: con un efecto multiplicador.

El multiplicador fiscal indica cuánto variaría el PIB ante una modificación del gasto
público, las transferencias y los impuestos. Si, por ejemplo, tras un aumento del gasto
público en 100 el PIB crece en 200 el multiplicador sería 2.

Los cambios en los gastos, las transferencias y los impuestos alteran la demanda
agregada y, por tanto, la producción. No obstante, una misma medida puede tener
efectos opuestos, haciendo que la magnitud real del multiplicador dependa de cuál de
los efectos sea más potente en cada momento. Las medidas de carácter expansivo
(aumento del gasto público y las transferencias y reducción de impuestos) afectan de
forma positiva al crecimiento del PIB (aumentan la demanda agregada y con ello la
producción), pero también lo pueden hacer en sentido negativo (generan déficit público
y, por tanto, una mayor emisión de deuda, que puede tensionar al alza los tipos de
interés, que hacen que se reduzca la inversión, reduciendo con ello la inversión privada
y, consiguientemente, la producción). En general, el efecto positivo suele ser superior al
negativo.

Los multiplicadores fiscales nos permiten evaluar el impacto de las actuaciones de la


política fiscal. Existe un multiplicador para cada instrumento.

• Multiplicador del gasto público

1
𝑀(𝐺) =
1−𝑃𝑀𝐶(1−𝑡)+𝑚

Siendo:

PMC: Propensión Marginal a Consumir


t: Propensión Marginal Impositiva
m: Propensión Marginal a Importa

• Multiplicador de las transferencias


𝑃𝑀𝐶
𝑀(𝑇𝑟𝑎𝑛𝑠𝑓) =
1−𝑃𝑀𝐶(1−𝑡)+𝑚

• Multiplicador de los impuestos

−𝑃𝑀𝐶
𝑀(𝑇) =
1−𝑃𝑀𝐶(1−𝑡)+𝑚

El cálculo de la variación de la producción que se deriva de una variación del gasto, las
transferencias y/o los impuestos se realiza mediante las fórmulas siguientes:

1) Variación de la producción = Variación del gasto público (G) x Multiplicador del


gasto público M(G)
∆𝑃 = ∆𝐺 ∗ ∆𝑀(𝐺)
2) Variación de la producción = Variación de las transferencias (Transf) x
Multiplicador de las transferencias (M (Transf))
∆𝑃 = ∆𝑇𝑟𝑎𝑛𝑠𝑓 ∗ ∆𝑀(𝑇𝑟𝑎𝑛𝑠𝑓)
3) Variación de la producción = Variación de los impuestos (T) x Multiplicador de
los impuestos (M(T))
∆𝑇 = ∆𝑇 ∗ ∆𝑀(𝑇)

Veamos este impacto en la producción a través de un ejemplo.

Supongamos un país en el que:

• Aumenta el gasto público (G) en 2000


• Aumentan las transferencias en 1000
• Aumentan los impuestos en 500
• La Propensión Marginal a Consumir es del 80% = 0,80
• La Propensión Marginal Impositiva es del 30% = 0,30
• La Propensión Marginal a Importar es del 20% = 0,20

¿Calcular en cuánto variará la producción?

Aplicando las fórmulas descritas más arriba tendremos:

1 1
1) ∆𝑃 = ∆𝐺 ∗ 𝑀(𝐺) = 2000 = 2000 =
1−0,80+(1−0,30)+0,20 1−0,8(0,7)+0,2
1 1
2000 = 2000 = 2000 ∗ 1,56 = 3120
1−0,56+0,2 0,64

0,80
2) ∆𝑃 = ∆𝑇𝑟𝑎𝑛𝑠𝑓 ∗ 𝑀(𝑇𝑟𝑎𝑛𝑠𝑓) = 1000 =
1−0,80(1−0,30)+0,20
0,8 0,8 0,8
1000 = 1000 = 1000 = 1000 ∗ 1,25 = 1250
1−0,8(0,7)+0,2 1−0,56+0,2 0,64

−0,80 −0,80
3) ∆𝑃 = ∆𝑇 ∗ 𝑀(𝑇) = 500 = 500 =
1−0,80(1−0,30)+0,20 1−0,8(0,7)+0,2
−0,8 −0,8
500 = 500 = 500 ∗ (−1,25) = −625
1−0,56+0,2 0,64

Sumando los tres resultados (3120 + 1250 – 625) se obtiene que la producción
experimentaría un aumento de 3745 unidades monetarias.

