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2017-03-10T07:43:18-05:000000001831201703 <
https://historiaglobalonline.com/2017/03/10/que-es-la-historia-global-
hoy-en-dia-por-jeremy-adelman/>
< https://historiaglobalonline.com/wp-
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7.38.56-AM.png>
What is Global History Now? < https://aeon.co/essays/is-
global-history-still-possible-or-has-it-had-its-moment> fue
publicado originalmente en Aeon (2 de marzo de 2017).
Agradecemos al profesor Jeremy Adelman por permitirnos la
traducción de su ensayo al español para HGoL.
Bueno, fue un viaje muy corto. No hace mucho, una de las historiadoras más
reconocidas a nivel mundial, Lynn Hunt, manifestaba en su libro Writing History in the
Global Era (2014) su confianza de que un enfoque global al pasado haría por nuestra
época lo que la historia nacional hizo en el apogeo de la construcción de la nación:
esta podría, como Jean-Jacques Rousseau dijo de los arquitectos de la nación, rediseñar
a las personas desde su interior hacia afuera. Así, la historia global crearía ciudadanos
globales más tolerantes y cosmopolitas. Brindaría al pasado un espejo en el cual mirar
identidades prontas a atravesar fronteras, no muy distintas de Barack Obama, el hijo
de un padre nacido en Kenia y una madre blanca estadounidense, criado en Indonesia
y educado en una de las más prestigiosas universidades, quien se convirtió en la
imagen pasajera de nuestros desaparecidos sueños de una meritocracia sin muros.
Es difícil imaginar a Osterhammel siendo invitado a una fiesta hoy en día. En nuestro
agitado presente de la “Nación X Primero”, de reemergente etno-nacionalismo, ¿cuál
es el objetivo de recobrar pasados globales? Merkel, hija del Este, podría ser la
improbable última voz del internacionalismo de la Carta Atlántica. Dos años luego de
su cumpleaños 60, la visión de un futuro integrado a partir del cual se irradiaría
tolerancia está experimentando un veloz retroceso.
¿Qué ocurrirá con esta aproximación al pasado, uno que hasta no hace mucho
prometía reimaginar una disciplina antigua? ¿A qué se parecerán las narrativas globales
en una época de reacción anti-global? ¿El despegue de “América Primero”, “China
Primero”, “India Primero” y “Rusia Primero” significa que los sueños y el trabajo de
los historiadores globales fueron tan solo una juerga, un paseo neoliberal?
Para entender lo que fue la historia global, ayuda comprender qué fue lo que
supuestamente debía eclipsar. Era usual que, en Estados Unidos, los departamentos de
Historia tenían sus cursos centrales en áreas sobre Estados Unidos o Europa; en
Canadá, Australia y Gran Bretaña, siendo el núcleo siempre nacional. Historia
significaba historia de la nación, sus pueblos y orígenes. Cuando la historia social y
cultural hicieron su aparición, modificó el objeto de atención de los presidentes o
primer ministros a Hollywood o a los trabajadores textiles. Pero el marco continuó
siendo principalmente nacional; los historiadores aún escribían libros sobre la
construcción de la clase trabajadora inglesa, o la conversión de los campesinos en
ciudadanos franceses. Puede que hubiese un cierto toque de historiadores de Asia del
Este o América Latina en la mezcla. Con frecuencia, estos eran confinados a estudios
de área regionales o amontonados -como en mi departamento académico en
Princeton- como “historiadores no-occidentales”, definidos así por su diferencia
fundamental y colocados en dicha posición para embellecer mas no para desafiar el
canon nacional. La excepción más importante eran los estudios de las migraciones y
las diásporas, sean estas coercitivas o voluntarias. Pero incluso estos campos tendían a
posicionarse junto a los mastodontes nacionales; ahí se encontraban los cursos
panorámicos de historia estadounidense (o francesa o británica) y luego los estudios
sobre afro-americanos.
Es cierto, existió algo llamado “historia mundial”. El curso de historia mundial era por
lo general un paseo turístico por las civilizaciones que precedieron o sostenían a la
“Civilización Occidental”. La industria en torno a la “Civilización Occidental” se
remonta a los años iniciales del siglo XX. En ese entonces, enfrentados con una
peligrosa especialización, los historiadores se vieron emplazados a ofrecer una base
estructurada para el ciudadano nacional que asistía a la preparatoria. Con nombres
familiares como Arnold Toynbee y Will y Ariel Durant, esta floreció, como el resto de
la industria estadounidense, en la era dorada de la OTAN, el Sputnik y el gasto federal.
Una de sus grandes figuras fue el historia de la Universidad de Chicago William H
McNeill, autor de History of Western Civilisation: A Handbook (1949). A medida que
“Civilización Occidental” se convertía en una reliquia en los años 60s, era reemplazada
por “historia mundial” o “civilizaciones mundiales”, las cuales explicaban el Triunfo
del Occidente y, por extensión, la Decadencia del Resto del Mundo. El épico libro de
McNeill, The Rise of the West (1963) era el portador de alto nivel de este tipo de
perspectiva de un pasado planetario compuesto por bloques de civilizaciones
compitiendo por la supremacía global. Esto no era historia global, aún cuando
posteriores historiadores globales hincaran el diente estudiando otras civilizaciones.
