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La Presentacio N de Uno Mismo en La Vida Cotidiana
La Presentacio N de Uno Mismo en La Vida Cotidiana
En esta lectura de 1959, Erving Goffman introduce lo que se ha pasado a llamar el enfoque
«dramatúrgico» al estudio de la interacción social (llamada así porque, en efecto, observa la vida
social como un teatro). El enfoque de Goffman es en lo que ocurre cuando la gente está en la
presencia de otros, en cómo representan sus papeles. Como verás, desde el punto de vista de
Goffman, la interacción social rutinaria es un esfuerzo cooperativo entre el actor social y su
audiencia. El actor puede representar un papel, pero frecuentemente requiere la complicidad de la
audiencia.
Pasemos ahora del punto de vista de los demás al punto de vista del individuo que se
presenta ante ellos. Él puede desear que tengan una alta opinión de él, o que piensen que él
tiene una gran opinión de ellos, o que perciban cómo se siente en verdad sobre ellos, o que
no obtengan una impresión clara; él podría desear asegurar suficiente armonía para que la
interacción pueda mantenerse, o defraudarlos, deshacerse de ellos, confundirlos,
engañarlos, antagonizarlos o incluso insultarlos. Sin importar el objetivo particular el cual
tenga el individuo en mente y su motivo para tener este objetivo, tendrá el interés de
controlar la conducta de los otros, especialmente su tratamiento responsivo. Este control se
logra, en gran parte, influyendo en la definición de la situación que los otros llegan a
formular y puede influenciar esta definición expresándose él mismo de tal manera que les
dé la clase de impresión que los llevará a actuar voluntariamente de acuerdo con su propio
plan. De este modo, cuando un individuo aparece en presencia de otros, habrá por lo
general alguna razón para que movilice su actividad de modo que transmita una impresión
que le interese transmitir a otros. Debido a que las compañeras de dormitorio de una niña
obtendrán evidencias de su popularidad a partir de las llamadas que recibe por teléfono,
podemos sospechar que algunas niñas harán arreglos para que se realicen llamadas, y el
hallazgo de Willard Waller (n. d., 730) puede ser anticipado:
Varios observadores han reportado que una niña que es llamada al teléfono en los
dormitorios, a menudo se permitirá ser llamada varias veces, con la intención de darle a las
otras niñas amplia oportunidad de oírla ser llamada.
Pero, en cualquier caso, se cuidó de no llamar la atención de nadie. Primero que nada, debía
dejar claro a esos potenciales compañeros de sus vacaciones que no le preocupaban en lo
absoluto. Miró a través de ellos, a su alrededor, por encima de ellos, con los ojos perdidos
en el espacio. La playa podría estar vacía. Si por casualidad una pelota caía cerca de él, se
sorprendería; luego dejaría que una sonrisa de asombro iluminara su cara (amablemente
Preedy), miraría a su alrededor aturdido para ver que había gente en la playa, la arrojaría
para atrás con una sonrisa para sí mismo y no para la gente, y luego continuaría de forma
descuidada su indiferente observación del espacio.
Pero era tiempo de instituir un pequeño desfile, el desfile del Preedy ideal.
Mediante manipulaciones taimadas, dio la oportunidad de leer el título de su libro a
cualquiera que quisiera mirar —una traducción en español de Homero, clásica pero no
atrevida, cosmopolita también— y después colocó juntas sus cosas y su bolso en una pila
resistente a la arena (metódico y sensible Preedy), se levantó despacio para estirar con
soltura su enorme cuerpo (Preedy el gato gordo), tiró a un lado sus sandalias
(despreocupado Preedy, después de todo).
El novelista busca que veamos que Preedy está indebidamente preocupado con las extensas
impresiones que siente que su mero movimiento corporal está emitiendo a quienes lo
rodean. Podemos calumniar aún más a Preedy asumiendo que ha actuado solo para dar una
impresión particular, que esta es una falsa impresión y que los demás presentes reciben
ninguna impresión, o peor aún, la impresión de que Preedy está afectadamente intentando
causarles que reciban esta particular impresión. Pero el punto importante aquí es que el tipo
de impresión que Preedy piensa estar haciendo es, de hecho, el tipo de impresión que otros
correcta e incorrectamente recogen de alguien entre ellos.