Pudiera ser que el gobierno sólo decidiese utilizar uno de los instrumentos de política
fiscal, permaneciendo constantes los otros dos, o que utilizase dos de ellos. Los cálculos
se efectuarían a partir de los instrumentos que registran variación.
Enfoques doctrinales de política fiscal

Existe una importante discrepancia y debate doctrinal e ideológico acerca del papel del
sector público en la economía, y más concretamente sobre el rol específico de la política
fiscal.

Las posiciones oscilan entre los que defienden la mínima participación del Estado en la
economía y la neutralidad de la política fiscal (clásicos, neoclásicos, neoliberales,
conservadores, neocons, etc.) a los que defienden una notable intervención del Estado
y la práctica de políticas fiscales activas (keynesianos, postkeynesianos,
socialdemócratas, socialistas, etc.).

Los primeros argumentan que la intervención estatal es ineficaz y desequilibradora, y


propugnan limitar las posibilidades de la actuación pública con propuestas como:

• El equilibrio presupuestario
• Acompasar la variación del gasto público al aumento del PIB
• Aplicación de normas estrictas en los niveles de déficit, deuda, etc.

Los segundos consideran que el Estado debe desempeñar un rol activo importante
porque:

• La política fiscal es un instrumento potente de estabilización


• El mercado tiene fallos
-bien porque no satisface adecuadamente las demandas sociales de bienes
-bien porque no distribuye la renta de manera satisfactoria.

Pasemos a analizar esas corrientes doctrinales de manera más específica:

1. Escuela Clásica
Sus planteamientos se pueden resumir en los siguientes aspectos:
- Son partidarios de otorgarle el mayor protagonismo al mercado, de
modo que el Estado desarrolle un papel mínimo, dedicado a la provisión
de bienes públicos y algunas infraestructuras.
- La política fiscal debe ser pasiva, neutra, con presupuesto equilibrado y
limitada a procurar la eliminación de obstáculos a la actividad económica.
Para ello plantean que:
- los impuestos no entorpezcan ni desincentiven la actividad del
sector privado, y se mantengan en bajos niveles.
- los gastos públicos no sustituyan a la actividad privada. Si un bien
puede ser proporcionado por el sector privado, el Estado debe
abstenerse de participar en su producción y oferta.

2. Escuela Neoclásica
Aceptan una ligera mayor intervención en la economía que los autores de la
Escuela Clásica, en el sentido de que son proclives a que el Estado actúe en
aquellas áreas en las cuales hay fallos del mercado. Sin embargo, en ningún caso
son partidarios del uso de políticas fiscales discrecionales para incidir en el ciclo
económico. Consideran que los mercados se ajustan automáticamente, si bien
en el largo plazo. Para ellos, la recuperación de la economía tras un eventual
desequilibrio es una mera cuestión de tiempo. Cualquier intento de
estabilización por parte del Estado resultaría ineficaz e ineficiente.
Los principios básicos de política fiscal que plantean son los siguientes:
• Limitación del gasto público al mínimo posible.
Consideran que el gasto público perjudica más que beneficia el
funcionamiento de la economía. Los agentes privados gastan más
eficientemente que el Estado, por lo que es preferible que los recursos
permanezcan en sus manos.
• Neutralidad impositiva
Los impuestos deben ser de tal naturaleza que dificulten lo mínimo
posible el desarrollo económico de un país.
• Equilibrio presupuestario
El presupuesto anual debe tener saldo cero. Solo admiten cierto déficit
presupuestario para financiar inversiones que sean capaces de
desarrollar una producción que genere excedentes suficientes para
pagar los intereses de la deuda, es decir, que sean inversiones
autoliquidables.

