Está en la página 1de 20

Poderes.

Deberes del Tribunal de Alzada


por MARIO MASCIOTRA
JURISPRUDENCIA ARGENTINA, Número Especial "Recursos Judiciales I", 2016-I, fasc. 6, p. 8.
Id SAIJ: DACF160377

I. INTRODUCCIÓN.

El proceso civil en cuanto conjunto de actos jurídicos procesales llevados a cabo por las partes, jueces,
auxiliares y terceros, es una obra humana, y por ende, susceptible de errores y omisiones. De ahí, la necesidad
que el ordenamiento procesal contemple medios de impugnación tendientes a que el mismo juez o un juez
superior rectifiquen el defecto o suplan la omisión incurrida.

Con Fix Zamudio podemos decir que los medios de impugnación "configuran instrumentos jurídicos
consagrados por las leyes procesales para corregir, modificar, revocar o anular los actos y las resoluciones
judiciales cuando adolecen de deficiencias, errores, ilegalidad o injusticia"(1).

La finalidad de los medios impugnativos es la de obtener un pronunciamiento más justo a través de la vía de
control y de un nuevo examen crítico del que se pretende mudar o dejar sin efecto, máxime teniendo en cuenta
que se llevará a cabo por un órgano diverso y superior, compuesto por jueces seleccionados, que se suponen
más expertos y más autorizados; o bien -cuando se confían al mismo órgano- por el hecho de que se elimina
preventivamente el inconveniente que puede haber inducido a error al juez, o bien se adquieren algunos
elementos de cognición antes no conocidos o que no se pudieron considerar, o es utilizado un punto de vista
anteriormente no considerado.

Señala Rivas que la impugnación no está necesariamente unida a la multiplicidad de instancias, ya que la
existencia de una sola no excluye el cuestionamiento incluso en materia recursiva; como asimismo la
multiplicidad no conlleva siempre y por su sola presencia la posibilidad impugnativa, aunque así ocurra en la
generalidad de los casos. De esta forma, la única instancia viabiliza cauces impugnatorios como el incidente de
nulidad, la reposición, la revisión o la acción autónoma de nulidad. La diversidad de instancias puede ir unida a
la irrecurribilidad de alguna de las decisiones adoptadas o inclusive de todas, tal por ejemplo, en la
inapelabilidad en razón del monto(2).

Como es sabido, en nuestro país predomina el sistema de múltiple instancia, conforme al denominado postulado
del doble examen (3), que conlleva un órgano de primera instancia, cuya decisión es susceptible de un recurso
ante un tribunal de segunda instancia y eventualmente, ante un tercer tribunal, de jerarquía suprema, cuya
función es la de ejercitar el definitivo control de legitimidad, convencional, constitucional y legal de las
sentencias de los tribunales anteriores. Con el funcionamiento de los tribunales de casación que consagró la ley
26.853 tendremos la posibilidad de una cuarta instancia(4).

La justificación de los recursos que consagran el ordenamiento procesal involucra un problema de política
procesal, que en la criteriosa opinión de Palacio(5) debe resolverse mediante la prudente conciliación entre dos
premisas dotadas ambas de relevante significación social: una consiste en lograr la más rápida conclusión de
los procesos(6), y la otra, reside en asegurar que las resoluciones judiciales, y en particular la sentencia
definitiva, se ajusten a las exigencias de la justicia.

Cabe señalar que a diferencia del proceso penal,(7) en el proceso civil la ausencia de doble instancia no afecta
el debido proceso. En efecto, desde siempre, nuestro máximo Tribunal se ha encargado de señalar con toda
precisión que la doble instancia no es requisito imprescindible del debido proceso(8). Así ha entendido pacífica y
uniformemente que "la doble instancia judicial no constituye por sí misma, requisito de naturaleza constitucional"
(Fallos, 151: 72; 253: 15; 290: 120; 294: 361; 298: 311: 274; 312: 195; entre otros). La única salvedad que
conviene precisar -que la propia Corte señaló y afecta el debido proceso- es en el supuesto que la doble
instancia se encuentra instituida por ley, pudiendo citarse a modo de ejemplo: "Bonorino Pero, Abel c/ Nación
Argentina" (Fallos 307: 966), entre otros.

A tenor de las disposiciones contenidas en el CPCCN el Tribunal de Alzada conocerá de los procesos civiles en
la medida que se concedan -sea libremente o en relación- los recursos de apelación que se interpongan, o bien
ante la deducción de recursos de queja por apelación denegada(9), que autoriza el art. 282 del aludido cuerpo
legal.

Al recepcionar las Cámaras los procesos civiles elevados con motivo de la concesión de los recursos de
apelación deducidos, asumen un papel protagónico de corregir vicios de actividad en los pronunciamientos
recurridos, desviaciones en el juicio de mérito -en la ancha plaza de los hechos-, errores en el desacertado
pensar arbitrario o absurdo de los juzgadores originarios, y ofertar un opus que, para el norte de la justicia, los
justiciables cada día eligen con mayor rigurosidad y suficiencia.

Al remitir el juez de primer grado la causa al superior e inaugurar éste el procedimiento de segunda instancia
hasta su culminación con el dictado del pronunciamiento y la eventual enmienda, aclaración o integración, rigen
los poderes-deberes contemplados para el órgano de primera instancia en orden a la dirección del proceso -que
tienden a la concreción de los principios igualdad de las partes, de lealtad, probidad y buena fe procesales, y de
economía procesal, con sus manifestaciones de celeridad y concentración-, al ejercicio de los poderes oficiosos
en materia probatoria y a los poderes-deberes de decisión. No obstante, estos poderes-deberes presentan
fisonomías singulares, propias de un procedimiento de segundo grado, y que desarrollaremos a continuación.

II. EXAMEN DE ADMISIBILIDAD.

Sin perjuicio de la facultad conferida al juez a-quo para juzgar el cumplimiento de los requisitos de admisibilidad
del recurso de apelación interpuesto, una vez arribada las actuaciones a la Alzada, ésta concreta un nuevo
examen de procedencia formal del recurso de apelación concedido, pues es la que decide en definitiva la
admisibilidad del mismo, es decir, la que goza de potestad para efectuar el control final.

En esa inteligencia, está facultada para corregir el criterio con que el órgano inferior confirió el recurso
impetrado(10). Tal posibilidad de control podrá hacerse a pedido de parte, formalizado dentro de tercero día en
caso de invocarse la concesión indebida de la apelación en los términos del art. 276 del CPCCN(11), pero
también podrá concretarse de oficio, por cuanto la ausencia de requerimiento de rectificación, o la permanencia
en el error del juez a quo frente a la petición del litigante, no es impedimento para la actuación oficiosa del ad
quem.

Veamos las siguientes hipótesis:

En el supuesto de que la apelación fue concedida libremente y correspondiese en relación, dicho control ex
officio puede efectuarse antes de dar curso a aquélla, en cuyo caso dispondrá que el recurrente presente el
memorial a que se refiere el art. 246 ante la propia cámara, sin remisión a primera instancia (art. 276, primer
párrafo). Si el control es a posteriori, es decir, habiéndose dado curso a la apelación (por ej., habiéndose
dispuesto el traslado de la expresión de agravios o decretado la apertura a prueba), puede corregir el curso
conferido disponiendo que el trámite libre lo sea en relación.
Lo expresa con claridad Rivas al sostener que la Alzada estará en condiciones, en cualquier momento, de poner
en orden la impugnación de que se trate, aunque ello no significará la anulación de las piezas obrantes en las
actuaciones a tenor de la forma que quedará imperando; así resultarían válidas la expresión de agravios y su
contestación, pero no podrían tenerse en cuenta las pruebas ordenadas o producidas, salvo que sean
decididamente útiles para lograr una sentencia justa y en la medida que se respete los principios de igualdad de
las partes y el de contradicción(12).

En el caso inverso, si el recurso se hubiera concedido en relación, debiendo serlo libremente, y para el caso de
que las partes hubieran omitido solicitar la rectificación ante el a quo (art. 246) o éste denegase dicha petición, la
Alzada de oficio adecuará el trámite reconduciéndolo al contemplado para la apelación libre, notificando a las
partes a fin de continuar el procedimiento que contempla el art. 259 y siguientes del CPCCN. Enfatiza Morello
"Siempre el juicio final de admisibilidad está reservado al Tribunal ad quem....Se trata de una cuestión en la cual
el orden público está comprometido, toda vez que se refiere a la jurisdicción y a la competencia funcional, lo que
legitima la actuación de oficio de las facultades (rectius, deberes) indicadas, entre las cuales se encuentra, sin
duda, la de decidir sobre lo atinente a los términos, no modificables, para recurrir"(13).

En este supuesto, si bien el apelante ya presentó en primera instancia el memorial que allí se sustanció, ello en
mi criterio no equivale a la expresión de agravios y a su responde, pues las partes -a tenor del art. 276, párrafo
segundo-, pueden ejercer las facultades atribuidas en el art. 260.

En la hipótesis de que el recurso de apelación fue concedido devolutivamente cuando debió ser con efecto
suspensivo, la Cámara debe corregir el efecto aun de oficio. El juez de primera instancia no puede a su arbitrio
continuar el conocimiento y hacer cumplir la decisión, cuando por el efecto de un recurso debió desprenderse de
la causa, paralizando su sustanciación(14).

