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Vuelta Atras - Bevely Barton
Vuelta Atras - Bevely Barton
VUELTA ATRÁS
The Mother of My Child
Pattie Cornell y Spencer Rand habían sido novios en el pasado y
cuando se separaron, él ignoraba que Pattie estaba embarazada y
que posteriormente dio a luz una niña, que según los médicos,
murió al nacer.
1. Prólogo
—¡Allison es mi hija!
¿Cómo podía haber estado tan ciego? ¿Cómo había podido mirar
a Allison y no darse cuenta de que era su vivo retrato?
—Tres años.
—¿Y qué se supone que voy a hacer con ella, Peyt? Soy el último
hombre sobre la tierra que alguien, y especialmente una niña tan
delicada como Allison, querría como padre.
—El senador siempre creía saber qué era lo mejor para todo el
mundo, especialmente para los miembros de su familia. Su
preocupación no era por Pattie Cornell, sino por su nieta.
—¿Yo?
—Buena idea.
1. Capítulo Uno
—¿Su sobrina?
—¿Y qué voy a hacer si soy irresistible? —replicó J.J. con aquella
sonrisa burlona que a Pattie tanto le recordaba a Fred.
—Se llama Spencer Rand —J.J. abrió una bolsa de patatas fritas
—. Estaba preguntándole a Leigh qué horario tenías en la tienda y
que cuánto tiempo hacía que eras propietaria de Furniture Mart.
Cosas así.
—Le dije que viniera a la tienda, que los sábados abrimos hasta
las seis.
—Ni idea. Es difícil de decir. Debe andar por los doce, pero podría
ser mayor o menor —J.J. abrió la lata—. Iba vestida como si fuera a
la iglesia. ¿Te lo puedes creer? Un sábado por la tarde en agosto y
con vestido.
—Eso me suena a la abuela de los Rand —comentó Sherry—.
Esa sí que estaba obsesionada con lo de ser la «dama del señorío».
Y esa Valerie era igual. La más esnob de la ciudad; demasiado
buena para mezclarse con la plebe.
—En una chica que conocía aquí. Estoy seguro de que te caería
muy bien.
—J.J. Cárter.
—No creo que a la gente deba juzgársela por quiénes fueran sus
padres y sus abuelos, ni por las circunstancias de su nacimiento.
—¿De verdad?
—¿Ocurre algo, tío? ¿Ha sido una grosería por mi parte pedirte
otra clase de postre? Si lo ha sido, lo lamento muchísimo. No
querría...
—Puede que Sherry venda algo. Tiene una pareja arriba mirando
una cama de agua —J.J. guardó el trapo naranja en el bolsillo
trasero de sus vaqueros cortados—. Ven a echar un vistazo al
cartel.
—Hola, Pattie.
—Hola, Spence.
Pattie se sorprendió de que su voz hubiese sonado tan tranquila
cuando por dentro era un manojo de nervios.
—¿Quieres tomar algo? ¿Una coca cola o algo así? —le preguntó
a Allison.
—Ya veo.
Pattie sintió una repentina simpatía por la sobrina de Spence. La
chiquilla debía sentirse completamente confundida. Era evidente
que Valerie había continuado la tradición de los Rand educando
niños, una tradición que había causado la rebeldía de Spence y le
había obligado a huir a los veinte años tan lejos de su familia como
fuese posible.
—De acuerdo.
¿Cómo podía un hombre estar tan bien? Tenía los hombros más
anchos que había visto nunca, una cintura y unas caderas estrechas
y las piernas más largas. Todo su cuerpo desprendía una virilidad
sin pretensiones. Nada deliberado.
Spence reparó en que el pelo de Pattie era un tono más claro que
antes, pero seguía llevándolo largo. En aquel momento, varios
mechones se habían soltado del recogido que llevaba en lo alto, y
casi podía sentir su caricia sobre su pecho desnudo.
—Lo siento, Pattie. Pero viendo a J.J., puede decirse que estás
haciendo un buen trabajo —no podía negarse a ayudarle. ¡Allison
era también su hija!—. Además, siempre has tenido unos instintos
maternales muy fuertes. Solías hablar de cuando tuviéramos niños
y...
