Está en la página 1de 28

CONTRATOS

PARTE ESPECIAL

Dirección
RENZO MUNITA MARAMBIO
Coordinación
FLORENCIA BANCALARI CHÁVEZ

tirant lo blanch
Valencia, 2023
COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT LO BLANCH
María José Añón Roig Marta Lorente Sariñena
Catedrática de Filosofía del Derecho Catedrática de Historia del Derecho de
de la Universidad de Valencia la Universidad Autónoma de Madrid
Ana Cañizares Laso Javier de Lucas Martín
Catedrática de Derecho Civil de Catedrático de Filosofía del Derecho y
la Universidad de Málaga Filosofía Política de la Universidad de Valencia
Jorge A. Cerdio Herrán Víctor Moreno Catena
Catedrático de Teoría y Filosofía de Derecho. Catedrático de Derecho Procesal de la
Instituto Tecnológico Autónomo de México Universidad Carlos III de Madrid
José Ramón Cossío Díaz Francisco Muñoz Conde
Ministro en retiro de la Suprema Catedrático de Derecho Penal de la
Corte de Justicia de la Nación y Universidad Pablo de Olavide de Sevilla
miembro de El Colegio Nacional Angelika Nussberger
María Luisa Cuerda Arnau Catedrática de Derecho Constitucional
Catedrática de Derecho Penal de la e Internacional en la Universidad
Universidad Jaume I de Castellón de Colonia (Alemania)
Carmen Domínguez Hidalgo Miembro de la Comisión de Venecia
Catedrática de Derecho Civil de la Héctor Olasolo Alonso
Pontificia Universidad Católica de Chile Catedrático de Derecho Internacional de la
Eduardo Ferrer Mac-Gregor Poisot Universidad del Rosario (Colombia) y
Juez de la Corte Interamericana Presidente del Instituto Ibero-Americano
de Derechos Humanos de La Haya (Holanda)
Investigador del Instituto de Luciano Parejo Alfonso
Investigaciones Jurídicas de la UNAM Catedrático de Derecho Administrativo
Owen Fiss de la Universidad Carlos III de Madrid
Catedrático emérito de Teoría del Derecho Consuelo Ramón Chornet
de la Universidad de Yale (EEUU) Catedrática de Derecho Internacional
José Antonio García-Cruces González Público y Relaciones Internacionales
Catedrático de Derecho Mercantil de la UNED de la Universidad de Valencia
José Luis González Cussac Tomás Sala Franco
Catedrático de Derecho Penal de Catedrático de Derecho del Trabajo y de la
la Universidad de Valencia Seguridad Social de la Universidad de Valencia
Luis López Guerra Ignacio Sancho Gargallo
Catedrático de Derecho Constitucional Magistrado de la Sala Primera (Civil)
de la Universidad Carlos III de Madrid del Tribunal Supremo de España
Ángel M. López y López Elisa Speckmann Guerra
Catedrático de Derecho Civil de Directora del Instituto de Investigaciones
la Universidad de Sevilla Históricas de la UNAM
Ruth Zimmerling
Catedrática de Ciencia Política de la
Universidad de Mainz (Alemania)

Fueron miembros de este Comité:


Emilio Beltrán Sánchez, Rosario Valpuesta Fernández y Tomás S. Vives Antón

Procedimiento de selección de originales, ver página web:


www.tirant.net/index.php/editorial/procedimiento-de-seleccion-de-originales
CONTRATOS
PARTE ESPECIAL
Copyright ® 2022

Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede


reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico,
incluyendo fotocopia, grabación magnética, o cualquier almacenamiento de
información y sistema de recuperación sin permiso escrito de los autores y
del editor.

En caso de erratas y actualizaciones, la Editorial Tirant lo Blanch publicará


la pertinente corrección en la página web www.tirant.com.

© Renzo Munita Marambio y otros

© TIRANT LO BLANCH
EDITA: TIRANT LO BLANCH
C/ Artes Gráficas, 14 - 46010 - Valencia
TELFS.: 96/361 00 48 - 50
FAX: 96/369 41 51
Email: tlb@tirant.com
www.tirant.com
Librería virtual: https://editorial.tirant.com/cl
ISBN: 978-84-1147-775-8

Si tiene alguna queja o sugerencia, envíenos un mail a: atencioncliente@tirant.com. En caso de


no ser atendida su sugerencia, por favor, lea en www.tirant.net/index.php/empresa/politicas-de-
empresa nuestro procedimiento de quejas.
Responsabilidad Social Corporativa: http://www.tirant.net/Docs/RSCTirant.pdf
Índice

Presentación .............................................................................................................................. 13

CAPÍTULO PRELIMINAR
ANTE LOS CONTRATOS TIPIFICADOS. UNA APRECIACIÓN DEL
CONJUNTO ........................................................................................................................... 15
Daniel Peñailillo Arévalo

DE LOS CONTRATOS SOLEMNES

El contrato de promesa............................................................................................................ 43
Carlos Pizarro Wilson

De la constitución del censo ................................................................................................... 59


Juan Esteban Villarroel Lavín

DE LOS CONTRATOS CONSENSUALES

Contrato de donación ............................................................................................................. 85


Manuel Barría Paredes

Contrato de compraventa ....................................................................................................... 111


Carlos Céspedes Muñoz
Renzo Munita Marambio

Contrato de permuta o cambio ............................................................................................. 183


Nathalie Walker Silva

Contrato de arrendamiento de cosas................................................................................... 197


Rodrigo Momberg Uribe
Gonzalo Severin Fuster

Contrato de arrendamiento de ejecución de obra material .......................................... 227


Lilian C. San Martín Neira

Contrato de arrendamiento “de obra o servicio” en el Código Civil chileno. Pre-


sentación y revisión crítica ..................................................................................................... 253
Gonzalo Severin Fuster

Contrato de servicios inmateriales....................................................................................... 275


Rodrigo Fuentes Guíñez
10 Índice general

Contratos de arrendamiento de transporte ....................................................................... 301


Ángela Toso Milos

Contrato de sociedad ............................................................................................................... 341


Cristian Aedo Barrena

Contrato de mandato.............................................................................................................. 417


Ramón Domínguez Águila
Renzo Munita Marambio

Contrato de transacción ......................................................................................................... 477


María Elisa Morales Ortiz

DE LOS CONTRATOS DE GARANTÍA

Contrato de fianza ................................................................................................................... 503


Pamela Mendoza Alonzo

El contrato de prenda .............................................................................................................. 527


Gonzalo Montory Barriga

Contrato de anticresis ............................................................................................................. 579


Hugo Vera Beltrán

La hipoteca ................................................................................................................................ 601


Bruno Caprile Biermann

DE LOS CONTRATOS REALES

Contrato de mutuo o préstamo de consumo ...................................................................... 711


Felipe Fernández Ortega
Ignacio Labra Saldías

Contrato de comodato............................................................................................................. 747


Ruperto Pinochet Olave

Contratos de depósito y de secuestro .................................................................................... 775


Felipe Diez Ringele
Ángela Higueras Aravena

DE LAS CESIONES

Cesión de derechos.................................................................................................................... 815


Claudia Bahamondes Oyarzún
Índice general 11

Cesión del contrato y de deudas ............................................................................................ 847


Carlos Amunátegui Perelló

DE LOS CONTRATOS ALEATORIOS

Contratos aleatorios. Breve aproximación ........................................................................ 861


Rodrigo Eduardo de la Vega Parra

Contratos de juego y de apuesta ............................................................................................ 867


Rodrigo Eduardo de la Vega Parra

Contrato de renta vitalicia..................................................................................................... 879


Rodrigo Eduardo de la Vega Parra

Contrato de censo vitalicio ..................................................................................................... 891


Rodrigo Eduardo de la Vega Parra

DE LOS CONTRATOS RELACIONALES

Contratos relacionales como contexto ................................................................................. 903


Sebastián Campos Micin
Esteban Pereira Fredes

Contrato de distribución ........................................................................................................ 911


Sebastián Campos Micin
Esteban Pereira Fredes

Contrato de suministro ........................................................................................................... 945


Sebastián Campos Micin
Esteban Pereira Fredes
CONTRATO DE ARRENDAMIENTO
“DE OBRA O SERVICIO” EN EL
CÓDIGO CIVIL CHILENO
PRESENTACIÓN Y
REVISIÓN CRÍTICA
GONZALO SEVERIN FUSTER*

