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Lugares Propios
Hay demasiado escrito sobre lo que es ser o no feminista. También unos cuantos libros
sobre lo importante que es la validació n política de lo queer. Tengo una mesa montada
y una secció n en la librería que intenta mostrar un poco esto, con la intenció n de
ademá s conectar estos dos mismos espacios. Porque sí, ser feminista es una cosa, y ser
queer, es otra. Y aunque estas dos especies de espacios son perfectamente
compatibles, lo cierto es que a veces podría parecer (y no solo desde la crítica desde
posicionamientos provenientes de un feminismo conservador) que no lo son tanto.
Desde hace bastantes añ os siento haber perdido cualquier funció n pedagó gica. Y sé
que en alguna parte de mí misma puede seguir estando, pero para ser honestos he de
decir que se me da bastante mal explicarme. Lo hago a medias y con balbuceos. No
obstante, sí que creo que soy capaz de crear imá genes mentales, o imá genes de
pensamiento. Y en cierto sentido esta es una de las funciones que atribuyo casi
necesariamente a la filosofía. De algú n modo, creo que los aforismos tienen ese poder
visionario, pasar dos veces por el mismo sitio y encontrar en poco tiempo matices
distintos. Siento que los conceptos son má s pictó ricos, en cierto sentido, de lo que
imaginamos que puede ser. Si esto fuera un paper, tendría que citar 1 y explicar
racionalmente qué entiendo yo por feminismo y por teoría queer. Si fuera un libro
tendría que realizar un aná lisis concienzudo de ambos términos. Tendría que citar.
Tendría que poner ejemplos. Contrastar. Argumentar. Justificar y ser bienqueda
diciendo: éste, este es el buen término. Tendría que acotar. Pero esto es un texto rara
avis y prefiero crear una imagen.
Hay entre ambos espacios un elemento comú n, punzante, hiriente, que atraviesa como
un rayo. O como lo hace la costumbre, como una pesada letanía. Quién no ha recorrido
la calle y cambiado la cera. Me explico (una imagen): A los 20 añ os un desconocido me
agredió sexualmente justo antes de entrar en el portal de mi casa. En el barrio má s
tranquilo de Salamanca. Bueno, en realidad, quizá s no era el má s tranquilo. A las cinco
de la mañ ana, sola por la calle, ningú n barrio ofrece seguridad. Meses después de ese,
sí, acontecimiento, seguí saliendo de fiesta y volviendo tarde a casa. Hacia mis idas y
venidas con completa normalidad, me vestía, salía, bebía, volvía a casa. Pero un gesto
extrañ o se adueñ ó de mi cuerpo, de mi mano, durante las siguientes semanas, meses,
añ os. Cada vez que sabía que estaba cerca del portal de mi casa (de mis casas, todas
aquellas en las que viví por aquella época), volvía con las llaves en la mano. Entre el
dedo anular y el corazó n. Por si acaso.
Algo se independizó dentro de mí. Me volví violenta. Salíamos de fiesta y si algú n chico
se acercaba y me tocaba (a mi o a mis amigas) saltaba. Parecía irracional, como con
ganas de liarla. Empecé a meterme en discusiones muy incó modas. Vestidos cortos y
muy borrachas, calle de direcció n ú nica. Empecé a sentirme algo desterrada, cambio
de acera, una mañ ana de verano sentí có mo alguien me perseguía durante horas y
hasta que no me metí en una tienda no dejó de hacerlo. Probablemente no me siguiera.
Probablemente quisiera hacerlo. Sentía que siempre estaba en un camino de direcció n
ú nica. Afortunadamente, con el tiempo no solo tome la calle como un espacio que sino
era propio, quería que fuera comú n (volver a casa sola andando siempre que fuera
posible, no cambiar de acera, contestar “piropos”). Pensaba que así me vengaba
cuando en realidad, tan solo accedía a las condiciones de una lucha perpetua2.
