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Osviroto T DELINCUENCIA ¥ ESTADO DE DERECHO 1, Actitudes ante ol delincuente. En realidad —prescindiendo de teorfas— la socie- dad no trata al delineuente como a un eiudadano, Y, lo que importa més, en teoria tampoco. Segiin opinién bastante extendida, el criminal no tiene casi nada de comfin con los ciudadanos normales, pertenece a gente de otra clase, de segunda categoria, a gente ajena y alejable de nosotros. Muchos piensan en el transgresor de la Ley tmicamente para poner distancia ‘entre medio, para estigmatizarlo, para eastigarlo, para recluirlo. .., olvidando con frecuencia sus derechos ele- mentales, Hi establecimiento penitenciario contintia sien- do todavia hoy, préctieamente, un lugar fuera de la Ley, donde permanece en oscuridad el verdadero estado de derecho de las personas alli internadas. “Aun penalistas de primera magnitud opinan y es- ceriben que una parte de los delineuertes son “‘seres hu- manos como tédos nosotros” (‘los delineuentes ocasio- nales, los que han tenido un tropiezo en la vida, los autores culposos y los inconseientes eontraventores de Ja Ley”), por otra parte (‘los delineuentes habituales, jos delineuentes profesionales..., los elementos asocia- Jes”), no son como nosotros * 2 cle Maurach, en Jomadar de Derecho peal (Boenos Aires, 1980), pig. 128 * Axrowio Bemsrant Recordando a Braudel y su estudio sobre las civ zaciones actuales, reeonoeemos que el espacio, la socie- dad, la economfa, la mentalidad colectiva, la historia, ete, producen cambios sustanciales en los eriterios y en as valoraciones respecto al delincuente. Ante Ja gran diversidad de opiniones y actitndes acerea del infractor de Ia Ley en el Wstado social de Derecho, las péginas siguientes pretenden analizar y confrontar al delineuente como persona dentro de su contorno juridico-sociol6gico, para dedueir algunas exi- gencias tedrico-précticas —dignas de tenerse en cuenta ‘Por los diversos estamentos de la comunidad— acogidas, ‘eon més 0 menos acierto, en la moderna legislacién po- sitiva, especialmente en el proyecto de Ley penitenciaria, alemana y en la Ley sobre peligrosidad y rehabilitacion, Social espafiola (y en las reglas minimas de las Naciones Unidas para el tratamiento de los reclusos), y sugerentes, de fundamentales coordenadas del Derecho penal y pe- nitenciario futuro, fundado en la persona. Una postura inteligente y digna ante el eriminal, en los momentos actuales de las ciencias del hombre, implica una nueva mentalizaciGn, exige abandonar ca- minos muy frecuentados y eémodos, exige reflexionar, sin prejuicios, sobre Ia esencia y Ia finalidad del hombre ¥ de la sociedad. Esta meditacién actualizaré lo tantas veoes demostrado y olvidado: e6mo muchos abocan al erimen victimas de las cireunstancias y de los eireuns- ‘tantes, o6mo todos debemos responder de las consecuen- cias del delito més que buscar tanta (exeesiva) distancia Y¥ seguridad frente al delincuente y frente al ex delin- ‘euente, emo todos debemos correr cierto riesgo para ograr su resocializacién (més que para eastigarlo) y para prevenir el crimen antes de que resulte inevitable, ‘He petiNoUmerE I 1A DENOERACIA 2% Bl grado de madures de una sociedad, més que por Ja ausencia de delitos, se mide por Ia eualidad de sus actitudes e instituciones resocializadoras, pues la ju cia humana progresa a través de Ia injusticia, eomo re- conoeié ya Ia filosofia griega al afimmar que lo justo nace de 1o injusto. 