Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
posible.
Por último, se cuidadoso/a al difundir el material que acabas de
adquirir TOTALMENTE gratis.
2
Staff
Moderadora:
Belen
C. R. GREY
Traductoras:
Orion
Shooky
3
Belen
Correctoras:
Yuruichi
Cristal Queen of Deant
Orion
Diseño:
Belen
Contenido
SINOPSIS CAPÍTULO VEINTIDÓS: ISOBEL
tesis.
Durante los últimos tres días, he estado mirando un cuaderno
vacío, esperando que las palabras vengan a mí. No es por falta de
intentos que mi cuaderno sigue vacío. En realidad, ha perdido unas
veinte páginas desde que empecé una frase, sólo para romper y
desmenuzar la página antes de tirarla a la papelera casi desbordada
que hay junto a mi cama.
¿Por qué escribir un trabajo de tesis con un bolígrafo y un papel
6
como un escritor de la vieja escuela? Eso fue por sugerencia de mi
compañera de piso y mejor amiga, Suzanna. Ella pensaba que mi
portátil me distraía demasiado, ya sabes, con la World Wide Web
tentándome a comprar artículos de decoración innecesarios para
amueblar nuestro mini apartamento de dos habitaciones o un nuevo
traje de baño para nuestro próximo viaje a Punta Cana, pero Suze
estaba equivocada. A diferencia de ella, a mí no me gusta pasar las
horas navegando por Instagram o por cualquier sitio de compras en
línea del que ella hable maravillas este mes. De hecho, soy bastante
minimalista y prefiero no gastar mi dinero en cosas sin sentido que
Mark Zuckerberg cree que quiero.
Prefiero dedicar mi tiempo a investigar qué empresas coinciden
con mi aspiración de alimentar al mundo. Está claro que me estoy
adelantando porque, si no consigo presentar este maldito trabajo de
tesis -que en realidad es más bien un ensayo personal- en las próximas
semanas, puedo despedirme de mis sueños de salvar el mundo.
Lo más extraño es que, en cualquier otro momento, no tengo
ningún problema en cotorrear durante horas sobre mis esperanzas, mis
sueños y todas las formas en que voy a utilizar mi experiencia en
programación. Pero ahora, con un cuaderno en blanco delante de mí y
un bolígrafo casi sin tinta metido en la espiral de mi cuaderno, no puedo
recordar ni una sola idea que haya tenido. Lo único en lo que puedo
pensar es en el tema del ensayo que me persigue cada segundo de mi
vida.
Escribe sobre un problema que desees resolver en tu vida. Explica su
C. R. GREY
completamente agotada.
―Suze, tienes gripe. Tú misma lo has dicho. No puedes subir a un
avión. Tenemos que hacerles saber que no vamos a ir. Tenemos un
seguro de viaje, así que debería cubrir todo por algo así. No te 10
preocupes.
Me dirijo a mi ordenador portátil, que está en la mesa de la cocina,
para buscar la información sobre los vuelos y los complejos turísticos.
Voy por la mitad cuando las palabras de Suze me detienen en seco.
―Quiero que vayas sin mí.
Utilizo mi dedo como un improvisado hisopo para asegurarme de
que la he oído bien. Cuando todavía no estoy del todo convencida, la
hago repetirlo.
―¿Tú qué?
―Sé que me has oído. He dicho que quiero que vayas sin mí.
―¿Por qué demonios iba a ir a Punta Cana sin ti?
―Porque lo necesitas ―dice Mick con el cubo de vómito recién
limpiado en la mano―. Sólo mírate.
―¿Qué se supone que significa eso? ―pregunto con un tono de
voz nervioso.
Mick, ahora en la cocina y secándose las manos recién lavadas,
toma un sorbo de su café, pone los ojos en blanco, suspira y luego
responde como si yo hubiera hecho la pregunta más tonta por segunda
vez esta noche.
―Significa que te ves como una mierda. Estás tan pálida que eres
casi translúcida. Tu pelo no tiene vida y tu piel está apagada. Necesitas
más tiempo al sol y menos tiempo acurrucada en el sótano que llamas
oficina. Tienes poco más de veinte años, por el amor de Dios, y pareces
una madre con dos hijos menores de dos años que no ha dormido en
meses.
Me quedo con la boca abierta por un momento antes de que todo
mi cuerpo se apriete. Cruzo los brazos sobre el pecho, aprieto la
mandíbula, incluso enrosco los dedos de los pies. Uno de mis amigos
C. R. GREY
13
Capítulo Dos: Isobel
¿Tiene sentido ducharse antes de subir a un avión? Cualquier otro
día, en absoluto. Pero cuando pasas una hora sentada a dos pies de
distancia de alguien que no para de vaciar el contenido de su
estómago, es un poco necesario. No me siento bien compartiendo todos
esos gérmenes asquerosos y enfermos con todos los demás en mis
múltiples vuelos.
Con un poco menos de una hora antes de ir al aeropuerto, no hay
tiempo suficiente para lavarme el pelo, así que me lo pongo en un moño
C. R. GREY
2 La ley de Murphy dice que si algo puede salir mal, saldrá mal.
―Más vale que me devuelvan todo el dinero de este vuelo ―grita
el hombre redondo y flácido de mi fila mientras la azafata se acerca
para comprobar que todo está en su sitio―. Juro que no volveré a usar
su aerolínea.
Yo, en cambio, simplemente pongo los ojos en blanco y me maldigo
por haber subido a este vuelo. No tengo que culpar a nadie más que a
mí misma. Y tal vez a Mick... y a Suze, también.
En el momento en que el avión se estaciona en la terminal y se
apaga la luz de ABROCHAR CINTURONES, una turba de pasajeros
enfurecidos se abre paso por el estrecho pasillo hacia la salida. No es
hasta que el avión está casi vacío que pienso en coger mi equipaje de
C. R. GREY
―Me has oído decir que viene la nieve, ¿verdad? Una ventisca
total. ¿Realmente quieres conducir?
―Betty, crecí cerca de la frontera canadiense. Tenemos casi tres
metros de nieve cada año. De hecho, los primeros ocho meses que tuve
el carnet de conducir conduje en la nieve. Eso no es un problema para
mí.
Betty hace un ruido extraño en su garganta que es una mezcla
entre una tos y un murmullo. 26
―Desgraciadamente para ti, no tenemos más coches de alquiler.
―¿Por qué...? ―Fuera de mi periferia, veo a Buttercup en el
mostrador de al lado asomarse a mi camino. Todavía está sola. Sé que,
si quiero tener una oportunidad de ligar con ella, tengo que actuar con
calma―. ¿Cuáles son mis otras opciones?
―Bueno, parece que podría conseguirte un coche esta misma
semana. Hasta entonces, lo mejor que puedo hacer es alojarte en una
habitación. Parece que tenemos una más en la ciudad. ¿Quieres que te
la reserve?
Como no tengo muchas opciones, estoy de acuerdo.
Betty pasa los siguientes minutos tecleando. Mientras recoge el
paquete de información para mi habitación, la mujer del mostrador le
entrega a Buttercup una única tarjeta de embarque, se da la vuelta y se
dirige a la recogida de equipajes. Después de todo, puede que no tenga
que conformarme con su cara.
―Aquí tienes, hijo. Disfruta de tu estancia en Valoid.
Con una sonrisa forzada, cojo los papeles de la mano de Betty y
sigo a Buttercup hasta la zona de recogida de equipajes.
Si juego bien mi carta, ni siquiera veré el interior de esa habitación.
C. R. GREY
27
Capítulo Cuatro: Dean
Vaya, esta chica se mueve de verdad. Para cuando llego a la
mitad del camino hacia el carrusel de equipaje, ya ha cargado su bolsa
de mano en la parte trasera de su maleta rodante de tamaño infantil y
tiene su bolso, más grande de lo normal, colgado del cuerpo. Por suerte
para mí, sólo tengo que dar un par de pasos para estar a su lado.
Ahora es mi momento de brillar. Sin previo aviso, agarro el asa de su
maleta y envuelvo su mano. Dando un rápido apretón a su mano, doy
un suave tirón al asa de la maleta en mi dirección. Tal y como esperaba,
se asusta y me deja coger la maleta. Luego, sigo caminando hacia la
C. R. GREY
puerta.
Sé que es tonto y juvenil, pero ni siquiera es la peor "jugada" que he
hecho para que una chica me siga a casa.
―Um. Disculpa. ¿Qué demonios estás haciendo? ―pregunta
Buttercup, agarrando el mango y tirando de él en su dirección. 28
Por primera vez, me mira y me ve de verdad, y su respuesta es la
que yo esperaba. Se le quiebra la voz y cambia su peso de un pie a otro,
incapaz de encontrar una forma cómoda de estar de pie. Las mujeres
siempre se sorprenden cuando me ven. ¿Qué puedo decir? Llevo el
aspecto de chico malo con facilidad. La barba incipiente que delinea mi
sonrisa de satisfacción, mi pelo peinado de forma casual. El tipo que me
lo corta dice que es como un quiff o algo así de raro. No sé... a las chicas
les gusta la sensación de tener los lados recortados y a la vez tener algo
más largo en la parte superior para agarrarse durante el sexo. Lo que sí
sé es que soy el epítome del peligro al que las chicas parecen correr.
Te juro que, si mi complexión y estilo no son suficientes para cerrar
el trato, en cuanto ven mi brazo lleno de tinta, eso suele ser suficiente.
―Esa es... Esa es mi maleta.
Agarra un mechón de su pelo rubio soleado que le ha caído hasta
la oreja y lo enrolla alrededor del resto del pelo de la parte superior de
la cabeza. Supongo que lo usa como distracción de su voz temblorosa,
pero no lo hace. Soy un profesional leyendo mujeres.
―Lo sé.
Como soy un asno, no puedo dejar pasar la oportunidad de
contemplar su figura de reloj de arena. Recorro su cuerpo con la mirada
y le guiño un ojo para hacerle saber que me gusta lo que veo.
―¿Estás hablando en serio ahora?
―¿Parezco alguien que bromea mucho? ―pregunto, dándole toda
mi alegría. En cualquier momento, me va a rogar que la ayude a llevar
su maleta al hotel. Lo presiento.
―Y esa, esa mirada... ―dice, señalando y haciendo girar su dedo
índice en mi cara―, ¿realmente te funciona? ¿Qué carajo?
C. R. GREY
―Cada vez.
Mis palabras son duras. Casi mordaces. No puedo entender por
qué. Tal vez sea porque estoy tratando de conquistar a esta mujer por
alguna estúpida razón cuando sé que tengo lo que es su cara lista para
salir. O tal vez es porque está dudando de mi capacidad para
conquistar a una mujer con una simple mirada.
29
―Sí. Claro... lo que sea.
Buttercup cruza los brazos sobre el pecho, exhibiendo sus tetas en
ese escote en V de color carbón que lleva, pero me siento demasiado
atraído por sus ojos misteriosos y a la vez familiares como para pensar
en echar una mirada furtiva.
―Escucha, amigo ―dice ella―. Se supone que debería estar de
camino a Punta Cana ahora mismo. En lugar de eso, estoy atrapada
aquí en...
―Valoid, Vermont.
―…en Valoid, Vermont, durante la próxima semana. No tengo
ropa de Nueva Inglaterra empacada. Sólo trajes de baño y pantalones
cortos gracias a Suzanna ―Bendita seas, Suzanna. Quienquiera que
seas―. Sólo quiero ir a tomar una ducha caliente y relajarme. No que
me coquetee en el aeropuerto un tipo que esta bueno.
―Espera, espera, espera. ¿Así que piensas que estoy bueno?
―No. Yo-eso no es lo que quise decir. En absoluto. Lo que quise
decir fue...
―No, está bien. Lo entiendo ―Ahora me toca a mí cruzar los
brazos sobre el pecho, imitando su postura de poder. A diferencia de
mí, Buttercup no puede resistirse a comprobar cómo mi camisa de
franela azul y blanca bajo mi chaqueta de bombardero se ciñe a mi
amplio pecho y mis hombros―. Es normal que las mujeres se pongan
nerviosas en mi presencia. No te castigues por ello.
Para ser aún más imbécil, le guiño el ojo de nuevo.