3. Escuela Keynesiana

Keynes fue el principal precursor de la política fiscal como mecanismo para


estabilizar la economía ante oscilaciones del ciclo, con recesiones o expansiones
del producto.
Preocupado por cómo resolver el grave problema de desempleo generado por
la crisis de 1929, publicó en 1936 sus reflexiones al respecto, en su conocida obra
“Teoría general de la Ocupación, el Interés y el Dinero”.

Rechaza la idea previa de los economistas neoclásicos de que ante una recesión
los mercados, operando libremente, alcanzan el pleno empleo de manera
automática, y que sólo era una cuestión de tiempo. Keynes plantea, por el
contrario, que los países pueden permanecer por mucho tiempo con tasas de
desempleo altas en épocas de crisis, y que no se podía esperar a la recuperación
del mercado en el largo plazo

En su “Tratado de la Reforma Monetaria” (1923) ya había dicho a este respecto


lo siguiente:

“El largo plazo es una guía engañosa para los asuntos del presente.
En el largo plazo todos estaremos muertos. El trabajo de los
economistas es demasiado fácil y demasiado inútil si en un periodo
de turbulencias lo único que nos dicen es que cuando haya pasado la
tormenta el océano volverá a estar en calma”
El postulado o principio central de Keynes es que la intervención del gobierno
con la política fiscal puede estabilizar la economía, permite rescatarla de la
recesión. ¿Cómo? Para Keynes el principal determinante del nivel de actividad
económica es la evolución de la demanda agregada.

DA = C+ I + G + (X-M)

Según su concepción, la inestabilidad y el desequilibrio es inherente al mercado,


y en las recesiones los componentes de la demanda agregada tienden a
debilitarse, pues se agudiza el pesimismo entre los agentes económicos.
A su juicio, si el gobierno actúa sobre la demanda agregada de manera
deliberada, aumentando el gasto público y las transferencias o reduciendo los
impuestos, puede cambiar las expectativas (pesimistas) de los agentes
económicos y estimularlos a aumentar la inversión y el consumo.
Esa actuación expansiva de la política fiscal generará déficit público, pero Keynes
critica el equilibrio presupuestario anual y plantea que lo que tiene más sentido
es que el equilibrio presupuestario se produzca en el ciclo, de modo que lo más
acertado es operar con déficits públicos cuando hay recesión económica, para
estimular el crecimiento; y compensar esos déficits con los superávits logrados
una vez recuperada la economía y se haya logrado su expansión. Para Keynes la
política fiscal debe ser contracíclica: expansiva en las recesiones y contractiva en
las expansiones.
Los planteamientos fiscales de Keynes gozaron de una gran aceptación y
aplicación en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial hasta la
crisis de 1973. La política fiscal keynesiana estaba pensada para afrontar una
crisis concreta- la de 1929- que era una crisis de demanda, es decir, una crisis en
la que los problemas venían originados en los componentes de la demanda. Sin
embargo, la crisis de los setenta era una crisis de oferta. El fuerte aumento del
precio del petróleo y de las materias primas en general, produjo la inmediata
obsolescencia de multitud de procesos y sectores productivos intensivos en el
consumo de energía. Por otra parte, en esa crisis se manifestó una nueva
problemática, desconocida hasta entonces: la coincidencia de una situación de
elevado desempleo con una alta tasa de inflación. En las crisis anteriores cuando
había desempleo se producía deflación, no inflación. En las nuevas
circunstancias, la aplicación de una política fiscal keynesiana orientada a
expandir la demanda, lo que se acaba produciendo, en vez de resolver el
desempleo, era agudizar la inflación.

