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Cristo, el mejor esposo, o una invitación a las mujeres jóvenes a que vengan a Cristo
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El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera 1960® © Sociedades Bíblicas en América
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ÍNDICE
PREFACIO
INTRODUCCIÓN
PARTE 1: EXPOSICIÓN DE LA DOCTRINA
Capítulo 1: Cómo Cristo se desposa con las hijas de los hombres
Capítulo 2: Cómo Cristo invita a todas las hijas de los hombres a ser Su esposa
Capítulo 3: El deber de las que quieren desposarse con Cristo
Capítulo 4: La hermosura de las que se desposan con Cristo
Capítulo 5: El deseo de Cristo por la belleza de las que se desposan con Él
PARTE 2: APLICACIÓN DE LA DOCTRINA
Capítulo 6: Maneras de saber si uno está desposado con Cristo
Capítulo 7: Implicaciones de rechazar la invitación de Cristo a que seamos Su esposa
Capítulo 8: Implicaciones de aceptar la invitación de Cristo a que seamos Su esposa
Capítulo 9: Exhortación venir a Cristo
APÉNDICE: MOTIVOS PARA INDUCIRTE A AMAR A CRISTO A PARTIR DE SUS CUALIDADES AMABLES
SERIE DE ESCRITOS PURITANOS
La serie de escritos puritanos es una recopilación de diversos escritos específicamente puritanos que
P&D PUBLICACIONES se ocupará en poner a disposición al pueblo de Dios de habla hispana. Estos
escritos comprenden diferentes sermones, catecismos, extractos de libros olvidados, tratados pequeños
que diferentes ministros puritanos han escrito en su época, y los cuales hicieron gran beneficio en su
tiempo. Los temas de estos escritos serán diversos, como, por ejemplo, de vida cristiana, casos de
consciencia, instrucción cristiana, etc. El propósito que esta serie busca es primeramente la edificación
de la iglesia para la gloria de Dios, pero también procura que estos escritos sean accesibles a todas las
personas, de manera que muchos no se vean abrumados con escritos extensos, y también que sean
apropiados para regalar a un amigo cristiano e incluso a aquellas personas que todavía no conocen a
Cristo.
PREFACIO
1. BIOGRAFÍA DE THOMAS VINCENT
THOMAS VINCENT (1634–1678) fue un teólogo no-conformista, segundo hijo
de John Vincent y hermano mayor de Nathaniel Vincent, nació en Hertford
en mayo de 1634. Tras pasar por la escuela de Westminster y la escuela de
gramática de Felsted, Essex, ingresó como estudiante en Christ Church,
Oxford, en 1648; se matriculó el 27 de febrero de 1650-1, y se graduó como
B. A el 16 de marzo de 1651-2; y como M. A. se graduó el 1 de junio de
1654, cuando fue elegido catequista. Al dejar la universidad, se convirtió en
capellán de Robert Sidney, segundo conde de Leicester. En 1656 fue
incorporado en Cambridge. Pronto fue puesto en la rectoría aislada de St.
Mary Magdalene, Milk Street, Londres (probablemente fue ordenado por la
sexta classis de Londres), y la mantuvo hasta que la ley de uniformidad
(1662) lo expulsó. Se retiró a Hoxton, donde predicó en privado, y al mismo
tiempo ayudó a Thomas Doolittle en su escuela en Bunhill Fields. Durante el
año de la peste (1665) predicó constantemente en las iglesias parroquiales. Su
relato de la peste en God’s Terrible Voice in the City by Plague and Fire [La
terrible voz de Dios en la cuidad por la plaga y el fuego] (1667, 8vo) es muy
gráfico. Posteriormente, reunió una gran congregación en Hoxton,
aparentemente en una casa de reuniones de madera, de la que fue despojado
durante un tiempo. No se libró de ser encarcelado por su no-conformidad.
Murió en la flor de la vida el 15 de octubre de 1678 y fue enterrado (el 27 de
octubre) en el cementerio de Cripplegate. Su sermón fúnebre fue predicado
por Samuel Slater.