2, El delineuente como persona. Desde Platén y Aristételes la filosofia tradicional, tan profundamente actualizada por Zubiri, reconoce siempre como fundamento Ia esencia, Pues bien, esen- cialmente nadie puede negar al reo ce cualquier delito Ja cualidad de persona y de miembro de la sociedad, con ‘su implicacion sustancial de sociabilidad y solidaridad, con sus correspondientes derechos inalienables (mis amplios de lo que muchos piensan). Atinadamente, el articulo 1 del Reglamento de los Servicios de Institu- ciones Penitenciarias espafiolas establece como principio fundamental el respeto de «la personalidad humana de Jos recluidos», asf como de sus «derechos ¢ intereses ju- ‘idieos no afectados por la condena>. El delincuente coincide con todos los eiudadanos en Jo fundamental. Difiere sélo en lo accidental y relativo. La mayoria de los delineuentes son, en cierto sentido, delincuentes ‘‘ocasionales”. Cualquiera de los que anda- mos por la ealle, si se tercia la ocasin (ineluyendo en. esta palabra también las cireunstaneias familiares, am- bientales, educacionales, eteétera) podriamos eometer un delito, Y de hecho, muchas veces lo eometemos, pero queda sin constatar, sin diagnosticar, como consecuencia de un proceso de seleccién por el cual s6lo van a los Txi- bunales y a la edrecl algunos delineuentes, los mas ale- jados del poder, de las finanzas, ete., los —en cierto sen- 6 Arosio Bemerane tido— menos delincuentes, los menos perjudiciales para Ja sociedad (piénsese, por el contrario, en ciertos erimi- nales de “‘cuello duro”). Asi, la estigmatizacién de la pena sélo marea a un sector pequefio —la, parte visible, flotante, de un gran iceberg— de los infraetores de la Ley, quedando oculta, impune, uma voluminosa cifra ne- gra que hoy preoeupa seriamente a los crimindlogos. Afios atrés, la visita a una edrcel permitia quinis pensar que los alli detenidos —enfermos mas que delin- euentes en porcentaje superior al actual —diferfan en rasgos fundamentales de los ciudadanos honrados. Por algo escribié Lombroso su teoria —a veces fatalmente mal entendida— del delincuente nate. Hoy, la visita a ‘una institucién penitenciaria o, mejor afin, Ia lectura de Jas sentencias y de las noticias eriminales, nos hace caer en la euenta de que (exeeptuando casos aislados y pres- cindiendo de facetas accidentales) estamos ante personas ‘tan personas eomo nosotros, a las que nadie debe privar de sus derechos basicos. El modemo tréfico de vehfeulos de motor ha ani- quilado los principales argumentos aparentemente véli- dos para que las generaciones de otros tiempos sospecha- sen que el sujeto con antocedentes penales difiere sustancialmente del Donus paterfamilias. Las estadisticas muestran que los delineuentes de tréfico pertenecen a todos los estratos sociales. Los erimenes de tréfico, objetiva y subjetivamente, difieren s6lo en ciertos aspectos de los delitos comunes. Los 19.000 cadéveres sobre las carreteras alemanas, du- ante el afio 1970, proceden en gran parte de conductas culposas 0 dolosas (con dolo de lesién o dolo de peligro) ¥, Por tanto, normalmente incriminables. Una de las diferencias principales de los erfmenes de tréfico radiea en su menor relatividad. En otros eam- {Bb pxuaxcunnen x LA DEMOORACTA a pos, sobre todo en el politico, en el religioso y en el sextal, la delineuencia ficticia eubre un émbito a veces muy amplio; el Cédigo penal de hoy ¥ de aqui coloca el sambenito de delineuente a quien el Cédigo penal de mafiana y de allf le considera un eiudadano honrado*. ‘Pocas realidades tan variables, segrin los eriterios socia- les (a veces eaprichosos, siempre relativos), como ciertas tipificaciones penales y ciertas conclusiones judiciales. ‘Muchos criterios sociales varian, y también —aun- que en grado notablemente menor— las metas prinei- pales dela sociedad. 