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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE SANTIAGO

(UTESA)

Materia:

INTRODUCCION A LA MAGISTRATURA

Presentado por:

ADRIANA AURISLEIDY MEJIA VELEZ 118-6660

FRAYMI ALMONTE ESTRELLA 218-6229

MARIA MAGDALENA HERNANDEZ DE LA ROSA 218-6361

YULISSA GOMEZ 117- 6223

YOANNY GISSEL ADAMES NIN 213-3738

WILTON ALEXANDER MONTERO GONZÁLEZ 118-6617

Profesor:

LIC. RAFAEL ESPINOSA ACOSTA


Análisis de la ética de los jueces.

La ética es la rama de la filosofía que se ocupa del estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la
felicidad y el buen vivir. Su estudio se remonta a los orígenes mismos de la filosofía en la Antigua
Grecia, y su desarrollo histórico ha sido amplio y variado. Tradicionalmente hablamos de una ética
individual y una ética social y, al mismo tiempo, de una ética en el ejercicio de cada profesión.

La ética judicial es la parte especializada de la ética, compuesta por el conjunto de reglas y principios
que deben acompañar al juzgador para adoptar decisiones ajustadas a la moral, a la virtud y al deber
de la justicia. Es así, como podemos decir que para ser un buen juez se necesita ser un buen hombre
o una buena mujer; tener capacidad técnica, entendida como conocimiento general y especializado
del derecho que administra; honestidad, entendida como la verticalidad moral del individuo;
diligencia, entendida como la capacidad de trabajo; valor supremo de justicia, entendido como
condición previa a la verticalidad moral, y específicamente a la ética especial de la judicatura.

Una mejor sociedad no se construye sin justicia. Y una buena justicia no se construye sin servidores
judiciales comprometidos con los valores sociales-éticos fundamentales que rigen la moral del ser
humano para que actúe bien en la sociedad. De esta forma, la moral social y la moral judicial son
determinantes para una justicia ética. No se equivocó Juan Pablo Duarte, cuando dijo “Sed justos lo
primero, si queréis ser felices”.

El comportamiento social se desarrolla sobre la base de los valores que refleja la familia y que refleja
el Estado. Pongamos ejemplo: Una persona cumple su ciclo de formación hasta llegar al grado
universitario donde estudia ética para el abogado, luego decide ser servidor judicial y estudia en la
Escuela judicial donde también recibe ética judicial. Tenemos entonces una persona que aprendió
una ética en su familia, una ética en la sociedad, una ética jurídica en la Escuela de Derecho y una
ética judicial en la Escuela de la Judicatura.

La prudencia es el otro pilar para ser un buen juez. Pero la prudencia no es una línea, es un espacio.
Por eso se necesita la inteligencia para decidir en un mar de posibilidades, donde no valen fórmulas
ni esquemas: en materia judicial, dos más dos no necesariamente son cuatro. El buen juez tiene que
saber ponderar los bienes jurídicos ligados a los diferendos y tomar una decisión adecuada a cada
caso.

El juez está demostrando una afectación profunda a la regla de la imparcialidad que, como tal, debe
cuidar en todo momento y evitar hasta los comportamientos que puedan llevar a una apariencia de
esa afectación.
Supongamos, que el candidato a Gobernador es el padre o el hijo del juez, y el juez lo coloca como
‘amigo; pues bien, nadie duda que por definición entre hijo-padre existe una relación filial que excede
el contorno del lenguaje de las redes de ‘amigo’; pero sin embargo al hacerlo, está suscribiendo un
programa político, un derrotero de organización del Estado y por ello, de prácticas morales
determinadas y es allí, por lo cual, no es acertado esa relación de amistad informática, porque aun
cuando parece inocua, a los ciudadanos no les gusta conocer la manera ideológica en que se define
el juez, aun cuando el candidato a Gobernador sea el hijo/padre

Los códigos de conducta o de ética profesional son el resultado de un proceso racional que procura
establecer normas derivadas de una noción ideal del profesional que pretenden regular. Esa noción
ideal parte del reconocimiento de que existe una conducta que es perniciosa para la sociedad y para
la propia profesión. Así, si aspiramos a formar buenos profesionales es porque rechazamos a los
malos profesionales. Si aspiramos a orientar la vida para formar buenos jueces es porque
rechazamos a los malos jueces. La noción ideal del profesional de ordinario tiene un doble ámbito:
el enmarcado en el ejercicio y desempeño particular de cada profesión y el adscrito al ámbito de la
percepción pública que se tiene de la profesión regulada. El primero tiene por objeto el correcto
desempeño de una profesión para beneficio de la sociedad, es decir, para adelantar intereses
públicos.

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