He dicho que cuando un individuo aparece ante otros, sus acciones influirán la
definición de la situación en la cual están inmersos. A veces el individuo actuará en una
manera minuciosamente calculadora, expresándose de una manera dada solo para dar el
tipo de impresión a otros que, de forma probable, evocará en ellos una respuesta específica
la cual le interesa obtener. Algunas veces, el individuo estará calculando en su actividad,
pero estar relativamente inconsciente de esto. Otras veces, se expresará intencional y
conscientemente de una forma particular, pero sobre todo porque la tradición de su grupo o
estatus social requiere este tipo de expresión y no por alguna respuesta en particular (aparte
dela vaga aceptación o aprobación) la cual es posible evocar de aquellos impresionados por
su expresión. Algunas veces las tradiciones del rol de un individuo lo conducirán a dar una
impresión bien diseñada de un tipo particular y, aun así, no estar ni consciente ni
inconscientemente dispuesto a crear tal impresión. Los otros, a su vez, pueden estar
impresionados de manera adecuada por los esfuerzos del individuo para transmitir algo, o
incluso pueden malinterpretar la situación y llegar a la conclusión de no estar garantizados
ni por los intentos del individuo ni por los hechos. De cualquier modo, mientras los ortos
actúen como si el individuo hubiera transmitido una impresión particular, podríamos tomar
una perspectiva funcional o pragmática y decir que el individuo ha proyectado de forma
efectiva una definición dada de la situación y, de igual manera, fomentado la compresión de
que se obtiene un determinado estado de asuntos.
Dado el hecho de que es probable a los otros verificar los más controlables aspectos
de comportamiento por medio de los menos controlable, uno puede esperar que algunas
veces el individuo intentará explotar esta posibilidad, guiando la impresión que él hace a
través de su comportamiento, el cual sintió estaba informando de manera confiable. Por
ejemplo, en ganar admisión en un círculo social estrecho, el observador participante no solo
puede mostrar una mirada de aceptación mientras escucha a un informante, sino también
ser cuidadoso en emplear la misma mirada cuando observa al informante hablar con otros;
en tal caso, los observadores del observador no descubrirán con facilidad en dónde se
posiciona. Una ilustración específica de las islas Shetland puede traerse a colación. Cunado
el vecino entra para tomar una taza de té, normalmente mostraría al menos un indicio de
una cálida sonrisa expectante cuando pasara por la puerta de la casa. Debido a la falta de
obstrucciones físicas fuera de la cabaña y la falta de luz dentro de ella generalmente era
posible observar al visitante sin ser observado mientras se acercaba a la casa, los isleños a
veces disfrutaban viendo al visitante cambiar cualquier expresión que estuviera
manifestando y reemplazarla con una sociable. justo antes de llegar a la puerta. Sin
embargo, algunos visitantes, al apreciar que se estaba produciendo este examen, adoptarían
ciegamente un rostro social a gran distancia de la casa, asegurando así la proyección de una
imagen constante.
Este tipo de control por parte del individuo restablece la simetría del proceso de
comunicación y prepara el escenario para una especie de juego de información, un ciclo
potencialmente infinito de ocultamiento, descubrimiento, falsa revelación y
redescubrimiento. Debe agregarse que, dado que es probable que los demás no sospechen,
de forma relativa al menos, del aspecto presumiblemente no guiado de la conducta del
individuo, éste puede ganar mucho si lo controla. Los demás, por supuesto, pueden sentir
que el individuo está manipulando los aspectos presumiblemente espontáneos de su
conducta y buscar en este mismo acto de manipulación algún matiz de conducta que el
individuo no ha logrado controlar. Esto nuevamente proporciona una verificación sobre el
comportamiento del individuo, esta vez su comportamiento presumiblemente no calculado,
restableciendo así la asimetría del proceso de comunicación. Aquí solo me gustaría añadir
la sugerencia de que las artes de penetrar el esfuerzo de un individuo en la
unintencionalidad calculada, parecen estar mejor desarrolladas que nuestra capacidad para
manipular nuestro propio comportamiento, por tanto, sin importar cuántos pasos hayan
ocurrido en el juego de la información, es probable que el testigo tenga ventaja sobre el
actor, y es probable que se mantenga la asimetría inicial del proceso de comunicación.
