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LAS OBLIGACIONES
TOMO I
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Primera Parte
CONCEPTO Y NOCIONES FUNDAMENTALES
2. Pauta.
En esta primera parte pretendemos ubicar el derecho de las obligaciones en el ámbito
jurídico en general, y a grandes rasgos la evolución que él ha experimentado, a lo que
destinaremos un primer capítulo.
En un segundo capítulo fijaremos el concepto y definición de la obligación, sus
elementos constitutívos y características principales.
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Capítulo I
EL DERECHO DE LAS OBLIGACIONES Y SU EVOLUCIÓN
1 Existe una tendencia en el Derecho Moderno a la espiritualización del mismo; por ello, sin dejar de reconocer el carácter económico del
patrimonio, se destaca, como se ver á en el N.° 5 que la división de los derechos en p atrimoniales o económico y e xtrapatri moniales no e s tan
tajante corno lo señalaba la doctrina clásica, que hemos expuesto en sus lineamientos fundamentales En el mismo sentido, véase el N.° 26
sobre el posible contenido no económico de la obligación.
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2 Entre nosotros se discute si el beneficio de inventario produce patrimonios reservados, Véase nota 636 y nuestro Derecho Sucesorio,
versión de las clase s de don Manuel So marriva Undurrag a, 3, edición, Santiago 1981, Editorial Jurídica de Chile, pág. 388. N` 671,
Francisco Messineo, Manual de Derecho Civil, Comercial traducción de Santiago Melendo. EJEA. Buenos Aires, 1954, T. 11, pág . 261,
define el patrimonio como “un conjunto de relaciones, derechos y obligaciones (por consiguiente de elementos variables, activos, aun de
futura re alización, y p asivos), que tienen como titular a un determinado sujeto y que están vinculados entre sí.
3 En el parlamento se encuentra pendiente de aprobación una ley al respecto, pero no ha sido aún aprobada, por la urgencia de otras
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LAS OBLIGACIONES TOMO I
está unido a una persona, porque está afectado a ella: es el medio de su actividad En esta
doctrina no hay inconveniente alguno para que tina persona tenga más de un patrimonio.
Sin entrar a esta discusión que aún divide a la doctrina, lo que sí es evidente es que hoy
en día no puede ya aceptarse la noción de que una persona sólo puede tener un patrimonio
intraspasable e indivisible.
5. Derechos patrimoniales y extrapatrimoniales.
Tradicionalmente los derechos privados se clasifican en patrimoniales y
extrapatrimoniales; los primeros son directamente avaluables en dinero, tienen valor
pecuniario y forman parte del patrimonio de la persona, de acuerdo a lo antes expuesto.
Los derechos extrapatrimoniales miran a la persona como individuo (derechos de la
personalidad), o como miembro de una familia (derechos de familia), y no representan en sí
mismos un valor en dinero.
Sin embargo, tanto los derechos de la personalidad como de familia pueden producir
efectos pecuniarios; cuando los primeros son violados dan derecho a una indemnización en
dinero, lo que no impide considerar que siempre en ellos el aspecto principal es moral. En
todo caso es indudable que los derechos pecuniarios a que pueden dar origen, se incorporan
al patrimonio.
Entre los derechos de familia los hay algunos netamente económicos, como ocurre con
el derecho y su obligación correlativa de alimentos, el usufructo del padre o madre que
tiene la patria potestad sobre los bienes del hijo, etc. Por eso suele hacerse una distinción
entre derechos de familia patrimoniales y extrapatrimoniales; aquellos tienen traducción
pecuniaria, y los segundos un valor puramente de afección, como ocurre en los derechos y
obligaciones entre padres e hijos para el cuidado de éstos.