Me cuesta menos decir por qué me identifico como queer. Porque lo queer vino mucho
antes, mucho antes de filosofía mucho antes del ataque, mucho antes. Lo queer para
mi simpatiza mucho con una especie de extrañ amiento deseado. Jugar a cosas
distintas y no querer asignar un género a esos juegos. Me gustaba pegarme con mi
hermano y jugar con las muñ ecas. Me gustaba jugar a los videojuegos y tragarme
todos los capítulos de La Familia Crece. Me gustó muchísimo cortarme el pelo de
punta, repeiná rmelo, echarme gomina. En el instituto lo ú nico que anhelaba era
cambiar y asumía (porque lo esencial para interpretar un có digo como natural es
asumirlo desde el principio) que ese cambio daba pie a un castigo (la burla, la risa,
entiendo tan bien cuando Alana Portero dice que su aspecto es lo má s político que
tiene). Me gusta tener distintos rostros, saltar de un espacio a otro. Me irrita ser
femenina. Me repugna lo masculino. Soy una rata. Una paloma sucia de la calle. Y este
aspecto también lo concibo así en la escritura, y en gran parte de las narrativas en las
que me siento có moda: Me flipan los delirios de Kathy Acker, aunque da la impresió n
que los delirios son solo cosa de genio cuando es un hombre quien los realiza. Los
suyos son histrió nicos. Parece que le grita constantemente a una pared. Monta barullo.
Ningú n canon tomaría su voz como discurso legítimo. El protagonista de Grandes
Esperanzas cambia su género, se vuelve loco, berrea, llora, critica a su madre a través
de su dolor. Pero también empatiza con las lá grimas y la ternura: es lo ú nico que
permite el nexo.
Acker es queer en su escritura. Es excesiva. Los hombres de Acker lloran, pero siguen
siendo repugnantes. Damos un volantazo: otra autora con la que me siento
comodísima en los paisajes sobre lo queer; Carson McCullers. Lymon Willis, el
personaje jorobado de La balada del café triste llora también, se siente solo, aislado.
Pocos hombres son los que se desmoronan abiertamente en la literatura. La diferencia
entre Acker y McCullers es que mientras la primera juega con el delirio para plasmar
lo queer, McCullers usa la ternura y la soledad. Todos sus personajes está n
jodidamente solos. Son raros. Tienen chepa, cuerpos extrañ os, balbucean. Una mujer
ruda como Miss Amelia se transforma, de repente, se enamora. De un hombre raro
(ella muy alta, él muy bajo). Para el pueblo es un puto escá ndalo.
Puede costar entender que lo queer se mueve má s en estos términos que en el brillo
de la purpurina (que nadie me malinterprete, a tope con la purpurina y con pintarse
las uñ as seas quien seas y como desees ser leídx). Lo queer va de ser rarxs y no
sentirnos tan jodidamente solos por ello. Ser rarxs acompañ adxs. Aparentemente,
parece que mi discurso má s que de lo queer va de feminismo en un nivel A1.
Personajes que se salen de los estereotipos de género que pueden amarse má s allá de
la norma. En realidad, la naturaleza de lo queer se mueve también en estos términos.
No se nace nada, hay ficciones. Se aceptan, porque vivimos a través de ellas. Pero la
ficció n supone una lectura (la verdad del sexo, el destino manifiesto). No se nace nada,
tenemos el derecho y la necesidad de poder elegir nuestras propias ficciones y hacer
bailar o dinamitar nuestras propias contradicciones.
Creo en la abolició n del género como utopía. Creo que la pluma no debería ser
atribuida a hombres gays afeminados. Porque la pluma no debería tener nombre.
Porque cualquier ficció n identitaria, ademá s de ser ficció n (y de deber ser leída como
tal), es una cá rcel. Todxs elegimos cá rceles. Todxs nos servimos de ficciones. A mi me
libera pensar que en cualquier momento mi identidad tiene la posibilidad de devenir
cualquier cosa, de no naturalizar lo que soy, de moverme en distintas cartografías. Soy
mujer porque decidí mantener esa categoría como símbolo de lucha y restitució n;
parafraseando a Boü squet-Llevadot: Mi herida existía antes que yo, he nacido para
encarnarla. Una herida no es una metá fora de intensita: es una brecha política. Soy y
me expreso como mujer (y no siempre quise serlo) porque quiero que a través de lo
que se me ha hecho por ser leída como tal, haya restitució n. Y soy queer porque no
siento mi categoría de género como algo natural, como destino manifiesto. Una línea
de fuga3 es Carson McCullers cuando los personajes devienen de un sitio a otro, siendo
los mismos, completamente distintos. Especies de espacios que transitan en mismos
cuerpos. Así de queer me veo yo.