—Mira, Pattie, no estoy tan loco como para pensar que puedo
volver a tu vida y coger las cosas en el punto en el que se quedaron
como si nada hubiera ocurrido.
—No estoy segura de que sea una buena idea intentar ser
amigos. Somos extraños. Conocíamos a las personas que éramos
antes, pero no a las que somos ahora.
—Spence...
—Esta noche tengo una cita —dijo—. Y creo que Pattie también
tiene sus planes, ¿verdad?
Había estado a punto de decir que era demasiado tarde para que
nadie se preocupara por ella y Spence, porque él ya le había hecho
todo el daño posible.
1. Capítulo Dos
—Ya te he dicho que no tengo ni idea de cómo ser padre, así que
soy un desastre —Spence se frotó la cara con las manos—. Odio
ver a Allie tan triste. Llora muchísimo, y tengo la impresión de que
no encaja en el colegio.
—¿Allie?
—Si, bueno, esa es una de las cosas que van mal con mi hija.
Valerie intentó lavarle el cerebro. Allie tiene miedo constantemente
de hacer o de decir cosas incorrectas. ¿Qué clase de vida es esa
para una chiquilla de trece años?
—¿Estás loco?
Pattie se dejó caer sobre su silla giratoria y subió los pies encima
de la mesa.
—No, nosotros...
—Sí, sé que las cosas han sido muy duras para ti, pero esa es
precisamente razón de más para que te convenzas de que tu suerte
ha cambiado y de que ahora hay algo de felicidad verdadera
esperándote.
—¿Y por qué no? Estás haciendo un trabajo magnífico con J.J. —
Sherry sonrió y abrió la puerta del despacho—. Podrías ser un
modelo femenino para Allie y Spence podría ser el masculino para
J.J. Os haríais mutuamente un favor.
—Trátala bien, ¿me oyes? Devuélvele la luz a sus ojos y con eso
me daré por satisfecha.
Ella apartó los ojos y esbozó una sonrisa, que desapareció casi
antes de perfilarse.
—Recordarme el pasado
—Voy a raptarte para pasar una tarde de diversión. Dios, qué bien
olía. Hubiera deseado esconder la cara en su cuello y respirar la
fragancia que era ella misma.
—No te atreverías.
—Ponme a prueba.
—¿Machito?
—¿Dónde me llevas?
Pattie apartó con el pie la cesta que había en el suelo del coche.
Allí, a tan sólo unos metros del cauce del río, había una roca
enorme, plana y suave, brillando a la luz del sol de la tarde.
—Podríamos hacer cosas con los chicos... con J.J, y Allie. Serían
unas estupendas carabinas —añadió, y se echó a reír.
¡Allie! Dios mío, no había pensado en ella ni una sola vez. ¿Pero
qué demonios le pasaba? Su propia hija... la hija de los dos, era la
razón de haber vuelto a aquel pueblucho de mala muerte. El objetivo
por el que pretendía renovar su amistad con Pattie era que madre e
hija tuvieran oportunidad de conocerse.
—Spence..
—¿Mm?
—¿Y qué te hace pensar que yo puedo conseguir eso? Con que
Allie se parezca sólo un poco a Valerie, me odiará. Nuestras
personalidades chocarán.
Los dos se echaron a reír al recordar cómo habían sido las cosas
entre ellos desde el principio, cuando los dos eran demasiado
jóvenes para comprender los peligros del amor y del sexo.
1. Capítulo Tres
Pattie miró hacia Spence que estaba de pie haciendo cola para
pedir su cena. Mientras Allie y Leigh White se daban una vuelta por
la tienda de discos, ellos dos habían aprovechado la oportunidad
para descansar sus doloridos pies y comer algo.
—Debe ser que los genes de los Rand son dominantes. Allie se
parece mucho a mi familia, ¿no crees?
—Me pone los pelos de punta —Spence se limpió la cara con una
servilleta de papel—. Soy un verdadero desastre para las
relaciones. Tú mejor que nadie deberías saberlo.