Con todo, los derechos de familia con efectos pecuniarios difieren fundamentalmente
de los propiamente patrimoniales, porque en general están sujetos a una reglamentación
imperativa y obligatoria por el legislador mientras que respecto de los últimos,
habitualmente éste solo da normas supletorias de la voluntad de las partes, quienes son
libres para crearlos ilimitadamente (N.° 97 y siguientes). Sin embargo, en el Derecho
Patrimonial la intervención actual del legislador limitando la soberanía de los sujetos para
la contratación, los ha acercado a los patrimoniales de familia y es así como hay muchas
convenciones sujetas hoy en día a una reglamentación de orden público análoga al Derecho
de Familia,
Por ello algunos autores consideran que todos los derechos y obligaciones tienen un
solo fin: permitir a la persona el desarrollo de sus actividades de todo orden, no sólo
económicas la distinción estribaría solamente en que algunos -los tradicionalmente
llamados patrimoniales- son única y directamente pecuniarios con neta primacía de lo
económico; en los otros, existe un valor moral, social o afectivo, pero también pueden
producir efectos económicos, como aquéllos generar consecuencias morales (N.° 26).
6. Derechos reales y personales.
Los derechos patrimoniales se clasifican, también tradicionalmente, en reales y
personales o de crédito, siendo estos últimos el objeto del presente estudio.
Esta clasificación atiende a la forma en que el ser humano aprovecha las cosas
materiales, de las cuales obtiene utilidad de dos maneras: directa la una, indirecta la otra.
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4 Véase Vodano vic, ob , cit., Vol. 1, N.° 1028, pág. 7,r8, y Messineo, ob , cit., T. I V, p ágs. 4 y siguientes, por vía meramente ejemplar .
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cosa, puede recaer en una cosa, en hacer algo o en una abstención (No 342). Además, en el
derecho real la cosa debe ser una especie o cuerpo cierto, mientras que en la obligación
puede determinarse en forma genérica (N.° 350)
Los derechos reales se encuentran enumerados y establecidos específicamente en la
ley, mientras que las partes son soberanas para crear entre ellas toda clase de vínculos
jurídicos, en virtud del principio de la autonomía de la voluntad (N.° 97). De ahí que sea
imposible enumerar todos los derechos personales.
Finalmente, y para no extendemos más, los derechos reales de garantía otorgan una
preferencia para el pago a su titular (prenda e hipoteca). Los derechos personales de
garantía no otorgan privilegio sino en los casos en que el legislador expresamente se los ha
concedido (N. 979 y sigtes.), etc.
No obstante las marcadas diferencias antes señaladas, existe un cierto campo de
confusión en que los derechos reales y personales se aproximan.
Por ejemplo, el arrendatario es un mero tenedor de la cosa arrendada; no tiene derecho
real sino uno personal contra el propietario arrendador sobre la cosa. Sin embargo, su
derecho se asemeja al del usufructuario que es real, máxime hoy en día en que el legislador
impone al arrendador la obligación de mantener al arrendatario en la propiedad más allá de
su propia voluntad; el arrendamiento toma así cada vez más caracteres de carga real.
Por otra parte, hay derechos reales como los citados de garantía, prenda e hipoteca, que
acceden a un crédito y se extinguen con él, y también casos en que una persona responde de
una obligación sólo en cuanto es dueña, poseedora o titular de otro derecho real en una cosa
y hasta el valor de ella, y no más allá, como ocurre con el tercer poseedor de una finca
hipotecada (N.° 306, 7.°).
8. Derecho personal y obligación.
La noción de obligación va estrechamente unida al concepto del derecho personal;
constituyen como las dos caras de tina misma moneda. Desde el punto de vista del
acreedor, éste tiene un crédito o derecho personal; el deudor tiene una obligación para con
su acreedor. Por ello muchos autores llaman obligación activa al primero y obligación
pasiva a la que en sentido estricto constituye la obligación.
Porque tradicionalmente se habla del derecho de las obligaciones para individualizar la
rama del Derecho Privado relativa a los derechos personales, usando así la palabra
obligación en un sentido extensivo que comprende toda la relación jurídica en su aspecto
activo y pasivo; aunque no sea científicamente correcto, está ya consagrado por el uso, de
manera que debe tenerse presente que el examen de las obligaciones constituye al mismo
tiempo el de los créditos.
9. El derecho de las obligaciones. Sus características.
El estudio de las obligaciones es una materia compleja y abstracta, como quedará de
manifiesto en el curso de esta obra.