SUMARIO: I. INTRODUCCIÓN. II. Las obras y los servicios como objeto


del contrato de arrendamiento. La recepción de la concepción romana unitaria
del arrendamiento en el Código civil chileno. III. NO EXISTE UN “ARREN-
DAMIENTO DE OBRA” Y UN “ARRENDAMIENTO DE SERVICIOS”. EL
CÓDIGO CIVIL NO RECOGE LA TEORÍA DE LA TRIPARTICIÓN DE
LA LOCATIO CONDUCTIO. A. No es efectivo —o al menos es muy discuti-
ble— que en el Derecho romano se distinguiera entre “obras” y “servicios”. B. En
las fuentes del Código civil no se distingue entre un “arrendamiento de obras” y
un “arrendamiento de servicios”. C. El análisis de los proyectos de Código civil
demuestra que la expresión “obras o servicios” utilizada en el Código civil refie-
re a una sola categoría o contrato, y no a dos. D. La estructura de la regulación
del Título XVII del Libro IV no refleja una distinción entre “obras” y “servicios”.
Tampoco el contenido de su regulación. E. El hecho de que se recoja en algunos
ordenamientos recojan una distinción entre “obras” y “servicios”, no es argumento
para sostener que nuestro Código civil lo haga. F. Finalmente, es posible, desde un
punto de vista gramatical, sostener que el art. 1915 CC se refiere a dos objetos (ac-
ciones), no a tres. IV. DELIMITACIÓN CONCEPTUAL DEL CONTRATO
DE ARRENDAMIENTO “DE OBRAS O SERVICIOS”. LOS CRITERIOS
DE DISTINCIÓN RESPECTO DE OTROS CONTRATOS. A. Criterios de
delimitación conceptual respecto de otros contratos en el ámbito del Derecho ci-
vil. B. Delimitación conceptual entre el arrendamiento de obras o servicios y el
contrato de trabajo. C. Contratos de servicios y Derecho de consumo. V. LOS TI-
POS DE ARRENDAMIENTO DE OBRA O SERVICIO ESPECIALMEN-
TE REGULADOS. UNA VISIÓN PANORÁMICA SOBRE SU CONTENI-
DO, EVOLUCIÓN Y UTILIDAD EN LA ACTUALIDAD.

*
Doctor en Derecho por la U. Autónoma de Madrid (España). Profesor de Derecho Civil, Pontificia
U. Católica de Valparaíso. Correo electrónico: gonzalo.severin@pucv.cl. Este trabajo se enmarca en
la ejecución del proyecto FONDECYT regular 1210234, del cual el autor es investigador responsa-
ble, y del proyecto Fondecyt Regular 1221864, en el que el autor participa en calidad de coinvestiga-
dor.
I. INTRODUCCIÓN
Este trabajo presenta y revisa críticamente la regulación del arrendamiento “de obra
o servicio” en el Código civil chileno, que pueda servir de contexto e introducción al
estudio del Título XXVI del Libro IV (Del contrato de arrendamiento) y, más preci-
samente, de los contratos especialmente regulados en los párrafos siete a diez de dicho
Título. En particular, este trabajo da cuenta, primero y brevemente, de la razón por la
que la contratación remunerada de obras y servicios se considera una forma de arren-
damiento (II). Luego, se defiende la idea de que, pese a la comprensión generalizada,
el Código civil de Bello no reconoce, ni ofrece bases, para distinguir entre un arren-
damiento “de obra” y un arrendamiento “de servicios”, y que sólo existe una distinción
entre el arrendamiento “de cosas” y el “de obra o servicios”, siendo este último propia-
mente una categoría contractual (III). Tras ello, se dibujan los contornos de esta catego-
ría, a partir del análisis de los distintos criterios de delimitación conceptual que deben
considerarse frente a otros contratos regulados separadamente y que tienen —o pueden
tener— por objeto la prestación de un servicio en sentido amplio, tanto dentro como
fuera del Código civil (IV). Finalmente, se ofrece una visión panorámica de los cuatro
tipos de arrendamiento de obra o servicios regulados por el Código civil al interior del
Título dedicado al contrato de arrendamiento (V).

II. LAS OBRAS Y LOS SERVICIOS COMO OBJETO DEL CONTRATO DE


ARRENDAMIENTO. LA RECEPCIÓN DE LA CONCEPCIÓN ROMANA
UNITARIA DEL ARRENDAMIENTO EN EL CÓDIGO CIVIL CHILENO
El art. 1915 CC, que abre el Título XXVI del Libro IV del Código civil, define el
arrendamiento como un contrato en que las dos partes se obligan recíprocamente, la una
a conceder el goce de una cosa, o a ejecutar una obra o prestar un servicio, y la otra a pagar
por este goce, obra o servicio un precio determinado”. Como se puede apreciar, el “contrato
de arrendamiento” da cobijo a relaciones de distinta naturaleza que, además, persiguen
finalidades económicas muy diferentes. Por un lado, la cesión temporal y remunerada
del uso y goce de una cosa (arrendamiento de cosa). Por otro lado, ciertos trabajos remu-
nerados, a las que el texto se refiere utilizando las fórmulas “ejecutar una obra” y “prestar
un servicio”.
¿Qué es lo que explica esta aproximación del Código Civil, que considera la eje-
cución de obras y la prestación de servicios remunerados como una forma de arren-
damiento? En síntesis, ello obedece a la conservación de una concepción jurídica de
raigambre romana: el contrato de locatio conductio. En efecto, si se analizan las fuentes
romanas, bajo el contrato de locatio conductio quedaban cubiertas prestaciones muy di-
versas: tanto la entrega de una cosa para usarla, con cargo a restituirla una vez finalizado
el uso [por ejemplo, un fundo (D. 19.2.3), una vivienda (D. 19.2.5), una habitación
256 Gonzalo Severin Fuster

(D. 19.2.25), un esclavo (D. 19.2.43)] como variadas tareas o actividades, tales como
confeccionar vasos de plata o anillos de oro (D. 19.2.31), lavar vestidos (D. 19.2.31),
remendar o limpiar alguna cosa (D. 19.2.9), transportar alguna cosa (D. 19.2.10), en-
señar a un esclavo o a un aprendiz (D. 19.2.13), custodiar alguna cosa (D. 19.2.40), o
construir alguna cosa, como una casa (D. 19.2.30; D. 19.2.59) o un canal (D. 19.2.62)].
Aunque el origen histórico de esta concepción unitaria del arrendamiento es un
punto debatido en la doctrina romanista, se ha sugerido que dicha unidad conceptual
puede explicarse como el resultado de una cierta proyección evolutiva, cuyo punto de
partida sería la cesión temporal de una cosa material que se entrega o “coloca” (“locare”)
a otro con la finalidad de usarla. Ese tipo contractual inicial da cabida a los trabajos o
servicios remunerados, a partir de la posibilidad de ceder temporalmente un esclavo
(que es considerado una cosa), extendiéndose naturalmente desde ahí al trabajo del li-
berto y finalmente al trabajo del hombre libre (que en algún sentido “se cede a sí mis-
mo” —su esfuerzo o el producto de su trabajo— en forma temporal). Por otro lado, esa
figura inicial, de entrega de una cosa para el uso, se extiende a otras finalidades, tales
como transformarla, transportarla, limpiarla, etc. (El punto ha sido estudiado con ma-
yor detenimiento en Severin, 2015).
No es de extrañar que Bello haya recogido la concepción unitaria del arrendamien-
to, que se recoge ya desde los primeros proyectos de código civil. Desde luego, Bello
conoce el Derecho romano, y él mismo expone el contenido del contrato de locatio
conductio en sus manuales. Pero, además, hay que tener presente que las fuentes más im-
portantes del Código civil en materia de obligaciones y contratos también recogieron
dicha concepción. Por un lado, el Code civil francais de 1804 (que en esta materia está
fuertemente influenciada por los trabajos de Domat y de Pothier), cuyo influjo, en este
punto, alcanzó también a otras fuentes consultadas por Bello, como el Código civil ho-
landés de 1838 o el Proyecto de Código civil español de García Goyena de 1851. La otra
fuente fundamental que recoge también la concepción unitaria son Las Siete Partidas.
Y recordemos, además, que, con anterioridad a la entrada en vigor del Código civil, la
regulación de Las Partidas constituía la base del Derecho vigente en Chile en materia
de Derecho contractual. En este punto, no hay pues innovación (sobre la recepción del
modelo de la locatio conductio en esas fuentes, puede verse Severin, 2016).
Conviene señalar que la tendencia actual en el Derecho comparado es a superar
la concepción unitaria del arrendamiento. En códigos civiles más modernos e instru-
mentos de soft law se reconoce autonomía, tanto normativa como nomenclatural, a los
contratos de prestación de servicio, conservando la voz “arrendamiento” para designar
el contrato que tiene por objeto la cesión remunerada y temporal del uso de un bien
(el arrendamiento de cosas). Este tratamiento separado es razonable considerando tan-
to las diversas finalidades prácticas que persiguen las partes al celebrar esos contratos
como su diversa estructura obligacional (la prestación característica del contrato es de
dar, en un caso, y de hacer, en el otro). Un ejercicio dogmático de “escisión” de los con-
Contrato de arrendamiento “de obra o servicio” en el Código Civil chileno 257