No creo que nunca se deje de aprender sobre un concepto. Y puede que la versió n que
ofrezca aquí no sea compartida. Pero me siento orgullosa de poder verbalizar que es
posible una boda entre feminismo queer y por supuesto, radfem. Es un tema que aú n
no he comenzado a investigar, pero que tengo plena intuició n sobre su funcionamiento
(aparece como un rayo caído del cielo la figura de Monique Wittig con su “la lesbiana
no es mujer”, la lesbiana como agente queer que desnaturaliza las relaciones
heteropatriarcales) . Nuestras luchas no está n en las antípodas (y es lo que má s me
gustaría profundizar actualmente). Al menos, eso es lo que me gustaría creer.
3
Una contra-narrativa, una narrativa que huye de la estructura que otorga una narrativa mayor. Insisto
con firmeza que la escritura de McCullers es ante todo, una captació n de formas de vida.
Dos artefactos políticos: rabia y duelo
Está todo como lo dejaste: sigues siendo un policía sin nombre con una resaca de la
hostia cuyo ú nico objetivo aparente es resolver un caso que te han asignado en la
ciudad de Revanchol. Un hombre aparece ahorcado en mitad de un descampado, un
niñ o le tira piedras y juega con la arena. Es un pueblo triste, gris, las paredes de los
edificios está n llenas de agujeros de balas y el recuerdo de una guerra sin fin se
condensa en el diá logo con cada uno de sus habitantes.
4
É ste es un artículo-reseñ a que subí a mi Medium hace unas semanas. Me gustó tanto que decidí
meterlo en el fanzine, para quien quisiera leerlo en físico (o para quien no me siga en ese espacio),
pudiera hacerlo. Narra la experiencia de un fin de semana jugando a Disco Elysium, un videojuego sobre
un policía cuya ú nica misió n es resolver un asesinato en la ciudad ficticia de Revanchol. A la hora de
plantear el fanzine, pensé que si quería que hubiese una parte en concreto que hablase sobre có mo se
concreta la potencia política del duelo, no debía hacerlo de manera abstracta, sino a través de un
ejemplo.
El primer acto es limpiar el espejo y ver tu rostro. Decides no hacerlo. Seas quien seas,
decides dejarlo de lado. Tu nombre poco importa, pues posteriormente irá s
descubriendo que tienes la capacidad de reinventar el presente y otorgarte una nueva
identidad. Un nuevo nacimiento. Tu fiel compañ ero de investigació n, Kim Kitsuragui,
te espera a la salida de tu cuarto. Vigila cada uno de tus pasos y anota cualquier avance
en la investigació n, Kim es una de esas personas metó dicas que al principio pensamos
que va a estar ahí para sacarnos de quicio cuando en realidad su comportamiento es
completamente distinto. Kim te ve cagarla, una, otra y otra vez má s. Cagarla sin fin,
constantemente. Pero en lugar de reprenderte, la vigilancia de Kim es silente: te
observa, espera (muchas veces impaciente porque quiere resolver el caso), reconduce
tus observaciones (algunas de ellas rozan el histrionismo si haces que tu personaje se
suba demasiado de tono) y te endereza. Es la clase de compañ ero que sabe que vives
en una ruina perpetua, y que el movimiento só lo es operante desde ese mismo lugar.
Está s lleno de fracaso, tu compañ ero lo sabe. El gesto má s radical consiste en sostener
la mano, dar un pañ uelo, estar, en silencio, intentando mantener los rescoldos de lo
que un día fue fuego. Kim te reconduce sin castigo, no niega tu miseria pero tampoco
la ensalza. Sabe que solamente podemos hacer con lo que queda de nosotros mismos.
Disco Elysium puede analizarse desde distintos planos. Por el modo en el que yo
misma accedí a él, he decidido acometerlo desde la temá tica del duelo. Porque sin
lugar a dudas, uno de los aspectos má s políticos del videojuego (má s allá de hablar de
La Revolució n fallida, la lucha de clases o la reinstauració n de un comunismo abocado
a su propio fracaso) radica en la localizació n de la pérdida y su asunció n (o no) en
cada uno de sus personajes.