3. El delincuente y su contorno juridico-sociolégico. Entre el individuo y el grupo (0a sociedad, o el Es- ado) se cruzan relaciones de tensién aparentemente opuestas y aun contradictorias, Por una parte, ni el ‘Estado, ni tan siquiera la comunidad, pueden exigir a la persona que les sacrifique ciertos derechos elementales. El Estado dista mucho de ser el fin del hombre, pues es su sorvidor®, para ayudarle al logro del bien comin, para posibilitarle el desarrollo de las facultades perso- nales*. El ciudadano no es para el Estado, sino que el Estado es para el hombre. Por otra parte, sabemos que el individuo para lo- grar su desarrollo debe abrirse en servicio total al com- afiero y al grupo, pues un yo sin ti no puede ser un yo, 2 P. A. Sarokin: Sociedad, calla y personalidad, tad. do A. del Campo {Madi 190, Agus), pigs. 982 y sige Hem: Dindnies saci y elturl, 1 (Sade, 1962), pags Sy se TE! paso def Hid Iilerl de Derecho al Estado socal de Davcho suber ain eta facets de seriin. Ea. general, oft. D. Locar Verde Princpios de conta poli, tame l, Earustwa y dinémice polices (Madrid, 1808, Tecooe), pigs 45 y sexy 19 y He, Joan XU: Mater et Mopitve, eo “Acta Apostles Sed", tomo ‘La (1961), pig. 18 2 Axsoxo Brmerane ‘pues toda persona necesita su sociedad (Robinson no pervivird golo en la isla). También el objetor de con- ciencia admite obligaciones muy radieales en pro de Ia sociedad. 0, como dice Santo Tomés, apoydndose en “Aristoteles, ‘la més preclara de las virtudes morales es, Ja justicia legal, pues el bien comin supera al bien par- ticular” (bonum commune praceminet tono singulari wnius personae)". En la actualidad, y cada dia més, el Estado (no sélo en el mundo socialista, donde la Ley penal pretende, ante todo, el servicio incondieional al poder) posee y ejercita facultades y poderes ante los que la persona queda pricticamente anulada, como el cero ante el in- finito *, Pero también es cierto que en muchas ocasiones (en el mundo occidental) el Derecho en general, y el Derecho penal en particular, levantan gran parte de su construceién sobre bases eseandalosamente individua- listas. ‘Bstas y otras cixcunstancias, tan distintas en cada situacién, exigen sohciones diversas y aun planteamien- tos diversos. Con valider, universal s6lo pueden enun- ciarse algunos criterios generales, abstractos, como el de Ia autonomfa de la persona y el de la estricta prohibieién ética de su cosifieacién bajo capa del bien comtin, ‘Dejando aparte los pensadores de tendencia dicta- torial (sobre todo recientemente en la Alemania de Hi- ler) y los comunistas (més 0 menos inspirados en He- gel), Ia mayoria de los politicos, filésofos, socidlogos tedlogos respetan Ins lineas fundamentales aquf insi- 5 Santo Toms: Summa Thevlogca, Wi, a. $8, at 12 Sato Toms ubraya acer excatvamente ela diovan somuntars dei Bomixe, por ‘emo, al tater de lor argmest ex po do Ta pean de oes. " Rodeiguen Dever: Derecho onal erat, Parte especial, 4 ect (asm), pie 248 {Ey prumcumeTE mw 3A DEMOCRATTA » nuadas en cuanto a las relaciones entre Ia persona, 1a comunidad y el Estado. Como prueba pueden aducirse multitud de testimo- nios, En el campo jurfdico-penal baste recordar a dos, autores de ambientes tan distintos como Carpzovio y Kant, Ambos, desde diversos puntos de vista, eoineiden en colocar al hombre por encima de lo estatal, que sélo se justifiea en cuanto le “‘sirva”’ respetuosamente. Tl ‘lustre jurista sajén afirma taxativamente que “toda saneién debe pretender Ia correecién del condenado”. Kant eseribo enérgieas péiginas para emsurar la pena, si se aplica al delincuente como medio para prevenir 0 escarmentar a Ia sociedad, y no por razén del hombre ‘como fin en sf. El filésofo de propésilo la sentencia de Jesueristo, basada en que “con- viene matar a un hombre para que no perezea tin pue- lo", Este pasaje biblico mantiene siempre actualidad, también en la Revolucién francesa para ‘‘justificar”” la muerte de Luis XVI, también hoy. Cuando el poder, afiade Kant, trata a un hombre no como fin en si, sino como medio para algo distinto que €1, entonces desaparece la justicia y se corrompe Ia autoridad. fsta ‘no debe poner su meta ‘ltima en la utilidad 0 felicidad de los sibditos (que puede quizis Jograrse mejor con un régimen despético), sino en la realizacién arméniea de los principios justos”, en el espeto a todo ciudadano como persona, como ser auté- momo. La justicia —el suum cwigue— social exige que la wunidad ayude al delincuente a recobrar lo que él per- —miis 0 menos libremente— al delinquir: su libertad, ‘eu integracién en Ja sociedad. Por razones semejantes 1a ‘comunidad ayuda a los enfermos en los hospitales a re- 20 Aseroxo, Bumsrane, Cobrar su salud aunque hayan contraido la-enfermedad ‘voluntariamente, por ejemplo, intentando suicidarse. ‘Tal obligacién de la sociedad brota no s6lo del “‘ser”” del delineuente y del ‘‘ser”” de la sociedad, sino también del “actuar” de ésta, que casi siempre colabora al delito haciéndose, por tanto, corresponsable de él (Unas veees con muy pequefia, otras con muy grande corresponsa- bilidad). Nadie delinque solo. ‘Todo autor de un delito ha ecibido In colaboracién més 0 menos mediata de ocultos ‘eémplices individuales y estructurales. La sociedad con sus injusticias legales, su desigualdad econémica exage- ada, sus discriminaciones raciales, sus Areas delincue ciales, su morbosidad infectante en los medios de comu- nieacién (tanto mis rentables cuanto mas infectantes), sus condicionamientos de emigracién e inmigracién, su escasez de eentros docentes, sus gastos exeesivos en ar- mamentos, su fomento de la agresividad individual y coleetiva, su explotacién del mereado humano en la pros- titueién, ete., ofrece fecundo aldo de cultivo para el erimen. Lo peculiar del detineuente, su accidens, provie- ne en gran parte de la sociedad, ‘Hoy més que en otros tiempos, la comunidad (y el Estado) por su ser y por su actuar debe tender a metas sociales: solucionar los problemas de los eiudadanos, si- ‘TE, Hubert Johnson: Crime, Cometion and Society, en “Rev. Eta” (Homewood, His, 1068, Dorey Pras), page 187 y tee; Bein: De- Tineuncia faced totedad, ca “vista del Testo de Ie Tevet” (nko 1068), page S188; Conberat Tien wn fur Ia dogmas furtileoponal, én Problems actules de Derecho penal y procnel (Salamanca, 1971), las. 98 y sign, versin alemann (1970), pig. 979 wigs; Codon y Lopes. Sate Peiuit foie peal y te, 3 eis, 1 (Bare, 1988), pi. 8 ysis Scelig: Tesedo de crimnologis, wad. de’ Rodrgnee Doves (Meds, 1058, hat de Entodios Politicos), plas 7 y six Sera equvocnd exclaraegtndp 1s Ieriad, aunque se rconous lo problewitico de su coneptsclén ¥ com {By peuNcuRNTE mi 1a riwoceasra i ‘tisfacer las necesidades de los débiles, atender a los de- Tincuentes, ete, En esto sentido, la resolucién 1086 B (XXXIX) del Consejo Eeonémico y Social de las Naciones Unidas, Teconociendo la estrecha relaci6n que media entre el de- sarrollo econémico-social de los pueblos y la lucha eon- tra la eriminalidad, establecié que la prevencin del delito y el tratamiento de los delincuentes debe progra- ‘marse, no como una aceién aislada del eontexto econdmi- co-social, sino como parte integrante de los planes na- ionales de desarrollo econémico ¥ social. ‘Ante la constatacién de un delito, la sociedad debe hacer todo lo posible: ‘a) En primer Ingar, para —de alguna manera— de- volver al delincuente la parte de insereién social que Te ‘quité, incitdndole al erimen; y también para ayudarle a {que recupere lo que él—por propia decisién— malvendié (eu libertad). ) En segundo lugar, para restablecer el orden ju- Hidico-social violado, pero sélo én cuanto lo permita la dignidad del delineuente y lo exiga el bien comin. Estas dos tareas se entremezclan y equilibran como dos facetas de una ‘inica realidad. Coinciden siempre ‘que se busquen con autenticidad, Hn el supuesto de opo- sicién conflictiva, Ia segunda deberia ceder ante la pri- mera. La justicia