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ASPECTOS SOCIALES DEL ENVEJECIMIENTO

Claudia Arias
Corina Soliverez
Luciana Polizzi

UNIDAD 3

1. Gerontología y geriatría

La gerontología es un campo interdisciplinar que estudia el proceso de envejecimiento y la


vejez como una etapa de la vida. Su campo de estudio son las personas mayores desde el punto
de vista biológico, social y psicológico. Estas tres dimensiones son necesarias porque su
abordaje requiere una mirada integral e interdisciplinaria.

Elie Metchnikof (1845-1916), un inmunólogo ruso y ganador del Premio Nobel de Fisiología y
Medicina en 1908, fue el responsable del inicio del estudio científico de la vejez. Se lo considera
el creador de la gerontología como una disciplina, al reconocer que la vejez no es simplemente
un asunto que debe ser abordado por la medicina, sino que se encuentra arraigado en una
variedad de disciplinas. De este modo, la gerontología se nutre de los conocimientos
provenientes de otras disciplinas, como ser el trabajo social, la psicología, la sociología, la
medicina, la comunicación social, la antropología, las ciencias de la educación, las ciencias
políticas, el derecho y la arquitectura, por mencionar solo algunas.

Es importante distinguir a la gerontología de la geriatría. Mientras que la primera procura una


mirada integral y abarcativa, resultado de la mencionada interdisciplina, la geriatría se acerca a
la vejez desde el campo de la medicina, brindando conocimientos sobre los procesos de salud y
enfermedad de las personas mayores.

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2. La mirada interdisciplinaria en el trabajo con personas mayores

Como se mencionó en el apartado anterior, el


trabajo con personas mayores requiere de una
mirada integral y por lo tanto, interdisciplinaria. En
este marco, tanto la evaluación como el abordaje
de las problemáticas que involucren a personas
mayores deben incluir diversas áreas. La
valoración conjunta de estas áreas permitirá no
solo un diagnóstico más completo de la situación, sino también un plan de acción más acorde
con las necesidades que se presenten y con los recursos de los que se disponga (Fernández
Ballesteros, 2009). Por esta razón, se deben considerar cuestiones tanto biológicas –por
ejemplo, enfermedades orgánicas o síntomas físicos–, como psicológicas –por ejemplo,
síntomas depresivos, ansiedad, satisfacción, equilibrio afectivo–, y sociales –como los vínculos
de los que dispone, el nivel de participación, etc.–. Asimismo, estos aspectos biológicos,
psicológicos y sociales se encuentran íntimamente vinculados y se influyen unos a otros, razón
por la cual no es posible pensarlos por separado. Por otro lado, la evaluación y el abordaje
también deben considerar el estado funcional y cognitivo de la persona. Mientras que el
primero hace referencia a la posibilidad o no de desarrollar las actividades básicas de la vida
cotidiana (como por ejemplo, alimentarse, higienizarse, desplazarse, vestirse, etc.), el segundo
refiere a los procesos mentales que nos permiten llevar a cabo cualquier tarea (recordar
información, planificar, emplear el lenguaje, etc.). Por último, la Organización Mundial de la
Salud afirma que también deben tenerse en cuenta los recursos económicos y ambientales con
los que cuenta la persona (OMS, 1990).

Considerando lo hasta aquí expuesto, supongamos que una persona mayor consulta por
problemas de índole psicológica -por ejemplo, ansiedad o depresión-. Desde esta perspectiva,
no solo se evaluará dicha área, sino que también se buscará información sobre su salud física,
su competencia funcional, sus vínculos familiares y no familiares, el área cognitiva, entre otras.
Del mismo modo, en el caso de una persona mayor que presenta un problema físico, no será
considerada únicamente el área biológica, sino también cómo se siente de ánimo, si puede
desarrollar las actividades de la vida cotidiana de manera independiente, entre otra

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información relevante. Por esta razón, desde este enfoque se requieren saberes gerontológicos
que aporten una formación básica de cada una de las áreas.

Por otro lado, es importante destacar que la mirada interdisciplinaria no solo involucra la etapa
de evaluación y diagnóstico, sino también la referida a las prácticas de intervención. Esto
implica instalar la idea de la promoción de la salud integral y el bienestar bio-piso-social de las
personas mayores. Tradicionalmente, en nuestra sociedad -y particularmente en relación a la
vejez-, se ha priorizado el cuidado de la salud física. Si bien esto ha generado logros muy
importantes -entre los que se incluye el gran incremento de la expectativa de vida-, no se debe
restar importancia al bienestar psicológico ni al bienestar social. En algunos casos, el excesivo
cuidado de algunas de las áreas impacta negativamente en las restantes, limitando la
autonomía y resintiendo el bienestar integral de la persona.