—Ni una —Spence apretó con tanta fuerza su vaso de cartón con
la coca cola que la tapa salió disparada—. Creo que he nacido para
ser un marginado. Nunca he encajado de verdad en ningún sitio, y
he tenido que construirme yo mismo una vida, separado del resto
del mundo.
—Pero tiene que haber habido alguien... Pattie no podía creer que
un hombre como Spence no hubiera compartido su vida con una o
dos mujeres a lo largo de catorce años.
—¿Qué ocurrió?
—Creo que Allie puede ser hasta demasiado buena para J.J. —
Pattie esperaba poder suavizar la inseguridad y el azoramiento de
Allie—. Especialmente teniendo en cuenta su comportamiento de
estos últimos días.
—Pero no debes decírselo —dijo Allie, mirando tímidamente a
Pattie—. Yo no le gusto, y me moriría si él supiera que me gusta.
—Vuelvo enseguida.
Pattie Cornell no era sofisticada. Era una chica de pueblo con una
visión sencilla y de alguna forma a la antigua usanza de la vida, lo
que a Spence le parecía absolutamente refrescante.
—Anda, dame unas cuantas palomitas —dijo ella casi sin voz,
pero antes de que supiera qué estaba pasando, Spence le metió un
puñado de palomitas en la boca y repitió el proceso hasta que ella le
empujó el brazo, protestando con la boca llena.
—¿Qué pasa?
Pattie no podía contestar y se agachó rápidamente a coger su
coca cola del suelo. Después, le dio un codazo a Spence en las
costillas.
—Eres terrible.
—Si van a actuar como un par de críos —dijo una voz de mujer—,
les agradecería que se marcharan. Los demás queremos ver la
película.
—¡Spence! ¡Cállate!
Pattie volvió a echarse a reír, de tal forma que hasta le dolían los
costados y no podía respirar.
—Jerome, haz algo con esta gente. Están los dos locos.
—Pero ¿por qué le has dicho que estaba loca? ¿Y por qué
demonios me has sacado del cine? Los de la sala deben haber
llamado a la policía.
—¿Qué tengo que hacer para que admitas que me deseas tanto
como yo a ti?
Pattie se quedó mirando aquellos ojos del color del mar que
parecían estar queriendo decirle algo que Spence no se atrevía a
poner en palabras.
—¿Sí?
Spence carraspeó.
—Quizás.
—Escucha. Es precioso.
—Te respeto por eso, y bueno, haré lo que pueda para ayudarte
con Allie, pero...
—¿Pero?
—¿Cuál?
—Sabía que ibas a ser una buena influencia para Allie —dijo, y
lentamente se inclinó para besarla.
Pattie se le quedó mirando, al mismo tiempo luchando contra él y
queriendo más. Justo cuando Spence dejaba caer las bolsas al
suelo para apretarla contra él por las caderas, la luz del porche se
encendió y alguien abrió la puerta. Sorprendida, Pattie se separó de
Spence, que la soltó a regañadientes. J.J. estaba en la marco de la
puerta con el ceño fruncido. Ebony salió corriendo a los pies de su
ama.
—Son las once y media. Bethany tenía que estar en casa a las
once.
—Un tío como ese no tiene por qué vigilar a unos crios. No es un
buen ejemplo.
—J.J.,¿qué te pasa? Guando Spence llegó aquí hasta parecía
gustarte, y ahora no haces más que encontrarle faltas.
—¡Esa bruja!
—Eres preciosa
—¿Qué? .
Allie enrojeció.
—Darren Henley.
—¿Tú crees?
—¿Qué?
—Sí. Mucho.
—Dieciocho.
—Soy el hombre con más suerte del mundo. Mi chica y mi hija van
a ser las dos mujeres más guapas del baile de esta noche.
La victoria fue maravillosa. Los Marshallton Raiders ganaron a los
Weeden Tigers por diez a siete. Pattie había gritado hasta quedarse
afónica para animar a su hijo y a sus compañeros de equipo. Ni
siquiera la estirada presencia de Joan Stephenson le había
impedido disfrutar de un deporte que le había encantado desde sus
propios días de colegio.
