Está en la página 1de 15

Carmen Elizabeth

Vásquez Dextre
Dedicado con mucho cariño a mis Padres quienes me enseñaron a disfrutar de la
comida de la Sierra del Perú, con cariño para mi hermano Edgar, quien degustaba los
experimentos que preparaba.
Más que un aroma
“¡Ahjjjj!, ¿Ese olor?, a bacalao descompuesto, ¡Otra vez experimentando en

la cocina, no hay remedio, ¡Pierina!, ¿Cuándo aprenderás a combinar

armoniosamente los ingredientes?”, le decía Ernesto.


“Un delicioso escabeche de pollo preparado por tus manos se convierte en

esencia de pie de atleta después de una ardua jornada de práctica, ¡puaaaj!”,

enojado replica Ernesto.

“Mamá” -decía Pierina- “otra vez, Ernesto está molestándome, ya no quiero

volver a cocinar, no me sale nada bien”.

“Ernesto” -exigió la mamá- “deja tranquila a tu hermana, poco a poco

aprenderá. No es cierto que huela tan mal. Pierina, al comienzo puede

parecerte difícil pero con la práctica y con mucha voluntad, pronto te saldrá

mejor”.
Ernesto arremetió nuevamente con una frase que sólo él podría decir: “para

narices sensibles como la mía, que aprecian y saben diferenciar, esto es una

ofensa, esa es la verdad así duela”.

Pierina corre a los brazos de mamá y se recuesta en sus piernas a llorar.

Realmente molesta, la madre responde al chico: “¡Pues tendrás que comértelo,

Ernesto!”.

Ernesto acostumbrado a no quedarse callado, contesta: “Ni soñando, prefiero

quedarme sin almorzar”.

Es así como, Ernesto enojado, sale a caminar por aquellos bosques con la

finalidad de sentir aromas que lo hagan olvidar el mal olor que acaba de

experimentar. En el camino encuentra hierbas como la muña con su olor medicinal

que le recuerdan lo agradecido que siente su estómago cuando lo toma después

del almuerzo que ofrece la tía Meche, que es experta combinando comidas de

manera explosiva, recuerda el menú de la última reunión: “un jugo de papaya

con plátano delicioso que combinado con su original sopa de fréjoles con

col, y por supuesto su especialidad, adobo de chancho con harto maní y

chica de jora, y para sellar con broche de oro, la comilona, sirve su postre

preferido: fréjol colado con leche vinagre. No puedo negar que la tía Meche,

cocina rico, sólo que es experta combinando mal las comidas, pero quien se

atreve a decírselo, de regalo, todos terminamos con malos aires sonando a

veces como la orquesta sinfónica y otras con melodías estruendosas y ni


que hablar de los olores poco agradables que dan fin a esa reunión familiar

ocasional”, pensaba en voz alta Ernesto, como si lo contará a las plantas.


De repente, algo lo anima tremendamente: “¡Que ven mis ojos!, culantro

floreado, el mejor tiempo de esta hierba, sobre todo, cuando mamá adorna la

sopa con trocitos de culantro dándole un sabor que siempre recordare con

agrado”.

Mientras Ernesto se encontraba arrodillado gozando de los ricos aromas de

aquellas hierbas descubiertas, con los ojos cerrados permanecía imaginando todo

lo que su madre prepararía en casa. De un momento a otro, reacciona

bruscamente, cuando siente algo sumamente apestoso, recuerda inmediatamente

la comida de Pierina, abre sus ojos y mira la cola del zorrillo, molesto extiende su

brazo y le da un golpe al pobre animal que cae al pie de un árbol, sin moverse.

Ernesto molesto aún, conserva el mal olor impregnado en su nariz por el zorrillo y

trata de borrarlo oliendo nuevos aromas, se acerca a un árbol que exhibe

deliciosas naranjas, coge algunas hojas y huele los frutos.

Habiéndose borrado el mal momento, se acerca a una cabañita, sin poder creer lo

que ven sus ojos y lo que olfatea, un aroma dulce a flor de vainilla y canela, corre

hacia la cabaña, que tiene un gran jardín, lleno de flores de vainilla y con árboles

de donde se extrae la canela. Mientras camina hacia la cabaña, recuerda el flan

de vainilla, la mazamorrita de naranja con canela, el arroz con leche con canela y

esencia de vainilla, le empieza a sonar el estómago y recuerda que no había ni

desayunado ni almorzado, debido a la mala sazón de su hermana.


Mientras Ernesto disfruta de la flor de vainilla, alguien se le acerca, era un anciano

vestido con un sombrero de paja, una camisa de franela a cuadros remangada y

un pantalón desgastado y le dice: “Veo que te gustan esas flores”.

Ernesto responde: ”Me encantan, ahhh! su aroma, me hacen soñar con los

mejores dulces de mi vida”.

Amablemente el campesino responde: ”Ya entiendo, ven te voy a invitar algo

especial, ya que te gustan los olores”.

