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LOS PEQUEÑOS GEANDES LIBEOS

DE HISTORIA AMERICANA
Serie I Tomo IV

LAS CRONICAS
DE LOS MOLINAS
"DESTRUCCION DEL PERU"
Crónica escrita por el año de 1553 por
CRISTOBAL DE MOLINA
So-Chantre de la Catedral de Santiago de Chile

"FABULAS Y RITOS DE LOS INCAS"


Crónica escrita allá por el año de 1574 por
CRISTOBAL DE MOLINA
Párroco de Ntra. Sra. de los Remedios del hospital del Cuzco

Prólogo bio-bibliográfico por


CARLOS A. ROMERO
Epílogo crítico-bibliográfico por
RAUL PORRAS BARRENECHEA
Anotaciones y brevísimos comentarios por
FRANCISCO A. LOAYZA

LIMA 1943 PERU


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TEXTOS SOBRE BOLIVIA

CRONISTAS, SUS CRÓNICAS, LA FILOSOFÍA, LA MORAL Y LAS CLAVES PARA


COMPRENDER LAS MISMAS, ANÁLISIS POR VIRREINATOS, CRÓNICAS VIRREINALES
SOBRE BOLIVIA

CRONISTAS Y SUS CRÓNICAS EN ORDEN CRONOLÓGICO

FICHA DEL TEXTO

Número de identificación del texto en clasificación filosofía: 156


Número del texto en clasificación por autores: 6617
Título del libro: Las crónicas de los Molinas
Autor: Cristóbal de Molina
Editor: Los pequeños grandes libros de historia americana. Tomo IV
Derechos de Autor: Dominio Público
Año: 1943
Ciudad y país: Lima – Perú
Número total de páginas: 230
Fuente: https://es.scribd.com/doc/71025676/Cronicas-de-los-Molinas
Temática: Cristóbal de Molina
LOS PEQUEÑOS GRANDES LIBROS DE HISTORIA
AMERICANA

TOMOS PUBLICADOS
I.—CUARENTA AÑOS DE CAUTIVERIO. (Memorias del In-
ka Juan Bautista Túpak Amaru, adicionadas con antiguos
y desconocidos documentos, y anotadas profusamente).
II.—JUAN SANTOS, EL INVENCIBLE. (Documentos inédi-
tos de 1742 a 1755, referentes al Indio Libertador Juan
Santos Atawalpa, Caudillo nunca derrotado en la Revolu-
ción de la Montaña, con tres mapas y extensas notas.).
III.—LA VERDAD DESNUDA o "Un Obispo con dos faces".
(Importante códice, íntegramente inédito, escrito por un
Imparcial Religioso, probando, con documentos, la compli-
cidad del Obispo Juan Manuel Moscoso en la Revolución
de José Gabriel Túpak Amaru, con ilustraciones).
IV.—LAS CRONICAS DE LOS MOLINAS. (Las Crónicas más
valiosas, más raras y más antiguas de Historia del Perú
—1555 y 1575— con profusión de notas, con ilustraciones).

PARA PUBLICARSE
V.—EL ESTADO DEL PERU o "Un Obispo con dos faces".
(Este códice fué escrito el año de 1784 por el Presbítero
Rafael José Sahuaraura, defendiendo la lealtad del Obis-
po del Cuzco Juan Manuel Moscoso a la Corona de Es-
paña, durante la Revolución de José Gabriel Túpac Ama-
ru. Puede decirse que esta crónica es una refutación, un
complemento a "La Verdad Desnuda".
VI.—LAS CRONICAS HISTORICAS. (Importantísimos estudios
sobre diversos asuntos de la época del Imperio de los
Inkas, de la Conquista española y del. Virreinato, debidos
a la pluma del consagrado historiador peruano y gran bi-
bliógrafo Carlos A. Romero.
VII.—CAHUIDE NO EXISTIO. (El nombre de Cahuide es una
superchería). Ensayo de crítica histórica, a base de do-
cumentos del siglo XVI y de testimonios de actores del
famoso sitio del Cuzco, en el año de 1535, que encabezara
el Inka Manko II, contra los españoles, por Francisco
A. Loayza.
LAS CRONICAS DE LOS MOLINAS
LOS PEQUEÑOS GRANDES LIBROS
DE HISTORIA AMERICANA
Serie I Tomo IV

LAS CRONICAS
DE LOS MOLINAS
"DESTRUCCION DEL PERU"
Crónica escrita por el año de 1553 por
CRISTOBAL DE MOLINA
So-Chantre de la Catedral de Santiago de Chile

"FABULAS Y RITOS DE LOS INCAS"


Crónica escrita allá por el año de 1574 por
CRISTOBAL DE MOLINA
Párroco de Ntra. Sra. de los Remedios del hospital del Cuzco

Prólogo bio-bibliográfico por


CARLOS A. ROMERO
Epílogo crítico-bibliográfico por
RAUL PORRAS BARRENECHEA
Anotaciones y brevísimos comentarios por
FRANCISCO A. LOAYZA

LIMA 1943 PERU


DERECHOS RESERVADOS
LOS DOS CRISTOBAL DE MOLINA (*)

En el escenario del descubrimiento y conquista del


Perú y las guerras civiles entre los conquistadores, uno,
y d e la defintiva organización del virreinato, ambos, fi-
guraron dos personas con idéntica afición: el estudio de
las antigüedades del país conquistado; un mismo ideal:
la conservación, el bienestar y la civilización de la po-
blación indígena; igual profesión: la religiosa, y que,
por una de esas rarísimas coincidencias en tiempos en
que la ola española invasora era aún tan rala, llevaban
el mismo nombre: los dos fueron clérigos y se llamaron
Cristóbal de Molina. Esta igualdad de nombre h a sido
causa para que los bibliógrafos e historiógrafos del si-
glo XIX y de éste en que vivimos, hayan confundido
lamentablemente la personalidad de ambos, haciendo
de los dos una sola persona, y adjudicándoles, recípro-
camente, los hechos y las obras del uno al otro. Quie-
nes hasta hoy se ocuparon de estos dos escritores, in-
clusive los más insignes americanistas, no se detuvieron
a comparar la resaltante diferencia que había entre el
estilo castizo y casi correcto del uno, y atolondrado e
incorrecto del otro; ni tuvieron en cuenta la vida' agitada
y aventurera del uno, el almagrista, a quien seguiremos
llamando así, y la existencia apacible, Casi burguesa
del otro, el cuzqueño, entregado a la enseñanza y con-
versión de rebaños espirituales de indios. Ni tampoco
cayeron en cuenta en que tales Relaciones no podían ser
obra de una misma mano ni fruto de un mismo intelec-
to, pues la una de ellas demuestra profundo conocimien-
to de la lengua indígena e ignorancia de la propia, mien-
tras la otra, al revés, conocimiento de la propia e igno-
rancia de la indígena. El erudito bibliógrafo chileno D.
(*) Para prólogo del presente Tomo IV, nada mejor que este
ensayó bio-bibliográfico de Carlos A. Romero, grande autoridad
en Historia del Perú. Este estudio se publicó en la edición de
estas crónicas, de la Colección Urteaga^Raraero, de 1916. (F.A.L.)
VI
Tomás Thayer Ojeda, en l a biografía que precede a la
jReiacíón de Molina el cuzqueño, publicada en la Revis-
ta Chilena de Historia y Geografía (1) h a sido el primero
que tuvo sospechas de la existencia de dos Cristóbal de
Molina, coetáneos, pero después de analizar fechas, su-
cesos y documentos, a c a b a por rechazar esa hipótesis.
"La afirmación del obispo Medellín —dice— por una
" parte, y la muerte de Molina acaecida en Santiago, pa-
" recen indicar que hubiera sido distinta persona de un
" Cristóbal de Molina, cura de la parroquia de Nuestra
" Señora de los Remedios del Hospital de los naturales
" del Cuzco, autor de u n a Relación de las fábulas y ritos
" de ios Incas, dedicada al obispo del Cuzco don Sebas-
" tián de Lartaún. Sin desconocer la importancia de las
" objeciones, creemos que no bastan para establecer la
" dualidad de las personas, pues si bien Lartaún tomó
" posesión de su diócesis en 1570 (2), cuando Molina es-
" taba por lo menos cercano a la demencia, pudo escri-
" bir la obra mucho tiempo antes, y ello es tanto más pro-
" bable cuanto que no tenemos noticia de su vida pre-
" cisamente del período que corresponde a su estada en
" el Cuzco. Por otra parte, es difícil suponer en esa ópo-
" ca, atendiendo a la escasa población española de estas
" remotas regiones, la existencia de dos personas de un
" mismo nombre, estado y aficiones que hasta hoy son
" pocos frecuentes'' (3).
P a r a que pueda juzgarse cuan lamentablemente se h a
confundido a estos dos insignes varones en virtud y
letras, reproducimos el siguiente trozo de un estudio his-
tórico intitulado "Los cronistas jurídicos y religiosos de
la conquista", de que es autor el escritor argentino se-'
ñor Jorge Cabral, palabras textuales de Jiménez de la
Espada, que el señor Cabral reproduce sin citarlo:

(1) Santiago, 1913, t. V.


(2) 'El obispo Lartaún tomó posesión de su diócesis en 1573.
(3) ¿Revista Chilena de Historia y Geografía, Santiago, 1913,
t. V.
VII
"A pesar de sus achaques, el padre Cristóbal de Mo-
" lina (el almagrista), vivió todavía lo bastante para es-
" cribír, siendo cura de la parroquia de Nuestra Señora
" de los Remedios del Hospital de los Naturales de la
"ciudad del Cuzco, una Relación de las Fábulas y Ritos
" de los Incas, dedicada a don Sebastián de Lartaún, del
" Consejo de su Magesiad" (4). Pero como no es nuestro
ánimo, ni nuestro propósito, señalar ajenos errores sino
aclarar un punto histórico obscuro, vamos a hacer un li-
gero ensayo biográfico de los dos Cristóbal de Molina,
lo más sintéticamente que nos sea posible, y a que d en ~
tro del estrecho marco de los preliminares de este libro
no disponemos de mayor espacio, diciendo quién fué
cada uno de los dos, y que hizo y cuáles fueron sus
obras, dando a cada cual lo que es suyo.
Los dos apéndices que publicamos son suficiente prue-
b a para establecer la distinta personalidad de nuestros
dos autores. El apéndice A es una provisión del Virrey
Toledo a favor de Cristóbal de Molina, el cuzqueño, y
h a sido publicada en nuestra Revista de Archivos y Bi-
bliotecas Nacionales; el apéndice B es una carta de Cris-
tóbal de Molina, el almagrista, al Rey, escrita en Lima,
a 12 de Junio de 1539, cuya foto-copia se inserta en es-
tas páginas, y h a sido publicada en la Colección de Do-
cumentos inéditos del Archivo de Indias, de D. Luis To-
rres de Mendoza, en Los orígenes de la Iglesia Chilena
de D. Crescente Errázuriz y en el tomo V de la Colec-
ción de documentos inéditos para la Historia de. Chile
de D. José T. Medina.

Nada hemos podido averiguar sobre el origen del Pa-


dre Cristóbal de Molina, el cuzqueño, ni quiénes fueron
sus padres, ni la fecha de su nacimiento. Para nosotros,

(4) Anales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales,


Eu-enós Aires, 1913, t. III.—Véase también el Apéndice N? 4 en
la Guerra de Quito.
VIII
fué un mestizo, fruto del cruzamiento de español e Mdiá,
como Valera y como Garcilaso, hijo tal vez d e Francis-
co de Molina, que vino a raíz de la conquista, victjó por
el país y se estableció en Lima, donde recibió las órde-
nes eclesiásticas entre los años de 1545 y 1550, en que le
encontramos de capellán del hospital de españoles de
esta ciudad, nacido probablemente en el Cuzco, donde
quedó radicado p a r a siempre. Su profundo conocimien-
to del quechua, quizá la lengua materna, y las pocas
relaciones con Elío Antonio el nebrisense y Juan del En-
cina, que demuestran sus escritos, prueban nuestro aser-
to. Durante el gobierno del Virrey Toledo, el obispo y el
Cabildo eclesiástico del Cuzco, hicieron tres tratados so-
bre las cualidades que debían reunir los prebendados,
y se determinó el que fuesen de limpia generación, ño
confesos, ni descendientes de moros ni judíos, ni peni-
tenciados por el Santo Oficio, ni infames y que fuesen
d e legítimo matrimonio, remitiendo el expediente al R a -
p a r a que lo hiciese confirmar por el Pontífice (5). Esíó
confirma nuestra suposición de que Molina fué hijo, na-
tural de español e india y explica el por qué permaneció
años de años de párroco en una iglesia de esa ciudad
sin llegar a ascender a dignidad en la Metropolitana d e
ella.
•De boca de Molina sólo sabemos que fué cura de la
parroquia de Nuestra Señora de los Remedios del Hospi-
tal de los Naturales del Cuzco, sin decir desde cuándo ni
hasta cuándo (6) ejerció allí su sagrado ministerio y que
(5) Noticias Cronológicas del Cuzco, Ms. Bibt. Nac. de Lima.
(6) La fecha de la erección de la Parroquia del Hospital, no
se conoce.
Hacia febrero de 1569 trataron ambos cabildos del Cuzco, pa-
ra poner término a los vicios y escándalos que causaban los ne-
gros, mulatos e indios en el barrio del Hospital de los naturales
y acordaron la erección de una capilla, cuyo capellán será nom-
brado por el Cabildo secular y a quien el Eclesiástico daría li-
cencia para la administración de los santos Sacramentos, mien-
tras se erigía allí una parroquia. Después de ciertas disensiones
entre los dos cabildos, en que la capilla fué clausurada, sé vól*
IX
'tenía buenos salarios e acomodación con q u e s e sus-
tentaba" (7). Molina percibía 150 pesos anualmente de
saferio por la predicación del Evangelio a los naturales
d e la ciudad del Cuzco, pues era "muy buena lengua",
como * se decía en el pintoresco lenguaje de la época, o
un excelente hablista queschua, como diríamos hoy. Te-
niendo en cuenta estas especiales dotes fué que el Vi-
rrey Toledo dictó la provisión q u e publicamos como
Apéndice A, reponiendo a Molina en el goce del salario
por la predicación de los indios, de que se quejaba h a b í a
sido desposeído.
•Entre las instrucciones que el Rey Don Felipe II dio
a Don Francisco- de Toledo cuando le nombró Virrey
del Perú, se contaba una cédula datada en Madrid, a
28 de Diciembre de 1568, conteniendo una larga relación
de las puntos relativos al gobierno del Virreinato (8), es-
pecialmente en el ramo de tributos de los indios. Duran-
te el viaje, Toledo "hauia uisto, y entendido por el ca-
mino donde vino hasta esta dicha ciudad." de Lima (9)
las necesidades de la colonia y estudiado las medidas
que h a b í a que dictar p a r a su remedio. Resolvió enton-
ces hacer la visita general del Reino, por sí o por comi-
sionados especiales p a r a ello. En esta virtud, el Virrey
nombró visitadores p a r a todas las provincias. Varias fue-
ron las comisiones designadas p a r a la visita de la pro-
vincia del Cuzco, una de las cuales debía ocuparse ex-
clusivamente de l a del recinto de la ciudad y sus pa-
rroquias. Naturalmente, el sabio gobernante aprovechó
de las particulares dotes del Padre Cristóbal de Molina
y le nombró visitador eclesiástico de aquella visita, que

vio a abrir, colocándose nuevamente el Santísimo Sacramento


en ella y volviendo asimismo a ejercer su ministerio el sacer-
dote encargado de administrarlos. "No se encuentra más noticia
que ésta acerca de la erección de la Parroquia del Hospital de
los Naturales". Noticias cronológicas del Cuzco, cit.
(7) Véase el Apéndice A.
(8) Libra de la Visita general del Virrey Toledo, Ms. Biblio-
teca Nacional de Lima.
(9) Libro de la visita, cit.
X
encomendaba a él, el Capitán Martín García Ofíaz fr
Loyola y otros (10). La Visita fué debidamente llevada a
cabo, como se verá más adelante.
En 1575, por provisión fechada en Arequipa a 6 de
Noviembre de ese año (11), Toledo ordenó que se prac-
ticase una segunda visita de los indios de la ciudad y
valles del Cuzco, encomendándola al Alguacil Mayor de
la ciudad Sancho Verdugo, y nombrando a la vez por
la misma provisión, como visitador eclesiástico, al Padre
Cristóbal de Molina. Dispuso el Virrey una revisión com-
pleta de los padrones de la primera visita y que ios in-
dios en ellos contenidos fuesen obligados a residir en
los pueblos y lugares donde habían sido empadronados,
y no en otros, dando por término para el cumplimiento
de la comisión seis meses. Pero apenas los visitadores
habían comenzado a llenar su cometido, se produjo uno
de aquellos, por entonces, frecuentes rozamientos entre
la autoridad civil y la eclesiástica, en que ésta esgrimió
la poderosa arma de las censuras contra el Alguacil Ma-
yor, por "cierto litigio tocante a la administración de la
•Real justicia". La visita quedó suspendida y el Alguacil
.Verdugo vino de queja ante el Virrey y Audiencia, ha-
ciendo expresamente el viaje a Lima, y aquí obtuvo so-
bre-carta de Toledo, fechada en 20 de Octubre de 1576,
ordenándole que continuase la interrumpida visita, con-
forme a las instrucciones insertas en la anterior provi-
sión. Y no se requiere vista de lince p a r a descubrir cuá-
les fueron los motivos que provocaron el enojo de su mer-
ced el señor Provisor del obispado de aquella ciudad
hasta el extremo de decretar censuras contra el funcio-
nario civil, pues en la dicha sobre-carta se encuentra

(10) "El capitán Martin garcía de loyola de la caualleria


de caiatrava y en su compañía por bisitador eclesiástico Xpoval
de Molina, clérigo, y por ausencia del dicho capitán loyola a pe-
dro quiros dauila y ordoño de Valencia, Diego de salzedo te-
sorero de su majestad en la dicha ciudad del Cuzco.—Libro de
Visitas cit.
(11) Revista de Archivos y Bibliotecas Nacionales, Lima, 1898,
t. I, p. 41.
XI
esta significativa parte que no se contenía en la prime-
ra provisión: "Y las indias que de las dichas perroquias
" halláredes estar amancebadas, ansí, con españoles de
" la dicha ciudad e perroquias como con indios o con
" otras qualesquier personas, las quitaréis de los tales
" amancebamientos y las pornéis en casa de personas
" sin sospecha a que sirven o estén en depósito, como
" os pareciere, haciendo los conciertos que convengan
" sobre ello, ante escribano de la dicha visita; de mane-
" ra que las tales indias entiendan que no han de estar
" amancebadas y han de vivir bien, y no andar baga-
" bundas ni en semejantes vicios y pecados; y procede-
" réis contra los tales españoles y demás personas con
"quien estuvieren amancebadas, por todo rigor, d e ' m á -
" ñera que sean castigadas por el dicho amancebamien-
t o " (12).
Vuelto el Alguacil Mayor Verdugo al Cuzco, continuó
la interrumpida visita acompañado del Padre Molina,
e] cuzqueño, hasta darle término, en 6 de Agosto del año
1576 (13).
Como era de costumbre, terminadas las visitas, To-
ledo ordenó que se tomase la residencia a los visitadores
y que las sumas" en. que éstos resultasen responsables
por cualquier razón se les "escalfase" de sus salarios y
su monto se enviase a Lima, para atender con ellas a
las limosnas que el Virrey había señalado a los mo-
nasterios y hospitales. En la residencia .resultó el P. Mo-
lina deudor de 592 pesos, -que recibió de más durante
la primera visita, cuyo reintegro, junto con otros,- fué or-

(12) Rev. cit. I, p. 41.


(13) La visita quedó terminada en 6 de Agosto de 1576 y dio
el siguiente resultado: Indios cuzcos en las parroquias de Belem,
Santiago, el Hospital, Santa Ana, San Cristóbal, San Blas, San
Gerónimo y San Sebastián, 1115. Indios yanaconas en las mismas
parroquias, 1142. De los cuales correspondían 154 indios cuzcos
y 238 yanaconas a la parroquia del Hospital, de que era Cura
el Padre Molina. Rev. de Arch. cit. I, 240.
XII
denado por el Virrey por provisión de l 9 de Agosto de
1578 (14).
Por cédula fechada en Badajoz el 23 de Septiembre
de 1580, el Rey ordenó al Virrey del Perú "que informa-
se de los usos y costumbres que los indios tenían en
tiempo de su infidelidad cerca de su gobierno". En cum-
plimiento de esa orden se llevó a cabo una informa-
ción en el Cuzco, en 28 de Marzo de 1582, en que de-
claran, suministrando gran copia de datos, Cristóbal de
Molina, García de Meló, Alonso de Mesa, Damián de la
Bandera Y Bartolomé de Porras, hijo este último de con-
quistador y de india.
En cuanto a la fecha en que Molina escribió su Rela-
ción, no se puede fijar con exactitud. Consta por la pro-
visión de Toledo que publicamos como apéndice, que el
cura cuzqueño "se ocupaba en saber y entender de los
ritos y ceremonias antiguas que los dichos indios te-
nían". Que la Relación fué escrita después de 1572, no
cabe dudarlo, pues en el curso de ella hace alusiones
a sucesos acaecidos en tal año, como cuando habla de
la rebelión y.muerte de Túpac Amaru, que expresa con
estas palabras: . . ."con ver al inca muerto y a Vilcabam-
b a de Christianos". Y se recordará que Túpac Amaru
fué ajusticiado en Mayo de 1572. Por otra parte, la .Re-
lación está dedicada al Obispo Lartaun (15), que tomó
(14) Al Pe. Xpóval de Molina, clérigo, visitador eclesiástico
de esa ciudad, parroquias y valles della en compañía del capi-
tán Loyoia y Pedro de Quirós y Ordoño de Valencia, en qui-
nientos y noventa y dos pesos ensayados, por que de un mili y
seiscientos y sesenta y seis pesos ensayados que montó el sa-
lario que ¡hubo de haber del tiempo que se ocupó en la- dicha vi-
sita, le mandé pagar los un mili dellos demás de otros cient
pesos corrientes que había por haber gozado en el dicho tiempo
del salario de la doctrina de una de las dichas parroquias.—
DXCII. Revista de Archivos y Bibliotecas Nacionales, I, pág.
325.
(15) El Obispo don Sebastián de Lartaun, a quien el autor de-
dica sus relaciones, fué natural de Oyarzún, en Vizcaya, hizo
sus estudios en el Colegio mayor de San Ildefonso de la ciudad
de Alcalá de Henares donde también se graduó de doctor. Obtu-
XIII
posesión de la silla episcopal el 28 de Junio de 1573, y
Molina suspendió el trabajo para cumplir la visita que
le encomendó el Virrey, como lo declara en las últimas
palabras con que cierra su interesante relato, prome-
tiendo terminarlo más tarde: "Mediante Nuestro Señor
—dice— concluido la visita que entre manos tengo de
las parroquias y valle de esta ciudad del C u z c o . . . " .
Compulsando la referencia a la muerte de Túpac Ama-
ru en 1572, la dedicatoria al obispo Lartaún en 1573, o
después, y la alusión a la visita, con que cierra su re-
lación, viénese en cuenta en que ésta no pudo ser la
primera que practicó con Oñaz y Loyola, sino la segun-
da, que se le encomendó con el Alguacil Verdugo en
1575. Desgraciadamente, la buena voluntad del P. Mo-
lina se estrelló ante algún escollo, porque la relación
quedó inconclusa para siempre.
La Relación del Padre Molina fué publicada por pri-
mera vez el año de 1873, en Londres, por el conocido
americanista Sir Clement R. Markham, vertida al inglés,
con anotaciones, y precedida de una anémica introduc-

vo una canongía en la iglesia de San Justo y se hallaba desem-


peñándola cuando recibió el nombramiento de obispo del Cuzco
en 8 de Junio de 1570, en lugar de Fray Juan Solano. El nuevo
obispo entró a la ciudad del Cuzco el 28 de Junio de 1573 y go-
bernó su diócesis hasta 1582, en que vino a Lima a asistir al
concilio provincial convocado por el Arzobispo Santo Toribio. En-
tre los asuntos tratados por este concilio, se cuenta un proceso
formado al Obispo Lartaún en virtud de serias reclamaciones for-
muladas por el clero del Cuzco contra su prelado, por ciertas im-
posiciones de éste, nó muy justificadas. En el concilio se pro-
movió una acalorada competencia, pues mientras el Obispo pre-
tendía que el mismo concilio resolviese el punto, el Arzobispo
Santo Toribio opinaba que debía enviarse el proceso a Roma para
6U resolución. A tanto grado llegó el acaloramiento que en una
de las sesiones el Obispo sumamente exaltado se lanzó sobre el
Arzobispo para arrebatarle los autos, ya que no había podido to-
marlos antes de poder del secretario del concilio D. Bartolomé
Menacho.
Una violenta enfermedad originada por estos sinsabores aca-
bó con la vida del I limo. Lartaún el 9 de Octubre de 1583, y sus
restos fueron sepultados en el convento de Santo Domingo,
XIV
ción del señor Markham, que no arroja ninguna luz so-
bre el origen, vida y obras del autor d e la obra, for-
mando parte, junto con otras tres, de uno de los volú-
menes editados por la Hakluyt Society de la Metrópoli
británica, intitulado Narrative oí The Rites and Laws oí
the Incas.
Las otras tres obras contenidas en este volumen son
la Relación de las antigüedades de este Reino del Perú
por el indio Santa Cruz Pachacuti, el Tratado y Rela-
ción de los errores, íalsos dioses y otras supersticiones
y ritos diabólicos en que vivían antiguamente los indios
de la provincia de Huarochirí, Mama y Chaclla y hoy
también viven engañados, con gran perdición de sus al-
mas, por el cura D. Francisco de Avila, y El Linage de
los Incas y cómo extendieron sus conquistas, por el Li-
cenciado Polo de Ondegardo.
El año de 1913 aparece impresa por primera vez en
español en el tomo V de la Revista Chñena de Historia y
Geografía, que ve la luz en Santiago, por el erudito his-
toriógrafo chileno D. Tomás Thayer Ojeda, precedida
igualmente de una nutrida biografía de Cristóbal de Mo-
lina, pero no de nuestro cura cuzqueño, sino de Molina
el alinagrista, de quien encuentra, y cita numerosos do-
cumentes en los archivos chilenos. Ya tenemos dicho
más arriba cómo Thayer tuvo la sospecha de la exis-
tencia de dos Molinas y cómo acabó por arrojar de sí
la mala visión resolviéndose al fin por que no hubo
sino un Cristóbal de Molina. La Relación publicada por
el señor Thayer adolece de graves errores, sea por de-
fecto de la copia o de la corrección, se presenta desnu-
da de todcí nota, comentario o concordancia y h a sido
tomada de una copia existen *e en el Archivo Moría Vi-
cuña, que se conserva en la Biblioteca Nacional de San-
tiago, la cual hizo sacar el historiador D. Claudio Gay
en Madrid.
La que nosotros utilizamos p a r a dar a luz en este li-
bro, existe en la Biblioteca Nacional de Lima y fué he-
cha tomar por el malogrado bibliógrafo peruano D. Fé-
XV
lix Cipriano Coronel Zegarra, de la que se guarda en la
Biblioteca Nacional de Madrid.
Además de esta Relación, Molina escribió otras dos,
de que h a c e frecuente mención en la que ahora publi-
camos. Fué la una, una Relación del origen, vida y cos-
tumbres de los ingas, señores que fueron de esta tierra,
y cuantos fueron y quien (sic) fueron sus mugeres, y las
leyes que dieron y guerras que tuvieron y gentes y na-
ciones que conquistaron, en algunas de cuyas partes
trata igual, aunque someramente, de los ritos y ceremo-
nias de los indios; y la otra, una Relación de las guacas,
escrita también para el Obispo Lartaún. Así se despren-
de de la referencia que hace a ella al narrar las cere^
monias de los indios durante el mes de Abril, declaran-
do que no es más explícito por que: "sería mucha pro-
l i g i d a d y por que en la Relación de las guacas que a
Vr. Sa. Illma. di están puestos todos de la manera que
se sacrificauan". De la- primera de estas Relaciones no
queda más huella que lo que aprovechó Miguel Cabello
Balboa para componer la tercera parte de su Miscelánea
Austral, aunque este autor solo se limita a declarar que
aprovechó la Relación del cura cuzqueño, pero sin es-
pecificar qué tomó de ésta y qué de las otras fuentes
de información que tuvo (16).
Sin alegar razones, Markham' dice que la Relación de
las fábulas y ritos de Molina es sólo un com-plemento
de la Historia de los Incas aprovechada por Balboa (17),
suposición antojadiza, desde que no conoció ésta ni pu-
do juzgarla debidamente por haber desaparecido. De
la segunda de las mencionadas relaciones, sobre las
(1Q) "N'ayant ricn de plus a diré sur l'etat du pays avant
Tarrivée des Ingas, je la r-ec'onte'rai d'apres les mémoires du sa-
va-nt pére Christoval de Molina,.et d' apres ce que m'ont dit les
vieillards espagnols et indiens tresversésdans cette matiere, tant
sur ce qu'ils avai-er:! vu que sur ce qu'ils avaíent entendu racon-
ter a leurs aíeux". fíistoire du Pérou, publicada por H, Ternaux.
—Compans, París, 340.
(17) Narraíives of the Rites and Laws of the Incas, Lon-
dres., 1873.
XVI
guacas, no hay trazas ni huella que sepamos, siendo dé
lamentarse la pérdida d e ambas, por que con la prolir
gidad que el clérigo acostumbraba y su conocimiento de
la lengua quechua, seguros estamos q u e nos darían nué*
vas luces sobre el origen de los Incas.
Sobre el fin del Padre Cristóbal d e Molina andamos
tan a ciegas como sobre su origen y no hemos podido
averiguar la íeoha d e su muerte. Desde 1572 hasta 1582,
por lo menos, le hallamos en su parroquia del Hospital;
n a d a más sabemos sobre su actuación en el ejercicio
d e . s u carrera eclesiástica o el desempeño de su minis-
terio en el Cuzco, o fuera de él, ni de sus investigaciones
sobre las antigüedades indígenas; pero sí sabemos que
hacia el año de 1591 vivía aún en la capital incaled,
pues en los libros de la Real Hacienda de esa ciudad
del año indicado, que se conservan en el Archivo Na-
cional, encontramos asientos d e partidas de ingresos,
abonadas por el Padre Cristóbal de Molina (18).

Cristóbal de Molina, a quien hemos llamado el alma-


grista, vio la luz en 1494, en la villa de Legamiel, cerca
de la ciudad de Huete, y fué hijo de Mateo Hernández

(18) "Cargo de los pesos que se cobraron de los tributos de


tarai salloc, y casta encomendados en Hernando lamero para acu-
dir con ello a quien el señor Visorrey tiene -hecha mrd. por sus
Prouisiones.
En veinte y dos de agosto de mili y quiso y nouenta y v.n añ<?
se haze cargo al Tess? Hernando Xara de la cerda de docientos
y quarenta y seis pesos dos ts. y diez gs. de plata enssayada que
metieron en la caxa real de su magd. que pago en ella el P.
Xpoual de Molina por ochenta e nueue fanegas y siete celemines
de maiz que en el se remataron a dos pesos y seis tomines há*
néga que los indios de Taray deuian por quenta de Hernando
Lamero de andrada en quien están encomendados en trecientos
y tres dias desde veynte y seis agosto del año passado de nouen-
ta que corre por el la encomienda asta veinte y quatro de Junio
deste año de nouenta y uno a razón de ciento y ocho ffánegas
que tasado el diezmo dan por año, lo qual se cobra en la rreal
caxa para enterar con ello lo que pareciere por próuision del
XVIi
y de Catalina Sánchez (19). No se sabe dónde hizo sus
estudios y recibió las órdenes religiosas. Ya de edad
madura, a los 41 años, vino a América, después de ha-
ber recorrido España, Italia y Flandes, tal vez en el ejer-
cicio de su ministerio. Según consta de una deposición
prestada en Lima a 4 de Marzo d e 1552, como testigo
en una información de servicios del Licenciado Gaspar
de Espinosa, (20) seguida por el hijo de ésie, veinte años
antes, esto es, en 1532, se hallaba Molina en la Isla de
Santo Domingo; de allí pasó a Panamá, donde llegó el
4 de Abril de 1533 (21). Molina se embarcó en la nave
aparejada por Espinosa y que conducía refuerzos para
Pizarro, pero la expedición no fué feliz y después de ha-
ber llegado al río San Juan, permaneció allí más de
cuarenta días, al cabo de los cuales, los expediciona-
rios regresaron a Panamá. Molina volvió a Santo Do-
mingo y de donde pasó a España, a dar la noticia de
los descubrimientos. Poco tiempo permaneció en la pe-
nínsula, pues nuevamente le hallamos en el Perú en
1535, incorporado en la expedición que partió del Cuz-
co p a r a el descubrimiento de Chile, al mando del Ma-
riscal D. Diego de Almagro, el 3 de Julio del indicado
año de 1535. Después del fracaso' de la expedición de
Almagro a Chile, que Molina describe en su Relación
con lujo de detalles, nuestro autor volvió al Cuzco con
el Mariscal, acompañándole en sus operaciones contra
Manco, aunque parece que no tomó parte en la lucha en-
tre los Pizarro y Almagro, que terminó con la ejecución
de éste después de la batalla de las Salinas, el 8 de
Julio de 1538. Molina pasó del Cuzco a Lima, y desde

señor Visorrey don García Hurtado de Mendoza.—Luis Castaño


de Cassaña.—Her? Xara de la cerda.—Dio. de frias".—Libro de
la Real Hacienda de la Ciudad del Cuzco desde el año de MDXCI,
Archivo Nacional.
(19) Medina J. T. Diccionario Biográfico Colonial de Chile,
Santiago, 1906.
(20) Col. de doc Inéd. para la Hist. de Chile, Santiago. 1895,
t. VII p. 202.
(21) Información citada.
XVIII
esta ciudad dirigió una carta al Rey en 12 de Junio de
1539 (22), que insertamos corno Apéndice de este libro
(B), junto con la cual enviaba "por dibujo todo el cami-
no que D. Diego de Almagro anduvo y descubrió; que
desde Tumbes, que es en tres grados hasta el río Maule,
questá en treinta y nueve grados que hay por tierra mil
e veinte y cuatro leguas, sin lo que desde P a n a m á has-
ta Tumbes descubrió y más figuradas las naciones, y
gentes, trages, propiedades, ritos y ceremonias cada qual
en su manera de bibir". Molina exponía en la citada
carta que había arriesgado la vida millones de veces,
perdiendo los bienes los que los tenían. Desde entonces
no le volvemos a encontrar hasta 1551 en que Doña
Francisca Pizarro hija del Marqués, en cumplimiento de
una cláusula del testamento de éste, le instituye cape-
llán de una capellanía mandada fundar por su padre, y
en que doña Francisca le llama el Chantre Cristóbal
de Molina (23).
Cuando el Virrey D. Andrés Hurtado de Mendoza nom-
bró por gobernador de Chile a su propio hijo Don Gar-
cía, Molina regresó a ese país y, a pesar de su edad,
estuvo con el gobernador en todas sus campañas. Su
amor a los naturales hizo que gozara de gran influencia
entre los indios (24).

(22) Publicada en Col. de Doc. Inéd. del Archivo de Indias por


Torres de Mendoza; Orígenes de la Iglesia Chilena, por Cres-
cehtp Errázuriz y en la Col. de Doc. Inéd. para la Hist. de Chile,
*.'*y* de D. José T. Medina.
.Fernández Navarrete, Biblioteca Marítima Española, Madrid
16^, I, pág. 306, dice que esta'carta se hallaba original sin el
piano, Archivo de Sevilla.
(¿3) Mendiburu, Dic. Histórico-Biográfieo del Perú, Lima lc'85,
V. p. 505. "Quiero y es mi voluntad que luego al instante que
se acabe la dicha capilla he de comprar la dicha renta y he de
efectuar la dicha capellanía, sea Capellán de ella el señor Chan-
tre Cristóbal de Molina estante en esta ciudad y la sirva todos
los días de su vida". Esto ha dado lugar a que, equivocadamen-
te, el señor Thayer Ojeda diga que Molina fué Chantre de la
Catedral de Lima.
(24) Errázuriz, ob. cit, p. 159.
XIX
Parece que Molina estuvo en la conquista de Cuyo,
ordenada por D. García en 1561, pues en el reparto de
solares hecho por el Capitán Pedro de Castillo, se asig-
nan al Padre Molina dos solares inmediatos al terreno
señalado para convento de dominicos (25).
En 1563 se hallaba en Santiago. Góngora Marmolejo
dice que fué so-chantre de la Metropolitana de Char-
cas (26), pero no precisa la época. Debió ser, en todo
caso, antes de 1564, pues con fecha de 24 de Agosto
de ese año le escribía al Rey desde aquella ciudad,
haciendo alusión a otra carta escrita en Lima hacía seis
meses (27), y en que le daba cuenta de ciertos cucesos
para él desagradables, acaecidos en Santiago. Se vé,
pues, que el So-chantre llevó a pesar de la carga de
sus años, vida muy agitada, haciendo frecuentes y lar-
gos viajes por el territorio del Virreinato.
.. Aunque el clérigo Cristóbal de Molina estuvo en el
Cuzco, vivió en Lima, fué dignidad de la Metropolitana
de Charcas y figura como vecino de Mendoza, puede de-
cirse que el verdadero lugar de su residencia fué San-
tiago. Estuvo allí primero con Almagro, luego regresó
con D. García Hurtado de Mendoza; a raíz de un grave
Incidente de que se dirá en seguida, volvió a Lima, y
luego regresó a Chile, donde entregó su alma al Crea-
dor. Fué Cura en Santiago, Vicario General, y So-chan-
tre de la Catedral de aquella ciudad, cuando se erigió
el obispado. Siendo Vicario General en Santiago por el
señor González Marmolejo, por impedimento de éste, a
principios de 1563, un fraile dominicano llamado Fray
Gil González de San Nicolás vertió ciertas heregías en
o] pulpito, en presencia del Vicario (28). Este ordenó que
se hiciese una información y decretó la prisión del he-

(25) Medina, Col. de Doc. cit., XXIX, p. 409.


(26) Góngora Marmolejo, Historia de Chile, Madrid 1850 (to-
mo IV del Memorial Histórico Español) c. 31.
(27) Errázuriz, ob. cit. Apéndice II.
(28) Vicuña Mackenna, Historia de Santiago, Santiago 1874,
t. I. c. IX.—Errázuriz, ob. citada, carta de Molina al Rey, AJB. II.
XX
reje, pero la autoridad civil representada por el tenien-
te de gobernador Juan Jotré, se negó a cumplir el auto
del Vicario, y por el contrario, puesto de acuerdo con
Fray Gil y con otro fraile llamado Fray Cristóbal de
Ravaneda, iniciaron u n a información contra Molina que
terminó con la prisión del anciano sacerdote. No se dejó
intimidar Molina por el atropello y desde su prisión dic-
tó auto de censuras contra el teniente de gobernador y
sus secuaces. El incidente tuvo otra repercución, pero
como no es nuestro ánimo hacer extenso relato de él,
remitimos al lector a las obras citadas. Sólo diremos,
en conclusión, que el vecindario de Santiago acudió al
Gobernador Villagra, pidiendo el castigo de los culpa-
bles, y el Vicario a la Real Audiencia de Lima, con idén-
tico objeto, mereciendo la aprobación de su conducta por
aquella autoridad y este tribunal.
Cristóbal de Molina escribió su relación en Lima, se-
gún se desprende de su texto, y después de 1552, a juz-
gar por la referencia que hace al Virrey D. Antonio de
Mendoza, que murió en esta ciudad en 21 de Julio del
año indicado, que expresa en estos términos: "Una de
las cosas que el Visorrey don Antonio de Mendoza apun-
tó en esios rreinos cuando la vio" &. La obra de Molina
h a pasado por anónima, y por tal -la citó Prescott y la
publicó Barros Arana, pero aunque no lleva firma, en
puridad de verdad no la necesita para saberse de quién
fué. Don Juan Bautista Muñoz creyó poner una pica en
Flandes al decir que, a su juicio, el autor de la Relación
"es algún religioso, de quien era casi peculiar el prin-
cipio Ihus y abultar los daños en la conquista". Jimé-
nez de la Espada declara que participa de igual creen-
cia y señaló como autor al P. Cristóbal de Molina (29).
Pues bien, tres religiosos acompañaron a Almagro en su
expedición a Chile: dos mercedarios, los padres fr. An-
tonio Rondón y fr. Francisco Ruiz, y un clérigo: Cristóbal

(29) Las antiguas gentes del Perú, Madrid 1892, Prólogo. Tres
relaciones de antigüedades peruanas, Madrid, 1879. introducción.
XX!
de Molina. El autor de la Relación declara que fué clé-
rigo y que acompañó a Almagro: luego blanco, migada
y en t a s a . . . no pudo ser otro que Cristóbal de Molina.
La relación de la Conquista y población del Perú del
Padre Molina el almagrista, fué publicada por primera
vez, mal leída, en la revista chilena Sud-América, que
veía la luz en Santiago el año 1873, por el historiador
D. Diego Barros Arana, quien la utilizó bastante en su
Historia General de Chile. Antes el Padre las Casas po-
seyó una copia, o a lo que parece, el original, quien usó
y abusó de ella, como donosamente dice Jiménez de la
Espada (30). El insigne americanista h a acotado numero-
sos trozos íntegros de la obra del Padre Molina con que
el Apóstol de las Indias engalanó sus Antiguas gentes
del Perú. Prescott también se sirvió de ella p a r a su in-
mortal Historia de la Conquista del Perú, pero sin acertar
á descubrir al autor, cosa facilísima, como se h a visto.
Finalmente, aperece en el tomo VII de la Colección de
Documentos inéditos para la Historia de Chile, publica-
da por el bibliógrafo D. José Toribio Medina.
, Aparte de esta Relación y de la pintura o m a p a que
había hecho del país descubierto por Almagro, cuyo en-
vío al Rey anunciaba la Carta escrita en Lima en 1539
(31), que fué a parar a poder del Cosmógrafo Santa Cruz,
de la Casa de la Contratación de Sevilla, en el inventa-
rio de cuyos bienes figura (32), parece que Molina escri-
bió un diario de .la expedición de Almagro, en que con-
dena la inhumana conducta de 'los conquistadores con
los indios, del cual aprovechó fragmentos Amunátegui
(33), en términos iguales a los de la Relación que aquí
publicamos.
Molina murió muy viejo y demente. Hizo su testamen-
to en Santiago, en 7 de Junio de 1577 y falleció a fines

(30f Las antiguas gentes del Perú.


(31) Véase Apéndice B.
(32) Medina. Dic. Biog. cit.
(33) Desc. y Conq. de Chile. Santiago, 1862, p. 129-130.
XXII
de 1578 (34). En una carta escrita al Rey por fr. Diego
de Medillín, primer obispo de Santiago, fechada en esa
ciudad el 4 de Marzo de 1578, le decía: "Cristóbal de
Molina h a muchos años que no dice misa, por su mu-
cha edad, y es como niño que aún el oficio divino no
reza. Ha sido siempre muy buen eclesiástico y dado muy
buen ejemplo".
Bien merece Cristóbal de Molina, el almagrista, una
biografía más extensa, y pudiéramos hacerla, pero co-
mo hemos dicho más arriba, el estrecho marco de los
preliminares de este libro, nos obliga a ser parcos en
la materia.

CARLOS A. ROMERO.

(34) Thayer Ojeda. Rev. Chil. cit.


APENDICE A (*)
Don Francisco de Toledo, Mayordomo de Su Majes-
tad, Su Visorrey, Gobernador y Capitán General en es-
tes reinos y provincias del Perú y Tierra Firme, etc. A
vos, el Corregidor y alcaldes ordinarios de la ciudad del
Cuzco, y a vos los oficiales de la Real Hacienda de Su
Majestad de ella: Sabed que el muy R. P. Cristóbal de
Molina, clérigo, cura de la parroquia del Hospital de
los naturales de esa ciudad, me hizo relación diciendo,
que cuando yo estuve en la dicha ciudad tenía buenos
salarios y acomodación con que se sustentaba y que,
después acá, se le habían quitado ciento cincuenta pe-
sos ensayados que se le pagaban en cada un año, de la
fábrica de la iglesia mayor de esa dicha ciudad, por la
predicación que hacía a los naturales, y más cincuenta
pesos ensayados del salario de dicho hospital; y que
así mismo se le habían quitado parte del curato de los
españoles e indios que tenía en la dicha parroquia y pues-
tos parroquianos de la iglesia mayor de la dicha ciu-
dad, de que se le solía recrecer de provechor en cada
un año más de ciento y cincuenta pesos, todo lo cual
había cesado atento a lo cual y que se ocupaba en la
dichas predicación de los dichos naturales de las parro-
quias ele la dicha ciudad, donde ocurrían todos los in-
dios dé ellas; y pues los dichos indios estaban en la
Coroiía Real, y demás de la dicha predicación, se ocu-
pabajen saber y entender de los ritos y ceremonias an-
tígtaa| que los dichos indios tenían, y el salario que le
dabaii era poco y no se podía sustentar con él, por no
tener? ración, ni otro aprovechamiento; por lo cual me
pedía fuese servido mandar se le diese algún salario
más, con que cómodamente se pudiese sustentar, pues
me constaba el mucho trabajo que en la dicha predica-
ción tenía. Y por mí visto lo susodicho, y atento a que

(*) Este Apéndice A y el siguiente B son los que cita Carlos


A. Romero, en el ensayo que se acaba de leer,
XXIV
el padre Cristóbal de Molina se ha de ocupar en la pre-
dicación de todos los indios de las dichas parroquias,
acordé de dar y di la presente, por la cual, en nombre
de Su Majestad, y por virtud de sus reales poderes,
que para ello tengo, señalo de salario' al dicho padre
Cristóbal de Molina, en los indios que están en las di-
chas parroquias y tributos que pagan a Su Majestad, co-
mo en los encomenderos en quien están encomendados,
en cada un año, ciento y cincuenta pesos de plata en-
sayada y marcada, pagados de seis en seis meses la mi-
tad; y mando a los dichos oficiales reales que en la
parte que a Su Majestad cupiere del dicho salario, por
los indios que están en la Corona Real, y a los dichos
encomenderos, por su parte, respeto de los indios que
tuvieren en encomienda en las dichas parroquias, den
y paguen al dicho Cristóbal de Molina los dichos pesos
de los dichos tributos, como dicho es por todo el tiem-
po que el susodicho hiciere la dicha predicación a los
dichos naturales todos los domingos y fiestas principales
del año en la plaza pública de la dicha ciudad junto a la
iglesia mayor de ella; atento a que el dicho Cristóbal
de Molina es buena lengua y ha usado el dicho cargo
y oficio de predicador, y por ser negocio tan importan-
te para la conversión y enseñamiento de los indios de
las dichas parroquias la dicha predicación; y mando al
dicho Corregidor y alcaldes y ordinarios y demás jus-
ticias de la dicha ciudad que compelan y apremien a los
dichos oficiales reales y encomenderos de los dichos in-
dios que rata por cantidad le den y paguen los dichos
pesos, como de suso se contiene. Y mando que lo que
los dichos oficiales cupiere a pagar del dicho salario
se le reciba y pase en cuenta de los tributos que los
dichos indios dieren; y no dejéis de lo así cumplir en
manera alguna, so pena de quinientos pesos de oro para
la cámara de Su Majestad. Fecha en Arequipa, a cuatro
días del mes de noviembre de mil quinientos sesenta y
cinco.—-Don Francisco d e Toledo.—Por mandato de su
Exea.—Don Juan, de Saavedra.
Carta de Molina, el almagrista, citada en el "Apéndice B.''
APÉNDICE B
Sacra Cesárea Católica Majestad:
Las tierras diversas y trabajos adversos que por mí
han pasado y yo he visto en compañía del Adelantado
y Gobernador, quien gloría es, Don Diego de Almagro,
y de oítros muchos buenos que en servicio de Vuestra
Majestad íbamos a descubrir tierras poseídas de infie-
les y barbáricas naciones, me dieron y dan osadía para
escribir a Vuestra Majestad lo que en estas partes ha
sucedido por tiempos a costa de todos los que más tra-
bajamos arriscando la vida millones de veces, perdien-
do los bienes los que los tenían gustando miserias de
nuevo gusto, para las cuales creemos el hombre nació;
y porque del todo Vuestra Majestad fuese informado,
según y como más convenga al servicio de Dios, envió
a Vuestra Majestad por dibujo, todo el camino que Don
Diego de Almagro, Gobernador por Vuestra Majestad,
anduvo y descubrió, que es desde Tumbes, que está en
tres grados, hasta el Río de Maule, que está en treinta
y nueve, que hay por tierra mil y treinta y cuatro le-
guas, sin lo que desde Panamá hasta Túmbez descu-
brió; y más figuradas las naciones y gentes, trajes, pro-
piedades, ritos y ceremonias, cada cual en su manera
de vivir y la manera de los caminos y calidad de las
tierras, con otras muchas cosas a estas anexas, que son
plácidas y agradables a los Príncipes celosos de bien
y aumento de sus Reinos y Señoríos. Lo cual todo en-
vío a Vuestra Majestad por parecer de muchos que sen-
tenciaron ser justo que Vuestra Majestad fuese de esta
suerte informado de lo sucedido, después de esto, entre
los dos gobernadores por Vuestra Majestad y el capitán
Hernando Pizarro, no lo digo porque soy sacerdote y
a mi estado no conviene decir en perjuicio de nadie
XXVI
sin ser preguntado de mi Príncipe; sólo que Nuestro
Señor alumbre el entendimiento de Vuestra Majestad
que envíe tal juez al examen de todo lo pasado, que
no sea amigo de intereses ni de flaco ánimo, ni el deseo
de enriquecerle haga pobre en la justicia: son tantos y
tales los delincuentes y tan malos de conocer,, que si el
juez que viniese no trae a Dios consigo abrazado, y el
mundo y sus promesas aborrecido, no hará nada.
Todos los que de parte de Don Diego de Almagro
en esta conquista nos hallamos, quedarnos huérfanos en
desierto,., tan contentos con la pobreza que de suyo nos
tiene, cuanto ciertos de la riqueza que perdimos en per-
der tal Gobernador y tan leal vasallo de Vuestra Majes-
tad; si por ser ya entrado en días y cansado de trabado
y por haber perdido todos los bienes y salud y fuerzas
ent servicio de Vuestra Majestad me mendare con algu-
na cosa premiar, recibirlo he como de mi Príncipe y
Señor natural y si no, rogare a mi ,Dios que a Vuestra
Majestad dé vida y gracia, con victoria de sus enemi-
gos, y a mí me dé con que muera en su conocimiento
y en servicio de Vuestra Majestad. De la Ciudad de los
Reyes, doce de junio de quinientos y treinta y nueve
años.
Lleva la descripción del dibujo Henao, criado del Co-
mendador Mayor de León, Cobos.—El menor vasallo
y capellán de Vuestra Sacra Cesárea Católica Majestad.
—-Cristóbal de Molina.
DESTRUCCION DEL PERU
POR

CRISTOBAL DE MOLINA, "EL ALMAGRISTA"


(Sochantre de la Catedral de Santiago de Chile)
(AÑO DE 1553)
I N T R O D U C C I O N

La corta y antigua crónica histórica que hoy inser-


tamos en nuestra Colección "Los, Pequeños Grandes Li-
bros de Historia Americana", obedece a dos motivos
de interés histórico y ipor qué no decirlo? de interés
patriótico.
Primer motivo.—La gran importancia histórica de este
códice, pues fué escrito por un sacerdote, compañero de
los españoles en las trágicas andanzas de la Conquista
del Perú. Formó parte en la expedición conquistadora de
Diego de Almagro (el defraudado por su socio Francis-
co Pizarro) ; y como testigo de ella, la detalla con hon-
radez, con franqueza y con un alto espíritu cristiano,
como corresponde a un verdadero discípulo de Cristo.
En su *'Relación" Cristóbal de Molina, el alimagrista (co-
mo lo ha denominado el reputado historiador y biblió-
grado Carlos A. Romero) tiene frases escalofriantes cuan-
do narra, sin disimulos hipócritas, como otros cronistas,
los actos horrorosos cometidos por los conquistadores
contra los indefensos indias peruanos. . . Por esto hemos
titulado a este códice "Destrucción del Perú", y porque
además su propio autor lo manifiesta, cuando en el tí-
tulo o sumario, que pone en la portada de su *'Relación"
dice: "lo que aquí trataré, más se podrá decir Destruc-
ción del Pero, que Conquista ni Poblazón".
Segundo motivo.—Las truncas y erradas ediciones que
d e esta Crónica se han hecho. Por primera vez se pu-
blicó, plagada de omisiones, en 1873, en la revista Sud-
Améiica, por el historiador Diego Barros Arana, en San-
tiago, la capital de Chile. Poco después otro historiador
chileno, José Toribio Medina, la insertó en su valiosa
Colección de Documentos para la Historia de Chile, in-
XXX
completa y con idénticas fallas que la anterior. Final-
mente se publicó en Lima, en 1916, por los historiadores
peruanos Horacio H. Urteaga y Carlos A. Romero en la
Coleccrión de Doctsmteintos referentes al Perú. Al publicar-
la, declaran los editores haberla copiado de la ya ci-
tada Colección de Medina; y lógicamente, con todos sus
errores y t r u n c a . . . Y esto no lo decimos nosotros. Des-
pués de haber publicado la "Relación" de Molina, así
lo declaró y «demostró, en el Torno VIH de su Colección,
el propio José Toribi© Medina. . . De allí, pues, que
ahora ofrecemos a nuestros lectores la *'Destrucción del
Perú", íntegra y limpia de errores, como puede compro-
barse, cotejando esta nuestra edición con las anteriores
que arriba acabamos de citar.
De tal suerte, podemos afirmar <jue nuestra actual edi-
ción es completa y en su mayor parte inédita.

