Está en la página 1de 21

Geopark storie

Ana Jazmín Zuniga Coronel Samira del Roció Palacio Celi


Primera edición, diciembre de 2023

©Geopark stories

©2023anazuniga todo derecho del autor

©2023samirapalacios todo derecho del autor

zunigacoronelanajazmin@gmail.com

palacioscelisamira@gmail.com

IMPRESO EN PERU/PRINTED IN PERU


BIOGRAFIA

Nació el 02 de enero del 2008 en el departamento


de Arequipa, provincia de Castilla, distrito de Aplao.
A sus 15 años escribió su segundo libro basado en
cuentos del geoparque de Andagua “Geopark
storie”

Nació el 22 de junio del 2008 en el departamento


de Piura, distrito de 26 de octubre. A sus 15 años
escribió su primer libro basado en cuentos del
geoparque de Andagua “Geopark storie”
Había una vez en el tranquilo valle de Andagua,
en Perú, un geoparque mágico y enigmático. Este
lugar estaba lleno de paisajes impresionantes,
formaciones rocosas únicas y una abundante
diversidad de flora y fauna. Sus colores y texturas
eran tan fascinantes que parecía sacado de otro
mundo. En este geoparque vivía Eduardo, un
joven curioso y aventurero que amaba la
naturaleza. Desde muy pequeño, Eduardo solía
explorar cada rincón de su hogar en Andagua,
fascinado por los tesoros que la tierra tenía para
ofrecer.
Un día, mientras caminaba por las inmensas
montañas, Eduardo notó una roca gigante de un
color azul brillante. Se acercó y la tocó con
cuidado, sintiendo una extraña energía fluir a
través de él. No podía creer lo que veían sus ojos.
Aquella roca era conocida como "la piedra azul" y
era única en todo el mundo. Entusiasmado y
emocionado, Eduardo se propuso descubrir más
sobre esa extraordinaria roca y cómo había
llegado allí. Se adentró en la historia del
geoparque y descubrió que había sido creado
hace millones de años por la actividad volcánica y
los movimientos tectónicos de la tierra.
Con el tiempo, Eduardo se convirtió en un guía
turístico, compartiendo su pasión por el
geoparque con visitantes de todo el mundo. Les
mostraba las misteriosas formaciones rocosas, les
enseñaba sobre la importancia de la conservación
del entorno natural y, por supuesto, les hablaba
de la famosa piedra azul. Poco a poco, el
geoparque de Andagua comenzó a convertirse en
un destino turístico muy popular. Los visitantes
quedaban maravillados ante la belleza natural y
autenticidad del lugar. Se organizaban
excursiones, caminatas y actividades educativas
para que todos pudieran disfrutar y aprender
sobre la importancia de preservar el geoparque.
La comunidad de Andagua se involucró
activamente en la conservación del geoparque,
plantando árboles, limpiando senderos y
promoviendo prácticas sostenibles. Se dieron
cuenta de que su hogar era único y especial, y
debían protegerlo para las generaciones futuras.
Con el tiempo, el geoparque de Andagua se
convirtió en un ejemplo a seguir en términos de
turismo sostenible y conservación del medio
ambiente. Se establecieron regulaciones estrictas
para preservar las formaciones rocosas y se
fomentó la educación ambiental entre los
habitantes y visitantes. Eduardo, convertido en un
líder comunitario, guiaba a los turistas a lo largo
de caminos ocultos y les contaba historias sobre
la antigua leyenda del geoparque. Se decía que
cada roca y formación tenía su propio espíritu
protector, velando por la armonía y equilibrio del
lugar. El geoparque de Andagua se convirtió en un
testimonio de la belleza y la importancia de
proteger nuestro entorno natural. Y gracias al
arduo trabajo de Eduardo y la comunidad local,
este tesoro mágico seguiría siendo un lugar de
asombro y admiración para las generaciones
venideras.
Había una vez en un pequeño pueblo llamado
Andagua, en los bellos Andes peruanos, un
geoparque que resaltaba por su asombrosa
formación geológica. Este lugar era conocido
como el Geoparque de Andagua. En ese
geoparque vivía un curioso y aventurero niño
llamado Marcos. Desde muy pequeño, Marcos
disfrutaba explorar los alrededores de su pueblo y
siempre se sentía atraído por las piedras y rocas
que encontraba en su camino. Un día, mientras
caminaba por el geoparque, Marcos tropezó
accidentalmente con una roca diferente a todas
las demás. Parecía que tenía un brillo especial y
estaba llena de colores. Con gran curiosidad, la
levantó y se sorprendió al descubrir que estaba
hecha de ópalo, una piedra muy valiosa.
Emocionado, Marcos mostró su hallazgo a su
amiga Lola, quien también se unió a su
fascinación con las maravillas del geoparque.
Juntos decidieron investigar más a fondo y
descubrieron que estas piedras de ópalo eran
muy únicas y solo se encontraban en esa región.
Decidieron compartir su hallazgo con las
autoridades del pueblo y sugirieron convertir el
geoparque en un lugar turístico para mostrar la
belleza y rareza de esas piedras y, a su vez,
promover la conservación del entorno natural. Las
autoridades notaron que la afluencia de visitantes
traería beneficios económicos para el pueblo,
pero también reconocieron la importancia de
proteger el geoparque y garantizar su
sostenibilidad. Crearon rutas de senderismo
seguras y educaron a los visitantes sobre la
importancia de respetar y cuidar el entorno
natural. El Geoparque de Andagua comenzó a
atraer a turistas de todo el mundo, quienes
quedaban maravillados por la belleza de sus
formaciones rocosas y la diversidad de flora y
fauna que lo habitaban. A medida que el turismo
florecía, Marcos y Lola también se convirtieron en
guías turísticos, compartiendo sus conocimientos
sobre el geoparque y la importancia de
preservarlo para las futuras generaciones. Con el
tiempo, el Geoparque de Andagua se convirtió en
un referente mundial en conservación y
desarrollo sostenible. La comunidad local,
consciente de la importancia de su tesoro natural,
se convirtió en guardianes comprometidos,
trabajando en conjunto para proteger el
geoparque y garantizar la equidad y bienestar de
todos los involucrados. Marcos y Lola, quienes
una vez soñaron con descubrir tesoros en piedras,
se dieron cuenta de que el verdadero tesoro era
la belleza natural del geoparque y la unión de la
comunidad en su conservación. Juntos, inspiraron
a muchos a valorar y proteger su entorno,
asegurando que el Geoparque de Andagua fuera
un legado duradero por generaciones venideras.