C. R. GREY
3 Traducción: En medio de la nada, lo dejamos en inglés, porque suena mas cool. Ja!
Gracias a Dios la parte lógica de mi cerebro todavía funciona. De lo
contrario, habría estado completamente a kilómetros de la ciudad sin
comida en una ventisca.
Le pido a mi conductor de Uber, Ed, que se detenga en la tienda de
comestibles antes de llevarme a la cabaña para que pueda recoger lo
esencial: sopa enlatada, pasta, arroz, cereales y muchos bocadillos.
Algunos días, maldigo en silencio a mi madre por no haberme enseñado
a cocinar. Pero no es culpa suya. Estaba demasiado metida en la
disección y reconstrucción de ordenadores como para molestarme en
cortar cebollas o remover sopa.
Ed es paciente mientras reúno mis provisiones, incluso cuando
C. R. GREY
considerándolo. ¡Aleluya!
―Tengo una idea mejor. Ya que te sientes claramente atraído por
mí, ¿por qué no hacemos un pequeño juego de esto?
―¿Qué tienes en mente? ―pregunto, pasando por alto la parte de
la atracción porque ella no se equivoca en absoluto.
―Tú y yo nos quedamos aquí...
―Ya estoy dentro. 40
―Espera. Déjame terminar ―Se entretiene, juguetea con sus gafas
y se las quita para limpiar una mancha imaginaria. Sólo cuando suelto
un suspiro exagerado, continúa―. Tú y yo nos quedamos aquí, pero no
puedes tocarme.
Tiene que estar bromeando. Es la cosa más estúpida que he
escuchado. El objetivo de coquetear con ella es sellar el trato.
―Eso es una mierda.
―Ese es el juego. Tómalo o déjalo.
―Bien.
―Entonces acepto tu oferta y la subo. Entonces no puedes
tocarme.
―Bien.
―Y sólo para hacer las cosas aún más interesantes, apuesto a que
no puedes mantener tus manos fuera de mí toda la semana.
―¿Sí? Bueno, apuesto a que no puedes quitarme las manos de
encima durante todo el día.
―¿Qué obtienes si pierdo?
Se sujeta la barbilla y se golpea la nariz con el dedo índice. Mira
alrededor de la habitación, luego sus ojos se posan en algo a su
izquierda, entonces sus ojos se iluminan con fuerza.
―Si gano, tienes que afeitarte las piernas. Eso lo hará interesante
para la próxima mujer con la que intentes acostarte.
C. R. GREY
siempre funciona.
―Bueno... ―hace una pausa, escudriñando los papeles durante
medio segundo―, ...Dean Kennedy. Supongo que deberías ponerte
cómodo mientras envío tu foto e información a Suze. Si termino muerta,
sabrán que fuiste tú.
Maldita sea, me encanta oírla decir mi nombre. Y su actitud
descarada. Considero perder la apuesta aquí y ahora. Pero no puedo. 42
Este encuentro no es como cualquier otro. Para empezar, ninguno de
los dos puede irse después. No hay otras habitaciones. Y ya hay un par
de centímetros de nieve acumulada. Pero más que eso, hay algo
diferente en la propia Buttercup.
No sé. Tal vez sea porque estoy acostumbrado a que las mujeres
se entreguen a mí sin siquiera preguntarme mi nombre. Y, por mucho
que intente ignorarlo, ella me hace sentir de cierta manera... una
manera que ni siquiera se me ocurre entender. Hay algo en ella que
hace que no odie del todo la idea de que sea la primera mujer con la
que pase la noche. Y si es la primera mujer con la que me acuesto dos
veces, bueno, tampoco me opongo a eso.
Pero ahora me estoy adelantando. Primero, tengo que ganar esta
estúpida apuesta. Y sé cómo puedo hacer que eso suceda.
Cuando me dice que me sienta como en casa, sé que quiere decir
en el sofá. Con una mirada a esa cosa, sé que la mitad de mí no cabrá.
La cama parece una opción mucho mejor.
―No te preocupes si lo hago ―digo, recogiendo mi bolso de mano
y dirigiéndome al dormitorio.
―¡Espera! ¡Esa es mi habitación!
―¿Quién lo dice?
―Yo.
―¿Y?
―Y... bueno ¿no vas a ser un caballero y respetar mi virtud o algo
así y dormir en el sofá?
¿Quiere jugar sucio? Está a punto de descubrir en qué clase de
C. R. GREY
48
Capítulo Ocho: Dean
Estoy muy involucrado en esta situación. Esta chica me está
plantando cara. Normalmente no soy tan coqueto. No tengo que
serlo. Las mujeres se me tiran encima. A lo sumo, es una frase
genérica para ligar y un toque. Ese es el alcance de mi coqueteo.
Todo es diferente con Buttercup.
Parece que no puedo dejar de coquetear con ella. Es divertido,
pero sé que no es la única razón. No hace falta ser un genio para
darse cuenta de que estoy compensando en exceso el extraño
C. R. GREY
haber saltado delante de una bala por mí. Bueno, tal vez no tan
extremo, pero muy cerca. Han pasado más de veinte años desde
que alguien hizo la comida para mí. En un instante, ese sentimiento
cálido y difuso que he intentado ignorar desde que la vi sonreír por
primera vez resurge diez veces más fuerte. Es una de las mejores
sensaciones del mundo, así que, naturalmente, tengo que joder las
cosas.
La sensación difusa pasa de ser un zumbido a una descarga
52
eléctrica en un instante. La calidez se instala en mi estómago como
una roca hirviendo de mil libras. Cuanto más tiempo permanezco
quieto, más se acercan las paredes a mí. Necesito salir de aquí y
alejarme de Buttercup. No sé lo que me está haciendo, pero sea lo
que sea, no puede ser bueno.
¿Quién se cree que es esta chica? No necesito que me cuide.
He estado por mi cuenta desde que era un niño. Ella es toda
caliente y fría, coqueta y grosera, ¿y luego me hace de comer
como si fuera una persona importante en mi vida? No hay nadie
más en mi vida por una razón. O me han dejado a mí o yo los he
dejado a ellos. No puedes confiar en nadie. Es sólo cuestión de
tiempo que te hagan daño. No voy a dejar que una extraña con
una cara bonita y un cuerpo caliente me haga daño.
―De todos modos ―dice―, la sopa debería estar lista ahora,
así que ve a vestirte.
Sale del dormitorio y cierra la puerta tras ella. La habitación
parece apagada. Como si faltara algo. Pero no algo. Alguien. Hace
dos segundos, lo único que quería era estar solo. Ahora que lo
estoy, apesta. Estoy tan cansado de estar solo. Pero no importa lo
que quiera, así es como tiene que ser. Me niego a arrastrar a
alguien, a arruinar más vidas, otra vez.
Me pongo un pantalón de chándal y una camiseta gris de mi
bolsa de viaje y me dirijo a la cocina, obligándome a enfadarme. Es
C. R. GREY
55
Capítulo Nueve: Dean
Es doloroso comer el cuenco de sopa. Primero, porque es de lata y
casi no tiene condimentos. Con cada cucharada, pienso en formas de
mejorarla. Un poco de sal y pimienta le vienen muy bien. Un poco de
tomillo y una pizca de cúrcuma harían que esta agua amarilla con
fideos empapados y pollo falso fuera algo apetecible.
La horrible sopa es el segundo dolor de estar tan cerca de
Buttercup después de lo que acaba de pasar. Incluso estando de
espaldas a ella, puedo sentirla en la habitación. Puedo sentir su mirada
C. R. GREY
―Somos dos adultos. Esto no tiene que ser tan raro como lo
estamos haciendo. Sólo son dos personas compartiendo la cama. No es
gran cosa.
―Exactamente.
Pero para mí, es un gran problema. 62
―Bien. Pero no me pongas la mano en el culo o en la teta o algo así
cuando esté dormida, ¿de acuerdo?
―No pongas tu mano en mi polla cuando estoy dormido.
Eso justifica otra sonrisa, buena y cálida, de Buttercup antes de
señalar la lámpara de mi lado.
―¿Puedes apagar eso ahora?
―Claro. Buenas noches, Buttercup.
Me alejo de ella y busco el interruptor de la lámpara.
―Buenas noches, Dean.
Compartir la cama se vuelve mucho más íntimo en la oscuridad.
Para mí, las mujeres y las camas significan sexo, no dormir. Es un
concepto extraño, ajeno, que no consigo asimilar. Le dije que esto no
era raro, así que tengo que quedarme tranquilo. Noto que se ha
relajado un poco, que sigue tumbada de lado frente a mí con un brazo
bajo la almohada y el otro encima, pero no puedo relajarme. Es
demasiado extraño. Así que me mantengo lo más cerca posible del
borde de la cama. Tan cerca que, si me moviera más a mi izquierda,
estaría en el suelo.
―Isobel ―dice con una voz tan chillona que tengo que preguntarle
qué ha dicho―. Isobel. Me llamo Isobel. Pero mis amigos me llaman Iz.
No se me pasó por la cabeza que hasta ahora no le había
preguntado su nombre.
―Sólo pensé que, si estás durmiendo en la misma cama que yo, al
menos deberías saber mi nombre. Aunque lo olvides en dos segundos.
Dice la última parte en broma, pero mi respuesta es
C. R. GREY
completamente seria.
―No olvidaría tu nombre.
No puedo terminar la noche con eso. ¿En qué estoy pensando? Me
obligo a pensar en otra pregunta, esperando que lo que he dicho no sea
lo último que piense al quedarse dormida.
―¿Qué prefieres?
63
―¿Eh?
―¿Qué nombre prefieres? ¿Cómo quieres que te llame?
―Oh. Uh...
―...porque dijiste que tus amigos te llaman Iz. No quiero ser
grosero, pero no diría que somos amigos. Al menos, todavía no.
Entonces, ¿cómo debería llamarte?
De nuevo, silencio. Esta vez el silencio se prolonga tanto que me
pregunto si ya se habrá dormido. Estoy a punto de ponerme de lado
para ver si está despierta cuando responde.
―Buttercup está bien.
Capítulo Diez: Isobel
Nunca me he acostado con un hombre.
Bueno, no de esa manera. Obviamente, he tenido sexo. Sólo que no
ha habido pernoctaciones. Pensé que lo odiaría. Soy el tipo de
durmiente que se extiende y utiliza cada centímetro de la cama. Suze
dice que parezco una estrella de mar cuando duermo. Yo digo que
parezco cómoda. Pero compartir la cama con Dean no era tan malo
como pensaba. Mi piel zumbó con anticipación toda la noche. Casi
esperaba que me alcanzara y me agarrara el culo o algo así. Por lo
C. R. GREY
menos que pasara su mano por mi pierna. Pero mis deseos no sirvieron
de nada porque, al no ser un caballero, Dean se ciñó a mis reglas.
Sabiendo cómo duermo, casi espero despertarme en los brazos de
Dean, envuelta en el calor de su cuerpo y con mi piel haciendo
cosquillas contra el pelo salpicado de su pecho. En cambio, me
despierto con frío y sola. Veo que la ventisca no ha hecho más que
empezar al asomarme por las persianas. Se ha acumulado poca nieve
durante la noche. Sólo lo suficiente para dejar un par de centímetros de 64
nieve en la carretera, pero si las densas nubes grises que se ciernen
sobre nosotros significan algo, pronto habrá mucha nieve en nuestro
camino.
Un escalofrío recorre la habitación y casi me hace volver a la
cama, donde puedo quedarme acurrucada durante horas. Sé que no
hay tiempo para eso. Tengo que empezar con mi trabajo, pero también
tengo que encontrar a Dean. No porque me importe ni nada parecido,
sino porque quiero asegurarme de que... oh, al diablo. Sí, porque me
importa. Me siento cómoda con él. Como si pudiera ser yo misma, lo
cual no es algo que pueda decir de mucha gente. Con demasiada
pereza para vestirme, pero con demasiado frío para quedarme en
pijama tropical, rebusco en mi bolso hasta encontrar la bata
transparente que Suze ha metido en la maleta. No sirve de mucho para
abrigarme, pero de momento tiene que servir.
―¿Dean? ―Salgo del dormitorio, pensando que está en la cocina
preparando el desayuno, pero no está en la pequeña sala de estar.
Golpeo la puerta del baño. Quizá se esté duchando de nuevo o algo
así―. ¿Dean? ¿Estás ahí? ―Silencio.