En su lugar, era la historia que permitía explicar el Resto del Mundo en función de
Occidente.
Hacia los años 1980, no cabía duda de que el Resto del Mundo era sinónimo de
declive, o del despegue de Occidente. El Resto del Mundo, para algunos, se convirtió
en la nueva amenaza para definir el propósito de Occidente. The Clash of Civilizations
and the Remaking of World Order (1996), de Samuel Huntington, ofrecía un contrapunto
a la emergente bravuconería del heroísmo de un mundo unidimensional. De acuerdo a
Huntington, la perspectiva antagonista, competitiva y oscura del acercamiento de las
civilizaciones-mundo se mantenía como la fuerza que impulsaba la historia. No se
engañen, sostenía: la caída del Muro de Berlín solo es el anuncio de un conflicto más
antiguo y profundo. Ese mensaje tiene nuevas resonancias con el del estratega en jefe
de la Casa Blanca, Steve Bannon, y sus profecías sobre la inevitable colisión del
“Occidente judeo-cristiano” con el Oriente jihadista. “Hay una guerra mayor que se
está preparando, una guerra que ya es global”, dijo frente a una audiencia en 2014.
“Cada día que evitamos mirar esto como lo que es, y la escala y ferocidad que implica,
será un día que ustedes podrán dictaminar que no hicimos nada”.
La historia global no significó contar todo lo que ocurría en el mundo. Lo que era
global no era el objeto de estudio sino el énfasis en las conexiones, la escala y por
encima de todo, la integración. Incluso las naciones y las civilizaciones eran más el
Todas las narrativas son selectivas, moldeadas tanto por lo que excluyen como por lo
que incluyen. Pese a los mantras de integración y la inclusión a un nivel planetario, la
historia global trajo su propia segregación, comenzando por el lenguaje. Los
historiadores que trabajaban a través de las fronteras combinaron su modo de
comunicación de modo tal que creó nuevas barreras; en la búsqueda por cohesión
académica, el inglés de volvió la lengua global (Globish). La historia global no sería
posible sin la globalización del inglés. En un reciente taller en Tokio, me asombré
cómo historiadores italianos, chinos y japoneses intercambiaban ideas y sake en una
lengua franca. Pero este tipo de horizontalidad puede enmascarar a su vez una nueva
jerarquía lingüística. Es una de las paradojas de la historia global que la fuerza para
vencer al eurocentrismo haya contribuido asimismo a la anglicización de las vidas
intelectuales alrededor del mundo. A medida que el inglés se convertía en la lengua
global, había menos incentivos para aprender nuevos idiomas, la clave indispensable
para acercarse unos a otros. De acuerdo a un informe de la Asociación de Lenguas
Modernas (MLA por sus siglas en inglés) de 2015, los hablantes de lenguas extranjeras
El retroceso en aprender a hablar unos con otros refleja a su vez un problema más
amplio. Pese a haber abrazado la historia global, hay evidencia de que el giro global no
contribuyó a levantar el perfil del Resto del Mundo. En una encuesta realizada en 2013
a 57 departamentos de historia en el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá, Leke
Clossey y Nicholas Guyatt muestran que los historiadores se mantuvieron muy
cercanos a Occidente después de todo. En Reino Unido, 13% de los historiadores
estudian el mundo no occidental. ¿El dato más doloroso? Asia del Este tiene solo
1.9% de todos los puestos académicos en Historia en el Reino Unido. En Estados
Unidos, la cifra es alrededor del 9%. Aún en Estados Unidos, menos de un tercio de
los historiadores están interesados en el mundo más allá de Occidente. Si algunos
críticos estaban comenzando a irritarse por la usurpación del Resto del Mundo en el
canon de Occidente, no tienen nada de qué preocuparse. “Estamos abrumadoramente
preocupados en nosotros mismos”, concluían Clossey y Guyatt. Para justificar el
Brexit, la Primer Ministro de Reino Unido, Theresa May, anhela una “Bretaña Global”
(como si Europa no fuese parte del globo), pero los historiadores británicos siguen
mirando hacia el interior; 41% de historiadores en Reino Unido estudia Bretaña e
Irlanda, hogar del 1% de la población mundial. La Universidad de Oxford, mi alma
mater, suspendió su cátedra en historia latinoamericana, la última de su especie en
Reino Unido. Fuera de la esfera anglosajona, las cosas están peor. En las universidades
de habla alemana hay solo cinco profesores de historia africana. En Japón, estudiar el
pasado no-japonés y no-oriental significa enviar de todos los departamentos de
Historia a enseñar sobre el Otro en los márgenes de la disciplina matriz.
¿Qué debemos hacer con todo esto? Primero, las esperanzas de contar con narrativas
cosmopolitas sobre ‘encuentros’ entre Occidente y Resto del Mundo condujo a
algunos intercambios de una sola vía sobre la forma de lo global. Es difícil no concluir
que la historia global es otra invención anglófona para integrar al Otro en una
narrativa cosmopolita según nuestros propios términos. Algo así como la expansión
de la economía mundial.
