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EL FENÓMENO DELICTIVO, SOCIOLOGÍA Y POLÍTICA

CRIMINOLÓGICA.
SERGIO CALDERÓN LUNA.
POLITICA CRIMINAL.

LA NUEVA CRIMINOLOGÍA:

Durante décadas, el único protagonista de la escena criminológica ha sido el


criminal, el llamado sujeto activo del delito, con sus condicionamientos biológicos,
psicológicos y socioculturales. Su figura atractiva, misteriosa y amenazante,
genera sentimientos ambivalentes de rechazo y admiración y frecuentemente,
morbo. La criminología a lo largo de su historia, estaba centrada en el delincuente,
en su búsqueda de explicación sobre la etiología del delito, la criminología, ya
desde Lombroso, con la esperanza de encontrar las claves socio- antropológicos,
morfo- biológicos y socioculturales de la conducta desviada, centrándose
exclusivamente en la figura del infractor de la ley.

Los delincuentes históricos se han hecho celebres; sus víctimas han sido
condenadas al anonimato. Como vemos, por el contrario, la victima del hecho
delictivo, no inspira más que lastima.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, hay un cambio paradigmático e


importante en la criminología como ciencia. Quizá también se había agotado la
búsqueda infructuosa, de marcadores de la criminalidad en la figura
individualizada del delincuente; había la posibilidad de interactuar con la víctima, la
explicación de la crimino génesis.

La criminología como tal había llegado a su extinción, por parte de la psiquiatría


forense el olvido de la víctima hacia sido en total absoluto. Y así surgen tres
pilares básicos que para la criminología cambiara su rumbo:
1.- decíamos por una parte que la criminología había llegado a su extinción, en su
búsqueda de explicación del delito en el sujeto individual, tanto en el ámbito
biológico, social, antropológico y psicológico.

2.- y tras la II Guerra Mundial, la teoría sobre el estrés y el aislamiento del


síndrome de estrés postraumático, es un tema muy estudiado, por la Asociación
Psiquiátrica Americana.

3.- Los movimientos victimológicos, asociaciones de mujeres maltratadas y los


reclamos de indemnización o resarcimiento económico, abren otro abanico nuevo;
además del original que planteaba el Estado en el área penal, interesado más por
la inimputabilidad del delincuente que por sus víctimas, ampliándose de este modo
el campo de estudio victimologico dentro de la criminología hacia lo que en
realidad debe ser su objetivo prioritario: la PREVENCION del crimen, la
DISMINUCION y TRATAMIENTO de sus víctimas, que son conceptos básicos en
el tratamiento ´político criminológico, según hemos podido desenhebrar hasta el
momento.

LA VICTIMOLOGIA.

Las víctimas son una realidad que no podemos ignorar y, ante la cual no podemos
cerrar los ojos: la encuesta internacional sobre victimización en los países en vías
de desarrollo concluye que la mayoría de delitos no se denuncia, y se detecta que
en el estudio de victimización y percepción de la seguridad pública realizada por
México Unido contra la Delincuencia la cifra negra, a escala nacional, se situó en
80%, esto es, la mayoría de las víctimas son desconocidas y, por lo tanto,
ignoradas por los sistemas jurídicos formales.

En la expresión víctima se incluye además, en su caso, a los familiares o personas


a su cargo que tengan relación inmediata con la victima directa y a las personas
que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para
prevenir su victimización.
Señala García Pablos que el microscópico mundo de la pareja penal, origen de la
victimologia, debe ser superado y que el tradicional concepto de victima muy
restrictivo carece de operatividad. Por otra parte, también existen otras muchas
víctimas sociales además de las que el delito genera, por lo que el definitivo
deslinde entre criminología y victimologia se encuentra en debate.

Por lo contrario, la víctima del hecho delictivo, no inspiran más que lastima. Son
los débiles en la lucha por la supervivencia y poseen el rol de perdedores que no
fascina a casi nadie. Suele generarse un desplazamiento culpabilizante, una
extendida tendencia a degradar a las víctimas por parte de los espectadores del
denominado criminal. Incluso, comenta Hamilton que cuando menor
responsabilidad tienen la persona ofendida, menos simpatía despierten la
sociedad, la cualquier tiende a buscar la cualquier manera alguna razón que
justifique el hecho.