abstracta debe posponerse, si fuese necesario, a la reinsereién social del ciudadano. En rea- lidad, repetimos, la verdadera reinsercién exige normal- mente cierta retribuciin severa, y viceversa: la retribu- cidn s6lo es justa en cuanto busea la resocializacién del descarriado*, | 6 Ba Jer planes judo floatco y ton, fe. J. dl Rom Algor Sefleiones sobre of dara de S. 8. Pi RII al congesenactoal de la Un ‘de Jarctas Catone Taina, en epi sobre “rparadin” y “expanién” de a Asoo Brmerane Desgraciadamente, la retribucién implicada en la pena para muchos signifiea tiniea o prineipalmente cas- igo, pago del mal hecho. Considerando desapasionada- mente la realidad personal y social, esa retribucién debe signifiear y pretender, ante todo, la resocializacién, Ia devolueiin a cada uno de lo suyo (lo perdido en cl de- lito): al delincuente su libertad, a la sociedad su ciuda- dano. El Derecho penal persigue siempre, en realidad, una finalidad positiva: proteger a los autores (y a las vic- ‘timas) del delito, Algo de esto entrevié Dorado Montero en su cosmovisién un tanto ut6pica del Deretho penal, No parece critieable, ni ilusorio, afirmar que la sociedad. procure resocializar al delincuente més que castigarlo (en el sentido tradicional de la palabra). 4, La resocializacién del delincuente. ‘La finalidad resocializadora de 1a pena ha suscita- do, desde hace muchos siglos, numerosos defensores (con accidentales diferencias) en eminentes juristas, filésofos, y tedloges. ‘También ha suscitado numerosos adversarios. Las objeciones mayores contra Ia resocializacién nacen de quienes opinan que pretende convertir al criminal en. tuna persona intachable (olvidando que, como afirma Antén Oneca', ‘al Estado Ie basta con que sus siibditos Giscurran por el cauce de la Ley y eooperen, més 0 me- nos de su grado, a los fines colectivos”), de quienes Ta capo, en Homenaje « Legax y Lacembra (Santiago de Compostela, 1960), 1, pigs. 2018070. "Cie. J. Antio Oncos: La precncién general y Lx provenclén epectal ls tora do la pena (Salata, 1044), especilnente pigs 9 ¥ sige, TL is Beran Fines do la ‘pond, ea “Revista Canara do Legian y (Goviembre 100), page 895-622 {Ee DHANOUENTE HX TA DEMOCRACIA 8 ‘guen viendo en el delineuente al otro, al malo fatalmente irremediable, y de quienes equiparan la pena con el cas- tigo vengador. Para disipar estas nubes conviene delimitar el eon- cepto de resocializacién, distinguiendo —eomo ya lo hi- zo Concepeién Arenal *-— la resocializacién moral de la, Tegal; y conviene eaer en la cuenta de que la resociali- zacién legal como todo lo humano, adquiere a Jo largo de la historia rasgos esencialmente diversos, cada vex més exigentes y fecundos. Ciertos métodos que en tiem- ‘pos pasados se consideraban resocializadores, hoy me- recen otro adjetivo menos positive. Porque aquellos mé- todos coneretos aparezean hoy quizs como doma 0 es- ‘earmiento, no puede negarse que entonces pretendian cierta resocializacién ", ‘La resocializaciOn es, con terminolozia de Paul Ri- ‘coetlx, una inyeecién de vida contra la disminucién del valor del yo, La resocializacién consiste en reinsertar al delineuente en el estado normal del hombre de la calle, que respeta la Ley, que tiene valores positivos ¥ valores, negativos, virtudes y vieios, tendencias a delinguir y ffrenos sociales; consiste en tratar al delineuente con el espiritu y el ideal propios de muchas institueiones pre- tévitas y presentes, aplaudidas por todos *, En los siglos 20 Anti Onece: La teva dele ona on lr contcloaitasepale, = Homenje'« Loges y Licanbre (Saniago de Competes, 1060, Hy pee Tovs-i0as, epeciimene pag 1019 aan, A. Ferinder Alber: Los fn db 1 pena en Concpedn Areal y en las moderasoretaconr pees, new, Bt. Pen” (1068), plik 11 ses, eneciaiete 98. "Y Atsadomeste nice Cobo "qb so parle comet estado, Cob ‘Atensnte de minor de edad y muttcton de pena por medida ‘nel ete 35 tl Codigo orl espotl, cm Probes ature lan clencls Pees 3 in Fifa dt Devcha, Homenae ¢Jinéns de Asia (Buenos Ars 197), ‘. re pul Rloers Fintud y cupid, wad Scher Git (at 1909, ‘Taurs). pin 968-406. 