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ISBN: 978-987-8463-62-9
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José Bonifacio 332, Caballito, Buenos Aires, Argentina.
Tél.: (+54 11) 4924-1690
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Capítulo 1
Herederos de Sus riquezas 5
Capítulo 2
Enriquecidos en Él 23
Capítulo 3
Disfrutando nuestra herencia 35
Capítulo 4
Los dos árboles: dos maneras de vivir 50
Capítulo 5
El árbol de la vida 63
Capítulo 6
La guía interna 78
Capítulo 7
Ser guiados cada día 89
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Capítulo 8
Luz interior 106
Capítulo 9
Una carta viva 119
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Capítulo 1
Herederos de
Sus riquezas
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Herederos de Sus Riquezas
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Herederos de Sus Riquezas
¿Y cómo podemos recibir esa luz? ¿Cómo hacemos para que esa
luz funcione todo el día? Solo necesitamos abrirnos y ren-
dirnos a Él. Decirle: “Padre, abro mi corazón a Tu luz.
Te pido que a lo largo de este día Tu luz me alumbre.
Muéstrame lo mío, Señor, y también lo Tuyo”. En cada en-
cuentro que tengas con el Señor, siempre ora para que Su
luz te ilumine. En tu portal, a solas con Dios, permite que
el rocío del Cielo venga, y traiga algo fresco y nuevo a tu
vida, y exprésale al Señor cuánto lo amas, cuánto anhelas
Su Presencia. A lo largo de cada día, necesitamos decirle:
“Padre, estoy abierto a Ti. ¡Dame Tu luz!”.
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Los argumentos
Ahora les toca el turno a los argumentos que todos tene-
mos; lo que solemos decir: “Lo que pasa es que yo soy así,
por esto, esto y esto”, pero debes saber que Dios quemará
esos argumentos, aunque tengas razón, porque la razón
proviene del árbol del conocimiento del bien y del mal, y
al Señor no le interesan nuestras razones, ¡Él quiere dar-
nos la vida de Cristo! “Es que sufrí mucho en la vida”,
“es que me siento sola”, “mis padres me abandonaron”,
“viví con un psicópata”… la luz quemará todos nuestros
argumentos, porque lo que la luz de Cristo ilumina, lo
incinera.
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PARTE PRÁCTICA
Vamos ahora a la parte práctica. Abraham tuvo un hijo
llamado Isaac. Abraham, que representa a Dios Padre,
era rico y le dio todo a su hijo Isaac, que representa a
Cristo. Todo lo que el Padre tiene, incluyendo las virtu-
des humanas y los atributos divinos de Cristo, se los dio
al Hijo. Todo lo que tiene el Hijo, Sus virtudes humanas
llenas de vida y Sus atributos divinos sobrenaturales, se
lo dio el Padre. Sin embargo, había un problema: Isaac no
tenía una novia y su padre estaba determinado a conse-
guírsela. ¿Sabes quién es la novia? La Iglesia, el Cuerpo
de Cristo. “Hijo, Yo te di todo por gracia, y quiero que
todas las riquezas que te entregué las compartas con tu
novia”, dijo el Padre.
Abraham quería que Isaac se casara con alguien de su
misma sangre y linaje, y envió a su criado Eliezer, quien
representa al Espíritu Santo, al pueblo para encontrar una
novia para su hijo. Eliezer partió con diez camellos carga-
dos de riquezas y llegó al pueblo donde estaban los fami-
liares de Abraham. En el pozo de agua, hizo una oración
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Herederos de Sus Riquezas
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Herederos de Sus Riquezas
Y la historia continúa…
Entonces dejaron ir a Rebeca su hermana, y a su nodriza,
y al criado de Abraham y a sus hombres.
—Génesis 24:59
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Capítulo 2
Enriquecidos
en Él
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Cristo-consuelo
El consuelo es una virtud humana, pero observa lo que
dice Pablo:
[…] el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones,
para que podamos también nosotros consolar a los que
están en cualquier tribulación, por medio de la consola-
ción con que nosotros somos consolados por Dios.