4. Escuela Monetarista
Surge en la década de 1950, siendo su representante más sobresaliente Milton
Friedman.
Critican a los keynesianos porque, a su juicio, sobreestiman el grado de
inestabilidad de la economía. Consideran que la economía habitualmente opera
en un nivel en el que las empresas producen a la medida de su capacidad normal.
Las inestabilidades son producidas más bien por erróneas intervenciones de las
políticas macroeconómicas y, sobre todo, por fluctuaciones de la oferta
monetaria, y en menor medida por cambios en el consumo y la inversión.
Parten de la Ecuación Cuantitativa del Dinero de Irving Fisher:

𝑀∗𝑉 =𝑃∗𝑄
siendo M la oferta monetaria, V la velocidad de circulación del dinero, P el nivel
general de precios y Q el volumen de transacciones o la producción física.
Y señalan que, sin modificaciones en la oferta monetaria, la política fiscal no
tiene efectos. Si, por ejemplo, el gobierno aumenta el gasto público y no se
produce un incremento paralelo de la oferta monetaria, no habrá consecuencias
en la producción. Además, según su concepción, los aumentos de la oferta
monetaria más que expandir el producto real, lo que ocasionan es una mayor
inflación.
Para esta escuela, la política clave para garantizar la estabilidad
macroeconómica no es la política fiscal, sino la monetaria.
Su propuesta, dado que suponen que la velocidad de circulación del dinero es
constante, para mantener un crecimiento económico estable es someter la
oferta monetaria a un aumento fijo.

5. Escuela de la Nueva Macroeconomía Clásica


Surge a mediados de la década de 1970, siendo sus representantes más
destacados Robert Lucas, Thomas Sargent y Robert Barro.
Plantean que las políticas fiscales discrecionales son ineficaces porque los
agentes económicos pueden prever los cambios que se derivan de esas políticas
y actuar anticipadamente para contrarrestarlas e inutilizarlas.
¿En qué se fundan? Parten del supuesto de que los agentes económicos actúan
con expectativas racionales. Hasta la década de 1970, según ellos, las
expectativas de los agentes económicos eran adaptativas: lo que ocurriría en el
futuro se deducía de lo acontecido en el pasado. Pero, a partir de esa década, las
expectativas se volvieron racionales: lo que ocurre hoy depende de las
expectativas sobre lo que ocurrirá en el futuro. Consideran, por tanto, que los
agentes económicos conforman expectativas sobre los valores futuros de las
variables económicas (tasa de inflación, tipos de interés, etc.) utilizando la
información disponible, y toman sus decisiones presentes teniendo en cuenta lo
que prevén del futuro. De esta manera, pueden anticipar los cambios derivados
de una política (fiscal) y adelantarse a éstos desactivándolos. Por ejemplo, si el
Estado aumenta el gasto público para estimular la demanda agregada y la
producción, los empresarios pueden conformar la expectativa de que la mayor
demanda generará un aumento de la inflación y una consiguiente subida de los
tipos de interés, por lo que deciden reducir la inversión y, con ello, disminuirá la
demanda agregada, que era lo que inicialmente pretendía expandir el gobierno
con el aumento del gasto público. Por su parte, los consumidores pueden
constituir la expectativa de que el aumento del gasto publico implicará una
ampliación del déficit público y de la deuda, y mayores impuestos futuros para
pagar la deuda contraída, por lo que deciden ahorrar más para poder pagar esos
impuestos y, de este modo, baja el consumo y la demanda agregada, que el
gobierno pretendía impulsar.
Esto les permite concluir que la política fiscal es ineficaz cuando pretende actuar
sobre el ciclo económico.

¿Cuáles son sus planteamientos de política económica?


• La política fiscal (y la monetaria) son inoperativas. Para que las
políticas económicas tuviesen alguna posibilidad de alcanzar los
objetivos que pretenden, tendrían que sorprender a los agentes
económicos, y esto resulta difícil.
• Es conveniente, por tanto, someter las políticas económicas a reglas
fijas.
-Política fiscal:
-Limitación del déficit público: presupuesto equilibrado
-Limitación de la deuda pública
-Política monetaria
-Regla fija de crecimiento constante de la cantidad de dinero
(en esto coinciden con los monetaristas). Consideran que si
los agentes económicos conocen con anticipación los
impulsos monetarios dejarán de producirse oscilaciones en
el producto real.