Cuando pensamos en duelo, parece casi inequívoco asociarlo con la pérdida de un ser
querido, como si de una situació n de carpetazo se tratase: “C” está triste porque “X” ha
muerto. Una lectura simple podría resumirse así y nadie se opondría a ello. Pero es
mucho má s. Un duelo nunca, jamá s, es un pensamiento con una ú nica raíz. Decir que X
ha muerto implica decir mucho má s. Implica recordar el aroma de un perfume que no
sabes por qué, echas de menos. Implica la suavidad de una tela. Ir a ese parque donde
dos personas jugaban a la petanca y ahora mismo, solo uno de los agentes contempla
las bolas. Implica automatismos que no sabes muy bien de donde provienen, implica
un malestar sin nombre. Un duelo no es una raíz, es una explosió n ató mica de
acontecimientos. Y Disco Elysium consigue plantearlo de este modo a la perfecció n.
Pocas cosas má s políticas hay en la vida que la vivencia de la pérdida; aquello que fue
y nunca jamá s sucederá . La imposibilidad de vivir al lado de algo que solía estar a tu
lado, cuando ya no está . Disco Elysium (D.E., desde ahora) consigue trasladar está
ló gica a distintas situaciones, de tal modo que vivir en duelo no solo se circunscribe a
la perdida de un ser humano (X ha muerto) sino a la pérdida de un conjunto de
posibilidaddes que ya no volverá n a realizarse. En Revanchol, nadie cree en la
revolució n. Es una ciudad llena de fantasmas (algunos ciudadanos han preferido
asociar el fracaso inminente de cada uno de los negocios del centro de la ciudad a la
aparició n de un espectro, má s que a las ló gicas del capitalismo en sí mismo), con una
població n ridícula pero en su mayoría destinada a la miseria (personas mayores
trabajando en distritos abandonados, niñ os especializados en el trá fico y consumo de
anfetaminas, obreros que quieren trabajar en fá bricas con huelgas sin fin, solo y
unicamente por el fin del trabajo en sí mismo….). Si Preciado hace unas semanas en
Madrid hacía alarde de la cuneta ontoló gica, Revanchol tiene su propio abismo.
Asumido y casi libre de ingenuidad. Nadie cree, o al menos, la inmensa mayoría
prefiere no hacerlo. Las ló gicas acceleracionistas del capitalismo no solo han destruido
cada uno de los negocios de la ciudad (solo alguna inmbiliaria buitre consigue
subistir) sino que ademá s ha nublado toda posibilidad de progreso. Al fin, podríamos
pensar algunos. Só lo cuando la catá strofe toma todo su esplendor es posible generar la
revolució n. O al menos, es una idea que puedes hacer florecer en tu personaje: ahora,
justo ahora, creer en la reinstauració n del comunismo — otra vez-.
Entonces parece que sino hay progreso, no hay superació n, no hay dialéctica ninguna y
Revanchol está destinado a una derrota sin fin, poco má s hay que hacer que resolver el
caso y marchar. En algú n punto he dicho que los duelos pueden tratar de muchas cosas
menos de carpetazos. Y sus creadores no son unos cínicos. No diré que haya
posibilidad alguna de esperanza, reacció n, cambio, contrapoder. Pero hay algo potente
y afectivo en D.E que convierte al espectador (y agente) en otra cosa. Y es aquí donde
me gustaría hablar del aspecto “productivo” del duelo, sin dialécticas mediante.
Hablo de lo que sucede en el cuerpo cuando se asume que aquello que ocurrió , nunca
jamá s va a suceder. Hablo de una asunció n sin progreso. Hablo de una derrota y un
fracaso, pero también de un movimiento y una transformació n. O al menos, de có mo
vivir cuando lo que te acompañ aba, vive de otro modo contigo.