Por el contrario, si la apelación debió otorgarse con efecto devolutivo y se la concedió en ambos efectos,
Azpelicueta y Tessone estiman que la Alzada carece de autoridad para actuar oficiosamente, por cuanto el
efecto devolutivo, en numerosos casos, es un beneficio a favor del recurrido y como tal objeto de renuncia; y en
algunos supuestos, el efecto depende de una actividad del apelado, que la Cámara no está en condiciones de
suplir (en los procesos de ejecución y ejecutivos, el recurso se concede con efecto devolutivo si el ejecutante
presta fianza o caución suficiente, arts. 509 y 555)(15).

Debo puntualizar, que puede darse el caso en que la Alzada modifique el efecto del recurso, tal como cuando la
resolución que deniega la intervención de terceros es apelable al solo efecto devolutivo, y aquélla por razones
de economía procesal, y toda vez que el expediente ha sido elevado al tribunal, entra a considerar el recurso
concedido en ambos efectos(16).

En el supuesto de otorgarse la apelación con efecto diferido cuando debió serlo con efecto inmediato, el error
del a-quo es subsanable mediante el recurso de queja -art. 284-(17), si no media tal petición, es imposible que la
Cámara pueda modificar el equívoco, por cuanto al ser concedida la apelación con efecto diferido, las
actuaciones no serán elevadas en dicha oportunidad ante aquella sino cuando conozca de la sentencia,
quedando privado la misma de revisar aquél efecto; y cuando arriben los autos carecería de sentido modificarlo.

En caso de que la apelación se conceda con efecto inmediato, cuando debió otorgarse diferidamente,
elementales razones de economía procesal conducen a no innovar, pues si el recurso fue fundado, se confirió
traslado del memorial y las actuaciones fueron elevadas a la Alzada, el principio de la instrumentalidad que
conlleva al resultado útil de la jurisdicción nos obliga a concluir, que el superior debe abocarse al conocimiento
inmediato de la apelación, en vez de postergar la resolución y devolver aquellas a primera instancia.
III. PROCEDIMIENTO ORDINARIO EN SEGUNDA INSTANCIA.

En materia de apelación libre, el CPCCN determina concretamente los siguientes poderes-deberes del Tribunal
de Alzada:

A) Practicar notificaciones. El secretario de la sala de la Alzada, el día de recepción de las actuaciones dará
cuenta de ello y ordenará que sean puestas en la oficina a los efectos de que los apelantes expresen agravios
dentro del plazo de diez días, dicha providencia se notificará a las partes personalmente o por cédula (art. 259
mod. por ley 22.434)(18).

B) Sustanciar peticiones. Por imperio del art. 261 la Cámara deberá ordenar traslado de las siguientes
presentaciones y peticiones formuladas por las partes dentro del quinto día de notificada la providencia que
alude el art. 259:

1) Del fundamento de los recursos que se hubiese concedido en efecto diferido: Una característica esencial de
la apelación diferida consiste en que los agravios de la resolución recurrida oportunamente, deben fundarse
cuando las actuaciones se eleven a la Cámara con motivo de la sentencia definitiva(19), caso contrario aquélla
quedará firme (art. 260, inc. 1º).

2) De la presentación de los documentos de que intenten valerse las partes, de fecha posterior a la providencia
de autos para sentencia de primera instancia o anteriores, si afirmaren no haber tenido conocimiento antes: El
límite temporal para acompañar documentos posteriores o desconocidos al momento de presentar los escritos
constitutivos del proceso es el llamado de autos para sentencia. Conforme al art. 260, inc. 3º las partes
-apelante y apelado- pueden presentar documentación que sean de fecha posterior a la aludida providencia, o
anteriores, si el interesado afirmare que no tuvo conocimiento de ella(20). Estos documentos deben tener por
finalidad acreditar hechos alegados en primera instancia en los escritos postulatorios o cuando fueron invocados
en calidad de hechos nuevos (art. 365). Si los documentos no se encuentran a disposición del peticionante,
deberá individualizarlo señalando su contenido, el lugar, archivo, oficina pública o persona en cuyo poder se
encuentre, imprimiéndose con posterioridad el trámite común de exhibición de documentos obrantes en poder
de las partes o de terceros (arts. 333, 387, 388 y 389). Si el documento se refiere a hechos nuevos que deben
invocarse ante la Cámara, la presentación del instrumento integrará el trámite previsto para esa invocación, y la
agregación definitiva estará supeditada al resultado de la alegación del novedoso dato fáctico. Mientras que si la
incorporación del documento fue impedida en primera instancia mediante resolución del a quo, el intento en la
Alzada deberá canalizarse a través del replanteo(21). Ordenada la concesión del traslado, la parte a quien va
dirigido -en opinión de Palacio-(22) puede: 1º) cuestionar la agregación de los documentos en virtud de mediar
extemporaneidad o configurar una prueba manifiestamente improcedente, superflua o meramente dilatoria; 2º)
reconocer o negar expresamente su autenticidad o recepción(23), sin perjuicio en el primer supuesto, de objetar
su pertinencia para la decisión del juicio; 3º) alegar que el presentante conocía la existencia de los documentos
de fecha anterior a la providencia de autos en primera instancia(24); y 4º) presentar nuevos documentos que
contraríen el contenido de los presentados por la parte contraria, y ofrecer prueba tendiente a acreditar los
hechos que invoca, tornándose indispensable la apertura a prueba de la incidencia, fijar el plazo probatorio y
disponer las medidas necesarias para la producción de la pericial caligráfica o del reconocimiento de firma por
los terceros.

3) Del pedido de apertura a prueba: Tal petición debe fundarse en un hecho nuevo posterior a la oportunidad
prevista en el art. 365 -cinco días después de notificada la audiencia preliminar-(25) o se tratare del caso
contemplado por el art. 366, párr. 2º, es decir rechazo del pedido de hecho nuevo formulado en primera
instancia, en cuyo caso la apelación es concedida con efecto diferida. El hecho nuevo invocado como
fundamento de la apertura a prueba en segunda instancia debe ser conducente(26). Por imperio del principio de
igualdad, ambas partes apelante y apelado se encuentran facultadas para invocar hechos nuevos.

C) Dictar pronunciamiento sobre cuestiones previas: Antes del llamamiento de autos, la Alzada debe:

a) Previa sustanciación -la providencia que ordena el traslado se notifica por nota- resolver la admisibilidad o nó
de las peticiones aludidas en el items anterior (27).

b) Sin sustanciación resolver la reapertura a prueba en segunda instancia respecto de las medidas probatorias
denegadas en la instancia originaria o de aquéllas en las que hubiese mediado declaración de negligencia (art.
260, incs. 2º y 5º, ap. b), y arts. 379 y 385, in fine. Si bien no se encuentra contemplado el replanteo de medidas
probatorias que hayan sido declaradas caducas, por el principio de la amplitud de la prueba y a fin de obtener el
esclarecimiento de la verdad -norte de todo proceso- nos impone una hermenéutica flexible, superadora de
criterios apegados a un excesivo rigor formal (28).

Se ha afirmado que la apertura a prueba en la Alzada es excepcional y de interpretación restrictiva,


consecuentemente el pedido que al efecto se formule debe contener una crítica razonada de los fundamentos
con los que el juez desestimó las pruebas cuya producción se pretende(29).

Por mi parte, sostengo que la búsqueda de la verdad jurídica objetiva debe llevar al órgano a flexibilizar, en este
andarivel, el juicio de admisibilidad y procedencia del replanteo, aunque ello no revela al litigante la carga de
fundar con autosuficiencia técnica su pretensión.

c) Sin sustanciación deberá expedirse sobre el pedido de confesión judicial a la parte contraria sobre hechos
que no hubiese objeto de esa prueba en la instancia originaria. La inteligencia del inc. 4º del art. 260 es no
repetir las mismas posiciones, "sino complementar la producción de la prueba confesional respecto de los
hechos teniendo en cuenta su objetividad y no la regulación que subjetivamente quisiera imponer el
requirente"(30); si no se invoca en la Alzada circunstancia conducente corresponde desestimar el pedido.
Constituye requisito imprescindible para la admisibilidad de la prueba de confesión que se pretende intentar, que
la misma se haya efectivamente realizado en primera instancia, y por lo tanto, que no haya sido objeto de
desistimiento o de caducidad, pues de lo contrario no existiría la posibilidad de verificar la diversidad de hechos
que, en relación con el objeto de la absolución de posiciones, debe mediar entre ambas instancias(31).

IV. RECEPCIÓN DE PRUEBAS.

El ordenamiento procesal contempla diferentes supuestos en que el Tribunal de Alzada debe recepcionar
pruebas, tales como:

A) Admisión de hechos nuevos: Declarado admisible los hechos nuevos invocados, que autoriza el art. 260, inc.
5º, ap. a) y encontrándose ellos controvertidos, la Cámara deberá proceder a la apertura a prueba a fin de que
las partes produzcan los medios probatorios ofrecidos en la oportunidad de alegar aquéllos y en su
contestación, a fin de acreditar los nuevos datos fácticos o su inexistencia. A tal efecto, se aplicarán las
disposiciones prescriptas para la primera instancia, en la medida que sean compatibles (art. 262).

B) Replanteo de pruebas: En el supuesto de que la Cámara revoque la resolución dictada en primera instancia y
declare admisible las medidas probatorias denegadas o declaradas negligentes o caducas, dispondrá lo
necesario para la producción de dichas probanzas.

C) Prueba de confesión: La práctica de la absolución de posiciones no requiere la apertura a prueba, como se


impone de ordenarse otras medidas probatorias, sin perjuicio de que, solicitada la confesión con fundamento
tanto en el inc. 4º como en el 5º del art. 260 aquélla se realice en un acto único. La forma de las posiciones y las
contestaciones se encuentran sujetas a las mismas normas que rigen para la primera instancia (arts. 405 a
424).