Resumiendo…

La gerontología es un campo interdisciplinar que estudia el proceso de


envejecimiento y la vejez desde el punto de vista biológico, social y
psicológico. Para ello, se nutre de los conocimientos de diversas
disciplinas.

La gerontología se diferencia de la geriatría porque esta última aborda a


la vejez desde el campo de la medicina, haciendo hincapié en los
procesos de salud y enfermedad de las personas mayores.

Es fundamental tener una mirada integral tanto en la evaluación como


en la intervención respecto a situaciones que involucren a personas
mayores.

Las intervenciones deben tender a promover el bienestar bio-psico-


social de la persona.

En los últimos años, el paradigma de los derechos se ha ido consolidando cada vez más,
entendiendo que las personas mayores son sujetos de derecho (Huenchuán, 2012; Huenchuán
y Rodriguez Piñero, 2010). Exceptuando los casos de envejecimiento patológico, en los que se
presenta un serio deterioro cognitivo y donde permitir que la persona tome las decisiones

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referidas a la propia vida puede ser perjudicial para sí misma, las personas mayores deben
continuar teniendo el control de sus vidas, eligiendo el modo en que desean vivirla. Desde este
paradigma, se propicia que las residencias para mayores permitan cierta flexibilidad en sus
pautas de funcionamiento, de modo de permitir a las personas mayores cierto margen de
control y libertad para tomar decisiones (Rodríguez Rodríguez, 1995).

3. La perspectiva positiva

El trabajo con personas mayores también requiere de una perspectiva positiva. Dicha
perspectiva no implica de ningún modo negar los déficits o deterioros, sino identificar recursos
y potencialidades desde los cuales poder trabajar, aún en los casos en que se presentan los
mayores niveles de patología. Desde la perspectiva positiva se sostiene que todas las personas
mayores poseen recursos, capacidades y fortalezas, siendo de vital importancia la capacidad
para identificarlas y promoverlas. Para esto, nuevamente se destaca la utilidad de la entrevista
y la historia de vida. Escuchar con atención a las personas mayores es indispensable a fin de
identificar los aspectos positivos de cada una.

Tradicionalmente se consideró que la vejez se asociaba de manera casi exclusiva con pérdidas y
déficits. Sin embargo, múltiples investigaciones han mostrado que en esta etapa vital también
se presentan ganancias. Algunas capacidades se mantienen en niveles similares a los alcanzados
en etapas anteriores de la vida, y otras incluso mejoran. Por ejemplo, los niveles de regulación
emocional, bienestar, satisfacción vital y felicidad, presentan valores más elevados en la vejez
que en la mediana edad (Arias y Iacub, 2013). Estos y otros hallazgos sobre aspectos positivos
en la vejez han dado lugar al desarrollo de prácticas positivas, entendiéndose como tales las
destinadas a promover el bienestar en lugar de disminuir la patología o el sufrimiento.

Este tipo de intervenciones positivas ha tenido un gran desarrollo en las últimas décadas y ha
sido ampliamente evaluado, demostrándose sus resultados muy favorables y su eficacia en el
logro de los objetivos propuestos (Sin y Lyubomirsky, 2009). Si bien las prácticas positivas
orientadas a las personas mayores son muy variadas, por su alcance podemos mencionar los
cursos, talleres, programas con fines de recreativos, de desarrollo personal y comunitario (Villar
y Solé, 2006; Villar y Celdrán, 2012), así como los talleres psicoeducativos y los programas
universitarios para personas mayores (Dottori, 2015).

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Autoevaluación

¿Qué es la Gerontología? ¿En qué se distingue de la Geriatría?

¿Por qué se debe promover el bienestar integral de las personas


mayores sin descuidar ninguna de las áreas?

¿En qué consiste la perspectiva positiva?

¿Cuál es la herramienta primordial para la exploración de las áreas


y la identificación de aspectos positivos de cada persona mayor?

