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AMO
MICHEL QUOIST

HÁBLAME DE AMOR

BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1987
Versión castellana de LUISA MEDRANO, de la obra de
MICHEL OUOIST, Parle-moi d'amour,
Les Éditions Ouvriéres, París 1985

Todos los derechos de reproducción, adaptación y traducción para todos los países
quedan reservados a «L'Association Diocesaine du Havre»,
17 rué Percanville, 76600 Le Havre, Francia
A mis amigos lectores

Os agradecería que leyeseis hasta el final esta introduc-


ción. Ella os evitará buscar en este libro lo que yo no he
querido poner y os explicará por qué he adoptado una for-
ma inhabitual para redactarlo. En efecto, si conocéis algu-
na de mis otras obras, tal vez os sorprendáis al comprobar
que esta forma difiere totalmente de las precedentes.

El amor trivializado, cosificado

En el mundo actual, lo sabéis igual que yo, el amor está


peligrosamente desvalorizado. De un modo general, algu-
nos no creen ya en el amor y más particularmente en el
amor en la pareja. El matrimonio ya no es necesario; ¿la
© 1985 by Michel Quoist fidelidad? no es posible; ¿las pruebas? indispensables; ¿el
© 1987 Editorial HerderS.A., Barcelona amor? un placer físico, una técnica que se aprende y que
hay que realizar con éxito cueste lo que cueste...
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, el almacenamiento en sistema informático
y la transmisión en cualquier forma o medio: electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro o Sin duda alguna, el amor ya no es un tabú. Se habla de
por otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright él. Afortunadamente. Se inicia en su conocimiento a los
muchachos y muchachas. Pero, ¿cómo? Cursos de ciencias
ISBN 84-254-1560-8 naturales, esquemas, consejos múltiples para hacer el amor
sin riesgo...
Paralelamente, algunos jóvenes empiezan a cansarse de
Es PROPIEDAD DEPÓSITO LEGAL: B. 39.654-1986 PRINTED IN SPAIN
una educación sin alma y de numerosas experiencias decep-
GRAFESA - Ñapóles, 249 - 08013 Barcelona
cionantes. Otros, mayores, orgullosos de haberse liberado

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por fin de las coacciones y de los prejuicios del pasado, no Desde luego, esta meditación está vestida de una histo-
encuentran la felicidad al final de sus aventuras. ria: un joven visita regularmente a un Sabio que lentamen-
¿Podría ser el amor otra cosa? Algunos comienzan a te lo va guiando en su descubrimiento del amor. Pero esta
entreverlo y a desear descubrirlo. historia no es más que un soporte artificial, una ocasión
En algunos países, en particular en los Estados Unidos, para introducir en la meditación. Es una historia volunta-
se han descubierto de nuevo los valores de la pareja, de la riamente imprecisa en la que se expresan dos personajes
fidelidad e incluso de la virginidad antes del matrimonio. principales de rostro apenas esbozado, a fin de dejar a la
Nuevas aspiraciones se abren paso. Son una llamada a la imaginación de los lectores suficiente libertad, para permi-
vida, que corría el peligro de morir si moría el amor. tirles encontrar, por encima de las circunstancias particula-
res, su propia búsqueda del corazón.

El amor, un gran misterio


¿Real o irreal?
Hay que devolver al amor su verdadero lugar y su ver-
dadera dimensión. ¿Por qué he adoptado esta forma, aparentemente tan
Su verdadero lugar está en el corazón del hombre y en alejada de la vida real? Para intentar repoetizar al amor,
el corazón de la historia del mundo. El amor es la fuerza, la restituirle su profundidad haciendo entrever su misterio.
energía esencial, sin la que el hombre y el mundo no pue- El amor nunca saldrá perfectamente programado de
den desarrollarse armónicamente y conocer la felicidad. Su nuestras máquinas electrónicas, que tragan ávidamente sus
verdadera dimensión es infinita. El amor va más allá del tarjetas perforadas. No revelará sus secretos al final de las
amor. Viene de otra parte y vuela hacia otra parte. Para el autopsias de sabios titulados. Sólo la contemplación puede
creyente, el amor viene de Dios y va hacia Dios. Dios es alcanzar lo real en todas sus dimensiones. La poesía pue-
amor. de ser un camino privilegiado para conseguirlo. La poesía
En esta gran aventura, la pareja y el hogar están en el no es irreal; es un medio de conocimiento para acceder al
centro. Es el amor que se hace carne y hace vivir la vida, más allá interior de lo real, allí donde sólo se deja captar a
como un día Dios Amor tomó figura de hombre y se hizo él través de los símbolos.
mismo carne, para darnos la vida.

Los límites de este libro


¿Qué es este libro?
La aventura del amor abarca toda la vida. Ahora bien,
Este libro no es una exposición sistemática sobre el este libro trata voluntariamente sólo de algunos aspectos del
amor, y todavía menos un libro de recetas para tener éxito amor, especialmente en la segunda parte, del amor de la
en el amor. Tampoco es una historia de amor presentada pareja y del hijo. Desde este punto de vista, es artificial,
como un ejemplo. Es una colección de textos de reflexiones porque el hombre se desarrolla a través de toda su vida: sus
y de meditaciones sobre el amor, para intentar ayudar a relaciones interpersonales, su vida de estudiante, su vida
algunos lectores a descubrir o volver a descubrir su belleza, profesional, su vida de ocio y distracciones, su medio, la
su grandeza, pero también sus exigencias. sociedad en la que se desenvuelve... Pero no puede decirse

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todo. Había que escoger. Yo he aislado el camino interior, Mis propios límites
el del corazón, a petición de numerosos jóvenes que tratan
de saber con vistas a su futuro hogar, y de adultos que ¡Repoetizar el amor, hacer entrever la profundidad in-
quieren descubrir de nuevo algunas raíces esenciales de su finita de su misterio...! Es un objetivo ambicioso y segura-
amor difícil. mente pretencioso por mi parte. Sabed que mido plena-
He insistido mucho, lo reconozco, sobre las dificultades mente la humillante diferencia entre el fin vislumbrado y
del amor. ¿Por qué? Por una parte, por reacción contra la los límites de mis medios. Hubiese sido necesario mucho
actitud de tantos muchachos y muchachas que se embarcan tiempo para trabajar y perfeccionar este texto. Pero yo,
para su vida de amor como para un crucero de recreo. Vivir inmerso en la acción, dispongo de poco tiempo. Sobre
el amor es fácil, piensan. Es una atracción mutua, una res- todo, hubiese sido necesario ser un gran poeta y un gran
puesta a una necesidad imperiosa. ¡Basta con dejarse lle- místico, es decir, un hombre con una mirada de fe bastante
var! pura para ver en el corazón de los que aman al Dios vivo
Por otra parte, al contrario, a menudo he encontrado que se manifiesta. Yo no soy ni lo uno ni lo otro. Como vos-
hombres profundamente decepcionados. Idealizaban el otros, intento amar. Y no siempre lo consigo.
amor sin medir sus dificultades. Han tropezado con los Tened, pues, la bondad de acoger este libro como un
múltiples obstáculos de la vida y, profundamente heridos, ensayo. Mi excusa es haber sido invitado a escribirlo; mi
pierden toda esperanza: «¡No era lo que yo había soñado!», confianza, el haber hecho verificar, como de costumbre, el
dicen. alcance de mis palabras a medida que las escribía.
Por estas razones, he intentado mostrar que el amor es Doy las gracias de corazón a todos los lectores benévo-
una aventura muy hermosa pero difícil, que se prosigue a lo los, especialmente a los jóvenes, que me han hecho el pre-
largo de toda la vida y que sólo alcanzará su pleno desarro- cioso regalo de sus observaciones y su aliento. Sin ellos,
llo en el encuentro definitivo del Dios Amor. quizás hubiese desistido.
Amar no es «dejarse llevar» por un sentimiento maravi- Y por último, estoy seguro de que vosotros, superando
lloso; sino que es, levantado, sostenido por este sentimien- las imperfecciones de este libro, leyéndolo no como una
to, querer con todas las fuerzas, aun a costa de la propia novela que se hojea en una tarde 1 sino poco a poco, como
vida, procurar la felicidad de los otros, de otro. un libro de meditación, sabréis encontrar, más allá de las
Por el contrario, no he esgrimido las prohibiciones ni palabras desmañadas, vuestra propia búsqueda.
descrito la negrura del pecado. Tal vez lo lamentarán algu- Amar es la única y gran aventura de la vida. En ella nos
nos que querrían, de nuevo, hacer danzar las llamas del espera Dios.
infierno ante los ojos indiferentes de los hombres de hoy.
Es cierto que hay que ser claro sobre el fin que pretendemos Michel Quoist
alcanzar y el camino que hay que tomar, pero estoy seguro
de que, si es posible hacer respetar un reglamento por el
miedo, nunca por el miedo se puede llevar a amar. Tam-
bién sé —perdonadme mi seguridad— que si, gracias al
Señor, he podido algunas veces avivar una llama, es la lla- 1. Me permito subrayar también que estos textos no son para recorrerlos con la vista sino para
ma del amor y no la del infierno. leerlos, para que se les devuelva el ritmo que he intentado introducir en ellos. Ésta es también la
razón por la que he hecho que la obra fuese seguida de un índice en donde pueden encontrarse
algunos pasajes susceptibles de ser leídos, durante una velada o una celebración.

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Parte primera

Vivir es amar

Amigo, siéntate
y te contaré...
Escucha con tu corazón,
de lo contrario solamente oirás el murmullo de las palabras
pero no gustarás el sabor de su carne...
1

Yo tenía veinte años... o veinticinco, o más, o menos...


¡Poco importa!
Quería vivir, pero no sabía por qué ni cómo.
Buscaba.
Buscaba hasta la angustia, golpeándome contra los es-
pejismos de mis desiertos.
* * *

¡Tenía hambre!
Mi cuerpo tenía hambre. Mi carne viva, como millones
de bocas enloquecidas, buscaba devorar hasta las más pe-
queñas migajas de placer, recogidas a la orilla del camino.
Mi espíritu tenía hambre. Para alimentarlo, yo recogía
en total desorden todas las ideas que erraban por los libros,
las imágenes, las palabras que asomaban a los labios de los
hombres, pero mi cabeza era un enjambre zumbador que
no producía miel.
A veces, más lejos, más profundamente en esta pobre
cabeza, allí donde, según yo presentía, la tierra da paso a
otro universo, algunos rayos de sol iluminaban mi noche,
pero enseguida las nubes ocultaban la luz.
Me quedaba el soñar. Soñar me llevaba muy lejos...
Pero, soñar la vida, ¿es vivir? Y muy pronto se anuncia-
ba la tormenta. Estallaba. Desgarraba mis ropajes de

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sueño y me dejaba desnudo, tendido sobre mi cama, como Lo importante es vivir, decían, porque ahora, por fin,
loco amador que no conoce amante. ya nada está prohibido, y se puede caminar sobre el césped
y coger a placer todas las flores de los arriates: «¡Haz todo
¡Tenía sed! lo que te venga en gana y serás feliz!»
Mi corazón sobre todo tenía sed, allí abajo, en el fondo, Lo hice.
en el fondo de todo, mucho más allá de la carne y de la
sangre, en esa misteriosa tierra adentro cuyo infinito medía He recorrido muchos jardines; a menudo los he pisotea-
yo, inquieto y tembloroso, midiendo lo infinito de mi sed. do y he cogido las flores del placer. Pero no he encontrado
¡Oh, esa sed ardiente que incendia todo el ser, como un verdadera felicidad. Algunas veces la he rozado en algunas
fuego que se arremolina en un abismo sin fin! horas fugitivas. Pero, como bocados que se fundían en mi
boca demasiado ávida, estas escasas felicidades desapare-
* * *
cían sin apaciguar mi hambre.
Y sin embargo yo vivía, pero ¿cómo continuar viviendo * * *
si uno no sabe por qué vive y cómo alimentar su vida?
Mi vida, yo la arrastraba como un paquete molesto que
unos bromistas pesados se van pasando los unos a los otros Y vosotros, amigos, ¿sentís todavía en vuestro corazón
porque no saben qué hacer con él y resulta demasiado pe- el tormento del hambre y el de la sed? ¿O, resignados muy
sado de llevar. pronto, os habéis unido a esta multitud de hijos pródigos
Mis padres me habían dicho: hemos cumplido con nues- que, después de partir lejos de su Padre, y perder su rica
tro deber. Te hemos dado la vida como nos la dieron a herencia, se satisfacen ahora con la comida robada a los
nosotros. Generosos y bien intencionados, incluso me ha- cerdos de la granja? 1
bían transmitido una moral, viejo modo de empleo, ins- ... E incluso si, hijos fieles —felices privilegiados que
trucciones medio borradas que yo descifraba con dificultad. vivís desde hace mucho tiempo en la casa paterna— cono-
Pero ¿me habían enseñado a leer suficientemente? céis el gusto del pan y el sabor del vino, ¿no seguís teniendo
El modo de empleo decía: hay que hacer esto y no hacer cada día hambre y sed? Porque ahora yo lo sé, el hombre
aquello. Yo preguntaba por qué. Mis padres respondían: está hecho así —y ésta es su grandeza pero también su
«Porque está bien, o porque está mal.» Pero yo no sabía tormento—: sus hambres y sus ansias de beber nunca se
por qué estaba bien o por qué estaba mal. Mis padres mis- calman. En cuanto uno cree dominarlas, se escapan y rena-
mos no lo sabían. Cuando yo, porfiado, les preguntaba, cen cada vez más vivas. Corren delante de él y él se agota
respondían: «Porque es así.» persiguiéndolas sin alcanzarlas jamás..
Muy pronto me di cuenta de que ni mi padre ni mi El hombre es hambre y sed insatisfechas. Muere cuando
madre vivían siempre lo que me decían. Los adultos de mueren sus deseos.
mi alrededor, tampoco. En cuanto a mis compañeros, mu-
chos de ellos se reían burlones diciendo que mi modo de
empleo, caducado desde hacía mucho tiempo, no podía ya
aplicarse. Ellos no conocían otros y pretendían que, de
todos modos, resultarían inútiles y que no había que hacer-
se preguntas porque no había respuestas. 1. Cf. La parábola del hijo pródigo: Lucas 15, 11-32.

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Yo tenía hambre.
Yo tenía sed, pero no sabía de qué alimento ni de qué
bebida. 2
Nada es más cruel que tener hambre, sin conocer el
pan.
Nada es más cruel que tener sed, sin conocer el vino.
Y pensaba: «¿Quién me liberará de mis torturas?»

Un primer amigo me dijo: «No es contemplándote


como podrás encontrar tu camino. ¡Sal de tu casa! Si te
quedas en el puerto no conocerás nada de la mar infinita.»
Pero yo no tenía brújula y no sabía navegar. El Sabio vivía en un minúsculo apartamento en el fondo
de un oscuro pasillo. Nadie sabía quién era, ni de dónde
Un segundo amigo me dijo: «Encontrarás tu camino en venía. Los que se acercaban a él respetaban su misterio. Yo
El libro. Allí están entrojadas palabras de Dios para guiar a también lo respetaré.
los hombres y alimentarlos en el camino.» Yo avanzaba a tientas a lo largo del oscuro corredor.
A veces, yo había abierto El libro. Respetaba sus pala- ¿No había que atravesar la noche para llegar a la luz?
bras porque me parecían bellas, pero cada vez estas pa- Llamé. La puerta se abrió y vi al Sabio, débilmente
labras misteriosas se me escapaban, como granos de corte- iluminado por el resplandor tímido de una ventana mi-
za demasiado dura para ofrecerme su trigo. núscula.
Era un hombre muy viejo. No tenía los largos cabellos y
Un tercer amigo me dijo: «Necesitas a alguien para que la larga barba blanca que yo neciamente había imaginado.
te explique las palabras. Alguien que las haya comido y Creo incluso que su rostro no tenía nada de particular, pero
que, alimentado por su substancia, pueda volver a darte su no lo vi. Solamente vi sus ojos, o más bien la luz de sus
vida en palabras de hoy.» ojos. Desde ese momento creí irresistiblemente que su luz
¡Ve a ver al Sabio! Todos cuentan que habla como El venía de un misterioso más allá, que era sol y vida, y que si
libro y que sus palabras son simientes en el corazón de los yo la acogía, iluminaría mis caminos diarios.
que lo escuchan. Si tu tierra es fértil, dará fruto centupli- Sin embargo, más tarde dudaría.
cado. —Buenos días amigo, dijo el Sabio. Te esperaba.
Me observó largamente y su mirada sobre mí refrescaba
mi corazón como un rocío que penetra lentamente en una
tierra seca.
Decidí ir a verlo... Después de un largo silencio, murmuró: ¡Tienes mucha
Son mis búsquedas, mis dudas y mis luchas lo que os suerte!
voy a contar; las de mi corazón, y no las de toda mi vida. —¿Por qué?, dije.
Son las palabras del Sabio las que os referiré. —Porque eres hombre y puedes buscar. La rosa es

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bella, pero pasará su vida de rosa sin saber por qué es bella que amontonases todos los alimentos de la tierra para
y sobre todo... ¿para quién? intentar a cada hora del día devorar hasta hartarte, perma-
—¿Para qué buscar si no se encuentra? necerías prisionero de tu hambre y privado de felicidad.
—Quien busca lealmente encuentra, pero el ciego a ve- Porque estas hambres no son tus verdaderas hambres. Es-
ces rechaza la luz y el sordo no quiere oír la palabra. conden otras, más tenaces, más exigentes todavía, porque
—Te lo ruego, suplicaba yo, ¡ayúdame a vivir! Tengo son infinitas.
hambre y sed de vida y no encuentro alimento que pueda El deseo más profundo del corazón del hombre, de todo
saciarme. hombre, mucho más que el deseo de vivir, es el deseo de
amar y de ser amado. Ésta es la verdadera hambre del
El Sabio no se movía. No respondía nada. hombre.
Un largo silencio desnudo se deslizó en la habitación. Se ensimismó y añadió muy bajito, como dirigiéndose a
Me sentía violento y tosiqueaba, esperando alejarlo; pero sí mismo: «¡No es extraño, ya que está hecho por el amor y
el silencio permanecía allí y se instalaba como un amigo de para el amor!»
la casa. Muy pronto comprendí, por el modo como el Sa- —Pero la vida es primero, dije yo, porque nadie puede
bio, ahora, sonreía bajo su beso, que este silencio era para amar si antes no está vivo.
él más que un amigo, ¿quizás un misterioso esposo? —No, nadie puede vivir si primero no es amado.
Un día, mucho más tarde, el Sabio me lo confirmó. ... ¡la vida es un río y no una fuente! Y tú...
Añadió que este esposo daba a su espíritu todos los hijos
que el ruido, antaño, le había negado. Ya lo verás, me Te bañas en el río, y en él das vueltas y más vueltas, pero el río resbala por
decía, tú también lo amarás y te desposarás con él. Si eres debajo de tu vientre, escapa a tus brazos.
fiel, te lo predigo, en cada una de tus citas con él te nacerán Con tus manos ávidas, intentas coger su agua viva, pero no logras retener
nuevos hijos. nada.
Porque las gotas rebeldes se escapan lentamente entre tus dedos apreta-
Hoy, yo no comprendía estas extrañas palabras, yo que dos y se unen corriendo a sus hermanas que se alejan.
sólo frecuentaba los ruidos y que, para amueblar mi sole- Algunas veces saltas a la orilla salvaje, seducido por una flor de colores de
dad, los llevaba conmigo a todas partes, incluso a mi cama. fuego.
Pero yo no había venido para acostumbrarme al silen- Pero, cuando fatigado vuelves a tu río, es para descubrir, rabioso, que se
ha marchado sin ti...
cio. Quería una palabra y me atreví a insistir... ... y que tu flor ha muerto.
—Quiero vivir... Si cansado de tanto luchar, te detienes por fin en medio del agua, para
El Sabio no me dejó terminar. Levantó la cabeza y len- contemplar tu río e intentar penetrar su misterio.
tamente, muy lentamente, murmuró: «No se trata de vivir Lo ves fluir, y fluir constantemente, pero no sabes nada de él, porque
ignoras todavía su fuente y su mar.
sino de amar.»
Yo tampoco lo comprendía, pero no lo dije, por temor
Así sucede con la vida. Si fluye en ti, en mí, en toda la
de que a mi porqué el Sabio respondiese con lo que yo
humanidad, es porque es hija de una fuente y su fuente es
había oído resonar tantas veces en mi cabeza como el ruido
amor.
de una puerta brutalmente cerrada: «¡Porque es así!»
Si quieres vivir, no retengas tu vida, para ti; tu vida
Estaba equivocado. Él habló primero.
debe acariciar otras orillas, regar otras tierras. ¡Corre a la
—Escúchame, hijo: tu hambre y tu sed te desorientan, a
fuentel
la vez que te obsesionan. Nunca podrás satisfacerlas. Aun-

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Perderás tu vida si quieres guardarla para ti, encerrarla en tu corazón para
gozar de ella.
Pero la encontrarás, si, a causa de la fuente, aceptas perderla 1 .
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...Yo estaba fascinado, pero turbado. La cabeza me
daba vueltas como si hubiese estado expuesto al sol durante
mucho tiempo. Me debatía. Protestaba.
—¡Perder mi vida!... ¡pero si yo no quiero morir!
—¡Quién te habla de muerte, yo te hablo de vida!
... un día comprenderás que morir no es dejar de vivir,
sino dejar de amar.

Le di las gracias al Sabio y me despedí. No sabía en- Estaba tendido en mi cama: me sentía mal en mi piel,
tonces si, algún día, me atrevería a volver a verlo. mal en mi corazón.
Al volver del trabajo, a menudo, cuando no huía de la
casa buscando evitar penosas y estériles conversaciones
conmigo mismo, iba a parar ahí, como queda varada en el
puerto una barca abandonada que hace agua por todas par-
tes.
Esa noche intentaba reflexionar.
Casi había pasado un mes desde mi visita al Sabio. Cau-
tivado, curioso y a la vez lleno de temor, no me decidía a
volver a verle. Mi cabeza buscaba excusas. No aceptaba sus
palabras. ¿Eran respuestas a mis preguntas esas respues-
tas? Mi corazón estaba enormemente inquieto. Temeroso,
quería huir, presintiendo un peligro. Me murmuraba muy
bajito: ¿y si las palabras del Sabio fuesen palabras de
verdad?
Afortunadamente, mi cuerpo gritó. Tenía hambre, y yo
no pensé en otra cosa que en encontrarle alimento.
Llamé primero a los ruidos, mis fieles aliados. Y vinie-
ron: canciones y ritmos invadieron mi habitación. Yo tenía
el poder mágico de aumentar su potencia y, rabioso, lo
hice, ignorando a los vecinos.
¡Haría callar a mi cuerpo, ahogaría los murmullos de mi
corazón!
1. Mateo 16. 25.
Lo conseguí, pero estaba inquieto porque sentía que
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estaba a punto de estallar en mí una de esas tormentas
que tanto temía. Oí vagamente, a lo lejos, que una voz me llamaba: «¡A
la mesa!», y oh ironía, contesté gritando: «¡No tengo ham-
* * *
bre!»

Fue la más fuerte de todas las que he conocido. * * *


La tempestad cayó sobre mí como un tornado. Todo lo
que, a pesar de todo, de vez en cuando, yo intentaba cons- La calma volvía poco a poco. Pero en la brisa bienhe-
truir en mi isla, piedra sobre piedra, reuniendo algunas chora, se deslizaban, como un murmullo, las palabras del
ideas que creía más claras, algunas buenas intenciones que Sabio. Tenía que reconocerlo: eran ellas las que me ator-
despertaban mi corazón, todo había quedado barrido en el mentaban y contra ellas luchaba.
tiempo de un relámpago. Tenía la impresión de que en mí, ¡Lucharía aún más!...
a mi alrededor, nada permanecía en pie. Nada. Por todas ¡No, no dejaría mi vida por no sé qué espejismo!
partes ruinas. Peor: El vacío, y al borde del vacío, mi cora- Sí, yo quería vivir y buscaría la vida. La perseguiría,
zón palpitante, herido de muerte por un terrible sentimien- aunque tuviese que herirme una vez más. La agarraría con
to, el sentimiento de una ausencia, de una falta... Pero una mis manos e igual que se aplasta el fruto para que dé su
falta ¿de qué? ¿De quién? jugo, yo la estrujaría para que me diese su felicidad.
Era la tortura. Me levanté y de un salto llegué a la ventana; la abrí para
¿Era yo normal? Me lo preguntaba. ¿Loco, tal vez? ¿Es llamar a mí todas las fuerzas del viento.
locura tratar de vivir? ¿Es locura buscar de dónde viene la Esto me perdió.
vida, adonde va? ¿Es locura...? Afuera se oía una canción. Una canción de amor. Se
Bruscamente me di cuenta de que era la primera vez deslizaba sobre el viento y me llegó al corazón. De repente
que me hacía esta pregunta: ¿Es locura buscar para qué me percaté de que todas las canciones cantaban al amor... y
sirve la propia vida? que todas las películas hablaban de amor... y que todas las
... y finalmente, sintiendo náuseas, pensé: lo que no novelas relataban amores... y que todos los hombres...
sirve para nada, ¡se tira! ... Los miraba caminar por la calle, correr por la calle.
Ya una vez había pensado hacerlo. ¿Era serio? Volvían a casa a encontrar sus amores, y estos amores los
Tal vez. habían hecho salir por la mañana para ir a la ciudad a
Me eché a llorar. ganarse el sustento. Y si algunos volvían a salir aprisa, lasti-
mados y defraudados, es porque sus amores se morían y
buscaban otros que se dan o se venden.
Al anochecer, aún más tarde, cuando los jóvenes tam-
Lloré. bién regresaran a su casa después de haber flirteado con el
¿Durante cuánto tiempo? No lo sé.
amor, creyendo dominarlo; cuando, una a una, se apagasen
¿Por qué a algunos hombres les da vergüenza llorar?
las ventanas, sabía que en sus casas hijos, padres, esposos,
Cada vez —raramente, por desgracia— que mis ojos ha-
esposas y solitarios, cada uno a su modo, en sus sueños o en
bían cedido a las lágrimas, éstas me habían refrescado, y en
sus gestos, palabras o silencios, en sus risas o sus llantos,
alguna parte de mí habían brotado flores nuevas.
en sus oraciones o sus blasfemias, en sus abrazos o sus
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golpes, todos, todas, intentarían coger y comer algunos bo-
cados de amor...
Este amor que hace vivir y sin el cual —como yo mismo 4
empezaba a admitir tímidamente—, el hombre muere, por-
que muere de hambre.
# * *

Asomado a la ventana, yo seguía mirando a la calle...


Vi a un niño que la cruzaba imprudentemente, y su
madre se lanzaba sobre él para detenerlo y protegerlo.
Creí oír murmurar—pero era en mi corazón—: «¡Daría
mi vida por ti!»
Vi a dos amantes abrazándose con ternura. Luego son- Estaba ante la puerta del Sabio. Esta vez no era en
reían y hablaban dulcemente. sueños.
Creí oír susurrar —pero era en mi corazón—: «¡Daría Llamé.
mi vida por ti!» Durante largos días había dudado, con la impresión de
Vi a un hombre que leía en su periódico: «El segundo ceder ante alguien o algo más fuerte que yo.
huelguista de hambre acaba de morir...» No me gusta perder.
Creí oír susurrar —pero era en mi corazón—: «¡Doy mi Sobre todo, tenía miedo. Me invadía el pánico de ser
vida, por la justicia y por la paz!» arrastrado a no sé qué aventura, por caminos desconocidos
Acogí al fin el silencio, pero en medio del silencio, ¿lo a donde no quería ir.
creeríais? oí distintamente una voz, era la voz del Sabio. Para darme valor me llamaba cobarde. Y además esta-
Me decía: ¿Los ves, hijo, un amor es más precioso que una ba intranquilo. ¿Qué me diría el Sabio después de una
vida! ausencia tan larga?
# * *
Y dijo suavemente: ¡Siéntate enseguida, hijo mío, de-
bes estar muy cansado!
¿Estaba vencido? No lo creo. Pero en todo caso me fui —¿Y por qué, cansado?
a acostar, en paz, extrañamente feliz.
—Porque es agotador luchar contra sí mismo. Muchos
Me dormí, y soñé que llamaba a la puerta del Sabio.
hombres, así, pierden mucho tiempo y muchas fuerzas. Se
resisten durante muchos años, se hieren, se destrozan, de-
jando por el camino jirones de su vida, mientras que a lo
lejos echan a volar sus dichas asustadas.
Otros —y esto es más grave— no saben siquiera que en
ellos se libra un combate. Lo han hecho todo para aturdir-
se, distraerse, el ruido de sus luchas no llega ya a sus oídos
muertos. Pero la guerra, en la noche, es más cruel todavía.
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Su vida sangra en silencio. Un día se despiertan, exangües y algunos habían intentado hacerme hablar, pero las palabras
titubeando, al borde del camino. que me habían arrancado habían conservado en mí profun-
Ten la seguridad, hijo mío, de que quienes aceptan el das raíces. Y habían vuelto a crecer más robustas y vivaces,
combate... y se rinden, no son los más débiles, sino con llenaban mi corazón; yo me ahogaba y ya no veía nada.
toda seguridad los más fuertes. Pero este día, comprendí que podría decírselo todo al
Sabio. Y sonreía.
El Sabio me miraba largamente. Yo sostenía con difi- —¿Por qué sonríes, me dijo?
cultad su mirada y la esquivaba. —¡Porque me libero!
Sabía que él leía en mi corazón entreabierto, pero yo, —Hijo mío, acabas de descubrir una profunda verdad.
orgulloso, no quería que él supiera de mí más que lo que yo Muchos hombres hoy día no se conocen porque creen, lle-
le dijese. nos de orgullo, que ellos solos pueden darse a luz a sí mis-
Decidí hablar y le conté mis tormentas, las que se in- mos. Ahora bien, nadie puede revelarse a sus propios ojos,
cuban durante largo tiempo sin llegar a estallar nunca, co- si no se revela ante otro, atento y amante.
mo algunas tardes de verano con noches asfixiantes, y las Vete ahora, es tarde.
que lo destrozan todo con sus lenguas de fuego. Vuelve mañana, entonces hablaré yo.

* * *

Hablé, hablé... Más de lo que había previsto...


Él me escuchaba, inmóvil, totalmente recogido, y su
maravilloso silencio liberaba una a una mis palabras en-
cerradas.
Cuando me callaba porque algunas palabras, demasia-
do profundamente enterradas en mí, no conseguían levan-
tar la losa de su tumba, él esperaba más atento todavía, y
cuando, por fin, las veía aparecer en el borde de mis labios,
una de sus miradas luminosas alcanzaba mi mirada para
tender un puente, de él hasta mí...
... Y yo hablaba más...
Al hablar pensaba: ¿por qué hay tan pocos hombres
que sepan escuchar como este hombre? Tantas palabras
pudriéndose en las tumbas de los corazones, palabras y
gritos proferidos para el viento y para otros corazones que
tal vez tengan hambre de ellos.
Algunos hombres morirán sin haber hablado nunca. Lo
sabía yo, que tantas y tantas veces hubiese querido hablar,
sobre todo cuando me preguntaban diciendo: «Y tú, ¿qué
piensas?» y yo respondía: ... «nada». Porque, lo reconozco,

26 27
sus miembros arrancados sangran sin que se curen sus llagas.
Y las parejas, que creían amarse tanto...
No son más que dos tristes soledades,
5 acostadas en la misma cama, una al lado de la otra.
¡Tantos y tantos navegantes solitarios, no han podido encontrar un puerto
donde abastecerse,
y compartir el oro puro, sacado del cofre de su corazón!
Bogan a la deriva, sacudidos por los vientos, lanzando en lo más profundo
de la noche sus señales de socorro.
Pero, ¿quién ve sus señales y sale de su casa?
¡Hace demasiado frío fuera, cuando a uno le gusta el calor!
Hombres «liberados», según dicen, de todos los viejos tabúes, con sus
dedos, con sus labios, esperaban por fin estar en comunión con sus
hermanos.
Pero los cuerpos resbalan sobre los cuerpos, cuando los hombres, ávidos,
Y el Sabio habló. no han encontrado corazones, ni las llaves, ni las puertas.
Yo lo escuchaba. Libre de mis palabras, tenía un poco Algunos hombres se callan, dolorosamente cerrados, mientras que otros
más de lugar en mi corazón para acoger las suyas. hablan, lanzando sus palabras al rostro de los demás.
—Hijo mío, esta vez tú mismo has comprendido que el Pero en el mismo instante, éstos lanzan las suyas... y las palabras chocan
amor es lo primero en el corazón del hombre, y que entre sí, caen al suelo y se rompen.
el hombre es capaz de sacrificar su vida para que viva un Soñaban con encuentros; pero el uno y el otro decían: yo lo quería para
amor. Y tú, cuando encerrado en tu cuarto interior, lleno llevarlo a mi casa, pero él me quería para llevarme a la suya.
de dolor, sufres tus tormentas, es porque estás solo, inca- ... y el uno y el otro permanecen en su casa, unidos a su sueño.
paz de hablar y cruelmente privado de amor. Y durante este tiempo:
Cuando la otra tarde sufrías tanto, si un amigo —uno unos niños lloran buscando a alguien a quien poder llamar «padre»,
unos enfermos gritan mordidos por el sufrimiento, unos viejos agonizan
verdadero—hubiese venido, te hubiese ofrecido su mano y pasando sus últimas horas.
su sonrisa y te hubiese dicho «ven, te necesito, para mí y Se paga para calmarlos, y calmar nuestras conciencias,
para los otros», cuántas nubes, dime, se habrían disipado pero ninguna pomada, ni siquiera la más suave,
en tu cielo recobrado. puede reemplazar la frescura de un beso.
Pero no llegó ningún amigo.
Así, hijo mío, los hombres, cada vez más numerosos,
La soledad de los hombres «encerrados» es una horrible encerrados en su mortal soledad,
enfermedad, un cáncer del corazón, que se extiende, ine- a pesar de la muchedumbre,
xorable, en nuestro mundo en pena. a pesar de los ruidos y las canciones,
Mira: a pesar de las manos tendidas y de los cuerpos que se ofrecen,
a pesar de las buenas ideas y de los buenos sentimientos,
a pesar de las luchas y de las victorias por la justicia,
En la ciudad monstruosa unos hombres han encerrado a otros hombres a pesar de las leyes y de todos los reglamentos,
para que vivan juntos como abejas en la colmena. a pesar de la ciencia y de toda la técnica,
Pero, apretados en sus cajas, apiladas hacia el cielo, A pesar de todo,
sufren como en la cárcel, y no hacen más que cruzarse en los los hombres nunca saldrán de su prisión,
caminos de ronda. si no son amados y no saben amar.
Familias rotas ya no son cuerpos vivos;

28 29
—«Hijo mío, puesto que ahora tú empiezas a compren-
der, si quieres, haz un esfuerzo por amar. Salvarás a tus
hermanos y te salvarás a ti mismo.»
6
Yo nada respondía. Tenía miedo de decir sí.
Dulcemente él insistía.
—¡Inténtalo!
¡Abre tu puerta a los otros! Todavía no les oyes llamar,
pero muchos esperan a que tú les abras.
¡Sal de tu casa! Eres pobre de los otros en la medida en
que enriqueciéndolos, no te has enriquecido con su vida.
Inténtalo, y si por fin abres tu puerta, te lo garantizo,
por ella entreabierta entrará el sol.
Porque la tienes cerrada, estás en la noche 1 . Estaba decidido. Puesto que lo había dicho, lo inten-
Entonces, sin pensarlo mucho, lo confieso, como un taría. Y lo intenté, una vez, dos veces, varias veces...
paracaidista que se lanza al vacío, a causa del monitor que Reconozco que conocí un poco de alegría: era segura-
lo está mirando —sí, fue eso, a causa de la mirada del mente el sol anunciado por el Sabio. Estaba menos solo,
Sabio— dije: «Lo intentaré.» menos atormentado, y me levantaba con el corazón casi
Y el Sabio me dijo: ¡Gracias!... ligero. A menudo temía la hora de despertar.
Gracias por ti y gracias por el mundo. Algunas mañanas, especialmente durante la semana, a
causa del trabajo, el día me parecía de antemano tan triste
No comprendí qué querían decir estas palabras de agra- y sin atractivo, que soñaba con el momento en que, de
decimiento. nuevo, podría acostarme y... dormir.
Total, era más feliz, pero ¿no sería el orgullo de triunfar
sobre mí? Y además ¡quién no sabe que uno se da gusto a sí
mismo tratando de dar gusto a los otros! Por último, ¿qué
sabía yo del amor? La idea y... la experiencia que tenía de
él; ¡me parecían tan alejados de lo que decía el Sabio!
Pero lo había prometido, y una vez más, mantuve mi
palabra.
Intentaba arrancarme de mí mismo, olvidar un poco mis
problemas, mis deseos, para ir hacia los otros. ¿No era esto
lo que el Sabio esperaba?
* * *

Un compañero deseaba hablar de él. Yo deseaba hablar


1. 1 Juan 2. 11. de mí. Pero lo escuchaba, pensando en el Sabio. Asombra-

30 31
do, y después feliz, este compañero me dijo que me confia-
ba preocupaciones que nunca había confiado a otro...
Pero al día siguiente, volvió, para hablarme otra vez. 7
A la salida del trabajo, me ofrecieron una octavilla.
Habitualmente yo tiraba estos papeles... La cogí. La leí.
Me dijeron: estás interesado, ven a la reunión esta tarde.
Fui...
Pero en la reunión se anunció otra reunión.
Me pidieron un favor. Acepté hacerlo...
Pero, tres días después, me solicitaban otra vez.
Esto no podía durar. ¿Adonde iría si intentaba mante-
ner este rumbo? ¿Hacia qué tierras desconocidas?
Y yo, ¿qué sería de mí? ¿Quién pensaría en mí si yo Había preparado mis palabras y mis frases, como se
pensaba en los otros? preparan las municiones para el combate, pero cuando es-
Además, me forzaba. Y, ¿era amar forzarse a amar? tuve delante del adversario, mis impulsos guerreros se des-
Abandoné. vanecieron y tímidamente, buscando una excusa de ante-
mano, y tal vez secretamente un estímulo, sólo supe mur-
* * * murar: «¡Es duro amar!»
—Mucho más duro de lo que crees, replicó el Sabio.
A pesar de las excusas que encontraba fácilmente, me Yo estaba desconcertado. ¿Era así como esperaba obte-
sentía a disgusto, humillado. ¿No me había batido en reti- ner de mí algún esfuerzo?... Pero yo me seguí disculpando.
rada? ¿No me había engañado torpemente, arrastrado a mi —Lo he intentado sinceramente, para complacerte...
pesar por el extraño ascendiente del Sabio? Él me detuvo en seco:
Él me había dicho: si quieres. Pero me lo había dicho —Los niños pequeños son los que se esfuerzan «por
posando su mirada sobre mí; una mirada que calma, pero complacer» a sus padres. Los jóvenes y los adultos, si lo
que también invita a salir de casa, tan asfixiante resulta el hacen, deben actuar por sí mismos. Ellos son, en primer
aire en la casa cerrada; una mirada que parecía decir «te lugar, los responsables de su vida.
amo» y que me dejaba libre obligándome a pesar de todo... —Pero ¡no soy yo quien ha pedido vivir!, repliqué vi-
Después, de nuevo, los nubarrones se fueron amonto- vamente.
nando en mi cielo demasiado bajo, mientras que la luz tan —Es cierto. Nadie se da la vida a sí mismo. La recibe...
deseada, tan esperada, se apagaba lentamente. ¿No cono- y vivir es, en primer lugar, aceptar la propia vida.
cería una noche más profunda, ahora que había entrevisto Muchos hombres vegetan tristemente porque no han
el día? dicho sí a su vida.
Sí, estaba inquieto y defraudado. Pero si aceptan esta vida, si cogen sus frutos, deben
Estaba resentido con el Sabio, y me prometí decírselo. también aceptar hacerlos crecer. El árbol no es responsable
de sus frutos, pero el hombre lo es, o... no es realmente un
hombre.

