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LO DICHO,
LO ESCRITO,
LO IGNORADO
ENSAYOS MINIMOS
ENTRE EDUCACION,
FILOSOFLA ¥ LITERATURA
Carlos Skliar
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Cs
ES208
Sialgo falta, eso que falta, parafraseando a Roberto Juarroz,'"*
no esta alli, Esté aqui, est en nosotros: donde parece que (nos)
hace falta,
INCOMPLETO (1):
(Del lat. incomplétus). No completo, defectuoso, imperfecto.
INCOMPLETO (2):
“En los textos de Platon hay otra visidn /de la infancia/ como
aquella fase de la vida inferior a la adultez masculina (..., 9)
Los nifios son seres s fogosos, incapaces de quedarse quietos con
el cuerpo y con la voz, siempre saltando y gritando en des-
orden, sin el ritmo J Ja armonia propias del varén adulto,
J de temperamento arrebatado. Los nifios sin sus Preceptores
son como los esclavos sin sus dueiios: un rebafio que no puede
subsistir sin sus pastores. Por eso deben ser siempre conduci-
dos por un preceptor. No deben ser dejados libres hasta que
sea cultivado ‘lo que ellos tienen de mejor’.” (Walter Kohan,
‘Infancia entre Educacién y Filosofia’).
INCOMPLETO (3):
“Embellect mi vida con dias que no habia vivido.” (Pascal
Quignard, ‘Albucius’).
7 IN FANCIA7———_+_—_——-
Nacimiento, novedad, potencia. Se ignora su definicion pero es
una de las palabras que con mds obsesién buscan conceptua-
lizarse por las disciplinas que pretenden capturarla. A veces
desi, igna una edad, un tiempo, un momento. Otras, la candidez
118.Roberto Juarroz, “;Dénde esta lo que falta? / Aqui / Donde falta”,
en Poesia Vertical. Ob. Cit., pag. 173. ‘
209
y Ia ingenuidad. La mayoria de las veces nombra a un cuerpo
que no puede ser echado a su propia suerte. En todos los casos:
temporalidad de intensidad y hondura que no regresard jamds.
Atmésfera que dibuja percepciones inolvidables que la memo-
ria se encarga de ordenar y reordenar. El fin de toda edad es
Ia vuelta a la infancia, pero con Ia mirada ya no puesta en
el mundo, sino en su posibilidad de continuidad.
a infancia es la memoria de la infancia. Y la memoria es,
eee decia el poeta Antonio Gamoneda, recuerdo y olvido
al mismo tiempo. La infancia es la memoria de la infancia, si. Su
recuerdo —siempre en camara lenta y en blanco y negro— y su
olvido —siempre apurado y de color sepia—.Y a la memoria le
cabe resolver este dilema: escribir sobre un tiempo indecible,
acechado por fotografias encontradas y perdidas, acariciado por
rumores de patio y aromas jamas comprobados nuevamente.
Queda la sensacién del gesto de una mano maternal que
supo acompafiarme hasta la entrada de la escuela, a ese gran
patio que seria mi inmenso c infimo lugar en el mundo hasta el
fin de la escuela primaria. Ese gesto era un gesto sudoroso pero
generoso a la vez. Como si ese trayecto, nuevo, diferente, desde
la casa a Ja escuela, fuera algo mas que un peregrinar obligado
y penoso: ropa nueva, zapatos de primera vez, un peinado ex-
tranjero. Lo que era un indicio inequivoco de fiesta, paso a ser
una clara sefial de que cierta seriedad debia ser, ante todo, la
mueca a adoptar desde ese mismo momento.