Entre sus publicaciones se encuentran, además de muchos sermones, las
siguientes:
MEJOR ESPOSO
O una invitación a las
MUJERES JÓVENES
A QUE VENGAN A
CRISTO
Expuesto en un sermón dirigido a las
MUJERES JÓVENES
Por THOMAS VINCENT, una vez
ministro de
Maudlins Milstreet, Londres
LONDRES:
Impreso para George Calvert y Samuel
Sprint,
y ha de ser vendido en Golden Ball en
Duck Lane, 1672
INTRODUCCIÓN
Escucha (oh, hija), y considera e inclina tu oído; olvídate también
de tu propio pueblo y de la casa de tu padre. Entonces el Rey
deseará grandemente tu hermosura; pues Él es tu Señor, y
adórale.
SALMO 45:10-11
Este salmo es llamado el cántico de amores, los amores más elevados, puros
y espirituales, los más entrañables, dulces y deleitosos, a saber, esos [amores]
que se hallan entre Cristo —el amado— y Su iglesia —Su esposa—.
En primer lugar, la manera en la que es descrito el Señor Jesucristo es en
cuanto a Su majestad, poder y divinidad, Su verdad, mansedumbre y equidad.
Y luego la esposa es descrita con respecto a sus ornamentos, compañeras,
asistentes y posteridad. Y ambos en cuanto a su hermosura y encanto.
Después de la descripción de Cristo, una invitación a Sus bodas es dada a
los hijos de los hombres, llamados por el nombre de hija. Y, por lo tanto,
particularmente aplicable a las hijas de los hombres, pero sin excluir así a los
hijos de los hombres. Así mismo es el caso cuando Dios habla a los hijos de
los hombres, no excluye a las hijas.
Y haciendo referencia de manera principal a las hijas, consideraré ahora
las palabras, donde se observa esta doctrina —tan completa de las palabras
como puedo hacerlo—:
DOCTRINA: El Señor Jesucristo, el Rey de gloria, invita a todos los
hijos de los hombres —particularmente a las hijas de los hombres
— a ser Su esposa. Y está muy deseoso de su belleza, de aquellas
que, olvidando su pueblo y la casa del padre, escuchan,
consideran y se inclinan a Su invitación y se unen a Él en esta
relación.
En primer lugar, mostraré cómo Cristo se desposa con los hijos de los
hombres.
Cristo se desposa o se promete dar en matrimonio con el pueblo en el
mundo, pero la solemnización pública del matrimonio está reservada hasta el
último día, cuando Su esposa le sea presentada con túnicas blancas y una
vestidura de perfecta justicia, más suntuosa y peculiar que cualquiera de sus
costuras (trabajos de aguja). Y la boda[4] será reservada en la casa de Su Padre
—en el cielo— cuando sean recibidos con los abrazos más cercanos y
entrañables de Su amor. Sin embargo, el desposorio[5] entre ellos y el nudo
matrimonial es hecho aquí [en la tierra]. Hay cuatro cosas que se incluyen en
el desposorio de Cristo con los hijos de los hombres:
1. La elección mutua.
2. El afecto mutuo.
3. La unión mutua.
4. La obligación mutua.
1. LA ELECCIÓN MUTUA
Hay una elección mutua, además de la elección eterna, que se hace no solo en
Cristo como Mediador, sino también por Cristo como el Hijo eterno de Dios.
Cristo en el tiempo realmente escoge a algunos de los hijos de los hombres
—pasando por alto a otros— sin la menor consideración de alguna dignidad o
cualidad deseable en ellos. Más bien, los escoge gratuitamente, simplemente
por Su gracia gratuita, para hacerlos Su esposa, traerlos en pacto matrimonial
y relacionarlos consigo mismo. Cristo empieza esto y los escoge
primeramente, como les dijo a Sus discípulos: «No me elegisteis vosotros a
mí, sino que yo os elegí a vosotros» (Jn. 15:16). Entonces y solo entonces,
ellos lo escogen por encima de todo como su Señor y esposo.