Referencias bibliográficas

Arias, C. y Iacub, R. (2013). ¿Por qué investigar aspectos positivos en la vejez? Contribuciones
para un cambio de paradigma. Publicatio UEPG Ciencias Humanas, Lingüística, Letras e Artes,
21 (2), 271-281.
Dottori, K. (2015). Socioeducational Workshops, Kairos, 18 (21), 1-16.
Fernández Ballesteros, R. (2009). Envejecimiento activo: contribuciones de la Psicología.
Madrid: Pirámide.
Huenchuan, S. (2012). Los derechos de las personas mayores en el siglo XXI: situación,
experiencias y desafíos. Santiago de Chile: CEPAL
Huenchuan, S. y Rodriguez-Pinero, L. (2010). Envejecimiento y derechos humanos: situación y
perspectiva de protección. Documento de proyecto. Naciones Unidas. Santiago de Chile.
Organización Mundial de la Salud (1990). Envejecimiento saludable. Ginebra: Autor.
Rodríguez, Rodríguez, P. (1995). Residencias para Personas Mayores. Manual de Orientación.
Barcelona: SG Editores.
Sin, N. y Lyubomirsky, S. (2009). Enhancing Well-Being and Alleviating Depressive Symptoms
with positive psychology interventions: a practice-friendly meta-analysis. Journal of Clinical
Psychology, 65 (5), 467-487.
Villar, F. y Celdrán, M. (2012). Generativity in Older Age: A Challenge for Universities of the
Third Age (U3A). EducationalGerontology, 38(10), 666-677.
Villar, F. y Solé, C. (2006). Intervención Psicoeducativa con personas mayores. En C. Triadó y F.
Villar (coords.), Psicología de la vejez (pp. 423-450). Madrid: Alianza.

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UNIDAD 4

1. Visiones de la vejez construidas socialmente

La visión sobre la vejez y el proceso de envejecimiento está construida sobre múltiples


prejuicios y estereotipos. Hablar de envejecimiento ha tenido y tiene connotaciones negativas,
dado que, entre otras cuestiones, se lo relaciona con una etapa de la vida que conlleva pérdidas
y que se encuentra asociada a enfermedades y a una creciente dependencia. Sin embargo,
aunque muchas veces estos supuestos no se correspondan con la realidad, crean en la sociedad
una imagen negativa de este colectivo (Portal Mayores, s/f).

A fin de comprender por qué sucede este fenómeno en nuestra sociedad, definiremos en
primer lugar qué se entiende por prejuicio y por estereotipo. Un prejuicio es un juicio previo,
es decir, una opinión acerca de algo, previa a tener un verdadero conocimiento de ello. Los
prejuicios se van adquiriendo durante la vida, en el marco de un contexto cultural, político y
social determinado, en un tiempo y lugar precisos.

Por su parte, los estereotipos sociales representan


creencias sobre determinados atributos comunes que
poseen los miembros de un grupo. Es decir, son
generalizaciones compartidas que, en el caso de la vejez,
tienden a considerar solo características negativas o falsas
creencias, obviando las singularidades de cada persona y
de su envejecimiento. De esta manera, se piensa que las
personas mayores están enfermas, son dependientes,
tienen problemas cognitivos, son incapaces de aprender
cosas nuevas o que están socialmente aisladas, y que todo esto es una consecuencia
irreversible del proceso de envejecer, por enunciar solo algunas de estas creencias (Branco y
Williamson 1982, En Triado y Villar, 2006).

Es importante señalar que existen estereotipos explícitos e implícitos. Los primeros son
aquellos que se piensan y se manifiestan conscientemente, mientras que en el caso de los

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segundos no se tiene consciencia de ello, pero se expresan en conductas hacia las personas
mayores. En este sentido, la discriminación es el comportamiento que se deriva de los
estereotipos negativos. En el caso de las personas mayores, el término edaismo o viejismo
alude a la discriminación hacia este colectivo y se define como una alteración en los
sentimientos, creencias o comportamientos ante la edad cronológica percibida de un individuo
o un grupo de personas (Butler, 1969). Uno de los mayores problemas del edaismo es que el
mismo suele pasar inadvertido porque no existe un repudio que se exprese de manera explícita
(Sabatini y Arias 2015). En primer lugar, porque no hay grupos que así se manifiesten, y en
segundo lugar, porque estos estereotipos también están presentes en las mismas personas
mayores, motivo por el cual no son visibilizados y menos aún cuestionados.