6. Escuela de la Economía Política Constitucional: Teoría de la Elección Pública


(Public Choice Theory)
Las primeras manifestaciones de esta escuela tienen lugar en la década de 1960
con los trabajos e iniciativas de James Buchanan y Gordon Tullock.
Es una teoría que se sitúa a caballo entre la ciencia la economía y la ciencia
política, y que enfoca el estudio de las decisiones políticas con la metodología y
las herramientas de la economía.
Plantean la conveniencia de la neutralidad, de la pasividad de la política fiscal,
pero por razones distintas de las argüidas por la Nueva Macroeconomía Clásica.
Estiman que la política fiscal se ha convertido, fundamentalmente, en un
instrumento en manos de los políticos para ganar elecciones. Establecen, lo que
ellos denominan, el ciclo político de la economía o la teoría del ciclo económico
de origen político. En su afán de mantenerse en el poder, los políticos utilizan la
política fiscal de la manera siguiente:
a) Políticas de ajuste en la primera parte de la legislatura
Los políticos orientan sus medidas durante sus dos primeros años de
gobierno a contener y resolver los desequilibrios, si los hubiera, de carácter
macroeconómico: inflación, déficit público, déficit exterior, etc.
Se dirá que es la única política posible y se culpará, si cabe, de esas políticas
de autoridad al gobierno anterior.
b) Políticas expansivas en la segunda parte de la legislatura
Aprovechando, lo que ellos denominan, la miopía del votante, los políticos
procurarán, en el período previo a las elecciones, estimular el crecimiento de
la producción y el empleo, aumentando los gastos que los ciudadanos
perciben como beneficiosos para ellos y reduciendo los impuestos.
Es decir, se pondrán en marcha políticas fiscales expansivas, que generarán
elevados déficits públicos, financiados con deuda o emisión monetaria, pero
que posibilitan un reparto de renta por adelantado entre los ciudadanos, y
una sensación en éstos de “ilusión fiscal” al percibir a los políticos como
“magos” que les permiten recibir mucho haciéndoles pagar poco a cambio.
El único modo, según ellos, de evitar esto es estableciendo la neutralidad
fiscal por la vía de someter la política fiscal a reglas, a normas estrictas y de
cuanto mayor rango mejor, proponiendo la inclusión de esos preceptos en el
texto constitucional. Al seguimiento de estas pautas de actuación obedece
el establecimiento del límite de déficit público estructural incorporado a la
Constitución española en su artículo 135.2 en el año 2011.
7. Escuela de Política Fiscal del Lado de la Oferta (Supply Side Economics)
Esta escuela emerge en la década de 1970 con los trabajos y propuestas de
Robert Mundell y Arthur Laffer. Sus planteamientos teóricos son un tanto
endebles, pero han gozado de una gran difusión, gracias sobre todo a los
editoriales del influyente diario económico Wall Street Journal. Además, han
disfrutado de una importante acogida política, sobre todo con las reformas
fiscales llevadas a cabo en EEUU, por un lado, bajo la presidencia de Ronald
Reagan en el año 1981 y, por otro, bajo el mandato de Donald Trump en 2017,
consistentes ambas en importantes rebajas de los impuestos de sociedades y
sobre la renta.
Son críticos con las políticas fiscales keynesianas, que actúan por el lado de la
demanda y en el corto plazo, porque, según ellos, si bien pueden aumentar la
producción y el empleo, también incrementan los precios.
Ellos enfatizan las políticas fiscales (acompañadas de otras medidas) orientadas
a aumentar la oferta agregada en el largo plazo, impulsando el PIB potencial.