32 33
—¿Por eso, cuando decidí esforzarme, me dijiste: aquel día descubrí que él también había buscado —larga-
«Gracias... por ti»? mente, había dicho— y el saberlo me reconfortó y animó.
—Sí. Él continuó:
—Pero añadiste... «y por los otros». ... Mira hijo, es con mi espíritu, pero también con mi
—Porque los otros tienen hambre y tú les debes tus corazón y con toda mi vida, como ahora sé lo que sé...
frutos.
Cuando coges los suyos, sin ofrecerles los tuyos, eres un Sé
parásito. que si miles de hombres mueren de hambre, mientras que
Si la humanidad sufre atrozmente en millones y millo- otros en el mismo instante mueren por comer demasiado,
nes de sus miembros, es porque muchos hombres se nutren es que no hemos sabido compartir el trigo,
y amasar el pan para nuestros hermanos humanos.
de la vida de los demás, sin nutrirlos con la suya.
Para mostrártelo, podría exponerte grandes teorías. Al- Sé
que si tantos jóvenes dan rienda suelta a su violencia,
gunos las han elaborado muy buenas. Podría recurrir a es-
queriendo coger por la fuerza aquello de que han sido privados,
pecialistas: psicólogos, sociólogos, economistas, políticos. es que han nacido por error, al azar de un abrazo,
Ellos te enseñarían con palabras sabias... o que han sido queridos como una muñeca por unos padres niños,
Pero no lo haré. después del automóvil y del perrito.
Yo mismo he estudiado mucho, ávidamente, para ilu- Sé
minar mi espíritu inquieto. He leído muchos libros. Pero que si hay hombres que sólo ven signos negros y mudos en las
me faltaba uno: el libro de la vida. páginas de un libro,
es porque algunos guardan el saber para ellos, como un don
Entonces he mirado a mi alrededor, he escuchado y he reservado.
comprendido lo que no había comprendido. Sobre todo,

he comprendido mucho más profundamente, porque las que si la tierra es propiedad y provecho para unos pocos
ideas sin vida son esqueletos sin carne. y sólo cantera de trabajo y de fatiga para la multitud,
Descubrí por último que podía hablarse de problemas es que los hombres han olvidado que la tierra es de todos y no del
muy graves con palabras muy sencillas..., tal vez demasia- más fuerte.
do sencillas para los espíritus fuertes, pero luminosas para Sé
los que las leen con los ojos del corazón. que si algunos hombres, es cierto, son más ricos de inteligencia, de
salud y de valor que otros,
sus riquezas son una deuda hacia los desprovistos,
Yo estaba asombrado y feliz, porque por primera vez, pero sé también que con demasiada frecuencia esta deuda
el Sabio hablaba un poco de sí mismo. Se encendía para mí aumenta,
una pequeña luz, en su profundo misterio. sin ser reembolsada.
En el cuarto en donde me recibía, desde los primeros Sé
encuentros, yo había observado las estanterías cubiertas de que si millones de hombres viven sin poder
libros. Las paredes estaban tapizadas de ellos. Estaba fasci- ocupar libre y responsablemente
su lugar en la construcción del mundo,
nado y atraído. ¿Había leído todas estas obras? No me
es porque algunos se creen nacidos para ser amos
atrevía a preguntárselo, pero nunca dudé de que fuera un y necesitan esclavos para seguir siéndolo.
erudito. Sin embargo, me asombraba el que no hablase

como un erudito. Yo comprendía todo lo que él decía. Pero que si miles de prisioneros agonizan en los campos

34 35
o gritan bajo l¡' tortura,
es poique algunos hombres se hacen propietarios de las verdades,
y matan lentamente los cuerpos para que muera el pensamiento.
Se también, y admiro, 8
que por todas partes hay hombres que se levantan animosos,
y de pie, lanzan su cuerpo sangrante a las luchas por la justicia y
por la paz,
pero sé también que de un cuerpo que combate,
sin un corazón que palpite,
no puede nacer la victoria,
porque las luchas sin amor son luchas en vano
y la sangre que hacen manar llama a otra sangre.

Sé...
Sé... muchas otras cosas.
Tú lo sabes también, hijo mío, pero ¿quizás no te atre- Sí, yo sabía.
ves a escuchar, no te atreves a mirar...? Yo había mirado, había escuchado.
Sé valiente. ¿Quién puede escapar a las voces y a las imágenes que
Mira esta trágica humanidad que se arrastra sangrante ahora, casi cada día, a la hora de comer, a la hora de dor-
por el largo via crucis de la historia. mir, con maldad os atacan, como una bofetada en pleno
Mira sus miembros descuartizados, crucificados por to- rostro? ¿Quién puede evitar esta invasión de la humanidad
dos los confines del espacio y del tiempo. que sufre, entre las cuatro paredes estrechas de nuestras
Escucha sus clamores que suben de la tierra, se unen y salas de estar? ¿Quién puede impedir que en lo más hondo
forman un gran grito de noche: ¡Tengo sed! de ciertos silencios, un misterioso eco repita hasta el infini-
La humanidad sufre y muere, te lo repito, to los gritos de los oprimidos?
torturada, crucificada, por culpa de los hombres, Pero ¿tenía la culpa yo, si había tenido un padre, una
por culpa de todos nosotros. madre? ¿Si tenía un techo sobre mi cabeza y pan en mi
plato?
* ** ¿Era culpa mía si había aprendido a leer y si tenía un
trabajo que me permitía vivir...?
Yo sabía. Pero no quería saber. Yo me resistía. El sufrimiento del mundo me alcanzaba
como un agudo reproche, y no podía soportarlo.
Sí, había escuchado, había mirado, pero no quería es-
cuchar más ni ver más.
Cerraba con llave todas mis puertas.
* * *
Algunos días, sin embargo, las imágenes eran más dra-
máticas, los gritos más desgarradores y mis cerraduras sal-
taban una tras otra.
36 37
No podía hacer nada para evitarlo.
Era la invasión. Peligrosa. Porque en mí dormitaba una Y no hacía nada.
sorda rebelión, terrible dinamita profundamente oculta en
el fondo de mi ser. Mi corazón explotaba y hacía explotar a * * *
mi cabeza. Entonces mis pensamientos brotaban, se empu-
jaban, entrechocaban. Yo reconocía que todos estos sufri- Hoy el Sabio había hablado y, a mi pesar, lo había es-
mientos eran atroces, injustos, monstruosos. cuchado. Debía volver a verlo, hacerle mis preguntas. Pero
Era preciso encontrar culpables. Y yo los encontraba: la una vez más dudaba. Decididamente, temía su mirada tan-
sociedad, la política, la religión... Dios, y todas estas perso- to como sus palabras...
nas que nos enseñan, nos informan, nos gobiernan... esos De repente, encontré un medio para escapar de él.
aprovechados, esos incapaces, esos imbéciles... ¡ésos son Escribiría.
los que pueden y no hacen nada!
Yo me rebelaba. Y cuanto más me rebelaba, más orgu- Lo hice.
lloso estaba de mí, probándome a mí mismo que no era Pero no había previsto un obstáculo importante:
insensible y cerrado. ¿Cómo empezar mi carta?
Incluso imaginaba soluciones. Eran radicales: bastaba Probé todos los términos uno tras otro. Ninguno me
con... y con tal de que no hubiese... A veces, suprema satisfacía. Acabé por escribir... «¡Buenos días!»
valentía, las exponía con vehemencia en el trabajo, entre Había que concluir. Nuevo problema. Lo soslayé y es-
mis compañeros, en casa. Y hablaba con tanta seguridad, cribí, tal vez imprudentemente... «¡Hasta pronto!»
haciendo callar a los demás, que a veces creo que los otros
me admiraban. * * *
Entonces, después de haber pensado mucho, hablado
mucho, gritado mucho, y también soñado mucho —pues a Era muy tarde. Salí, eché el sobre por debajo de la
veces me veía partiendo glorioso para grandes cruzadas— puerta del Sabio, y escapé de allí muy deprisa.
me dormía más tranquilo porque, por un momento, había Temía que él abriese la puerta.
adormecido mi conciencia.
* * *

Pero mi conciencia se despertaba. Me atormentaba


confusamente. Y de tarde en tarde, en un momento de
gran silencio —por eso temía yo el silencio— como si en mí
hubiese algún otro que pensara, que hablara, me oía decir:
y tú, ¿qué haces tú? Entonces rápidamente, muy rápida-
mente, para no dejar que la voz creciese demasiado, yo
susurraba irritado: ¿,Qué puedo hacer yo, tan pequeño, en
esta masa humana?... y aunque hiciera algunos gestos, ¿de
qué servirían, cuando los otros no hacen nada?

38 39
—¡Qué puedo hacer yo!, dices.
—Te digo: «Ama de obra y de verdad»1, pues sólo el
9 amor puede vencer al sufrimiento, y el peso de amor que
pones en el mundo, aunque tú no veas su fruto, da una
nueva sangre al cuerpo exangüe de la humanidad.
—¿Y los otros?, añades.
—Te digo: también ellos deben amar.
—¿Y si lo eluden?, piensas.
—Ama más todavía, y otros a tu alrededor amarán.
Esperan como tú que un hermano a su lado ponga la prime-
ra piedra. Ellos pondrán la suya si tú pones la tuya, porque
quien ama hace amar.

Tenía en mis manos la respuesta del Sabio.


Había llegado al día siguiente, y comprendía que la ha-
bía escrito ya entrada la noche o muy pronto por la ma- Como la sinfonía necesita de cada nota,
ñana. como el libro necesita de cada palabra,
Me sentía orgulloso de tener una carta suya. Así, pues, como la casa necesita de cada piedra,
como el océano necesita de cada gota de agua,
yo contaba a sus ojos. ¿Quizás incluso me quería un
como la cosecha necesita de cada grano de trigo,
poco?... Esta idea me caldeaba extrañamente el corazón, la humanidad entera tiene necesidad de ti,
pero enseguida la duda atenuaba mi euforia: Si amaba, ¡era allí donde estés,
por deber! «Debía» amar, puesto que lo pedía a los otros... único,
A pesar de todo, abrí el sobre casi temblando. y por tanto irremplazable.
Y leí: ¿A qué esperas para comprometerte?
Si la nota dijese: una nota no hace una melodía,
... no habría sinfonía.
Si la palabra dijese: una palabra no puede hacer una página,
... no habría libro.
Si la piedra dijese: una piedra no puede levantar una pared,
... no habría casa.
Si la gota de agua dijese: una gota de agua no puede formar un río,
... no habría océano.
Si el grano de trigo dijese: un grano no puede sembrar un campo,
... no habría cosecha.
Si el hombre dijese: un gesto de amor no puede salvar a la humanidad,
... nunca habría justicia, ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra
de los hombres.

I. I Juan 3, 1718.

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41
rolarme, tan grande era el malestar que provocaba en mí la
situación de desmovilizado.
10 * * *

Estaba de nuevo en casa del Sabio. ¿No le había prome-


tido volver a verlo... «pronto»?
Él me miraba, silencioso. En su mirada, ninguna severi-
dad, ninguna condenación, sino al contrario, una infinita
benevolencia, que me hacía sentir a gusto. Ante él, no me
sentía juzgado sino invitado.
Él esperaba que yo hablase.
A mí no me gustaba empezar la conversación. Siempre
Yo había leído, releído, dos, tres veces..., más aún, el buscaba mis primeras palabras. Eran vacilantes, desmaña-
mensaje de mi amigo. das, y cuando al fin aparecían tímidas y torpes en el espacio
El Sabio tenía razón. Lo comprendía, lo «sentía». Sin opresor del silencio, me avergonzaba su banalidad y hubie-
embargo, una vez más, medía la pesadez de mi ser. Hubie- se querido hacerlas entrar de nuevo en casa.
se querido andar, correr, volar, y permanecía en el suelo. Balbuceé: ... te doy las gracias por tu mensaje...
Inmóvil. Cada vez más avergonzado. —Hubiese preferido, hijo mío, escucharte y hablarte de
Había hombres que salvar, un mundo que construir. viva voz, dijo dulcemente, casi «tiernamente», para demos-
Debía comprometerme. Pero no podía decidirme a no ser trarme, estoy seguro, que no estaba enfadado.
más que una gota de agua en el océano, una piedra en la Yo buscaba una excusa. No podía decirle al Sabio
pared, un grano de trigo en la cosecha... que... tenía miedo de él. No tanto de su persona, que no
Quería ser más y hacer más. Pero, queriendo hacer obstante me impresionaba a la vez que me atraía, sino so-
más, continuaba sin hacer nada... bre todo de esta luz que encendía en mí. Una luz que me
Y pensaba: los días pasan, y no puedo recuperarlos. Los forzaba a ver más allá de mis brumas, mientras que una
he gastado en mi provecho y no en el servicio de los demás. fuerza nueva, inquietante, brotaba en el fondo de mi ser,
Había renunciado a apartar de mis ojos las imágenes de empujándome implacablemente a salir de mi tranquila
la miseria, a cerrar mis oídos a los gritos de los hombres casa.
que sufren. Echar el cerrojo a mis puertas había sido inútil; Sin gran convicción afirmé: «No quería molestarte, ¡es-
imágenes y gritos habían entrado en mi casa y ya no sal- tás tan ocupado!»
drían de allí. El Sabio sonrió imperceptiblemente y su sonrisa me
Libraba un combate de retaguardia que sabía perdido. molestó. Comprendí que él no era tonto. Me sonrojé y
En realidad, tenía una excusa: no sabía qué hacer. Si oculté mi cara entre las manos, para intentar esconder mi
alguien hubiese venido a proponerme una acción concreta, emoción.
una obra pequeña, pero que se viese, aunque vagamente Mi amigo me hizo el regalo de un trocito de tiempo, el
humillado por resolverme a una cosa tan nimia, incluso tiempo necesario para recobrarme, después le oí decirme
pensando: «¿De qué servirá esto?», yo habría aceptado en- con firmeza:

42 43
—Tal vez me sucederá que algunos días no pueda ha- Arbo!,
blar largamente contigo. Entonces te lo diré. Pero nunca, árbol sólido y bello,
hunde tus raíces en la tierra,
hijo mío, nunca me molestarás. Y el tiempo que te dé será
sin raíces y sin tierra no podrías vivir.
un tiempo para ti. Un poco de mi vida para ti. Extiende tus ramas en el cielo,
sin ramas y sin cielo no podrías sobrevivir,
Le creí. Y al creerle, sentí que acababa de franquear y que tus raíces de tierra
una etapa importante. y tus raíces de cielo
coman y beban
Entonces, tranquilo y feliz, decidí hacerle mis pregun- el mantillo y el agua,
tas. el aire y el sol.

* * * * * *

Árbol, amigo mío, crece para ti, crece para mí, crece para todos los
—Amigo, le dije en primer lugar, ¿cómo podría saber hombres.
quién debo ser? Porque tenemos necesidad de ti,
—Creciendo, hijo mío... para respirar y calentarnos,
para resguardarnos y amueblarnos,
Así, el retoño de un árbol, si fuese consciente, sólo para amarnos y para dormir,
poco a poco descubriría en qué se convierte: plátano, roble para vivir y para morir.
o álamo. Y si el plátano quisiera ser roble, o el roble álamo,
no lo conseguirían y serían desgraciados, porque «se senti-
rían mal en su corteza». Árbol, no eres solo en el mundo, sino multitud en el bosque profundo.
Sé tú mismo. Enriquécete de los otros, pero no los co- Con tus hermanos, escucha los ruidos de la ciudad, ligeros de risas
pies. Es de ti de quien tienen necesidad los otros. No repre- y pesados de llantos.
Con tus ramas tendidas, como brazos que se ofrecen, disponibles,
sentes tu vida. Aunque tu personaje esté bien representa-
acoge a los hombres que acuden; ellos te fecundarán, tú les darás vida.
do, es tu vida y no tu comedia lo que el mundo necesita. Pero sé tú mismo y rechaza a las rapaces que, sin respetarte,
—¿Y cómo puedo saber lo que debo «hacer»? tratan de explortarte para sus placeres y provechos.
—Creciendo, Si tu gran corazón abierto está hecho para convertirse en techo
donde estás, de una casa,
rechaza el fuego que de tu carne quiere sacar el calor.
en el momento en que vives, Si debes cobijar bajo tu sombra el juego de los niños, en el bosque
con los personajes que te rodean... profundo,
... Como el árbol. rehusa ser mesa para el estudiante y silla para el anciano.
Si un día debes ser altar para el sacerdote,
rehusa ser mesa para la familia y cama para los amantes.
El Sabio se recogió un instante, después, como tenía
por constumbre, prosiguió declamando lentamente una es- * * *
pecie de poema.
Me gustaba la música de sus palabras que, una a una, se Árbol, hermano mío,
escapaban de sus labios como palomas llevadas por la brisa hunde tus raíces en la tierra
y tus raíces en el cielo.
ligera, o brutalmente sacudidas al viento de su pasión. Yo Sé el árbol que debes ser,
escuchaba. pero árbol para los otros.

44 45
—Amigo, dije yo, cuando se calló, temo no compren-
derlo todo en tu poema. ¿Puedes explicármelo?
—No, hijo mío. Vive. Crece. Y después, pregunta a tu
11
corazón; él te enseñará. Y como si se hablase a sí mismo
añadió, en voz muy baja: «¿Quizás he sembrado demasia-
do? Quien siembra muy espeso impide crecer a la semilla.»
Después, dirigiéndose a mí de nuevo, dijo todavía:
—Vuelve. Tenemos tantas palabras que depositar en la
tierra, que necesitamos muchos surcos preparados. Pero no
te olvides de trabajar tu tierra. De nada sirve sembrar si tú
no has arado.

Yo estaba cruzando la puerta. Me volvió a llamar.


—Acuérdate, dijo: «Tus raíces de tierra, Era verdad.
tus raíces de cielo.» Poco a poco comprendía las palabras del Sabio. En mi
Calló de nuevo, pareció dudar, y después añadió más corazón germinaban como las semillas en la tierra, y sin
bajo: que pudiese advertir su lenta gestación, ahora cada día des-
—«... Pero, ¿conoces tu cielo?» cubría sus frutos.
* * * Yo vivía. Y en algunos momentos —cosa nueva en mí—
me sentía feliz de vivir.
Cada vez me daba más cuenta de que mis largas y lúgu-
Él había cerrado la puerta. bres reflexiones, así como mis sueños locos, consumían mi
Yo estaba solo con su última pregunta entre mis manos. tiempo de vivir, sin alimentar mi vida.
A menudo comprobaba que había estado «ahí», es-
tando ausente, con los ojos cerrados buscando en la noche
de mi corazón, quién era yo y el rastro de un camino. En
vano.
Cuando, por fin, abría de nuevo mis párpados, no era
para recibir la luz cruda de lo real, sino para fijar, en el
vacío, no sé qué misteriosa pantalla por la que desfilaban
incansablemente, en negro o en color, las imágenes de mis
sueños.
Sí, era necesario vivir, y para vivir, liberarme y alcanzar
mi tierra.
Yo la descubría y descubría mis raíces. ¡Qué loco había
sido por haberlas ignorado o por rechazarlas! ¡Cómo podía
vivir, ya que sin ellas, no podía vivir!
Si fuera un roble o un plátano, crecería como roble o

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como plátano. Estaba plantado «ahí», y «ahí» crecería y
Pero faltaba hacerlo.
daría mi fruto.
Intentaba todavía «salir de mí» para ir hacia los otros.
Mi tierra nutricia era lo real de mi vida: mi familia, mi
Pero esta vez tenía que admitir que mi vida no cambiaba al
medio, mi trabajo, mi barrio, mis distracciones... Lo eran
ritmo de mis descubrimientos y de mis comprensiones, y
también las personas que me rodeaban, aquellas a quienes
adivinaba ya que esta humillante diferencia entre compren-
amaba y a las que no amaba. Lo eran también el momento
sión y realización podía ser o una invitación al combate o
en que vivía, los acontecimientos grandes o pequeños que
me rodeaban, me afectaban, me solicitaban. un motivo de desánimo.
Elegí el combate, porque sabía que era un verdadero
combate de hombre.
Resolví estar presente. Pero ¡qué difícil era estar «ahí»,
Más que buscar e ir a luchar «a otra parte», fiel a mi
con las raíces en la tierra y las ramas en el cielo!
realidad empezaría «aquí». En vez de pretender ser maes-
... ¿en el cielo?
Es cierto, el Sabio también tenía razón en esto. ¿Cuál tro de obras en una gran empresa, aceptaría primero ser
era mi cielo? obrero en casa del artesano.
Lo encontraría. Así, ahora sabía lo que debía hacer hoy y estaba seguro
Lo encontraría... «creciendo». de que, si era fiel, a medida que creciese descubriría lo que
Comprendía también que yo no estaba solo, sino que debería hacer mañana.
era una multitud. Como un árbol en el bosque. Hasta en- * * *
tonces mi cabeza lo sabía. Pero mis ojos, mis oídos y mis
manos lo ignoraban. Quien se mira a sí mismo no puede
mirar al otro, y quien se escucha no puede escuchar al otro. Decidí, sin embargo, esperar varias semanas antes de
Esta vez empezaba a encontrar a esos «otros», a «to- volver a ver al Sabio. Quería presentarme ante él con mis
car» su vida, a dejarme «tocar». tierras aradas.
No obstante, acercándome a los otros, oía cada vez más
sus llamadas. Y pensaba que había necesitado mucho tiem-
po para comprender que era muy cerca de mí, a mi alrede-
dor, donde se ofrecían cada día las ocasiones de estos com-
promisos. Éstos me parecían cada vez más necesarios, pero
también cada vez más difíciles y, sobre todo, siempre igual-
mente ineficaces. Pero ya no admitía pensar y soñar en el
campo inmenso que había que cosechar, olvidando en mi
mano el grano que había que sembrar. Ya no quería discu-
tir ásperamente sobre la construcción del «gran conjunto»,
guardando mi ladrillo, inútil, ante mis pies.
El Sabio, al decírmelo, me había hecho comprender
todo esto. Hoy era yo el que me lo decía y me lo repetía.

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49
vida». Lo había hecho de forma tan clara y tan «natural-
mente» —se decía también que había que hacerlo así— que
12 yo no encontraba nada misterioso en estos misterios.
Pero había comprendido y retenido que algunos padres
podían tener un hijo sin haberlo deseado... Y sabía por
qué: un olvido, un error, una debilidad... Entonces, cuan-
do me quedaba solo, acurrucado en un rincón de la habita-
ción, paralizado por el aburrimiento, o hecho un ovillo me-
tido en la cama, esperando un buenas noches que no acaba-
ba de llegar, me hacía esta obsesiva pregunta: ¿Había sido
yo un hijo deseado, o era solamente un hijo aceptado y
reconocido después? Y si era verdaderamente el fruto del
amor de mis padres, ¿por qué no habían tenido el suficiente
No estaba todo claro. En mi corazón y en mi vida que-
amor, de ese amor que da vida, para ofrecerme un herma-
daban vastos espacios de sombra. Yo los temía. ¡Si me
no, que yo egoístamente deseaba tanto, para que jugase
perdiese de nuevo en la noche!
conmigo evidentemente, pero también para amarlo?
Pero seguía temiendo la luz. Victoriosa sobre esta no-
che, me obligaría a seguir mi camino.
Más tarde, adolescente, me enteré como todo el mun-
Caminaba, era feliz por caminar, pero temía no poder
do, de que el hombre había conquistado por fin el «dere-
sentarme ya nunca más.
cho» a destruir la vida que no quisiera. Ahora, tendría
Algunas palabras del Sabio me intrigaban. Y me intri-
solamente los hijos que deseara, porque podía suprimir...
gaban todavía más porque presentía que ocultaban algo
¡los errores!
esencial, como el árbol esconde su savia. Esta savia que es
Me costaba trabajo admitir que fuese una gran victoria.
la vida y que solamente se revela cuando llora desde la
Mi padre la celebraba. Mi madre no decía nada. Yo, pensa-
rama rota.
ba de nuevo: si hubiesen tenido ese «derecho» en mis tiem-
El amor era la razón «de ser» y la «savia» del hombre.
pos..., y sin gastos, ¿estaría yo aquí?
Para el Sabio, esto era evidente, porque había murmurado
Pero no decía nada. No me atrevía.
en voz baja: «El hombre está hecho por amor y para el
¡Las personas mayores no sospechan lo que pasa por la
amor.»
cabeza y por el corazón de sus hijos!
¡Yo estaba muy lejos de compartir esta seguridad!
* * *
* * *

Hoy el problema era para mí mucho más vasto. El he-


En primer lugar, «hecho por amor». ¿Había sido yo
cho de reflexionar sobre él volvía a encender en mí el vol-
hecho por amor?
cán de mis rebeliones. Pues, ¡cómo podía decirse que las
Siendo muy joven, mi madre —mi padre muy poco—
decenas de millones de niños de los países subdesarrollados
obedeciendo escrupulosamente a «todo lo que se oía de-
habían sido hechos «por amor», estando como estaban mu-
cir», me había explicado claramente los «misterios de la
chos de ellos condenados a morir prematuramente! Mons-
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truoso aborto colectivo, que a mi parecer no se denunciaba El Sabio no calmó mi tempestad. Al contrario, se reu-
con bastante vehemencia. nió conmigo en la borrasca y pareció unirse a ella.
Y ¡cómo podía decirse que los hombres «estaban he- Mientras yo hablaba de amor, exponiendo mis rebeldías
chos para el amor», cuando pasaban su tiempo en vivir para y mis dudas, él me interrumpió bruscamente. Su rostro
sí mismos, explotándose y matándose mutuamente! habitualmente tan pálido, enrojeció. Sus ojos se ilumina-
No, yo no podía admitir estas palabras del Sabio. ron con una luz que yo desconocía en ellos. Creo que era la
... Y sin embargo, él me lo había hecho comprender y yo cólera que se encendía en él. Su voz se tornó fuerte y dura.
lo comprobaba: el amor era esencial al hombre. Y exclamó:
El amor era, en lo más profundo de mi ser, esa extra- —Tienes razón, hijo mío. Demasiados hombres es-
ordinaria energía que lo hacía andar, correr, luchar, vivir. carnecen hoy el amor. Muchos incluso no creen ya en él.
Era ese soplo maravilloso que, arrancándolo a la torpeza Ponen al mundo en mayor peligro que almacenando las
de sus deseos, lo hacía capaz de sacrificar su vida. Era por
bombas del terror, porque les quedaba el amor... pero,
último, yo lo experimentaba dolorosamente, esa misteriosa
¿qué queda hoy del amor?
hambre y esa sed, en él, tenaz, nunca plenamente saciada y
siempre renaciente.
Había «la sospecha» de los filósofos, implacable devastadora, taladrando
¿Entonces? los cerebros orgullosos y destruyendo, lentamente, las fes más tenaces,
Entonces, yo no comprendía nada. pero quedaba el amor en el corazón de los hombres con la cabeza
¿No éramos los comediantes forzados de una absurda e reventada.
inmensa tragedia? ¿Hechos para amar, pero incapaces de Había el hambre en el mundo, el analfabetismo, el subdesarrollo,
pero quedaba el amor no vencido, armando sin cesar el brazo del
amar? ¿Condenados a desear constantemente e intentar hombre para los combates de la vida.
querer, lo que nunca podríamos alcanzar? Había la falta de libertad, las desigualdades, las injusticias,
¿Y la humanidad? pero quedaba el amor escondido, en lo más profundo
¡Pobre humanidad, víctima de esa horrible farsa! ¿Has- de los cuerpos encadenados,
amor inaccesible a los dedos sangrientos de los tiranos
ta cuándo sufriría?
y los verdugos.
A menos que algún loco, o algún valiente, pusiese pron- Había las luchas, las guerras y los muertos,
to fin a sus sufrimientos —¡el hombre no podía!— destru- pero quedaba el amor, amor con sangre y llantos, pero amor
yéndola a la vez que su tierra nutricia, también agotada. superviviente.
¡Era monstruoso! Había el mundo loco...
pero quedaba el amor inviolado, misterioso,
Amar, en realidad, ¿no era más que un hermoso sueño aliento recibido,
de niño, para niños buenos? aliento intercambiado,
en los labios que se unen,
* * * y los nidos de los cuerpos enlazados tejían nidos de hijos.
Pero ya el amor está herido, en el corazón mismo de su corazón.
Todo esto había venido yo a decírselo al Sabio, espe- El amor «liberado» estalla en todos los confines del hombre,
rando que él me iluminara y calmase la tempestad que cre- y su cuerpo hace el amor cuando su corazón está en otra parte,
cía en mí a medida que hablaba. y su corazón busca el amor cuando no estrecha más que un cuerpo.
Temía que mi barca, tan frágil, que se había lanzado al El amor es enseñado como una gimnasia.
El amor es arrancado del lecho cerrado de los amantes, y anunciado en la
fin a las aguas, ahora alborotadas, añorase el puerto e plaza pública entre el último espectáculo y los alimentos para pe-
intentase volver a él. rros.

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El amor es proyectado sobre una gran pantalla, primer plano sobre
el sexo, emoción permanente para obsesos en penuria.
El amor está en el bazar, en casetes, en imágenes; luces rojas y
muñecas hinchables, para hogares apagados y carnes muertas.
El amor está en venta por las aceras, a la carta: «¡Chéri, 13
si tienes más dinero, tendrás más amor!»
El amor es desfigurado, estrangulado, fosilizado, cosificado...,
y esa «cosa» hecha añicos anda rodando por todas partes, en el
lodo de los caminos.
Quedaba el amor...
pero el amor es hoy un fuego que se apaga,
mientras los hombres desnudos,
con los labios temblorosos,
con ojos enfebrecidos,
mueren de frío apretando entre sus dedos ávidos, los pedazos de
la «cosa», que muriendo,
se empeñan todavía en llamar «amor». Decidí partir a descubrir el misterio.
En realidad, ¿qué conocía yo del amor?
Somos unos pobres hombres, dijo todavía el Sabio; no El amor era, sin ninguna duda, todo lo que de él me
sabemos que, matando al amor, estamos matando la vida. había dicho el Sabio. Lo concebía mejor desde que poco a
poco mi amigo me iba abriendo los ojos. Pero para mí, el
* * * amor era sobre todo el sueño de los esposos, sueño realiza-
do o cruelmente frustrado; la ternura de las madres y la
Él ya no me miraba. Afortunadamente. Yo no podía
fuerza de los padres, para unos hijos queridos; la amistad
soportar ya su mirada. Había inclinado la cabeza y yo no
buscada, pero con tanta frecuencia inalcanzable y decep-
veía más que sus hermosos cabellos blancos por los que
cionante; y más todavía, desde ya hacía tiempo, y cada vez
corrían algunos reflejos de luz, las últimas luces del día. más, ese deseo de la «chica» que pasaba por mi camino
Cuando de nuevo, su rostro se mostró a mis ojos, quedé desierto, a la que yo agredía o acariciaba con la mirada
pasmado. Había recobrado esa calma y esa paz que ahora buscando una mirada; a la que yo acariciaba suavemente
me eran familiares. con mis labios súbitamente tímidos; a la que yo tocaba,
Murmuró simplemente: «Es triste, infinitamente triste palpaba, con mis dedos bruscamente liberados; a la que a
pero, lo sé y lo creo con todas mis fuerzas, ¡el amor vence- veces intentaba capturar en mis brazos impetuosos.
rál»
Pero el amor, para mí, era más todavía. Más allá de los
esposos, de los padres, de los amigos, de las chicas..., más
...Y yo, una vez más, trastornado, cargado con mi po-
allá de la alegría de los corazones y del estremecimiento de
bre cabeza, en cuyo interior espesas capas de bruma oculta- los cuerpos era... era...
ban la luz naciente, enfermo de ese corazón dividido qu e No lo sabía...
tanto deseaba creer, me decía: sí, hay un misterio. No es
... Era mi isla desconocida, mi puerto en la noche,
posible que no exista. mi hambre, mi sed,
Hay un misterio de amor que es misterio de vida... y e[ mis búsquedas, mis luchas,
Sabio conoce ese misterio. mis heridas, mis sufrimientos,
Pero, ¿por qué? ¿Por qué no me lo revela? mis remordimientos...
54 55
Eran mi deseo, mi tormento,
es corazón del hombre que se abre para acogerlo y darlo,
que venían de yo no sé dónde, para ir a no sé es cuerpo del hombre que se recoge, disponible
dónde... para que, habitado por él, atravesado por él,
¿Qué conocía yo del amor? eche a volar hacia los otros,
hacia... el otro,
* * * y que, al fin,
lo que estaba alejado se una y se ajuste,
lo que estaba separado se convierta en uno solo,
Y el Sabio me dijo: y que del uno brote una nueva vida.

... El amor excede al amor, hijo mío: Amigo, dije yo, revélame cuál es ese soplo poderoso y
El amor es vuelo de pájaro en el cielo infinito,
pero el vuelo del pájaro
misterioso,
es más que el pequeño ser de carne, que gira por los aires, y yo abriré mi corazón,
más que sus alas amorosas, cortejadas por el viento, y ofreceré mi cuerpo,
y más que la indecible alegría, cuando muere el batir de alas al soplo que espero, para que viva mi alegría.
y el cuerpo, en paz, planea en la luz.
y viva la vida.
El amor es canto del violín, que canta el canto del mundo,
pero el canto del violín * * *
es más que la madera y el arco, inertes y solitarios,
más que las notas vestidas de noche, que danzan en la partitura El Sabio se recogió. Cerró los ojos.
y más que los dedos del artista, que corren sobre las cuerdas. Permanecía en silencio.
El amor es luz sobre los caminos humanos,
pero la luz que se da
Ese silencio ya no me molestaba, al contrario. Sabía
es más que caricias matinales sobre los ojos que se abren de noche ahora que era el alba de un sol naciente.
más que rayos de fuego que calientan los cuerpos, Pero aquel día duró más tiempo.
y más que mil pinceles de seda coloreando los rostros.
El amor es río de plata, que fluye hacia el mar,
Yo observaba a mi amigo y me asombraba de que, in-
pero el río vivo, que corre lento o se apresura,
es más que su lecho acogedor, estuche que no retiene, cluso con los ojos cerrados, su cara fuese tan expresiva.
más que el agua enrojecida bajo la mirada del poniente, Estaba serio, inmóvil, casi paralizado. De pronto sus labios
y más que el hombre que en la orilla lanza sus cebos para pescar comenzaron a moverse imperceptiblemente. ¿Hablaba en
en él los frutos. voz muy baja?
El amor es velero que, sobre el agua, corta las olas,
pero el curso del velero Entonces, uno a uno sus rasgos se relajaron. Un tem-
es más que el estrave seducido, penetrando en el mar, que se ofrece blor de vida pasaba por su cara, como una brisa ligera da
o se debate, vida a un campo de trigo. Era algo más profundo todavía,
más que las velas estremecidas bajo las caricias de la brisa porque ahora su cara cambiaba. Se hacía clara, translúcida,
o las bofetadas del viento, como si una misteriosa luz se hubiese encendido en su in-
y más que las manos del marino, aferradas al timón, persiguiendo
incansable a su amante salvaje.
terior.
...El amor excede al amor. Por fin abrió los ojos, me miró largamente y dijo:
El amor es soplo infinito, que viene de otra parte y vuela hacia otra parte —Reza, hijo mío, reza.
El amor es espíritu de hombre que conoce y reconoce el soplo, Después se levantó y me acompañó hasta la puerta.
es libertad de hombre que entero se vuelve hacia él.
El amor es consentimiento del hombre al soplo que invita, Salí en silencio, sin haber pensado siquiera en decirle
adiós.
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íucnte y camino sin salida. Yo no me conformaba con ser el
(ruto de millones de casualidades, algo mil veces más «mi-
14 lagroso» que todos los milagros de que me habían hablado
en la catequesis. No admitía que mi espíritu no fuese más
que las reacciones de algunos ácidos en mi carne mortal.
No admitía que el tierno amor de mis abuelos y mi loco
amor de niño hacia ellos hubiesen muerto para siempre
cuando su corazón dejó de latir y su cuerpo se hizo polvo en
la tierra anónima.

Yo había reflexionado sobre todo esto, y muchas otras


cosas más. Largamente. Seriamente. Pero solo. Demasiado
¿Rezar? ¿Rezar yo? solo. Como un explorador solitario que se adentra en la
La petición del Sabio me había dejado mudo, y sin espesa selva virgen a descubrir la fuente de un río mis-
embargo no me extrañaba. Estaba seguro de que el Sabio terioso.
era un gran creyente. No me lo había dicho, pero yo lo Sin compañeros, sin consejos, sin brújula, me había
había comprendido desde nuestros primeros encuentros. perdido. Me había desanimado. Ya no buscaba más.
Las palabras son portadoras de alma, y las almas vivas Estaba resignado.
comunican su vida por medio de ellas. ¡Qué importa!, yo creía en la fuente y esto era lo esen-
El Sabio me daba un poco de su vida, y su vida era rica cial. Podía vivir sin conocer nada de ella. Muchos hombres
en una fe que yo ignoraba pero que, por medio de él, expe- vivían así y no por ello vivían peor.
rimentaba, porque no podía creer que la luz que él en-
cendía en mi corazón y la fuerza que me comunicaba, vinie- Sin embargo, de vez en cuando, el deseo de partir en
sen solamente de él. Ningún árbol da fruto si no lo habita la busca de mi origen —de mi dios— volvía a apoderarse de
savia. mí, obsesivo o violento. Era como una llamada.
Mi amigo no hablaba de Dios, pero vivía de él. Estaba Algún tiempo antes de encontrar al Sabio, ya lo he di-
seguro de ello. Él rezaba. cho, la llamada se había hecho irresistible, surgía en lo más
Pero ¿era necesario que también yo rezase?... ¿Era ne- hondo de mis desánimos, de mi hastío de vivir sin saber por
cesario para descubrir la profundidad del amor?... No lo qué vivía.
entendía.
Yo había cambiado. Ya no buscaba algo, sino que cada
vez más buscaba a alguien, como un niño nacido de padre
desconocido y que no puede decidirse a vivir su vida sin
Yo creía en Dios. No porque mis padres creyesen en él conocer su nombre y contemplar su rostro.
—mucho, proclamaba mi madre, y mi padre vagamente— Gracias al Sabio deseaba con todas mis fuerzas que este
sino porque yo no admitía estar suspendido en la nada, rostro fuese un rostro de amor, y esto aumentaba mi turba-
viniendo de ninguna parte y yendo a ninguna parte, río sin ción, porque no correspondía a la imagen que yo me hacía
del dios de mi infancia, el que yo había «aprendido» y que
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llenaba todavía mi memoria, sin que pudiese librarme de él
estoy resentido contigo,
totalmente. Porque ese dios era mi Dios y yo no dudaba de no te amo,
él, ya que no existía ningún otro. Había que creer en él y ... y sin embargo, querría amarte,
vivir con él. Sin comprender. Sin amar. sí, ¡querría tanto amarte!
Por ello, yo encontraba más sencillo intentar olvidarlo.
El dios en el que yo creía era el todopoderoso, el crea- Así me atrevía a dirigirme a Dios. Pero tenía miedo.
dor, el dueño absoluto de todo. Desde siempre tenía él los ¿No sería esto blasfemar?
plenos poderes. Por tanto distribuía sus beneficios como
quería, según criterios desconocidos que yo no podía desci-
frar, pero que me parecían profundamente injustos. Reina-
ba sobre la vida y la muerte. Juzgaba. Condenaba. Y sobre Cuando, inquieto, abrí mi corazón a mi amigo, más que
todo, sobre todo..., dejaba que el hombre sufriese atroz- nunca observaba su cara. Esa cara que hablaba antes de
mente. Tal vez incluso él mismo lo hacía sufrir, ya que oía que hablasen sus labios. ¿Qué iba a decirme?
decir a los creyentes: «Dios me ha enviado esta prueba... es Me quedé asombrado. El Sabio estaba tranquilo y a
su voluntad.» Aceptarla era para ellos la cima de la fe. medida que yo me expresaba, parecía embargado por una
Yo no lo aceptaba. alegría creciente.
¿Entonces? Me dijo: «Es una oración muy hermosa, hijo mío, esta
Yo creía en Dios... ¡pero no tenía la fe de los cristianos! oración tuya.»
Y su alegría llegó hasta mí, como una primavera que
Sin embargo, a veces rezaba, lo reconozco. Empujado nace después de un largo invierno.
por la necesidad o por el miedo, intentaba obtener los favo- Me sentía feliz. Feliz de su alegría. Su alegría se conver-
res de ese Dios todopoderoso. Muchas veces creí que me tía en la mía. Irresistiblemente. Pero una vez más, yo no lo
había atendido, pero casi siempre chocaba con su terrible entendía. ¿Qué sucedía en mí, que pudiese hacer nacer una
silencio y me desanimaba. felicidad tan grande?
Desde mis entrevistas con el Sabio, de nuevo sentía Todavía era de noche.
deseos de rezar. Necesidad de rezar. Era extraño. Buscaba
un interlocutor. Buscaba a Dios. Pero no quería a mi dios. El Sabio adivinó mi pensamiento. Ya lo he dicho, él lo
Y le decía: adivinaba todo, antes de que yo lo dijera. En mis primeras
entrevistas con él, yo estaba nervioso, humillado, como un
hombre que, a su pesar, está desnudo ante un extraño.
Puesto que creo que existes, dios mío desconocido,
Dios que me atormentas, Ahora me sentía feliz. Así, el amigo se alegra de que su
Dios silencioso, amigo se reúna con él por encima de los vestidos y del ruido
Date a conocer. de sus palabras. No necesita hablar, le basta con estar allí.
Si hoy te rezo, no es para obtener algo material.
En ti, dijo el Sabio, es de noche, pero la noche de Navi-
Es por la luz.
Necesito luz para iluminar mi camino. dad. Alégrate, porque hoy en tu corazón, como un niño
Es por el amor. pequeño, nace el verdadero Dios del cielo y de la tierra.
Necesito ser amado para poder por fin amar. Él viene hacia ti. Él viene a ti, porque tú has dicho sí.
¡Oh, mi Dios desconocido!: Acógelo. Ámalo.
no te comprendo,
—¿Cómo lo reconoceré, si no lo conozco?
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61
—Desnuda a tu dios, hijo mío, porque tu dios no es el Mi amigo calló. Bajó la cabeza y vi que sus labios de
verdadero dios, e igual que tú, yo no puedo arrodillarme nuevo se movían imperceptiblemente. Ahora sabía que re-
ante él. zaba y respeté su oración.
Quítale sus ropajes de todopoderoso, de juez y de
mago. Aparta de él sus atributos del poder. Arráncale to- * * *
dos esos disfraces con que lo han vestido a tus ojos, los
sabios, los hombres de leyes y de reglamentos, como tus Rezó largo rato; yo observé que el silencio no sólo no
prejuicios y tus falsos conocimientos, tu imaginación y tus me molestaba, sino que me satisfacía. Me instalaba en él
deseos, tus temores y tus cobardías. como en un lecho de paz. Y salía de él extrañamente des-
Desnuda a tu dios. cansado.
Y cuando por fin hayan caído, uno a uno, todos los Pero el Sabio levantó la cabeza. Repentinamente, dijo
oropeles con los que en capas sucesivas has recubierto al en voz alta: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que
verdadero Dios, entonces, él aparecerá a los ojos de tu hacen» 1 :
corazón y tú conocerás y verás, que el verdadero Dios sola- No saben reconocer al amor,
mente tiene un rostro, el del amor desnudo, Jesucristo: escarnecen al amor,
Desnudo en el pesebre, matan al amor.
Desnudo en la cruz. Ayer, hoy, mañana,
en ti, en tus miembros.
El Sabio levantó la cabeza. Miraba enfrente de él. Seguí
su mirada y vi que contemplaba un crucifijo. Una magnífica «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
madera esculpida, clavada en la pared, ante él. El rostro Padre, perdónanos,
resplandeciente de un Jesús muerto, pero vivo más allá de y devuélvenos el amor.
su muerte.
Supe entonces, con una certeza absoluta, que es en él
en quien el Sabio creía. Que es a él a quien amaba.
—«Mira, dijo el Sabio, sin apartar los ojos del rostro De nuevo calló. Rezaba otra vez.
amado. Incliné la cabeza, como para vivir mejor en el interior.
Él es el verdadero Dios venido ante nosotros en Jesu- Y creo que yo también rezaba, porque me puse a susurrar
cristo, de repente:
sin vestidos humanos, «Padre, perdóname, porque yo no sabía lo que hacía.»
sin potencia humana, A partir de este momento preciso, sentí deseos de ser
sin poder humano, perdonado.
abandonado,
despreciado, * * *
solo,
desnudo,
para que los hombres, por fin crean que sólo el amor da la
vida, salva la vida, hace florecer la vida en alegría eterna.» 1. Lucas 23, 34.