D) Asistencia de los miembros del tribunal: A fin de satisfacer el principio de inmediación -liminar en todo
proceso justo- el art. 263 dispone que los magistrados del tribunal deben asistir a todas las audiencias de
prueba, cuando lo establezca la ley o lo hubiese solicitado oportunamente alguna de las partes. Aquél
dispositivo hace alusión al art. 34, inc. 1º que prescribía que dicha asistencia debía ser pedida con anticipación
no menor de dos días a la celebración de las audiencias; dicha norma fue modificada por la ley 25.488 y ahora
sólo se impone como deber del juez asistir a la audiencia preliminar. Por ello, estimo que las audiencias
destinadas a la producción de prueba testimonial se llevarán a cabo ante el Secretario o Prosecretario (art. 38,
inc. 5º) y por aplicación del art. 360, inc. 4º las audiencias de absolución de posiciones se deberán desarrollar
ante el tribunal en pleno.

E) Informe "in voce": La práctica tribunalicia ha transformado en abierto desuso la facultad de las partes de
presentar el informe que contempla el art. 264 y que debe ser anticipado a la Alzada dentro de quinto día de
notificada la providencia prevista en el art. 259. En el pensamiento de Colombo, la escasa frecuencia del
ejercicio de dicha facultad es un fuerte argumento de quienes no simpatizan con la oralidad(32).

V. INICIATIVA PROBATORIA DEL ÓRGANO JURISDICCIONAL.

Si bien la facultad de dictar medidas concernientes a la prueba le fue reconocida a los jueces hace más de
setecientos cincuenta años (1258) en Las siete partidas del rey Alfonso X el Sabio -que reflejaba la aspiración
de alcanzar la verdad en los procesos-, no cabe duda que constituye una de las premisas fundamentales de la
concepción publicística del proceso y tiene su fundamento en el incremento de los poderes-deberes del juez en
materia probatoria al dotar al magistrado de una función esclarecedora de los hechos controvertidos(33).

La decisión de ordenar y producir medidas probatorias se encuentra indisolublemente unido al poder-deber de


dirección del proceso y específicamente a los poderes-deberes instructorios expresos e implícitos, genéricos y
específicos, que le confieren y le imponen distintas normas del ordenamiento procesal.

La naturaleza pública que la doctrina procesal moderna le ha asignado al proceso civil, amén de sustraerlo del
dominio de las partes -pues ellas sólo son dueñas del interés que invocan del proceso, pero no dueñas del
proceso-, convierte al juez en el principal responsable de consagrar mediante su pronunciamiento, que pone
punto final al proceso judicial, la justicia concreta al conflicto planteado por las partes.

Si bien el magistrado no es el "amo y señor" del proceso, ni le está permitido conducirlo a su arbitrio o violar las
normas que lo regulan, tampoco reviste el carácter de un ente que observa con pasividad o indiferencia las
secuelas del proceso, por cuanto él debe responder a su sentimiento de justicia y velar por el triunfo final de la
verdad. Con fino olfato lo expresó Calamandrei, al decir que "en la gran mayoría de los casos la bondad de las
sentencias está en razón directa del grado de esmero puesto por el juez al indagar exactamente la relación de
hecho"(34). En la satisfacción del objetivo señalado, el magistrado no se encuentra castrado, ni es un operador
mecánico.

La consecuencia inexcusable de un proceso justo -aspiración de toda sociedad moderna-, dentro de cualquier
sistema jurídico basado en el principio fundamental del estado de derecho, es que los pronunciamientos
judiciales deben ser decisiones legítimas y justas. Para que la decisión sea legítima, las normas legales deben
aplicarse adecuadamente a los hechos reales objeto del litigio; y ello exige que, al momento de dictarse el
correspondiente fallo, se encuentren debidamente acreditados. Para ello -a mi criterio- resulta inevitable y
relevante el incremento de los poderes-deberes de los magistrados confiriéndoles iniciativas probatorias a fin de
lograr la máxima eficacia en su función y que de él emane una decisión justa (35).

Por otra parte, he sostenido que la prueba tiene una doble finalidad(36). Para las partes, será convencer al juez
de la verosimilitud de los hechos que ellas han articulado(37) y para el juez, el objetivo de la prueba es averiguar
la realidad de los hechos litigiosos tendiente a formular el pertinente encuadre jurídico y aplicarles las normas. A
efectos de lograr el deseado acertamento de la realidad de los hechos litigiosos, corresponde vertebrar un
proceso civil que facilite o concurra a ese logro, y uno de los mecanismos para ello, es sin lugar a duda, la
extensión del poder de iniciativa instructoria del juez; aunque de por sí solo insuficiente para coadyuvar a la
prestación de un adecuado servicio de justicia.

Ningún magistrado puede eludir ejercer el poder-deber de descubrir y revelar la realidad de los hechos litigiosos,
en la medida que sea posible, pues ella constituye el presupuesto esencial de la justicia de su pronunciamiento.

La concepción publicista del proceso que lo considera como un fenómeno social, cuya solución justa interesa a
la comunidad para el mantenimiento del orden jurídico, me convence de la necesidad de conferir al juez
poderes-deberes para el esclarecimiento de la verdad, desligándolo así del concepto privatista, donde el impulso
procesal corresponde a las partes y el juez es un simple espectador. No se trata de un divorcio absoluto con el
sistema dispositivo, sino simplemente de amoldarlo a las exigencias de las mas modernas concepciones
científicas del proceso.

En las últimas dos décadas del siglo pasado se registra una tendencia en todas las legislaciones procesales a
reforzar los poderes del juez en el proceso civil, confiriéndole iniciativas probatorias tendientes a la dilucidación y
aclaración de los hechos litigiosos.

En nuestro ordenamiento procesal las medidas de mejor proveer se encuentran insitas dentro de la actividad
esclarecedora que ejerce el juez, tratadas en el marco de las "disposiciones generales". Actualmente el CPCCN
en el marco de los "Deberes y facultades ordenatorias e instructorias" que impone el art. 36, se establece que
los magistrados, ya no en el ejercicio de facultades discrecionales -como les confiriera el Código de 1967, aún
con las modificaciones de la ley 22.434-, sino en el cumplimiento de poderes-deberes que le impuso la reforma
implementada por la ley 25.488, deben decretar "las diligencias necesarias para esclarecer la verdad de los
hechos controvertidos".

Al instaurar el ordenamiento procesal las diligencias para mejor proveer está señalando en forma clara y
concluyente que el fin del pronunciamiento judicial, además de lograr la paz jurídica, resolviendo el conflicto
planteado, es el de alcanzar la verdad, "ad justitiam per veritatem".

En esa inteligencia y con ese espíritu, la actividad de esclarecimiento de los hechos litigiosos le cabe no solo al
juez de primera instancia, sino asimismo al Tribunal de Alzada, incluso cuando conozca de un recurso de
apelación concedido en relación,38 a pesar de que el marco cognoscitivo es reducido (art. 275). Dicha postura
se compadece con el criterio de nuestro máximo Tribunal, que inaugurara con el leading case "Colalillo" y lo
reiterara en forma constante hasta nuestros días, al sostener que el proceso "no puede ser conducido en
términos estrictamente formales", pues no se trata "ciertamente de ritos caprichosos sino del desarrollo de
procedimientos destinados al establecimiento de la verdad jurídica objetiva, que es su norte"; añadiéndose que
la renuncia concreta a esa verdad "es incompatible con el servicio de justicia"(39).

En el sentido que postulo, se ha decidido que "si bien es verdad que atento la índole del recurso (apelación en
relación) que motivó la elevación de los autos a la sala, no resulta admisible, en principio, la apertura de la
causa a prueba ni alegación de hechos nuevos (art. 275), excepcionalmente, cabe la posibilidad de que el
tribunal, respetando el derecho de defensa de las partes disponga las medidas probatorias con el objeto de
esclarecer la verdad de los hechos controvertidos"(40).

Estimo que el juez o tribunal, con la finalidad de esclarecer los hechos litigiosos, debe utilizar todos los medios
de prueba; tanto los previstos expresamente por la ley, como los innominados. Las excepciones se encuentran
contempladas en la parte final del párrafo primero del art. 378, al determinar que los medios que disponga el
juez, a petición de parte o de oficio, no deberán afectar la moral, ni la libertad personal de los litigantes o de
terceros, ni deben estar prohibidos expresamente para el caso en cuestión.

El principio de libertad que consagra dicho dispositivo se encuentra afectado, en especial, por los principios de
legitimidad e idoneidad del medio probatorio, por cuanto ellos son aplicables no solo cuando las medidas
probatorias sean ofrecidas por las partes, sino también en los supuestos en que el juez o tribunal ordena
oficiosamente su producción.

Por otra parte, no existen limitaciones temporales para el ejercicio de los poderes instructorios, sino que, por el
contrario, nuestro ordenamiento procesal autoriza a los magistrados a hacerlo en cualquier estado de la causa
-así surge del art. 36, inc. 4º, apartados a) y b)-, obviamente, antes del dictado de la sentencia.

El art. 484 edicta en su párrafo final que, en el supuesto de ejercerse dichos poderes instructorios cuando el
proceso se halla en condiciones de ser resuelto, todas las medidas probatorias que el juez dispusiese producir
"deberán ser ordenadas en un solo acto". Es decir, que el deber impuesto en dicha norma sólo se refiere a las
medidas probatorias ordenadas ex officio al vencimiento del término probatorio, coetáneo con el llamamiento de
autos; de manera alguna alcanza a las que se decretan en otro estadio procesal, pues -reitero- el art. 36, inc. 4º
no impone limitación temporal alguna.

