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Nietzsche y la crítica a la Metafísica

Guido Fernández Parmo

Llegamos casi al final. La historia de la metafísica arriba a su término, porque con


Nietzsche aparece la crítica más clara, contundente y radical a la pretensión humana,
que encontramos en el mito, en los presocráticos, en Platón, San Agustín, Descartes,
incluso en Kant y Hume (aunque nosotros no hayamos visto cuál era la arkhé que ellos
proponían) de conocer un ser como la arkhé, la pretensión y la creencia de que existe
un ser que es el origen y fundamento de todo.
Por primera vez en la historia del pensamiento, aparece un filósofo que claramente
dice que no existe fundamento para la realidad, que no existe ningún ser trascendente
más allá de esta realidad, y que tampoco existe en la naturaleza algo permanente que
sea principio explicativo.
Fin de la metafísica. Veamos entonces en qué consiste esta crítica y, en su lugar, qué
propone Nietzsche.

La vida, lo abierto y la potencia (en contra de la metafísica, lo cerrado y lo debilitado)


Nietzsche fue un pensador que decía que no existe una única realidad. Nietzsche decía:
la vida no es un invento de la moral, la vida no es algo que se juzga a partir de ciertos
valores. No debemos juzgar a la vida a partir de valores o ideas, sino al revés: juzgar a
las ideas y a los valores a partir de la vida; dice Nietzsche: “Baste decir que vivo, y que
la vida no es, en última instancia, un invento de la moral, sino que busca el engaño y
vive de él” (NIETZSCHE, 1993: 4). Tenemos que poder entender qué quiere decir esto.
Se trata de un pensador subversivo que dice que no hay una única realidad
porque para él la vida es engaño, es un invento. La vida es construcción de sentido, es
ficción. Para Nietzsche no existe lo real, no hay una verdad, no hay una realidad: todo
es un invento. Nietzsche llama a esto “La historia de un largo error”. En su libre El
Crepúsculo de los ídolos lo explica así:

“1. El mundo verdadero es asequible al sabio, al virtuoso; él es quien vive en ese


mundo, quien es ese mundo. (Esta es la forma más antigua de la Idea,
relativamente, simple y convincente. Se trata de una trascripción de la tesis: «yo,
Platón soy la verdad».).
“2. El mundo verdadero no es asequible por ahora, pero ha sido prometido al
sabio, al piadoso, al virtuoso («al pecador que hace penitencia»). (La Idea ha
progresado, se ha hecho más sutil, más capciosa, más difícil de entender, y se ha
afeminado, se ha hecho cristiana...).
“3. El mundo verdadero no es asequible ni demostrable ni puede ser prometido,
pero, por el hecho de que se pueda pensar, constituye un consuelo, una
obligación, un imperativo. (El antiguo sol sigue alumbrando al fondo, aunque se
le ve a través de la neblina y del escepticismo; la Idea ha sido sublimada, se ha
vuelto pálida, nórdica,
koenigsburguense.).
“4. ¿Es inasequible el mundo verdadero? En cualquier caso, no lo hemos
alcanzado, y por ello nos es también desconocido. En consecuencia no puede
servirnos de consuelo, ni de redención, ni de obligación. ¿A qué nos podría
obligar algo desconocido? (Mañana gris. Primer bostezo de la razón. Canto del
gallo del positivismo.)
“5. El «mundo verdadero» es una Idea que ya no sirve para nada, que ya ni
siquiera obliga, una Idea que se vuelto inútil, superflua; en consecuencia es una
Idea que ha sido refutada: eliminémosla.
“(Día claro; desayuno, vuelta del sentido común y de la serenidad alegre; Platón
se pone rojo de vergüenza y todos los espíritus libres arman un ruido de mil
demonios.)
“6. Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado? ¿acaso el
aparente...? ¡no!, ¡al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el
aparente!
“(Mediodía; instante de la más breve sombra; fin del más largo error; punto
culminante de la humanidad; comienza Zaratustra)” (NIETZSCHE, 1996: 51-52)