—Sí, Allie ha venido. Ella y Leigh White han venido con dos
chicos.
—Es un poco joven para salir con chicos, ¿no? J.J. me dijo que
tenía trece años.
—Casi catorce —dijo Spence—. Creo que sería muy difícil que se
metiera en algún problema en una fiesta del colegio vigilada, ¿no
crees, Joan?
—Pattie...
Ese comentario fue la gota que colmó el vaso. No hacía falta que
nadie le recordara lo distintos que eran Spence y ella. Él era oro
molido, un pura sangre comparado con un mestizo y Pattie cerró los
ojos para recuperar toda su fuerza. No iba a llorar.
La música pasó del rock a una suave balada country. Pattie se dio
media vuelta para salir de la pista, pero J.J. la cogió por un brazo.
—¿Lo harías?
—¿Qué?
—¿Qué iban a decir los chicos si me ven bailando con una chica
como esa?
—No has visto a Allie esta noche, ¿verdad?
Allie estaba en una esquina junto con un chico alto, delgado y con
gafas, que parecía estar tan triste como ella.
—No la veo.
Pattie suspiró aliviada. Si J.J. le pedía que saliese a bailar con él,
los sueños de Allie se harían realidad.
Entonces le miró a los ojos, y los vio brillar con el mismo deseo
que ella sentía. Spence no sonrió, y ella tampoco, y sentir el
contacto con su cuerpo fue un afrodisíaco instantáneo, fuerte y
sobrecogedor. Algunas cosas no cambiaban jamás, y ambos se
deseaban más que nunca.
—Hola, pareja.
—Si me disculpas...
—Todo el mundo sabe que hace años querías a Spence, pero que
él no malgastó contigo ni cinco minutos porque me quería a mí. Me
deseaba a mí.
Pattie vio por el rabillo del ojo que Spence y Allie se acercaban a
ellos.
—No, claro que no —Pattie hizo un esfuerzo enorme por que sus
palabras fueran audibles—. Tú eres un ángel, Allie —y mirando a
Spence, añadió—: Cuídala, y deja que venga a verme cuando
quiera.
—¿Pattie?
1. Capítulo Cinco
Había creído que a Pattie le gustaba tal como era y había contado
con cimentar una relación positiva entre los dos, un vínculo que les
permitiera ser los padres de Allie. Todo había ido bien hasta que
había cometido aquel error táctico: aceptar la invitación de Joan
Stephenson a cenar. Pattie ni siquiera le había dado la oportunidad
de explicarse.
Tenía que arreglar las cosas. Tenía que decirle la verdad sobre su
hija.
—Lo que pase con su tío Spence no tiene nada que ver con lo
que siento por Allie. Ha sufrido ya demasiadas tragedias en su vida
y necesita amigos. Yo soy su amiga y eso es todo lo que puedo ser,
porque Spence y yo no tenemos ningún futuro juntos.
Spence la soltó.
—Maldita sea, Pattie, sabes que Joan no tiene nada que ver con
esto. Estás utilizándola de escudo entre nosotros porque tienes
miedo de admitir que te sigo importando y que aún me deseas.
—Pattie...
—¿Ah, sí?
—Tú tuviste más suerte que mi primo Fred —Joan puso su mano
sobre la de Spence—. Supiste ver cómo era de verdad y te
marchaste de la ciudad antes de que te convenciera de que el niño
que llevaba era tuyo.
—Sólo porque los bárbaros que vienen a este sitio actúen como
animales, no es excusa para que tú hagas lo mismo —le reprendió,
tiesa como un palo—. Mira cómo se comporta esa mujer. Es
vergonzoso.
—¿Qué pasa? —le preguntó Gil, mirando hacia atrás para ver qué
había atraído la atención de Pattie.