No obstante, disiento con la previsión legal del art. 484 in fine, por cuanto si, producidas las medidas probatorias
ordenadas oficiosamente, al juez o tribunal que deberá sentenciar le persisten las dudas acerca de la
verosimilitud de los hechos litigiosos, en el cumplimiento del cometido asignado -el dictado de un
pronunciamiento justo - aquéllos se encuentran facultados o, mejor dicho, ejercerán su poder-deber tendiente a
decretar nuevas medidas probatorias, a fin de determinar la realidad de los mismos. Por otra parte, no debe
descartarse el supuesto que del resultado de las pruebas producidas oficiosamente surjan nuevas fuentes de
prueba omitidas por las partes, en cuya hipótesis los magistrados gozan del poder-deber de recabarlas (41).

La postura asumida que confiere a los magistrados la misión de investigar los hechos litigiosos por todos los
medios posibles, de manera alguna implica la búsqueda libre de la verdad, pues ello desborda y extralimita su
verdadera función y actividad jurisdiccional.

Apunta, en tal sentido Peyrano que el juez "no debe ser un investigador de la verdad en cualquier caso, sino un
facilitador de la producción de la prueba propuesta, de su conservación y de su aprovechamiento pleno; y
excepcionalmente, un promotor de la obtención de aquella mediante el despacho de pruebas oficiosas. Así, al
fallar, quizás todavía abrigue algunas dudas acerca de si descubrió la verdad, pero habrá cumplido con su real
misión acotada pero excelsa: aproximarse a la verdad limitada y selectivamente"(42).

Las fronteras y los confines de los derechos, es uno de los temas más arduos de toda la ciencia jurídica, de la
misma medida que su necesidad es imperiosa. Así como es imprescindible determinar los límites y resguardos
para que las tutelas privilegiadas no se desborden ni se expandan hasta convertirse en regla, con desmedro y
vaciamiento del proceso común; resulta fundamental precisar los bordes y términos del activismo judicial que,
exacerbado, desembocaría -en palabras de Berizonce- en un dramático y no querido "gobierno de los
jueces"(43).
En esa inteligencia, sostengo que el poder-deber ordenatorio e instructorio de jueces, cualquiera sea su grado,
se halla sujeto a los siguientes límites: 1º No violentar el derecho de defensa de las partes, que lo obliga a
satisfacer plenamente el principio de bilateralidad o de contradicción, y el derecho a la prueba de los
litigantes(44); 2º Mantener la igualdad de las partes; 3º Al referirse a hechos controvertidos, no pueden introducir
oficiosa y sorpresivamente nuevos puntos en el debate y 4º) Adecuada fundamentación (45).

VI. PODER-DEBER DE DECISIÓN DEL ÓRGANO JURISDICCIONAL.

Determina el art. 268 que "Con la expresión de agravios y su contestación, o vencido el plazo para la
presentación de ésta y, en su caso, sustanciadas y resueltas las cuestiones a que se refieren los arts. 260 y
siguientes, se llamará autos y, consentida esta providencia, el expediente se pasará al acuerdo sin más trámite.
El orden para el estudio y votación de las causas será determinado por sorteo, el que se realizará al menos dos
en cada mes".

Ineludible consecuencia del poder-deber de decidir, surge el deber de fundar toda sentencia definitiva o
interlocutoria que dicten los magistrados, conforme lo imponen los arts. 34 inc. 4º, 161, 163 inc. 5º y 164,
encontrándose excluidas por ende, las providencias simples (art. 160)(46).

La fundamentación constituye un elemento intelectual de contenido crítico valorativo y lógico que consiste en el
conjunto de razonamientos de hecho y de derecho en que el juez apoya su decisión(47). Ha sostenido Lascano
que en la teoría sustentada por Savigny (Tratado de Derecho Romano, párrafo 291) y aceptada con algunas
reservas por Bonnier (Tratado de las Pruebas, Tº 1, p. 863), las razones que determinan la conciencia del juez,
son "el alma y el nervio de la sentencia"(48).

A partir de dicha premisa, podemos distinguir dos aspectos de este poder-deber de fundamentación: el fáctico y
el jurídico, pues el juez aplica normas jurídicas a determinado hecho o conjunto de hechos. La conclusión debe
resultar de la conjugación entre la norma aplicable y el hecho concreto y singular invocado por las partes(49).
Todo magistrado en el dictado de sus pronunciamientos debe efectuar el encuadre jurídico de los hechos
litigiosos; éstos sólo existirán en el proceso en la medida que aparezcan suficientemente acreditados a través
de las medidas probatorias producidas por las partes y el juez; y una vez que éste tenga la convicción acerca de
la verosimilitud de aquellos aplicar las normas jurídicas que arriben a una decisión justa.

Y será tal, en la medida en que se funda en una determinación verdadera de los hechos del caso, por lo que no
basta "enunciar" estos hechos para establecer la verdad de su descripción, deben estar justificados; deben
explicitarse las razones por las que es racional considerar que son verdaderos. En palabras de Taruffo "se
deben indicar las inferencias probatorias que atribuyen grados adecuados de confirmación a esos
enunciados...el juez debe proporcionar las razones por la que su decisión pueda aparecer fundada frente un
control intersubjetivo de validez y fiabilidad"(50).

En definitiva, el sentenciante debe expresar los fundamentos por los cuales ha considerado que los hechos
invocados por las partes resultan acreditados según criterios objetivos y racionalmente controlables. Es fácil
advertir las enormes dificultades de dicha labor jurisdiccional. En primer lugar, por los diversos impedimentos
que implica reconstruir situaciones pasadas, pues los instrumentos probatorios con el devenir del tiempo se irán
haciendo cada vez más difíciles y menos eficaces en su realidad y en su fuerza de convicción. Y en segundo
lugar, en cuanto a la aplicación de las normas jurídicas en la especie, no sólo por cuanto el gran volumen
normativo genera muchas posibilidades de olvido y fuga de dispositivos vigentes, sino porque las mismas
normas -aunque sean intemporales-, no se conservan inmutables y sus significados sufren inevitables
transformaciones a tenor de cambiantes experiencias valorativas y el advenimiento de situaciones fácticas
innovadoras(51).
Esta elaboración intelectual del magistrado que lleva a cabo como actividad previa e inescindible de toda
decisión judicial, conforma el imperioso ejercicio del poder-deber de fundar. Su relevancia es puesta de
manifiesto magistralmente por Calamandrei cuando expresó "que los motivos son algo así como las venas que
llevan la nutrición lógica a ese acto de voluntad que es la sentencia"(52). Y precisó: "La motivación constituye el
signo más importante y típico de la `racionalización´ de la función jurisdiccional"(53). Ello me convence a
sostener que las sentencias valen lo que valen las razones en que se apoyan.

Es reiterada y uniforme la jurisprudencia de nuestro Alto Tribunal al sostener que los jueces tienen el deber de
fundar sus pronunciamientos, por cuanto los mismos han de constituir una derivación razonada del derecho
vigente y no producto de su voluntad individual(54), con aplicación a las circunstancias comprobadas de la
causa(55), de lo contrario se convertirían en afirmaciones dogmáticas por estar desprovistas del necesario
fundamento que es condición indispensable de las sentencias judiciales(56).

Y en esa inteligencia ha considerado arbitrarias sentencias por falta de fundamentación normativa suficiente,
entre otros, en los siguientes casos en que: a) los jueces se arrogan el papel de legisladores sin sentirse
limitados por el orden jurídico; b) prescindir de un texto legal obviamente aplicable al caso sin dar razón
plausible para ello; c) fundar la decisión en preceptos derogados o aún no vigentes; d) dar como fundamento
pautas de excesiva latitud en sustitución de normas positivas directamente aplicables; e) sustentar el fallo en
afirmaciones dogmáticas u opiniones carentes de sustentación objetiva o dar un fundamento sólo aparente; f)
incurrir en auto-contradicción (sea que declara un precepto aplicable y sin embargo no lo aplica, ya porque
afirma y rechaza a la vez un hecho relevante para la solución del caso, ya porque niega en la conclusión lo que
se sigue necesariamente de sus fundamentos normativos o fácticos) y g) incurrir en excesos rituales o en
abusos de formas.

Para finalizar el segmento debo señalar que el poder de decisión del tribunal de alzada comprende además del
poder-deber de fundar, el de hablar claro ("clare loqui"), aplicar la regla del "iura novit curia", el de proveimiento
oportuno y de coerción, que por elementales razones de espacio no son desarrollados en el presente.

VII. ALCANCE DE LOS PRONUNCIAMIENTOS DEL TRIBUNAL DE ALZADA.

Es sabido que en el régimen de doble instancia en el proceso escriturario, la apelación no configura un nuevo
juicio -"novum iudicium"- que posibilita que las partes incorporen nuevas pretensiones y oposiciones. El
cometido del órgano "ad quem" se limita a verificar, sobre el piso de marcha de la sentencia de mérito
impugnada, el acierto o error en que haya incurrido el sentenciante de la instancia de origen en ese acto
procesal decisorio.

En efecto, "la apelación no constituye un nuevo juicio, es un procedimiento cuyo objeto consiste en verificar,
sobre la base de la resolución impugnada, el acierto o el error con que ésta ha valorado los actos instructorios
producidos en la instancia anterior, de ahí que no se trate de reiterar o renovar esos actos sino de confrontar el
contenido de la resolución con el material fáctico y jurídico ya incorporado a la primera instancia, a fin de
determinar si ese material ha sido o no correctamente enjuiciado"(57). Es decir, que la apelación no importa,
estrictamente la revisión de la instancia anterior, sino la revisión de lo decidido en esa instancia, a la luz de los
elementos de convicción introducidos en ella(58).