Cristo los encuentra deformados, contaminados, esclavizados, pobres,
miserables y desgraciados, muy despreciables y repugnantes, por causa del
pecado. Y Él los escoge, no por alguna belleza en ellos ni por cualidades
adecuadas para esta unión, sino porque pone Su belleza y preciosidad en
ellos, y porque les confiere tales cualidades en ustedes que los hacen
adecuados para Sus abrazos. Pero en la elección de ellos de Cristo, son
atraídos a ello por los motivos más atractivos y poderosos de la belleza
transcendente y la excelencia superlativa que observan en Él más allá de
todas las personas y cosas en el mundo.
2. EL AFECTO MUTUO
En este desposorio hay un afecto mutuo, que acompaña a la elección. Por
parte de Cristo, al principio, tiene un amor de benevolencia hacia aquellos a
quienes desposa, y desea la más estrecha unión y conjunción con ellos y, por
lo tanto, procura ganar el amor de ellos. Por parte de ellos, sus corazones son
atraídos deseando a Cristo. Nadie más que Cristo, nadie más que Cristo, es el
lenguaje de sus corazones, cuando son hechos plenamente conscientes de su
necesidad de Él. Y aunque Su dote al principio es lo más deseado,
posteriormente se sienten más atraídos por Su persona a medida que van
conociéndolo más.
3. LA UNIÓN MUTUA
En este desposorio hay una unión mutua. Y en esto consiste más propiamente
el desposorio. Cristo y las almas son comprometidos en esta unión, y el nudo
se ata tan fuertemente que ningún poder puede desatarlo. Esta unión es por el
Espíritu, por parte de Cristo. Y esta unión es por la fe, por parte de ellos. Por
el Espíritu, Cristo se aferra a ellos y, por la fe, ellos se aferran a Cristo. Por el
Espíritu, Cristo los atrae y los une a sí mismo, y por la fe ellos vienen y se
unen a Él. Y así la unión es hecha. Cristo llega a ser de ellos: Su persona, Su
porción y todos Sus beneficios. Y ellos llegan a ser de Cristo: sus personas,
sus corazones y todo lo que tienen es dado a Él.
4. LA OBLIGACIÓN MUTUA
En este desposorio hay una obligación mutua. Cristo se pone bajo obligación
para con ellos de amarlos, de no dejarlos nunca, de protegerlos, de
proveerles, de vivir con ellos aquí y, finalmente, de llevarlos a vivir con Él
para siempre. Y ellos se comprometen con Él a ser amorosos, leales, fieles,
obedientes y a permanecer con pleno propósito de corazón junto a Él,
mientras vivan. Esto está implícito en el propio desposorio.
CAPÍTULO 2:
CÓMO CRISTO INVITA A TODAS LAS HIJAS DE LOS HOMBRES A SER SU
ESPOSA
Cristo invita a todos los hijos de los hombres —y en particular a las hijas de
los hombres— a ser Su esposa. Esto es a lo que se les invita en el texto. Es
por esto que Cristo envía a Sus ministros para que sean Sus embajadores, a
quienes les da la comisión en Su nombre de llamar a los hijos de los hombres
a esta relación tan cercana y dulce. Ellos representan Su persona, y deben
invitar y hacer un llamado en Su nombre a que el pueblo venga y se una a Él.
El apóstol Pablo cuenta a los corintios el éxito que tuvo su oficio de
embajador entre ellos por este motivo: «Os he desposado con un solo esposo,
para presentaros como una virgen pura a Cristo» (2 Co. 11:3). Y cuando los
ministros son instrumentos para la conversión de alguien, lo desposan con
Cristo. En la conversión, los pecadores se divorcian del pecado y se casan
con el Señor Jesús. El Señor, por medio de Su palabra, en boca de Sus
ministros, hace una invitación general a todos los hijos de los hombres —y,
particularmente, todas las hijas de los hombres son invitadas— a ser esposa
de Cristo. «Escucha (oh, hija), y considera e inclina tu oído…» Se invita a las
mayores, pero sobre todo a las más jóvenes. Se invita a las casadas o solteras.