FRAMCISCO A. L 0 A Y Z A

Octubre de 1943.
J.H.U.S.
RELACIÓN DE MUCHAS COSAS ACAECIDAS EN
EL PERÚ EN SUMA, PARA ENTENDER A LA
LETRA LA MANERA QUE SE TUVO EN LA
CONQUISTA Y POBLACIÓN DE ESTOS REINOS,
Y PARA ENTENDER CON CUANTO DAÑO Y
PERJUICIO SE HIZO DE TODOS LOS NATURALES
UNIVERSALMENTE DE ESTA TIERRA; Y COMO
POR LA MALA COSTUMBRE DE LOS PRIMEROS
SE HA CONTINUADO HASTA HOY LA GRANDE
VEJACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE LA TIERRA; POR
DONDE EVIDENTEMENTE PARECE FALTAN MAS
DE LAS TRES PARTES DE LOS NATURALES DE
LA TIERRA; Y SI NUESTRO SEÑOR NO TRAE
REMEDIO, PRESTO SE ACABARAN LOS MAS DE
LOS QUE QUEDAN; POR MANERA QUE LO QUE
AQUÍ TRATARE, MAS SE PODRA DECIR
"DESTRUCCIÓN DEL PERÚ",
QUE CONQUISTA NI POBLACIÓN,
Es de saber que esta conquista se principió en el año
de 1529 por los gobernadores Pizarro y Almagro, sien-
do vecinos de Panamá, descubriendo con navios peque-
ños desde allí, por esta costa del Sur, primeramente los
manglares y río de San Juan, donde comenzaron a to-
mar joyas de oro a los indios, las cuales cebaron a los
españoles y les pusieron el ánimo para descubrir más
adelante, hasta que llegaron a la bahía de San Juan y
de San Mateo, que eran dos pueblos de mucha gente,
rica y razonablemente vestida, y de allí llevaron diez
a doce mil pesos, con que tornaron a armar; y de otro
viaje llegaron a Tú-mbez, pasando y descubriendo por
la costa el pueblo de Atacames, que era una grande po-
blación y muy rica (aquí en el original hay un blanco
de tres dedos) y otras muchas poblaciones ricas, muy
¿domésticas hasta que llegaron a Río de los Caraquis y
ílas provincias de Tarapoto y Puerto Viejo hasta la pun-
ta de Santa Elena y así mismo la isla de la Puna, toda
tierra muy rica y muy poblada, y fueron a parar al pue-
blo de Tumbez, puerto adonde ahora todos los más na-
vios que vienen al P&xú vienen a surgir.
Allí vieron una fortaleza muy bien labrada del inca,
y con lo que recogieron de toda esta tierra, porqué otro
fin no traían estos descubridores, se volvieron a Pana-
má con propósito de pedir aquella conquista al Rey, y
así fué el Marqués Pizarro a Su Majestad, año de 29, a
Castilla, y llevó las muestras de las ovejas (1) y pidió
la conquista y gobernación de estos reinos; y Su Majes-
tad le dio doscientas leguas, desde la bahía de San Ma-

(1) Los español-es .dieron "el nombre de ovejas, o de carneros,


a los huanacos, a las llamas, etc. (Esta nota como las siguien-
tes son escritas por Francisco A. Loayza, llevando sus inicia-
les: F.A.L.)
4
teo adelante, que es al principio de la entrada de estos
reinos, que está ahora esta ciudad de los Reyes, por la
costa hacia Panamá, en Tierra Firme que dicen, casi tres-
cientas leguas por tierra y es debajo de la línea de'aquel
cabo, y este pueblo está -en más de trece grados.
El Marqués Pizarro fué, como digo, el año 1529 a
Castilla, teniendo por compañeros al gobernador Pedro
Arias de Avila y al padre Luque, clérigo, cura de Pa-
namá, y a Don Diego de Almagro, aunque el goberna-
dor Pedro Arias de A vi] a, como gobernara a la sazón
a Nicaragua, y la tenían por lo mejor de estas partes,
a la sazón por persuasión de los tres compañeros se de-
jó de la compañía, y esto fué antes que se deseubriese la
grandeza de esta tierra, por no gastar ni tener trabajo
con la provisión de las armadas que cada día se hacían
para venir a los manglares, que es la más trabajosa i ie-
rra de estos reinos.
Luego negoció el Marqués la gobernación, y vino por
adelantado y gobernador de las doscientas leguas que
dije; y cuando llegó, ya su compañero le tenía apare-
jado gente y navio y pasó con hasta ciento y tantos hom-
bres, y fué corriendo la costa muy despacio y detenién-
dose de pueblo en pueblo muchos días, y dejaba asen-
tado con su compañero Almagro que. porque le parec'a
que llevaba poca gente y caballos, hiciese otra armada
luego tras ésta, y le fuese en seguimiento y socorro; y
así le iba poco a poco esperando por las provincias de
Puerto Viejo, Santa Elena, la Puna v Túmbez, donde
toda la tierra le salía de paz y le recibían con gran ser-
vicio, dándole de comer a él y.a sus amibos, digo suyos,
muy abastadamente, allende de lo que ellos tomaban a
los indios y de los daños que les hacían, que eran mu-
chos. (2)
A la nueva de la tierra vino el capitán Hernando de
Soto, a la sazón, de Nicaragua, y Benalcázar, con mucha

(2) ¿Qué cronista imparcial no apunta los ''muchos daños*'


que los conquistadores infligieron a los infelices indios? (F.A.L.)
5
gente y caballos, y desembarcaron en la Puna, y de allí
se pasaron a Túmbez y se juntaron con el Marqués, y
con éstos allegó el Marqués casi doscientos hombres; y
entróse la tierra adentro por la costa, y llegó a Huan-
cavilca, donde pobló el pueblo de San Miguel (Piura)..
Vista la grandeza de la tierra y los caminos del Inca
tan anchos y tan insignes, y tomada relación de lo de
adelante, tuvo noticia cómo todos aquellos edificios eran
casas principales del Inca, y aquel gran camino era el
que euiaba a donde el gran señor de toda esta tierra
residía, que se llamaba el Cuzco, cuvo señor era el
Inca; y dejando allí en aquel pueblo algunos españoles
con hasta 150 de a pie y de a caballo, se fué por los
llanos, admirado de la grandeza de ellos y de la mucha
cantidad de indios, y de la policía y vestidos de ellos.
A la sazón el Inca estaba en Cajamarca, que era hasta
sesenta leguas de aquí, poco más o menos, en la sierra;
y como tenía noticias que habían entrado en su tierra
españoles, y que eran tan absolutos que en las hacien-
das v personas de los indios y sus mujeres, hacían lo
que les daba a la voluntad, envió a ver qué gente era,
con uno de aquellos Incas que él traía -conejeo, el roial
pencando que su señor bastaría para prender aquellos
españoles, les indujo por señas que fuesen ha-^a donde
su señor estaba, y que les daría mucho oro y plata y ro-
p^. que era lo que él entendía que los españoles bus-
caban.
Y los españoles guiaron allá, y llegados donde Ata-
hualpa estaba, sucedió lo que es público y notorio, que
sin pelear el señor, antes pidiéndoles que le volviesen
lo que habían robado en su tierra, y que luego serían
buenos amigos, lo acometieron de una cejada donde es-
taban, y mataron grandísima cantidad de indios y pren-
dieron al dicho Atahualpa ( 3 ) , y robaron gran canti-
(3) Aunque algunos historiadores oficiales, interesados como
tal-es, hnn pretendido negar la traicionera celada qve Pízarro
tendió al Inka Aíawalpa, en Cajamarca, con la secuela de ro-
bos, violaciones y asesinatos, hay otros historiadores, de mayor
6
d a d d e oro y plata, r o p a y ovejas, indios e indias d e
servicio; c a d a e s p a ñ o l d e los que allí iban t o m a r o n p a r a
sí m u y gran c a n t i d a d , t a n t o que, c o m o a n d a b a t o d o a
rienda suelta, h a b í a e s p a ñ o l que tenía doscientas piezas
d e indios e indias d e servicio que, con el g r a n t e m o r
que les h a b í a n t o m a d o los naturales p o r las g r a n d e s
muertes que en ellos h a b í a n hecho, p o r m á s seguro se
tenía el que los servía, y la india m á s a c e p t a a los es-
pañoles, aquella p e n s a b a que era lo mejor, a u n q u e en-
tre estos indios era cosa a b o r r e c i b l e a n d a r las mujeres
p ú b l i c a m e n t e en t o r p e s y sucios actos, y d e s d e a q u í se
vino a usar e n t r e ellos d e h a b e r m a l a s m u j e r e s públi-
cas, y p e r d í a n el uso y c o s t u m b r e q u e a n t e s t e n í a n , d e
t o m a r m a r i d o s ; p o r q u e ninguna que tuviese b u e n p a r e -
cer estaba segura con su m a r i d o , p o r q u e d e los e s p a ñ o -
les o d e sus y a n a c o n a s era maravilla si se e s c a p a r a n . ( 4 )
Así mismo, c o m o c a d a español c a r g ó d e t a n g r a n can-
tidad d e gente d e servicio, p a r a que comiesen, era m e -
nester n o g u a r d a r o r d e n en los g a n a d o s , y así lo h a c í a n
en t a n t o g r a d o que aconteció m u c h a s veces algunos es-
pañoles, paira s o l a m e n t e sacar los tuétanos, m a t a r diez o
d o r e ovejas.
Yo diré Jo que vi tres a ñ o s después d e esto en el
C u z c o : un español e n t r ó d e n o c h e en un corral d e otro
y hurtóle 50 ó 6 0 ovejas, y aun creo q u e eran m á s , y
aquella n o c h e las d e g o l l ó t o d a s ; y otro d í a c o m o el otro
halló su g a n a d o m e n o s , echó m u c h a gente p a r a que se
lo buscasen, y espiaron el corral y casa d e aquel espa-

solvencia moral, que ponen al descubierto tales horrores, como


lo hace aai:í el sacerdote español Cristóbal de Molina, el alma-
grísta. (F.Á.L.)
(4) La declaración testamentaria del célebre conquistador Man-
do Sierra de Leguisamo sobre la alta moralidad de las mujeres
en el Imperio de los ínkas, la refuerza ampliamente nuestro
cronista Molina, estableciendo que la prostitución fué implan-
tada por los conquistadores hispanos en América. De allí que en
keeírwñ, el idioma general de los indios, set{ creó, por entonces,
un nuevo y gráfico vocablo: pampa warmi, la mujer de la pam-
pa". (F.A.L.)
7
ñol, y hallaron todas las ovejas muertas, que cada una
era tan grande como una ternera; a éste dio la justicia
cien azotes, no porque hurtó, sino porque las degolló,
que si por el hurto fuera, también el otro las había hur-
tado. (5) En este tiempo y más de doce años adelante,
no había español, por pobre que fuese, que pasase por
pueblo o caminase que no le habían de dar oveja y cor-
dero para comer él y sus piezas, y si el cacique o señor
no se lo daba, le molía a palos, y si diez españoles ca-
minaban juntos, a cada uno habían de dar poco menos
de lo que digo, en patos, perdices, pescados y frutas,
y todo aquello que entendía que había en el pueblo; y
cuando sobre todo esto no les servían de harta yerba
para los caballos, aunque traían siempre ordinariamen-
te mucho maíz, hacían talar por tierra los maizales o
echaban en ellos los caballos de día y de noche, has-
ta que lo destruían todo, sin haber español ni justicia
que lo defendiese ni amparase. (6)
Aquí en Cajamarca estuvieron los españoles casi un
año esperando el socorro de Almagro que había de ve-
nir de Panamá, porque sin él no osaban ir adelante ¡a
vía del Cuzco, el cual llegado en este tiempo con otros
150 hombres de a pie y de a caballo, partieron y cami-
naron hasta Jauja. Ya en este tiempo habían enviado
por el oro y plata de Pachacamac, que fué muy gran
cantidad; y el pobre de Atahualpa, dado su rescate, de
que con él y con lo de Pachacamac y otro mucho que
recogieron, hicieron las partes de Cajamarca, y la con-
clusión de ellos fué que sin ocasión alguna, mataron a

(5) Estas cuantas líneas son una fotografía psicológica de


los hombres que conquistaron América. Son de una elocuencia
abrumadora. ¡Los conquistadores no únicamente robaban a los
indios, sino que se robaban entre ellos!... (F.A.L.)
(6) Los españoles después que los indios les colmaban los es-
tómagos de patos, perdices, pescados y frutas —en pago y en
agradecimiento— les echaban los caballos a sus sementeras, a
sus maizales, a sus campos cultivados, talándolo todo, destru-
yéndolo t o d o . . . ¡Los caballos de Atila donde ponían las patas,
no volvía a nacer yerba!... (F.A.L.)
8
Atahualpa y lo quemaron, y aún se repartieron de sus
mujeres y casa por los más principales; y aquí acabó
el señorío de este señor tan desventuradamente que po-
ne lástima a los que tienen alguna humanidad en el pe-
cho; e hiciéronle cristiano al tiempo de la muerte, y
amonestándole al tiempo que ya estaba certificado que
había de morir, preguntó que si él se hacía cristiano, s¡
le darían la vida, y respondido que no, que hacerle
cristiano no era sino para que muriendo cristiano, se iría
al cielo a gozar de Dios Nuestro Señor, el cual dijo que,
pues así era, que le hicieran cristiano, y eso sin más ins-
trucción en las cosas de nuestra santa fe católica, como
cuando avezan a uno a leer le dicen, esta es una A, o
se llama A, y nunca le dicen más; le mataron, de ma-
nera que no pudo aprender más de aquello que se le
olvidaría luego, según el peligro de la muerte en que le
tenían puesto, según razón natural, aunque la misericor-
dia de Dios Nuestro Señor y la obra del Espíritu Santo,
es sobre todas las cosas y pudo dolerse de aquella in-
justa muerte que le hacían.
Puestos los españoles en Jauja, que era un valle de
tierra fría, fértil y muy abundoso, y de mucha cantidad
de gente y grandes poblaciones y edificios, parecieron
que debían poblar allí, y la demás gente siguiesen ade-
lante la vía del Cuzco, y así lo hicieron, dejando allí
por caudillo al tesorero Riquelme, echando por dejan-
te al capitán Hernando de Soto, con cierta gente de a
caballo; los demás yendo en su seguimiento, iban desba-
ratando toda la gente de guerra de Atahualpa; y ga-
nándoles los pasos y lugares donde estaban sin resisten-
cia, con sólo perder cinco españoles de los que lleva-
ba, que le mataron los indios de Atahualpa en la cues-
ta de Villacanca, que es seis leguas del Cuzco, la to-
maron y se apoderaron de ella.
Y es de saber que la gente toda de la tierra salía de
paz a los españoles, y les favorecían contra aquella gen-
te de guerra del Inca Atahualpa, porque los tenían en
gran odio, porque los habían desposeído de otro señor
9
principal que había en el Cuzco, que se llamaba Huás-
car, que era h e r m a n o del dicho A t a h u a l p a , al cual esta
g e n t e d e guerra m a t a r o n , y les h a c í a n a los naturales
g r a n d e s extorsiones y robos, y a bien d e que no eran
naturales d e esta tierra; p o r q u e c o m o A t a h u a l p a era d e
Q u i t o natural, y h a b í a nacido allí por ser hijo d e H u a y -
na C a p a c , que fue el universal señor d e t o d o s estos rei-
nos, p r e t e n d í a serlo él y desposeer a su h e r m a n o , como
lo hiciera si los españoles a la sazón no vinieran a la tie-
rra, que se lo e s t o r b a r o n y t o m a r o n la e m p r e s a para sí,
m a t a n d o al dicho A t a h u a l p a y d e s h a c i e n d o t o d a su gen-
t e y guarniciones.
L l e g a d o s los españoles al Cuzco y a p o d e r a d o d e él,
hallaron allí u n a c i u d a d m u y populosa y m u y rica en
oro, plata, r o p a y m a n t e n i m i e n t o s ; en la que h a b í a d e -
pósitos m u y g r a n d e s d e t o d a s las cosas d e la tierra en
g r a n a b u n d a n c i a , g r a n d e z a ele oratorios d e su idolatría,
y la casa del Sol con t o d o su servicio d e oro y plata.
En especial hallaron en ella d o c e hazones ( c o l u m n a s )
d e plata a c e n d r a d a que c a d a una sería d e altor d e u n a
b u e n a lanza que no las a b a r c a b a n dos h o m b r e s ; en un
p u e b l o hallaron u n a casa d e plata con sus vigas y tabla-
zón bien gruesa; y d e ésto y d e otra m u c h a c a n t i d a d
d e oro y plata hicieron otras partes, y en término d e m á s
d e otro año, n u n c a e n t e n d i e r o n sino en recoger oro y
plata, y hacerse t o d o s ricos y a b u n d a n t e s d e t o d a s las
cosas d e la tierra ( 7 ) ; por la forma que en C a j a m a r c a ,
p o r aquella o r d e n y forma, y traía por refrán que aque-
lla conquista no la hubieran d e hacer con h o m b r e s co-
m u n e s sino con hijos d e príncipes; pues a b u n d a b a n en

(7) Aquí el cronista nos da una síntesis de lo que fueron los


conquistadores españoles: ''Nunca entendieron sino en recoger
oro y plata, y hacerse ricos''. ¿Y arrasar pueblos!
¿Y la Religión —preguntamos nosotros— y la Civilización?...
¡•Biombos, nada más que biombos! Como siempre y como aho-
ra. Como ahora, en nuestros días, que desde el aire, se destruyen
ciudades, se ametrallan, se asesinan a los inocentes (viejos, mu-
jeres y niños) en Polonia, en Abisinia; como ahora que se
arrean a los obreros de Francia, de Bélgica y de otros tan-
10
tanto grado de tanto oro, plata, servicios de indios y
mujeres; finalmente todo lo que a cada uno le venía
a la voluntad de tomar de la tierra, lo tomaba, y ponía
por obra, sin pensar que en ello hacía mal, ni dañaba
ni destruía, porque era más harto lo que se destruía que
lo que ellos gozaban y poseían.
En este tiempo, estando los gobernadores en esta ciu-
dad, fueron avisados cómo el adelantado Pedro de Al-
varado venía con una armada de ocho o diez navios y
más de quinientos hombres, desde las provincias de Ni-
caragua a estos reinos, y que pretendía meterse en ellos
para hacer lo que los demás; y así mismo que Sebas-
tián de Benalcázar, a quien el gobernador Pizarro ha-
bía dejado por teniente de la villa de San Miguel, sin
su licencia, a manera de alzado, había hecho gente de
a pie y de a caballo de la que recogía de la que venía
en socorro de la conquista; porque cada día venía gen-
te de Panamá y de Nicaragua a la fama de las riquezas
y robos que había tirado de vuelta de las provincias
de Quito, que a la sazón tenía fama que había en ellas
todas las riquezas de Atahualpa y de su padre Huayna
Capac que allí murió.
Sabida la nueva, el Marqués proveyó a don Diego de
Almagro, su compañero, que fuese a la ligera con al-
gunos de a caballo a volver a Benalcázar y a estorbar
al Adelantado Alvarado que no se apoderase de la tie-
rra; y en el entretanto el Marqués, estando en el Cuz-
co, se partió para los llanos, donde ahora está esta Ciu-
dad de los Reyes; y en el camino se ocupó en repartir
la tierra toda entre los españoles del Cuzco, y los que
él tenía y traía consigo y estaban en Jauja; y tomada
relación de los naturales de los indios que había de aquel
cabo del Cuzco, doscientas leguas la tierra adentro, y

tos pueblos, para trabajar, por la fuerza, en fábricas extranjeras,


para la producción de instrumentos de muerte; instrumentos que
van a servir para la destrucción de sus propias familias. Y todo
esto en nombre de la Civilización, en nombre de "un nuevo or-
den" en el Mundo...! (F.A.L.)
ti
por la costa y de todos los pueblos, y nombres de los
señores y caciques de la tierra, les hizo repartimientos y
les señaló a los españoles, dando por provincias de esta
manera unas lejos y otras cerca, diciendo: que las de
cerca eran para el servicio personal de la casa de cada
español y suya, y de aquí quedó esta pestilencia de ser-
vicio personal (8) en estos reinos, que tan caro cuesta
a los cuerpos y a las ánimas de los que se sirven y los
que sirven, aunque la costumbre ya la traían de Tierra
Firme e islas, y de Nicaragua y la Nueva España, don-
de tanto se usaba.
Repartida la tierra de esta suerte, a la sazón sola-
mente había en toda esta tierra tres pueblos poblados
de cristianos, que eran: San Miguel, Jauja y el Cuzco, en
más de ochocientas leguas de tierra a la larga, como es
esta tierra, figurada por sierra y costas del mar, que es
desde Quito hasta las provincias de los Chichas, Y así,
por temor de la venida de Alvarado que no se entrase
en esta tierra, abarcó el Marqués Pizarr'o ochocientas le-
guas de tierra poblada con tres pueblos solos.
El Adelantado Almagro siguió desde el Cuzco su via-
je, como tengo dicho, hacia las provincias del Quito, pa-
ra hacer volver a Benalcázar y tomarle la gente que lle-
vaba; y en harto breve tiempo anduvo más de cuatro-
cientas lenguas y alcanzólo ya metido en las provincias
de Quito, y que había hecho mucha guerra y daño en
aquellas provincias y muerto mucha cantidad de gente;
y queriendo dar la vuelta otra vez al Cuzco, tuvo noti-
cia cómo el adelantado Alvarado había desembarcado
en los Caragues y provincias del Puerto Viejo, y se ha-
bía metido la tierra adentro, y había salido, después de
haber pasado grandes puertos de nieves, donde dejó
gran cantidad de gente muerta, así de los españoles co-
mo de los naturales, de esta manera.

(8) Aquí el cronista denomina a la esclavitud, impuesta a los


indios por los españoles: "pestilencia de servicio personal". Fra-
se condenatoria, justa, aunque un tanto débil. (F.A.L.)
12
Este capitán d e s e m b a r c ó en la b a h í a d e los C a r a g u e s
y fuese con su gente a la tierra d e P u e r t o Viejo, que a
la sazón estaba m u y p r ó s p e r a , y en su integridad, y ser-
vía d e b u e n a v o l u n t a d a cuantos p a s a b a n p o r allí y les
d a b a n gran a v i a m e n t o ; y así lo hicieron con el a d e l a n -
t a d o A l v a r a d o , el cual lo recibió d e paz, y a la p a r t i d a
los t o m a r o n a t o d o s en prisiones, d e s p l o b l a n d o y d e s -
t r u y e n d o los p u e b l o s y s a q u e á n d o l o s , hicieron u n a b r a -
va prisión y d e s t r u y e r o n d e tal m a n e r a , que t o d a aque-
lla provincia q u e d ó d e s t r u i d a hasta hoy, d o n d e h a b í a
m á s d e veinte mil indios, se p u e d e n h o y c o n t a r a d e -
do ( 9 ) .
Y diré d e lo que aquí después p a s ó : d e s d e ha cuatro
o cinco meses vino p o r allí otro c a p i t á n ( H e r n a n d o d e
C a l z a ) , con p o d e r e s del M a r q u é s Pizarro, p a r a traer d e
paz aquella provincia, y h a c i e n d o algunas e n t r a d a s y
p r e n d i e n d o alguna gente, la t o r n a b a a enviar p a r a que
hablasen a los d e m á s p a r a que no temiesen; y entendí-
d o los caciques que no les p r e t e n d í a hacer algún mal al
presente, vinieron luego, d e paz, e luciéronle un razo-
n a m i e n t o , h a r t o d e sentir p a r a el que quiere tener algu-
n a razón d e h o m b r e y no quisieren ser d e los d e la d a -
ñ a d a opinión d e estos reinos, que en general, d e t o d o s
los que p r e t e n d e n enriquecer por vía d e indios, se ríen
d e t o d o c u a n t o dicen y t r a t a n fuera d e su p r o v e c h o , di-
c i e n d o : que ya son m u y bachilleres y que es m e n e s t e r
que sea h o m b r e el que los ha d e tener a cargo, c o m o si
ser h o m b r e consistiese en hacer c r u e l d a d e s , r o b o s y ti-
ranías.

(9) Vernos aquí, claramente, que las huestes del conquista-


dor Pedro de Alvarado no eran menos que las de Francisco Pi-
zarro. No sólo esclavizaban a los indios, los aniquilaban; no
sólo saqueaban los pueblos, los destruían.
Razón tuvo, hace cuarenta años, González Prada al decir con
su verbo de admonición y justiciero esta sentencia: ''Cuando los
españoles vinieron a sembrar la civilización entre los Inkas, re-
sultó que los subditos de Carlos V eran moralmente inferiores a
los descendientes de Manko Kapak**. (F.A.L.)
,13
Dijéronle estos pobres indios al capitán Galza pú-
blicamente, delante de más de cien hombres que allí te-
nían: "nosotros te hemos venido a ver de paz, porque
" tuvimos noticias que eres el señor de Túmbez, y sa-
44
bemos que tratas bien aquellos indios que tienes a car-
44
go; porque ciertamente si fueras otro, no nos fiaría-
'* mos de tí ni de ninguno de los españoles que pasan
44
por aquí, y es la causa porque bien sabes tú que al
44
viejo gobernador Pizarro, que por aquí pasó, y a su
44
compañero Almagro y a todos los españoles, nosotros
44
les dimos todo lo que ellos quisieron de nuestras tie-
44
rras, y aún les consentimos todo lo que ellos quisieron
44
hacer y tomar; a todos les servimos muy bien y con
44
gran voluntad, pensando que por ello no habíanlos de
44
recibir otro daño; y confiados de esto, vino aquí un
*' capitán con ocho o diez navios y con mucha gente y
44
caballos; y pensando nosotros que por haber servido
44
tan bien a Pizarro y a los demás, y que por servirlos a
** ellos no nos viniera otro mal ninguno, como este ca-
44
pitan Al varado a los principios no los certificó, dic:én-
44
donos los que con él venían que era un muy gran se-
44
ñor y muy bueno y que era hijo del Sol y que no te-
44
miásemos; estuvo aquí siete y ocho días; y para en-
trarse para la tierra adentro de ésta, hacia las prov:r¿-
44
cías de Quito, debajo de seguro, toda su gente s-e de-
44
rrarnó por nuestra tierra, a robarnos y prendernos y
44
echarnos en unas cadenas de día y de noche, toman-
44
donos nuestras mujeres e hijas y matando a muchos
" de nosotros, como tú lo has entendido. Se metió por
44
el valle de Tarapolo hacia las montañas, donde has-
44
ta hoy ninguna gente de la que llevó casi ha vuelto,
44
y pensando que son todos muertos y que nunca más
44
han de volver a su tierra los que fueron vivos. Y es-
44
tamos espantados de la manera que tenéis todos vos-
otros de asolar y destruir las tierras; todos, por donde
44
pasáis, no parecen sino tigres o leones que comen las
44
gentes y las despedazan cuando están hambrientos;
44
nosotros os destruiremos de aquí adelante, aunque no
14
4t
como solíamos, porque ya no somos la mitad de los
** que éramos, ni tenemos aquella ropa ni oro y plata
44
para daros, porque todo nos lo han robado aquellos
44
que pasaron por aquí. Y otras muchas cosas de gran
44
compasión, si en estas partes la hubiera."
Este capitán los animó y consoló, y queriendo poblar
esta tierra, enviaron los gobernadores sobre él otro, y
sobre aquél otro. Y poblada, desde a muy pocos años,
con sólo los dos pueblos que se hicieron, ahora, como
digo, se contara a dedo la gente que en ella hay; por-
que la más de ella está ya yerma y despoblada de los
grandes trabajos y vejaciones que continuamente estos
indios han recibido; y esto baste cuanto a esta provin-
cia de Puerto Viejo. Y pues se ofrece, no dejaré de de-
cir lo que pasa en el otro pueblo, que se dice el pueblo
de la culata, que por otro nombre se llama Guayaquil,
con que en muy poco tiempo creo que ya no quedará
gente de los naturales que en ella hay, y es que hay unas
montañas que se llaman manglares, a la mar, tierra to-
da de esteros y ciénagas, y unos árboles muy altos y
muy derechos que se llaman mangles, y la madera de
ellos es muy incorruptible y tan dura que hace pedazos
las hachas con que la cortan.
Los vecinos de este pueblo, porque esta madera tie-
ne precio en esta costa y en esta ciudad de Lima, man-
dan a sus indios que tienen encomendados, que les cor-
ten de esta madera y danles tanta prisa que todo el año
andan los tristes indios en estas ciénagas cortándola, y
de media legua, más o menos, la llevan a la mar a em-
barcar; y es la madera tan pesada como plomo, y allí
revientan con ella; y se han muerto muchos indios y mue-
ren cada día en este diabólico ejercicio; y ningún di-
nero se saca de estos mangles que no va untado y cua-
jado con sangre humana. Nuestro Señor Dios lo remedie
por su infinita misericordia, que yo, cierto, no puedo
escribir esto sin derramar muchas lágrimas. (10)

(10) A la denuncia de estas atrocidades —con el fin de ami-


15
Sabido el adelantado don Diego de Almagro cómo
el adelantado Pedro de Alvarado había aportado por
allí, reparó y lo esperó; y pasaron entre ellos muchas
cosas y trances, tanto que estuvieron por hacer rompi-
miento y matarse la gente de estos capitanes, la una
con la otra. Al cabo se concertaron que Almagro diese
al adelantado Alvarado cien mil castellanos por toda
la armada de los navios y gentes que había traído, y se
volviese a su gobernación de Guatemala. Concluido es-
to, Almagro pobló el pueblo de Quito, dejó por tenien-
te de él a Benalcázar y allí quedó mucha parte de la
gente que el adelantado Alvarado había traído. Incon-
tinente se partió Almagro con el adelantado don Pedro
de Alvarado, la vuelta del Cuzco, para pagarle los cien
mil castellanos y que se volviese a su gobernación.
Es de considerar aquí, con estos bullicios, lo que pa-
decerían los naturales de la tierra en servicios y encar-
gos; porque todos caminaban con gran aparato de ser-
vicios y destrucción de los pueblos por donde pasaban.
Y es de notar que tenían por costumbre los españoles
de aquel tiempo, y los naturales de temor de verlos ha-
cer tan absolutamente todo el mal que podían, de mie-
do se escondían y se salían del camino real, no osán-
dolos servir porque no los llevasen ni desnaturasen a
ellos, a sus mujeres e hijos; los iban a buscar por diver-
sas partes, haciéndoles guerra y diciendo que estaban
alzados, y que podían hacer de ellos libremente lo que
quisieren; y los iban a ranchear y a robar y los lleva-
ban en cadenas, y los tenían por habidos en justa gue-
rra a ellos y sus bienes, y los tenían por esclavos y
en lomándolos les cortaban el cabello y les llamaban
sus indios absolutamente; y si se les huían y los halla-
ban de allí a algún tiempo, se los mandaban dar y vol-

norarlas y hasta negarlas— algunos historiógrafos la han bau-


tizado con el nombre de "Leyenda Negra". Mas no hay tal leyen-
da. La denuncia hecha aquí por Molina es el resultado de lo
que él ha visto. No es leyenda, es la realidad absoluta. Todo
lo negra que se quiera, pero es la realidad. (F.A.L.)
16
ver por suyos, y les daban los Gobernadores cédulas
de encomiendas de ellos y de todas las piezas que te-
nían; de^man-era que indio o india que una vez entraba
bajo el dominio de algún español, debía estar con él
y servirle toda su vida, sin poder disponer de sí, y aún
hasta ahora dura esta pésima costumbre en las más par-
tes de estos reinos.
Y el mejor derecho que uno tiene para servirse, en
estos reinos, de cualquiera indio o india, por más libre
que sea, es si ha mucho tiempo aue le sirve, por mane-
ra que por donde estos tristes indios habían de ser más
libres, son más esclavos, y por donde los españoles se
habían más de convencer a hacer restitución y apartar-
se de molestar a estas gentes, por allí obran con ellas
mayores molestias y vejaciones: ¡tan arraigada está la
mala costumbre en estos reinos!
Caminando por sus jornadas el adelantado Almagro
con don Pedro de Alvarado, desde las provincias de
Quito, vinieron a la villa de San Miguel, que es la pri-
mera población que se hizo en estos reinos. Parecióle
a Almagro que no estaba bien en el asiento del río Ma-
ricobilica, donde estaba, y pasóle al pueblo de Piura,
donde ahora está fundada; y pasó adelante y llegado
por J a costa donde ahora está fundada la ciudad de Tru-
jillo, que está de este pueblo de Piura ochenta leguas,
y dejó allí al teniente Rodrigo Astete y a algunas per-
sonas de jas q" ^ traía consigo, y señaló el sitio donde
ahora está la c :dad de Trujillo, en el valle de Chimo;
y pasó adelante y llegó a Pachacamac, donde halló al
Marqués Pizarro que lo estaba esperando, para orde-
nar lo que ]e pareciese cerca de lo tocante a la tierra,
el cual estaba muy alegre y regocijado del buen expe-
diente que su compañero Almagro había tenido en lo
de las pro vine Vis de Quito y en él asiento que había
dado cor don ,°edro de AJvarado; y juntado allí los
gobernadores, ordenaron en lo tocante a la tierra lo que
sigue: que al Adelantado brevemente se le pagasen los
cien mil pesos y se fuese, a la hora, de estos reinos; por
17
que se t e m í a n en gran m a n e r a se les alzase con ellos,
p o r q u e era m u y a m a d o d e los españoles y era fama que
lo inducían a que lo hiciese. Así se le p a g a r o n , a la h o -
ra, los cien mil pesos; y en un galeón con gente d e guar-
da, se hizo, d e n t r o d e 1 5 ó 2 0 días que llegó, a la vela,
y se fué a su gobernación d e G u a t e m a l a .
A s í mismo o r d e n a r o n que se pasase el p u e b l o que
tenían en Jauja p o b l a d o a este valle d e Lima, d o n d e
a h o r a es esta C i u d a d d e los Reyes, y aquí se p o b l ó . A l -
m a g r o escogió el sitio d e la ciudad en el a ñ o 1534, la
cual no h a c o s t a d o pocas ánimas en sus edificios y fun-
d a m e n t o s ; p o r q u e a los principios h a c í a n las casas d e
t e r r a p l e n e s las salas y altos y las p a r e d e s y tapias tan
a n c h a s casi c o m o d e b a l u a r t e ; y v e n í a n indios d e cien
leguas a la r e d o n d a d e la ciudad, y era la enfermería
tanta y d u r ó tar:tos años, que maravilla c ó m o q u e d ó in-
dio con esta invención, y c o n las cargas, servicio per-
sonal, guerras y a r m a d a s p a r a Chile y p a r a otras par-
tes, las reliquias d e lo cual p a r e c e n bien claro p o r t o d a
la costa y sierra d e los términos d e esta c i u d a d .
D e dos provincias diré que c u a n d o e n t r a r o n los espa-
ñoles en la tierra, c a d a u n a tenía fama d e 4 0 mil indios,
la u n a era H u a o r a , d e s d e H u a r m e y , que t o m ó A l m a g r o
por r e p a r t i m i e n t o p o r la gran gente que tenía y fama
d e m u y rica; y la otra Chincha, que t o m ó H e r n a n d o Pi-
zarro, que tenía otros 4 0 mil indios, y hoy día n o h a y
en a m b a s provincias cuatro mil indios, y en este va^le
d e esta c i u d a d h a b í a y en P a c h a c a m a c , cinco leguas d e
aquí, que era l e d a una cosa, m á s d e 25 mil indios, y
está casi yerras, que a p e n a s h a y dos mil ( 1 1 ) por la

(II) Hay quieres pretenden negar la despoblación del im-


perio de los Inkas. que fué originada por los métodos tiránicos
de gobierno, impuestos por los conquistadores hispanos. Los da-
tos que aquí TÍO- :a Molina son insospechables, porque él es-
cribió lo QJIQ mii'' 'con sus propios ojos); y no escribió por re-
ferencias ni por i onnaciones oficiales, informaciones que se-
guían una pauta uiítica; y que por eso mismo resultaban, en
su mayor parte, falsas a todas luces, según lo ha hecho notar
el -historiador Jiménez de la Espada, un hispanista cien por cien.
18
gran destrucción y tan continua, como ha tenido d e tan-
tos ejércitos, c o m o en ella se han formado, en tanto
daño y perjuicio de los naturales, los cuales perecieron
por una regla genera] que se ha usado en estos reinos;
y aun creo yo que en la mayor parte de las Indias, que
los indios más comarcanos con los españoles y que me-
jor servían, aquellos son más robados, vejados, muertos
y fatigados, y porque si de cada valle d e los de esta cos-
ta que duran más de mil leguas, se hubiese de decir la
quiebra y falta de los naturales y la destrucción d e to-
dos los más de estos valles, y cuan fértiles y abundantes
eran; y creo y o las m á s hermosas que en t o d o lo demás
d e la redondez se pudieran figurar y más bien labradas
y de grandes edificios, abundosos de riquezas de oro,
plata, ropa y ganados, algodonales y hermosas labran-
zas, todas por sus acequias hechas a mano, que cada va-
lle parecía un jardín muy hermoso y muy bien traza-
do, donde jamás, a dicho de los naturales, el agua del
cielo mojó porque no llueve en esta tierra de los llanos
ni la de la tierra le faltó, porque en cada valle hay un
río perennal que nunca le falta agua; y a donde no le

Cotejando los números estadísticos de los pueblos que cita


Molina, resulta que los conquistadores españoles, en menos de
cuarenta años, redujeron los habitantes del Imperio de los In-
kas a menos de la décima parte. Y es porque basaron su domi-
nio en la más negra de las crueldades: la esclavitud impiado-
sa, exterminadora.
La despoblación del Imperio de los Inkas por los españoles fué
mayor que lo calculado por Medina. Al final de esta Crónica, para
reforzarla, ponemos una adición importante, debidamente docu-
mentada. .. Además recomendamos leer a los antiguos historia-
dores siguientes:
Francisco de Jerez (año de 1532). Conquista del Perú. Colec-
ción Urteaga-Romero. Páginas: 17, 20, 25, 58, 59-, 65. (Lima—
1917).
Pedro Sancho (año de 1533). Relación de la Conquista del
Perú. Colección Urteaga-Romero. Páginas: 127, 141, 143, 145,
152, 153, 174. (Lima—1917).
Polo de Ondegardo (1571). Religión y Gobierno de los Incas.
Colección Urteaga-Romero. Páginas: 103, 120. (Lima—1916).
Pedro Pizarro (1571). Descubrimiento y Conquista del Perú.
19
hay, h a y sus m a n a n t i a l e s con que riegan sus tierras y
h u e r t a s y otras m a n e r a s , n u n c a oídas, con que s i e m b r a n
sus semillas y maíz, c o m o es en algunas p a r t e s d e esta
costa, d o n d e p o r q u e no tiene a g u a ni les llueve, p e s -
can u n a sardinilla c o m o a n c h o v a s , h e c h a s sus l a b r a n -
zas, en c a d a sardina que entierran en la h e r e d a d , echan
d o s o tres g r a n o s d e maíz, y nace m u y gentil maíz, y
h a c e n m u c h a s s e m e n t e r a s y buenas, tres o cuatro veces
•en el a ñ o ; y p o r q u e era menester hacer u n a m u y larga
relación, que no cupiera en m u c h o papel, lo q u e se p o -
d í a decir d e t o d a esta costa, con sólo decir que d e s d e
la b a h í a d e San M a t e o , que son los principios d e la en-
t r a d a d e estos reinos, d o n d e los n a v i o s vienen a r e c o -
n o c e r h a s t a las provincias d e Chile, q u e a h o r a se p u e b l a
y se descubre, h a y m á s d e lo que tengo dicho, y la m a -
y o r p a r t e p o b l a d o , a u n q u e en m e d i o d e c a d a valle h a y
a r e n a l e s y d e s p o b l a d o s d e 10, 15 y 2 0 leguas; y u n o
h a y que es el d e s p o b l a d o que p a s a n p a r a ir a Chile, q u e

Colección Urteaga-Romero. Páginas: 25, 50, 51, 108, 143, 145.


(Lima—1917).
Pedro Cieza de León. La Crónica del Perú. Colección Enrique
de Vedia. Páginas: 415, 430, 453, 457. (Madrid—1886).
Agustín de Zarate (1555). Historia del Descubrimiento y Con-
quista del Perú. Historiadores Primitivos de Indias. Páginas:
513, 571. (Madrid—1886).
Diego de Castro Tito Cusi. Relación de la Conquista del Perú.
Colección Urteaga-Romero. Páginas: 12, 30, 31, 45, 46, 47, 90,
92. (Lima—1916).
González Fernández de Oviedo. Historia Natural y Moral de
Indias. Publicación de la Real Academia de la Historia. Tomo
IV. Libro XLVI; capítulos VIII, X, XXII; Libro XLVII; capítu-
los XVII y XX; Libro XLIX, capítulo XIII. (Madrid—1855).
Bernabé Cobo. Historia del Nuevo Mundo. Tomo II, página
370; tomo III, páginas 29, 30, 31, 155. (Madrid—1891).
De propósito no citamos a Fray Bartolomé de las Casas, cu-
yas denuncias sobre los crímenes de los conquistadores llenaron
de asombro y de infructuosa piedad por los indios a la Corona
de España. Tampoco citamos a Garcilaso de la Vega, ni a Fran-
cisco de Avila, ni a Fernando de Santillana, ni a Pedro Gutié-
rrez de Santa Clara, ni a Diego Fernández, ni a otros tantos
historiadores que tuvieron el valor y la honradez de no callar
los crímenes de la Conquista. (F.A.L.)
20
tiene cien leguas de arenal, sin haber en él cosa verde
sino es donde hay algún jagüey de agua y riachuelo,
que son harto pocos los que hay en este camino, que
creo- yo no son seis en las 100 leguas, y en ellos hay
unas como bocas de yerba raída de siete a ocho pasos
alrededor de donde está el agua.
Antes que pase adelante a declarar más de la con-
quista o casi destrucción de estos reinos, quiero, para que
se entienda la grandeza de ella, traer a la memoria los
dos caminos reales del Inca que en ella hay: el uno que
pasa por esta costa en todo lo poblado y despoblado
de ella, y va hasta cuarenta pies de ancho, con sus ta-
pias cercado por ambas partes lo más de él, especial-
mente dos leguas siempre antes de entrar a cada valle
y otras dos al salir, empedrado por muchas partes y
con sombras de muy buenas arboledas, y antiguamente
las más de fruta, salvo que ahora se ha perdido y seca-
do por la muerte y falta de naturales; por manera que
el que quisiese caminar por toda esta costa, por esta
gran calzada y camino, no tiene adonde perderlo ni
que preguntar de lo adelante, si se perdiera por falta
de camino.
Otro camino hay de la misma suerte, por la sierra,
que dura otro tanto y más que este de la costa y lla-
nos, muy admirable porque atraviesa grandes sierras y
tierras asperísimas; y va tan bien echado, que todo se
camina a caballo, y hace entender a los que caminan
por él que, aunque la tierra por donde van es muy ás-
pera, ellos siempre caminan por llanos y con facilidad.
De cuatro a cuatro leguas de estos dos caminos, en todo
lo que ellos duran, había aposentos del Inca, donde los
que caminaban se acogían, y en algunas partes de este
camino especialmente desde la ciudad del Cuzco adelan-
te, hacia el Estrecho de Magallanes y provincias de Chi-
le, va señalada en el camino la media legua y la legua;
por manera que sin reloj ni otra cuenta sabe el hombre
a cada paso dado adonde va y lo que ha caminado. (12)
(12) Estos caminos, admirados y descritos por los más vera-
21
Asimismo, en c a d a p u e b l o d é t o d o s los d e esta tierra
y p r i n c i p a l m e n t e en los d e estos d o s caminos reales,
hay o h a b í a sus a p o s e n t o s reales del Inca o del Sol, c o n
t o d o su servicio d e indios e indias, p a r a servirle a él y
a los señores y capitanes y m e n s a j e r o s que él e n v i a b a
d e unas p a r t e s a o t r a s ; y a p o s e n t o s y casas d e o r a t o -
rios creí Sol, c o n su servicio d e mujeres que se l l a m a b a n
mamacunas, q u e eran c o m o b e a t a s que g u a r d a b a n cas-
t i d a d ; y si algunas h a l l a b a n en alguna t o r p e d a d , luego
las m a t a b a n , y así m i s m o tenían otras m u c h a s d e ser-
vicio. Estos t o d o s tenían largas cuentas con los v a g a -
b u n d o s q u e a n d a b a n p o r la tierra, y en m a n e r a alguna
les p e r m i t í a n m a l a s mujeres, sino que c a d a uno viviese
en su república y se o c u p a s e en t r a b a j a r y g a n a r d e
c o m e r ; y cerca d e esto y otras policías tenían grandísi-
-raa o r d e n , y en los tributos d e l Inca tan gran cuenta
qué h a b í a en c a d a p u e b l o d e estas provincias c o n t a d o -
res que tenían cuenta con los tributos y con lo que ca-
d a indio t r i b u t a b a y servía, d e m a n e r a que se repartie-
se el trabajo y no sirviese u n o m á s que o t r o ; y h o y d í a
d u r a entre ellos esta loable c o s t u m b r e , a u n q u e la m a l a
que a h o r a h a y se la h a c e infinitas veces pervertir.

ees de los antiguos historiadores, prueban la. grandeza de la ci-


vilización del Imperio de los Inkas, y prueban también el gran
volumen de- sus pobladores; pues de no ser así, no se hubiera po-
dido construir esas estupendas, vías de comunicación. Y fué tan
inepto el Gobierno colonial • que ni siquiera supo conservarlas.
Cuando virio la" República, de esos caminos apenas quedaban
vestigios. Para mejor conocimiento de estas obras portentosas,
consúltese a los siguientes testigos oculares, que llegaron con
los primeros conquistadores y, plenos de admiración, las des-
cribieron en sus importantes crónicas:
Francisco de Jerez. Descubrimiento y Conquista del Perú.
Colección Urteaga-Romero, Páginas: 22, 31, 32, 37, 84. (Lima—
1917). ... . . , ' . .
Pedro de Cíeza de León. La Crónica del Perú. Historiadores
Primitivos de Indias. Tomo II. Páginas: 392, 413, 430. (Madrid—
180*6). •
Agustín de Zarate* Historia del Descubrimiento y Conquista
del Perú, Colección Enrique de Vedia. Tomo II. Páginas: 470
22
A s í m i s m o tenía c a d a p u e b l o d e éstos gran c a n t i d a d
d e depósitos d o n d e recogían el m a í z y t o d o s los m a n -
tenimientos que t r i b u t a b a n al Inca, y la r o p a y telares
d o n d e se tejía la r o p a rica p a r a el Inca y caciques y la
o t r a c o m ú n d e la g e n t e d e guerra, y con m u c h o s d e p ó -
sitos d e lana p a r a ella; t e n í a n depósitos d e p l u m a d e
colores p a r a h a c e r toldos y camisetas ricas, y en c a d a
p u e b l o , plaza g r a n d e real y en m e d i o d e ella un cua-
d r o alto d e terraplén, con u n a escalera m u y a l t a : se su-
b í a n el Inca y tres señores a h a b l a r al p u e b l o y v e r la
gente d e guerra c u a n d o h a c í a n sus reseñas y juntas.
A s í mismo, t e n í a n u n a m u y l o a b l e c o s t u m b r e y dig-
na d e n o t a r y tener en la m e m o r i a , la cual, si los espa-
ñoles que e n t r a r o n en la tierra g u a r d a r a n , n o se hubie-
ra d e s t r u i d o c o m o lo está; y es que, c u a n d o h a b í a gen-
te d e guerra entre ellos y c a m i n a b a n , a u n q u e fueran cien
mil h o m b r e s , n o h a b í a ninguno d e ellos d e salir del ca-
mino real a ninguna p a r t e ni lugar, a u n q u e la fruta y lo
que h a b í a d e c o m e r estuviera j u n t o al c a m i n o real p o r
d o n d e p a s a b a n , so p e n a d e m u e r t e ; p a r a lo cual tenían
m u y g r a n d e s g u a r d a s p a r a ver el que se d e s m a n d a b a ,
p o r q u e él o su capitán lo h a b í a n d e p a g a r ; y p a r a esto
t e n í a n t o d o s los caminos, p o r t o d o lo q u e d u r a b a n los
pueblos, c o n sus tapias altas p a r a que n o pudiesen sa-
lir d e él, a u n q u e quisiesen hacer d a ñ o ; y a p o s e n t á b a n s e ,
a c a b a d a d e hacer la j o r n a d a d e c a d a día, en el p u e b l o
que llegaban, en unos g a l p o n e s y casas g r a n d e s q u e p a r a
el efecto tenían hechas, que algunas y las m á s h a b í a d e

y 471. (Madrid—1886).
Bernabé Cobo. Historia del Nuevo Mundo. Tomo III. Pági-
nas: 260, 261, 262, 263, 264, 265. (Sevilla—1890).
Miguel de Estete. Relación de la Conquista del Perú. Colec-
ción Urteaga. Páginas: 48, 49, 50, 51. (Lima—1924).
Estos cronistas no sólo describen esos caminos extraordina-
rios, sino que también afirman que fueron construidos por los
emperadores inkaicos. Así quedan mal parados los hispanistas
que afirman que todas las grandes obras, los grandes monumen-
tos, fueron ejecutados muchos siglos antes de fundarse el Im-
perio de los I n k a s ! . . . (F.A.L.)
23
ciento y cincuenta pasos de largo, muy anchas y espa-
ciosas, donde en cada una cabía gran cantidad de gen-
te, muy bien cubiertas, limpias y aderezadas, con muchas
puertas, porque estuviesen muy claras y apacibles; y allí
les proveían por su orden y cuenta a cada persona su
ración ordinaria, a él y a su mujer, tan sin bullicio co-
mo si fuesen religiosos; porque la gente común de esta
tierra era la más sujeta, humilde y disciplinada que creo
yo se pudiese hallar en el mundo. (13)
Tornando al propósito, digo que pasado el pueblo
de Jauja a esta ciudad de Lima, fué fundada como di-
cho es en el año de 1534, y ordenado ésto los gober-
nadores, ordenaron así mismo el Marqués Pizarro fue-
se por la costa a repartir el pueblo de Trujillo, que Al-
magro dejara señalado cuando vino de las provin-
cias ( 1 4 ) ; y quería Almagro fuese desde aquí al Cuzco
y llevase consigo la más gente que le quisiese seguir y
fuese teniente del Cuzco y quitase al que estaba, que
a la sazón era el capitán Hernando de Soto, y de esta
manera el dicho Marqués se partió luego para la costa,

(13) Cuando estas noticias, favorables a nuestros ancestra-


les, las da Garcilaso de la Vega, las niegan los inkáfobos, los
filohispanos, que califican a este gran historiador de impar-
cial, por ser peruano, nacido en el Cuzco de un conquistador
y una princesa india.
Y esos mismas tergiversadores de la Historia, ¿qué pueden
decir, ahora, cuando esas noticias nos la da un español autén-
tico, un peregrino de mudhas tierras, un sacerdote lleno de va-
lor y de franqueza, como lo fué Cristóbal de Molina, el alrna-
g r i s t a ? . . . (F.A.L.)
(14) Sobre la fundación de Trujillo se ha escrito mucho, y
se han propalado muchos errores que tuvieron origen en un em-
butido, hecho por Marco Aurelio Cabero, publicando por prime-
ra vez la carta que escribió Francisco Pizarro a Carlos V, con
fecha 1? de Enero de 1535, dándole cuenta de la fundación de
dicha ciudad.
Nosotros que poseemos la foto-copia de la dicha carta, hemos
podido comprobar la audacia del mencionado embutido. Sobre
este asunto se puede consultar el importante y más completo
estudio, de Raúl Porras Barrenechea, "La Fundación de Tru-
jillo". (F.A.L.)
24
la vía del pueblo de Trujillo, que son ochenta leguas de
aquí de los Reyes, y Don Diego de Almagro se fué ca*
mino del Cuzco, dejando en esta ciudad de Lima a Ri-
bera el viejo, por teniente del pueblo.
Es de saber que llegado el Marqués Pizarro á Tru-
jillo, estándolo repartiendo a los vecinos que él quería
que allí residiesen, vino allí de Castilla, entre mucha
gente que cada día pasaba, un mancebo de hasta diez y
ocho años; el cual había residido en las provincias de
Nicaragua, con un tesorero Juan Tello, natural dé Ciu-
dad Real, el cual a la sazón residía en Corte, y había to-
mado a cargo de negociar con el Rey los negocios de
don .Diego de Almagro; y entre otras muchas cosas qué
despachó, despachó que S. M. hizo merced a Almagro
dé la gobernación del Nuevo Reino de Toledo, que era
la tierra que sobrasé adelante dé la gobernación de Pi-
zarro, que eran doscientas y tantas leguas por esta cos-
ta, que comenzaban diez o doce leguas más allá de la
bahía de San Mateo, en el puerto de Santiago, que di-
cen que es debajo del equinoccio, que, según confirma-
ban los más pilotos por la altura, llegaba aquí o cuando
mucho hasta el puerto de Chincha la gobernación que
Pizarro tenía; y desde allí corría la que digo que aquel
Juan Tello tenía negociada para Almagro, de la cuál
traía la nueva aquel mancebo que digo se llamaba Ca-
zalla, y venía a ganar las albricias de la gobernación
para sí y para su tío.
Y llegado allí a Trujillo, donde a la sazón el Marqués
estaba, no pudo tener tan secreto su negocio, que ha-
biéndole descubierto a uno que le conocía y se le daba
por amigo, no le fuese a avisar al Marqués y a "su se-
cretario; el cual, temiendo que al Almagro no le to-
mase por virtud de las provisiones reales la ciudad del
Cuzco, pues la tenía en su poder, como teniente que era
proveído de ella, proveyó por la posta a Melchor Ver-
dugo, que entonces pretendía que el Marques le diese
de comer allí en Trujillo, fuese a la ciudad del Cuzco
que dista de allí doscientas leguas, y avisase a los .h'er-.
25
marios del Marqués y a los regidores y otros amigos
que ellos y el Marqués allí tenían; que si había ya lle-
gado al Cuzco a la hora se le suspendiese el tenientazgo
y se pusiese la ciudad en poder de Juan Pizarro y Gon-
zalo Pizarro, hermanos del Marqués, y si no fuese lle-
gado, no lo recibiesen por teniente del Cuzco.
Dióse tanta prisa Verdugo, que casi a una llegaron
él y Almagro al Cuzco, pues sucedió que antes que ellos
llegasen al Cuzco, la nueva de la gobernación de Alma-
gro y el adelantamiento se derramó por la tierra; y sa-
bido en esta ciudad de Lima por el capitán Diego de
Agüero, tomó así mismo la posta por dar las nuevas
a Almagro y ganar él las albricias, no entendiendo la
voluntad; porque entonces, como no era introducida aún
la ambición de mandar el que más podía en el Perú, a
todos parecía que el Marqués se holgaría con el pro-
veimiento real; pero fué muy al contrario, como des-
pués pareció,
Llegó este Diego de Agüero a dar la nueva a Alma-
gro de cómo era proveído adelantado y gobernador del
Rey, siete u ocho leguas antes que Almagro llegase al
Cuzco; la cual nueva les dio gran contentamiento y re-
gocijo, y pasó al Cuzco, lo cual sabido por todos los
vecinos, justicia y regimiento y por los hermanos del
Marqués, se holgaron en gran manera, diciendo que bien
sabían que S. M. había de proveer aquella tierra de
necesidad a otra persona, que se holgaban que se hi-
ciese la merced en un compañero de su hermano el Mar-
qués, porque todo se caía en casa, y era una cuenta
gobernar el Marqués o su compañero Almagro; y co-
mo estos negocios no tiraban a otro fin sino a interés
por ganar más en voluntad de Almagro, ordenaron un
gran recibimiento cuando ya Almagro quería entrar en
la ciudad del Cuzco, saliendo los hermanos del Marqués
Juan y Gonzalo Pizarro, y todos los más vecinos, jus-
ticia y regimiento muy aderezados a caballo, casi a una
legua del Cuzco, cubiertos ellos y los caballos de ar-
gentería de oro, lo cual dieran a un truhán que Alma-
26
gro traía consigo; y dándole la enhorabuena del ade-
lantamiento y gobernación, sin parecer que a nedie le
pesaba, como entonces era verdad, que todos se holga-
ron en extremo grado, se apearon todos con el dicho
Almagro, y le acompañaron hasta dejarle en sus casas,
si suyas se podían decir las que él había tomado a un
señor principal del Cuzco, y cada uno de los demás lo
mismo, por proseguir; porque se entraron de paz en
la ciudad del Cuzco, y les salieron todos los naturales
a recibir y les tomaron la ciudad del Cuzco con cuanto
había dentro, llenas las casas de mucha ropa, y algu-
nas oro y plata y otras muchas cosas; y las que no es-
taban'bien llenas las henchían de lo que tomaban de
las demás casas de la dicha ciudad, sin pensar que en
ello hacían ofensa alguna divina ni humana; y porque
esto es una cosa larga y casi incomprensible, lo dejaré
al juicio de quien más entienda, aunque en el daño re-
cibido por parte de los naturales cerca de este artícu-
lo, yo sé harto por mis pecados, que no quisiera ni saber
ni haber visto. (15)
Hecho el recibimiento, y habiendo comido Almagro
y vueltos los vecinos cada uno a su posada, aun bien no
era llegada la tarde cuando entró aquel mismo día, por
la plaza del Cuzco, Melchor Verdugo, el que decimos
había partido por la posta por mandado del Marqués
a suspender a Almagro el cargo de teniente de Gober-
nador; y como entró en la ciudad, se fué derecho a
apear a la posada de los hermanos del Marqués, que
moraban juntos, y dado el despacho del Marqués sin
dilación, como quien toca arma, se acaudillaron y jun-
taron, llamando los más vecinos y regidores de la ciu-
dad a su casa, y les amonestaron de parte del Marqués

(15) No puede darse mayor testimonio sobre el saqueo que


sufrió el Cuzco, la Ciudad Imperial, del bandolerismo de los
Conquistadores. Aquí Molina, con pocas palabras, pinta la mag-
nitud de la devastación, terminando con esta frase lapidaria:
''cerca de este artículo, yo sé harto por mis pecados, que no
quisiera saber, ni haber visto"... (F.A.L.)
27
que no recibiesen a Almagro por teniente d e goberna-
dor, ni menos por gobernador aunque trajese provisio-
nes del Rey para ello; que ellos tenían recaudo del
Marqués, su hermano, para lo resistir y pensaban m o -
rir en la demanda; lo cual sentido por Almagro, así
mismo juntó la gente que le seguía y los hizo amigos
con dádivas y buenas persuasiones, diciéndoles que lo
que tenía para ellos lo tenía y suyo era; que lo favo-
reciesen, porque si era él gobernador de aquella tierra,
que era lo mejor del Perú, no podrían dejar de ser ellos
muy ricos; y de esta manera se puso el Cuzco aquel día
a la tarde en arma, que a la mañana había estado tan
pacífica y quieta; y desde este punto no dejó d e haber
en estos reinos grandes revueltas y males; porque d e este
primer yerro nacieron todos, aunque basta para que ja-
más haya paz en ellos, no dar fin a los malos tratamien-
tos de los naturales, que siempre duran, pues es cierto
que el malo nunca tenía paz.
Estando las cosas de esta ciudad en este estado, pa-
recióle a Almagro que, pues los vecinos y los herma-
nos del Marqués le contradecían tan a las claras la g o -
bernación, que también enviarían al camino a tomarle
las provisiones reales que le venían, y proveyó diez o
doce d e caballos que fuesen por aquel mancebo que los
traía de la corte, que se llamaba Cazalla, el cual se v e -
nía su poco a poco, y por sus jornadas; lo cual sabido
por los hermanos d e él, infirieron que aquella gente
la enviaba Almagro para que matasen a su hermano el
Marqués, que para lo que publicaban, y aprestan otros
tantos y más, porque les contradigan y estorben el viaje.
Sabido esto por el teniente Hernando de Soto, con
algunos regidores fué a casa de los hermanos del Mar-
qués a requerirles que deshiciesen la junta que tenían
hecha de gente en su casa, porque para más el teniente
n o era parte a la sazón, y lo mismo había mandado a
don D i e g o d e A l m a g r o ; c o m o los hermanos del Mar-
qués se vieron requerir del Teniente, porque estaban sos-
pechosos de él, que era amigo íntimo de Almagro, se le
28
desacataron y lo llamaron a voces que era un traidor,
y que ellos habían sabido que él había andado por en-
tregar aquella ciudad al adelantado Almagro; y corrié-
ronle a lanzadas hasta la mitad de la plaza desde sus
casas; a lo cual salió Almagro y los suyos, y si no fue-
ra por unos pocos que se pusieron en medio de la una
parcialidad y la otra, hubiera entre ellos gran rompi-
miento, de manera qué no pudiera dejar de haber daño
de ambas partes y la cosa quedara para el que tuviera
más fuerza, esto es, a lo que sienten algunos, y lo que yo.
digo es por lo que después he visto, que no rompieron;
porque, como aquello era en los principios, no estaban
aún encarnizados y tenían algunos temor' y ¿vergüenza
de Dios Nuestro Señor y de su Rey; la cual se'fué des-
de aquí perdiendo de tal manera que puestos en campo
los unos y los otros, aunque la J persona real les pusiera
en medio, aprovechara poco, porque n o se guardaban
los unos a los otros palabra, fe ni ley, como adelante
se apuntará, (.16) , ' ......
Los hermanos del Marqués, como no pudieron al-
canzar al teniente Soto porque se les escapó a caballo,
se retrajeron a sus casas, y Almagro a la suya con toda
su" gente, qué era harta más que la que los Pizarro- te-
nían; por cuya causa los Pizarro se fortalecieron e hi-
cieron troneras y saeteras, para desde allí pelear con
los enemigos, si con* ellos algo les acaeciese; y de esta
suerte estuvo esta ciudad puesta en alboroto entre par-
cialidades, la una de Almagro, que era la más gente y
paseaban por la ciudad; y la otra del teniente Soto con
un alcalde y dos regidores y algunas otras personas, y
los Pizarro, que' estaban en castillo y río salían jamás
de su fuerte; y duró esto más de tres meses, hasta que

(16). He, aquí uaa precisa y rotunda pincelada de la estruc.-,


tura maraj de los conquistadores hispanos; *'No se guardaban
los unos á los otros palabra, ni fe, ni ley"... Si entre ellos se
portaban así ¿qué cosa buena podían esperar los infelices in-
dios? (F.AJL.)
29
fué avisado el Marqués Pizarro y llegó al Cuzco, por
cuya llegada cesó el alboroto.
En este tiempo vino un juez de Santo Domingo, de
parte de los oidores, para poner paz entre los gober-
nadores Pizarro, Almagro y Alvarado, si algún escán-
dalo hubiese; y como los requiriere a todos, casi bur-
laban de él, y él se vino hacer muy amigo de todos y
fué rico en España. Nuestro Señor sabe si informó a su
Rey del estado del Perú y revueltas que nacían a la sa-
zón en estos reinos, con lo cual pudiera ser que se ex-
cusaran hartos males. Llegada la persona del Marqués
al Cuzco, fué bien recibido de los unos y de los otros,
y en lo público cesaron los bandos por entonces; trata-
ron allí los Gobernadores del descubrimiento de ade-
lante del Cuzco, por la costa hacia el Estrecho de Ma-
gallanes, y por la tierra adentro hacia él Río de la Pla-
ta; porque tenían gran noticia, aunque según después
se entendió, esta noticia decían que la echaban falsa
los Incas y señores del Cuzco; porque, como los veían
tan ambiciosos de descubrimientos, quisiéronlos enga-
ñar por allí, para sacarlos de la tierra y tornarse a apo-
derar en ella.
Almagro pedía al Marqués que le dejase tomar los
límites de la gobernación que el Rey le había dado, que
comenzaba desde donde se acababan los límites de la
gobernación que él tenía; al Marqués hacíasele de mal
de darle un palmo de todo cuanto a la sazón había des-
cubierto, y tenía noticia que era poblado en todo lo su-
jeto al Inca, y en esto anduvieron altercando algunos
días; al cabo el Marqués, por echar de sí al Adelanta-
do Almagro, según se entendió, por persuación de los
qué le aconsejaban, capituló con Almagro allí de nue-
vo que fuese a descubrir con la, gente que allí ten'a y
con toda la que más viniese a la tierra, que se la en-
viaría en su seguimiento, y que señalase por límite del
Nuevo Reino de Toledo, desde ciento treinta leguas ade-
lante de la ciudad de Cuzco; adelante todo lo que des-
cubriera y que por entonces no pudiesen partir las go-
30
bernaciones, y que si A l m a g r o h a l l a b a b u e n a tierra, ca-
d a u n o se estuviese en la que tenía, y si no, que se vol-
viese, que él p r o m e t í a d e partir con él la g o b e r n a c i ó n
que tenía; y t o r n a r o n a r e n o v a r la c o m p a ñ í a que t e n í a n
hecha, y p a r t i e r o n la hostia p r o m e t i e n d o a Nuestro Se-
ñor Dios d e n o ser j a m á s el u n o c o n t r a el otro ( 1 7 ) ;
y d e esta m a n e r a se salió A l m a g r o del Cuzco e hizo él
y sus capitanes el descubrimiento d e las provincias d e
Chile, d o n d e t a r d ó d e ida y vuelta m á s d e diez y ocho
meses, el que hizo d e 1535 a 1536, del cual viaje d i r é
algunas cosas s e ñ a l a d a s a t o d o s , p o r la m á s b r e v e for-
m a que p u d i e r e .
Dicho h e c ó m o Cazalla, el que h a b í a p u b l i c a d o que
traía las provisiones d e la g o b e r n a c i ó n d e A l m a g r o , se
v e n í a p o r sus j o r n a d a s , el cual en este t i e m p o llegó al
C u z c o ; y visto el d e s p a c h o que traía que s o l a m e n t e eran
u n o s traslados d e las provisiones d e G o b e r n a d o r y A d e -
l a n t a d o q u e el R e y h a c í a m e r c e d al A d e l a n t a d o A l m a -
gro, p o r t o d o s los d e la u n a p a r c i a l i d a d y d e la otra se
r e p o r t a r o n y apaciguaron, e n t e n d i e n d o que no era r a z ó n
m o v e r s e ni alterarse p o r u n o s t r a s l a d o s simples, y q u e
p a r a t o m a r p o r virtud d e ellos alguna posesión n o eran
b a s t a n t e s ; no e m b a r g a n t e que c o m o les constó que Su
M a j e s t a d h a b í a p r o v e í d o y a aquella g o b e r n a c i ó n del
N u e v o Reino d e T o l e d o al A d e l a n t a d o A l m a g r o , se a p e r -
cibieron los u n o s y los otros, los almagras, p a r a h a c e r

(17) Este relato de Molina, que concuerda con los de otros


¡historiadores, pone en evidencia la doblez, la mala fe, emplea-
da por Pizarro contra su socio Diego de Almagro, con quien de-
bía partir en partes iguales todos los beneficios de la Conquis-
ta. No impidieron el incumplimiento de Pizarro los compromi-
sos escritos y sellados, ni los solemnes juramentos, ni el co-
mulgar los socios de una misma hostia consagrada. Nada pudo
atajar la avaricia y felonía. Pizarro se llevó la parte del león.
Si Pizarro engañó y defraudó a Almagro ¿cómo iba a cum-
plir el pacto que hizo con el Inka Atawalpa?... Recibió de
éste toneladas de oro, para darle libertad, y en lugar de ésta,
le dio la muerte más infame... Fué este acto el primero y más
grande de la hispanidad!... (F.A.L.)
31
recibir por gobernador al Adelantado Almagro, y los pi-
zarros, para resistir y contradecirlo; y el que dijera que
éstos pretendían otra cosa, engáñase, pues muy a las
claras pareció, como adelante se dirá, lo cual dejaremos
ahora, por tratar de alguna cosa de lo que se pudo al-
canzar a saber de las cosas de estos indios, de estos rei-
nos, durante el tiempo que los españoles andaban en
estas cosas que tengo dicho, a la cual llaman conquista
del Perú, y comenzaré por la ciudad del Cuzco, como ca-
beza que era de todo este imperio.
Esta ciudad del Cuzco, a lo que dicen los cosmógra-
fos, está en 14 grados de esta parte de la línea equi-
noccial a la parte del sur; su principio y origen no se
puede saber, ni su fundación, porque los naturales de
ella carecen de letras; aunque tienen una manera de
contaduría por unos cordeles y nudos, y hay entre ellos
muy grandes contadores de esta cuenta, como ya tengo
dicho ( 1 8 ) ; pero como por ésta no se puede alcanzar
a saber su fundación, ni quiénes fueron los primeros
señores; lo que entre los naturales de ella se trata co-
múnmente es que en este asiento del Cuzco, muy anti-
guamente, había dos maneras de orejones; llámanse ore-
jones, porque traen las orejas horadadas y meten dentro
de ellas unas ruedas hechas de juncos anchos con que
acrecientan las orejas, y cada una de ellas, puesta la
rosca de junco dentro, la hacen tan ancha como una
gran rosca de naranja. Los señores y principales traían
aquellas roscas de oro fino en las orejas; los unos de
estos orejones eran trasquilados y los otros con cabellos
largos, que se llaman hoy día chiliquss; éstos pelearon
los unos con los otros, y los trasquilados sujetaron a los
otros, en tal manera que jamás alzaron la cabeza ni ha-
bitaron por vecinos de la ciudad del Cuzco; y así hay
hoy día pueblos de ellos por las comarcas de la tierra
del Cuzco; mas, en la propia ciudad no los consintieron

(18) Estos cordeles con nudos llámanse kipus. Véase la nota


N<? 15 de la Crónica ''Fábulas y Ritos de los Incas*', que sigue
después. (F.A.L.)
32
más vivir, sino solamente la gente común de ellas para
servir en lo que les mandasen.
Hecho esto, dicen estos orejones que la manera que
tuvieron para ¿tener señor entre sí, fué de que de una la-
guna que está a sesenta leguas del Cuzco en la tierra del
Collao, que se llama Titicaca, salió el principal de ellos
que se llamaba Inca-Viracocha, que era muy entendido
y sabio, y decía que era hijo del Sol, y éste, dicen ellos,
que les dio policía de vestidos, y hacer casas de piedra,
y fué el que edificó el Cuzco, e hizo casas de piedras
y la fortaleza y casa del Sol, y dejó principiada; y se
dio a conquistar las provincias comarcanas ál Cuzco, de
cuya fábula inferimos los españoles que alguna persona
aportó por aquella tierra antiguamente de las partes de
Europa, África o Asia, y les dio la policía conforme a
lo que en ellas dicen se usaban en aquellos tiempos. (19)
Este Inca Viracocha, que ellos dicen que fué el primer
señor principal que tuvieron en la denominación del
nombre, conforma mucho con el nombre que ellos lla-
man a los españoles; porque a cada español llaman Vi-
racocha,^ que en su lengua quiere decir grosura q espu-
ma de la mar, y así Inca Viracocha, quiere dar a enten-
der que aquel señor salió de la mar, de donde sacamos
que aquel hombre fué algún hombre de la manera de
nosotros, con barbas y vestido, y que cubría sus ver-
güenzas, la cual orden guardan ellos; porque todos los
naturales de lo poblado sujeto a este señor andan ves-
tidos ellos y sus mujeres con harto razonable vestido;
y todos los hombres, allende de las camisetas y mantas
que traen, traen sus pañetes y las mujeres cubiertos sus
pechos, de manera que por ninguna manera pueden ser
vistos si no se desnudasen.