No obstante, el tribunal de alzada goza del poder deber de expedirse sobre la competencia, la existencia de falta
de legitimación y demás presupuestos procesales en ciertas condiciones, al igual que la cosa juzgada o la litis
pendencia(59).

Ahora bien, a tenor de lo dispuesto en nuestro ordenamiento procesal, la plenitud de jurisdicción del Tribunal de
Alzada padece de ciertas limitaciones, a saber:

A) Cuestiones propuestas en primera instancia: La Cámara no puede tratar cuestiones que no hayan sido
sometidas al conocimiento del juez de primera instancia; por ende, no puede examinar por vía de apelación ni
peticiones ni pretensiones no planteadas en la instancia anterior. Son admisibles argumentos jurídicos nuevos,
así como la producción de nuevas medidas probatorias en los términos del art. 260, incs. 3º a 5º. No cabe
considerar en segunda instancia cuestiones consentidas(60).

El Tribunal de Alzada únicamente puede pronunciarse respecto de las cuestiones involucradas en los escritos
constitutivos de la litis, todo ello sin perjuicio de la excepción que puedan ofrecer los hechos nuevos o bien
respecto de aquellas materias que, por razones de índole temporal, no fueron susceptibles de decisión por parte
del iudex a quo.

Y si llegara a resolver un tema que no integró la litis, y que recién fue introducido en la expresión de agravios,
incurre en violación del principio de congruencia(61).

Resulta concluyente lo dispuesto en el art. 277 al imponer que "El tribunal no podrá fallar sobre capítulos no
propuestos a la decisión del juez de primera instancia". Los términos "capítulos", "cuestiones" o "puntos" son
similares y análogos, pero debemos distinguirlos de los "argumentos", que a los fines del dispositivo citado son
las razones proporcionadas por las partes para sustentar sus respectivas posiciones, aparte las que dan los
jueces para avalar sus conclusiones(62). Nuestro catálogo adjetivo exige que el "capítulo" o "cuestión" haya sido
planteado al a quo, de tal manera que dentro de la concepción que rechaza el nuevo juicio debe haber sido
introducido en la instancia inferior.

Por "cuestiones" inadmisibles se debe entender también la aportación de circunstancias fácticas capaces de
acreditar la causa de la obligación primitiva o los motivos de la defensa original, es decir, de agregar distintos
elementos fácticos dentro de la misma causa de pretensión o defensa(63).

Igualmente son "cuestiones" no propuestas al inferior la alegación de defensas o el planteo de extremos de


carácter jurídicos, distintas de las deducciones en la instancia anterior, aunque basadas en los mismos
hechos(64). Cabe destacar que la inadmisibilidad de nuevas cuestiones no puede ser obviada por el acuerdo de
las partes(65). Afirma con justeza Rivas(66) que si bien las cuestiones pueden ser presentadas bajo la
apariencia de nuevas argumentaciones jurídicas, caso en el que no corresponde su tratamiento en la
Alzada(67), es perfectamente aceptable que las partes puedan producir refuerzos intelectuales dentro de las
mismas cuestiones(68), incluso que puedan variarlos realizando -siempre en el marco de esos límites- un nuevo
enfoque jurídico del caso(69), solución que coincide con la aplicación del iura novit curia por parte del superior.

B) El agravio es la medida de la apelación: Por aplicación de este principio clásico, el Tribunal de Alzada no
puede abordar ni decidir cuestiones que no han sido materia de la expresión de agravios o del memorial
fundante del recurso sometido a su competencia revisora. Tales escritos constituyen "el marco de la
competencia del tribunal", no pudiendo éste resolver de oficio cuestiones ajenas a las planteadas en la
impugnación.

Con inigualable docencia Calamandrei expresó: "el nuevo examen del juez de segundo grado se ejercita sólo en
cuanto las partes lo provoquen con su gravamen; en apelación, lo mismo que en primer grado, la mirada del
juez se halla limitada, por decirlo así, por la mirilla del principio dispositivo y no está en condiciones de ver sino
lo que las partes colocan dentro del campo visual contemplado desde esta estrecha abertura" (70).

En atención a ello, el último párrafo del art. 271 prescribe: "La sentencia se dictará por mayoría, y en ella se
examinarán las cuestiones de hecho y de derecho sometidas a la decisión del juez de primera instancia que
hubiesen sido materia de agravios".

Se satisface así el clásico aforismo del tantum devolutum, quantum apellatum, que significa que el superior
ejerce el poder jurisdiccional que el orden público le asigna, en la medida en que le es requerido por el apelante
y en tal medida resuelve(71). Así se ha decidido que "los tribunales de apelación sufren en principio una doble
limitación: la que resulta de la relación procesal y la que el apelante haya querido imponerle en el recurso a
través de la expresión de agravios, lo que señala el marco de competencia de aquéllos"(72).

Sobre el particular la Corte Suprema de Justicia ha dicho que la competencia de los tribunales de segunda
instancia en materia civil se encuentra limitada por la extensión de los recursos concedidos y que la transgresión
de tales límites comporta agravio a las garantías constitucionales de la propiedad y la defensa en juicio(73).

No podemos finalizar este segmento, sin mencionar que aquélla norma, como la del art. 277 también transcripto,
han sido duramente criticados por la exigente docente y laboriosa magistrada Estévez Brasa, quien sostuvo que
la función de la Alzada se encuentra encapsulada y reclama mayores poderes a fin de fortalecer al poder judicial
y ejercer una mejor administración judicial(74).

C) "Reformatio en peius": En función de este aforismo, al Tribunal de Alzada le está vedado reformar la
sentencia apelada en perjuicio del único apelante, es decir, el superior no puede empeorar o agravar la situación
del recurrente en aquéllas circunstancias en que no ha mediado recurso por parte de su contrincante. Según
Alsina ello es una consecuencia del principio de la personalidad del recurso y de la prohibición de pronunciarse
sobre cuestiones no comprendidas en el mismo(75).

Se ha afirmado asimismo que tal privación encuentra su plena justificación en la combinación de dos principios:
el dispositivo -nemo judex sine actora; ne procedat judex ex officio- y el principio del vencimiento como
condición de legitimación para impugnar. De ello, surge la conexión existente entre el principio de congruencia y
la reformatio in peius, dado que el superior que incurriera en esa prohibición introduciría en desmedro del
apelante una cuestión no planteada en la instancia, más aún, se avocaría a tratar un punto de la resolución
impugnada que habría quedado consentida por las partes(76).

Afirmó Palacio que la prohibición de reformar el decisorio en perjuicio del único apelante cuenta, en nuestro
derecho, con respaldo constitucional, pues preserva la vigencia de la garantía de la defensa en juicio y el
derecho de propiedad en tanto, respectivamente, impide el empeoramiento de una situación jurídica frente a un
recurso que la ley concede para lograr una eventual mejora, y asegura la estabilidad de las resoluciones
judiciales que, en los aspectos no impugnados, configuran un derecho adquirido para la parte a quien
benefician(77).

En nuestro sistema legal la prohibición de la reformatio in peius se halla implícita en su normativa, debiendo el
intérprete proceder a su desentrañamiento extrayéndola por inferencia de su contexto(78) y constituye una
consecuencia inevitable de la aplicación del principio de congruencia por cuanto es menester que la Alzada se
ajuste a los agravios formulados por las partes. Fue reconocido como parte de un sistema de garantías que con
basamento en el art. 18 de nuestra Carta Magna jerarquizó su vigencia para evitar la afectación del principio de
defensa en juicio por la Corte Suprema de Justicia de la Nación(79). Posteriormente distintos pronunciamientos
casacionales confirmaron la doctrina asentada en aquél pronunciamiento.

Así se sostuvo que: "Incurre en una indebida reformatio in peius la sentencia que coloca al único apelante en
peor situación que la resultante del pronunciamiento recurrido, lo que constituye una violación directa e
inmediata de las garantías de la defensa en juicio y de la propiedad"(80). En el mismo registro, el más Alto
Tribunal decidió que "Corresponde dejar sin efecto la sentencia del superior tribunal local que, con motivo del
recurso interpuesto por la actora, consideró inapropiada la acción de amparo para ventilar las cuestiones
litigiosas, reduciendo a cuarenta y cinco días el plazo de cobertura médica domiciliaria dispuesto en el fallo de
primera instancia -término dentro del cual la recurrente debía ocurrir a las vías pertinentes-, pues, incurre en una
indebida "reformatio peius" al colocar a la única apelante en peor situación que la resultante del pronunciamiento
recurrido, lo que implica una violación en forma directa e inmediata de las garantías constitucionales de la
propiedad y de la defensa en juicio"(81).

Considera Hitters(82) que se trata de un postulado y que resulta exagerado pretender elevarlo a la categoría de
principio. Apreciación que comparte Rivas(83) al sostener que la prohibición reformatio in peius no tiene vigencia
absoluta ni la tuvo históricamente. Por otra parte, encontramos formas que permiten eludirla, tal el supuesto
previsto en el art. 279 que prescribe: "Cuando la sentencia o resolución fuere revocatoria o modificatoria de la
de primera instancia, el tribunal adecuará las costas y el monto de los honorarios al contenido de su
pronunciamiento, aunque no hubiese sido materia de apelación"(84).

VIII. Poder-deber de declarar la deserción del recurso de apelación.

La necesidad de suministrar a la Alzada la medida de su actuación -como lo advertimos en el Apartado anterior-


exige al recurrente la carga de fundar la apelación interpuesta; su incumplimiento en tiempo y forma genera la
deserción del recurso, así lo establece el art. 266.

