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Pero si no hay realidad, ¿qué es lo que hay? ¿Qué es, en definitiva, la vida, el Ser?
Nietzsche considera que el fondo último de lo que llamamos realidad, es algo que está
en constante cambio y movimiento. No es una cosa que pueda ser representada con
una palabra. No es una realidad, en el sentido de algo definido de una vez y para
siempre, tal como lo hace la metafísica, no es un “esto” que pueda señalarse, no es una
sustancia.
La vida, que es el fondo último de todas las cosas, no es NADA en-sí misma, la vida o el
Ser se define más como un FLUJO, siempre diferente, antes que como una cosa que
siempre es igual e idéntica a sí misma.
Un filósofo griego del siglo VI a. C., Heráclito de Éfeso, dijo: “No se puede entrar dos
veces al mismo río”. Nietzsche, que admira a Heráclito, decía que la vida podía
entenderse como un devenir, esto es, como un cambio perpetuo que nunca se
detiene. Por otro lado, podemos definir a la vida no como una sustancia (como algo
que es, un ente, una cosa, recordemos la definición de sustancia que dimos en la clase
sobre Descartes), sino como poder o potencia. La vida es la potencia de ser, la potencia
de ser esto o aquello, la vida es pura posibilidad, la posibilidad de ser. La vida se debe
definir como eso que podría llegar a ser; cuando la definimos como “la vida es…” la
estamos reduciendo, encausando, limitando, encerrando (ya que decimos: la vida es
esto, y por lo tanto no es aquello).
Aquí Nietzsche propone una concepción distinta a la tradición del ser. Para la tradición
hegemónica, el ser era la sustancia: un ser contenido en-sí mismo, de-terminado,
cerrado, definido, permanente, idéntico e inmutable. Para Nietzsche, esas son todas
características que debilitan al ser. Por el contrario, el ser no se define por sus límites
fijos, por sus fronteras, por lo estable, sino por su poder. El ser es poder o potencia y,
como tal, no es algo que esté definido o determinado.
Entonces, como no hay una realidad, y la vida está en constante cambio, y es una
multiplicidad de posibilidades, las palabras del lenguaje no nos sirven completamente
si queremos dar cuenta de ella. ¿Por qué? Nietzsche dice: “No nos libraremos de Dios
hasta que no nos hayamos librado de la gramática”. Hay que emplear otro tipo de
lenguaje para hablar de la vida o de la realidad. Los conceptos y las palabras describen
a la realidad estática, como si esta fuera una cosa de-terminada de una vez y para
siempre. Por este motivo, el lenguaje de Nietzsche no intenta representar, a modo de
una imagen o de un espejo, una supuesta realidad. El lenguaje niezscheano es un
lenguaje que, para dar cuenta de esa experiencia de la vida, utiliza constantemente
nuevas metáforas, máscaras, que no describen una realidad, sino que son medios
provisorios, inventados, ficciones, para expresar a las potencias de la vida, a las
infinitas posibilidades de ser de la vida. Lo que nos dice Nietzsche es que el ser o la vida
no están en cada una de esas ficciones o máscaras, sino que ellas son partes del ser,
posibilidades que bajo ningún concepto lo abarcan completamente ni lo agotan.
Dios ha muerto
Nietzsche dice: “Dios ha muerto”. En este caso, Dios quiere decir arkhé y lo que ha
muerto, para él, es la idea de que existe un principio primero explicativo, un
fundamento último, una única razón de ser de las cosas. La realidad no tiene
fundamento, suelo, sostén; la realidad es algo desfondado, no es un Grund (suelo) sino
un Ab-Grund (abismo). No hay una arkhé que explique a todas las cosas, no hay un
único sentido para las cosas. Nietzsche dice: “La realidad está desfondada”. ¿Qué
quiere decir esto? Que la realidad es un abismo. Al no haber un fundamento único a
partir del cual se origina y se levanta la realidad, lo que hay es un abismo o fondo sin
fondo o flujo en constante movimiento. Recordemos que en toda la historia de la
metafísica se trató de encontrar un suelo firme, permanente, que sostuviera a cambio
y la multiplicidad.