Eso es raro.
Sin saber qué más hacer, abro la puerta principal.
―¿Dean? ―Vuelvo a llamar, esta vez a lo desconocido.
Al encontrarme con más silencio, doy unos pasos hacia el porche y
miro un poco más. ¿Quién sabe? Podría estar cortando leña o haciendo
cosas de hombres ahí fuera. Es entonces cuando las veo: huellas que se
C. R. GREY
4 El EpiPen es una forma de ayudar a tratar una reacción alérgica severa. Se parece a un bolígrafo
y consiste de una dosis del medicamento, un compartimiento para mantener el medicamento y
una aguja.
agarro con más fuerza y la atraigo hacia mí―. Necesito ver tu mano
―repito, enfatizando mis palabras.
Ahora se resiste menos y me deja desenvolver la toalla de su
mano. Le quito la sangre de la palma de la mano para verla mejor, pero
el brazo de Buttercup se queda inerte en mi mano.
―Ayúdame, Dean.
Levanto la vista justo a tiempo para ver sus ojos y su cabeza girar
hacia atrás.
Ha habido varias ocasiones a lo largo de mi vida en las que el
tiempo parece ralentizarse. La primera fue cuando Holly se fue. Luego
C. R. GREY
79
Capítulo Doce: Isobel
Lo último que recuerdo es ver la sangre goteando de mi mano y a
Dean frente a mí. Después de eso, la oscuridad. Cómo llegué de la
cocina al sofá con un paño frío en la cabeza es un misterio. Todo es
borroso y onírico, pero incluso en mi estado de postfallecimiento,
todavía puedo distinguir la figura de Dean sentado en el suelo con la
espalda apoyada en el sofá.
Pensar en la noche anterior y en todo ese rojo me hace sentir
mareada de nuevo. Me retuerzo, tratando de sacarlo de mi cerebro.
C. R. GREY
padre murió.
―Lo siento ―digo sin tapujos.
Incluso con ella tan cerca, es difícil verla en la oscuridad, pero creo
que se encoge de hombros.
―Fue hace mucho tiempo. Era el mejor padre que una chica podía
pedir ―Hace una pausa, probablemente pensando en algún recuerdo
especial, así que me siento a su lado en silencio. Cuando habla, sus
palabras son más ligeras, casi como una risa―. Siempre iba a mis 91
fiestas de té reales y se bebía el agua que yo sacaba del lavabo. Incluso
se la bebía cuando le mezclaba los dientes de león que recogía del patio
sin una sola queja. Salíamos en citas de padre e hija todos los meses
desde que tengo uso de razón. Incluso me consiguió un viejo ordenador
en una venta de garaje y me enseñó a ponerlo en marcha. Nos llevó
meses, pero lo conseguimos.
» Pero sólo porque él y mi madre eran felices y porque todo era
perfecto, todo tenía que cambiar ―dice, su voz ya no está llena de
risas―. Nos atropelló un conductor borracho en pleno día. Era un día de
fiesta. Tal vez los dos no trabajaban en mitad de la semana o algo así,
pero, en cualquier caso, todos decidimos hacer un picnic en el parque.
Mi madre y yo estábamos bien excepto por un par de huesos rotos. Las
dos necesitábamos unas cuantas operaciones, pero nada importante.
Pero mi padre... bueno, él conducía y no tuvo tanta suerte.
Sé a dónde va su historia, pero eso no hace que duela menos. Odio
saber que pasó por un trauma así a una edad tan temprana. Me deja
un nudo apretado en la garganta que hace que sea difícil de tragar.
» Por eso odio los hospitales, por cierto. Es porque pasé una
semana allí con mi madre, rodeada de médicos y máquinas, pero
nunca pude volver a ver a mi padre. Nunca se despertó.
Una pesadez se instala en la habitación. Si pudiera, retrocedería en
el tiempo y eliminaría al cabrón que los golpeó antes de que arruinaran
su perfecta infancia. Así no tendría que sentir este dolor todos estos
años después. Pero eso no puede suceder. En su lugar, hago lo único
que se me ocurre. Me alejo de su contacto durante medio segundo
C. R. GREY
llevara días en el desierto y mis labios fueran una fuente de agua. Está
hambrienta. Es voraz. Como si ninguna cantidad de agua fuera a ser
suficiente para saciar su sed.
Cuando rueda sus caderas contra mí, tengo que acallar un gemido.
El sexo no es nuevo para mí, así que dime por qué mi cuerpo se
comporta como el de un estudiante de secundaria que está a punto de
eyacular en sus pantalones después de ser tocado por primera vez. Sí,
claro. Porque Buttercup es diferente a todas las que he conocido. Con
ella, todo es nuevo. 95
―No creo que vamos a necesitar más esto ―dice, tirando de mi
camisa por encima de mi cabeza―. O esto ―añade, haciendo lo
mismo con la suya.
El instinto se impone. No puedo evitarlo. Le agarro las tetas, lo
único que separa nuestra piel es un fino trozo de algodón y encaje.
Demasiado fino porque noto que su pezón se endurece bajo mi
contacto.
―Tenías razón antes... tengo un conjunto a juego.
Con eso, no puedo callar mi gemido. Es crudo y está en el fondo de
mi garganta, y se vuelve más hambriento cuando ella clava sus dientes
en mi labio inferior. Siento que mis manos caen de su cintura y abro los
ojos justo a tiempo para verla levantarse del suelo, con el culo por
delante. Mueve las caderas como si estuviera sonando la música de
una bailarina de striptease y se desabrocha los pantalones cortos con
una lentitud agonizante. Para cuando la cremallera se desliza hacia
abajo, estoy de rodillas frente a ella, tratando de ayudarla en el
proceso.
―Tan ansioso, Sr. Kennedy.
Retrocede cuando mis dedos rozan los suyos. Hago un mohín como
un niño pequeño. Por suerte, ella no lo ve, ya que se da la vuelta,
reanudando sus círculos de cadera y desplazando sus pantalones
cortos por encima de sus voluptuosas caderas con cada movimiento.
Cuando los tiene sobre el oleaje de su figura, los deja caer al suelo.
Está demasiado concentrada en su pequeño y sexy baile como
C. R. GREY
para oírme llegar por detrás. Cuando la hago girar para que me mire,
suelta un grito ahogado, primero de miedo y luego de excitación.
―Tampoco creo que necesitemos esto ―digo mientras me acerco
a ella y le desabrocho el sujetador con una mano.
Desliza la tela, sin dejar ninguna barrera entre nosotros. Al verla
sólo en tanga, no puedo esperar más. Levanto a Buttercup y sus piernas
me rodean inmediatamente. Me permito saborear su piel... cómo no
hacerlo con esa suave piel y sus tetas en mi cara antes de bajarnos al 96
suelo. La cama está demasiado lejos, joder. Lo mismo con el sofá. No
puedo esperar ni un segundo más y, por lo visto, tampoco Buttercup, ya
que está arañando mis pantalones de deporte para quitármelos, con la
boca negándose a separarse de mí.
¿Qué diablos estoy haciendo? Te diré lo que estoy haciendo... lo
mismo que hago con cualquier mujer después de decirme a mí mismo
que ella no es como ellas y que se merece algo mejor. ¿Y qué hago?
Tratarla como una puta. Dios, me encantaría follarla y arruinarla para
todos los demás hombres más que nada ahora mismo. Pero eso no es
lo que realmente quiero. Lo que quiero es... bueno, es complicado. Y, si
soy sincero, no sé del todo lo que quiero. Sólo sé que así no es como
debería empezar.
―¿Qué pasa? ―me pregunta cuando me alejo
inesperadamente―. ¿No tienes un condón? Si no, no pasa nada. Estoy
tomando anticonceptivos, ¿recuerdas?
Vuelve a enredar sus brazos alrededor de mi cuello, atrayéndome
hacia sus labios. Me rindo, pero solo para besar su frente.
―¿Qué fue eso?
―Un beso.
Me deslizo hacia atrás, asegurándome de que hay mucho espacio
entre nosotros. Si no, probablemente acabaré haciendo algo estúpido
como pensar con mi polla y no con mi... ¿mi qué? ¿Con el corazón? Sí,
claro.
―Eso no se parece en nada a cómo me has estado besando. Eso
fue...
C. R. GREY
su pregunta.
―Escucha, nunca me he sentido así antes. Estos sentimientos son
completamente nuevos para mí. No sé lo que quiero aparte de...
Me corto antes de decir algo increíblemente estúpido que sé que la 100
asustará.
―¿Además de qué, Dean?
Suspiro.
―Sólo dame la oportunidad de demostrar que no eres como las
demás.
Buttercup se queda de pie, apretando las manos delante de su
cuerpo semidesnudo, mirándome fijamente durante lo que parecen
horas antes de que finalmente hable.
―Bien.
Mi corazón y mi estómago dan un vuelco.
―¿En serio?
―No esperes que me enamore de ti ni nada parecido.
Ya veremos.
Capítulo Quince: Isobel
Odio a Dean. Él y su estúpida boca y sus estúpidas palabras. Me
estaba llevando perfectamente bien, ignorando la sensación
desconocida que crecía en mi pecho hasta que tuvo que ponerle una
palabra: química. Ahora que sé lo que es, no puedo dejar de pensar en
ello.
La última vez que me sentí así fue en el otoño de mi primer año de
universidad. Y, bueno, digamos que Blake -mi entonces novio- me
enseñó todo lo que necesito saber sobre por qué no debería salir nunca
C. R. GREY
más.
¿He mencionado que odio a Dean? Porque lo odio. Con pasión.
¿Por qué tiene que arruinar todo lo que teníamos diciendo que le gusto?
¿Y por qué tengo que emocionarme de que lo haga? Soy una completa
idiota. Por eso. El hecho de que deje que un extraño se quede en mi
cabaña es prueba suficiente de mi poca inteligencia.
101
Cómo terminé en la escuela de posgrado me sorprende en este
punto. Pero lo más idiota de todo es que le doy el visto bueno para que
pruebe lo que sea que sienta que necesita probarme.
Me meto en el baño después de decirle que no me voy a enamorar
de él.
Es lo único que podía hacer. No quiero ni pensar en lo que tiene en
mente o cuando quiere ponerse romántico y raro, pero no quiero
esperar a ver qué pasa. Naturalmente, hago lo más adulto y huyo. A un
cuarto oscuro. A tomar una ducha helada.
Dicen que las mejores ideas surgen en la ducha, así que en cuanto esta
idea aparece en mi cabeza, sé que es algo inteligente. Va a intentar
demostrarme que esta relación es una buena idea. Entonces tendré que
demostrar que está equivocado. Mostrarle que no necesitamos
corazones y flores y que una aventura llena de sexo y sin ataduras es
exactamente lo que necesitamos.
―Hola, Iz ―llama Dean, golpeando la puerta del baño. No espera
a que responda antes de entrar―. He traído una vela para ti. Pensé que
es mejor que ducharse en la oscuridad.
La habitación negra como el carbón se llena de un cálido
resplandor anaranjado y hace que todo se sienta más cálido. También
hace evidente lo delgada que es la cortina blanca de poliéster. Con las
luces encendidas, era la barrera perfecta.
Con sólo la llama de la vela bailando al otro lado, puedo ver la silueta
de Dean a través de la tela, lo que significa que definitivamente puede
verme.
Bien.
C. R. GREY
que me guste estar cerca de él, pero eso no significa que me guste de
esa manera. Además, es ridículo enamorarse de alguien que acabas de
conocer. No es así como funciona. Pero eso no significa que no pueda
disfrutar de sus brazos rodeándome o de la forma en que su suave y
cálido aliento me hace cosquillas en la nuca. 106
Sólo por esta noche, me rendiré.
―Buenas noches, Dean.
No puedes enamorarte de alguien que acabas de conocer, me
recuerdo a mí misma mientras me alejo. Pero ¿Y sí?
Capítulo Dieciséis: Dean
Hace dos noches, estuve despierto durante horas, dando vueltas en
la cama. Me sentía miserable.
Nunca había compartido la cama con nadie. No había forma de
escapar del calor hirviente que irradiaba su cuerpo despatarrado.
Atrapado bajo las mantas, era como si estuviera en una sauna. Cada
pocos minutos, sacaba un pie de debajo de las mantas para intentar
que entrara aire fresco. Cómo Buttercup durmió durante la noche, no
tengo ni idea.