Se invita a las de estatus elevado o bajo; incluso las siervas más pobres son
tan bienvenidas a ser esposa de Cristo como las ricas; Él no considera a las
ricas más que a las pobres. Él eligió a una virgen pobre, desposada con un
carpintero, para ser Su madre, y elige y llama a cualquiera como ella, y a las
que son más bajas que ella como Su esposa.
CAPÍTULO 3:
EL DEBER DE LAS QUE QUIEREN DESPOSARSE CON CRISTO
Las que quieran desposarse con Cristo, no solo deben escuchar, sino
considerar la invitación de Cristo: «Escucha, oh hija, y considera». No es
escuchar de manera ligera y simple la invitación de Cristo lo que hará la
unión entre Cristo y el alma, sino que debe haber una consideración, una
reflexión de ello en la mente. Debe haber una consideración de la oferta en sí
misma: de lo que es, de la realidad de la cosa, de la necesidad de la cosa, de
la posibilidad de alcanzarla, de su grandeza, de su gratuidad, su dulzura, su
ventaja. Por la consideración y ponderación de la diferencia entre las
invitaciones de Cristo y las tentaciones del diablo —o cualquiera de las
ofertas del mundo—, el alma llegará a entender y a estar plenamente
persuadida de que las invitaciones de Cristo son las más razonables y
elegibles.
3. DEBEN INCLINARSE A LA INVITACIÓN DE CRISTO
Son muy hermosas aquellas que se desposan con el Señor Jesucristo. En esto
no hago referencia a sus cuerpos. Estos pueden tener menos belleza externa
que otros. Sin embargo, en lo que respecta a sus cuerpos (por muy bajos y
viles que sean, por muy torcidos y decrépitos que estén algunos de ellos
ahora), sus cuerpos serán formados y moldeados hasta alcanzar una belleza
exacta —y serán puestos en una maravillosa belleza— en el día en que las
nupcias sean solemnizadas. [Con esto último] me refiero al día de la segunda
aparición de Cristo y a Su resurrección. En ese entonces sus cuerpos viles
serán hechos semejantes al gloriosísimo cuerpo de Cristo: «El cual
transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al
cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí
mismo todas las cosas» (Fil. 3:21). Sus cuerpos tendrán entonces una belleza
y un brillo muy resplandecientes, cuando sean transformados a la semejanza
del bellísimo y gloriosísimo cuerpo de su Señor, por lo cual serán dignas de
ser amadas en gran medida tanto para Cristo como para los demás.
No obstante, en esto hablo sobre la belleza que tienen aquí las que están
desposadas con Cristo. Ellas son muy hermosas, no externamente, sino
internamente; no en cuanto a sus cuerpos, sino en cuanto a sus almas; no
tanto a los ojos de los hombres, sino a los ojos de Dios. Así lo dice el
versículo 13 de este Salmo: «Toda gloriosa es la hija del rey en su morada».
Tienen un interior glorioso, que es tan glorioso como lleno de gracia. Sus
almas son en cierta medida restauradas a su belleza primitiva; tienen la más
bella imagen de Dios grabada en ellas; y en la medida en que son semejantes
a Dios en conocimiento, justicia y santidad, en esa medida son
maravillosamente hermosas. Son comparativamente muy hermosas: nadie en
el mundo, aparte de ellas, tiene la menor chispa de belleza espiritual. Las que
no están desposadas con Cristo, no están renovadas; y las que no están
renovadas, están sumamente manchadas y contaminadas por el pecado;
tienen naturalezas y corazones monstruosos; espíritus muy feos y deformes a
los ojos de Dios. Ciertamente hay algunas manchas en la esposa de Cristo,
pero también hay belleza; y están creciendo cada vez más hacia la perfección
de la belleza. En la otra vida serán hechas perfectas en santidad. Pero aquí [en
la tierra] son perfectas en su Cabeza, tienen una cubierta para sus manchas,
me refiero a la perfecta justicia de Cristo, por la cual son consideradas por
Dios como perfectamente hermosas.