62 63
Esta vez fui yo quien rompió el silencio. Le dije al
Sabio:
—Si Dios es este del que hablas, estoy dispuesto a 15
amarlo. ¡Sería tan hermoso, un Dios que esté muy cerca, y
que ya no dé miedo!...
Pero, ¿cómo podría creer en este Dios tan pobre, tan
despojado, tan lejos, sí, tan lejos de la imagen de mi dios,
aquel en quien yo creía sin poder amarlo?
—Ve hacia los otros, hijo mío, respondió el Sabio.
... y reza otra vez, porque «nadie viene a Jesús, si el
Padre no lo llama» 2 .

Él me llamaba. Estaba seguro de ello ahora. Desde ha-


ce tiempo, desde siempre, él me llamaba.
Era él el que se dirigía a mí más allá de mi hambre y de
mi sed insatisfechas. Más allá de mi hastío de mí mismo,
de mis morriñas, de mis remordimientos. Más allá de mis
rebeldías ante la injusticia y los sufrimientos de los hom-
bres. Más allá de mis deseos locos de verdad, de paz, de
amor, era él.
El, el Dios Amor.
Me llamaba... pero, ¿cómo hubiese podido encontrar-
lo? Yo estaba encerrado en mi casa cerrada. Era necesario
que me levantase y saliese de ella.
Me había levantado. Había salido. Pero dudaba en el
umbral de la puerta. Y el Sabio me empujaba.
Me empujaba a mi camino de hombre. El mío. No el de
mis ideas, de mi imaginación y de mis sueños. Ni el de mis
impresiones, mis sensaciones, mis emociones. Sino el de
mis hermanos de cada día, en mi vida cotidiana.
Me decía: «Ámalos»; y poniéndome en su camino, me
ponía inequívocamente en el camino de Dios. Del verdade-
ro Dios.
Yo no sabía que «a Dios nadie lo ha visto jamás» 1 , pero
que tomó figura de hombre en Jesús. Y que desde la venida

2. Juan 6, 44. 1. 1 Juan 4. 12.

64 65
de Jesús, nadie podía amar y servir a Dios, a quien no veía, C reo que la creación es fruto del amor,
si no amaba y servía a los hermanos a los que veía . porque el amor quiere hacer partícipes de su felicidad.
A tientas, en la noche, yo buscaba a Dios, pero no lo Creo que todo hombre, incluso antes de que exista,
buscaba por el buen camino. Y el dios que yo buscaba era es amado personal e infinitamente por Dios 4 ,
y que lo será siempre, cualesquiera que sean su rostro y los caminos
un dios falso. de su vida.
Ahora tenía que aprenderlo todo. Creo que el hombre es pensamiento de amor de Dios, hecho carne,
Mi Dios desvestido, desnudo, en el pesebre, y que esta imagen de Dios en él
desnudo, en la cruz, puede ser desfigurada, pero jamás puede ser destruida.
Creo que el hombre, hecho por amor, ha sido creado para el amor
con todas mis fuerzas deseaba yo conocerlo y amarlo.
y por tanto libre
e invitado a la felicidad infinita del amor.
# # *

Volví a ver al Sabio y le dije: «Amigo, habíame otra vez


Creo que Dios ha dado toda la creación a los hombres
de Dios.» para que juntos tomen posesión de ella, la completen
—Hablaré, hijo mío, ya que me lo pides. Pero tienes y la pongan al servicio de todos.
que saber que no «se aprende» a Dios. Él se revela. Creo que Dios ha creado al hombre creador con él
Quizás a través de mis palabras recogerás algunas luces —por medio de la familia humana, imagen de su familia—
y libre de hacer surgir la vida o de rechazarla.
sobre él, pero a él, lo encontrarás y lo reconocerás amando
en tu vida.
—A pesar de todo, habíame de tu fe.
—¿De toda mi fe? Creo que «Dios amó tanto al mundo, que envió su Hijo al mundo» 5
y que así el amor infinito tomó en María, rostro de hombre,
—Sí.
cuerpo de hombre,
—Es demasiado pronto, comprenderías solamente con corazón de hombre:
tu cabeza pero tu corazón no seguiría. Jesús de Nazaret,
—Habíame, a pesar de ello, de tu fe. Mi corazón segui- treinta y tres años de vida plantada en el centro de la historia humana
rá... de lejos. y cubriéndola toda.
Entonces, dijo: Creo que Jesús,
por ser hombre, es hermano de todos los hombres;
Creo que Dios es amor 3 . por ser hermano de todos los hombres, es solidario de sus pecados,
Creo que es familia: el no amor.
Padre, Hijo, Espíritu Santo, y sufre con ios sufrimientos de ellos tanto como con el suyo propio.
tres personas, tan unidas por el amor Creo que Jesús, dando su vida por amor a sus hermanos, ha devuelto a
que forman solamente uno. cada uno de nosotros y a la humanidad entera
Creo que Dios es felicidad infinita todo el amor malgastado por nosotros,
porque es amor infinito. y que, ai restituirnos el amor, nos ha restituido la vida.
Creo que Jesús ha traspasado la muerte, que está vivo entre nosotros,
* # * hasta el fin de los tiempos

2. 1 Juan 4, 20,
4. Eíesios I. 4-5.
i. I Juan 4. 8.
5. Juan 3. 16.

66 67
y que los hombres, por él y en él, pueden vivir la vida que no
terminará.
Yo había escuchado subyugado, fascinado. Es verdad,
yo no comprendía, pero confiaba. Igual que el hombre to-
* * * talmente recogido mira fijamente la línea oscura del hori-
zonte, donde la noche vacila todavía, y después lentamente
Creo que los creyentes y los que aman a Jesús forman juntos
desaparece ante el sol que se levanta.
un gran pueblo, una gran comunidad: la Iglesia.
Creo que esta comunidad-Iglesia, de la que soy miembro en Jesús y Y las caricias de la luz sobre los capullos de las flores
con mis hermanos, van secando, una a una, las lágrimas de la noche.
es, por nosotros, pobre y pecadora,
y que no ha sabido guardar su unidad. Él era mi sol, «la luz que ilumina a todo hombre» 6 .
Pero creo que está llamada a ser Santa,
una y signo del amor.
Se había levantado en las tinieblas de mi corazón, y mi
Creo que Jesús ha querido para ella unos responsables; corazón lo había reconocido sin conocerlo plenamente. Es-
que estos responsables son hombres, y que por tanto son pecadores taba embargado de alegría y gritaba:
y pueden equivocarse, —Amigo, es pues Él este soplo misterioso, que viene de
pero los respeto y ios amo porque Jesús los ha querido, elegido otra parte y vuela hacia otra parte.
y llamado,
y su Espíritu los acompaña por los largos caminos de la historia.
—Sí, hijo mío, es él, el Espíritu Santo, el Espíritu de
amor, Dios.
—¿Y el Espíritu de Dios está presente en nuestros
amores?
Creo que el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, es soplo de amor,
que viene al encuentro del hombre —libre—,
—Sí, hijo mío, como el sol está presente en cada uno de
libertad que puede abrirse a él sus rayos, y la fuente presente en cada gota de agua del río.
para acogerlo, Los rayos de sol, ya lo ves, no son el sol. El río no es la
dejarse invadir por él, traspasar por él, fuente, pero no habría ni luz, ni río sin el sol y sin la fuente,
y ser enviado hacia los otros. que se ofrecen y después se dan.
Soplo de amor que une el hombre al hombre,
los hombres a los hombres y al universo, Así el amor es más grande que tu corazón y mucho más
y que construye el reino del Padre, grande que tu cuerpo. El amor es soplo de Dios que invade
Reino de amor arraigado en el hoy de la historia humana para la tierra. Penetra tu corazón y tu cuerpo, como penetra a
llegar a su plenitud mañana en el amor trinitario. todo hombre que ama. Porque «todo amor —auténtico—
* * * viene de Dios» 7 y vuela hacia Dios, pasando por el hombre
libre, que se abre, recibe y a su vez devuelve.
... por ello, hijo mío, creo que con Jesucristo, en Jesu- —Pero entonces, dije súbitamente inquieto, ¿cómo
cristo: pueden amar los que no conocen al Dios Amor?
Vivir es amar bajo el soplo del Espíritu. —Los rayos de sol no conocen al sol, ni el río a la
Y creo que el amor no puede morir, fuente, y sin embargo la luz brilla sobre el mundo y en el
porque viene de Dios cauce del río, el agua fluye hacia el mar. Así, hijo mío,
y vuelve a Dios. muchos hombres aman a sus hermanos, sin conocer el amor

* * *
6. Juan 1,9.
7. 1 Juan 4, 7.

68 69
que los anima, y sin conocer el nombre y el rostro de aquel
a quien aman, cuando aman a sus hermanos.
Si son fieles, los descubrirán más tarde, cuando la vida 16
estalle más allá de la engañosa muerte, la del grano al que
se llama muerto porque está enterrado. Entonces sus ojos y
sus oídos se abrirán y Jesús les dirá: «Era yo.»

Era yo, el hambriento a quien has dado de comer,


hambriento de pan, de dignidad, de amistad.
Era yo, el extranjero al que acogiste,
el hombre de más allá de las fronteras, que entre vosotros habéis
levantado.
Era yo, el prisionero al que liberaste,
el esclavo clavado a todas las cadenas que los hombres han
forjado. Era demasiado hermoso. Me sentía feliz, pero inquieto.
Era yo, Era yo... No podía seguir. Mi corazón echaba a volar, pero mis
E r a y o el pobre, pobre de ti, mientras guardando tu vida para ti no te
diste a mí dándote a los otros. pies pesados se arrastraban por el camino. Como el hombre
cautivo, que, liberado al fin pero deslumhrado, camina a
... y éstos entrarán en el gozo del amor infinito, porque tientas por el camino recobrado.
habrán amado%. A mi alrededor la vida no cambiaba. La realidad estaba
—Pero entonces, dije, basta con amar. ¡Qué le importa ahí. Testaruda, menos bella que mis sueños... ya que, ¿no
al hombre conocer a su Dios, desde el momento que le es había soñado? A veces, lo temía sin creer verdaderamente
fiel! en ello.
—No digas eso, hijo mío. Descubrirás poco a poco que Mi familia, mi trabajo, el mundo, habían recobrado sus
el que ama no tiene más que una pasión: revelarse al ama- colores de los días sin sol.
do. Y el que es amado sólo tiene un deseo: conocer el No había comprendido todavía que la luz estaba en mí y
nombre y el rostro de su amor. Entonces el uno y el otro, que el camino se iluminaba cuando mi corazón ardía.
en la claridad, pueden libremente recibirse y darse. Los otros a mi alrededor me parecían muy lejos. Estaba
persuadido, sin haberlo comprobado, que no pensaban lo
* * * que yo pensaba, que no veían lo que yo veía. ¿Con quién
podía entonces compartir mi alegría, mis esperanzas y mis
Me retiré silenciosamente. Feliz y recogido, como se va dudas? Y por otra parte, aunque hubiese encontrado las
un hombre conmovido por un encuentro. Porque para mí palabras para manifestarlas, no me hubiese atrevido. Se
Dios se había convertido hoy en... alguien. hubieran burlado de mí.
Una vez más, me encontraba solo.

No obstante, mis descubrimientos y las certezas que


poco a poco se instalaban en mí me obligaban irresistible-
8. Maleo 25. 31-46.
mente a cambiar de vida. «Salía» menos y, señal muy

70 71
importante, en mi habitación ya no huía, el silencio residía que me ama 1 ... y lo amo más a medida que descubro la
allí más a menudo, sin que yo lo echase. profundidad de su amor.
Fuera de casa, escuchaba a los otros y comenzaba a Ahora bien, ya ves hijo mío, yo ya te lo he dicho, el que
mirarlos con ojos benévolos. Nacía entonces la simpatía es amado y ama no puede dejar de dar a conocer a aquel a
donde hasta aquel momento reinaba la indiferencia, y a quien ama. Por eso he hablado.
veces la hostilidad. Pero el ruido de mis palabras no debe ahogar el murmu-
Me lanzaba cada vez más al servicio de mis hermanos, llo de Su Palabra. Yo no puedo conducirte al camino, a la
casi sin quererlo, como empujado por una fuerza en mí, cita del corazón, sino que es «El» quien te declarará su
también ella liberada, y ahora disponible. ¿Era el soplol amor.
No me atrevía a responder, pero izaba mi vela. Levántate, ve a su encuentro, que él viene a tu en-
cuentro.
Lo confieso, no me reconocía a mí mismo. Era más
decidido, más fuerte, y a la vez, más pequeño, más débil. El hombre es loco porque pretende vivir sin la vida y
Me decía que yo solo no llegaría a vivir y a amar como amar sin el amor.
deseaba. Para un creyente, olvidarse de rezar es olvidarse de
Necesitaba a alguien. ¿A Dios? Tal vez. En todo caso, vivir.
no a mi antiguo dios sino al Dios del Sabio, el Dios Amor, Hoy, muchos hombres languidecen porque, a medida
el verdadero. Yo no lo conocía y sin embargo... me sor- que van creciendo, creen poder prescindir de Dios. Son los
prendía cada vez más rezándole. Al menos, creo que reza- dueños de la tierra. La dominan cada día más. La vida
ba, porque todavía no sabía qué era rezar. misma se hace cada vez más dócil entre sus hábiles manos.
Dios lo ha querido. Es bueno y hermoso.
* * * Pero los hombres olvidan que no son las velas del barco
las que hacen nacer al viento. Ahora bien, dedican mucho
De este modo vivía y pensaba, cuando recibí esta carta más tiempo a estudiar los planos de magníficos navios, a
del Sabio: levantar los mástiles y reparar las velas que a ofrecerse al
viento, que sobre las olas los hará correr y cruzar los mares.
Una vez más, hijo mío, me reprocho por haber hablado A fuerza de olvidar a Dios, los hombres orgullosos
demasiado en nuestro último encuentro. Hay que ser pa- creen poder prescindir de él. Cada uno de ellos se cree
ciente. Mucho tiempo separa las semillas de la cosecha, y dios, y solo quiere crecer explotando a los otros. Ahora
de nada sirve tirar del retoño que nace. bien, los hombres vivirán y harán de la tierra un mundo de
Perdóname, pero compréndeme. Mucho antes que tú, justicia y de paz cuando puedan dirigirse juntos al Dios
he sufrido el hambre y la sed de vivir, y como tú descubrí único diciéndole: Padre nuestro, lo que significa: tú eres
que bajo este hambre y esta sed, muy profundo en mi cora- nuestra vida y eres nuestro amor, nosotros somos tus hijos
zón, se ocultaba el deseo de amar y más aún el de ser y somos hermanos.
amado. Por esto, hijo mío, te he pedido que rezaras.
Busqué y encontré a Dios, venido al encuentro de nos- * * *
otros en Jesús de Nazaret. Creí en él. Creí en su palabra.
Ahora sé que soy amado desde siempre. Y amo a Aquel 1. I Juan 4, 10.

72 73
Rezar es ir al encuentro de nuestro Padre, el Dios
Amor, como el río va al encuentro de su fuente y la luz al
encuentro de su sol.
Rezar es decirle a Dios: 17

Fuente, yo espero de ti el agua viva entre mis orillas cotidianas;


sin ti yo sería agua estancada,
que se pudre y muere.
5o/, espero de ti la luz para mi ruta de día;
sin ti yo solamente sería un niño de noche,
perdido,
en un camino sin salida.
Viento, espero de ti la fuerza que hinche mis velas a ti ofrecidas;
sin ti yo no sería sino una barca relegada,
que nunca franquea los espigones del puerto. Yo rezaba.
Brisa, espero de ti el soplo para emprender mi vuelo; Esta vez rezaba. Estaba seguro de ello... a la vez que
sin ti yo solamente sería un pájaro manchado,
que se arrastra en el lodo. maravillado.
... y de ti, el artista, espero que hagas brotar, de mi madera Sonreía pensando que mis padres, mis amigos, a mi
y mis cuerdas, una misteriosa vida, alrededor, estaban lejos de sospechar esta profunda evolu-
porque sin ti yo no sería más que un instrumento inútil, ción en mi vida. Confieso, una vez más, que no me habría
acostado, inmóvil y mudo, en el estuche de mis días.
atrevido a revelárselo. No por vergüenza, sino porque te-
... Pero vengo a tu encuentro. mía que con una reflexión, con una sonrisa, destruyesen lo
Estoy aquí, oh artista inefable, bello que nacía en mí.
y como un violín acurrucado entre tus brazos amorosos, ¡Una flor es frágil cuando se abre en una mañana de
recogido y libre bajo tus dedos que me buscan, primavera!
me ofrezco para desposarte en un abrazo de amor,
y nuestro hijo será música, para que cante el mundo. No rezaba solamente con palabras, sino con todo mi ser
concentrado, intentando hacerme presente a aquel que en
* * * la noche yo sabía infinitamente presente. Y como me había
aconsejado el Sabio, probaba simplemente dejarme amar.
Sí, hijo mío, rezar En silencio.
es levantarse y dirigirse al encuentro de Dios que viene Presentía que esto era lo esencial. Mi amigo, más tarde,
a nuestro encuentro, debía confirmármelo, pretendiendo que yo había empleado
es reconocer que él es nuestra vida y que él es nuestro muy poco tiempo en descubrirlo.
amor, Desde ahora sabía yo que ya no podría —como hacía
es recogerse enteramente y enteramente ofrecerse antes de vez en cuando, cuando estado perdido, débil y
para dejarse amar, antes que querer amar. perezoso— intentar atraerme los favores de mi dios de en-
tonces. Esta especie de dueño todopoderoso de no sé qué
supermercado para hombres hambrientos.
No pedía nada. La única fuerza que buscaba, era la
fuerza de vivir y de amar.

14 75
El artista más grande no puede tocar en unas cuerdas rotas.
No era fácil, porque mi espíritu vagabundeaba y mis El soplo del viento es impotente ante el navio desarbolado y las
deseos y mi corazón ardían. Yo estaba habitado por un velas replegadas.
mundo enloquecido, en donde la gente bailaba, se peleaba El glaciar más puro no podría engendrar un río magnífico
y gritaba en mis plazas públicas. Yo pasaba entre ellos sin si lo profundo de su lecho está cubierto de basuras.
... y Dios Amor no puede nada si el hombre libre no se presenta en pie,
inquietarme. Al contrario, al pasar estrechaba las manos de artesano laborioso de su propia vida
mis amigos, llevaba sus equipajes de preocupaciones y los y obrero de los mundos con sus hermanos reunidos.
problemas del mundo, y después, cargado con estos pesa-
dos fardos, lentamente, a menudo penosamente, en mi Debemos hacerlo todo —pero somos libres de hacer-
barca frágil remontaba mi río para alcanzar mi fuente. lo— y al mismo tiempo debemos esperarlo todo del amor,
Era recompensado. Cuando uno bebe en la fuente apa- sin el que nada vive ni sobrevive.
ga su sed. —Pero obramos mal. Horriblemente mal. ¿Por qué
Más tarde supe que Jesús había dicho: Dios nos deja acumular tantos errores y experimentar tan-
tos sufrimientos?
Quien beba el agua que yo le daré —Porque no puede impedirlo.
ya nunca tendrá sed. —Pero él lo puede todo.
El agua que yo le daré —Todo, salvo quitarnos la libertad.
se hará en él fuente de agua que brota para la vida eterna 1 .
* * *
Allí estaba la vida. Yo estaba seguro. Pero lo repito, no
era fácil. Yo no quería comprender.
* * * Sentía despertarse bruscamente en mí todas mis rebel-
días pasadas. Pensaba en todos los momentos de mi vida
malgastada, a causa de esta «libertad». En el mal que me
No era fácil a causa de mis hábitos pasados, de mi tor- había hecho y en el que yo había hecho. Pensaba sobre
peza, pero también a causa de algunas de mis preguntas todo en la miseria del mundo: las enfermedades, el ham-
que permanecían sin respuesta. Estas preguntas eran ahora bre, las injusticias, las guerras..., un cortejo espantoso de
más serias, más profundas y por ello me entorpecían más. innumerables e innombrables sufrimientos que la humani-
Constantemente necesitaba de las luces del Sabio. ¡Y dad arrastra consigo desde la noche de los tiempos.
las necesitaría mucho tiempo todavía! ¡Dios asistía impasible a este estropicio monstruoso!
* * * ¿Cómo podía admitirse?

En un instante las certezas que creía firmemente es-


—Amigo, le dije, la otra tarde me aconsejabas esperar- tablecidas en mí de nuevo se tambaleaban en sus bases.
lo todo de Dios, pero si lo espero todo de él, ¿qué me ¿Iban a derrumbarse?
queda por hacer a mí? La duda había reaparecido. La creía vencida. Pero vivía
—Te queda todo por hacer, dijo. todavía, termita devastadora, bajo la capa ligera de mi frá-
Compréndeme: gil felicidad.
Sí, dudaba del amor.
1. Juan 4. 14.

76 11
Tener conciencia de ello me trastornaba. Estaba cons- El continuó: Mira, hijo mío, una madre que ama autén-
ternado. Pero la rebeldía en mí se hizo más fuerte que mi ticamente es capaz, por ese mismo amor, de arriesgarse a
abatimiento, y casi gritando me dirigí al Sabio: que su hijo se caiga, se hiera y muera, antes que quitarle la
—¿Por qué Dios nos ha dado esta libertad que mata? libertad de vivir. Y sin embargo, ella sabe de antemano que
¡Él sabía que mataría! su hijo sufrirá.
—Porque nos ama, respondió él dulcemente. Si retrocediendo ante este riesgo, ella se negase a sepa-
—¿Es amar jugarse el sufrimiento y la muerte de aque- rarse poco a poco del hijo querido, a dejar de llevarlo enci-
llos a los que se ama? ma y «protegerlo» —con el pretexto de ahorrarle las prue-
¿Es amar dejarlos pudrirse en las cárceles, gritar bajo la bas de la vida— mataría en él al hombre en que debía con-
tortura, morir de hambre, pelearse, matar y hacerse ma- vertirse.
tar?... —Pero si su hijo se hiere, dije tímidamente —pues la
Mi cólera se hinchaba con todas las quejas de los hom- seguridad que me daba la cólera había desaparecido— ¿lo
bres. Se alimentaba de todas las súplicas insatisfechas de abandonará con el pretexto de que es... un hombre?
los suplicantes, que desde hace siglos pidieron en vano, —No, no lo dejará solo. Se apresurará a ir hacia él, se
para sí o los suyos, ser socorridos, preservados, salvados. acercará y soportará su sufrimiento con él.
Quería una respuesta. Para los otros. Para mí. Era ne- —Pero el sufrimiento permanecerá.
cesario que alcanzase la duda en mí, y la venciese para —Es cierto. Pero si el hijo se deja amar, se volverá más
siempre. Con ella en mi corazón, no podría revivir. fuerte para soportarlo. Cuando alguien está «herido» por
—Cálmate, hijo mío, dijo el Sabio. Escucha: un amor verdadero, este amor hace surgir en él una energía
escondida: la de la vida retenida durante demasiado
La madre ¿amaría a su hijo si no quisiera «ponerlo en el mundo» tiempo.
porque el mundo es malo? Amar es hacer brotar en el otro una nueva vida. Es re-
¿Lo amaría si, por ser pequeñito, no quisiera «ponerlo en el suelo»
porque no sabe andar y puede caerse y hacerse daño?
crear al otro.
¿Lo amaría si, adolescente, lo encerrase en casa —Y ¿es así para Dios?
porque todavía no sabe vivir y amar? —Exactamente. Salvo que para él su amor es infinito y
la vida que él nos da es su vida eterna.
Él se calló, y yo no decía nada. No tenía nada que decir. —Entonces ¡no hay que hacer más que abrirnos a Dios!
Sabía que solamente más tarde, cuando hubiese vuelto a —Sí, pero también para esto, somos libres, porque
casa, encontraría nuevos argumentos para combatir. ¿dónde estaría el amor si nos viésemos obligados a amar?
Por el momento, tenía una vez más la desagradable im-
presión de que discutir con el Sabio era inútil. Mi espíritu
se rebelaba, pero presentía que mi corazón, muy bajo,
asentía ya. Así he comprendido poco a poco, continuó el Sabio,
Lo que me desarmaba en mi amigo era su calma. Su que Dios, porque es amor, no podía hacer otra cosa que
dulzura. Me daba cuenta de que no quería convencerme crearnos libres. Porque es Padre —y no paternalista— no
para ganar, sino hacerme comprender para ayudarme. podía hacer otra cosa que querernos en pie y totalmente
Y por ello yo creía, en el fondo de mí... que él debía responsables: de nosotros mismos, de los unos y de los
tener razón. otros, y juntos, del universo y de la humanidad.

78 79
Hemos crecido. Y nuestro poder sobre el mundo y so- cuentemente hace del mundo un campo de batalla y nos
bre la villa crece. Creceremos todavía más. Pero creo que convierte en seres que sufren. Pero he comprendido que, si
hoy el hombre ya se ha hecho adulto. por un azar, pudiésemos renunciar a esta libertad, renun-
—Pero sigue siendo igualmente débil. ciaríamos a ser hombres, y dejaríamos de poder amar.
—Es cierto. Es imagen de Dios y no Dios. Nosotros lo Entonces, a plena luz, acepté el hermoso riesgo de la
olvidamos y carecemos de lógica. Estamos orgullosos de vida, el hermoso riesgo del amor, para mí... —el Sabio
nuestra libertad y la defendemos ferozmente. Exigimos que dudó un breve instante y después añadió— ... y para
la misma sea total pero, cuando usamos mal de ella, le otros...
suplicamos a Dios que venga a reparar nuestros errores y a Un día te lo explicaré.
curar nuestras heridas.
Y, porque no interviene como querríamos, nos es- Se ensimismó largo rato. Después, sin cambiar de lugar,
candalizamos y dudamos de su amor... o de su existencia. rezó en voz alta por primera vez delante de mí:
—Pero ¿interviene algunas veces?
—Nunca a la manera de los hombres, «asumiendo el Señor, hubieses podido hacernos árbol en el bosque, u oveja en un prado.
poder» en nuestro lugar. No nos respetaría. No nos amaría, Hubieses podido hacernos elegantes marionetas en la pasarela de
y si puedo expresarme así, sufre por no poder hacerlo. Está la historia y,
tirando de los hilos de nuestros miembros dóciles,
como prisionero de su amor. hubiésemos representado sin falta la comedia humana.
Pero nos envía a su Hijo para revelar este amor infinito Pero somos hombres, en pie y libres.
y ponérnoslo cerca. Gracias, Señor,
Jesús viene, no como el dios todopoderoso que con de- porque no has querido hacernos juguetes de lujo para distraer
masiada frecuencia esperamos, sino como Dios hombre, tu cielo,
nuestro hermano, solidario de nuestros errores, y sin nin- sino hijos para amarte
y hermanos para amarse.
gún otro poder que el del amor que se entrega, y que salva.
Él tampoco nos deja solos con nuestros sufrimientos. * * *
Los lleva con los suyos y dando su vida por nosotros, nos
devuelve al mismo tiempo la nuestra liberada. Vida nueva y Señor, hubieses podido ofrecernos un mundo totalmente acabado, en
vida recobrada, resucitada, en nuestros corazones que la donde no hay que buscar nada ni encontrar nada,
acogen. ciudades terminadas, puentes ya colocados sobre los ríos domeñados,
viviendas construidas y caminos trazados sobre las montañas
Somos recreados pero siempre libres. aplanadas,
... Sólo progresivamente entrarás en este misterio del fábricas paradisíacas para obreros dóciles,
amor. ¡Entonces podrás amar auténticamente! planes para aplicar sin errores posibles.
Pero somos hombres, en pie, libres, y constructores del mundo.
# # * Gracias, Señor,
porque no has querido hacer de nosotros ejecutantes sin alma
de órdenes venidas del cielo,
—Tranquilízate, no me extrañan tus rebeliones. Yo sino responsables del universo,
también las he compartido. También yo, algunos días, he creadores orgullosos bajo tu mirada de Padre.
deseado gritarle a Dios mi rencor ante su tremendo silen- # * *
cio. Y maldecía esta hermosa pero trágica libertad que fre-

80 81
Señor, hubieses podido programar nuestras uniones y Y nos habríamos quedado, hombres en pie, pero solos
construir nuestros hogares, con, entre nuestras manos, nuestros pecados, nuestros
darnos hijos ya criados, y nietos, en número decidido de antemano. sufrimientos,
Hubieses podido contar nuestros besos y regular nuestros abrazos, estos desechos del amor cuando aborta el amor.
conducir nuestras manos hacia las manos de nuestros hermanos,
y hacer florecer así, en una tierra de ensueño, * * *
parejas unidas para siempre, amistades forzadas, una paz impuesta.
Pero somos hombres, en pie, libres y responsables de Pero tú subiste al árbol muerto,
la humanidad. abrazando nuestros pecados y nuestros sufrimientos, al abrazar
Gracias, Señor, su madera.
porque no has querido hacer de nosotros muñecos de carne, Y el árbol floreció con una nueva vida,
sumisos entre tus dedos ágiles, y su fruto es el amor que salva y hace libre.
sino hijos queridos, ricos en vida recibida, * * *
que eligen amar,
o rechazan amar.
Señor, te amo porque me amas lo bastante para quererme libre
* * * y porque, arriesgando tu gloria por esta libertad,
has venido junto a nosotros hombre «todo impotente»,
pero «todopoderoso» de amor.
Y, cuando como niños malcriados y que olvidan a su Padre,
lo hemos roto todo en este mundo frágil, Señor, te amo porque esa tremenda libertad, que nos hace sufrir tanto,
confiscando para nosotros lo que es para nuestros hermanos, es la maravillosa libertad que nos permite amar.
disputándonos el poder, explotándonos, combatiéndonos
Señor, cuando, inclinados bajo la cruz de nuestros días,
y matándonos,
y a veces cayéndonos,
Señor, desesperando de nosotros, hubieses podido quitarnos
cuando llorando, gritando, ante la cruz del mundo,
tu confianza y tu amor loco
y a veces rugiendo,
y, recobrando el poder que habías dado,
sintamos la tentación de blasfemar, de huir,
rehacer en lugar nuestro, un paraíso sobre la tierra.
o sólo de sentarnos,
Pero ya no seríamos hombres, en pie y libres.
danos la fuerza de volver a levantarnos y de seguir andando, sin maldecir
Entonces, Señor, para salvarnos sin matar la libertad, tu mano, que se tiende pero no lleva nuestras cruces,
enviaste a tu Hijo, hombre como nosotros, en pie y libre. si nosotros mismos no las llevamos como tú llevaste la tuya.
Y tú, Jesús, hubieses podido cambiar las piedras en panes 2
y alimentar con tu mano a los hombres que tienen hambre.
Hubieses podido seducir a la humanidad,
con tu omnipotencia por fin desvelada ante nosotros,
y hubiésemos dicho sí, sin poder decirte no.
Pero ya no seríamos hombres, en pie y libres.
Hubieses podido ser para nosotros el Dios vencedor,
que abate a nuestros enemigos,
y hubiésemos recibido la paz sin haberla ganado.
Después hubieses podido volver sin trabas al cielo de tu Padre,
por un camino distinto del camino de la cruz.

2. Tentaciones en el desierto: Mateo, 4, 1-1 i.

82 83
Parte segunda

Cuando el amor tiene un rostro


18

Es peligroso acercarse a la luz. Yo he tenido la dolorosa


y necesaria experiencia. Cuando en una casa una habita-
ción está a oscuras oculta su desorden; pero, cuando apare-
ce la luz del día, aparecen también el polvo sobre los mue-
bles y la suciedad del suelo.
Yo no hubiese querido que el Sabio visitase mi casa.
Mi corazón estaba recargado. Todo lo que había pensa-
do, imaginado, soñado, y... hecho, todas mis búsquedas,
experiencias, intentos de amar—al menos lo que yo llama-
ba entonces amar— yacían en desorden en la memoria de
mi corazón herido. Los recuerdos son tenaces, y aunque los
hay luminosos, muchos otros son tristes y feos. Los lleva-
mos con nosotros, amontonados como en nuestros grane-
ros y bodegas, los viejos objetos rotos, que se estropean y
pudren.
Hoy yo quería librarme de ellos. Pero estaban ahí.
Deseaba hablar de ellos. Necesitaba hablar. Creía que
si lo conseguía, quedaría liberado en parte. Pero tenía mie-
do de defraudar al Sabio. Me daba vergüenza mostrarme
tal como era. ¿Qué pensaría de mí? ¡Apreciaba tanto su
amistad!
* * *

87
Fue mucho más fácil de lo que yo suponía. vendaval su árbol puede caerse. Pero quien lucha lealmen-
Le hablé primero de todos los sueños y deseos locos te para buscar la vida, con seguridad la encontrará, porque
que, en mi corazón y en mi cuerpo, daban vueltas y más la vida viene a su encuentro en las alas del amor, y el amor
vueltas desde hacía tiempo como animales enjaulados. es alguien que nunca nos falla.

El me escuchaba atentamente, tranquilamente. Me había calmado, aunque no totalmente tranquilo.


Entonces me animé y le confesé todo lo que ahora lla- Insistí.
maba mis errores, mis faltas, todo este amor malgastado, —Pero todos mis fracasos y errores, dije, siguen es-
manchado, que me había herido y que, estoy seguro, había tando en mí. Los llevo y los arrastro. Retrasan mi marcha y
herido a muchos otros. Me sentía mal. Como si al desente- se pudren en mi corazón como trozos de vida malgastados.
rrar estos recuerdos escondidos los encontrase más tristes A menudo me esfuerzo por olvidar. Pero ¿cómo podrís,
todavía de lo que yo había pensado. negar el mal que me he hecho y el que he hecho a los
demás? ¿Puedo reparar mi corazón y los corazones destro-
Hablaba cada vez más lentamente. zados, mi cuerpo y los cuerpos que a menudo he herido?
De vez en cuando, levantando tímidamente la cabeza —No se trata de olvidar. ¡Oh no, sobre todo no olvi-
que tenía inclinada, me detenía, acechando en el rostro del dar!, exclamó el Sabio.
Sabio señales de reprobación o de condenación. En vano. —¿Qué puedo hacer entonces?
Permanecía tranquilo. Acogedor. Caluroso, incluso. En- —Darlo todo.
tonces me atreví a mirarlo a los ojos, y su mirada me tran- —¿Cómo?
quilizó. Comprendí que me seguía amando igual. —Aceptando en primer lugar no enterrar nada del pa-
sado, sino al contrario, desenterrarlo todo para mirarlo de
—¡Cómo has debido sufrir!, murmuró al fin. frente. La vida que creíste destruida y reducida al silencio
—¡Por qué no te habré conocido antes!, suspiré yo a mi continúa sobreviviendo en ti. Sí la ignoras, un día se
vez. vengará.
—Tranquilízate, hijo mío. Sin duda alguna, quienes sa- No temas, hijo mío, revivir los acontecimientos que te
ben lo que es el amor, porque se lo han enseñado y sobre han marcado, llamar malo a lo que es malo, poner tus heri-
todo porque lo han visto florecer a su alrededor, a menudo das al desnudo y también las que has infligido a tus herma-
no miden la suerte que tienen —si son fieles— de evitar nos. Sólo puedes dar lo que llevas en tus manos.
errores y heridas; pero ¿crees que el árbol, cuando hunde —¿Dar, a quién?
en la tierra sus múltiples raíces, las planta todas rectas en el —A quien ha venido a llevar nue'stras cargas: Jesu-
mantillo nutritivo? Con frecuencia se extravían en tierras cristo.
infértiles. Encuentran piedras que les hieren cruelmente. —¿Qué puede hacer él con esto?
Buscan a tientas en la noche, y a veces caminan muy lejos —Lo que se hace con la madera seca: echada al fuego
antes de encontrar por fin su verdadero alimento. Pero si como desecho inútil, renace como luz y calor para los que
perseveran fielmente, un día su árbol florecerá y dará su están en la casa.
fruto. Dale a Jesucristo tus errores y sufrimientos; su amor lo
Así es el hombre. Se hace en la noche, y temo por el quema todo y devuelve la vida.
adolescente que no haya tenido que combatir. Al primer —¡Es demasiado sencillo!