La historia de la metafísica como la búsqueda de la arkhé, como la búsqueda de un


origen que fuera Uno, Inmutable, Permanente, Idéntico y Eterno es, para Nietzsche, la
historia de un largo error. El error de haber olvidado que los dioses, la Phýsis, las Ideas,
Dios, el Cogito fueron en primer lugar el invento propuesto para poder enfrentar el
abismo del Ser. Nuestra materia llega, aquí, al punto culminante en donde esa historia
de la arkhé es descubierta como la historia de una ficción humana demasiada humana.
Según Nietzsche, como el ser humano no soporta que no exista razón de ser, que no
exista origen y fundamento, que no exista un suelo firme y permanente, se inventa uno
para poder transitar ese Abismo. Nos creamos unos inventos que nos dicen que más
allá del cambio hay algo permanente, que más allá de la multiplicidad hay algo uno e
idéntico. Esto le da al hombre tranquilidad y sosiego.
La filosofía había comenzado con la búsqueda presocrática de alguna realidad por
detrás de lo aparente. Las cosas se presentan, aparentemente, como una multiplicidad
y una mutabilidad: no existen dos seres idénticos entre sí (A ‡ B) ni existe un ser que
permanezca idéntico a sí mismo (A ‡ A). El filósofo descubre que más allá de esta
apariencia existe un ser que es Uno e Idéntico, esto es, la arkhé. A partir de ese
momento, sólo lo idéntico, permanente, uno, inmutable será considerado
verdaderamente real.

Pero si no hay realidad, ¿qué es lo que hay? ¿Qué es, en definitiva, la vida, el Ser?
Nietzsche considera que el fondo último de lo que llamamos realidad, es algo que está
en constante cambio y movimiento. No es una cosa que pueda ser representada con
una palabra. No es una realidad, en el sentido de algo definido de una vez y para
siempre, tal como lo hace la metafísica, no es un “esto” que pueda señalarse, no es una
sustancia.
La vida, que es el fondo último de todas las cosas, no es NADA en-sí misma, la vida o el
Ser se define más como un FLUJO, siempre diferente, antes que como una cosa que
siempre es igual e idéntica a sí misma.
Un filósofo griego del siglo VI a. C., Heráclito de Éfeso, dijo: “No se puede entrar dos
veces al mismo río”. Nietzsche, que admira a Heráclito, decía que la vida podía
entenderse como un devenir, esto es, como un cambio perpetuo que nunca se
detiene. Por otro lado, podemos definir a la vida no como una sustancia (como algo
que es, un ente, una cosa, recordemos la definición de sustancia que dimos en la clase
sobre Descartes), sino como poder o potencia. La vida es la potencia de ser, la potencia
de ser esto o aquello, la vida es pura posibilidad, la posibilidad de ser. La vida se debe
definir como eso que podría llegar a ser; cuando la definimos como “la vida es…” la
estamos reduciendo, encausando, limitando, encerrando (ya que decimos: la vida es
esto, y por lo tanto no es aquello).
Aquí Nietzsche propone una concepción distinta a la tradición del ser. Para la tradición
hegemónica, el ser era la sustancia: un ser contenido en-sí mismo, de-terminado,
cerrado, definido, permanente, idéntico e inmutable. Para Nietzsche, esas son todas
características que debilitan al ser. Por el contrario, el ser no se define por sus límites
fijos, por sus fronteras, por lo estable, sino por su poder. El ser es poder o potencia y,
como tal, no es algo que esté definido o determinado.

Entonces, como no hay una realidad, y la vida está en constante cambio, y es una
multiplicidad de posibilidades, las palabras del lenguaje no nos sirven completamente
si queremos dar cuenta de ella. ¿Por qué? Nietzsche dice: “No nos libraremos de Dios
hasta que no nos hayamos librado de la gramática”. Hay que emplear otro tipo de
lenguaje para hablar de la vida o de la realidad. Los conceptos y las palabras describen
a la realidad estática, como si esta fuera una cosa de-terminada de una vez y para
siempre. Por este motivo, el lenguaje de Nietzsche no intenta representar, a modo de
una imagen o de un espejo, una supuesta realidad. El lenguaje niezscheano es un
lenguaje que, para dar cuenta de esa experiencia de la vida, utiliza constantemente
nuevas metáforas, máscaras, que no describen una realidad, sino que son medios
provisorios, inventados, ficciones, para expresar a las potencias de la vida, a las
infinitas posibilidades de ser de la vida. Lo que nos dice Nietzsche es que el ser o la vida
no están en cada una de esas ficciones o máscaras, sino que ellas son partes del ser,
posibilidades que bajo ningún concepto lo abarcan completamente ni lo agotan.