Yo soltaba la mano que me llevaba, pero la mano todavia no
me soltaba. Ese momento tuvo la potestad del infinito. Y quiza
aqui esté la primera sensacion del mundo a seguir: ese tiempo
nifio, ese tiempo infancia, no tenia para mi sentido ni de nifio ni
de infancia sino de tiempo. Tiempo disponible, alargado, hondo,
corpéreo, que desde ese instante, comenzaria a estar regido por
otros adjetivos, quiz4 mas lineales, mas somnolientos, mucho
mas incomprensibles.210
De pronto la mano me habia soltado, porque habia —_
mano que podia guiarme: la de mi hermano mayor, we “9
tudiaba en esa misma escuela pero con otras ropas, o ‘0 a
te, otro modo de andar y otra manera de hacerse tiemp _ :
hernias, ataviado de blanco, miraba desde arriba y con a
de sorna hacia mi cuerpo titubeante y aprehensivo. ae
recorrido tuvo dos instantes supremos de notable co: a
intraducibilidad: uno, el de percibir que esa Soca estal a
de encrucijadas y que los espacios poables eran intangi “a
sobre todo, incomprensibles para mi. Dos: que yo jamas a
escuchado sobre la posibilidad y la necesidad de una segu
sti de la primera y segunda mano, todo se 4
arena entre los dedos. Yo s¢ que estuve alli cantando, ead 0,
dibujando, corriendo; sé que el juego ya no era ae ive “|
tan abismal; y sé, también, que dejé ee ser la < ida a
las cosas para pasar a ser, bajo la brisa htmeda de la ae
un nombre que ahora debia responder a su nombre. se “a
jue hasta entonces estaba oculto entre caricias y eee ;
conformaba una unidad endeble: tener que same cuenta ie a
del cémo soy y del como no deberia ser, de qué es a 7
un barrio, una familia, unos comportamientos, unos redons 7
que ain no eran ni letras nirostros de animales. Era : nom! :
anterior a mi, pero que solo en ese instante se revelé para mi
dar cuenta de minombre frente a otros nombres. ‘a
Con ese nombre, que es cualquier nombre, supe ec ‘4
mesuras: todo lo mas grande me daba miedo, ee era ai
nico que podia mirar. E] movimiento ampuloso, las wet 7
de otros nifios, la altura sideral de mi primera maestra de j
din: toda pelota era excesiva, todo Papel lo era. amt
Y con ese nombre, que es cualquier nombre, supe of
de mentiras: ;como afirmarse ante lo superior, lo ee 7 i
lo enigmatico, lo alto, sino con las mentiras? Por a los one a
eran para mi la continuided de las mentiras. — ! — 7
que quienes escribian e ilustraban esos primeros libro:
21
ser por fuerza grandes mentirosos. E imaginé el destino de
cada mentira mia en desviaciones de las fAbulas, Hasta que otra
mano, una mano menos perfumada, menos maternal y por eso
mas callosa, castigd mi imaginaci6n.
Pues la vida parece ser, parece estar, Parece decorrer en esa
tension entre tres manos: una, la mano que conduce, que diri-
8e, que esta alrededor de tu primera mano; dos, la mano de la
compafifa, esa compafita que habilita, que da paso, que abre el
universo, que lo dona y te suelta al mundo; tres, la mano que
dice ‘no’, Ja mano de la norma, la mano del Ifmite, Esa mano que
atin hoy se regodea con nuevas imposibilidades. Pero que pierde
a cada dia su indtil batalla contra la amorosidad y la amistad.
INFANCIA (1):
(Del lat. infantia). Perfodo de la vida humana desde que se nace
hasta la pubertad. Conjunto de los nifios de tal edad. Primer
estado de una cosa después de su nacimiento 0 ) fundacién.
INFANCIA (2):
“Como conocer alguna vez a un nifio? Para conocerlo tengo
que esperar a que se deteriore, Y recién entonces estard a mi
alcance. Alld estd él, un punto en el infinito. Nadie conoceré
su hoy. Ni él mismo, En cuanto a mi, miro,y es initil:no logro
entender algo actual, totalmente actual. Lo que conozco de él
es su situacién: el nifio es aquel en quien acaban de nacer los
Primeros dientes y es el mismo que serd médico 0 carpintero.
Mientras tanto —allé estd é] sentado en el piso, de una realidad
que he de llamar vegetativa para poder entender— étreinta mil
de estos nifios sentados en el Piso tendrian la oportunidad de
construir otro mundo, uno que tomara en cuenta la memoria
de la actualidad absoluta a la que un dia perteneceremos?