88 89
No, es muy difícil, poique es difícil creer que el amor es < )h mundo en pedazos, mundo inacabado,
mus fuerte i/uc nuestras faltas. mundo en gestación, que se hace y se deshace.
Sin embargo, ahí está el secreto de nuestra verdadera Mundo ofrecido al hombre para que el hombre lo acabe,
estás aquí ante nosotros,
liberación. prometido desde el origen,
para que el hombre te conduzca a las bodas eternas.
Liberarme del pasado, quería intentarlo, pero mañana I's preciso que el río penetre en la tierra virgen, extendida, disponible,
de nuevo, ¿cómo reaccionaría? Estaba seguro de ello, mi para que la tierra sea fecundable.
hambre y mi sed renacerían. Siempre tan fuertes, tan des- lis preciso que el surco, nutrido de sudores de hombres, reciba la semilla
para que nazca el trigo,
ordenadas. ¿Qué podría hacer para saciarlas? Después de
lis preciso que la espiga verde, acariciada por el viento, se una con el sol
todo, ¿era yo quien había hecho mi cuerpo, mi corazón, y para que madure la mies.
puesto en mí esos deseos locos que me atormentaban sin Es preciso que el trigo molido, preñado de levadura, despose el fuego
que pudiese dominarlos? para que se cueza el pan.
Es preciso que el cuerpo y el corazón del hombre marchen a la par,
Secretamente —una vez más— estaba resentido con el para que el hombre esté en pie.
Sabio. Él «me abría los ojos». Yo «veía» mis errores. Pero Es preciso que el espíritu del hombre despose la materia,
arrastrado por esta misteriosa fuerza que venía de más allá para que toda materia se haga servidora de vida.
de mí, me levantaba y me hacía bailar como a una brizna de Es preciso que, gracias al hombre, piedra y madera se junten,
para que se levante la casa.
paja en el curso de un torrente, yo sabía que mañana viviría
Y que, por medio de él, el hierro, la arena y el fuego se encuentren,
como ayer. para que el puente por fin una las orillas separadas.
Qué me importaba entonces entrever la belleza del Es preciso que el hombre tienda la mano al hombre,
amor si no podía vivirla. para que viva la fraternidad y florezca la amistad.
Es preciso que el combate de justicia por el hombre se abra al amor,
* * * para hacer nacer la libertad.
Es preciso que el hombre despose a la mujer,
para que nazca la alegría y el hijo de la alegría.
—¿Por qué es tan difícil amar?, grité tras un largo silen- Era preciso, por último, que Dios sea tres, y que estos tres sean uno,
cio. para que viva el amor en la Trinidad Santa.
Fue preciso que Dios se hiciese hombre,
—Porque amar es unir, dijo él, y el mundo alrededor de
para que el hombre se haga dios al
nosotros ha estallado en multitud de pedazos. Gigantesco convertirse en hijo.
rompecabezas que tenemos que reconstituir para hacer de Y ahora es preciso que los hombres libres, fecundados por el Espíritu,
él un universo. Millones de miembros esparcidos que debe- se reúnan en Iglesia para formar un solo cuerpo por el que circule
mos reunir para hacer de la humanidad un gran cuerpo la vida.
Entonces, reunidos todos, universo, hombres y Dios,
total. desposados en el amor,
Es una maravillosa y difícil aventura, en la que dos haremos cielo, y para la eternidad.
energías se enfrentan: una fuerza de división, el egoísmo y * * *
el orgullo, y una fuerza de unión, el amor. Al final del
egoísmo está la muerte. Al final del amor, la vida. Esta ¡Oh mundo en pedazos, mundo inacabado,
lucha está en ti, como está en mí y en todo hombre, y el valor mundo en gestación, que se hace y se deshace!
de nuestras vidas se mide por la fuerza de unión que cada A pesar de las convulsiones de tus miembros separados,
a pesar de las divisiones, los combates y las caídas,
uno de nosotros introducimos en el mundo. caminas, irresistible, hacia la unidad para la que estás hecho.

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I'oiquo, cu i > I o 1111 noche- do la historia, Jesús,
clavado en la inmensa cruz, de este mundo estallado,
en el corazón de su corazón, lo ha recreado de nuevo.
Y yo pequeño y débil en esta inmensidad, 19
indispensable miembro de este gran cuerpo que nace,
me ofrezco para hacer el amor, con el mundo que espera.

El Sabio calló.
Se saciaba de silencio, como el orador se refresca con
un gran trago de agua clara después de haberse quemado
los labios con el calor de las palabras.
Me levanté y me fui sin decir palabra. No sabía hablar
cuando no sabía qué decir.
El Sabio ya estaba acostumbrado a mis partidas repenti-
nas. Me sonrió, y su sonrisa, lo sabía, me decía «hasta
pronto». Esa noche me costó mucho dormirme. Los recuerdos
removidos se agolpaban en mí, como si los hubiese habita-
do una nueva vida. Por un momento, lamenté haberlos
exhumado. Algunos estaban tan profundamente enterra-
dos que los creía muertos. ¿Por qué haber liberado a estos
demonios encerrados?
Unidos a mis lamentaciones nacían rencores. Sentía re-
sentimiento contra mis padres por lo que del amor me ha-
bían dicho, y más todavía por lo que no me habían dicho.
Estaba resentido por el espectáculo que me habían ofrecido
de su amor difícil y a menudo tormentoso. Echaba la culpa
a algunos de mis educadores, a algunos compañeros, y la-
mentaba los múltiples rodeos de mis búsquedas enfebreci-
das. Estaba resentido conmigo mismo, tan orgulloso hace
poco de mis numerosas «conquistas». Hoy me parecían
otras tantas derrotas.
Envidiaba a los verdaderos creyentes que podían recon-
ciliarse consigo mismos, con sus hermanos y con Dios. Pe-
ro, decididamente, yo todavía no estaba ahí. Ir a contar mis
miserias a un sacerdote me parecía imposible. Se las había
contado al Sabio. ¿Por qué no me podía él dar el perdón y
la paz de su Dios?
Sin embargo, era necesario que me descargase, que me
liberase. Había comprendido que lo que estaba encerrado
en mí, vivía, y como voraz parásito, roía mi vida sin que yo
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lo advirtiera. ¿No era por esto que, sintiéndome débil tan- Es ella la que hace a la raíz amante de la tierra.
tas veces, carecía de fuerza para luchar? Es ella la que hace a la espiga de trigo amante del sol, y al sol galanteador
de la espiga.
Como el Sabio me aconsejaba, yo rezaba. Es ella la que hace que el pájaro cruce el océano, para buscar allí su tierra
Le dije a Dios: y construir su nido.
Es ella la que, entre los animales, empuja irresistiblemente al macho hacia
Te doy mi pasado, Señor, ya que parece que tú lo reclamas. la hembra.
Te lo daré mientras mis recuerdos se pudran en mis bodegas. No hay varias vidas sino una sola.
¿Es cierto que recuperas todos los desechos, incluso lo que llaman pecados?
Dicen que para ti nada está perdido, con tal de que te lo den. Porque hace miles de millones de años esta misma energía prodigiosa puso
Tú restituyes la vida a lo que estaba muerto. al animal en pie y levantó su cabeza.
Entonces abre mi corazón y mis dos manos cerradas, Es ella la que le abrió los brazos para que coja y modele la tierra.
aunque estén sucias, y tómalo todo. Es ella la que inflamó su cuerpo a la llamada de otro cuerpo.
Te doy incluso lo que no quiero dar... Es ella la que animó su cerebro para que pueda conocerse y conocer a sus
hermanos.
Es ella la que al fin, un día, hizo latir su corazón ante la luz naciente, en el
Repetía esta oración vestida con estas palabras, y con confín de una mirada.
muchas otras más, pero desgraciadamente mi plegaria una Y es hoy todavía esta misma energía la que viniendo del fondo de los
vez más topaba, dolorosa, con el silencio de Dios. tiempos, atravesando el universo, y la multitud de los hombres, surge en
ti brutal, como agua subterránea, que brota imperiosa, buscando a cie-
* * * gas su cauce y su mar.
Es ella la que hace nacer los múltiples deseos que con tanta frecuencia te
atormentan e inquietan, tan poderosos son y tan mal satisfechos,
Cuando yo escuchaba al Sabio, admiraba su discurso y deseos de aire, de agua y de sol, deseos de tierra nutricia,
no podía por menos de creer en sus palabras. deseos de vivir y de crecer, deseos de saber, de conocer,
Cuando yo escuchaba a mi corazón, y más aún a mi deseos de los otros, a quienes hay que descubrir,
y, sobre todo, esos maravillosos y turbadores deseos de la mujer,
cuerpo, aprobaba secretamente sus reivindicaciones.
de tu corazón hacia su corazón,
No hablaban el mismo lenguaje. ¿Cuál tenía razón? de tu cuerpo hacia su cuerpo,
—Los dos, me dijo el Sabio cuando le hice la pregunta. el uno y el otro volando hacia la unidad prometida.
Yo no lo comprendía, y él lo vio.
No hay varias vidas sino una sola, y su fuente es el amor de tu
—Te lo explicaré, dijo. Tienes que comprender...
Dios que constantemente engendra el universo y la humanidad.
Y continuó: «Yo soy la vida», dice Dios, y yo creo lo que Dios dice.

No hay varias vidas sino una sola, y una sola fuerza en el corazón de esta
vida. Una fuerza de unión: «el Espíritu de Dios que desde el principio * * *
aleteaba sobre las aguas»'.
Hace miles de millones de años, esta prodigiosa energía empujaba, miste- Repentinamente me sentí en pie en la encrucijada de
riosa pero inteligentemente, a algunos elementos dispersos de materia esta vida. Esta vida no era mía, de mi pertenencia, me
orgánica a buscarse, a organizarse, a unirse, para que al fin viviese la llegaba de lejos. Me animaba como animaba a todos los
primera célula. vivientes, desde siempre y hoy. Yo estaba unido a ellos,
Esa misma Energía se mueve, canta y grita hoy en la carne del universo, a
fin de que éste crezca cada día.
embarcado con ellos en la misma aventura.
Pero esta prodigiosa energía todavía me daba miedo.
1. Génesis 1.2. Soplaba muy fuerte sobre mis velas mal orientadas, y yo,

94 95
mal navegante, desde hacía ya tiempo, me precipitaba con- ... El Sabio se inclinó hacia mí y me cogió por el brazo.
tra todos los arrecifes del viaje. I.o apretaba muy fuerte mirándome de hito en hito. Tú se
Silencioso, reflexionaba. Pero el Sabio continuaba lo dirás ¿verdad? Se lo dirás, repitió. Muchísimos jóvenes
incansable en voz alta su larga meditación. Se enardecía a no tienen a nadie para que se lo diga. Buscan a ciegas, se
medida que hablaba, en voz muy alta me dijo: ¡Es algo hieren, hieren al otro, y matan el amor creyendo encon-
hermoso la vida! Se lo dirás a tus hijos. trarlo...

Les dirás que es hermoso.


Les dirás que es hermoso.
Les dirás antes de que en ellos se despierte el deseo,
cuando la vida corra dulcemente por sus venas tranquilas, I'orque en ellos el río de la vida, acudiendo desde el fondo de los tiempos,
que esta vida que viene de lejos, nació en ellos un día busca hoy paso en su cuerpo, que se ha hecho demasiado pequeño.
del deseo de su padre y del de su madre, cuando su corazón I'orque es el soplo del amor, viniendo del infinito, el que hace latir su
hubo dicho sí a sus cuerpos que se abrazaban. corazón, y busca otro corazón para latir al mismo ritmo.
Porque un joven, oh maravilla, se hace fuente, y no solamente río,
Les dirás que es hermoso. mientras que un hombre nace cuando se borra el niño.
Y, sobre todo, porque a través de estas misteriosas hambres de su cuerpo
Cuando, como yemas que revientan al subir la savia,
y de su corazón, que tanto les inquietan haciéndoles sufrir,
busquen inquietos qué son estos desgarros.
el murmullo de Dios les susurra muy bajo:
Cuando su corazón de repente demasiado frío, demasiado solitario,
busque otro corazón que no sea corazón ni de padre ni de madre.
«Te he hecho a mi imagen, hijo querido de mi corazón.
Por eso, no ahogues los deseos en ti, aunque te den miedo,
Les dirás que es hermoso.
ahogarías mi voz en lo más hondo de estas llamadas.
Cuando cuerpo en pena, que sangra de una vida que fluye, Escucha sin sonrojarte. ¿Por qué te sonrojarías?
preguntarán para quién y para qué esta vida gastada, Escucha sin temblar. ¿Por qué temerías?
sin que la misma dé la vida. Soy yo el que te llamo, incluso en la tempestad.
Y cuando, exploradores inquietos, después de visitar la isla de sus cuerpos Embarcado estoy contigo para ayudarte.»
e intentando coger en ellos todos los frutos del placer, imaginen otros
cuerpos y sueñen con abordajes y carreras hacia el tesoro. El Sabio había soltado mi brazo. Se había enderezado.
Al hablar de Dios, cerraba los ojos. Yo sabía que lo hacía
Les dirás que es hermoso.
para encontrarlo mejor. Sabía también que, incluso con los
Cuando sus pensamientos, sus sueños y sus noches,
ojos cerrados, el Sabio veía. Veía lo que yo no veía.
se iluminen repentinamente con la luz de un rostro,
y estén secretamente obsesionados por la curva de un cuerpo. ¿No era esto la contemplación? Alguien que descubre
Cuando sus dedos inocentes de repente tiemblen, el más allá de las cosas, de las personas, de los aconteci-
y busquen comprobar si se trata de un milagro. mientos, como un hombre que viese en la tierra las raíces
del árbol y la savia dentro de las raíces, y los jugos en la
Les dirás que es hermoso.
tierra, y las flores de mañana, y en el corazón de esta vida,
Cuando los deseos en ellos se despierten uno a uno, como fuego el misterioso amor que llama y quiere la mies triunfante.
que se enciende tras una larga noche,
Sí, el Sabio veía el más allá mientras que yo solamente
y descubran inquietos, pero tentados por la llama, que del fuego
mantenido puede nacer un incendio. estaba en la superficie de las cosas. Y yo, hombre inacaba-
do, no era más que un niño con los ojos medio cerrados que
Les dirás que es hermoso. penosamente descubre el mundo que le espera.

96 97
El Sabio murmuró de nuevo, pero esta vez hablándose
a sí mismo: «¡Qué hermoso es!» Después continuó con la
misma voz baja y lenta:
20
¡Oh sí! jQué hermoso es un joven que lentamente se abre al amor, y que
titubea y busca su camino en la noche!
¡Qué hermosa es la actitud de los jóvenes y de las muchachas, que se
observan, se acercan y se tocan, intentando conocerse y reconocerse,
invitados desde siempre a la unión, para el hijo deseado!
¿Por qué ver sólo sus tropiezos, errores y caídas?
¿Por qué sonreír, reírse o condenar, cuando sería preciso admirar,
celebrar, agradecer, para después poder orientar sanamente'!

... Pero ¡quién soy yo, Dios mío, para pretender ser así
el cantor del amor! ¿No debería callarme?...
Después el Sabio se volvió hacia mí: Cuando por fin Así, era hermoso, y yo no lo sabía.
comprendas que en el amor brilla la infinita belleza de No era vergonzoso tener hambre y buscar en la noche el
Dios, porque es su vivo reflejo en el hombre, podrás decir a alimento. Pero yo presentía ahora que era destruir al hom-
tus hijos que su búsqueda juvenil es magnífica, bre dejar a sus deseos alimentarse sin importar cuándo ni
y solamente entonces podrás cómo.
no decirles: «está prohibido» aquí, y después «prohibido Desde luego, a veces había comprendido —no sólo por-
allí», que el Sabio me había ayudado, sino porque lo había expe-
sino que la aventura es tan bella rimentado yo mismo— que más allá de mis hambres del
que no hay que malgastar nada, cuerpo, e incluso las del corazón, yo buscaba inconsciente-
ni que manchar nada, mente un alimento más sustancial que el que me ofrecían
y que amar es muy difícil porque es una larga batalla de los placeres pasajeros. Así, algunos días, frente a una mu-
hombre que ellos mismos tendrán que ganar. chacha de mirada límpida, a pesar de la tiranía de mis de-
seos y las burlas de mis amigos, mis dedos y mis labios se
volvían súbitamente tímidos y prudentes. Porque el cora-
zón me susurraba muy bajo: «No con ella.»
¿Por qué no?
Cómo podía yo adivinar si nadie me había explicado
que, peligrosamente asomado al borde de ciertos ojos cla-
ros, como ventanas abiertas a horizontes infinitos, la ex-
traña luz que entonces entreveía no era otra que la sonrisa
de Dios invitándome a romper las cadenas de mis prisiones
para partir a la aventura, lejos, muy lejos, por otros cami-
nos que mis caminos sin salida.
Hoy sabía —o creía saber— y decidí ponerme en
camino.

98 99
Por los múltiples senderos de mis ricos descubrimien- decir: «yo», pienso, «yo» hablo, «yo» hago, y libre, «yo»
tos. No me detendría ya. vengo hacia ti, mi amor, a quien «yo» amo.
* * * Pero desgraciadamente pocos hombres son ricos de su
vida.
—¿Por qué?
El Sabio me conocía. Sabía que había en mí algo del —Porque algunos la guardan en ellos, cautiva. Les pro-
caballo fogoso, que durante demasiado tiempo habían teni- duce miedo. A veces incluso la ignoran. Ella entonces se
do atado, cautivo en la cuadra. Liberado por fin, mi amigo vuelve agua estancada, que se pudre y muere en el fondo
temía que me desbocase. de pozos abandonados.
—No sueñes, hijo mío, dijo. Sin duda, te lo repito y lo Otros la dejan escapar. Es más fuerte que ellos y resba-
repetiré, nada es más hermoso que un joven que rompe la entre sus dedos sin que puedan retenerla. Se pierde en
uno a uno los hilos de su capullo y se ejercita en volar sin las arenas, y nada podrá crecer con ella.
saber a dónde vuela. Ignora que busca a la que le ofrecerá Otros, por último, piensan que la vida acogida en ellos
por fin un rostro al amor. Pero es largo el camino que le debe ser liberada. A su cuerpo, su corazón, su espíritu, les
conduce al encuentro. Es más largo y duro todavía, pero abren de par en par las puertas de su casa. Y les dicen: ¡sois
más bello, el que lleva a los amantes reunidos, si son fieles, libres! ¡Id, vivid, y coged todos los frutos del placer, como
hasta el seno del amor infinito, que los hombres llaman lo deseéis, cuando queráis y como queráis! Pero su río sin
cielo. cauce, sin orilla, aún menos sin presa, sin canales, sin esclu-
Uno nunca ha terminado de amar. Hay que aprender sas, se convierte pronto en un río desecado, con un lecho
cada día. de piedras secas.
—Enséñame el camino, dije, y me lanzaré por él, antes Pobres hombres que creían ser libres, pero que son de-
de llevar a mis hijos. pendientes. Corren tras la vida. Ella se les escapa por todas
—Primero es necesario hacer de ti un hombre, hijo mío. partes. Se agotan y vegetan, y a veces mueren.
—¡Pero si lo soy!, repliqué vivamente y un poco herido.
¿Quién puede vivir sin vida, hijo mío, y quién puede
—Todavía no. Porque en ti nace un hombre, pero no
amar si no tiene nada que dar?
está terminado.
¿Quién puede hacer cantar a su orquesta, para otro, la
—¿Qué debo hacer para terminarlo?
canción del amor, si cada instrumento quiere tocar a su
—La vida que recibes de los otros, del mundo, de Dios,
antojo, sin querer partitura y todavía menos un director?
debe convertirse en tu vida. El animal también recibe la
Te lo digo, hay que ser un hombre en pie, rico y dueño
vida pero, contrariamente al hombre, no participa en su
de sí, para poder intentar amar.
propia creación. Todo en él está programado y su instinto
—Pero amar, dije yo, no se ordena: es una fuerza que
lo guía.
nos empuja y nos atrae, y no podemos hacer nada al res-
Tus padres te han hecho niño, y eres tú quien poco a
pecto.
poco te haces hombre, integrando todas tus fuerzas vivas,
—Te equivocas, hijo mío.
desarrollándolas, unificándolas y orientándolas. Así el río
debe nutrirse de su fuente y de sus afluentes. Su curso se
El amor no es deslumbramiento de la belleza
agota muy pronto si se le escapa el agua. Cuanto más rico y ante un rostro súbito que se ilumina para ti.
dueño de tu vida seas, más seras un «hombre» y podrás Porque la verdadera belleza es el reflejo del alma,

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pero el alma está más allá, y tú la buscas temblando. Y es, supremo amor, perdonar, cuando el amado, por desgracia se aparte,
El amor no es seducción de una inteligencia viva y sutil, y trate de dar a otros, lo que te había prometido.
que fluye en palabras, en ideas para agradarte. Amar es poner la mesa y llenarla para sentar en ella a tu huésped,
Porque la inteligencia puede brillar con mil fuegos, pero sin creerte nunca suficiente, para arreglártelas sin él.
sin ser auténtico diamante, oculto en las profundidades del amado. Porque privado del alimento, que él te aporta,
El amor no es la emoción ante un corazón que late por ti, en tu comida de fiesta solamente ofrecerás
más de lo que late por otros, ni la admiración de ser escogido, pan seco de pobre y no menú de rey.
elegido, sin razones que, a tus ojos, merezcan esa locura. Amar es creer en el otro y confiar en él,
Porque un corazón puede un día emocionarse por otro, creer en sus fuerzas ocultas, en la vida que lo habita,
y dejarte sangrando, llorando, sin que muera tu amor. y, cualesquiera que sean las piedras que haya que sacar para allanar el
El amor no es ansia de captar, de coger, el objeto de tu deseo, camino,
ya sea corazón, cuerpo, espíritu o los tres a la vez. es decidir como hombre razonable, partir animoso por los caminos del
Porque el otro no es objeto y si tú coges para ti, comes y destruyes, tiempo,
es a ti a quien amas creyendo amar al otro. no para cien dias, ni para mil, ni incluso para diez mil,
Deslumbramiento y seducción, hambres y escalofríos, emociones y brote sino para una peregrinación que no terminará, porque es una peregrina-
de deseos, todo esto es hermoso y necesario, en el hombre, en la ción que durará siempre.
mujer, pero solamente para ayudar a amar a quien acepta amar. Amar, debo decirlo, para purificar tus sueños, es aceptar sufrir,
Es la puerta entreabierta, y las ventanas muy abiertas, morir para sí mismo, para vivir y hacer vivir.
es el viento que entra con violencia, Porque ¿quién puede olvidarse por otro, sin sufrir?
es la llamada de alta mar y el murmullo de Dios, Y ¿quién puede renunciar a vivir para sí mismo
los que te invitan a salir de tu casa cerrada sin que muera en él algo de sí?
para ir hacia otro a quien tú has elegido para colmar con tu vida, Amar, por fin, es todo esto y mucho más todavía,
porque lo amas y quieres amarlo. Porque amar es abrirte al amor infinito, es dejarte amar,
y, transparente a este amor que viene, sin fallarte nunca,
Porque amar, hijo mío:
es oh, sublime aventura, permitir a Dios amar, a aquel que tú, libremente,
Es querer al otro libre, y no seducirlo,
decides amar.
y de sus ataduras liberarlo, si está prisionero,
a fin de que él también pueda decir: «te amo», sin que se vea empujado a * * *
hacerlo por sus deseos incontenibles.
Amar es entrar en casa del otro, si te abre las puertas de su jardín secreto,
mucho más allá de sus caminos de ronda, y de las flores y de los frutos Si esto es amar, pensaba yo, ¿cómo podría conseguirlo?
cogidos en sus taludes, Estaba desanimado. Y como un principiante que al pie
allí en donde maravillado podrás murmurar: eres «tú» mi amado, y tú de la montaña contempla y admira las cimas, creyéndose
eres mi único.
incapaz de escalarlas, me sentía tentado de acampar en el
Amar es querer con todas tus fuerzas el bien del otro, incluso antes que el
tuyo, y hacerlo todo para que el amado crezca, y después alcance valle.
su plenitud, No había comprendido todavía, a pesar de lo que me
haciéndose cada día el hombre que debe ser y no el que tú quieres había repetido el Sabio, que lo que él me enseñaba del
modelar a imagen de tus sueños. amor, era una meta que alcanzar y no un punto de partida,
Amar es dar tu cuerpo y no tomar el suyo,
pero acoger el suyo, cuando se te ofrece.
y que, para intentar alcanzarla, había que luchar durante
Y es recogerte, enriquecerte, para ofrecer al amado toda una vida.
más que mil caricias, y más que locos abrazos, Yo lo quería todo, inmediatamente, ahí estaba mi
tu vida entera reunida, en los brazos de tu «yo». error. Tendría que aceptar ir al paso lento y regular del
Amar es ofrecerte al otro, incluso cuando alguna vez él, se niegue a darse.
auténtico montañero.
Es dar sin contar lo que el otro te da,
pagando un alto precio, sin reclamar nunca tu dinero.

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locura querer comprometerse, porque la ley del fuego era
consumirse.
21 Y sin embargo esperaba, confiando a pesar de todo,
que tal vez un día, oh misterioso milagro, se presentaría un
amor que sería diferente.
Había visto a algunos viejecitos, que temblorosos y son-
rientes, se amaban todavía al final de sus vidas. ¿Amar
siempre no era, pues, imposible?
Esperaba. Sin saber. Sin comprender. Sin hacer otra
cosa que intentarlo otra vez.

Hoy, el problema era diferente.


Yo reflexionaba. Comprobaba con estupor que cuando creía amar, era a
Rezaba. mí, en realidad, y sólo a mí a quien amaba. Esta turbadora
Es cierto. Hasta entonces amar era para mí sentir, revelación me humillaba y me hacía temblar. Me había
experimentar, y medía el valor de mis amores por la inten- lanzado por un mal camino.
sidad de mis emociones y la violencia de mis deseos. Si quería amar auténticamente, tenía que aceptar cam-
Creía amar más a una muchacha, cuando en mí el fuego biar de camino. Era una verdadera conversión la que se me
que ella encendía ardía más fuerte y durante más tiempo pedía.
que los fuegos anteriores. Estos se habían extinguido lenta-
mente, al irles faltando el alimento, o repentinamente, Yo me amaba. Esto sin duda no estaba mal. El Sabio
como si al haberse encendido súbitamente otro más lejos, me lo había hecho comprender. Pero me amaba hasta el
le hubiese arrebatado misteriosamente todas sus llamas. punto de no poder amar a los otros, porque me servía de
Yo no me ocupaba ya de las cenizas cuando todavía ellos para ofrecerme las pequeñas dichas que buscaba ávi-
echaban humo, regadas por algunas lágrimas de muchachas damente.
abandonadas. Me sorprendía solamente que estas mucha- Quería a «las muchachas» como «quería a los cigarri-
chas pudiesen llorar, mientras que yo me calentaba ya cer- llos», que deseaba, cogía, consumía en parte y después tira-
ca de otro hogar. ba cuando los había reducido a humo.
Pero una vez, todavía me acuerdo, fui yo quien vertió Deseaba que me amasen. A mis amigas de un momen-
algunas lágrimas bajo una sonrisa húmeda. Estaba herido, to, sin creer demasiado en ello, les decía «te amo», para oír
y acusaba a mi amor de no haber sabido amarme. que me respondían: «yo también te amo.» Y si había un
E^lla debía amarme, pensaba, porque yo la amaba. poco de amor verdadero en estas respuestas desmañadas,
lo cogía para mí, porque me gustaba ser amado.
De estas experiencias —algunas para divertirme y otras
que intentaba creer o esperar «serias»— concluía que era Estaba solo, y buscaba una presencia para romper mi
imposible que los amores durasen, y que por tanto era una soledad. Deseaba hablar, y buscaba a alguien que paciente-

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mente me escuchase. Y cuando ya no tenía nada que decir Había hablado durante largo rato y el Sabio, este día
a mis amigas, deseaba los ruidos de sus palabras para llenar me aprobó plenamente. Su cara estaba alegre como la del
mis silencios. campesino que observa tranquilo cómo madura la mies.
Mi cuerpo necesitaba ternura, placeres, y yo trazaba —Tienes razón, me dijo, el hombre es un esclavo, si sus
planes para capturar un cuerpo cuyas caricias y besos pu- deseos lo dominan. Pero si, acogiéndolos, poco a poco, se
dieran saciarme un momento. Y si un cuerpo se ofrecía, hace dueño de ellos, entonces puede elegir, y decidir libre-
porque también él tenía hambre, me alegraba de poder mente.
utilizarlo sin combatir, y comía esta comida servida gratui- El hombre no nace libre. Conquista su libertad. Y ¿có-
tamente. mo podría decir «te amo» si estuviese obligado a amar?
En resumen, lo repito, yo me amaba por encima de
todo, y la historia de mis «conquistas», vanidosamente con- —Lucharé, dije, para liberarme, y ser el dueño de mí.
tadas, no era más que las de mis astucias para obtener lo —Todavía no se habrán acabado tus preocupaciones,
que deseaba. hijo mío. Porque amar no es en el hombre la posibilidad de
Es verdad que a veces, ya lo he dicho, mi pareja era elegir lo que quiere «coger», sino la grave decisión de «dar»
complaciente. Me deseaba cuando yo la deseaba. Intentá- lo que quiere dar, a quien quiere dar.
bamos entonces robarnos el uno al otro. Eran dos egoísmos Por tanto, es preciso luchar diariamente para transfor-
que por algún tiempo se comunicaban y se hacían cómpli- mar tu deseo de coger en la voluntad de dar y, paralelamen-
ces. te, de acoger lo que el otro decida ofrecerte.
Y llamábamos «amor» a esto, a veces creyéndolo.
—Una vez más, no me decidía a comprender. ¿Dónde
* * *
está el amor, dije, si hay que hacer tantos esfuerzos para
amar?
Así meditaba largamente, y me asombraba de que to- —Estos esfuerzos son los que hacen el amor verdadero.
dos estos errores hoy se me aparecían claramente. —Pero entonces ¿hay que olvidarse, negarse total-
¡Cómo había podido extraviarme hasta este punto! mente?
Comprendía ahora que mis deseos eran bellos y sanos, —No, al contrario, te lo he dicho. Tienes que acoger
cuando completamente nuevos se escapaban de mi cuerpo toda tu vida, unificarla, enriquecerla y hacer que alcance su
y de mi corazón. No tenía que avergonzarme de ellos, me plenitud máxima para poder darla. Y darla no es perderla
había dicho el Sabio. Pero eran salvajes y abandonados a sí sino encontrarla, como el grano que, generoso, se ofrece a
mismos. Como caballos desbocados corrían locamente por la tierra y se recobra como espiga.
los prados de mi vida. A veces intentaba alcanzarlos, pero La muchacha que encontrarás será tu campo y tú serás
me cansaba muy pronto. Y ellos me arrastraban. Yo estaba el suyo. Y vuestra cosecha será lo que sean vuestra semilla
a su merced. Tenía que cogerlos, domarlos, a fin de que se y la fertilidad de vuestra tierra.
convirtieran para mí en monturas robustas que me condu- —Es muy hermoso, susurré soñador, pero ¿quién pue-
jeran a donde yo decidía ir. de amar así, como debería amarse?
—Nadie.
* * *
Solamente Dios ama perfectamente, hijo mío, porque
él es todo don y todo acogida. Y su don es infinito, como

106 107
infinita es su acogida. Por esto él no es solamente el que
ama más que todos, sino que él es el amor.
Pero nosotros no somos Dios, sino solamente imagen 22
de Dios, y poco a poco debemos extraer esta imagen de
nosotros. Como el escultor hace surgir de la piedra en bru-
to la estatua que la habita y que lo esperaba para nacer.

Oh grande, oh maravillosa y difícil aventura del amor,


única vocación del hombre,
fuera de la cual, para él, no puede haber felicidad ni reposo eterno.
Porque para cumplirla ha sido pensado desde siempre, en la ternura de
Dios.
Que tu soplo de amor, Padre, que sin cesar me hace,
como la madre en su vientre de su vida hace al hijo,
pueda ayudarme a ser un poco más tú, siendo yo, cada día más, No había olvidado nada. Aprender a amar a «una mu-
enteramente vuelto hacia los otros, para ofrecerles mi vida recibiendo
la suya. chacha» era aprender a amar a todos mis hermanos. El
Sabio una vez más me había enviado hacia «los otros», pero
—Amigo, dije, así pues, ¿amando a los otros auténtica- yo pensaba en «otra». La buscaba. La esperaba. Tenía mie-
mente es como yo llegaré a ser yo mismo? do de malograr el encuentro. Porque si comenzaba a creer
—Sí, hijo mío. Pero también ayudando a los otros a que unir en el amor la propia vida a la de una muchacha,
amar, porque eres miembro de un gran cuerpo que crece para siempre, era algo posible, estaba seguro ahora de que
contigo. Por ello te he dicho desde nuestros primeros en- ésta era sin duda una aventura magnífica, pero, ¡que difícil!
cuentros: «lánzate al servicio de tus hermanos». Y sin embargo pensaba de repente: ¿no es una locura
¿Lo habías olvidado ya? del hombre, hoy, soñar con construir un mundo de justicia
y de paz mientras que parece cada vez menos capaz de
construir un hogar?

Comprender esto renovó mi ardor, porque yo quería


servir. Y este día súbitamente le hice mi pregunta al Sabio:
—Amigo ¿qué puedo hacer para prepararme para amar
a «una» muchacha?
—Amar a tus hermanos, ya te lo he dicho, y después
pensar en «ella» amándola ya.
—Pero ¿cómo puedo amarla, si no la conozco?
—La madre no conoce a su hijo, pero ya lo lleva en sí.
Y continuó: lo que es verdadero para un hijo, es verda-
dero para tu amor.
«Ella» por su parte se prepara, lo espero, para ti, y
vuestra vida de hoy es vuestra vida de mañana. ¿Crees que

108 109
iiinaiiis ni un instante cuando digas «te amo»? Cada día 1 lermosas muchachas de mis viajes grises,
iiiitv lu amor por ella. Cada día crece. decidme pues:
Tú no «le» ofrecerás sino los frutos de tu árbol. ¿Cuál es vuestro secreto?
¿Adonde me conduciréis?
Piensa en ella, hijo mío. Vive para ella, pero, te lo ¿Qué me daréis?
repito una vez más, viviendo para tus hermanos.
I'odéis, arrancando las flores de vuestros prados, ofrecérmelas de lejos,
para hacerme andar, obligarme a correr.
Piensa también en sus hermanas, las muchachas que
I'odéis atraerme a vuestros campos de pastos, lejos de mi casa natal
encuentras en tu camino. Caminas con ellas. Es un viaje y de mis ancianos padres.
maravilloso que hacéis juntos. No lo volveréis a hacer. Porque, domadoras hábiles, sabéis, ¿verdad?, que para seguiros
Podéis conoceros, apreciaros, amaros y prepararos los franquearé de un salto las cercas más altas,
unos a los otros para vuestros duros y hermosos viajes de y sin miedo a desgarrarme en las alambradas de los campos,
sin escuchar los suspiros de una madre inquieta,
mañana. Pero también podéis heriros y debilitaros mucho, pisoteando las tierras de mis bellas ideas, las de mis decisiones
despreocupados y ávidos, jugando juntos al amor antes de y mis resoluciones,
saber amar. arrancando uno a uno mis vestidos de domingo, limpios y planchados,
Ve hacia ellas y diles: correré,
volaré,
desnudo,
Muchachas hermosas de mis viajes grises, para cogeros al fin, tenderos sobre los trigos verdes,
os lo aseguro, tengo una gran necesidad de vosotras, aplastando el grano que esperaba el pan.
para que nazca en mí, maravillado, el hombre que deseáis.
Porque para mí, podéis ser madres antes de ser esposas, * * *
dándome la vida que yo os devolveré.
Muchachas hermosas de mis viajes grises, Hermosas muchachas de mis viajes grises,
¿conocéis vuestro poder? ¿qué habéis hecho de mí?
Vosotras que pasáis, inocentes o perversas, por mis caminos Sabíais, sin embargo, que en mi corazón salvaje crecen las malas hierbas
cotidianos, ahogando la buena,
olores de primavera bajo mis ventanas cerradas, porque desgraciadamente con gran frecuencia soy un mal jardinero de mi
embriagadoras músicas, apremiantes invitaciones al baile de la dicha, jardín secreto.
frutos dorados para mi boca reseca, Sabéis que la leña se amontonaba cada día en mis alforjas demasiado
fuentes refrescantes para mis fiebres nocturnas, pesadas de peregrino extraviado.
soles nacientes, caricias de tiernos rayos, para mi corazón Pero como deseabais el calor del brasero y un instante la luz de la llama
que tiembla, encendida,
cuerpos flexibles, olas ondulantes, espumas de vuestros cabellos, con una chispa loca habéis prendido fuego a mis ilusiones, quemando mis
para ávido sumergirme en ellos. sueños.
Muchachas hermosas de mis viajes grises, Hermosas muchachas de mis viajes grises,
me despertáis, brutales y matinales, de mi sueño de invierno. ¿qué queda de la hoguera encendida?
Me forzáis a salir de mi casa, habitación cerrada para mi comodidad, Algunas ramas calcinadas, que ya nunca producirán frutos.
tan bien arreglada. Un regusto de negra ceniza, en nuestras bocas apagadas.
Desatáis con presteza mis dedos nuevos de niño. Y habéis quemado vuestras alas, mariposas de un verano, que tan deprisa
Abrís mis ojos, los apartáis de mí, y tan alto, os podían llevar,
Y me arrastráis, hijas de Eva, atractivos irresistibles, mientras que de mí, no habéis tenido sino un grito, y no mi canción.
hacia un lugar lejano y misterioso, en donde poseéis, decís,
un tesoro inviolado...

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llr-MiuiMis muí IUK h.is de mis viajes grises,
Irnlii un rsidml ile vosolras.
No ( |e viirsims dones de pirómanas, peligrosas «encendedoras» de mis
noches de verano, 23
sino de vuestra infinita dulzura, rocío bienhechor en las mañanas de
mis jornadas penosas.
Necesitaba vuestra fuente pura para regar mi árbol,
y no vuestras tempestades para romper sus ramas.
Necesitaba la luz que emanan vuestros ojos,
para borrar las sombras que me ocultan el día.
Necesitaba, lo confieso, que me dijeseis no, cuando con todas mis fuerzas
buscaba el sí.
Necesitaba un no que no fuese un no pobre, tímido, asustado,
ni un no de asco, ni un no de cara triste,
sino un no sonriente, refrescante como una brisa,
que bajito me hace sentir el deseo...
—porque en voz alta no podría confesarlo, tan orgulloso soy— que me ¿Y para «ella»? ¡No me has dicho todavía, amigo, cómo
hace sentir el deseo de respetaros, muchachas hermosas, deseo de creer pensar en «ella» y rezar para «ella»!
que el amor es una flor demasiado bella, para ser pisoteada,
cuando sólo para nuestro placer se intenta arrancarla. El Sabio no respondió nada. Yo no comprendía por qué
se empeñaba en dejar sin respuesta mi pregunta. Me habla-
* ** ba «de los otros», después de las muchachas de mi camino.
Pero ¿y «ella»? La que yo esperaba. ¿No me había dicho
Jesús, Dios mío, tú que has sabido amar tanto,
hoy te confío, a las hermosas muchachas de mis viajes grises. que había que pensar ya en ella?
Acompáñalas en su ruta y cuando nuestros caminos se crucen
ayúdalas a darnos, a los chicos, lo que ellas más que nadie pueden Él reflexionaba. Parecía dudar.
darnos: Repentinamente se levantó. Lo seguí con los ojos. Se
el deseo de salir de nuestra casa y no el de encerrarnos,
el deseo de olvidarnos antes que el de pensar en nosotros,
dirigió a un armario grande que yo a menudo había mirado,
el deseo de superarnos más que el de estancarnos, porque lo encontraba muy bello. Maravillosamente talla-
el deseo de dar y no el de buscar siempre coger. do, me hablaba del trabajo de los antiguos artesanos.
Porque sois hermosas, muchachas de nuestros viajes grises, —Es el armario de mis bisabuelos, me dijo el Sabio con
y podéis enseñarnos a amar.
un poco de orgullo.
Lo abrió. Buscó unos momentos y volvió junto a mí,
llevando con cuidado una especie de cofrecillo de madera
que también me pareció datar de un tiempo muy antiguo.
De él sacó un fajo de papeles y desató cuidadosamente el
cordón que los sujetaba.
Mientras buscaba una hoja me dijo: «Yo también du-
rante mucho tiempo he sufrido antes de descubrir un cami-
no. Choqué con los obstáculos de los caminos sin salida
y...» Dudaba todavía, y terminó la frase en voz. muy baja:
«... ¡también yo a menudo he herido a los otros hiriéndome

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a mí mismo! Por esto creo comprenderte y desearía tanto no sabré nada, hasta que de ti no sepa
la trama y los nudos que han hecho su tela.
ayudarte.»
Oh, mi bello amor desconocido,
Después suspiró y dijo todavía: «¡Amando mal, nos ha- querría que esta noche, pensaras en mí, como yo pienso en ti,
cemos mucho daño los unos a los otros!» no en un sueño dorado que no sería yo,
sino en la larga noche aceptada de tu corazón impaciente.
Porque yo también existo, y soy verdadero,
Hubo un silencio. El tiempo para mí de alegrarme de
y tú no puedes inventarme sin desfigurarme.
esta confesión del Sabio. No porque me vanagloriase al Oh, mi bello amor desconocido,
descubrir que también él había sido débil, y quizás lo era yo te amo sin rostro.
todavía, sino porque al fin encontraba una respuesta a mis Para ti con todas mis fuerzas ahora
obsesivas y tenaces objeciones, cuando al oírlo hablar tan quiero enriquecerme, para poder enriquecerte.
Y sin cesar me entrenaré a dar evitando coger,
bien del amor yo me decía, sin atreverme a decírselo: «¡Si
porque cuando aparecerás, atractiva a mis ojos,
él supiera lo que es buscar, caer, no hablaría como habla!» no quiero robarte como un ladrón que llega,
Así, él sabía. Y sus palabras de repente tomaban un sino acogerte como un tesoro ofrecido.
valor extraño. Estaban llenas de vida. Porque el tesoro serás tú y te darás.
Oh, mi bello amor desconocido
me perdonarás mañana...
Mi amigo había cerrado cuidadosamente el cofrecillo. cuando junto a mí confiada te acurruques,
Tenía ahora en sus manos una hoja doblada. La abrió y yo cuando tu mirada navegue por el cielo de mis ojos,
esperé a que leyese en voz alta el texto que parecía recorrer visitando una a una sus más lejanas nubes.
con los ojos. Pero súbitamente volvió a doblar la hoja y me Me perdonarás ser el que conoce demasiado, por desgracia, los gestos del
la tendió. Vi que estaba emocionado. amor,
yo, que los he aprendido con otras distintas de ti, y que por ti, hoy, querría
—Anda, hijo mío, dijo. ¡Cógela! desaprender tantas cosas.
Yo dudaba, súbitamente tímido, porque me daba cuen- Porque ahora sé lo hermoso que sería
ta de que el Sabio me introducía así en su intimidad. que buscáramos y encontráramos juntos
—Cógela, dijo otra vez. Yo también tuve miedo de fa- los acordes justos y ricos que de nuestras vidas acompañarán los cantos,
los cantos de alegría y los cantos de pena.
llar el encuentro, y una noche de luchas escribí para «ella»
Oh, mi bello amor desconocido,
estas líneas, para ayudarme a rezar. Son mis palabras. Te esta noche rezo por ti, porque tú existes y por ti yo quiero ser fiel,
las presto. Te las doy. Pero olvídalas muy pronto para po- porque tú sufres también, y quizás sufres por mí.
ner las tuyas. Como el que la sabe, entona la canción para Yo me preparo, tú te preparas, y mañana, con todas mis fuerzas lo deseo,
que el otro que duda pueda continuar la suya. yo seré tu sol y tú serás mi fuente,
yo te calentaré y tú me darás de beber.
Uniremos nuestros cuerpos para una vida nueva, y le daremos al mundo
* * *
lo que necesita:
la fuerza de nuestro amor, que sin nosotros le faltaría.
Era tarde, pero al volver a casa lo leí. Pero, mi bello amor desconocido,
hay que esperar todavía,
y ¡qué dolorosa es la espera en la noche de los amantes sin rostro!
Oh, mi bello amor desconocido, Pero sé que nuestras dos vidas se buscan y se llaman
respiras y vives, y estoy seguro ahora de que en lo más profundo de nuestros deseos
en algún lugar, lejos de mí, quizás cerca de mí... nocturnos,
Pero de los rasgos de tu rostro no conozco la gracia, canta en la luz, el deseo de Dios.
y de los dedos y de los hilos que han tejido tu vida Nuestro Padre que está en los cielos nos mira, amor mío,

114 115
V ilrMlt' lixln l"i eternidad, yo lo creo, nos ama murmurando:
"M lo i|iiiricii ni.m.ni.i
st'ii'iii soLiiucntc uno.»
1 s su sueno de Padre. 24
Será nuestra decisión de hijos.