Dios ha muerto
Nietzsche dice: “Dios ha muerto”. En este caso, Dios quiere decir arkhé y lo que ha
muerto, para él, es la idea de que existe un principio primero explicativo, un
fundamento último, una única razón de ser de las cosas. La realidad no tiene
fundamento, suelo, sostén; la realidad es algo desfondado, no es un Grund (suelo) sino
un Ab-Grund (abismo). No hay una arkhé que explique a todas las cosas, no hay un
único sentido para las cosas. Nietzsche dice: “La realidad está desfondada”. ¿Qué
quiere decir esto? Que la realidad es un abismo. Al no haber un fundamento único a
partir del cual se origina y se levanta la realidad, lo que hay es un abismo o fondo sin
fondo o flujo en constante movimiento. Recordemos que en toda la historia de la
metafísica se trató de encontrar un suelo firme, permanente, que sostuviera a cambio
y la multiplicidad.
Al no haber origen primero, según Nietzsche, el hombre inventa, ficciona diferentes
sentidos, creencias, etc., que sirven como puentes para transitar ese abismo. El
conjunto de todas las creencias, de la moral, de los ideales, de los valores, de los
saberes, etc., es lo que el hombre inventa para no caer en ese abismo.

No hay una forma de sentir, de vivir, porque no hay una realidad y la gente construye
puentes para poder transitar por abismos. Esto ocurre así y según Nietzsche debe
ocurrir así, de lo contrario la alternativa es tirarse por ese abismo, es decir, la muerte, y
eso es contrario a la propia vida. La muerte es destrucción, la vida o el Ser es, por el
contrario, construcción, invención, ficción. Sin embargo, existen construcciones que
son contrarias a la vida por negar el carácter ficcional, perspectivístico, provisorio de
toda construcción, y esta es la crítica de Nietzsche a la Metafísica.
La Metafísica ficciona teorías y concepciones que pretenden ser la verdad completa y
total acerca de la vida o de la realidad. Además, la metafísica supone que esas
representaciones son únicas y permanentes (cada teoría considera que es la verdad
sobre una realidad, entendida, como ya vimos, como algo estático, definido de una vez
y para siempre). Esto trae un debilitamiento de la potencia de la vida, un
empobrecimiento. Si la vida es potencia ilimitada, pura posibilidad, si uno vive en una
cultura metafísica vive una vida empobrecida, hachada, que obtura y niega todos los
otros sentidos posibles de la misma, porque si sigo uno sólo me quedo estancado en
un tipo de vida llana, chata (la rutina gris y cotidiana).
En general, en la historia de la humanidad, la vida ha tenido expresiones pobres, se ha
vivido así, como si la vida fuera “esto y nada más”, como si “siempre ha sido así”, lo que
supone pensar que no hay otras formas posibles de vivir, otros sentidos posibles.
Pensar en otra forma de vida es pensar de una manera diferente, pensar que otra vida
diferente es posible, como si pudieran existir tantos tipos de vida como se nos
ocurriera. Sin llegar a ser esto un desorden o un caos (en donde cada uno seguiría sus
propias ideas, sus propios valores, sus propias reglas), sí se trata de pensar a la vida
como algo en donde muchas vidas son posibles.

Nietzsche llama «Voluntad de Poder» a la Vida. «Voluntad» es lo que se quiere, es


querer, y «poder» es lo que se puede. Por lo tanto Nietzsche dice: la vida es querer y
potencia. Ahora bien, existe una voluntad de poder negativa y una afirmativa. La
negativa es una forma de vida que le dice NO a la vida, a lo que puede, la empobrece,
la debilita, le dice no (no quiere) a eso que puede. La afirmativa es la que le dice que sí
a eso que puede, la que quiere lo que puede, y esto da como resultado una vida en
donde existe una multiplicidad de formas de ser.
Nietzsche hace un paralelo entre estas dos vidas y las describe con las
siguientes metáforas:

Vida fuerte Vida débil


libre dependiente
amo esclavo
poderoso débil
espíritu libre espíritu esclavo
vital antiviral
superhombre decadente
aristócrata pobre/plebeyo

Estos nombres no pretenden, como dijimos, representar algo de la realidad (un ‘esto’,
una sustancia determianda), sino que son medios distintos y cambiantes para expresar
dos grandes modos de ser: el afirmativo y el negativo.

Los estados-de-cosas y lo de-terminado


Para Nietzsche esas palabras no representan estados de cosas, es decir, a algo de una
supuesta realidad. Esas palabras no representan las esencias, las notas
esenciales-reales, porque no existe nada de esas características. Nietzsche hace una
crítica a esa concepción de la metafísica que dice que la realidad está poblada o
compuesta de cosas, de seres definidos de una vez y para siempre, siempre los
mismos, “quietos”, fijos, cosas o sustancias. Si la realidad está en constante cambio las
palabras no representan una realidad (a un tipo de ser humano que es fuerte o débil,
que es un pobre o un aristócrata, etc.), sino que intentan dar cuenta de formas de vida
siempre distintas, siempre cambiantes. Recordemos que el ser como sustancia, como
un “esto” determinado es, para Nietzsche, una ficción reactiva de la filosofía. En todo
caso, es el ser acabado, derrotado.

