Está en la página 1de 5

EL MANOJO DE HIERBAS

(Parábola anónima)

Personajes
Narradores
Margarita, El Hada De La Bondad
El Conde o la Condesa
Zacarías
Marcos
Rita
Marta
El Caballero Aquiles. o la Dama Alicia
El Jefe De Los Gendarmes
La Doctora Cornelia o el doctor Fermín
Gente del Pueblo (Vendedores, artesanos, panaderos…etc.)

Los dos primeros actos transcurren en un salón de un castillo.


El tercer acto es en un camino de la aldea.
PRIMER ACTO
Narrador 1: Había una vez…Pero mejor, no les cuento nada. Este cuento lo veremos
con nuestros propios ojos. Somos huéspedes en un viejo castillo. El conde está ahí
como todos los días. Y como siempre lanza imprecaciones contra su maldito
reumatismo.

Narrador 2: ¿Imprecaciones?, ¿Qué significa eso?

Narrador 1: Amigo, quieres decir insultos, malas palabras. (Narrador 2 asiente con
la cabeza)

“Se abre el telón. Aparece la lujosa sala de un Castillo. El Conde está sentado en una
poltrona al centro del salón. Es un viejo malo y refunfuñón.

Conde: ¡Ah! ¡Maldito reumatismo! ¡No me ha dejado dormir en toda la noche!


¡Zacarías! (Espera a Zacarías, que no viene) Tengo todos los dedos de los pies y las
manos tan rígidos que no puedo ni moverlos. ¡Ay, ay…! (Llama a Zacarías) ¿Dónde
se metió este malandrín? Es sordo como los muros del castillo. ¿Deberé usar un cañón
para hacerme oír? (Gritando fuerte): ¡Zacarías!

Zacarías: (Llegando) ¿Me llama señor Conde? ¿Qué desea su señoría?

Conde: Quisiera saber dónde te metiste. Estoy viendo que cada día te vuelves más
sordo. Tienes el oído más duro que los muros de este castillo que son de piedra
maciza. ¡Ay, ay!

Zacarías: (Confundido). ¿Cómo? El señor Conde, con perdón hablando, ¿desea un


pedazo de piedra?...

Conde: ¡Vete al diablo! ¿Ya volvió el gobernador?


Zacarías: ¿Qué dice Su Señoría?... ¿Qué tiene calor?

Conde: (Gritando) Quiero saber si llegó el gobernador.

Zacarías: Con perdón hablando… ¿el gobernador?

Conde: (Gritando aún más) El gobernador…

Zacarías: No, señor, no he sido yo. Yo estaba hablando en el vestíbulo con tres de
vuestros vasallos, que desean ver a Su Señoría.

Conde: ¡Pobre infeliz! No tienes remedio. Estás sordo como una tapia. (A Zacarías)
No te pregunto eso. ¿Volvió el gobernador? ¡No sé cómo diantres escuchas!

Zacarías: ¿Qué entren? Voy a buscarlos. (Está por salir).

Conde: Ven acá, bribón. No faltaba más que te volvieras sordo para juntarte con esa
gentuza. (Gritando al oído) Te pregunto si llegó el gobernador…

Zacarías: Si, señor, con respeto hablando…

Conde: ¡Por fin! Lo espero. Pero que pase primero esa gente, uno a uno…

Zacarías: ¿Ninguno? Muy bien…, les diré que se vayan…

(El Conde se desespera, quiere levantarse, pero da un gemido tocándose la


parte dolorida por el reumatismo.)

Zacarías: El señor Conde, con perdón hablando, ¿se siente mal?

Conde: Sí, a fuerza de gritarte me duelen los pulmones.

Zacarías: Ah, pobre, con perdón hablando. Le dolieron sólo los pies y las manos…pero
nunca los pulmones.

Conde: Deja los pulmones, y entiende de una vez. (Grita) ¡Qué pasen de a uno!

Zacarías: ¡Ah! Finalmente comprendo. Voy a llamarlos. Su Señoría habla demasiado


despacio.

Conde: ¿Cómo?

Zacarías: Comprendo… (Al público.) Tiene enfermos los pulmones. (Sale)

Conde: Si no fuese porque Zacarías es un criado fiel, lo despacharía…Pero, ¿qué haría


sin él? Es mejor un sordo que un ladrón.

Marcos: Entrando Señor Conde.

Conde: Ah, eres tú, Marcos.

Marcos: Si, señor Conde.

Conde: ¿Qué quieres? Apúrate, que no tengo mucho tiempo para escuchar tonterías.
Marcos: Señor Conde, vengo a suplicarle a Su Señoría que me perdone el impuesto de
este año.

Conde: (Furioso.) ¡La misma cantinela! Ustedes creen que yo robo la plata…

Marcos: Señor, este año usted no hizo ninguna guerra, de modo que fabriqué menos
espadas que los años anteriores.

Conde: ¿Qué me importa a mí? ¿Tú vives por mis guerras, desgraciado? ¿No tienes
otro trabajo? Si dentro de tres días no me traes el dinero, te quito la fundición. Vete y
dile al otro que pase.