* * *

Yo estaba profundamente conmovido, y comprendía la


emoción de mi amigo.
La oración era muy bella, pero todavía dudaba en ha-
cerla mía. ¿Era yo lo bastante íntimo del Sabio para permi-
tirme así vestirme con las vestiduras de su corazón? Yo no
sabía nada de él.
¿Había encontrado a la desconocida de su plegaria? Me atrevía ahora, era una victoria, a hablar con mis
¿Había vivido un bello amor? Hacerme estas preguntas me amigos de mis búsquedas y de mi aventura. Me había costa-
parecía un poco indiscreto. Para qué, por otra parte, pues- do mucho. Porque cuando estábamos juntos buscábamos
to que ya había decidido respetar su misterio. sobre todo distraernos locamente.
Esperaría. Pocas veces lo conseguíamos y cultivábamos el aburri-
miento.
Cuando algunas veces nos lanzábamos a grandes discu-
siones, era para hablar de los otros, de la sociedad, de lo
que sucedía, del mundo, pero raramente de nosotros, y de
nuestras cuestiones de hombres.
De hecho, caminábamos solitarios, embriagándonos
con el ruido de nuestras risas y de nuestras palabras.

Un día intenté decir a unas muchachas lo que esperaba


de ellas. Lo que podían ofrecerme, lo que podían destruir
en mí. Había meditado las palabras de mi amigo. Expresa-
ban perfectamente lo que yo vivía y sentía.
La reacción fue violenta. No sólo mis amigas se defen-
dieron, sino que me atacaron fustigando a «los chicos». Nos
cargáis, decían, con todos los pecados del mundo. ¡Es muy
fácil! Ahora bien, con gran frecuencia, somos nosotras
vuestras víctimas. Os atribuís todos los derechos, y cons-
tantemente tenemos que defendernos de vosotros, domina-
dores orgullosos, que nos queréis para vuestro solo placer.
Yo me defendí a mi vez. Mal. Estaba solo y no supe

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i\|)icsinlcs ol lomlo ilc mi pensamiento. Era todavía dema- ¿Y qué me dicen?
siado nuevo No lo había asimilado, y un cierto pudor para- •Escúchalas, te digo.
lizaba mis palabras.
¿Surgía entre nosotros una simple discusión de adoles- Muchacho, tú lo sabes, en el bosque del amor, detrás de nuestra casa, a
menudo eres un hábil cazador furtivo
centes retrasados? Quizás lo era en la forma, pero no en el
y más de una chica se ha dejado apresar en el lazo de tus brazos.
fondo. Pero cuando, ante tus amigos asombrados, exhibes triunfante las hermo-
Me batí en retirada, porque pensaba que estas mucha- sas piezas que has cobrado,
chas tenían razón de quejarse. Mi experiencia, por desgra- has de saber que «me das asco» porque yo no soy caza para tu placer,
cia, confirmaba mi juicio. y me obligas a creer que vosotros, muchachos, muchas veces no sois
más que tristes cazadores de chicas.
Un poco desamparado, hablé con ello a mi amigo. Sé que eres fuerte cuando quieres adueñarte de la que deseas,
sin pensar que, cogiéndola para ti,
* * * ella, que te sigue con sus labios, con su corazón,
se la quitas a otro, que podría ser tu amigo,
El me dijo: y que sin conocerla sueña que ella se reserva para él,
rosa en el rosal y no flor cortada.
—No podemos expresarlo todo a la vez, hijo mío. La
Sabes cuan tierna es la madera de mi corazón, como la de los árboles
realidad es un diamante de muchas caras. Considerar una
jóvenes, en la primavera que se anuncia.
de ellas, no es olvidar las otras. Pero para divertirte grabas tu nombre al lado del mío sobre mi frágil
Tus amigas tienen razón. corteza,
He dicho, y es verdad, que las jóvenes tienen un gran sin saber que el cuchillo penetra, más de lo que crees,
poder sobre vosotros, los chicos. Pero vosotros también y hace manar la savia de mi corazón herido.
tenéis un gran poder sobre ellas. Estáis hechos los unos Muchacho, muchas veces debo defenderme prestamente de ti y a veces
para los otros, y os hacéis los unos por medio de los otros. volver a mi torre, cerrando deprisa los puentes levadizos que había
bajado.
La humanidad cojearía si una parte de ella flaquease, y
Porque me dan miedo tus gestos, y más aún tus palabras.
la sociedad se construye mal cuando el hombre y la mujer Ellas pueden en una noche, llenar los fosos más profundos
no son reconocidos en su igual dignidad. El hombre y la y permitirte reunirte conmigo, allí en donde no querría encontrarte.
mujer deben encontrarse. Son complementarios. Pero nin- Me dices que hay que divertirse, gozar y alegrarse,
guna vida puede surgir sana, si ambos no son igualmente pero el amor no es un juego, yo no soy tu juguete
respetados. ni tú eres el mío.
Y si creo que el placer no es un fruto prohibido,
Jóvenes, el mundo que hemos hecho para vosotros, con
sé que el fruto ha de estar maduro antes de cogerlo,
gran frecuencia os perjudica. Debería ayudaros. El que vos- y que no hay que robar en los huertos de los otros,
otros haréis, lo espero, alegrará a vuestros hijos, pero no aunque el amigo cómplice me introduzca allí de noche.
encontrará su equilibrio y su fecundidad, si vosotros mis- Me dices, se dice, que hay que probarlo todo, que el amor se aprende y
mos, entre vosotros, no encontráis los vuestros. que hay que entrenarse.
Estas son las diferentes caras del diamante. Pero no es verdad que las muchachas sean zapatos para tus pies
Hoy, hijo mío, ya que tu corazón te invita a ello, es- que puedes probarte, uno a uno riéndote, antes de encontrar la línea
que te guste y la medida exacta.
cucha a «las hermosas muchachas de tus viajes grises». Iró- Y mi cuerpo, muchacho, tampoco es blancas teclas de piano
nicas y tiernas tienen mucho que decirte y sobre todo lo que en las que puedas ejercitarte a hacer escalas,
te digan ellas, tú tienes mucho que considerar. para tocar más tarde con otra el recital de tu vida.

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Me dices que abrir las puertas de mis cuartos secretos
es la mayor prueba de amor que pueda darte. Dime. muchacho mío, amigo mío,
— Tienes razón, amigo mío—. me comprendes ¿verdad?...
Entonces declaras muy alto que rne aínas, y juras que es verdad, Pero, como no soy más fuerte que otra, yo lo sé, tú lo sabes,
pidiéndome que te ame, y reclamando las llaves. tengo gran necesidad de ti,
Pero si me amases, me tenderías la mano, tanta como tú dices tenerla de mí.
una mano prudente, que dulcemente me acariciaría buscando la mía. Necesito mirarte, poder admirarte, descubriendo maravillada,
Y yo te la daría, tus riquezas escondidas.
caminaríamos juntos, Pero necesito también que, buscador paciente, tú detectes las mías,
y nuestros labios disponibles intercambiarían nuestras palabras. pues temo, muchas veces, que mi dote sea muy escasa,
Hablaríamos de ti, de mí. de los otros, y del inmenso mundo. y no pueda enriquecer al hombre que me ame.
Maravillados, visitaríamos el país de nuestras vidas, Necesito que me digas tus pensamientos, tus sentimientos, tus proyectos,
y desnudaríamos pacientemente a nuestros dos corazones de todos sus para que sin temores pueda yo compartir los míos,
disfraces. porque sé que las almas secretas no sabrán amar.
Mucho antes de que un día, quizás, después de conocernos, Necesito descubrir tu fuerza, para comprender que mi dulzura,
decidiésemos juntos unir nuestras dos vidas. no es una debilidad,
Entonces, habiéndolo dicho ante Dios y además a todos nuestros amigos, sino una amiga necesaria para suavizar tu rudeza.
podríamos por fin desnudar nuestros cuerpos, para juntos no hacer Necesito verte en píe, y sabiendo caminar solo,
más que uno, sin que muchachas candidas con frecuencia te sirvan de muletas.
y darnos el gozo Necesito verte conmovido para creer que tu corazón late,
y darles el hijo y si en tus ojos aparece una lágrima que no has podido retener,
¡Sería muy bello, lo sabes! necesito que la dejes brillar, sin creerte ridículo,
Pero me dices, muchacho, me dices muchas cosas... porque para mí esta lágrima es una perla rara,
y pierdes el tiempo, porque los otros lo dicen. cuyo joyero ignoraba que pudieras ser tú.
Mira, harías mejor si me confesaras simplemente: <• Tengo un gran deseo Necesito verte luchar por tus hermanos y defender su felicidad,
de ti, para saber que mañana sabrás luchar por tu amor y por tus hijos.
porque mi corazón tiene sed, en mi cuerpo hambriento...» Necesito... que me mires, para saber que existo.
Y yo comprendería, muchacho porque yo también muchas veces, deseo Necesito que me busques y elijas a veces estar a mi lado
que vengas para no creerme, ay, triste muchacha del aburrimiento.
y algunas noches de nieblas o tormentas, con mis barreras entreabiertas, Necesito que me invites a bailar para saber que mi cuerpo es flexible,
te acecho, te espero. caña de verdes y vivos tallos,
Y podrías entrar en ni¡ casa, y allí libar tu miel, y no un madero seco, que se evita o se rechaza.
sin que yo encuentre en mi corazón el amor suficiente, Necesito, te lo he dicho, conocer gozosamente el calor de tu mano en mi
para que me dé la fuerza de rechazarte. mano, y el peso de tu brazo apoyado en mis hombros
para saber que los brazos de los muchachos no son trampas tendidas
Conoces sin embargo mi sueño, mi secreto, mis luchas difíciles. para capturarnos cobardemente.
Los dedos de la naturaleza —no es un azar— sellaron en mi cuerpo la
puerta de la vida Necesito por último, muchachos,
y yo querría, lo sabes —otras se ríen de ello, pero no yo, yo te lo digo—, vuestra amistad,
que aquel que cruce su umbral, el primero, como vosotros necesitáis la nuestra.
sea el elegido de mi corazón, mi esposo de siempre, Pero no necesito, ¡oh no!,
mi único labrador y mi único sembrador. que uno tras otro, me digáis: «te amo».
Y cuando después de madurar con nuestros amores de verano, nuestro Porque cuando llegue mi amor, al que espero,
Iluto, nuestro hijo. y cuando por fin él me lo murmurará
quiera dejar su árbol y abandonar su nido, oculto bajo m/'s umbrías, ... me costaría creer entonces que es verdad.
quiero que. principito, pueda tomar para su venida al mundo,
un camino real, que sea digno de él.

120 121
El Sabio se calló, y creí que había acabado de hablar.
IVio después de un largo silencio añadió: la amistad, des-
pués del amor, es el regalo más bello del cielo. ¡Feliz el que 25
puede vivirla!
Muchachos, habéis sido enviados a las jóvenes, y vos-
otros jóvenes, a los muchachos, para que en la amistad os
digáis los unos a los otros algo de la delicadeza y de la
ternura de Dios.
Porque así es como aprenderéis a amar.
* * *

Me levanté. Iba a retirarme.


Fue en este momento cuando apareció el niño. Había «La» encontraría. Estaba seguro de ello.
entrado sin hacer ruido, deslizándose detrás del Sabio, sin Cuando pensaba en ella, me remontaba muy alto en las
que me diese cuenta. Me miró maliciosamente y me hizo alas del sueño. Y mi cielo era puro, sin la sombra de una
señales de que me callase. nube.
El Sabio no era fácil de engañar. Sonreía pero no se Ya que «era bello»; ¡sería bello para mí!
movía. Pero bruscamente, imprevisible, se levantaba el viento
El niño rápidamente puso sus manos sobre los ojos de violento de la duda. Me encontraba de nuevo en el suelo.
mi amigo. Éste esperó un momento, fingiendo buscar Entonces no veía más que obstáculos. Ya lo he dicho,
quién era su misterioso agresor, y exclamó de repente ¡tenía ante mis ojos tantos ejemplos que contradecían mis
como si por fin lo hubiese encontrado: «¡Es mi angelito sueños! Y además, mis compañeros me demostraban sin
rubio!» cesar que era una locura creer en el amor, al menos como
El ángel rubio —que nada tenía de rubio— prorrumpió yo creía ahora.
en risas. Entonces, levantándose sobre la punta de sus pies, Cuando discutía con ellos, encontraba sin duda cada vez
pasó su cabeza por encima de los hombros del Sabio y lo más argumentos que oponerles. El Sabio me los proporcio-
abrazó muy fuerte. naba. Pero, ¿no intentaba persuadirme a mí mismo cuando
Después salió sin decir nada, como había entrado. quería persuadirlos a ellos?
El Sabio sonreía aún, visiblemente contento. Me mira-
No dudaba de que fuese bello, pero sí de que fuese
ba y se divertía de mi asombro. Pero no dijo nada. Y yo no
posible.
pregunté nada.
Revelar al Sabio el fondo de mi pensamiento me moles-
taba cada vez menos, porque él nunca se asombraba de lo
Al salir, vi de lejos al niño. Daba la vuelta a la esquina
que pudiese decirle. Así, no me privaba de hacerlo. Inclu-
de la calle.
so, a veces, yendo más allá de mi pensamiento, lo provoca-
ba. Es porque buscaba exorcizar mis dudas. Deseaba que
me convenciese.
* **
122
123
—Amigo, le dije ese día, cuando los chicos y las chicas Si cada uno por vuestro lado abandonáis, sin terminarla, la construcción
nos enamoramos, ¿es verdaderamente razonable que nos de vuestra pared diciendo: pongamos ahora el techo de nuestra casa,
no es muy razonable.
comprometamos... para toda una vida?
—Sí, dijo él... «si sois razonables».
—¿Y cuándo no somos «razonables»? Si... Si... pero ¿para qué hablar más? Sabes muy bien lo
—Respondió: que no es razonable. Los enamorados lo saben también...
cuando se trata de los otros. Pero cuando les llega su turno
Cuando uno está de pie delante del sol, nadie puede ver los rasgos de su de amar, muchos... ya no quieren saber y... esto no es muy
cara, sino solamente una forma oscura irradiada de luz. razonable.
Así, si vosotros os miráis el uno al otro sólo a la claridad de vuestra
sensibilidad, no percibiréis de vosotros más que una sombra vaga, pero Un «gran amor» ¿sabes, hijo?, cuando no es auténtico,
dorada, muchas veces hace «perder la cabeza».
no es muy razonable. Y es una locura querer amar, sin cabeza, añadió el Sa-
Si un bello desconocido llama con fuerza a la puerta de vuestro corazón y bio sonriendo.
le decís: ¡Entra en mi casa!, sin tomaros el trabajo... de salir de vuestra
casa, y de conocerlo,
Yo no tenía ganas de reír. Incluso estaba un poco irrita-
no es muy razonable. do al oír a mi amigo enumerar tantas exigencias. Cuando
Si él es príncipe y ella pastora, y decís: ninguna diferencia subsiste entre uno es joven y está enamorado, ¿tiene ganas de ser razona-
los enamorados, sólo los prejuicios levantan barreras entra ellos, ble?
no es muy razonable.
Repliqué con alguna sequedad:
Si dedicáis todos vuestros minutos y vuestras horas a deciros «te amo», y a
descubrir el gusto de vuestra boca, sin que os quede más tiempo para —¡Si es así, amigo, sólo pueden hacerse «matrimonios
emplearlo en deciros quién sois, lo que hacéis y qué caminos de razón»!
deseáis emprender, —No, replicó el Sabio con calma, y sin dejar su sonrisa:
no es muy razonable. ni un matrimonio de razón, ni un matrimonio de amor, sino
Si pesáis, medís y calculáis ya lo que os dais el uno al otro y haciendo
vuestras cuentas discutís porque creéis que no son justas, porque el uno
un matrimonio de amor, razonable.
da más mientras que el otro da menos, Tomé el partido de sonreír a mi vez y dije: «decidida-
no es muy razonable. mente, siempre tienes... razón.»
Si el uno y el otro os maquilláis y disfrazáis para representar, con el fin de
agradar, los personajes que os gustan, * * *
no es muy razonable.
Si vuestras ideas y vuestras convicciones divergen en todo y ambos
pensáis: yo lo convenceré y lo convertiré, Pero el tema era demasiado importante para que nos
no es muy razonable. quedásemos aquí. Yo, obstinado, continuaba: aunque los
Si decís: ensayemos la armonía de nuestros cuerpos, y comprobemos si enamorados sean perfectamente «razonables», dije; aun-
son aptos para el placer, olvidando que vuestros cuerpos son
intercambiables y que pueden saldar estos placeres de H\.ice,
que se rodean de todas las garantías necesarias, siempre
sin ofrecer amor, hay un riesgo.
no es muy razonable. —Felizmente, replicó el Sabio, que de pronto se había
Si vuestros padres y todos vuestros verdaderos amigos os dicen: creemos puesto serio. Si, suponiendo un imposible, todo estuviese
que vais por mal camino,
medido, programado, fijado de antemano, no habría ya
y gritándoles: ¡qué importa, nos amamos!, soltáis sus manos
y partís solos rompiendo vuestras amarras, amor. Porque faltaría el espacio de libertad necesario, que
no es muy razonable. permite decirse el uno al otro: «juntos hemos caminado

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seriamente, no para aprovecharnos el uno del otro, sino Ya no tenía ganas de contradecirle, pero pensaba en
para conocernos, amarnos y juzgar si podríamos razonable- todos mis amigos que, dándoselas de reflexivos, preferían
mente unir nuestras vidas. Pero yo no lo sé todo de ti. No sé vivir con su amiga para comprobar la solidez de su amor
lo que llegaremos a ser mañana. Ignoro cuál será el peso de antes de comprometerse para toda una vida.
nuestras penas y la dulzura de nuestras alegrías. No obstan- Hasta el momento yo los aprobaba. Hoy presentía el
te, he decidido darte toda mi vida, porque me creo capaz error, bajo las apariencias de seriedad. Pero una vez más,
de ello, y te otorgo mi confianza, tú me otorgarás la tuya, mis convicciones nacientes buscaban apoyo en mi amigo.
ya que tú también lo quieres.» Tímidamente murmuré: ¿Tal vez es más razonable
Esta decisión y esta fe en el otro son las pruebas auténti- «probar» antes de comprometerse...?
cas del amor. —Uno se prepara para amar, replicó el Sabio, pero no
—Pero no eliminan el riesgo, subrayé yo una última se «prueba» un amor.
vez. —¿Por qué?
—Por suerte, ya te lo he dicho, porque matarían el —Porque en el momento mismo en que los «enamora-
amor. dos» (!) deciden «probar» si su amor puede durar, se reve-
Mira, lo que es grave hoy es que los hombres ya no se lan mutuamente que no es un verdadero amor.
atreven a arriesgarse. Por el contrario quieren estar «ase- —Pero muchos obran así.
gurados a todo riesgo». Ya no saben ni quieren comprome- —Son libres. No los juzgo. Hay que conocer sus razo-
terse para toda una vida. Es una falta de madurez, una nes. Éstas son múltiples. Pero se equivocan.
debilidad muy grande. Fíjate, no digo que hagan mal. Esto sólo puede decirlo
aquel que lee en los corazones. Yo digo que se hacen daño
Siel hombre tiene miedo de andar, que no suelte la mano de su madre. y me duele por ellos.
Sitiene miedo de caerse, que permanezca sentado.
No están preparados para amar.
Sitiene miedo al accidente, que deje su coche en el garaje.
Sitiene miedo de escalar, que se quede en el refugio.
Sitiene miedo de que no se abra el paracaídas, que no salte.
Sitiene miedo a la tempestad, que no leve anclas. * * *
Sitiene miedo de no saber construir su casa, que la deje en proyecto.
Sitiene miedo de equivocarse de camino, que se quede en casa.
Siteme el esfuerzo, el sacrificio y el futuro, que renuncie a vivir y que,
Entonces entró el niño de nuevo. Durante un breve
perezoso, se encierre y se acurruque... instante sentí resentimiento hacia él porque interrumpía
Entonces... nuestro diálogo. Porque la atención de mi amigo, inmedia-
podrá quizás sobrevivir pero ya no será un hombre, tamente se apartó de mí. Seguía al niño con los ojos. Éste
porque lo propio del hombre es poder razonablemente arriesgar su caminaba por la habitación, fingiendo ignorarnos. Pero de
vida.
Podrá fingir que ama pero no sabrá amar.
vez en cuando, a hurtadillas, miraba al Sabio y bajaba rápi-
porque amar es ser capaz de querer arriesgar su vida por los otros, damente los ojos cuando encontraba los suyos. Y después,
por otro. súbitamente, avanzó hacia él. Se puso frente a él, cogió su
Podrá engendrar pero no será padre ni madre, mano, la retuvo un instante entre las suyas, y después la
porque ser padre y madre es, como la semilla en la tierra, aceptar el soltó declarando solemnemente: «¡Papa, ya no te quiero!»
riesgo supremo de perder su vida para que nazca la espiga.
—Pues yo te quiero siempre, respondió el Sabio, y te
querré siempre.

126 127
—El niño, el adolescente, se rebelan a menudo.
Entonces el niño se acercó, se inclinó sobre mi amigo y
lo abrazó. Después se marchó tal como había venido. —Si la actitud de los padres es desinteresada y verdade-
ra comprenderán más tarde. Toda semilla de amor auténti-
Decididamente, estas visitas del niño encantaban visi- ca crece un día en el corazón en que se ha sembrado.
blemente al Sabio. Su rostro estaba iluminado. Saboreaba —Pero ¡pueden ahogarla!
silenciosamente la alegría del encuentro. —Es verdad. El hombre es libre.
Cuando volvió a mí, dijo simplemente: Pero los padres, hijo mío, son responsables de la la-
—Perdona, hijo, me debía al niño. branza y de la siembra, y no de la cosecha.
Hace algunos días, me negué a acceder a uno de sus * * *
deseos. Satisfacerlo no era bueno para él. Se marchó en-
furruñado. Si hoy ha vuelto, ves, es para comprobar mi
amor por él. Yo tenía que tranquilizarlo. Es como todos los Estaba interesado, pero pensaba que nos habíamos ale-
niños —y éste más que otros, añadió, en voz muy baja— jado mucho de nuestro tema.
El Sabio me disuadió de ello.
necesita estar absolutamente seguro del amor de los que
dicen amarle.
Igual que el niño, me dijo, el hombre necesita la certeza
Como el bebé que se despierta de noche, llora para llamar a sus padres, de ser amado para hacerse él mismo, y lograr su plenitud.
comprobar que están allí, y no lo han abandonado. Nadie puede creer en su vida, quererla, amarla, si no des-
Como el chiquitín en el paseo, deja la mano de su madre, y se queda solo cubre su valor infinitivo. Y es aquel a quien ama, y que le
detrás, para ver si su madre irá a buscarlo.
Como el niño experimenta poco a poco lo que puede hacer, sin disgustar a
ama el qué, más que cualquier otro, se lo revelará.
sus padres, y cuando aparentemente una gran tontería ha roto todos los Los padres con su ternura, su auténtica dedicación e
lazos, busca reanudarlos, pidiendo una prueba de que el amor persiste. incluso su firmeza le dicen a su hijo: «Tu vida es tan precio-
Como el jovencito que intenta descubrir qué valor tiene a los ojos de sus sa que daríamos nuestra propia vida por ti.»
padres midiendo lo que ellos aceptan darle, cosas, tiempo, atención,
besos...
La enamorada dice al enamorado: «Te he mirado, ama-
Como el adolescente que tortura a sus padres, queriendo separarse de do, elegido, a ti, entre todos los demás. Y tienes tanto valor
ellos, para convertirse en él mismo, verificando a la vez la permanencia a mis ojos, que decido dártelo todo: mi corazón, mi espíri-
y la autenticidad de su amor. tu, mi cuerpo, mi vida. Todo y para siempre.»
Sin embargo, los jóvenes son libres, en efecto, de decir-
—Según esto, ¡no habría que negarles nada a los niños!
se el uno al otro «probemos». ¿Quién podría impedírselo?
—No lo creas. Muchas veces hay que decirles que no,
Pero que no declaren entonces «¡nos amamos!». Y sobre
porque la satisfacción de muchos de sus deseos no les bene-
ficia. Pero es preciso que el niño esté seguro de que estas todo, que sepan que en lugar de ofrecer a su amigo la más
negaciones no son señal de falta de amor. Al contrario. magnífica de las revelaciones: soy amado, introducen en su
corazón la peor de las dudas: ¿seré amado algún día? y para
El que ama debe saber negar con el mismo sosiego con
el que sabe dar. acabar: ¿soy «digno de amor»?
Lo repito, la certeza de ser amado, construye la perso-
—Pero el bebé y el niño pequeño no pueden compren-
na. La duda la destruye.
der.
—Antes de hablar, el bebé comprende el lenguaje del
A ti corresponde decidir lo que quieres ofrecer al otro.
amor.

128 129
I lombres desgraciados,
desollados,
26 desgarrados,
sublevados,
hombres privados de amor.
I lombres que emplean sus días con colores de noches
en buscar.
comprobar,
pesar,
si han sido amados,
si son amados,
si podrán ser amados.
Hombres que mendigan algunos bocados de amor
para sobrevivir mañana.
Hombres que buscan aturdirse, gozar,
Es verdad. ¿Quién puede vivir y crecer sin amor? ¿Qué y se acuestan con el placer
mundo puede construirse en su ausencia? Yo lo había des- olvidando que duermen sobre sus angustias
cubierto en mis primeros encuentos con el Sabio. Ahora y acampan sobre sus miedos.
volvía a descubrirlo. ¡Oh Amor!
Los hombres hoy día no quieren ya arriesgar su vida por ¿cuándo serás devuelto al mundo loco que duda de ti
amor. ¿No es ésta su trágica debilidad? Algunos aceptan y muere lentamente por no creer ya en ti?
simplemente «probar»... y durante este tiempo, se debili-
tan, se dislocan y el mundo con ellos, porque les falta esta
energía esencial que es la única que puede hacerlos vivir.
Dios mío, devuélveme la fuerza de amar,
Así meditaba, cuando recibí este poema del Sabio.
porque espera el mundo, que me necesita.
Y si no consigo todavía creer en el amor de los otros,
Amor,
si no consigo creer bastante en tu amor de Padre,
comida del hambriento,
dame al menos el valor de arriesgar mi vida por los otros y por
agua pura del sediento,
«otra»
sol del hombre aterido,
a fin de que otros
savia indispensable del viviente.
no sufran como yo.
Amor, hijo pobre de este mundo cruel, * * *
amor del que se duda,
amor que se prueba,
amor bajo condiciones, Yo también, más allá de mis sueños locos, más allá de
amor para tiempo limitado. mis entusiasmos cuando oía hablar al Sabio, dudaba del
amor de los otros hacia mí y de mi aptitud para amarlos.
Oh mundo desgraciado, subalimentado de amor,
mundo que se resquebraja y después estalla como tierra sin agua
Me avergüenzo de ello, pero lo confieso una vez más. Era
mundo de hermanos que se vuelven enemigos, mi pena.
mundo de enemigos que se explotan y se matan. ¿Había sido auténticamente amado, y lo sería algún
día? ¿Amado hasta el punto de que una muchacha fuese
capaz de dar su vida por mí, y yo la mía por ella?
130
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Hoy me planteaba claramente la cuestión, dándome mentiras; mis risas o mis penas exageradas, mis ataques de
cuenta de que desde hacía tiempo me atormentaba incons- amabilidad o mi agresividad; mis períodos de timidez e
cientemente, manteniendo la náusea de mi alma. Sí, yo era incluso, ahora estoy seguro, algunos de mis malestares físi-
de los que dudaban, y esta cruel enfermedad me carcomía, cos. Eran otras tantas llamadas silenciosas o ruidosas rei-
me destruía. vindicaciones, botellas echadas al mar, con la loca esperan-
Venía de lejos. za de que alguien las recogería y honraría.
Decidí analizar la situación.
Hoy sé que a mi alrededor, por todas partes, resuenan
Mis padres, ya lo he dicho, me amaban a su manera. estas mismas llamadas. He aprendido su lengua y su voca-
Mal. Estaba seguro de ello. Muchas veces, inquieto, había bulario sorprendente. Puedo descifrarlo. ¿Continuaré en-
sometido a prueba su amor, y muy pronto me había dado tonces juzgando a éste, a aquélla, por sus actitudes exterio-
cuenta, sobre todo al crecer, que esperaban de mí satisfac- res, pasando tontamente, ciego y sordo, por en medio de
ciones para ellos, más que desear y buscar una verdadera tantos naufragios del amor?
felicidad para mí. Además, a veces les resultaba molesto, y Hacerme notar, estimar, amar por los otros, no era sufi-
no se privaban de hacérmelo comprender. Hoy día me doy ciente. Muy pronto evidentemente, trataba de atraer la
cuenta de que algunas de sus reflexiones no eran probable- atención sobre todo de las «chicas». ¡Qué no hubiese hecho
mente, en parte, más que salidas de tono. Iban más allá de yo por una mirada, una palabra, un beso, un momento de
lo que ellos pensaban. Pero yo me las tomaba en serio y intimidad! Es verdad que yo buscaba el placer, pero bajo
sacaba la conclusión de que sólo me amaban por deber. los placeres tan rápidamente decepcionantes, era un poco
Nada me resultaba más penoso que pensar esto. de amistad y de amor lo que yo buscaba sin fin.
Por todo esto, había sentido rencor contra ellos. Me Iba de decepción en decepción, y ni por un momento se
había vengado haciéndoles sufrir. Después me había habi- me ocurría pensar que para ser amado, era necesario que
tuado, resignado, parapetado. fuese capaz de amar a los otros.
Lo más grave es que de ello yo había concluido una vez
más que nadie era amado por sí mismo, y por tanto que el
verdadero amor no existía. Tendría entonces que conten-
Por fin llegó el Sabio. Entró en mi vida. Desde los pri-
tarme con migajas.
meros contactos estuve seguro de que me conocía y de que
Estas migajas, las buscaba ávidamente. En el compañe-
me amaría. Me daba su tiempo. Me daba su atención total.
rismo, en la amistad indudablemente, pero también, ahora
«Se» daba... y no pedía nada.
lo comprendía, en una multitud de gestos, de palabras, de
actitudes que tejían mi vida cotidiana. Buscaba llamar la Hoy estaba seguro de que me amaba auténtica e incon-
atención sobre mí. Quería ponerme de relieve. Quería que dicionalmente. Y esta fe sin fallos me infundía deseos de
me mirasen, que me admirasen, que me apreciasen, que crecer y... de amar. ¿Para complacerle? Quizás un poco,
me amasen. Quería al menos recordar a los otros que yo pero mucho más profundamente porque delante de él me
existía. sentía capaz de superarme. Su confianza me daba confian-
za. Empezaba a creer en mí, porque él creía en mí. Incluso
Todo en mí participaba inconscientemente en esta larga mis errores, mis faltas, no me detenían ya, porque cuando
busca de miradas hacia mí: mis palabras, mis agudezas, se los confesaba sabía que, a pesar de ellos, continuaba
pero también en algunos momentos mis silencios o mis apreciándome, amándome, teniendo confianza en mí.

132 133
Era maravillosa esta fuerza desconocida que surgía en
mí y de mí. Energía misteriosa que vivía escondida en lo
más profundo de mi corazón, vida que desde siempre me 27
era dada, pero que ningún hombre hasta entonces había
sabido detectar y hacer brotar de mis tierras fértiles.

El Sabio me había dicho en nuestros primeros encuen-


tros que esta vida y el amor en la hondura de esta vida,
venían de otra parte: de Dios. Yo lo había comprendido
con la cabeza. Hoy lo experimentaba con el corazón.
Así, paralelamente descubría poco a poco el verdadero
rostro de Dios. Más que por sus palabras, la actitud del
Sabio era su vivo reflejo.
Este día, el Sabio me dijo: la verdadera fidelidad de la
Dios era el que ama incondicionalmente. Y el que acep-
pareja no es lo que piensas, hijo mío. No es una obligación
taba abrirse a este amor, dejarse alcanzar, tocar por él, se
impuesta por la ley, la sociedad, la Iglesia. No es el respeto
ponía milagrosamente en pie, curado de su parálisis. Aban-
de un contrato bajo penas severas:
donando su camastro, corría hacia los otros. Sí, ahora esta-
ba cierto de ello, cuando Jesús decía a los enfermos del
Es aventura, camino que recorrer, porque es camino elegido.
evangelio: «¡Vete, tu fe te ha salvado!», era la fe en este
Se vive, se desarrolla como se vive y se desarrolla el amor de los amantes.
amor infinito. Y esta fe curaba. Hacía al hombre capaz de Es este amor en marcha.
«trasladar las montañas». Es su pan cotidiano y el vino de su alegría.

Este amor es el que los hombres necesitaban. Si estaban El amor no está hecho ya. Se hace.
enfermos, moribundos, era por no creer ya en él.
Con este amor debería amar yo a los otros a mi alrede- No es vestido o traje de confección,
dor, como Jesús de Nazaret nos lo pedía, como el Sabio, su sino una pieza de tela que hay que cortar, montar y coser.
discípulo, amaba. No es un apartamento que te entregan llaves en mano,
sino una casa que hay que concebir, construir, mantener,
Con este amor debería amar a la que aceptase amarme. y a menudo reparar.
Lo comprendía. Lo deseaba con todas mis fuerzas, pero, No es una cima vencida,
¿sabría serle fiel? ¿Fiel durante una vida entera? sino salida del valle, escaladas apasionantes, caídas dolorosas
No conseguía creerlo. en el frío de la noche o en el calor del sol resplandeciente.
No es sólido anclaje en el puerto de la felicidad,
sino leva de anclas y viaje en plena mar, en la brisa o en la
tempestad.
No es un sí triunfante, enorme punto final que se escribe en música,
en medio de las sonrisas y de los «bravos»,
sino que es una multitud de «síes» que puntean la vida,
entre una multitud de «noes», que se borran al caminar.
No es la brusca aparición de una vida nueva,
perfecta desde su nacimiento,

134 135
sino el brotar de una fuente y el largo trayecto de un río —¡No habría, pues, nunca un fracaso total!
de múltiples meandros,
a veces seco, otras veces desbordado,
—Si el hombre lo quiere, desde la cruz, nunca.
pero siempre caminando hacia la mar infinita.

La fidelidad no está ya hecha, como el amor se hace, —No puedo admitirlo, dije tras un largo silencio. ¡Es
porque es su inseparable compañera. imposible!
—Lo comprenderás más tarde, hijo mío. A mí mismo
Así, ser fiel, no es: me ha hecho falta mucho tiempo para conseguirlo.
no extraviarse, —Comprender con la cabeza, quizás, pero cuando está
no combatir,
no caer. afectado el corazón, ¿quién puede calmar su profundo do-
Es levantarse siempre y caminar siempre. lor? Las palabras son fáciles en la boca de los que no han
Es querer continuar hasta el fin el proyecto preparado juntos, sufrido.
y libremente decidido.
Es tener confianza en el otro más allá de las sombras y de las noches.
Es sostenerse mutuamente, por encima de las caídas y de las heridas.
El sabio se turbó imperceptiblemente. Hubiese debido
Es tener fe en el amor todopoderoso, más allá del amor. darme cuenta de ello, pero insistí pesadamente:
La fidelidad, hijo mío es, a veces —escucha sin temblar—, —Tú mismo, ¿cómo has llegado a comprenderlo?
la de Jesús, que, clavado en la cruz, Y llegó la respuesta brutal, inesperada,
corazón y cuerpo descuartizados por la infidelidad del hombre, —Porque lo he vivido.
solo,
abandonado,
traicionado,
permanece fiel hasta la muerte, —Me quedé repentinamente azorado, perdido, como
perdona, da una vez más un hombre que con un gesto involuntario ha vuelto a abrir
y con la vida que ofrece
una herida en la carne de un amigo.
salva para siempre el amor.
El Sabio se había callado. Permanecía inmóvil. Yo lo
miraba de hito en hito, intentando medir por la expresión
—Jesús, sí, murmuré yo muy bajito, pero ¿el hombre? de su rostro la profundidad del sufrimiento despertado.
Amar así, hasta el final, por encima de las infidelidades, de Su corazón sangraba. Lo supe, porque sus ojos llora-
los abandonos, de la ruptura, y hasta la muerte... ¡es impo- ban.
sible!
—Imposible al hombre solo, sí, continuó el Sabio. Con * * *
Jesucristo, no.
—Pero ¡es necesario creer en él! ¿Qué decir? ¿Qué hacer? Estaba avergonzado, parali-
—Dios, por medio de su Hijo, hijo mío, acompaña a zado. Al cabo de un largo rato, me acerqué tímidamente a
todos los hombres que un día han decidido, lealmente, mi amigo y torpemente puse mi mano en la suya. Este
amarse. Porque es Padre, ama a sus hijos, y ama a todos los contacto me tranquilizó.
hijos que se aman. —Perdón, murmuré por fin, ¡no sabía!
—Pero, ¿y cuando ya no se aman? —No podías saber, hijo mío. Y su mirada me dijo que
—Él continúa amándolos... juntos. no estaba enfadado conmigo.

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Después continuó: Tranquilízate, estas lágrimas son
hoy lágrimas de paz y no de desesperación o de rebelión.
Éstas son fecundas, las anteriores corroían mi corazón co- 28
mo un potente ácido.
Ya lo ves, las lágrimas permanecen, cuando el corazón
está herido, pero nadie puede alcanzar su pleno desarrollo
si no las transforma en nacimiento de una vida nueva.
Así es como Jesús nos ha devuelto la vida, por encima
de nuestras infidelidades.
—Te lo explicaré, dijo levantándose para acompa-
ñarme. Pero no hoy... No podría.
Todavía estaba enfadado conmigo mismo.
A pesar de la mirada tranquila que me había dirigido el
Sabio, a pesar de sus reconfortantes palabras, tenía la dolo-
rosa impresión de haber cargado de nuevo sobre sus hom-
bros una pesada cruz que él por un momento se había qui-
tado.
Debo confesarlo, estaba sobre todo consternado, y lo
que es más grave, decepcionado. Así, pues, el Sabio, él
también, había conocido el fracaso de un hogar desunido.
Ni por un momento lo había imaginado.