—2 Corintios 1:4
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Enriquecidos en Él
Hablar el testimonio
La Escritura narra que Absalón, el hijo de David, había
sido asesinado, y el rey debía saberlo. En aquel tiempo,
Aimás tenía el papel de mensajero. En la antigüedad, los
mensajeros eran corredores. Aimás se dirigió al capitán
del ejército y le dijo: “Jefe, yo llevaré la noticia al rey”. Sin
embargo, el capitán le respondió: “No, no serás tú quien
la lleve. El etíope será el mensajero”. El capitán se diri-
gió al etíope y le dio instrucciones: “Quiero que corras
y, cuando llegues al rey, debes contarle todo lo que has
presenciado”. Así que el etíope, cuyo nombre no conoce-
mos, se puso en marcha, llevando consigo la noticia. Ai-
más, que estaba allí presente, insistió en ser él quien en-
tregara la noticia. El capitán del ejército accedió y le dijo:
“Está bien, puedes ir”. Como el etíope ya había partido y
le llevaba ventaja, Aimás, para llegar más rápido, decidió
tomar un atajo en lugar de seguir el camino principal.
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Enriquecidos en Él
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Capítulo 3
Disfrutando
nuestra herencia
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Y estos pensamientos:
• lo verdadero
• lo justo
• lo honesto
• lo puro
• lo digno
• lo amable
• lo que es digno de admiración.
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Oro o pirita
Ahora bien, ¿cómo distinguimos si el amor que damos
es nuestro amor o el amor de Cristo? ¿Cómo sabemos si
es nuestra paciencia o la paciencia de Cristo? Si ese amor
o esa paciencia duran solo unos minutos, no se trata del
amor o de la paciencia del Señor. Analicémoslo de este
modo: hay oro y hay pirita. La pirita es el oro falso, que
parece oro, pero no lo es, llamado “el oro de los tontos”.
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Disfrutando nuestr a herencia
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PARTE PRÁCTICA
Para que las riquezas de Cristo aumenten en nuestra vida,
necesitamos abrirnos a Su luz. Por eso, cada vez que leas
La Biblia, olvídate de todo lo que sabes para que Dios te
dé luz nueva; cada vez que cantes una alabanza, hazlo
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Capítulo 4
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Los dos árboles: dos maner as de vivir
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Los dos árboles: dos maner as de vivir
Hagamos un repaso…
Cristo tenía virtudes humanas perfectas mezcladas, en-
trelazadas con atributos divinos, como fuerza, autoridad,
poder, bondad, señorío y eternidad, entre otros.
En primer lugar, él poseía un amor humano entremezcla-
do con la fuerza divina, una alegría humana impregnada
de la autoridad divina, una paciencia humana perfecta
combinada con la bondad divina. Cristo es capaz de ex-
presar Su amor fusionado con un milagro o con la glo-
ria, o transmitir Su palabra mezclada con poder. Todas
estas combinaciones, todas estas facetas de Cristo viven
en nuestro interior. Esas son las riquezas de Cristo que
tenemos.
En segundo lugar, sabemos que una virtud es humana y
no divina porque todo lo nuestro es temporal. Mientras
nuestra alegría, por ejemplo, dura solo un rato, la alegría
de Cristo siempre permanece, porque es sólida, no tiene
fecha de vencimiento. Observa que, cuando Pablo estu-
vo preso, él escribió: “¡Gócense en el Señor!”. ¿Cómo po-
día estar contento en una cárcel? Porque el gozo de Dios
permanece sin importar las circunstancias que estemos
atravesando.
En tercer lugar, para mejorar las virtudes humanas, nece-
sitamos esforzarnos. Pero, cuando es la paciencia de Cris-
to la que se manifiesta, esta sale espontáneamente, sin
esfuerzo alguno de nuestra parte.
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Los dos árboles: dos maner as de vivir
Ni el bien ni el mal
Dios le ordenó a Moisés que confeccionara platos de oro
para contener el pan. Nosotros somos esos platos que el
Señor ha llenado, pero lo que se come es el pan. La gente
observa el plato y sabe que es diferente, porque contiene
un pan, que es pan de vida. Por eso, cuando lo que sale
es tuyo, tu anhelo es ser reconocido, destacarte. En cam-
bio, cuando se trata de Cristo, disminuyes, desapareces,
porque tu deseo es que Cristo brille a través de ti. Esta
es la razón por la que el apóstol Pablo adoptó su nom-
bre. “Pablo” significa “pequeño”. El apóstol no buscaba
destacarse, siempre estaba escondido, porque quería que
Cristo brillara, que Cristo fuera engrandecido.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer para que Cristo aumen-
te? Para encontrar las respuestas, necesitamos ir al ori-
gen. En Génesis está la llave de todo. Génesis 2 habla de un
huerto y dos árboles. Ese es el lugar donde Dios colocó a
Adán y a Eva después de crearlos.
Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso
a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en
medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
—Génesis 2:9
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PARTE PRÁCTICA
¿Cómo comemos del árbol? En primer lugar, ten en claro
que todos los consejos tales como: “no faltes a las reu-
niones”, “lee La Palabra a diario”, “pórtate bien”, “sé una
buena persona”, solo traen muerte. Lo que tenemos que
hacer es comer a Cristo. Él es maravilloso y te va a llenar.
Él será tus pensamientos, tu mente, tu voluntad, tu sabi-
duría, tus fuerzas. Él es más que vencedor y tan poderoso
que ni la misma muerte te lo puede arrebatar.
Para que las riquezas de Cristo aumenten en ti, necesi-
tas abrirte a Él. La Palabra afirma que, cuando te abres a
Él, la fuente de agua encerrada que está en tu interior se
mueve y el agua comienza a saltar. Así, Cristo empieza
a soltar Sus riquezas. ¿Y qué quiere decir “abrirse”? Que
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Capítulo 5
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PARTE PRÁCTICA
Necesitamos abrirnos al Señor. Cuando leas La Biblia,
hazlo como si fuese la primera vez. Olvida todo lo que
sabes y abre tu corazón. Ora, adora, levanta tus manos
al Cielo como si nunca lo hubieras hecho antes. Si estás
abierto, el Señor te dará Su luz. La que ilumina, elimina
y añade de Cristo. Y no solo eso, la luz también empieza
a guiar tus pasos por sendas de justicia por amor de Su
nombre, y el bien y la misericordia te seguirán todos los
días de tu vida. Abre tu corazón y dile a Dios: “¡Señor,
aquí estoy!”.
De pronto, la luz empieza a guiarte y te pone una pala-
bra, por ejemplo: “hermoso”. Entonces, le dices: “Señor,
eres hermoso”. Luego, la luz tal vez ilumina algo que
pensaste y te indica: “Lleva eso al Altar”. “Señor, dejo ese
pensamiento en la Cruz para su muerte”, declaras. Poco
después el Señor te ordena: “Quédate en silencio”. Des-
pués te da una canción para que le cantes. De esta mane-
ra, ya no es tu mente la que dirige tus pasos. Ahora la luz
de Cristo te va guiando.
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Capítulo 6
La guía interna
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Andar en Cristo
Observa lo que declara el apóstol Pablo:
Romanos 8:4: “[…] para que la justicia de la ley se cumpliese
en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino confor-
me al Espíritu”.
Romanos 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Es-
píritu de Dios, estos son hijos de Dios”.
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Tocar la vida
Ahora bien, ¿cómo sabemos si esa guía es de Dios o es
nuestra? ¿Cómo podemos saber si es Dios quien nos está
guiando? Pablo lo responde en Romanos 8:
Romanos 8:6: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero
el ocuparse del Espíritu es vida y paz”.
El apóstol explica que ocuparse de la carne, de la vida
natural, de lo humano, del conocimiento del bien y del
mal, de lo nuestro, trae muerte; en cambio, ocuparse del
Espíritu es vida y paz. Si nuestra mente va a lo nuestro,
morimos; pero, si nuestra mente va al espíritu, donde
vive Cristo, tenemos vida y paz. Aquí tenemos una llave
poderosa:
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Capítulo 7
Ser guiados
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Capítulo 8
Luz interior
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Riquezas automáticas
Pero volvamos al pasaje de Deuteronomio:
Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra,
tierra de arroyos de aguas, de fuentes y de manan-
tiales que brotan en valles y montes; tierra de trigo y
cebada, y de vides, e higueras y granados; tierra de olivos,
de aceite y de miel […].
—Deuteronomio 8:7-8
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Riquezas espontáneas
A veces las riquezas salen de manera natural. ¿Qué quiere
decir “de manera natural”? Recordemos el relato bíblico.
Cristo llegó con dos ángeles para hablar con Abraham.
