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LA POBREZA EN EL PERÚ

Más de un millón y medio de peruanos en pobreza extrema, según INEI. La


pobreza monetaria el 2020 afectó al 30,1% de la población, incrementándose
en 9,9 puntos porcentuales respecto al año anterior. La pobreza ha retrocedido
5, 12 y 13 años en el área rural, urbana y en Lima, respectivamente.

El gran aumento de la pobreza en la década de 1980 se debe principalmente a


los efectos de las políticas macroeconómica y laboral sobre los ingresos de las
familias, y no al comportamiento de las familias.

En la población infantil y adolescente, la incidencia de la pobreza es alta, pues


la falta de recursos en los hogares pobres suele estar asociada con situaciones
de riesgo específicas para esta población, tales como la desnutrición, el
abandono escolar o la falta de acceso a servicios médicos.

Entre las consecuencias directas de la pobreza ya hemos señalado el hambre y


la desnutrición, pero existen otras muchas manifestaciones.
La pobreza también afecta a la salud de las personas. A día de hoy, todavía hay
6 millones de niños y niñas que mueren cada año en el mundo antes de cumplir
5 años.

El nivel de pobreza es alto y se encontró asociada a un mayor riesgo y


daño familiar, especialmente para condiciones como malnutrición y problemas
de salud mental. Se deben realizar intervenciones en las familias, sobre todo en
las pobres, y aplicar medidas que modifiquen sus determinantes sociales de
mala salud.

La pobreza es una situación en la cual no es posible satisfacer las necesidades


físicas y psicológicas básicas de una persona, por falta de recursos como la
alimentación, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria, el agua potable o
la electricidad.
Una mejor protección social puede ayudar a los pobres a administrar mejor los
riesgos, fortalecer sus medios de vida, y mejorar la educación y salud de sus
hijos. Por lo tanto, no sólo ayudará a acelerar la erradicación de la pobreza y del
hambre, sino también a reducir las disparidades en las oportunidades de vida.
Si no ahorramos estaremos condenados a una creciente población en pobreza y
cada día más vieja. Y no me refiero tanto a personas y empresas –que ya
sostienen el poco ahorro que tenemos–, sino al gobierno.

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