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QUEHACER EDUCATIVO
Mg. Arnaldo Lizana Padilla
Educador - Capacitador - Tutor Virtual -
Líder Pedagógico - Coach Educativo- Escritor.
Allí están ellos. Ellos. ¡Alto, conca madre! ¡Abajo! ¡Abajo! – Tú, apaga el carro.
les escapara, de ahí, de la parte íntima salía cien, trescientos, quinientos soles.
A los varones ya les habían desvalijado todo. Ni la hermana María se salvó.
¡Viene otro, otro! Previno, Coca Cola, el lugarteniente de la banda. Era él. Sí,
él, el que nunca dejó de hablar, quería avanzar como si no hubiera encontrado
nada ni a nadie. Llegó sin hacer ruido, en su autito como lo llamaba él. Autito
que no necesitaba combustible, a veces lo llevaba a hombros. Lo encañonaron.
Fue al único al que golpearon. – De rodillas, desafiaba préstame un ratito para
enseñarles, no sean cobardes. – Repetía una y otra vez, atado con un cable.
¡Dame tu fierro! ¡Dame tu fierro! – Sólo son seis levantémonos, decía el recién
llegado. Se acercaron dos, uno era Cashpiro; le propinaron todo lo que le
hubieran dado a los demás. – Te conozco. Te conozco. Luego me van a
conocer, terminó amenazando el chofer del autito.
Pasaron las semanas, en Santa Lucía, lugar de donde eran los viajeros,
esporádicamente aún abordaban las remembranzas del atraco.
Llegó un domingo 07. Doce y treinta del medio día los coterráneos de Santa
Lucía deambulaban, como de costumbre, por la plaza, por las calles; en las
tiendas los productos se despachaban de mano en mano. Era un día caluroso,
el sol enviaba los mismos rayos que cayeron en el día de aquel asalto. El dueño
del autito, al que golpearon, se le veía caminar con rareza, parecía foráneo,
aún caminaba mordiéndose la ira de haber sido asaltado, golpeado,
- Efectivamente era él. No pudo como esconderlo, ya era tarde, era él: el
alias “Treinta y ocho”. De niño había perdido parte del dedo. – Estás loco, atinó
a decir, entrecortado, sudando, mirando el espacio para huir; como se te
ocurre pensar que… Cuando sintió el frio y el calibre del revolver a la altura de
Área comunicación.
Formador: Arnaldo Lizana Padilla
la sien. Sintió empozado en ese corto cañón toda la venganza de todos los
asaltados. Su cuerpo se resignaba a soportar la ejecución. Ni siquiera se
acordó de Dios. “Treinta y ocho” fue delatado por su dedo meñique. Estuvo en
el asaltado, formaba parte de la banda delictiva de “Cashpiro”.
- ¿Cuántos son?, ¿quiénes son? – Somos ocho y son de allá - fue su última
expresión de vida. Van a conocer quién es el vaquero. Y salió el certero
disparo que ni siquiera vaciló en esquivarse. Fue fulminante. Quédate
saboreando la bala del vaquero y esta arma es treinta y ocho por si acaso. Le
propinó dos disparos más.