La Palabra afirma que Abraham era “amigo de Dios”. El
Señor no fue como Dios, porque Abraham habría muerto,
sino que fue como un amigo. Muchas veces las riquezas
de Él salen de manera natural, normal. Parece que no está
Cristo, pero sí está. Cuando Abraham vio a Jesús, pensó:
“Qué raro… A esta hora, con 50 grados de temperatura,
nadie viene a visitarme…” y le dijo a Sara: “Querida, trae
agua para que estos hombres se laven los pies y prepara
algo para comer”. Estuvieron juntos comiendo y conver-
sando, y nada anormal o sobrenatural ocurrió. De pronto,
de manera natural, el Señor dijo: “Abraham, vas a tener
un hijo”. El patriarca tenía cien años, ¡eso sí que era un
milagro! Vamos a estar conversando con nuestros com-
pañeros de trabajo y, súbitamente, el Señor nos dará una
palabra para que soltemos de manera natural, pero que
tendrá escondido un milagro extraordinario.
Un día el Señor le dijo a un hombre llamado Manoa: “Vas
a tener un hijo. Él será un libertador de la nación”. Ese
niño fue Sansón. Las riquezas de Cristo saldrán de noso-
tros de manera natural, normal, sin necesidad de música
de fondo, porque Cristo crecerá tanto que vamos a estar
charlando con alguien y le diremos: “Viene sanidad en
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Luz interior
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Luz interior
Andar en Cristo
Entonces, ¿cómo podemos andar en Cristo? Veamos:
Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he es-
perado. Mi alma espera a Jehová más que los centinelas a
la mañana, más que los vigilantes a la mañana.
—Salmo 130:5-6
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Capítulo 9
Cristo es la Tierra
El Cristo que tenemos en el espíritu es un Cristo rico,
maravilloso, poderoso y hermosamente glorioso. Ahora
bien, si así es el Cristo que vive en nuestro espíritu, ¿por
qué tenemos tantos problemas?, ¿por qué todavía esta-
mos luchando con la inconstancia, con la tristeza, con las
peleas en la pareja, con los problemas en el trabajo? Por-
que tenemos escasez de Cristo. Sin embargo, que Cristo
aumente no significa que no vamos a tener problemas,
sino que los vamos a vencer por el Cristo aumentado que
vive en nosotros. Entonces, si un problema nos derriba,
es por el poco Cristo que tenemos; por eso, es importante
aceptar esto y decirle: “Señor, te necesito. Yo creo que ten-
go mucho de Ti, pero la realidad me muestra que tengo
muy poco. ¡Quiero más de Tus riquezas!”.
Las riquezas están mencionadas en los sesenta y seis li-
bros de La Biblia. En cada página hay riquezas de Cris-
to escondidas. Siempre pensé que Dios sacó a Israel de
Egipto para llevarlo a la Tierra Prometida con el objetivo
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Una carta viva
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Una carta viva
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Una carta viva
Cristo es el contenido
Veamos lo que dice el apóstol Pablo con respecto a este
tema en 2 Corintios 3:2-3: “Nuestras cartas sois vosotros, es-
critas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los
hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida
por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios
vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”.
Somos una carta viva de Cristo, una carta que se está es-
cribiendo. Cada renglón es una experiencia con una ri-
queza de Cristo. Cada vez que lo experimentamos, Cris-
to nos escribe. Por eso, si no tienes experiencias con Él,
eres una carta en blanco, y si tuviste dos experiencias, la
carta se lee en segundos: “Cristo maravilloso. El Señor
me sanó”, por ejemplo, y eso es todo. Sin embargo, si le
decimos: “Señor, quiero verte, tocarte cada día”, la carta
se escribe, se escribe, se escribe y se escribe, hasta con-
vertirse en uno, dos, tres, diez tomos enormes como de
enciclopedia.
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Una carta viva
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Una carta viva
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Una carta viva
PARTE PRÁCTICA
Cuando salimos a hablar, a escribir en la hoja de otros,
podemos encontrarnos con diferentes tipos de personas:
Gente perdida: La gente perdida es la que habla de todo
menos de Cristo. Hablan de política, del dólar, del clima,
de fútbol; en definitiva, del mundo. ¿Qué es lo que no-
sotros tenemos que hacer? Escribirles a Cristo, llevarles
un diamante de Cristo. Cuando te cuenten una noticia,
puedes decirle, por ejemplo: “Sí, ¡qué impactante lo que
pasó! Pero hay algo que a mí me sorprendió más: Cristo
hizo un milagro impresionante en la vida de mi hijo”, y le
das tu testimonio. De esta manera, le estarás escribiendo
un poquito de Cristo.
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