1 Martn:"Grmiloge ot scone pfatencake, 2 ed (Par, 107, Dlr), pan 24S 9 ins MD 9 sgn 9 A129 ages Bas a veedutella Er Asaoo Brasrane XVI y XVII resocializaban los Bridewell. (1552) de Londres, y los Rasphuis (1596) y Spinhuis (1597) de Amsterdam, En el siglo XVIII resocializaba el Refor- matorio de San Miguel, de Roma, fundado en 1703 por el Papa Clemente XT, y la Casa de Correeeién de San Fernando de Jarama (Madrid), tan elogiada por Ho- ward", Hoy resocializan los Herstedverter, Van-der- Hooven, etc, Esta brevisima cita de establecimientos uni- ‘versalmente reconocidos como resocializadores, comple- ‘mentada con las varias legislaciones que —eada dia en mayor némero “— formulan la resocializacién como fin “Ei condonado, co Sul Problema della udacosone (Padova, 1964, Coda), ‘les. 93 signs R delAndo= Arpectesfrdcor dale pena do prin, tn Soneén do Bom Ass, en "HP." (1060), pig. S57 yi ‘entrada del Spine pod Tee: "No temas. No vengo el deli, tote chligo a que seas humo. Dura os mi mano, pro piadom mi epite™ ‘Gk. H. won Heatig: Le pene, tomo Il, Les formar modermar de sparn, tend. de Rodkguee Deven (Made, 1968, Topas-Calpe, pugs 214 y sgt Ofiece ampliat y atnadas consdercimer soma dela fsadad preeadida Tas inicler Came do tras. "WML de Rieobs y Roncobas La fundastn de la Cata de Comsclin de San Fernando, en Homencjew Jenénez do Avia (Buenor Airs, 1964, Abe ledo-Perat, pig 206218 5 Lakin reforms del Cédigo Penal y del Ciigo Proce Penal det ado de la Ciodad del Vatesoo —Leaze che malin ts legiloione pnd «le legitaxone procule penle (det 1 de juno de 1900), “Seopls- ‘mento del Acta Apostoicne Sed XL, nim. 4 lnsite wepeidamento en le reeducackin y encalacn dl erademdo. A, el neve aru 16 le perm fe le bert condiconal en cungui memento dee efecacién de Ia pous iva de Uertad eaundo om Iberad. puede ser il parm a corveccsa 9 ‘eodocacién def condenado Yel avo arelo 26 fouls l Jc psu orm fl per, sf considers que las medidas admsitratves 9 deplores apt. ds ya al culpable son ruficents pas ix punitone del culpable y pee ape taro de comter ober deltor de In mim cae, Onitines Ia indicaciéa. de las seglacions legos facuetemente ete us, como el arcu 27 de a Consitosén tala de 1948, este. Cl Ne ‘eel: Le nocdn de tatamlento on Tor lagelaclneepenles genta, en "Rev Bat Pen” (1968), pigs 489 y sign Patel: Inoeigniin chica y tie: ‘miento, eo “RE. P.” (1068), pi SO2SiL. Especalmente nadar it ‘cmideracones acerca do las cinco. eas gue Pinatl etalon ea el peo al tratamiento (pigs. 530 Si) ‘By pmuxcunens x 14 pewooescts % de la pena, respondé eon bastantes (aumque no evidentes) Tazones a la objecién de la utopia. No existe una clase de delincuentes imposibilitada, de antemano, para Ia resocializacién. El hombre, por su esencia, se encuentra sometido, a Io largo de su vida, a miltiples procesos de socializacién, més menos acen- ‘tuados, yen todo momento se desarrolla junto con otros. y se amolda a Jas formas de la comunidad. El proceso Socializador perdura en todas las edades, no limiténdose a Ta juventud, pues este intimo reerearse a sf mismos al contacto con los demis, pertenece a las categorias antro- polégicas fundamentales de la dimensién comunitaria del hombre, de notable importaneia en cualquier fase de su existir®, ‘La immensa mayoria de los delineuentes merecen y necesitan —més 0 menos— un tratamiento resocializa- dor profundo, La moderna ciencia psicolégica (desde 8, Freud) y sociolégica demuestra que la persona esta abierta al mundo en libertad (Max Scheler), y “que la ‘imagen del hombre esta formada por