En un pequeño pueblo llamado Andagua, ubicado


en los Andes peruanos, vivían dos amigos
inseparables llamados Mateo y Lucía. Ambos
crecieron rodeados de naturaleza y siempre se
maravillaron de la belleza de su entorno. Pero su
mayor admiración era para el Geoparque de
Andagua.

El Geoparque de Andagua era un lugar único en el


mundo, conocido por sus formaciones geológicas,
volcanes y una gran diversidad de flora y fauna.
Era como un bosque de piedra que despertaba la
imaginación de todos los que lo visitaban.

Un día, Mateo y Lucía decidieron explorar el


geoparque en busca de aventuras. Empacaron sus
mochilas con comida, agua y una cámara, y se
adentraron en los senderos. Caminaron entre las
rocas talladas por la erosión y se maravillaron de
los colores y formas que encontraban a su paso.

De repente, escucharon un ruido extraño


proveniente de una cueva cercana. Sin dudarlo, se
acercaron para descubrir qué era. A medida que
se adentraban en la oscura cueva, comenzaron a
escuchar cánticos misteriosos.

Finalmente, llegaron a una amplia sala donde


encontraron a un grupo de ancianos rodeando un
gran fuego. Los ancianos eran los guardianes del
Geoparque de Andagua y les dieron la bienvenida
a Mateo y Lucía. Les explicaron que estaban
celebrando un antiguo ritual para agradecer a la
naturaleza por su esplendor.

Emocionados, Mateo y Lucía se unieron a la


celebración y los ancianos les contaron historias
sobre la creación del geoparque, la importancia
de su conservación y cómo la comunidad
trabajaba para protegerlo. Aprendieron sobre las
especies en peligro de extinción que habitaban la
zona y cómo los guardianes del geoparque
trabajaban para su preservación.

Tras la celebración, los ancianos les dieron un


mapa dibujado a mano que marcaba los lugares
más interesantes del geoparque y les dieron su
bendición para que pudieran seguir explorando.

Mateo y Lucía se despidieron de los ancianos con


gratitud y emoción. Prometieron convertirse en
guardianes del Geoparque de Andagua y difundir
la importancia de su conservación.
A partir de ese día, Mateo y Lucía se convirtieron
en guías del geoparque y compartieron su
conocimiento con todos aquellos que visitaban el
lugar. Juntos trabajaron en proyectos de
educación ambiental y concientización para
preservar aquel tesoro natural.El Geoparque de
Andagua se convirtió en un lugar conocido en
todo el mundo gracias a los esfuerzos de Mateo y
Lucía. Y así, la comunidad de Andagua vivió en
armonía con su entorno natural, valorando su
patrimonio geológico y protegiéndolo para las
futuras generaciones.

Había una vez un pequeño pueblo llamado


Andagua, ubicado en medio de las majestuosas
montañas de los Andes. Los habitantes de este
lugar vivían en armonía con la naturaleza y eran
conscientes de la belleza y riqueza del entorno en
el que habitaban.
En las afueras del pueblo se encontraba uno de
los tesoros más valiosos de la región: el
Geoparque de Andagua. Era un lugar mágico,
lleno de formaciones geológicas únicas y paisajes
impresionantes. Sus montañas escarpadas,
cañones profundos y ríos cristalinos la hacían una
joya inigualable.

Los niños del pueblo, liderados por un niño


curioso llamado Mateo, solían aventurarse en el
geoparque en busca de nuevas emociones y
descubrimientos. Amaban perderse en sus
senderos secretos, trepar por sus rocas y explorar
cada rincón de aquel tesoro natural.