C. R. GREY
110
Capítulo Diecisiete: Isobel
Creo que Dean es un mago. Eso o es la persona más inquieta que
conozco. Los dos días se ha levantado y se ha ido para cuando me
despierto. Debe amar la mañana. No hay pánico, sin embargo, ya que
lo primero que hago es echar un vistazo y veo que su bolsa sigue aquí.
No voy a actuar como una tonta enamorada cuando regrese de nuevo.
Ayer aprendí la lección.
Salgo de la cama y estiro los brazos por encima de la cabeza, con
los pantalones de chándal prestados por debajo de las caderas, me
C. R. GREY
―¡Mi teléfono! ―Le digo al cuaderno que siento que me juzga por mis
pequeños progresos―. Tengo notas en mi teléfono.
Corriendo de vuelta al dormitorio y cogiendo el teléfono de la
cómoda donde lo dejé ayer por la mañana, me encuentro con una serie
de mensajes de Suze, cada uno de los cuales aumenta progresivamente
el pánico. El más reciente de hace media hora, amenazando con venir
hasta aquí y ver cómo estaba, ya que no había respondido.
Conozco a Suze, y no me extrañaría que estuviera en su coche y en
la carretera. Todo es ya bastante complicado. No necesito una tercera
persona que se quede aquí para empeorar las cosas. Así que cojo el
teléfono y la llamo. No me sorprende que conteste al primer timbrazo.
―¡Iz! ¿Eres tú? ¿Estás a salvo? ¿Cuál es la palabra segura?
C. R. GREY
Claro que lo sé, pero ¿cómo puedo decirle que no quiere acostarse
conmigo?
―No es así.
―Oh. ¿Es gay?
―Suze, ¿puedes dejar tu interrogatorio? No es gay. Simplemente
114
no hemos dormido juntos. Es lo que es, así que no quiero hablar más de
ello. ¿De acuerdo?
―Birn. ¿Significa esto que no puedo ir, entonces?
Tengo tantas ganas de decirle que no. Pero ella es Suze, y me voy a
mudar al otro lado del país en unos meses. ¿Cómo puedo decirle que no
quiero pasar todo el tiempo posible con ella?
―Puedes hacerlo si quieres, pero no sé dónde te quedarás. No hay
espacio para una tercera persona en esa cama.
―¿Compartirán una cama y no dormirán juntos? ¿Qué demonios
te pasa?
Tengo una sacudida. No me había dado cuenta de que estaba
desgarrando el vendaje de gasa de mi mano hasta que mis uñas rozan
la piel rosada de la costra en mi palma. Me aprieto rápidamente la
mano y me siento para evitar otro desmayo.
―No soy yo. Y dije que no quería hablar de ello.
―Puedo ir a casa. No hay problema.
Si está aquí, puede ser una ventaja inesperada para mi plan. Como
mínimo, pone sus planes en espera indefinida. ¿Pero es eso lo que
quiero? Sí, y no. Hay algo en Dean que me hace entusiasmarme con
posibilidades. En el fondo, sé que no tiene sentido. Por eso le digo a Suze
que venga.
―Sólo espero que tengas ropa de abrigo. Hemos estado sin energía
por un tiempo y no veo ninguna señal de que vuelva pronto.
―Ew. Podría ir a casa entonces.
C. R. GREY
algo así.
Antes de que pueda protestar por su ayuda, el anciano vuelve a
entrar en la cafetería. Sabiendo que no se va a morir de frío aquí fuera,
me pongo a trabajar para despejar la zona. Trabajo tan rápido como
puedo para volver a Buttercup sin apresurarme y hacer un trabajo de
mierda. Puede que sea un delincuente, pero si hay algo que odio, es un
118
trabajo de mierda. Por suerte, la zona no es muy grande y no lleva
nada de tiempo. Limpiando mis mocos en la manga de mi chaqueta,
me dirijo a la cafetería para dejar la pala.
―Todo está despejado, señor. ¿Quiere que le ponga algo de sal
antes de irme?
No tengo intención de quedarme, estoy deseando volver, pero el
viejo me llama al mostrador.
―No se moleste ―dice, levantando las manos―. ¿Puedo ofrecerte
un café o chocolate caliente o algo para entrar en calor?
Estoy a punto de negarme, pero entonces pienso en mis dedos
entumecidos. Si alguna vez quiero volver a trabajar como chef, perder
mis dedos por congelación no es el camino que debería tomar.
―Eso suena muy bien. ¿Un chocolate caliente?
―Enseguida...
―Mi nombre es Dean, señor. Dean Kennedy.
―Enseguida, Dean.
Las campanas sobre la puerta tintinean y me giro para ver a Paul
entrar.
―Creí haberte dicho que no limpiaras esa acera tuya, Jerry. Justo
venía a hacer eso por ti ―dice Paul, quitándose la chaqueta y
colgándola en el perchero junto a la puerta―. Me alegro de verte de
nuevo, Dean.
―Igualmente.
―Yo no he paladeado una maldita cosa ―dice Jerry, sosteniendo
mi taza de chocolate caliente―. Dean lo hizo por mí. ¿Ya conociste a
C. R. GREY
Dean?
―Sí. Lo llevé a la ciudad ―Jerry le da a Paul una taza de café
antes de tomar el asiento junto a mí―. Ahh. Fue con el chocolate
caliente, ¿eh? Buena elección. Es el mejor chocolate caliente del mundo.
Sé está demasiado caliente para beber, pero estoy demasiado
emocionado para esperar. El chocolate caliente es mi bebida favorita
de invierno, especialmente cuando está cubierto con pequeños 119
malvaviscos como ahora. Tomo un sorbo, sin importarme el mordisco
en la lengua por el calor, e inmediatamente me siento abrumado por la
rica cremosidad de la bebida.
―No te equivocas. Este es sin duda el mejor chocolate caliente que
he tomado ―digo, sin exagerar lo más mínimo.
―No te molestes en preguntar por qué está tan bueno ―dice Paul
a mi izquierda―. Ese chocolate caliente ha sido un secreto familiar
durante cien años.
―Oh, no hace falta halagar a un viejo como yo ―dice Jerry para sí
mismo, así que yo sonrío en respuesta.
Ahora que mi cuerpo ya no está congelado, el bulto del joyero
clavándose en mi culo se vuelve molesto. Lo saco y lo pongo sobre la
encimera, tocándolo cada pocos segundos para asegurarme de que
sigue ahí.
―Dime, Dean. ¿Qué vas a hacer esta noche? ―Paul pregunta.
Lo que sea necesario para que Buttercup se enamore de mí.
―No creo que tenga nada planeado.
―¿De verdad? ¿Un hombre joven y guapo como tú no tiene una
cita esta noche?
Jerry interviene.
―Parece que sí. Los hombres jóvenes no van por ahí con joyas
todos los días ―continúa Jerry, señalando la caja frente a mí.
Según mi opinión, Jerry debe tener más de ochenta años. El poco
pelo que le queda es completamente blanco. Su cara se hunde,
haciendo que sus orejas parezcan demasiado grandes para su cara.
C. R. GREY
Puede tener las arrugas de un hombre mayor, pero el brillo en sus ojos
grises le hace parecer joven y vibrante todavía. Su aspecto envejecido y
su actitud de decir cualquier cosa me hacen pensar en mi abuelo.
Comparten la misma mentalidad despreocupada que tenía el
abuelo hasta el día en que murió. Ni siquiera el cáncer de próstata y de
hígado pudieron frenarle. 120
―No le hagas caso a Jerry. Puede ser directo. La generación más
vieja, supongo ―Paul dice en voz baja para que sólo yo pueda
escuchar.
―Está bien ―le respondo―. Es un poco refrescante.
Paul sonríe, luego gira su cuerpo ligeramente para incluir a Jerry en
la conversación.
―De todos modos, vamos a tener nuestro baile anual de San
Valentín en el centro comunitario esta noche. No es nada lujoso... sólo
en el gimnasio de la ciudad. Pero son bienvenidos a unirse a nosotros.
Estamos tratando de difundir la palabra tanto como sea posible para
que los que nos visitan sepan lo que está pasando y que están
invitados.
―Cuando nuestro pueblo se llamaba Valentine Bluffs ―Jerry
interrumpe―.
Sí, hace unos cuarenta y cinco años. Lo cambiaron de Valentine Bluffs a
Valoid, pero todavía celebramos la historia de nuestro pueblo haciendo
un baile de Día de San Valentín cada año. Eres bienvenido a unirte.
Puedo darte la información.
Esto podría ser perfecto para mi plan. Bailar con Buttercup en el
Día de San Valentín... ¿cómo se puede superar eso? Y me daría una
excusa para regalarle la pulsera. Podría decirle que pensé que esto
sería un mejor accesorio que esas cosas de flores para la muñeca... algo
así. ¿Qué mejor primera cita?
―Sí, eso suena bien, en realidad. Intentaré estar allí.
Paul me entrega un folleto para el baile, y me pregunto si es el
alcalde o algo.
C. R. GREY
Mi infancia jodida. La mala primera impresión que tuve con Suze. Nada
importa excepto sentir a Buttercup contra mi cuerpo, su mejilla
presionada contra mi pecho.
¿Qué carajo me está pasando?
No me importa averiguarlo.
―Por cierto, ¿cómo está tu mano?
126
No parece que lleve ya el vendaje y sigue estando vertical, así que
asumo que no tiene ningún problema.
―Como nueva ―dice, echándose hacia atrás y sosteniéndola para
que la vea―. Todo gracias a ti.
Le doy un beso a Iz en los labios. Eso era todo lo que había
planeado que fuera con su amiga en la otra habitación, pero un beso
rápido nunca es suficiente con ella. Mis labios están de nuevo en los
suyos, devorando su dulce sabor. Dejo que mis manos se deslicen por la
parte trasera de su cuello hasta llegar a su pelo, envolviendo sus hebras
doradas en mis dedos.
Mientras mis manos van hacia el norte, las suyas van hacia el sur
con una agenda clara.
Por mucho que quiera follarla, no puedo dejar que eso ocurra. No
con Suze aquí, al menos. La recojo antes de que haga algo que no podré
detener. Con sus piernas envueltas alrededor de mí, la dejo caer en la
cama, lanzando el ramo suelto con ella. Las flores van por todas partes,
enmarcando su cuerpo perfecto.
―Veo que sigues en mis pantalones deportivos.
―¿Qué puedo decir? Son cómodos.
―Y te quedan mucho mejor a ti que a mí.
Buttercup me golpea juguetonamente en el pecho. Me agarra del
cuello de la camisa y tira de mí para que nuestros labios se conecten de
nuevo. Joder. Eso es caliente. Sus manos inmediatamente agarran
cualquier parte de mi cuerpo. Si sigue así, no voy a ser capaz de parar.
Inmovilizar sus manos por encima de la cabeza es lo único que se me
C. R. GREY
ocurre hacer para evitar que explore. Un segundo más tarde, me doy
cuenta de que esto sólo pone en marcha sus instintos primarios. Ella
arquea su espalda, presionando su pecho contra el mío, y profundiza el
beso.
Esta mujer me está dando una carrera por mi dinero. Es
demasiado irresistible. Con una mano sosteniendo mi peso sobre ella,
dejo que mi otra mano libere mi agarre de sus muñecas y recorra la 127
longitud de su torso. Cuando mi mano roza el dobladillo de su camiseta,
me detengo y vuelvo a subir, esta vez por debajo de su camiseta.
Cuando mi palma encuentra su teta, empujo el sujetador y no pierdo
tiempo en trazar círculos alrededor de su pezón. Ella se tensa debajo de
mí, su respiración se vuelve superficial. Sus dedos me tiran del pelo de
forma demasiado dolorosa, pero no me detengo.
―Para ser dos personas que no está durmiendo juntos, parece que
están bastante cómodos el uno con el otro ―dice la voz penetrante de
Suze. Buttercup me empuja al mismo tiempo que me muevo a su lado y
me siento en el borde de la cama como un adolescente al que acaban
de encontrar en la habitación de una chica por primera vez ―. No te
detengas por mí.
―¿Qué quieres, Suze? ―Buttercup gime, arreglando su sujetador.