Al no haber origen primero, según Nietzsche, el hombre inventa, ficciona diferentes
sentidos, creencias, etc., que sirven como puentes para transitar ese abismo. El
conjunto de todas las creencias, de la moral, de los ideales, de los valores, de los
saberes, etc., es lo que el hombre inventa para no caer en ese abismo.
No hay una forma de sentir, de vivir, porque no hay una realidad y la gente construye
puentes para poder transitar por abismos. Esto ocurre así y según Nietzsche debe
ocurrir así, de lo contrario la alternativa es tirarse por ese abismo, es decir, la muerte, y
eso es contrario a la propia vida. La muerte es destrucción, la vida o el Ser es, por el
contrario, construcción, invención, ficción. Sin embargo, existen construcciones que
son contrarias a la vida por negar el carácter ficcional, perspectivístico, provisorio de
toda construcción, y esta es la crítica de Nietzsche a la Metafísica.
La Metafísica ficciona teorías y concepciones que pretenden ser la verdad completa y
total acerca de la vida o de la realidad. Además, la metafísica supone que esas
representaciones son únicas y permanentes (cada teoría considera que es la verdad
sobre una realidad, entendida, como ya vimos, como algo estático, definido de una vez
y para siempre). Esto trae un debilitamiento de la potencia de la vida, un
empobrecimiento. Si la vida es potencia ilimitada, pura posibilidad, si uno vive en una
cultura metafísica vive una vida empobrecida, hachada, que obtura y niega todos los
otros sentidos posibles de la misma, porque si sigo uno sólo me quedo estancado en
un tipo de vida llana, chata (la rutina gris y cotidiana).
En general, en la historia de la humanidad, la vida ha tenido expresiones pobres, se ha
vivido así, como si la vida fuera “esto y nada más”, como si “siempre ha sido así”, lo que
supone pensar que no hay otras formas posibles de vivir, otros sentidos posibles.
Pensar en otra forma de vida es pensar de una manera diferente, pensar que otra vida
diferente es posible, como si pudieran existir tantos tipos de vida como se nos
ocurriera. Sin llegar a ser esto un desorden o un caos (en donde cada uno seguiría sus
propias ideas, sus propios valores, sus propias reglas), sí se trata de pensar a la vida
como algo en donde muchas vidas son posibles.
Estos nombres no pretenden, como dijimos, representar algo de la realidad (un ‘esto’,
una sustancia determianda), sino que son medios distintos y cambiantes para expresar
dos grandes modos de ser: el afirmativo y el negativo.
Cosas. En cuanto al término «cosa»: es un ser entendido como teniendo una esencia
en sí mismo, como si fuera algo siempre idéntico. «Cosa» es sinónimo de «sustancia».
Repitamos una vez más su definición. Una sustancia es una cosa que se autoexplica y
que es entendida en-sí y por-sí misma. Una sustancia es una cosa entendida como
independiente del resto. El fundamento o la esencia del ser está contenido en sí
mismo, lo que quiere decir que las cosas tienen una esencia que las de-termina (y
recordemos que una esencia viene a ser una especie de arkhé, por lo tanto,
permanente, inmóvil, siempre idéntica, una, etc.). Si se quiere entender qué es una
mesa, no tengo que recurrir a la silla o los lápices que están sobre ella, ya que la mesa
“contiene en sí misma” la esencia de mesa que la hace ser lo que es.
1
Dice el Génesis: “A la mujer le dijo: multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor
parirás a tus hijos; y a tu marido será tu deseo, y él se ensoñeará de ti” (Gén. 3, 16).
Supongamos, entonces, una mujer que es madre soltera. Dentro de la esencia está la
necesidad de estar con un esposo si se es madre, incluso bajo la tutela de algún varón
en términos generales. Una madre soltera sería como un dibujo al cual le faltara un
numerito: quedaría incompleto, sin terminar, imperfecto, en falta. Una madre soltera
es una mujer imperfecta, incompleta.
1. ¿qué quiere decir de-terminado? En filosofía, esto supone una forma de ser
definida por unos límites inmutables. Algo determinado supone un conjunto de
características que se dan necesariamente de alguna otra cosa y que define los
límites de ese ser de manera cerrada, clausurada, suturada. Es algo que está
pre-determinado, delimitado, algo que tiene su razón de ser o su causa en algo
distinto y anterior, externo a él, que lo “obliga” o lo “determina” a ser una cosa
delimitada, acabada, terminada
2. En realidad, no toda cosa determinada es necesaria, pero en una concepción
metafísica sí. La relación de determinación es una relación necesaria.