Política fiscal del lado de la demanda Política fiscal del lado de la oferta

Precios Precios

OA OA’

OA’’

DA’’
DA’ DA

PIB real PIB real

En los dos gráficos se puede comprobar el efecto distinto que, según los
autores de esta escuela, producen las políticas fiscales orientadas a expandir la
demanda (que logran aumentar la producción, pero también los precios) y las
dirigidas a aumentar la oferta (hacen que se expanda la producción y que se
reduzca el nivel de precios).
¿Qué medidas de política fiscal plantean?
Su política fiscal se centra en:
• la reducción de los impuestos directos (a los ciudadanos en general y a
las empresas)
acompañada por medidas de:
• desregulación de la economía
• estímulo de los avances tecnológicos
Los economistas de la oferta tienen una visión distinta de los keynesianos
acerca de cómo actúan los impuestos en la economía. Ambas corrientes
comparten que las reducciones de impuestos aumentan la renta disponible,
pero, mientras para los keynesianos, el aumento de la renta disponible impulsa
la demanda agregada, para los economistas de la oferta, la incidencia se
concentra en los mayores incentivos que tienen los agentes económicos para
trabajar, ahorrar e invertir, redundando todo ello en un aumento de la
oferta agregada.
Por ejemplo, al disminuir los impuestos directos a los trabajadores, éstos ven
aumentar su ingreso disponible, lo que actúa como un incentivo para trabajar
más horas al año, e incluso que los que antes no estaban dispuestos a trabajar
ahora sí lo estén. De esta manera aumentará la oferta de trabajo, y si bien ese
aumento hará que disminuya el salario, la reducción será menor que la
ganancia de ingreso debida a los impuestos más bajos. Con esta mayor oferta
de trabajo y salarios más bajos, los empresarios estarán dispuestos a contratar
a más trabajadores y producir más, haciendo que aumente la oferta agregada.

La curva de Laffer
Los autores de la economía de la oferta utilizan este instrumento metodológico
para fundar su planteamiento teórico. Esta curva representa una ecuación
matemática que relaciona los tipos impositivos con la recaudación fiscal.
Su objetivo es mostrar que, en ciertas circunstancias, la reducción del tipo
impositivo puede provocar un aumento de la oferta agregada y, a su vez, de la
recaudación fiscal.
Recaudación fiscal

0 100
Tipo impositivo

Se observa en la gráfica que hay puntos de recaudación cero (cuando los tipos
impositivos son cero o del 100%) y que hay un punto óptimo o máximo de
recaudación. En el tramo de la curva situado entre el tipo cero y el nivel máximo
de recaudación, la recaudación aumenta a medida que sube el tipo impositivo,
mientras que, en el tramo comprendido entre el nivel óptimo y el tipo del
100%, la recaudación disminuye a medida que aumenta el tipo impositivo.
Según Laffer, la mayor parte de los países desarrollados tienen una estructura
impositiva que se corresponde con el segundo tramo de la curva, de forma que,
si se reducen los tipos impositivos, además de aumentar la renta disponible y
estimular la oferta agregada por el incentivo que ello supone en el trabajo, el
ahorro y la inversión, se logrará aumentar la recaudación fiscal. En definitiva, la
reducción de impuestos aumentará el PIB real y no generará déficit público.
Los problemas que presenta este planteamiento radican en que no es posible
conocer:
- en qué punto de la curva se encuentra una economía
- cuál es la forma de la curva
Recaudación fiscal

A B

0 100
Tipo impositivo

Por tanto, es difícil saber en cada momento si es conveniente aumentar o


reducir impuestos, y cómo afectará a la recaudación fiscal y al déficit público.
En el caso de la curva A, la recaudación fiscal empieza a decaer con el aumento
del tipo impositivo cuando éste registra un nivel inferior al que marca la
inflexión de la recaudación en el caso de la curva B.
Si un país no sabe cuál es la forma de su curva ni el punto de la curva
correspondiente a su estructura de impuestos, la aplicación de políticas
destinadas a aumentar el PIB sin que se genera déficit público se convierte más
bien en un acto de fe en los supuestos.

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