CAPÍTULO 5:
EL DESEO DE CRISTO POR LA BELLEZA DE LAS QUE SE DESPOSAN CON ÉL
[Si estás desposada con Cristo], entonces amas al Señor Jesús con sinceridad,
y lo amas con la supremacía de tu amor. Si amas a padre o a madre, casas o
tierras, riquezas o honores, deleites o placeres —o a cualquier otra cosa del
mundo— más que a Cristo, no tienes verdadero amor por Cristo, y puedes
estar segura de que no estás desposada con Él. Pero si Cristo es amado de
manera principal, es una evidencia de que estás unida en esta relación con Él.
5. SI ESTÁN DESPOSADAS CON CRISTO, ENTONCES TIENEN FAMILIARIDAD Y
COMUNIÓN CON CRISTO
UTILIDAD 4: Para exhortación tanto a las que aún no están desposadas con
Cristo como a las que están desposadas con Él.
1. EXHORTACIÓN A LAS QUE NO ESTÁN DESPOSADAS CON CRISTO
A ustedes, que aún no están desposadas con Cristo, dirigiré mi discurso, y eso
a todos, tanto hombres como mujeres, pero particularmente a ustedes, las
mujeres jóvenes, a quienes especialmente estoy llamado a predicar en este
momento.
Puede ser que la novedad y la curiosidad hayan traído a muchas aquí hoy,
que de otra manera no habrían estado aquí. Y posiblemente el Señor puede
hacer uso de esta oportunidad, no solo para invitar por Su Palabra, sino
también para persuadir por Su Espíritu, a algunas de ustedes a desposarse con
Él.
Y si algunas almas son llevadas ahora a una unión con Jesucristo,
alcanzaré mi gran fin, y tanto ustedes como yo nos alegraremos de haber
escuchado esa propuesta y el deseo que se me hizo de predicar un sermón
particular a las mujeres jóvenes, como he hecho particularmente a los
hombres jóvenes.[6]
Vengan, vírgenes, ¿me darán permiso para que sea un cortejador para con
ustedes, no en mi nombre, sino en el de mi Señor? ¿Me permitirán prevalecer
para con ustedes sobre sus afectos, y persuadirlas a que se entreguen a
Cristo? ¿Me permitirán ser un instrumento para unirlas a ustedes y a Cristo en
este día?
No sean tímidas, así como algunas de ustedes posiblemente lo sean en
otros amores. La modestia y el rubor virginal pueden ser muy apropiadas para
ustedes cuando se les hagan propuestas de otra clase. Pero en cuanto a esta
[propuesta], la timidez es una locura, y el atraso para aceptar esta propuesta
es una vergüenza. Y tienen diez mil veces más razones para ruborizarse por el
rechazo de Cristo para que sea el amado de ustedes que por la aceptación,
cuando de otro modo el diablo y el pecado violarían sus afectos virginales.
Nunca se les ha hecho una propuesta mejor, nunca se les ha ofrecido una
unión como esta: ser unidas y desposadas con Jesucristo.
A. CONSIDERACIÓN DE LA PERSONA DE CRISTO COMO EL MEJOR ESPOSO
Consideren quién es el Señor Jesús, a quien ustedes son invitadas a
desposarse. Él es el mejor esposo; nadie se puede comparar a Jesucristo.
1) CRISTO ES GRANDE
¿Deseas a alguien que sea grande? Él es de la más alta dignidad. Nadie jamás
ha subido o podido subir a una posición tan alta, o alcanzar tal excelente
majestad, como aquella a la que Cristo es exaltado. Él es exaltado por encima
de todos los reyes de la tierra: «Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito
este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES» (Ap. 19:16). Sí, Él es
exaltado por encima de los ángeles en el cielo, y ninguno tiene tal autoridad:
«Quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos
ángeles, autoridades y potestades» (1 P. 3:22). «Él es el primogénito de toda
creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los
cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean
dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él
y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y
él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el
primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia»
(Col. 1:15-18). «Siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su
sustancia» (Heb. 1:3). Él es la gloria del cielo, el predilecto de la eternidad,
admirado por los ángeles, temido por los demonios, adorado por los santos.
