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«POR CRISTO»
La preposición «por» (ά)1 que habitualmente tiene un sentido causal, pretende indicar
cómo el Padre, por Cristo, produce la novedad del hombre inserto en Él.
1. Fuentes bíblicas
Hay dos afirmaciones principales: la primacía absoluta de la misericordia divina, y la
eficacia de esta acción por la que el pecador es realmente justificado.
1
A. OEPKE, άen G. KITTEL, G. FRIEDRICH, GLNT, II, 907-920.
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a) Los pecadores están muertos y sin esperanza; dos principios los mantienen así: el
principio externo (el espíritu maligno) y el interno (la concupiscencia). Por ello, se ven
arrastrados irresistiblemente hacia la condenación.
b) Dios ama a los pecadores, antes que sean amables, haciéndolos dignos de su
amor, por eso, su intervención misericordiosa no es provocada por la actividad del pecador.
c) Para designar la acción divina, utiliza las palabras ί2y ί3, que en
otros textos de refieren a la creación: la justificación no proviene de las buenas obras,
aunque las exige y posibilita. Esta misma visión aparece en Tit 3, 3-7.
San Juan describe la obra de la salvación mediante categorías antitéticas (mundo-
Dios, muerte-vida, tinieblas-luz, mentira-verdad). Cristo es el único que vence al príncipe
de este mundo y quien da la posibilidad de nacer a una nueva vida.
Sobre todo en Jn 15,1-10, se presentan las relaciones entre Cristo y los discípulos
mediante la parábola-alegoría de la vid y los sarmientos. Evoca Is 5,1-7. Sin Cristo, el
hombre no puede hacer nada para ser amado por el Padre y alcanzar su complacencia.
En Jn 6,44-45.65 se muestra que ya el primer acto de fe se produce bajo el influjo
de la gracia: para venir a Cristo (creer) se requiere la ayuda del Padre, descrita de tres
maneras: atrae, enseña y da.
a) El v. 44 habla de «atracción», usado ya en el AT para indicar la influencia
interior, con que Dios suscita el efecto del hombre (Os 11,4; Jr 31,3), aunque puede haber
resistencia a esta atracción (como señala el mismo Oseas).
b) El Padre «enseña» (Is 54,13; Jr 31,33-34). Jn 3,1-10 presupone esta enseñanza
interior gracias al Espíritu.
c) El v. 65 describe este influjo del Padre como un don, que hace hombre capaz de
algo que antes le era imposible (Cf. Jn 3,27).
De aquí se infiere que el hombre es totalmente incapaz de orientarse hacia la
salvación con un acto de fe, ya que esto lo da el Padre mediante un don interior, que
modifica su horizonte cognoscitivo y afectivo.
2
Cf. H. BRAUN, έίίςήςen G. KITTEL, G. FRIEDRICH, GLNT, X, 1117-1190.
3
Cf. W. FOERSTER, ίίςίίήςen G. KITTEL, G. FRIEDRICH, GLNT, V, 1235-1330.
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4
Cf. A. OEPKE, ίίάςen G. KITTEL, G. FRIEDRICH, GLNT, IV, 1335-
1344.
5
Cf. H. CONZELMANN, ίάίάςen G. KITTEL, G. FRIEDRICH, GLNT, XV, 493-640.
6
Cf. O. PROCKSCH, άςάόςόςύen G. KITTEL, G. FRIEDRICH, GLNT, I,
233-310.
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Es completamente gratuita.
Gracia (heb. jên, jesed; gr. járis). Los términos originales significan “favor” o “bondad”,
especialmente si no ha sido ganada ni merecida. El término hebreo se encuentra con
frecuencia en el AT en frases como: “Halle yo ahora gracia en tus ojos” (Gen 30:27; Exo
33:13 ).
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3. El Concilio de Trento
El Concilio de Trento defiende la acción de la gracia justificante, que realmente transforma
al pecador. En el bautismo se ve libre el hombre de todo lo que es verdaderamente pecado,
aunque permanece en él la concupiscencia, que no es pecado, sino que sólo inclina hacia
él. No habla de que el bautizado esté plenamente justificado, sino que ha quedado
transformado y orientado hacia su total renovación escatológica. Así, hay tres grados en
esta justificación: la justicia inconsciente del niño, el adulto y el bienaventurado.