En segundo lugar, hasta cierto punto, la historia global suena como historia hecha para
la hoy difunta Clinton Global Initiative, una lustrosa empresa de alto perfil que
enfatizaba la ausencia de fronteras y las narrativas sobre las cosas que nos unían de
manera cosmopolita, a la cual la historia global le daba a la globalización un rostro
humano. Privilegiaba el movimiento antes que el espacio, las historias que conmovían
frente a los relatos de quienes fueron relegados, las narrativas sobre otros para quienes
La historia global prefiere una escala que refleje su anhelo interior cosmopolita. Ha
creado de manera implícita lo que la socióloga Arlie Russel Hochschild en Strangers in
their own Land (2016) ha llamado “muros de empatía” entre liberales itinerantes y
aquellos provincianos afincados en su localidad. Elegir lo global significa con
frecuencia perder contacto con -para tomar prestado otra de su bons mot– “historias
profundas” de resentimiento sobre pérdida y amenaza a los vínculos locales. Las viejas
narrativas patrióticas habían atado a las personas con un sentido de unidad. Las nuevas
y cosmopolitas narrativas globales atraviesan dichas barreras. Pero a su vez disuelven
los vínculos de los pobladores a un sentido de lugar en el mundo. En un clima político
dominado por marchar contra el Leviatán gubernamental, los grandes bancos, los
mega-tratados con oscuros acrónimos como TPP, y los distantes burócratas, la
pretenciosa motivación de reemplazar historias profundas con historias globales de
conexión a la distancia estaba determinada a enfrentar límites. En el revuelo de hacer
de los Otros parte de nuestras historias, creamos de manera inesperada un nuevo
grupo de extraños en casa.
posiblemente todas las narrativas de convergencia cosmopolita- dejan fuera del relato:
iluminar ciertos rincones de la Tierra significa dejar otros a oscuras. El relato de los
globalistas ilumina a unos en perjuicio de otros, aquellos que son dejados de lado, los
que no pueden moverse y aquellos que quedan inertes porque la luz no los alumbra
más.
Para ganar una mejor perspectiva de las dinámicas y resistencias a la integración, para
dar tanta visibilidad a la separación, la desintegración y la fragilidad como lo hemos
hecho con las conexiones, la integración y la convergencia, vamos a tener que
deshacernos de las narrativas que presentan a la Tierra como plana y de las ideas de
predestinación global de una vez por todas. Vamos a tener que responder por cuánta
más interdependencia puede llevar a más conflicto, como por ejemplo, pese al
creciente comercio e intercambio estudiantil entre China y Japón, puede llevar a
Beijing a anunciar (como lo hizo en 2014) a establecer dos nuevos feriados nacionales
para conmemorar a las víctimas de las agresiones japonesas entre 1937 y 1945.
Durante el ciclo en auge de la globalización, era muy fácil de pasar por alto las
divisiones. Cuando las economías se desplomaban, y la fatiga de la globalización se
comenzaba a instalar, el velo transparente se corrió. Ello no hace a la historia global
menos urgente. Al contrario. Una de las ironías es que el movimiento anti-globalista
está inmerso en redes transnacionales de adoración mutua. El día después al plebiscito
del Brexit, Trump viajó a Reino Unido para reabrir su club de golf. Los británicos
“habían recobrado su país”, dijo frente a los micrófonos, para luego volver a su hogar
y hacer que América Sea Grande Otra Vez. El entusiasmo de Le Pen por Trump es de
sobra conocido. Fyodor V Biryukov, líder de Rodina, el Partido ruso de la Patria, llamó
a la multitud “una nueva revolución global”. Debemos recordar que fue la crisis
financiera global de 2008-2009 lo que dañó más las esperanzas de quienes soñaban
con un mundo unido, proveniente del sector que ha ido más lejos en la tarea de unir a
los de Occidente con los del Resto del Mundo y en crear enormes divisiones en casa:
la banca.
< https://historiaglobalonline.com/wp-
content/uploads/2017/03/ja.jpg> Jeremy
Adelman es profesor de la Universidad de
Princeton y ocupa la cátedra Henry Charles Lea
además de dirigir el Laboratorio de Historia
Global en dicha Universidad. Sus últimos libros
son Wordly Philosopher: The Odyssey of Albert O.
Hirschmann (2013) y es co-autor en Worlds Together,
Worlds Apart (Cuarta edición, 2014).
By José Ragas
Soy Ph.D. en Historia por la Universidad de California, Davis. Actualmente me
desempeño como Profesor Asistente en el Instituto de Historia de la
Universidad Católica de Chile. Anteriormente he sido Mellon Postdoctoral
Fellow en el Departament of Science & Technology Studies en Cornell
University y Lecturer en el Program in the History of Science and History of
Medicine en Yale University.
Para conocer más sobre mis investigaciones, pueden visitar mi perfil <
http://sts.cornell.edu/people/ragas.cfm> o visitar mi website personal:
joseragas.com < http://joseragas.com> .