Por el momento queremos destacar las siguientes características importantes que
presenta:
1.° La ya señalada de su alta perfección técnica, en que como en pocas manifestaciones
jurídicas se ha llegado a una tan acabada elaboración de una teoría general de la institución,
haciendo abstracción de los casos particulares; el derecho de las obligaciones se expresa en
fórmulas escuetas de amplia generalización. Así se verá en este estudio;
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General Privado, al cual retoman una vez que alcanzan también su propia estabilidad. De
normas de excepción pasan a incorporarse a la teoría general (N.° 15, N.° 2).
La evolución que ha experimentado el derecho de las obligaciones la estudiaremos
dividida en los siguientes aspectos:
1.° La obligación en Roma;
2.° Influencia de los canonistas;
3.° Influencia de las ideas liberales del siglo pasado, y
4.° Tendencias actuales en el Derecho de las Obligaciones,
12. A. La obligación en el Derecho Romano.
Se cree que en Roma, como en otras civilizaciones, el concepto de obligación nació en
las sociedades primitivas como consecuencia de la eliminación de la venganza privada y su
reemplazo por tina composición económica, esto es, como un derivado de los hechos
¡lícitos. Se celebraba entonces un acuerdo entre ofensor y ofendido impregnado de
formalismo y religiosidad, en que el primero pasaba a tener la categoría de obligado a la
reparación.
El desarrollo económico de los pueblos y su mayor cultura fueron ampliando cada vez
más el número de los negocios jurídicos, pero en el primitivo Derecho Romano el concepto
de obligación estuvo dominado por el origen de ésta; la obligación nacía de un acto formal,
de carácter religioso y marcado de subjetivismo.
En virtud de semejante pacto, el deudor quedaba atado en su persona al acreedor, quien
incluso adquiría derechos en la persona física de aquél (manus injectio). Un último rastro
de semejante concepción se mantuvo hasta hace muy poco tiempo: la prisión por deudas
(N.° 580).
La obligación evolucionó en el Derecho Romano, pero nunca logró desprenderse
integralmente de su marcado subjetivismo y formalismo. La definición más clásica de los
juristas romanos de la obligación la concibe como un vínculo jurídico que nos fuerza a una
prestación para con el acreedor.
Como puede apreciarse, destacaron el aspecto pasivo de la obligación y no el elemento
activo que ella contiene: el del crédito correlativo. No pudieron, como es lógico, prever el
desarrollo que el mercantilismo y capitalismo darían a los valores mobiliarios (No 14).
La tradición romana fue recogida por los glosadores medievales, y adicionada con la
influencia canónica y de los precursores del Derecho Moderno francés, principalmente
Pothier y Domat, se refundió en el Código francés, irradiándose por todo Occidente con la
difusión alcanzada por este Código.
13. B. Influencia de los canonistas.
El Derecho Canónico se caracteriza por su afán de moralizar las relaciones jurídicas; su
influencia en este aspecto, detenida en la era liberal, ha marcado también la tendencia
actual en el Derecho de las Obligaciones, según se verá en el No 15.
Sus intentos medievales por cambiar este Derecho no fueron acogidos por los juristas
de la época, respetuosos como queda dicho de la tradición romana, pero influyeron en
cambio en los mencionados precursores del Derecho francés y a través de ellos en este
Código.
La aportación que más merece destacarse es doble:
1.° Desarrollo de la responsabilidad extracontractual.
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5 Suele señalarse como un perfeccionamiento más en la materia que el Código francés, ab andonando la tendencia roman a, per mitió que el
solo contrato fuera suficiente para dar nacimiento a derechos reales. Los romano s en cambio exigían la concurrencia del título de la
adquisición, contrato, y la de un modo de adquirir el dominio u otro derecho real. Sin embargo tal modificación no ha sido de aceptación
universal, y nue stra legislación tan inspirada en la francesa en otros aspect os, corno muchas otr as, incluso contempor áneas, mantiene la
concepción romana etc] título y modo de adquirir. Se exceptúan aquellos contratos reales que tran sfieren el dominio, pues en ellos la tradición
es requisito de su for mación ( N° 84).