Estado. La metafísica piensa que la realidad es un estado de cosas. «Estado» alude a


algo estático, a algo estable y permanente como cuando decimos el “estado del
paciente”. Entender a la realidad como un estado es pensarla como algo que está
definido, que ya está definido, que está de-terminado, que no cambia.

Cosas. En cuanto al término «cosa»: es un ser entendido como teniendo una esencia
en sí mismo, como si fuera algo siempre idéntico. «Cosa» es sinónimo de «sustancia».
Repitamos una vez más su definición. Una sustancia es una cosa que se autoexplica y
que es entendida en-sí y por-sí misma. Una sustancia es una cosa entendida como
independiente del resto. El fundamento o la esencia del ser está contenido en sí
mismo, lo que quiere decir que las cosas tienen una esencia que las de-termina (y
recordemos que una esencia viene a ser una especie de arkhé, por lo tanto,
permanente, inmóvil, siempre idéntica, una, etc.). Si se quiere entender qué es una
mesa, no tengo que recurrir a la silla o los lápices que están sobre ella, ya que la mesa
“contiene en sí misma” la esencia de mesa que la hace ser lo que es.

Un estado de cosas es la realidad entendida como un conjunto de cosas de-terminadas,


fijadas y limitadas. Este conjunto es entonces un conjunto cerrado, y por lo tanto las
cosas son finitas (no son infinitas). Esto quiere decir, a su vez, que la realidad no puede
ser cualquier cosa, sino que ya está dada. Un estado de cosas es algo identificable ya
que siempre conserva las mismas características. Por eso, un estado de cosas es un
conjunto clausurado.
De-terminado: ¿Qué quiere decir de-terminado? Es algo de-limitado por una serie
finita de elementos o características pre-establecidos, que se impone con carácter de
necesidad.
Para recordar otro juego de la infancia, pensemos en esos libritos en donde uno se
encontraba en una página una serie de números todos desparramados por la hoja, y el
objetivo era ir uniendo los números sucesivos hasta que apareciera un dibujo. Las
características esenciales son como esos números: si los unimos, si los ponemos todos
juntos, aparece un ser determinado. Las características esenciales de algo son esos
números, coordenadas de un dibujo.

Ejemplo de la mujer. Pensemos, por ejemplo, en el caso de la mujer en la Edad Media.


Vamos a recortar un poco el caso para ajustarlo a lo que queremos explicar, pero desde
luego el problema era un poco más complejo (no mucho). Se creía que la mujer poseía
una naturaleza o esencia definida por las siguientes características: la debilidad, la
maternidad, la sumisión en el matrimonio1, la sensibilidad, la charlatanería (que son
características que se oponen a las del hombre: la fortaleza, la razón, el saber filosófico,
etc.). Basta con poner a estas características en una hoja en blanco, unirlas, y aparecerá
una mujer. Las características, así, definen un perímetro que encierra al ser de la mujer.
Lo femenino es aquello encerrado en ese perímetro definido por esas características.
La mujer está encerrada en ese espacio. Las características de la mujer forman algo así
como un perímetro, una forma-perímetro, que contiene en sí misma a la naturaleza de
la mujer. El ser femenino está contenido dentro de esos límites definidos por las
características esenciales de la mujer. La mujer está encerrada dentro de esos límites.
Entonces, decimos que la mujer está de-terminada: es algo que está encerrado en un
espacio particular, que contiene una serie de características que permite su
reconocimiento, está terminada, acabada, en el sentido en que el perímetro que une a
todas las características está cerrado (no hay posibilidades para un cambio). Por otro
lado, como se trata de la esencia de la mujer, no hay posibilidad para que haya una
mujer que no tenga esas características.

1
Dice el Génesis: “A la mujer le dijo: multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor
parirás a tus hijos; y a tu marido será tu deseo, y él se ensoñeará de ti” (Gén. 3, 16).
Supongamos, entonces, una mujer que es madre soltera. Dentro de la esencia está la
necesidad de estar con un esposo si se es madre, incluso bajo la tutela de algún varón
en términos generales. Una madre soltera sería como un dibujo al cual le faltara un
numerito: quedaría incompleto, sin terminar, imperfecto, en falta. Una madre soltera
es una mujer imperfecta, incompleta.