―Quería ver si volvías pronto para pasar tiempo conmigo. Pero ya
veo lo que te ha retrasado. Lo entiendo. Dejaré que vuelvas a ello.
A mi lado, Iz suspira y me aprieta el muslo.
―Terminaremos esto más tarde ―dice, levantándose―. ¿Qué
quieres hacer, Suze?
Tengo que admitir que, aunque Suze se me metió en la piel cuando
nos conocimos, me agrada. Ahora entiendo de dónde saca Buttercup su
actitud descarada.
Son como dos guisantes en una vaina. Y, lo más impresionante, es
que puede mantenerse con la comida algo que no se ve a menudo en
las chicas. Suelen estar demasiado nerviosas por algo que comer
delante de mí. Pero Suze no. Un bocado de mi ensalada de col rizada -
algo que ella era escéptica de comer sobre la base de que es
repugnante, y lo devoró todo. Si ella terminaba lamiendo su plato, no
C. R. GREY
me habría sorprendido.
Los tres pasamos las siguientes horas hablando de tonterías: cómo
se conocieron, su compañero de piso Mick, y todas las embarazosas
historias de borrachera, historias de Buttercup de la universidad. Esas
las encuentro particularmente interesantes... especialmente aquella en
la que se besó con un poste de metal durante un minuto entero,
128
pensando que era el chico de la fiesta antes de que Suze la llevara de
vuelta a su dormitorio y la encerró en el baño por la noche.
―Oh, mierda ―dice Buttercup, mirando su teléfono en la mesa de
café―. Es mi madre, debería contestar.
Se dirige al dormitorio y cierra la puerta, dejándonos a Suze y a mí
solos por primera vez. Y, considerando que ella es la que más sabe de
Buttercup, aprovecho esta oportunidad para obtener toda la
información posible sobre Iz.
―Entonces, Suze...
―Lo juro por Cristo. Si haces algo para lastimarla, me aseguraré
de que no puedas lastimar a nadie nunca más ―dice, volviéndose
hacia mí y señalándome con un dedo.
―¿Me estás amenazando, Suze? ―pregunto, recostándome en la
silla junto al sofá, completamente divertido.
―Es Suzanna para ti. Y sí.
―¿De dónde viene esta hostilidad? ―pregunto, levantando las
manos en el aire―. Creía que estábamos bien.
Tan bien que estoy a punto de preguntarle cómo conquistar a su
mejor amiga.
―Escucha. Iz es mi mejor amiga. Es como mi hermana.
―Vale...
―Y no sé de dónde viene todo ese rollo simpático que tienes pero
déjalo ya.
C. R. GREY
ignorar lo que siento. Hay algo real entre nosotros, y te gradecería que
no hicieras que Iz piense menos de mí sin siquiera conocerme.
Cuando termino, me doy cuenta de que no sólo he arruinado
cualquier posibilidad de quedar bien con Suze, sino que también le he
dicho que me estoy enamorando de su mejor amiga. Rápido. Admitir
esto a alguien a quien no le gustas es la forma más rápida de la 130
decepción. ¿Qué carajo acabo de hacer? La cara de Suze se frunce
tanto que creo que está a punto de derrumbarse. Entonces, sin previo
aviso, se relaja por completo y me da esa enorme sonrisa con dientes
que ha estado dando a Iz toda la tarde.
―Bien. Era una prueba, y la has pasado. Me agradas un poco.
Creo que ustedes estarían bien juntos.
―¿En serio?
Chico, ella sabe cómo mantener a alguien en sus dedos de los pies.
―Sí. Pueden arreglarse el uno al otro.
―¿Quién dice que necesitamos arreglarnos? ―pregunto, con un
tono defensivo.
―No sé mucho sobre ti, pero no ocultas tus emociones súper
bien. Especialmente no frente a un detective en entrenamiento. Aunque
no te conozca, conozco a Iz.
―¿Qué se supone que significa eso?
―Ha tenido una vida dura.
―Me habló de su padre.
―No estoy hablando de eso.
Mi corazón se hunde en la boca del estómago. Tenía la sensación
de que había algo más en su historia que no me estaba contando. Algo
que la haría tener tal desconfianza en los hombres. Casi no quiero
preguntar porque no quiero que Suze confirme mis sospechas, pero lo
hago de todos modos.
―No lo sé. No me lo ha contado. Pero sé que ha pasado algo. Ella
dice que no sale con nadie por culpa de su madre, pero cambió años
C. R. GREY
cogerle la mano, pero tiene las manos tan apretadas que las puntas de
los dedos se enrojecen. Sin embargo, con mi toque, se relaja lo
suficiente como para liberar algo de tensión―. ¿No tenías abuelos o
alguien que te cuidara? ―Niega con la cabeza.
―No hay abuelos. Ninguno que se preocupara de todos modos. 135
Tenía una tía que vivía a seis horas de distancia, pero la última vez que
la visitamos fue un par de meses antes de que mi madre se fuera.
Pensábamos quedarnos el fin de semana, pero hubo muchos gritos y
nos dijo que nos fuéramos una o dos horas después de llegar. Mis
padres quemaron muchos puentes... lo suficiente como para que la
familia tampoco se preocupara por nosotros, los niños.
No sé qué decir. Nada de lo que sale de mi boca se acerca a lo que
quiero decir. Por suerte, no tengo que hacerlo. Dean sigue hablando, y
yo estoy feliz de escuchar.
» Conseguí una ruta de papel cuando tenía diez años. Las cosas
mejoraron un poco. Podía comprar comida para Olivia y para mí,
comprar su ropa para la escuela. Ya sabes, todo lo esencial. Levantarse
a las seis de la mañana para trabajar antes del colegio no era fácil.
Tampoco tenía bicicleta, así que tenía que ir andando a todas partes.
Estaba demasiado cansado para prestar atención en clase o hacer los
deberes, así que no lo hacía. No era importante. Lo que sí lo era, era
mantener a Olivia segura y sana.
» El día que cumplí dieciséis años, conseguí un trabajo en una
pizzería. Trabajé todo lo que pude, pero hay tantas restricciones para
los menores que no era suficiente. Así que dejé el instituto, mentí sobre
mi edad en otra solicitud y trabajé en una gasolinera durante el día y en
la pizzería cada dos noches. Ahorré un par de miles de dólares, con la
esperanza de conseguir un lugar con Olivia. Pero la vida es una mierda.
Mi padre tenía la costumbre de entrar a hurtadillas en mi habitación y
coger el dinero que había ahorrado. Al principio, eran un par de dólares
aquí y allá. Pero un día me limpió, llevándose cerca de cinco mil dólares
para comprar alcohol y un nuevo televisor. ¿Recuerdas cuando dije que
mi padre era una mierda?
C. R. GREY
―¿Así?
Se queda sin aliento cuando la pongo de espaldas e imito su
fantasía. Con sus dos muñecas en una mano, le quito el cuello en V, y
sólo la suelto medio segundo para liberarla de la constricción de la
camisa.
―¿Y ahora qué, Srta. Powell? 141
―Mi sujetador ―dice ella en un susurro.
Hago todo lo que me dice para asegurarme de que cumplo todas
sus fantasías, empezando por su sujetador. Me echo hacia atrás y me
sitúo a un par de metros por encima de ella, y me bebo cada
centímetro de su cuerpo semidesnudo. A través de la luz dorada que se
asoma entre las persianas, parece de ensueño. Para asegurarme de
que todo esto es real, me inclino para que estemos casi pegados el uno
al otro.
―¿Y ahora? ―pregunto, trazando la curva de su pecho con mi
dedo.
Se estremece debajo de mí, se balancea de lado a lado para que
mi dedo pinte líneas en su pecho.
―Exactamente lo que estás haciendo.
Ya está jadeando. Con los brazos todavía inmovilizados sobre su
cabeza, uso mi lengua para trazar un círculo alrededor de un pezón y
luego del otro, soplando aire fresco a lo largo de las zonas húmedas. Al
verlos en su punto álgido, los muerdo y chupo de uno en uno. Ella se
retuerce, sobreestimulada y con ganas de más.
―¿Qué sigue, Isobel?
Me mira a los ojos lo mejor que puede, ya embriagada por su
orgasmo.
―No lo sé. Esto fue cuando un imbécil codicioso entró en mi
cabaña y arruinó mi pequeño sueño sexual.
―Supongo que tendré que improvisar entonces.
Con un movimiento fluido, le quito los joggers que me ha robado y
C. R. GREY
preocupa cómo me mirará después. Incluso sin que los demás lo sepan,
me miran de forma diferente. Pero no es justo mantener a Dean en la
oscuridad después de lo que me dijo sobre Olivia.
Me acurruco contra su costado, esperando que esto sea más fácil.
Con su brazo sobre mi hombro, creo que no hay mejor momento que
este. 145
―La versión resumida es que tuve una experiencia desagradable
con un ex en una fiesta.
―¿Y la historia completa?
―La historia completa es que, en mi primer año de universidad,
estaba saliendo con un chico llamado Blake. No era una relación muy
buena. No creía que fuera mi persona para siempre ni nada por el estilo,
pero nos divertíamos. Las cosas progresaron, y terminé dándole la
cabeza en el laboratorio de computación cuando se quedó para
ayudarme a preparar los exámenes parciales.
―Bueno, eso no es tan malo. Estoy seguro de que no eres la
primera persona que lo hace.
Continúo, ignorándolo―: Le hice una mamada y luego fuimos
juntos a una fiesta en su casa de la fraternidad. Mientras estábamos
allí, Blake debió contárselo a la gente y dijo que yo era fácil o algo así.
Me pasé el resto de la noche esquivando a tipos que intentaban que me
acostara con ellos. Fui lo suficientemente estúpida como para seguir a
un tipo al piso de arriba cuando me dijo que podía usar su baño en
lugar de esperar al de abajo.
» Acabé en su habitación. Luché contra él lo mejor que pude
cuando cerró la puerta y trató de llevarme a... ya sabes, pero él era un
jugador de fútbol y yo sólo un empollón de los ordenadores. Tenía
fácilmente más de cien libras sobre mí. Golpearle no sirvió de nada.
Dean se tensa debajo de mí, rodeando mi cuerpo con su brazo.
―¿Él...?
Sacudo la cabeza.
―La puerta se abrió antes de que el tipo pudiera hacer nada.
C. R. GREY
Cuando vi que era Blake, me sentí muy aliviada. Pensé que pondría al
tipo en su lugar o algo así. Que me llevaría de vuelta a mi dormitorio y
me diría que nunca dejaría que algo así sucediera de nuevo. Pero no lo
hizo. Volvió a cerrar la puerta y se turnaron para pasarme entre los
dos. Pero no les importaba. Querían aprovecharse de mí.
―Iz, por favor no me digas que te hicieron algo. Besarte y tocarte 146
ya es bastante malo, pero por favor no digas lo que me preocupa que
digas.
Finalmente miro a Dean. Tiene la mandíbula apretada y las fosas
nasales dilatadas. Le pongo la mano en el brazo y noto que su cuerpo
se estremece debajo de mí.
―No, Dean. No pasó nada más esa noche. Suze debe haberme
visto subir y romper las cosas. Volvimos al dormitorio. Todo el tiempo,
se disculpó por interrumpir lo que creía que era un trío. Pensó que yo
estaba llorando porque estaba avergonzada de que ella se metiera. En
ese momento, me estaba reservando para el matrimonio como una
buena chica cristiana. Cuando le conté lo sucedido, me dijo que debía ir
a mi consejero y rellenar un informe o algo así. Esa fue la última vez que
hablé con Blake.
―Bien. Espero que haya recibido su merecido.
Permanezco en silencio, sin querer compartir el resto de la historia.
Me justifico diciéndome a mí misma que Dean sólo me preguntó por
qué odiaba las fiestas. Esa es la razón. Lo que pasó después no es algo
que él deba saber.
―No tenemos que ir ―dice Dean, rompiendo el silencio―.
Podemos tener una cita en la noche. Estoy dispuesto a intentar hacer
otro fuego. Podemos asar algo de pollo o cocinar unos nachos o algo
así. Mi amigo en casa dijo que una vez hizo nachos en una fogata y
fueron los mejores que ha probado...
La única forma que conozco para que Dean deje de hablar es
besarlo. Así que lo hago. Nada como antes. Sólo un beso lento con la
C. R. GREY
¿qué me pondré?