tratos servicios, que los independice del arrendamiento puede ser propuesto también
para el Código civil chileno. De hecho, en los últimos años se observa un creciente inte-
rés doctrinal por los contratos de servicio como categoría contractual, que, en general,
adopta como premisa la autonomía de la figura respecto del arrendamiento de cosas.
Con todo, no debe perderse de vista que, sin una reforma legal, ese ejercicio reconoce
algunos límites. Y es que —y esto es algo que ha pasado inadvertido— la recepción de
la concepción unitaria del arrendamiento en el Código civil de Bello no se agota en la
dimensión terminológica (el uso de la palabra “arrendamiento” para designar a todos
estos contratos). La concepción unitaria del arrendamiento se proyecta también en el
aspecto normativo, al menos en un caso (que, por lo demás, desde el punto de vista
práctico es muy relevante): el art. 1996 CC hace directamente aplicables —aunque en
forma supletoria— las reglas del arrendamiento de cosas al contrato de arrendamiento
de confección de obra. En efecto, la afirmación contenida en el inciso final del artículo
1996 CC, en cuanto señala “el arrendamiento de obra se sujeta a las reglas generales del
arrendamiento” es, o bien una declaración vacía, o bien es una referencia a las reglas del
arrendamiento de cosa; esta última interpretación parece más razonable.

III. NO EXISTE UN “ARRENDAMIENTO DE OBRA” Y UN “ARRENDA-


MIENTO DE SERVICIOS”. EL CÓDIGO CIVIL NO RECOGE LA TEORÍA
DE LA TRIPARTICIÓN DE LA LOCATIO CONDUCTIO
Al definir el contrato de arrendamiento, el art. 1915 CC señala que, a cambio de
una remuneración, una las partes se obliga “a conceder el goce de una cosa, o a ejecutar una
obra o prestar un servicio”.
Del tenor de este artículo, podría desprenderse que el Código civil reconoce tres
posibles objetos en el contrato de arrendamiento: habría un “arrendamiento de cosas”,
un “arrendamiento de obras” y un “arrendamiento de servicios”. Esta es la división que,
por ejemplo, utiliza Orrego (2020, p. 19) en su monografía sobre el contrato de arren-
damiento. Otros manuales o textos generales sobre contratos también la adoptan. Se
explica que en el arrendamiento “de obra” la obligación de hacer del deudor consistiría
en obtener un resultado, mientras que en el “de servicios” el hacer al que se obliga el
deudor no tendría por finalidad la obtención de un resultado determinado y se agotaría
en la actividad diligente.
En apoyo de esa interpretación, suele señalarse que esos eran precisamente los tres ti-
pos en los que se dividía la locatio conductio en el Derecho Romano: locatio conductio rei
(cosas) locatio conductio operis (obra), locatio conductio operarum (servicios). Junto con
ello, la doctrina chilena, al proponer la distinción entre un “arrendamiento de obras” y
un “arrendamiento de servicios”, sobre la base de esos criterios de distinción, parece estar,
al menos en parte, influenciada por el Derecho comparado (por ejemplo, Orrego, 2020,
258 Gonzalo Severin Fuster

refiere, en este punto, al español Luis Diez-Picazo). Efectivamente, en algunos ordena-


mientos extranjeros se distingue entre un contrato “de obra” y un contrato “de servicios”.
Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en el caso del Derecho alemán y del Derecho español.
En estos ordenamientos, se entiende que lo que caracteriza al contrato llamado “de obra”
es que el prestador se obliga a obtener un “resultado” o producto, sea material o inmaterial
(la “obra”, el opus); mientras que lo que caracteriza al contrato llamado “de servicios” es que
el prestador se obliga únicamente a realizar cierta actividad empleando en ella la diligencia
debida. La distinción entre estos dos tipos radica, entonces, en la naturaleza de la pres-
tación de hacer característica del contrato: en el caso del contrato “de obra”, el prestador
asume una obligación de resultado; en el contrato “de servicios”, en cambio, asume una
obligación de medios. En el caso del Derecho alemán, esa distinción se funda en la regu-
lación del propio BGB, que, además, no considera a estos contratos como una forma de
arrendamiento (no se recoge la concepción unitaria). En el caso del Derecho español, esa
distinción es una construcción jurisprudencial y doctrinal —no exenta de críticas— ela-
borada a partir de la regulación existente en su Código civil, que en este punto siguió muy
de cerca al Code civil francais, regulando las obras y servicios como una forma de arren-
damiento (para una presentación general y comparada de la regulación de los contratos
de servicio en sentido amplio, en el BGB y en el Derecho español, véase Jiménez, 2012).
A mi juicio, sin embargo, la presentación del contrato de arrendamiento en tres
“subtipos” o categorías carece de suficiente fundamento. En mi opinión, el Código ci-
vil chileno sólo considera dos clases o categorías de arrendamiento: el “de cosas” por un
lado, y el de “obras o servicios” por otro. No es posible distinguir, en el texto del Código,
entre la prestación consistente en “ejecutar una obra” y la “prestar un servicio”, ni menos
presentar, a partir de ello, la existencia de dos tipos contractuales distintos, menos aún
construidos sobre la clasificación de las obligaciones de medios y de resultado. Esta po-
sición puede sostenerse a partir de varios argumentos, que expongo a continuación.

A. No es efectivo —o al menos es muy discutible— que en el Derecho romano se dis-


tinguiera entre “obras” y “servicios”

La idea de que es posible distinguir entre un arrendamiento “de obra” y uno “de ser-
vicios” suele fundarse, como se ha dicho, en el Derecho romano. Sin embargo, conviene
recordar que, en las fuentes romanas, el contrato de locatio conductio se trata en forma
unitaria, sin divisiones ni subtipos (cfr. Digesto, 19. 2; Gayo 3. 142 y ss.). La llamada
teoría de la tripartición de la locatio conductio es una construcción de la doctrina roma-
nista, cuyo origen, aunque difícil de precisar, se sitúa probablemente hacia fines del siglo
XVII. Esta teoría comienza a ser fuertemente controvertida a partir del siglo XX.
Aunque es efectivo que muchos de los textos y manuales de Derecho romano de
los siglos XVIII y XIX se sirven de esa división tripartita para presentar el contrato de
arrendamiento, lo cierto es que, como se ha demostrado en otro lugar, no existe base
Contrato de arrendamiento “de obra o servicio” en el Código Civil chileno 259

suficiente para sostener que la tesis de la tripartición fuera dominante, o siquiera ma-
yoritaria, a la época de la codificación. En muchos textos de Derecho romano del siglo
XIX se recoge una división “bipartita” del arrendamiento, distinguiendo, por un lado,
un arrendamiento “de cosas” y, por otro lado, un arrendamiento de “servicios” o “traba-
jos” en un sentido amplio (sobre la cuestión de la tripartición en la doctrina romanista,
véase el trabajo referido: Severin, 2015, pp. 367-275). Es más, y esto es particularmente
relevante, el propio Bello en sus Instituciones de Derecho Romano explica que “La loca-
ción conducción (en castellano alquiler o arrendamiento) es un contrato en que se promete
cierto salario o recompensa por el uso de alguna cosa o el servicio de alguna persona”, una
idea sobre la que insiste inmediatamente explicando que “Hay locación de uso y locación
de servicios” (Bello, 1981-a). Como se ve, Bello no recoge la teoría de la tripartición,
siendo evidente que la palabra “servicios” se utiliza por Bello en un sentido amplio.

B. En las fuentes del Código civil no se distingue entre un “arrendamiento de obras” y


un “arrendamiento de servicios”

Las fuentes inmediatas del Código civil chileno en esta materia tampoco distinguen
entre un “arrendamiento de obras” y un “arrendamiento de servicios”. En Las Partidas se
explica que el contrato de arrendamiento o “loguero” es “quando un hombre loga a otro
obras que ha de facer por su persona, o otorgar un home a otro poder usar su cosa et servirse
de ella por cierto prescio…” [(sic); P. VIII. 1]. Como se ve, en Las Partidas es la palabra
“obras” la que utiliza en un sentido amplio, para referir a toda clase de servicios o tra-
bajos. Además, en Las Partidas, tal como ocurre en el Digesto, no hay ninguna división
interna en la regulación de este contrato de la que pueda desprenderse una distinción
entre un arrendamiento de “obras” y uno de “servicios”.
Por su parte, el Código civil francés de 1804, aunque sí contenía estructuralmente
una división interna del contrat de louage (arrendamiento) sólo reconocía dos tipos: el
louage de choses (arrendamiento de cosas) y el louage d’ouvrage (arts. 1708 y 1709). El
louage d’ouvrage es una categoría contractual, no un tipo (pues no existe una regulación
general), de la que sólo se regulan sus “tres principales especies” (art. 1779) siendo eviden-
te que “ouvagre” simplemente quiere decir “trabajo” o “labor” (y en ningún caso puede
traducirse como “obra” por oposición a “servicio”). Las ideas expresadas sintéticamente
en estos dos párrafos están desarrolladas con detalle en el trabajo ya referido: Severin,
2016, pp. 203-221.