Resumamos. La identidad puede ser entendida como un conjunto de características


más o menos estables e idénticas, que de-terminan a las cosas o personas, de tal
manera que pueden ser identificadas, reconocidas y, por tanto, representadas.
Dos cosas:

1. ¿qué quiere decir de-terminado? En filosofía, esto supone una forma de ser
definida por unos límites inmutables. Algo determinado supone un conjunto de
características que se dan necesariamente de alguna otra cosa y que define los
límites de ese ser de manera cerrada, clausurada, suturada. Es algo que está
pre-determinado, delimitado, algo que tiene su razón de ser o su causa en algo
distinto y anterior, externo a él, que lo “obliga” o lo “determina” a ser una cosa
delimitada, acabada, terminada
2. En realidad, no toda cosa determinada es necesaria, pero en una concepción
metafísica sí. La relación de determinación es una relación necesaria.
Necesariamente las cosas son como son. Esto es: “si A entonces B” (si pasa esto
necesariamente pasa esto otro, A es causa, de B que es efecto).

Todo esto define a la realidad como un estado de cosas. Hay que entender que en una
concepción como esta existe PRIMERO algo que le da existencia a otra cosa, primero
está la esencia y luego la existencia. La esencia no es otra cosa que ese conjunto de
características, siempre universales y necesarias que encierra a un ser, que de-termina.
La existencia está de-terminada necesariamente, encerrada en un espacio interior.

Lo i-limitado, lo extático y lo dionisíaco


Volvamos a Nietzsche y a su concepto de Vida-Ser.
Para Nietzsche, esa concepción metafísica que acabamos de ver con respecto a la
mujer, es una concepción que debilita a la vida, que la encierra en ese perímetro y le
impide crecer y ser otras cosas diferentes. La Vida, que no es mi vida, la tuya, la vida de
la planta, sino esa Vida que le da vida a todas las cosas, que atraviesa a todas las cosas
y se expresa en esas vidas particulares, la Vida, digo, es todo lo contrario de algo
de-terminado. La Vida es lo ilimitado, aquello que siempre está en exceso.
Es importante esta idea del exceso, ya que pensar al Ser como siempre en exceso es
pensar que desborda cualquier límite, cualquier de-terminación, cualquiera definición
que pretenda decir que es esto y no aquello. La vida es desmesura, sobrepasa
cualquier límite.
En este sentido, la vida es lo abierto (opuesto a lo cerrado de la metafísica) y móvil
(opuesto a lo estático).
Para Nietzsche, la vida se encuentra en los puntos más altos o en los más bajos, pero
nunca en la meseta, nunca en el “más o menos”, nunca en el “me da igual”. La vida es
lo desmesurado, lo excesivo. Esto nos lleva a la relación de Nietzsche con el dios griego
Dioniso.

Dioniso
Para la mitología griega, era un dios vinculado con lo siguiente:

1. extranjero: Dioniso es un dios extranjero, un dios que venía desde otro lugar,
desde un afuera (de las fronteras griegas), un dios que venía del exterior.
Dioniso es un dios otro, un dios de la otredad, de la diferencia, del margen más
allá del límite
2. exceso: es el dios que introduce el vino en la cultura. Según cuenta su mito, los
griegos tienen el vino porque Dioniso se los ha dado. Por otro lado, es el dios de
la orgía y del éxtasis. El éxtasis es estar fuera de sí (diferente al en sí mismo o a
la interioridad propia de la metafísica: ver qué es sustancia y esencia),
nuevamente, más allá de las propias fronteras de la identidad.
3. dios del Afuera: sus rituales se realizaban en los márgenes de la ciudad, en los
márgenes en donde se consideraba que se desarrollaba la vida salvaje y
bárbara.
4. dios del teatro y de la tragedia: dios de las máscaras, de la experiencia trágica,
las máscaras, identidades intercambiables, provisorias que toma el actor para
pasar por múltiples formas de vida.

Cuando Nietzsche habla del «superhombre», del «aristócrata», del «poderosos», etc.,
no habla de cosas que podríamos encontrar en la realidad; ninguno de los conceptos
de Nietzsche apunta a algo real, sino que son formas de expresar a momentos de la
vida, a formas de ser del Ser. Ej.: el espíritu libre: uno no es un espíritu libre, como si se
trata de un tipo de vida definida, como si se tratara de un tipo de ser humano, sino que
uno tiene momentos de libertad, raptos de libertad, experiencias de libertad que
pasan, que nos pasan, pero nunca que son en sentido sustancial. Nietzsche nos habla
de las cosas que nos pasan, no de lo que somos, y lo que pasa es: por un lado, algo que
acontece, que viene y se va, y algo que uno experimenta, que uno siente. Algo que
pasa es un movimiento, un flujo que nos atraviesa, pero que no nos de-termina (ya que
eso supondría definirnos de una vez y para siempre). Hay momentos que nos ponen
en contacto con algo intensivo, desbordante, extático, que nos supera; y hay otros
momentos en que nos vinculamos con la debilidad, tranquilidad, en donde nada pasa,
sentimos decadencia, insignificancia. Los términos que vimos antes en las dos
columnas intentan expresan esas cosas que nos pasan, y no hablar de cosas reales.