(---) Un dia lo domesticaremos como humano y podremos di.
bujarlo. Pues asi hicimos con nosotros y con Dios? (Clarice
Lispector, ‘Revelacién de un mundo’),213
212
INEANCIA (3): fancia indiferente, de una separacién a como modo tni-
de convivencia? ,Por qué esa acusacion a veces tan tenaz, a
9 tan morbosa y otras veces tan soberbia que endilga a los
nes toda la responsabilidad por su ya mas que vociferada
Jyreza experiencial? Como lo dice Giorgio Agamben, en una
» bien conocida: “Una [cierta] ‘filosofia de la pobreza’ (en el
tido de carecer de toda referencia, de no establecer ningun vinculo
“Algun dia, criatura encantadora,
para ti seré solo un recuerdo,
perdido alld, en tus ojos azules,
en Ja lejania de tu memoria.
Olvidards mi perfil aguileno,
if bes de h ) las generaciones anteriores) puede explicar el actual rechazo a
y mi frente entre nubes de humo,
experiencia (Ia recibida, la que se hereda de los padres) de parte
los jdvenes”.'?
Cierta tradicién y tentacion explicativas nos indican que ser
yen tiene que ver con una condicién terrible de existencia:
Jy mi eterna risa que a todos engaiia,
Jy una centena de anillos de plata
en mi mano; el altillo-camarote, " <
mis papeles en divino desorden, li no hay otra cosa, nos dicen, que un andar a la deriva. Y ese
tifragio irremediable es, a la vez, una suerte de caracteriza-
Por la desgracia alzados, en el aiio terrible; n existencial relacionada con el limbo, con un deambular
tu eras pequefia y yo era joven.” 41 on ni son, con la pérdida de la orientacion de los sentidos,
F _ 7 ae ep on una apercepcién temporal, con una irrupcién insistente
(Martina Tsvietdieva,‘Antologia poetics!) Jo lo inmediato sin ninguna atadura a sus posibles finalidades,
4 sus posibles responsabilidades y consecuencias. Esa tradicion
JOVEN Jocaliza a la juventud, sin mas, en un vacio: le hace un vacio y la
ynplaza a no tomar conciencia de ello a pesar, justamente, de
Palabra frdgil que nombra a quien ya no es niiio ni es adil terrible de su situacién: “Pues son —continua diciendo Agam-
y que quizd no quisiera ser otra cosa que Ja que esta sie
“‘Acusado desde los inicios de Ia historia y Ia filosofia de
dejarse enredar ni engafiar por ciertas lecciones de Ja poll
ca y de la moral, suele demostrar a diario todo Jo contra)
Momento en el cual el cuerpo y las palabras arden de a
y de faria, de libertad y ahogo, de liviandad y pesaduml
Plantea una batalla campal contra quien debera ser desp
intentando a toda costa no serlo. Sélo el tiempo dird si nai
nv como aquellos personajes de historieta de nuestra infancia que
vieden caminar en el vacio hasta tanto no se den cuenta de ello; si
advierten, si lo experimentan, caen irremediablemente”.'”
Lo irremediable de la caida no muestra sino aquella doble
yndicion ya mencionada de la generacién joven, pero tam-
én revela la innoble actitud de acechanza por parte de la ge-
eracion adulta. De hecho, se puede caminar en el vacio y ser
aco, pero también se puede caminar en el vacio ignorando
algo o absolutamentet odo serd traicionado. la nocién de camino y vacuidad. Hay aqui una diferencia de
ypatiz en relacion al texto citado con anterioridad: y es que da
° caso ese frecuente rechazo de los jovenes a cierta
periencia de los adultos supone una negacién absolit
ala proximidad del otro-adulto y la asuncién definitiva de
119. Giorgio Agamben. Infancia ¢ historia, Buenos Aires: Adriana Hidal-
go, 2001, pag 12.
120.Ibidem.