Pattie intentó mirar hacia otro lado. ¿Pero por qué tenía que
hacerse eso a sí misma? Spence no le había hecho promesa
alguna. Por contra, le había dejado bien claro desde el principio que
no buscaba una relación permanente, y ella sospechaba que él
pretendía renovar su antigua amistad más por el bien de su sobrina
que porque aún sintiera algo por ella. Pero ahora había encontrado
una mujer más adecuada para ser la madre sustituta de Allie.
El foco de luz bailó por los rostros de las parejas hipnotizadas por
aquella mujer y después se centró en Pattie, quien, apartándose de
Gil, extendió los brazos invitando. Spence no tenía duda de que él
era el hombre a quien invitaba y se puso de pie, y como en trance,
caminó hasta ella.
Pattie tenía los labios secos y se pasó la lengua por ellos sin
apartar los ojos de Spence.
—No creo que pueda sufrir más de lo que estoy sufriendo en este
momento, pequeña. —Spence, ¿qué vamos a hacer? Aunque el
futuro no tuviera promesas, le deseaba de tal forma que no podía
resistirse a la tentación de pasar aquella noche con el hombre que
amaba.
1. Capítulo Seis
Pattie intentó abrir la puerta con las manos temblorosas, oyendo
los ladridos de Ebony. Spence estaba detrás de Pattie, abrazándola
contra su pecho, y la besó en la base del cuello.
—Estáte quieto o nunca abriré esta puerta. Entre risas, por fin
consiguió abrirla. Ebony saltó a su alrededor, ladrando de contenta.
—Me gustaría que esta noche fuese especial para ti —dijo él, y la
dejó caer al suelo—. No quiero que pienses que no es importante
para mí que volvamos a estar juntos.
Entonces los miró más de cerca. Uno era un anillo con un brillante
y el otro era uno muy pequeño, como de niño, con un dibujo labrado.
lo tienes.
—Claro que puede esperar. Spence, ¿por qué ningún otro hombre
me ha hecho sentirme así?
—Spence... Spence...
Pattie cerró los ojos y se aferró a sus brazos mientras el calor era
ya casi insoportable. Entonces, como atraída por una fuerza
insondable, arqueó la espalda una vez más contra él y una fuerza
indescriptible se desató en su interior, mientras que Spence la
acariciaba y contemplaba cómo su mujer explotaba.
Entonces se acercó a ella y le besó los párpados cerrados.
—Ah... te quiero.
No podía apartar los ojos de ella. Era una mujer preciosa, tanto
vestida como desnuda, por la noche o a la clara luz del día.
—Sí. Yo también.
—Hay tantas cosas que no sabes, pequeña. Mi viejo nos hizo algo
terrible. Toda mi familia ha estado viviendo una mentira, incluso Peyt
ha sabido la verdad durante los últimos años y no me la ha dicho.
—¿Qué tiene que ver tu padre con nuestra hija? —Pattie se puso
de pie—. Pienses lo que pienses, tendrá que esperar. Quiero que
sepas, que sepas de verdad cómo fue para mí.
—De acuerdo.
—Estoy escuchando.
—Sabes que Valerie tuvo una niña que nació el mismo día que la
nuestra, ¿verdad?
—Mi padre sabía que tu hija era mía, y cuando tomó la decisión,
no nos tuvo en cuenta a ninguno de los dos. Para él era una cosa
muy sencilla. Se trataba simplemente de cambiar una nieta por otra
—Spence sintió la tensión de Pattie—. Enterraste a la hija de
Valerie, y ella se llevó a casa a la nuestra.
—Sí —contestó él, y apretó los dientes para evitar las lágrimas—.
Esa es la razón de que volviese a Marshallton. No podía
comprender por qué Valerie me había nombrado a mí tutor de Allie,
y Peyton me dio una carta que Valerie me había escrito al rehacer
su testamento tres años atrás.
—Sí, de acuerdo.
—¿Qué pregunta?
Pattie apretó las manos sobre el respaldo hasta que los nudillos
se le quedaron blancos. Después apartó la silla y se sentó.
—Pattie...