2. Deconstruir los prejuicios y estereotipos negativos

Es importante deconstruir los prejuicios y estereotipos


negativos, porque estas creencias construyen
argumentos que son internalizados como verdaderos por
la sociedad en la que están insertos también los adultos
mayores. Estos estereotipos minimizan las diferencias
individuales y tienden a homogeneizar a todas las
personas mayores, ignorando su particular forma de
envejecer (Muñoz Tortosa, 2002). De esta manera, como
señalan Triado y Villar (2006), funcionan como una
profecía autocumplida, es decir que el imaginario acerca de la vejez afecta no solo a las
actitudes de los demás hacia las personas mayores, sino también a la propia autopercepción
que tienen los mayores de sí mismos. Los estereotipos referidos a la vejez condicionan y
limitan la mirada acerca de las personas de edad, y por lo tanto, nuestra manera particular de
relacionarnos con ellas. La imagen y el significado que les devolvemos variarán si los
consideramos “objetos de cuidado” o “sujetos de derecho”; si los pensamos “inactivos, pasivos,
incapaces” o “activos, protagonistas y capaces”.

Por otro lado, en ocasiones los estereotipos hacia las personas mayores también son
compartidos por profesionales que trabajan con este colectivo. Esto afecta negativamente la

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atención a problemáticas de salud o salud mental y a la posibilidad de habilitar nuevas
oportunidades para los adultos mayores. Asimismo, puede derivar en la utilización de un
lenguaje que infantiliza a las personas mayores y en una actitud de sobreprotección hacia ellas,
que comunica un mensaje oculto de incapacidad e invalidez, provocándoles un profundo
sentido de inutilidad y limitando su autonomía (Valdes, 2012).

Los medios de comunicación juegan un papel muy importante en la imagen que se da de las
personas mayores. Los medios son espacios de producción, transmisión y circulación de valores
y estereotipos. Poder reconocerlos y problematizarlos permite desarticular conceptos
prejuiciosos y peyorativos sobre la vejez y el envejecimiento, establecidos en el imaginario
social. Por último, cada modelo político puede reforzar o modificar los estereotipos sobre el
envejecimiento (Sabatini y Arias, 2015). Si la vejez es concebida como una etapa caracterizada
por pérdidas y enfermedades, entonces pensarán al adulto mayor como objeto de atención
sanitaria y en consecuencia se propondrán programas asistenciales. Si por el contrario, se
piensa a los adultos mayores desde un enfoque de derechos, entonces se diseñarán
dispositivos que promuevan su empoderamiento y autonomía.

Resumiendo…

La visión sobre la vejez y el envejecimiento está construida sobre


prejuicios y estereotipos que vinculan a las personas mayores con
pérdidas, enfermedades, deterioro y una creciente dependencia.

Un prejuicio es una opinión acerca de algo, previa a tener un


verdadero conocimiento de ello. Se adquieren durante la vida, en un
contexto socio cultural determinado. Un estereotipo es un conjunto de
creencias sobre un grupo determinado.

El edaismo o viejismo es la discriminación hacia los adultos mayores.


Se expresa en la alteración de los sentimientos, creencias y
comportamientos ante la edad de un individuo o grupo.

Los prejuicios y estereotipos condicionan y limitan la mirada sobre las


personas mayores. También inciden en las prácticas de los
profesionales que trabajan con esta población.

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Autoevaluación

¿Qué es un estereotipo? ¿Cómo se generan?

¿Cuál es el efecto que producen en la sociedad y en los adultos


mayores? ¿Qué se debería hacer para deconstruirlos?

Referencias bibliográficas

Butler, R. (1969). Age-ism: Another form of bigotry. The Gerontologist, (9) 243-246.
Iacub, R. (2012). El poder en la vejez. Entre el empoderamiento y desempoderamiento. Buenos
Aires: PAMI.
Muñoz Tortosa, J. (2002). Psicología del Envejecimiento. Madrid: Pirámide
Portal Mayores (s/f) Los mitos y estereotipos asociados a la vejez. Recuperado de
http://www.revista60ymas.es/InterPresent2/groups/revistas/documents/binario/s314informe.
pdf
Sabatini, B y Arias, C (2015). Mirando la Vejez. Estudio y Propuesta. Mar del Plata. Eudem
Triadó, C. y Villar, F (2006). Psicología de la Vejez. Madrid: Alianza
Valdés, S.E.C. (2012). ¿Es la vejez lo que se dice de ella? Revista Temática Kairós Gerontología,
15 (12). São Paulo.

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