Los tres nihilismos: el camello, el león y el niño


La vida es engaño y vive de él, decía la cita de Humano, demasiado humano, y esto
quiere decir que el filósofo que quiere dar cuenta de este ser que es puro exceso debe
participar de la invención constante de la vida. De esta forma, Nietzsche propone
metáforas siempre nuevas para hablar de la realidad.
La expresión “nihilismo” alude a la ausencia de arkhé y de todo fundamento. Según
Cragnolini (CRAGNOLINI, 1990: 8), podemos pensar que la metafísica, tal como la
describe Nietzsche, es una forma de nihilismo. Partiendo de la falta total de principios,
el ser humano puede tomar al menos tres caminos distintos, puede responder de tres
maneras diferentes: inventando los transmundos, los mundos ideales y perfectos,
destruyendo esos mismos mundos o creando nuevos.
A cada una de estas tres respuestas Cragnolini las llama: nihilismo decadente (la
metafísica de los transmundos), nihilismo integral (la destrucción) y nihilismo futuro (la
creación). Estas tres respuestas están presentes en estas tres transformaciones:
respectivamente, el camello, el león y el niño.
Veamos un capítulo del libro de Nietzsche Así habló Zaratustra. Es el capítulo titulado
“De las tres transformaciones”:

“Tres tansformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte


en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.
Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, paciente, en
el que habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las
más pesadas de todas.
¿Qué es pesado? así pregunta el espíritu paciente, y se arrodilla, igual que el
camello, y que quiere que se le cargue bien.
¿Qué es lo más pesado, héroes? así pregunta el espíritu paciente, para que yo
cargue con ello y mi fortaleza se regocije.
¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillas la
propia tontería para burlarse de la propia sabiduría?
¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir
a las altas montañas para tentar al tentador?
[…]
¿O acaso es amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma
cuando quiere causarnos miedo?
Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente:
semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su
desierto.
Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en
león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se
conquista una presa, y ser señor en su propio desierto.
Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su
último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir su victoria.
¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni
dios? «Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo
quiero».
[…]
Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué
no basta a la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?
Crear nuevos valores –tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse
libertad para un nuevo crear– eso sí es capaz de hacerlo el poder del león.
Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos,
es preciso el león.
Tomarse el derecho de nuevos valores – ése es el tomar más horrible para un
espíritu paciente y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de
un animal de rapiña.
En otro tiempo amó el espíritu el «tú debes» como su cosa más santa: ahora
tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que
robe el quedar libre de su amor: para ese robo se precisa el león.
Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el
león ha podido hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en
niño?
Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se
mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.
Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el
espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su
mundo” (NIETZSCHE, 1995: 49-51)

1. Nihilismo decadente. Camello. Con respecto al camello, podemos decir que se trata
del tipo de hombre que vive bajo la metafísica, el hombre débil que se refugia en los
Ideales y que niega esta vida. Es el tipo de existencia decadente, empobrecida, gris. Se
trata de la vida metafísica, que considera que existe una realidad más allá de esta,
estable y verdaderamente real.
Monotonoteísmo. El hombre decadente es el hombre que se refugia en el ideal, es el
hombre del «monotonoteísmo» y de la «ilusión óptico-moral». El monotonoteísmo
alude irónicamente al carácter teológico de la metafísica; esto es, cómo en última
instancia, cada nueva arkhé propuesta no es otra cosa que un ser con las mismas
características de Dios: uno, permanente, eterno, etc. La historia de la metafísica se
vuelve así monótona, postulando siempre esa misma idea de que el verdadero ser es
uno y no múltiple.

Ilusión óptico moral. Se trata de la concepción metafísica que piensa que existe un
fundamento para todas las cosas y que, además, podemos tener una imagen o
representación de él. Se trata de una ilusión porque ya sabemos que todo es, en primer
lugar, una ficción. Una ficción que nos dice que podemos ver con nuestro intelecto a la
arkhé.
Por otro lado, es una ilusión óptico moral porque la metafísica considera que la arkhé
es fuente tanto del Ser como del Bien (Dios es el Ser y el Bien), de donde la falta en el
ser es entendida también como una falta de bien, esto quiere decir que la falta es tanto
ontológica como moral. La ilusión óptico-moral alude a la ilusión de creer que el
fundamento de todas las cosas puede ser conocido y representado. Así, podemos “ver”
al fundamento, tener una imagen de él, representárnoslo. La arkhé no sólo es el
verdadero ser, sino que también es el fundamento de la moral, de tal forma que todos
los seres que se alejen de él se alejan al mismo tiempo del bien. Ese Ser que creemos
conocer (ilusión) y del cual decimos tener un conocimiento representativo (óptico) es
fundamento ontológico y moral a la vez (moral).
Retomando nuestro ejemplo de la mujer en la Edad Media, podemos decir que la
mujer que es madre soltera está en falta ontológica, su ser es menos pleno, pero
también en falta moral porque vive en el pecado.