(19) Hoy no hay investigador americanista que no crea 'en


prehistóricas inmigraciones asiáticas a tierras americanas, ba-
ñadas por el Océano Pacífico. De las viejas culturas de mongo-
les, chinos, japoneses, malayos, etcétera, hay profundas huellas
en América. (F.A.L.)
33
Entre estos orejones o Incas que viven en el Cuzco,
hay dentro de la ciudad del Cuzco, dos parcialidades* la
una es de los Incas que viven en Hurín Cuzco, que- es
en lo bajo del Cuzco, y otros que viven en Anan Cuz-
co, que e3 en el Cuzco de arriba; porque el Cuzco es-
tá situado en sierra y llano, y tiénense entre ellos por
más- hidalgos y nobles a los del Cuzco de arriba; aun-
que ya se va perdiendo esto, todo con la venida, de los
españoles, d e .manera que ya son tan unos todos, que
no se acuerdan casi, cuál es más noble. Esta ciudad era
muy,grande y muy populosa, de grandes edificios y co-
marcas. Cuando los españoles < entraron la primera vez
en ella, había gran cantidad de gente, sería pueblo de
más de cuarenta mil vecinos, solamente lo que tomaba
la ciudad, que arrabales y comarcas en derredor del Cuz-
co, a 10 ó 12 leguas,' creo-yo que habría 200,000 in-
dios,- porque esto era lo más poblado de todos estos
reinos.
Todos los señores principales de toda la tierra tenían
en el Cuzco sus casas y servicio; enviaban allí sus hi-
jos y parientes a que aprendiesen la lengua general del
Cuzco, y la policía, y cómo habían de obedecer y ser-
vir al inca; y es cosa cierta que ningún hijo de señor ni
principal nacía en todo este reino que no hubiese gran
cuidado con él*su padre sobre que aprendiese la len-
gua del Cuzco; y la manera que había de tener en sa-
ber, obedecer y servir, así al Inca como a sus mayores
y principales; y tenían por muy principal afrentar no sa-
berlo, y el que no lo sabía y era en ello inhábil, no le
daban jamás* señorío; y aún ahora he visto yo caciques
mostrar a sus hijos la manera que han de tener para
saber servir a los cristianos, y hacerlos mostrar la len-
gua española para el efecto, y esto, ha salido de la anti-
gua y. loable costumbre que tenían en tiempo del Inca.
La orden que estos Incas tenían en horadar las ore-
jas a sus hijos era ésta: qu§ tres o cuatro meses (antes)
qué se las horadasen, cada día, se juntasen gran canti-
dad de,muohácI>o$ de catorce años arriba, y habían de
34
partir del Cuzco corriendo en gran grito y regocijo, y
habían de subir sin descansar unas sierras altas que es-
tán fronteras del Cuzco, donde tenían grandes adora-
torios e idolatrías, y los que primero llegaban, y con
más fuerza y aliento subían, eran tenidos en más estima
y reputación, y desde allí quedaban señalados para ade-
lante para las peleas, por más sueltos y más provechosos
para los casos de guerra; y al cabo de los cuatro meses
que ordinariamente tenían este ejercicio como militar,
les horadaban las orejas, haciendo grandes fiestas y ofre-
ciéndoles sus deudos y parientes oro, plata, vestidos y
otras muchas cosas, y eran tenidos y estimados de allí
en adelante por caballeros y gente principal en todas
las provincias sujetas al Cuzco; y juntamente con este
ejercicio les amonestaban cómo habían de servir al Inca
y morir por él cada vez que se les ofreciese; y la razón
por que hacían estas ceremonias era porque estos ore-
jones peleaban siempre en sierras y tierras ásperas, to-
mando los altos de presto a los enemigos y ganándo-
les la fortaleza, y para esto era menester que fuesen muy
sueltos en las cuestas y reventones aquellos hijos de se-
ñores que habían de ser caudillos de los demás; porque
no siendo sueltos para subir una sierra corriendo a más
correr en tiempo de necesidad, se podían perder ellos
y los indios que llevasen encomendados; y así, cuando
ordenaban la gente de guerra, de cinco en cinco se po-
nían en orden y el uno de los cinco había de ser uno de
aquellos orejones, para que animase a los otros y de 25
en 25 había un caudillo y capitán.
La manera que el Inca tuvo en conquistar tanta tie-
rra era que, comenzando desde el Cuzco, poco a poco,
peleando con los comarcanos, los vencieron a todos; y
pasando adelante, en ganando la provincia, los manda-
ba que se vistiesen todos a la manera de los incas, ellos
y sus mujeres, e hiciesen sus casas de piedra y pueblo
en el camino real, con su plaza y aposentos del Inca y
sus casas de mamacunas, que eran corno beatas del ser-
vicio del Sol, de quien ya se ha hablado, y aposentos
35
para la gente de guerra; y hecho esto, cada vez engro-
saba el Inca su ejército para lo de adelante; y tenían
grandes depósitos en el Cuzco y en todas sus provin-
cias, de municiones de guerra, conviene a saber, de lan-
zas y rodelas, flechas y municiones; especialmente para
ganar fortalezas y pasos dificultosos, tenían unas rodelas
tejidas de palos y de algodón que se cubría con cada
una de ellas poco menos de veinte hombres; el tiempo
que estos Incas se ocuparon en conquistas, como no es-
tá por escrito, no se puede saber, más de que pareció
en los edificios y asientos de la tierra ser muy antiguo
este señorío.
La manera de gobernar era que el Inca, señor prin-
cipal, se intitulaba por este vocablo Capac Inca, que quie-
re decir solo señor, y tenía otro nombre de que aun más
se preciaba, y se le llamaba por gran excelencia y con
gran acatamiento, que era Inftip-chigri, que quería decir
"hijo del Sol", porque el Inca daba a entender que era
hijo del Sol, y que el Sol no tenía otro hijo ni él otro
padre; y con este título se hacía adorar y gobernaba
principalmente en tanto grado que nadie se le atrevía,
y en palabra era ley, y nadie osaba ir contra su pala-
bra ni voluntad, que si fuese no pensase, que a la hora
había de ser confundido; y las fiestas que hacía al Sol
daba a entender que las hacía a su padre; aunque hubie-
se de matar cien mil indios, no había ninguno en su rei-
no que le osase decir que no lo hiciese; a todo lo que el
Inca decía le respondían: "Gh, Inca!" como si dijesen
es "muy bien, Inca", y nadie salía, no osaba salir, aun-
que fuese.la segunda persona, so pena que había de mo-
rir por ello.
Tenía postas en todo su imperio de media en media
legua, que no esperaban otra cosa sino su mandado; el
cual, en viniendo, a más correr llegaban a la otra pos-
ta, y en muy poco tiempo, aunque fuesen quinientas le-
guas se hacían en las más distantes provincias lo que el
Inca mandaba; y así, cuando él enviaba un mensajero
con su poiradarmia, en la cual iba colgada una seña su-
36
ya, era obedecido y reverenciado comp su propia per-
sona, y lo mismo cualquier capitán que enviaba a las
provincias que se le revelaban, o no querían servir por
la orden y forma que los había puesto, sin destruir la
provincia por donde pasaban, como nosotros hacemos.
Era tanta la orden que tenía en todos sus reinos y
provincias, que no consentía haber ningún indio pobre
ni menesteroso; porque había orden y formas para ellos,
sin que el pueblo recibiera vejación ni molestia, porque
el Inca lo suplía de sus tributos, ni se movían los natu-
rales a andarse de unas partes a otras sin mandado de
sus caciques y principales; y los que tomaban desman-
dados los castigaban con gran rigor y ejemplo.
Era el Inca y lodos sus subditos enemiguísimos en
general de todos los que se le alzaban, y con los que
más veces se le habían rebelado estaba peor él y todas
sus provincias; y eran tenidos en gran oprobio de todos
y no les permitían ningún género de armas; siempre los
avilantaban de palabras y en sus refranes, como a los
indios del Collao, que los llamaban asraaycolla, como
quien decía el indio collado hiede; v los traidores, entre
ellos, se llamaban aiscaes, y esta palabra es la más avilan-
tada de todas cuantas pueden decir a un indio del Perú,
que quiere decir "traidor a su señor'*; así ahora el Inca
que anda alzado llama a los indios de estos reinos pornue
no le quieren acudir, anca; y ellos, con respecto de los
cristianos, le llaman a él y a los que le siguen, el mismo
nombre de Inga auca».

LA MANERA DE LAS IDOLATRÍAS DE ESTOS


REINOS
La manera de las idolatrías de estos reinos todas pro-
cedían de las que había en la ciudad del Cuzco; por-
que, como tengo dicho, cuando el Inca ganaba una pro-
vincia les daba las maneras de las que habían de guar-
dar en su servicio, y lo que habían de adorar y los ins-
truían en los sacrificios; y les mandaban hacer sus ado-
37
ratorios y dotarlos y ofrecerlos muy largo con muy gran
servicio de mujeres y hombres; y éstos se respetaban y
eran subditos todos a la casa del Sol del Cuzco, y al
como Papa que ellos allí tenían, le daban cuenta de los
ofrecimientos y riquezas que les daban. En el Cuzco ha-
bía casas del Sol, que eran muy bien obradas de can-
tería, y cercadas junto a la techumbre de una plancha
de oro de palmo y medio de ancho, y lo mismo tenían
por dentro en cada bohío o casa y aposento.
Tenía en el primer patio una gran pila de piedra bien
hecha, donde ofrecían chicha, que es un breva je hecho
de maíz, a manera de cerveza, diciendo que el Sol ba-
jaba allí a beber. Tenía un maizal de oro, con sus cañas
y mazorcas, antes que entrasen adonde estaba el bulto
del Sol, y el bulto del Sol tenían muv grande de oro,
y todo el servicio de esta: casa era de oro y plata; [•'
tenían doce horcones de plata blanca que dos hombres
no abrazarían cada uno, cuadrados, y eran más altos
aue una buena pica, donde echaban el maíz que habían
de dar al Sol. según ellos decían, para que comiese y
bebiese; este Sol escondieron los indios de tal manera,
o."** hapfs» hov no ha podido ser descubierto; dicen que
el Inca alzado lo tiene~consigo. Nin<?ún indio común osa-
ba p*sar ñor la calle del Sol, calzado, ni ninp-ur-.o. aun-
que fuera un erran señor, entraba en la casa del Sol, con
zapatos, Ten'a esta casa más de cuatro mil personas,
hombres y muí eres, de servicio. Era riquísima y abundan-
tísima de ganados, depósitos de todas las cosas de la
gran abundancia que de todas partes le ofrecían; en
el tiempo que los cristianos entraron en el Cuzco, era
como Papa o gran sacerdote de esta casa y de todas las
demás de todos estos reinos, un Inca, gran señor, que
se llamaba Vilaoma; éste sólo se intitulaba en la lengua
de los indios Indivianan (sic), que quiere decir 'Vervo
o esclavo del Sol". Era esta la segunda persona del In-
ca, porque el Inca se llamaba hijo del Sol, y éste escla-
vo del Sol, a los cuales todos éstos obedecían: al Inca,
38
como solo señor e hijo del Sol, y a este Vilaoma, como
solo siervo o esclavo del Sol.
La orden por donde ellos fundaban sus humeas, que
ellos llamaban a la idolatría, era porque decían que a
todas criaba el Sol, y que las daba madre por madre;
y que mochaban (20) a la Tierra porque decían que
tenía madre, y al maíz y a las otras sementeras y a las
ovejas y ganados aue tenían madre; y a la chicha, que es
el brebaje que ellos usan, decían que el vinagre de
ella era la madre y lo reverenciaban y lo llamaban ma-
ma, agua madre del vinagre, y cada cosa adoraban de
esta manera, y le tenían hechos, como digo, sus casas y
puesto su servicio muy cumplida y particularmente; a
la mar decían que tenía madre y que se llamaba Mama-
cocha, que es madre de la mar y le tenían gran respe-
to: v al oro asimismo decían que era lágrimas que el
Sol lloraba, y así cuando hallaban un grano grande de
oro en las minas, sacrificábanle y henchíanlo de sangre,
y poniéndolo en su adoratorio, decían aue estando allí
aquella huaca o lágrima del Sol, todo el oro de la tie-
rar se venía a juntar con él, y que de aquella manera
Jos que lo buscaban lo hallarían más fácilmente; de es-
t?i manera, procediendo por todos lo enseñaban a todas
l'^s provincias que conquistaban y les hacían servir a
todas estas huacas; y así mismo todos los señores de la
tierra, doquiera que estuviesen, se hacían adorar en vi-
da v en muerte* v después de muertos, cada uno de estos
indios y parcialidades, como por padre de donde los
otros habían procedido: v les hacían cada día casi or-
dinariamente sus ofrecimientos, y enterraban con ellos
mujeres vivas, diciendo que las habían menester para
que allá en la otra vida les sirviesen y que no era razón
que estuviesen ni durmiesen sin compañía y servicio, y
cada año les remudaban las, ropas y vestuario, y ente-
rrábanlos en bóvedas bien hechas con todo el oro, pla-

(20) Mochaban derivado de mucha. Véase nuestra nota N<? 31


de la Crónica "Fábulas y Ritos de los Incas'' que sigue des-
pués. (F.A.L.)
39
ta y ropas que cada uno en su vida había poseído; y
esto basta cuanto a las idolatrías. Y porque son tantas
y de tantas maneras que para entender las demás bas-
ta apuntar éstas y entender que en toda la tierra las
hacían estos Incas y señores del Cuzco.
No dejaré de decir que todas las veces que los indios
comían coca, ofrecen al Sol, y si se hallan junto al fue-
go la echan en él por manera de adoración, con gran
reverencia, y cada vez que pasan por algún puerto de
nieve o frío que encumbra, tienen allí por huaca y ado-
ración y señal que la hay, un gran montón de pie-
dras ( 2 1 ) , y en muchas partes puestas muchas saetas
ensangrentadas, y ofrecen allí de lo que llevan; y algu-
nos dejan allí algunos pedazos de plata, y otros se ti-
ran de las cejas y pestañas algunos cabellos y los ofre-
cen con gran reverencia; y tienen por costumbre de ca-
minar por allí muy calladamente y no osan hablar, por-
que dicen si hablan se enojarán los vientos y echarán
mucha nieve y los matarán. Por la bondad de Nuestro
Señor, aunque la doctrina sagrada de Nuestro Dios no
ha abundado hasta ahora en estos reinos, muchas cosas
de estas se han quitado a estos naturales y no osan ha-
cer, y los más no la saben ya hacer, porque las viejas
que las hacían y hechiceras son casi muertas; y es tan-
to el miedo que tienen a los religiosos que no lo hacen
ni se acuerdan de ellos, y si los reprenden los padres
por ello, responden que muy antiguamente, antes que
el Inca los ganase, ellos no tenían aquellos adoratorios
ni sabían que se era y que los Incas se los hacían te-
ner; pero que ya que ven que todo aquello de los In-
cas era mentira y todo se deshizo y que lo que les dicen
los padres es lo bueno, que no quieren ser sino hijos de
Dios y ser cristianos; y en toda esta tierra no se ha en-
tendido otra cosa en contra de esto.

(21) Apachita o apacheta era el nombre que se daba a esos


montones de piedra. Véase nuestra nota N<? 61 de "Ritos y Fá-
bulas de los Inkas", crónica que sigue después de ésta. (F.A.L.)
40
La falta en los pocos religiosos que hay para la doc-
trina y en el poco fervor de los que gobiernan y los en-
comenderos y los españoles que por acá hay, ponen en
que estos pobres se conviertan; porque como su codicia
es tan insaciable que nunca entienden sino en cómo se
harán riquísimos con los trabajos excesivos de los in-
dios; así, por la tasa que tienen como sin ella, ocupán-
dolos siempre en sus chácaras, minas y granjerias y en
cargas, caminos y guardas de ganados y servicio per-
sonal, en tanto grado que es verdad no se acuerdan de
sí mismos con el cuidado y vejaciones que les ponen en
estas cosas. •

Plugiera a Nuestro Señor que se ensolviese en esto


con que no muriesen y se disminuyesen de cada día. No
quiero guardar esto para otro lugar, pues se me ofrece
decirlo aquí: que es tanto la disminución de los natura-
les desde que los españoles entraron en la tierra hasta
hoy, sin haber en ella mortandad notable, si no es por
causa de guerra y notables trabajos, que hay muchos re-
partimientos que tenían a cinco o seis mil indios cuando
en los principios se repartió la tierra, y ahora no tienen
doscientos, y los valles y las tierras donde moraban es-
tán vacías de hombres y muy llenas de ganados y es-
tancias de los españoles, que es argumento que los es-
pañoles de esta tierra, por la mayor parte son más ami-
gos de criar ganados que hombres; yo he visto muchos
valles en esta tierra que por causa de los ganados ser
tantos y tan importunos, retraerse los indios a sembrar
en los pedregales y arenales inútiles y poseer los gana-
dos sus mejores aposentos y tierra de pan coger.
Una de las cosas que el visorrey don Antonio de Men-
doza apuntó en estos reinos cuando los vio y entendió
que estaban llenos de ganado y vacíos de hombres, dijo
que se apercibiesen en todos de echar los ganados de
los valles y los subiesen a las sierras, porque él quería
que en los bajos se criasen antes hombres que ganados;
y como le llevó Nuestro Señor, esto cesó y se está la
41
cosa c o m o a n t e s y aun plega a Nuestro Señor n o esté
peor, lo cual y o t e m o h a r t o .
P o r ser tan confusa la historia d e estos naturales d e
estos reinos no quiero traer m á s origen d e los señores
d e elios d e lo que los antiguos, que al t i e m p o que los
españoles e n t r a r o n en la tierra, se a c o r d a b a n p o r vista
d e ojos, p o r q u e esto es io v e r d a d e r o , pues no alcan-
z a b a n letras p a r a m á s d e lo que la vista les diese a en-
t e n d e r y es d e saber que c u a n d o los españoles e n t r a r o n
en el 'cuzco h a b í a indios que se a c o r d a b a n d e un señor ,
inca que se l l a m a b a Tútpac Inca Yupanqiri, el cual fué
padre de Huayna Capac, padre de Atahuaipa y d e Huás-
car y d e M a n c o ínca, y dejó otros m u c h o s ; p e r o que
estos tres fueron los m á s principales, y los que ios espa-
ñoles a l c a n z a r o n en los principios d e la tierra a ver. Este
T ú p a c i n c a Yupanquá conquistó por su persona, según
dicen los indios, la m a y o r p a r t e d e estos reinos, y fué
m u y valeroso e hizo y acrecentó los caminos reales d e
la sierra y llanos, quinientas leguas d e aquella p a r t e del
C u z c o ; éste conquistó el Colkio, que se rebeló m u c h a s
veces, y d e s d e el Cuzco hasta la provincia d e Chile, que
son quinientas leguas, y t o d a su habitación fué d e s d e el
Cuzco hasta el estrecho d e Magallanes ( 2 2 ) , y t r a b a j ó

(22) No obstante que hay publicistas que, con el objeto de


aminorar los elevados prestigios del Imperio de los Inkas, no
solo aminoran su espléndida cultura, sino también su extensión
territorial; pero hay pruebas irrefutables que aplastan estas su-
percherías, como aquella de que la cultura inkaica apenas lle-
gó hasta la región de Bío-bío en Chile... Nuestro cronista Mo-
lina está en lo cierto ai afirmar que el Imperio de los Inkas lle-
vó su autoridad y dominio hasta ei estrecho de Magallanes.
Gracias a un jesuíta español, eí Padre Luis de Valdivia, autor
de "Doctrina Cristiana y Catecismo, con un Confesonario, Arte
y Vo-javulario de la Lengua Allenííak", publicada en Lima en
1602, y a otros testimonios, podemos afirmar que la cultura de
los Inkas fué más allá del estrecho de Magallanes; pasó a la Tie-
rra del Fuego. La lengua de los Allentiak, o de los guarpes, tri-
bus indígenas que se extendían desde San Juan de la Frontera
en la República Argentina hasta las regiones cercanas al estre-
cho de Magallanes, es hoy una de las tantas lenguas desapa-
42
m u c h o y al c a b o vino a m o r i r en el Cuzco, y Sucedióle
su hijo H u a y n a C a p a c , que en lengua del Cuzco quiere
decir " m a n c e b o r i c o " .
Este H u a y n a C a p a c fué t a n valeroso y tan a m i g a b l e
d e los suyos, que n o s o l a m e n t e sustentó lo q u e su p a d r e
h a b í a g a n a d o p e r o vino g a n a n d o d e s d e el C u z c o h a s t a
l a s provincias d e Q u i t o y los Pastos, t u v o g r a n d e s gue-
rras en Q u i t o , y al c a b o los sojuzgó y dio policía, p o r
la o r d e n que y a es dicha, e hizo gran estrago en los H u a -
m a r a c o n e s , que es en las provincias d e O t a v a l o y Ca-
y a m b e ; y a n d a n d o o c u p a d o en esto, dicen los indios d e
Q u i t o que quería p a s a r a descubrir las provincias d e P o -
p a y á n ; y t u v o noticia que n o era p a r t e p a r a ello, y,
c o m o era tan gran señor, que tenía m á s d e mil leguas
d e señorío, y le hicieron a q u e l l a g e n t e i n e x p u g n a b l e , y
los suyos a c o b a r d a b a n y no querían ir en aquella con-

recidas americanas, y que la laboriosidad y diligencia del Padre


Valdivia la ha salvado del olvido... Y en su Arte y Vocabulario
Allentiak, encontramos vocablos del idioma general de los In-
kas, del idioma kechwa. Tenemos las palabras patak, o pachak
que quiere decir "cien" tanto en el allentiak como en el kechwa;
igualmente tenemos las palabras quelkatau, o quellcata, signifi-
cando "escritura" en ambos idiomas.
Para mayor abundamiento tenemos en el idioma araucano tam-
bién palabras kechwas, tales como: patak, pachak (cien); waran-
ka (mil).
En Tierra del Fuego se habla el yahgan; y es digno de ano-
tarse que en este idioma, pachak, o patak, quiere decir: "cien*'
igual que en el kechwa; y también conviene agregar que los vo-
cablos utu, o uta, del allentiak, significan "casa'\ igual que en
la lengua aymara. Y tanto ésta como la lengua kechwa perte-
necen al Imperio de los Inkas. De aquí se deduce que la cul-
tura inkaica no sólo llegó a Bío-bío, sino que avanzó hasta más
allá del Estrecho de Magallanes, que es lo que estamos demos-
trando.
Para mayor comprensión de estos apuntes filológicos compro-
batorios, recomendamos a nuestros lectores, además de la ya
citada obra del Padre Valdivia, los estudios siguientes:
Henry de la Vaulx. A travers la Patagonie. Journal de la So-
ciété des Americanistes de Paris. Tome second. (París—1897).
Raoul de la Grasserie. De la Langue Allentiak. Journal de la
Société des Americanistes de Paris. Tome III. (París—1900).
43
quista, murió de pesar e imaginación ( 2 3 ) , diciendo que
cómo era posible que siendo el sólo hijo del Sol, y solo
Inca, pudiese haber otro mayor Señor, y otras gentes
más fuertes que la suya y de tal manera que los suyos
no los osase acometer; dicen que alcanzó a tener noticia
de cómo los españoles llegaron la primera vez a Túm-
bez, y dicen que dejó mandado a sus hijos que no pe-
leasen con los cristianos y oitras cosas que, por no ser
de importancia, no las pongo aquí. Al tiempo que Huay-
na Capac murió en las provincias de Quito, tenía dos
hijos, en que tenía puesta toda su esperanza, que el uno
era Huáscar, hijo de su mujer y hermana legítima, a
quien venía de derecho todos los reinos y señoríos del
padre, por ser hijo de hermana suya, según costumbre
de estos señores del Cuzco, que ellos solos se podían
casar con sus hermanas para la procreación de los hi-
jos, y los que eran hijos del Inca y de hermana del In-
ca, aquellos heredaban como más propincuos y de más
esclarecido linaje; y así otros indios, algunos aunque
fuesen señores, tenían a sus hermanas por mujeres o lle-
gaban a ellas, teníanlas por malas.
El otro hijo de Huayna Capac era Atahualpa, que era
su hijo y de una india natural de las provincias de Qui-
to; y para con los Incas no era tenido en tanto como el
que era hijo de señora del Cuzco, a que ellos llaman
paya; y los más premin entes y honrados son los que
son hijos de coya, que este solo nombre tenían las hi-
jas del Inca y las más principales de ellas eran las hijas
de hermanas y mujeres del Inca. Así que Huayna Capac
no embargante que su hijo Huáscar era señor universal,
después de sus días, de estos reinos, quería y deseaba
partirlos y dar la mitad de ellos a Atahualpa, la cual
cosa era aborrecible a todos los incas y señores del Cuz-
co, y tiénese por cierto que antes que muriese Huayna

(23) Está comprobado que el Emperador Wayna Kapak mu-


rió de viruelas, peste importada por los europeos a principios del
Siglo XVI. (F.A.L.)
44
Capac, trató esto con su hijo Huáscar y se lo envió a
rogar al Cuzco; él no hacía buen rostro a lo que su
padre le rogaba; en conclusión, Huayna Capac dejó a
su hijo Atahualpa lo de Quito y lo demás quedó a Huás-
car, que era señor del Cuzco; y aún bien no le cons-
taba a Huáscar de la muerte de su padre, cuando envía
ejército sobre Atahualpa para que lo desposeyesen de
lo que su padre le había dejado y mandaba que se lo
llevasen preso al Cuzco para hacer justicia de él; y así
fué hecho que favorecieron para esta guerra tanto e ins-
taron las provincias de los Cañares, que eran comarca-
nos a los de Quito, que después de haber peleado los
unos contra otros, fué preso Atahualpa por la gente de
su hermano Huáscar y puesto en prisión; de la cual me-
tiéndole un principal amigo suyo una barreta de cobre,
de noche, cavó por la casa y prisión donde estaba y se
salió y salvó; y dende a poco tiempo tornó a caudi-
llar gentes de aquellos de Quito, que le amaban mucho
por ser su natural, y con ejército revolvió sobre las pro-
vincias de los Cañares que le habían sido contrarias, y
destruyólas y mató lo más de la gente de ellas; y pasó
adelante y fué juntando gente y ejército, y como las gen-
tes y provincias por donde pasaba lo conocían por tan
valeroso, acudíanle y holgaban de le servir contra su
hermano Huáscar; y envió adelante de sí dos capitanes
con gran cantidad de gente al Cuzco a pelear contra su
hermano Huáscar; y él iba, poco a poco con la demás
gente, aunque con un grueso campo en tiempo que los
españoles caminaban por la costa y venían hacia donde
él estaba; el cual, como estaba avisado de su venida,
aunque había ya pasado más de 20 ó 30 leguas de Ca-
jamarca, volvió a verse con los españoles a Cajamarca,
y en el camino, en la provincia de Huamachuco mandó
quemar una huaca e idolatría muy principal, donde el
demonio daba respuestas; porque dijo allí a los hechi-
ceros que le servían que Atahualpa había de ser ven-
cido de los cristianos, y de esta mohína no dejó hechi-
cero, de todos los de aquella provincia, vivo que no man-
45
dará matar; y así fué a Cajamarca donde le prendieron
los españoles y le pidieron por su persona una casa de
oro y plata, el cual se la hinchó, y cumplido él esto, lo
mataron, como ya hemos dicho.
Dícese que estando preso le vino nueva cómo sus ca-
pitanes Quisquís y Chalcuchima a quien él había man-
dado al Cuzco, después de haber habido grandes bata-
llas con Huáscar, en las cuales a los principios él fué
vencedor y después con una cautela que usó con el ca-
pitán general de Atahualpa, Chalcuchima, fué preso y
muerta mucha parte de su gente; y teniéndole preso, el
Chalcuchima con engaño le dijo un día que éí entendía
que Atahualpa no era señor natural, sino él; que él le
quería entregar toda la gente que traía de guerra y le
quería servir contra su hermano Atahualpa, y que para
ello mandase juntar todos los señores y principales del
Cuzco para que en presencia de ellos se hiciese aquel
acto, lo cual el Inca Huáscar mandó poner luego por
obra, y juntando más de dos mil señores en la plaza
del Cuzco; mandó el Chalcuchima que diesen en ellos
y allí los hicieron a todos pedazos, y las señoras del
Cuzco que pudieran haber, mataban, y a las que esta-
ban preñadas les sacaban los hijos por los ijares, por-
que este capitán pretendía acabar toda la generación
de los Incas, para que él y su señor señoreasen más li-
bremente (24) ; y después que hubo hecho esto, envió
mensajeros a su señor Atahualpa, el cual estaba a la
sazón preso, y dicen que envió a mandar que matasen
luego a su hermano Huáscar, porque si lo viesen los
cristianos no le diesen la vida y le tornasen a restituir
en el señorío del Cuzco; lo cual, como fué hecho, sabi-
da la certinidad de ellos por el Atahualpa, dicen que

(24) Sobre estos hechos los cronistas al relatarlos no hacen


más que repetir las informaciones que recogieron de las gentes
del Cuzco, enemigos de las huestes de Atawalpa. De allí que es
prudente no aceptar, a fardo cerrado, los hechos cruelísimos que
se ponen al haber de Calcuchimac. Informaciones tales necesitan
siempre un descuento de un tanto por ciento razonable. (F.A.L.)
46
se estaba un día riendo y que le preguntó mirando en
ello el gobernador Pizarro, de qué se reía, el cual le di-
j o : "Yo te diré, señor: has de saber, señor, que mi her-
mano Huáscar decía que había de beber con mi cabe-
za; yo he bebido con la suya y ya me han traído su
cabeza para este efecto, y tú beberás con la suya y con
la mía; yo pensaba que no bastaba todo el mundo para
conmigo, y tú con cien españoles me has prendido y
muerto mucha parte de mi gente".
Ya hemos dicho cómo los españoles entraron en el
Cuzco la vez primera, y echaron de la ciudad a todos
los indios de la parcialidad de Atahualpa, y cómo aque-
llos capitanes de Atahualpa, Quisquís y Chalcuchina, sa-
lieran a los españoles como cinco o seis leguas del Cuz-
co, y a la subida de la cuesta de Villacunta les mataron
cinco españoles; y ahora es de saber que corno los na-
turales del Cuzco y su tierra estaban mal con Atahualpa
y con su gente, que era venida de las provincias de
Quito, que es más de quinientas leguas de él, favorecían a
los españoles con todo cuanto podían; y los españoles,
después de dejar recaudo de gente en la guarda del
Cuzco, fueron en seguimiento de la gente de Atahual-
pa, y los echaron de toda la tierra del Cuzco, y pren-
dieron al capitán general de Atahualpa, Ghalcuchima y
lo quemaron; y el otro capitán llamado Quisquis, con 15
ó 20,000 indios de guerra, fué atravezando toda la tie-
rra y robándola, la vuelta de Quito; donde allí llega-
do, y habiendo algunos reencuentros con la gente de
Benalcázar, que era capitán general de Quito, y con
otros, se deshizo y desbarató todo en breve tiempo, y
quedaron por entonces estos reinos en paz, digo de la
guerra que los indios y gente de Atahualpa les daba,
que por parte de los españoles por doquiera que cami-
naban y andaban se ardían; y la causa era que como
no se contentaban del servicio de los naturales y preten-
dían robarles en cada pueblo, en muchas partes no las
podían sufrir, y se comenzaba a alzar y caudillarse pa-
47
ra defenderse de ellos, porque ciertamente en demasía
les hacían malos tratamientos.
Tornemos ahora a los Gobernadores que estaban jun-
tos en el Cuzco y habían de nuevo capitulado, y partido
la hostia, y tratado y concertado que Almagro y su gen-
te hiciese el descubrimiento de Chile; sucedió en este
tiempo que era, como hemos dicho, entrado el año de
35, aunque es menester itraer el cuento de más atrás; es
de saber, que cómo fueron muertos los dos señores que
pretendían, cada uno, tener y mandar todos estos reinos,
conviene a saber, Huáscar Inca y Atahualpa, quedó la
tierra sin señor.
El Marqués Pizarro, entendido esto, inquirió de los
naturales el que había de ser su sucesor en el Cuzco
y mandar la tierra; y fuéle traído un Inca que decían
los indios que aquél era hijo de Huayna Capac, y que
era el más principal y a quien venía la sucesión de es-
tos reinos; y el Marqués lo hizo Inca y le dio la borla,
el cual se llamaba ; era muy bien
acostumbrado y mostrábase muy amigo de los españo-
les. Murió dentro de dos o tres meses que fué señor, y
luego dende a pocos días, caminando el Marqués al
Cuzco antes que le ganase, siete leguas antes que lle-
gase a él, le salió al camino Manco, muchacho de has-
ta diez y seis años, que andaba huyendo de la gente de
Avtahualpa, porque no le matasen, y venía tan solo y
desamparado que parecía un indio común, con sólo un
pajecito, y sabido por el Marqués que era a quien le
venía el señorío, le dio la borla y le hizo Inca y entró
con él en el Cuzco por tal, y fué recibido de toda la
tierra y tenido por Inca y señor natural; y era en gran
manera querido y amado de todos, en tanto grado, que
era cosa admirable, y llamábanle los del Cuzco Inca
muchacho; y dondequiera que iba se movía toda la tie-
rra a ir tras él y a le servir. Estando los Gobernadores
en el Cuzco haciendo sus capitulaciones para los descu-
brimientos de adelante que había de osar Almagro, co-
mo dicho habernos, sucedió allí, como el Inca y algu-
48
nos parientes suyos entendieron que entre los dos Gober-
nadores había grandes diferencias; así mismo se acorda-
ron los señores del Cuzco a seguir unos a Almagro, otros
a Pizarro, y unos con otros tenían grandes pláticas y di-
ferencias entre sí sobre ello, y encendiéronse tanto, que el
Inca mandó a un español, su amigo, que de noche fuese
a casa de un hermano suyo, que era muy gran señor, y
le matase, y luego fué hecho, y el Inca se velaba de no-
che y hacía que durmiese con los españoles de los de Al-
magro, porque aquella parcialidad seguía él.
Un tío del Inca, que se llamaba Pasca, y otros herma-
nos e indios sustentaban la parcialidad de los Pizarro;
y para remediar estas diferencias, los Gobernadores man-
daron en sus casas llamar al Inca y a su tío Pasca y a
otros principales, y para hacerles amigos les habló muy
largo todo lo que le pareció convenía; a lo cual, como
el Inca era tan gran señor y le parecía que su tío ni
otro ningún indio por muy erran señor que fuese en su
tierra, le había de hacer hablar, como lo hacían aqué-
llos con el favor del Maraués; lo cual entendiendo un
hermano del Inca, que se llamaba Paulo Inca, dijo allí
al Pasca y a los demás: "¿Por qué vosotros os atrevas
a hablar al Inca, vuestro señor, tan libremente y le de-
cís lo que aueréis con favor de los cristianos? Os po-
déis poner de rodillas delante de él y pedirle perdón de
tan gran atrevimiento como habéis tenido, quereos igua-
lar con su persona". Y éste habló estas cosas tan seña-
ladamente y co^ tanto aire y autoridad, que el Marqués
y los que presrntes estaban miraron en ello mucho y
preguntó el Marqués aue qué indio era aquél y qué aquel
era lo qu^ había hablado. Y fuéle dicho por el intér-
prete que allí estaba lo que había dicho a la letra que
era hermano del Inca; y el Marqués se enojó de esto
y le dio un bofetón, y pesóle de ello mucho al Inca, y,
en fin, no se pudieron concluir las paces entre el Inca
y sus deudos, y cada uno se fué a su posada. Y es de sa-
ber que aquel Paulo Inca, hermano del Inca, era un
indio muy discreto y sabio y de mucho tono; fué con
49
Almagro a las provincias y descubrimientos de Chile y
pasó muchos trabajos en el viaje y sufriólos con buen
ánimo; y, vuelto al Cuzco, le dieron las casas de Huás-
car en que viviese, que eran las más principales casas
del Cuzco, y le dieron un repartimiento de dos mil in-
dios en la provincia de los Cañares, y mandaba el Cuz-
co y a todos los naturales de él. Murió cristiano y se
mandó hacer una capilla donde se enterró suntuosamen-
te y hubo servicio de españoles y su misa, y por la mis-
ma orden ha quedado su casa y memoria en el Cuzco,
porque sus hijos se tratan como cristianos y tienen su
doctrina evangélica por la bondad de Nuestro Señor.
Quiero poner aquí una cosa que hicieron todos los
naturales del Cuzco el día de su muerte, por ser cosa
notable y de buena disciplina y ejemplo. Como supieron
que había expirado, todos los indios de guerra, vecinos
al Cuzco, con todas sus armas de flechas y lanzas y po-
rras, cada uno con lo que servía en la guerra, se su-
bieron a las casas del dicho Inca Paulo y la cercaron
toda y se poníam encima de todos los altos y paredes,
acoderándose de ella y dando grandes voces y grita,
allende que todos los moradores del Cuzco lloraban a
voz en grito; eQtos se señalaron más y allí se estuvie-
ron guardando la casa del dicho Paulo Inca hasta que
le enterraron; ^ preguntados que por qué habían ocu-
rrido allí aquellos indios de guerra en aquel tiempo, que
serían hasta cuatrocientos o quinientos, dijeron que era
costumbre del Cuzco que cuando moría el señor natu-
ral, porque cor la alteración de la novedad no se me-
tiese algún tirado en la casa del señor y se enseñorease
de la mujer e h'^os del señor y los matase, y tiranizase
la ciudad y el reino, se reunían allí a estorbarlo y no
se volvían a sus casas hasta que el hijo legítimo del se-
ñor muerto quedase señalado por señor universal del
imperio; en el entierro de este señor lloraba toda la
ciudad, cristiarrs e indios.
Estando las essas en el estado que habéis oido, con-
viene a saber les señores del Cuzco en parcialidades, y
50
los Gobernadores apaciguados y conformes en lo exte-
rior, sucedió que, vuelto el Inca a su casa, donde a dos
o tres días fuéle dicho que el Marqués estaba enojado
de él, y esto procedió de que el Marqués Pizarro te-
nía una lengua e intérprete, el cual amenazaba de pa-
labra al Inca, porque sentía que no era amigo del Mar-
qués y lo era del Adelantado Almagro; y Almagro te-
nía otra lengua que se llamaba don Felipe, que era gran
familiar y amigo del Inca, y entre estas dos lenguas ha-
bía envidias y con sus pasiones alteraban los naturales,
porque cada uno de ellos daba entender a los natura-
les que su señor era el Gobernador y el que había de
permanecer; y como el Inca estuviese muy temeroso,
tanto que, como ya he dicho, no osaba dormir solo en
su casa sin guarda de algún español que le acompañase;
un día, en anocheciendo, se ausentó de su casa y se fué
secretamente a la posada del Adelantado Almagro y se
metió en su cámara, lo cual, entendido por los españo-
les y vecinos del Cuzco, van con gran alteración y ró-
banle y saquéanle la casa e hiciéronle gran daño, sin que
se pudiese estorbar ni remediar, ni al Marqués se le dio
mucho del robo. Aquella misma noche hizo saber Al-
magro al Marqués cómo el Inca, de temor de ciertas
cosas que le habían dicho las lenguas, se había venido
de temor y metido debajo de su cama, que le supli-
caba que no permitiese que al Inca se le pusiesen aque-
llos temores y que mandase castigar a los que le ha-
bían saqueado la casa, lo cual se disimuló y el Inca que-
dó bien alterado.
Acaecieron estas cosas en el mes de Abril de 1535,
cuando en el valle del Cuzco se cogían los maíces y se-
menteras, en la cual cosecha los señores del Cuzco te-
nían costumbre hacer cada año un gran sacrificio al Sol
y a todas sus huacas y adoratorios del Cuzco, por ellos
y por todas las provincias y reinos, los cuales comenzó
el Inca a hacer y duraron ocho días arreo, dando las
gracias al Sol por la cosecha pasada y suplicándole que
en las sementeras por venir, les diese buenos frutos, y
51
aunque esto es abominable y detestable cosa, por hacer-
se estas fiestas (hay este hueco en el original) a la cria-
tura, dejado el Criador a quien se habían de hacer
gracias debidas, es cosa de gran ejemplo para entender
las gracias que somos obligados a dar a Dios, verdadero
Señor nuestro, por los bienes recibidos, de lo cual nos
descuidamos tanto cuanto más le debemos.
Sacaban en un llano, que es a la salida del Cuzco,
hacia donde sale el Sol en amaneciendo, todos los bul-
tos de los adoratorios del Cuzco, y los de más autori-
dad ponían debajo de toldos de pluma, muy ricos y
bien obrados, que parecían muy bien, y hacían de esta
toldería una calle, que distaban la una toldería de la
otra un gran tiro de herrón, en la cual distancia se ha-
cía una calle muy ancha de más de 30 pasos, y en esta
calle se ponían todos los señores y principales del Cuz-
co, sin intervenir señor alguno de otra generación; y
éstos todos eran orejones muy ricamente vestidos con
mantas y camisetas ricas de argentería y brazaletes y pa-
tenas en las cabezas, de oro fino y muy relumbrantes,
los cuales hacían dos hilas, que cada una tenía más
de trescientos señores; y en manera de procesión, los
unos del un lado y los otros del otro, estaban muy ca-
llados y esiperando a que saliese el Sol, y aún no había
salido bien, cuando así como comenzaban ellos a ento-
nar con gran orden y concierto un canto, entonándole
con menear cada uno de ellos un pie, como cantores de
canto del órgano, y como el Sol iba saliendo, más alto
entonaban su canto.
El Inca tenía su tienda en un cercado con una silla y
escaño muy rico y apartado un poco de la hila de és-
tos; y al entonar, levantábase con gran autoridad y po-
níase en el principio de todos y era él el primero que
comenzaba el canto, y como él hacía, hacían todos; y
ya que había estado un poco, volvíase a su silla y allí
se estaba negociando con los que venían hacia él; y al-
gunas veces, de rato en rato, iba a su coro y estaba un
poco, y luego se tornaba; y así se estaban estos can-
52
tando desde que salía el Sol hasta que se encubría del
todo, y como hasta el medio día el Sol iba saliendo,
ellos iban acrecentando las voces, y de medio día abajo
las iban menguando, teniendo gran cuenta con lo que el
Sol caminaba; y en todo este tiempo le hacían grandes
ofrecimientos en una parte, en un terraplén donde esta-
ba un árbol, estaban indios que en un gran fuego no
hacían sino echar carnes y quemarlas allí y consumirlas
en el fuego, y en una mandaba el Inca echar can", i dad
de ovejas a los indios comunes y pobres a la rebatiña,
lo cual era cosa de gran pasatiempo.
A las ocho del día, salían del Cuzco más de 200 mu-
jeres mozas, cada una con su gran cántaro nuevo, de
más de arroba y media de acá (chicha), embarrado
con su tapadera, las cuales todas eran nuevas, y con las
mismos tapaderas nuevas y un mismo embaír amiento,
venían de cinco en cinco y con mucha orden y concier-
to, esperando de trecho en trecho, ofrecían aquello al
Sol, y muchos cestos de una 3'erba que ellos comen que
se llama coca, en su lengua, que es la hoja a manera
de arrayán; y tenían otras muchas ceremonias y ofre-
cimientos que sería largo de contar: baste que ya, cuan-
do a la tarde se quería ocultar el Sol, ellos, en el can-
to y en sus personas, mostraban gran tristeza por su
ausencia y enflaquecían de industria mucho las voces;
y ya cuando el Sol se entraba del todo, que se desapa-
recía a la vista de ellos, hacían una gran admiración,
y, puestas las manos, le adoraban con profundísima hu-
mildad, y alzaban luego todo el aparato de la fiesta y se
quitaba la toldería, y cada uno se iba a su casa y tor-
naban aquellos bultos y reliquias pésimas a sus casas y
adoratorios, y así por la misma orden, vinieron ocho o
nueve días arreo, Y es de saber que aquellos bultos de
ídolos que tenían en aquellos toldos, eran de los Incas
pasados que habían señoreado el Cuzco; cada uno te-
ñía allí gran servicio de hombres que todo el día les
estaban mosqueando con unos aventores de plumas de
53
cisnes, de espejuelos; y sus mamaconas, que son como
beatas, en cada toldo había como doce o quince.
Pasadas todas las fiestas, en la última llevaban mu-
chos arados de mano, los cuales antiguamente eran de
oro; y hechos los oficios, tomaba el Inca un arado y co-
menzaba con él a romper la tierra, y lo mismo los demás
señores para que de allí adelante en todo su señorío
hiciesen lo mismo; y sin que el Inca hiciese esto no había
indio que osase romper la tierra, ni pensaban que produ-
jese si el Inca no la rompía primero; y esto basta, en
cuanto a las fiestas.
Pasadas estas fiestas y otras muchas cosas que sería
largo proceso decirlas, porque el Inca en aquel tiempo
dio al Adelantado mucha cantidad de oro, y una her-
mana del Inca, que era la más principal señora que en
estos reinos había, la cual se llamaba Mama Chimpu»
hija de Huayna Capac, y de una hermana suya, a quien
si fuera varón venía el señorío del ¿inca; dio a Almagro
un hoyo donde tenía cierta argentería de plata y oro,
que en la fundición metido y fundido, hecho barras, pe-
só veinte y siete mil marcos de plata; y sin esto dio a
otro capitán, de las sobras de aquel hoyo, doce mil
castellanos; y ni por eso esta pobre fué más honrada ni
favorecida de los españoles, antes fué deshonrada mu-
chas veces, porque era muy moza y de gentil apostura,
y se hinchó de bubas, hasta que al cabo, después en tiem-
pos del Licenciado Vaca de Castro, se casó con un es-
pañol vecino, y fué Nuestro Señor servido de que mu-
riese cristiana y fué muy buena mujer.
Y de estas señoras del Cuzco es cierto de tener gran
sentimiento el que tuviese alguna humanidad en el pe-
cho, que en tiempo de la prosperidad del Cuzco, cuan-
do los españoles entraron en él, había gran cantidad de
señoras que tenían sus casas y sus asientos muy quietas
y sosegadas y vivían muy políticamente y como muy
buenas mujeres; cada señora acompañada de quince o
veinte mujeres que tenía de servicio en su casa, bien traí-
das y aderezadas, y no salían de esto y con gran ho-
54
nestidad y gravedad y atavío, a su manera, y es la cas-
tidad de estas señoras principales creo yo que en el (aquí
hay un hueco en el original) que había más de seis mil,
sin las de servicio, que creo yo eran más de veinte mil
mujeres sin las de servicio, y mamaconas que eran las
que andaban como beatas; y desde a dos años casi no se
hallaba en el Cuzco y su tierra sino cada cual y cual,
porque muchas murieron en la guerra que hubo y las
otras vinieron las más, a ser malas mujeres. Nuestro Se-
ñor perdone a quien fué la causa de esto y a quien no
la remedió pudiendo.
La primera cosa que hicieron los gobernadores des-
pués de haber capitulado y partido la hostia, fué que
apregonaron en la ciudad del Cuzco que todas las per-
sonas que en él estaban que no tenían qué hacer, se
apercibiesen para el descubrimiento de Chile que el Ade-
lantado Almagro quería hacer, y luego, tras esto, el
Adelantado pidió al Inca que le diese dos señores para
que enviase adelante del Cuzco, para hacer el viaje y
apercibiera a toda la tierra para que sirviesen a los es-
pañoles que habían de ir con él; y el Inca le dio a su
hermano Paulo Inca, de que ya tratamos, Vilaoma que
era él, que era como Papa que tenía a cargo todas las
idolatrías de la tierra, los cuales envió el dicho Ade-
lantado, delante de sí, en compañía de tres españo-
les de a caballo, y les mandó que no parasen hasta las
doscientas leguas; según los indios y caciques decían iban
por cada repartimiento, pidiendo oro para el dicho Al-
magro, y así fué público y notorio y pareció, porque
en una provincia de Tupisa, doscientas leguas del Cuz-
co, estuvieron esperando al Adelantado y tenían reco-
gido cantidad de oro y plata, y esto fué así mismo gran
principio de se alterar la tierra.
Así mismo envió al capitán Saavedra con todos los
españoles que le quisiesen seguir, y dióle comisión para
que conforme a la capitulación que había hecho con el
¡Marqués, a las ciento y treinta leguas del Cuzco pobla-
se un pueblo, si le pareciese, y desde allí comenzasen
55
a ser los límites de su gobernación, el cual lo hizo así
y paró en el pueblo de Paria, ciento y treinta leguas del
Cuzco, y le vino allí toda la tierra del Collao, y de los
Charcas, y le servían con gran voluntad, y con hasta cien-
to cincuenta hombres estuvo allí esperando lo que Al-
magro le mandaría.
El Adelantado Almagro, después que se vio en el
Cuzco desarmado de su gente, temió el Marqués no le
prendiese por las alteraciones pasadas que había tenido
con sus hermanos, como ya hemos dicho; y dicen que
por ser avisado de ello tomó la posta y se fué al pue-
blo de Paria, donde estaba su capitán Saavedra, y no
paró allí, porque traía gran determinación de hacer él
descubrimiento de Chile, y dejó mandado al capitán Saa-
vedra que fuese en su seguimiento; y él con diez o doce
de caballo se fué adelante por el camino real hacia las
provincias de los Chichas, cuya cabeza era el pueblo de
Tupiza, donde dijimos que le estaban esperando Paulo
Túpac Inca y Vilahoma, y en el camino le vino posta
del Cuzco que le avisaban que no le convenía hacer
a'quel viaje y descubrimiento, porque el Obispo de Pa-
namá, Berlanga, había llegado a la costa del Perú y ve-
nía a partirle los límites de su gobernación con el Mar-
qués Pizarro.
Y esto era verdad; pero como el Adelantado iba ce*
bado por la codicia y la ambición de señorear grandes
reinos por la noticia que le daban los indios falsos de
la riqueza y gente de Chile, no tuvo en nada la tierra
en que estaba, y la dejaba y permitía destruir de lo que
llevaba, porque le siguiesen muy contentos y alegres
en el dicho descubrimiento. Verdad es que algunas co-
sas cas'tigaba y reprendía, pero eran muy pocas y con
muy liviano castigo pasaba por todo.
Sacaron los españoles de lo poblado y términos del
Cuzco para el descubrimiento gran cantidad de ovejas,
ropa y naturales que llevaban; los que de su voluntad
no querían ir con ellos, en cadenas y sogas atados, y
todas las noches los metían en prisiones muy agrias y
56
ásperas, y d e d í a los l l e v a b a n c a r g a d o s y m u e r t o s d e
h a m b r e ; lo cual e n t e n d i e n d o los naturales, n o los osa-
b a n esperar en sus p u e b l o s y dejábanles, sus haciendas,
m a n t e n i m i e n t o s y g a n a d o s , libremente, d e lo cual se a p r o -
v e c h a b a n ; y c u a n d o no tenían indios p a r a c a r g a r y mu*
jeres p a r a que les sirviesen, j u n t á b a n s e en c a d a p u e b l o
diez o veinte españoles o cuatro o cinco, los cuales pa-
recían; y, so color que aquellos indios d e aquellas p r o -
vincias e s t a b a n alzados, los iban a buscar, y hallados,
los traían en c a d e n a s y los l l e v a b a n a ellos y a sus mu-
jeres e hijos, y a las mujeres que t e n í a n b u e n p a r e c e r
t o r n a b a n p a r a su servicio; y m á s a d e l a n t e que p o r nues-
tros p e c a d o s m u y p o c a cuenta tenían, con si eran cris-
tianas las indias o no, ni se t r a t a r a d e tal cosa, y el
que lo t r a t a b a fuera tenido p o r hipócrita si m e t i e r a mu-
cho la m a n o en ello; casi n o h a b í a viernes ni s á b a d o ,
p o r q u e t a m b i é n se c o m í a c a r n e c o m o en los otros días, y
m u y c o n t a d o s eran los españoles que tenían cuenta con
e s t o ; algunos españoles, si les n a c í a n p o t r o s d e las ye-
guas que llevaban, los h a c í a n caminar en h a m a c a y en
a n d a s por los indios, y otros p o r su p a s a t i e m p o se ha-
cían llevar en a n d a s , l l e v a n d o los caballos del diestro
p o r q u e fuesen m u y g o r d o s . ( 2 5 )
H e m e t i d o t a n t o la m a n o en esto y en que si p o r d o -
quiera que p a s a b a n n o les «¡ervían los indios, y a ú n si
los servían, si no les d a b a n t a n t o r e c a u d o c o m o su v o -