Si la más insignificante mendiga fuera emparejara con el mayor príncipe
terrenal que jamás haya existido, no sería un elevación tan grande para ella
como para ti estar desposada con el Señor Jesucristo, el Rey de la gloria, de
cuyo honor y dignidad participarás, en y por esta relación.
2) CRISTO ES RICO
¿Deseas a alguien que sea sabio? No hay nadie comparable a Cristo en cuanto
a sabiduría. Su conocimiento es infinito, y Su sabiduría es la correspondiente.
Salomón sobrepasó en sabiduría a todos los que le precedieron o le siguieron.
Pero fue sobrepasado por Jesucristo, un hombre del ingenio más humilde y de
la capacidad más sencilla. Cristo no solo es sabio, sino que es la sabiduría.
«La sabiduría es justificada por sus hijos» (Mt. 11:19). Él es la sabiduría de
Dios (1 Co. 1:24). Cristo es infinitamente sabio en sí mismo, y es la fuente de
toda la sabiduría verdadera, espiritual y celestial, que es derivada a cualquiera
de los hijos de los hombres: «En quien están escondidos todos los tesoros de
la sabiduría y del conocimiento» (Col. 2:3). Si te desposas con Cristo, Él te
guiará y aconsejará, y te hará sabia para salvación.
4) CRISTO ES PODEROSO
¿Deseas a alguien que sea potente, que pueda defenderte contra tus enemigos,
y cualquier clase de injurias y abusos? No hay nadie que pueda igualar a
Cristo en poder. Otros tienen cierto poder, pero Cristo tiene todo el poder:
«Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» (Mt. 28:18). Otros
pueden ser potentes, pero Cristo es omnipotente; otros tienen poder, Cristo es
poder: «Cristo poder de Dios» (1 Co. 1:24). Y si te desposas con Cristo, Su
poder infinito se compromete a defenderte contra tus enemigos. Él someterá
tus iniquidades por aquel poder por el cual es capaz de someter todas las
cosas: «… sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar
todos nuestros pecados» (Mi. 7:19). «… por el poder con el cual puede
también sujetar a sí mismo todas las cosas» (Fil. 3:21). Él aplastará a Satanás
bajo tus pies: «Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros
pies» (Ro. 16:20). Él te guardará del mal del mundo: «No ruego que los
quites del mundo, sino que los guardes del mal» (Jn. 17:15). Él te hará más
que vencedora sobre todos tus enemigos espirituales, los cuales, sin Su
ayuda, no solo abusarían de ti y te perjudicarían, sino que te arruinarían y
destruirían: «Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó» (Ro. 8:37).
5) CRISTO ES BUENO
¿Deseas a alguien que sea bueno? No hay nadie como Cristo en este sentido.
Otros pueden tener algo de bondad, pero es imperfecta. La bondad de Cristo
es completa y perfecta. Él está lleno de bondad, y en Él no habita el mal. Él
es bueno y hace el bien. Y si te desposas con Cristo, por muy mala que seas
por naturaleza, Él te hará en cierta medida buena como Él.
6) CRISTO ES HERMOSO
¿Deseas a alguien que sea hermoso? Cristo es «el más hermoso de los hijos
de los hombres» (Sal 43:2). «Mi amado es blanco y rubio, señalado entre diez
mil […]. Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable» (Cnt. 5:10, 16). Sus
ojos son los más brillantes, Sus vistas y miradas de amor son las más
encantadoras, Sus sonrisas son las más deleitantes y refrescantes para el alma.