2. Nihilismo integral. León: el león es “libre de”. Es un momento destructivo o


reconstructivo (donde se desarma algo). Es el momento, como vemos en el Prólogo de
Humano, demasiado humano, de odiar lo que uno había amado, de rechazar todo lo
que uno había tenido hasta ese momento, porque todas las cosas representan cadenas
al no haber sido elegidas por uno, al ser entendidas como naturales. Dice Nietzsche:
“Cabe esperar que la aventura decisiva de un espíritu en el que madure y
alcance su plena sazón el tipo de “espíritu libre” sea un acto de desvinculación,
antes del cual sería un espíritu esclavo, aparentemente encadenado para
siempre a su rincón y a su columna. ¿Cuál es el vínculo más sólido? En hombres
raros y exquisitos, los deberes, y tratándose además de jóvenes, el respeto, la
timidez, el enternecerse ante todo lo que se considera digno y venerable desde
muy antiguo, el reconocimiento al suelo que nos ha alimentado, a la mano que
nos ha guiado, al santuario donde aprendimos a rezar… Los momentos
elevados serán los que nos obligarán más sólidamente y de un modo más
permanente. La gran liberación de los esclavos de esta índole se produce
repentinamente, como un temblor de tierra: el alma joven se siente de pronto
agitada, desarraigada, arrancada; ni siquiera comprende lo que le sucede. Es
una instigación, un impulso que actúa y se apodera de ellos como una orden,
despertándose en su alma una voluntad, un deseo de ir hacia delante, adonde
sea y a cualquier precio: en todos sus sentidos brilla y resplandece una violenta
y peligrosa curiosidad por un mundo que está por descubrir. La voz imperiosa
de la seducción dice: “Antes morir que vivir aquí”, y este “aquí”, este “en casa”
¡es todo lo que había amado hasta ese momento!” (NIETZSCHE, 1993: 5-6)

El espíritu libre es el que debe cortar con todas las cadenas. Y no porque ellas en
particular tengan algo de malo o porque sean falsas frente a otras supuestas
verdaderas y buenas. Ya lo sabemos, en realidad todo eso que había amado, ese “en
casa”, etc., son ficciones como cualesquiera otras. El problema es que, hasta ese
momento, eran ficciones no elegidas, impuestas y vividas como “las” ficciones fuera de
las cuales no podía haber vida. El espíritu libre maduro llega a pensar así: “Tenías que
llegar a ser dueño de ti mismo y de tus virtudes. Antes eran ellas quienes te
dominaban, pero sólo tienen derecho a ser instrumentos tuyos junto a otros”
(NIETZSCHE, 1993: 9)

3. Nihilismo futuro. Niño. El niño es “libre para” crear, inventar, ficcionar; esto es la vida
fuerte, vital, porque, ¿en qué consiste la vida de niño? Desde la inocencia el niño juega,
vive la vida como un juego. Nietzsche odia la vida seria, porque se vuelve una vida gris,
lúgubre; en cambio, la otra es mucho más divertida, más alegre, más leve. Hay que
aprender a vivir la vida como si fuera un juego, y no tomarnos las cosas seriamente.
Esto quiere decir que uno vive como si jugara; lo que tiene el niño es que, cuando
juega, vive como si todo fuera real, pero sabe que es un juego y que las reglas del juego
son un invento y pueden ser abandonadas o transformadas. La vida vivida como juego
es una vida leve, que no es pesada como la del camello, sino que se expresa en la
alegría y en el baile: en un movimiento liviano y descontracturado.

Volviendo al niño, hay algo importante vinculado con la inocencia. En la vida


Metafísica, uno siempre está en falta. El hombre siempre se mide en función de un
Ideal (que ya sabemos que es universal, perfecto, inmutable y necesario), que, desde
luego, es imposible de alcanzar o de igualar, por lo que uno siempre está en falta con
respecto a él. Si nos medimos con el Ideal siempre viviremos en falta, siempre nos
faltará algo para poder ser completamente, para sentirnos plenos. Parece que esta vida
es imperfecta y que por lo tanto siempre viviremos en falta. Se trata de la noción
cristiana de pecado original, que no condena a ser seres en falta.