Los delincuentes históricos se han hecho celebres, en tanto sus víctimas han sido
condenadas al anonimato.

En el campo jurídico, se desarrolla ya un derecho victimal, fundamentado en


múltiples documentos internacionales y legislaciones nacionales. Se ha dicho que
no se necesita un mejor derecho penal, sino algo mejor que el derecho penal: el
derecho victimal, el cual puede ser una respuesta a una serie de problemas, para
los cuales ya se mencionaron con anterioridad, el derecho penal no tiene
respuestas.

LA INFLUENCIA DE LA EDUCACIÓN EN EL FENÓMENO


DELICTIVO.

La educación en este planteamiento se encuentra adaptada a las nuevas


condiciones individuales y sociales del sujeto, lo que significaría que al mejorar el
conocimiento individual, cambian los tipos de delitos hacia otros menos violentos y
de mayor aplicación intelectual. Por tanto parece ser que, si la cultura modifica
espiritualmente al sujeto, también define y alcanza sus actividades. Así, puede
afirmarse que a mayor cultura individual menor delincuencia común, lo que no
excluye a la delincuencia política, que se ocupa de las situaciones generales de la
humanidad, de su bienestar y de su progreso, contra los detentadores de poder.

Sin embargo, la realidad contrasta con el anterior párrafo. Dentro del fenómeno
criminal, resulta desolador que no existan datos estadísticos, que no serían nada
difíciles de conseguir en los expedientes de detenidos, procesados y
sentenciados, para comprobar de manera fehaciente si las ideas de ilustres
juristas para reducir la criminalidad son buenas o, por el contrario, no non otras
cosas que utopías.

Cualquiera que repase los deplorables niveles educativos de pasados siglos


comprenderá que se forjan ideas, no solo en el ámbito de lo penal, sobre los
beneficios de enseñar a las personas al menos a leer y a escribir.

Por cuanto al autor consta, en la España de 1900, pocos años poco después de
que concepción era analfabeta. En fecha tan reciente como 1970, seguía
habiendo un España con un 9% de personas que no sabían leer y escribir.

Sin embargo, el hecho de que, a nivel global, no se confirme la esperada relación


inversa entre educación y delincuencia, no puede llevar a catalogarse sueño
romántico la esperanza de que la educación aliviara las situaciones de
marginación y delincuencia. Por el contrario, hay que profundizar en las tipologías
de los delincuentes para apreciar si en su caso evadieron la escolaridad, si se
trata de fracasos escolares, si son inmigrantes que no han podido disfrutar de
nuestra escolaridad obligatoria y cuantos factores permitan apreciar en que ha
podido fallar una teoría que, además de expresión de sentimientos nobles,
obedece a los dictados de la razón.

También sería importante estudiar si el propio sistema educativo occidental está


consiguiendo uno de los objetivos fundamentales para el cual fue maquinado:
construir una concepción de la realidad que integre a la vez el conocimiento y la
valoración ética y moral de la misma.
analizar en qué medida los esfuerzos del sistema educativo por fomentar estos
tipos de valores puedan estarse viendo contrarrestados por los mensajes que
realmente transmite nuestra sociedad, sobre todo a través de medios con tanta
capacidad de penetración como unas televisoras privadas y públicas que, con
inconciencia imperdonable, programan basura con el triste objetivo de incrementar
sus audiencias.

Merece la pena dedicar esfuerzos a este tipo de estudios, al menos, antes de


renunciar medidas integrales que afronten el problema de la delincuencia en sus
propios fundamentos y limitarse, como denuncian destacados expertos que está
ocurriendo, a reformar la Administración de Justicia recortando derechos
constitucionales de los detenidos, prescindiendo de políticas sociales y de
integración y sin otro objetivo aparente que barrer las calles llenando las cárceles.

LA EDUCACIÓN COMO RECURSO PARA MEJOR SATISFACCIÓN


DE NECESIDADES.