(25) La lectura de este acápite y del que sigue llena de ho-


rror al espíritu más insensible, al más indiferente. Y lo narra-
do en estas líneas es de veracidad absoluta, por proceder de
un testigo ocular y de honradez insospechable; pues, aunque es
compañero de Diego de Almagro en la desgraciada expedición
a Chile, sabe decir la verdad de acuerdo con su conciencia y
su piedad cristiana.
En esta "Crónica", escrita allá por los años de 1539, Cristóbal
de Molina, Sochantre de la Catedral de Santiago de Chile, igua-
la sino supera, al denunciar los crímenes de los Conquistadores,
al apóstol Fray Bartolomé de las Casas, que es y será siempre
gloria de España y orgullo de la Humanidad!... (F.A.L.)
57
Juntad les persuadía, hacían ranchear sus pueblos y les
tomaban por fuerza todo lo que se les antojaba y les sa-
caban las mujeres y los hijos; y deshacían las casas para
lena, si no les proveían de elia tanto como se les anto-
jaba; y de eeta manera iban destruyendo y arrumando
toda la tierra, la cual se alzaba, y con estas cosas al
español que hallaban desmandado de los otros le ma-
taban; así mismo imponían los españoles a los indios de
servicios que llevaban y a los negros, que fuesen grandes
ranehadores y robadores, y el que era mayor rancha-
dor era de más estima y valor, y el que no lo usaba
era apaleado cada día, y el que tenía compañero es-
pañol que no era gran ranchador, no lo podía ver y
huía de su compañía, y si en el real había algún espa-
ñol que era buen rancheador y cruel y mataba muchos
indios, teníanle por buen hombre y en gran reputación;
y el que era inclinado a hacer bien y a hacer buenos tra-
tamientos a los naturales y los favorecía, no era tenido
en tan buena estima. He apuntado esto que vi con mis
ojos y en que por mis pecados anduve, porque entien-
dan los que esto leyeren que de la manera que aquí di-
go y con mayores crueldades se hizo esta jornada y des-
cubrimiento de Chile; y que de la misma manera se han
hecho y se hacen todas las jornadas y descubrimientos
de estos reinos, para que entiendan cuan gran destruc-
ción es esto de estas conquistas de indias por la mala
costumbre que tienen ya de hacerlas todas; porque de
esta manera no pueden descubrir (aquí hay un hueco
en el original) ni descubren una provincia sin destruir
otra.
Prosiguió el Adelantado Almagro su viaje por el ca-
mino real del inca que guía a las provincias de los Chi-
chas y llegó al pueblo de Tupiza, donde halló a los In-
cas Paulo y Vilahoma, que le estaban esperando, y te-
nían recogido de la tierra, por donde habían venido, gran
cantidad de oro y plata; y preguntado por los tres espa-
ñoles de caballo que con los Incas había enviado del
Cuzco, fuéle dicho que habían ido adelante y prosiguien^
58
do el camino del Inca, que iba derecho a las provincias
de Chile, y luego para ir en rastro y seguimiento de ellos,
el Adelantado envió a mandar al capitán Saavedra, que
dejaba atrás, que viniese con toda diligencia con toda
la gente que tenía, el cual luego lo puso por obra; y
no bien hubo llegado cuando partió de aquella provin-
cia, que es doscientas leguas del Cuzco, ya sujeta, y se
fué a un pueblo de frontera del Inca, donde le mataron
seis españoles de a caballo; para hacer castigo, el cual
se hizo aunque los indios desampararon el pueblo de no-
che estando cercados, y los españoles lo derribaron has-
ta los fundamentos y quemaron todo y le comieron cuan-
to tenía; y de allí partieron a la provincia de Chicoana;
que es de los Diaguitas, y como tenían entera noticia de
las cosas que los españoles iban haciendo, se alzaron
de hecho y no le quisieron salir de paz, antes le hacían
mucho daño, de manera que si algún español se desman-
daba solo, lo mataban; porque es muy valiente gente
la de esta provincia, y le mataron mucha gente de ser-
vicio.
Aquí vino al Adelantado un capitán con cincuenta
hombres casi todos de caballo, y desde aquí a las pro-
vincias de Copiapó, que es en la costa del Sur, hay casi
ciento y cincuenta leguas de despoblado, las cuales el
Adelantado y su gente y campo pasó con harto tra-
bajo; porque le faltó el mantenimiento y no hallaba
pueblos donde poder reparar, y si algunos hallaban eran
muy pequeños y no tenían para comer aun de presen-
te. Pasó el Adelantado y su gente para pasar a los va-
lles de Copiapó, un despoblado y puerto de trece jor-
nadas; que cuando es tiempo de nieves es todo el ca-
mino nevado, hasta la rodilla donde menos hay nieve,
y cuando no la hay, que era cuando pasó el Adelantado,
hace tan gran frío que se murieron en una noche en el
puerto, que es cinco jornadas de Copiapó, setenta ca-
ballos y gran cantidad de piezas de servicio de los na-
turales de frío, y con este trabajo llegó al primer valle
de Copiapó, y los naturales de este valle lo recibieron
59
muy bien y le dieron de lo que tenían y se reformó,
porque este valle tenía mucho maíz y ovejas de la tierra
muy gordas; y reformado pasó adelante a otro segundo
valle que se llama Guaseo, y asimismo halló todo refri-
gerio y lo mismo en el tercer valle, que es el que se
llama de Guaguinago, que está poblado de cristianos
ahora; aquí entendió el Adelantado que estos indios y
los del segundo valle del Guaseo, habían muerto a los
tres españoles que él había enviado del Cuzco con los
dos Incas, los cuales por codicia de ranchear, se vinie-
ron hasta que por sus malas obras y malos tratamientos
que hacían a los indios, según se entendió de los pue-
blos por donde pasaban, los mataron; y para castigar-
los por la -muente de estos tres españoles, juntólos to-
dos en un aposento donde estaba aposentado y mandó
cabalgar la gente de a caballo y la de a pie que guar-
daran las puertas y todos estuviesen apercibidos, y los
prendió, y, en conclusión hizo quemar más de treinta
señores, vivos, atados cada uno de un palo, y a los de-
más indios comunes repartió (aquí hay un hueco en
el original) por esclavos, y luego se partió de aquí a las
provincias de Chile, que estará cien leguas adelante, don-
de no hay casi poblado, y por sus jornadas llegó al pue-
blo principal de Chile, que se llamaba entonces Concu-
micagua, donde le estaba esperando toda la tierra, y
tenían consigo un español que se había venido huyen-
do del Cuzco, solo, porque el Marqués le había afren-
tado y mandado cortarle las orejas, que se llamaba en-
tre los indios Barrientos, con el cual se holgó el Ade-
lantado y ios españoles; y aún no se hubo bien infor-
mado de este español y sabido la pobreza de aquella
tierra, cuando fué arrepentido él y casi todos los de-
más por haber venido y hecho aquel descubrimiento; y
si no le fuera por el decir de las gentes, como dicen, se
volviera desde a pocos días; pero por cumplir a lo que
él decía con el Rey y con su compañero Pizarro, envió
un capitán a descubrir desde Chile adelante con seten-
ta u ochenta de a caballo y veinte de a pie, y este ca-
60
pitan tardó en la ida y vuelta tres meses; y como no
le pareció bien la tierra por no ser cuajada de oro, no
se contentó de ella, y esta fué la causa que volvió tari
brevemente; y en este tiempo vino al Adelantado otro
capitán con más de cien hombres, el cual hizo la gente
en esta ciudad de los Reyes; fué descubriendo por la
costa hasta el valle de (aquí hay un hueco en el ori-
ginal) Tacapala, y de allí tomó la tierra adentro y fué
a tomar el camino real a los Ulloacas, y siguiendo el
rastro del campo del Adelantado pasó el puerto de Co-
piapó, donde así mismo perdió mucha gente.
Llevó éste a don Diego de Almagro consigo, hijo del
Adelantado; así mismo, es de saber que es muy guar-
dada esta costumbre en las indias, que siempre lo con-
sejeros y amigos de los gobernadores les persuaden y
aconsejan aquello que más hace a su caso y les parece
que les conviene a ellos; dígolo , al efecto, que les pa-
recía a algunas de aquellas personas principales que si
el Adelantado poblaba en aquella tierra de Chile, sien-
do, como era, tierra pobre, que siempre viviría en ne-
cesidad, y por todas vías le persuadían que se volvie-
se a la tierra del Perú; y que, pues el Rey le daba aque-
lla gobernación, que no la perdiese y que volviese a par-
tir los límites con su compañero el Marqués Pizarro; y
hubo persona que le dijo que mirase que si en aquel
descubrimiento le tomaba la muerte, que su hijo don
Diego quedaría después de sus días con sólo el nombre
de don Diego; y estas cosas eran las que el Adelantado,
algunas veces, loando estos pareceres y consejos decía,
lo cual fué causa que vuelto el capitán que había envia-
do a descubrir, dio la vuelta, la cual no se pudo hacer
sin gran destrucción de los naturales y tierra de Chiíe,
porque, como se determinó de volver, dio licencia a
todas sus gentes que ranchasen la tierra y tomasen todo
el servicio que pudiesen e indios para cargas; y no quie-
ro explicar lo que pasó en esto y qué tal quedó la tie-
rra, porque por otras cosas que ya tengo apuntadas lo
podrán sentir,
61
Ningún español salió de Chile que no trajese indios
atados: el que tenía cadenas, en cadenas, y otros hacían
sogas fuertes de cuero de ovejas y traían muchos cepos
para aprisionarlos de noche; y tenían por costumbre, ca-
minando, porque no se huyesen los tristes indios de lle-
varlos, a la vela, y poníanlos todos en un llano y vela-
ban, y si alguno se movía inferían que quería huirse y
dábanle, los que velaban, de palos; y estos que lleva-
ban a la vela eran los que no tenían cepos y cadenas
para echarles; y por causa de los grandes despoblado»,
traían en los indios toda su ropa cada uno, y las camas
en que dormían y más todo lo que habían de comer ellos
y los caballos, y considerar lo que los indios que este
trabajo traían y comían, no se podrá creer; baste que de
día trabajaban sin descansar y no comían sino un poco
de maíz tostado y agua, y de noche eran aprisionados
bárbaramente.
Español hubo en este viaje que metió doce indios
en una cadena, y se alababa que todos doce murieron
en ella, y que cuando ya el indio había expirado, por
espantar a los otros, y por no desaherrojarlos, le cor-
taba la cabeza por no abrir el candado de la cadena
que llevaba con llave; tenían por ordinaria costumbre
si un triste indio cansaba o adolecía, de no dejarle de la
mano hasta que muriese del todo, porque decían que si
dispensaban a uno, que los demás se harían dolientes
o cansados porque los dejasen, y hallaban que era esta
una singular razón ( 2 6 ) . En este viaje y negra vuelta
a la tierra del Cuzco murieron mucha cantidad de in-
dios e indias, especialmente en el despoblado de Aia-
cama, que entonces descubrió el Adelantado, que es un
arenal de cien leguas donde hay muy poca agua y yer-
ba ni cosa verde: en todo el despoblado no se halla sino
en cuatro o cinco partes: antes que el Adelantado hu-

(26) ¿Dónde encontrar visiones más horrendas, más escalo-


friantes? ¿Conviene ocultarlas? ¡No!... ¿Es necesario exhi-
birlas? iSí!... para defender el derecho de los débiles, y para
combatir los crímenes de los fuertes. (F.A.L.)
62
biese pasado este despoblado de Atacama, halló en el
valle de Copiapó dos capitanes que le estaban allí es-
perando con hasta cien hombres, de los cuales el uno
era Rodrigo Orgóñez, que era su capitán general y el
otro Juan de Herrada, su mayordomo, el cual le lleva-
ba las provisiones de gobernador, firmadas y selladas
del Rey, con las cuales se holgó mucho, porque preten-
día hacerse recibir por virtud de ellas en la ciudad del
Cuzco; y este era su principal fin de él y de sus pri-
vados y consejeros, porque allí les parecía que tenían
mejor de comer que en otra parte, por ser los más ri-
cos de estos reinos y más poblado.
Pasado el despoblado de Atacama, supo Almagro
cómo el Inca se había alzado en el Cuzco y daba gue-
rra a los españoles, y cómo toda la tierra estaba de
guerra, y dióse mucha prisa con esta nueva para des-
cercar los españoles del Cuzco y socorrerlos, y sin des-
cansar casi día (en el original hay un claro) por la cos-
ta la vuelta de Arequipa, donde se reformó algún tanto;
tomó la vuelta del Cuzco, donde le dejaremos para su
tiempo por dar a entender cómo se hizo el alzamiento
del Cuzco.
Es de saber, para que se entienda cómo fué este al-
zamiento, que como desde el Cuzco, Almagro se fué
con toda la más gente al descubrimiento de las provin-
cias de Chile, el Marqués Pizarro así mismo se salió del
Cuzco y se fué a la Ciudad de los Reyes; y de allí se
embarcó y se fué a visitar al pueblo de Piura y dejó por
teniente del Cuzco a un hermano suyo; y como ya di-
jimos, el Inca estaba ya tan alterado por las cosas que
le habían pasado con el Marqués y con los vecinos del
Cuzco; y sucedió así mismo que le tomaron una india
que él quería mucho y tenía por mujer, y así mismo veía
cada noche robar la ciudad del Cuzco y dar en las ca-
sas de los indios, disfrazados, los españoles de noche
y los robaban; quiso una vez ir del Cuzco hacia las
Provincias del Collao, diciendo que quería ir en busca del
Almagro para ampararse en él porque le trataban bien;
63
iban tras él y vuelve, y segunda vez lo tomaron y ro-
baron cuanto tenía, que no le quedó cosa, y tuviéronle
preso de esta vez muchos días, y velábanle de día y de
noche, y tratábanle muy afrentosamente, orinándole y
durmiendo con sus mujeres. Estaba muy afligido.
En este tiempo envió el Marqués a su hermano Her-
nando Pizarro, que había venido de Castilla poco ha-
bía con los despachos y provisiones de Almagro de go-
bernador, como ya se ha dicho, por teniente de gober-
nador del Cuzco, e hizo a su hermano Juan Pizarro ca-
pitán general, y como Hernando Pizarro llegó al Cuzco
y halló al inca preso, lo soltó y lo puso en libertad con-
tra la voluntad de sus hermanos y de los vecinos; el
cual Inca, según fué público y notorio, le dio gran can-
tidad de oro y plata, y diciendo que le quería traer un
bulto de oro y plata que tenía de su padre Huayna Ca-
pac, con tripas y todo, el cual el dicho Hernando Pi-
zarro dicen que le había pedido, pidió licencia para ir
de allí cuatro leguas a traerlo; y aún no hubo llegado
allí cuando se alzó toda la tierra con él y contra la ciu-
dad del Cuzco y dende a dos o tres días, pusieron cer-
co a la ciudad del Cuzco por todas partes, y así mismo
envió a cercar la Ciudad de los Reyes; y toda la tierra,
especialmente la sierra, se alzó y mataron cuatro o cin-
co capitanías de gente española que venían a la ciu-
dad del Cuzco y otros muchos españoles que andaban
derramados por la tierra, en los pueblos de los indios,
unos caminando y otros rancheando, y otros estaban
por estancieros, no haciendo a los indios mucho pro-
vecho, antes hartos daños, según se tiene por experien-
cia que éstos los saben hacer.
El Marqués, a la sazón que esto pasó, estaba en la
Ciudad de los Reyes, y se defendió lo mejor que pudo,
y después que los indios alzaron el cerco de sobre la
ciudad, porque estaba asentada en llano y por causa
de los caballos, no eran parte los indios para hacerles
daño. Corno cada día a la fama de la riqueza del Perú
pasaba tanta gente, juntó un campo de 500 hombres y
64
enviólo a la sierra en socorro de la ciudad del Cuzco,
con el cual envió a Alonso de Alvarado que era capi-
-án de los Chachapoyas, entonces por capitán general de
él, el cual partió de esta ciudad de los Reyes en prin-
cipio del año de (hay un claro en el original) y tardó
7 u 8 meses en llegar al Cuzco a socorrerla; y la cau-
sa, fué porque iba haciendo los más bravos castigos en
la tierra por donde pasaba que él podía, tanto que se-
gún la destrucción parece que jamás se podrá quitar la
memoria de ello; y en el entretanto que se socorrió,
llegaba, así mismo el Adelantado por la otra banda del
Collao y costa del sur venía, a más andar, a hacer el
dicho socorro y dejemos aquí estos dos campos y toque-
mos cómo la ciudad del Cuzco se defendió del gran
poder del Inca, lo cual se puede más atribuir a Nuestro
Señor Dios, que, aunque seamos malos, no quiere de-
jarnos de su mano sino favorecernos hasta la muerte,
porque nos enmendemos y reconozcamos siempre su gran
omnipotencia, justicia y misericordia.
En el Cuzco, al tiempo que el Inca lo sitió, había 150
españoles, de éstos los 100 eran de a caballo, buena
gente, animosa y de los 50 había algunos peones es-
cogidos, aunque pocos, y los demás, gente inútil para
la guerra, especialmente en los principios del cerco, que
después adelante todos vinieron a tomar ánimo y alien-
to y fueron de provecho; los indios ganaron al Cuzco
casi todo, de esta manera: que en ganando una calle
iban haciendo una pared para que los caballos ni los
españoles los pudiesen romper; y de esta manera fue-
ron ganando por una parte de la ciudad de la parte
más áspera que había, donde están las casas de Huáscar
Inca hasta la plaza donde los españoles se recogieron
todos y desampararon sus casas y haciendas, porque los
indios no les dieron lugar a que sacaran cosa alguna;
¡tanta prisa le dieron! Pusieron fuego a todo el Cuzco
junto y en un día ardió todo, como eran las cobijas de
pajas, y era tanto el humo que casi los hubiera de aho-
gar y pasaron gran trabajo por esta causa; y si no fue-
65
ra porque de la una parte de la plaza no había casa3
y estaba descombrado, no pudieran escapar, porque si
por todas partes les diera el humo y el calor, siendo
tan grande, pasaran trabajo; pero la Divina Providen-
cia lo estorbó.
Después de pasado el humo, los indios les dieron con-
tinua guerra, 8 6 10 días, y como allí se hicieron fuer-
tes y se sustentaron, aflojaron los indios y se recogie-
ron a sus fuertes y estábanse allí y desde allí peleaban
los españoles procurando de ganarles las albarradas, y
así, poco a poco, a pie a donde era menester, y a ca-
ballo, donde partida la gente en cuatro compañías, para
que peleando los unos descansasen los otros, les fueron
ganando poco a poco a los indios, como es gente in-
constante y desarmada y de poca industria, lo que ha-
bían ganado y los hicieron desamparar el Cuzco y su-
birse a la fortaleza y a los altos y padrastos y sierras que
son sobre la ciudad.
Viéronse tan trabajados los españoles en este cerco,
que hubo cabildo y votos para desamparar la ciudad e
ir la vía de Arequipa por los llanos a la ciudad de los
Reyes, donde estaba el Marqués, del cual tenían tam-
bién sospecha si era vivo, porque sabían que el alza-
miento era general en toda la tierra, y los indios les ha-
bían echado ciertas cabezas de españoles que habían
muerto, en la plaza, y los indios que prendieron les de-
cían que habían muerto todos cuantos españoles había
en la tierra; y era esta fama fingida que el Inca man-
daba echar por sus gentes; porque si los españoles pren-
diesen algunos lo dijesen como él lo pretendía por des-
mayarlos, y ciertamente desampararan la ciudad sino
fuera porque entre los hermanos del Marqués había al-
guna división y disconformidad; Juan Pizarro, que era
capitán general, no venía en ello ni menos Gonzalo Pi-
zarro, su hermano, aunque el teniente y regimiento ha-
bían votado por cabildo que sí (dicen que los regidores
votaron que se desamparase la ciudad de temor de Her-
nando Pizarro, teniente) que los hizo juntar, y daba
66
voces que votasen, puesto que era cosa conveniente ir a
socorrer al Marqués, si acaso era vivo y estaba en algu-
na necesidad; la dificultad que hallaban para poderse
sustentar era que los indios tenían la fortaleza del Cuz-
co por suya, y las casas de Huáscar que están al pie de
la fortaleza, que son dos fuerzas harto grandes y tenían
por inexpugnable cosa podérselas ganar; porque la tie-
rra hacía muy fuertes a las fortalezas que de suyo lo
eran, y los caminos tan angostos para ir a combatirlos,
que no sabían qué remedio se dar; acordó este capitán
Juan Pizarro, que cierto era animoso, de hacer toda la
gente de a caballo que a él le pareció más conveniente
y dejó en la ciudad recaudo para que la guardasen, y
dando a entender a los indios que se iba a la Ciudad
de los Reyes por el camino real del Inca, tomó su de-
rrota, y caminando por algún trecho, descuidándose los
indios de guardar sus albarradas y caminos que iban a
la fortaleza, antes que los indios echasen de ver en ello,
revolvió a la fortaleza y se subió a lo alto y se puso
junto con ella peleando con los indios; llevaba algunas
ballestas y arcabuces y sostúvose allí tanto, y tanta ins-
tancia hizo con los españoles que llevaba, que era bue-
na gente, que los indios al tercer día desampararon
la fortaleza (en este combate de la fortaleza dieron los
indios una pedrada al capitán general Juan Pizarro so-
bre la celada, de que murió desde a pocos días) y se
huyeron y el Inca se retiró a un pueblo fuerte que se
llama Tambo, que es en el valle del Yucay, a 6 leguas
del Cuzco; y los españoles pusieron un capitán en la
fortaleza con gran ronda, recaudo y artillería, y desde
entonces tuvieron mucho alivio y esperanza de ser al-
guna parte para con los indios; aunque el Inca esperaba
que viniese el verano para acaudillar 200 mil indios y
dar otra vez de hecho sobre ellos, lo cual si hubiese efec-
to no pudiesen escapar; estorbóle los socorros de gente
que digo, que venían al Cuzco, que eran grandes, porque
Almagro traía 430 hombres y Alonso de Alvarado traía
67
500 hombres, toda muy buena gente bien aderezada y
encabalgada.
El Adelantado Almagro y los suyos, después de ha-
berse reformado algunos días en Arequipa, saliéndole la
tierra de paz, caminó la vuelta del Cuzco, que es 70
leguas de esta provincia de Arequipa, llegó dos meses
antes al Cuzco que Alonso dé Alvarado; el Inca dio a
entender que se holgaba de su venida y envióle mensa-
jeros muchos y diversos, y escribíale cartas haciéndole
saber la causa por que se había alzado, que es por las
que se han dicho, y por otras muchas; quejábase mu-
cho de los vecinos del Cuzco, dieiéndole que le tra-
ítaban mal e injuriosamente y le escupían y orinaban
y le tomaban sus mujeres; y de Hernando Pizarro so-
lamente decía que le había dado gran cantidad de
oró, y qué porque no tenía ya más que dar, se había al-
zado, y que él le quería venir de paz, porque le tenía
por amigo y le quería mucho; que le enviase allá al-
gún español, amigo suyo, porque le quería hablar, y Al-
magro le envió dos españoles y un lengua español que
tenía muy bueno, que entendía muy bien a los indios;
y llegados allí, los recibió bien, y estando con él y
sabido desde el Cuzco cómo el Inca se carteaba con
Almagró y trataba de venirle de paz, enviáronle un mu-
chacho mulato al Inca que le dijese que de ninguna ma-
nera viniese de paz a Almagro, porque no era señor,
porque el señor era el Marqués, y enviáronselo a de-
cir así mismo por cartas, y él Inca dio a leer la carta
a los españoles de Almagro y le dijo: "Yo bien sé que
éstos me escriben mentiras, porque Almagro es el se-
ñor y le ha de ser; pero quiero ver si vosotros osaréis
cortar la mano al que trajo esta mensajería*'; y dióles
un machete y mandó a uno de los dos españoles que
cortase la mano a aquél, los cuales se la cortaron y el
Inca quedó muy satisfecho, y mandóles que se volvie-
sen a Almagro y le dijesen que él y algunos amigos
suyos se viniesen a ver con él, que él les vendría de paz
y les mSocharía; y con este recado los dos españoles se
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volvieron y no vinieron muy satisfechos del Inca, por-
que les pareció que estaba muy desenvuelto y que an-
daba con cautelas, y así se lo certificaron a Almagro;
el cual partió su campo en dos partes, y con la una y
la mejor, que serían hasta 200 hombres de caballo, fué
a verse con el Inca al valle del Yucay, y la otra parte
dejó en un pueblo que se llamaba Urcos aposentados,
que está seis leguas del Cuzco. Sabido por los vecinos
del Cuzco que Almagro había dividido su campo, sa-
lieron del Cuzco con mano armada y a punto de gue-
rra y fueron a Urcos, y sabido por la gente del Adelan-
tado que allí estaba, hicieron dos escuadrones, de ca-
ballo el uno y el otro de infantería, salieron de su apo-
sento, saliéronles en un llano a presentar la batalla, la
cual los Bizarros esperaban y habláronse los corredores
unos con otros y se preguntaron muchas cosas, y se per-
suadieron los unos a los otros que se pasasen, especial-
mente Hernando Pizarro que venía con los del Cuzco,
dijo al capitán de Almagro que se pasase de su parte,
y que le daría muy bien de comer; de lo cual el capi-
tán del Adelantado se desabrió mucho, y si ésto no pa-
sara, ya que quería anochecer, que no se veían los unos
a los otros, no dejara de haber entre ellos rompimiento.
Hernando Pizarro, temiendo que el Adelantado, que
era ido al Inca no se le entrase en la ciudad, se fué aque-
lla noche y llegó muy brevemente al Cuzco, y dio orden
cómo defender la ciudad del Adelantado. El Adelan-
tado Almagro entró en el valle de Yucay, donde el Inca
le había de salir a ver; este valle es muy fértil, y lleva
por todo él un río, que en el invierno es grande y bien
caudaloso y pásase con dificultad, y de la una parte y
de la otra del valle hay grandes y bien altas sierras.
Almagro, como entró en el valle, pasó el río con
harta dificultad y con ayuda de balsas, y se fué a apo-
sentar en un llano donde había un pueblo con unos
aposentos del Inca; él Inca, como sintió que Almagro
tenía pasado el río, echóle ciertas guarniciones de gen-
te de guerra por el alto de las sierras, y en este tiempo
69
Almagro le había enviado dos españoles al Inca rogán-
dole que, pues eran tan amigos y sabía que le amaba
tanto; se viniese a ver con él; los cuales el Inca detuvo
y sintiendo Almagro que le cercaba el Inca, hizo pasar
el río lo más presto que pudo, y no pudo hacerlo tan
fácilmente que los indios de guerra no les daban harta
prisa y les hacían harto daño, a los cuales con dos o
tres celadas que les echó donde les mató algunos in-
dios, les hizo aflojar algo.
Los indios mataron el caballo al capitán general de
Almagro, llamado Rodrigo Orgóñez; y ya como el Ade-
lantado se iba, como hubiese prendido cuatro vecinos
del Cuzco que vinieron a correr y espiarle, y el Inca
lo supiese y le enviase a decir que bien sabía que aque-
llos eran sus enemigos capitales, que los matase luego
y él no lo quisiera hacer, el Inca le envió decir que era
mentira todo cuanto con él trataba y que entendía que
tenía miedo a los vecinos del Cuzco y a los Pizarros; y
que conocía que era verdad lo que le habían enviado
decir desde el Cuzco de él, que no era señor y que se
guardase de él, que también le había de dar guerra co-
mo a los demás; y de esta causa y de que era el Inca
muy cauteloso, le echó las guarniciones pensando de des-
baratarlo con la aspereza de la tierra.
Almagro se volvió a su real y tomó la vuelta de la
ciudad del Cuzco, y a vista de ellas muy cerca, y tanto
que se hablaban los unos a los otros, Los vecinos se pu-
sieron en armas por mandado de Hernando Pizarro y
algunos vecinos de secreto se enviaron a ofrecer al Ade-
lantado Almagro por estar mal con Hernando Pizarro.
El Adelantado caminó aquel día por el valle del Cuz-
co; donde había dejado su real, y paró tres leguas del
Cuzco y envió a llamar toda su gente, la cual en el
otro día siguiente fué con él; y aquella tarde le envió
a decir Hernando Pizarro que él había sabido cómo ve-
nía y que le hacía saber que si pensaba entrar en el
Cuzco como vecino, que él le haría todo placer y ser-
vicio; pero que si como gobernador, queriendo usar de
70
las provisiones que tenía, como ya otra vez lo había
intentado, que se le había de defender con la lanza en
la mano; a lo cual Almagro respondió que él venía a
socorrerlos, porque estaban cercados, y también traía
provisiones del Rey en que le hacía gobernador de aque-
lla ciudad, que le constaba que estaba dentro de los lí-
mites que le pertenecían; que él presentaría sus provi-
siones en el cabildo y que si fuese justicia y al cabildo
le parecía que debían cumplir lo que su Majestad man-
daba, que él no tenía razón de estorbarlos; y con esta
respuesta se fueron aquella tarde aquellos mensajeros;
y otro día de mañana el Adelantado mandó caminar su
campo, que eran por todos cuatrocientos treinta hom-
bres, la mitad de pie y la otra mitad de caballo, y he-
cho* dos batallones, llegó a la ciudad y pasó por junto
a e.m rodeándola por una parte, y se fué a aposentar
por la parte de arriba junto a la plaza del Cuzco, donde
ahora es el monasterio de San Francisco, de manera que
con nn arcabuz se pasaría la plaza fácilmente: solamen-
te había el tiánguez y el río en medio.
Hernando Pizarro tenía toda la gente del Cuzco muy
a piloto para resistirle la entrada de la ciudad; llegado
el Adelantado envió con las provisiones de gobernador
a dos personas de su campo al cabildo, rogándoles que
hicieren ayuntamiento: los cuales, aunque contra la vo-
luntad de Hernando Pizarro, se juntaron, y vistas las
provisiones v examinadas, respondieron inmediatamen-
te que si el Cuzco caía en los límites de su gobernación,
que conforme a lo que S. M. mandaba, lo recibirían
por gobernador, y los solicitadores respondieron que
darían información bastante de ello y el regimiento man-
dó que la diesen, y que si fuese bastante harían lo que
S. M. mandaba; y luego los solicitadores del Adelan-
tado buscaron pilotos y hombres de la mar que había
allí y los presentaron por testigos en el cabildo, y ha-
ciéndose esta información así mismo se asentaron tre-
guas con Hernando Pizarro, las cuales pidió él y el Ade-
lantado se las concedió; con que no innovase en lo de
71
la ciudad en deshacer los puentes que estaban hechos ni
fortificarse más de lo que estaba, y de esta manera pa-
só aquel día y otro en los cuales llovió mucho; y el apo-
sento, donde estaba el Adelantado y los suyos, estaba he-
cho una ciénaga.
Fuéle dicho una noche al Adelantado cómo Hernan-
do Pizarro mandaba deshacer a mucha priesa los puen-
tes, y sabido por los Almagros, apercíbense y por tres
o cuatro partes acometen a entrar a la ciudad, la cual
fácilmente ganaron; porque Hernando Pizarro solamen-
te guardaba sus casas y allí tenía toda su gente, y a la
puerta tenía un tiro de artillería y sus rondas y sobre-
rondas, y entraron. Así mismo le ganaron las casas y
se las entraron y le cercaron a él, y a su hermano Gon-
zalo Pizarro en un galpón muy grande, hecho del tiem-
po del Inca, con la cubierta de paja, y desde allí pe-
learon los unos con los otros más de dos horas; y Her-
nando Pizarro en ninguna manera se quería dar por
persuasiones ni amonestaciones que le hacían, y entre
otras cosas que respondió decía que primero se osaría
pelear con su hermano Gonzalo Pizarro que se diese; en
conclusión, que nunca se quiso dar hasta que el capitán
Rodrigo Orgóñez mandó que pusiesen fuego al galpón,
y presto comenzó a arder y en muy breve tiempo hizo
gran claridad, y Hernando Pizarro y su hermano se ha-
llaron casi solos, porque los más vecinos y soldados que
con él estaban, se le salieron por la culata del galpón;
según el gran fuego que había, corrieron riesgo los que
estaban dentro, si los Almagros no entraran, habiendo
ya Hernando Pizarro y su hermano pedido paz, y sacá-
ronlo con mucha dificultad, y ningún deshonor otro le
fué hecho; y otro día, en amaneciendo, mandó Alma-
gro juntar el regimiento, y concluida la información de
los límites, conforme a ella, porque les pareció enton-
ces bastante, lo recibieron por Gobernador del Cuzco;
y luego movió de los oficios de la ciudad los que le
pareció, y gobernó de allí adelante teniendo a Hernan-
do y a su hermano Gonzalo Pizarro detenidos en las
72
casas del Sol, con una compañía de guarda que los
guardaban de día y de noche.
Hecho esto, trataba de ir a verse con el Inca y darle
guerra, porque le traía con cautelas dilatando la venida,
enviándole mensajeros que vendría de paz, lo cual era
por entretenerle, y estando ya para partir, tuvo aviso
cómo el Inca se había retirado de allí hacia unas mon-
tañas que se dicen los Andes, que es tierra muy traba-
josa de andar y muy áspera, donde los caballos valen
poco, por cuya causa, por entonces, cesó la conquista
del Inca; envió Almagro de los naturales a ver aquel
asiento de Tambo donde el Inca había estado, el cual
era fortísimo, y trajéronle dinero y cantidad de ropa
de Castilla, que el Inca tenía de la que habían cogido
de los españoles que había mandado matar, la cual Al-
magro mandó repartir por su gente que venía muy des-
nuda del viaje de Chile.
Este Manco Inca, señor del Cuzco, como entró en
el señorío tan mozo, que sería hasta de diez y ocho años
cuando le dieron la borla, hízose tan vengativo y en-
crudelecióse tanto contra los suyos, que esta fué causa
que no destruyesen a los españoles por ventura; porque
mandó que umversalmente que a todos los indios e in-
dias al servicio de los españoles, les matasen; y era
esto porque los naturales habían recibido de ellos muy
grandes vejaciones y robos, porque ningún daño man-
daban hacer los españoles que estos indios de servicio
no los ejecutaban, como si fuera contra enemigos ca-
pitales; y de esta causa el Inca los quería matar a to-
dos juntamente con sus amos, y entendido esto por los
indios de servicio de los españoles, al principio de la
guerra, iban y acudían al Inca; y de que entendieron
que los mandaba matar y que los ahorcaban a todos,
volviéronse a servir a los españoles, y ayudáronle éstos
en la guerra a los españoles, y buscándoles de comer
y trayéndoles yerba para los caballos, lo cual les apro-
vechó mucho para su sustentación, así mismo se hizo este
Manco Inca tan cruel, que ningún hermano suyo salió
73
de sus manos vivo, que a todos les mató, no fiándose
de ellos; y con una espada que tenía acaeció muchas ve-
ces matar cantidades de indios con pura ira que tomaba,
y de esta causa temíanle los indios más a él que a los
españoles, y así fué este argumento para que más pres-
to y con más facilidad viniese la tierra de paz.
Como los naturales de la tierra sintieron que al Inca
se le menguaban las fuerzas y se había retirado a las
montañas, vinieron hnaimente de paz los más de ellos
y traían grandes provisiones al Cuzco para comer, y co-
menzaban ya a servir y a reconocer a sus encomenderos,
como solían antes. Pasadas estas cosas, el Adelantado
Almagro, como ya dijimos, traía consigo a Pablo Túpac
inca, orejón, hermano del inca, por ser buen indio, cuer-
do y bien disciplinado; y que el inca no perdonaba nin-
gún hermano suyo, le mandó dar la borla del Inca y
mandó a todos los indios del Cuzco que le obedeciesen
por señor, como lo habían hecho a los señores pasados,
que por ser Manco inca rebelde, cruel y tirano y ma-
tar su gente, le quitaba el señorío y lo daba a Pablo
lupac, por ser bien inclinado y servidor del Rey, ha-
biendo servido tan bien en el viaje y descubrimiento de
Chile; y pudiéndose huir muchas veces, no solamente
no lo hizo, pero aún fué parte para que los naturales
de la tierra no se alzasen y viniesen de paz. Estando de
esta manera, que habéis oído el Adelantado Almagro,
gobernando el Cuzco, supo de este Pablo Túpac que te-
nía grandes espías por todos los caminos, y cualquier
cosa que pasaba se la venían a decir, cómo venía de
la Ciudad de los Reyes un capitán, con mucha gente
y que serían hasta 500 hombres de a pie y a caballo y
que estaban como a 20 leguas del Cuzco en el camino
real, lo cual sabido por Almagro, mandó apercibir to-
da su gente, que serían hasta 400 hombres, y salióse
a la hora del Cuzco, y se va la vuelta de donde venía
aquel capitán, y 12 leguas del Cuzco esperóle en un
paso muy dificultoso que es en el río y puente de Apu-
rímac, para, en subiendo allí, tomarlos a «todos y con
74
persuasiones y palabras darles cvienta de CQITÍQ él era
Gobernador del Rey, que lo tuviesen por bien, porque
no se alterasen y se volviesen al Marqués Pizarro y le
indignasen de manera que con ellos y con otros muchos
no viniese a querer romper con el, y ello se hiciera así;
porque así que le escribiesen los Pizarros diciéndole que
s e diese prisa porque más presto los pudiesen tomar, por
el ardid y a dicho, y el A l o n s o de Alvarado, recibidas
las cartas, lo ponía ya por la obra si no fuera por un
peón suelto que se le huyó del Cuzco y le fué a avisar,
diciendo que mirase lo que hacía, que era cautela lo
que le escribían los Pizarros, diciéndole que se diese pri-
sa, que no podían otra cosa hacer porque estaban pre-
sos, y de la misma manera los quería a ellos prender
Almagro.
Lo cual sabido por aquellos españoles, cuyo capitán
era A l o n s o de Alvarado, se alteraron en gran manera
del engaño, con que Almagro los quería tomar, espe-
cialmente el capitán Alonso de Alvarado, mandó guar-
dar el río y el puente de A b a n c a y ; hízose allí fuerte, d e
lo cual Almagro fué avisado y a la hora partió d e don-
de estaba y fué sobre él al río y hallóle tan fuerte que
n o le pudo entrar, y si en a m b o s los campos se vieran
en tierra llana, sin duda hubiese entonces rompimiento;
y Almagro le envió cuatro a cinco caballeros de su cam-
p o para que hablasen a A l o n s o de Alvarado, y le requi-
riesen a él y a todos aquellos españoles para que se des-
hiciesen o se fuesen al Marqués Pizarro; los cuales, cuan-
d o les leían las provisiones, cerraban los o í d o s por no
oírlas y decían palabras, injuriosas contra el Adelanta-
d o y contra los que las llevaban, y el capitán A l o n s o
d e Alvarado m a n d ó prender a los caballeros que le fue-
ron a hablar y requerir que deshiciese el campo o se
fuera de allí; lo cual sabido, luego que supo la entrada
al Cuzco, despachó doce de a caballo que con toda di-
ligencia fuesen a dar aviso al Marqués d e lo que pasa-
ba, y c ó m o Almagro tenía a sus hermanos presos y los
iba a descabezar y otras muchas cosas que compusie-
75
ron piara afear el caso de la entrada del Cuzco, y res*
p o n d í a a los mensajeros d e Almagro que él esperaba
respuesta del Marqués y no partiría de allí sin saber-
la, y que no los soltaría hasta que el Adelantado le die-
s e a trueque de ellos a los hermanos del Marqués, Her-
nando y Gonzalo Pizarro.
A l m a g r o , d e esta vez que vino, no hizo cosa, antes
s e volvió al Cuzco porque le dijeron que A l o n s o Alva-
rado era ido por otro camino, a la ligera, a soltar los
hermanos del Marqués; llegado al Cuzco, c o m o supo
que era burla, tornó a partir lo mejor apercibido que
pudo y llegó al río otra vez e hizo sus requerimientos
al dicho A l o n s o de Alvarado, el cual pidió treguas pa-
ra acordar lo que debía de hacer, y era esto por dila-
tar y también porque en su campo había algunas per-
sonas amigas de los Almagros y temíase de ellos; de
jos cuales fué avisado el Adelantado Almagro que rom-
piese con Alvarado, que tenía muchos amigos, y seña-
láronle algunos que eran principales personas. El capi-
tán Pedro d e Lerma y sus amigos v eran éstas; y Alonso
de Alvarado le quiso cortar la cabeza y fué avisado y
huyóse, y de esta manera se escapó.
Entendido ésto, Almagro alzó las treguas una tarde,
haciendo saber a A l o n s o de Alvarado que si no se le
entregaba o se iba, que no p o d í a dejar de romper con
él, porque le tenía presos los mensajeros, y por el de-
sacato d e no querer obedecer las provisiones reales; y
luego comenzó a jugar la artillería de ambas partes y
a amenazarse los unos a los otros, y c o m o tenían el río
en medio, n o se podían hacer daño, porque la tierra
era agrísima y si no era por el camino real de Huayna
Capac, no se podía andar, y el río no se podía pasar
sino por una puente de criznejas, hecha de mimbres; y
había un v a d o harto trabajoso, en el cual tenía el ca-
pitán A l o n s o de Alvarado el escuadrón de su infantería,
y estaba ¡tan fuerte, que más no podía ser en aquel lugar;
y Almagro mandóles dar grandes gritos a los indios na-
76
turales y hondearlos todo el día y la noche con piedras
y develólos con esto.
Al cuarto del alba hizo acometer al río a la gente
de a caballo y por el vado, antes que los contrarios en-
trasen en fuego ni hiciesen el escuadrón; con muy po-
ca resistencia pasó, y como los de Alonso de Alvarado
salieron, entraron, desmayaron, y al alba ya que era
de día claro, los iban rindiendo a todos, y tomándoles
las armas y caballos, y prendiendo a Alonso de Alva-
rado y todos los demás; y hecho este rompimiento, el
Adelantado Almagro se fué al Cuzco con toda aquella
gente, mandando volver a los Pizarros las armas y ca-
ballos; por hacerse amigos de ellos los trataba muy bien
y les daba muchas cosas, aunque esto le aprovechó poco,
Llegado al Cuzco, luego ordenó enviar trescientos
hombres a hacer la guerra a Manco Inca, y fué con ellos
el capitán Rodrigo Orgóñez, su capitán general; pen-
sando que si prendía y desbarataba al Inca, haría mu-
cho en sus negocios, así para con el Rey como para con
la tierra; el cual siguió al Inca veinte leguas y le tomó
toda la gente que tenía, y sólo el Inca con su mujer se
escaparon, y todavía los prendieran, si la guerra no es-
tuviese ya trabada entre los Gobernadores, porque, ya
que había hecho el alcance al Inca y andado tras él, le
envió con mucha prisa Almagro a llamar, haciéndole
saber que su compañero el Marqués, le había enviado
mensajeros, diciendo que se sentía por muy agraviado
y sentido y afrentado de que así se entrase en el Cuz-
co y le prendiera a sus capitanes; y es de saber que el
Marqués Pizarro usó de una cautela con el Adelanta-
do Almagro, que, so color de tornar a capitular con él,
pidiéndole que se partiesen de las gobernaciones, y que
se soltasen sus hermanos, envió al Cuzco ciento cincuen-
ta hombres, y algunos de ellos iban no a otro efecto
sino para hablar a Alonso de Alvarado y a los her-
manos del Marqués y a las demás gentes de los Piza-
rros, para que, habiendo oportunidad, se pasasen al Mar-
qués y se huyesen; y así pareció, porque cada día se
77
huían del Cuzco gentes para el Marqués, y los que no
se huían, jamás les podía hacer Almagro que le sirvie-
sen en aquella guerra, ni menos a los vecinos del Cuz-
co; por manera que antes se hizo Almagro daño con la
entrada del Cuzco y con la batalla de Abancay, y así
mismo le dañaban mucho los suyos, que con la sober-
bia que habían cobrado de los rompimientos hechos por
ellos, trataban mal de palabras a los vencidos y los in-
dignaban, lo cual fué causa de su muerte y perdición.
Los mensajeros que el Marqués envió al Adelantado
fueron el Licenciado Espinosa, vecino de Tierra Firme,
el Licenciado de la Gama y el factor Illán Suárez y un
Hernán González, que era vecino de la Ciudad de los
Reyes, y con ellos otros cincuenta hombres más; y como
llegaran al Adelantado Almagro, los recibió con mucha
fiesta y luego trataron de capitular por virtud del poder
del Marqués que para ello traían, y hecha la capitula-
ción hoy, se desbarataba otro día y anduvieron en esto
más de diez días, y en la última capitulación que del
todo se certificaron las paces entre los gobernadores, es-
tando todo asentado y todos muy regocijados por las ca-
pitulaciones hechas; traía este Hernán González poder
secreto sobre todos los demás, para revocar todo cuan-
to los demás hiciesen, el cual, como entendió que las
cosas estaban de aquella manera, presentó su poder y
por virtud de él tornó a deshacer cuanto hasta allí se
había tratado; fué avisado el Adelantado de la caute-
la y, aunque veía que cada día se le huía gente, no se
le daba mucho.
Últimamente venía un juez con estos mensajeros, que
se decía Fuenmayor proveído por la Audiencia de San-
to Domingo, para que si entre los gobernadores hubie-
se alguna diferencia sobre estas gobernaciones, se pu-
diese él entremeter entre ellos y requerirlos que no die-
sen lugar a rompimientos y muertes; y notificó al Ade-
lantado que no saliese del Cuzco ni fuese a la Ciudad
de los Reyes, como quería ir y estaba de partida, so
color de llevar el oro y plata del Rey, al cual el Ade-
78
lantadp mostró mala cara y respondió desabridamente,
no haciendo caso de lo que le notificaba, diciendo que
lo que él quería hacer era servicio del Rey, porque él
quería llevar el oro y plata de S. M. para que se em-
barcase y así mismo para verse con su compañero y
darle a sus hermanos y ganar con él las gracias que los
mensajeros que él había enviado habían de ganar; y por-
que este Fuenmayor Je pidió a Hernando Pizarro y se
le mositró muy favorable, le dijo que venía cohechado
del Marqués y otras cosas de esta suerte ásperas, y con
este último negocio de esta notificación se fueron los
mensajeros la vuelta de los llanos a dar cuenta al Mar-
qués Pizarro de lo que había negociado.
Y es de saber que cuando Almagro desbarató el cam-
po de Alonso Alvarado, el Marqués con más de 400
hombres estaba en la Nasca, que es en los llanos, 50 ó
60 leguas de allí donde fué el desbarate, el cual, sabi-
do, temiendo que el Adelantado no fuese a dar con él,
se retiró a Lima con muy grande presteza; y llevó con-
sigo toda la gente que tenía y los que se venían del Cuz-
co huyendo, y solamente usó de aquel ardid de enviar
aquellos mensajeros al Cuzco a ¿tratar con Almagro pa-
ra sacarle mucha parte de la gente que le sacó, y enten-
der la manera que tenía de campo para armar sobre él
y desbaratarle. Es de saber que los soldados que se iban
huyendo del Cuzco al Marqués* iban diciendo tantas abo-
minaciones de los de Almagro e indignaban tanto a toda
la tierra contra el Adelantado, que ninguno venía a la
tierra en aquel tiempo que le quisiera ir a servir; y por
esta causa su gente y campo iba disminuyendo en cada
día, y aunque tuvo en el Cuzco 1,200 hombres juntos,
jamás pudo hacer campo que pasase de 400 hombres,
y los demás se le iban cada día y se iban a pendón he-
rido, a servir al Marqués Pizarro. (27)

(27) Aquí termina Cristóbal de Molina, el almagrista, su cró-


nica incomparable. (F.A.L.)
ADICIÓN IMPORTANTE (*)

LA DESPOBLACIÓN DEL PERÚ


(DISCURSO SOBRE SI CONVIENE QUE SE VENDA LAS
JURISDICCIONES DE LOS INDIOS, DEL MARQUES
DE OROPESA)

N a d i e d e los que h a n e s t a d o en estas provincias del


P e r ú , ignoran la prisa con que se v a n a c a b a n d o los in-
dios en ellas; esto se echa t a m b i é n d e v e r en los llanos,
que en cuatrocientas leguas q u e hay, no h a y h o y cuatro
mil tributarios; y el repartimienito d e Chincha, q u e es
d e Su Majestad, d o n d e h a b í a 1 0 0 , 0 0 0 y m á s , n o h a y h o y
200. (a)
En la sierra d o n d e es m e n o s este d a ñ o ; en los lugares
m á s bien p a r a d o s faltan la m i t a d ; y en otros, tres las
p a r t e s ; y t a m b i é n h a y m u c h a c a n t i d a d d e ellos d e s p o -
blados de todo punto.

(*.) El documento que estampamos en seguida, justifica y am-


plía la veracidad de la crónica "Destrucción del Perú'', de Cris-
tóbal de Molina, que acaba de leer el lector. Este siguiente do-
cumento es del Siglo XVI, y se encuentra en el 'Museo Británi-
co de Londres.
(a) Este dato del Marqués de Oropesa produce asombro y has-
ta incredulidad; pues parece imposible que una población de
cien mil habitantes, en menos de cuarenta años (y sin que in-
tervengan cataclismos o flagelos epidémicos) quede reducida a
doscientos habitantes. Es decir que el 99% desapareció, fué des-
truido, fué aniquilado... ¿No habría el Marqués de Oropesa
exagerado sus cálculos informativos?... ¡No! El Marqués de
Oropesa nada-exageró; dijo la verdad de acuerdo con su concien-
cia.
Fray Reginaldo de Lizárraga, Obispo de la Concepción (Chi-
le) y Paraguay (1602-1612), y que viajó casi por todas las re-
giones del Imperio de los Inkas, en su cróniea "Descripción y
Población de las Indias" —escrita muchos años después del in-
80
C o s a es a s e n t a d a ser cinco las causas d e este d a ñ o : las
minas, el vino, el m a l t r a t a m i e n t o d e los corregidores,
caciques y doctrineros. A mi ver estas cinco causas, co-
m o los m a n d a m i e n t o s , se p u e d e n reducir a d o s : a las
minas d e azogue, que ésas es cierto los a c a b a , p o r q u e
las d e plata h a c e n huirse y ausentarse a m u c h o s d e sus
tierras, pero m a t a n p o c o s ; y si a algunos los m a t a n , co-
m o las d e Castrovirreina, n o es p o r el t r a b a j o d e e n t r a r
en ellas, sino p o r el m a l t e m p l e . (Lo s e g u n d o es los co-
rregidores; h a b i é n d o s e t r a t a d o diversas veces d e r e m e -
diar esto, se ha p r o p u e s t o , c o m o el m á s eficaz r e m e d i o
d e todos, el p e r p e t u a r los indios con jurisdicción, c o m o
a los S. S. d e E s p a ñ a ; d e esto se seguían m u c h a s c o n v e -
niencias. P r i m e r a m e n t e quitar en un p a r t i d o un l a d r ó n
público, que es un corregidor, a quien le p a r e c e q u e n o
le d a n aquello p a r a que administre, sino p a r a que se a p r o -

forme del Manques de Oropesa—, dice claramente en el Capí-


tulo XLVII, refiriéndose al valle de Chincha, lo que sigue:
" C o n este concierto se sustentaba en el valle tanta cantidad
** de indios varones, con sus casas, ¡que por lo menos, chicos,
** chicas y grandes, ¡habían de ser más de cien mil; y el día de
"hoy no se ihalian el él seiscientos indios''.
Haciendo números sobre esta afirmación del ObisDo Lizárra-
ga, llegamos ?1 resultado de que también el 99% de los habitan-
tes del valle de Chincha había perecido, había desaparecido en
menos de medio siglo... ¡Había sobrevivido algo menos que la
centésima parte de los pobladores!
Vemos, pues, aquí que el Obispo Lizárraga (no obstante mirar
con malos ojos a los subditos del Imperio de los Inkas y denos-
tarlos injustamente) apoya y da fuerza probatoria a las denun-
cias del Marqués de Oropesa.
Además de las muchas denuncias concretas, como las anterio-
res, no faltaron espíritus honrados que lanzaron sus gritos de
alarma hasta la misma Corte de España. Juan Vásquez de Avi-
la, en carta al Rey Felipe II de 10 de Febrero de 1559, le decía:
"Se espera cada día el remedio de Vuestra Majestad, el cual
" es bien menester, así para los españoles como para la refor-
" mación de los indios; porque Vuestra Majestad sepa que si los
"indios del Perú son tratados, como yo los vi tratar, en lo que
" estuve en el Perú, Vuestra Majestad no tiene vasallos natu-
" rales de hoy5 en diez años, sino que se destruirá para siem-
" pre la tierra '. (F.A.L.)
81
v e c h e ; quitar d o s o tres tenientes que lleva c a d a u n o a
quien se le p a r e c e lo m i s m o ; y a la s o m b r a d e éstos, en
c a d a lugar, d o s o tres españoles q u e son la polilla d e los
indios, en cuya cabeza tratan, p o r no hacerlo con la su-
ya. T o d o s éstos no sirven d e m á s d e quitar al indio la
h a c i e n d o , la hija y la mujer. Lo que los c o r r e g i d o r e s ha-
cen, con que destruyen los indios, es lo q u e se sigue:
H a c e n que las indias estén h i l a n d o y tejiendo r o p a ,
m u c h a m á s d e lo que con un m e d i a n o t r a b a j o se p u e d e
h a c e r ; y o no se la paga, c o m o a m í m e consta, que h a y
c o r r e g i d o r en este Reino que tiene i n t r o d u c i d o que le
h a g a n , c a d a a ñ o , tres mil piezas d e r o p a , d e b a l d e , que
puestas en Potosí, valen c u a r e n t a mil ( p e s o s ) , que es el
salario d e un virrey; o si se las p a g a n , es tan m o d e r a d o
el precio, que es lo m i s m o que no p a g á r s e l a s ; con esto
no se d a n lugar a que h a g a n r o p a p a r a sí, y a n d a n des-
n u d o s ; ni les q u e d a ( t i e m p o ) p a r a p o d e r cumplir ni p a -
gar lo que d e b e n al e n c o m e n d e r o ; y luego les v e n d e n ,
p o r n o pagarle, el g a n a d o y t o d o lo que tienen. C u a n -
d o vienen los p o b r e s indios d e h a b e r c u m p l i d o con el
servicio personal d e las minas, sin h a b e r l e d e j a d o d e s -
cansar en su casa, ni dejar que asistan al beneBcio d e sus
c h á c a r a s y s e m e n ' e r a , los llevan a c h a c a r e a r sus hacien-
das d e ellos, e n v i á n d o l o s cien o doscientas leeruas d e sus
lugares; o a c o m p r a r l e s o venderles, m u d á n d o l e s d e tem-
ple, d o n d e m u e r e n infinidad d e ellos, c o m o es d e s d e la
sierra enviarlos a los llanos p o r vino, o d e s d e los valles
calientes a P o t o s í y Castrovirreina a v e n d e r el vino y
las d e m á s m e r c a d e r í a s , ( b )

(b) Con tales maVos tratos, impuestos por los conquistadores,


era natural la despoblación, la extinción de la raza conquista-
da, en menos tiempo de medio siglo de realizada la Conquista.
Don Francisco de Toledo, Virrey del Perú (1569-1581) asegura-
ba que la población del Perú, cuando él lo gobernó, era alrede-
dor de millón ,y med'o de almas; y tomando como punto de par-
tida esta cifra, y nc teniendo en cuenta el 99% de la despobla-
ción, declarada por •! Marqués de Oropesa y por el Obispo Li-
záfraga, sino únicar ,níe el 30%, es fácil sacar el total de la
población del Imperio de los Inkas, a raíz de la Conquista, que
82
Hacen otra maldad mayor que (todas, que es repartir
el vino por las casas, y aún suelen por cabezas, y obli-
garles a que lo beban por fuerza; cuéstales a los corre-
gidores, puesto en el lugar donde lo venden, una boti-
ja d o s pesos, y véndenla de ordinario a o n c e ; y no es
menor daño el robarlos, sino que c o m o el vino es tan
malo, y los miserables indios tan destemplados y tan in-
capaces, además de las ofensas a Dios que se siguen d e
estar borrachos, t o d o el año, s e mueren infinidad d e ellos
con estos tratamientos y otros muchos que, por no alar-
gar este discurso, se dejan; se despueblan los lugares,
y los pobres indios se ausentan a vivir en los huaicos,
conservándose en su gentilidad, sin bautizar los hijos ni
oir misa, como cuando s e descubrieron estas provin-
cias, ( c )

selló la sangre del Emperador Atawalpa.