Un día, mientras caminaban por el geoparque,


Mateo y sus amigos encontraron una cueva oculta
detrás de una cascada. La cascada caía en forma
de una delgada cortina de agua, creando un
arcoíris que iluminaba el lugar.

Intrigados, los niños decidieron adentrarse en la


cueva para explorarla. Caminaron lentamente,
iluminando el camino con sus linternas, hasta que
llegaron a una gran sala subterránea. La sala
estaba llena de estalactitas y estalagmitas que
brillaban con la tenue luz de sus linternas. Era un
espectáculo maravilloso.

En el centro de la sala, había una roca gigante con


una forma peculiar. Parecía un libro antiguo, con
hojas grabadas en relieve. Mateo se acercó y
comenzó a tocar las hojas, sintiendo una extraña
energía que recorría su cuerpo. Entonces, las
hojas comenzaron a moverse, como si tuvieran
vida propia.

Para sorpresa de los niños, las hojas del libro


gigante se abrieron, revelando una serie de
imágenes y símbolos desconocidos. Mateo se dio
cuenta de que era un mapa, un mapa que
mostraba los tesoros ocultos del geoparque.

Guiados por aquel misterioso mapa, los niños


comenzaron una emocionante aventura en busca
de los tesoros señalados. Subieron montañas, se
adentraron en cuevas oscuras y admiraron las
cascadas más impresionantes. Cada paso los
llevaba más cerca de conocer los secretos que el
geoparque guardaba.
Finalmente, después de días de exploración, los
niños descubrieron el último tesoro: una piedra
brillante y misteriosa llamada "El corazón de
Andagua". Esta piedra era considerada un símbolo
de la conexión entre la gente de Andagua y su
amado geoparque.

Los niños regresaron al pueblo con el corazón


lleno de alegría y asombro por todo lo que habían
visto y vivido. Compartieron su aventura con los
adultos del pueblo y juntos se comprometieron a
preservar y proteger el geoparque de Andagua,
asegurando que su belleza y riqueza natural
perduraran para las generaciones venideras.

Desde aquel día, el Geoparque de Andagua se


convirtió en un lugar de peregrinación y asombro,
donde los visitantes podían descubrir la magia de
la tierra y conectarse con la naturaleza en su
estado más puro. Y todos recordaban que esta
maravilla natural estaba protegida gracias al amor
y cuidado de aquellos que la habían descubierto.
En un pequeño pueblo llamado Andagua, ubicado
en los Andes peruanos, vivían dos amigos
inseparables llamados Mateo y Lucía. Ambos
crecieron rodeados de naturaleza y siempre se
maravillaron de la belleza de su entorno. Pero su
mayor admiración era para el Geoparque de
Andagua.

El Geoparque de Andagua era un lugar único en el


mundo, conocido por sus formaciones geológicas,
volcanes y una gran diversidad de flora y fauna.
Era como un bosque de piedra que despertaba la
imaginación de todos los que lo visitaban.

Un día, Mateo y Lucía decidieron explorar el


geoparque en busca de aventuras. Empacaron sus
mochilas con comida, agua y una cámara, y se
adentraron en los senderos. Caminaron entre las
rocas talladas por la erosión y se maravillaron de
los colores y formas que encontraban a su paso.
De repente, escucharon un ruido extraño
proveniente de una cueva cercana. Sin dudarlo, se
acercaron para descubrir qué era. A medida que
se adentraban en la oscura cueva, comenzaron a
escuchar cánticos misteriosos.

Finalmente, llegaron a una amplia sala donde


encontraron a un grupo de ancianos rodeando un
gran fuego. Los ancianos eran los guardianes del
Geoparque de Andagua y les dieron la bienvenida
a Mateo y Lucía. Les explicaron que estaban
celebrando un antiguo ritual para agradecer a la
naturaleza por su esplendor.

Emocionados, Mateo y Lucía se unieron a la


celebración y los ancianos les contaron historias
sobre la creación del geoparque, la importancia
de su conservación y cómo la comunidad
trabajaba para protegerlo. Aprendieron sobre las
especies en peligro de extinción que habitaban la
zona y cómo los guardianes del geoparque
trabajaban para su preservación.

Tras la celebración, los ancianos les dieron un


mapa dibujado a mano que marcaba los lugares
más interesantes del geoparque y les dieron su
bendición para que pudieran seguir explorando.

Mateo y Lucía se despidieron de los ancianos con


gratitud y emoción. Prometieron convertirse en
guardianes del Geoparque de Andagua y difundir
la importancia de su conservación.

A partir de ese día, Mateo y Lucía se convirtieron


en guías del geoparque y compartieron su
conocimiento con todos aquellos que visitaban el
lugar. Juntos trabajaron en proyectos de
educación ambiental y concientización para
preservar aquel tesoro natural.

El Geoparque de Andagua se convirtió en un lugar


conocido en todo el mundo gracias a los esfuerzos
de Mateo y Lucía. Y así, la comunidad de Andagua
vivió en armonía con su entorno natural,
valorando su patrimonio geológico y
protegiéndolo para las futuras generaciones.

También podría gustarte