Es muy cierto, que la educación si puede ayudar para la distribución del ingreso,
ya que el salario que se recibirá por un trabajo calificado, ya sea técnico o
profesional, representara un nivel superior de ingresos, con lo que se disminuyen
las diferencias entre clases sociales y por lo tanto el inconformismo de las clases
menos favorecidas, que al representar una gran proporción dentro del total de la
población se convierten en un caldo de cultivo para la formación y crecimiento de
grupos delictivos, sin que ello quiera decir que entre los pobres se fomenta la
delincuencia, aunque si es una condicionante sustantiva tanto a la falta de acceso
a fuentes de empleo, como el resentimiento de estas mismas clases sociales
bajas, por lo cual no se demerita la notable influencia en el crecimiento de la
delincuencia.

Pero no solo se tiene que ampliar la cobertura de la educación, sino también su


calidad. Hace ya un tiempo se escuchó en un noticiero de televisión que para unos
puestos de trabajo consistentes en manejar vehículos de transporte público, se
presentaron personas con niveles de educación superior.

Si bien es cierto que el trabajo no es deshonra, también es cierto que una persona
pase cinco años, o más, de su vida, preparándose para terminar haciendo un
trabajo que requiere más esfuerzo físico que intelectual. Lo anterior viene que la
mayoría de los profesionales se encuentran desempleados y seguidamente se les
escucha decir “es que no hay trabajo”, pero como va haber trabajo si una
proporción de los egresados de las universidades espera salir y conseguir un
empleo en lugar de crearlo.

LA ECONOMÍA Y LA CRIMINALIDAD.

Emparejando con la temática de la educación lo está el de la economía: la


influencia de la economía, como lo podemos adivinar, es sustantiva en los
contextos de la delincuencia.

Los antecedentes más lejanos del interés de los economistas por el crimen son los
esfuerzos que hacia los finales de la década de los setenta que hicieron unos de
los macroeconomistas para tratar de medir la magnitud del narcotráfico. Esfuerzos
en las mismas líneas que han seguido haciendo hasta la fecha.

Vale la pena destacar, dentro de este conjunto de trabajos, las grandes diferencias
en cuanto al tamaño que se ha estimado para esta actividad, también es
recurrente en ellos la falta de un tratamiento integral de la industria, más allá de
los efectos de las variables macroeconómicas. Esta por último el hecho de que,
con contadas excepciones, los economistas siempre han tratado de minimizar la
magnitud del fenómeno.

También orientado a llamar la atención sobre el tamaño de una actividad al


margen de la ley está un conjunto reducido y reciente de investigadores
preocupados por las finanzas de la delincuencia. El objetivo primordial de estos
esfuerzos, de clara estirpe económica, ha sido el de demostrar que la criminalidad
es una actividad muy lucrativa.
Otra categoría de trabajos interesados en la magnitud de la violencia y el crimen
son aquellos basados en el análisis de estadísticas sobre incidentes criminales. En
el término de veinte años se cuadruplicaron las muertes violentas por habitante
para llegar a principios de los noventa a niveles sin parangón en las sociedades
contemporáneas.

Otra característica de la violencia homicida es su alta concentración en metrópolis


ciertas. Las cinco ciudades más violentas del país, en donde reside un porcentaje
del 25 por ciento de la población, dan cuenta de casi la tercera parte de las
muertes violentas se dan en unos pocos barrios.

El conocimiento que se tiene sobre la dimensión de la criminalidad, y sobre su


evolución durante las dos últimas décadas, es más precario. Los estudios
sistemáticos son pocos recientes. Las limitaciones en materia de información son
importantes y dependiendo de la fuente que se utilice cambian las conclusiones
básicas.

De acuerdo con lo que se rumora con las fortunas del narcotráfico o con los
ingresos estimados para los grupos delincuenciales en el país, habría sufrido un
retroceso en materia de distribución. La última anotación sobre el impacto
distributivo de la violencia es que los mayores efectos negativos se están dando
sobre los segmentos más pobres de la población.

Como gran laguna dentro de los ejercicios orientados a estimar el fenómeno que
se destaca por el abismo existente entre la preocupación que suscita y los
esfuerzos por medirlo.