Cristo es la persona más preciosa y digna de ser amada de todas las demás en
el mundo. Ninguna persona es tan completa en todos los aspectos como Él y,
por lo tanto, es la más deseable en esta relación. Y por muy desagradable que
seas en ti misma, por muy deformada y contaminada que seas por el pecado,
si te desposas con Cristo, Él pondrá Su belleza en ti, te lavará de tus
impurezas en una bañera hecha con Su propia sangre, y te embellecerá con
Su propia imagen y, por consiguiente, llegarás a ser sumamente hermosa. Y
así como puedes tener oportunidad de deleitarte en la belleza de Cristo, de la
misma manera Él deseará y se deleitará en tu belleza, como en el texto:
«Escucha (oh, hija), y considera e inclina tu oído […]. Entonces el Rey
deseará grandemente tu hermosura…»
7) CRISTO ES AMOROSO
¿Deseas a alguien que pueda amarte? Nadie puede amarte como Cristo. Su
amor es incomparable, y Su amor es incomprensible; Su amor sobrepasa
todos los demás amores, y sobrepasa también el conocimiento: «… el amor
de Cristo, que excede a todo conocimiento…» (Ef. 3:19). Su amor es el que
está antes de todos los demás,[7] no tiene ningún principio; Su amor es
voluntario, no tiene ninguna pretensión; Su amor es grande, no tiene ninguna
medida; Su amor es constante, no tiene ningún cambio; y Su amor es eterno,
no tiene ningún fin.
Fue el amor de Cristo el que lo hizo descender desde el cielo, el que
encubrió Su divinidad en un alma y un cuerpo humanos, el que lo puso en
forma de siervo, el que lo expuso al desprecio, al reproche y a muchas
indignidades. Fue el amor lo que lo hizo sujetarse a pasar hambre, a tener sed,
padecer angustias y muchas enfermedades humanas, lo que le humilló hasta
la muerte —la dolorosa e ignominiosa muerte de la cruz—.
Y cuando por amor hubo consumado la obra de la Redención en la tierra
—en lo que era necesario a modo de satisfacción—, fue Su amor el que lo
llevó de vuelta al cielo, donde estaba antes, para que pudiera hacer aplicación
de lo que había comprado, para que allí pudiera interceder por los que había
redimido, y para preparar un lugar para ellos —las mansiones gloriosas con
Él mismo, en la casa no hecha con manos, que es eterna en los cielos—.
Es por amor que envía tales muestras [de amor] a Su pueblo desde el
cielo a la tierra, que les transmite a través de Sus ordenanzas por medio de Su
Espíritu. Y Sus muestras de amor sobrepasan infinitamente a todas las demás
muestras de amor en valor y excelencia.
Con toda seguridad, pues, nadie es tan deseable como el Señor Jesucristo
para que te desposes con Él. Si te desposas con Cristo, Él es tuyo —todo lo
que Él es, todo lo que tiene—. Tendrás Su corazón, y participarás de las
expresiones más singulares de Su amor más entrañable.
Las invitaciones de Cristo a ti para que seas Su esposa son reales. El asunto
es real, que hay un desposorio entre Cristo y Su pueblo. No es una fantasía,
que no tiene base o fundamento, que está en la mente e imaginación
entusiasta de algunos hombres llenos de fantasía, como algunos pueden
considerarlo. Hay un claro fundamento para ello en las Escrituras: «Os he
desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a
Cristo» (2 Co. 11:2). «Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él» (1
Co. 6:17). Y así como el asunto es real, así mismo estás realmente invitada a
ello. El Señor no se burla ni disimula contigo, como algunos pretendientes de
amor, que disimulan el amor a las vírgenes, hasta que han ganado su afecto, y
entonces falsa y vilmente las abandonan, sin tener nunca la intención real de
desposarlas o casarse con ellas. Pero el Señor sí tiene realmente la intención
de hacerlo en Sus invitaciones para contigo. Él es rechazado por muchos, a
los que corteja para ganar sus afectos. Pero nunca ha desechado a ninguno
cuyo consentimiento y afectos había ganado.