Necesariamente las cosas son como son. Esto es: “si A entonces B” (si pasa esto
necesariamente pasa esto otro, A es causa, de B que es efecto).
Todo esto define a la realidad como un estado de cosas. Hay que entender que en una
concepción como esta existe PRIMERO algo que le da existencia a otra cosa, primero
está la esencia y luego la existencia. La esencia no es otra cosa que ese conjunto de
características, siempre universales y necesarias que encierra a un ser, que de-termina.
La existencia está de-terminada necesariamente, encerrada en un espacio interior.
Dioniso
Para la mitología griega, era un dios vinculado con lo siguiente:
1. extranjero: Dioniso es un dios extranjero, un dios que venía desde otro lugar,
desde un afuera (de las fronteras griegas), un dios que venía del exterior.
Dioniso es un dios otro, un dios de la otredad, de la diferencia, del margen más
allá del límite
2. exceso: es el dios que introduce el vino en la cultura. Según cuenta su mito, los
griegos tienen el vino porque Dioniso se los ha dado. Por otro lado, es el dios de
la orgía y del éxtasis. El éxtasis es estar fuera de sí (diferente al en sí mismo o a
la interioridad propia de la metafísica: ver qué es sustancia y esencia),
nuevamente, más allá de las propias fronteras de la identidad.
3. dios del Afuera: sus rituales se realizaban en los márgenes de la ciudad, en los
márgenes en donde se consideraba que se desarrollaba la vida salvaje y
bárbara.
4. dios del teatro y de la tragedia: dios de las máscaras, de la experiencia trágica,
las máscaras, identidades intercambiables, provisorias que toma el actor para
pasar por múltiples formas de vida.
Cuando Nietzsche habla del «superhombre», del «aristócrata», del «poderosos», etc.,
no habla de cosas que podríamos encontrar en la realidad; ninguno de los conceptos
de Nietzsche apunta a algo real, sino que son formas de expresar a momentos de la
vida, a formas de ser del Ser. Ej.: el espíritu libre: uno no es un espíritu libre, como si se
trata de un tipo de vida definida, como si se tratara de un tipo de ser humano, sino que
uno tiene momentos de libertad, raptos de libertad, experiencias de libertad que
pasan, que nos pasan, pero nunca que son en sentido sustancial. Nietzsche nos habla
de las cosas que nos pasan, no de lo que somos, y lo que pasa es: por un lado, algo que
acontece, que viene y se va, y algo que uno experimenta, que uno siente. Algo que
pasa es un movimiento, un flujo que nos atraviesa, pero que no nos de-termina (ya que
eso supondría definirnos de una vez y para siempre). Hay momentos que nos ponen
en contacto con algo intensivo, desbordante, extático, que nos supera; y hay otros
momentos en que nos vinculamos con la debilidad, tranquilidad, en donde nada pasa,
sentimos decadencia, insignificancia. Los términos que vimos antes en las dos
columnas intentan expresan esas cosas que nos pasan, y no hablar de cosas reales.
1. Nihilismo decadente. Camello. Con respecto al camello, podemos decir que se trata
del tipo de hombre que vive bajo la metafísica, el hombre débil que se refugia en los
Ideales y que niega esta vida. Es el tipo de existencia decadente, empobrecida, gris. Se
trata de la vida metafísica, que considera que existe una realidad más allá de esta,
estable y verdaderamente real.
Monotonoteísmo. El hombre decadente es el hombre que se refugia en el ideal, es el
hombre del «monotonoteísmo» y de la «ilusión óptico-moral». El monotonoteísmo
alude irónicamente al carácter teológico de la metafísica; esto es, cómo en última
instancia, cada nueva arkhé propuesta no es otra cosa que un ser con las mismas
características de Dios: uno, permanente, eterno, etc. La historia de la metafísica se
vuelve así monótona, postulando siempre esa misma idea de que el verdadero ser es
uno y no múltiple.