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Una interacción puede configurarse de forma deliberada como un momento y un lugar para expresar las
diferencias de opinión, pero en tales casos los participantes deben ser cuidadosos de estar de acuerdo en no
estar en desacuerdo con respecto al tono de voz apropiado, vocabulario y grado de seriedad en el que todos
los argumentos deben ser expresados y sobre el respeto mutuo que los participantes en desacuerdo deben
como «un consenso de trabajo». Debe entenderse que el consenso de trabajo establecido en
un entorno de interacción será bastante diferente en contenido del consenso de trabajo
establecido en un tipo diferente de entorno. De este modo, entre dos amigos a la hora del
almuerzo, una recíproca muestra de aprecio, respeto y preocupación por el otro es
mantenida. En las ocupaciones de servicio, por otro lado, el especialista a menudo mantiene
una imagen de participación desinteresada en el problema del cliente, mientras que el
cliente responde con una muestra de respeto por la competencia e integridad del
especialista. No obstante, a pesar de tales diferencias en el contenido, la forma general de
estos arreglos de trabajo es la misma.
cuidadosamente continuar expresando el uno al otro. Esta definición académica o de los debatistas de la
situación situación también puede ser invocada repentina y juiciosamente como una forma de traducir un
grave conflicto de puntos de vista, en uno que pueda ser manejado dentro de un marco aceptable para todos
los presentes.
de un nivel socioeconómico más bajo que él de su cliente. W. F. Whyte (1946, 132-133)
propone a la camarera como un ejemplo:
Nunca debes dejar que tomen la ventaja o estarás acabado. Por eso empiezo haciéndome el
duro. El primer día en el que comienzo una nueva clase, les dejo saber quien es el jefe…
debes empezar siendo duro, después puedes suavizarte a medida que pasa el tiempo. Si
empiezas siendo indolente, cuando intentes mostrarte serio, solo se reirán. (citado en Becker
n.d., 459).
De manera similar, los asistentes en las instituciones mentales, pueden sentir que si el
nuevo paciente está puesto de forma brusca en su lugar el primer día de su guardia y le hace
ver quién manda, futuras dificultades serán prevenidas (Taxel 1953).
Además del hecho de que se toman precauciones para evitar la interrupción de las
definiciones proyectadas, también podemos notar que un intenso interés en estas
interrupciones llega a desempeñar un papel importante en la vida social del grupo. Se
juegan bromas pesadas y juegos sociales en donde las vergüenzas que deben tomarse sin
seriedad se diseñan deliberadamente. Se crean fantasías en las cuales ocurren exposiciones
devastadoras. Anécdotas del pasado —real, bordado o ficticio— se cuentan y se vuelven a
contar, detallando las interrupciones que ocurrieron, casi ocurrieron u ocurrieron y se
resolvieron admirablemente. No parece haber agrupación que no tenga a mano estos juegos,
ensoñaciones y cuentos con moraleja, para utilizarlos como fuente de humor, catarsis de las
angustias y sanción para inducir a los individuos a ser más modestos en sus afirmaciones y
razonables en sus expectativas proyectadas. El individuo puede contarse a sí mismo a través
de sueños de meterse en posiciones imposibles. Las familias cuentan la vez que un invitado
mezcló sus fechas y llegó cuando ni la casa ni nadie en ella estaba lista para él. Los
periodistas hablan de momentos en que ocurrió un error de imprenta demasiado
significativo y la suposición de objetividad o decoro del periódico fue desacreditada con
humor. Los servidores públicos relatan ocasiones en que un cliente malinterpretó de forma
ridícula las instrucciones del formulario y dio respuestas que implicaban una definición
imprevista y extraña de la situación (Blau n.d., 127-129). Los marineros, cuyo hogar lejos
del hogar es rigurosamente masculino, cuentan historias de volver a casa y, sin darse
cuenta, pedirle a la madre que «pase la maldita mantequilla» (Beattie 1950, 35).
Diplomáticos cuentan la vez que una reina miope preguntó a un embajador republicano por
la salud de su rey… (Ponsonby 1952, 46).