148
Capítulo Veintitrés: Isobel
―Si me haces ir a un baile, me vas a ayudar a encontrar algo que
ponerme. ―Mantengo mi voz plana. No me apetece nada, pero no
puedo seguir enfadada con él. No después de conseguir la sonrisa que
tanto me gusta―. Estamos en pleno febrero y todo lo que tengo es ropa
de playa.
Dean se levanta de su posición arrodillada y me besa, sus labios se
separan ligeramente para que su lengua salga por un segundo.
―Deja tu bolsa en la cama ―dice contra mis labios antes de
C. R. GREY
154
Capítulo Veinticuatro: Dean
Entrar en el gimnasio del antiguo instituto ,convertido en centro
comunitario, detrás de Buttercup es como una escena de una de esas
películas de chicas por las que Olivia solía desmayarse.
Entramos mientras una canción se desvanece en otra, en esa
fracción de segundo en la que todo se calma. La sala está llena hasta
los topes, pero todos los ojos están puestos en ella y en mí por
asociación. Me miran a mí, luego a ella y una vez más a mí para ver si
estamos juntos o si la sigo por casualidad. Sé lo increíble que está esta
C. R. GREY
que eras diferente. Todas las demás mujeres en mi vida terminan por
irse. Pero me dije que tú no lo harías porque no eres como ellas. Bueno...
―Dean...
―Ahórratelo ―interrumpo, sabiendo que la dureza de mi voz no
es nada comparada con la tormenta de fuego que se está formando en 160
mi interior. Necesito salir de aquí ahora―. Tengo que irme.
Sin dejar que diga nada más, atravieso la multitud con el hombro y
me voy.
No puedo creer que haya sido tan tonto. Al igual que ella, renuncié
a las relaciones. Pero entonces ella apareció y me hizo querer estar en
una relación. Me hizo querer ser mejor persona que el pedazo de
mierda que era hasta hace unos días. ¿Y qué tengo para demostrarlo?
Nada. Nada más que el desamor por una chica de la que no me había
dado cuenta de que me estaba enamorando hasta ahora.
Capítulo Veinticinco: Isobel
En el momento en que Dean sale del gimnasio, me siento
completamente sola a pesar del centenar de personas que hay en la
sala. Quiero perseguirlo y decirle que me arrepiento de haberlo dicho
todo. Contarle la segunda parte de mi historia y la razón por la que no
salgo con nadie. Pero sé que no tiene sentido. Lo rechacé. Lo rechacé de
plano. Incluso si tuviera la oportunidad de volver a hablar con él, dudo
que escuchara algo de lo que digo. Hice mi cama. Ahora tengo que
acostarme en ella.
C. R. GREY
―¿Todo bien?
Mi atención pasa de la salida, donde aún perdura la imagen de
Dean marchándose furioso, al hombre que no sabía que estaba a mi
lado. Es casi medio metro más alto que yo, incluso con mis tacones. Su
gran altura, su afilada mandíbula y sus dramáticos ojos encapuchados
me ponen los nervios de punta. Hay algo en él que me da escalofríos.
―Sí, estoy bien ―digo.
161
―Te vi a ti y a tu novio pelearse un poco. Sólo quería asegurarme
de que estás bien. Tiene que ser bastante grave si se va sin su chica.
―No es mi novio.
Al oír mis palabras, sus ojos depredadores se oscurecen hasta
convertirse en la mirada más negra que he visto nunca.
―Oh, bueno, eso cambia las cosas.
Se frota las manos y se acerca dos pasos a mí. Igualo su
movimiento, manteniendo la distancia entre nosotros, pero me
encuentro con la pared helada en mi espalda desnuda. Con sus dos
siguientes pasos, estamos parados frente a frente. Mis tripas me gritan
que corra. Alejarme lo más posible de este tipo, pero no hay forma de
evitar su imponente figura.
―¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? ―pregunto, poniendo una
falsa bravuconería.
―Bueno, ahora que sé que no estás viendo a nadie, creo que
deberíamos bailar.
―Gracias, pero realmente debería irme.
Busco mi chaqueta, pero me encuentro con las gradas vacías.
Dean debe haber cogido la mía por accidente cuando se fue. Oh, bueno.
Puedo desafiar el frío si eso significa alejarme de este tipo.
―Vamos a bailar ―dice, tirando de mi brazo. La habitación se
convierte en un borrón―. Esto te va a encantar.
C. R. GREY
Lucho por alejarme de él, pero al igual que con el amigo futbolista
de Blake hace tantos años, no tengo ninguna posibilidad contra él. Me
agarra con fuerza y me clava los dedos con tanta fuerza que estoy
segura de que mañana tendré moratones en el brazo. No es hasta que
estamos en medio de la pista de baile y rodeados de parejas felices que 162
la habitación se vuelve a enfocar. Me alejo, pero él me da un último
tirón del brazo. Mi pecho y mi pelvis se aprietan contra él. Entonces se
niega a soltarme.
Mi pecho se agita mientras intento aspirar cualquier cantidad de
aire en mis pulmones. Intento decirme a mí misma que respire lenta y
profundamente. Que sólo es un baile. Que no va a pasar nada malo.
Pero no me creo nada de esa mentira. Basándome en mis experiencias,
mi cabeza grita que en cualquier momento este tipo me sacará de aquí
y me llevará a donde sea y hará lo que sea conmigo. Necesito salir de
aquí... antes de que las cosas empeoren.
Miro alrededor de la sala lo mejor que puedo con mi limitada
capacidad de movimiento. Espero hacer contacto visual con alguna de
las parejas cercanas. Si notan mi mirada fija y mi cara de cejas
arqueadas, nos separarán. Entonces, yo podré salir corriendo de aquí e
ir... ¿supongo que de vuelta a la cabaña? Le dije a Dean que me iría
esta noche y que buscaría otro lugar para quedarme, aunque no estoy
segura de todas las vueltas que tengo que dar para llegar allí. Pero eso
no importa, ya que todo el mundo está demasiado encaprichado con su
pareja como para mirar a otro lugar que no sea los ojos del otro con
anhelo.
Dios, odio el romance.
La canción cambia a algo alegre que no conozco, y sus
movimientos se vuelven erráticos. Me mete la entrepierna en el cuerpo,
apretando contra mí, sin avergonzarse en absoluto de su creciente
bulto. Pronto, mi cintura no es suficiente para él, y explora el resto de mi
cuerpo. Primero, sus manos viajan hacia el sur y agarran dos puñados
de culo, luego agarran mis muslos, luego todo lo que puede agarrar.
―¡Suéltame! ―grito, golpeando mis manos contra su pecho, pero
C. R. GREY
él no se detiene.
Veo mi futuro en sus ojos negros. La forma en que pasa sus nudillos
por mi hombro cubierto de tirantes de espagueti. La forma en que sus
ojos se dirigen a mi escote y cómo su palma se mueve contra mi culo.
Son movimientos infinitesimales, pero dicen mucho.
Intento una vez más, sin éxito, apartarme. Perdiendo la esperanza
y deseando poder bloquear lo que viene a continuación, cierro los ojos
en previsión de su indeseado contacto.
163
Capítulo Veintiséis: Dean
Estoy jodidamente azotado. ¿Puedes creerlo? Yo, azotado. Por
alguien que conocí, ¿qué, hace tres días? Soy tan jodidamente patético.
La única explicación lógica es la brujería. ¿Qué otra excusa hay para
que Buttercup me haga pasar de un imbécil que no se molestó en
aprender el nombre de una chica a alguien que quiere pasar cada
segundo con ella?
Aunque Isobel me haya embrujadom, no me importa. No odio la
persona en la que me ha convertido sin hacer nada más que ser ella
C. R. GREY
misma. Pero nada de eso importa ahora. Ella no me quiere, como todos
los demás.
Ella dijo algo sobre dejar la cabaña esta noche, al menos eso es lo
que supongo que dijo. No quiero correr el riesgo de verla allí. No sé qué
estupidez diría o haría si lo hiciera. Así que decido buscar el hotel más
cercano y ver si tienen alguna habitación libre. Tal vez, como lo peor de
la nieve ha cesado durante la noche y las carreteras están despejadas,
algunas personas han alquilado un coche o han tomado un vuelo y hay
164
alguna habitación libre. De esta manera, nunca tendré que volver a la
cabaña. Nunca más tendré que verla a ella o a sus cosas. Sólo haz
como si nada de esto hubiera pasado. Olvida mis cosas. No las
necesito. Apenas tengo nada de todos modos. Todo lo que quiero es
salir de aquí.
¿Y si no hay habitaciones libres? Bueno, al menos ya no nieva.
Me pongo la chaqueta y encuentro la de Buttercup debajo de la
mía. Mierda. No quiero volver a entrar ahí. Si lo hago y la vuelvo a ver,
me preocupa que lo cambie todo. Que me haga estar resentido con ella
en lugar de amarla. Que me haga decirle que la quiero en vez de
alejarme como debería. Pero la chica no lleva más que encaje y
vaqueros, todo por mi culpa. No puedo dejar que se muera de frío
porque le robé la chaqueta. Eso significa que tengo que volver al
gimnasio y enfrentarme a ella una vez más.
Puedo hacer esto. Sólo dale la chaqueta y vete. No es gran cosa.
De pie a las puertas del gimnasio, me detengo en seco. Claro, el
gimnasio se ha despejado un poco, pero sigo abrumado por la cantidad
de gente y sus movimientos esporádicos. Entras y sales. Sólo hay que
acabar con esto. Espero acercarme sigilosamente a ella en la esquina
sin que me vea. Qué cosa más gallina. Lo que sea. Sólo dale la chaqueta
y vete. No hace falta que le digas nada. Dásela y vete.
―Hola. ¿Quieres bailar?
Siento que unas manos se deslizan por mi pecho y se posan en mi
hombro. Miro y veo a una mujer de pelo largo y rubio, ojos penetrantes
C. R. GREY
con todas sus fuerzas. Sentir su mano en la mía por última vez es tan
tentador que casi me voy con ella. Pero no puedo dejarlo. Todavía no he
terminado con él.
―Por favor, Dean. Vámonos.
Ella y su brujería. Tengo que hacer lo que ella dice. 167
―No te atrevas a pensar en mirarla nunca más ―le grito al tipo
que se agarra la nariz―. ¿Me entiendes? Nunca más.
Ahora tira más fuerte y sé que es hora de irse. Para ser tan
pequeña, tiene mucha fuerza. Dejo que Iz me saque de la habitación y
la sigo sin rechistar hasta que llegamos a la mitad del largo pasillo y nos
alejamos de las pocas personas que permanecen en la puerta del
gimnasio.
―¿Qué demonios, Dean? ―dice, soltando mi mano y empujando
contra mi pecho, luego me empuja una y otra vez hasta que estoy de
espaldas a la pared.
Resulta que soy masoquista. Si no lo fuera, no estaría aquí y me
revolcaría en la tortura de estar tan cerca de ella y no poder tocarla y
abrazarla. Mierda, dejaré que me grite durante días si eso significa que
puedo mirarla.
Cuando termina de golpearme, camina un poco y se pone de pie al
otro lado del pasillo. Se cruza de brazos y aprieta tanto las manos en el
bíceps que los nudillos se vuelven blancos. Su postura dice que podría
matarme ahora mismo, pero sus ojos brillantes me dan las gracias,
agradecidos de volver a verme.
Tienes una segunda oportunidad en esto, Dean. Tienes que decirle lo
que sientes.
Claro... porque eso irá muy bien. Golpea a un tipo en la cara, y
luego dile que la amas. Esto seguro que va a ir muy bien.
C. R. GREY
168
Capítulo Veintisiete: Isobel
―¿Qué demonios, Dean? ―Vuelvo a chasquear cuando no
contesta.
En lugar de responder, sus ojos se fijan en los míos. Me hipnotizan
por la forma en que parecen brillar. Tengo que apartar la mirada.
Cuando lo hago, miro sus labios, que están apretados en una sonrisa
incontenible.
Estoy enfadada con él, tengo que recordarme a mí misma, pero no
estoy segura de por qué estoy enfadada exactamente. ¿Por el puñetazo
C. R. GREY
al tipo? ¿Por irse? Por querer besarlo. No. Estoy enfadada con él.
Mantente firme.