El campesino lo invita a pasar a su pequeña cabaña, no tenía las comodidades

que Ernesto tenía en casa, pero era limpia y muy ordenada. El anciano lo invita a

sentarse y en una taza de barro echa un poco de mazamorra de tocosh(1).

El anciano también se sienta, y le da unas instrucciones: “Antes debes cerrar los

ojos y promete que no vas a respirar mientras lo comes, no lo vas a oler solo

lo vas a saborear.”

”Sin olerlo... ¿Por qué?”, con extrañeza, pregunta Ernesto.

A lo que el anciano le contesta con suavidad, tratando de que confié en él: “Sólo

confía en mi, veras que es delicioso”.

Ernesto recibe la taza con una cuchara. Sin oler, prueba cucharada por cucharada

describiendo las sensaciones que tiene: “Es una mazamorra un poco gelatinosa

con un sabor agradable, le hecho canela y clavo de olor, verdad”.

“Si así es, la preparo mi esposa, debe estar dulce como ella, una dulce flor

de vainilla”, contesta el anciano.


Ernesto siente una gran tranquilidad, saboreando cada cucharada, pero algo lo

inquieta y le dice al anciano: “Si, así es, me agrada. ¡Ya puedo olerlo!, debe

tener un delicioso aroma”.

El anciano no muy a gusto, contesta: “Debes terminarlo sin olerlo”.

Ernesto no puede contener más la curiosidad y contesta: “No puedo evitarlo

quiero oler esta mazamorra, quiero guardar en mis recuerdos este olor”.

Ernesto empieza a aspirar el olor que despide la mazamorra, entonces en su

rostro se dibujo gestos de desagrado, enojado comenta: “Pero huele mal, parece

la comida de Pierina. Usted ha cambiado la taza, no puede ser que una

mazamorra con un sabor tan dulce, pueda oler tan mal”.

El anciano un poco triste contesta: “A veces el aroma no es lo único que cuenta

en una comida, sino también el sabor, aún va mas allá, también cuenta quien

lo preparo, si lo hizo con el corazón, con mucho amor y si tuvo dificultades o

no para conseguir los ingredientes. Me refiero a las posibilidades que tuvo

esa persona para prepararlo, y si esa comida nos va a fortalecer la salud o el

espíritu”.

Entonces el campesino acerca una manzana a la nariz de Ernesto, “¿A qué

huele?”. Ernesto contesta: “Desearía que fuera una tartaleta de manzana, si le

hecha un poco de azúcar puedo imaginar que es una manzana

acaramelada”.
El anciano responde: “Tengo un poco de miel de abeja, le vamos a rociar un

poco, ahí tienes tu manzana acaramelada. ¿Huele bien verdad?, ¡Que tal si la

pruebas, dale una mordida!”.

Ernesto emocionado con el rico aroma que transmitía la manzana, le da una gran

mordida, grande fue su sorpresa al ver a un gusano sonreírle y luego seguir

agujereando el resto de la manzana. Ernesto de la impresión se puso rojo y

devolvió el pedazo de manzana en su mano y comprobó con un gran desencanto

que ese pedazo estaba podrido, igual que resto de la manzana.

El anciano coloca una mano en su hombro y dice: “¿Ahora entiendes lo que

digo?”

Ernesto, observa a su alrededor, el anciano es un campesino aparentemente

pobre pero siente que el anciano es muy rico por que tiene mucho amor y mucho

corazón.

Tiene razón, le pido disculpas, ya es tarde en casa deben estar preocupados, hoy

día no me he portado muy bien, muchas gracias, dio por finalizada su visita.

Ernesto va camino a casa meditando sobre lo que le dijo el anciano, ¿Qué vea

mas allá del aroma?, en el camino se encuentra nuevamente al zorrillo, estaba

recostado junto al árbol, emitiendo un sonido que parecía que lloraba, aún vivo sin

moverse.
Ernesto se acerca y observa al animal, siente pena y arrepentimiento, ya que es

muy probable que el animalito se le acercará para jugar con él, sin intención de

molestarlo, así como cuando el era más niño, y quería jugar con otros niños,

también con los adultos, aunque ellos sean más serios a veces.

Ernesto saco un pañuelo de su bolsillo y logrando superar el mal olor de la cola del

zorrillo, lo envolvió y se lo llevo a casa.

Ya en casa, quiso pasar sin ser percibido, pero justo se choco con su hermana

Pierina por el pasillo que da hacia su dormitorio. “Ernesto, ¿Qué te sucede?, ¿a

qué juegas ahora?, ¿Puedo jugar yo también?” Pregunta mientras trata de

impedir que siga camino al dormitorio.

Ernesto preocupado responde: “Pierina, no estoy jugando, esto es importante,

necesito llegar al dormitorio”.

Su hermana insiste: “Ernesto, que escondes, es un regalo, ehh!, ¡Quiero

verlo!”.

Pierina extiende sus manos tratando de tocar lo que lleva detrás Ernesto.