En el cristiano con uso de razón, la transformación lleva consigo una serie de actos
por los que obtiene el perdón de los pecados, y es santificado y ungido por el Espíritu
Santo: de manera que no sólo se le considera justo, sino que lo es: y así puede merecer la
vida eterna, lo cual sería absolutamente imposible sin la gracia. El Concilio de Trento no
explica el papel de Cristo en la justificación, aunque alude frecuentemente a la causalidad
meritoria del Redentor. Se excluye, en cambio, dicho tipo de causalidad por parte del
hombre, pues la justificación es obra de la misericordia absolutamente gratuita y libre de
Dios.
4. El Concilio Vaticano II
El Concilio supone la necesidad de la gracia interna para la conversión, y la transformación
interna del hombre justificado; es, además, el primer Concilio que afirma claramente la
voluntad salvífica universal de parte de Dios, y el hecho de que todos los hombres con uso
de razón son llamados personalmente para que consigan la salvación.
1) Doctrina del Concilio: No sólo afirma genéricamente muchas veces dicha
voluntad salvífica universal de Dios, sino que acentúa sus implicaciones; por ejemplo, la
presenta como una exigencia de la existencia humana (GS 19). Cristo, por su Encarnación,
se ha unido en cierto modo a todo hombre (GS 21). La Iglesia es Sacramento para todos y
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cada uno. Nadie está excluido de esta llamada, ni siquiera de esta llamada, ni siquiera
aquellos que no han conocido a Cristo (LG 16; GS 22).
2) Etapas del desarrollo doctrinal: El Concilio es fruto de un largo proceso
doctrinal. Nos interesa ver sobre todo el desarrollo de la convicción cristiana de que cada
hombre con uso de razón recibe, de hecho, la llamada a la conversión.
La Sagrada Escritura, aunque insiste en la libertad con que Dios puede dar a unos
más o menos gracias que a otros, alude a otros aspectos que pueden equilibrar esta
impresión. En el AT, sobresalen dos aspectos: la misericordia de Dios para con los pueblos
paganos; y el hecho de que la invitación a la salvación no queda anulada por los pecados
(Is 1,18; Ez 33,11).
En el NT, Cristo, «Luz que ilumina a todo hombre» (Jn 1,9), se muestra siempre
como amigo de los pecadores: va en busca de todos (Mt 11,19; Lc 7,32; 15,1-10; Rm 2,4;
2P 3,4).
En los primeros siglos de la Iglesia, el problema de la suerte eterna de los hombres
que, antes de Cristo, no pertenecían al pueblo escogido, era resuelto en línea más bien
optimista: Dios no puede condenar a ningún hombre de buena voluntad. Se basaban en la
participación universal del Logos, en la evangelización de Jesús muerto al descender a los
infiernos, etc. No sentían tanto el problema de los paganos contemporáneos, porque creían
que el evangelio era anunciado ya en toda la tierra.
En cambio, con la herejía pelagiana, el problema se desplazó: se trataba ahora de
afirmar la necesidad de la gracia en orden a la salvación. Los pelagianos querían demostrar
que no es indispensable la gracia para ser justos y llegar a la vida eterna. Agustín llegó a
negar que fueran verdaderas las virtudes de los paganos. Se discute incluso si enseñó
siempre la voluntad salvífica universal de Dios: parece que nunca configuró una doctrina
completa, sino que fue respondiendo a las herejías y a las necesidades pastorales, y dichas
respuestas no pueden reducirse a una síntesis teológica completamente coherente.
En la Edad Media, cristalizó el axioma: Facienti quod est in se, Deus non degegat
gratiam. Expresa la convicción de que nadie queda excluido de la salvación sin culpa
personal. Santo Tomás, por su parte, no se muestra convencido de que todos y cada uno de
los hombres estén llamados a la salvación, aunque enseña que, quien se condena, lo hace
por sus pecados personales, pues al llegar al uso de razón, o va escogiendo a Dios como
Ultimo Fin y es así justificado, o lo rechaza, eligiendo a la criatura, y así comete un grave
pecado personal.