1. Capítulo Siete
Spence aparcó su Porsche frente a la casa de Clairmont, y con la
cabeza apoyada en el volante, le pidió a Dios que le diera el valor
suficiente de entrar y enfrentarse a su hija. No había ido a casa
directamente después de dejar a Pattie, porque tras verla con tanto
dolor, había, necesitado tiempo para reponerse. Ya había sido lo
bastante difícil ocultarle la verdad a Allie durante aquellos meses,
pero ahora que Pattie lo sabía todo, Spence no sabía cómo
enfrentarse a su hija. Tendría que seguir fingiendo algo más de
tiempo, lo suficiente para que ella y Pattie completasen su unión, su
verdadera relación de madre e hija.
Sabía que el chico estaba sufriendo y que cada palabra que salía
de su boca estaba provocada por unos celos tremendos, pero en
aquel momento, no podía ocuparse de los problemas de J.J. Ya
tenía más que de sobra con intentar que su hija no se hiciera mil
pedazos.
Con cada respuesta no hacía más que cavar su fosa un poco más
profunda. Para salvarse, sólo podía mentir, y no estaba dispuesto a
volver a engañar a su hija. —Así que J.J. no ha mentido, ¿eh? La
voz de Allie parecía tranquila, pero Spence sabía que aquel tono era
engañoso. Podía ver el dolor en sus ojos, su expresión aterrorizada.
—Yo... he venido para hablar con Allie... para decirle que lo siento.
Pattie me lo ha explicado todo. Me ha dicho que no fue culpa tuya
en absoluto porque tú no sabías que ella estaba embarazada
cuando te marchaste.
—Y seguramente es verdad.
—Has dicho que nos odia a todos. ¿Es que eso no incluye a J.J.
—Que sí.
—¿Y qué contestó él? —Me pidió que me casara con él. —¿Que
hizo qué? —gritó Spence. —Ya conoces a tu hermano. Un caballero
del sur hasta la médula. Creyó que esa era la salida más honorable.
Siempre había dado por sentado que era igual que mi padre y
supongo que estaba equivocado.
—Lo que está hecho, hecho está —Pattie no podía culpar a J.J. Él
mismo era poco más que un niño. Un niño que había perdido a sus
padres y que se colgaba de la única persona que sabía que le
quería—. Actuaste de forma irresponsable, pero nada de todo esto
es culpa tuya. Hay tanta gente a la que culpar que ni siquiera sé por
dónde empezar.
—Mirad, tengo una idea —dijo J.J.—. Dejad que sea yo el que
hable con ella, y si intenta huir, puedo cogerla.
—Sí, de acuerdo.
—¿Y qué quieres que haga con ellas? —Si encuentras velas,
enciéndelas. En la oscuridad, Spence cogió la mano de Pattie para
conducirla a la escalera.
—No, no es verdad.
—Por favor.
—De acuerdo.
—¿Qué haces?
—Voy arriba.
—Yo estaba sola —dijo Allie—. Mis padres siempre habían estado
ahí para decirme lo que tenía que hacer, cómo debía vestirme y qué
debía pensar y entonces apareció el tío Peyton y después el tío
Spencer. Yo confiaba en él. Yo le quería y sin embargo él me estaba
mintiendo.
Las lágrimas rodaban por las mejillas de Allie, y J.J. le soltó las
manos para secárselas con los dedos.
—Vamos, pequeña.
Pattie dio el último paso que la llevó junto a su hija. Dios mío,
cómo deseaba cogerla en sus brazos, pero se sentó a su lado en la
cama. Allie ni se movió; ni siquiera la miró.
Allie se quedó mirando los dos anillos y tímidamente los rozó con
un dedo.
1. Capítulo Ocho
—¡Maldita sea!
—Acababa de salir.
—Ya veo.
—No estoy hecho para tener una familia. Llevo demasiado tiempo
soltero.
—Ya.
—Pues Peyt no salió tan mal, ¿no? Algo debió hacer bien.
1. Capítulo Nueve
—Si
—¡Cuidado! —gritó.
ventana.
—Si les dejo, hubieran traído una rama más pequeña que yo. Está
torcido —dijo—. Más a la izquierda.
