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LH- Santa Catalina Labouré, HC

Día 28 de Noviembre
SANTA CATALINA LABOURÉ, virgen
Memoria

Nació en Fain-les-Moutiers el 2 de mayo de 1806 y entró en la Compañía de las Hijas de la Caridad el 21


de abril de 1830. Aunque favorecida con la aparición de la Santísima Virgen y otras gracias
sobrenaturales, llevó una vida oscura de entrega a los necesitados. Murió el 31 de diciembre de 1876.
Beatificada el 28 de mayo de 1933 y el 27 de julio de 1947 fue canonizada.

Del común de Vírgenes o de Santas Mujeres.

OFICIO DE LECTURA

SEGUNDA LECTURA

De las “Conferencias Espirituales” de San Vicente de Paúl.

(Conferencias a las Hijas de la Caridad, IX, 915-920).

Los pobres son nuestros amos

Su principal empleo, después del amor de Dios y del deseo de hacerse agradables a su divina Majestad,
tiene que ser servir a los pobres enfermos con mucha dulzura y cordialidad, compadeciéndose de su
mal y escuchando sus pequeñas quejas, como tiene que hacerlo una buena madre; porque ellos las
miran como a sus madres nutricias y como a personas enviadas por Dios para asistirles. Por eso están
destinadas a representar la bondad de Dios delante de esos pobres enfermos. Pues bien, como esta
bondad se comporta con los afligidos de una forma dulce y caritativa, también ustedes tienen que tratar
a los pobres enfermos como les enseña esa misma bondad, esto es, con dulzura, con compasión y con
amor: pues ellos son sus amos, y también los míos. Existe cierta Compañía, cuyo nombre no me viene
ahora a la memoria, que llama a los pobres nuestros señores y nuestros amos; y tiene razón, pues ellos
son los grandes señores del cielo; a ellos les toca abrir sus puertas, como se nos dice en el Evangelio.

Así pues, esto es lo que las obliga a servirles con respeto, como a sus amos, y con devoción, porque
representan para ustedes a la persona de Nuestro Señor, que ha dicho: “Lo que hagan al más pequeño
de los míos, lo consideraré como hecho a mí mismo”. Efectivamente, hijas mías, Nuestro Señor es, junto
con ese enfermo, el que recibe el servicio que le hacen. Según eso, no sólo hay que tener mucho
cuidado en alejar de sí la dureza y la impaciencia, sino además afanarse en servir con cordialidad y con
gran dulzura.

Hijas mías, ¡qué dicha que Dios les haya confiado tan santa ocupación! ¿Puede haber algo más hermoso
y digno de aprecio que una persona que lo deja todo para entregarse todo por entero a Dios para el
servicio de los pobres? ¡Qué hermoso es esto! Si pudiéramos ver a una Hija de la Caridad que sirve con
esmero a los enfermos, que se preocupa de su salvación, que trabaja todo lo que puede en su
perfección para hacerse agradable a Dios; hijas mías, si pudiéramos ver el estado de una hermana así,
no encontraríamos nada tan hermoso como su alma. No lo vemos ahora, pero lo veremos en el cielo
algún día. ¡Dejar todo lo que se tiene en el mundo, el padre, la madre, los hermanos, las hermanas, los
parientes, los amigos, los bienes si es que se tienen, y su propio país! ¿Y para qué? Para servir a los
pobres, para instruirles y ayudarles a ir al cielo. ¿Puede haber algo más hermoso y digno de estima? Si
viéramos a una hermana de esta categoría, veríamos cómo su alma brilla más que el sol, tal como habla
Nuestro Señor en las Sagradas Escrituras: “El justo es como un sol”. Hijas mías, ¡si supieran qué gracia
tan alta es servir a los pobres, haber sido llamadas por Dios para eso!

Cuando una buena Hija de la Caridad entrega toda su vida al servicio de Dios, cuando lo deja todo por él,
cuando ya no hay en el mundo nada para ella, ni padre, ni madre, ni bienes, ni posesiones, ni
conocimientos más que Dios o por Dios, no tenemos más remedio que creer que esa hermana será
algún día bienaventurada.

RESPONSORIO 1 Cor. 1,27-29; Lc. 1,52

R/ Dios ha escogido a lo necio del mundo para confundir a los sabios; lo que no cuenta para anular a lo
que cuenta, *de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.

V/ Dios ha derribado a los potentes de sus tronos, ha ensalzado a los humildes. *De modo que nadie
pueda gloriarse en presencia del Señor.