Mi rencor se dirigió primero hacia su mujer, porque, sin


saber, la acusaba. En seguida, me avergoncé de mí y prohi-
bí a mi imaginación que formase un tribunal. Y después,
por desgracia, como muchas veces todavía, presintiendo
que había que librar un duro combate, me invadió un
inmenso desánimo.
Si el Sabio había fracasado, ¿quién podía lograrlo? Pen-
saba imperiosamente en todas las parejas conocidas que a
mi alrededor se hundían como castillos de naipes, bajo los
dedos de un niño. Recordaba las estadísticas que implaca-
blemente nos daban en cifras el aumento del número de los
divorcios. Entonces, de nuevo, la duda devastadora se apo-
deraba de mi espíritu.
Decididamente, no lo conseguiría.
* * *

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Me recuperé muy pronto, y me sentí orgulloso de mí, cualquiera que sea este otro, dijo, sin una sombra de dis-
porque consideraba esta reacción como una victoria: la gusto. Pero nunca hay que creer que el otro es perfecto. El
prueba de que insensiblemente me volvía más fuerte. que hace de él un dios, se da cuenta un día de que es sólo
El Sabio me hablaba ahora, incluso cuando no hablaba. un hombre. Amarlo es amarlo tal como es, con sus rique-
Yo le oía murmurarme con su voz dulce pero firme: «¿No zas, pero también con sus debilidades.
te he dicho y repetido que era difícil? No pierdas el tiempo, Repentinamente aliviado, feliz de haberme liberado,
hijo mío, en sopesar las probabilidades que tienes de lograr tuve ganas de gritar: «¡Te amo!» Pero no me atreví a hacer-
tu amor, pensando en algún momento que no lo consegui- lo. Me contenté con esperar con todas mis fuerzas que al
rás, mientras que en otras ocasiones prevés orgullosamente ver mi sonrisa lo adivinase y lo creyese.
que tú lo harás mucho mejor que los otros. ¡Prepárate!
¿Se ejerce un oficio sin haberlo aprendido durante mu- Fue mi amigo el que rompió el silencio. Sin que yo se lo
cho tiempo? ¿Se aprueba un examen sin haberlo prepara- pidiese. Habló lentamente, penosamente.
do? ¿Se juega un partido sin entrenarse nunca? ¿Por qué —Mi esposa se marchó para seguir a otro hombre, al
los hombres piensan que podrán fundar una familia feliz y que creía amar más que a mí. Se marchó llevándose con
estable sin prepararse ampliamente? No es suficiente decir ella una parte de mí mismo. Mi felicidad solamente duró
"te amo" para amar toda una vida»... unos pocos años, pero mi sufrimiento permanece, porque
Y continuaba mis esfuerzos. se sufre siempre por un miembro amputado, aunque se
llegue a aceptar la dura realidad de la amputación defini-
tiva.
Mi corazón se convirtió en una tierra salvaje, invadida,
ahogada por las malas hierbas. Conocí el rencor y, lo con-
Temía encontrar de nuevo al Sabio. Y sin embargo lo
fieso, el gusto amargo del odio. Tuve que luchar con todas
deseaba. Estaba seguro de que este encuentro me tranqui-
mis fuerzas para recobrar la paz. Y la paz sólo volvió cuan-
lizaría. Pero para que fuese benéfico, me faltaba cumplir
do mi corazón desgarrado acogió por fin la semilla del
un trámite que me costaba mucho. Había juzgado a mi
perdón. Entonces el amor volvió a florecer. Pero ¡con cuán-
amigo y lo lamentaba.
tos esfuerzos y cuidados he tenido que conservar esta flor
—Te pido perdón, dije rápidamente, en cuanto lo hube frágil!
saludado. Hoy, amo todavía a la que sigue siendo mi mujer. Rezo
Él me miró sorprendido. para que sea feliz... y para que «él» también, a pesar de
—Ya te dije, hijo mío, que no tienes la culpa, tú no todo, sea feliz.
podías saberlo.
—No es esto... ¿Había hecho todo lo necesario para ofrecer a mi espo-
Yo dudaba. sa la felicidad que buscaba? Yo lo creía. Pero ante el fraca-
—Habla sin temor, sabes que puedes contármelo todo. so de su pareja, ¿quién puede certificar que uno no es en
—Te pido perdón... porque durante un momento he nada responsable?
perdido la confianza en ti, y sonrojándome añadí: he creído Rehaciendo mil veces con mi pensamiento el camino
que no eras el que yo creía. que habíamos recorrido juntos, intentaba descubrir mis pa-
—No hay que perder nunca la confianza en el otro, sos en falso. Me di cuenta de algunos.

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No me habían enseñado el camino. No me habían dicho Al salir de casa del Sabio, pensaba que de este pan
cuáles eran los obstáculos. Sobre todo, no me habían ayu- venía a alimentarme yo muchas veces y comprendí en-
dado a prepararme para superarlos. tonces por qué tenía menos hambre.
¡«Ella» también creía que sólo los besos bastaban para
construir un hogar!

¿Comprendes ahora por qué te digo y te repito que


amar es difícil y que hay que aprender durante mucho tiem-
po antes de conseguirlo? ¡Quería yo tanto que otros no
repitiesen mis errores y no conociesen mis tormentos!
—¡Cómo has debido sufrir!
—¡Sí, hijo mío, con mi sufrimiento, pero también más
tarde con el de los otros!
—No lo entiendo.
—Cuando conocí por fin la paz, descubrí que mi prueba
podía ser fecunda. Ya que mi corazón roto había sobrevivi-
do, ya que liberado de los lazos del rencor volvía a latir de
nuevo, destilaría, purificado, un amor más verdadero.
En adelante mi esposa sería la soledad, pero mi cora-
zón, disponible, cada día acogería a los que sufren para
ofrecerles gratuitamente el pan del que estaban privados.
Vinieron hacia mí sin que los llamase. Cada vez más
numerosos llamaron a mi puerta. Les abrí, y sufrí con ellos,
porque cuando se ama auténticamente, se sufre el sufri-
miento de aquellos a los que se ama.
—¡Pero su sufrimiento no desaparece!
—Sí, pero es menos pesado cuando lo llevan dos. Jesús
nos lo ha enseñado. El no nos ha quitado nuestros sufri-
mientos. Se ha ofrecido para llevarlos con nosotros. A los
que le dan sus faltas y sus pruebas, les ofrece en su amor
una vida restaurada...
En voz muy baja, añadió:
—Creo haber devuelto un poco de vida a los que creían
que la suya estaba definitivamente rota...
Y es así como, con mis dedos heridos, amasaba un pan
nuevo, que sabía nutritivo.
* # *

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Él dice: Mi corazón, si late todavía, no vibra ya por ella, y mi cuerpo
desde hace tiempo ya no tiene hambre de su cuerpo.
29 Ella dice: Él no es aquel que yo soñaba; se ocultaba, se disfrazaba. Mis
labios sólo besaban una máscara... y la máscara ha caído.
Él dice: Ya no podía soportar más sus silencios, su frialdad y sus
reproches.
He encontrado un corazón acogedor y palabras de ternura,
en una boca que nunca se niega.
Ella dice: Él salía a visitar otros jardines y a coger otras flores. Las
mías se han marchitado. Él ya no las regaba.
Y de rabia he pisoteado los pétalos caídos.
Él dice: Ella llenaba mi cabeza con el ruido de sus palabras y no
podía oír el murmullo de las mías,
y mis palabras enterradas, lava incandescente en el volcán de
mi corazón, se escapaban bruscamente, incendiando los res-
Lo que el Sabio había vivido, otros lo vivían. Pero lo tos de nuestro amor hecho trizas.
Ella dice: Nuestros hijos ya no podían soportar nuestras disputas.
vivían mal. ¿Quién podía como él no maldecir la inhumana
Acampaban bajo la tempestad e, incluso refugiados bajo la
soledad, dominar sus rencores, asumir sus sufrimientos? tienda que para ellos habíamos penosamente levantado, los
Muchos de estos náufragos del amor iban a encontrar al relámpagos les desgarraban las junturas de su corazón.
Sabio, y él les hablaba. Él dice: Ella me apretaba tan fuerte entre sus brazos ávidos que yo
¿Cómo podía ayudarles a llevar su carga? me ahogaba en silencio, sin poder desprenderme.
Cuando por fin me liberé de sus lazos, huí lejos, en busca de
Se lo pregunté. un espacio en donde poder respirar.
Ella dice: Las palabras han permanecido en su cabeza cerrada, piedras
* * * duras amontonadas, elevándose como un muro, y el muro
era demasiado alto, para que lo pudiéramos franquear.
Él dice: La costumbre entre nosotros eligió su domicilio, niebla sin
—Amigo, ¿qué les dices a los hombres que vienen a rostro que esconde las sonrisas y mata lentamente el sabor de
confiarte el infortunio de su hogar desunido? los besos.
—Nada, hijo. Los escucho. Hemos envejecido sin vernos; un día ya no nos hemos reco-
—¿Y cuando han acabado de hablar? nocido.
Ella dice: Él me quería suya, yo lo quería mío y para cogernos, comba-
—Los escucho todavía...
tíamos sin cesar, pero terminado el combate, en nuestras
—¿Hablan de nuevo? manos atónitas no quedaba del otro más que un traje desga-
—Largamente. rrado.
—Y cuando por fin se callan... Ellos dicen: ¿Por qué luchar todavía? Ayer era el cielo, hoy es el infier-
—Les digo lo que tú me has dicho: «¡Cómo debéis su- no, porque el cielo es amor y el infierno su ausencia.
No queremos el infierno, lo creemos sin salida.
frir!», y después me callo, y rezo ofreciendo.
—Pero ellos, ¿qué te dicen? Estas palabras, y muchas otras más, son las que recojo
—Sus palabras son múltiples, porque su historia es dife- en silencio, en el cáliz de mi corazón,
rente. pobres palabras pesadas de vida herida, que sangran al
cruzar las orillas de sus labios magullados,
... y algunas noches mi copa desborda, cuando la ofrez-
co al Señor.
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—¡Es demasiado duro!, exclamé yo.
—Pero tú, amigo, ¿qué les dices cuando al fin hablas? —¿Te he dicho que fuese fácil ser hombre libre, y res-
—Les digo, amigos muy queridos: ponsable?
—Pero ¡el hombre es débil, tiene derecho a equivocar-
Uno de vosotros se ha marchado, el otro llora y maldice murmurando en se!
voz baja «yo te amo todavía».
O los dos, con una sonrisa de pacotilla en los labios, máscara de carnaval
—Es débil, es verdad. Y nadie puede reprocharle sus
sobre una llaga oculta, debilidades, porque nadie puede medir el amor que vive en
habéis «de común acuerdo» y bajo la bendición de las leyes, el corazón del hombre, y su responsabilidad en un amor
apagado las últimas brasas del hogar, arruinado. Pero nadie puede decirle que puede recobrar la
y cerrado para siempre la puerta, sobre vuestro amor en cenizas.
vida que ha ofrecido a otro. Se ha convertido en él.
Pero, aunque lloréis, aunque sonriáis, o aunque os insultéis, cualesquiera
que sean vuestros esfuerzos por reconstruir en otra parte la casa de la Te lo repito: los que se han dado libremente su vida,
felicidad, y en un hogar nuevo, intentar volver a encender un fuego, son esposos hasta la eternidad 1 .
amigos, pobres amigos, os digo: ... Me atreví a protestar todavía:
—Si es así como te diriges a los que vienen a ti, buscan-
No podéis «descasaros».
do palabras de esperanza, ¡dudo mucho que se marchen
Podéis romper vuestras fotografías y destruir vuestros regalos. tranquilizados!
Podéis pisotear vuestros recuerdos felices, enterrados bajo el peso de los —Si por debilidad renunciase a hablarles así, no los
días desgraciados, respetaría y no los amaría.
y quizás intentar repartir lo que era de los dos.
Pero ¿quién puede devolver al otro, la vida recibida de él?
Pero tengo muchas otras cosas que decirles.
vida que corre por vuestras venas, sangre mezclada para siempre, —¿Y vuelven para oírlas?
mucho más allá de la piel antaño locamente acariciada, —Sí, igual que el enfermo vuelve al médico que le dice
hasta la carne del corazón, hasta los vasos irrigados. la verdad.
No podéis «descasaros».

Habéis anudado en vuestro hijo los hilos de vuestra vida,


y nadie nunca ha podido desanudar ese nudo sagrado.
Porque este nudo es vuestras dos vidas, reunidas para siempre en una vida Yo por mi parte, hoy no quería escuchar más. Estaba
nueva. profundamente turbado.
Y cuando besáis la cara del hijo, Sin duda, yo estaba orgulloso del hombre y de su liber-
son vuestras caras las que besáis, a la vez que la suya.
tad. ¡Cuántas veces la había reclamado para mí! Pero cono-
No podéis «descasaros». cía mis faltas y las de los hombres de mi alrededor. Este
montón monstruoso de cosas estropeadas que acumula-
Podéis acusar al otro, a la sociedad o al destino.
Podéis maldecir a la Iglesia, y a Dios todopoderoso,
1. En la tierra, el primer medio de comunicación y de unión entre los esposos, es el cuerpo: por
pero su poder no puede nada contra vuestra libertad.
medio de la palabra, los gestos de ternura y el abrazo. Pero cuando dos cuerpos se han unido
Porque si libremente le habéis pedido que se comprometiera con vosotros, regularmente, ya no es posible desunirlos en beneficio de otra unión. Un cuerpo, en efecto, no
cuando os comprometisteis, puede repartirse. Es una riqueza y un límite. Este límite termina con la muerte de uno de los
él permanece fiel... cónyuges. Por ello la iglesia vuelve a casar a los viudos que lo piden. Después de la muerte, la vida
de resucitado será muy diferente. Nuestro cuerpo será «transformado», «espiritualizado». Tendrá
su lugar en la relación de los esposos, pero este lugar también será muy distinto, libre de los límites
y él no puede «descasaros». de la materia. Véase Lucas 20, 27-36; 1 Corintios 7, 39/40 y 15, 35-49; Mateo 19, 1-9.

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mos, por ser incapaces de ejercer bien esa maravillosa li-
bertad tan ferozmente defendida.
Como muchos, yo quería un Dios que me dejase ente-
ramente libre de decidir y orientar mi vida... pero quería 30
que este mismo Dios fuese un dios abuelo que en caso
necesario anulase mis errores y bendijese indefinidamente
mis nuevas decisiones.
Él no podía hacerlo.
El hombre entonces no tenía más que una única elec-
ción cuando decidía fundar un hogar: renunciar a ser libre,
o aceptar hasta el fin los riesgos de esta libertad.
Esta vez yo lo comprendía, pero no lo admitía.
Quería ser hombre y libre..., pero estaba asustado.
Ya lo he dicho. Conocía a muchas parejas desunidas. A
No me atreví a decírselo al Sabio. Tenía que reflexionar
mi alrededor su número aumentaba hasta tal punto que me
largamente todavía. preguntaba si hoy día conseguir un hogar feliz no era una
proeza excepcional.
Me explicaba cada vez mejor la insistencia del Sabio en
reclamar para los jóvenes una preparación seria. ¿Quién
puede amar sin saber qué es amar, y sin aprender a amar?
Admiraba también cada vez más la grandeza de los
hombres llamados a comprometerse libremente para toda
una vida, y empezaba a maravillarme del infinito respeto
de Dios ante sus decisiones, él, que aceptaba sellarlas con
su amor, si ellos se lo pedían.
Pero estaban esos fracasos numerosos que yo observa-
ba, y sus dolorosas consecuencias...
El Sabio me había dicho que, si el hombre quería, desde
la cruz de Jesucristo, ya no había nunca un fracaso total.
Yo lo deseaba con todas mis fuerzas, pero no veía cómo, ya
que mi amigo decía también que el hombre no puede des-
casarse para intentar casarse otra vez.
De nuevo, deseaba que me instruyese.
* * *

—El amor es como un grano de trigo, me dijo primero el Sabio.


En el frío, en la noche, enterrado, plvidado,
a los ojos de los vivos muchas veces ha parecido que moría,

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pero es falsa esta muerte que anuncia la vida, —Cállate, me dijo. ¡Nunca es Dios el que nos rechaza!
si el grano no deja de ser regado, y calentado por el sol. Somos nosotros los que nos alejamos de él.
Las estaciones del amor son estaciones de la vida. —¿Qué deben hacer entonces los amantes desunidos
Algunos inviernos son dulces, para los que se resguardan de ellos; que han elegido un nuevo compañero o compañera?
para otros son crueles, cuando desaparecen una a una las locas —Que reconozcan primero sus debilidades, y que des-
ilusiones, y sopla el viento glacial de las desilusiones.
pués recen para obtener la luz.
Unas primaveras son gozosas, fiestas de flores y de frutos que se anuncian, —¿Cómo?
pero otras son turbadoras, de sabor embriagador para los corazones
enloquecidos.
—Como hijos que sufren:
Los veranos son cosechas para los que han labrado amargamente y con Dios mío, compréndeme tú, que comprendes tan bien
confianza han sembrado,
a tus hijos que son fieles,
pero también a veces llamas encendidas en los amores de mediodía, como a tus hijos pecadores.
que desecan las almas e incendian los cuerpos de ardiente savia. No he podido vivir solitario, abandonado, perdido.
Jardineros del amor, sabed que el amor se cultiva Mi corazón tenía demasiado frío
y que están vivos muchos que se creían moribundos. y mi cuerpo demasiada hambre.
Cómo podía yo solo en la vida, navegar por el mar alborotado,
—Pero algunos hombres son ignorantes, dije, no saben con el mástil roto y las velas desgarradas,
cultivar, y su amor debilitado no podrá sobrevivir. sin buscar a alguien para que me ayudase a reparar mi barca,
—Hay médicos del corazón, hijo mío, amigos muy se- y continuar la travesía.
guros, hombres de Dios, que pueden ayudar a curar los Cómo podía yo, mujer, alimentar sola a unos hijos mutilados,
amores enfermos. cuando herida, exangüe, vacía de la sangre del amor,
de mi seno agotado reclamaban la leche.
* * *
No he rechazado, Dios mío, un poco de amor que me han ofrecido,
y algunas briznas de felicidad, en el hueco de mis manos vacías.
He intentado tejer un nuevo nido de acogida para reemplazar el nido
Esto, lo comprendía. Observando a mis padres, cuántas destruido,
veces había pensado que hubiesen podido evitar muchos y no me atrevo a moverme en mi amor completamente nuevo,
choques y sufrimientos si alguien les hubiese ayudado a por miedo de que eche a volar como un pájaro temeroso.
superar sus múltiples incomprensiones, y permitirles casar- A pesar de mis heridas y a pesar de mi carga, soy feliz, lo creo,
se por fin tal como eran, y no tal como uno y otro querían tímido arco iris, en mi cielo nublado.
que fuesen. Dios mío, te lo suplico, ¡no me arrebates mi alegría!
... Pero tengo miedo y dudo,
Pero para muchos esposos, era demasiado tarde. Ha-
porque me dicen que tú no puedes bendecir este hogar de hoy.
bían enterrado el amor al que creían muerto y sobre la ¿Por qué Dios mío? ¿Por qué?
tierra pisoteada habían intentado hacer crecer uno nuevo. ¿Está mal intentar ser feliz cuando se ha sufrido tanto o se ha arruinado
Pero ¿podrían conseguirlo si Dios los rechazaba? una felicidad efímera?
Ámame, Dios mío, no me abandones,
* * * porque de ti también necesito ser amado.
Y ya que hoy intento amar mejor,
¿puedo ofrecerte al menos estas migajai de amor nuevo,
Cuando se lo dije al Sabio, se levantó, repentinamente
que creo que es amor?
violento.

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—Amigo, ¿conoces la respuesta de Dios? Ten confianza, hijo mío, y ven hacia mí sin temor.
La esperé durante mucho tiempo, hijo mío. Los hom- Muchos son los caminos para que me encuentres y yo me reúna
bres muchas veces se desaniman ante lo que creen su silen- contigo.
cio. Se equivocan. Yo sé ahora que Dios habla, pero no lo Acepta el sufrimiento de la ruptura,
y ya que, como mi Iglesia divida, no puedes ser testigo de
oímos. haber guardado la unidad,
Yo escuché, purificando mi corazón, y poco a poco per- que el dolor de la desunión atestigüe la grandeza de la unión.
cibí el murmullo de su voz. Entonces a los que se presenta- ... Pero sobre todo, hijo muy querido, reconoce tus errores,
ban cada vez en mayor número a las puertas de mi casa, a tus debilidades,
las puertas de mi corazón, me atreví por fin a transmitirles pide perdón,
la respuesta que había creído escuchar. y perdona a quien debes perdonar,
porque el amor no puede revivir en un corazón que se cierra.
—Creo, hijo mío, que Dios hablaba así:
Entonces, te digo,
dame sin dudar, estos balbuceos de tu amor nuevo,
Hijo mío, te he amado siempre, y te amo siempre. en mi cruz los acogeré,
Un verdadero padre nunca rechaza a su hijo, ... y ¡me ocuparé del resto!
aunque éste, como hijo pródigo, se aleje de él.
No has podido vivir solo, conozco tu debilidad... y eres tú quien decides.
Eres libre, hijo mío, por amor a ti lo he querido así.
Pero es cierto que no puedo desatar el lazo que juntos, Creo que este día comprendí lo esencial: por nuestras
vosotros y yo, habíamos anudado. desuniones, Dios sufre en Jesús crucificado, pero si quere-
Mi Iglesia tampoco puede hacerlo 1 ,
porque yo soy el amor mos nos salva, amándonos siempre.
y el amor es fiel,
y no podéis obtener de mí que sea infiel.
Hijo muy querido, sufres. Comprendo tu sufrimiento,
acojo tu plegaria, e incluso la violencia de tus palabras.
porque ¿quién puede desgranarlas dulcemente cuando el
corazón sangra y el cuerpo se desgarra?
Pero, hijo mío, ¿sabes que tu sufrimiento es el mío?
Mi cruz no es de ayer, sino también de hoy,
y será de mañana,
porque mi pasión es más que golpes, espinas y clavos:
es el sufrimiento infinito del amor escarnecido.
Los hombres no han acabado de clavarme al madero,
con los brazos descuartizados hasta el fin de los tiempos.
Pero al final de estos largos brazos, con mis dos manos muy abiertas,
os llevo a cada uno, queridos hijos, separados,
y en el centro está mi corazón que os une siempre,
porque mi corazón está vivo y continúa amando.

1. La Iglesia no puede romper el lazo del matrimonio. Éste es de Dios. Puede solamente
algunas veces reconocer su nulidad y declarar que no ha habido matrimonio: Marcos 10, 6-9.

152 153
volverá para obtener de ti los caramelos que espera. Así,
muchas personas mayores dan a los niños lo accesorio, pero
31 les privan de lo esencial.
—Porque los aman, quieren darles gusto.
—Muchas veces, desgraciadamente, porque buscan ha-
cerse amar... ¡tal vez incluso hacerse perdonar!
No son los caramelos sino el amor el que hace crecer a
los niños. Muchos están subdesarrollados o mal desarrolla-
dos, porque de un modo u otro son amados mal...

Como el niño enterrado, asfixiado bajo sus juguetes, y que ya no tiene


deseos, porque todos sus deseos son satisfechos incluso antes de que apa-
rezcan y crezcan.
El hijo único cuyos padres le niegan el hermano o la hermana que
Como de costumbre, me había sentado frente a mi desea, porque prefieren una casa, los deportes de invierno o el coche.
amigo. Sabía que él necesitaba mirarme, y yo necesitaba su
El niño condenado al restaurante, que se impacienta en su silla delante
mirada. de un plato demasiado lleno, mientras que sus padres no acaban de
Iba a hablar, pero entró el niño. Abrazó al Sabio, se comer, beber y hablar... a menos que ellos también no acaben por
paseó por la habitación, tocó algunos objetos, tiró uno a aburrirse.
uno de los cajones del escritorio en donde había guardados: El niño prisionero, mareado por los kilómetros, que se pone nervioso
en la parte trasera del coche, casa rodante para hijos de hombres que ya
lápices, gomas y las mil pequeñas cosas que se dejan ahí,
no saben andar.
porque no se sabe dónde ponerlas. Inspeccionaba silencio-
samente lo que para él era, yo lo adivinaba, la gruta de los El niño abandonado por la mañana, porque sus padres «van a trabajar
para él», o abandonado por la noche, porque, generosos, se ocupan del
tesoros. El Sabio lo observaba, divertido y feliz. Visible- mundo entero y de los hijos de los otros.
mente, el niño se sentía en su casa y a gusto. El niño que bebe ruido y se nutre de imágenes, al que se deja hasta
Yo tenía en el bolsillo algunos caramelos y le ofrecí tarde ante la pantalla de la televisión, fascinado como una mariposa noc-
uno. Me miró sorprendido, lo cogió vivamente, me dio las turna que choca constantemente contra el cuadro de luz.
gracias, y salió mascando su botín. El niño animal sabio que debe correr de la escuela de todos los días, a
la escuela de música y a la escuela de deportes, y que no tiene tiempo de
* * * jugar, de callejear, de soñar.
El niño al que ya se quiere enrolar para grandes causas, y cuyo juego
incluso es un juego orientado,
El Sabio me miraba ahora pensativo, y según creí adivi- y el niño que juega siempre solo, y se inventa compañeros p?ra parti-
nar, un poco triste. das de juego soñadas.
—Tu atención y tu afecto era lo que el niño necesitaba, El niño que no tiene derecho a ensuciarse, a moverse, a hablar, o el
me dijo, y no primero tu caramelo. niño que tiene derecho a hacerlo todo porque es un tesoro único al que
—Pero lo deseaba, dije, lo he visto cuando se lo he hay que satisfacer siempre, para intentar conservarlo.
El niño que tiene padres edredones a los que puede golpear con las
ofrecido. palabras y con los puños, o padres de hormigón con el que choca y se hiere
—Lo deseaba, pero ¿le era necesario? Una vez satisfe- sin obtener respuesta.
cho su deseo, renacerá al momento siguiente, y el niño

154 155
El niño que no sabe por qué está aquí, por qué vive... porque sus Hijo,
padres tampoco lo saben, hijo del hombre,
o porque lo han tenido «por accidente» y, después de haber dudado, hijo de Dios,
han decidido al fin dejarlo vivir, miembro de un cuerpo inacabado, pero sin ti amputado,
o porque un día «tuvieron ganas», cuerpo humanidad,
porque uno se casa para tener un hijo, cuerpo de Cristo,
porque es la costumbre, que desde el amanecer de los tiempos crece en la tierra, para elevarse
porque es tan gracioso un bebé, hasta el cielo.
porque distrae y llena las soledades,
porque puede consolidar un matrimonio desunido, ¡Cómo Dios ha podido, incomprensible locura de amor,
porque es una garantía para no envejecer y morir solo... dar al hombre este poder,
en su cuerpo la savia,
en su corazón el deseo,
A medida que hablaba, el Sabio se había enfurecido.
que pueda con él, crearte, vida nueva,
De pie todo lo alto que era, lanzaba las palabras con fuer- fuente nueva surgida en la tierra de los hombres,
za, como si quisiera alcanzar a unos adversarios lejanos. En aurora de un río inmenso, llamado a fluir hasta la eternidad!
su mirada se había encendido una llama. Era el fuego de la
cólera. Padres, ¿lo sabíais?
¡Eres muy severo! le dije.
Cuando vosotros, ricos de toda la vida recibida,
—Perdóname, hijo mío, murmuró calmado súbitamen- vida hecha vuestra porque os había sido dada,
te; es verdad, lo soy, pero no puedo soportar ver a los hijos no habéis querido, como tristes parásitos,
malogrados. ¡Es tan bello, es tan grande un hijo! vivir con este tesoro gratuitamente ofrecido,
sin querer a vuestra vez, gratuitamente transmitirlo.
Cuando crecidos de amor, cuerpo y alma, a otro os habéis dado,
Hijo,
acogiendo de este otro su regalo único,
sangres mezcladas, Cuando a grandes tragos bebíais esta vida ofrecida,
vidas mezcladas, no queriendo que permaneciese en vosotros dos,
corazones mezclados, celosamente conservada,
hombre y mujer unidos para siempre, soldados, anudados,
en su amor hecho carne. Cuando la savia en vuestras venas, estremeciéndose, hirviendo,
buscaba su camino deseando la flor y reclamando su fruto,
Hijo,
Cuando vuestros cuerpos en fiesta, palpitando de placer en el lecho
obra maestra inimitable, de la vida, y vuestros corazones a esta savia habían abierto
tesoro inestimable, de par en par el camino del hijo.
estrella nueva encendida en el cielo de la tierra, entre los millones y
millones de estrellas necesarias. Padres, ¿lo sabíais?
«Tú, persona única, que nunca apareciste antes y que nunca más apa-
Cumpliendo entonces el deseo amoroso de vuestro Padre que está en
recerás.
los cielos,
Hijo, estabais rodeados de su alegría infinita.
querido por el hombre,
Pero no olvidéis nunca, padres,
bendecido por Dios,
que esta vida, si la habéis auténticamente dado,
deseo eterno del Padre,
no podréis nunca reclamársela al hijo.
que toma cuerpo
Es para él, es suya,
cuando en el amor encuentra, oh maravilla, el libre deseo del hombre.
Vuestra vida, convertida en otra vida,
Él para siempre.

156 157
Cuando hayáis acabado de ayudarlo, a nacer y a crecer,
un día volará del seno de la familia,
igual que un día salió del seno de su madre,
... y vuestros corazones sangrarán, como sangró su cuerpo, 32
pero aparecerá la alegría,
la única que os corresponde
—maravilloso triunfo del amor—:
la alegría de que esta vida dada, él la dé a su vez.

Lo ves, hijo mío, dijo el Sabio mientras me despedía:


para unos verdaderos padres auténticamente amantes tener
hijos es una felicidad inmensa, con colores de infinito, por-
que el amor es de Dios y Dios espera su fruto. Pero el
Ahora comprendía la grandeza, la belleza del hijo. Pa-
fruto, para nacer, ha reventado la semilla, y ha hecho caer
ralelamente, calculaba la responsabilidad de los que lo pro-
los pétalos de la flor. Dar la vida es aceptar también sufrir,
creaban.
cuando se acepta la alegría.
Ya he dicho antes lo muy preocupado que estaba, en mi
adolescencia, preguntándome si había sido acogido con
alegría, o como un aguafiestas. Poco importaba, esta noche
era feliz por haber descubierto, según creo, lo esencial: yo
había sido deseado infinitamente por Dios. Torpemente le
daba las gracias, pidiéndole no decepcionar su amor infi-
nito.

Entonces me puse a soñar en la muchedumbre encon-


trada por fin y en el hijo que juntos tendríamos, habiéndolo
deseado como Dios lo deseaba.

¿Había conocido el Sabio esta alegría de la paternidad?


Dudaba en preguntárselo. Sin embargo, al estar ante él, la
pregunta surgió muy sencillamente y no tuve que lamen-
tarlo.

* * *

—Amigo, ¿has tenido hijos?, le pregunté de sopetón.


—De mi carne, ninguno, me dijo. De mi corazón, ¡mu-
chos!

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—Y este niño al que pareces amar tanto, ¿es uno de rico de mi vida,
ellos? dueño de mi futuro.
—Sí. Éste es el hijo desgarrado. Encuentra a su padre Porque esta vida es mía, ya que me fue dada,
... o bien abandonada.
algunas veces, y a veces a su madre, pero nunca los ve Yo la acepto, y acepto el sufrimiento, de mis ramas rotas,
juntos. Así, en la juntura de su corazón tiene una cuña aunque de mi árbol desconozca las raíces.
clavada, y sangra la herida del amor destrozado. Porque el sol de tu amor, Señor, brilla para todos,
Yo intento compensar la vida que se derrama, pero la atraviesa irresistible las más espesas nubes
y mis frutos madurarán si vivo a plena luz del día,
llaga sigue abierta en el hijo, incluso cuando está oculta.
fuera de las noches de rencor y de la sombra de las quejas.
—Tú consuelas al niño...
—No, le digo la verdad: «Sufres. Sufrirás. Pero puedes Ayúdame, Dios mío, a vivir, a llevar a bien mi vida,
para que vivan mejor mis hijos de mañana.
llevar a bien tu vida y salvar para siempre el amor de tus Porque si de un padre y una madre unidos no fui plenamente amado,
padres»: del amor de los padres he medido la inmensa necesidad,
sondando cada día la profundidad de mi herida.
Hijos desgarrados, de padres separados, Y ahora sé que el sufrimiento es severo pero sabio maestro,
Sois encrucijada de caminos que divergen, para quien sabe aprender de él sus lecciones infalibles.
lugares de encuentro, de los corazones en la noche.
Sois los lazos que no pueden ser desatados, Ayúdame, Dios mío, a vivir y llevar a bien mi vida,
las carnes que no pueden ser desunidas. para que en mí y por mí vivan mejor mis padres,
Sois vuestro padre y vuestra madre, que en vosotros no pueden porque me han dicho que soy su amor hecho carne,
divorciarse, aunque este amor sólo haya sido el pobre amor de un instante.
y su amor que sobrevive tanto como viváis vosotros.
Ayúdame entonces a crecer para que ellos también crezcan,
Vosotros sois «ellos», casados para siempre.
a amar para que ellos amen,
Hijos abandonados, de padres desconocidos, a dar mi vida para que su vida florezca,
Sois los rostros, de padres y de madres sin rostro a vuestros ojos, y misteriosamente,
flores nuevas, sin nombre, en los herbarios bien clasificados. silenciosamente,
Sois vidas que han brotado de deseos sin límites contigo, Padre mío,
pero, colmando vosotros también los deseos de Dios, engendraré a mis padres,
sois sus hijos más todavía que otros, les daré la vida,
porque sois corazones deshabitados, disponibles para su amor de los criaré,
Padre. y los salvaré,
salvando su amor.
Si queréis, hijos abandonados,
el Padre os criará como a hijos queridos, * * *
porque está preparando para él en vosotros un lugar muy grande,
sin que se lo disputen unos padres sabios,
que a menudo creen obrar mejor que el Padre de la vida. Entonces volvió el niño buscando un caramelo —el Sa-
Hijos desgarrados,
bio tenía razón—. No obtuvo ninguno de mí, pero recibió
hijos abandonados, un beso, y con las manos cogidas partimos juntos, compar-
¡Vivid! tiendo nuestras palabras.
Vivid con todo vuestro cuerpo, con todo vuestro corazón,
y si podéis, rezad así:
Estoy aquí ante ti, Dios mío,
oh mi Padre fiel,

160 161
—¡Buenos días a «la vida»! me dijo cuando entré.
Me sonreía, feliz por mi patente alegría.
33 —Sí, le dije, vivo y me siento feliz de vivir, y mañana,
con mi amor, daremos la vida a nuestros hijos. ¡Te los
presentaremos y verás lo bien logrados que serán!

—¿Qué había dicho para que el Sabio repentinamente


se pusiera tan serio? Estaba callado.
Ahora yo sabía entender los silencios. Unos eran ale-
gres; otros tristes. Éste era triste.
El Sabio murmuró por fin: ¿Y si no pudieseis tener
hijos?...
—Los tendremos... «a cualquier precio», repliqué orgu-
Es extraño cómo había evolucionado yo. llosamente. Hoy día los hombres de ciencia hacen mila-
Al principio buscaba en una muchacha —calculando gros. ¡Mañana los harán todavía mayores!
con ojo que calificaba de sagaz— la calidad de los placeres —No digas esto, hijo mío. El hijo no es un derecho, sino
que podría darme. Después buscaba cada vez más la ternu- un don: el don del amor, cuando encuentra el amor infinito
ra, descubriendo que bajo mi figura ávida y agitada por los del Padre de toda vida.
deseos latía un corazón sensible, que sufría por la soledad. Es cierto que los hombres crecen y que son capaces de
¿Sería amado? maravillosas proezas. Con ellos me siento orgulloso... pero
Pero siempre estaba centrado en mí. En busca de mi a veces inquieto.
propia felicidad, ignorando que sólo la encontraría saliendo —¿Va a tener miedo de su poder Dios, que se lo ha
de mí, para buscar la felicidad de los otros, y la felicidad de dado?
«otra». —De su poder, seguramente no; del modo como lo uti-
Conseguí por fin considerar a las muchachas, no como lizan, quizás...
«objetos» de placer o incluso de ternura, sino poco a poco Los hombres de nuestra generación han descubierto el
como personas, que merecían ser colmadas de afecto, por secreto de la materia y dominado la fabulosa energía es-
su sonrisa, por su corazón, por «ellas». Y me acordaba de condida en su seno. Pero la primera vez que la utilizaron en
lo que me había dicho el Sabio: Para amar, era necesario la faz del mundo, fue para matar a doscientos mil hombres
pasar del deseo de coger a la voluntad de dar y de acoger. en Hiroshima.
Éste era el esfuerzo que tendría que proseguir hasta el fin —Pero los sabios están al servicio de la vida, cuando se
del camino. trata del niño que ha de nacer.
No habré terminado nunca de enseñarme a amar. Me —Con la condición de que nunca olviden que no son los
entrenaba en hacerlo, y mi vida entera cambiaba. dueños abolutos de esta vida. Ésta perecerá si la amasan
Era feliz. El Sabio lo veía. con la levadura del orgullo, o la fabrican por encargo para
hombres persuadidos como tú de que el hijo les es debi-
# # * do... a cualquier precio.
* * *

162 163
Oigo palpitar la vida en la espesura del tiempo, estoy en camino,
misterio insondable, en camino desde siempre.
fuente sagrada que surge del corazón ardiente, del amor.
La oigo correr, savia hirviente, por las venas innumerables de la inmensa * * *
humanidad. Necesito de todos vosotros, mis hermanos precedentes,
La oigo que llama exigiendo el brote, que me abrís mi lecho, en el lecho de vuestras vidas,
buscando dos corazones amantes en dos cuerpos que consientan, y cuando, después de cruzar las orillas sucesivas de los siglos,
para que nazca la flor y el fruto de la flor, antes de poner pie en tierra,
bajo el sol de Dios. antes de gritar mi primer grito de vida,
* * # antes de abrirse mi sonrisa recién estrenada,
antes de balbucear las primeras palabras, de mi mensaje único,
necesito dos miradas dulces,
¿Creeríais, hombres sabios, pero ignorantes de la vida, dos manos que se busquen,
que el prestidigitador hábil dos alientos intercambiados en los labios que se encuentran.
por azar hace salir la vida de su caja milagrosa? Necesito dos síes libremente pronunciados,
Creed entonces que la semilla que manipuláis necesito dos cuerpos vivos habitados por dos corazones,
entre vuestras pinzas asépticas, cuerpos y corazones que canten el canto de amor de los amantes.
la han hecho millares de hombres con su alegría, con su pena.
Y creed que el niño que nacerá de la «experiencia» lograda Necesito para nacer un padre que sea mi padre, y
nunca será la maravillosa creación de vosotros solos, una madre que sea mía,
porque, desde hace siglos y siglos, su preciosa tela ha sido tejida, en el padre y madre que me lleven en su corazón
largo telar de los tejedores de amor. mucho antes de que en sus brazos puedan llevarme.
Creed, sobre todo, hombres sabios y orgullosos, Pero no quiero nacer de semillas seleccionadas en los
que cualquiera que sea la agilidad de vuestros dedos cada vez más laboratorios de los magos,
expertos, ni tampoco de semillas dadas por generosos desconocidos
nunca podréis formar a un niño, que ofrecen su excedente.
sin que los dedos del Creador lo formen con vosotros. Necesito ser concebido en un largo grito de amor,
Entonces, si creéis esto, hombres sabios, colaboradores de Dios, cita lograda,
de rodillas, pasmoso encuentro,
de rodillas y rezando, raíz de felicidad plantada en la carne.
humildemente serviréis a la vida, Pero no quiero nacer en vuestras probetas sin corazón,
y quizá celebraréis Navidad en vuestros pesebres de cristal. de un abrazo helado, de padres sin brazos, sin labios,
y sin carne viva.
Pero ¿os lo pide Dios?
Y el hombre un día ¿será capaz de amar bastante, Necesito el cálido vientre de mi madre para acurrucarme en la sombra,
para darle al hijo, mucho antes de que nazca, y el latido de su corazón, que ritma mi viaje, hacia la salida
todo el amor al que él tiene derecho y reclama? del puerto.
Necesito las manos, los labios de mi padre sobre el cuerpo de mi madre,
* * * y sus palabras de amor que llueven sobre sus dunas,
como el rocío de la noche sobre los brotes nacientes.
Hombres sabios y todos vosotros responsables de los hombres, Pero no quiero un vientre de alquiler, en donde escucharía cantos que ya
escuchad cómo canta el niño de mañana: nunca más escucharía,
y todavía menos siniestros congeladores, en donde temblando de soledad,
Desde toda la eternidad espero, deseo vivo del Padre, esperaría el calor de un amor disponible
partir de viaje para mi larga peregrinación. bajo los ojos sin miradas de mirones asalariados
Vengo de lejos, que ya no saben qué hacer de mis hermanos, demasiado numerosos.
vengo de otra parte,
* * *
164 165
Y cuando por fin haya llegado al final de mi largo viaje, mientras que mañana arrancaréis mil vidas a los vientres juzgados
después de franquear victorioso incontables obstáculos, fértiles en exceso.
cuando ose aventurar mi pie sobre el duro planeta Y nuestras quejas y llantos son gemidos muy débiles, que
y aparecer ante vuestros ojos, obra maestra modelada pero no no oís,
acabada, porque son voces de niños tapadas por los gritos de los hombres
necesitaré para lavarme de los sudores del camino que desfilan orgullosamente, para defender... ¡vuestras libertades!
las lágrimas de mi madre, llorando su alegría sobre mí.
Necesitaré tomar mi primer baño de luz Nosotros niños tenemos miedo.
sobre las playas de su cuerpo, ¿A qué mundo vendremos?
y explorar ese cuerpo, del que entonces sólo conoceré su reverso de * * *
oscuridad.
Pero no querría que mi nacimiento fuese un naufragio,
que me lanzase hambriento a un seno desconocido, Hombres sabios, y todos vosotros responsables de los hombres,
isla perdida en el mar, el murmullo de cuyas olas no habría aprendido. escuchadme todavía,
porque de la boca de un niño, según dicen, sale la verdad:
* * * Sí, soy un niño escapado de la carnicería nocturna,
retenido por un hilo de amor, lanzado no sé de dónde.
Hombres sabios, no os riáis de estos otros sabios, que más tarde Sí, soy un niño caído del nido, abandonado por un padre y una madre que
escudriñarán en nuestras memorias muy lejanas, escaparon
minas inagotables hoy descubiertas ante sus ojos estupefactos. o fueron mortalmente heridos en los barrotes de su jaula.
En ellas encontrarán enterrados miles de recuerdos, Sí, soy un niño desnudo, sin ropa de amor o con ropas prestadas,
que vosotros nunca podréis descubrir en el extremo de vuestros pero que tengo derecho a vivir, porque estoy vivo.
ciegos microscopios. Y si al mismo tiempo unos amantes lloran ante su cuna vacía,
Porque nosotros niños vemos, oímos, sentimos, mucho antes de que consumiéndose en deseos de acariciar a un niño;
aparezcamos sobre esta tierra. si son ricos de un amor que creen sin emplear,
Y vosotros olvidáis que no olvidamos nada. y que quieren, gratuitamente dar,
Mañana, sobre estos recuerdos, misteriosos cimientos, construiremos para que crezca y florezca lo que no han plantado,
nuestras vidas entonces quiero que vengan silenciosamente a preguntarme
y otros buscarán, porque la casa no siempre está si deseo adoptarlos como mis padres de corazón.
sólidamente construida, Pero no quiero unos obsesionados por el hijo, como coleccionistas de
porque a veces incluso se derrumba a causa de las tempestades del objetos de arte que buscan febrilmente la pieza rara que falta en
mundo. su vitrina.
Y es que si podéis, alfareros muy hábiles, dar forma a nuestra carne No quiero clientes que han hecho un pedido y después de pagar la factura
de obediente arcilla, vienen a reclamar a su bebé prefabricado,
no olvidéis que nuestra carne de niños está habitada por un corazón, porque no estoy hecho para salvar a unos padres de miembros amputados
y la carne de nuestros corazones no podéis modelarla. sino que ellos han sido hechos, misterioso camino, magnífico
proyecto, para salvar a niños de corazón enfermo, quizás
* * * incluso condenado.
...y nos familiarizaremos...
Sabios, yo os admiro y vuestra ciencia me agrada, porque soy hombre de
mañana, Yo beberé una leche cuyo gusto ignoraba,
pero también temo que vuestra cabeza crezca más deprisa que vuestro escucharé músicas desconocidas, aprenderé nuevas canciones.
corazón, En vuestros dedos, en vuestros labios, padres adoptados, descifraré
porque sois los mismos, lentamente, el alfabeto de la ternura
que hoy obráis magníficamente para hacer nacer una vida, y el amor desconocido adquirirá para mí rostro a la luz de vuestros ojos.