—Pues es muy fácil —dijo J.J.—. Lo único que tienes que tener
siempre en cuenta es que lo primero que se coloca son las luces, y
que antes de ponerlas, tienes que revisarlas.
Con la ilusión de una niña de cuatro años, Allie cogió las luces.
—Bien. Vamos a probarlas.
—La caja con las luces está en aquel rincón —dijo Pattie—. Las
bombillas de repuesto están en el fondo. La versión sensual y
profunda de Elvis del tema «Blue Chritsmas» comenzó a sonar justo
cuando sonó el teléfono. Pattie lo cogió. Seguramente sería Sherry
que llamaba desde la tienda. No solía dejar a Sherry sola en
Furniture Mart los sábados, pero aquella era una ocasión especial.
—¿Diga?
—Ya.
J.J. dejó caer las luces que tenía en la mano y Allie las cogió
antes de que se estrellasen contra el suelo.
Peyton se echó a reír con aquella risa profunda que las mujeres
encontraban tan atractiva y los hombres, intimidatoria.
—No... señoría.
—El tío Peyton va a explicarle al juez por qué estás viviendo con
Pattie.
—No voy a perderos a ninguno de los dos, tenga lo que tenga que
hacer.
—¿Señoría?
Dios mío, ¿qué tenía que hacer para llegar a él? Tenía una familia
que le necesitaba. ¿Es que no se daba cuenta de que no podría
herirlos más que si se marchaba ahora?
1. Capítulo Diez
—Son casi las tres. Los chicos volverán del colegio en cualquier
momento, así que será mejor que vayas al coche y traigas los
regalos de Allie.
—Sí, voy.
Una vez fuera, se tomó su tiempo para recoger los regalos. Dios
del cielo, ¿cómo iba a decirles adiós al día siguiente? ¿Cómo iba a
poder marcharse y dejar atrás todo lo que significaba algo para él?
La única mujer a la que había amado, la hija que acababa de
encontrar y el joven que necesitaba la figura de un padre.
—Y mejor que te odie ahora que no que lo haga más tarde. ¿No
es ese tu razonamiento? —Pattie se soltó de él—. Sabes que más
tarde o más temprano la desilusionarás, así que ¿por qué no
terminar ya? Mejor marcharse, antes de volverlo a estropear todo.
—Pattie...
—Voy a ver quién es. Podría ser uno de los niños que hemos
invitado a la fiesta.
—Sí, en el salón.
—¿Y qué tiene que ver que yo me vuelva a California con que J.J.
y Allie se hayan fugado.
Norma dio un paso atrás, y con un gracioso gesto del brazo los
invitó a entrar en su casa.
—¿Así que esto era una conspiración? —preguntó Pattie, con los
brazos en jarras y mirando a J.J.—. Quiero una explicación,
jovencito, y la quiero ahora mismo.
—No le eches la culpa a J.J. —dijo Allie—. Fue idea mía. Papá,
no podía dejar que nos abandonases. Sé que en realidad no quieres
volver a California.
—Allie, cariño, tienes que entender cómo están las cosas entre tu
padre y yo —intervino Pattie, cogiendo la mano de la niña.
—¿Por qué no? Alguien tiene que actuar aquí como un adulto
responsable, y ninguno de mis padres parece dispuesto a hacerlo —
Allie miró a Pattie—. ¿Quieres a Spencer Rand?
—¿Qué?
—¿Quieres o no a mi padre?
—¿Qué?
Tres horas más tarde, Spencer Rand, vestido con un jersey azul
de cuello alto, una camisa de franela y unos vaqueros, y Pattie
Cornell, con unos vaqueros blancos y un jersey rojo, se pusieron
delante del juez de paz e hicieron sus promesas.
—Mire, señor Rand, puede que usted piense que no es una perita
en dulce, pero yo creo que eres maravilloso y perfecto para mí.
Además, yo tampoco soy ni la madre ni la mujer típica. Vas a estar
muy ocupado conmigo, y esos dos críos van a darnos más de una
noche sin dormir. No tienes más que ver en el lío en que nos han
metido.