―¿Qué demonios fue todo eso?
―¿Qué? ―dice, apoyándose en la pared, imitando mi postura de
brazos cruzados.
Sólo esa palabra me produce escalofríos de la mejor manera
posible. No pensé que lo volvería a ver. Y que, si lo hacía, por 169
casualidad, estaría furioso conmigo. Que ni siquiera miraría hacia mí,
pero ahora está aquí, hablándome, y mirándome, completamente
divertido y encaprichado con cada palabra que digo.
ESTAS. LOCA. POR. ÉL.
―Ohhh. Quieres decir ahí dentro ―dice, señalando el gimnasio al
final del pasillo―. Cuando le di un puñetazo a ese asqueroso que no se
quitaba de encima. ¿Es eso de lo que estás hablando?
Sí, creo que eso es lo que me enoja. Eso es lo que voy a ir con, de
todos modos.
―No tenías derecho a pegarle. ¿Y si me pegabas a mí en vez de a
él? ―Se ríe para sí mismo, aunque no puedo decir si está divertido o
molesto.
―Estabas al otro lado de mí. Ni siquiera estabas cerca. Y nunca te
golpearía. Deberías saberlo, Buttercup.
Mierda. ¿Por qué tiene que usar mi apodo ahora?
Dean encorva los hombros hacia delante, encorvándose un poco
hacia la pared. Por supuesto, sé que nunca me golpearía.
Especialmente después de todo lo que ha pasado, pero no voy a dejar
que gane esta pelea tan fácilmente. Sigo echando humo.
―Aun así. No tenías que pegarle. Me hiciste quedar como una
idiota cuando la gente ya me estaba mirando toda la noche.
―¿Es eso lo que realmente te importa ahora? Jesús, Iz. Tus
C. R. GREY
dijo que me haría pasar un buen rato. Le dije que no estaba interesada
y que se había equivocado, pero no le importó. Empezó a besarme y a
desnudarme. Cuando me resistí, me puso la mano en la boca y me dijo
que se aseguraría de que suspendiera todas las clases y que me
arruinaría la vida. Como era una niña tonta y estúpida, pensé que 173
podía hacer eso, así que dejé que me hiciera lo que quisiera.
Dean se estremece a mi lado, pero sigo adelante. Ahora que he
abierto las compuertas, no hay forma de cerrarlas.
» Lloré todo el tiempo, pero no le importó. Hizo lo que quiso sin
importarle nada. Cuando por fin terminó, me dijo que me expulsaría
por plagio o por hacer trampas si le contaba a alguien lo que había
pasado. No dije nada. No entonces. Ni las otras cuatro veces que
ocurrió.
―Isobel.
Esperaba que ya se hubiera ido. En mi cabeza, siempre imaginé
que a quien se lo dijera me miraría como una mercancía dañada.
Como si no mereciera el amor porque no luché lo suficiente para
quitármelo de encima.
¿Por qué no se ha ido todavía?
Sí. Porque él es Dean... la persona que ha aceptado quién soy y
todas mis rarezas y equipaje desde el primer día. Ya debería saber que
debo esperar lo inesperado de él.
―Iz, no sé qué decir.
―No tienes que decir nada.
―¿Por qué no me lo dijiste antes? Si lo hubiera sabido, no habría
presionado tanto.
―Nunca se lo dije a nadie.
―¿Nadie lo sabe?
C. R. GREY
Sacudo la cabeza.
―Ni siquiera Suze.
Hay una pesadez en el aire. Exponer mi oscuro secreto al mundo
me hace sentir libre, como si ya no estuviera atrapada en la oscuridad.
Sin embargo, esa energía negativa tiene que ir a alguna parte, y se
instala a nuestro alrededor, dificultando la respiración.
Necesito decir algo, con la esperanza de romper la pesadez. 174
―La única gracia que me salva es que cambié de concentración
entre el primer y el segundo año, así que él ya no era mi asesor. Nunca
tuve que reunirme con él y pude mantenerme al margen de sus clases.
Lo veía en los pasillos de vez en cuando, o en las aulas limpiando
después de una clase. Siempre me miraba de la peor manera: un poco
de lujuria y rabia, pero nunca volvió a tocarme.
» Luego, cuando echas todo el asunto de Gary en la mezcla, me di
cuenta de que no puedo confiar en nadie. Es más fácil decirle a la gente
que Gary es la razón por la que no salgo.
Dean no dice nada.
Sigue sin decir nada.
Tengo que decir algo.
―Pero eso fue hace mucho tiempo. Lo que está en el pasado está
en el pasado ―Todavía no hay nada.
En cambio, me rodea con sus brazos, me levanta del taburete y me
acerca a él todo lo posible. Es entonces cuando me derrumbo. Con
burbujas de mocos y todo. En cambio, Dean se limita a abrazarme y me
deja llorar contra su pecho.
―Soy terrible con las palabras ―dice en mi pelo―. Quiero decir
tantas cosas, pero no consigo encontrar las palabras adecuadas.
―En realidad no tienes que decir nada ―le digo encogiéndome de
hombros, echándome hacia atrás para poder mirarle a través de mis
C. R. GREY
―Oh.
―No quiero que seamos amigos.
Dean se baja del taburete y da un paso atrás, me mira fijamente
con una expresión de agonía, luego se gira y se dirige hacia la puerta.
Cree que es así de fácil deshacerse de mí. 176
―Baila conmigo.
Se vuelve, con las cejas alzadas y los labios entreabiertos, como si
estuviera a punto de decir algo, pero se contiene. Se queda tan quieto
como una estatua, esperando con la respiración contenida para ver lo
que sucede a continuación. Cuando finalmente habla, lo hace con una
voz tan tranquila como la de un ratón en comparación con su habitual
tono bullicioso.
―¿Qué has dicho?
―Baila conmigo ―repito, moviéndome por la habitación y
cogiendo su mano.
―Si bailo contigo, no hay vuelta atrás.
―Lo sé.
―No hay manera de que pueda bailar canciones de amor contigo
y fingir que sólo somos amigos.
―Lo sé.
―Si entramos ahí ―dice, señalando la dirección general del
gimnasio―, todo cambiará.
―¡Dean, lo sé! ¿Podemos bailar ahora?
Sus ojos se fijan en los míos, brillantes y llenos de esperanza,
mientras le rodeo el cuello con los brazos. Sus manos encuentran ese
punto en mi cintura donde parecen encajar perfectamente. Me abraza
tan fuerte que es como si nos convirtiéramos en un solo ser. Aunque
tiene la cara pegada a mi hombro, me doy cuenta de que está radiante.
Sin ningún esfuerzo, me levanta los pies del suelo y me hace girar por el
C. R. GREY
181
Capítulo Veintinueve: Isobel
No quiero que esta noche termine nunca. Nunca pensé que diría
esto, pero empapada de sudor y envuelta en los brazos de Dean es
exactamente donde quiero estar. Me digo a mí misma que el hecho de
que nos vayamos del baile no significa que nuestra cita vaya a
terminar. Nada de despedidas incómodas en el porche. Nada de
preguntarse si se lo ha pasado bien y si me llamará. Después de todo,
se queda conmigo. Al menos durante unos días más.
Hace mucho calor dentro del gimnasio, pero en cuanto salimos,
C. R. GREY
―Trato.
Dean mira hacia adelante, dirigiéndose a la oscuridad y a lo
desconocido con determinación. Sólo un par de pasos más tarde, gira a
la izquierda y se dirige al mismo todoterreno en el que llegamos en
Uber, abriendo la puerta trasera y depositándome en el calor del coche.
―Gracias de nuevo por venir esta noche, Sam. Te lo agradezco
mucho ―dice, deslizándose en el lado opuesto.
―No hay problema, Dean. No podía dejar pasar tu oferta ―dice
183
Sam, dirigiéndose a la cabaña―. Mi novia no estaba súper emocionada
de que trabajara en San Valentín, pero estará encantada en unos
meses ahora que tengo lo suficiente para proponerle matrimonio
finalmente.
―Felicidades, amigo. Espero que hayas bailado con ella esta
noche, por lo menos. No te sentaste aquí toda la noche, ¿verdad?
―No. Pasamos unas cuantas horas bailando. También la llevé a
casa. Espero que esté bien.
―No esperaría que la dejaras ir sola a casa. Eso es lo que debe
hacer un caballero.
―¿Lo alquilaste para la noche? ―pregunto, susurrando a Dean y
señalando a Sam en el frente.
―Era lo más lógico para mí. De esa manera, sabía que tendríamos
una forma de volver a casa. No pensaste que volvería caminando,
¿verdad?
Antes de que tenga la oportunidad de responder, Sam vuelve a
hablar.
―También conseguí ver cómo te despojabas de ese tipo bailando
con tu chica. Bien por ti.
Dean se pone rígido a mi lado. Espero que no sea porque lo haya
hecho tan mal esta noche. No es que me haya molestado, de todos
modos. Simplemente no podía procesar que Dean volviera y me salvara
C. R. GREY
resoplido.
―Sé que no estás familiarizado con las películas de terror, pero
alerta de spoiler. Eso es lo que siempre se dice antes de que aparezca el
asesino. No sé tú, pero yo no estoy de humor para que me asesinen
esta noche.
―Bien. Sólo quédate cerca. 185
Como si permanecer cerca no fuera mi plan todo el tiempo.
Subiendo los escalones hasta la puerta, toma la nota y la extiende
para que la luz de la luna haga de linterna. Miro por encima de su
hombro, intentando leer lo que dice.
Ya debería volver la luz. Siento el retraso... no sabía que alguien se
iba a quedar en la cabaña esta semana. Si necesitas algo más, házmelo
saber.
Al final de la página hay un número de teléfono y un nombre que
no reconozco.
―Entonces, ¿volvió la energía?
―Sólo hay una manera de averiguarlo.
Tal como decía la nota, la energía ha vuelto. Y el interior está
calentito. Esta noche, que ya era increíble, se ha vuelto mucho mejor.
―¿Tienes hambre?
Sacudo la cabeza.
―Estoy bien. Sinceramente, estoy completamente agotada por el
baile. ¿Te importa si me voy a la cama?
―Por supuesto que no. Voy a darme una ducha rápida y luego me
meto.
La idea de enjabonar a Dean en la ducha mientras el agua caliente
calienta la habitación es demasiado tentadora.
―Bueno, si ese es el caso, creo que puedo despertarme lo
suficiente para acompañarte.
Me muevo a cámara lenta, controlando cada músculo de mi
C. R. GREY
―¿En serio?
Si no tuviera que mudarme lejos, podría seguir viendo a Suze y a
Mick todo el tiempo. Y a mi madre. Echo de menos a mi madre.
―Sí. El otro día estuve hablando con el alcalde o lo que sea, el
mismo tipo que me habló del baile de anoche, y me dijo que pronto se
197
abrirá una empresa tecnológica en Valoid. Me pareció que hacían lo
que a ti te interesa con la comida y esas cosas. Tal vez podrías
investigar eso.
―Si eso funcionara, sería perfecto. Estaría justo en medio de Suze y
mi madre.
―Veré si puedo conseguir el número de Paul hoy. Intentaré que se
conecten antes que te vayas a casa.
―¿Y tú?
―¿Qué pasa conmigo?
―Antes dijiste algo sobre Carolina del Norte. ¿Cuándo te vas?
―Ah. Eso no funcionó.
―Entonces... ¿te vas a quedar aquí?
―Esa es otra razón por la que vamos a la ciudad. Puede que tenga
un trabajo.
―¿Significa eso que te vas a quedar?
Asiente con la cabeza y mi estómago da un vuelco. Es demasiado
pronto para querer mudarme a un lugar sólo para estar cerca de mi
novio, pero la posibilidad de que no tengamos la restricción de tiempo y
la distancia que originalmente pensé que teníamos hace que esto se
sienta más como una relación normal. Quiero decir, ¿cuántas personas
se conocen en vacaciones y acaban manteniendo el contacto? La gente
vuelve a sus vidas y rutinas normales. Pero si nuestras vidas normales
chocan por casualidad...
―¿Por te hiciste esto? ―pregunto, agobiada por la necesidad de
cambiar de tema.