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Injertaréis vuestras vidas en mi retoño salvaje, y gracias a vosotros
renaceré por segunda vez.
Entonces seré rico de cuatro padres,
dos serán de mi carne y dos para mi corazón y mi carne crecida. 34
No juzgaréis a mis progenitores desconocidos sino que les daréis
las gracias, y me ayudaréis a respetarlos,
porque tendré que conseguir, lo sé, amarlos en la sombra,
si quiero poder un día amarme a la luz.
Y si una noche de tormenta, adolescente fogoso, hecho un lío conmigo
mismo
os reprocho duramente el haberme acogido,
no os apenéis, amadme más todavía,
porque ya sabéis que para que un injerto prenda hace falta una herida, y
una vez cerrada la herida la cicatriz permanece...

Pero sueño... Sin una palabra yo había escuchado el largo canto del
Sueño porque no soy más que un niño de viaje, lejos de la tierra firme, niño que ha de nacer, y ahora en la noche cada vez oía más
mi palabra es muda y mi canto sin música. su llamada y a veces sus quejas. Me rebelaba también ante
Lo que os digo muy bajo no podré decirlo alto
hasta el día en que, habiéndome adoptado vosotros,
el niño destrozado, arruinado, y pensaba al oír a ciertos
hayáis puesto en mi corazón bastante amor y auténtica libertad, adultos juzgar severamente a los jóvenes, que estos jóvenes
y en mis labios suficientes palabras, eran obra suya, y que, condenándolos, se condenaban a sí
para que pueda decir: papá, mamá, os elijo y os adopto. mismos.
... Entonces sabréis que vuestro amor es don y que ha triunfado. Pero mañana ¿qué haría yo?
Me daba cuenta en efecto de que se acercaba el mo-
mento en que encontrando a una muchacha, ambos nos
reconoceríamos y construiríamos un hogar.
¿Por qué? No podría decirlo exactamente. Pero me
imagino que dos músicos que cada uno por su lado trabajan
durante mucho tiempo su partitura, saben un día que están
preparados para ejecutar su dúo ante todos.
¿Ante todos? Ésta era precisamente la cuestión que yo
me planteaba. Además la había discutido frecuentemente
con mis amigos. ¿Era preciso, para crear un hogar, decla-
rarlo ante el señor alcalde, hacer largos trámites y firmar
unos papeles? Las leyes estaban ahí, obligando, pero más
todavía lo que yo consideraba las viejas costumbres. Para
mí era casi impensable escapar a ellas. Hubiese tenido que
resignarme a una larga batalla familiar que no tenía el valor
de provocar. Lo que estaba en juego no valía la pena.
A pesar de ello yo pensaba que estas costumbres eran

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totalmente anticuadas. Pensaba que el amor entre dos seres Si por último no queréis ser odiosos aprovechados, que exigen mucho de
era un asunto personal, y que su compromiso sólo les con- los otros y ellos los ignoran...
entonces os comprometeréis ante la sociedad que se compromete
cernía a ellos dos.
para vosotros.
En cuanto al matrimonio religioso, era firme partidario En la lista de los voluntarios de amor serán inscritos vuestros nombres,
de él, ignorando, sin embargo, lo confieso, cuál era su sen- y firmaréis vuestro sí, solemne adhesión,
tido profundo. a esta sociedad de hombres que construyen el mundo.

* * *
Yo iba a hablar, pero el Sabio dijo todavía:
Los enamorados no están solos en el mundo, me dijo el Un miembro no vive en el cuerpo si no es unido a otros miembros,
Sabio, y aunque lo quisieran no podrían. y cuando dos brazos se unen para llevar una gran pena o una felicidad
triunfante,
sufren o se alegran todos los miembros, que los llevan con ellos.
Si queréis, hombres y mujeres reunidos, vivir solos en el recinto protegido
Así, el hombre y la mujer no pueden hacer alianza para toda la vida
de vuestro amor tan nuevo,
sin que se estremezca de oculta alegría, la humanidad entera,
Si queréis andar con las manos enlazadas por un camino privado sin tomar
porque el amor es la sangre de su cuerpo, que sin ella no crece.
las rutas por donde caminan vuestros hermanos,
Si queréis, liberados de todas las obligaciones,
... Es sobre todo a causa de esta responsabilidad por lo
cruzar con luz roja, deteneros con luz verde,
comer cuando los otros duermen y dormir cuando comen, que deben comprometerse —ante todos— los que libre-
Si queréis construir solos la casa de vuestros sueños, mente deciden fundar un hogar. Y sus padres, amigos y
e instruir en ella a vuestros hijos rechazando la escuela, todos los hombres son a la vez responsables de su éxito.
Si queréis amasar vuestro pan vosotros mismos y tejer vuestras ropas, — ¿Es también por esto, amigo, por lo que los creyen-
iluminar vuestras noches, calentar vuestros inviernos...
tes se comprometen ante Dios en la Iglesia?
Sois libres. —Por esto y por muchas otras razones.
Pero entonces partid, marchad, corred, a un país desierto —Dime, por favor, por qué este trámite, y por qué este
... y morid en un agujero, sacramento, que un día yo recibiré con mi amor.
solos con vuestro amor. —El sacramento del matrimonio, hijo mío, es un miste-
Pero si, con las manos enlazadas, queréis recorrer vuestra ruta, rio tan grande que para hablar de él harían falta pala-
eligiéndola entre aquellas que otros han trazado, bras cinceladas en oro puro, y yo sólo dispongo de palabras
Si queréis vivir en la casa que otros han construido,
pobres, yo que no he sabido vivir este sacramento a la luz y
y vivir allí en paz protegidos por hombres vigilantes,
Si queréis al mismo tiempo, comer el pan que otros han cocido, que hoy penosamente intento solamente vivirlo en la
mientras vosotros dormíais, noche.
Si queréis para vuestros hijos la escuela, los maestros y los libros, —A pesar de todo, habla, amigo, necesito saber para
y para vuestros brazos el trabajo, el salario debido, prepararme mejor.
Si queréis que vuestros hermanos, unidos y solidarios, se organicen
para proteger vuestra salud, curar la enfermedad * * *
y os permitan criar a los hijos que habéis querido,
y vivir en paz vuestros últimos años.
Si queréis leyes para defender estos «derechos», Escucha, hijo mío,
y hombres para hacerlas y otros para votarlas, Dios, desde toda la eternidad, enamorado silencioso de los hombres,
y si pedís que estas leyes siempre estén salvaguardadas. para declararles su amor, un día eligió a un pueblo.

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Pero novio voluble, el pueblo de corazón muy duro, Venimos ante ti, Señor, a celebrar este amor y declarárnoslo,
fue mil veces infiel al amor que llama y pronunciando nuestro sí para siempre oiremos el tuyo,
... y mil veces perdonado por el amor fiel. porque, comprometiéndonos libremente, tú te comprometes
con nosotros.
Dios escogió entonces a una Virgen, bendita entre todas las mujeres,
para murmurarle muy bajo los secretos del amor. Creemos que este doble compromiso es sacramento de amor,
Y la palabra meditada en su corazón disponible por nosotros dado,
en su cuerpo tomó raíz, a la sombra del Espíritu por nosotros recibido,
... v por María, Dios en Jesús, desposó a la humanidad. para que sea anudada nuestra alianza en tu alianza con la humanidad.
Unión lograda, Creemos, Jesús, que tú eres enviado por el Padre para revelar a los
sí perfecto de la alianza nueva, sellada hasta la eternidad. hombres,
lo infinito del amor trinitario,
ofreciéndoles por fin un rostro que contemplar
y unos actos y unas palabras para alimentar su hambre y mitigar su sed.
Dios en lo sucesivo está entre nosotros, es uno de nosotros, nuestro
hermano, Creemos que por la gracia del sacramento también nosotros somos
corazón de Dios, enviados el uno al otro,
cuerpo de Dios, para dibujar a nuestros ojos maravillados una temblorosa imagen de
entregado en Jesús con los brazos abiertos, este amor revelado
crucificado en la cruz por la infidelidad, y ofrecernos, con nuestros gestos cotidianos,
corazón de Dios, algunas migajas nutritivas de este amor distribuido.
cuerpo de Dios, Creemos que has sellado alianza con tu pueblo, tu Iglesia querida,
que vive más allá de la muerte, y que tú eres fiel para siempre a la palabra dada.
compañero para siempre de los hombres, caminando con el Y creemos que nuestro sí, cada día renovado,
pueblo, será para nuestros hermanos sensible testimonio del triunfo de tu sí...
corazón de Dios,
cuerpo de Dios, Creemos que has desposado a la humanidad entera dándole tu cuerpo,
ofrecido en comunión a los que dicen sí a su sí que invita. para con ella «formar una sola carne».
Y creemos que también nosotros, si somos puros, libres de egoísmo,
Y en este sí de la Alianza nueva, sí más grande que la tierra redonda ofreciéndonos el uno al otro con alegría,
y más ancho que las orillas del tiempo, carne unida en comunión solemne,
desde los primeros hombres y las primeras mujeres haremos arraigar tu amor, en la carne del mundo.
balbuciendo su te amo en múltiples lenguas, Creemos que tú salvas nuestros amores, que con mucha frecuencia
las parejas una a una se unen cantando, tropiezan y caen,
al largo cortejo de bodas que atraviesa la historia. librándolos de los polvos y lodos del camino,
y llevándolos en tu corazón alto sobre la cruz elevada,
Y en este largo cortejo, la ruta por donde camina la inmensa cordada arrancándolos a la muerte para hacerlos florecer hasta el cielo
de los creyentes de tu Padre.
pasa por la Iglesia de Jesucristo, Y creemos que también nosotros, luchando por amarnos
para que sean pronunciadas en la comunidad las palabras de fuego que cada día más,
dan en prenda las vidas. contigo victorioso de las cruces levantadas en nuestros caminos
* * * daremos a nuestro amor su dimensión de eternidad.
* * *
Sabemos y reconocemos, Dios, que en nuestro amor tú estás presente
y que de ti recibimos este inmenso regalo,
regalo que ya es nuestro, y que nos ofrecemos.

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No lo entendía todo. Iba a decírselo al Sabio, pero él ya
hablaba de nuevo:
—Estas palabras son sólo balbuceos, porque no se pue- 35
de encerrar lo infinito en unas palabras, y nuestras vidas
desgraciadamente, pintadas con los grises cotidianos, no
son más que pálidos reflejos de la luz que se ofrece a nues-
tros ojos deslumhrados.
Tú sufrirás tal vez un día —yo mismo he sufrido mucho
por ello— por la humillante diferencia entre lo que vivimos
y lo que deberíamos vivir. Pero, te lo ruego, no renuncies
nunca a contemplar al misterio de amor en toda su profun-
didad.
Acuérdate también de que nunca estaréis solos, tu amor
y tú, si habéis decidido libremente invitar a Jesús a vivir en A pesar de las palabras tranquilizadoras del Sabio, una
el corazón de vuestro hogar y si os unís a todos los que vez más me decía: ¡Todo esto es demasiado bello! Yo era
intentan con vosotros encarnar el» amor en este mundo como un aficionado que soñara con pintar o esculpir y que
que espera. mirando una obra de arte no ve en ella al principio más
Ánimo, hijo mío: que colores banales o formas habituales, mil veces repeti-
das. Pero cuando el artista se presenta ante él para expli-
Una ramita en llamas en la chimenea no forma un fuego de leña. carle su obra y ayudarle poco a poco a descubrir su profun-
Son las ramas encendidas todas juntas las que dan el calor y la luz, didad, cuando cada color, cada forma, adquiere sentido y
y algunas se apagan mientras que otras se encienden la obra maestra en su totalidad se anima y se hace canto del
y la ceniza se mezcla con las llamas del hogar. mundo, entonces se van volando las ilusiones mientras se
Así está hecha nuestra vida, de llamas y de cenizas...
Pero el fuego nunca muere porque nosotros nos consumimos juntos paralizan los brazos del aprendiz. Y el espíritu susurra en el
y el amor encendido en el corazón ardiente de Jesucristo corazón que lo lamenta: esto no es para mí.
nunca se apagará.
Así el Sabio me había hecho descubrir las verdaderas
dimensiones del amor y muchas veces, lo repito, ganándo-
me sus reproches, le había dicho: es demasiado difícil, me
describes unas cimas inaccesibles para mí.
Hoy también, después de haber reflexionado sobre el
sacramento del matrimonio, la perspectiva de vivir con Je-
sucristo nuestro amor de pareja me parecía más una res-
ponsabilidad que me superaba que un compañero que me
fortaleciese.
Otro aspecto me desanimaba, y más aún quizás me
exasperaba, incluso me sublevaba. Yo oía a mi alrededor
que hombres «de bien» afirmaban que en amor hacer esto o

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aquello estaba mal o muy mal, mientras que yo pensaba El se recogió y habló:
que era normal. Los hombres de Iglesia, por su parte, alza-
ban en nuestro camino, prohibiciones sobre prohibiciones, * * *
mientras que las radios y los periódicos, ávidos de sensacio-
nes, restallaban al viento, el ruido de sus condenas. El amor es una cima que culmina en pleno cielo,
y este cielo es la familia de Dios: Padre. Hijo, Espíritu,
En resumen, el amor me parecía entonces como un te- único amor infinito.
rreno minado, que muy pocos hombres podían recorrer sin El hombre solamente podrá amar como se ama en Dios
peligro de perderse. el día en que, perfectamente unido a sus hermanos, en Jesucristo
A mi alrededor la gente sonreía, se reía, se burlaba, y su hermano,
muchos continuaban su camino, indiferentes a las palabras conduciéndoles éste en cortejo,
los lleve a sentarse en el banquete del amor de las bodas eternas.
de estos hermanos predicadores.
Afortunadamente, mi amigo no predicaba así. Por eso Pero es sinuosa la ruta para la pareja que quiere llegar a la cima.
Da vueltas y más vueltas sobre la tierra de los hombres,
yo lo escuchaba. Pero sus palabras me molestaban mucho sube y baja para volver a subir,
más que todas las prohibiciones que resonaban en mis oí- y a veces se extravía por senderos de ensueño, que se cortan en las
dos distraídos. De estas palabras suyas no podía reírme... y paredes de un peñón.
era yo quien decidía que tenía que cambiar de vida. Ningún hombre puede subir de un tirón, como la flecha que vuela recta
al blanco.
Me avergüenza decirlo, pero a veces llegaba a la conclu-
Porque el hombre no puede volar, no es más que un aprendiz que no
sión... de que hubiese estado más tranquilo no sabiendo sabe caminar.
nada... Aprende el paso del amor por los caminos diarios,
A pesar de todo, yo continuaba preguntando a mi ... y las parejas fogosas, cegadas por la felicidad,
olvidan muchas veces que el valle está muy lejos de la cima.
amigo.
Cuando en el largo camino estos enamorados ávidos buscan a tientas
* * * los gestos y las palabras que alimentan el amor,
el egoísmo, en su corazón demasiado estrecho y su cuerpo demasiado
pesado,
Cuando entraba en su casa ese día, salía de ella una acumula muchas veces los errores penosos.
joven. «Mi enfermera», dijo presentándomela. Yo apenas Así, algunas novelas de amor están escritas con faltas,
la miré, porque me sentí repentinamente preocupado. ¿Es- pero no por ello son menos preciosas a los ojos de Jesucristo,
taba mi amigo gravemente enfermo? si humildemente, fielmente, los viajeros en camino
intentan aprender de él las reglas de ortografía.
Él me tranquilizó.
No obstante, al darle la mano comprobé que tenía fie- El guía, sin embargo, si bien debe animar repitiendo sin cesar
bre. que el punto de partida no es punto de llegada,
sería muy mal guía si al mismo tiempo no recordase
Iba a marcharme. que la cima es un solo monte entre los montes pequeños.
—Quédate, me dijo. Tenemos que hablar todavía, y También lo sería si ocultase a los viajeros encordados
una vez más, añadió picaramente... tranquilizarte. la duración de la escalada, la dureza de la pared rocosa,
Ahora ya no me asombraba de que conociese mis senti- los riesgos de los pasos en falso y las posibles caídas,
para pregonar solamente lo maravilloso del paisaje, la pureza de las
mientos antes de que yo los expusiera. Incluso me producía
cumbres,
una cierta satisfacción, pensando que había que amar mu- el calor del sol y las flores recogidas.
cho a un amigo para adivinar así lo que sentía.

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Algunas parejas, sin hacer caso a los guías experimentados, Las leyes, reglas y consejos morales, no son más que
se lanzan solos, fuera de senderos trazados. normas e indicaciones para hacer posible el encuentro y el
Dicen riendo que se han liberado de las morales que obligan,
de los tabúes que fuerzan,
compañerismo. Hay que respetarlas si uno no quiere equi-
que son lo bastante mayores para decidir el Norte y decidir el Sur, vocarse. Pero no hay que olvidar nunca que el verdadero
lo bastante fuertes para caminar sin pan y sin agua si se pierden. guía es él, el «pastor» como él se llamaba, que ha venido al
Navegan entonces desdeñando el mapa y la brújula, seguros de que en valle a buscar a los voluntarios, reunirlos y conducirlos has-
ellos «el instinto» ta la cima de la montaña.
es un guía más seguro que unos tristes reglamentos y severas
advertencias. Él camina con todos. Atento, disponible.
Algunos lo reconocen. Otros no.
* * * Felices, mil veces felices, los que lo identifican y lo invi-
tan y lo siguen, escuchando su palabra.
¡Insensatos!
¿Quién puede alcanzar la cima sin conocer la ruta, los pasos peligrosos,
—¡Pero él ya no habla!
los barrancos, las hendiduras? —Habla. Con palabras de silencio, que sólo oye el cora-
¿Quién puede marchar con los ojos cerrados, sin leer en los mojones zón. Habla por los responsables de su comunidad, la Igle-
el anuncio de la curva peligrosa, de los múltiples obstáculos, sia. Pero ha hablado, primero con verdaderas palabras de
de las velocidades limitadas, ... de las vías prohibidas?
hombre. Nuestras propias palabras. Y sus palabras es-
¿Y quién puede despreciar los consejos de los que conocen el camino,
porque poseen un itinerario detallado del viaje? cuchadas, meditadas, por sus primeros compañeros, en co-
munidades reunidas, están hoy permanentemente escritas
¡Insensatos!
¿Puede llegar a ser campeón el deportista que rechaza las reglas
en el Libro.
minuciosas de su deporte Si quieres aprender lo que es el amor, y cómo hay que
y las consignas precisas de su entrenador? amar, debes leer el Libro, y mirar cómo ama Jesús, porque
¿Puede nacer la música de instrumentos reacios a las reglas de los él nos ha dicho que debíamos amar «como él nos ha
acordes,
amado».
y de músicos que rechazan un director para la orquesta?
¿Y puede crecer el árbol si no está plantado en la tierra que necesita,
a la sombra o al sol, regado con agua abundante o muy pronto privado
* * *
de ella,
guiado por rodrigones o regularmente podado? —¿Y los hombres de Iglesia, dije, cómo hablan?
—Jesús ha querido unos responsables para la comuni-
dad de los creyentes.
—El amor, hijo mío, posee sus leyes y sus reglas. El que Ha prometido asistirlos con su Espíritu. Ellos leen su
quiere amar no puede transgredirlas, bajo pena de ver lan- palabra. Leen también la vida, la de hoy después de la de
guidecer ó morir el amor. ayer, y dicen: para amar, en tal circunstancia, hay que
—¡Pero el amor, protestaba yo; no es un reglamento a obrar así.
seguir, unas leyes que hay que respetar! Todo lo que me O bien dicen, hacer esto o hacer aquello no es amar
has dicho, lo contradice. como Jesús pide.
—Tienes razón. Amar no es seguir... un reglamento, es —¡Y sobre todo hablan de «pecados»!
seguir a alguien: Jesucristo. Aquel de quien Juan decía: El —Es cierto. Pecar es siempre amar mal o no amar, por-
es el amor. que Jesús nos ha dejado un solo mandamiento que resume

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todos los demás: amar. Amar a Dios, amar a todos nuestros Yo había comprendido. Los responsables que conocían
hermanos. el camino del amor debían enseñarlo a los otros claramen-
—¡Pero hay amores prohibidos! te, firmemente. Pero también pensaba que debían escuchar
—Ninguno. largamente a los que lo recorrían. Pues, una cosa era decir
y otra vivir...

No lo comprendía. Había oído decir que Jesús había Mientras me levantaba para despedirme, no pude dejar
declarado un día que desear en su corazón a una mujer de decir aún al Sabio:
distinta de la propia era un gran pecado. —Si los hombres de Iglesia, que no están casados, es-
—Desearla y querer cogerla para él, sí, dijo el Sabio, cuchasen más a los esposos, ¡quizás no se expresarían del
pero esto no es amar. mismo modo cuando hablan de amor!
Desearla solamente, si ella es deseable, ¿quién puede —Yo también lo creo, dijo. Al menos, tal vez dirían las
reprochárselo? mismas cosas, pero con otras palabras, y dando más áni-
A menudo tenemos que purificar nuestros deseos y lu- mos. Porque ellos nos muestran la meta... pero nosotros
char durante largo tiempo para no coger lo que no se nos ha vivimos las etapas, y a veces penosamente.
ofrecido, y sobre todo, lo que no es nuestro. También a Creo con todas mis fuerzas que el Espíritu de Jesús
veces tenemos que luchar contra nosotros mismos, para no acompaña a los responsables, y que éstos deben hablar;
acoger del otro lo que no puede dar. Y estos combates y pero creo también que el Espíritu acompaña a estos innu-
estas luchas son una prueba de amor, incluso en el caso de merables practicantes del amor que intentan vivir su vida
que nuestra debilidad nos haga caer... pero no renunciar a de pareja a la luz de la palabra. Éstos tienen algo que decir
seguir luchando. en la frase completa. Porque leer la palabra en el Libro, sin
Así, hijo mío, algunos hombres a veces, viven más amor escucharla bastante murmurada en la vida, me parece que
es leer el evangelio de Jesús una página sí y otra no.
por caminos prohibidos, que otros por caminos permitidos.
—¿Todo depende, pues, de nuestro corazón? * * *
—Sí. Si lealmente escuchamos en él esta voz de Dios
que habla en silencio.
... ¿Sabes que Jesús dijo un día a unos hombres escru- El tema no se había terminado. Me daba cuenta de que
pulosamente respetuosos de las reglas y de las leyes que el Sabio quería hablar más. Pero dudaba. ¿Sería la fatiga?
algunas prostitutas los precederían en el reino de los cielos? Me había quedado mucho rato ese día. Y él estaba en-
En efecto, en el camino del amor los mojones están bien fermo. A menos que se sintiese invadido por recuerdos
plantados y su trazado es claro, pero a veces el cuerpo toma dolorosos. Su cara súbitamente se había puesto muy seria.
un camino que el corazón no quiere. Sólo el que vive, sabe Por fin murmuró, deteniéndose con frecuencia:
lo que vive en su corazón, y solamente Dios puede medir la —Hay dos situaciones, de múltiples aspectos, ante las
fuerza de amor que lo hace latir a cada instante. cuales los hombres que saben en su cabeza sin saber por su
cuerpo y su corazón, deberían hablar con infinita delicade-
za y compasión... quizás incluso deberían callarse. Es ante
el sufrimiento y el amor, cuando son «pasión».
... ¿Cómo es posible, de pie a los pies de un lecho en

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donde el enfermo está clavado, inundado de dolor y sin
poder hacer otra cosa que gritar y no rezar, decir bonitas
palabras cómo «habría que» vivir este abrumador sufri- 36
miento?...
... ¿Cómo alguien que no conoce lo que es el calor de
un cuerpo tiernamente enlazado y el latido de un corazón
desbocado puede, ante un hombre en el suelo con el cora-
zón en llamas y el cuerpo ardiendo, proclamar vivamente
cuáles son las reglas sensatas para apagar el incendio, cuan-
do es al hombre entero al que su pasión consume?

... María de pie a los pies de la cruz no decía nada.


Y el mismo Jesús ante la pecadora se callaba.
Había descubierto un nuevo aspecto del Sabio. Él, que
Pero yo creo que rezaban. me parecía tan duro, tan intransigente en defender la pure-
za del amor, se había revelado en nuestro último encuentro
* * * maravillosamente atento a las múltiples dificultades de los
amantes. Me sentía profundamente reconfortado. Amar,
Y yo, mientras salía, pensaba que el Sabio había debido en conclusión, era intentar amar durante toda la vida y
sufrir mucho por hermosas palabras derramadas sobre sus repetir miles de veces el sí que yo creía único.
llagas abiertas. No comprendía siempre de inmediato el pensamiento
de mi amigo. Anotaba sus palabras. Y las releía, frutas
ofrecidas que había que mondar cuidadosamente antes de
consumirlas. Algunas frases sin embargo me alcanzaban
directamente. Cruzaban la puerta de mi corazón sin pasar
por la cabeza, y me decía: ésta desde hace tiempo está
hecha para mí.
El Sabio había dicho: «El cuerpo toma a veces un cami-
no que el corazón no quiere» y esta frase, como una flecha,
me había alcanzado. Me estaba destinada.
Yo no era todavía dueño de mi cuerpo.

Desde hacía mucho tiempo el cuerpo me turbaba. Muy


pronto, como todos los niños, lo descubrí, lo exploré, lo
amé. Desgraciadamente, me pusieron en guardia contra él,
en lugar de decirme que era un amigo. ¡Cómo podría en-
tonces llevarme bien con él!
Más tarde, quería que fuese robusto y fuerte, y sufría de

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que no lo fuese tanto como el de tal o cual compañero que —El cuerpo humano es bello, me dijo en primer lugar
triunfaba siempre en las múltiples luchas que sosteníamos. mi amigo, y quizás más particularmente el de la mujer. La
Más tarde todavía, envidiaba a algunos de mis amigos a mirada del hombre es la que a veces lo ensucia al posarse
quienes consideraba más guapos que yo, y por tanto más sobre él.
seductores. A ellos miraban siempre las chicas en primer Igual que la mano manchada aja el objeto que quiere
lugar. Yo, dándomelas de indiferente, tenía que recurrir coger.
entonces a numerosos artificios para compensar mi caren- Hay que lavarse los ojos antes de que éstos toquen un
cia. Lo conseguía, pero me sentía secretamente humillado. cuerpo. El hombre puede entonces mirarlo, admirarlo, res-
También había experimentado muy pronto que, aunque petarlo.
mi cuerpo era capaz de molestarme e incluso a veces de —Mi cuerpo no es bello, dije yo, y mi cara es del
hacerme sufrir, también podía ofrecerme muchas satisfac- montón.
ciones. Me procuraba, a petición mía, placeres maravillo- —Ya te lo he dicho, es la claridad de los corazones la
sos, pero desgraciadamente fugitivos. Tenía que renovarlos que constituye la verdadera belleza, porque las más hermo-
y cuanto más los renovaba, más renacían mis deseos, tena- sas lámparas no tienen ningún brillo cuando en ellas se ha
ces, tiránicos. apagado la luz.
Serás hermoso, hijo mío, si tu corazón es luminoso y si
El encuentro con las chicas, después de haber sido para
tu cuerpo es para él como un esposo fiel.
mí una ávida curiosidad, se había convertido en una obse-
—Pero el mío es infiel. Lo he dejado que se escapase.
sión; el placer que nos dábamos, en una necesidad; su satis-
—Muchos hombres, es cierto, viven así divididos. Le
facción, en una razón de vivir. No me extrañaba: los com-
han dicho a su cuerpo que era libre. Y él se ha aprovecha-
pañeros que frecuentaba experimentaban los mismos de-
do. Ahora bien, ninguno de nosotros puede alcanzar la
seos, vivían las mismas aventuras. Nos las contábamos, y
plenitud si no tiene unidos su espíritu, su corazón y su cuer-
nuestras historias estaban llenas de malicia. Todo esto era
po. El hombre es uno, así lo ha querido Dios, y nadie
para nosotros «el amor».
puede separar sin riesgos lo que Dios ha unido.
Pero muy pronto, a medida que transcurrían mis entre-
¿Qué darás de ti, hijo mío, si tu cuerpo no eres tú? ¿Y
vistas con el Sabio, se había apoderado de mí un malestar
qué vida ofrecerás al otro, si sólo le ofreces un cuerpo des-
indefinible. Me sentía incómodo, inquieto, a veces vaga-
habitado? Vamos, reúnete con él, y dile:
mente hastiado. Me daba cuenta de que había ensuciado
algo bello, y a pesar de mis esfuerzos para mirar a las chicas Tú has sido plantado, cuerpo mío, semilla de mi padre, en la tierra
con una mirada distinta, a menudo me sentía impulsado a labrada en el vientre de mi madre.
coger lo que no quería ya coger. Has sido amasado, cuerpo mío, con sangre, con carne, con sonrisas, con
Desde hacía tiempo quería hablarle al Sabio de esta canciones, y quizás con llantos...
has sido amasado al ritmo de un corazón que late en espera del día.
lucha. Pero no me atrevía. Ahora, sus palabras de ternura, Me has sido dado, cuerpo mío, a la vez que mi corazón y mi espíritu,
recientemente escuchadas, resonaban en mí como una invi- reunidos juntos,
tación. para que ninguno de tus miembros, ni siquiera una parcela,
Mañana, me atrevería. pueda decir yo soy sin ser otro que yo.
Has sido puesto en el mundo, cuerpo mío, para ser contratado en una
* * * obra muy dura,
en la que uniéndote a tus hermanos, amorosos obreros de una tierra
dada,

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juntos la terminéis para hacer de ella un reino. ¿Qué dices, sonrisa mía, flor abierta en el jardín de mis labios?
Has sido bañado en el agua, cuerpo mío, cuando tus padres, reconociendo ¿Qué dices, beso mío, aliento de mi vida sobre el rostro amado?
que su hijo era también hijo de Dios, ¿Qué diréis, brazos míos amorosos, cuna en la que dormirá mi tierno
te han presentado en la Iglesia de Jesucristo para que te conviertas amor,
en miembro vivo de su cuerpo. cuando juntos seamos una sola carne?
Has aprendido a hablar, cuerpo mío, mucho más allá de las palabras, ¿Qué diréis, mis cansados miembros, cuando mordidos por el mal,
para que con los dedos, con los labios, todo entero, gritaréis mi sufrimiento y su hija la soledad?
en comunión con el cuerpo de otra, Y cuando mi boca se calle, ojos míos, ¿hablaréis aún?
puedas decir te amo en lo más estrecho del abrazo, Y cuando mis ojos se cierren, en mi helado rostro,
y que juntos deis un nuevo hermano a los hombres, ¿reflejarás todavía la dulce luz de mi alma huida?
y un nuevo hijo a Dios.
* * *
Has sido enviado, cuerpo mío, para que a todos los hombres y primero a
la que ames, Cuerpo dado,
cuerpo amado,
puedas decirles muy bajo algo de Dios.
palabra de mi alma,
Pues sabes, cuerpo mío,
canción de mi amor,
cuando Dios, tan lejano, quiso encontrar al hombre, para declararle su
Cuerpo muchas veces rebelde y muchas veces infiel,
amor,
quiero con todas mis fuerzas, contigo, reanudar una vida común,
pidió, un cuerpo a la pequeña María,
porque sin ti no puedo ser yo,
y este cuerpo, ella lo hizo,
se lo dio dándolo al mundo, y sin mí tú no eres más que un barco loco, que rompiendo sus amarras
y él nos lo entregó se convertirá en casco naufragado.
para que comulguemos con él Vuelve a mí, cuerpo mío, y viviremos juntos,
y, juntos para siempre, nos hagamos uno amaremos juntos y daremos la vida,
como él es uno con su Padre y su Espíritu. y Nuestro Señor Jesús nos conducirá unidos hasta el final del camino,
más allá de las tumbas,
# * *
hacia la resurrección.

Entonces, dile todavía,


* * *
no quiero, cuerpo mío, a ti el esposo de mi corazón, tratarte como
simple objeto de placeres, Yo iba a salir. La enfermera entraba. Decididamente
y no quiero que se diviertan contigo, como con un instrumento del que nos cruzábamos.
se usa, se abusa, y que se vuelve a tirar riendo. Ella llevaba al niño de la mano y estaban contentos.
No quiero, cuerpo mío, que te escapes lejos de mí como un cobarde
desertor que pasa una frontera para huir de los combates.
—Nos hemos conocido, dijo ella, y se lo traigo. Pero
No quiero, cuerpo mío, que seas otro distinto de mí, ropaje, disfraz, sólo para darle un beso. No debe fatigarse.
que me traiciona, me oculta. Ella se acercó al Sabio, le tocó la frente, le cogió la
No quiero, cuerpo mío, fugitivo incorregible, que vagabundeando lejos mano y la mantuvo un momento en la suya.
de casa —Tiene fiebre. Ha hablado demasiado rato, dijo dulce-
cojas para tu placer frutos que no he elegido.
No quiero, cuerpo mío, que mientas sobre mí cuando hablas de mí.
mente, casi afectuosamente, después enderezándose me
miró y añadió esta vez con voz firme: ¡Esto no es razona-
A mi música te acordaré para que tu canto sea entonado
y cada día te interrogará para que tus palabras sean verdaderas.
ble!
¿Qué dices de mí, cuerpo mío, para revelar mi alma? El reproche era para mí. Lo comprendí y salí inmedia-
¿Qué dices, mano mía, en la mano del amigo? tamente, refunfuñando contra esta enfermera a la que deci-
¿Qué dices, mirada mía, luz del corazón, en la ventana de mis ojos? didamente encontraba poco amable.

186 187
berse fijado en ella. Y me dije que, si hubiese sido más
joven, hoy quizás yo la hubiese amado.
37 Ella me miraba mientras yo la miraba: Has cambiado
mucho, me dijo ella de pronto.
—¿Cómo lo ves?
—Por tu cara, y todavía más por tu mirada.
—Es verdad, dije. Te lo contaré más adelante.
Y decidimos volver a vernos.
Ella se alejó.
¿Esperaba todavía? ¿Estaba resignada? ¿Sufría? No lo
sabía. Ella sonreía. Yo estaba triste por ella, y pensaba: es
injusto.
Yo tenía una amiga de bastante más edad que yo. Toda- Hablaría de ello al Sabio.
vía no se había casado. Mis compañeros y yo la conocíamos
* * *
desde hacía tiempo. La habíamos clasificado entre las jóve-
nes «serias», es decir, demasiado serias para nosotros. Ha-
bíamos así inventado unas categorías en las que incluíamos El Sabio estaba seriamente enfermo. Esta vez no tuve la
a las chicas que encontrábamos en nuestros caminos de día menor duda. Lo vi al entrar. Reposaba tendido en la cama,
o de noche. Sin embargo, respetábamos a esta amiga, y yo arrecido, envuelto en una especie de gran bata. Parecía
la quería como a una hermana mayor, sin atreverme a de- más viejo, más delgado. Su mirada sin embargo mantenía
cirlo o a manifestarlo ante mis compañeros. Antes de cono- toda la intensidad, y su sonrisa, el calor bienhechor.
cer al Sabio, muchas veces hablaba con ella. Me decía cosas Hizo un esfuerzo para levantarse y, a pesar de mis pro-
que el Sabio me diría más tarde. Yo me burlaba amistosa- testas, llegó penosamente a su sillón.
mente de sus bellas ideas. Pensaba entonces que no eran No hay tiempo que perder, dijo... Acércate. Hablemos.
más que sueños de jovencita, que sólo conoce bellas imáge- La enfermera ha de volver enseguida. Me reñirá. Y
nes del amor. ¡Yo sabía! mirándome con ojos maliciosos añadió: «¡es severa, sabes!
Sin embargo, ella me intrigaba. Debo obedecerla.»