No solo Revanchol está cargado de perdidas; tu personaje esta inflado de miseria por
los cuatro costados (y es digamos el hilo conductor entre un duelo general y un duelo
particular, por así decirlo). No hace falta ser muy listos para saber que actualmente
eres lo que eres porque has perdido algo. Un paisaje olor a albaricoque, el tacto del
pelo de una mujer rubia, una inocencia. Has perdido algo que te hacía ser fuerte y
transformarte en otras cosas, levantarte cada día y ser El mejor para otra persona. Lo
has perdido. A medida que vamos desarrollando el caso, nos vamos encontrando
paralelamente (hasta donde el usuario quiera) aspectos de nuestra propia historia. En
este sentido Kim, que es nuestro eterno vigilante, nos observa y contempla como
vamos desentrañ ando y digiriendo nuestra trayectoria. La ternura es radical, y la
figura de Kim es fundamental para entender qué hacer en un proceso de pérdida. El
gesto má s radical, en este sentido, reside en el sostén. Ofrecerle un pañ uelo.
Contemplar juntos en un columpio có mo tu coche patrulla se hunde en el hielo porque
lo estampaste en un lago una noche de borrachera. Kim sabe que jamá s se va a sentir
lo que tu sientes, jamá s vivirá la perdida que él percibe en ti. Pero sabe que puede
acompañ arte. Es el mejor gesto y la mejor lecció n posible.
Casi al final del juego, aparece alguien. Piensas: Dolores dei, quien en Revanchol es
conocida como la primera Inocencia, una especie de madre dolorosa/ virgen María a
quienes muchos todavía veneran. Pero Dolores dei no es Dolores dei. Descubres que
en realidad a quien tienes delante es la encarnació n de tu propio luto, la asunció n del
duelo. Te encuentras el paisaje perdido, el olor a albaricoques, el vestido blanco, la piel
de sus mejillas suaves y cá lidas. Pero también, te encuentras su rechazo y como
consecuencia, tu propia ira. Por qué si lo que yo siento es real, no tiene su
correspondencia. Por qué si el sentimiento vive todavía siento que algo es inoperante.
La verdadera oscuridad tiene por cara el amor. La primera muerte es la del corazón te
dice Dolores dei. Decimos que el duelo es político porque lleva dentro de sí el germen
de una acció n, radical sí, similar a la radicalidad de la ternura. El duelo implica vivir y
hacer con la imposibilidad arraigada en el corazó n. Pero ante todo implica que en cada
uno de nuestros gestos, ese amor, ese atomismo concentrado en un paisaje al que
denominamos persona o idea (pues Disco Elysium concreta el duelo no solo en la
perdida de un ser querido sino también en la de un ideal, una lucha, un partido, un
status….) estará siempre a nuestro lado. Asumir un duelo es saber que a partir de
ahora será s un sujeto condensado, que no necesariamente tiene que operar desde el
derrotismo, sino desde una transformació n que te ha convertido en otra persona.
Capaz. ¿De qué? Quizá de acompañ ar. De estar en silencio. De hacer y estar con los
demá s.. En El año del pensamiento mágico, Joan Didion dice que aquellas personas que
han perdido a alguien tienen la mirada modificada. Ya no miran igual el mundo al que
se enfrentan. Y no solo son capaces de mirar distinto (pareciendo iguales), sino que
ademá s tienen la capacidad de localizar la misma mirada en personas que han sufrido
una perdida.
Termina tu diá logo. Eres el mismo, pero diferente. Como jugador y agente, con las
lá grimas en los ojos sigues moviendo el cursor por la pantalla. Resuelves el caso, y,
como extra te encuentras algo especialmente má gico (no voy a decir el qué, os lo dejo
para que si os interesa lo comprobéis vosotrxs mismxs). Pero digamos que es lo má s
parecido al milagro. Para nuestros cristianitos, ojos y oídos de aquellos que son
capaces de ver con la mirada de la fe, el fulgor de la propia tierra.
Qué hacer, cuando muchas de las cosas que has anhelado nunca má s van a volver a
repetirse.
Está s delante del río que hay cerca de tu casa. Los peces se mueven, de un lado a otro.
Hay una especie de calma.