C. R. GREY
199
Capítulo Treinta y Dos: Dean
Cuanto más veo de Valoid, más me entusiasma la posibilidad de
convertirlo en mi nuevo hogar. Este pueblo tiene mucho carácter y
encanto. Es exactamente como se ven los pueblos pequeños en las
películas. Y es cierto que todo el mundo se conoce el nombre de todos.
Bueno, no tanto Iz y yo, pero todos son lo suficientemente amables
como para saludar y sonreír.
Nos tomamos nuestro tiempo para explorar el pueblo y pasar por
las diferentes tiendas. Iz me ruega que vayamos a la tienda de
C. R. GREY
Es hora de irse.
―La he jodido, Iz. Lo siento. Si supiera lo que hubiera pasado con
nosotros, volvería atrás en el tiempo y lo borraría todo. Por favor... no te
vayas. 208
Lo ignoro, tomo mis maletas y me dirijo hacia la puerta.
Al igual que la primera vez que nos conocimos, Dean se acerca por
detrás de mí y me agarra del asa de la bolsa, atrapando mi mano bajo
la suya. Odio que una sensación de calor me recorra el cuerpo con su
tacto.
―Suéltame, Dean ―digo, tirando del asa.
―No puedo, Iz. No puedo dejarte ir.
Tiro más fuerte, pero Dean resiste.
―¡He dicho que me dejes ir!
Aprieto los dientes al hablar. Esta vez, cuando tiro de la manivela,
finalmente se rinde.
Prácticamente salgo corriendo de la cabaña, las ruedas de mi
bolso golpean contra los escalones del porche mientras me muevo. Un
puñado de metros separa la cabaña del Uber. Con cada paso, espero
que Dean me grite que no me vaya. Que me persiga y me diga que me
ama o cosas cursis como las que hacen en las películas.
Pero entonces recuerdo que mi vida no es una película. No hay
grandes teatros ni declaraciones de amor. Le dije que me dejara en
paz. Intentó perseguirme en la cabaña y fracasó. ¿Por qué iba a
perseguirme de nuevo? No estamos en un plató de Hollywood. Estamos
en Valoid, Vermont. No somos amantes cruzados. Sólo somos un chico
y una chica que se cruzaron.
No pierdo la esperanza de que Dean intente una vez más que me
quede hasta que estoy en el asiento trasero del Uber y miro la cabaña.
La puerta está cerrada y él no está allí.
Parece que le resultó así de fácil dejarte marchar.
C. R. GREY
212
Capítulo Treinta y Seis: Dean
Marzo
Antes odiaba la nieve. Luego, conocí a Iz y me enamoré de su
belleza, todo gracias a ella. Ahora la odio porque es lo que nos unió.
A medida que pasa el tiempo, me doy cuenta de que sólo hay una
cosa que odio más que la nieve: la constante lluvia helada que golpea
contra mi ventana como si fueran dedos golpeando, suplicando que los
dejen entrar. Deja charcos helados que me empapan los pies. Yo digo
que por eso no salgo. Que no quiero que se me mojen los pies. Pero sé
C. R. GREY
imbécil desde que empecé, algo que me digo a mí mismo que termina
ahora. Su pelo azul brillante me llamó la atención. Es ella misma sin
complejos, y eso me gusta de verdad. Desde que empecé, me ha
mirado con ojos de asombro, pero nunca me ha presionado. Supongo
que es porque ella, y todos en Valoid, saben lo que pasó.
Salimos a cenar. Es súper incómodo, pero la invito a mi
apartamento de todos modos.
214
Capítulo Treinta y Ocho: Dean
Mayo
Es tarde. Probablemente cerca de las dos de la mañana cuando
suena mi teléfono. Casi lo ignoro porque he salido con Hailie y otros
amigos hasta pasada la medianoche, sabiendo perfectamente que
tenía que estar en el trabajo a las cinco y media. Necesito dormir, pero
algo me dice que debo contestar.
―Tienes dos segundos antes de que cuelgue ―digo, con una voz
no más alta que un murmullo.
C. R. GREY
pensé que era. ―me apoyo en la pared para que me sirva de apoyo,
dejando caer la cabeza hacia atrás para que esté en la pared―.
Aparentemente no fue así.
―¿Lo quieres aquí?
Miro a Suze con ojos muertos. ¿Está hablando en serio ahora?
―De acuerdo, lo entiendo. Guarda los puñales ―dice ella―. ¿Qué 221
quieres hacer entonces? Puedo decirle al de seguridad que me ha
metido mano y hacer que lo eche ―dice ella, demasiado ansiosa por
ver cómo se desarrolla eso.
―Sólo quiero irme.
―De acuerdo ―dice, tirando de mí para abrazarme―. Pero tienes
que decirle la verdad. Ha venido hasta aquí. Dean merece saberlo.
―¿Merece saber qué?
Al oír la voz de Dean, Suze y yo nos separamos del abrazo, girando
nuestras cabezas hacia él. Me pregunto qué parte de nuestra
conversación ha escuchado. No da ninguna señal.
―No importa. Escucha, creo que he metido la pata al venir aquí.
Me voy a ir y los dejaré disfrutar de su noche. Felicidades, Iz. Sabía que
podías hacerlo.
Se da la vuelta y se aleja.
―Bueno, eso fue más fácil de lo que pensé que sería ―susurra
Suze.
He visto todo esto antes. Él atravesando una habitación llena de
gente para alejarse y darme lo que le pido, ignorando lo que quiere por
mí. Ver su postura decaída, escuchar la derrota en su voz me trae
tantos recuerdos. Lo menos que puedo hacer es hablar con él. Suze
tiene razón. Ha venido hasta aquí.
―¡Dean, espera!
Se da la vuelta con una expresión animada en su rostro.
―¿Qué estás haciendo? ―pregunta Suze, tirando de mí hacia
C. R. GREY
5 es un insulto que usan los jóvenes en broma cuando un chico está siendo amable con una chica,
generalmente para conseguir su atención o algo más
No la escuches. Sólo está jugando contigo otra vez.
Me doy la vuelta, siguiendo el camino del pasillo, y doy pasos de
gigante, dejándola atrás mientras doblo la esquina hacia el ascensor
que, por suerte, se abre en cuanto pulso el botón de llamada. Dentro,
golpeo el botón de cierre de la puerta en rápida sucesión, esperando
que me ayude a escapar de este infierno medio segundo antes.
―Dean, detente. ―ella dobla la esquina y está a centímetros. Tiene
la cara roja y manchada, con líneas de rímel negras. Verme en el
ascensor la lanza hacia mí―. Dean, yo no m...
Las puertas se cierran antes de que pueda acercarse más.
C. R. GREY
228
Capítulo Cuarenta y Uno: Isobel
Todo el progreso hacia la superación de Dean se va por la ventana
en cuestión de minutos. En un segundo, estoy con amigos pasándolo
bien y planeando el resto de mi vida. Al siguiente, me escoltan fuera del
hotel y me expulsan de por vida. Mientras me sacan, me dicen que son
un establecimiento familiar y que no ven con buenos ojos a las
trabajadoras del sexo. Por lo visto, mi falta de llave de la habitación y
mi aspecto de poca ropa hicieron que la gente pensara que era una
dama de la noche. Fue humillante, pero Suze, Mick y yo nos reímos
constantemente de ello. Incluso llegamos a cruzar la calle antes de
C. R. GREY
230
Capítulo Cuarenta y Dos: Dean
Dicen que el tiempo cura todas las heridas.
¿Sabes lo que digo? Que a la mierda con eso.
Han pasado meses desde que Iz me dejó. Tres semanas desde que
yo la dejé. Estamos de vuelta a donde estaba en febrero. La mayor
diferencia ahora es que Ron, Tammy y Hailie no me dan la opción de
salir. Me obligan. Cuando volví de Portland con aspecto de adolescente
angustiado, me sacaron de mi apartamento y me llevaron a la bolera.
Luego al cine. Luego a casi todos los establecimientos de Valoid. Sin
C. R. GREY
mostrador, pero no puedo ver la mesa tres desde donde estoy. Sin la
ayuda de Hailie y sin una visión clara de la mesa, no tengo forma de
prepararme para cualquier tormenta de mierda que me espere ahí
fuera. No tengo ningún deseo de abandonar la comodidad de la cocina,
así que echo la cabeza hacia atrás, apretando los dientes, y gimo.
Entonces, siento un empujón a mi lado.
―¿Qué demonios, Hails?
232
―Tienes que ir a hablar con ellos ―dice, y sigue empujándome
hacia el comedor.
Dios. Juro que si es un grupo de chicas adolescentes tratando de
darme su número otra vez. O más turistas ancianos que se quejan de
que no entienden el especial de la cinta azul, me iré. Dejaré que Luke y
Hailie se defiendan en la parte de atrás.
No me muevo lo suficientemente rápido. Hailie sigue empujándome
hasta que atravieso la puerta y entro en el comedor.
―Ve ―susurra, poniéndose de puntillas y presionando contra la
puerta del otro lado para que no pueda volver a entrar.
De mala gana, atravieso el comedor hasta la mesa tres. Cuando
paso por la ventanilla de servicio, todos los cocineros, camareros y
camareras del reloj me miran con ojos ansiosos. Les hago un gesto de
desprecio al pasar por delante. Por qué buscan tanta alegría en mi
miseria, nunca lo sabré. Diré que si apuestan por si volveré a chasquear
con quien me ha sacado del trabajo, mi dinero está con los que
apuestan a que lo haría.
―¿Pasa algo con la comida? ―pregunto cuando llego al final de la
mesa tres.
Por suerte, hoy no tengo que lidiar con los dos tipos de personas
que menos me gustan, ya que sólo hay una persona en la cabina. ¿Pero
quién es? No puedo decirlo ya que se esconden detrás del menú.
―Sí, de hecho, a la tortilla de claras de huevo con tostada de
aguacate parece que le falta algo.
Mi corazón se detiene. Luego late el doble de rápido. Luego se
C. R. GREY
detiene de nuevo.
Conozco esa voz. La reconocería en cualquier parte.
Me digo que me calme. Que respire. Probablemente me estoy
imaginando cosas. Aun así, mi piel zumba de emoción.
―La última vez que lo comí ―añade, bajando por fin el menú―,
Sentí que estaba hecho con mucho más amor. 233
Me cuesta todo lo que puedo para no sacarla de la cabina y
envolverla en mis brazos. Ella está aquí. Sonriendo. A mí. ¿Pero por
qué? No importa. Ella está aquí. En Valoid. En la cafetería. Pero ella me
dejó. No me quería. ¿Por qué está aquí?
Nos quedamos así -ella sentada en la cabina y yo de pie al final de
la mesa- durante lo que parece una eternidad, mirándonos fijamente.
―Dean ―dice finalmente.
Es sólo una palabra, sólo mi nombre en sus labios, pero dice un
millón de cosas diferentes. Dice que lo siente, que me ama, que me
echa de menos, que se alegra de verme y que lo siente de nuevo. Eso es
lo que me rompe. No puedo soportar que siga habiendo espacio entre
nosotros, así que me agacho, la saco de la cabina, la rodeo con mis
brazos y la hago girar.
Como siempre, su cuerpo encaja perfectamente contra el mío.
―Dios, Iz. Pensé que nunca te volvería a ver.
―¿Significa esto que no me odias?
―¿Por qué iba a odiarte? ―pregunto, apartándome del abrazo
para estudiar su expresión pellizcada.
―Por la última vez que nos vimos.
Siento más curiosidad que enfado. ¿Por qué me dijo que fuera sólo
para rechazarme de nuevo? ¿Y por qué me persiguió como si su vida
dependiera de ello? Esas preguntas no me dejan dormir. Pero que no
esté enfadado por cómo terminaron las cosas, no significa que no esté
indeciso, más reservado ahora que antes, por lo que suelto a Iz y doy
unos pasos atrás.
C. R. GREY
236
Epílogo: Isobel
15 meses después
¿Quién iba a pensar que yo, Isobel Daisy Powell, aceptaría -no,
amaría- la vida doméstica? Todos esos años que pasé luchando contra
las relaciones y el amor desperdiciados. Bueno, no se han desperdiciado
exactamente. Sólo estaba esperando que llegara la persona adecuada,
supongo.
Cuando subí a ese avión sola, rumbo a Punta Cana, pensé que me
esperaba la peor semana de mi vida. Lo único que quería era terminar
C. R. GREY
244