la responsabilidad ¥ la libertad”, pero demuestra también que al mismo tiempo esta vinewada a sus cireunstaneias y a sus cir- cunstantes, que avanza sin poder salir fiicilmente de sus ieles, y que las aeciones libres no brotan de uma decisién intelectivo-volitiva, sino tanto o més de fuerzas y eontra- fuerzas apetitivo-sensitivas, ‘Muchas personas —conviene recordarlo— conocen y practican “las buernas formas”, pero eareeen de la ver- dadera profunda edueacién, estén necesitadas de una interna reeducacién en el sentido hondo aqui empleado, 26 HNde Kanfnam: Kriminologs, 1 (Setar, 1971, Koblhammes), piss. 168 y sigs; Bersain: Le pretence de le fend, ca "Rey, del ae: ‘ato de a jovetu, nme (ab 1960), plge. 83 y ng 1 Maurch: Jomadar de Derecho penal (Buenos Als, 1962), lg. 181. 36 Arroxio Bemsrane estin necesitadas de una modificacién ensu fatima es- ceala de valores, ‘Un ejemplo de este estrato profundo de libertad o falta de ella, de socializacién 0 asocializacién, en des- acuerdo con las apariencias externas y superficiales, aparece en los delincuentes de tréfico y en los delincuen- tes de “cuello duro”, euya infraccién muestra su interna desarmonia social, aunque posean y ejerciten en sumo grado las normas’ superficiales de urbanidad y buena educacién, ‘Esta nueva imagen del hombre y de su libertad mues- tra y confirma (contra Ia opinién de emixentes pena- Tistas) que todos, o casi todos, los delineuentes (prescin- diendo quizis de ciertos delineuentes por conviecién) nnecesitar un tratamiento.resocializador; también ‘los ‘ocasionales”, los que han tenido un tropiezo en la vida, Jos autores culposos y los “‘inconscientes eontraventores, dela ley” ™. En el terreno de Ia resocializacidn pueden lograrse eada dia mejores resultados a la luz de las modernas ciencias y téenieas criminolégicas, pedagégieas y socio 6gieas, y con la colaboracién de todos los ciudadanos. '5. La conperacién resocializadora de algunos estamentoe. ‘Los directamente encargados de resocializar a los delineuentes necesitan la ayuda de todos. Cualquier eiu- dadano, como hombre privado y como profesional, pue- 1 batants penalise ation del dusisno opln que buen nimero ‘de dsincutes ("an semntes todos gosto) no necesin rereiaisi= ‘Sins Chr Maurach, en Tomadan de Derecho pol (Buenos As, 1982). ph aE La clatcacido de lon delncaentes en dor grandes grupos ~profexoles 320 profesor responde a la tealaad, Par era eqivoc conc a08 Zoo’ se lor gape dere actentlmente de nacatvos, letras otro diflee ‘Mslaciimante: En resdad, también muchos delineates proteome difio- fe del haste de In calle so acidentlmente [Bi DELINCUENE ior LA mEwoCRACIA a” de y debe brindar una aportacién més eficaz de Jo que suele creerse. Aqui, a modo de ejemplo, se indicardn sélo ‘unos puntos coneretos respecto a las posibilidades di jueces de ejecucién de penas, sacerdotes, periodistas, eri- mindlogos, personal penitenciario y asistentes sociales. Por razones de sintesis prescindimos de explanar la colaboracién de los médicos, aunque reconocemos su im- portancia primordial, eomo apareee, por ejemplo, en las Reglas Minimas de las Naciones Unidas. 6; Los jueces de ejecucién de penas y medidas. ‘Los jueces y los magistrados, al eumplir la Ley de Enjuiciamiento eriminal espafiola (especialmente los a1 tieulos 526, 985 y 990), contribuyen notablemente (aun- que indirectamente) a la labor resocializadora. El artfeu- 10 526 ordena que ‘el juez instructor visitaré una vez. por semana, sin previo aviso, ni dia determinado, las prisio- nnes de a localidad, acompafiado de un individuo del ‘Ministerio Fiscal que podré ser el fiscal rounicipal, de- Tegado al efecto por el fiscal de la respectiva Audiencias ¥y donde existe este Tribunal, harén la visita el presidente del mismo 0 el de Ia Sala de lo criminal y un magistrado, con un individuo