Otro gran componente del impacto del crimen tiene que ver con la forma como
afecta la asignación de recursos. Dentro de esta categoría, un rubro importante lo
constituyen los gastos que se hacen para prevenirlo, aliviarlo o controlarlo. El
análisis sistemático de la evolución del gasto militar y el de la rama judicial es
todavía incipiente. Los trabajos en este campo son análisis clásicos de
presupuesto, que buscan detectar tendencias y relaciones con ciertas variables
agregadas.
Acerca de la efectividad de este gasto, los avances logrados en el país no van
mucho más allá de haber logrado que analistas externos discutan sus niveles con
las entidades que demandan los recursos. En este campo son análisis clásicos de
presupuesto, que buscan detectar tendencias y relaciones con ciertas con ciertas
variables agregadas.

Otra dimensión del impacto del crimen y la violencia sobre la eficiencia tiene que
ver con la destrucción o depreciación del capital humano. La violencia ha tenido un
considerable impacto en la construcción social de la realidad en torno del delito.
Mucha gente hoy en día tiene la idea de desplazarse hacia otras naciones donde
no exista la percepción que por la actividad delictiva aquí se experimenta.

Un capitulo adicional del impacto de la violencia sobre la eficiencia tienen que ver
con la manera como esta afecta las decisiones de inversión en capital humano. La
medición de los efectos sobre la educación y la capacitación, es todavía incipiente.
Extrañamente, no ha sido esta un área que haya interesado a los economistas
laborales o de la educación. Algunos trabajos estadísticos, y diversas historias de
vida o testimonios, surgieron un efecto determinante de las organizaciones
criminales sobre la delincuencia juvenil y sobre la utilización de armas de fuego.

Sobre la penetración de los dineros calientes en la actividad política, el trabajo


académico se ha quedado rezagado con relación a las abundantes referencias en
los medios de comunicación. También es precario el conocimiento que se tiene
sobre el impacto de la violencia en el medio educativo. Otro elemento institucional
tiene que ver sobre como la consolidación de la violencia y el crimen afectan
negativamente la calidad de la información que se tiene sobre estos fenómenos.

De todas maneras, el impacto negativo de la violencia está importante y variado


que no parece exagerado anotar que está poniendo en peligro la viabilidad de la
economía mexicana. Se puede afirmar que la verdadera amenaza de los violentos
a la estructura productiva se está dando más por los cimientos del sistema de
intercambio que por los campos que la economía ha estado acostumbrada a
analizar.
Hace tiempo se manifiesto un pensamiento por demás simplista e injustificado: si
desaparece el sistema capitalista, desaparecerá la delincuencia. Los países
desarrollados han venido tratando de ayudar. La intervención extranjera franca, o
la solapada –que es la más frecuente-, ha dado lugar en cada país a la formación
de grupos culturales, en el mejor de los casos, y de choque con tendencias
claramente políticas y partidistas.

LOS INDOCUMENTADOS EN LA CUESTIÓN POLÍTICO


CRIMINOLÓGICA.

Uno de los escenarios de la política criminológica se verifica en la cuestión


migratoria, en la subcontratación de personas que en un afán de traer o servirse
mutuamente a los cuales se les hace maltratos, explotación no perseguida, delitos
no castigados y expulsiones violentas. Así, se les admite, se les da trabajo, los
aloja mal, desatiende su salud, oportunamente se les persigue por razones
migratorias, se les priva de lo ganado y de la libertad, los avergüenza y, si bien les
va, llevan miserables cantidades a su hogar, ya de regreso.

Para todo ello se usan los servicios de los que en otra época se habrían llamado
traidores a la patria, que ahora abundan en casi todo el mundo, porque obran
dentro de su propio país, abierta o secretamente, a favor de la industria o el
comercio transnacionales, o con pretexto de servir a su religión o a su ideología
económica, política o social, entran en luchas internacionales, comprometiendo los
destinos de sus compatriotas y utilizando la ilegalidad de la delincuencia,
hábilmente protegida por funcionarios o por gobiernos extranjeros.