C. El análisis de los proyectos de Código civil demuestra que la expresión “obras o


servicios” utilizada en el Código civil refiere a una sola categoría o contrato, y no a
dos

En el Proyecto de Código Civil de 1842-1845, no existe un artículo que defina el


arrendamiento, aunque es evidente que se recoge la concepción unitaria. El art. 1 de
260 Gonzalo Severin Fuster

este título, que abre la sección destinada a la regulación del contrato de arrendamien-
to (llamado también en ese proyecto “locación-conducción”) señala expresamente:
“Hay dos especies de locacion-conducción: la de cosas, que se llama propiamente arren-
damiento, i la de obra o servicios”. Resulta completamente evidente que sólo hay dos
clases de arrendamiento, y que el arrendamiento de “obras o servicios” se mira como
un solo y único contrato, ofreciendo una regulación especial para ciertos servicios.
En este Proyecto, además, se definen separadamente “el arrendamiento de cosas” (art.
2) y el “alquiler de obra o servicio”, este último en estos términos: “el alquiler de obra
o servicio es un contrato en que una de las partes promete a la otra sus servicios por cierto
tiempo o para cierta obra, mediante el precio o salario que se estipula” (art. 43). Como
se puede observar, la palabra “servicios” no se opone a “obra”; al contrario, la incluye
naturalmente.
En el Proyecto de Código civil de 1847 conserva esta misma aproximación: no existe
una definición del contrato de arrendamiento, sino que se comienza por explicar que
existen dos clases; y luego, se definen, separadamente, el arrendamiento de cosa y el al-
quiler de obra o servicios. Así, es evidente que las obras y servicios son objeto de un solo
contrato, si bien la definición de este contrato varía en relación con el Proyecto anterior,
pues se incluye el sustantivo “obra” en la descripción del objeto: “El alquiler de obra o
servicios es un contrato en que la una de las partes promete a la otra sus servicios por cierto
tiempo o para cierta obra, mediante el precio o salario que se estipula” (art. 447). El Proyec-
to de Código Civil de 1853 conserva esta misma aproximación.
El cambio se produce en el Proyecto inédito. No existe ningún artículo que señale
que existen dos clases de arrendamiento y, en su lugar, el artículo que abre el Título
ofrece una definición del arrendamiento (art. 2091) que es idéntica a la que contiene el
actual art. 1915 CC. De ello no puede desprenderse una recepción de la teoría tripartita
del arrendamiento, puesto que, si uno mira la evolución en relación con la regulación de
esta materia en los distintos proyectos, es evidente que esa definición de arrendamien-
to es construida precisamente a partir de las definiciones que contenían los proyectos
anteriores para “arrendamiento de cosas” y “arrendamiento de obra o servicio”, defini-
ciones que, en este proyecto, también desaparecen. Es, entonces, una opción de técnica
legislativa, no un cambio de fondo: se sustituyen tres artículos (uno que declaraba la
existencia de dos contratos de arrendamiento, uno que definía el arrendamiento de co-
sas y otro que definía el arrendamiento de obra o servicios) por un solo artículo, que
define el arrendamiento, incluyendo sus dos objetos posibles: las cosas y “las obras o
servicios”. Como se ha apuntado anteriormente, esto es consistente con la comprensión
del propio Bello el contrato de locatio conductio tiene solo dos posibles objetos —cosas
y servicios.
Contrato de arrendamiento “de obra o servicio” en el Código Civil chileno 261

D. La estructura de la regulación del Título XVII del Libro IV no refleja una distinción
entre “obras” y “servicios”. Tampoco el contenido de su regulación

En efecto, si estamos a la estructura del Título XXVI, no hay propiamente una dis-
tinción en tres tipos o categorías de arrendamiento. El Título se divide en diez párrafos.
Los primeros cuatro párrafos se refieren al arrendamiento de cosas en general (todos los
respectivos epígrafes utilizan la palabra “cosas”) y los párrafos cinco y seis contienen
reglas especiales para los arrendamientos de casas, almacenes y edificios, y de predios
rústicos, respectivamente; o sea, ofrecen una regulación para el arrendamiento de cier-
tas cosas. Los restantes cuatro párrafos se refieren a los arrendamientos de criados do-
mésticos, a la confección de obra material, a los servicios inmateriales y al transporte.
El arrendamiento de “obra o servicio” es, por tanto, una categoría conceptual, de la que
sólo se regulan cuatro tipos específicos (los de los párrafos siete a diez) sin ofrecer una re-
gulación genérica o común para todos ellos, y sin la pretensión de excluir otros posibles
tipos (uno de ellos, por ejemplo, es el servicio de depósito si es remunerado). Así, resulta
que la presentación del contrato de arrendamiento en el Código civil chileno a partir de
la existencia de tres tipos diferenciados (“cosas”, “obras”, “servicios”) resulta infundada
desde el punto de vista de la estructura de la regulación. Ella desconoce la estructura
interna del Título, que no realiza tal división.

E. El hecho de que se recoja en algunos ordenamientos recojan una distinción entre


“obras” y “servicios”, no es argumento para sostener que nuestro Código civil lo
haga

Como se ha señalado, es probable que la doctrina chilena, al proponer la distinción


entre un “arrendamiento de obras” y un “arrendamiento de servicios”, sobre la base de
esos criterios de distinción, esté, al menos en parte, influenciada por el Derecho compa-
rado. Pero, es evidente que ni el BGB ni en Código civil español pudieron influir en el
Código civil chileno, pues ambos son textos muy posteriores al Código de Bello.
Por otro lado, como es sabido, el Código civil chileno no recoge expresamente —ni
podría haberlo hecho— la distinción entre obligaciones “de medios” y “de resultado”
(que es la que da contenido a esa distinción entre “servicio” y “obra”), pues se trata de
una clasificación de las obligaciones de origen doctrinal que, al menos así expresada,
suele atribuirse a René Demogue, quien la formuló en su Traité des obligations en el año
1925. Y, en cualquier caso, aun cuando se asumiera la realidad de la distinción entre
obligaciones de medio y de resultado con anterioridad a su exposición por Demogue,
igualmente no es correcto identificar o asimilar las pretendidas modalidades de arren-
damiento “de obra” (obligación de resultado) y “de servicio” (obligación de medios) con
los tipos regulados en los párrafos 8 (“confección de obra material”) y 9 (“arrendamiento
de servicios inmateriales”), como suele hacerse. En efecto, en la caracterización legal de
cada uno eso contratos típicos no se atiende al hecho de que una parte se obligue, o no,
262 Gonzalo Severin Fuster

a obtener un resultado. Por ejemplo, un contrato que tiene por objeto una composi-
ción literaria es típicamente un contrato cuya prestación característica es de resultado y,
por tanto, doctrinalmente sería calificable como un contrato “de obra”. Sin embargo, el
Código civil la califica como “arrendamiento de servicio inmaterial” (cfr. art. 2006 CC)
y ello es así porque el elemento de calificación es el hecho de que prime la inteligencia
sobre la obra de mano, no que la prestación esté dirigida, o no, a obtener un resultado.
Adicionalmente, la identificación de los tipos regulados en los párrafos 8 y 9 con un
contrato “de obra” y uno “de servicio”, sobre la base de la distinción entre obligaciones
de medio y de resultado no considera en absoluto los otros dos tipos de arrendamiento
de obras o servicios que reguló el Código civil, el de los “criados domésticos” (párrafo 7)
y el de “transporte” (párrafo 10). El primero, es típicamente un servicio que no se mate-
rializa en un resultado concreto (sería un contrato de servicio). El segundo, en cambio,
es típicamente un servicio que se materializa en un resultado (sería un contrato “de
obra”). Esa construcción tampoco considera otros casos, como el del depósito remune-
rado, que bien podría calificarse doctrinalmente como “de obra”, si se pone acento en la
obligación de restituir la cosa en el estado en que se recibió (obligación de resultado),
pero que el código denomina “arrendamiento de servicio” (sobre este supuesto, vuelvo
más adelante).