del Ministerio Fiscal y con asistencia, dol juez instructor”. ¥ “Bon la visita se enterardn de todo lo concerniente a la situacién de los presos o detenidos y adoptarén las medidas que quepan dentro de sus atribuciones para ¢o- regi los abusos que notaren””. ‘Segiin la circular de la Fiscalfa del ‘Tribunal Su- premo, de 8 de enero de 1923, los que sufren quincena w otra detencién por virtud de acuerdo gubernativo se entenderdn equiparados, para los efectos de este artfeulo, los demas presos 0 detenidos, 38 Axtoxto Brzterany Este precepto legal faculta a los Jueces y a los Ma- gistrados para levar a cabo una labor parcialmente semojante a la sefialnda en la teoria y legislacién com- parada moderna para los llamados Jueees de ejecucién do penas. La legislacién espafiola —pionera, ya en los tiempos de los Reyes Catélieos, de esta nueva categoria de Jucces— neeesita una modernizacién importante en este campo. EI juez de ejeeucién de penas, tan conocido y re- conocido en Alemania, Brasil, Francia, Italia, Portu- gal, ote, debe tener entrada urgentemente en el sistema Penitenciario espafiol. Ahora nos limitamos a indicar algo respecto a la denominacién, las razones y la compe- tencia de esta institucién. La legislacién comparada y Ia teorfa —tan univer- salmente expuesta y debatida en el X Congreso de la ‘Asociacién Internacional de Derecho Penal (Roma, se- tiembre-octubre 1969)— designa esta figura eon varios nombres de significado més o menos amplio, que pueden traducirse como Juez de ejecucién de penas. Dada la importaneia que van aleanzando actualmente las medi- das de tratamiento y seguridad, parece oportuno cambiar esta denominacién por la de ‘Juez de ejecucién de penas y medidas”, Esta modificacién terminolégiea puede re- Percutir al estudiar el contenido y Ia misién del Derecho ‘penal y penitenciario. La palabra juez debe entenderse en sentido general, pues aqui no entramos a discutir si debe signifiear un Srgano colegiado o unipersonal. Probablemente seria preferible eneargar la ejeeucién al mismo ‘Tribunal 0 ‘Juez que dicts la sentencia —con intervencién del Fis- eal, pero este tema queda ahora marginado, pues {ini- camente estudiamos la necesidad de una efectiva inter- [Be DEUNCUENEE 2 LA DEXOORAGTA 39 ‘veneién judicial (y reconoeemos los notables beneficios que aporta el érgano especializado). Preseindierido de consideraciones histérieas y com- paratistas, etatro tazones principales exigen la creacién del Juez de ejecucién de penas y medidas: la defensa de los derechos elementales del condenado, la inspec- cin de los establecimientos y servicios penitenciarios, Ja independencia de la funcién judicial, y el principio de legalidad de Ins penas y medidas (y de su ejecucién). Bl condenado a una pena o a una medida privativa de libertad se encuentra, como dice Ia doctrina adminis- trativa, en relacién especial de sujecién, més atin que el escolar interno en un centro docente, o el soldado en un, cuartel, ete. El preso queda limitado en a ejercicio de varios de sus derechos y, a la vez, el Estado se con- vierte en titular de una serie de derechos subjetivos, facultades, poderes, que justifican las limitaciones del preso. Quien cumple una sancién penal privativa de li- bertad queda entregado y sometido al poder ejecutivo en condiciones muy delicadas y frégiles que algunas ve- ‘ees cubren campos ms amplios ¢ importantes de lo per- mitido en un Estado social de Derecho. Con sélo las garantias de los recursos administra- ‘tivos, los derechos elementales del preso no quedan su- ficientemente salvaguardados frente a los eventuales abusos del poder ejecutivo que actualmente va invadien- do terrenos que en tiempos pasados le estaban absoluta- ‘mente prohibidos. Piénsese, por ejemplo, en el derecho

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