Es duro ser librera, puede que siempre sea de las primeras cosas que pienso. Pero -
continuo- me renta. ¿Por qué me renta? Tengo dos clases de respuesta. La primera, la
corta: es una profesió n de continuo aprendizaje, que media entre un montó n de cosas
(lxs compañ erxs de trabajo, lxs clientes de la casa, gustos pares y dispares y, sin duda,
el camino que tú misma decides marcarte, que al fin de cuentas es una conjunció n del
resto de factores). La respuesta larga requiere algo má s de espacio, es una línea
temporal. La respuesta larga obedece a una forma de vida y un acto de resistencia. Yo
nunca desee ser librera, no estaba entre mis planes. Empecé en La Central de Callao el
5 de Agosto de 2018, como cajera para un contrato de seis meses. Necesitaba trabajo y
parecía muy buen remedio, al fin de cuentas era la librería de referencia para todxs los
estudiantes. Pero nunca tuve pretensiones de ser librera. Necesitaba un trabajo que
me pudiera ayudar a mantener mi austero tren de vida en Madrid. Venía de una
carrera en filosofía, venía de un master interdisciplinar de humanidades, podría
decirse que me gustaba y sabía leer, tenía autores clave y lecturas contemporá neas
marcadas en el pecho. Daba el perfil. Dos días después de mi primera entrevista,
estaba contratada.
Fue por sorpresa. Y desde dentro, sufrí una pequeñ a transformació n. Pasé de ser
estudiante de filosofía a lectora de narrativa, có mic y poesía. Al estar en caja, una de
mis funciones era alarmar todas las novedades – y lo que no eran novedades- y con
ello me enteraba de todo lo nuevo que nos entraba cada día. Conocer es recordar,
partes de mí que pensaba muertas volvían a la vida. Volví a leer poesía. Era en cierto
modo como reconectar con algo que yo había sido hace mucho tiempo, de una manera
distinta
5
No quiero alargarme en los distintos períodos por los que pasé en la librería (no renovaciones, la
época de la pandemia y mi ú ltima reincorporació n en 2021). Y no quiero hacerlo por extensió n y por no
desviarme del tema central, que es en ultima instancia el por qué decidí de hacer esta mi profesió n.
especialista en ella. Claro que cuanto mejor manejes la temá tica, mejor hará s tu
trabajo, pero a veces se confunden los términos. Gestionar una secció n es
principalmente, aprender có mo funciona (títulos má s vendidos, su porqué, rotació n
del contenido). Y esto conecta con uno de los aspectos y lecciones má s importantes
que me ha enseñ ado el oficio: la profesionalició n nace desde dentro a través de una
cura de humildad. Cura de humildad que en otros sectores del mundo del libro no he
visto. Una ignorancia serena, que chocaba frontalmente con el sentimiento de
inseguridad que había aprendido en la formació n universitaria. Y chocaba porque lxs
librerxs necesitamxs del lector para actuar como médium entre el libro y el pú blico
que lo adquiere.
Empiezo a escribir este texto unos días antes de que lleguen los ú ltimos días del cierre
de Callao. No siento pena por el edificio. Me duele saber que perdemos fondo de
librería y que algunos puestos de trabajo está n en peligro. Me alivia saber que ya nadie
preguntará por el fresco de la primera planta. Hago cajas e intento salvar libros de
secciones que desaparecerá n por completo: me quedo en filosofía todo Roland Barthes
y salvo a Carlo Rovelli para meterlo en una secció n mixta de ciencias naturales.
Deleuze, Nietzsche, Spinoza Butler, Braidotti y Garcés, al completo. Hago cajas a gran
velocidad para salvarlos a todxs, y paralelamente pienso, quizá alguien ya no aparezca
en el horario. El proceso del cierre de Callao hizo que la salud mental de lxs
trabajadores decayera por momentos. No se pueden salvar a los equipos del mismo
modo que a los autorxs de los libros. Hace mucho tiempo que perdí toda sensació n de
duelo, me adapto casi a la perfecció n a los cambios (segú n cuales) y me tomo este
ú ltimo en lo que respecta a mis secciones como la apoteosis de mi voluntad. No es así,
pero hago el intento.
Durante todo este tiempo, he tenido momentos de reflexió n sobre el sentido de este
trabajo. Horarios extenuantes, lesiones físicas, sueldos bajos y un horizonte poco
variopinto si tienes en mente un futuro con un tren de vida mayor que el que pueda
aspirar una mileurista raspada. Una vez hablaba con Blanca Sotos sobre la
permanencia de los librerxs en su puesto de trabajo: “con respecto a la experiencia
que he percibido en el sector editorial, veo a má s libreros que aguantan durante
muchos añ os en sus espacios de trabajo que personas relacionadas con el mundo
editorial. La rotació n es mayor (y entreleo en sus palabras que posiblemente se deba a
que en la mayoría de los casos las condiciones son peores).