Y aquí la elocuencia contundente de los números:
1.500,000 habitantes, según el Virrey Francisco de Toledo, exis-
tentes, cuarenta años después de la Conquista, como resultado
de la despoblación de un 30% de un pueblo determinado; para
hallar la exacta población de ese pueblo, se multiplica por 30
la primera cantidad, y se obtendrá el producto buscado, esto es
el total de la población del Imperio de los Inkas, antes de la
Conquista, o sea, cuarenta y cinco millones, 45.000,000 ni un
hombre más ni un hombre menos; porque los números son los nú-
meros.
Sólo así con cuarenta y cinco millones de habitantes, o más,
pudieron los Inkas realizar portentosas obras, como el camino
desde el Cuzco a Quito, ya desaparecido; como las múltiples re-
des de canales de regadío, hoy perdidos, cuyos vestigios toda-
vía se admiran... Hay una prueba convincente, para aceptar,
absolutamente, tal densidad de población: el sistema agrícola de
andenes que, mediante ellos, todas las faldas de los cerros eran
cultivadas. En vista de estos andenes, hoy abandonados, hay que
suponer que la construcción de éstos y su cultivo, eran conse-
cuencia lógica de que los terrenos del sembrío en los valles, en
las quebradas, en los llanos del territorio, ya no eran suficien-
tes para abastecer la población del Imperio. Y se impuso la ne-
cesidad de los andenes. (F.A.L.)
(c) En otra parte ya 'hemos demostrado que la prostitución,
desconocida en el Imperio de los Inkas, fué plantada y cultivada
en él por los conquistadores españoles de capitán a paje. Y ano-
83
L o s caciques a cuyo cargo esitá el reducir estos indios,
c o m o a p e r s o n a s a quienes no se les e n c u b r e esto, tienen
m u c h o m á s p r o v e c h o d e tenerlos allí que en los ( o t r o s )
lugares; p o r q u e allí los hacen venir a la l a b o r d e sus
h a c i e n d a s y sementeras, c u a n d o los h a n m e n e s t e r ; y t o d o
él tributo y servicio personal que h a b í a n d e h a c e r al en-
c o m e n d e r o , a las m i n a s y a las d e m á s obligaciones que
tienen, lo r e d i m e n a d i n e r o ; y con éste se q u e d a n los
caciques, y esto lo disimulan los corregidores, p o r la n e -
c e s i d a d que tienen d e que los caciques lo disimulen a
ellos.
Los doctrineros que es u n o d e los principales enemi-
gos d e los indios, p r i n c i p a l m e n t e si son frailes, h a c e n las
mismas vejaciones q u e los corregidores, y con m u c h a
rnás insolencia, t a n t o q u e m e c o n s t a d e cosas que, sólo
en t i e m p o d e Cazalla se p o d í a hacer, y p o r no o f e n d e r
los castos o í d o s d e quieta esto leyere, se calla, y c o m o
g e n t e que no e s p e r a residencia ni t e m e el castigo d e sus
superiores, pues si les quitan u n a doctrina, luego le d a n
o t r a ; ál fin ellos t r a t a n y c o n t r a t a n c o n t r a t a n t o s motus
propios, y íes lo m i s m o sacar u n fraile d e un c o n v e n t o y
enviarle a u n a doctrina, c o m o a un caballo d e u n a ca-
ballería y soltarle con u n h a t o d e y e g u a s ; p a r a decirlo
en u n a palabría: las doctrinas en los frailes es la relaja-
ción d e las ó r d e n e s y el f u n d a m e n t o d e m u c h a s ofensas
a JDios, p o r cuyos p e c a d o s p a r e c e q u e n o se acierta a
encaminar cosa que esté bien en este R e i n o . T o d o lo que
he referido saben los corregidores, y c o m o ellos n o atien-
d e n m á s que a robar, lo que p u e d e n en dos años, y d e

ira podemos decir, leída la afirmación anterior del Marqués de


Oropesa, que la embriaguez alcohólica la enseñaron y propaga-
ron entre los indios también los conquistadores. Ellos sembra-
ron la vid y la caña de azúcar, y luego elaboraron el vino y el
aguardiente, bebidas ignoradas completamente en el Perú de aque-
llos tiempos. Las buenas las bebían los españoles, y las malas
las "repartían" entre los indios, es decir, se las vendían a la
fuerza, que tal eran los "repartimientos". Y les obligaban a be-
ber tales brebajes, para aumentar su negocio exclusivo, la vil
explotación. (F.A.L.)
84
rnie<ío que un doctriner© jtio Les ponga cuatro capítulos,
lo .disjmiíjan todo, conformándole en la perdición de
estQs pobres indios, (d)
Parece qoie todas las cosas referMsts contra los corre-
gidores, se debía culpar a Ja cabeza, ,a cuyo cargo está
el gobierno de estas provincias, juzgando que a Un po-
der tan grande como el de un Virrey, si quisiese nada
le ^ería dificultoso. A esto se puede respoinder d o s co-
sas: la primera, que si las corregidores no roldan., no p*'^-
den sustentarse; la segunda, que quien conociere la an-
chura y libertad de los indios, sabrían cuan moderada-
mente se obedecen los mandatos, aunque sesin .de supe-
riores tan grandes. De todas las vejaciones íreleridas, pa-
rece que se librara a los indios con darles un señor que
los amparase; pues que, de esta manera, doctrinero ni
caciques ni español osarían hacer lo que h#cen4 como
se ve que sucede en Espaüa, que tan miserables son algu-
nos que aquellos labradores (como los indios de acá) y
más dominio tenían con la abspluta los S. S. de Aragón
con los moriscos, y ni tenían estos malos tratam*e»toSi jai
dejaban de crecer, como se vió:.
Hase tratado también de quitar los caciques, y a*un*pie
generalmente ellos son tales que lo merecían, con tízéo
eso vemos que importa tanto el buen gobernó de al-
gunos, que basta tener enteros sus reparíralentos, y s®~
puesto que siempre es forzoso que se gpbierjien pox ellos
mismas, siempre viene a quedar en pie el mismo inc&'-j-
veniemte. También se ha propuesto de quitar a lo» co-
rregidores las cajas de comunidad, por quitarse Ja oca^
sión de tratar y contratar; esto tampoco puede conse-
guirse, porque la caja de comunidad casi no es m i s d&
1Q que puede plagar cada aEo el corregidor al eficomw-
d#ro, $1 doctrinero, al cacique, a los rasiduo« y buenos
efectivos y al tomín del hospital; de modo que si el co-

(d) En est§ acápite las doctrineros y Los c^rregid^re^s mn pió*


tadps con mano maestra por el .Marañes de Qr,Q|*es.a: el corr^i-
4or, ^no atiende mis qm a robar"; el <jActrin&ra, *'*» <MH»0 mm
caballo suelto con un hato de yeguas".
85
rregidor hiciese su oficio como hombre de bien, dando
a cada uno lo que es suyo, a su tiempo, no había caja
de comunidad; y asi debiendo él encomendero dos o
tres tercios y a los otros otros tantos, con el dinero de
todos itrata y contrata y hace sus ganancias; de modo que
el remedio de todos estos daños viene a encerrarse en
que Su Majestad dé la gobernación a los encomendé-
ros; de esta manera se £fuita el inconveniente de los doc-
trineros y de los caciques, de los tenientes y españoles
referidos en el primer capítulo; quite que no se "re-
parta" vino -a los indios, ni se les hag^a beber por fuer-
za, sino que el Señor* como en España, haga poner sus
tabernas públicas, y és%as ¡de vino que se pueda beber;
y nombre a los indios, y el qtie le quisiese le tendrá, y el
que no consiguiese otro bien muy grande, que es el cum-
plimiento de las mitas de las Minas; porque un corregi-
dor que le itoca enviar 300 ó 600 indios, cada mita* de
seis repartimientos O de diez a las minas, no atienden
a más de a que vayan, y no se les da nada que vuelvan.
El Señor a quien le toca enviar cincuenta de su lugar,
tendrá cuidado con que mientras están ausentes, la co-
munidad les beneficie sus chácaras y se tengan en pie
sus casas; y tendrá cuidado, ctiañdó vuelvan, de saber
el que falta, y reducirle de dondequiera que se hubiera
huido, por lo que le importa no perder el tributo y
servicio personal de un vasallo, lo que no tiene un arren-
dador, que tal nombre se le puede dar a un corregidor,
que sólo atiende a que en su tiempo se cumpla, aunque
después se acabe.
De esto se consigue que no ausentándose los indios,
sobrarán para las minas, conseguiráse lá reducción gene-
ral que tanto se ha descaído; porque cada uno tendrá
cuidado de buscar sus indios, que nó es tanta la falta que
hay de ellos por haberse muerto, como por haberse ausen-
tado de sus tierras; excusaríase las idolatrías y gentilida-
des en qtie hoy están viviendo, en los huaicos, sin bau-
tizarse, ni haber quién les administre los sacramentos.
86
Todas estas inconveniencias y otras que se podrían
representar, no bastaron a que se concluyese la perpe-
tuidad, representando a Su Majestad por tan gran incon-
veniente, como en realidad de verdad hace; no le que-
da perpetuando los repartimientos, con que premiar en
estos Reinos los servicios que de presente se le hacen,
juzgando están ya premiados muchos de los pasados, su-
puestas las conveniencias que se siguen, referidas arriba;
de hacer Su Majestad merced de la perpetuidad y de la
jurisdicción a los encomenderos, y pesado el inconve-
niente de no le quedar a Su Majestad con que premiar
los servicios que se le siguieren, pareciese que se podría
elegir un medio, que es dar Su Majestad, de aquí ade-
lante, las encomiendas con jurisdicción por una vida, co-
mo se dan las encomiendas de Castilla; de esto se si-
gue las conveniencias siguientes.
Cuanto a lo prim^roi, las que arriba quedan referidas,
quitando los corregidores. Lo segundo', ¡meter Su Majes-
tad en su Real Caja cien mil pesos de renta, en cada
un año, de 72 corregidores, que importa dos millo-
nes de principal. Lo tercero, más de un millón que
darán a Su Majestad los encomenderos de presente, por-
que les haga esta merced, dando a cada uno, de muy
buena gana, el que tiene por una vida la encomienda,
un año la renta; y el que la tiene por dos, dos. Lo cuarto,
lo que valdrá cada año lo que irá vacando, principal-
mente sirviéndose Su Majestad de mandar, como de mi
parecer lo haría, que las encomiendas de aquí adelan-
te no se diesen más que por una vida, como en España;
pues de esto tendrá dos provechos, el irse metiendo en
la Caja Real, cada año imás por el año que se le vende
la jurisdicción, como en los oficios vendibles, metiendo
la tercia paníe. Lo otro, acrecentar la autoridad de un Vi-
rrey, y contener más que proveer, dando la provisión
de más encomiendas, en lugar de los corregimientos que
se les quitan.
Podrá también Su Majestad servirse de perpetuar al-
gunas, vendiéndoles, como digo, la jurisdicción perpe-
87
tua; pues cayendo con personas de calidad, como las
hay en este Reino, servirían de ilustrar las ciudades y de
seguridad del Reino. Este medio que se propone a Su
Majestad tiene tan grandes conveniencias, que tengo por
cosa imposible que haya quien pueda decir cosa que im-
porte al contrario; pero cuando el tiempo enseñase lo
que ahora no traslucimos ni vemos, itiene bueno el po-
derlo volver a poner en el estado presente, como fue-
ren vacando las misimas encomiendas.
Todo lo que se ha dicho es en orden a la conserva-
ción de lo temporal. Cuanto a lo espiritual, debe Su Ma-
jestad servirse mandar dos cosas: la primera, que a to-
dos los frailes se les quiten las doctrinas, por lo arriba
referido; pues cuando se las dieron fué por faltar clé-
rigos sacerdotes, y ya ha cesado ese inconveniente, por-
qué sobran; la segunda, que Su Majestad mande ense-
ñen, de aquí adelante, a los niños en nuestra lengua las
oraciones, castigándoles si hablasen en otras; pues de es-
ta manera, denitro de veinte años, todos serán españoles,
y con la lengua se les pegarán nuestras costumbres y ol-
vidarán sus ritos, que por malas que sean, son mejores
que las suyas. Y este modo de gobierno, de introducir
la lengua, lo han usado los más (gobiernos) monárquicos
del mundo; y sus mismos Incas le sobligaron a aprender
(la kechwa) la general.
Suplícase a los que leyeren este papel, que si a algu-
no se le ofreciere alguna dificultad, no se case con su
parecer, hasta ver la manera que se le satisface a ella,
que muy pocas se pueden ponqr a Los ojos de los de
acá, que puedan oponerse a tantas conveniencias e in-
tereses de la Hacienda Real, (e)

(e) Más convincente, más explícita que el discurso del Mar-


qués de Oropesa que acabamos de leer, es la cédula del Rey
Felipe II, dirigida al Arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso
de Mogrovejo, cuyo tenor es el siguiente:
"Nos somos informados que en esas provincias se van aca-
" bando los indios naturales de ellas, por. los malos tratamien-
" tos que sus encomenderos les hacen, o que habiéndose dismi-
88

" nuído tanto los dichos indios, que en algunas partes faltan
" mm d^ la tercera; parte; se llevan las tasas por entero, que es
" d e tres partes las dos más de lo que son obligados a pagar;
" o los tratan peor que esclavos, y como tales se hallan muchos
" vendidos y comprados de unos encomenderos a otros; y algu-
" nos muertos a coces, y mujeres que mueren y revientan con
" las pesadas cargas; y a otras- y a sus. ¡hijos las hacen servir
" en las granjerias, y duermen en los campos, y allí paren y
"crían mordidas^ de sabandijas ponzoñosas; y muchos se ahor-
me an, y otros se dejan morir sin comer, y otros toman yerbas
"venenosas; y hay madres que matan a sus hijos, en pariendo,
" l o que dicen que lo hacen para= librarlos de los trabajos que
" ellos padecen*'.
Después de leer estas palabras de Felipe II, se siente el co-
razón estrujado, como al despertar de una horrible pesadilla.
.TABULAS Y RITOS DE LOS INCAS"
POR

CRISTÓBAL DE MOLINA, "EL CUZQUEÑO"

(Párroco de Nuestra Señora de los Remedios del Cuzco)

(AÑO DE 1574)
I N T R O D U C C I Ó N

Esta Crónica "Ritos y Fábulas de los Incas*' que pre-


sentamos ahora a nuestros lectores, fué escrita, aproxima-
damente, allá por los años de 1573, por el sacerdote
Cristóbal de Molina, "El Cuzqueño", personaje distinto
del otro sacerdo¡te, también cronista antiguo, Cristóbol de
Molina, "El Almagrista'*.
Esta Relación es un venero importantísimo para lle-
gar al conocimiento de las creencias religiosas y sus ce-
remonias rituales, y las consiguientes supersticiones de
los hombres del gran Imperio de los Inkas. Por la mi-
nuciosidad empleada en las narraciones de las fiestas
practicadas en honor del Ser Supremo y de las múlti-
ples divinidades del Olimpo inkaico, esta Crónica es
insuperable. Ella completa y amplía las informaciones
que, sobre tales asuntos, escribieron Garcilaso de la Ve-
ga, Polo de Ondegardo, Bernabé Cobo y otros historia-
dores antiguos de cimentado crédito.
En 1873, Clemente R. Markham publicó esta Cróni-
ca de Molina, en Londres, traduciéndola al inglés, des-
piadadamente infiel y, desde luego, de resultados nega-
tivos. Y si se tiene en cuenta la pobreza y oscuridad del
castellano y la multiplicidad de voces kechwas que em-
pleó el cronista en la redacción de su pormenorizado
códice, es lógico no contar con la edición de Markham,
y verla sólo como una rareza bibliográfica.
En 1913 la publicó el historiador Tomás Thayer Oje-
da en la "Revista Chilena de Historia y Geografía** de
Santiago de Chile, lamentablemente con muchos erro-
res, debido a malas copias sacadas del original.
En 1916 la publicaron, en Lima, los doctores Hora-
cio H. Urteaga y Carlos A. Romero en la importante "Co-
lección de Libros y Documentos referentes a la Historia
del Perú", con más o menos defectos como la edición
chilena.
Y ahora, en 1943 la da a luz la Asociación Editora
"Les Pequeños Grandes Libros de Historia Americana".
La copia que ha servido para esta nuestra edición, fué
tomada, del códáce original (existente en la Biblioteca
Nacional de Madrid) por el bibliógrafo peruano Félix
Cipriano Coronel Zegarra, con la probidad- de verdade-
ro historiador. D e allí que,, modestia aparte, afirmarnos
que esta ''Relación" de Molina, el cuzqueño, es la más
completa de las publicadas hasta la fecha, como puerfe
comprobarlo quien dude de nuestra afirmación. En ella
no hay omisiones de frases ni de meros vocablos; más
bien hemos intercalado (encerradas entre paréntesis) al-
gunas palabras, para completar o aclarar el oscuro e in-
completo sentido de algunas frases. Así mismo Hemos lle-
nado con puntos suspensivos ciertas fallas existentes en
el original, fallas debidas a la voracidad dé la pofiffa
en. el* curso de los siglos.
Y como esta ''Relación" de Molina escrita fué en el
castellano del año de 15 73, aproximadamente, la hemos
trascrito con la ortografía actual, para mayor facilidad
en su> lectura, respetando integralmente la construcción
gramatical, y e\ valor y sentido de cada vocablo por ar-
caico que sea. Creemos que no es ni pecado venial tras-
cribir: a^gujeros por aÉhfjeresj había por a"via> cuatro por
quatFOj vazaxr por tra&mr9 efecto por efffefo* y así p o r este
estilo.

FWkmweo A. mmTZtt
©efcüfere, 194-3;
RELACIÓN DE LAS
"FÁBULAS Y RITOS DE LOS INCAS"
HECHA POR CRISTÓBAL DE MOLINA, CURA DE
LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS
REMEDIOS DEL HOSPITAL DE LOS NATURALES
DE LA CIUDAD DEL CUZCO, DIRIGIDA AL
REVERENDÍSIMO SEÑOR OBISPO DON SEBASTIAN
DE LARTAUN ¡DEL CONSEJO DE SU MAJESTAD (1)

(1) Las notas de esta "Relación" son escritas por Francisco


A. Loayza, y llevan todas sus respectivas iniciales: (F.A.L.).
Porque la "Relación" que a vuestra Señoría Ilusitrí-
sima di del trato, del origen, vida y costumbres de los
Incas, señores que fueron de esta tierra ( 2 ) ; y cuantos
fueron, y quienes fueron sus mujeres, y las leyes que
dieron, y guerras que tuvieron, y gentes y naciones que
conquistaron. Y en algunos lugares de la "Relación"
trato dé las ceremonias y cultos que inventaron, aunque
no muy específicamente. Parecióme ahora principalmen-
te, por mandármelo Vuestra Señoría Reverendísima, to-
mar algún tanto de ¡trabajo, para que Vuestra Señoría
Reverendísima vea las ceremonias, cultos e idolatrías que
estos indios tuvieron. Para lo cual hice juntar cantidad
de algunos viejos antiguos que vieron e hicieron, en tiem-
po de Huayna Cápac, de Huáscar Inca y de Manco Inca,
hacer las dichas ceremonias y cultos, y algunos maestros
y sacerdotes de los que en aquel tiempo eran.
Y para entender donde tuvieron origen sus idolatrías;
porque es así que éstos no usaron de escritura, y tenían
en una casa del Sol, llamada Foquen Cancha (3) que es
junto al Cuzco, la vida de ca?da uno de los Incas, y de
las tierras que conquistó, pintado por sus figuras en unas
tablas, y que origen tuvieron; y entre las dichas pinturas
tenían así mismo pintada la fábula siguiente (4) :
En la vida de Manco Cápac que fué el primer Inca,
de donde empezaron a jactarse y llamarse Hijos del Sol,
(2) La "Relación" a que se refiere, aquí, Cristóbal de Molina,
nadie sabe su paradero. Y hay quienes creen que ha servido de
material básico en varias obras de otros historiadores. (F.A.L.)
(3) Todos los vocablos kechwas los trascribimos subrayándolos;
y en nota, al pie, o al lado entre paréntesis, pondremos la tra-
ducción respectiva, siempre que los dichos vocablos tengan tra-
ducción al castellano clara y precisa. (F.A.L. )
(4) Es sensible que hayan desaparecido estas pinturas sobre
la historia de los Inkas que fueron enviadas a España por el
8
y a tener principio la idolatría y a d o r a c i ó n del S o l ; y
tuvieron gran noticia del Diluvio, y dicen que en él pe-
recieron t o d a s las gentes y t o d a s las cosas c r e a d a s , d e
tal m a n e r a que las aguas subieron s o b r e los m á s altos
cerros que en el m u n d o h a b í a n : d e suerte que n o que-
d ó cosa viva, e x c e p t o un h o m b r e y u n a mujer, que que-
d a r o n en u n a caja d e un a t a m b o r ; y que al t i e m p o que se
recogieron las aguas, el viento echó a éstos en Tialiu®-
naco, que será del Cuzco m á s d e setenta leguas, p o c o
m á s o m e n o s ; y que el H a c e d o r d e t o d a s las cosas les
m a n d ó que allí q u e d a s e n por mitimas ( 5 ) ; y que allí, en
T i a i i m n a c o , el H a c e d o r e m p e z ó a hacer las gentes y
naciones que en esta tierra hay, y h a c i e n d o de b a r r o ca-
d a nación, pingándoles los trajes y vestidos que c a d a
u n o h a b í a d e traer y t e n e r ; y loJs que h a b í a n d e traer
cabellos, con cabellos; y los que c o r t a d o , c o r t a d o el
c a b e l l o ; y que concluido, a c a d a nación dio la lengua que
h a b í a d e hablar, y los oanitos que h a b í a n d e cantar, y las
simientes y c o m i d a s que h a b í a n d e sombrar.

Virrey del Perú Don Francisco de Toledo, por el año de 1572.


Nosotros las hemos buscado, en todos los archivos españoles,
sin resultado satisfactorio. Algunos hombres estudiosos sospe-
chan que tomó el historiador Herrera parte de aquellas pintu-
ras, para adornar las portadas de sus "Décadas". Puede ser po-
sible. (F.A.L.)
(5) Los mitimas o mitimaes eran los individuos trasplantados
de una región a otra. Estos trasplantamientos humanos obedecían
a una ¡hábil política de seguridad gubernativa en el Imperio de
los Inkas. Los mitimaes eran trasladados a otra región de clima
parecido a la suya, y con todos sus familiares y enseres respec-
tivos. Y por el hecho de ser mitimaes recibían algunas preferen-
cias de parte de la Administración Pública; y ellos tenían, ade-
más de las obligaciones generales, la misión de vigilar cautelo-
samente el cumplimiento de las leyes, en el vecindario donde ha-
bían establecido sus nuevos hogares. Igual vigilancia empleaban
los viejos vecinos de un pueblo con los mitimaes. Los unos es-
piaban a los otros. Y cuando había causa, llevaban su acusación
a la autoridad correspondiente, qne nunca era lerda para cas-
tigar a los remisos o violadores de la ley.
Los mitimaes no eran, pues, esclavos, como afirmó en su
"Historia de Indias" Francisco López de Gomara... Para co-
9
¥ a c a b a d o d e pintar y hacer las dichas naciones y bul-
tos d<e b a r r o , dio ser y á n i m a a c a d a u n o p o r sí, así a
los i t o m b r e s c o m o a las raujeréis,; y les m a n d ó se sumie-
sen d e b a j o d e tierra c a d a nación p o r s í ; y que d e allí
c a d a nación fuese a salir a las p a r t e s y lugares que él
les m a n d a s e ; y así dicen que los unos salieron d e cue-
vas, los o t r o s d e cerros, y otros de fuentes, y otros d e
lagunas, y otros d e pies d e árboles, y otros desatinos
d e esta m a n e r a ; y que por h a b e r salido y e m p e z a d o a
multiplicar de estos lugares, h a b e r sido d e allí el prin-
cipio d e su linaje, hicieron huacas y a d o r a t o r i o s estos lu-
gares, en -memoria del p r i m e r o d e su linaje que d e allí
p r o c e d i ó , y así c a d a nación se viste y trae el traje con
que a su fai*áca vestían, Y dicen que el p r i m e r o que d e
aquel lugar nació, allí se volvía a convertir- en p i e d r a s ;
otros en halcones y c ó n d o r e s , i otros animales y a v e s ;
y así son de diferentes figuras las IMÍ-.SCSS que a d o r a n y
que usan ( 6 ) .

rfcoeer major la función que ejercían dentro del Imperio de los


Ijskm i&s mitimaes (espías con ropaje de colonos), remitimos al
lector a:
Bernabé Codo (".Historia del Nuevo Mundo". Tomo III, pági-
na® 222 a 227. Edición de Marcos Jiménez de la Espada. Sevi-
lla— 1890).
Pedro Cieza áe León ("La Crónica del Perú". Tomo Ií, pági-
nas 393 a 394. Edición de Enrique de Vedia. Madrid—1886).
Garcitaso de la Vcíra ("Los Comentarios Reales de los Incas*'.
Tomo II, páginas 231 a 234. Edición de Horacio H. Urfreaga. Li-
me—1919).
Pedro Cieza de León. ("Crónica del Pena". Segunda Parte, pá-
ginas 83 a 89. Edición de Marcos Jiménez de la Espada. Ma-
drid— 1880). (F.A.L.)
(6.) El significado de la palabra huaea (waka) es "sepulcro,
tumba", según los Religiosos Franciscanos en su "Vocabulario
Políglo/ta Incaico" y algunos historiadores... En el Imperio de
los f&kas, el culto a los antepasados era tan profundo que a los
muertos les concedían atributos sagrados, divinos; así como tam-
bién a todo lo que se relacionaba con ellos. De allí que para los
antiguos perdíanos, si sagrados eran los muertos, sagradas eran
SJ*S tumbas, sm$ toacas. Y por un proceso filológico de genera-
lización, al correr los tiempos, el vocablo waka se aplicó a todo
10
O t r a s naciones h a y que dicen que c u a n d o el diluvio
se a c a b ó , p o r las aguas, la g e n t e , excepto aquellos q u e
en algunos cerros, cuevas y árboles se p u d i e r o n esca-
par, y que éstos fueron m u y poquitos, y que d e allí e m -
p e z a r o n a multiplicar; y que p o r h a b e r e s c a p á d o s e y p r o -
c e d i d o d e aquellos lugares, en m e m o r i a del p r i m e r o q u e
d e allí salió, p o n í a n ídolos d e piedra, d á n d o l e s el n o m -
b r e a c a d a h u a c a que ellos e n t e n d í a n h a b í a tenido aquel
d e quien se j a c t a b a p r o c e d e r ; y así los a d o r a b a n y ofre-
cían sus sacrificios d e aquellas cosas que c a d a nación
u s a b a ; no o b s t a n t e que h u b o algunas n a c i o n e s q u e tu-
vieron noticia, a n t e s que el Inca los sujetase, q u e h a b í a
un H a c e d o r d e t o d a s las cosas; al cual, a u n q u e lie ha-
cían algunos sacrificios, n o eran en t a n t a c a n t i d a d ni
con tanta veneración c o m o a sus hmacas. Y prosiguien-
d o la dicha fábula dicen que al t i e m p o q u e el H a c e d o r
estaba en T i a h n a ^ a c o , p o r q u e dicen que aquel era su prin-

lo que se consideraba digno de veneración, es decir, a todo lo que


se tenía por sagrado, por divino. Así, pues, waka era cualquier
adoratorio, cualquier ídolo; waka era la momia del antepasado
y aún las ofrendas que se les ofrecían; y en fin waka era toda
representación material de la exhuberante mitología inkaica.
Para mayor comprensión de lo que eran y representaban las
wakas, en las creencias religiosas de los antiguos peruanos, re-
comendamos a nuestros lectores, entre otros historiadores anti-
guos, a:
Pedro Cieza de León. ("La Crónica del Perú" página 416. Co-
lección Enrique de Vedia. Madrid—1886).
Garcilaso de la Vega. ("Los Comentarios Reales de los In-
cas", tomo I, páginas 88, 91 y 92. Edición Horacio Urteaga. Li-
ma—-1928).
Bernabé Cobo. ("Historia del Nuevo Mundo", tomo III, pá-
gina 343, y tomo IV, páginas 5, 6, 10 a 47.* Edición Marcos Ji-
ménez de la Espada. Sevilla—1890).
Polo de Ondegardo. ("Religión y Gobierno de los Incas", pá-
ginas 43, 112 a 116 y 205. Edición Urteaga-Romero. Lima—1916).
Pablo José de Arriaga. ("La extirpación de la Idolatría en el
Perú", páginas 22 a 24, 42, 50 a 55, 95 a 97, 138 a 144, 151,
185 a 187, 198 a 201. Edición Urteaga-Romero. Lima-—1920).
Reginaldo de Lizárraga. ("Descripción y Población de las In-
dias", página 22. Edición Carlos A. Romero. Lima—1908). (F.A.L.)
11
cipal asiento; y así, allí, hay unos edificios soberbios de
grande admiración, en los cuales estaban pintados mu-
chos trajes de estos indios, y muchos bultos de piedra
de hombres y mujeres; que por no obedecer el manda-
to del Hacedor, dicen que los convirtió en piedras ( 7 ) ;
y dicen que era de noche y que allí hizo el Sol, la Luna
y las, estrellas; y que mandó al Sol, la Luna y las estre-
llas fuesen a la isla de Titicaca que está allí cerca; y
que desde allí subiesen al Cielo.
Y que al tiempo que se quería subir el Sol, en figura
de un hombre muy resplandeciente, llamó a los incas
y a Manco Cápac, como a mayor de ellos y le dijo: **Tú
y tus descendientes habéis de ser señores, y habéis de
s-q jetar muchas naciones; tenedme por padre, y por ta-
les hijos míos os jactad, y así me reverenciaréis como a
padre'*. Y que acabado de decir esto a Manco Cápac
le dio por insignias y armas el suníusr paucar ( 8 ) y el
champi (9) y otras insignias de que ellos usaban, que

(7) La creencia en la transformación de hombres en piedras


y de éstas en hombres era común entre los antiguos pueblos del
Perú. Y algunas de esas piedras eran objeto de especial vene-
ración. De estas transformaciones, entre otros historiadores an-
tiguos, se ocupan:
Polo de Ondegardo. ("Religión y Gobierno de los Incas". Se-
gunda Parte, página Sí. Edición Urteaga-Romero. Lima—1917).
Bernabé Cobo. ("Historia del Nuevo Mundo", tomo III, pági-
na 334. Edición Marcos Jiménez de la Espada. Sevilla—1892).
Y estas transformaciones en piedra y la veneración a las mis-
mas, no es demás anotar, existen en los mitos de algunos pue-
blos asiáticos. (F.A.L.)
(8) Sunturpáucar era insignia imperial, precedía al Inca cuan-
do salía de su palacio; "era una asta poco más corta que de
pica, cubierta y vestida de alto a bajo de plumas cortas de co-
lores varios, asentadas con tal primor, que hacían galanas la-
bores; y por remate, en lo alto, salían tres puntas de plumas gran-
des". (Bernabé Cobo, "Historia del Nuevo Mundo", tomo III,
página 286. Sevilla—1892). (F.A.L.)
(9) Champi era una de las armas de los ejércitos inkaicos,
era una porra de pesada madera, mayormente, con puntas de co-
bre en un extremo. "El mismo Inka, en lugar de cetro, traía en
la mano un champi corto como bastón, con el hierro de oro".
12
es a m a n e r a d e cetro, y que t o d o s ellos, p o r insignias
y armas, tuvieron. Y que en aquel p u n t o m a n d ó a! Sol,
Ja L u n a y las estrellas se subiesen al Cielo, a p o n e r s e
caoía uno en sus lugares; y así subieron y se p u s i e r o n ;
y que luego en aquel instante M a n c o C á p a c y sus her-
m a n o s y h e r m a n a s , p o r m a n d a t o del H a c e d o r , se sumie-
ron Rebajo d e tierra, y vinieron a salir a la cueva <pe
P a c a r i t a m b o ( 1 0 ) , d e d o n d e se j a c t a b a n p r o c e d e r , a u n -
que d e la dicha cueva dicen salieron otras 'naciones 1 ; y
que salieron al p u n t o que el Sol» el p r i m e r d í a d e s p u é s
d e h a b e r dividido la n o c h e del día el H a c e d o r ; y así d e
aquí les q u e d ó apellido d e llamarse Hijos d e l . S o l , y co-
m o a p a d r e a d o r a r l e y reverenciarle.
T i e n e n t a m b i é n otra fábula en que dicen que e.l H a -
c e d o r tuvo dos hijos, que al uno l l a m a r o n Ima^maria
yir&codba y al otro T o c a p o V i r a c o c h a ; y que concluido
el H a c e d o r las gentes y naciones, y d a r brazas y lenguas,
y h a b e r e n v i a d o al cielo el Sol, la L u n a y las estrellas,
c a d a uno a su lugar d e s d e T i a h u a n a c o , c o m o está dicho,

(Bernabé Cobo, "Historia del Nuevo Mundo", tomo III» pági-


na 287:. Sevilla—1-892). (F.A.L.
!!
(10) Este nombre es compuesto por las dos voces kechwas: pa-
caric (pakarik), amanecer; y tampu, casa, depósito. *Pafa me-
j o r conocer el significado de Pácaritambo (Pakaritarapu), puede
el; lector consultar a los^ siguientes anfigutis historiadores: *v
Bernabé Cobo. ("Historia del Nuevo Mundo", tomo III, pá-
giñas 122 a 126, 315 a 317. Edición Jiménez de la Espada.
Sévilla-^1890).
* Martín de Morúa. ("Origen de los Incas", página 7. Edición
Urteaga-Romero. Lima—1922).
•'Bartolomé de las Casas. ('"Las Antiguas Gentes del perú",
páginas
!>
128 a 131. Edición Jiménez de la Espada. Madrid—1892).
Miguel Cabello Balboa. ("Historia del Perú", página 5. Edi-' ]
ción Urteaga-Romero. Lima—1920).
^Polo de Ondegardo. ("Relación y Gobierno de los Incas", pá-
ginas-52 y 53.' Edición Urteaga-Romero. Lima—1916).
Pedro Sarmiento de Gamboa. ("Historia de los Incas", pági-
na 62. Buenos Aires—1942).
Polo de Ondegardo. ("Religión y Gobierno de los Incas". Se-
gunda fParte, paginas 3 y 4. Edición Urteaga-Romero. Lima'—
1917). (F.A-U - . • • . . - : : T-
;13
.el r^acedor, a quien en lengua de estos indios le llaman
Parh?,y^cb^clí.ic, y por ptro nombre Te.csi Viracocha, que
quiere defcir Incomprensible Dios, que vino por el ca-
mino de la sierra visitando y viendo a todas las ña-
piones, chorno Katían comenzado a multiplicar y cum-
plir lo que se Jes había mandado; y que algunas na-
ciones que halló rebeldes y que no habían cumplido su
mandato, gran parte de ellos convirtió en piedras, en
figuras de hombres y mujeres con el mismo traje que
traían.
Fué la conversión en piedras en los lugares siguientes:
en Tiahuanaco, en Pucará y Jauja, donde dicen convir-
tió la huaca llamada jríuarivilca en piedra, y en Pacha-
<cam?iC, en Cajamarca y en otras partes. Y hoy en día
están en los dichos jugares unos bultos de piedras gran-
des, y en algunas partes casi de bultos de gigantes, que
an,t i q últimamente debieron ser hechos por mano¡s de
hombres: y por falta de la ¡memoria y escritura tomaron
esta fábula de decir que por mandado del Hacedor, por
no haber cumplido sus mandamientos, se tornaron en
pfedras.
Y que en Pícara ( 1 1 ) , que es cuarenta leguas de la
ciudad del Cuzco, por el camino del Collao, d?cen que
bajó fuero del cielo y quemó gran parte de ellos, y que
los que iban huyendo, se convirtieron en piedras; y que
el Hacedor, de quien ellos decían que era el padre de
Imaymarsa Virac€>eiia y de Toc^po Viracocha, mandó
que desde allí se partiese el mayor de sus hijos, lla-
mado Im^yraaníi Viracocha, en cuyo poder y mano es-
tán todas las cosas, y que fuese por el camino de I03
Andes y montañas de toda la tierra; y que fuese dando
y poniendo nombres a todos los árboles grandes y pe-
queños, y a las flores y frutas que habían de tener, mos-
trando a las gentes las que eran para comer y las que
no, y las que eran buenas para medicinas; y así rnfsmo

(11) Tanto en el idioma kechwa como en el aymara, el vocablo


pucará (pukara) significa: "castillo, fortaleza". (F.A.L.)
14
puso n o m b r e a t o d a s las y e r b a s y flores, y el t i e m p o en
que h a b í a n d e producir sus frutos y flores, y que éste
m o s t r ó a las gentes las y e r b a s que tenían virtud p a r a
curar, y las que p o d í a n m a t a r . Y al otro hijo l l a m a d o
T o c a p o V i r a c o c h a que quiere decir en su lengua H a c e -
dor, en que se incluyen todas las cosas, le m a n d ó fue-
se por el c a m i n o d e ]os llanos, visitando las gentes,
y p o n i e n d o n o m b r e s a los ríos y árboles que en ellos
hubiese, y d á n d o l e s sus frutos y flores p o r la o r d e n di-
cha; y que así se fuesen b a j a n d o hasta lo m á s bajo d e
esta tierra, y que así bajaron a la m a r p o r lo m á s b a -
jo d e esta tierra y d e allí se subieran al cíelo, d e s p u é s
d e h a b e r a c a b a d o d e hacer lo que h a b í a en la tierra.
Dicen 'también en esta misma fábula que en T i a h o a n a -
c o , d o n d e dicen hizo t o d a s las gentes, hizo t o d a s las di-
ferencias d e aves, m a c h o y h e m b r a d e c a d a uno, y d á n -
doles cantos, que h a b í a n d e c a n t a r c a d a u n a ; y a las
que h a b í a n d e residir en las .montañas que se fuesen a
ellas; y a las que en la sierra, c a d a u n a a las p a r t e s y
lugares que h a b í a n d e residir. Y que así m i s m o hizo to-
das Jas diferencias d e animales d e c a d a uno, m a c h o y
h e m b r a , y t o d a s las d e m i s diferencias d e culebras y d e -
m á s sabandijas que en la tierra hay, m a n d a n d o a c a d a
una que las que h a b í a n d e ir a las m o n t a ñ a s , fuesen a
ellas, y les d e m á s fuesen por la tierra; y que allí m a -
nifestó a las Rentes los n o m b r e s y p r o p i e d a d e s que las
aves y animales y d e m á s s a b a n d i j a s tenían.
l e m á n t a m b i é n estos indios, p o r m u y cierto y averi-
g u a d o que el H a c e d o r ni sus hijos no fueron nacidos d e
mujer y que eran i n c o n m u t a b l e s , y que t a m p o c o h a b í a n
d e tener fin. O t r o s m u c h o s d e s v a r i o s ( 1 2 ) tienen algu-
nas naciones d e esta tierra, y fábulas d e d o n d e se j a c -

(12) El autor de esta valiosísima crónica califica como "des-


varío" de los antiguos peruanos la creencia en el Hacedor. No-
sotros creemos todo lo contrario; cuando el hombre asciende del
fetichismo infantil y burdo hasta la creencia en un Ser Supre-
mo, es porque ha llegado al plano más elevado de las concep-
ciones religiosas. Y tal fué el estado de cultura de los diferen-
15
tan proceder; que si todas las hubiésemos de especifi-
car, además de ser prolijas, sería nunca acabar; y así
pondré alguna para que se entienda el desatino y ce-
guedad en que vivían,
En la provincia de Quito está una provincia llamada
Cañaribamba; y así llaman a los indios, "cañaris" por el
apellido de la provincia, los cuales dicen que al tiempo
del Diluvio en un cerro muy alto llamado Huacayñan,
que está en aquella provincia, escaparon dos hermanos
en él. Y dicen en la fábula que como iban las aguas cre-
ciendo, iba el cerro creciendo, de manera que no les
pudieron empezer las aguas. Y que allí, después de aca-
bado el Diluvio, y acabádoseles la comida que allí re-
cogieron, salieron por los cerros y valles a buscar de
comer, y que hicieron una muy pequeñita casa en que
se metieron, en donde se sustentaban de raíces y yerbas,
pasando grandes trabajos y hambre. Y que un día ha-
biendo ido a buscar de comer, cuando a su casilla vol-
vieron, hallaron hecho de comer y para beber chicha,
sin saber de donde ni quien lo hubiese hecho ni allí
traído. Y que esto les acaeció como diez días, al cabo
de los cuales trataron, entre sí, querer ver y saber quien
les hacía tanto bien en tiempo de tanta necesidad; y
así el mayor de ellos acordó quedarse encondido, y
vio que venían dos aves que llaman aguaque, por otro
nombre llaman torito, y en nuestra lengua las llamamos
guacamayas. Venían vestidas como los caííaris y (con)
cabellos en las cabezas, atada la frente como ahora an-
dan; y que llegadas a la choza, la mayor de ellas vio
al indio escondido, y que se quitó la Uiclla que es el man-
to que ellas usan; y que empezó a hacer de comer de lo
que traían. Y que como vio (él) que eran tan hermo-
sas, y que tenían rostros de mujeres, salió del escondrijo
y arremetió a ellas; las cuales como al indio vieron, con

tes pueblos, después de ser eslabonados por los Inkas conquis-


tadores, para formar el gran Imperio del Tahuantinsuyos donde
primó una civilización única en el Mundo, y regía sus destinos
un gobierno socialista, patriarcal, rígido y humano. (F.A.L.)
16
gran enojo se sáiiéifoñ y sé fueron volando^ sin Hacer
ni5 dejar éste día que comiesen. Y veiiidó qué fué él
hermano rhehor del campoj que Había ido a buscar que
comer, como no hallase cosa aderezada, corrió (en) los
demás días solía hallar, pregunta 1 la causa d é ello a cu
hermano, el cuál sé la dijo; y sobre ello hubieron gran
enojó; y así el Hermanó tnénot sé determinó á quedar-
se escondido hasta ver si volvían.
Y al cabo dé tres días volvieron (las) dos guacama-
yas, y empezaron a hacer dé comer, y que cómo (él)
viese tiempo oportuno para cogerlas, entró al tiempo
que vio qué ya habían hecho de córner, arremetió a la
puerta y cerróla y cogiólas dentro; las cuáles' mostraron
gran enojo, y así asió a la menor; porque la mayor, mien-
tras (él) tenía a la menor, sé fué. Y con esta niériór
dicen tuvo acceso y cópula carnal; eii la cual, en decur-
so de tiempo, tuvo seis hijos e hijas, con los cuáles vivió
en aquel cerro mucho tiempo, sustentándose de las se-
milláis qué sembraron; que dicen trajo la guacamaya;
y que de éstos hermanos y hermanas, hijos dé esta gua-
camaya, que se repartieron por la provincia de Cáñári-
taiüE^, dicen proceden todbs los cáñaris; y así tienen
por hoácá el cerro llamado Huacayñan y en gran vene-
ración a las guacamayas; y tienen éri mucho las plumas
de ellas para sus fiestas.
En la provincia e indios de Ánca'srnarca que es cinco
leguas del Cuzco, en la provincia de Antisuyo, tienen la
fábula siguiente: Dicen que cuando quiso venir el Di-
luvio, un mes antes, los carneros (13) que tenían, mos-
traron gran tristeza, y que de día no comían, y que de
noche estaban mirando a las estrellas, Hasta "tanto que
el pastor que a cargó los tenía, les preguntó que qué
veían; a lo cual le respondieron que mirase aquella jun-
ta de estrellas; las cuales estaban en aquel ayuntamxen-

(13) En el Imperio de los Inkas no existían los carneros. Y los


conquistadores españoles llamaron carneros' a las llamas, a los
huanacos,- animales propios dé la América del Sur. (F.A.L.)
17
to en a c u e r d o d e que el m u n d o se h a b í a d e a c a b a r con
aguas. Y así, o í d o esto, el p a s t o r lo t r a t ó con sus hijos
e hijas, los cuales eran seis, y a c o r d ó con ellos que re-
cogiesen c o m i d a y g a n a d o lo m á s q u e pudiesen. Y su-
b i é n d o s e a un cerro m u y alto, l l a m a d o A n c a s m a r c a ;
y dicen c o m o las aguas iban creciendo y c u b r i e n d o la
Tierra, iba creciendo el cerro d e tal m a n e r a , que j a m á s
le s o b r e p u j a r o n ; y que después c o m o se iban r e c o g i e n d o
las aguas, se iba b a j a n d o el c e r r o ; y así d e estos seis hi-
jos d e aquel p a s t o r que allí escaparon, se volvió a p o -
blar la provincia d e los Cuyos. ( 1 4 )
Estos y oíros desatinos semejantes d e c í a n y dicen ha-
ber p a s a d o ; que p o r prolijidad, corno dicho tengo, n o
los p o n g o . Causóse t o d o esto, a d e m á s d e la principal
causa que era no c o n o c e r a Dios y d a r s e a vicies e ido-
latrías, no ser gentes que u s a b a n d e escritura; p o r q u e
si la usaran n o tuvieran tan ciegos, torpes y desatina-
dos errores y fábulas; no o b s t a n t e que u s a b a n d e u n a
cuenta muy sutil d e unas h e m b r a s d e lana d e dos n u d o s ,
y que esta lana d e colores en los n u d o s , los cuales llaman
quipos, e n t e n d í a n s e y enliéndense t a n t o p o r esa cuerula,
que d a n razón d e m a s d e quinientos a ñ o s d e t o d a s las
cosas que en esta tierra en este t i e m p o h a n p a s a d o . T e -
nían indios industriados y m a e s t r o s d e los dichos quipos

(14) Para mayor .conocimiento de lo que los antiguos perua-


nos sabían y entendían doi Diluvio Universal, se puede consultar
a los antiguos historiadores siguientes:
Garcilaso de la Vega. ("Los Comentarios < Reales"* .tomo I,
páginas 53, 55, 223, Edición Horacio H. Urteaga. Lima-r-1918J,
Bernabé Cobo. ("Historia del Nuevo Mundo", tomo III, pági-
nas 309 a 317. Edición Jiménez de la Espada. Sevilla—1890).
José de Acosta. ("Hisioria Natural y Moral de las Indias",
tornq.;IJU Pagina 200. Madrid—1894).
Francisco d-e Avila. ("Informaciones acerca de la Religión, y
Gobiernoncje lo$; Inpas", paginas 111 a 114. Edición Urteaga-Ro-
rnero. Lima—1918).
JrranciseonLópez ¿te Qornara. ("Historia General de las Indias".
Edícjófi Éni¡iqfie d.e; Vedia,: tomo I, página 233.. Madrid—1877).
Polo de' Onae'gárcjo. ("Religión y Gobierno.de los Incas", pá-
gina 52. Edición! Ürteaga-Romero. Lima—1910). (F.A.L.)
18
y c u e n t a s ; y éstos iban, de generación en generación,
m o s t r a n d o lo p a s a d o , y empapándolo en la memoria á
los que h a b í a n d e entrar, que, por maravilla, se olvida-
ban cosa p o r p e q u e ñ a que fuese. ( 1 5 ) Tenían en estos
quipos, que casi son a m o d o de pabilos, con que las
viejas rezan en nuestra E s p a ñ a , salvo ser r a m a l e s ; te-
nían t a n t a c u e n t a en los años, m e s e s y lunas, de tal suer-
te q u e no h a b í a errar luna, a ñ o ni m e s ; a u n q u e no con
t a n t a policía c o m o después que Inca Yupanqui empezó
a s e ñ o r e a r y conquistar esta tierra; porque hasta enton-

(15) La descripción sobre los kipus que hace aquí Cristóbal


de Molina, aunque no claramente, se aproxima a la realidad.
Según nuestro leal saber y entender, los kipus eran unas cuer-
das con nudos que, con el poderoso auxilio del kipukamayok (el
que maneja los kipus), se servían ventajosamente para las ne-
cesidades y menesteres de la administración gubernativa de los
Inkas. En los kipus se anotaban, además de las estadísticas par-
ciales de cada provincia, el censo general de la Nación, com-
pleto, preciso y seguro. Además se anotaba en esas cuerdas,
con señales de hilos de colores y nudos especiales, los ingresos
y egresos de la riqueza pública, encerrada en los depósitos rea-
les; los turnos de los servicios obligatorios, ya pastoriles, ya
industriales, ya religiosas, ya agrícolas, ya militares. Los kipus
eran auxiliares memorativos de hechos, de sucesos que tuvieran
objetivos de bases numéricas; servían para anotaciones de ideas
concretas, nunca para ideas abstractas... Eran los verdaderos
archivos oficiales del Imperio.
Para mejor afianzar nuestros asertos nos remitimos a los an-
tiguos historiadores del Perú y de mayor crédito, como los si-
guientes :
Bernabé Codo. ("Historia del Nuevo Mundo", tomo III, pági-
nas 109, 237, 295 a 298, 306 a 307; y tomo IV, páginas 69 y
88. Edición Jiménez de la Espada. Sevilla—1890').
Pedro Cieza de León. ("Crónica del Perú". Segunda Parte, pá-
ginas 39 a 47, 67, 71, 76, 196. Edición Jiménez de la Espada.
Madrid—1880-).
Juan Diez de Betanzos. ("Suma y Narración de los Incas",
página 150. Edición Urteaga. Lima—1924).
Miguel de Esíete. ("Relación de la Conquista del Perú", pá-
igina 47. Edición Urteaga. Lima—1924).
Garcilaso de la Vega. ("Los Comentarios Reales", tomo I, pá-
ginas 115, 149, 152; tomo II. páginas 78, 86, 89, 95, 148, 151 a
156; tomo III, páginas 278, 279, 350, 351. (F.A.L.)
19
ces los Incas no h a b í a n salido d e los a l r e d e d o r e s del
C u z c o ( 1 6 ) , c o m o p o r la " R e l a c i ó n " , que V u e s t r a Se-
ñ o r í a R e v e r e n d í s i m a tiene.
P a r e c e q u e este Inca fué el p r i m e r o que e m p e z ó a
p o n e r cuenta y razón en t o d a s las cosas, y el que quitó
cultos y dio cultos y ceremonias, y el que hizo los d o c e
m e s e s del año, d a n d o n o m b r e s a c a d a u n o , y h a c i e n d o
las c e r e m o n i a s que en c a d a u n o d e ellos h a c e n ; p o r q u e
n o o b s t a n t e que antes que reinasen sus antecesores, te-
n í a n meses y a ñ o s , p o r sus quipos, n o s e regían con tan-
to concierto corno después que éste fué Señor, que se
r e g í a n p o r los inviernos y v e r a n o s . Este (Inca Y u p a n q u i )
fué d e t a n t o e n t e n d i m i e n t o que se puso a considerar,
v i e n d o el r e s p e t o y reverencia que h a b í a n t e n i d o sus an-
t e p a s a d o s al Sol, p u e s le a d o r a b a n p o r Dios, y q u e n o
tenía r e p o s o ni descanso ninguno, y que t o d o s los días
d a b a vuelta al m u n d o ; dijo y trató con los d e su conse-
j o q u e n o era posible ser el Sol el ¡Dios C r e a d o r d e t o -
d a s las cosas; p o r q u e si lo fuera, no fuera p a r t e un p e -
q u e ñ o n u b l a d o que d e l así se le p o n í a , estorbarle el res-
p l a n d o r que n o a l u m b r a s e ; y que si él fuera el H a c e d o r
d e t o d a s las cosas que algún día descansara, y d e u n lugar
a l u m b r a r a a t o d o el m u n d o y m a n d a r a lo q u e él qui-
siera; y q u e así que no era posible, sino que h a b í a otro
que lo m a n d a s e y rigiese, el cual era el Pachayachachic,
q u e quiere decir H a c e d o r ( d e l M u n d o ) .
Y así c o n este a c u e r d o y conocimiento m a n d ó hacer
las casas y t e m p l o d e Quishuar-cancha, que es p o r ci-

(16) El autor de esta crónica, Cristóbal de Molina, el cuz-


queño, no escapa a la sugestión de las parciales "informaciones"
inspiradas y llevadas a cabo por el Virrey Don Francisco de To-
l e d o . . . Es falso que el dominio de los Inkas se limitaba a los
alrededores del Cuzco hasta el gobierno del Inka Yupanki; pues
ya en época de Yawar Waka los ejércitos imperiales habían so-
metido, por el sur, desde Arequipa hasta Atacama, bajo la di-
rección del general Apu Mayta, según lo asevera el más autori-
zado de los antiguos cronistas del Tawantinsuyo, Garcilaso de
la Vega en "Los Comentarios Reales", libro IV, capítulo XX.
Véase también la nota 22 de "Destrucción del Perú". (F.A.L.)
20
ma de las casas de Diego Ortiz de Guzmán, viniendo
hacia lá plaza del Cuzco, donde al presente vive Her-
nán López de Segovia, donde puso la estatua del Ha-
cedor, de oro, del tamaño de un muchacho de diez años;
el5 cual era figura de un hombre puesto en pie, el bra-
zo derecho en alto, con la mano casi cerrada, y los de-
dos pulgares y segundos altos, como persona que esta-
ba mandando; no obstante que desde el principió tu-
vieron nci.icia los incas de un Hacedor de todas las co-
sas, y le tenían reverencia y hacían sacrificios, ño en
tarita veneración como desde este Inca acá. Y así en
toda la tierra que sujetó, en las cabezas de provincias,5
mando qué le hiciesen templo por sí, y tuvieséñ-sus ga-
nados, criados, chácaras y haciendas, en donde se le
hiciesen los sacrificios. Este Inca fué el qué, con suntuo-
sidad, edificó la casa del Sol del Cuzco, porque antes
dé él era muy pequeña y pobre; la causa fué la fábu-
la siguiente:
Dicen que antes que fuese Señor, yendo a visitar a
su padre Viracocha inca que estaba en Sacsahuaná, cinco
leguas del Cuzco, al tiempo que llegó a una fuente lla-
mada Susurpüqüió, vio caer una tabla de cristaj en Ja
misma fuemle, dentro de la cual vio una figura de incüo
en la forma siguiente: en la cabeza del colodrillo dé ella,
a lo alto, le salían tres rayos muy resplandecientes, a m a -
nera de rayos del Sol los unos y los otros; y e-n losT en-
cuentros de los brazos unas culebras enroscadas; en la
cabeza un llanto ( 1 7 ) , como Inca, y las orejas horada-
das, y en ellas puestas unas orejeras como Inca, y los
trajes y vestidos como inca. Salíale la cabeza de un león
por entre las piernas, y en las espaldas otro león, los
brazos del cuál parecían abrazar el un hombro y el otro;
y una manera de culebra que le tornaba de lo alto de
las espaldas a abajo. Y que así visto el dicho bulto y
figura, echó a huir Inca Yupanqui, y el bulto de la es-

(17) El "llauto" era como una vincha o cíngulo ceñido alre-


dedor dé la cabeza, cubriendo toda la frente. (F.A.L.)
1

2t
tatúa' lé llamo" por su' nbnib*é de dentro dlé la fuente,
diéiéndólé: "Venid acá, hijo niróV ño tengáis t^mór,1
qué yo soy el* Sol vuestro padre, y sé qué ñateéis dé ¿ü-
jetar muchas naciones; tened muy gran cuenta conmigo
dé mé réverénbiar, y ácórdaóá en vuestros' sacrificio^ dé
mf \ Y así desapareció el bulto, y quedó el espejo dé
cristal en la fuente, y el Inca le : tomó y guardó; en él
cual, dicen, después veía todas las cosas que quería.
Y respecto dé esto mando hacer, en,siendo Señor y
teniendo, posible, una estatua figura del Sol, ni más ni
menos de la cjue en el espejó había visto; y mandó, en
todas las tierras que sujetó, que en las cabezas de las
provincias se le hiciesen solemnes templos dotados de
grandes haciendas, mandando a todas las gentes que su-
jetó, le adorasen y reverenciasen juntamente con el Ha-
cedor; y4 así como en su vida, én la "Relación" que Vues-
tra Señoría tiene, se trata de todo lo que conquistó , y
sujetó, todo fué en nombre del Sol, su padre, y del Ha-
cedor, diciendo que para ellos era todo.
Este inca fué el que hizo a todas las naciones que
coiiquistó, tener en gran veneración sus hoáca&, y que les
acudiesen con sus sacrificios, diciendo no se enojasen con
ellos, t por no tener cuenta de reverenciarlas y adorarlas.
También éste hizo hacer casas al Trueno; hizío hacer una
estatua, figura de un hombre, de oro, y (lo) hizo poiier i
en el templo que hizo hacer para él en la ciudad del
Cuzco y en todas las provincias, juntamente 4con las del
S o ! y (él) Hacedor. Tenía su templo esta htiaca y ha-
ciendas y ganados y criados, por sí, para* sus sacrifi-
cios; y porque mi intento no es más que trabar'dé Ib to-
cante a cultos y ceremonias que tuvieron, en cuanto a
las leyes y costumbres que dio me remito a la "Rela-
c i o n a (18)

(18) ¿Dónde sé halla esta "Relación"?... Nada se sabe en


concreto. Pero, sí, puede asegurarse ha (sido aprovechada por
otros historiadores conío, por ejemplo, Miguel Cabello de Bal-
boa," según lo ha manifestado eí acertado bibliógrafo Carlos
A. Romero. (F.A.L.)
22
T e n í a t a m b i é n m u c h a s huacas y templos, d o n d e el
d e m o n i o d a b a sus respuestas; en algunas naciones y en
la c i u d a d del C u z c o la huaca d e Huanacauri ( 1 9 ) tenía
hechiceros d e m u c h a s m a n e r a s las provincias, los oficios
y n o m b r e s d e los cuales eran diferentes los u n o s d e los
otros.
Los n o m b r e s y oficios son los que siguen: calparicu-
qui, quiere decir, los que ven la v e n t u r a y suceso que h a -
b í a n d e tener las cosas que les p r e g u n t a b a n ; los cuales
p a r a el dicho efecto m a t a b a n aves, c o r d e r o s y carneros,
y s o p l a n d o p o r ciexita v e n a los bofes, en ellos h a l l a b a n
ciertas señales, p o r d o n d e d e c í a n lo que h a b í a d e suce-
der. H a b í a otros q u e l l a m a b a n vírapiricos, los cuales
q u e m a b a n en el fuego s e b o d e c a r n e r o s y coca, y en
ciertas aguas y señales que h a c í a n al t i e m p o d e q u e m a r ,
veían lo que h a b í a d e suceder, y al q u e los consultaban,
se lo d e c í a n ; éstos eran los m e n o s tenidos, p o r q u e m e n -
tían siempre. H a b í a n otros l l a m a d o s achicoc, que son los
sortilegios que con m a í z y estiércol d e c a r n e r o s echa-
b a n suertes; si q u e d a b a n p a r e s o nones, d a b a n sus res-
puestas, diciendo así m i s m o lo q u e q u e r í a n s a b e r d e
ellos el que los l l a m a b a . H a b í a otros l l a m a d o s c a m a s c a s ,
los cuales d e c í a n que aquella gracia y virtud que tenían
los unos, la h a b í a n recibido del T r u e n o , diciendo que
c u a n d o algún rayo caía, y q u e d a b a alguno atemoriza-
d o , d e s p u é s d e vuelto en sí, decía que el T r u e n o le ha-
b í a m o s t r a d o aquel arte, ora fuese d e curar con yer-
bas, o r a fuese d e d a r sus respuestas en las cosas que se
le p r e g u n t a b a n .