“Pierina, lo vas a lastimar, te lo voy a mostrar pero déjame pasar, te lo

mostrare adentro”. Contesta, cediendo a la curiosidad que manifiesta su

hermana.

Ingresan al dormitorio. Cierran la puerta.

Ernesto le advierte a Pierina: “¡No te asustes!”.

Coloca el pañuelo envuelto y lo descubre frente a su hermana


Pierina con asombro dice: “¡Has traído un zorrillo a la casa!, Mamá se va a

molestar contigo”.

Baja la voz, ya sé, que se puede molestar pero ese será nuestro secreto. Contesta

Ernesto, tratando de que su hermana no haga ruido.

Pierina observa al animalito: “¿Qué le pasa, parece que estuviera enfermo?”.

Ernesto acepta que él fue quien motivo el estado del animal: “Si lo esta, lo

lastime, tenemos que tenerlo hasta que se recupere, ¿Pero qué hacemos?”.

“Pensemos, ¿Qué hace mamá cuando nos enfermamos?. Ella nos cuida,

verdad”. Contesto Pierina tratando de ayudar a su hermano.

“Entonces, tendremos que turnarnos para ver los progresos de su

recuperación”. Habla Ernesto nuevamente preocupado.

“Mamá también nos alimenta sanamente, podría preparar una mazamorrita

de durazno”. Entusiasmada responde Pierina.

Ernesto quiso contestarle con una ironía a su hermana sobre como le sale la

comida, pero recordó que debía ver mas allá que solo el olor o una mala

preparación. Su intención era noble, y sabía que quería que el animalito se

recuperara y no iba hacer algo que lo dañe.

Pierina muy contenta fue a preparar la mazamorrita de durazno.

En eso, pasa su mamá por la cocina, y la ve afanosa en preparar el dulce. No

puede evitar preguntarle a Pierina: “¿Hija, por qué estas cocinando, ya no te

toca cocinar otra vez, por lo menos, no por hoy?”.

Pierina se sonroja tratando de hallar una respuesta que convenza a su mamá,

hasta que decide responder: “Si ya lo sé Mamá, es que Ernesto y yo estamos

jugando a que él esta enfermo y yo lo estoy atendiendo, ¿Cómo tú nos


atiendes a nosotros?”, “¡Vaya hija! me siento halagada, ¿Pero tiene que ser

tan real el juego?, no pueden simplemente imaginar que ya la preparaste y

se lo sirves imaginariamente”. Le respondió la madre.

“No mamá, eso era antes ahora todas mis amigas juegan así”. Tratando de

simular su nerviosismo contesto Pierina a su madre.

“Bueno, pero prepáralo con cuidado no me gustaría que terminen peleando

otra vez, fue suficiente con el disgusto del almuerzo”. Finalizando la mamá la

charla con su hija.

Pierina termino de preparar la mazamorra y llevo en una taza con su cucharita,

una porción del alimento. Ernesto le abrió la puerta, Pierina cuidadosamente

acerca la cucharita con el alimento al zorrillo, él primero lo huele pero al ver que no

hay peligro, lo prueba, y parece gustarle, entonces se acerca más y empieza a

comer, pronto termina la primera cucharita, entonces Pierina sirve otra y otra hasta

terminar la porción que había en la taza.

Ernesto: “Parece que ya encontraste un gran admirador de tu arte culinario,

parece que estuvo rico, ¿Has preparado más?, Qué ya me dio hambre”.

Pierina fue a traer otra taza con la mazamorra para su hermano.

Ernesto: “Hay algo más que Mamá hace por nosotros cuando estamos

enfermos, y es darnos nuestras medicinas”.

Pierina: “Si, es cierto. Vamos a ponerle unos paños de matico (2) tibio, eso

me puso mamá cuando me caí, el otro día”.

Ernesto: “Si es para la inflamación según la tía Meche”.


Desde ese día Ernesto nunca más molesto a su hermana, el zorrillo se sano y

volvió al campo.

Pierina y Ernesto, de vez en cuando lo van a visitar al bosque. Y aunque nunca

supieron con certeza si cada zorrillo que veían correr en el campo era el zorrillo

que ellos cuidaron, siempre recordaban lo dulces que podían ser a pesar del olor.

“Todos somos más que un aroma”.

(1) Tocosh: Harina extraída de la papa dejada a remojar en agua por varias semanas en hoyos

especiales hechos en medio del campo siempre cerca al río o manantial.

(2) Matico: Arbusto medicinal conocido también como pañil, utilizada en emplastos o como mate,

recomendada para inflamaciones.


SOBRE LA AUTORA

Carmen Elizabeth Vásquez Dextre


Ingeniera de Sistemas - Diseñadora Publicitaria
http://www.carmenelizabeth.com
E-mail: cvasquezdextre@yahoo.es
Twitter: @cvasquezdextre
Linkedin: http://pe.linkedin.com/pub/carmen-elizabeth-vasquez-dextre/15/403/46b
You Tube: http://www.youtube.com/user/carmenelizabethvd

También podría gustarte