Recuerdo a una chica en clases de anatomía sin saber muy bien a qué venía. Recuerdo
a una persona que abandonó una carrera con buenas salidas porque estaba
obsesionada con un mal amante que le daría grandes dolores de cabeza y pocos éxitos.
Recuerdo a la chica de 16 añ os que visitó por primera vez La Central del Reina Sofía
pensando que trabajar ahí podría ser interesante. Y la historia se concreta en el
momento en el que la profesió n me pilla por sorpresa. Y el recuerdo se cristaliza e
insiste en la comunió n con unos compañ eros de trabajo que, sin pretenderlo en
ningú n momento, se han convertido en compañ eros de vida.
Pienso en la nueva imagen del pensamiento, traducible y deseable para casi cualquier
sector. Todo es una huida, quizá hacia ninguna parte. Todo es arrebatar el tiempo a
quien no te lo concede. Quienes no tenemos casa nos sabemos perdidos para siempre.
Un lector atento sabe, en efecto, cual es esa nueva imagen del pensamiento. En
nuestras manos está el poder ejecutarlo.
Fin
Hubo un tiempo en el que escribir y borrar eran un mismo y ú nico acto. Han pasado
ocho meses desde que empecé este fanzine y sí, en efecto, es una forma de vida y un
acto de resistencia. La mejor muestra de ello es que muchas sentencias han sido
modificadas, pero ninguna eliminada. Es la insistencia sobre el poder frente a la
incapacidad de poder hacerlo. En algunas partes pretendo ofrecer también una
estrategia, un consuelo. Es un compromiso hacia una comunidad que está y que
probablemente sienta lo mismo que expreso. Por primera vez en mi vida, disfruto y
siento orgullo.
Siento que este fanzine plantea un gran nú mero de problemas sin salida, productos de
un sistema econó mico sangrante vividos en una de las ciudades má s sanguinarias de
Españ a. No quiero plantear este fanzine como una derrota o una resignació n, ofrece
quizá por una parte una descripció n de los hechos y una forma posible de enfrentarse
a ellos mismos. Este fanzine es una posibilidad entre muchas otras, vencedora en tanto
que posible. Pues la escritura sirve si tiende un puente hacia un lector que la recibe,
siempre que de la escritura misma se establezca como una nueva herramienta, mezcla
y producto de otras muchas anteriores. En este espacio, ya no existe la revolució n,
hace mucho que dejó de tener sentido. Se es un sostén y una huida. Ahí, lejos, porque
la vida má s allá de la escritura y lo dicho siempre está en otra parte.
Agradecimientos
Vivo a tu lado, dentro de mi mundo.
Malas compañías. Marina Garcés
A Alberto, por tener tanta paciencia recibiendo este escrito, por editarlo y hacer de él
un texto mejor de lo que es, por querer hacer algo juntos de nuevo. A Irene por
enseñ arme a viajar y a sostener la alegría frente a la precariedad. A mi madre por
enseñ arme que los afectos y las emociones son lo má s político que tenemos. A mi
psicó loga, Marjorie, por no permitirme depender de sus juicios. A mis primas Camino
y Paula por ser parte de la familia elegida. A todxs mis compañ eros de La Central, por
validarme en todos y cada uno de los momentos que hemos vivido juntxs, por las
fiestas dadas y las que vendrá n. A Lien, por enseñ arme que soy capaz de enseñ ar
filosofía. A mi hermano Dani por creer en mí desde que nací. A Carlos, por enseñ arme
lo que es el amor y la ú nica militancia posible, esos 7 metros de distancia. Por seguir
siendo un compañ ero perfecto de batallas.
Y especialmente a ti Miguel, por ser el rayo que no cesa en la forma de ver mi escritura,
mi pensamiento, mi lucha constante y mi pasió n por la filosofía. Por tomarme en serio
desde el principio. Por ayudarme a huir de mis bucles y hacer de la escritura un arma
posible frente a ellos. Por el tiempo que nos hemos querido, y todo lo que nos queda
por querernos.