La unión europea es por su propia naturaleza una sociedad pluralista enriquecida


por una variedad de tradiciones culturales y sociales, que en el futuro llegaran a
ser aún más diversas. Por tanto, es necesario que exista un respeto de los
derechos humanos y la dignidad humana, la apreciación del valor del pluralismo y
el reconocimiento de que le pertenecía a la sociedad se basa en una serie de
derechos, pero incluye responsabilidades para todos sus miembros, ya sean
nacionales o migrantes residentes a largo plazo, conlleva dichas
responsabilidades y promueve la integración.

LA FAMILIA Y LA REALIDAD CRIMINAL.

Una visión sociológica de la familia ha de contribuir necesariamente al enfoque de


los problemas que tiene planteados. En primer lugar hemos de considerar que la
familia es una institución natural; nace de manera espontánea donde quiera que
haya hombres. En un principio, en la mayoría de las sociedades la familia existía
sin intervención alguna del Estado y se regía tan solo por las costumbres
tradicionales.

Mucho antes de que las sociedades civiles se construyeran, y que el estado y los
gobiernos se identificasen con la vida de la humanidad, los hombres se reunieron
en sociedad, en pequeños grupos, constituyendo la familia, por lo cual es puesta a
manifestación por la doctrina dominante cuando señala que la familia en todos los
tiempos ha sido y es la verdadera célula de la sociedad y piedra angular de
ordenamiento social.

La familia tiene unas funciones indispensables para el desarrollo armónico de las


personas humanas que se pueden manifestar desde múltiples puntos de vista.
Incluso en el campo de la mujer, no puede dejar de reconocerse que, desde el
punto de vista simplemente biológico lo mismo que desde el punto de vista
psicológico, la familia es indispensable para el desarrollo del ser humano.

Las estadísticas y también las investigaciones sociológicas han puesto de relieve


la influencia del ambiente familiar en la delincuencia juvenil como el factor
primordial de esta tiene su base en la inestabilidad familiar y de ahí es donde
proviene este tipo de delito (violación).

La familia como un grupo sociológico y en consonancia con la gran importancia


funcional que tiene para el Estado y la sociedad, ha sufrido en el transcurso de los
últimos siglos un cambio estructural de gran importancia. Augusto Comte
estableció claramente la naturaleza social del hombre:
“El conglomerado social no tiene por base al individuo sino a la familia, pues toda
célula tiene que ser homogénea con el organismo del cual forma parte. El
individuo no puede ser el embrión de la sociedad. Este es la familia.”

Sea cual fuere la primera de las formas de convivencia humana es hoy verdad
aceptada por los sociólogos más distinguidos que la naturaleza del hombre
aparece sobre la faz de la tierra, aparece ya en un seno de alguna sociedad por
rudimentaria que quiera suponerse. La existencia del hombre aislado es hoy en el
mundo moderno, una de tantos mitos olvidados por la ciencia.

Así pues, considerando a la familia como la sociedad más antigua, y a la única


natural, se infiere la existencia de derechos y obligaciones mutuos, que no le
fueron otorgados por poder extraño alguno, sino que se deben a ña misma
naturaleza. Es evidente que la familia no podrá satisfacer por si sola las
necesidades de la persona humana; la sociedad capaz de satisfacer esas
necesidades es la sociedad civil, ya que es la única que puede disponer de
elementos necesarios para cumplir satisfactoriamente su cometido.

Es este elemento tan indispensable para la existencia del derecho social, como lo
es de las otras ciencias sociales, y que tiene además dos consecuencias
trascendentales: la primera consiste en que la sociedad distingue al hombre del
animal, y la segunda en que la sociabilidad es indispensable para alcanzar los
fines de la vida huma, fines que al nacer de los pueblos emprenden fatigosa
marcha a través de las edades, por alcanzar un puesto preferente en el gran
concierto de la sociabilidad humana, fines que se van adquiriendo.

La política criminal y la nueva prevención.

Para decir que la finalidad de la política criminal univoca, debemos hacer una
puntualización: Hasta un pasado no muy lejano, aquella se entendió de manera
constante como la finalidad de controlar la criminalidad, es decir, el número de
infracciones delictivas.
A partir del desarrollo de estudios victimologicos, y en particular por la
preocupación acerca de las necesidades de la víctima, de su ámbito social, y de la
propia sociedad, el campo de acción de la política criminal se extiende también
hacia el control de las consecuencias del crimen, además de su prevención. Es
decir, las actuales prevén, sobre todo, el uso de instrumentos no penales, en
particular conciliatorios (la mediación en sus diversas formas) y restitutivos.