F. Finalmente, es posible, desde un punto de vista gramatical, sostener que el art.


1915 CC se refiere a dos objetos (acciones), no a tres

El art. 1915 C señala que “El arrendamiento es un contrato en que las dos partes se
obligan recíprocamente, la una a conceder el goce de una cosa, o a ejecutar una obra o pres-
tar un servicio, y la otra a pagar por este goce, obra o servicio un precio determinado”. Una
primera lectura de esta definición podría llevar a sugerir que es evidente, utilizando un
recurso gramatical, que aquí se reconocen tres tipos de arrendamiento, puesto que se
enuncian tres acciones: i) “conceder el goce de una cosa”; ii) “ejecutar una obra”; iii) “pres-
tar un servicio”.
Sin embargo, un análisis sintáctico más afinado del texto permite sostener que no
se trata de tres prestaciones diferentes, sino solo de dos. En efecto, el texto del artículo
1915 CC señala que una de las partes se obliga “a conceder el goce de una cosa o a ejecutar
una obra o prestar un servicio”. Como se puede apreciar, la preposición “a” precede úni-
camente a dos de los tres verbos enunciados. El verbo “prestar” (un servicio) no viene
precedido de la preposición “a” y, por tanto, es posible sugerir que esta última acción se
vincula con la forma “se obliga” gracias a la preposición “a” que precede al verbo “eje-
cutar”, de modo que la expresión “ejecutar una obra” y la expresión “prestar un servicio”
aparecen como dos formulaciones distintas para una misma y única acción. Ahondando
en este punto, si el texto quisiera marcar inequívocamente que se trata de tres acciones
(prestaciones) distintas, existen dos alternativas: i) pudo decirse: “la una, a conceder el
Contrato de arrendamiento “de obra o servicio” en el Código Civil chileno 263

goce de una cosa, ejecutar una obra o prestar un servicio”, es decir, utilizando una sola vez
la preposición “a”, al comienzo de todos los verbos, por tanto, abarcando a los tres, que
entonces aparecerían como acciones distintas; o ii) pudo utilizarse la fórmula “la una, a
conceder el goce de una cosa, a ejecutar una obra o a prestar un servicio”, esto es, utilizando
la preposición “a” para cada uno de los verbos enunciados. A ello debe sumarse el hecho
de que en el segmento “ejecutar una obra o prestar un servicio” la conjunción disyuntiva
“o” no necesariamente pretende denotar diferencia o alternativa, sino que perfectamen-
te puede tener función de equivalencia.
Es cierto que podría retrucarse que el Código civil sí utiliza la expresión “arren-
damiento de obra” en un sentido más limitado. Lo hace en el inciso final del artículo
1996, que señala “El arrendamiento de obra se sujeta a las reglas generales del contrato
de arrendamiento, sin perjuicio de las especiales que siguen”. Con todo, la expresión
“arrendamiento de obra”, en el sentido limitado en que se utiliza en este artículo, no se
identifica con la categoría doctrinal del contrato “de obra”, pues no se construye a par-
tir de la existencia de una obligación “de resultado” por oposición a una “de medios”.
Pese al tenor literal, la fórmula “arrendamiento de obra” utilizada en el art. 1996 CC
sólo puede entenderse referida a una “obra material”. Ello resulta tanto la situación
de la regla (al interior del párrafo 8: “De los contratos para la confección de una obra
material”), como del hecho de que el mismo Código admite y utiliza la expresión
“obras inmateriales”, como sinónimo de “servicios inmateriales”, en otro párrafo (cfr.
art. 2006 CC).

***
De todo lo dicho hasta este punto, puede concluirse, con verosimilitud, que el
Código civil de Bello, aunque recoge la concepción unitaria del arrendamiento (con-
sidera la contratación de obras y servicios remunerados como una forma de arrenda-
miento), no recogió la llamada teoría tripartita de la locatio conductio, que lo presenta
dividido en tres clases o tipos [cosas (locatio conductio rei), obras (locatio conductio
operis) y servicios (locatio conductio operarum)]. En efecto, en sus trabajos de Derecho
romano, Andrés Bello no recoge ni utiliza la teoría de la tripartición de la locatio
conductio, adopta una división bipartita. Además, del análisis de las fuentes del Có-
digo civil, de la estructura interna de la regulación del Título XXVI del Libro IV, y
del contenido de las normas respectivas, considerando su interpretación sintáctica y
sistemática, es posible concluir que no existe base alguna para sostener una división
tripartita del contrato de arrendamiento y, al contrario, que sólo existen dos catego-
rías generales de arrendamiento: el de cosas, por un lado, y el de “obras o servicios”, por
otro, de la que se regulan algunos tipos específicos (párrafos siete a diez), sin que ello
implique excluir otros.
264 Gonzalo Severin Fuster

IV. DELIMITACIÓN CONCEPTUAL DEL CONTRATO DE ARRENDAMIENTO


“DE OBRAS O SERVICIOS”. LOS CRITERIOS DE DISTINCIÓN RESPEC-
TO DE OTROS CONTRATOS
A. Criterios de delimitación conceptual respecto de otros contratos en el ámbito del
Derecho civil

Los tipos de “arrendamiento de obras o servicios” especialmente regulados en el Có-


digo civil en los párrafos 7 a 10 del Título XXVI no son los únicos contratos que tienen
o pueden tener por objeto la prestación de un servicio en sentido amplio, un trabajo o la
realización de una obra (sea material o inmaterial). De ahí que su delimitación concep-
tual es muy importante, pues ello permitirá calificar adecuadamente un contrato dado
y, en consecuencia, determinar la regulación que le es aplicable.
En general, la calificación de una determinada relación contractual que consista en
servicios o trabajos como “arrendamiento de obra o servicio” resultará de la presencia de
sus elementos esenciales particulares, esto es, aquellos sin los cuales el contrato, al menos
potencialmente, “degenera en otro distinto” (art. 1444 CC). La pregunta, por tanto, es
cuáles son esos elementos caracterizadores de los arrendamientos de obra o servicio.
Pese a tratarse de prestaciones de contenido muy distinto, todos los contratos de
arrendamientos de obra o servicio regulados en el Título XXVI tienen algunas carac-
terísticas comunes. Una muy fácil de identificar es el carácter esencialmente oneroso del
contrato. Los tipos de arrendamiento de obra o servicio son todos contratos esencial-
mente remunerados. Esto permite, por ejemplo, concluir que una prestación de servicios
gratuitos no puede ser calificada como un arrendamiento de obra o servicios (y tampo-
co es una donación, según lo dispuesto en el art. 1396 CC). La aplicación de las reglas
dadas para los arrendamientos de obra o servicios a los servicios gratuitos es posible,
pero sólo si se justifica adecuadamente el recurso a la analogía en el caso concreto.
El carácter esencialmente remunerado o gratuito es un criterio determinante de ca-
lificación si, por ejemplo, se trata de un contrato por el que una parte entrega a otra una
cosa material para que la cuide o guarde durante cierto tiempo, puesto que el contrato
será calificado como un contrato de depósito o un arrendamiento de servicio, según
si el contrato es gratuito o remunerado. Así lo indica expresamente el art. 2219 CC,
que señala que “El depósito propiamente dicho es gratuito. Si se estipula remuneración
por la simple custodia de una cosa, el depósito degenera en arrendamiento de servicio, y el
que presta el servicio es responsable hasta de la culpa leve. Pero bajo todo otro respecto está
sujeto a las obligaciones del depositario y goza de los derechos de tal”. Esta regla sigue la
solución romana. Como se ve, es la onerosidad (elemento esencial en el arrendamien-
to) o la gratuidad (esencial en el depósito) lo que permite delimitar conceptualmente
ambos contratos, y no la naturaleza de la prestación a cargo de quien recibe la cosa en
custodia. Es más, “el que presta el servicio” (que el Código civil, con riguroso celo, evita
Contrato de arrendamiento “de obra o servicio” en el Código Civil chileno 265

llamar “depositario”), asume las mismas obligaciones y derechos un de depositario. Es