(19) Huanacauri (Wanakauri) era uno de los ídolos más fa-


mosos y más reverenciados. Le veneraba el propio Emperador,
pues lo llevaba consigo en sus excursiones conquistadoras. Y era
una piedra natural... Para mayor conocimiento de este ídolo
consúltese a:
Polo de Ondegardo. ("Informaciones acerca de la Religión y
Gobierno de los Incas". Segunda Parte, páginas 31 y 32. Edi-
ción Urteaga-Romero. Lima—1917). (F.A.L.)
23
Y así mismo cuando alguno se escapaba de algún río
o peligro grande, decían se les aparecía el demonio; y
a los que quería que curasen con yerbas se las mostra-
ba; de donde ha procedido haber muchos indios gran-
des herbolarios; y a otros mostraba yerbas venenosas
para matar, y a éstos llamaban camascas. Había otros
llamados yacarcaes, y éstos eran naturales de Huaro, tu-
vieron grandes pactos con el demonio, según parece por
el oficio que hacían en la forma siguiente: tomaban unos
cañones de cobre de medio arriba, y de medio abajo de
plata, de largo de un arcabuz de razonable tamaño, y
unos braseros en que encendían fuego con carbón, el
cual con los dichos cañones lo soplaban y encendían;
y en aquel fuego daban sus respuestas los demonios, di-
ciendo que era el ánima de aquel hombre o mujer por
quien ellos preguntaban, ora estuviese en Quito o en
oitra cualquier parte de las que el Inca conquistó. Y las
principales preguntas que le hacían eran quién era con-
tra el Sol su padre, o se pretendía rebelar contra el In-
ca o quien era en aquella parle ladrón, u homicida, o
adúltero, o quién vivía mal. Y así con esta invocación
sabía el Inca todo lo que en su tierra pasaba, por arte
del demonio. Eran estos yacarcaes muy temidos, así
del Inca como de las demás gentes, y donde quiera que
iba los llevaba consigo. Había también otros hechiceros
que tenían a cargo las hisacas, entre los cuales había
algunos de entre algunas de ellas hablaban con el de-
monio, y recibían sus respuestas; y decían al pueblo lo
que de ellos querían saber, o particularmente a las per-
sonas que se las iba a encomendar, aunque pocas veces
daban respuestas verdaderas.
Según decían, usaban todas las gentes de esta tierra
confesarse con los hechiceros que tenían a cargo las hila-
ras; la cual confesión hacía pública y para saber si ha-
bía confesado (la) verdad, el hechicero echaba suertes,
y en ellas, por arte del demonio, veía quién había con-
fesado mentira; sobre lo cual se hacían grandes casti-
gos, y desde que alguno tenía algunos graves pecados, que
24
p o r eJJps mereciese la muerte, c o h e c h a b a al hechicero, y
confesábase ( e n ) secreto con él. Los Incas y gentes o!el
Cuzco s i e m p r e h a c í a n sus confesiones sepretas, y p o r la
m a y o r p a r t e se confesaban con los indios d e H u a r o , h e -
chiceros que p a r a ello d e d i c a d o t e n í a n . A c u s á b a n s e en
sus confesiones d e no h a b e r r e v e r e n c i a d o al Sol, L u n a
y ^ipca-s, d e n o h a b e r g u a r d a d o y c e l e b r a d o d e t o d o
corazón las fiestas d e los raimes, que son las d e los m e -
ses <jel año. A c u s á b a n s e d e la fornicación, en c u a n t o
era q u e b r a n t a r el m a n d a m i e n t o del Inca d e n o t o m a r m.u-
jer ajena, ni c o r r o m p e r doncella alguna, y d e h a b e r l a
t o m a d o sin que se la diese el Inca; y n o p o r q u e tuvie-
sen q u e la fornicación d e sí fuese p e c a d o ; p o r q u e care-
cían d e este e n t e n d i m i e n t o . A c u s á b a n s e d e m a t a r y hur-
tar, teniéndolo p o r g r a v e p e c a d o ; y lo m i s m o d e la m u r -
muración, p r i n c i p a l m e n t e si h a b í a sido c o n t r a el Inca
o contra ej Sol. ( 2 0 )
Confesaban así mismo, R e v e r e n d í s i m o Señor, que las
gentes g u e h u b o a n t e s del Diluvio fueron h e c h a s con to-
d a s las d e m á s c o s a s E>pr el H a c e d o r ; p e r o que n o sa-
t é n por q u é o r d e n ni c ó m o , m á s cíe lo que tienen di-
cho d e T í a h u a n a c o . Y esto es lo que d e sus fábulas y
cultos y origen yo h e p o d i d o saber y alcanzar d e t o d o s
Jos viejos con quien h e t r a t a d o y c o r n u n i c a d o esite ne-
gocio. L a forma eje los cultos y sacrificios que en c a d a
m e s del a ñ o hacían, es la siguiente:

(2Q) Sobre el uso de la confesión, semi-superchena histórica,


en e l Imperio de los Ink.as, puede consultar el lector, entre otros,
a los siguientes historiadores:
Pedro de Viilagómez, Arzobispo de Lima (1650). "Exhortación
contra la Idolatría de los Indios", páginas 153", 158 a 159. Edi-
ción ¡Urteaga-Romero. (Lima—1919).
Polo deDnflegarcip. ("Religión y Gobierno de los Incas", pági-
nas 12 á 13.' Edición Urtéága-Romero. Lima—1916).
feefnajBé Cobo. (''Historia del Nuevo Mundo", tomo IV. pá-
ginas 89 a 93: Edición Jiménez de la Espada. Sevilla—-1893).
Garcilaso de la Vega. ("Los Comentarios Reales", tomo I, pá-
gina 92. Edición Horacio H. Urteaga. Lima—1918). (F.A.L.)
25
M A Y O . — Y c o m e n z a b a n a contar e! a ñ o m e d i a d o
M a y o , día más o m e n o s ; a p r i m e r d»a d e la Luna, el cual
m e s del principio ¿el a ñ o l l a m a b a n hacicay llusque ( 2 1 ) ,
en el cual hacían las c e r e m o n i a s siguientes F a r o a d a s intí
r a y m í , que quiere decir fiestas del Sol; sacrificábanse en
este mes al sol e:ran c a n t i d a d d e c a r n e r o s ( 2 2 ) d e t o d o s
colores, l l a m a d o s ]os unos hisacarpaña, que eran b l a n c o s
y lanudos, y otros carneros l l a m a d o s h u a n a c o s ; y otros
p a c o s blancos, lanudos, l l a m a d o s ctsvllos; y otros pa^os
l l a m a d o s paucarpaco, que eran h e m b r a s b e r m e j a s y la-
n u d a s ; y otros pacos l l a m a d o s oqtsepaco, y otros carne-
ros g r a n d e s l l a m a d o s c h u m p i ( p a c o ) , que era la color
Iríe ellos casi l e o n a d o s ; y otros carneros l l a m a d o s vana-
llama que eran nebros y l a n u d o s . Y así mismo sacrifica-
b a n en este tiemt>o c o r d e r o s d e las mismas colores, el
cuál sacriifcio habían por el o r d e n siguiente:
Iban a C o n c a r c h a p o r la m a ñ a n a , a "medio d í a y a
la noche, l l e v a n d o los c a r n e r o s que se h a b í a n d e sacri-
ficar aquel día, 5o<* cuales traían a l r e d e d o r d é los Cejólos
y hilaras l l a m a d a s P u n c h a p Inca, eme eran el Sol y el P a -
chayachachí, que era otro ídolo, figura d e h o m b r e , nue
nuiere decir el r^cho v o c a b l o , H a c e d o r : y otro ido 1 o
l l a m a d o ' ChuquiH^ yllapa, q u e era la huacá (el í d o l o )
del r e l á m p a g o , trueno y rayo, la cual hiiác» era forma
d e p e r d o n a , ' a u n ó l e n o le v e í a n el rostro. A d e m á s te-
nía un H&uito ( v i n c h a ) d e oro, y orejeras d e pro, y m e -
dalla d e oro que llaman canipo; v la r o p a d o b l a d a allí
iunto d e él, las cuales htiacas estaban r>uest?s en u n es-
c a ñ o , y los carneros vivos d a b a n vueltas a l r e d e d o r d e
ellas; los sacerdotes d e c í a n : **Oh, H a c e d o r , Sol y T r u e -

(2J) Las palabras del kechwa, contenidas en esta crónica, hay


que anotar, han sido lamentablemente mal copiadas, con raras
excepciones. Convierc también anotar que el autor Cristóbal de
Molina; el cuzqueño no concuerda con los otros cronistas en los
nombres de los mes - ni en el que comenzaba el año; alrededor
de estas medidas tí tiemoo, no hay dos cronistas que coinci-
dan. (F.A.L.)
(22) Véase Ja nota N? 13, anterior, de esta Crónica.
26
no, sed siempre mozos, no envejezcáis; todas las cosas
estén en paz, multipliquen las gentes y haya comidas;
y todas las demás cosas vayan siempre en aumento";
las cuales razones decían al Hacedor. Y al Sol le de-
cían que él siempre fuese mozo, y que saliese alumbran-
do y resplandeciendo, no reconociéndolo por Hacedor
sino por hechura del Hacedor, Y al Trueno y Relámpa-
go, diciendo que lloviesen para que hubiese comidas;
también conociendo que tronando y relampagueando,
llovía por mandato del Hacedor.
Y luego por la mañana enviaban un carnero a Huana-
cauri que es la hoaca principal que ellos tienen, corno
en la "Historia de los lacas"* está dicho; en donde le
mataban y quemaban los tarptmtaes, que eran los que
tenían*a cargo de dar de comer a las huacas; y mien-
tras lo quemaban, al salir el Sol por la mañana, iban
muchos incas y caciques arrancando la lana del dicho
carnero. Antes que le quemasen andaban dando voces
alrededor del sacrificio, con la lana en las manos, di-
ciendo: "Oh, Hacedor, Sol y Trueno sed siempre mo-
zos y multipliquen las gentes, y estén siempre en paz".
Y a medio día, por la misma orden, quemaban otro
carnero en Coricancha, en el patio de la dicha casa del
Sol, que ahora es el claustro de los frailes del señor San-
to Domingo. Y al entrar áiú Sol, llevaban otro al cerro
Aspirani; porque sobre él se pone el Sol, el cual sacri-
ficaban por la misma orden. Y sacrifeaban además de
esto, y ofrecían a las dichas huacas unos cesticos de co-
ca llamados paucarusrico, y unos que llamaban pauear-
qufcitu, a manera de coca, y un poco de maíz tostado y
conchas de la mar que llaman mui$hl, colorado y amari-
llo, hechas a manera de maíz. Y así mismo en cada un
día de los de este mes iban a quemar a los carneros y
•lo demás a los lugares siguientes: a un cerro llamado
Sücanca y a otro llamado Omotoyanacauri, y a otro
llamado Capac vilca que está a tres leguas de Huana-
cauri; y a otro llamado Queros huinacauri, y a otro lla-
mado Rontoca que está en los Quiguares; y a otro ce-
27
rro llamado Collopata, que está en Pumacancha, catorce
leguas de esta ciudad. Y a un llano llamado Yana yana;
y á otro cerro llamado Cuti que está en la puna de Pu-
macancha; y así caminando iban otro día a Vilcanota,
que es veinte y seis leguas del Cuzco. La razón porque
seguían en este mes este camino, es porque dicen nace
el Sol en aquella parte; y así venían prosiguiendo el
dicho sacrificio, y en un llano que está junto a Rurtí
cache hacían el mismo sacrificio, y en otro cerro llamado
Sunto, junto a Sihuana, en Cacha; en otro cerro llama-
do Cacha-Viracocha hacían lo mismo, y en otro ce-
rro llamado Yacalla huaca; y en otro llamado Virauma,
en Quiquijana en el llano de ella; y en Mollebamba ha-
cían lo mismo; y en Urcos, en un cerro llamado Urcos
Viracocha hacían lo mismo; y e n Antahuayla, en un lla-
no que allí estaba, quemaban otro; y junto a Antahuay-
la, en otro llamado Páti, hacían lo propio; y en oitro
llamado Acahuara hacían lo mismo. Y en Quispican-
cha, en un cerro que está allí hacían lo mismo; y en
otro llamado Sucanca hacían lo mismo; e iban los tar-
puntaes por un camino y volvían por otro.
ETlba el Inca con todos los señores a Matucalla, y allí
estaba bebiendo y holgándose, y haciendo sus borra-
cheras y tacpi (canto), y este taqtai llamaban kuallina 9
el cual dicho baile o canto hacían cuatro veces el día.
Hacían esta fiesta sólo los Incas, y daban de beber a
los que hacían las fiestas las mamacunas, mujeres del
Sol, y no entraban sus mujeres propias a donde ésitas
estaban, sino quedábanse fuera en un patio. Todos los
vasos en que comían y bebían, y cantería (sic) en que
se aderezaba la comida, toda era de oro. Y habían el di-
cho taqui llamado huaylina y en él adoraabn al Hacedor.
Sacaban a esta fiesta las dos figuras Palla aillo e Inca
aillo, con ropas muy ricas, cubiertas con chapería de oro,
llamadas llancapata, colcaipata y pattear unco. Llevaban
delante el susitiupáucar (23) y unas ovejas grandes del

(23) Véase la nota N<? 8. antecedente.


28
grandor de los carneros, dos de oro y dos de plata,
puestas en los lomos unas camisetas coloradas a manera
da gualdrapas. Llevábanlos en unas andas, lo cual ha-
cían en memoria de los carneros que dicen salieron del
Tambo con ellos; los indios que los llevaban eran seño-
res principales, iban con muy ricos vestidos. Llaman a
estas ovejas de oro y plata corínapa y colquiuapa. Estaba
el Inca allí, en Mantucalla, hasta que se acababa el mes,
y acabado el dicho tiempo se venía el inca a la plaza
que está delante de la plaza del Cuzco llamada Aucay-
pata, a donde el suelo por donde había de venir el
Inca estaba sembrado de plumería de todos colores de
aves; y allí venía lo que le restaba del día, y a la no-
che se iba a su casa, y así se acababa este mes.

* JUNIO.—Al mes de Junio llamaban Canay, por otro


nombre Chachuarhuay; sólo se ocupaban en regar las
chácaras y aderezar las acequias, y llevar las aguas para
sembrar.

JULIO.—Al mes de Julio llamaban Moronpassa tar-


puiiqsilla., y en este mes hacían las fiestas del yarwiayra,
que es en que en ella pedían al Hacedor que todas las
comidas acudiesen y produjesen bien en aquel año, y que
fuese próspero; porque en este mes sembraban, en el
cual hacían las ceremonias siguientes:
Los taflfpusnta^'S que es una Rente como sacerdotes, te-
nían cuidado de ayunar desde que sembraban el maíz
hasta que s¿ilía de la tierra como un dedo de alto; y en
este tiempo no se juntaban con sus mujeres, y así mis-
mo, ayunaban sus mujeres e hijos de éstos. No comían
en este tiempo más de maíz cocido y yerbas, y así no
bebían chicha sino turbia, que llaman concho ( 2 4 ) , ni
usaban coca en este tiempo. Traían un poco de maíz

(24) Este vocablo, en el diccionario kechwa del Padre Gon-


záles Holguín, está escrito, en esta forma: kortchu, significando
"heces, asiento de líquido \
29
crudo en las chuspas ( 2 5 ) , que se ponían en las bocas;
y así mismos toda la gente popular hacia la fiesta llamada
Ilataayra, porque así se llama el canto que se hacía pi-
diendo el Hacedor les diese buen año.
Y esta (fiesta) hacían vestidos (de) una camisetas co-
loradas hasta los pies, sin mantas; salían a beber y bai-
lar a Aucaypata, adonde llaman ahora los españoles Li-
mapampa, que es abajo de Santo Domingo; y allí los sa-
cerdotes del Hacedor quemaban, por la mañana, un car-
nero blanco, maíz, coca y plumas de pájaros de colores
y mullo, que es conchas de la mar, como dicho está, ro-
gando al Hacedor diese buen año, pues que de nada ha-
bía creado todas las cosas, y dádoles ser, tuviese por bien
de darles buen año.
Y así mismo a los sacerdotes del Sol, llamados £as>
puntaes, y a los sacerdotes del Trueno les daban de es-
te sacrificio para que lo hiciese como ellos, rogando al
Sol calentase para que se criasen las comidas; y al True-
no llamado chuqui illapa, que enviase sus aguas con que
se crease, y no enviase granizo; los cuales sacrificios
acabados, se iban los labradores a sus labranzas, y los
cortesanos a casa del Señor Inca, hasta que el mes que,
en su lengua, llamaban quispe acababa.
AGOSTO.-—Al mes de Agosto llamaban Coyaraymi,
y en este mes hacían la citila; y para hacer la dicha fies-
ta traían las figuras de las huacas de toda la tierra, de
Quito a Ghile, las cuales ponían en sus casas que en el
Cuzco tenían para el efecto, que aquí diremos después.
La razón porque hacían esta fiesta llamada citua? en es-
te mes, es porque entonces comenzaban las aguas, y
con las primeras aguas suelen haber muchas enferme-
dades, para rogar al Hacedor que en aquel año, así sea
en el Cuzco como en toda lo conquistado del Inca, tu-
viese por bien no las hubiese, para lo cual hacían lo si-
guiente: el día de la conjunción de la Luna, a medio

(25) Chuspa era una bolsa de regular tamaño, que la traían


los indios colgada del hombro.
30
día, iba el Inca con todas las personas de su Consejo y
los más principales incas que se hallaban en el Cuzco,
a Coricancha, que es la casa del Sol y templo, donde
hacían su cabido, tratando de qué manera se haría la
dicha fiesta, porque en unos años añadían o quitaban
de la fiesta lo que les parecía convenía para la fiesta.
Y así acordado lo que habían de hacer, el sacerdo-
te mayor del Sol y el Inca salían todos, y el sacerdote
mayor decía a las gentes que estaban juntas, como el
Hacedor tenía por bien se hiciese la dicha citua o fiesta,
(para) que se echasen todas las enfermedades y males
de la tierra; y a ésta acudía y estaba gran cantidad de
gente armada a uso de guerra, con sus lanzas, en la pla-
za que delante el templo estaba, todos a punto de gue-
rra y en su ordenanza. Para este efecto llevaban al tem-
plo del Sol las figuras llamadas Chuquilla y Huiraco-
cha, que tenían su templo por sí en Pucamarca y Quis-
huarcancha, que son ahora casas de doña Isabel de Bo-
badilla; y hacíase el dicho cabildo con los sacerdotes de
las dichas huacas, y con acuerdo de todos salía el sacer-
dote del Sol y publicaba la dicha fiesta.
Y así con este acuerdo, habiendo primero echado del
Cuzco, a dos leguas de él a todos los forasteros que
no eran naturales, y a todos los que tenían las orejas
quebradas, y a todos los corcovados, y a los que tenían
alguna lesión y defecto en sus personas, diciendo que
no se hallasen en aquellas fiestas, porque por sus cul-
pas eran así hechos, y que hombres desdichados no era
justo se hallasen allí, porque no estorbasen con su des-
dicha alguna buena dicha; echaban también los perros
del pueblo porque no aullasen. Y luego las dichas gen-
tes que a punto de guerra estaban, salían a la plaza del
Cuzco, las cuales venían dando voces diciendo: "¡Las
enfermedades, desastres, desdichas y peligros salid de
está tierra!" Y en la plaza en medio de ella a donde es-
taba el oten (agujero) de oro que era a manera de pi-
la, a donde echaban el sacrificio de la chicha; cuando
venían hallaban que estaban a punto de guerra cuatro-
31
cientos indios alrededor de la dicha pila, vueltos los cien
el rostro a Collasuyo, que está al nacimiento del Sol,
y otros ciento vueltos los rositros al Poniente, que es el
camino de Chinchaysuyo, y otros ciento el rostro al Se-
tentrión, que es él camino de Antisuyo, y ciento los ros-
tros al Mediodía, y tenían todos los géneros de armas
que ellos usaban. Al tiempo que llegaban los que venían
del templo del Sol, todos alzaban grandes voces dicien-
do: "i Vaya el mal fuera!'* Y salían todos cuatro escua-
drones, cada uno, para el lugar que estaba dedicado,
saliendo los que estaban para Collasuyo, con gran ímpe-
(tu, hasta la angostura de Acoyapongo, que será dos pe-
queñas leguas del Cuzco; e iban dando voces diciendo:
"salga el mal fuera", elevaban estas voces las gentes de
Hurín Cuzco, y allí las entregaban a las mitimaes de
Huáyparga, que ellos las entregaban a los mitimaes de
Antahuaylla, y los mitimaes de Antahuaylla las entre-
gaban a los mitimaes de Huayrapacha, y ellos la lleva-
ban hasta el río de Quiquijana, y allí se bañaban ellos
y las armas que llevaban. En esta manera se acababa
por esta parte. Eran estos indios que llevaban estas vo-
ces hacia Collasuyo, los que salían del Cuzco de la ge-
neración de Uscamayta avilo, Apumayta ayllo, Huamin
ayllo, Sutic, Maras ayllo y Cuicuisa ayllo. (26)
Los que salían hacia el Poniente que es a Chinchasu-
yo, salían dando las mismas voces, y éstos eran de la
generación Capac ayllo, Atún ayllo, Vicaquirao ayllo,
Chavite Cuzco ayllo y Arayraca ayllo, y otros de Uro.
Y éstos llevaban las voces hasta Salpina, que será del
Cuzco poco más de una legua; y éstos las entregaban a
los mitimaes de Jaquijahuana, y ellos las entregaban a
los mitimaes de Tilca, que es encima de Marcahuasi, casi
diez leguas del Cuzco; éstos las llevaban al río de Apu-
rímac, y allí las echaban, bañándose y lavando las lanas
y armas.
(26) El vocablo ayllo o más propiamente ayllu, del idioma
kechwa, significa: "parcialidad, genealogía, linaje, parentela,
casta".
32
Los que llevaban las voces a la parte de Antisuyo eran
de las generaciones siguientes: Cuzco Panaca ayllo, An-
caylli ayllo, Tarpuntay ayllo, Sano ayllo, y éstos las lle-
vaban a Chita, que es legua y media del Cuzco, y las
entregaban a los mitimaes de Pisa, que son los de la Co-
ya y Paulo, y ésjios las llevaban al río Pisa, y allí las
echaban y (se) bañaban, y bañaban sus armas.
Los que iban a la parte de Contisuyo eran de las ge-
neraciones siguientes: Yauri panaca ayllo, China panaca
ayllo, Masca panaca ayllo y Queseo ayllo; y éstos los alle-
gaban a Churicalla, que es dos leguas del Cuzco, y allí
las entregaban a los nAimiaes de Yaurisqui, que será
tres leguas del Cuzco, y éstos las entregaban a los de
Tantar, que es cuatro leguas del Cuzco, y aquéllos las
llegaban al río de Cusibamba, que es donde los frailes
de la Merced tienen una viña, que es siete leguas del
Cuzco; y allí se bañaban y lavaban las armas. Y (de)
esta manera hacían esta ceremonia para ecShar las en-
fermedades del Cuzco. La razón por qué en estos ríos
se lavaban era porque son ríos caudalosos, y que en-
tienden van a dar a la mar, y para que ellos llevasen
las eniermedades. Y cuando empezaba la vocería en
el Cuzco, salían todas las gentes de los sitios grandes
como pequeños a sus pueritas, dando voces, sacudiendo
las mantas y llicltas ( 2 7 ) , diciendo: "¡{Vaya el mal fue-
ra! ¡Oh, qué fiesta tan deseada ha sido ésta para nos-
otros! }Oh, Hacedor de las cosas, déjanos llegar a otro
año, para que veamos otra fiesta como ésta!'*
Y en aquélla todos bailaban, y también el Inca; y al
amanecer, entre dos luces, todos iban a las fuentes y
ríos a lavarse, diciendo que saliesen las enfermedades
de ellos; y acabados de lavar tomaban unos hachones
de paja grandes, a manera de bolas muy grandes, ata-
dos con unas cuerdas, los cuales encendían, y andaban
jugando con ellos, dándose unos a otros. Llamaban a
estas bolas de paja mura pancuscu; acabado la cual se

(27) Lliclla: pequeño manto de las mujeres.


33
venían a sus casas, y para entonces tenían aparejada
una mazamorra de maíz mal molido que llamaban san-
co ( 2 8 ) ; y de ella ¡tomaban en los rostros, poniéndola
también en los umbrales de las puertas, y en las partes
donde tenían las comidas y ropas; y a las fuentes lleva-
ban el dicho sanco y echaban dentro, diciendo que no
estuviesen enfermos, y no entrasen las enfermedades en
aquella casa; y también enviaban este sanco a sus pa-
rientes y amigos para el mismo efecto; y a los cuerpos
de los muertos calentaban (sic) con ello, porque gozar
sen de la dicha fiesta.
Y luego comían y bebían las mejores comidas que
tenían, con mucho regocijo, porque para este día cada
uno, por pobre que fuese, tenía buscado, para comer y
beber; porque decían que (en) este día (quien) no se
holgase y comiese y bebiese, que en todo el año había
de ser y esítar de mala ventura y trabajo. En este tiem-
po no reñían los unos con los otros, ni decían palabras
de enojo, ni se pedían los unos a los otros lo que se
debían, porque decían que en todo el año tendrían pen-
dencia y trabajos, si aquel día comenzaban.
Así mismo en la dicha noche sacaban las estatuas del
Sol, Hacedor y Trueno, y los sacerdotes de cada una de
las estatuas las calentaban con el sanco dicho; y a la ma-
ñana las llevaban a presentar al templo del Hacedor y
Sol y Trueno las mejores comidas que podían haber, y
más bien aderezadas; las cuales recibían los sacerdotes
de las dichas huacag y las quemaban. Y así mismo saca-
ban los cuerpos de los señores y señoras muertos que
estaban embalsamados, los cuales sacaban las personas
de su linaje que a can*o los tenían. Y aquella noche los
lavaban en sus baños, que cuando esíaba vivo cada uno
tenía, y vueltos a sus casas los calendaban con sanco (la
mazamorra gruesa que está dicha) ; y luego les ponían
(28) Sanco, sanen, o sanku, se^ún González Holguín, era "ma-
sa de maíz cocido, bollo". Esta comida ha llegado hasta nuestra
época, con pequeños agregados en su preparación, como ser azú-
car y canela, y con la denominación de sango. (F.A.L,)
34
delante las comidas que cuando ellos eran vivos con
más gusto comían y usaban, las cuales les ponían muy
bien aderezadas, como cuando vivos estaban; y luego
las personas que tenían a cargo los dichos muertos las
quemaban.
Los que tenían a cargo la huaca llamada Huanacau-
ri (29) que es una peña grande, figura de hombre, los
criados de la dicha huaca juntamente con el sacerdote de
ella, lavaban la dicha huaca, y la calentaban con el
sane© 5 y el Inca, señor principal, desde que se acababa
de lavar, y su mujer principal se ponían en su aposen-
to, y les ponían en las cabezas de ellos el dicho sanco.
¡Después de haberlos calentado con él, les ponían en las
cabezas unas plumas de un pájaro que se llama pilco,
que son de color de tornasol; y lo mismo hacían con la
figura del Hacedor y a los que a cargo los tenían, y
llamaban a esta ceremonia pilcoyaco. £Y luego como a
las ocho o nueve del día, el Inca Señor principal con
su mujer y gente cortesana de su Concejo que en su ca-
sa tenían, salían a la plaza principal del Cuzco, lo más ri-
camente aderezados que podían; traían así mismo a la
plaza, a esta hora, la imagen del Sol llamada Apupuii-
chao (Gran Señor del día y del Sol), qué era la prin-
cipal que ellos tenían en su templo, acompañada con to-
dos los sacerdotes del Sol, juntamente con las dos imá-
genes, sus mujeres, llamadas inca ocllo y palla ocllo.
Salía también la mujer llamada coya pacsa, la cual es-
taba sacrificada (destinada) por mujer del sol, y ésta era
hermana o hija del que gobernaba. Y traían al dicho
Sol sus sacerdotes y le ponían en su asiento que estaba en
la plaza dedicado para él; y así mismo los sacerdotes del
Hacedor sacaban su figura a la plaza, donde la ponían
en su lugar; también sacaban los sacerdotes del Trueno,
llamado chuqui illa, su figura, la cual ponían en su lu-
gar en la plaza.

(29) Véase la nota N<? 19 anterior de esta crónica.


35
Tenían sus escaños de oro; traían delante sus yauris,
que eran hechos, a manera de cetros, de oro; y los sa-
cerdotes de las dichas huacas venían con los más ricos
vestidos que haber podían para aquella fiesta. Sacaban
así mismo los que tenían a cargo la huaca de Huaixaetóri,
su figura, y la ponían en la plaza, en el lug&x que para
ello tenían. Dicen que a la hmaca del Hacedor jamás
dieron mujer propia, porque dicen qué no quería el Ha-
cedor mujeres, diciendo que tockr~éra suyo, pues él lo
había creado; y así en todos sus sacrificios el primero que
hacían era al Hacedor. (s50)
Y así mismo sacaban, al mismo tiempo, todos los cuer-
pos de los señores y señoras que embalsamados tenían
muy ricamente aderezados; los cuales cuerpos traían los
descendientes de su linaje, que a cargo los tenían, y los
ponían en la plaza en sus asientos de oro, por su orden
como si estuvieran vivos. Y a esta hora salía toda la
gente del Cuzco por sus ayllos y parcialidades, los cua-
les venían lo más ricamente aderezados que podían; y
llegados, mochaban (31) al Hacedor, al Sol y al Inca
Señor; y luego se asentaban en sus asientos, cada uno
conforme a la calidad que tenían divididos: los anan-
cuzcos a su parte,^ y los h^rincuzcos a la suya. Y en este
¡día entendían un sólo comer y beber y holgarse, y ha-
cían el taqui (canción, canto), llamado alatli citua taqui,
con unas camisetas coloradas hasta los pies y unas dia-
demas en las cabezas, llamados pilco casa, y tañían con

(30) Este culto al Hacedor Supremo es una prueba en favor


de la alta cultura religiosa de los antiguos peruanos. (F.A.L.)
(31) Mochaban es palabra kechwa castellanizada, viene de mu-
chay o mucha, que significa "beso". Y del vocablo mucha se de-
riva muchani, que quiere decir: "adorar, reverenciar, rogar, hon-
rar* venerar", según González Holguín. Conviene advertir que
mucha, propiamente, no era el beso adhesivo, no era la acción
de pegar los labios al objeto venerado, con breves, repetidas ab-
sorciones; era el beso al aire, muy repetido, solamente, próximo
y en dirección al ídolo o a la persona adorada. (F.A.L.)
36
unos c a ñ u t o s d e caña, ( u n i d o s ) chicos y g r a n d e s , ha-
ciendo con ellos u n a música l l a m a d a tica-tica. ( 3 2 )
D a b a n en aquel d í a gracias al H a c e d o r p o r h a b e r l o s
d e j a d o llegar a aquella fiesta; y que los llegase a otro
afiG^ sin e n f e r m e d a d e s ; y lo mismo al Sol y al T r u e n o .
V e n í a ^ é í l n c a con ellos; tenía el Sol d e l a n t e d e sí un
vaso d e oro g r a n d e , en que e c h a b a el Inca chicha, y d e
allí el s a c e r d o t e se la t o m a b a y la e c h a b a en el tftcu
( a g u j e r o ) que, c o m o dicho es, era a m a n e r a d e pila
d e piedra, f o r r a d a en oro, la cual tenía un agujero, he-
cho d e tal m a n e r a que llegaba a un a l b a ñ a l el caño que
iba p o r d e b a j o d e tierra, hasta las casas del Sol, del
T r u e n o y del H a c e d o r . Los s a c e r d o t e s d e ellos v e n í a n
unos con o t r o s ; y los cuerpos e m b a l s a m a d o s , los d e A n a n -
cuzco con los d e H u r i n c u z c o ; y así c o n s u m í a n y gasta-
b a n aquel d í a en lo susodicho, y v e n i d a la t a r d e , lle-
v a b a n el Sol y las d e m á s huacas a sus templos, y los
cuerpos e m b a l s a m a d o s a sus casas, los q u e a cargo los
t e n í a n ; y el Inca y las d e m á s gentes se iban a sus p o -
sadas.
Y otro d í a siguiente, p o r la misma o r d e n , salían a la
misma plaza, y p u e s t a s por su o r d e n las huacas, y el
Inca y d e m á s g e n t e traían a la plaza g r a n d í s i m a canti-
d a d d e g a n a d o d e t o d o género, d e t o d a s las c u a t r o p a r -
tidas, l l a m a d a s Collasuyo, Chinchaysuyo, Antisuyo y Con-
tisuyo. Era t a n t a la c a n t i d a d del dicho g a n a d o , q u e a lo
que dicen lo q u e esta declaración hicieron, eran m á s d e
cien mil c a b e z a s ; el cual g a n a d o h a b í a d e ser limpio, sin
fealdad ninguna ni m a n c h a y l a n u d o , que j a m á s hubie-
se sido t r a s q u i l a d o ; y luego el s a c e r d o t e del Sol a p a r -

(32) El instrumento musical aquí descrito, en kechwa, se lla-


maba "amara", y no era otra cosa que la llauta pastoril de la
antigua Grecia, la flauta de Pan. En los museos de objetos in-
kaicos, casi siempre, se encuentran "antaras", ya de cañutos
de caña o ya de barro cocido. Y como la antara era hecha de
cañutos desiguales, producía desde luego notas desiguales. De
allí que a la música de estos instrumentos se les llamaba tica-
tica, que en ke¿hwa significa: "cosa desigual". (F.A.L.)
37
taba cuatro carneros, los más limpios, y los sacrificaba
de esta manera: uno al Hacedor, otro al Trueno, otro al
Sol y otro a Huanacauri; y cuando quería hacer el di-
cho sacrificio tenía en unos platos grandes de oro el
sanco puesto; y con la sangre de aquellos carneros que
sacrificaban, asperjaba el dicho sanco. Eran los carneros
blancos y lanudos llamados cuyllo; y estos platos con el
dicho sanco estaban delante del escaño del Sol; y el sa-
cerdote mayor decía, a altas voces, que todos lo podían
oír: "Mira como coméis este sanco, porque el que lo co-
miere en pecado y con dos voluntades y (dos) corazo-
nes ( 3 3 ) , el Sol, nuestro Padre, lo verá y lo castigará,
y será para grandes trabajos vuestros; y el que con vo-
luntad entera lo comiese, el Hacedor, el Sol y el True-
no os lo gratificarán; y os darán hijos y felices años, y
que tengáis muchas comida y todo lo demás necesario
con prosperidad".
Y así se levantaban a tomarlo, haciendo prirnero un
solemne juramento antes de tomar el dicho yahuar sanco
(sanco ensangrentado o sanco con sangre), en el cual
prometían de no ser jamás (malos) en cosa alguna, ni
murmurar del Hacedor, ni del Sol, ni del Trueno; ni
de ser traidor a su Señor el Inca principal, so pena de
que aquello fuese para su condenación y trabajo. Y el
sacerdote del Sol tomaba del plato lo que le parecía,
con tres dedos, y se lo metía en la boca y se volvía a
su asiento. Y por esta orden y con está manera de ju-
ramento, levantaban las parcialidades, y así se lo daban
a todos hasta las criaturas. Y guardaban el dicho yahuar
sanco para los que estaban ausentes, y enviaban a los
enfermos que estaban en sus camas; porque se tenía por
muy desdichado al que, en es¡te día, no alcanzaba a re-
cibir el yahuar sanco. Hacían esto con tanta cuenta, que

(33) Esta frase, "con dos voluntades y dos corazones", equi-


vale a hipocresía. La palabra "hipócrita" es igual, traducida al
kechwa, a iscay soncco (iscay: dos; soncco: corazón). En el idio-
ma kechwa, para denominar al "'hipócrita" no hay otra forma
que iscay soncco. (F.A.L.)
38
no s e había d e caer migaja en el suelo; porque tenían
por gran pecado que se cayese éste.
Cuando mataban estos carneros, arriba dichos, saca-
iban los bofes, los cuales hinchaban soplándolos; e hin-
chados veían los sacerdotes en ciertas señales que en
ellos veían, según decían, si habían de ser prósperas to-
das las cosas en aquel año o no. Luego quemaban de-
lante del Hacedor, del Sol y del Trueno los bofes; y los
cuerpos de los carneros repartían como cosa sagrada,
muy poquito a cada uno; y todo el demás ganado se re-
partía a toda la gente del Cuzco para que comiese.
Y como iban entrando en la plaza, les iban arrancando
cada uno un pedazo de la lana, con la cual sacrifica-
ban al Sol; y los sacerdotes, cuando repartían el gana-
do, iban haciendo las oraciones siguientes:

O R A C I Ó N PRIMERA A L H A C E D O R
(Aticsi viracochan caylla viracocha tocaipo acnupo vi-
racochata camiachurac daricadhoni hjt^armiicacjhon, nispa
yurac camas caique chiras caiqui casilla quispilla canza
musac maipimcailqui ahisapichu! ucupicho puyupichu lian-
tupichu hoyarihuay hayuihuay nihuay imay pachacamac
hay-cay pachacamac canza chihuay marcarihuay hata lli-
huay cadcuzcay tarichasquihuay m a y piscapo viracocha),

DECLARACIÓN DE ESTA ORACIÓN


**¡Oh, Hacedor que estás en los fines del mundo, sin
igual; que diste ser y valor a los hombres, y dijiste sea
éste, hombre, y a las mujeres sea ésta, mujer; diciendo
esto los hiciste y los formaste y diste ser. A ' éstos que
hiciste, guárdalos; que vivan sanos y salvos, sin peli-
gró, viviendo en paz. A d o n d e estás, en lo alto del cie-
lo, o abajo en los truenos, o en los nublados d e las tem-
pestades, óyeme, respóndeme y c o n c e d e conmigo, y dad-
nos perpetua vida; para siempre tenednos d e tu m a n o ;
y esta ofrenda recíbela a do quiera que estuvieres, ¡oh,
Hacedor!"
39
O T R A ORACIÓN PARA QUE MULTIPLIQUEN LAS
GENTES
(Viracochan apocochan ticsi viracochan hualpay huana
viracochan tocapo acnupo viracochan ruina yachachuichum
hmarnaay acha chuchun mli^achun llacta pacha casilla
quispilia cachusí camascayqui tahua caycha yatali imiay
Pachacamac haycay Pachacamac).

DECLARACIÓN DE ESTA ORACIÓN

*'¡Oh, Hacedor! que haces maravillas y cosas nunca


vistas; misericordioso Hacedor, grande, sin medida mul-
tipliquen las gentes, y haya criaturas; y los pueblos y
tierras estén sin peligros; y éstos a quienes disite ser, guár-
dalos, y teñios de tu mano, para sécula sin fin.'*

A TODAS LAS HUACAS

(Caula viracochan ticsi viracochan hapacochan hual-


pai huana viracochan chanca viaracochan acsa viracochan
atún viracochan cavila viracochan tacancuna aynichic
hinúchic llaura runa yachacuc capac hahuaypi hucupi
purispapa).

DECLARACIÓN (34)

"Hacedor que estáis en el cabo del mundo (Chanca


Huiracochan, que es una huaca que está en Chuquicha-
ca, a donde estaba Manco Inca. Atún Huiracochan, que
es en la huaca de Urcos; en ésta estaba un águila y un
halcón de bulto de piedra, a la puerta de la huaca; y
dentro estaba un bulto de hombre, con una camiseta
blanca ha-sita los pies, y los cabellos hasta la cintura; y
(34) La traducción, que va en seguida, de la oración anterior,
lleva intercaladas varías descripciones, y que nosotros, para ma-
yor facilidad de los lectores, hemos encerrad*) entre parénte-
sis. (F.A.L.)
40
a los bultos del águila y (el) halcón, cada día a medio
día piaban, como si estuvieran vivos; y los camayoc de-
cían que porque tenía hambre el Uiracocha, piaban, y
les llevaban las comidas y las quemaban. Dicen que eran
hijos y hermanos de este Urcos Uiracocha, Apoticci Uira-
cochan está en Amaybamba, detrás de Tambo; Urusa-
yua Uiracocha, en el mismo pueblo. Chuquichanca Hui-
racochan es en Huaypar). Vosotros al Hacedor que es-
tá en los fines del mundo, que ha de conceder que las
gentes y tierras siempre sean prósperas, ora sean dado
con el Hacedor dentro o fuera del cielo'*.

OTRA ORACION
( O viracochan cusi ussa pochay llipo viracocha yuru-
nacay amaydacay míruna yaraachuac chaquisa runayqui
camascayqui ehurascayqui casi quispiillaca muchun huar-
may huanchurin huanchin canta amagua quinta huanya
yaycihichu uonay huasa causachun mana allcas pamana
pitispa mibumuchun upia muchun).

.DECLARACIÓN

"¡Oh, Hacedor, dichosísimo, venturosísimo Hacedor!


que has misericordia y te apiadas de los hombres, cata
aquí tus hombres y criados pobres, malaventurados, que
tú hiciste y diste ser; apiádate de ellos, que vivan sa-
nos y salvos con sus hijos y descendientes, andando por
camino derecho, sin pensar en malas cosas. Vivan lar-
gos tiempos; no mueran en su juventud; coman y vivan
en paz".

OTRA ORACIÓN

( O viracochaya ticsi viracochaya hualparillac cama-


cchorac caihurin pachapími chuchun upiachun nkpa chu-
rascay quieta camascay quieta micuymi yachachun pa-
pazara imay mará micun cancachun discayque tacama-
41
chic micachic mana muchun campac mana muchuspa-
canta iñuycampac amaca cachuncho amachupi casilla
huacay c h a m u y ) .

DECLARACION

"¡Oh, Hacedor! Señor de los fines del mundo, mise-


ricordioso que das ser a las cosas, y en este mundo hi-
ciste los hombres (para) que comiesen y bebiesen, acre-
céntales las comidas y frutos de la tierra; y las papas y
todas las demás comidas que criaste, multiplícalas, para
que no padezcan hambre ni «trabajo, para que todos se
crien, no hiele ni granice; guárdalos en paz y en salvo".

O R A C I Ó N A L SOL

(Viracocha pundlhao carjfiunüoi tacacihjun ¡ñíbpac ñis-


pacarischug! illa richin ñispa nie punchao chtsri ¡quieta
c^silJacta quispillacta píxrichie nina mrascay quieta can-
chay uncan campac Viracochaya. Casilla quispilla pun-
c h a o inga ninay anami chisay quieta quilla ricanchari
ama h e n e o chispa casicta quispicha huacoy c h a s p a ) .

D E C L A R A C I Ó N D E ESTA ORACIÓN

"¡Oh, Hacedor! que diste ser al Sol, y después di-


jiste: haya noche y día, amanezca y esclarezca; (que)
salga en paz y guárdale para que alumbre a los hombres
que criaste ¡oh, Hacedor!
¡Oh, Sol! que estás en paz y en salvo, alumbra a es-
tas personas que apacientas, no estén enfermos; guár-
dalos sanos y salvos".

O R A C I Ó N POR EL INCA

( A Viracochan ticci Viracochan hualpa ihuana Vira-


c o c h a s atún Viracochan tarapaca Viracochan capac ca-
chun inca cachmn nispac ñucapac churaspac quieta inca
42
camascay quicta casillacta qulspíllacta huacay chamuy
ruñan yananya chachuchun aurari puoari esachun imay
pacha haycay Pachacaina ama allca chispa churintami-
tanta huampas huacay chaychay caciscae llacta Viraco-
chaya).

DECLARACION
"¡Oh, Hacedor Piadoso! que estás al cabo de] mun-
do, que dijiste y tuviste por bien que hubiese Inca, Se-
ñor; a este Inca que diste ser, guárdalo en paz y en sal-
vo, juntamente con sus criados y vasallos, y que alcan-
ce victoria de sus enemigos; siempre sea vencedor, no
acortándole sus días a él ni a sus hijos ni descendien-
tes; y guárdalos en paz ¡oh, Hacedor!"

OTRA ORACIÓN
(Viracochaya hualpay hiiana Viracochaya ninacta casi
qu&pii!lacta capac Inga chisriiyqui guarmayqtii pac camas-
cayqui hniacay chamizjchun hata llim^chusn pacha chacana
runa llama micuy pay capi Inga cachun capac Inga ca-
chón capac Inga caonascayquicta Viracochaya aini huni
marcari hatalli imay Pachacamac).

DECLARACIÓN DE ESTA ORACIÓN


"¡Oih, Hacedor! la gente y pueblos y sujetos del In-
ca y sus criados estén en salvo y en paz, en tiempo de
vuestro hijo el Inca, a quien diste ser de Señor; mien-
tras éste reinare, multipliquen y sean guardados en sal-
vo; los tiempos sean prosperados; las chácaras y las gen-
tes y el ganado todo vaya en aumento; y a este Señor
que diste ser, tenlo en tu mano para siempre, ¡oh, Ha-
cedor!*'
OTRA ORACIÓN
(Pachacamac casillacta quispillacta capac Inga hua-
huay quieta marcari atalli).
43
DECLARACIÓN DE ESTA ORACIÓN

"¡Oh, Tierra Madre, a tu hijo el Inca tenlo encima


de tí, quieto y pacífico".

1 ORACIÓN PARA TODOS LOS INCAS

( A puncha© Inca<inti yayay Cuzco tambo cachón ati-


coclla saeoc cachua ñispa churac c a i m c muchascay qui-
cusi qivispo cachen amatisca amalla sasca cachuncho ati-
cucpacllas capac camascayqui churascayqui).

DECLARACIÓN

"¡Oh, Sol! padre mío, que dijiste haya cuzcos y tam-


bos; sean vencedores y despojadores estos tus hijos de
todas las gentes; adorote para que sean dichosos, así
mismo estos Incas tus hijos, no sean vencidos ni des-
pojados, sino siempre sean vencedores, pues para esto
los hiciste".

ORACIÓN A TODAS LAS HUACAS


( O padhacsuilla Viracochan ocuchulla Viracochas! hua-
cavilca cachan ntspacamacatü napa, huáypihuana tayna
allasto allunto Viracochaya husinpacha ananpacha ea-
chisn nispa nicaciapa claapienpa oHoactachura chainguay
huynigiiay quilspi casica siMisac Viracochaya micuy nioe-
mín cacyoc zárayoc liamayoc imayna yochay caymayoc
amaca chariguay cnchuyina mana aycay niara chiqui man-
ta catuiman manta nacasca huatussca amusca m a n t a ) .

DECLARACIÓN

" ¡ O h , padres butacas y htíüeas ( 3 5 ) , antepasados,


abuelos y padres nuestros, Atura apahualpi huanatayna,
(35) Este vocablo huillca (willca), significa: "ídolo y todo lo
sagrado".
44
A p o aMasto aliento, acercad al Hacedor a vuestros hijos
y a vuestros pequeñiitos, y a vuestra flor O ) ; y a vues-
tros hijos dadles ser para que sean dichosos con el Ha-
cedor, como vosotros lo sois".
Y así repartido el dicho ganado, mataban en gran
cantidad, para comer en aquel día; y luego entraban ín
la plaza grandísima cantidad de chicha, la cual estaba
hecha de muy aitrás, y en las bodegas que tenían para
ello dedicadas; la cual se hacía de maíz blanco cogido
en el valle del Cuzco. Era el dicho ganado que para
esta fiesta se traía del ganado del Hacedor, del Sol y
del Trueno, que por todas las provincias del Perú re-
partido tenían; y acabado de comer, con mucho regoci-
jo, hacían sus taqísis ( 3 6 ) , y venían por la orden que
el día pasado; y esto duraba cuatro días. El primer día
de esita fiesta, llamada citua, era cuando comían el salteo
dicho, yaguartearceo; el segundo día dedicaban al Ha-
cedor, Sol y Trueno, haciendo por él sacrificios, y la ora-
ción, que arriba está dicha, por el Inca. El cuarto día
para la Luna y la Tierra, haciéndoles sus sacrificios y
oraciones acostumbrados.
Y otro día siguiente entraban, por la mañana, todas
las naciones que el Inca había sujetado, las cuales vertían
con sus huacas y vestiduras a uso de sus tierras, las más
ricas que podían haber. Y traían sus huacas en andas
los sacerdotes que a cargo las tenían; y llegando a la pla-
za, como iban entrando por sus partidas de los cuatro
suyos dichos ( 3 7 ) , iban haciendo reverencias al Hace-
dor, al Sol, al Trueno y a Huanacauri, huaca de los In-
cas; y luego el Inca que a la sazón estaba ya en la pla-
za; y así se iban poniendo por sus lugares, que ya de-
dicados tenían; porque para darles más lugar los indios
de Hanan Cuzco y Hurin Cuzco se hacían entre ambas
parcialidades una, y así dejaban desembarazada la pla-

(36) Taqui (taki), voz kechwa, equivale a: "el canto, la can-


ción".
(37) Suyo quiere decir: "región, parcialidad, provincia".
45
za. Y, puestos itodos en sus lugares, salía el sacerdote
mayor del Sol, así, a poner, por la orden dicha gran
cantidad de sanco, asperjándolo con sangre; se empeza-
ban a levantar por su orden los caciques, haciendo la
oración siguiente al Hacedor:

( A ticci Viracochan caylla Viracochan tocapo acnu-


p o Viracochan camac churac caricachun huarmícacnun
nispa llotac rurac camascayqui chorascayqui casilla quis-
pi'la causa milsay maypin canqui ahu^pichu ocupichu
ilautopichu oyariguay agniguay iniguay imay Pachacamac
cauísacihi huay marcaJliguay atalliguay caycoscay tarichas-
qinihay m a y picas papas Viracochaya).

DECLARACIÓN

"i Oh, Hacedor! que estás en los fines del mundo, sin
igual, que diste ser y valor a los hombres, y dijiste: sea
éste hombre; y a las mujeres, sea ésta mujer; diciendo
esto, los hiciste y los formaste y diste ser, guárdalos, y
vivan sanos y salvos sin peligro, viviendo en paz. A
dónde estáis, en lo alto del cielo o abajo, o en las nu-
bes, o en los. nublados de la tempestad, oidnos y res-
pondednos, y conceded con nosotros, y dadnos perpe-
tua vida; para siempre tenednos de tu mano, y esta
ofrenda recibid a doquiera que estuvieres, ¡oh, Hace-
dor!" ( 3 8 )
Y luego el sacerdote del Sol, habiéndoles tomado
juramento, de la manera ya dicha, y ellos habiendo ya
hecho el voto, les daban el yahuarsanco por la orden di-
cha. A c a b a d o lo cual comían d e la carne de los car-
neros que se habían sacrificado al Hacedor, al Sol y al
Trueno; y gastaban este día, cada nación, en hacer el
taqui, canto y baile, que cada uno de ellos, antes que
del Inca fuesen sujetos, hacían en sus tierras. Eneraban

(38) Esta oración es igual a la anterior, que lleva por título


"Oración primera al Hacedor".
46
este día a la dicha fiesta todas las gentes que, por de-
fectos de sus personas, habían echado del Cuzco, los cua-
les volvían a hallarse éri la dicha fiesta. Y esta fiesta
duraba dos días, al cabo de los cuales, sobre tarde,
quemaban en sacrificio un carnero y grandísima canti-
dad de ropa de todos colores; y así los que habían de
volver a sus tierras, pedían licencia al Hacedor, al Sol,
al Trueno y el Inca; los cuales se la concedían, con (tal)
que dejasen en el Cuzco las huacas que este año presente
habían traído, y llevasen y volviesen a sus tierras las
que el año pasado, en esta fiesta, habían dejado; y en
recompensa del trabajo que habían tenido en venir de
tan lejas partes, les 4&foan o r o y plata, y ropa, mujeres
y criados; y a los señores principales, licencia para que
anduviesen en andas; y a las huacas les daban chácaras,
con sus tierras y criados, para que las sirviesen; y las
comidas que cogiesen las quemasen, e hiciesen sus sa-
crificios, y así volvían todos a sus tierras.
Fué el inventor de esta fiesta Inca Yupanqui, para que
se hiciese por la orden dicha; porque no obstante que
de antes la hacían, desde que hubo Incas no la hacían
por esta orden. Y lo que restaba del mes lo gastaban
en lo que les parecía y convenía. Así mismo en todas
las cabezas de provincias hacían la dicha fiesta o pas-
cua, llamada citua, todos los Incas gobernadores, y (los)
de su generación donde quiera que se hallaban; y por el
dicho tiempo, aunque en la solemnidad y sacrificios eran
mucho menos; pero no porque dejasen de hacer nin-
guna de las ceremonias.

SETIEMBRE.—Al mes de Setiembre llamaban oinac


raymi; llamábanle así, porque los indios de Orco, que es
dos leguas del Cuzco, hacían la fiesta del huarackico, que
es cuando armaban caballeros a los mancebos, y les hora-
daban las orejas, corno en su lugar se dirá. En el Cuzco
las mujeres que tenían hijos a quien hubiesen de ho-
radar las orejas y hacer ht&araehico, entendían en hilar
las ropas que se habían de vestir sus hijos el día de la
47
fiesta del huarachico. Juntábanse algunas de su linaje
a ayudarlas a hilar, y a holgarse y beber algunos días
en sus casas; y los varones entendían cada uno en aque-
llo que el Inca ocupado lo tenía. Y así se acababa este
mes.

OCTUBRE.—Al mes de Octubre llamaban Ayamar-


ca raymi. Llamábase así, porque los indios del pueblo
de Ayamarca hacían la fiesta del huarachico y horada-
ban las orejas, y armaban caballeros, a su uso, a los mo-
zos de aquel pueblo, con las ceremonias que después
se dirán, que por no ser prolijo no las digo; y en el
Cuzco entendían en hacer gran cantidad de chicha para
la fiesta que se había de hacer, llamada Capac Raymi
(Gran fiesta). Llamaban a este modo de hacer chicha
cantaray. Y los mozos que se habían de armar caballe-
ros iban a la huaca llamada Huanacauri a ofrecerle sa-
crificios, y a pedirle licencia para armarse caballeros,
como a su ¡huaca principal, hermano que decían ser de
Manco Capac, de donde ellos dicen proceder, que por
no ser aquí prolijo, no tra¡to la fábula de esta dicha hua-
ca, remitiéndola a la *'Historia de los Incas" que hecha
tengo; mas de que los tales mancebos que se habían de
armar caballeros, dormían aquella noche en el dicho ce-
rro Huanacauri, donde estaba la dicha huaca, a imita-
ción de la peregrinación que sus antepasados por allí
hicieron. Y otro día por la tarde volvían, y traían una
carga de paja para poner sobre que se sentasen sus pa-
dres y otros deudos. Este día ayunaban los dichos man-
cebos; y así en este mes entendían en hacer muchas
diferencias de chichas, y en aderezar lo necesario para
la fiesta.
En este tiempo y siempre los sacerdotes del Hacedor,
del Sol y del Trueno, y los que tenían a cargo la hua-
ca de Huanacauri, no se salían día ninguno de hacerles
sus sacrificios, tres veces al día, quemando tres carne-
ros; urro a la mañana, uno al medio día, y otro a la
tarde, con otras comidas dedicadas que para ello tenían;
48
entendido que aquello comían las huacas a donde esta-
ban; las cuales comidas llevaban a los cerros ya dicho3
en la fiesta del Inti Raymi (Fiesta del Sol). Así mismo
las personas que tenían a cargo los cuerpos embalsa-
mados, nunca se salían jamás ningún día de quemar las
comidas y derramar la chicha que para ello dedicado
tenían, según y como lo usaban cuando estaban vivos;
y de las comidas que ellos comían, cuando estaban vi-
vos, aquellas las quemaban; porque tenían entendido,
y por muy averiguado, la inmortalidad del ánima; y de-
cían que a donde quiera que el ánima estaba, recibía
aquello y lo comía, como si estuviera vivo. Y así aca-
baba este mes.

NOVIEMBRE.—Al mes de Noviembre llamaban Ca-


pac raymi, que quiere decir fiesta del Señor Inca ( 3 9 ) .
Era una de las fiestas señaladas del año de las tres fies-
tas principales que ellos hacían. En aquel dicho mes
armaban caballeros y les horadaban las orejas, y da*-
ban bragas, que en su lengua ellos llaman huara (40) ;
para la cuál dicha fiesta, y armar los dichos caballeros,
todos los padres y parientes, los ocho días primero de
dicho mes, de los que habían de ser armados caballe-
ros, entendían en aderezar las ojotas, que era el cal-
zado que para ello hacían, de una paja qué llaman ocya,,
muy delgada, que casi parecía de color de oro, y en ha-
cer unas guaracas de nervios de carnero, que para el
efecto se hacían; y en pegar los rapacejos a las cami-
setas, con que habían de salir para ir a la huaca llama-
da Huanacauri. Chumpicacico eran unas camisetas cor-
tadas, de lana leonada fina, con unos rapacejos de lana
fina, negra, que parecía seda, de poco más de palmo y
medio; y unas mantas que llaman silpayacolla, de lana

(39) Aquí Cristóbal de Molina, autor de esta crónica, no da


el significado exacto de kapak raymi. Estas dos palabras equi-
valen a: kapak, grande; raymi, fiesta.
(40) Huara (Wara), según González Holguín, es igual a: "pa-
ñetes, calzón estrecho".
49
blanca, largas y angostas, porque no tenían más de dos
palmos de ancho, y largo hasta las corvas; las que les
ataban al pescuezo con un ñudo; y de allí salía una
cuerdo de lana, al cabo de la cual tenía una borla co-
lorada. Los llantos que este día se ponían eran negros,
aderezajdos; todo lo cual, al noveno día, salían todos
a la plaza por la mañana, así los padres de los que se ha-
bían de armar caballeros como los parientes; y los pa-
rientes y padres salían vestidos de unas vestiduras que
llaman coica uncu, y habían con que eran diferencias
de vestido que tenían, para conforme a las fiestas que
hacían. Las mantas, leonadas; y las plumas que se po-
nían a la cabeza eran negras, de un pájaro que llaman
quito (paloma, tórtola), y así las llamaban quitotica.
Y a los que habían de armar caballeros los trasquila-
ban, y acabados de trasquilar, se vestían las ropas ya
dichas; y mucha cantidad de doncellas, que para ser-
vir en la dicha fiesta eran deputadas y escogidas, salían
el dicho día a la plaza, vestidas de unos vestidos que
llaman cusca acso y cuchiilsquilla, y eran de edad de
once, doce y catorce años. Eran de principal casta; lla-
mábanlas ñuata callísapa, servían de llenar unos canta-
ricos pequeños de chicha, y de éstas puestas emparados
con ella, como adelante se dirá, todos vestidos como
dicho es; y con los padres y parientes iban a la casa
del Sol y Trueno a traerlas a la plaza donde las ponían;
y luego salía el Inca, y se ponía en su lugar, junto a la
estatua del Sol; y los que se habían de armar caballe-
ros se levantaban e iban por su orden haciendo la mo-
cha ( 4 1 ) , que es a manera de adoración a las dichas
huacas. Sacaban también una figura de mujer, que era
la huaca de la Luna, la cual llamaban Pacsamama (ma-
dre Luna) teníanla a cargo mujeres, y así cuando sa-
lían de la casa del Sol, donde tenía su aposento para
sí, a donde ahora es el mirador de Santo Domingo, la
sacaban ellas en hombros. La razón porque la tenían a

(41) Véase la nota N? 31, anterior.