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5. Reflexión especulativa
Hay que partir del hecho de que la Redención es gratuita, y no se puede demostrar que es
absurdo pensar en una limitación de la misma a una parte de la humanidad, o en que Dios
abandone a aquellos hombres que se resisten a su gracia. Pero si tomamos en serio que
Dios, al crear, ha buscado la felicidad de los hombres, y que por eso hace todo lo que está
ordenado a ella puede afirmarse que es absolutamente necesaria la llamada de todos y cada
unos a la salvación. A esto llega la doctrina de la Iglesia a través de una reflexión global
sobre el actuar de Dios, centrado en tres aspectos:
* En la Encarnación, la naturaleza humana adquiere una dignidad especial, que
hace difícil pensar que Dios se desinterese de ofrecer la salvación a todos. Esta
“conveniencia” se ilustra en dos formas: «cuasi-metafísica»: la naturaleza humana total ha
sido elevada por la Encarnación, hasta ser objeto de la complacencia del Padre (es la
postura de los Padres griegos). La segunda forma es una consideración “psicológica-
moral”: si Cristo murió por todos y cada uno, no puede dejar de considerar a cada hombre
como hermano suyo: por tanto, quiere la salvación de todos, en forma especial.
* La responsabilidad que cada adulto tiene frente a su propio destino eterno, por lo
cual nadie incurre en condenación sin culpa propia, induce a pensar que para todos los
hombres con uso de razón debe haber una posibilidad real de conseguir la visión beatífica.
* Jesús invita a sus discípulos a una ilimitada capacidad de perdón (Mt 18,22),
remitiéndose al ejemplo del Padre para con los pecadores (Mt 5,43-48). Quiere decir que
Dios actúa como nos pide que nos comportemos con nuestros enemigos.
5. Conclusión antropológica
Lo que aquí se ha dicho precisa más profundamente la condición humana. El afirmar que
cada hombre está llamado a la Salvación sobrenatural determina más exactamente su
destino, que había sido ya descrito al presentarlo como imagen de Dios. Además, quiere
decir que el hombre no se realiza sin la relación que cada uno tiene con el AbsolMiuto; y
finalmente, que la vida se convierte en un fracaso cuando esta relación nos vivida
personalmente.
La incapacidad absoluta del hombre para reconciliarse con Dios clarifica la
situación causada por el pecado, y muestra que, cuando se cierra a Cristo, es incapaz de
construir su existencia y queda condenado a una vida intrínsecamente contradictoria. Esta
apertura a Cristo incluye la pertenencia a la Iglesia, debido al carácter social del hombre,
como imagen del Dios Trinitario.
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Finalmente, esta doctrina de la gracia nos permite ver cómo cada hombre, antes de
cualquier acto personal, es no sólo objeto de la «ira» divina (por el pecado) 7, sino también
del amor agápico de Dios8, que quiere sinceramente sacar a todos de esta situación; y
muestra la necesidad de una transformación psicológica por la que el hombre acepte
libremente la invitación que Dios le dirige.
7
Cf. G. SAUER, ‘ עברהǽbrā. Ira en E. JENNI, C. WESTERMANN, Diccionario teológico manual del AT II, 267-
270. Las afirmaciones ganan densidad en el uso teológico. Así, es significativo que, a excepción de Dt 3,26,
donde expresa la ira de Dios contra Moisés a causa de la desobediencia del pueblo, aquel aparece más en los
Salmos en donde designa la reacción divina contra la apostasía del pueblo. Por eso no es extraño que sean los
profetas quienes más empleen el vocablo ‘ǽbrā y que se acumule en torno a la época del exilio, como ocurre
también con otros términos relacionados a la «ira».
8
Cf. E. JENNI, ) אהבbh. Amar en E. JENNI, C. WESTERMANN, Diccionario teológico manual del AT I, 115-
132. )bh coincide con nuestro «amar» en la extensión del significado y, consiguientemente, en el campo
semántico correspondiente. Su uso teológico se encuentra en tres campos principales: el amor al prójimo (al
extranjero y a uno mismo); el amor de Dios a los hombres; el amor de los hombres a Dios.