interesante destacar que el art. 2219 CC, al calificar del depósito remunerado como un
“arrendamiento de servicio” no lo reconduce a alguna de las formas reguladas al interior
del Título XXVI −lo que, por cierto, no parece posible: la custodia de un bien no con-
siste en la confección de una obra material (pues no se confecciona nada), ni consiste en
un servicio “inmaterial”, pues se trata, precisamente, de la guarda y cuidado de una cosa
material−. En cualquier caso, no es necesario subsumirlo en alguno, pues, pese a que el
contrato “degenera” en uno de “arrendamiento de servicio”, se rige igualmente, como se
ha dicho, por la regulación del contrato de depósito (salvo en cuanto modifica el grado
de diligencia exigible, ajustándola al hecho de que el contrato cede en utilidad de ambas
partes, y no sólo del depositante). Esto es un argumento adicional para fundar la idea de
que el “arrendamiento de obras o servicios” es concebido como una categoría contrac-
tual, que no se agota en los cuatro tipos especialmente regulados en el Título XVII del
Libro IV del Código civil.
En los casos en los que no es la remuneración el elemento esencial en juego, la distin-
ción conceptual entre algunas formas de arrendamiento de obra o servicio y otros contratos
puede ser más difícil. Parece posible sostener que otro elemento esencial de los arrenda-
mientos de obra o servicio es que la prestación característica del contrato consiste en una
obligación de hacer, cuyo contenido es realizar un trabajo en interés de la otra parte (el
cliente), que puede, o no, proyectarse o cristalizar en un resultado material o inmaterial.
Un caso que teóricamente podría plantear un problema de calificación es el del contrato
por el que se encarga la confección de una obra, que luego debe entregarse terminada al
cliente. ¿prima la obligación de hacer, o la de entregar (dar) la obra terminada? Aquí es
la propia ley la que resuelve el problema. Según el art. 1996 CC, el contrato se califica de
compraventa si el artífice es quien además aporta la materia principal con la que se reali-
za la obra (dando primacía, en tal caso, a la obligación de dar), y se califica de arrenda-
miento de confección de obra material en caso contrario (dando primacía, en tal caso, a la
obligación de hacer). Conviene apuntar que esta regla recoge la solución generalmente
admitida en el Derecho romano (Gayo 3.147), solución que se basaba, precisamente, en
la idea de que en todo contrato de arrendamiento siempre una parte entrega (“coloca”)
algo en manos de otra para que ésta haga algo con ella y luego la restituya. Este funda-
mento es especialmente importante a la hora de calificar el contrato en el que se encarga
la construcción de algo en un terreno propio (contrato de construcción), puesto que,
bajo el criterio indicado, siempre debería considerarse arrendamiento de confección
de obra, y no compraventa, porque el mandante es quien aporta o entrega (“coloca”)
la “materia principal”, que es el terreno en el que se construye (sobre ello, el trabajo ya
referido: Severin, 2015, pp. 365-367). Esta no es una mera disquisición histórica: este
problema se plantea en la actualidad, por sólo poner un ejemplo, a la hora de calificar el
contrato por el que se adquiere una casa prefabricada, si en el caso concreto el vendedor
además se ha comprometido a instalarla en el terreno del comprador.
266 Gonzalo Severin Fuster

Otro caso históricamente problemático, y que se proyecta también a la regulación


del Código civil, es el de la distinción entre el arrendamiento de obra o servicio y el
contrato de mandato, específicamente cuando se trata de prestación de servicios in-
telectuales y profesiones liberales. En el Derecho romano clásico, la distinción entre
el arrendamiento de servicios personales y el contrato de mandato podía resolverse a
partir del criterio de la existencia o no de remuneración, pues el mandato era un con-
trato esencialmente gratuito. Sin embargo, ese criterio deja de ser determinante una
vez que se admitió —ya en el Derecho justinianeo— la posibilidad de una remunera-
ción en el mandato sin que, por ello, degenerara en otro contrato. Ello demuestra que,
en realidad, la distinción entre la locatio conductio y el mandato parecía obedecer, más
bien, a consideraciones de otra índole: los servicios materiales o manuales tenían una
baja consideración social, a diferencia de los servicios inmateriales o intelectuales, que
podían ser prestados por hombres libres y que, por la consideración social que merecían
quienes los prestaban, no podían ser remunerados. En consecuencia, ciertos servicios,
como los del abogado o el médico, constituían necesariamente mandatum y no locatio
conductio. Al admitirse la remuneración en el mandato, se mantiene esa distinción y, de
hecho, se le da un nombre distinto: mientras que la remuneración o paga en el arren-
damiento se denomina merces (de donde proviene, por ejemplo, la voz “mercenario”),
la remuneración del mandatario se denomina honorario (que se vincula con la “honra”)
(Severin, 2015, pp. 364-365).
El problema de calificación de los servicios profesionales se presentó también en
la doctrina francesa posterior a la codificación civil. En efecto, el posible carácter re-
munerado del mandato (que el Code civil admitía) y la muy limitada regulación que
contenía el Code Civil del “louage d’ouvrage” (que regulaba únicamente los servicios de
criados y obreros, la confección de obra y el transporte), generaron un debate doctrinal
en relación con la naturaleza y el régimen aplicable a los servicios prestados por profe-
sionales liberales, que no quedaban regulados expresamente. Si se observa la doctrina
francesa del siglo XIX, pueden hallarse diversas posiciones sobre este punto. El estudio
de esas diversas posiciones muestra que dicha discusión doctrinal no fue una cuestión
meramente técnica, sino que, sobre todo, era una cuestión filosófica y moral. En efec-
to, algunos autores sostuvieron que la diferencia entre el louage d’ouvrage y el mandat
debía hallarse en la distinta consideración que la ley tenía de las profesiones liberales
respecto de la de los simples trabajos manuales. Otros autores, en cambio, entendieron
que el Code civil implicaba una ruptura con la tradición, en el sentido de que no es po-
sible entender que el mandato en sí mismo tenga una mayor consideración social que el
arrendamiento, y que el criterio de distinción entre el louage d’ouvrage y el mandat re-
cogido era el de “la representación”, el cual aparecía como un elemento de la esencia del
mandato. Y un sector minoritario de la doctrina propuso que los servicios prestados por
profesionales (como médicos o abogados) no constituían ni arrendamiento ni manda-
Contrato de arrendamiento “de obra o servicio” en el Código Civil chileno 267

to, sino que constituían un contrato innominado sui generis (la exposición detallada de
esas posturas y sus argumentos, en el trabajo ya referido: Severin, 2016, pp. 215-216).
En la regulación del mandato del Código civil chileno, ni la gratuidad ni la repre-
sentación son elementos de la esencia, de modo que ninguno de esos elementos serviría
como criterio para la calificación de los servicios de profesionales liberales. Sin embar-
go, el problema no se plantea, pues Bello se ocupa especialmente de este punto. Por un
lado, introduce un tipo particular de contrato de arrendamiento de obras o servicios,
que denomina “de servicios inmateriales”, una regulación que no existe en ninguna de
las fuentes del Código civil, ni inmediatas ni mediatas; todo indica que se trata de una
innovación de Bello (Libro IV, Título XXVI, párrafo 9). Esa regulación es aplicable a
toda clase de servicios inmateriales, que se definen como aquellos en los que “predo-
mina la inteligencia sobre la obra de mano” se traduzcan o no en un resultado concreto
y que, por cierto, es aplicable a los servicios profesionales (cfr. art. 2012 CC). Es, por
tanto, un tipo de arrendamiento de obra o servicio que convive con la regulación del
arrendamiento del criado doméstico. Así, los contratos de los criados domésticos, de
los artesanos y de los profesionales liberales pertenecen a una misma categoría, la del
arrendamiento de obra o servicio, pero dentro de ella, se mantienen diferenciados. Por
otro lado, introduce una regla, al interior de la regulación del mandato, que establece
que “los servicios de las profesiones y careras que suponen largo estudios, o a que está unida
la facultad de representar y obligar a otra persona respecto de terceros, se sujetan a las reglas
del mandato” (art. 2118 CC). Esta regla, como se puede observar, no dice expresamente
que los contratos de servicios profesionales constituyan un mandato, sino que a esos
contratos “se sujetan a sus reglas”, aplicación que resulta ser, además, preferente respecto
de las reglas de arrendamiento de servicios inmateriales, según disponible el art. 2012
CC. Me parece que el fundamento de esta solución —una suerte de sincretismo de las
diversas posiciones identificables en la doctrina francesa— puede hallarse en un trabajo
de Bello, publicado en forma póstuma, llamado precisamente “La locación de servicios y
el mandato”, en el que expresa que, desde el punto de vista de la naturaleza del servicio,
no ha de distinguirse sustancialmente entre los que presta un abogado y los de un cria-
do, pero sin negar que es posible entender que existen servicios socialmente conside-
rados más honorables que otros (El texto está recogido en Bello, 1981-b, pp. 373-381;
467-474).