Ilusión óptico moral. Se trata de la concepción metafísica que piensa que existe un
fundamento para todas las cosas y que, además, podemos tener una imagen o
representación de él. Se trata de una ilusión porque ya sabemos que todo es, en primer
lugar, una ficción. Una ficción que nos dice que podemos ver con nuestro intelecto a la
arkhé.
Por otro lado, es una ilusión óptico moral porque la metafísica considera que la arkhé
es fuente tanto del Ser como del Bien (Dios es el Ser y el Bien), de donde la falta en el
ser es entendida también como una falta de bien, esto quiere decir que la falta es tanto
ontológica como moral. La ilusión óptico-moral alude a la ilusión de creer que el
fundamento de todas las cosas puede ser conocido y representado. Así, podemos “ver”
al fundamento, tener una imagen de él, representárnoslo. La arkhé no sólo es el
verdadero ser, sino que también es el fundamento de la moral, de tal forma que todos
los seres que se alejen de él se alejan al mismo tiempo del bien. Ese Ser que creemos
conocer (ilusión) y del cual decimos tener un conocimiento representativo (óptico) es
fundamento ontológico y moral a la vez (moral).
Retomando nuestro ejemplo de la mujer en la Edad Media, podemos decir que la
mujer que es madre soltera está en falta ontológica, su ser es menos pleno, pero
también en falta moral porque vive en el pecado.
El espíritu libre es el que debe cortar con todas las cadenas. Y no porque ellas en
particular tengan algo de malo o porque sean falsas frente a otras supuestas
verdaderas y buenas. Ya lo sabemos, en realidad todo eso que había amado, ese “en
casa”, etc., son ficciones como cualesquiera otras. El problema es que, hasta ese
momento, eran ficciones no elegidas, impuestas y vividas como “las” ficciones fuera de
las cuales no podía haber vida. El espíritu libre maduro llega a pensar así: “Tenías que
llegar a ser dueño de ti mismo y de tus virtudes. Antes eran ellas quienes te
dominaban, pero sólo tienen derecho a ser instrumentos tuyos junto a otros”
(NIETZSCHE, 1993: 9)
3. Nihilismo futuro. Niño. El niño es “libre para” crear, inventar, ficcionar; esto es la vida
fuerte, vital, porque, ¿en qué consiste la vida de niño? Desde la inocencia el niño juega,
vive la vida como un juego. Nietzsche odia la vida seria, porque se vuelve una vida gris,
lúgubre; en cambio, la otra es mucho más divertida, más alegre, más leve. Hay que
aprender a vivir la vida como si fuera un juego, y no tomarnos las cosas seriamente.
Esto quiere decir que uno vive como si jugara; lo que tiene el niño es que, cuando
juega, vive como si todo fuera real, pero sabe que es un juego y que las reglas del juego
son un invento y pueden ser abandonadas o transformadas. La vida vivida como juego
es una vida leve, que no es pesada como la del camello, sino que se expresa en la
alegría y en el baile: en un movimiento liviano y descontracturado.
Propuestas de actividades:
Bibliogarfía
DELEUZE, G. (1994) Nietzsche y la filosofía. Ed. Anagrama S. A.: Barcelona
NIETZSCHE, F. (1992) El Anticristo. Alianza: Buenos Aires
NIETZSCHE, F. (1993) Humano, demasiado humano. M. E. Editores: Madrid
NIETZSCHE, F. (1993) Más allá del bien y del mal. Alianza: Buenos Aires
NIETZSCHE, F. (1994) Poemas. Hiperión: Madrid
NIETZSCHE, F. (1994) La gaya ciencia. M. E. Editores: Madrid
NIETZSCHE, F. (1994) La voluntad de poderío. Edaf: Madrid
NIETZSCHE, F. (1994) Aurora. M. E. Editores: Madrid
NIETZSCHE, F. (1994) El caminante y su sombra. M. E. Editores: Madrid
NIETZSCHE, F. (1995) La genealogía de la moral. Alianza: Buenos Aires
NIETZSCHE, F. (1995) Así habló Zaratustra. Alianza: Buenos Aires
NIETZSCHE, F. (1995) Fragmentos Póstumos. Norma: Bogotá
NIETZSCHE, F. (1996) Ecce homo. Alianza: Buenos Aires
NIETZSCHE, F. (1996) El nacimiento de la tragedia. Alianza: Buenos Aires