Conforme a los términos de dicho dispositivo, dicha deserción puede ser motivada por la omisión en la
presentación de la expresión de agravios -dentro de los diez días de notificada personalmente o por cédula la
resolución que prevé el art. 259- o bien, que el libelo no satisface los recaudos prescriptos por el art. 265, que
exige "la crítica concreta y razonada de las partes del fallo que el apelante considere equivocadas. No bastará
remitirse a presentaciones anteriores".

Es uniforme la doctrina y la jurisprudencia de nuestros tribunales en sostener que la expresión de agravios no es


una simple fórmula carente de sentido sino que constituye una verdadera carga procesal y para que se cumpla
su finalidad debe contener una exposición jurídica que contenga una crítica concretada y razonada de las partes
del pronunciamiento que el recurrente estime erradas, desacertadas e inadmisibles.

Los agravios deben expresarse en forma concreta, es decir, precisa, indicada, determinada (debe decirse cuál
es el agravio) y además debe ser razonada, indicar los fundamentos, las bases, las sustentaciones, deben
exponerse porqué se configura el agravio. A tal efecto, deben señalarse, punto por punto, los pretendidos
errores, omisiones y deficiencias que se le atribuyen al fallo, especificando con toda exactitud los fundamentos
de las objeciones. Es decir, que deben refutarse las conclusiones de hecho y de derecho que vertebren la
decisión del a quo, a través de la exposición de las circunstancias jurídicas por las cuales se impugna de
erróneo el pronunciamiento recurrido (85).

Es que debe tenerse en cuenta que la segunda instancia no es autónoma, ni es reconducción, ni una vía que
proporcione un nuevo examen integral de la cuestión, sino que persigue el control de justicia del
pronunciamiento apelado en cuanto a los hechos y al aspecto jurídico de los asuntos en él decididos a cuyo
efecto requiere el elemento nuevo, que exista un perjuicio y la crítica de los agravios que de la misma resultan.

Por ello, las afirmaciones genéricas, las impugnaciones en general, el mero desacuerdo con lo resuelto o
simples consideraciones subjetivas o disgregaciones inconducentes o que carezcan del debido sustento jurídico,
o la acumulación de alegaciones meramente sumadas o añadidas, la remisión a escritos anteriores de la causa,
entre otras situaciones, no satisfacen las exigencias del art. 265.
No obstante, debe puntualizarse que la orientación doctrinaria y jurisprudencial sostiene un uso ponderado y
restrictivo de la deserción prevista en la aludida norma, permitiendo la subsistencia de la instancia de Alzada en
toda situación de duda, o cuando la expresión de agravios contenga fundamentos mínimos (86).

El principio de defensa en juicio así lo impone, aunque ello conspira con el trabajo responsable y criterioso que
debe exigirse ineludiblemente a los profesionales del derecho y constituye un cauce de dilaciones injustificadas
y un dispendio inútil de la actividad jurisdiccional.

Notas al pie.

(1) FIX ZAMUDIO, Héctor, transcripción efectuada por Soto Guerrero, Salvador, "Los medios de impugnación
(Reflexiones sobre una teoría general de la impugnación)", ponencia presentada en el XII Congreso mexicano
de Derecho Procesal, Tampico, México, 1989, citado por RIVAS, Adolfo A., "Tratado de los recursos ordinarios y
el proceso en las instancias superiores", Abaco, Bs. As., 1991, Tº1, p. 43.

(2) RIVAS, Adolfo A., "Tratado de los recursos ordinarios...", citada, Tº 1, p. 56.

(3) DÍAZ, Clemente A., "Instituciones de Derecho Procesal, "Abeledo-Perrot, Bs. As., 1972, Tº II A, p.145.

(4) Comparto la críticas formuladas por Eduardo OTEIZA, "Ley creación de las tres Cámaras de Casación y la
duración de los procesos", L. L., Suplemento Especial, mayo 2013, ps. 9-12.

(5) PALACIO, Lino E., "Derecho Procesal Civil", 2ª ed. act., Abeledo-Perrot, Bs. As., 2005, Tº V, p. 32.

(6) Con agudeza apuntó el Maestro Eduardo J. COUTURE: "El tiempo en el proceso más que oro es justicia,
porque quien no puede esperar se siente perdido de antemano", citado por MORELLO, Augusto M., "El proceso
civil moderno", Platense, La Plata, 2001, p. 137.

(7) Dos tratados con jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22 de la C. N.) contemplan la doble instancia entre las
garantías del enjuiciamiento penal, el art. 8, ap. 2 de la Convención Americana de Derecho Humanos y el art.
14, ap. 5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. La claridad de estas disposiciones ha
determinado transcendentes pronunciamientos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que han
tenido su correlato en fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación ("Giroldi", 7/4/95, Fallos 318: 514;
"Felicetti", 21/12/2000, Fallos 323: 4150; "Casal", 20/9/2005, Fallos: 328: 3399).

(8) IBARLUCÍA, Emilio A., "¿Es una exigencia constitucional la doble instancia en el proceso civil?", L. L.
2010-D-870.

(9) La doctrina discute si se trata de un verdadero recurso. MASCIOTRA, Mario, "Acción subrogatoria - Recurso
de queja por apelación denegada", Depalma, Bs. As., 1998, ps. 85 y sgtes.

(10) En caso de denegatoria del recurso de apelación interpuesto, corresponde que la parte recurrente deduzca
el recurso de queja regulado en los arts. 282 a 287 del CPCCN.

(11) Con anterioridad y ante el juez de primera instancia, cualquiera de las partes cuando entendieran que el
recurso concedido en relación debió otorgarse libremente, o viceversa, pueden peticionar dentro de tercer día de
notificada ministerio legis la resolución respectiva -plazo común-, la correspondiente rectificación (art. 246
CPCCN).

(12) RIVAS, Adolfo A., "Tratado de los recursos ordinarios...", citada, Tº 2, ps. 462-463.
(13) MORELLO, Augusto M., SOSA, Gualberto L., BERIZONCE, Roberto O., "Códigos Procesales en lo Civil y
Comercial de la Pcia. de Bs. As. y de la Nación. Comentados y anotados", 2ª ed. Platense-Abeledo Perrot, La
Plata, 1993, Tº III, ps. 89-90. En contra, IBAÑEZ FROCHMAN por cuanto considera que "si por oscuridad de la
ley o por pedido de partes, se la otorga `en relación' y el litigante no reclama, media una renuncia legítima que
no debe ser suplida de oficio por el Tribunal, desde que nada compromete al orden público ni a la legitimidad del
acto". IBAÑEZ FROCHMAN, Manuel, "Tratado de los recursos en el proceso civil", Bibliográfica Omega,, Bs.
As., 1963, p. 181, nota 172.

(14) CNCom., Sala D, 28.10.1980, "Minutella, Salvador c. Alonso, Cirilo", L. L. 1981-A-321.

(15) AZPELICUETA, Juan J. - TESSONE, Alberto, "La Alzada. Poderes y deberes", Platense, La Plata, 1993, p.
33.

(16) CNCiv., Sala C, 25.8.1969, "Caja Popular Belgrano, Coop. Créd. Ltda. C. Trópico S. C. por Acc.", E.D.
29-60.

(17) Las partes pueden obviar la queja intentando en primera instancia deducir los recursos de aclaratoria o de
revocatoria. RIVAS, Adolfo A., "Tratado de los recursos ordinarios...", citada, Tº 2, ps. 663-664.

(18) El dispositivo originario prescribía que si el expediente había tenido radicación de sala, la notificación era
automática los "días de nota", solución que forzaba a los litigantes, especialmente al recurrente a una
permanente vigilia, pues aun conociendo la sala interviniente debía estar atento a la elevación efectiva de la
causa y al dictado de la providencia de autos prevista en dicha norma.

(19) Con excepción de los procesos de ejecución que se fundamentan con la interposición del recurso contra la
sentencia. En procesos de ejecución de sentencia, si la resolución recurrida fuere posterior a la mencionada en
el art. 508, el recurso se fundará en la forma establecida en el párrafo primero del art. 246 (art. 247).

(20) Bastará la afirmación o juramento del interesado en tal sentido. AZPELICUETA, Juan J. - TESSONE,
Alberto, "La Alzada...", citada, p. 109. RIVAS, Adolfo A., "Tratado de los recursos...", citada, Tº 2, P. 528. En otro
corredor de ideas, se exige invocar razones suficientes y verosímiles que excusen la falta de presentación con
anterioridad. Deben darse razones suficientes y verosímiles que sustenten la viabilidad del pedido, ya que de lo
contrario, aparte de facilitarse actitudes reñidas con los deberes de lealtad y buena fe, resultaría desvirtuado el
carácter excepcional que reviste la posibilidad de aportar elementos probatorios en segunda instancia.
PALACIO, Lino E., "Derecho Procesal Civil", citada, Tº V, p. 275. "La agregación de documentos en la alzada es
una facultad excepcional y sólo corresponde en los casos específicamente señalados, siendo la procedencia de
interpretación restrictiva". CNCiv., Sala E, 3.7.1985, "Smulevich, Alberto c. Dissi, Roberto C.", E. D. 115-426.

(21) AZPELICUETA, Juan J. - TESSONE, Alberto, "La Alzada...", citada, p. 112.

(22) PALACIO, Lino E., "Derecho Procesal Civil", citada, Tº V, p. 276.