Mi amiga se había alejado. Vivía ahora lejos de mí, y ya Entonces, le hablé de mi amiga.
no podía vivir con ella la alegría de la amistad. Lo lamenta-
ba, porque creo que hoy la habría comprendido mejor. * **
La encontré por casualidad. Seguía estando sola. Me
sentía feliz de volver a verla. La observaba, sonriente, pero Yo también conozco, dijo, a jóvenes que esperan en
algo seria, demasiado reservada, y sin embargo rica, ahora vano que un muchacho llegue y les diga: «Te amo.» Algu-
estaba seguro de ello, en riquezas inaccesibles a los ojos del nas sufren mucho. En efecto, todo hombre necesita cono-
que pasara frivolamente por su lado. cer su valor, y saber un día que su vida vale otra vida.
De repente pensé que los chicos eran muy necios por —¿Por qué entonces, repliqué, algunos no encuentran a
haberla dejado en el camino, caminando a su lado sin ha- nadie que se lo pruebe? ¿Es ésta la voluntad de Dios?
188 189
—La voluntad de Dios, contestó vivamente, es que todo Espera...
hombre ame. El resto...
—¿El resto? Corazón mío, que late como late un corazón de mujer,
—El resto es un misterio en la vida de cada uno. Un ternura disponible, flor abierta a cada estación de la vida,
tejido apretado de acontecimientos, frutos de nuestra liber- ¿quién vendrá a cogerte en mi matorral escondido?
Ven pronto, bello desconocido,
tad y de la de los otros, y de esta naturaleza que hace que
porque si he ofrecido algunas flores, que los otros han tirado,
llueva y que haga sol porque está hecha así. he guardado el ramo, pero el ramo se marchita.
—Me han dicho que Dios «lo guiaba todo, en nuestras
Cuerpo mío, isla desnuda, que ningún navegante ha visitado jamás,
vidas»... siento tantos deseos algunas noches de verano de lanzar mi barca al mar,
—No he sido yo, dijo, animándose de nuevo. Nosotros para traer conmigo a mis orillas a algún explorador ávido de riquezas.
somos quienes guiamos nuestras vidas, por el dédalo a me- Él buscará, descubrirá mis tesoros enterrados,
nudo indescifrable de las decisiones de todos, y de cada y si de mi oro no hace una alianza,
mi oro habrá brillado para él el espacio de una noche.
uno. Y nuestras vidas están sembradas de porqués, la ma-
... Pero él no ha llegado... y yo no he salido a la mar...
yor parte de los cuales nunca obtendrán respuesta en la
tierra. Solamente más tarde, en la luz, descubriremos cada Seno mío, campo que espera en vano la semilla del amor,
y mis brazos disponibles los hijos de mis sueños.
«sí», y cada «no», y pesaremos su peso de amor o... de
¿De qué sirve la tierra, estéril de cosecha,
pecado. y las ramas extendidas, que no tienen fruto?
—Ya no te comprendo, amigo. Tú que me has hablado Señor, ¿por qué la vida, si no puedo darla?
tantas veces de Dios. Así pues, ¿Dios está ausente? Despreocupada al principio, he visto a los muchachos que pasaban,
—Está infinitamente presente, hijo mío. ¿Me habrás los he visto coger de mis amigas, las manos tendidas al final de una
entendido mal? Dios es un padre amante que, paso a paso, mirada,
acompaña a cada uno de sus hijos. Pero los deja andar y más tarde los he visto salir de las iglesias cogiéndolas del brazo, y he
cantado, y sonreído, feliz con su alegría...
solos ofreciéndoles constantemente la luz y la fuerza de su
amor, para que vivan con él lo que han decidido vivir. Pero uno tras otro se alejaban los que caminaban dos a dos,
y pronto reunidos por un vínculo sonrosado,
—¿Y lo que no han decidido vivir, pero que les es que sonreía o lloraba pidiendo la leche,
impuesto: una prueba, la soledad? ... y yo, sola, entré en la casa, yo que no había sido elegida.
—Si la situación o el acontecimiento está ahí, presente,
* * *
inevitable, un día deben decidir vivirlo y no soportarlo.
Entonces, todo puede hacerse «providencial» para el que
abriéndose al amor encuentra la fuerza de querer vivir lo
que no ha querido. Me han dicho...
—¿Así le hablas a la joven, hermosa y prudente, que
Bella joven prudente en la ventana, que no ve venir nada,
viene a pedirte luz para su camino solitario?
¿Acaso te escondes cuando escuchas emocionada la voz de los muchachos
—Primero le digo que busque un compañero. que hablan bajo tu ventana?
—¿Y después? Acaso has crecido demasiado deprisa y el transeúnte no puede ya cruzar
—Después, es ella la que ha de hablar, porque ella es tu mirada de horizonte.
quien decide. ¿Acaso has envejecido demasiado deprisa, ocupada en el trabajo,
cumpliendo un «deber»
sin contar el rápido paso de los años?
* * *
190 191
Has de saber entonces que vivir soltera no es malograr la vida,
¿Acaso tienes una imagen tan bella del amor
sino vivirla de otro modo.
que crees que el muchacho que encuentres
Debes un día decidir libremente elegir lo que no has elegido,
sólo sabrá trazar un croquis decepcionante de ella?
y querer que tu sí sea tan voluntario como el sí de los amantes.
Bella joven prudente en la ventana, que no ve venir nada,
no esperes la alborada de jóvenes que canten bajo tu balcón.
Antaño las jóvenes esperaban que llegase la música,
pero hoy vosotras también sabéis hacer cantar a las guitarras.
Me levantaré,
No esperes más a que a tu puerta llame un pretendiente afanoso,
porque, como se decía en otro tiempo al muchacho le corresponde
y también yo me desposaré...
llamar y a la muchacha abrir.
Pero ¿quién lo ha dicho, quién tenía derecho a decirlo? Adiós, mis falsos sueños, esposos volubles de locas promesas,
Tu corazón sabe llamar fuerte, tan fuerte como el corazón de los que van y vienen
muchachos. agarrándose al rostro de los transeúntes,
A lo que nadie tiene derecho, sea muchacho o muchacha, y me persiguen incansables hasta las puertas de la noche.
es a forzar la puerta, cuando la puerta está cerrada. Adiós, amantes de viento, que se deslizan en mi cama,
me hacen dar vueltas y más vueltas,
Bella joven prudente en la ventana, que no ve venir nada,
pero por la mañana huyen volando.
Tienes que bajar al camino, pero no a un camino desierto,
para entrar en la danza de los jóvenes que se buscan. He decidido divorciarme de vosotros,
Y si encuentras un muchacho que te guste... díselo, ¿por qué esperar? porque quiero estar libre de vosotros para ser libre para amar.
Tal vez él tampoco puede imaginar
que un corazón puede posarse un día en el borde de sus labios. He recorrido de mi vida, sus primeros caminos y sus primeras revueltas,
mi corazón fiel me ha guiado y mis pasos me han conducido
Si sólo sientes aprecio, amistad, sin poder llamarlo amor, y he llegado al viraje desconocido.
por un amigo muchas veces desdeñado, De pie, firme, al borde del camino, reflexionando, rezando, y tal vez
camina con él, y descubrid vuestros corazones. llorando,
En ti vibrará quizás un día una cuerda que creías muda, mis ojos por fin han aceptado mirar hacia delante, el paisaje de mi
y encontrarás bello el rostro que encontrabas vulgar... vida.
Porque una mirada puede encender un fuego, que esperaba para arder,
He visto el camino...
que le aplicasen la llama.
único y claramente trazado.
Bella joven prudente en la ventana, que no ve venir nada, No figura en mi mapa, en donde sólo he señalado los caminos de mis
sobre todo no digas que Dios se ocupa de tus asuntos deseos,
y que debes esperar sus decisiones de Maestro. pero se me impone como único paso,
Dios no es el jefe de una agencia matrimonial, para llevarme, fiel, a las numerosas citas,
ni los santos sus empleados, a quienes se paga con una oración. que sin mí, mil acontecimientos han anotado en mi hoja de ruta.
Dios es su Padre que ama a sus hijos,
Responderé a «la llamada» extraña, «vocación» tantas veces rechazada,
y los padres no aman a sus hijos
y disponible a pesar de todo al acontecimiento imprevisto que ya no busco
cuando, sin ellos, conciertan de antemano su matrimonio.
iré hacia el altar en donde me espera mi Señor,
Si al fin, después de haber buscado sin enrojecer. y pronunciaré decidida, el sí de mis bodas.
pacientemente, largamente, después de haber vivido un noviazgo tan largo.
y por todos los medios justos que la vida te presenta,
Sí, venid todos, amigos, a estas bodas solemnes,
no has encontrado compañero de viaje,
pero no veréis a mi esposo, tiene mil caras,
no te resignes,
y sólo yo lo reconozco, cuando viene hacia mí,
porque de verdad nadie que se «resigne» a vivir, puede vivir en
con los pasos fatigados, el corazón enfermo,
plenitud.

192 193
buscando el pan de la amistad y de la vida donada. En ella te encontraré, Señor, y juntos descenderemos de ella,
Porque durante mucho tiempo he creído, triste suerte, que tendría que porque gracias a ti la cruz ya no es un lecho de muerte,
desposarme con la triste soledad, sino un camino de vida.
pero hoy la rechazo para desposar a la multitud.
Y mi vida será alegría, hoy
* * *
y en la eternidad.

Seré gota de agua fresca * * *


en el rostro de aquellos que no han conocido el rocío de la ternura.
Seré brazos abiertos al niño que busca asilo de cariño. El Sabio aún me dijo algunas palabras. Rápidamente.
Estaré íntimamente mezclada con la masa humana.
Vigilaba la puerta. Visiblemente temía que la enfermera
Trabajaré las tierras yermas
y sembraré espeso allí en donde ningún labrador ofrece el grano nos encontrase hablando.
gratuito,
porque tengo en mi corazón disponible una gran alforja llena Llamaron. Era ella.
para distribuir la simiente. Saludó amablemente... pero yo no me atrevía a afron-
A la arena de mi vida mezclaré sin cesar el cemento del amor, tar su mirada. Me sentía un poco culpable. El Sabio, son-
y uniéndome a los constructores de ciudades, a los que combaten por riendo, me dirigió una mirada de complicidad. Como un
la justicia, niño, se divertía con nuestra desobediencia.
con ellos construiré casas y templos para los hijos del mundo.
Y puesto que nadie me esperará en mi lecho, para hacer comunión,
velaré y combatiré mientras otros descansan. La enfermera estaba ahora en la habitación de al lado.
La veía de espaldas, me imagino que ocupada, preparando
Ante ti, mi Señor, estaré con el corazón muy abierto,
repitiendo cada día los síes, de mi sí, alguna medicina. Lo aproveché para despedirme rápida-
como los repiten los esposos fieles. mente. Me incliné hacia mi amigo, él me atrajo hacia sí, y
Y tú me dirás que me amas como tú los amas, me susurró al oído: «Es hermosa, ¿verdad?»
y que debo amar como ellos deben amar. Me quedé atónito de esta observación del sabio. Sentí
Así, contigo daré mi vida que enrojecía en mi interior y respondí torpemente: ¡No
daré «la vida», está mal! Tenía que responder, y sólo disponía de este cali-
porque seré madre de innumerables hijos,
ficativo vulgar, tomado de nuestras famosas «categorías»
que más tarde vendrán a acogerme, diciéndome su nombre,
en la luz de tu Padre, el Padre de los vivientes. de jóvenes.
Desaparecí rápidamente, sintiendo un vago malestar a
causa de la pregunta, y avergonzado de mi respuesta.
* * *
Pero soy mujer. Señor, y sufriré continuamente por no conocer hombre.
Tú me comprendes, Señor,
porque tú eres hombre, y has sufrido ¿verdad?, por no conocer mujer, Una vez fuera, me decía: es verdad que es hermosa
y por guardar tu corazón y tu cuerpo disponibles ¿Por qué no lo he reconocido?... Y me di cuenta de que me
para entregarte en comunión a las multitudes hambrientas. sentía feliz de que lo fuese.
Cuando encuentre la cruz, tendré que ascender a ella,
no estaré sola, abandonada,
porque sé que, desde hace mucho tiempo, tú me has precedido.

194 195
Decidí visitar a mi amigo antes de la hora prevista para
evitar encontrarla.
38
* * *

Estaba en cama, algo incorporado. Apoyado en dos


almohadas, respiraba con dificultad. Al verme se animó,
esbozó un gesto para levantarse, pero esta vez me opuse
categóricamente. Él insistió y vi en su obediencia la confe-
sión de su debilidad.
No le pregunté por su salud. Pensé que era una pregun-
Algunos días más tarde, encontré en mi buzón una nota ta trivial, y sabía de antemano que me respondería sólo
de la enfermera. Visiblemente, estaba escrita aprisa y co- para tranquilizarme.
rriendo. No tenía encabezamiento, ni expresiones corteses. Esperaba a que él hablase, pero él, como siempre, es-
Adiviné la razón. La comprendía. Si yo hubiese tenido que peraba mis preguntas. No me faltaban, y eran importantes,
escribir a esta enfermera, ¿cómo me habría expresado? pero estaba decidido a pedirle al Sabio sólo respuestas muy
Estaba sin embargo un poco decepcionado de que no cortas. Entré inmediatamente en lo importante del tema.
hubiese tenido para mí ninguna palabra amable... ¡Al con- —He pensado mucho, dije, en tus palabras de nuestro
trario! último encuentro. Comprendo ahora perfectamente que un
La nota decía: «Su amigo está muy fatigado. Debe mar- joven, si se ha quedado soltero contra su voluntad, debe
charse para estar en completo descanso y recibir unos cui- un día no sólo «resignarse» a esta forma de vida, sino asu-
dados que yo no puedo darle. Permanecerá ausente duran- mirla plenamente. No puede vivirse toda una vida «a rega-
te mucho tiempo... Ha manifestado el deseo de verle a ñadientes». Pero no comprendo que haya hombres y muje-
usted antes de marcharse. Le espera mañana a la hora de res que puedan escoger libremente vivir solteros. ¡Es anor-
costumbre. Pero, por favor, no lo fatigue con sus pregun- mal!
tas. Ya que lo aprecia, piense en él, en su preocupante —Lo que es anormal, te lo repito, es no amar. La «vo-
estado de salud.» cación» de todo hombre es amar, casarse, dar la vida. Pero
puede responderse a esta vocación de formas diferentes.
Me sentí anonadado. El Sabio estaba gravemente en- Los que eligen el celibato, lo eligen por amor.
fermo. Iba a marcharse. ¿Lo volvería a ver algún día? Ima- —Si los sacerdotes no se casan, ¿es pues, por amor... a
ginaba lo peor, inquieto, profundamente apenado. Pero Dios?
también estaba irritado por esta carta. La enfermera pare- —Por amor a Jesucristo y a su Iglesia, pueblo de Dios,
cía al corriente de mis conversaciones con el Sabio. ¿Le humanidad reunida por él.
habría él hablado de mí? Lo dudaba, ¡era tan discreto! ¿O Los obispos, que son los sucesores de los apóstoles,
bien ella le había preguntado? En todo caso, esta enferme- preguntan a algunos cristianos si aceptan abandonarlo todo
ra quizás era hermosa... pero me sermoneaba y esto no me para seguir a Jesucristo y servir a su Iglesia. Serán sus cola-
gustaba. boradores para anunciar el evangelio a todos los hombres.
196 197
reunir aplegada en torno a Cristo a la comunidad de los prometen a ser vivos reflejos del amor fiel de Jesús hacia su
creyentes y, por medio de la eucaristía, hacer de ellos un Iglesia. ¿Lo consiguen siempre?...
solo cuerpo. Se calló y respeté el silencio de esta dolorosa confesión.
—¡Podrían consagrarse igualmente a esta tarea estando
casados! * * *
—Quizás más difícilmente, pero es verdad, podrían. Sin
embargo, desde hace muchos siglos, la Iglesia les pide que
consagren a ello su cuerpo, su corazón, su espíritu, toda su ¿Debíamos seguir la conversación?
vida. Pensé pronto en la enfermera y tuve la extraña impre-
—¿Por qué? sión de que me observaba con su mirada severa.
—Para imitar a Jesús, y por amor a Él que sin reservas Me libré de su mirada.
se entregó a su «pueblo». Hizo «alianza» con él. Se «despo- ... porque quería saber: los sacerdotes estaban llama-
só» con él y le ofreció no sólo su corazón entero disponible, dos a prestar un «servicio» esencial en la Iglesia, y acepta-
sino también su cuerpo entero reservado. Nos lo da en ban por amor abandonarlo todo para cumplir este servicio,
comunión hasta el fin de los tiempos. pero los religiosos, las religiosas, los monjes... ¿para qué
—Pero ¿dicen que Jesús mismo no exigió este don para servían?
los sacerdotes? Comprendía como máximo a los que se consagraban a
—Es exacto. No explícitamente. El amor no pide, se los menesterosos, los que partían por el mundo, aquí o allá,
ofrece. Y la Iglesia podría un día decidir obrar de otro para anunciar la buena nueva... pero ¿los otros, los que se
modo... encerraban en los conventos y en los claustros?
—¿Tú lo deseas? Hoy ya no me atrevía a creer que fuesen ridículos o
—Lo deseo. Pero deseo también con todas mis fuerzas locos... pero entonces ¿por qué? ¿Qué secreto había en su
que continúe proponiendo a los que quieran llegar por vida? ¿Qué misterio en «la» vida?
amor hasta el fin de su donación. ¡Peor para la enfermera!
Jesús ha dicho: «No hay mayor prueba de amor que dar Sabía que mi amigo respondería y sentía confusamente
su vida por los que se ama.» que vo necesitaba esta respuesta. No para satisfacer una
—¡Los sacerdotes no ofrecen siempre este testimonio simple curiosidad intelectual, o para responder a los sarcas-
de amor! mos de mis amigos, sino para vivir mejor mi amor.
—Lo intenta, pero todos tal vez no lo consiguen plena-
mente.
—Pero entonces, ¿dónde está el testimonio?
—Algunos testimonian desde una cima, porque llegan a ¡Para qué sirven'.', suspiró el Sabio... ¡Pobre pregunta de hombres!
ella, y desde allí arriba nos llaman. Otros buscan sin cesar Hombres: aferrados a esla tierra que creen eterna,
alcanzarla, sin conseguirlo. Atestiguan así que la meta vale mordiendo el pan con su boca hambrienta
la pena de que se le consagre una vida... y apretando los cuerpos en sus brazos demasiado ávidos.
Hombres que quieren arrancar la felicidad al universo salvaje.
...y en voz más baja, el Sabio añadió lentamente: los penetrando sus secretos y dominando sus fuerzas.
esposos también tienen la vocación de ser testimonios. Por Hombres que construyen torres de granito y de hierro.
el sacramento del matrimonio, ya te lo he dicho, se com- y pretenden elevarlas hasta las puertas del cielo.

198 VY)
Hombres que se levantan y trabajan, y luchan, Envíanos a esos hombres y esas mujeres voluntarios de amor más alia
y duermen, para volver a trabajar y morir extenuados. del amor,
Hombres que engendran hijos, porque hay que engendrarlos... no para ofrecernos unos «modelos» que ya los hay entre nosotros,
Hijos que a su vez se levantarán, trabajarán y lucharán, ni para distraernos de nuestras tareas, que son rudas pero hermosas,
y dormirán para volver a trabajar... ni para hacer sombra a nuestros amores, que tú has querido y
y morirán en sudor y su vida en polvo. bendecido,
* ## sino para que en medio de nosotros sean visibles o entrevistos
testimonios de lo esencial,
signos y luces en la negrura de nuestras vidas.
Hombres de cabeza dura, decidme, ¿lo sabéis?
¿De qué sirve la flor que nace y muere, oculta bajo los heléchos, Que ellos nos recuerden:
y la piedra esculpida en lo alto de las catedrales, Que la ciudad de los hombres es bella, pero que otro reino crece
y la estrella encendida entre millares de estrellas? misteriosamente en el corazón de esta tierra, un reino que no tendrá
¿De qué sirve el músico que toca solo en su habitación cerrada, fin.
y el cuadro que vale una fortuna preciosamente guardado en su Que la felicidad no está sólo en los alimentos terrestres,
caja blindada? sino en la palabra escuchada y fielmente vivida.
¿De qué sirve el ramo de flores que se marchita lentamente, Que nos muestren:
ante la vieja fotografía amarillenta? Que la libertad suprema no es hacer siempre lo que uno desea hacer,
¿Y la joven madre inmóvil y sola contemplando extasiada a su hijo sino saber, por amor, someterse muchas veces libremente.
dormido?
¿De qué sirve el ciego si no ve, el sordo si no oye, el paralítico Que nos demuestren su vida:
si no anda, el viejo inconsciente que no acaba de morirse...? Que el amor no tiene como único lenguaje el de los cuerpos,
¿Y de qué sirve estar ahí, cuando se está ahí para nada, porque el cuerpo un día se callará mientras que el corazón cantará
al lado de otro, que está ahí? siempre.
Que, en definitiva, la vida puede ser dada de otro modo que en la
Hombres, ¿lo sabéis, lo sabéis todavía? carne,
Si no lo sabéis, si ya no lo sabéis, y que toda existencia es fecunda en la medida del amor que la anima.
sois los más desgraciados de los hombres,
porque nunca sabréis para qué sirve la vida, * * *
y nunca comprenderéis lo que es amar.
Felices los que pueden ver
* # * a estos hombres y estas mujeres,
corazones acogedores en las penas y alegrías del mundo,
Señor, necesitamos, sí, necesitamos, comunidades que velan, hermanos reunidos
ver en medio de nosotros a hombres y mujeres que se dejan amar y dan las gracias cantando,
que no sirven en principio para nada, si no es para amar, contemplando a alguien, invisible presencia,
para descubrir y creer por fin. alguien que es Dios y que reclama amor.
que el amor es todo.
felices los que pueden comprender
que es la savia, la vida,
que si Dios es Dios,
la respiración, la sangre y la alegría,
es justo que unos voluntarios
de esta inmensa humanidad.
con el cuerpo, el corazón, el espíritu, entero guardado
Señor, míranos, entero recogido,
pobres hombres que caminamos casi siempre con la nariz en el polvo, estén ahí para él, vidas ofrecidas gratuitamente,
los pies sucios de tierra, los corazones tragados por nuestras pequeñas puesto que él está ahí, gratuitamente para nosotros.
felicidades y el espíritu enloquecido por nuestras maravillosas
conquistas.
* * *

200 201
Vi que el Sabio rezaba. Ella entró ligera, luminosa, como un rayo de sol.
Al cabo de un largo rato murmuró todavía: «Hijo mío, Se dirigió directamente al Sabio: «¿Cómo está? ¿Toda-
qué haremos mañana si ya no hay entre nosotros estos vía un poco fatigado?»
hombres y estas mujeres que, a invitación del espíritu, son Su voz cantaba. No me había dado cuenta de que su voz
para nosotros signos de que el amor supera infinitamente al cantaba.
amor, y que es gratuito...» —«Estoy muy bien, dijo el Sabio, mi amigo y yo hemos
hablado.»
Después entró de nuevo en un profundo silencio. —Ya lo veo, dijo ella, mirándome —esta vez sin repro-
Yo estaba tranquilo, profundamente feliz, porque esta- che— y después continuó rápidamente, como si tuviese pri-
ba seguro que hoy había comprendido. Y por primera vez sa por librarse de una vaga inquietud: «¿No está enfadado
descubría que ya no tenía miedo. Me sentía todavía bastan- conmigo?»
te débil, pero creía que por fin estaba preparado para —¿Por qué? dije.
intentar amar. —«Por la carta. No sabía cómo expresarme... ¡No nos
conocíamos!» Y creí advertir en su voz una queja que me
* * * agradó... y en mi corazón la misma queja que nacía.
—Esté tranquila, repliqué enseguida, pensé simple-
El Sabio estaba muy fatigado. Con menos, cualquiera lo mente que yo habría hecho lo mismo si hubiese estado en
estaría. Cuando se expresaba, largamente, apasionada- su lugar.
mente, las palabras salían de sus labios rápidas como un Ella me sonrió, tranquilizada. Y yo me dije que esta
torrente. Se animaba tanto que yo a veces lamentaba haber enfermera era mucho más amable de lo que había creído.
levantado todas las barreras ante él, adivinando lo agota- Hubiese querido continuar la conversación, pero ella
dor que debía ser hablar así. Y lamentaba, hoy más toda- de nuevo se dirigió al Sabio.
vía, haber sido tan ávido de sus palabras... —Voy a preparar las medicinas para la noche. Volveré
¡Pero yo tenía sed! hacia las diez. Dormiré aquí, en el sillón. Esté tranquilo,
tengo el sueño ligero. No dejaré de cumplir ninguna de las
Entonces pensé que tal vez ya no pudiese venir más a
prescripciones del médico.
ver a mi amigo para calmar mi sed.
Así comprendí que se disponía a velar al Sabio toda la
* * * noche.

Pero, pensé de repente, ¿por qué no yo? ¡Mi lugar está


Escuché un ruido en el pasillo. Alguien venía. ¡Era ella!
junto a mí amigo!
¡Ya!
Se lo dije. Ella no respondió nada. Miró al Sabio. Con
Me sentí súbitamente incómodo, inquieto, corno un un ligero movimiento de cabeza, dio su consentimiento.
niño cogido en falta. El Sabio adivinó mi turbación y, fiel Pintonees, con gran asombro por mi parte: «Venga, me
cómplice, aún tuvo fuerzas para sonreírme mientras me dijo, le enseño las medicinas que tendrá que darle. Vendré
decía: «¡Qué importa, es la última vez...!», y suspiró repen- mañana por la mañana al amanecer, para ponerle una in-
tinamente grave: «¡Quedaban tantas cosas por decir!» yección... y después nuestro amigo se alejará. Han de venir
a buscarlo muy temprano, porque el viaje será largo...»

203
202
A pesar de mi profunda tristeza, me sentía feliz por
poder pasar esta última noche en compañía de mi amigo,
porque por su mirada había visto que también él se sentía 39
feliz.
Le di las gracias a la enfermera con una sonrisa, y ella
me la devolvió. También nosotros nos habíamos hecho
amigos.

Me había instalado en el sillón del Sabio. Lo había acer-


cado a su cama para poder observar a mi amigo con más
facilidad. Y mi mirada acariciaba en su rostro el surco de
sus arrugas, que transmitían la música de su corazón. Era
bello este rostro que, silencioso, cantaba. Yo escuchaba.
Él dormía.
Yo velaba.
Me sentía orgulloso de velar.
De repente, pensé en los hombres y mujeres de los que
hablábamos ayer: los que velan por el mundo, corazones
que laten ante Dios, mientras otros duermen. Estaban ahí
por «él»; amor puro. Y yo estaba aquí por mi amigo. Una
noche, gratuitamente. Lo amaba. Sentí deseos de decírse-
lo, pero dormía. Era mejor.
Me uní a todos los desconocidos que velan, entrando en
esta gran corriente de amor y de vida que inunda el mundo.
Y me asombré de que sea posible amar así, inmóvil, sin un
gesto, y sin que nadie lo sepa. En la noche.
Rezaba.

Me repetía las instrucciones de la enfermera: primero...


después. Estaba muy claro. Las medicinas estaban puestas,
por orden, en la habitación de al lado. No podía equivo-
carme.
204 205
¿Qué edad podría tener la enfermera? Intentaba preci- Todo está íntimamente relacionado, pero no hay más
sarla, contando los años de estudio, añadiendo dos años, que un camino, va del amor al amor, con aquel que es amor.
porque «ejercía desde hacía dos años», me había dicho el
Sabio. De todo ello concluí que yo debía ser un poco mayor A cada cual le corresponde estar presente. Amando.
que ella... —Pero presente ¿en dónde?, me atreví a decir todavía.
¡No era posible! ¿Tan poca diferencia entre los dos? —Yo mismo he dudado y he soñado demasiado tiempo;
¡Parecía tan joven! ¿Quizás era por sus cabellos largos? mis hermanos me esperaban, pueblo inmenso que camina
Eran hermosos sus cabellos, olas ondulantes sobre sus y cada uno estaba, ocupando su lugar,
hombros, a cada movimiento de la cabeza. Más cortos, y yo buscaba el mío, creyéndome muchas veces inútil,
estoy seguro de que... ¡pero sería un crimen! ¡No se lo pero encontré a mis pies, el espacio de mi vida.
perdonaría! A menos que fuese por la claridad de sus ojos.
Una luz de primavera y no la del verano. Me sentía irritado Allí en donde estás, lo encontrarás.
conmigo mismo, al pensar que había encontrado severa Mira.
esta mirada. ¿Dónde tenía yo la cabeza, y el corazón? A través del acontecimiento, Dios siempre avisa.
¡Cómo puede uno equivocarse hasta tal punto!
Y volví a empezar mis cálculos para precisar su edad. —Más adelante, dije, cuando vuelvas, hablaremos otra
vez.
Él nada respondió.

Dulcemente toqué la mano del Sabio. Él abrió los ojos:


«Tu medicina, dije, ofreciéndosela. ¡Es la hora! » Bebió sin
Dios avisa a través del acontecimiento. Es cierto. Me
decir una palabra, después volvió a apoyar su cabeza en la
había avisado y hablado a través de este extraño y maravi-
almohada. Creí que iba a dormir de nuevo, pero se volvió
lloso encuentro con el Sabio.
ligeramente hacia mí:
Pero lo que me había sucedido ¿era tan extraordinario?
—Tengo que decirte...
¿No es el destino de cada hombre encontrar a unos herma-
—No, descansa. No debes fatigarte.
nos, que para ellos son «palabra», y vivir acontecimientos
—Hemos tenido tan poco tiempo...
que son «señales»? Pero hay que escuchar, mirar, y dejar
—¡Hemos hablado mucho!
nacer en el corazón esta palabra en la palabra, y esta luz en
—... de algunos aspectos solamente, de este amor único
el camino, que hace ver.
que anima toda la vida de los hombres, ahora bien:
Tal vez ya no vería más a mi amigo y estaba infinita-
mente triste, pero de repente me di cuenta de que oiría
Ningún corazón crece sin que crezcan, la cabeza, los brazos y los pies, y el siempre la voz del Sabio, porque era otra voz la que oía a
hombre sólo se desarrolla plenamente, si sus hermanos se desarrollan través de la suya.
con él.
La humanidad entera no crece sino unida al universo, materia y vida Y esta voz, si yo era fiel, nunca se callaría para mí.
dominadas, ordenadas.
Y la historia se estanca si unos hombres libres no conocen y reconocen Pensé entonces en la enfermera. ¿Tenía ella también
al que camina con ellos, los libera de lo que les impide amar, algo que decirme? Era evidente. Pero no nos conocíamos.
y les ofrece su vida para que amen con Él. Ella parecía lamentarlo.

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No la había escuchado. No la había mirado. O muy que ninguna dificultad puede extinguir, si su amor es ver-
poco. ¿Por qué había rechazado esta mirada que invita y dadero.
permite al otro salir de sí mismo? Amar auténticamente, es entrar en la alegría infinita de
¿Qué habría dicho su corazón, a través de sus palabras? Dios.
Estaba seguro de que algunas de ellas esperaban para ser
Perdóname, pero compréndeme. ¡He encontrado a tan-
pronunciadas que alguien las escuchara.
tos jóvenes que se imaginaban que el amor es fácil, y a los
Lamentaba vivamente mi falta de atención.
que he vuelto a encontrar por el suelo, llorando o maldi-
ciendo los vestigios de sus sueños destrozados! He querido
—¿En qué piensas? dijo el Sabio. mostrarte que el amor era bello, pero que era difícil... Y
Me sobresalté. No me había dado cuenta de que mi
después... tú conoces mi dura experiencia... ¡el amor para
amigo estaba despierto y me observaba atentamente. Mo-
mí, fue «sufrimiento» tantas veces!
lesto, enrojecí, y me sonrojé más todavía al sentir que en-
—Lo comprendo, dije. Me toca a mí pedir perdón.
rojecía. No acostumbraba a hacerlo. Por suerte, mi cara
Debí hacerte sufrir al hacerte hablar de amor.
estaba muy débilmente iluminada. Me encontraba aún más
—No lamento nada.
ridículo, porque no me atrevía a responder.
—Has sufrido mucho, pero has amado mucho.
Después de un largo silencio, fue él quien murmuró:
—No lo suficiente. ¡Nunca se ama lo bastante!
—¿Es hermosa, verdad?
—¿Estás preocupado?
—... y esta vez dije «sí».
—No, feliz y en paz, porque sé que soy amado por aquel
Y él cerró los ojos sonriendo... añadiendo todavía:
que es amor.
«¡Pero es igualmente hermosa en su corazón!... ¡Y tú tam-
bién eres hermoso en tu corazón! Después volvió la cabeza, * * *
y comprendí que no diría nada más.
# * * Se acercaba la hora en que debería separarme del Sa-
bio. Ya no lo vería más. Ya no hablaríamos más. Desde
luego, yo iría a beber en la fuente de sus palabras, «el
Me había adormecido, con la conciencia tranquila, por-
Libro», pero necesitaba un rostro para amar, y una mano
que había respetado escrupulosamente las consignas del
que se tendiese, y que cogiese la mía, para saber que era
médico.
amado...
El Sabio estaba despierto.
Y además, ¡hubiese deseado tanto que mi amigo cono-
—¡No duermes, dije, no eres razonable!
—He dormido. Pero no hay que dormir constante- ciese a la que compartiría mi vida!
mente... Ella existía, me había dicho... «¡Oh amor mío descono-
Escucha, tengo que pedirte perdón... No protestes, por cido!...»
favor. Déjame terminar... Y súbitamente del fondo de mí surgió una pregunta que
He reflexionado y he pensado que no te había dicho lo no pude contener. Me incliné hacia el Sabio. Seguía des-
suficiente que el amor era alegría. Así lo ha querido Dios. pierto. Le dije en voz baja:
Cuando dos seres se encuentran y unen su corazón, su —Dios no nos elije nuestra compañera, me has dicho...
cuerpo y toda su vida, nace en ellos una inmensa felicidad pero ¿conoce de antemano la que elegiremos?
—Dios es Padre, hijo mío. Ve a todos sus hijos. ¿Por
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qué no habría de desear que éste y aquélla se encuentren, y va. ¿No era un sueño? ¿Uno de esos espejismos de mis
se reconozcan? Algunas veces los padres de la tierra, y los deseos de los que tantas veces había sido víctima?
que aman, sueñan así, pero pueden equivocarse. Él no se
equivoca nunca porque su amor es perfecto. Él sabe que Cerraba los ojos para verla mejor en mi interior. La
allí estará su felicidad. De vez en cuando «avisa» discreta- contemplaba. Sí, era hermosa y comprobaba, feliz, que mi
mente, a través de las personas, los acontecimientos... Pero mirada delicadamente posada sobre ella, no empañaba su
cada uno permanece libre. resplandor.
Si los hijos están atentos y son fieles, su deseo encuen- Buscaba otras pruebas de la autenticidad de mi senti-
tra el deseo de Dios. Entonces resplandece la alegría. Su miento. Imaginaba un instante que alguien le deseara algún
alegría en su alegría. mal. Inmediatamente salté ¡Nunca lo soportaría! ¡Lo haría
¡Es bello! todo para que fuese feliz! ¡Lo merece! Y pensarlo me tran-
quilizó. ¡Pero yo no la conocía!... Todo esto era una locura
# * # por mi parte.
¡Y sin embargo estaba seguro!
Le había dado al Sabio su última medicina. Contemplaba al Sabio, pero seguía durmiendo.
Mi amigo ahora descansaba. Creo que dormía. Yo esperaba.
Se hacía lentamente de día. El tiempo era claro y vi que
se preparaba una mañana luminosa.
Miraba la hora. Era la última. Transcurría lentamente,
muy lentamente. ¿Por qué esta hora me parecía mucho más Esperaba. Pensaba. Le diría que quizás podríamos co-
larga que las anteriores? ¿Era el cansancio? No, estaba nocernos... Que si quería saldríamos juntos. Que... para
despierto, con el espíritu claro, y vagamente feliz. Me re- qué soñar, no me atrevería a hablar. Yo que habitualmente
prochaba esta alegría. íbamos a separarnos, mi amigo y yo. era tan atrevido ante las jóvenes, descubrí que era tímido
¿Cómo entonces mi corazón podía albergar este sentimien- como un niño.
to? No estaba triste, sino impaciente.
Esperaba. Pero ¿qué esperaba?...
De repente, el ruido, en el pasillo; el mismo que ayer.
Reconocí sus pasos. Era ella ¡estaba seguro!
De repente, comprendí que esperaba a «alguien». Abrió suavemente la puerta, se puso el dedo delante de
«Ella» había dicho que vendría al amanecer. ¡Yo la espera- la boca para darme a entender que no hablase. No quería
ba! En mí corazón esta evidencia largamente contenida, despertar al Sabio. Pero él la oyó, y dijo dulcemente: «¿Es
estallaba al fin, trayendo con ella una alegría intensa que la hora, verdad?»
no reconocí, porque nunca la había conocido. Estuve a —Sí, dijo ella, y después volviéndose hacia mí añadió
punto de despertar al Sabio para revelarle mi secreto. Pero amablemente: «Ahora hay que despedirse. Debo ponerle
dormía profundamente. Miraba la habitación iluminada
una inyección y preparar a nuestro amigo.»
ahora suavemente por las primera luces del día. Nada se
movía. El silencio seguía. Me asombré de que a mi alrede-
Yo no me decidía. Clavado en mi sitio, miraba al Sabio.
dor nada hubiese cambiado. Entonces apareció en mí una
Él también nos miraba, al uno después del otro, sonriendo.
sorda inquietud, una nube sobre mi alegría totalmente nue-
Parecía feliz.
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—¡Qué hermoso es, murmuró, un día nuevo que se le- Me quedé una vez más, inmóvil ante él, sin poder apar-
vanta! Un día totalmente nuevo en nuestras manos. tar mi mirada de este rostro amado. Entonces ella vino
Después me cogió del brazo y añadió: «Vamos, hijo, sal hacia mí, me tendió la mano y cogió la mía antes de que yo
unos momentos, no será largo. Pero vuelve a buscarla... las se la diese.
calles están todavía desiertas, ¡no vas a dejar que se marche Y mi mano en la suya era un pájaro tembloroso.
sola!» Su sonrisa traviesa ocultaba difícilmente su felicidad «Ven», dijo ella. Y me llevó consigo.
por jugarme una buena pasada. Y yo, molesto, pero feliz, Al cruzar la puerta contemplamos una última vez a
comprendí que él había oído cantar a mi corazón, antes de nuestro amigo. Tenía los ojos cerrados pero sus labios se
que lo oyese yo. movían, y le oímos claramente repetir una vez más: «No se
Y la alegría volvió a mí, alejando las nubes. necesita mucho equipaje para partir en la vida, basta con
amar.»
... Pero ¿y «ella»?
Me atreví por fin a mirarla. Quería hablar. Farfullé, * **
pero ninguna palabra salió de mis labios. Ella no fue más
feliz en su intento, pero tenía a su disposición las palabras
Afuera, al final de la calle, el sol se levantaba.
de su sonrisa, y su sonrisa me dijo sí.

* * *

Cuando volví, el Sabio estaba preparado. Tendido en su


cama, esperaba, sosegado, tranquilo.
No sé por qué observé enseguida la pequeña maleta que
había sobre el sillón. ¡Una maleta tan pequeña, pensé, para
un viaje tan largo! Él vio que la miraba.
—«No se necesita mucho equipaje, dijo, para partir en
la vida. Basta con amar.»
Después de nuevo nos miró a los dos largamente, afec-
tuosamente.

Después de un largo silencio, dijo con voz firme: «Mar-


chaos, hijos míos, es hora de irse.» Visiblemente, quería
adelantar las despedidas.
Ella se acercó la primera y lo abrazó: sé feliz, dijo él
simplemente.
Yo me incliné para abrazarlo a mi vez.
—Gracias, padre, me has dado la vida.
—Adiós, hijo mío querido.
Y lloraba mientras sonreía. Nosotros también.

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CUERPO
La belleza del cuerpo humano 185
El dominio del cuerpo 186
índice de textos
DESEO. Véase ADOLESCENCIA

DIVORCIO
Oración de la divorciada que se ha vuelto a casar 151
... y respuesta de Dios 153
Véase también SEPARACIÓN

FIDELIDAD (y amor) 135

HIJO
El hijo malogrado por una mala educación 155
La belleza y la grandeza del hijo 157
El hijo desgarrado por el divorcio de los padres 161
ADOLESCENCIA
El hijo abandonado 160
El deseo en el corazón y en el cuerpo del adolescente es hermoso .... 96
El hijo de la ciencia: el bebé-probeta 164
El hijo adoptado 167
AMOR
El amor en peligro 53
LIBERTAD
El amor supera al amor 56
Dios nos ha hecho libres 81
Dios es amor 66
El amor, fuerza de unidad en el corazón del mundo 91
MATRIMONIO
Las ilusiones del amor 101
En la alcaldía 170
Amar es 102
En la Iglesia (sacramento del matrimonio) 172
Oración para mi bello amor desconocido 114
El amor debe ser razonable 124
MORAL
Amar es ser capaz de arriesgarse 126
Las leyes morales \yj
Amor, alimento esencial del hombre y del mundo 130
Amor y fidelidad 135
MUCHACHAS
El amor que se marchita puede renacer 149
Los muchachos hablan a las muchachas 110
CELIBATO
MUCHACHOS
Celibato involuntario
Las muchachas hablan a los muchachos \\i)
Espera 191
Me han dicho 191
REZAR
También yo me desposaré 193
Rezar es 74
Celibato voluntario
¿Para que sirven los consagrados? 199
RIESGO
Arriesgarse a vivir, arriesgarse a amar \7(,
COMPROMISO
Actuar allí donde se está. Cada uno es irreemplazable 40
SEPARACIÓN
Desunión de la pareja |,| s
CREDO
Imposibilidad de descasarse | ,|(l
Creo que 66

214 7IS
SOLEDAD
De los hombres encerrados, que sólo pueden salir de sí mismos
por el amor 28

SUFRIMIENTO
En el mundo: fruto del egoísmo 35

VIDA
Debe ser dada. Quien quiere conservarla, la pierde 35
No hay más que una sola vida, que se desarrolla a través del
universo y de la historia. Su fuente es Dios Amor 95

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