B. Delimitación conceptual entre el arrendamiento de obras o servicios y el contrato de


trabajo

El surgimiento del Derecho del Trabajo, a comienzos del XX y, especialmente, la


entrada en vigor del primer Código del Trabajo (1931), redefine de forma significativa
el alcance de la regulación del arrendamiento de obras o servicios. Hasta ese momento,
las relaciones contractuales que tenían por objeto un trabajo remunerado quedaban re-
268 Gonzalo Severin Fuster

guladas por el Derecho civil. La vis atractiva del Derecho Laboral determina que todas
las relaciones que tienen por objeto la prestación de servicios personales remunerados,
existiendo un vínculo de subordinación y dependencia, sean calificadas como “contrato
de trabajo” y queden reguladas por el Derecho laboral.
Desde un punto de vista histórico, la redefinición de la regulación del Código civil
es particularmente evidente en el caso de los trabajos o servicios domésticos, puesto que
el Código del Trabajo de 1931 reguló, como un contrato especial, el de los “empleados
domésticos” (hoy llamados “trabajadores de casa particular”), regulación que se super-
pone completamente a la que contenía el Código civil sobre “arrendamiento de cria-
dos domésticos”, que precisamente regulaba el servicio personal (trabajo) remunerado
en una relación de subordinación (del “criado” al “amo”). La redefinición del Código
civil se traduce, en el caso del arrendamiento de criados domésticos, en la derogación
de estas reglas. En la edición vigente oficial del Código civil, sólo figuran como deroga-
dos los artículos 1987 a 1991, mientras que los arts. 1992 a 1995 figuran formalmente
vigentes. En relación con los primeros, se indica, además, en una nota a pie de página,
que fueron derogados por el artículo 574 del Decreto con Fuerza de Ley número 178
(Código del Trabajo de 1931). Ello, evidentemente, no es efectivo, pues la referida nor-
ma no tenía carácter de derogatoria; es más, no existe en dicho Código del Trabajo
ninguna referencia a la regulación de los criados domésticos del Código civil. Por otro
lado, puede sostenerse que todos los artículos del párrafo están derogados (ya por dero-
gación tácita, ya por la llamada derogación orgánica), precisamente por la razón indi-
cada en el cuerpo del texto: la relación laboral de empleados domésticos se superpone
completamente a la del arrendamiento de criados domésticos. Con todo, sigue siendo
posible sugerir, como hipótesis, que, puesto que no existió una derogación expresa, la
regulación de los arrendamientos de criados domésticos conservara, al menos a la época
de entrada en vigor del Código del trabajo, en algún punto su vigencia y que, por tanto,
algunas de las normas fueran aplicables al contrato especial de empleados domésticos en
forma supletoria. Ello, desde luego, requiere un estudio histórico que excede en mucho
la finalidad de este trabajo.
En el caso de los otros tipos regulados de arrendamiento de obra o servicio, esa re-
definición de la regulación del Código civil no implicó una derogación, sino una res-
tricción del ámbito original de aplicación de sus normas, ámbito que, a la entrada en
vigor del Código civil, alcanzaba naturalmente a las relaciones contractuales de trabajo
con vínculo de dependencia (por ejemplo, el arrendamiento de servicios inmateriales
es aplicable a “escritores asalariados para la prensa” y a “secretarios de personas privadas”,
cfr. art. 2207 CC). Estos tipos no son derogados, pues conservan un ámbito propio de
aplicación: el de las relaciones de trabajo no cubiertas por el Derecho laboral. Es decir,
los tipos de arrendamiento de obra o servicio del Código civil siguen vigentes en cuanto
son aplicables a aquellos casos en que no se dan los elementos caracterizadores del con-
trato de trabajo. En síntesis, a todos los casos en los que quien presta los servicios no es
Contrato de arrendamiento “de obra o servicio” en el Código Civil chileno 269

una persona natural (contratos de servicios entre empresas), y los casos en los que, sien-
do una persona natural, no existe el vínculo de subordinación y dependencia. Como es
bien sabido, es la existencia efectiva de dicho vínculo de subordinación y dependencia
lo que determina la calificación de un determinado contrato como de trabajo (por el
principio de primacía de la realidad); en ningún caso se debe atender a la denominación
que se le haya dado al contrato por las partes, ni al acuerdo que pueda existir entre ellas
en relación con la regulación aplicable, en cuanto pudiera sustraer la aplicación del De-
recho laboral en favor de la regulación del Código civil, debido al carácter protector y
al principio de irrenunciabilidad de los derechos laborales.

C. Contratos de servicios y Derecho de consumo

La regulación especial para la protección de los consumidores también implica, en


algún sentido, una redefinición del alcance de la regulación de los contratos de servicio
que ofrece el Código civil. La ley 19.496 (en adelante, LPDC) es aplicable, en términos
generales, a los contratos de prestación de servicio, y puesto que se trata de un estatuto
protector en favor del consumidor o usuario (el cliente del servicio), las normas del Có-
digo civil ceden frente a las reglas imperativas e irrenunciables que se establecen la Ley
de protección del consumidor.
Que un contrato de arrendamiento de obra o servicios sea calificado como un con-
trato de consumo depende, en primer lugar, de los criterios generales que establece el
artículo 1 de la LPDC. Los contratos de arrendamiento de obra o servicio son contra-
tos esencialmente remunerados, de modo que se cumple en ellos la exigencia de que el
acto sea “oneroso” (art. 1.1) y que el prestador cobre por ellos un “precio o tarifa” (1.2
LPDC). Junto con ello, se requiere que el cliente pueda ser considerado como “consu-
midor o usuario” en los términos del art. 1.1 LPDC, y se requiere que el prestador del
servicio pueda ser calificado como “proveedor” en los términos del artículo 1.2 LPDC.
En este último aspecto, es particularmente importante la delimitación del art. 1.2 inc.
2 LPDC: “No se considerará proveedores a las personas que posean un título profesional y
ejerzan su actividad en forma independiente”. Por esta razón, por ejemplo, se ha fallado
que las normas de la Ley del consumidor no son aplicables si quien presta el servicio de
reparación de un vehículo es una persona natural de profesión mecánico, pese a que la
propia Ley del consumidor ofrece unas reglas especiales para los contratos de servicios,
que son aplicables a los servicios de reparación de bienes muebles (art. 40 LPDC y
siguientes) (Sobre esta regulación: Severin, 2019, pp. 105-132). Por la misma razón,
el ejercicio de profesiones liberales (médicos, contadores, abogados, arquitectos), si no
se prestan bajo el alero de una organización empresarial, quedan excluidas de la aplica-
ción de la Ley del consumidor, y se rigen, en consecuencia, por las normas del Código
civil (prioritariamente las del contrato de mandato, según lo dicho). En relación con el
ámbito de aplicación de la LPDC, interesa igualmente considerar el artículo 2 LPDC,
270 Gonzalo Severin Fuster

que contiene un listado de contratos que quedan cubiertos por la Ley del consumidor
(en algunos casos, con exclusión de ciertas cuestiones o materias vinculados a ellos),
muchos de los cuales son contratos de prestación de servicios. También debe tenerse
en consideración el artículo 2 bis LPDC, que establece que la regulación de la Ley del
consumidor cede —parcialmente— ante regulaciones especiales.
Considerando todas esas reglas, podemos decir, en general, que las normas Código
civil sobre arrendamiento de obra o servicio se aplicarán directamente a los contratos
de servicios prestados por personas naturales que tienen la calidad de profesional y a
todos los contratos de servicios celebrados entre empresas, esto es, relaciones B2B (art.
1.1 inc. 2 CC, contrario sensu). Aunque, en relación con este último punto, debe tenerse
presente que la Ley 20.416 (que establece el llamado “estatuto pyme”) otorga la calidad
de “consumidor” a las micro y pequeñas empresas en relación con los contratos que
celebren con sus proveedores, para ciertos efectos, incluyendo, por ejemplo, el régimen
de las cláusulas abusivas (cfr. art. 9 Ley 20.416 “rol de consumidoras”). Las reglas del
Código civil podrán ser aplicables en forma supletoria, a los contratos de servicios que
puedan ser calificados como de consumo, siempre que ello no implique una afectación
de los derechos establecidos por la ley en favor del consumidor.