(23) El procedimiento probatorio y las cargas que conlleva para la contraria es similar al régimen de primera
instancia, es decir, tratándose de documentos a ella atribuidos, deberá reconocer o negar categóricamente su
autenticidad, y en su caso la recepción, bajo apercibimiento de tener la Alzada por reconocido o recibido (art.
356). Si los documentos emanan de terceros, la contestación podrá limitarse a manifestar la ignorancia de su
autenticidad.

(24) Existe discrepancia doctrinaria y jurisprudencial acerca de quien tiene a su cargo la prueba, si es el
presentante el que debe acreditar el conocimiento reciente de la documentación que pretende agregar o si es el
contrario el que debe probar la extemporaneidad de dicho pedido. Coincido con Rivas en que la estrechez de la
instrucción en Alzada debe ser compatibilizada con el derecho de defensa y con un adecuado servicio de justicia
sin apegos a las formas procesales. RIVAS, Adolfo A., "Tratado de los recursos...", citada, Tº 2, p. 529.

(25) Son hechos nuevos aquellos que tienden a la complementación o confirmación de la causa de la pretensión
u oposición que ingresan en el proceso fuera del marco de los escritos liminares. Los hechos ocurridos con
antelación al fenecimiento del plazo legal, podrán ser receptados en la medida que el interesado haya tomado
conocimiento de los mismos con posterioridad. En este caso, basta que se afirme la novedad del conocimiento,
sin necesidad de aportar pruebas corroborantes, pues es la contraparte la que tiene a su cargo desvirtuar tal
circunstancia. AZPELICUETA, Juan J. - TESSONE, Alberto, "La Alzada...", citada, ps. 89 y 94. En otro registro,
se afirmó que debe surgir de las constancias del expediente que el hecho que se pretende probar ante la
cámara no fue ni pudo ser conocido por la parte que lo alega. FENOCHIETTO, Carlos E., "Código Procesal Civil
y Comercial de la Nación. Comentado, anotado y concordado con los Códigos provinciales", Astrea, Bs. As.,
1999, Tº 2, p. 91.

(26) Para que el hecho nuevo sea admitido en la Alzada no sólo debe referirse a las pretensiones invocadas en
los escritos constitutivos del proceso, sino que también debe ser susceptible de influir en la decisión, o en otros
términos, ser útil como factor de solución. CNCiv., Sala E, 3.7.1985, "Smulevich, Alberto c. Dissi, Roberto C.", E.
D. 115-426.

(27) Lúcidamente se ha predicado que "Al dictar esta resolución, la alzada deberá sopesar especialmente que
es la última oportunidad de incorporar datos de hecho al proceso, por lo que el bloqueo de esta vía de acceso
puede desembocar en una frustración del adecuado servicio, con transgresión de la garantía constitucional de
defensa en juicio. Como contrapartida, no podrá olvidar que a ella compete mantener la igualdad procesal de las
partes, obturando cualquier intento de suplir omisiones de los escritos postulatorios, y que el carril en examen no
debe servir de vehículo para dilatar la culminación del litigio. Mas, dentro de las situaciones que autorizan la
incorporación de hechos nuevos, el criterio será amplio, favorable a una completa integración del substrato
fáctico involucrado en el conflicto" AZPELICUETA, Juan J. - TESSONE, Alberto, "La Alzada...", citada, ps. 97-98.

(28) MORELLO, Augusto M., SOSA, Gualberto L., BERIZONCE, Roberto O., "Cód. Psales...", citada, Tº III, p.
107.

(29) COLOMBO, Carlos J. - KIPER, Claudio M., ""Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Anotado y
Comentado", La Ley, Bs. As., 2006, Tº III, p. 165; CNCiv. Sala H, 19.9.1990, "Servicios Foster SRL. c. Weel y
Cía. SA.", L. L. 1991-E-660; Sala E, 28.9.2012, "Zaiat, Olinda Marta y otros c. Ligier SA. y otros s. desalojo", L.
L. 8.11.2012.

(30) COLOMBO, Carlos J. - KIPER, Claudio M., "Código Procesal ...", citada, Tº III, p. 164.

(31) PALACIO, Lino E., "Derecho Procesal Civil", citada, Tº V, p. 277. En contra: AZPELICUETA, Juan J. -
TESSONE, Alberto, "La Alzada...", citada, p. 114.

(32) COLOMBO, Carlos J. - KIPER, Claudio M., "Código...", citada, Tº III, p. 170. Antecedentes, opiniones,
alcances y procedimiento de este instituto son objeto de prolijo tratamiento por RIVAS, Adolfo A., "Tratado de
recursos...", Tº 2, ps. 563-568.

(33) Antecedentes legislativos, jurisprudenciales y doctrinarios son desarrollados minuciosamente por PARRA
QUIJANO, Jairo, "Racionalidad e ideología en las pruebas de oficio", Temis, Bogotá, 2004, ps. 67 y sgtes.
(34) CALAMANDREI, Piero, "La génesis lógica de la sentencia civil", en "Estudios sobre El Proceso Civil", trad.
de Santiago SENTÍS MELENDO, Bibliográfica Arg., Bs. As., 1945, p. 384.

(35) MASCIOTRA, Mario, "Poderes-deberes del juez en el proceso civil", Astrea, Bs. As., 2014, p. 419.

(36) MASCIOTRA, Mario, "Finalidad de la prueba en el proceso civil", L. L. 2013-C-1146. "La prueba en el
proceso civil: su finalidad", en obra colectiva "Constitucionalismo y Proceso. Tendencias contemporáneas".
Coordinador Roberto GONZÁLEZ ÁLVAREZ, ARA Editores. Lima, 2014, ps. 351-380.

(37) Las partes y/o sus abogados articulan su propia verdad, y utilizan las pruebas (y sus respectivos
procedimientos) como instrumentos retóricos con los que pretenden persuadir, más que como instrumentos
cognoscitivos que constituyan la base de una decisión racional sobre la realidad de los hechos. El propósito del
abogado es justamente influir en la opinión del juez o del jurado a fin de obtener una decisión favorable. En
realidad, el abogado no es alguien que busque la verdad de manera neutral y desinteresada: su enfoque típico
es el de una persona interesada en lograr la victoria, aunque no se encuentre la verdad. Es más, sería mucho
mejor no descubrirla, si ésta resultara contraria a los intereses de su cliente. TARUFFO, Michele, "Prueba y
verdad en el proceso civil", en "La prueba", trad. de Laura Manríquez y Jordi Ferrer Beltrán, Marcial Pons,
Madrid, 2008, p. 28.

(38) En contra: AZPELICUETA, Juan J. - TESSONE, Alberto, "La Alzada...", citada, p. 134.

(39) CSJN., 18.9.1957, "Colalillo, Domingo c. Cia. de Seguros España y Río de la Plata, Fallos, 238: 550.

(40) CNCiv., sala C, 18.2.1982, "Sánchez, Francisco c. Ciarlo, Pascual y otra", L L. 1983-B-765, nº 12.

(41) En caso de tratarse de prueba testimonial, es aplicable el art. 452 del Cód. Procesal que autoriza al juez a
disponer de oficio la declaración de personas no ofrecidas por las partes en carácter de testigos; dicha norma no
le establece al juez márgenes temporales, ni tampoco limita las pruebas-fuentes de donde puedan emerger la
existencia de personas que estén en condiciones de aportar, en calidad de testigos, su conocimiento de hechos
vinculados a la causa. MASCIOTRA, Mario, "Poderes-deberes...", citada, p. 426.

(42) PEYRANO, Jorge W., "El juez y la búsqueda de la verdad en el proceso civil", L.L. 2011-A-1087.

(43) BERIZONCE, Roberto O., "Activismo judicial y participación en la construcción de las políticas públicas",
Revista de Derecho Procesal (Número extraordinario conmemorativo del Bicentenario), Rubinzal-Culzoni, Bs.
As., 2010, p. 169.

(44) Ese derecho a la prueba de que gozan las partes implica en lo que se refiere a las medidas ordenadas de
oficio por el juez o tribunal de las siguientes prerrogativas: a) Impugnar su relevancia y admisibilidad, y discutir
su eficacia; b) Controlar y participar en su producción: entre sus facultades se encuentran, por ejemplo, las de
interrogar y repreguntar a los testigos, recusar a los peritos; c) Ofrecer medidas para contrarrestarlas (presentar
documentos, ofrecer testigos, requerir informes y cualquier medida probatoria tendiente a desmentir la veracidad
que genere la prueba oficiosa; d) Impugnar el resultado de las mismas (alegar sobre la idoneidad de los testigos
que declararon; solicitar explicaciones, aclaraciones y formular objeciones e impugnaciones a dictámenes
periciales); e) Alegar sobre el mérito de la prueba producida. En suma ejercer todas las prerrogativas que le está
permitido en desarrollo de ella, pues no existe diferencia alguna entre la prueba oficiosa y la prueba a solicitud
de parte, en cuanto al mérito y a las formalidades en su práctica. MASCIOTRA, Mario, "Poderes-deberes...",
citada, ps. 435-436.

(45) En materia de decisiones oficiosas, y específicamente en la faz probatoria, considero que debe constituir
una exigencia inexcusable la adecuada fundamentación que debe contener el pronunciamiento que se dicte al
respecto. Ibídem, p. 438.

46 El Código Procesal Civil y Comercial de la Pcia. de Corrientes exige expresamente fundar no solo toda
sentencia definitiva e interlocutoria, sino además las providencias simples denegatorias, bajo pena de nulidad
(art. 34, inc. 4) (47) DE LA RÚA, Fernando, "Teoría general del proceso", Depalma, Bs. As., 1991, p. 146.