O bien:

De los “Escritos Espirituales” de Santa Luisa de Marillac


(Santa Luisa: Correspondencia y Escritos, Ceme,
Salamanca, pp. 818-819)

Nuestra conversación interior con Dios debe ser, a lo que me parece, el recuerdo habitual de su santa
presencia, adorándole al dar las horas haciendo actos de amor hacia su bondad, trayendo a la memoria
lo más que podamos los motivos que más nos han impresionado en la oración y principalmente los
afectos y resoluciones que durante ella hemos formado para corregirnos y adelantar en este santo
amor. En todas las ocasiones penosas para los sentidos, tenemos que mirar la paternal bondad de Dios
que como buen Padre permite nos afecte su justicia divina, unas veces para corregirnos, otras para
manifestarnos su gran amor haciéndonos participar en sufrimientos para aplicarnos el mérito de los de
su Hijo y que por nuestra parte se lo agradezcamos. Cuando se nos presentan las cosas que nos son
gratas y los asuntos ocurren según nuestros deseos, antes de dejarnos ir a la alegría que se nos ofrece,
miremos a Dios con mirada interior y seamos agradecidas a su misericordia que por su solo amor nos
da este consuelo; aceptémoslo con esta mira y unamos a ello algún acto de amor.
Debemos intentar también que todos los objetos que se presentan a nuestros sentidos nos sirvan para
elevar nuestro espíritu hacia Dios, unas veces mirándolos como creados por su mano omnipotente,
otras considerando los designios de Dios al crearlos, que casi siempre son en provecho del hombre para
que éste se los agradezca.

Otras veces, pensemos en la excelencia del ser que Dios nos ha dado para elevarnos así por encima de
las cosas rastreras hacia las que nos atrae nuestra naturaleza corrompida por las vanas inclinaciones
de nuestros afectos a cosas que no merecen llenar nuestro espíritu, y protestemos de que no queremos
nada en la tierra fuera de Dios.

Cuando a veces apremiadas, según nos parece, por la necesidad, deseemos o busquemos la ayuda de
las criaturas y ésta llegue a faltar, sea por disposición de la divina Providencia, sea por algún fallo del
otro que, en realidad, procede también de esa disposición, miremos inmediatamente la santa voluntad
de Dios y aceptándola en esa privación, elevemos nuestro espíritu a Él, recurriendo a Él solo y
considerando que desde toda la eternidad ha sido y es suficiente a sí mismo y, por consiguiente, puede y
debe bastarnos a nosotras también; y puesto que somos tan dichosas que nos hallamos en un estado
en el que debemos tenerle a Él solo por consuelo, hagamos interiormente un acto de aceptación
amorosa de la privación de lo que nos falta, aunque nos parezca muy justo y necesario tenerlo, y
permanezcamos en paz y a solas con Dios, sin murmurar contra las criaturas que todas a una no serían
capaces de darnos motivo de disgusto si Dios no lo permitiera. Pero hemos de intentar que nuestro
espíritu se una fuertemente a Dios y que nuestra voluntad produzca tales actos, ya que esto es, me
parece, un medio adecuado para tener nuestro espíritu ocupado en Dios según su divino agrado. En
todas estas circunstancias de que acabamos de hablar, tenemos que acostumbrarnos a hacer actos de
deseo de conocer a Dios y de conocernos a nosotras mismas, que nos lleven a producir actos de amor a
Dios, como se lo debemos y a negarnos lo que le desagrada. Abandonémonos con frecuencia a Él,
mostrémosle nuestro corazón lleno de confianza y gratitud e intentemos tener de vez en cuando en los
labios algunas oraciones jaculatorias.

RESPONSORIO Cfr. Ef. 4, 1. 3. 4; Rom. 15, 5. 6

R/ Caminen como pide la vocación a la que han sido convocados, manteniendo la unidad del Espíritu
con el vínculo de la paz. *Una sola es la esperanza a la que están llamados.

V/ Dios les conceda estar de acuerdo entre ustedes, para que unánimes, a una sola voz, alaben a Dios.
*Una sola es la esperanza a la que están llamados.

LAUDES

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. La señal por la que conocerán que son discípulos míos será que se amen unos a otros.

VÍSPERAS

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Les aseguro que lo que hagan con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hacen.
Vengan, benditos de mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.

ORACIÓN

Señor Dios nuestro, que concediste a Santa Catalina Labouré el privilegio del maternal coloquio con la
Madre de tu Hijo y le enseñaste a entregar, con alegre humildad, su vida, escondida en Cristo, al servicio
de los pobres; concede a cuantos veneramos su memoria que descubramos tu imagen en los pobres,
para que, sirviéndoles con sencillez de corazón, seamos testigos fieles de tu caridad en el mundo. Por
Nuestro Señor Jesucristo.

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