50
cargo mujeres: porque decían era mujer, como en su fi-
gura parece. Y hecha la dicha adoración, estaban un po-
co parados mientras venía la hora de medio día; en pa-
reciéndoles que lo era, volvían a hacer sus reverencias
a las fa-liacas, y pedían licencia para ir a hacer sus sa-
crificios en la forma siguiente. Cada uno de los que así
se había de armar caballeros, tenía ya aparejado un car-
nero para hacer sacrificio, e iban ellos y los de su linaje
al cerro llamado Huanacauri.
Y este día dormían al pie del cerro, en un lugar que
se llama Mata'hua; y otro día siguiente, al salir del Sol,
que es el décimo día, todos en ayunas, porque ayunaban
este día, subían al cerro arriba hasta llegar a la huaca
Huanacauri. Dejaban los carneros que para el sacrificio
llevaban al pie de dicho cerro, en Matahua; arrancá-
banles a cada uno un poco de lana los tairpuntaes, que
son los sacerdotes que iban a hacer el sacrificio, y así
llegados todos arriba, los tarpunta&s tomaban cinco cor-
deros y los quemaban delante de la dicha huaca; y re-
partían la lana que llevaban en las manos entre los mo-
zos que se habían de armar caballeros y los caciques que
allí iban; la cual soplaban al aire, diciendo estas pala-
bras, mientras se quemaba el dicho sacrificio:
"¡Oh, Huanacauri! padre nuestro: siempre el Hace-
dor, Sol, Trueno y Luna sean mozos y no envejezcan;
y el Inca, tu hijo, siempre sea mozo, y todas sus cosas
siempre haya bien; y a nosotros, tus hijos y descendien-
tes, que ahora te hacernos esta fiesta, (que) el Hace-
dor, Sol, Trueno, Luna y tú ítenednos siempre de vues-
tras manos, y dadnos lo necesario para nuestra vivien-
da."
Concluido el cual sacrificio, a las nueve horas del
día, les ponían unas hutatfacas (hondas) y unos manojos
de paja llamados chuspas (42) en las manos; y en aca-

(42) Chhuspa quiere decir: "bolsa de hombre, que la traen


colgada del hombro; y también, vas mulieris, según González
Holguín,
51
bando de darles las huaracas les decían así: "Ya nues-
tro padre Huanacauri os ha dado huaracas de valientes;
y salvos vivid como honrada gente". Las cuales huara»
cas les daban, diciendo las dichas razones el sacerdote
principal de la dicha fauaca, eran hechas de nervios de
carnero y (fibras de) chaguar, que es a manera de lino;
porque decían que sus antepasados, cuando salían de
Pacaritambo, las traían de aquella manera. Y así se
venían hasta un quebrada que se llama Quirasmanta; y
allí los tíos, padres y curacas, con las huaracas que les
habían dado, en nombre de las huacas, les azotaban en
los brazos y piernas, diciendo: "sé valiente, como yo ló
he sido, y hombre de bien; y estas gracias que yo ten-
go las recibas tú, para que me imites''. Y luego allí, con
un cantar llamado huari canutaban; y mientras se hacía,
estaban en pie los armados caballeros con los manojos
de paja en las manos, y la demás gente toda estaba
sentada. Acabado el dicho taqui se levantaban y venían
al Cuzco, donde les salía al camino un pastor, de los
que tenían a cargo cierto ganado llamado raymi napa,
que para esta fiesta tenían dedicado; y traían un car-
nero llamado napa, el cual traía encima de él como una
camiseta colorada, con unas orejas de oro. Venían jun-
to al dicho carnero, tañendo con unos caracoles de la
mar horadados, llamados hay Hay cpspa (trompeta triun-
fal). Traía así mismo un indio el suntur paucar ( 4 3 ) ,
que era insignia del Señor; y en llegando que llegaban
con ésto a donde la gente estaba, hacían un baile, y
acabádose venían trayendo delante de ellos el dicho car-
nero y (el) suntur paucar. Venían por sus parcialidades
y ayllos (toda la gente, hasta allegar al Cuzco, trayendo
los que se habían arrxiü/.o c^b;i!lero3; las hu.u^cas en la
cabeza, y los manojo-, He :c i ':i < n ]«s mimos; y así alle-
gados a la plaza jucu (isi ..>•:!• C-J d¿rv a *:*;; ..''..£?*•£; ya di-
chas. Y acabado lo cr. •*, IOÜ padres, tíos y parientes les
azotaban en los brazos y piernas; y luego toda la gen-

(43) Véase nota N<? 8.


52
te hacía el dicho taqus!, llamado huari; acabado el cual
todos los dichos mancebos daban de beber a los pa-
dres, tíos y parientes que les habían azotado. A esta sa-
zón era ya casi de noche, a donde se iban a sus casas,
donde comían los carneros para el dicho sacrificio; y I03
sacerdotes volvían las hmacas a sus templos.
Y los días adelante, concluido (todo esto) dicho, no
entendían cosa alguna más de holgarse en sus casas;
y los mancebos que se habían armado caballeros, en
descansar de los trabajos pasados, y aparejarse para los
venideros. Y a los catorce días del dicho mes salían a
la plaza del Cuzco, Huiakay paíac, todos los mancebos
que se habían empezado a armar caballeros, con sus pa-
dres y parientes cada uno. Es de saber que toda esta
gente que se armaba o había de armar caballeros, era
o había de ser, por línea recta de varón, descendientes
y deudos de los Incas Señores, gente principal; porque
de otra manera no se admitía ninguno. Y así mismo en
este mismo mes, en donde quiera que estaban los go-
bernadores, puestos por el Inca, de su generación, como
tuviesen hijos mancebos de edad, en las provincias que
estaban, hacían las mismas ceremonias y les horadaban
las orejas, y armaban caballeros.
Y en este dicho día sacaban a la plaza las hoacas del
Hacedor, Sol, Trueno y Luna, puestos todos en la pla-
za juntamente con el Inca, los sacerdotes del Hacedor,
Sol, Luna y Trueno, que a la sazón cada uno estaba
con su fauaca, daban a los que se habían armado caba-
lleros unas vestiduras, llamadas marca uncís, que era una
camiseta bandeada de colorado y blanco, y una manta
blanca con un cordón azul y una borla colorada; la cual
dicha ropa tenían cuidado de hacer toda la gente de
esta tierra, la cual daban por vía de tasa; y los parientes
les daban ojonas, de una paja que entre ellos era precia-
da, llamada cuya. Y el sacerdote del Sol que era el
que daba, en nombre del Sol, los vestidos, hacía traer
ante sí todas las doncellas, y les hacía dar a cada una
de ellas un vestido que era el acsu (la saya de la india)
53
colorado y blanco, llamado ancallu ("ropa antigua de
mujeres, muy preciada") y la HicUa de lo mismo, y una
(cuisihiKia) que era a manera de talega abierta por en-
tre ambas partes de la misma color; la cual dicha ropa
era así mismo de la que se hacía de tasa para el Sol.
Concluido lo cual aderezaban unos bordones que, en lo
alto de ellos, tenían una cuchilla a manera de hacha.
Eran de palma; llamábanle en su lengua yauri de los
cuales colgaban unas huaracas (hondas) de nervios, blan-
ca y colorada, con un poco de chagt&ar (fibras de hojas
de maguey) ; y así teniéndolos enhiestos, a manera de
pica, por su orden, iban a adorar a las huacas del Ha-
cedor, Sol, Luna y Trueno; y hacían la reverencia al
Inca, habiéndoles, antes de ésto, los tíos y parientes,
azotado en los brazos y piernas, y diciéndoles siempre,
fuesen valientes y tuviesen gran cuenta con el servicio
de las huacas y del Inca.
Concluido lo cual salían de la plaza por sus parcia-
lidades, cada uno en los de su generación, e iban a dor-
mir a un despoblado que se llama Raurana, que era una
legua del Cuzco. Llevaba cada uno, de los que se ha-
bían armado caballeros, una tienda en que dormir él
y los de su generación; iban con ellos todas las donce-
llas que habían recibido todas las vestiduras que el Sol
les dio; llamábanlas ñosta £aííi sapa, las cuales llevaban
cargados unos cantarillos pequeños de chicha (vino de
maíz), para dar de beber al día siguiente a los parien-
tes de los caballeros y para el sacrificio que se había
de hacer, y beber los mancebos armados caballeros. Y
este día llevaban consigo el carnero llamado topa hua-
naco ( 4 4 ) , y por otro nombre raymi napa ( 4 5 ) ; puesto

(44) Tupa: nombre de honor, para honrar o llamar honrosa-


mente, equivale a "señor". ¡Ah, tupay! es igual a i Oh, señor!,
según González Holguín. Y huanacu es guanaco en castellano,
mamífero rumiante que habita en los Andes meridionales. Así,
pues, tupa huanacu significa: señor guanaco... Como una cu-
riosidad anotamos que esta modalidad idiomática de los pue-
blos kechwas, de Uar honroso tratamiento a los animales, la en-
54
encima de él como una camiseta colorada, con las ore-
jas de oro, como ya está dicho. Llevaban también el
suntwpaucar, que eran las insignias reales; y en acaban-
do de salir la gente de la plaza, llevaban las h-uacas ca-
da una a su templo, y el Inca se iba a su casa.
Y otro día por la mañana se levantaban y llegaban
a una quebrada de un cerro llamada Quillaycolca, que
estaba poco más de media legua de donde habían dor-
mido, y allí almorzaban; acabado lo cual, ponían en los
bordones que llevaban en las manos un poco de lana
blanca atada en lo alto; y en la cabeza del dicho topa
yauri un poco de ichu (46) ; y así iban caminando has-
ta llegar al cerro llamado Anáhuarque, que será dos le-
guas del Cuzco, a dar a la huaca que en lo alto del cerro
estaba, llamada del dicho nombre. Era huaca de los in-
dios del pueblo de Choco y Cachona. La razón por qué
iban de esta butaca a hacer de este sacrificio, era porque
este día se habían de probar a correr quien más corrie-
se, porque hacían esta ceremonia. Y dicen que esta hua-
ca, desde el tiempo del Diluvio, quedó tan ligera que
corría tanto como un halcón volaba; a do llegados los
mancebos ofrecían a la dicha huaca un poco de lana,
que en las manos llevaban; y los sacerdotes del Sol, no
'el principal, y los de las demás huiacas ya dichas, lla-
mados tarpuaütaes, sacrificaban cinco corderos, quemán-
dolos al Hacedor, Sol, Trueno y Luna, y por el Inca,
a cada uno, dijo con las razones otras veces ya dichas;
y los parientes tornaban a azotar, con las dichas hua-
racas, a los mozos ya caballeros, repitiéndoles tuviesen
gran cuenta con el valor y valentía de sus personas.

contramos en el Japón. Allí, por ejemplo, se dice: inu-san, cuya


traducción es "señor perro", (inu es perro, y san es señor).
(F.A.L.)
(45) Raimi napa quiere decir: raimi, fiesta; napa, guanaco
blanco. Para algunas fiestas se llevaba a este animal cubierto con
una gualdrapa colorada, según lo refiere el antiguo cronista
Sarmiento de Gamboa.
(46) Ichu: "heno, paja a modo de esparto".
55
Acabado lo cual se asentaba la gente, y hacían el
taqui (47) llamado huarita, con las huaylla quepa ( 4 8 ) ,
caracoles ya dichos; y mientras se hacían estaban en
pie los caballeros, teniendo en las manos el dicho bor-
dón llamado yaiari, que eran las armas que se les daba
y sus (hachas) que estaban en los bordones, algunas
eran de oro y otras de cobre, cada uno, como podía.
Acabado el dicho taqui, se levantaban todas las don-
cellas, llamadas ñiista calüs&pa, y cada una corriendo,
como más podía, hasta llegar al lugar a donde el día
antes había dormido; y allí esperaban a los que se ha-
bían armado caballeros, con la chicha, para darles de
beber, dando voces, diciendo: "¡Venid presto, valien-
tes mancebos, que aquí estarnos esperando!" Y luego se
ponían, por su orden, delante de la dicha liutaca de Ana-
huarque, todos en hilera, parejos los dichos mancebos
caballeros, y detrás de ellas otra orden puesta en hile-
ra de hombres, los cuales servían como abanderados.
Traían éstos los^yauris y bordones ya dichos en las ma-
nos; y luego más (de) esto, se ponían otra orden de gen-
te, todos en ringlera cada uno (junto) al que había de
ayudar, si desmayase, y delante de tocios ellos estaba
un indio muy galanamente vestido, y daba una voz, y
en oyéndola, comenzaban todos a correr con gran fu-
ria el que más podía; y así si caían o desmayaban, se
venían ayudando, y hacían (se) algunos pedazos las es-
pinillas, y algunos morían de ello, de las caídas.
Y llegados donde estaban las dichas doncellas, con
la chicha, daban de beber . . ., y a los man-
cebos armados caballeros que así venían corriendo. La
causa de este correr, era por probar cuál era para más
de todos los que se armaban caballeros. Armábanse,
cada vez, de ochocientos mancebos para arriba. Y ya
que estaban todos juntos en el dicho cerro llamado Yau-
rana, toda la gente se volvía a hacer el dicho taqui, lia-

(47) Véase la nota N<? 36.


(48) Huaylla-quepa: "bocina de caracol grande".
56
mado huari; acabado e.I cual quitaban las guaracas de
los yauri, y volvían a azotar en los brazos y las piernas
a los caballeros. Concluido lo cual, que sería ya la hora
de vísperas, todos por su orden, se levantaban para
volver al Cuzco, todos por su orden trayendo por de-
lante el stintur panicar y el carnero llamado rayminapa,
en lugar de las insignias reales; y así por su orden lle-
gaban al Cuzco a la plaza llamada Aucaypata, a donde
estaba la figura o estatua del Hacedor, Sol, Trueno y
Luna, y el Inca asentado junto a la estatua del Sol, con
los de su Corte; y como iban entrando por su orden iban
haciendo la mocha (49) al Hacedor, al Sol, a las demás
h.uacas y al Inca; y sentadas las parcialidades de Anan-
cuzco y la de Hurincuzeo, cada una a su parte, quedan-
do en pie los mancebos que habían sido armados caba-
lleros, por espacio de un rato, volvían a hacer el d?cho
taqui llamado hoari ? donde tornaban a azotar por la
dicha orden a los dichos mancebos; y lo mismo se hacía
y con la misma orden con que le habían de suceder al
Inca y Señor. Ya que era hora de recogerse, se iba el
Inca a su casa con la gente cortesana; y los armados
caballeros, con sus padres y parientes, iban a] cerro lla-
mado Yavira.
Y aquella noche se quedaban a dormir al pie del ce-
rro en un lugar llamado Huamancancha; y a la maña-
na (siguiente) al amanecer, se levantaban y subían al
cerro llamado Yavira, como dicho es, que está a me-
dia legua del Cuzco; a donde venía el Inca Señor, el
cual iba allí este día a hacer mercedes a los que se ha-
bían armado caballeros, dándoles una orejas de oro y
mantas colorada? con unas borlas- azules, y otras cosas
por vía de grandeza. Esta huaca yavira eran dos halco-
nes de piedra, puestos en un altar en lo alto del cerro;
la cual huaca instituyó Pachacutec inca Yupanqu?, para
que allí fuesen a recibir los zaragüelles o bragas, que
ellos llaman faisara. Era esta huaca, primero, de los in-

(49) Véase la nota N<? 31.


57
dios de Maras. Y Huáscar Inca hizo poner los dichos
halcones, por hermosear la dicha huaca. El sacrificio
que se le hacía era quemar cinco corderos y derramar
chicha, pidiendo al Hacedor, al Sol, al Trueno y a la
Luna, que aquellos que se armaban caballeros fuesen
valientes guerreros y venturosos; y que todas las cosas
en que pusiesen mano, se les hiciese bien, que nunca
fuesen vencidos; el cual sacrificio hacía el sacerdote de
la dicha huaca Yavira; y también rogando a la huaca
por los dichos mancebos, los hiciese venturosos. Y aca-
bado de quemar el dicho sacrificio el hinaca-camayoc
( 5 0 ) , que era el sacerdote, daba a cada uno de los di-
chos mancebos unos pañeítes que llaman huarayaro (sic),
camisetas coloradas con unas listas blancas; la cual ro-
pa se llevaba, por mandato del Inca, del tributo que
para aquel efecto se hacía en toda la tierra. Dábales
unas orejeras de oro, las cuales se ataban allí en las
orejas, y unas diademas de plumas que llaman pilco-
cassa, y unas patenas de plata y otras de oro, a manera
y del tamaño de platos de plata, que se colgaban al
pescuezo para hermsoearlo.
Acabado de recibir lo cual, almorzaban; y luego ha-
cían el taqus llamado kuai*3, que duraba por espacio de
una hora; acabado lo cual los tíos y parientes tornaban
a azotar a los armados caballeros, refiriéndoles las ora-
ciones ya dichas, y diciéndoles que mirasen a sus ante-
pasados, que fuesen valientes guerreros, que jamás vol-
viesen pie atrás. Este taquii que tantas veces repetían en
esta fiesta, dicen que al tiempo que Manco Capac, su
primer Inca, y de donde todos descienden, salió de la
cueva de Tambo, se lo dio el Hacedor para que lo can-
tasen en esta fiesta, y no en otra alguna. Y después de

(50) Sobre esta palabra compuesta huaca-camayoc, recorda-


mos al lector que en nuestra nota N<? 6 hemos dado el significado
amplio y preciso de h"aca (waka). Y para mejor comprensión
del vocablo huaca-ca' a; oc (Waka-Kamayok) decimos que cama-
yac significa en casi ?no: "el que algo cuida, el que maneja,
el que dirige". (F.A.L.)
58
acabado el taquí, venían por su orden, caminando al
Cuzco, trayendo por delante, a manera de bandera o
guión, el sumtur paiacar y el dicho carnero vestido, como
dicho es. Insitituyó esta fiesta Manco Capac, las cuales
ceremonias hizo hacer a Sinchi Roca, su hijo, como en
la *'Historia de los incas" ya dijimos; y así, llegados
a la plaza del Cuzco, hacían la mocha y adoración a las
huacss ya dichas; y a la sazón ya los sacerdotes de
ellas las habían sacado a la plaza; y también hacían
reverencias, por su orden, a todos los cuerpos embalsa-
mados de los señores y señoras muertos; que los que
a cargo los tenían, los habían sacado a la plaza, para
beber con ellos, como si estuviesen vivos; y para los
que se habían armado caballeros, les pedían los hiciesen
tan venturosos y valientes, como ellos habían sido.
Concluido lo cual se asentaban todos por sus parcia-
lidades; los de Anancuzco (Cuzco alto) y Hurincuzco
(Cuzco bajo), tenían ya aparejados unos leones deso-
llados y las cabezas vacías, teníanlas puestas en las ore-
jas unas orejeras de oro, y en las cabezas unas patenas
de oro, y en lugar de los dientes, que los habían saca-
do, les ponían dientes de oro, y en las manos unas ajor-
cas de oro que llaman chiparía. Llamaban a estos leones
huiilte.€iüiiga9 .chuquiciHiga; poníanselos en las cabezas, de
suerte que todo el pescuezo 3/ calruiza .sobrepujaba sobre
el que se vestía, y el cuerpo del león le quedaba en las
espaldas;-y vesí^-n-v* los qae habían de e n t r a r a ! taqui
unas camisetas coloradas hasta los pies, con unos rapa-
cejos blancos y colorados. Llamaban estas camisetas pisca
caycfeo aneo. Llamaban a este t&qui, coyo; inventólo Pa-
chacutec Inca Yupanqui, y hacíase con tambores, dos de
Anancuzco y dos de Hurincuzco. Flacían este taqiri dos
veces al día, y en acabando de hacerlo, hacían esta qui-
hralliria (sic). .Duraba esta manera de baile seis días,
y en estos seis días, en cada uno de ellos, hacían sa-
crificios por el Hacedor, Sol, Trueno y Luna, y por el
Inca, y por los que se habían armado caballeros. Era
el sacrificio que hacían de mucha cantidad de ganado,
59
ropa, oro, plata y o,tras cosas; y el sacrificio que ha-
cían era para que los que se armaban caballeros fue-
sen dichosos en la guerra y en todo lo que pusiesen
mano.
Y a los veinte y un días del dicho mes, todos los que
se habían armado caballeros, se iban a bañar a una fuen-
te llamada Calixpuquio, que está detrás de la fortale-
za del Cuzco, casi un cuarto de legua, a donde se qui-
taban aquellas vestiduras con que se habían armado ca-
balleros; y se vestían otras, que se llamaban Ruanaclla,
de color negro y amarillo, y en medio una cruz colora-
da; y de allí se volvían a la plaza, a donde hallaban
todas las Ruacas ya dichas; y hécholes su acostumbrada
reverencia, se ponían por sus parcialidades, a donde se
levantaban sus parientes de cada uno; y les ofrecía el
tío más principal una rodela, una honda y una porra,
para que con que fuese a la guerra; y luego los demás
parientes y caciques les ofrecían ropa, ganado, oro, pla-
ta y otras cosas diferentes, que siempre venía a quedar
remediado y rico. Cada uno de los que le ofrecían, le
daba un azote y le hacía una plática, diciéndole que
fuese valiente, y que jamás fuese traidor al Sol y al In-
ca; y que tuviese gran cuenta con los cultos de las Rua-
cas, y con imitar a sus antepasados en su valor y va-
lentía.
Y cuando se armaba caballero el Inca, señor principal,
todos los caciques, señores y principales que se halla-
ban presentes, de toda la tierra, le hacían grandes ofren-
das; y dando, además de lo susodicho, pastores para
los ganados que le daban. Acabado lo cual los sacer-
dotes del Sol y Hacedor, traían gran cantidad de le-
ña, hecha manojos; y los manojos vestidos con ropa
de hombre y de mujer; la cual leña, así vestida, la ofre-
cían al Hacedor, al Sol y al Inca; y la quemaban con
aquellas vestiduras, juntamente con un carnero (un gua-
naco); Quemaban también unos pájaros llamados pilco
pichio y camantera picRio, el cual sacrificio se hacía
por los que se habían armado caballeros, rogando ál
60
Hacedor y al Sol siempre fuesen aquéllos venturosos en
las cosas de la guerra.
Y a los veinte y dos días del dicho mes, sacaban a
los dichos caballeros a las chácaras y otros en sus ca-
sas, y les horadaban las orejas, que era la postrera cere-
monia que hacían en armarlos caballeros. Y era en tanto
(honor), entre estas naciones, el horadarse las orejas,
que si acaso a alguno se le rompía al horadarse, des-
pués de horadadas, los tenían por desdichados» Metían-
les en los agujeros de las orejas unos hilos de algodón
y lana, envueltos en algodón; y cada día se lo pon f an
mayor, para que el agujero de la oreja se le fuese ha-
ciendo grande. Concluido lo cual, este mismo día los
sacerdotes del Hacedor, del Sol, del Trueno y la Lu-
na, y los pastores del Inca entendían en conjtar el gana-
do de las dichas huacas y del Inca; y empezaban este
día las fiestas que hacían por el ganado del Hacedor,
Sol, Trueno y Luna, porque el ganado multiplicase. Y
en todo este Reino, este mismo día, hacían este sacri-
ficio por el ganado. Asperjaban con chicha, por el ga-
nado; daban a los pastores del dicho ganado de vestir
y de comer; y al que mejor multiplico llevaba, mejor pa-
ga; y por lo consiguiente, el que (menor multiplico te-
nía), castigaban.
A los veinte y tres días del dicho mes, llevaban la
estatua del Sol llamada Huayna Punchao, a las casas del
Sol llamadas Puquin, que habrá tres tiros de arcabuz,
poco más del Cuzco. Está en un cerrillo alto, y allí sa-
crificaban y hacían sacrificio al Hacedor, Sol, Trueno y
Luna, por todas las naciones, para que multiplicase las
gentes, y todas las casas fuesen prósperas. Y entendían
en estos días de beber y holgarse, acabados los cuales
volvían la estatua del Sol, llevando delante el suntuflr
pawcar y dos carneros (guanacos), de oro el uno y el
otro de plata, llamados colquinapa y cosrinapa; porque
eran las insignias que llevaba la estatua del Sol, do quie-
ra que iba; y así se acababa esta pascua y mes llamado
Capac raymi.
61
DICIEMBRE.—Llamaban al mes de Diciembre Ca-
may Quilla, en el cual el primer día de la Luna, los que
se habían armado caballeros, así de la parcialidad de
Hanancuzco como de Hurincuzco, salían a la plaza con
unas hondas en las manos, llamadas huaracas; y los
de Hanancuzco contra de los Hurincuzco, se tiraban
hondazos con una (fruta) que llaman coco, que se da en
unos cardones; y venían algunas veces a los brazos a
probar las fuerzas, hasta que el Inca que estaba ya en
la plaza, se levantaba y los ponía en paz. Llamaban a
esto cfaocano; hacían esto, para que fuesen conocidos
los de más fuerzas y más valientes; concluido lo cual,
se sentaban todos por sus parcialidades, vestidos los
nuevos cafballeros con unas vestiduras nuevas: las cami-
setas negras, y las mantas como leonadas, pequeñas; y
unas plumas en la cabeza, blancas, de unos pájaros que
llaman tocto; y así empezaban a almorzar.
Este día comían sal y las demás comidas; porque cuan-
do se armaban caballeros, siempre ayunaban, y no co-
mían sal ni ají; comían con mucho regocijo, por haber
acabado su ayuno los dichos mancebos que así se ha-
bían armado caballeros. Sacaban a la plaza para hacer
esta fiesta todas las bitacas ya dichas y los cuerpos de los
Incas, señores y señoras difuntos, para beber con ellos,
poniendo los que habían sido señores de la parcialidad
de Hanancuzco en ella, y a los de Huraicuzco en la su-
ya; y así traían de comer y beber a los muertos, corno
si estuvieran vivos, diciendo: "cuando eras vivo solías
comer y beber de ésito, recíbalo a'hora tu ánima, y có-
malo a doquiera que estuviere"; porque tenían enten-
dido y por muy averiguado que las ánimas no morían,
y que las de los buenos iban a descansar con el Ha-
cedor; y así decían cuando se morían, encomendando
sus parientes, sus casas y familias, diciendo que si ellos
hiciesen y cumpliesen lo que se les dejaba encargado, que
ellos los volverían a ver desde el Cielo; así como te-
nían por entendido que había infierno para los malos,
y que allí los atormentaban los demonios, que ellos lia-
62
man supay. Y decían que los que iban al infierno pade-
cían mucha hambre y sed, y que las comidas que comían
y bebían eran carbón, culebras y sapos y otras comi-
das de esta manera; y que los que iban al Cielo co-
mían y bebían, espléndidamente, muy buenas comidas
que el Hacedor les tenía aparejadas, y que también re-
cibían las comidas y bebidas que acá se les quemaban.
Y así todos con gran contento y regocijo pasaban es-
te día, en el cual empezaban el canto y baile yauaira, lo
cual duraba dos días por la misma orden; concluido lo
cual salían todos a barbechar sus chacras, que llaman
barbechar, en su lengua, chacina; lo cual duraba doce
días, que con los dos pasados hacían catorce; y a los
quince días, a la llena de la Luna, ¡todos habían de estar
de vuelta de sus heredades al Cuzco.
Y aquélla noche entendían en hacer el dicho baile y
taqui llamado yauayra, por todas las calles y cuadras
del Cuzco, desde que anochecía hasta que amanecía;
y a la mañana sacaban los que a cargo tenían las luía-
cas del Hacedor, Sol, Trueno, Luna, y los cuerpos muer-
tos a la plaza, donde los ponían en sus lugares; y el In-
ca salía a ponerse en él suyo, porque era junto al Sol.
Y a esta sazón toda la demás gente había ido a una
casa que llaman murmuren, que estaba junto a las casas
de] Sol, a sacar una soga muy larga que allí tenían co-
gida, hecha de cuatro colores, negra y blanca, berme-
ja y leonada; al principio de la cual estaba hecha una
bola de lana colorada y gruesa; y venían todas las ma-
nos asidas en ella, los hombres a una parte y las mujeres
a otra, haciendo el taqui llamado yauayra; y allegados
a la plaza los delanteros, asidos siempre a la misma guas-
ca (soga, cordel), llegaban a hacer reverencia a las
huacas, y luego al Inca. Y así iban haciendo lo propio,
como iban entrando, e iban dando vuelta a la plaza en
rededor; y desde que se habían juntado los cabos, el
primero con el postrero, iban haciendo su taqui por su
orden, que cuando lo acababan, quedaba hecho un ca-
racol; y soltando la guasca en el suelo, dejándola en-
63
r o s c a d a c o m o culebra, p o r q u e era h e c h a d e m a n e r a d e
culebra. L l a m a b a n a esta soga murourcu; iban a sentar
a sus asientos, y los que tenían a cargo la guasca, la
l l e v a b a n a su casa. H a c í a n estas fiestas con u n o s t r a p o s
que l l a m a b a n pucay uncu ( 5 1 ) q u e eran unas camisetas
negras, a l r e d e d o r d e ellas, p o r lo bajo, u n a franja b l a n -
ca, y al r e m a t e unas flecaduras b l a n c a s ; y las p l u m a s
eran blancas d e u n o s p á j a r o s l l a m a d o s t o c t o ; y después
d e esto d a b a n un c o r d e r o ( l l a m a o g u a n a c o t i e r n o ) p a -
ra q u e lo sacrificasen p a r a la dicha s o g a ; y la lluvia y
t i e m p o del invierno ahora, diciendo al i n v i e r n o : " p o r
qué h a b í a llovido*\
Y esite d í a h a s t a m e d i a h o r a a n t e s que el Sol se pu-
siese, g a s t a b a n en holgarse y b e b e r con el Sol y d e m á s
h u a c a s y cuerpos m u e r t o s . Y p o r q u e en el Intic r a y m i ,
que es en el m e s d e M a y o , referí l a m a n e r a q u e t e n í a n
d e b e b e r cora el Sol y las d e m á s huacas, e c h a n d o la chi-
oha en unas pilas que allí dije, y p o r eso n o lo refiero
aquí. En t o d a s las fiestas q u e hacían, el b e b e r p o r las
huacas era p o r la misma o r d e n ; y, c o m o digo, m e d i a
h o r a antes q u e se pusiera el Sol, l l e v a b a n las h u a c a s a
su casa, y el Inca se iba a la suya; lo cual d u r a b a el ha-
cer este taqui y sacrificio y b e b e r , d o s días. A los diez
y ocho días del dicho m e s salían a la plaza, vestidos con
unas vestiduras m u y galanas, l l a m a d a s sanga sonco qui-
lapi o n c o ( 5 2 ) , y u n a s m a n t a s p e q u e ñ a s , y en las ca-

(51) Este vocablo compuesto pucay-uncu debe de leerse pucllay-


uncu, si se busca una traducción lógica, precisa; pues pucllay
equivale a "todo género de fiestas para recrearse", según Gon-
zález Holguín; y siendo la palabra uncu igual a camiseta la ver-
sión del vocablo compuesto que nos ocupa, sería: "camiseta (o
vestido) para toda clase de fiestas".
. (52) Este nombre compuesto de cuatro voces es humanamen-
te intraducibie, no obstante que Cristóbal de Molina, autor de
esta Crónica, conocía el kechwa. Como el 40 por ciento de las
palabras de este idioma, que aparecen en las ediciones (hoy
rarísimas) de Molina, el cuzqueño, son notablemente alteradas.
Y es porque las tales ediciones, como la presente, proceden de
copias, cuyos copistas ni remotamente conocían el kechwa. De
64
b e z a s u n a s p l u m a s l l a m a d a s cupaticas, que son d e colas
d e g u a c a m a y a s y pilco, l l a m a d o gu^Ianibali q u e era h e -
cho d e p l u m a s ; y llegados a la plaza h a c í a n su a d o r a -
ción a las bitacas por la o r d e n y a d i c h a ; y puestos en
sus lugares, se l e v a n t a b a un s a c e r d o t e y q u e m a b a en sa-
crificio un c o r d e r o , r o g a n d o al Invierno que s i e m p r e en-
viase sus aguas, m e d i a n t e lo cual ellos c o m í a n y b e -
b í a n ; y los c a r b o n e s y cenizas g u a r d a b a n , así l o s d e
este sacrificio c o m o los d e t o d o s los d e m á s , q u e entre
a ñ o hacían, p a r a echarlos en el río, c o m o en el d í a si-
guiente se d a b a n . H a c í a n en este día el taqui chapay-
g u a n l o , el cual fué i n v e n t a d o , con t o d a s las d e m á s ce-
remonias, que en t o d o el decurso del a ñ o se hacían, p o r
P a c h a c u t i Inca Y u p a n q u i ; c o m o las ( c e r e m o n i a s ) del
huarachico, -que es c u a n d o a r m a b a n caballeros, y las del
qiaiciEcíiicO', ratuchic© y ayascay, que son fiestas que el
primer Inca inventó, q u e en sus lugares diremos, acla-
r a n d o sus n o m b r e s . Y el día siguiente, que era a los
diez y n u e v e del dicho mes, salían a la plaza del Cuzco
l l a m a d a H u a y c a p a t a , c o m o dioho es, el Inca y t o d a la
d e m á s g e n t e ; y así mismo s a c a b a n t o d a s las d e m á s hwa-
cas y los cuerpos d e los m u e r t o s e m b a l s a m a d o s , d o n d e
h e c h a la reverencia a c o s t u m b r a d a , e m p e z a b a n a hacer
el sacrificio l l a m a d o mayocati, p o r la o r d e n siguiente.
En el Cuzco, p o r m e d i o d e él, p a s a un río p e q u e ñ o
l l a m a d o C á p i m a y o y G u a c a p a n c o m a y o , el cual b a j a d e
u n a s q u e b r a d a s que están en lo alto del C u z c o ; h a c í a n
en él u n a s represas, a trechos, del agua, p a r a tenerla
r e p o s a d a , n o obsitante que era invierno, p a r a que con
m á s fuerza llevase los sacrificios q u e en él se h a b í a n d e

manuscritos antiguos nadie puede copiar fielmente vocablos de


un idioma que no conoce. (Nosotros, en el año de 1935, quisimos
sacar fotocopias —las únicas que son de fidelidad absoluta—
del original de esta Crónica, en la Biblioteca Nacional de Ma-
drid, dándosenos la excusa de que se hallaba en poder de un
historiador, para una próxima edición. Parecida excusa recibi-
mos, cuando deseamos fotocopiar la valiosa y copiosísima co-
lección de dibujos referentes al Perú, del Obispo de Trujillo,
Don Baltasar Jaime Martínez Compañón). (F.A.L.)
65
echar. Y así para este día tenían aparejado todos los
géneros y maneras de comidas que ellos usaban: todas
las maneras de ajíes; gran cantidad de cestos de coca;
todas las maneras de ropas de colores que ellos vestían;
y calzados que usaban; llautos (53) y plumas que se
ponían en la cabeza; ganados, flores, oro, plata y de
todas las cosas que ellos usaban; todas las cenizas y car-
bones que guardados tenían de los sacrificios, que en to-
do el año habían hecho; todo lo cual echaban en el dicho
río; y soltando la primera represa, bajaba con tanta fuer-
za que ella misma iba quebrando las demás, y llevando
los sacrificios.
Quemábase este día, en sacrificio, un cordero, echan-
do las cenizas de él y carbón, con lo demás, en el di-
cho río. Estaban de la una paute y de la otra mucha
gente, al remate de la ciudad del Cuzco, y en un lugar
que llaman Pampa-pichupa, a donde echaban los dichos
sacrificios; échanlos una hora poco menos, antes que
se pusiese el Sol; y los indios que estaban de la una
parte del río y de la otra, en echando los sacrificios en
el río, el Inca Señor que presente estaba, les mandaba
fuesen con el dicho sacrificio hasta Ollantaytambo, que
con el rodeo que llevaban, será del Cuzco diez leguas.
Había puestos, en parada, indios de los pueblos, por
donde había de pasar, con hachas de paja, hasta llegar
al dicho pueblo, para que de noche alumbrasen, para
que no se quedase ninguna cosa del dicho sacrificio en
el río; y alumbrando los que le iban siguiendo, y llega-
dos al puente del dicho Ollantaytambo, que es un río
grande que va a la Mar del Norte; al ¡legar de los di-
chos sacrificios, echaban del puente dos cestos de coca,
llamados pilcolongo, paiscarongo; y así dejaban ir solos
a los dichos sacrificios. Y aquel día y oitro, los que lo
habían llevado, estaban bebiendo y holgándose, y ha-
ciendo el taqui, chapay gtsaüo.

(53) Véase la nota N? 17.


66
La razón por qué echaban en el río estos sacrificios,
era diciendo que pues el Hacedor de todas las cosas
les había dado tan buen año, tuviese por bien del ve-
nidero dárselo bueno; y que de aquellas cosas que les
había dado, le hacían aquella ofrenda y sacrificio, por-
que no los tuviese por ingratos, suplicándole lo recibiese
de su mano, donde quiera que estuviese; y si acaso es-
taba en la mar, que ellos llaman mama-cocha, lo reci-
biese doquiera que estuviese; y por esta razón echaban
los dichos sacrificios en el río, diciendo los llevaría a
la mar. Y a cabo de dos días, los que habían seguido
el sacrificio hasta el dicho puente, volvían al Cuzco, tra-
yendo, en sus manos, los que más habían corrido una
lanza hecha de sal; y otros, halcones de sal; y los pos-
treros, y que menos habían corrido, unos sapos de sal;
para que (se) viese cuan poco habían corrido, y cuan
para poco habían sido, y fuese causa de hacer burla de
ellos, y de algún regocijo. Y lo que quedaba del mes,
cada uno entendía en sus haciendas,

ENERO.—Al mes de Enero llamaban Atun-pucuy;


no tenían fiestta particular ninguna en él; sólo entendían
en sus labores. ,

FEBRERO.—Al mes de Febrero llamaban Pacha-pu-


cia; tampoco no entendían en más que en beneficiar las
chacras.

¡MARZO.—Al mes de Marzo llamaban Patgcar-lhuara;


tampoco no tenían fiesta ninguna en él.

ABRIL.—Al mes de Abril llamaban Ayri-guay; co-


gían las chacras en él, y también las encerraban y re-
cogían, a lo cual llamaban aymooray; y los que se ha-
bían armado caballeros, salían a la chacra de Sausiro,
a traer el maíz que en ella se había cogido, que es por
bajo del arco a donde dicen Mama Huaco, hermana
de Manco Capac, el primer Inca que sembró el primer
67
maíz; la cual chacra beneficiaban cada año para el cuer-
po de la dicha Mama Huaco; haciendo de él la chicha
que era necesaria para el servicio de dicho cuerpo; y
así lo traían y lo entregaban a las personas que del dicho
cuerpo tenían (a) cargo, y que estaba embalsamado;
y luego por su orden traían el maíz de las chacras del
Hacedor, Sol, Luna, Trueno, inca, Guanacauri y de to-
dos los señores muertos; traíanlos en unos costales pe-
queños, con un cantar llamado araui, con unos vestidos
galanos; y andaban a traer el dicho maíz toda la demás
gente del Cuzco, excepto el primer día que lo traían
los mozos armados caballeros. Quemaban los sacerdo-
tes, llamados tarpuntaes un cordero en sacrificio, rogan-
do al Hacedor diese siempre buenos años; duraba esto
cuatro días; acabado los cuales todos iban a sus hacien-
das. Y así se acababa el año por la orden dicha, y vol-
vía el mes de Mayo, empezando la fiesta del Sol.
Además de las ceremomías que en estos meses hacían,
hacían otra, como dijimos, llamadas ayisseay, rutuchicui,
qoicychlce, que aunque en ellas no para, se entendían
las costumbres que estas gentes tenían,
¡El ayiflscay era que cuando paiía la mujer, el cuarto
día ponían las criaturas en la cuna, que llaman qtárao-;
y en este día llamaban a los tíos y parientes para que
lo viesen, y venidos bebían aquel día, pero no porque
hiciesen otra ceremonia ninguna.
El rutuchico es cuando la criatura llega a un año, ora
fuese hombre, ora (fuese) mujer; le daban el nombre
que había de tener hasta que fuese de edad; si era hom-
bre, cuando le armaban caballero y le daban la huaraca
(honda), entonces les daban los nombres que habían
de tener hasta la muerte; y si era mujer, cuando le venía
la primera flor, le daban el nombre que había de tener
para siempre; y así cumplido el año la criatura que tras-
quilaban, y para haberla de trasquilar, llamaban al tío
más allegado, y éste le cortaba el primer cabello, y ofre-
cía para la criatura; y por esita orden iban hasta que
(todos) los parientes hacían la ofrenda, y después la
68
hacían los amigos de los padres; y bebían este día, y el
tío más principal le daba el nombre que había de te-
ner, hasta que fuese de edad, como dicho es.
El quktfchicu es cuando le viene a la mujer la pi'mera
flor; al primer día que le venía, hasta que se le acaba-
ba, que eran tres días poco más o menos, ayunaba los
dos primeros días, sin comer cosa alguna; y al otro día
le daban un poco de maíz crudo, diciendo que no se mu-
riese de hambre; y estábase queda en un lugar dentro
de su casa, y al cuarto día se lavaba, y se ponía una ro-
pa llamada ancaHu acsu ( 5 4 ) , y unas ojotas de lana blan-
ca; encrisnábanse los cabellos, y poníanle en la cabeza
una gorra que era a manera de taiega; y este día venía
el otro (tío) más principal y demás parientes; y ella
salía a ponerles la comida y darles 'de beber, y esto du-
raba dos días; y el parieivce más principal le daba el nom-
bre que había de tener, y le amonestaba y aconsejaba
de la manera que había de vivir y obedecer a sus pa-
dres, a lo cual llaman con-aisaco; y le ofrecían lo que le
parecía conforme a su posible; y todos los demás pa-
rientes y amigos le ofrecían las alhajas de casa que ha-
bía menester. Y esto se hacía sin haber, particularmen-
te, idolatría alguna; la cual orden dio Inca Yupanqui.
Cuando el Inca les daba las mujeres, las cuales reci-
bían, aunque era por mandado del inca, el varón iba a
casa del padre de la moza a decirle que el Inca se la
había dado, pero que él la quería servir; y así se jun-
taban los paiientes (de él y) de ella, y procuraban ga-
narse las voluntades; y el mozo iba en casa del suegro
y suegra, por espacio de cuatro o cinco días; les lleva-
ba paja y leña, y así quedaban concertados y la tomaba
por mujer; porque el Inca que se la daba, le decía que
se la daba hasta la muerte, y con esta condición la re-
cibía, y ninguno había que la osase dejar.

(54) Ancallu equivale a "ropa antigua de mujeres", y acsu


era una prenda de vestir, como una saya.
69
La capacocha inventó también Pachacuíti Inca Yupan-
qui, la cual era de esta manera: las provincias de Co-
liasuyo, Chinchasuyo, Antisuyo y Contisuyo traían a es-
ta ciudad, de cada pueblo y generación de gentes, uno
o dos niños y niñas pequeños y de edad de diez años;
y traían ropa, ganado, y ovejas de oro y de plata y de
mullo ( 5 5 ) . Y lo tenían en el Cuzco para el efecto que
se dirá; y después de estar todo junto se asentaba en
la plaza de Aucaypata el Inca, que es la plaza grande
del Cuzco; y allí aquellos niños y demás sacrificios an-
daban alrededor de las estatuas del Hacedor, Sol, True-
no y Luna que, para el efecto, ya en la plaza estaban.
Y daban dos vueltas, y después de acabado el Inca lla-
maba a los sacerdotes de las provincias, y hacía partir
los dichos sacrificios en cuatro partes, para los cuatro
suyos: Collasuyo, Chinchasuyo, Antisuyo y Contisuyo,
que son las cuatro partidas en que está dividida esta tie-
rra; y les decía: "vosotros tomad cada uno su parte de
esas ofrendas y sacrificios, y llevadla a la principal hua-
ca vuestra, y allí las sacrificad". Y, tomándolas, lleva-
ban hasta la huaca, y allí ahogaban a los niños y los
enterraban juntamente con las figuras de plata, de ove-
jas y de personas de oro y plata ( 5 6 ) ; y las ovejas y
carneros y ropa los quemaban, y también unos cestillos
de coca. La gen_te del Cuzco llevaba los sacrificios, ya

(55) Mullju se designaba en kechwa a unas cuentecillas, ca-


nutillos y otros adornos pequeños para los vestidos y collares,
figurando aves, peces, estrellas, hechos de conchas de moluscos.
(56) Sobre los sacrificios humanos en el antiguo Perú, se ha
escrito lo suficiente, para saber la verdad, por los historiadores
primitivos de Indias. Y por éstos, los de mayor crédito, sabe-
mos, que .en algunos de los pueblos, en fechas, anteriores al es-
tablecimiento del Imperio de los Inkas, a la muerte del Señor
feudal, del Régulo, se enterraban junto con él la mujer de éste
y al-gunos fieles servidores, voluntariamente, para acompañar al
difunto en la otra vida. Estos sacrificios humanos, entre las re-
yecías anteriores al Gobierno de los Inkas, como se realizaran
con frecuencia, fueron prohibidos por la autoridad imperial.
El historiador indiscutible Garcilaso de la Vega nos dice: "que
en los sacrificios fueron los inkas casi, o del todo, semejantes
70
dichos, h a s t a Sacalpiña que será u n a legua del Cuzco,
y a d o n d e les recibían los indios d e A n t a . Y d e esta
m a n e r a i b a n e n t r e g á n d o l o s , hasta d o n d e se h a b í a n d e
hacer los sacrificios; y p o r esta o r d e n los l l e v a b a n a las
d e m á s provincias. H a c í a n este sacrificio al principio que
el Inca Señor e m p e z a b a a señorear, p a r a que las fauacas
le diesen m u c h a salud, y tuviese en p a z y sosiego sus

a los indios de la primera edad; sólo se diferenciaron en que no


sacrificaron carne ni sangre humana con muerte; antes la abo-
minaron y prohibieron, como el comerla; y si algunos historia-
dores lo han escrito, fué porque los engañaron, por no dividir las
edades y las provincias, donde y cuando se ¡hicieron los seme-
jantes sacrificios de hombres, mujeres y niños". (Garcilaso de
la Vega. Año dé 1609. Comentarios Reales. Edición Urteaga. To-
mo I, páginas 100 y 101. Lima—1920).
El Padre Miguel Cabello de Balboa, en 1576, escribía que:
"Inca Yupanqui prohibió en todo el Imperio la práctica de otros
cultos, fuera de los que habían sido reconocidos por la Asamblea
del Cuzco. Dos de sus parientes fueron encargados de vigilar
la ejecución de sus órdenes, de introducir las nuevas ceremo-
nias y de abolir las antiguas; y, sobre todo, en las que se prac-
ticaban sortilegios que podían ocasionar la muerte". (Miguel
Cabello de Balboa. Historia del Perú. Edición Urteaga- Rome-
ro, página 40. Lima—1920).
No es fácil suprimir, bruscamente, prácticas religiosas, sino
por medio de otras prácticas similares que conserven la esencia
ideológica. Y con este fin el Gobierno de los Inkas, principal-
mente en la época del Inka Yupanki, estableció el substituir, en
los enterramientos, las víctimas humanas con figuras hechas de
tierra cocida, de madera, de oro o plata; ya representando a la
esposa, ya a la madre, ya al hijo, ya al servidor. En todas las
tumbas inkaicas se encuentran , estas pequeañs figuras funera-
rias,^ a las que no les han dado importncia historiadores y ar-
queólogos, no obstante ser éstas la prueba inconfundible de la
supresión de los sacrificios humanos en el Imperio de los Inkas.
Fray Martín de Morúa, refiriéndose igualmente a estos sa-
crificios simbólicos, dice lo siguiente: "Cuando moría alguna
de estas mistas (princesas), la enterraban, y a cada una ponían
encima de la sepultura la insignia real del Inka; hacían gran-
des bóvedas que cubrían de mantas, y muchas joyas de oro y
plata; y con agua, chicha y cosas de comer la metían; y si tenía
parientes, pajes o criados, la acompañaban, hechos de made-
ra. . . También sacrificaban oro, plata, haciendo diferentes figu-
ras pequeñas". (Fray Martín de Morúa. Año de 1590. Origen de
71
reinos y señoríos, y llegase a viejo, y q u e viviese sin
e n f e r m e d a d , d e tal m a n e r a q u e ninguna huaca, ni m í ^
chadero ni acloratorio, p o r p e q u e ñ o q u e fuese, n o que-
d a b a sin recibir sacrificio; p o r q u e y a e s t a b a d i p u t a d o
y a c o r d a d o lo que en c a d a faiEaca, lugar y p a r t e se h a b í a
d e sacrificar.
L a causa p o r qué en t o d a s las h u a c a s , a d o r a t o r i o s , ár-
boles, fuentes, cerros, lagunas, alcance parite del sacri-
ficio; p o r q u e t e n í a n p o r agüero que ninguna faltase, p o r -
que aquella a quien sacrificio le faltase, n o se enojase,

los Reyes del Perú. Edición Urteaga-Romero. Tomo IV. Pági-


nas 210 y 242. Lima—1917).
Sobre el mismo asunto escribe López de Gomara lo siguien-
te: 'Tara la sepultura de los Inkas y señores hacen grandes ho-
yos o bóvedas; ponen dentro vasos de plata y oro, con agua
y vino y cosas de comer. Meten también algunas de sus ama-
das mujeres, pajes y otros criados que les sirvan y acompa-
ñen; mas éstos no van en carne sino en madera". (Francisco
López de Gomara. Historia de las Indias. Colección Enrique de
Vedia. Página 234. Madrid—1887).
Sin embargo, en tiempo de los Inkas, no faltaron, aunque raros,
sacrificios humanos, o mejor dicho suicidios voluntarios, que
eran el producto de la lealtad al Soberano. Al respecto también
historiadores antiguos dicen lo siguiente:
"Muerto el Inka Atawalpa había hecho entender a sus her-
manas y mujeres que volvería al mundo. Pues habiéndose ahor-
cado alguna gente y una hermana suya con algunas indias, di-
ciendo que iban al otro mundo a servir a Atawalpa, quedaron
dos hermanas que andaban haciendo grandes llantos, con atam-
bores, y cantando las hazañas de su marido". (Pedro Pizarro.
Año 1571. Descubrimiento y Canquista del Perú. Colección Ur-
teaga-Romero. Página 54. Lima—1917).
"Los mismos de quienes hacen s-acriifcios, se dan de volun-
tad a la muerte, riendo, bailando y cantando". (Francisco de
Jerez. Año de 1534. Verdadera Relación de la Conquista del Pe-
rú. Edición Enrique de Vedia. Página 327. Madrid—1886).
"Aquí acaeció la cosa más extraña que yo vi, por mis ojos,
y fué estando cantando los oficios de difuntos a Atawalpa, lle-
garon ciertas señoras, hermanas y mujeres suyas, y otros priva-
dos con gran estruendo, y dijeron que les hiciesen aquella huesa
mayor; porque era costumbre, cuando el gran Señor moría, que
todos aquellos que bien le querían, se enterrasen vivos con él;
a los cuales se les respondió, que no se había de hacer lo que
72
y con enojo castigase al Inca. Y si a algunos cerros lle-
g a b a n d e m u c h a aspereza, q u e no pudiesen subir, des-
d e d o n d e p o d í a n a r r o j a r con h o n d a s , a r r o j a b a n el sa-
crificio; y así en t o d a s las h u a c a s principales d e t o d a s
las provincias, se h a c í a n el dicho sacrificio y ofrenda,
l l e g a n d o a ellas p r i m e r o , y luego a t o d a s las huaquillas
y a d o r a t o r i o s q u e en t o d a la provincia h a b í a , d a n d o a
c a d a u n a lo que del Cuzco r e p a r t i d o v e n í a p a r a c a d a
u n a ; p o r q u e en el Cuzco h a b í a su qisipucamayoe, que son
c o m o c o n t a d o r e s d e c a d a u n a d e las dichas p a r t i d a s ,
que t e n í a n la cuenta y razón d e los sacrificios q u e se
h a b í a n d e sacrificar en c a d a provincia.

ellos pedían; que se fusen d allí, y así se fueron a sus apo-


sentos, y se ahorcaron todos ellos y ellas". (Miguel Estele. Año
de 1537." Historia de los Incas. Colección Urteaga-Romero. Pági-
na 54. Lima—1917).
"Cuando moría el Inka, o algún kuraka de los principales, se
mataban, y se dejaban enterrar vivos los criados más favore-
cidos y las mujeres más queridas, diciendo que querían ir a ser-
vir a sus reyes y señores a la otra vida... Ofrecíanse ellos mis-
mos a la muerte o se la tomaban con sus manos, por el amor
que a sus señores tenían. Y lo que dicen algunos historiadores
que los mataban, es falso... Lo cierto es que ellos mismos se
ofrecían a la muerte; y muchas veces eran tantos, que los ata-
jaban los superiores, diciéndoles que de presente bastan los que
iban; que adelante, poco a poco, como fuesen muriendo, irían
a servir a sus señores". (Garcilaso de la Vega. Año de 1609.
Comentarios Reales. Edición Urteaga. Tomo II, páginas 145 y
146. Lin»—1918).
Estos voluntarios suicidios, realizados por la muerte del Inka
Atawalpa, sirvieron a ciertos historiadroes para forjar tremen-
das críticas contra los antiguos peruanos; críticas que no tu-
vieron otra finalidad que presentarlos como bárbaros y sangui-
narios; para, de esta manera, menguar las responsabilidades de
los crueles métodos empleados por los conquistadores españo-
les, contra la raza conquistada.
Y para terminar esta nota, trascribimos a continuación las pa-
labras de un sabio historiador francés, y que rezan así:
"No tememos decir que los sacrificios humanos, cuando la
víctima se ofrecía libremente, testificaban siempre un profundo
sentimiento religioso; y que este celo, execsivo sin duda, pero
sostenido por una fe viva, lejos de ser un signo de decadencia,
de grosera ignorancia, es más bien una gran prueba de una
73
E m p e z á b a n s e hacer los sacrificios en la c i u d a d del
Cuzco p o r la o r d e n siguiente: al H a c e d o r el primer sa-
crificio, el cual sacrificio recibían los s a c e r d o t e s q u e a
c a r g o tenían su figura, r o g á n d o l e hubiese p o r bien, d e
d a r larga v i d a y salud, y victoria c o n t r a sus enemigos
al Inca, n o l l e v á n d o l e en su m o c e d a d , ni a sus hijos y
d e s c e n d i e n t e s ; que, mientras este Inca fuese Señor, t o -
d a s las naciones que sujetas tuviese, siempre estuviesen
en paz, multiplicasen y tuviesen comidas, y que s i e m p r e
fuese v e n c e d o r . Y hecha esta oración a h o g a b a n a las
criaturas, d á n d o l e s p r i m e r o d e c o m e r y d e b e b e r a los
q u e eran d e e d a d , y a los chiquitos sus m a d r e s , dicien-
d o que no llegasen con h a m b r e ni d e s c o n t e n t o s a d o n -
d e estaba el H a c e d o r (5 7 ) . Y a otros s a c a b a n los co-
razones, v i v o s ; y así con ellos p a l p i t a n d o los ofrec'an
a las hujacaSj a quien se h a c í a el sacrificio; y con la
sangre u n t a b a n , casi d e oreja a oreja, el rostro d e la
huáca, a lo cual l l a m a b a n pirac ( 5 8 ) ; y a otras d a b a n

creencia sincera, que testimonia una educación enérgica- v puede


conciliarse con una civilización floreciente... El Cristianismo
que procede de más alto, y tiene sus raíces en los sentimientos
humanos, no ha querido aue los fieles fuesen inmolados por
las manos de sus semejantes; cero ha hecho del abandono de
la propia vida la cr'mera. condición de la fe y la única prueba
de los neófitos... No ha tenido víctimas, pero ha tenido már-
tires, mártires que en su entusiasmo religioso, esperando con ar-
dor las religiosas palmas de los elenidos, han estado siembre
listos, para .entripar a Dios la vida. Y e<=to es también sacrifi-
cio humano, aunoue ennoblecido por el fin, y fecundado por la
utilidad del ejemolo". (Ernest Desjardins. Le Perou avant la
Conquete Espagnole. París—1858). (F.A.L.)
(57) Para mejor comprensión de lo escrito aquí por Cris-
tóbal de Molina* recomendamos al lector recordar lo contenido
en la nota anterior N<? 56.
(58) Pirac se deriva del verbo pirará que significa, según Gon-
zález Holguín: "Hacer rayas en el cuerpo, a manera de ungir,
con sangre de cordero. Era una ceremonia gentílica, cuando in-
molaban un cordero, para tener parte en el sacrificio". Esta tra-
ducción —publicada en 1608— que nos da tan alta autoridad en
el idioma kechwa, afianza todo lo que dejamos apuntado en
nuestro nota antecedente N<? 56. (F.A.L.)
74
el cuerpo con la dicha sangre; y así enterraban los cuer-
pos, juntamente con los demás sacrificios, en un lugar
llamado Chuquicancha, que es un cerro pequeño que
está encima de San Sebastián, que será media legua del
Cuzco, como ya está dicho; y luego los sacerdotes del
Sol, por la misma orden, recibían los que para el Sol
estaban dedicados; y en el mismo lugar dicho hacían el
sacrificio al Sol con la oración siguiente:
(Viracochaya ¡punchao cachón tuta cachim, nospac
<niepa cariclrc.ii ¡Bianchun nispac rúe punchao churi ¡quieta
canllacta qri¡sp¡ llacta ¡puriícho nena iWascayque tacan-
cha rita gampac quillarin, gampac Huiracochaya, casilla
qnlspilla punchao Inga nina yanani chisca ¡quieta quillari
candi ari ama oncoc chispa amana nacthispa cacista quis-
picta huacaychaspa).
Declaración.—**¡Oh, Hacedor! que diste vida a todo,
pues dijiste haya noche y día, amanezca y esclarezca;
di a tu hijo el Sol que cuando amanezca, salga en paz;
guárdale para que alumbre a los hombres que criaste ¡ oh,
Hacedor! ¿Oh, Sol! que estás en paz y en salvo, alumbra
a estas personas que apacientas, (que) no estén enfer-
mos; guárdalos sanos y salvos".
Y así mismo el Trueno que llaman Chuqui ylla, los
sacerdotes que a cargo tenían su figura, que era de la
forma ya dicha, recibían las criaturas y demás sacrifi-
cios, que para ello tenían dedicado, y los enterraban, y
por la misma orden, en el lugar ya dicho llamado Chuqui
cancha. Y por la misma orden y en el mismo lugar se
enterraban los sacrificios para la Luna, rogándole que al
Inca simpre le diese salud y prosperidad, y que siempre
venciese a sus enemigos. Y luego los sacerdotes, todos
juntos, ofrecían al Cielo la parte del sacrificio que para
ello dedicado tenían; y también a la Tierra, haciendo la
oración siguiente:

(¡Pachamama, cuyrumama casillíacta quispillacta, ca-


pac Inca guaguay ¡¡quieta macan hatallü)
75
-'Oh, Tierra madre! a tu hijo el Inca tenlo, encima de
tí, quieito y pacífico' *.