(48) LASCANO, David, "Jurisdicción y competencia", Kraft, Bs. As., 1941, p. 188.

(49) BARBOSA MOREIRA, José C., "Lo que debe y lo que no debe figurar en la sentencia", Rev. Derecho
Procesal 2008-1 "Sentencia", Rubinzal-Culzoni, Sta. Fé, p. 499.

(50) TARUFFO, Michele, "Simplemente la verdad", trad. Daniela ACCATINO SCAGLIOTTI, Marcial Pons,
Madrid, 2010, p. 269.

(51) MASCIOTRA, Mario, "Deber de fundar las sentencias", L. L. 2013-F-1002.

(52) CALAMANDREI, Piero, "Elogio de los Jueces escrito por un Abogado", trad. de Ayerra RENDIN, Santiago
SENTÍS MELENDO y Conrado RENZI, "El Foro", Bs. As., 1997, p. 167.

(53) CALAMANDREI, Piero, "La crisis de la motivación", en "Proceso y Democracia", trad. de Héctor FIX
ZAMUDIO, Ejea, Bs. As., 1960, p. 115.

(54) CSJN., Fallos, 234: 82; 238: 550; 249: 275.

(55) CSJN., Fallos, 236: 27; 250: 152; 311: 948, 2402 y 2547; 312: 2507; 314: 649; 315: 29; 318: 652; 321:
1909.

(56) CSJN., 20.12.1994, "Frigocen SA. s. recurso extraordinario", L.L. 1995-D-960, nº 1881.

(57) CNCiv.Com.Fed.Cap., Sala I, 16.5.1997, "Caesar Park Argentina SA. c. Dirección Nacional de Tecnología",
Revista de Derecho Procesal, 2 "Medios de Impugnación. Recursos - I, Rubinzal-Culzoni, Bs. As., 1999, p. 456.

(58) PALACIO, Lino E., "Derecho procesal civil", citada, Tº V, p. 82, nº 545, "c", nota 3.

(59) MASCIOTRA, Mario, "Poderes-deberes...", citada, ps. 122-133. y 275. La Cámara puede revisar por propia
iniciativa lo relativo a la representación de las partes (por ej. en el caso, las exigencias del art. 1003, del C. Civil
sobre documentos habilitantes). CNCom., Sala B, 18.5.1962, "Banco Israelita del Río de la Plata c. Tomiro SA. y
otros", L. L. 130-311.

(60) Si la sentencia dictada por el inferior ha sido recurrida parcialmente, la jurisdicción de la Cámara no puede
extenderse a la parte del fallo que ha sido consentido y los agravios deberán limitarse a las cuestiones del
pronunciamiento, motivo de la apelación. MASCIOTRA, Mario, "El principio de congruencia en los procesos
civiles, patrimoniales y de familia, laborales y colectivos ambientales", Ad-Hoc, Bs. As., 2010, p. 136.

(61) MORELLO, Augusto M., SOSA, Gualberto L., BERIZONCE, Roberto O., obra citada, Tº III, ps. 402 y 403,
citando los fallos de la SCBA, DJBA., 117-301 y 117-142. "Excede los límites del recurso de apelación el
tratamiento de temas introducido como alternativa recién en segunda instancia, toda vez que el tribunal de
alzada no puede fallar sobre capítulos no propuestos a la decisión del juez de primera instancia". CNCiv., Sala
B, 24.5.1983, "Ramsay SA. c. Alson Cife SA. y otro", E.D. 105-107.
(62) Los argumentos serios con que se sustenta la revocatoria de una sentencia en el juicio de apelación no
pueden ser prescindidos, es decir, la Alzada debe hacerse cargo de ellos. MORELLO, Augusto M., "Prueba,
incongruencia, defensa en juicio (El respeto por los hechos)", Abeledo-Perrot, Bs. As., 1977, p. 48.

(63) Por ejemplo, incorporar en la instancia superior hechos relativos a la existencia de un daño físico o psíquico
conocido pero no alegado ante el inferior, distinto de los que pudieron integrar el reclamado por daños y
perjuicios derivados de un cuasidelito. O bien si el principal, demandado por responsabilidad refleja, recién alega
en segunda instancia la inexistencia de la relación patrón-dependiente, autor este último del cuasidelito,
mediante la incorporación de hechos relativos a ese extremo. RIVAS, Adolfo A., "Tratado de los recursos...",
citada, Tº 2, ps. 849 y 850.

(64) Por ello, se declaró improcedente considerar por la Alzada la cuestión de existencia de lesión enorme no
articulada en la instancia inferior. CNCiv., Sala C, 8.8.1977, "Spangenberg, J. c. Pontelva SRL.", L.L.
1978-A-107.

(65) BARBOSA MOREIRA, Juan C., "Comentários ao Código de Processo Civil", 5ª ed., Forense, Río de
Janeiro, 1985, Tº V, p. 457.

(66) RIVAS, Adolfo A., "Tratado de los recursos...", citada, Tº 2, p. 851.

(67) CNCiv., Sala F, 22.6.1983, "Ibarguren de Duarte, Juana s. restitución de bienes", L.L. 1983-D-146.

(68) La circunstancia de que no puedan plantearse nuevas demandas en alzada, no implica el rechazo de
nuevas razones si éstas se encuentran dentro de los límites de la demanda original y no incluyen hechos
distintos de los que sustentan a ésta. SCJMendoza, Sala 1, 15.6.1987, "Banco Comercial del Norte SA. c.
Urritigoity, Guillermina", J.A. 1988-I-324.

(69) "Aunque la emplazada, al contestar la demanda, no fundara su defensa en la razón que luego invocó al
expresar agravios, la Cámara puede válidamente considerar tal interpretación contractual, si no se ha intentado
introducir la invocación de otros hechos, sino solamente una distinta interpretación del contrato que fuera
reconocido por ambas partes". CSJN., 27.9.1973, "YPF. c. capitán y/o prop. del buque Belfri y/u otro", E.D.
54-265.

(70) CALAMANDREI, Piero, "Apuntes sobre la reformatio in peius", en "Estudios sobre el proceso civil", citada,
p. 301.

(71) ALSINA, Hugo A., "Tratado teórico práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial", Ediar, Bs. As., 1961, Tº
IV, p. 416.

(72) C1ªCiv.yCom. La Plata, Sala 3ª, 28.3.2006, "Sagarduy, Alberto O. c. Copetro SA.", J.A. 2007-I-Fasc. 2, p.
64.

(73) CSJN., Fallos, 231: 279; 235: 171, entre otros.

(74) ESTEVEZ BRASA, Teresa M., "Los poderes de la alzada", L.L. 1980-C-976. Es digno destacar su
propuesta de sustituir el último apartado del art. 271 por el siguiente: "La sentencia se dictará por mayoría y en
ella se examinarán las cuestiones de hecho y de derecho sometidas a la decisión del juez de 1ª instancia que
hubiesen sido materia de agravios; o que, de no haberlo sido, represente para los justiciables una mejor
afirmación de sus derechos. En este último caso el tribunal extremará el rigor de sus merituaciones, cuidando
que ese libre análisis no viole la justicia de su decisión y no pudiendo restringir los beneficios obtenidos por la
parte recurrente". Asimismo planteó la necesidad de modificar el art. 277 por el siguiente texto: "El tribunal no
podrá fallar sobre capítulos no propuestos a la decisión del juez de 1ª instancia, salvo que un análisis del caso
revele la necesidad de resolver sobre puntos omitidos. El tribunal ponderará, para ello, la vigencia de una
justicia integral a la luz de la sana crítica. Deberá resolver también sobre los intereses y daños y perjuicios u
otras cuestiones derivadas de hechos posteriores a la sentencia de primera instancia".

(75) ALSINA, Hugo A., "Tratado...", citada, Tº IV, p. 420.

(76) COLOMBO, Carlos J. - KIPER, Claudio M., "Cód. Proc. ....", citada, Tº III, ps. 195 y 196.

(77) PALACIO, Lino E., "Derecho procesal civil", citada, Tº V, ps. 464-465; CNCiv, Sala A, 15.3.1983, "Lamagna,
María C. c. Basaraba, Pedro", L.L. 1983-C-223.

(78) AZPELICUETA, Juan J., "Meditaciones sobre la apelación (El fundamento constitucional, legal y doctrinario
de la prohibición de reformatio in peius)", E.D.195-959.

(79) CSJN, 30.9.1954, "Bianchi de Piccaluga, Rosa (suc.)", L.L. 76-650.

(80) CSJN. 10.12.1996, "Hourcade c. Menéndez", Revista de Derecho Procesal, 2 "Medios de Impugnación.
Recursos - I, Rubinzal-Culzoni, Bs. As., 1999, p. 460.

(81) CSJN., 17.3.2009, "Savioli, María M. s. amparo", L.L. 2009-C-654.

(82) HITTERS, Juan C., "Técnica de los recursos ordinarios", Platense, La Plata, 1985, ps. 138 y 139.

(83) RIVAS, Adolfo A., "Tratado de los recursos...", citada, Tº 1, p. 55.

(84) La CSJN. ha sostenido que la reducción de honorarios en segunda instancia por aplicación del art. 279 del
CPCCN., no implica una reformatio in peius, habida cuenta de la expresa imposición de la norma. Fallos,
304:139.

(85) Con abundante cita jurisprudencial en MORELLO, Augusto M., SOSA, Gualberto L., BERIZONCE, Roberto
O., "Código...", citada, Tº III, ps. 332-360.

(86) MORELLO, Augusto M., SOSA, Gualberto L., BERIZONCE, Roberto O., "Código...", citada, Tº III, ps.
360-362.

También podría gustarte