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Jesús quiere hacer comprender que el Reino está presente y que crece ya desde ahora, y aunque su desarrollo se vea
obstaculizado por los que le son contrarios, es decir, por la acción de aquellos que están sometidos al maligno, su prodigioso
desarrollo acontece a partir de un comienzo insignificante, como la levadura insignificante que se le echa a una gran
cantidad de harina para hacer el pan de la vida. Esa levadura es Jesucristo y su enseñanza y también la Iglesia posterior,
mientras que la harina es el mundo que necesita de este fermento para poder transformarse.
Jesús nos quiere animar presentando el contraste entre la pequeñez del presente, el fracaso aparente y desánimo ante la
incredulidad, y la grandeza final del Reino, obra de Dios. En la pequeñez del presente está oculta la grandeza del futuro, y
todo ello por un milagro de Dios.
Por ello no hay que desanimarse. Hay que seguir evangelizando, hay que seguir defendiendo los valores y principios
cristianos, y a Cristo que ha muerto por la redención de todos, aunque nos parezca que vamos contra corriente y que
incluso se ríen de nosotros. Tenemos que tener esperanza y paciencia, creer en el poder transformador del mensaje de
Jesús. El Señor nos quiere como fermento y levadura en este mundo.
Sigamos el ejemplo de los primeros cristianos, que vencieron muchos obstáculos con su empeño y con su amor a Cristo, y
nos señalaron el camino. Su firmeza en la doctrina del Señor pudo más que la atmósfera materialista y hostil en la que
vivían. Inmersos en aquella sociedad, no se aislaron buscando su propia supervivencia. Ellos estaban plenamente
convencidos de ser levadura de Dios, y su acción acabó por transformar aquella sociedad, pasando de ser perseguidos por
su fe, a ser la religión oficial del Imperio Romano.
Ánimo, seamos nosotros levadura que día a día va transformando, poco a poco, a quienes viven con nosotros, a quienes
trabajan con nosotros, a quienes estudian con nosotros,.. Sin excentricidades, como fieles corrientes, podemos mostrar lo
que significa seguir de cerca a Cristo. Nos han de conocer como personas leales, sinceras, alegres, trabajadoras. Nos hemos
de comportar ejemplarmente en la vida familiar y social, cumpliendo con rectitud nuestros deberes y actuando
serenamente, como hijos de Dios. Nuestra vida, con sus flaquezas, debe ser una señal que los lleve a Cristo.
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