Marcos: (Saliendo) Maldito usurero. Que el diablo te lleve…

Conde: Estos vasallos me han tomado por paño de lágrimas…

Rita: (Entrando) Señor Conde.

Conde: Apúrate, ¿qué quieres?

Rita: Deseo que me conceda el plazo de tres meses para pagarle el arriendo de este
año. Usted sabe que fue muy mala la cosecha.

Condesa: Te doy tres días y no más. Si no pagas, te quito el terreno. Ándate. ¿Quién
está esperando?

Rita: Marta, la esposa del guardabosque.

Condesa: Dile que pase.

Rita: Señor, por caridad os suplico…(arrodillándose)

Condesa: Ninguna palabra más. (Sale)

Rita: Viejo infame. Dios te castigue con la pobreza de un ladrón. (Sale)

Condesa: Parece que todos se pusieron de acuerdo para saquearme. ¡Canallas!


¡Asesinos!

Marta: (Entrando) Señor Conde.

Conde: Tú también vienes a pedir algo, ¿verdad? Apúrate.

Marta: Señor Conde, hace ocho días que mi hijo está en cama enfermo y no tengo ni
siquiera un centavo para pagar las medicinas. (Desesperada)

Conde: ¿Y usted cree que soy su cajero? Lo siento mucho, pero usted se equivoca.

Marta: Por Dios Santo, señor, usted no querrá que mi hijo muera.

Conde: Es inútil. Largo de aquí. Inmediatamente.

Marta: Ah, viejo avaro. ¡Qué todas mis lágrimas caigan sobre tu conciencia! (Sale).
Conde: ¡Zacarías! ¡Zacarías!

Zacarías: (Entrando) Me parece, con perdón hablando, que usted me ha llamado.


¿Qué desea?

Conde: Que no dejes entrar más a ningún vagabundo.

Zacarías: ¿Su señoría quiere viajar por el mundo?

Conde: (Furioso) Viaja tú si quieres. (Más fuerte) Te dije que no dejes pasar a
ninguno.

Zacarías: Entendí finalmente. (Al público) Tiene una voz tan suave, con perdón
hablando, que parece un zancudo.

Conde: ¿Qué te dije?

Zacarías: Qué deje entrar solo a algunos. Allí está esperando cierta Margarita. Una
vendedora de hierbas muy original.

Conde: Tonto. No entiendes nada.

Margarita: (Entrando) Buenos días, señor Conde.

Conde: ¿Quién te dijo que entraras? ¿Quién eres?

Margarita: Zacarías me hizo pasar. Yo soy Margarita.

Conde: Margarita… ¿Cuánto?

Margarita: Basta con eso.

Conde: Apúrate, ¿qué quieres?

Margarita: (Ofreciéndole unas yerbas) Curarlo de todos sus males.

Conde: ¡Cuentos! Nadie es capaz de sanarme. Ni el doctor Fermín.

Margarita: El sabio Fermín no puede sanarlo del reumatismo, porque primero debe
curarlo del corazón.

Conde: ¿Del corazón? Está muy bien mi corazón.

Margarita: No, señor Conde, vuestro corazón está muy enfermo.

Conde: ¿Qué enfermedad tiene?

Margarita: La maldad, que lo hacen insensible y duro.

Conde: (Furiosa) ¡Ah, sinvergüenza! ¡Y tienes el coraje de decir eso! ¡Vete!

Margarita: (Tirándole las yerbas) Tome estas yerbas. Mastíquelas despacio…, luego
tráguelas…
Conde: Yo no soy un caballo. ¡Vete bruja…!

Margarita: Un día me buscará, pero deberá recorrer un largo camino…(Sale)

Conde: (Gritando) Zacarías, Zacarías.

Zacarías: (Entra) Sí, se fue, con perdón hablando, o mejor dicho, desapareció…,
porque ni siquiera la vi pasar por la puerta.

Conde: (Indica el ramo de yerbas) Bótalas.

Zacarías: (Recoge el ramo) Es yerba medicinal y puede ser útil… (Prueba algunas
hojas y traga) ¡Ah! (Se pone las manos en los oídos).

Conde: (Gritando) Te dije que las botes.

Zacarías: No, no las botaré… ¿Y por qué grita de esa manera?

Conde: Porque estas sordo…

Zacarías: Usted me ofende, con perdón hablando, yo oigo perfectamente. Esta yerba
me abrió los oídos.

Conde: (Entre sí) Es verdad…, oye… Esa yerba... (A Zacarías) Pásamela. Quiero
comer un poco, aunque parezca animal… Dame, Zacarías. (Zacarías le pasa el ramo.
El conde come y se siente mejor; más todavía: totalmente sano.) ¡Mira, puedo
ponerme de pie…, camino…! ¡Estoy curado!

Zacarías: esta yerba es milagrosa. Lástima que no haya más…

Conde: (Agitada) Ve, corre, persigue a esa niña, dile que vuelva con más yerba
como ésta. Se la pagaré con monedas de oro.

Zacarías: Voy… con perdón hablando. (Gritando) ¡Margarita! ¡¡¡Margarita!!!

También podría gustarte