La Vida como Voluntad de Poder


Nietzsche dice que la vida puede ser entendida como volunta de poder. Voluntad alude
al querer, y poder a la fuerza. Una fuerza es una potencia, algo tendido entre dos polos,
algo que produce.
La voluntad de poder (en adelante: VP) es un fondo sin fondo, un constante devenir,
una multiplicidad, una pura posibilidad. Por todo esto, la vida o VP no es una nueva
arkhé, un nuevo fundamento.
Para Nietzsche la vida es como un entramado de fuerzas, todas relacionadas entre sí.
Las fuerzas son fuertes o débiles en función de si van hasta donde pueden o no.
Separar a la fuerza de lo que esta puede es una forma de debilitarla. Según Nietzsche,
la fuerza es negada cuando no se “agota” cuando no es llevada hasta donde puede, y
es afirmada cuando sí se agota, es decir, cuando es llevada hasta donde puede, hasta
su límite.
La vida fuerte le dice que sí a lo que puede, mientras la vida débil le dice no a lo que
puede. Una vida negativa es una vida donde no se quiere (voluntad) lo que se puede. Y
la vida fuerte es la vida donde se quiere lo que se puede.
La VP es lo que inventa, produce, constituye, ficciona los sentidos posibles, las
diferentes formas de vida. Esto quiere decir que habrá formas de vida o sentidos
fuertes o débiles. Lo producido por la voluntad de poder débil y negativa es algo
reactivo, y lo producido por la voluntad de poder fuerte y afirmativa es algo activo.
Una VP fuerte es una VP que afirma lo que puede. Afirmar lo que uno puede, llevar a la
potencia o fuerza de uno hasta donde se pueda, agotar todo lo que uno puede, supone
una invención activa y fuerte. Recordemos que dijimos que la VP es lo que inventa
todas las cosas, por lo tanto las ficciones podrán ser activas si agotan todo lo que
puede la fuerza. Esto tiene que ver con las capacidades, que en lenguaje de Nietzsche
le decimos potencias, de cada cultura, de cada grupo o individuo. Todo es potencia,
fuerza, y lo que uno debe buscar es vivir la vida agotando lo que uno puede, llevando la
fuerza hasta donde ésta puede. Esto supone no reprimir la potencia, no negar lo que
uno puede porque no encaja en lo que los otros esperan de mí, o porque no estará
bien visto socialmente, etc.

Propuestas de actividades:

1- Sobre la crítica a la metafísica:


¿Cuáles son las características que Nietzsche critica de la metafísica?
¿Qué quiere decir que “Dios ha muerto”? Responder aludiendo a contenidos de
unidades anteriores.

2- Sobre las tres transformaciones:


Mirar las siguientes películas:
La Sonrisa de la Mona Lisa (2003), de Mike Newell
Into the wild (Hacia rutas salvajes) (2007), de Sean Penn
Escribir un texto de tres páginas interpretando las acciones de los personajes a partir
de las tres figuras del camello, el león y el niño. Justificar.
3- Sobre la oposición Dioniso, vida extática, y Apolo, vida mesurada:
Mirar las siguientes películas:
Los amantes del Pont-Neuf (1991), de Leos Carax
Georgia (1995), de Ulu Grosbard
Escribir un texto de tres páginas interpretando los personajes a partir de las dos figuras
de Dioniso y Apolo

Bibliogarfía
DELEUZE, G. (1994) Nietzsche y la filosofía. Ed. Anagrama S. A.: Barcelona
NIETZSCHE, F. (1992) El Anticristo. Alianza: Buenos Aires
NIETZSCHE, F. (1993) Humano, demasiado humano. M. E. Editores: Madrid
NIETZSCHE, F. (1993) Más allá del bien y del mal. Alianza: Buenos Aires
NIETZSCHE, F. (1994) Poemas. Hiperión: Madrid
NIETZSCHE, F. (1994) La gaya ciencia. M. E. Editores: Madrid
NIETZSCHE, F. (1994) La voluntad de poderío. Edaf: Madrid
NIETZSCHE, F. (1994) Aurora. M. E. Editores: Madrid
NIETZSCHE, F. (1994) El caminante y su sombra. M. E. Editores: Madrid
NIETZSCHE, F. (1995) La genealogía de la moral. Alianza: Buenos Aires
NIETZSCHE, F. (1995) Así habló Zaratustra. Alianza: Buenos Aires
NIETZSCHE, F. (1995) Fragmentos Póstumos. Norma: Bogotá
NIETZSCHE, F. (1996) Ecce homo. Alianza: Buenos Aires
NIETZSCHE, F. (1996) El nacimiento de la tragedia. Alianza: Buenos Aires

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