2) LAS INVITACIONES DE CRISTO SON GENERALES
Las invitaciones de Cristo a ti para que seas Su esposa son generales. Todas
están invitadas, y ninguna está exceptuada. Ninguna está excluida, sino las
que se excluyen a sí mismas. Se invita a toda clase de personas, no solo a las
de condición más alta —de las que muy pocas prestan atención—, sino
también a las de grado más bajo en el mundo. Los pobres, los ciegos y los
cojos, y los más despreciables a los ojos de los hombres, son invitados al
Banquete de bodas (Lc. 14:21). Por lo tanto, al venir, son recibidas en la
relación matrimonial con Cristo. Se invita a toda clase de pecadoras, no solo
a las que han guardado sus vestiduras de las manchas más groseras y que han
escapado de las mayores contaminaciones que hay en el mundo a causa de la
concupiscencias, sino también a las pecadoras más viles y abominables, a las
que han corrido con otras hasta el mismo exceso de desenfreno, y se han
revolcado como cerdos en el más profundo fango del pecado. Las
transgresoras más notorias son invitadas a ser esposa de Cristo, y serán tan
bienvenidas como cualquiera a los abrazos de Su amor.
3) LAS INVITACIONES DE CRISTO SON FRECUENTES
¿Y qué dicen ahora, jóvenes? ¿Tendré una concesión para mi Señor, o seré
despedido con un rechazo y una negativa? En este momento me parece que
deben empezar a pensar en Jesucristo; miran como si lo desearan; escuchan
como si consintieran. ¿Qué dicen? ¿Se hará hoy la unión entre Cristo y sus
almas? ¿Podré ser el instrumento para unir sus manos, o más bien sus
corazones? ¿Podré ser el instrumento para atar ese nudo que nunca podrá
desatarse? Algunas se casan apresuradamente y se arrepienten a su antojo,
pero una vez que se desposan con Jesucristo, nunca se arrepentirían. Nada las
afligiría más que el hecho de no haberse unido a Él antes, y no van a querer
desunirse por nada del mundo. ¿Será este el día de sus desposorios? Algunas
de ustedes han esperado mucho tiempo, ¿y van a aplazarlo más? Si no
quieren ahora, puede ser que Cristo no lo haga en otra ocasión. Si se niegan
ahora al llamado y a la invitación de Cristo, puede ser que Cristo se niegue
cuando llamen y supliquen. Esta puede ser la última vez que invite, y por eso
es peligroso negarse. Algunas de ustedes son muy jóvenes, demasiado
jóvenes para otros desposorios, pero ninguna de ustedes es demasiado joven
para este desposorio con Jesucristo. En otros desposorios deben tener el
consentimiento de los padres, pero en este están a su propia disposición.
Ustedes pueden entregarse y unirse a Cristo, ya sea que los padres lo
consientan o no.
D. LA MANERA DE DESPOSARSE CON CRISTO
PREGUNTA: «Pero ¿qué debemos hacer para ser desposadas con Jesucristo?»
Admira y adora esa gracia rica y gratuita que te ha elegido y llevado a esta
relación. Di: «No a nosotros, no a nosotros, sino a tu nombre sea la alabanza»
(Sal. 115:1): Di: «¡Oh, maravilloso, maravilloso, maravilloso amor! ¡[Qué
maravilloso] que seamos hechas esposa de Cristo! Nosotras, que no teníamos
belleza, que no teníamos dote, que abrazábamos el estercolero, seamos
tomadas a los abrazos del Señor. ¡Oh, infinita bondad condescendiente!»
B. REVERENCIA A CRISTO
Procura reverenciar a Cristo, con quien te has desposado. Él es tu Señor, y
debes reverenciarlo, y estar en reverencia a Él. Ten cuidado con el orgullo, la
pasión, el descontento con tu condición, las murmuraciones bajo la aflicción,
y cualquier otro pecado que sea desagradable a Cristo, e impropio de la
reverencia que le debes.
C. AMA A CRISTO
Sé amorosa y fiel a Cristo, no recibas a ninguna criatura en el mundo en los
abrazos de ese amor tan entrañable que pertenece a tu Esposo desposado.
Ámalo de manera suprema y ardiente, y trabaja para aumentar tu amor hacia
Él cada día.
D. SUJÉTATE A CRISTO
Sométete a Cristo y procura complacerlo en todo, y disponte a prestarle
obediencia total a todo lo que Él te revele como Su voluntad.