El instrumental no penal de los medios utilizables para controlar las infracciones


delictivas y sus consecuencias resulta teóricamente indeterminado; por otra parte,
en la práctica corriente de las políticas criminales se produce una selección del
número de variables examinadas en la construcción de modelos operativos de
control. La riqueza y la variabilidad del instrumental dependen de la posición
teórica adecuada.

En los niveles más bajos de la escala encontramos los modelos de la criminología


administrativa de impronta etiología, aplicable solamente al control de la
criminalidad. En niveles superiores encontramos los niveles de la criminología
etiológica, que se extienden al control de consecuencias, los niveles se elevan
con los modelos de la criminología critica en que esta recoge el paradigma del
etiquetamiento o de la reacción social, lo mejora, lo torna adecuado a la aplicación
práctica, mientras que al mismo tiempo, la finalidad del control se extiende hacia
las consecuencias. La política criminal no solo es un concepto complejo, es
también un concepto problemático.

En sus niveles más altos de elaboración, la política criminal en cuanto al género es


como un universo, entre más complejo de la especie “política penal”. También
entre otras razones, es la concepción de la seguridad ciudadana, que atribuye a la
política criminal por primera vez, una dimensión local participativa,
multidisciplinaria, pluriagencial, y que representa quizás un resultado histórico del
actual movimiento de la nueva prevención.

La orientación de la política criminal hacia la política de seguridad o hacia la


política social, visualiza un criterio selectivo que condiciona y sofoca al concepto
de política social, y sobre todo porque es una visión correcta que corresponde a
una concepción integral de la protección de la seguridad de los derechos de un
estado social.
El sistema penal actúa contra las personas y no sobre las situaciones; además,
considera que los individuos a través del principio de culpa, que es un criterio de
garantía y de autolimitación del sistema como variables independientes y no como
dependientes de las situaciones. También actúa de manera reactiva y no de
manera preventiva; en otras palabras, interviene cuando las consecuencias de las
infracciones ya se han producido, y no para evitarlas. Procede como la venganza,
simbólicamente hablando, ya que no puede olvidar la ofensa una vez que esta se
ha consumado.

El sistema penal protege, más que a las victimas reales y potenciales, a la validez
de las normas. Todas estas características definen al sistema de justicia criminal
como un sistema de respuesta simbólica, lo que significa que la respuesta
simbólica deba desvalorizarse como una respuesta sin influencia.

Ahora bien piénsese en los aspectos más avanzados de la nueva prevención las
políticas integradas que se están experimentando en proyectos comunes
regionales de seguridad urbana, que pueden ofrecer una respuesta novedosa a la
cuestión criminal; una respuesta que no solo produzca una política multiagencial,
alternativa a la política criminal misma. De esta forma, es posible restituirá la
propuesta punitiva el espacio residual, el papel fragmentario que le pertenece, de
acuerdo con los principios constitucionales del estado democrático de derecho, sin
descuidar la tutela de alguna de las necesidades reales de los ciudadanos.

En el mejor de los casos, podríamos apelar también los recursos institucionales


escogidos por los actores, y a las partidas que señalan lo relativo al presupuesto
público para enfrentar a la delincuencia.

LA COMPRENSIÓN DE LA POLÍTICA CRIMINOLÓGICA INTEGRAL.

La política criminológica integral es un tema de estudio realmente complejo, la


población en las ciudades más grandes del mundo, piden tener mejor seguridad
pública que incluso mejores ingresos. Es por eso que luchar contra ese factor de
evolución del derecho penal, ha costado demasiado tiempo, trabajo, esfuerzo, sin
que se tienda a llegar a políticas objetivas.
Con esta aseveración, podemos suponer que no es necesario eliminar un derecho
penal, sino que necesitamos un mejor derecho penal. Esto no será factible
lograrse, si no se tienen una estructura organizada, integral. Dice Giovanni
Falcone que “la criminalidad organizada no puede ser combatida de un modo
desorganizado”.