V. LOS TIPOS DE ARRENDAMIENTO DE OBRA O SERVICIO ESPECIAL-


MENTE REGULADOS. UNA VISIÓN PANORÁMICA SOBRE SU CON-
TENIDO, EVOLUCIÓN Y UTILIDAD EN LA ACTUALIDAD
El Código civil de Bello reguló, al interior del Título del arrendamiento, cuatro ti-
pos de arrendamientos de contratos de obra o servicios: i) el arrendamiento de criados
domésticos; ii) el arrendamiento para la confección de obra; iii) el arrendamiento de
servicios inmateriales, iv) el arrendamiento de transporte. Se trata, por tanto, de contra-
tos nominados y típicos.
A esos cuatro tipos debemos agregar el contrato de servicio consistente en la custo-
dia de un bien que, como ya se ha dicho, aparece en el Código civil como un contrato
innominado de arrendamiento de servicio (puesto que no es un depósito, aun cuando
cabe consignar que en la práctica se ha impuesto esa denominación de todas formas)
pero típico (porque se le aplican las reglas del depósito). Hallamos, además, algún reco-
nocimiento a otros contratos de servicios, que en la lógica del Código civil serían cali-
ficados como arrendamiento, como, por ejemplo, el contrato de alojamiento, aunque
la regulación se limita a establecer el alcance de la responsabilidad del posadero por las
cosas introducidas en la posada, desde la perspectiva de que en ello existe un “depósito
necesario” (arts. 2241 y ss. CC), normas que se extienden a otros establecimientos de
similar naturaleza (art. 2248 CC).
Contrato de arrendamiento “de obra o servicio” en el Código Civil chileno 271

En este último apartado me detengo únicamente en los cuatro tipos regulados al


interior del Título XXVI del Libro IV, y de forma sucinta, pues su análisis en detalle se
ofrece en sendos capítulos, a continuación.
El primero de los contratos regulados (párrafo 7) es el llamado “arrendamiento de
criados domésticos”. Ya se ha dicho que, pese a que algunas de las normas aparecen como
formalmente vigentes (en el sentido de que no figuran como “derogadas” en el Código
civil), existe amplio consenso de que toda la regulación está derogada por la legisla-
ción laboral. Las normas de este párrafo apenas han recibido atención por parte de la
doctrina (una breve presentación general de ellas, en Severin, 2021. Para un estudio en
profundidad de las fuentes normativo-dogmáticas de esa regulación, Severin, 2020, pp.
603-633).
La regulación del contrato “para la confección de obra material” (párrafo 8) es, sin
duda, la más desarrollada y la que más interés práctico reviste en la actualidad. Aunque
el título del epígrafe no utiliza la expresión “arrendamiento”, no cabe duda de que se le
califica como tal, y no sólo porque esté situado al interior del Título XXVI del Libro
IV, sino que el propio artículo 1996 inciso final CC utiliza la expresión “arrendamiento
de obra”. Las reglas que contiene este párrafo, aplicables a obras materiales muebles e
inmuebles, se refieren, principalmente, a la distribución de los riesgos del contrato y
al régimen del incumplimiento. Además, se ofrecen algunas reglas especiales para los
contratos de construcción de inmuebles a suma alzada (art. 2003), incluyendo reglas
sobre responsabilidad por vicios, las que requieren ser coordinadas con la regulación
que ofrece la Ley General de Urbanismo y Construcciones (LGUC), que establece,
entre otras cosas y destacadamente, un estatuto de responsabilidad estricta calificada
por defectos en la construcción. El párrafo contiene también una regla muy interesante,
en el inciso segundo del art. 1999 CC, que consagra un derecho a la terminación uni-
lateral sin expresión de causa (ad nutum), por parte del mandante o dueño de la obra.
Esta regla refleja una característica de todos los contratos de prestación de servicio, que
es el interés prevalente del cliente en la ejecución del servicio (un análisis en detalle de
esa regla, en Severin, 2018, pp. 303-340).
De la regulación de los “servicios inmateriales” ya se ha indicado que es un elemento
original del Código civil de Bello. La regulación es breve, y parece admitir diversas cla-
ses o “subcategorías”: i) los servicios inmateriales que implican una obra o producto in-
material, como una composición literaria, a las que se aplican ciertas reglas del contrato
para la confección de obra (art. 2006 CC); los servicios inmateriales que suponen una
larga serie de actos (art. 2007 CC), cuyo núcleo sustantivo es el de la terminación del
contrato; y iii) los servicios prestados por profesionales, a los que se aplican preferente-
mente las reglas del mandato (art. 2012 CC, con remisión al 2118 CC).
El último de los tipos especialmente regulados es el contrato de arrendamiento de
transporte. El propio Código civil indica expresamente el carácter supletorio de la regu-
272 Gonzalo Severin Fuster

lación. En efecto, el art. 2021 CC, que cierra el párrafo, señala expresamente que “Las
reglas anteriores se observarán sin perjuicio de las especiales para los mismos objetos, conte-
nidas en ordenanzas particulares relativas a cada especie de tráfico y en el Código de Co-
mercio”. La preeminencia del Código de Comercio, que se refiere al transporte terrestre,
marítimo y fluvial, resulta además de lo dispuesto en el art. 4 del Código civil, y queda
especial reafirmada en materia de transporte por lo dispuesto en el art. 171 CCom, que
señala que “Las disposiciones del presente título son obligatorias a toda clase de porteadores,
cualquiera que sea la denominación que vulgarmente se les aplique, inclusas las personas
que se obligan ocasionalmente a conducir pasajeros o mercaderías”. Esta norma determina,
por ejemplo, que se apliquen las normas del Código de comercio al contrato que celebra
una persona con un chofer al que ha contactado a través de Uber o de otra plataforma
similar, aun cuando el conductor sólo trabaje en ello ocasionalmente. En todo caso, la
regulación del Código civil puede suplir a la del Código del comercio en relación con
los casos no regulados (en virtud de lo dispuesto en el art. 2 CCom); si ello procede, es
interesante apuntar que podría acudirse no sólo a las reglas del arrendamiento de trans-
porte, sino también a las del contrato de depósito y al arrendamiento de servicios, pues,
según señala el art. 167 C.Com., “El transporte participa a la vez del arrendamiento de
servicios y del depósito”.
Entre las leyes especiales que deben ser tenidas en consideración para la construc-
ción del régimen del contrato de transporte pueden nombrarse el Código Aeronáutico,
la Ley del Tránsito y el Decreto Supremo Nº 212 de 1992, del Ministerio de Trans-
portes y Telecomunicaciones, que establece Reglamento de los Servicios Nacionales de
Transporte Público de Pasajeros.

Bibliografía citada
BELLO, Andrés (1981-a): Obras completas. Derecho romano, 2ª edición (Caracas, Fundación La Casa
de Bello), Vol. XVII.
BELLO, Andrés (1981-b): Obras completas. Temas jurídicos y sociales, 2ª edición (Caracas, Fundación
La Casa de Bello), Vol. XVIII.
JIMÉNEZ HORWITZ, Margarita (2012): “La distinción entre los contratos de obras y servicios en
el Derecho español (estudio comparado con el Derecho alemán)”, en Anuario de Derecho Civil,
LXV, fasc. II, pp. 551-584.
ORREGO ACUÑA, Juan (2020): El contrato de arrendamiento, 3ª edición (Santiago, Editorial Me-
tropolitana), volumen I.
SEVERIN FUSTER, Gonzalo (2015): “Sobre el modelo de contratación de servicios remunerados
en el Derecho romano. Algunos aspectos relevantes de la locatio conductio”, en Revista de Derecho
de la Universidad Católica del Norte, 22, pp. 357-389.
SEVERIN FUSTER, Gonzalo (2016): “La recepción del modelo de la “locatio conductio” en la
regulación del “arrendamiento de obras y servicios” del Código civil español de 1889”, en Revista
de Estudios Histórico-Jurídicos, XXXVIII, pp. 201-231.
Contrato de arrendamiento “de obra o servicio” en el Código Civil chileno 273

SEVERIN FUSTER, Gonzalo (2018): “El derecho al desistimiento unilateral del cliente en la re-
gulación de los contratos de servicio del Código Civil chileno, con especial referencia al artículo
1999”, en Revista Ius et Praxis, Año 24, Nº 2, pp. 303-340.
SEVERIN FUSTER, Gonzalo (2019): “Las obligaciones específicas del prestador del servicio en
los contratos de reparación. Análisis crítico del artículo 40 de la Ley 19.496 sobre Protección”,
en Morales Ortíz, M. Elisa (dir.); Mendoza Alonzo, Pamela (coord.), Derecho del consumo: Ley,
doctrina y jurisprudencia (Santiago, Der ediciones), pp. 105-132.
SEVERIN FUSTER, Gonzalo (2020): “La regulación de los servicios de los criados domésticos en el
Código de Bello. Análisis de sus fuentes normativo-dogmáticas”, en Revista de Estudios Histórico-
Jurídicos, XLII, pp. 603-633.
SEVERIN FUSTER, Gonzalo (2021): “El arrendamiento de criados domésticos”, en Iusta Causa
(ed.), Boletín 165º Aniversario del Código Civil Chileno. Desde Bello hasta nuestros días (Santiago,
Tirant lo Blanch).

Normas jurídicas citadas


Código Civil de la República de Chile.
Código de Comercio de la República de Chile.
Código del Trabajo de la República de Chile.
Ley Nº 19.496, de 07 de marzo de 1997, que establece normas sobre protección de los derechos de
los consumidores.

También podría gustarte