Todos los sacrificios, ya dichos, se ponían en el lu-


gar ya dicho; y luego el sacerdote que tenía a cargo la
huaca dé Huanacauri, de donde ellos se jactan quedó
hecho piedra Ayareache, uno de los cuatro hermanos que
dicen salieron de la cueva de Tambo; y porque con la
fábula que de esto tratamos al principio de la Historia,
que Vuestra Señoría ílustrísima tiene, traté largo de ello,
no lo trato aquí; allá lo podrá ver Vuestra Señoría ílus-
trísima; y así por ser la huaca más principal, que ellos
tenían fuera de las ya dichas, como a tal el sacerdote
que a cargo la tenía, con los demás compañeros suyos,
recibían las criaturas y cosas que dedicadas estaban, y
en el dicho cerro llamado Huanacauri, que está a dos le-
guas y media del Cuzco, poco más o menos, los sacri-
ficaban y enterraban. Hacían una oración al tiempo del
ofrecer, mientras el sacrificio se quemaba, rogándole,
(que) el Inca, s u descendiente, siempre fuese mozo, siem-
pre vencedor y nunca vencido; y que siempre mientras
este Inca fuese Señor, todas las cosas estuviesen en paz.
Y luego en todos los lugares, fuentes y cerros que en
el Guzco habían por aMoratorios, echaban los sacrificios
que para ellos estaban dedicados, sin matar para esto
ninguna criatura. Eran itantos los lugares que dedicados
tenían para sacrificar en el Cuzco, que si se hubiesen de
poner aquí, sería mucha prolijidad; y porque en la Re-
lación de las huacas, que a Vuestra Señoría ílustrísima
di, están puestos todos, de la manera que se sacrifica-
ban, no lo pongo aquí.
Y así concluido con lo que en el Cuzco se había de
sacrificar, sacaban los sacerdotes con los sacrificios que
se habían de llevar, como ya está dicho, la orden del
camino con los sacrificios, era que toda la gente que,
con la Capacocha que por otro nombre se llama Cocha-
guas, iban hechos una ala, alguna cosa apartados los
unos de los otros, sin ir por camino real derecho, sino
76
sin torcer a ninguna parte, atravesando las quebradas y
cerros que por delante hallaban, hasta llegar cada uno
a la parte y lugar que estaban esperando, para recibir
los dichos sacrificios; iban caminando a trechos, alza-
ban una vocería y gritería, la cual empezaba un indio
que, para ello diputado, iba enseñado para ese efecto;
y en empezando éste, todos le iban siguiendo con las di-
chas voces. Pedían en ellas al Hacedor, (que) el Inca
fuese siempre vencedor y no vencido; viviese simpre en
paz y salvo; llevaban por delante en hombros los sa-
crificios, y los bultos de oro y plata, carneros y otras
cosas que se habían de sacrificar; las criaturas que po-
dían ir a pie, por su pie; las que no, las llevaban sus
madres; y el Inca, carneros y corderos iban por el ca-
mino real.
Y así llegados a cada parte y lugar, los que habían
de hacer los sacrificios, los huaca-eamayoc, que quiere
decir guarda de las huecas, y que a cargo las tenían; re-
cibía cada uno el sacrificio que a su huaca cabía, y lo
sacrificaba y ofrecía, enterrando los sacrificios de oro,
plata y mullo (59) y otras cosas que ellos usaban. Y
las criaturas, habiéndolas ahogado primero, las que a
aquella huaca cabían; quemaban en sacrificio los car-
neros, corderos y ropa que le cabía.
Es de notar que no a todas las huacas sacrificaban
criaturas, sino sólo a las huacas principales, que provin-
cias o generaciones tenían. Y por esta orden iban cami-
nando por toda la tierra, que el Inca conquistada tenía,
por las cuatro partidas; y haciendo los dichos sacrifi-
cios, hasta llegar cada uno por el camino donde iba a
los postreros límites y mojones, que el inca puesto te-
nía. Tenían tanta cuenta y razón en esto, y salía tan
bien repartido del Cuzco lo que en cada parte y lugar
se había de sacrificar, que aunque era en cantidad el
dicho sacrificio, y los lugares donde se había de hacer
sin número, jamás había yerro, ni trocaban de un lu-

(59) Véase la nota N<? 55, que se refiere al vocablo mullu.


77
gar para el otro. Tenía en el Cuzco el Inca, para este
efecto indios de los cuatro suyos (60) o partidas, que
cada uno de ellos tenía cuenta y razón de todas las
hnacaSj por pequeñas que fuesen; que en aquella par-
tida el que era quipiacamfcyoc o contador, que llaman vil-
cacamayoc, había indio que tenía a cargo casi quinientas
leguas de tierra. Tenían éstos la razón y cuenta de las
cosas que a cada huaca se había de sacrificar; y así la
tomaban de éste los que habían de salir del Cuzco, e
iban dando la dicha razón y cuenta a los que iban en-
tregando los dichos sacrificios, de unos en otros; no obs-
tante que en las cabeceras de las provincias, había tam-
bién indios deputados para el dicho efecto, y que tenían
cuenta y razón de los dichos sacrificios, que en cada pro-
vincia habían de quedar, pero porque algunas veces acre-
centaban o cortaban de los dichos sacrificios conforme
a la voluntad del Inca, sacaban la razón del Cuzco para
lo aue, en cada lugar y parte, se había de hacer.
Tenían en tanta veneración este sacrificio, llamado
capaccocha o cachagnaco, que si cuando iban caminan-
do por los despoblados u otros lugares, topaban alguna
gente, no osaban los que así topaban los sacrificios, al-
zar los ojos y mirarlos, sino antes se postraban en tie-
rra hasta que pasasen. Y en los pueblos poblados donde
llegaban, no salían de sus casas los del dicho pueblo,
estando con gran reverencia y humildad, hasta en tan-
to que la dicha capaccocha, saliese y pasase adelante.
Había «también que cuando sujetaban y conquistaban al-
gunas naciones, tomaban y escogían de los más hermo-
sos ( ? ) qu>e podían haber entre ellos; y los traían al
Cuzco, a donde los sacrificaban al Sol, por la victor'a
que, ellos decían, les había dado. También tenían que
todas las veces que alguna cosa se esmerase entre los de
su género, en ser más hermosa, luego la adoraban, y la
hacían hu&f-a y adoratorio. A todos los altos de los ce-
rros y cumbres adoraban, y ofrecían sal y otras cosas;

(60) Véase la nota N<? 37, referente al vocablo suyo.


78
p o r q u e d e c í a n que c u a n d o subían alguna cuesta arriba,
y llegaban a lo alto, que allí descánsaíban del t r a b a j o d e
subir q u e h a b í a n t e n i d o ; l l a m a b a n a ésta apachita. ( 6 1 )
H a b r á diez años, p o c o m á s o m e n o s , que h u b o u n a
ironía entre estos indios d e esta ítierra, y era q u e h a c í a n
una a m a n e r a d e c a n t o , el cual l l a m a b a n taqtiihongoy;
p o r q u e en la provincia d e Parinacocha, u n Luis d e Oli-
vera, clérigo p r e s b í t e r o , que a la sazón era cura del
dicho r e p a r t i m i e n t o , que es en el o b i s p a d o del Cuzco,
fué el pTimero que vio d e la didha ironía o i d o l a t r í a ;
él p o n e aquí d e la m a n e r a que lo h a c í a n y p o r qué.
En la provincia d e Parinacocha, del o b i s p a d o del Cuz-
co, el dicho Luis d e Olivera, vicario d e aquella provin-
cia, e n t e n d i ó que no s o l a m e n t e en aquella provincia, p e -
ro en t o d a s las d e m á s provincias y c i u d a d e s d e Chuqui-
saca. L a Paz, Cuzco, H u a m a n g a , y aún L i m a y A r e q u i -
pa, los m á s d e ellos h a b í a n c a í d o en g r a n d í s i m a s a p o s -
tasías, a p a r t á n d o s e d e la fe católica que h a b í a n recibi-
do, y v o l v i é n d o s e a la i d o l a t r í a que u s a b a n en t i e m p o
d e su infidelidad; no se p u d o averiguar d e auien hu-
biese sa^'do este negocio, m á s d e que se sospechó y ¡tra-
tó QIIP fué i n v e n t a d o d e los hechiceros que en V i l c a b a m -
b a tenían los Incas, que allí e s t a b a n a l z a d o s ; p o r a u e lo
p r o p i o se creyó h a b í a sido lo que ( a n t e s ) en este R e i n o .

(61) Apachita o apacheta era un montón de piedras, y que


existen hasta ahora en casi todos los puntos elevados de los ca-
minos sobre las crestas andinas. Los antiguos peruanos, después
de un a*rio desfiladero, al arribar a la cumbre de una montaña,
dirigían los ojos al cielo, y los bajaban después, humildemente,
exclamando: Apachita! Apachita! Apachita,!
Este vocablo kechwa, según Garcilaso de la Vega, encerraba
un amplio pensamiento. Equivalía a: "Demos gracias y ofren-
demos a El que nos hace llevar la vida, dándonos fuerza y vi-
gor, para subir por rutas tan ásperas como éstas".
Además de esta invocación, como una ofrenda muy íntima,
se arrancaban algunas pestañas, soplándolas luego hacia el es-
pacio. Y colocaban una piedra más en el rimero. También, a ve-
ces, dejaban allí granos de maíz tostado, hojas de coca, plumas
de diferentes colores, flechas y viejas sandalias. (F.A.L.)
79
El año de setenta y uno ( 1 5 7 1 ) , tras de haber tenido
y creído por los indios, que de España habían enviado
a este Reino por unto de los indios, para sanar cierta
enfermedad, que no se hallaba para ella medicina sino
el unto; a cuya causa, en aquellos tiempos, andaban los
indios muy recatados, y se extrañaban de los españoles,
en tanto grado, que la leña, yerba y oirás cosas no las
querían llevar a casa de español; por decir no los ma-
tasen, allí dentro, para sacarles el unto. Todo esto se
entendió haber salido de aquella ladronera (Vilcabam-
tba), por poner enemistad entre los indios y españoles;
y como los indios de esta tierra tenían tanto respeto a
las cosas del Inca, y decían que aquello salía de allá,
caían muy presto en cualquier (error), hasta que el se-
ñor Visorrey, Don Francisco de Toledo los deshizo y
echó de allí, en lo cual se sirvió a Dios Nuestro Señor
mucho. (62)
Y volviendo a la inventiva que el demonio tuvo para
desviar a esitos pobres, fué que ellos creyeron que todas
las huacas del Reino, cuantas habían los cristianos de-
rrocado y quemado, habían resucitado, y de ellas se ha-
bían hecho dos partes: las unas se habían juntado con
la huaca de Pachacamac, y las otras con la huaca Titica-
ca; que todas andaban por el aire, ordenando el dar ba-
talla a Dios, y vencerle; y que ya le traían de vencida;
y que cuando el Marqués (Francisco Pizarro) entró en
esta tierra, había Dios vencido a las huacas, y los espa-
ñoles a los indios; empero que, ahora, daba la vuelta
el mundo; y que Dios y los españoles quedaban vencí-
dos de esta vez, y todos los españoles muertos, y las
ciudades de ellos anegadas; y que la mar había de cre-
cer, y los había de ahogar, porque de ellos no hubie-

(62) Esta propaganda, sobre el unto de los indios como me-


dicina» señalaba a los pueblos el camino político de la resisten-
cia pasiva contra los conquistadores hispanos, ya que anterio-
res hechos armados habían fracasado... Nunca los subditos del
Imperio de los Inkas sé sometieron pasivamente al dominio de
los usurpadores. (F.A.L.)
80
se memoria. En esta apostatación creyeron que Dios
Nuesitro Señor, haibía hecho a los españoles, a Castilla,
a los animales y mantenimientos de Castilla; empero que
las hoacas habían hecho a los indios, a esta tierra y a los
mantenimientos que de antes tenían los indios; y así
quitaban a Nuestro Señor su omnipotencia.
Salieron muchos predicadores luego de los indios, que
predicaban así en las punas como en las poblaciones;
andaban predicando esta resurrección de las ¡iliacas, di-
ciendo que ya las huacas andaban por el aire, secas y
muertas de hambre; porque los indios no le sacrifica-
ban ya, ni derramaban chicha; y que habían sembrado
muchas chacras de gusanos, para plantarlos en los co-
razones de los españoles, ganados de Castilla y los ca-
ballos, y también en los corazones de los indios que per-
manecen en el Cristianismo; y que estaban enojadas con
todos ellos, porque se habían bautizado; y que los ha-
bían de matar a todos sino se volvían a ellas, renegan-
do de la fe católica; y que los que querían su amistad
y gracia, vivirían en prosperidad, gracia y salud; y que
para volver a ellas, ayunasen algunos días, no comiendo
sal ni ají, ni durmiendo hombre con mujer, ni comien-
do maíz de colores, ni comiendo cosas de Castilla, ni
usando de ellas en comer ni en vestir, ni entrar en las
iglesias, ni rezar, ni acudir al Hamameinto de los padres
curas, ni llamarse nombre de cristiano; y que de esta
manera volverían en amor de las huacas, y no los ma-
tarían. Y, así mismo, que ya volvía el tiempo del Inca,
y que las faisacas no se metían ya en las piedras, ni en
las nubes, ni en las fuentes para hablar, sino que se in-
corporaban ya en los indios, y los hacían ya hablar; y
que tuviesen sus casas barridas y aderezadas, para si al-
guna de las huacas quisiese posar en ella.
Y así fué que hubo muchos indios que temblaban y
se revolcaban por el suelo; y otros tiraban de pedradas
como endemoniados, haciendo visajes, y luego reposa-
81
b a n ; y l l e g a b a n a él ( 6 3 ) con temor, y le d e c í a n que q u é
h a b í a y s e n t í a ; y r e s p o n d í a que la h u a c a fulana se le ha-
bía e n t r a d o en el c u e r p o ; y luego lo t o m a b a n en brazos,
y lo l l e v a b a n a un lugar d i p u t a d o , y allí le h a c í a n u n
a p o s e n t o c o n paja y m a n t a s . Y luego le e m b i j a b a n ; y
los indios le e n t r a b a n a a d o r a r , con carneros, molle, chi-
cha, liipta ( m a z a m o r r a d e m a í z ) , mullu y otras cosas;
y hacía fiestas t o d o el pueblo, d e d o s y tres días, bai-
l a n d o y b e b i e n d o , e i n v o c a n d o a la h u a c a que aquél re-
p r e s e n t a b a y d e c í a tenía en el cuerpo, y v e l a n d o d e
n o c h e sin dormir. Y d e c u a n d o en c u a n d o los tales ha-
cían s e r m o n e s al pueblo, a m e n a z á n d o l e s que n o sirvie-
sen a Dios, y q u e no era t i e m p o d e Dios, sino d e h u a c a s ,
a m e n a z a n d o a los indios si del t o d o no d e j a b a n el Cris-
tianismo; y reñían al cacique o indio que se l l a m a b a
n o m b r e d e cristiano sino d« indios; y trajese camisa o
s o m b r e r o , a l p a r g a t a s u otro cualquier traje d e E s p a ñ a ,
ni d e Lusate ( L u s i t a n i a ? ) ( 6 4 ) . Estos tales e n d e m o n i a -
d o s p e d í a n en los pueblos, si h a b í a algunas reliquias d e
las huacas q u e m a d a s , y c o m o trajesen algún p e d a z o d e
p i e d r a d e ellas, se cubrían la cabeza d e l a n t e del p u e b l o
c o n u n a m a n t a , y encima d e la p i e d r a d e r r a m a b a n chi-
cha, y la fregaiban con harina d e m a í z b l a n c o ; y luego
d a b a voces, i n v o c a n d o la h u a c a , y luego se l e v a n t a b a n ,
con la p i e d r a en la m a n o , y d e c í a n al p u e b l o : " V e i s
a q u í vuestro a m p a r o , y veis a q u í al que os hizo, y d a
salud, hijos y c h a c r a s ; p o n e d l e en su lugar, en d o n d e
estuvo en t i e m p o del I n c a " . Y así lo h a c í a n con m u c h o s
sacrificios los hechiceros que en aquel t i e m p o e s t a b a n
r e c o g i d o s y castigados ; con libertad usa-

(03) Estos endemoniados o convulsionarios han aparecido y


aparecen en diferentes épocas y lugares, mayormente, cuando a
los pueblos les falta libertad y justicia. En el primer siglo de
nuestra Era aparecen, esos convulsionarios, pidiendo salud y
justicia, a Jesús, el Único, Dios de la Libertad en el mundo, Dios
del Amor entre los hombres. (F.A.L.)
(64) Aquí ya la resistencia pasiva no era, solamente, política;
ya tenía finalidades económicas. Era como un muro invisible,
que atajaba el paso a las mercaderías españolas. (F.A.L.)
82
ban sus oficios, volviendo a ellos, y no quitando del la-
do de los indios hechos huacas, recibiéndoles carneros y
cuyes para los sacrificios.
Fué este mal tan creído y celebrado comúnmente, que
no solamente los indios de los repartimientos; pero los
que vivían en las ciudades, entre españoles, usaron y
creían en esta miseria, ayunando y apos(ta)tando; en el
cual tiempo no pequeño número se condenó; porque con
esta creencia morían. Y, finalmente, el dicho Vicario
Luis de Olivera como empezó a castigar aquella pro-
vincia y la de Ocari, y dio de ello noticia a la Real
Audiencia de Lima, y señores Arzobispo, Obispo de las
Gharcas y otras partes, y a Fray Pedro de Toro, admi-
nistrador del Obispado del Cuzco, empezaron a aflo-
jar, y con todo duró más de siete años esta apostasía.
Pretendieron porque como habían creído
que Dios y los españoles iban de vencida, trataron de
alzarse con la tierra, como se enjtendió públicamente en
el año de setenta y cinco ( 1 5 7 5 ) , siendo Gobernador
de estos Reinos el Licenciado Castro, como tuvo de ello
aviso de los corregidores del Cuzco, Huamanga y Huá-
nuco estas ciudades, y estaban puestas
en armas. Durante este tiempo hubo diversas maneras
de apostasías en diversas provincias: unos bailaban, dan-
do entender tenían la httaca en el cuerpo; otros tembla-
ban por el mismo respeto, dando a entender la tenían
(también; otros sé encerraban en sus casas a piedra se-
ca, y daban alaridos; otros se despedazaban y despe-
ñaban y (se) mataban; y otros se echaban a los ríos,
ofreciéndose a las huacas, hasta que Nuestro Señor, por
su misericordia, fué servido alumbrar a estos miserables;
y que los que han quedado de ellos, han visto la bur-
lería que se les predicó y creían, con ver al Inca muer-
to y a Vilcabamba (lleno) de cristianos, y ninguno de
lo que se les podía haber sucedido, antes todo lo con-
trario.
A resultado de esta endemoniada instrucción, que to-
davía hay algunos indios e indias hechiceros, aunque
83
en poca cantidad, que cuando algún indio o india está
enfermo los llamaban para que los curen, y les digan
si han de vivir o morir; dicho lo cual mandan al en-
fermó que le traigan maíz blanco que llaman paracay-
sara, y maíz negro que Hernán collisara, y maíz entre-
verado de colorado y amarillo que llaman enmasara, y
maíz amarillo que llaman parosara, y ostras conchas de
la mar que llaman ellos muMti-mislki, de todos los co-
lores que pueden haber que llaman imaimanan-mullu!;
junto lo cual, el hechicero, el maíz con el mullif, lo hace
moler; y molido lo da al enfermo en la mano, para que
soplando lo ofrezca a las huacas y vilcas, diciendo es-
tas palabras: "A todas las huacas y vilcas de las cuatro
partidas de esta tierra, y abuelos y antepasados míos,
recibid este sacrificio doquiera que estéis, y dadme sa-
lud". Y así mismo lo hacen soplar un poco de coca al
Sol, ofreciéndosela y pidiéndole salud, y lo mismo a
la Luna y a las estrellas. Y luego con un poquito de oro
y plata de poco valor, tomado en la mano, lo ofrece
el mismo enfermo al Hacedor, derramándolo. Después
de esto manda el hechicero al enfermo que dé de córner
a sus difuntos, poniendo la comidas sobre sus sepultu-
ras, si está en parte donde se pueda hacer, derramán-
doles la chicha, y sino en la par/te de su casa que le pa-
rece; porque le hace entender el hechicero que por es-
tar muertos de hambre, le han echado aquella maldi-
ción por donde ha enfermado. Y si está de suerte que
pueda ir por sus pies a alguna junta de dos ríos, le ha-
ce ir allá y lavar el cuerpo, con agua y harina de maíz
blanco, diciendo que allí dejará la enfermedad, y sino
en casa del enfermo.
¡Acabado lo cual le hace un parlamento, diciéndole
que si quiere escapar de aquella enfermedad, que se con-
fiese allí luego con él de todos sus pecados, sin dejar
ni encubrir ninguno; y a esto llaman hidhueo. Y estos
indios como son tan fáciles, hay algunos de ellos que, con
facilidad y poca persuación, se dejan caer en esta apos-
84
tasía y yerro; aunque después, con arrepentimiento, al-
gunos confiesan este pecado con los demás también.
Hay grandísima suma de indios e indias que por en-
tender ya la ofensa que a Nuestro Señor en esto se hace,
por ninguna vía lo permiten, antes los acusan ante sus
curas para que sean castigados; y si hubiese algún cas-
tigo ejemplar para los tales hechiceros, entiendo, me-
diante Dios, cesaría tan gran mal, aunque, como digo,
son ya pocos.
En esta tierra hay diferentes naciones y provincias de
indios, que cada una de ellas tenía por sí ritos, actos y
ceremonias, antes que los Incas los sujetasen; y los In-
cas quitaron en las dichas provincias algunos de los cul-
tos que tenían, y dieron culto de nuevo; y no es menos
cosa conveniente saber los cultos y ceremonias que en
cada provincia de por sí tenían las Incas, que son los
que aquí van escritos, para poderlos disipar y desarrai-
gar de sus idolatrías y desventuras; y así mediante Nues-
tro Señor, concluida la visita que entre manos tengo de
las parroquias y valles de esta ciudad del Cuzco, por
nombre
Esto acabo aquí indecisamente.
LOS DOS CRISTÓBAL DE MOLINA
POR
RAÚL PORRAS BARRENEOHEA
EL SOCHANTRE CRISTÓBAL DE MOLINA
(EL CHILENO) (*)

H u b o dos Cristóbal de Molina. Los dos, clérigos y


cronistas, que vivieron en los mismos años, residieron
en el Cuzco y se ocuparon de los ritos d e los Inkas. El
uno, al que se ha llamado el chileno y también **el al-
magrista**, fué español, estuvo con Almagro en la con-
quista de Chile, fué Sochantre en Lima, vivió en Santia-
go y se le adjudica la paternidad d e una crónica sobre

(*) A guisa de epílogo, realzamos estas páginas con el pre-


sente ensayo crítico-histórico del Doctor Raúl Porras Barrene-
chea, Profesor de Historia del Perú en la Universidad Mayor
de San Marcos; quien, además de su gran versación diplomá-
tica, es hoy el más innovador y acertado de los peruanos histo-
riadores jóvenes. Este ensayo de Porras Barrenechea, sobre los
dos Cristóbal de Molina, abre una nueva trocha a los investiga-
dores del pasado.
Carlos A. Romero estableció, hace tiempo, con sólidas prue-
bas, ser dos personas distintas (Cristóbal de Molina, el alma-
grista, y Cristóbal de Miolina, el cuzqueno) los autores de las
dos "Relaciones" que forman el presente volumen. Antes que
Romero, todos los historiadores americanistas creyeron y ase-
guraron que las dos tales "Relaciones" fueron escritas por un
salo autor: Cristóbal de Molina, párroco del Cuzco, descono-
ciendo al otro Cristóbal de Molina, Sochantre de la Catedral de
Santiago.
Ahora Porras Barrenechea, con acopio de datos importantes,
nos presenta una nueva tesis interesante: "La Destrucción del
Perú" puede haber sido escrita por el clérigo Bartolomé Sego-
via, y no por Cristóbal de Molina, el almagrista.
Ojalá futuras investigaciones (teniendo en cuanto los estu-
dios referidos de Carlos A. Romero y Raúl Porras Barrenechea)
nos lleven al completo conocimiento de la personalidad de cada
uno (Je los autores de las dos respectivas "Crónicas" que forman
el presente libro. (F.A.L.)
88
la conquista del Perú, escrita en 1552. El otro fué, se-
gún se dice, cuzqueño o mestizo, quechuista, cuia de la
Parroquia de los Remedios en el Cuzco y autor de "Los
Ritos y Fábulas de los Inkas", escritos por el año 1576,
y de dos obras más que se han perdido.
Antes se había creído que ambos Molinas eran uno
sólo. Don Carlos A. Romero los dividió de un tajo, y
desde entonces tenemos dos Molinas: el cuzqueño y el
chileno, impropiamente Uaimado "el almagrista*'. No se-
ría raro que, en el futuro, alguien los pegara de nuevo
y resultaran uno solo, o acaso tres.
El primer problema referente a Molina, el chileno, es
el de saber qué datos biográficos le corresponden y cuá-
les a su homónimo, no habiéndolos diferenciado nadie
antes de Romero, Lo más cuerdo es atenerse en esto
a la división de bienes biográficos hecha por la auto-
rizada opinión del erudito peruano, agregando los datos
aparecidos después de ella.
Molina, el chileno, había nacido, según Medina, en
Legamiel, cerca de Huete en 1494, siendo hijo de Ma-
teo Hernández v Catalina Sánchez; fué presbítero v mu-
rió siendo Sochantre en Santiago hacia 1580. El tes-
tamento de este Cristóbal Pérez de Molina, que ex?Ve
en el Archivo de Indias, fué otorgado en Santiago el 28
de setiembre de 15 74 y su codicilo el 7 de julio de 15 77,
fechas que difieren de las que dá Romero, tomándolas
de Medina.
En la información de Gaspar de Espinosa, él mismo
declara que hallándose en 1532 en Santo Domingo, fué
a Panamá, nue el 4 de abril de 1534 se hizo a la vela
para el Pe~ú, que estuvo cuarenta días en el río San
Juan y tuvieron que regresar a Panamá. Romero d:ce
que Molina se fué a España, pero él mismo declara que
"no vino en el navio por quedarse en Tierra Firme".
Vino enseguida con Alonso de Mcntemayor y No^ue-
rol de Ulloa, sefún consta de la información de Diego
de Encinas. En 1556 declaró en un juicio haber llega-
89
do "el año pausado de treinta e cinco por el mes de
abril".
Por un memorial del "sochantre Cristóbal de Moli-
na*' al Rey, de Lima a 1 2 de junio de 1539, se sabe que,
apenas llegado al Perú, acompañó a Almagro en su via-
je de descubrimiento de Chile (1535-1536). En su co-
dicilo de 8 de julio de 1538, Almagro manda pagar al
^sochantre Cristóbal de Molina" 3,000 pesos de oro
por un caballo que le dio en Chile. Molina declara en
su carta al Rey que no se ha mezclado en las contien-
das civiles porque es sacerdote y que ha trazado " p o r
é.ihuxo" todo el camino de Tumbes al río Maule en
Chile y que en él "van figuradas las naciones e gentes,
traxes, propiedades., ritos e cerymonias cada qual <ra su
manera de vivir e la manera de los caminos e calidad
de la tierra". Esta obra o itinerario, no se conviene ab-
solutamente con la crónica que hoy se adjudica a Mo-
lina. También declara el clérigo que es "ya entrado en
días" en 1539.
Este año aparece también en Lima en diversos do-
cumentos el "sochantre Molina" como cura y vicario de
la parroquia del Sagrario. Por esta misma época hubo
en Lima otro homónimo — ¿ e l tercer Cristóbal de Mo-
lina?— que era naviero o escribano de navio. El rastro
de Molina se pierde o se confunde con otros hasta
1551, en que aparece como "sochantre" de la Catedral
de Lima, dando un poder para cobrar en España la deu-
da reconocida en el testamento de Almagro y el mismo
año la hiia de Pharro le hace capellán —i al almagrjs-
ta!— de la capilla en que han de reposar los restos de
Don Francisco Pir^rro. En 1552 declara en Lima, en
la información de Espinosa, tener 5 7 años. Esire año ha-
bría compuesto su crónica en Lima, según se desprende
del texto de ésta. En 1555 el "Sochantre Cristóbal de
Molina", declara c^ un juicio, en Lima, tener 60 años
de edad. El 1 1 ár «Vil de 1556 estaba aún en Lima y
era Sochantre de i Catedral.
90
El clérigo Molina tuvo una actividad simpática que
han ignorado sus biógrafos. Fué uno de los primeros
maestros de humanidades y de música que hubo en Li-
ma. Fué profesor de don Diego de Almagro, el Mozo,
y luego de doña Francisca Pizarro a la que enseñaba a
tañer y servía de capellán en Lima. Doña Francisca Pi-
zarro al irse a España en 1551, dejó a su viejo profe-
sor, en pago y recuerdo, el clavicordio en que tocaba.
En las cuentas de la educación de doña Francisca apa-
rece que se dieron " 4 5 pesos de oro al sochantre y maes-
tro de la dicha doña Francisca para un cálize con que
se dize misa".
Dícese que Molina se fué a Chile con Don García
Hurtado de Mendoza, que le acompañó en sus campa-
ñas y que estuvo en la conquista de Cuyo, y fué veci-
no de Mendoza —-c e l Padre o el Sochantre?— distin-
guiéndose por su amor hacia los naturales. En 1 563 Gón-
gora Marmolejo le cita como Sochantre de Charcas. En
1564 el Sochantre estaba en Lima, volvió luego a Chi-
le donde fué Cura, Vicario General y Sochantre, según
Romero. En 1574 testó y en 1577 hizo su codicilo. En
1578 se dice que estaba casi demente, no decía misa
por su mucha edad y "es como un niño que aún el
oficio divino no reza". Murió hacia 1580, en Santiago
de Chile. Consta por Medina, que en abril de 1582, el
Molina cuzqueño vivía en el Cuzco y era cura del Hos-
pital de naturales.
Si* es confuso el problema biográfico de Cristóbal de
Molina, no lo es menos el relativo a la paternidad de
la crónica que se le atribuye.
La crónica atribuida al sochantre Molina existe en el
Archivo de indias, anónima, sin fecha ni firma. Ternaux
Compans la atribuyó a Fray Marcos de Niza. Barros
Arana la publicó en 1 783 como anónima. Jiménez de la
Espada la atribuyó a Cristóbal de Molina, tesis de la que
ha sido el principal defensor don Carlos A. Romero. Es-
te dice que el cronista declara en su crónica ser clé-
rigo y haber acompañado a Almagro en el descubrimien-
91
to de Chile. Según Romero "tres religiosos acompañaron
a Almagró en su expedición a Chile: dos mercedarios
los padres fray Antonio Rondón y Francisco Ruiz y un
clérigo: Cristóbal de Molina. El autor de la Rel&cioii
declara que fué clérigo y que acompañó a Almagro; lue-
go, Llanca, migada y en taza. . . no pudo ser otro que
Cristóbal de Molina". Mister Means repite lo mismo:
"como ya se sabe que sólo un clérigo fué con Almagro
a Chile y qué éste se llamaba Cristóbal de Molina la
omisión puede ser fácilmente salvada. . . "
Hay a mi juicio, sin descartar la tesis de Cristóbal de
Molina, dos errores en esté razonamiento. En primer
lugar, el cronista no dice, en ningún lugar de la cró-
nica, que él sea clérigo. Pudo ser clérigo o fraile. Se
deduce de sus ideas y expresiones que es un religioso,
como lo anotó Muñoz. En segundo lugar, en la expedi-
ción a Chile fueron muchos más religiosos que los ano-
tados por Romero y, entre ellos, por lo menos tres clé-
rigos: Bartolomé de Segovia, Rodrigo Pérez y Cristó-
bal de Molina. Cualquiera de ellos podría ser el cro-
nista aunque siempre son mayores las posibilidades en
favor de Molina. El arcediano Pérez murió en Lima,
en setiembre de 1550 y no puede ser el autor de la
erónica en la que hay referencias al año 1552. El padre
Bartolomé de Segovia, en cambio, podría serlo por al-
gunos antecedentes y coincidencias. Segovia, natural de
Talavera de la Reina, llegó al Perú en 1534, y fué d e
San Miguel de Piura a Quito, probablemente con Alma-
gro. En Riobamba sirvió de intermediario entre Almagro
y Alvarado. El cronista anónimo relata con bastante ex-
tensión estos hechos en los que Molina, por entonces,
en Tierra Firme, no intervino. El relato del viaje de Al-
varado y Almagro dé Quito a San Miguel y el traslado
de esta ciudad de Tangarara a Piura, parecen también
provenir de un testigo presencial. Segovia fué en seguida
al Cuzco e intervino en conciliar a Almagro y Pizarro.
Fué Segovia el clérigo que partió la hostia entre los dos
gobernadores como señal de paz. Este hecho de la par-
92
tición de la hostia se refiere varias veces en la crónica,
con alguna insistencia. Segovia va en seguida á Chile
con Almagro y regresa con éste. En 1538 estaba en el
Cuzco. Almagro en su testamento declara deberle 3,500
pesos. En 155 7 estaba aún en el Perú, se hallaba de pa-
so en Arequipa y reclamaba a la corona los pesos que
le debía Almagro.
La Crónica, sea su autor Molina o Segovia, o cual-
quiera otro, se ha publicado siempre bajo el título ''Con-
quista y población del Perú", aunque su autor quiso mns
que se llamase "Destrucción del Perú". El padre Las Ca-
sas la conoció y copió, literalmente, en su "Historia
Apologética", llamando a su autor "un seglar**. Pres-
cott la cita como anónima.
La crónica es breve. Contiene un relato apresurado
de la conquista, principalmente desde 1534, —aunque
haga una síntesis de los sucesos anteriores— hasta la
derrota de Alonso de Alvarado en Abancay ( 1 5 3 7 ) ,
en que se suspende intempestivamente la narración. El
autor no se interesa mucho en Ja trama de los sucesos
del descubrimiento ni de la guerra civil, salvo en aque-
llos en que parece haber intervenido: conquista de Qui-
to, concierto entre Almagro y Pizarro, expedición a Chi-
le, preliminares de la guerra de las Salinas. Su simpaba
por Almagro no es tan rotunda como para llamarle **el
almagrista'*, antes bien le censura a menudo. Lo que le
preocupa es la condición de los naturales, los maltra-
tos de los conquistadores a éstos, principalmente los in-
fligidos por Almagro a los indios que llevó a Chile y
también las leyendas y costumbres indígenas, sobre to-
do sus ritos, supersticiones y fiestas religiosas, lo que ha-
ce pensar en la identidad del sochantre Molina con el
clérigo cuzqueño, autor de las "Fábulas y Ritos"» El cro-
nista trasciende simpatía por los indios, acusa a los es-
pañoles, como Las Casas, de la destrucción de las In-
dias, pero, no obstante ésto, es un precursor de la lla-
mada escuela toledana, porque afirma que la expansión
inkaica comenzó sólo con Túpac Inka Yupanqui.
93
BIBLIOGRAFÍA
Manuscrito:
1552.—El manuscrito de esta crónica, muy deteriorado, se con-
serva en el Archivo de Indias («Patronato 28 r 12). Su título es
como sigue:
J.H.U.S.—Relación de muchas cosas acaescidas en el Perú,
en suma, para entender a la letra la manera que se tuvo en la
conquista y poblazón destos reinos, y para entender con cuan-
to daño y perjuicio se hizo de todos los naturales umversalmen-
te desta tierra, y como por la mala costumbre de los primeros
se ha continuado hasta hoy la grande vexación y destruición
de la tierra, por donde evidentemente parece faltan más de las
tres partes de los naturales de la tierra, y si Nuestro Señor no
trae remedio, presto se acabarán los más de los que quedan; por
manera que lo que aquí trataré más se podrá decir "Destruición
del Perú, que conquista ni poblazón".
Ediciones:
1842.—Romero y Means dan como primera fecha de la pu-
blicación el año 1873 en Chile. Antes fué sin embargo publica-
da en francés por Ternaux Compans en sus 'Nouvelles annals
des voy ages et des sciences geographiques". 1842.—Tomo IV,
págs. 258 a 334. Es una traducción algo abigarrada con bastan-
tes errores, verbigracia: un juez de la Audiencia de Satnto Do-
mingo se convierte en un fraile dominico. Ternaux atribuye la
crónica a Fray Marcos de Niza, quien no puede ser el autor, pues
entró al Perú y salió con Pedro de Alvarado, en 1534, y no co-
noció el Cuzco ni fué a Chile.
1873.—Edición de la Revista Südamériea (por Diego Barros
Arana, seeún cooia sacada t)or él en 1859 del original).
1895.—Reeditada por José Toribio Medina en Colección de Do-
cumentos inéditos para la historia de Chile. Tomo VII, págs. 428
a 482, Santiago. (Medina declara tomarla de la edición de 1873.
Trae algunos errores de bulto y trasgresiones del texto. Estos
errores no aDarecen en la copia de Ternaux Compans, que tuvo
los suyos propios, lo que hace suponer que provengan de la co-
pia de Barros Arana). Medina cotejó más tarde la copia chilena
con el original y publicó la lista de erratas en el tomo VIII de
su Colección citada.
1916.—Edición de la Colección de libros y documentos refe-
rentes a la historia del Perú. Serie I, Tomo I. Lima. (Tomada
de la edición de Medina con los mismos errores que ésta, sin las
correcciones del Tomo VIII).
Referencias:
Medina José Toribio.—Diccionario biográfico colonial de Chi-
le. Santiago. 1906.
94
Thayer Ojeda Tomás.—Biografía de Cristóbal de Molina. Re-
vista Chilena de Historia y Geografía. 1913. Tomo V. Los dos
Cristóbal de Molina. Id. 1920. Tomo XXXVI, págs. 1 a 46.
Carlos A. Romero.—Prólogo a la edición cte 1916. Los dos
Cristóbal de Molina.

EL PADRE CRISTÓBAL DE MOLINA


(EL CUZQUEÑO)

El segundo Cristóbal de Molina tiene vida y figura-


ción más modestas que su "doble** el Sochantre. En cam-
bio su obra resulta más trascendente. "Las Fábulas y
¡Ritos de los Inkas** del Padre Malina es obra clásica en
el acerbo de la cultura peruana.
Del autor de las "Fábulas y Ritos." se sabe por él mis-
mo que fué cura en la parroquia de Nuestra Señora de
los Remedios del Hospital de los naturales del Cuzco,
que predicaba en la plaza los domingos, en quechua, ga-
nando 150 pesos de salario, y que fué visitador eclesiás-
tico del valle y de los indios del Cuzco, nombrado por
el Virrey Toledo en 1575 y 1576. Debió escribir en
estos años su obra principal. Era ya entonces, según
consta de algunos documentos, "buena lengua** o sea
experto quechuista y ''escudriñador de quipos**. Supó-
nese por esta causa que fuera cuzqueño y mestizo. En
15 72 fué uno de los frailes que acompañaron al Inca
Túpac Amaru al suplicio, prestándole auxilios religio-
sos en su lengua. En 1582 declaró como perito en una
información hecha en el Cuzco, sobre "los usos y cos-
tumbres que los indios tenían en tiempo de su infideli-
dad**. En 1583 acompañó al Obispo Lartaún al Conci-
lio Provincial de Lima, donde éste murió. Regresaría ea
seguida al Cuzco, donde vivía en 1591 según documen-
tos encontrados por Romero. No consta la fecha de su
muerte ni la de su nacimiento. Es un paria del registro
civil o acaso tan sólo un despojado.
95
Las "Fábulas y Ritos** fueron dedicadas por Molina
al Obispo del Cuzco don Sebastián de Lartaún, quien ini-
ció su episcopado en 1573. Al final de la obra hay re-
ferencias a los años 1565, 1570 y a la muerte de Túpac
Amaru, en 15 72. La índole misma de la obra hace pre-
sumir que fué el resultado de largos años de prepara-
ción mental y de convivencia con los indios. Debió de
redactarla, a pedido del Obispo recién llegado, hacia
1574 a 1575. El nombramiento de visitador hecho por
Toledo le impidió llevarla adelante, como lo dice en las
últimas líneas de la crónica.
En las * Tabulas y Ritos** el Padre Molina se propuso
recoger las leyendas más divulgadas sobre el origen de
los Incas y los usos y ritos religiosos de éstos, clases de
sacerdotes, adivinos y hechiceros, forma de sacrificios y
particularmente la descripción de las principales fiestas
o solemnidades religiosas. Molina describe mes por mes,
las etapas del calendario civil y religioso de los Incas.
Asistimos con él a las tres grandes fiestas del año: el
Inti Raymi o fiesta del sol, la Sitúa o pascua india, día
de buenos augurios y el Capac Raymi y solemnidad del
"huarachico", fiesta deportiva y juvenil en que se daba
a los mozos los atributos de la nobleza y el valor. Lue-
go vemos las fiestas menores del trabajo y la cosecha,
el aymoray, el rutuchico y quitochico, ayascay y la capa
cocha sombría y sanguinaria. Minucioso y veraz, Moli-
na refiere detalladamente los preperativos de cada fies-
ta, los vestidos que llevaban los Incas y los tarpuntaes,
las camisetas que se cambiaban los jóvenes en las carre-
ras del "huaradiícc*", los colores de las llamas que se
sacrificaban en el Inti Raymi, —si la llama era blanca
o negra o bermeja—, las diferentes calidades del "rmi-
lk>" o conchas votivas, las privaciones y ayunos de los
tarpuntaes mientras crecía^ el maíz, las abluciones en la
junta de los ríos, el asperj amiento de las huacas con la
sangre de los sacrificios y hasta el texto quechua de las
oraciones a Viracocha, al Sol, a Illapa, para que no en-
víe granizo, y al Hacedor —Pachayachachi— que creó
96
a los Cuzcos y a los Tambos, para que los Incas no fue-
sen nunca vencidos ni despojados si no siempre vence-
dores, "pues para ésto los •hiciste". Molina es el gran
canonista de la liturgia india, y "Las Fábulas y Ritos"
son como el postumo Levítico del Pentateuco de nudos
de los Incas.
El Padre Molina es un cronista que inspira plena con-
fianza. Su método es esencialmente objetivo, sin mezcla
alguna de comentario, recuerdo o impresión personal. Se
ignoran por completo los sentimientos del cronista. No se
sabe si aprueba o condena, si lo* que relata le sugestio-
na o le produce entusiasmo o nostalgia. Ni aún en la
descripción del lúgubre cortejo de los tarpuntaes condu-
ciendo por todos los caminos del Imperio los niños que
debían ser sacrificados en la Capac Cocha, que eran lle-
vados de las manos por sus madres, expresa emoción
alguna. Tan sólo se limita a decir que a su paso por
villas y despoblados, los indios de todo el Imperio "no
osaban mirarlos ni alzar los ojos, y se postraban en tie-
rra hasta que pasasen**. Esta impasibilidad de Molina ha-
ce pensar que le inhibieran algunas presiones sociales,
la de la raza si fué mestizo, la religiosa en todo caso,
que le obligaba a condenar las idolatrías y gentilidades
de los indios. El único vituperado en su crónica resulta
el Demonio. Se presume sin embargo la simpatía de Mo-
lina por la raza indígena. Obra como la suya es el fruto
de un amor profundo y el resultado de un trato com-
prensivo y amistoso.
Además de la "Fábulas y Ritos** y antes de éstos, Mo-
lina escribió por lo menos dos obras que cita él mismo.
La primera fué "La Historia de las Ingas que fecha ten-
go" según dice en las "Fábulas** y contenía una rela-
ción "del trato, del origen, vida y costumbres de los In-
gas señores que fueron de esta tierra y quantos fueron
y quienes fueron sus mujeres y las leyes que dieron y
guerras que tuvieron y gentes y naciones que conquis-
taron, y en algunos lugares de la relación trato de las
ceremonias y cultos que inventaron aunque no muy es-
97
p e c i f i c a d a m e n t e " . Cabello B a l b o a conoció esta relación,
y la cita l l a m á n d o l a "las m e m o r i a s del sabio p a d r e Cris-
t ó b a l d e M o l i n a " ( 1 5 8 6 ) . La s e g u n d a o b r a p e r d i d a
fué u n a "Relación d e las g u a c a s o a d o r a t o r i o s d e l Cuz-
co".
A Molina n o c a b e clasificarle en ninguna escuela. F u é
h o m b r e sin p a r t i d o y dijo sólo la v e r d a d . No es u n gar-
cHacista, p o r q u e a d m i t e y describe d e t a l l a d a m e n t e los
sacrificios h u m a n o s . T a m p o c o p a r e c e que h u b i e r a sus-
crito la tesis d e la tiranía incaica a la p a r d e S a r m i e n t o
y O n d e g a r d o , con finalidades políticas. C a b e si conside-
rarlo e n t r e los g r a n d e s toledanos, p o r q u e t r a b a j ó en la
é p o c a d e este Virrey, d e n t r o del impulso fecundo d a d o
p o r él a los estudios s o b r e el Incario y p o r q u e sostiene
la reciente d o m i n a c i ó n d e los incas, p o c o antes d e la
conquista española. En un pasaje d e Los Ritos dice q u e
hasta Inca Y u p a n q u i "los yngas n o h a b í a n salido d e los
a l r e d e d o r e s del Cuzco*' y d e c l a r a que ésto a p a r e c e
m á s e x t e n s a m e n t e en su Historia d e los incas, h o y per-
dida*
BIBLIOGRAFÍA
Manuscrito:
Means señala como manuscrito original el de la Biblioteca
Nacional de Madrid. El manuscrito N<? 3169 (antiguo 1 2C0) de
esta Biblioteca contiene efectivamente una versión de las "Fá-
bulas y Ritos", de fines del siglo XVI o más bien de comien-
zos del XVII, pero que no es, a mi juicio, el original sino una
copia. Hay en él algunos blancos correspondientes a palabras
que el copista no entendió en el original y voces quechuas tras-
critas con gran infidelidad. La misma palabra quechua se escri-
be cada vez de manera diferente, demostrando la inseguridad
del copista y no la del experto quechuista que fué Molina.
Ediciones;
1873.—The Fables and Rites of the Incas.—Edición inglesa de
Sir Clements R. M<ark¡ham. Hakluyt Society, London.
1913.—Edición de la Revista Chilena de Historia y Geogra-
fía.—Tomo V. Santiago. Proveniente de una copia de Moría Vi-
cuña, llena de graves errores según Romero.
1916.—Edición de la Colección de Libros y Documentos re-
ferentes a la Historia del Perú.—Tomo I. 1* serie. Lima 1916.
98
Proveniente de una copia de Cipriano Coronel Zegarra tomada
del manuscrito E. 13. 135. La versión publicada es idéntica a
la que existe en el manuscrito 3169, con los mismos blancos y
trasposiciones de palabras, pero hay en la copia de Coronel Ze-
garra bastantes errores propios que no están en el* manuscrito,
madrileño y algunos, sobre todo de palabras quechuas, de bas-
tante importancia, que han dado origen a algunas erradas inter-
pretaciones del comentador Urteaga.
Referencias:
Medina José Toribio.—Diccionario Biográfico Colonial de Chi-
le. Santiago, 1906.
Thayer Ojeda Tomás.—¡Biografía de Cristóbal de Molina. Re-
vista Chilena de Historia y Geografía. 1913. Tomo V.
La biografía de los dos Cristóbal de Molina, publicada por
el escritor peruano don Carlos A. Romero. Revista Chilena de
Historia y Geografía. Tomo XXXVI. Santiago, 1920.
Romero Carlos A.—Los dos Cristóbal de Molina. Revista His-
tórica de Lima, y Prólogo a la edición de 1916.

RAÚL PORRAS RARRENECHEA


Palabras de Aliento
J. F t Pazos Várela, cuyos estudios históricos son siempre aco-
gidos con marcadísimo interés ñor los hombres estudiosos y
también por el grueso público, se ha ocupado Ccon generosidad
que agradecemos) de nuestras ediciones, en las columnas de "El
Comercio" de 25 de Marzo de'1943, en los siguientes términos:
''Los Peaueños Grandes Libros de Historia Americana.—El edi-
tor y comentador de estos libros Francisco A. Loayza, a quien
ya conocimos hace años por sus eruditos artículos sobre nues-
tra antigua historia patria, ha emprendido la muy meritoria la-
bor de publicar, comentar y documentar, con atinado juicio, ma-
nluscritos inéditos y libros agotados, que constituyen, evidente-
mente, las fuentes de nuestro pasado, bien desconocido para casi
todos los hombres que se consideran ilustrados en la materia.
Fruto esto de sus largas investigaciones en los archivos de Se-
villa y otros, ha inaugurado la serie de los "Pequeños Grandes
Libros de Historia Americana" con "Cuarenta Años de cauti-
verio" que reproduce las memorias del hermano de Túpac Ama-
ru, el Inca Juan Bautista Túpac Amaru, víctima durante ese lar-
go período del odio español, hasta que pudo fugar y trasladarse
a la Argentina, en donde la protección del gran patriota Minis-
tro de Gobierno don Bernardo Rivadavia, lo acogió y sostuvo.
¡Amarga el espíritu esas Memorias! El hermano del sucesor,
del precursor Juan Santos, cuya raza fué exterminada con refi-
nada crueldad, describe en sus Memorias hasta dónde llegaron
sus verdugos; y el comentador Loayza reproduce una serie de
documentos inéditos, que acreditan y comprueban la verdad ex-
puesta por Túpac Amaru.
Quien quiera conocer esa época, y lo que fué el Gobierno
virreinal, no tiene sino que leer esas páginas.
El segundo tomo es relativo al verdadero precursor de nues-
tra independencia "Juan Santos, el invencible".
Verdadero servicio a la historia del Perú, presta esta nota-
ble recopilación de documentos inéditos, prologados, como el an-
terior volumen, por Carlos A. Romero, alutoridad la más respe-
table en la materia.
Los que como yo alguna vez estudiamos la vida de Juan San-
tos, visitamos su tumba en la soledad de las selvas, y respetuo-
samente contemplamos sus restos, que debieran descansar en re-
100
gio sepulcro, o por lo menos haberle levantado un gran monu-
mento a su memoria, aprendemos mucho con la lectura de lo
que hoy se ha publicado.
Se ha enriquecido, pues, la bibliografía histórica peruana con
estos dos libros; y hacemos votos por que la Serie ofrecida con-
tinúe, que con ello se presta gran servicio a la historia del Perú."

Alfredo González Prada, leal amigo, diplomático de verdad,


elegante escritor de vanguardia, fallecido recientemente, nos es-
cribió, con fecha 30 de Marzo del año 1943, lo sig'uiente:
**Mi querido Loayza:—Acabo de recibir "Juan Santos el Xn-
vencible' , : lo he leído de una asentada. Es el mejor elogio que
puedo hacer de su libro, porque, en general, las obras histó-
ricas resiiiltan de laboriosa digestión. . . Pero ha descubierto us-
ted el difícil arte de "amerengar" la Historia. Esta forma de
ofrecer los documentos, cronológicamente, a manera de relato,
hilvanando, coordinando y aclarando los sucesos con certeras
notas, me parece método excelente: el lector atisba la realidad
a través* de los documentos (y no a través del historiador) tor-
nándose espectador de primera fila; y el autor, sólo interviene,
con sus notas, en el momento oportuno -—como el coro en la tra-
gedia griega— para el comentario indispensable. Cobra así la
Historia vitalidad nueva, personalidad propia. Se dice del Arte,
que es la Naturaleza vista a través de un temperamento; la
Historia —tal como suele ser Ii ibitualinente relatada— es el
Pasado visto a través de los prejuicios del Historiador. El mé-
todo de usted, amigo Loayza, evita tan sustancial defecto."

Nuestro compatriota Gilberto Salas, con fecha 3 de Mayo


de 1943 nos escribe las siguientes líneas, que agradecidos in-
sertamos aquí:
"Amigo Loayza: He dado lectura con inmenso placer a las
dos formidables obras: "Cuarenta Años de Cautiverio" y "Juan
Santos, el Invencible". Aquí, junto a las nieves perpetuas, he
devorado esos dos volúmenes y me he sentido, como nunca, or-
gulloso de mi Patria y de sus hijos que, como usted, saben que-
rerla y saben honrarla.
En estas altas cumbres, cubiertas en estos instantes con su
albo sudario de nieve, aquí donde a cada instante se desgrana
el llanto del Iniio a través de las dulces notas de su quena; aquí,
es como se puede apreciar y se aquilata el incalculable valor
de sus hermosos libros.
101
Como hijo de Azángaro, cuna de José Domingo Choquewanka,
de Vilca Apaza y de Andrés Cama Condori, le envío mi muy mo-
desta pero sincera felicitación; y, en la persona de usted, a to-
dos y cada uno de los intelectuales de la Asociación Editora
"Los Pequeños Grandes Libros de Historia Americana" por la
obra patriótica que están realizando. Y no sólo debo felicitarlos.
También les envío mi gratitud más inmensa, porque en mis ve-
nas corre sangre de indio."

"El Comercio", decano de la prensa peruana, de 31 de Agos-


to de 1943, enjuicia "La Verdad Desnuda", Tomo III de "Los
Pequeños Grandes Libros de Historia Americana, en los siguien-
tes términos, que obligan nuestro agradecimiento:
"La Verdad Desnuda".—Está en circulación el Tomo III de
"Los Pequeños Grandes Libros de Historia Americana", con el
título de "La Verdad Desnuda". Este tomo, como los dos an-
teriores, es de gran interés histórico, completamente inédito; es
un códice del año 1782, y contiene hechos culminantes y des-
conocidos de la Revolución emancipadora del año 1780 que acau-
dilló José Gabriel Túpac Amaru, descendiente directo de los úl-
timos emperadores incaicos.
Este libro, con presentación debidamente cuidada, hace honor
a la bibliografía nacional, ya por su contenido de gran trascen-
dencia cívica, ya por mostrar a la luz la verdad intocada de nues-
tra nacionalidad, la verdad histórica pura, sin arreglos conven-
cionales o interesados.
Publicaciones como "La Verdad Desnuda' vienen a aumentar,
a completar el acervo documental de la vida del Coloniaje en
América, pues siguen el camino de las ediciones de Levillier
en la Argentina, y de Medina en Chile."
Í N D I C E

PAGINA

"Los dos Cristóbal de Molina", por Carlos A. Romero V


Apéndice A XXIII
Apéndice B XXV
"Destrucción del Perú", por Cristóbal de Molina, el
almagrista XXVII
"Introducción", por Francisco A. Loayza XXIX
"La Despoblación del Perú", por el Marqués de Oro-
pesa 79
"Fábulas y Ritos de los Incas", por Cristóbal de Mo-
lina, el cuzqueño 1
"Introducción", por Francisco A. Loayza 3
"Los dos Cristóbal de Molina", por Raúl Porras Ba-
rrenechea 85
Palabras de Aliento 99
SE ACABO DE IMPRIMIR ESTE LIBRO
EL 30 DE OCTUBRE
DE 1943
EN LA EDITORIAL DE
DOMINGO MIRANDA
SITUADA EN LA CALLE AZANGARO 858
(PARQUE UNIVERSITARIO)
Lib. e Imp. D. Miranda Azángaro 858

Precio de este ejemplar: S/o. S.OO m/n.


Para el extranjero, en paquete certificado: $. 1.00 dollar
LOS PEQUEÑOS GRANDES LIBROS DE HISTORIA
AMERICANA
Un pequeño grupo de peruanos, con mucha voluntad y sin nin-
guna mira mercantil, ha emprendido la seria labor de editar una
serie de tomo;;, baio el rubro general: "LOS PEQUEÑOS GRAN-
DES LIBROS DE HISTORIA AMERICANA".
Esta Colección tiene como base documentos inéditos, y en ella
se dará preferencia a los que tratan de los hechos revoluciona-
rios, por la Independencia del Perú, desde el año de 1535 a 1815,
en los cue figuran héroes aborígenes, olvidados o desconocidos
totalmente.
Si hemos glorificado, con justicia, a los grandes hombres que,
aunque no nacidos en el Perú, lucharon por nuestra Independen-
cia definitiva; ¿por qué no recordamos a nuestros héroes autóc-
tonos, Que fueron y son los legítimos gestores de nuestra Inde-
pendencia? . . . i Los pueblos que no glorifican a sus héroes, no
son dignos de ellos!
Para lograr nuestro propósito, contamos con más de VEINTE
Y SIETE MIL PAGINAS FOTOCOPÍADAS de manuscritos his-
tóricos e inéditos, procedentes de los archivos españoles, y ade-
más copias de CIENTO TREINTA PLANOS Y MAPAS del siglo
XIV al siglo XVII, referentes al Perú, y de la misma proceden-
cia. Poseemos así mismo copias de manuscritos antiguos de nues-
tros archivos nacionales.
•Dentro del programa que se ha trazado la Asociación Editora
"LOS PEQUEÑOS GRANDES LIBROS DE HISTORIA AMERI-
CANA'' está incluida la reimpresión de obras referentes al Perú,
raras y de gran importancia. Y editaremos también trabajos iné-
ditos de aulores peruanos, cuyas tesis sean novedosas y de alto
interés histórico.
No obstante el pequeño formato de los tomos de nuestra Co-
lección, el texto de cada uno siempre es mayor que otros más gran-
des con igual número de páginas. Menos papel, pero mayor con-
tenido.
Nuestros volúmenes nunca tendrán menos de 160 páginas, ni
más de 320. Por tal motivo el precio de cada ejemplar será va-
rií*Mí\ en proporción al número de páginas.
Nuestras publicaciones no se interrumpirán, mientras reciban
la acogida del público que esperamos alcanzar, teniendo en cuenta
nuestros esfuerzos en pro de un patriotismo entusiasta y eficiente.
Para toda clase de informes, escríbase a la siguiente dirección:
SECRETARIA DE "LOS PEQUEÑOS GRANDES LIBROS".—
Apartado 1118—Lima.

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