El estado democrático no puede practicar políticas de carácter preventivo o


represivo, en tanto no considere las necesidades de orden social, económico,, e
inclusive, cultural. Abordar un combate al fenómeno delictivo, exige de las
administraciones publicas un enfoque preventivo global, que debía comenzar por
un esfuerzo de prevención en los terrenos ya señalados, pero también debe
integrar las diferentes formas de intervención disuasivas de los servicios policiales.
Entendemos la prevención en su sentido más amplio y genérico, como las que ha
de englobar las diferentes intervenciones dirigidas a evitar conductas delictivas y a
reducir el sentimiento de inseguridad.

La política criminológica en su estructuración, debe responder a la especialización


de los activos de las distintas disciplinas que se vinculan a la prevención y
combate de la delincuencia, con la finalidad de observar y abordar el fenómeno
delictivo desde las ópticas diversas en las que la propia humanidad se ha
desarrollado y ha desarrollado ella misma.

Las necesidades materiales de las sociedades posmodernas han impulsado la


invención de múltiples instrumentos que han satisfecho esas necesidades
materiales, en el ámbito político, en el ámbito , en el ámbito económico, en el
ámbito de salud pública, entre otros, y esa realidad evolutiva también ha prohijado
nuevos comportamientos y elementos a la actividad delincuencial, por lo que para
poder abordar el combate y prevención contra la delincuencia, resulta sustantivo
mirar el fenómeno delictivo de modo integral.

El sistema penal no supone solo un conjunto de instituciones, normas y agentes,


sino también una pluralidad de estrategias de actuación que deben ser ubicadas
`para su mejor comprensión, en un marco teórico e histórico. Dentro de las
estrategias se pueden observar, a su vez una diversidad de formas de entender el
fenómeno criminal, la llamada desviación, la censura y el control que se ejercen
sobre estos comportamientos. Una de las maneras de acceder a este conjunto de
perspectivas sobre cuestión criminal, consiste en analizar el pensamiento
criminológico y las teorías elaboradas por este tipo de reflexión.
A partir de esa concepción integral del fenómeno criminal, resulta sustantivo
contar con alternativas político criminológicas que satisfagan a través del
otorgamiento de múltiples acciones, las exigencias que impone el fenómeno
criminal en la actualidad.

Es verdad que el delito es un hecho común al hombre y que no hay comunidad


que haya logrado extinguirlo, pero el desafío que nos impone la hora actual es
como llevarlo a niveles tolerables. Pero para ello, no debemos perder la cabeza.
Porque hay sectores que aplauden la justicia por mano propia, otros justifican la
venganza privada y hasta hay quienes propician denegar sistemáticamente las
excarcelaciones para evitar aquello tan ligeramente repetitivo como equivoco, que
los delincuentes no entren por una puerta y salgan por la otra.
La inseguridad que padece el hombre de hoy se manifiesta como una cuestión de
hondo dramatismo en pugna con los principios que debe salvaguardar la
democracia. Ello ocurre porque la democracia no significa solo elecciones libres y
renovación periódica de autoridades.

El sistema debe permitir también el perfeccionamiento material y espiritual del


hombre a través del ejercicio de determinados derechos y libertades
expresamente reconocidos por nuestra constitución y por los tratados en materia
de derechos humanos.

No puede haber ciudadanía plena ni convivencia civilizada sin seguridad porque


justamente uno de los fines del estado es hacer realidad la paz social. A partir de
los derechos del hombre y del ciudadano, todas las constituciones establecieron la
obligación del estado a garantizar la vigencia de determinados derechos: derecho
a vivir en libertad, a la integridad física, la libertad y a la propiedad.

Y cuando se transgreden esos derechos se esta desconociendo el derecho


primario a la seguridad o a una convivencia en paz. La realidad nos muestra más
delitos, nuevas formas de comisión, inusitada virulencia en su ejecución, un
descenso en la edad del victimario y nuevas modalidades, como los secuestros
extorsivos, a veces extensos aberrantes, con macabras pruebas de vida que han
llegado a la mutilación del cuerpo de la víctima.
Y a esta realidad, no podemos enfrentarnos fraccionados como sociedad; se nos
advierten, pues, los modelos alternativos político criminológicos integrales.

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