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6 La separ ación que hacen legislaciones como la nuestr a del Derecho Civil y Comercial no tiene justificación alguna si no existen
tribunales especiales de Comercio: por otr a p arte, la actividad económica es una sol a y tiende en el mundo h acia la uniformidad de la gran
empresa, no justificándose un distinto tratamiento según si sean civiles o comer ciales sino según su actividad y volumen
Por ello consideramos que aquello que es co mún p ara todo el Derecho Privado debe refundirse en una sola legislación, corno es lo
relacionado con los efectos de comercio, sociedades etc., manteniendo las naturales diferencias según la actividad o incluso legislaciones
especiales, como ocurre universalmente y también en nuestro país, con reglamentaciones diferenciadas para la construcción, agricultura,
minería industria, etc. Estas legislaciones especiales, en las cuales se manifiesta mis fuerte el intervencionismo estatal, se mantendrán al margen
del Código común mientras se estabilizan en l a teoría gener al de la Emp resa.
En nuestro p aís la tendencia a unificar el derecho civil y co mercial se manifiesta en materia de sociedades, en que es común la legislación
para algunos tipos de ellas, como son las más frecuentes hoy en día: anóni mas y de responsabilidad limitada, letras de cambio, cheques,
quiebras, etc.
Sobre la noción de la E mpresa, véase not a 90.
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sin fórmulas sacramentales, pero que defienda los intereses de las partes, facilite la prueba y
la publicidad de los actos y contratos a fin de proteger a los terceros (N.° 67).
16. III. Universalismo del derecho de las obligaciones.
Si con ligeras variantes se mantiene incólume la concepción romana del derecho de las
obligaciones y la evolución posterior es más o menos semejante en el mundo entero, las
obligaciones, a diferencia de otras instituciones, presentan un carácter universal, y de ahí
que se haya pensado en una unificación internacional de la legislación en esta parte.
Semejante tentativa choca en otras materias como filiación, matrimonio, sucesiones,
etc., con las distintas tradiciones, costumbres y concepciones de los pueblos; en cambio,
como la economía mundial es cada vez más solidaria y relacionada, las instituciones
jurídicas que la gobiernan, por la necesidad misma del cambio, y la ya señalada razón del
igual origen y parecida evolución, tienden a uniformarse para así cumplir mejor su labor de
herramienta del desarrollo conjunto de las naciones; las actuales tentativas de agrupar a
éstas o grupos de ellas bajo sistemas de Zona de Libre Comercio y Mercado Común, hacen
más imperiosa aun la necesidad de contar con legislaciones unificadas.
Sin embargo, salvo algunos intentos en este sentido, como el Proyecto de Código de las
Obligaciones y Contratos de 1927, común a Francia e Italia; el Proyecto de 1937 del
Instituto Americano de Derecho y Legislación Comparado, etc., no se ha llegado a nada
concreto. No obstante, parece evidente que las exigencias económicas se impondrán
finalmente, unificándose la legislación mundial en este aspecto.
17. El derecho de las obligaciones en el Código Civil chileno.
Nuestro Código pertenece a la familia de los que reconocen su inspiración en el de
Napoleón, y don Andrés Bello dejó constancia precisamente en el Mensaje con que el
Código fue enviado al Congreso, de que en la materia que nos preocupa es mayormente
tributario de su modelo más habitual.
Como quedó dicho ya, destinó a las obligaciones” y “los contratos”, su Libro IV,
dividido en 42 títulos Arts. 1.437 a 2.524.
Se inspira en los mismos principios del Código francés, comunes por lo demás a todas
las legislaciones del siglo pasado, y en su vigencia más que centenaria es la parte que
menos modificaciones ha sufrido: las más importantes se refieren al pago por consignación
(N.° 628) y al acortamiento de todos los plazos de prescripción (N.° 1.234).7
Sin duda se encuentra atrasado con respecto a las actuales tendencias, pero ello se ha
obviado en parte con una reglamentación en leyes especiales de algunas materias: desde
luego, todo lo relativo al contrato de trabajo ha pasado a regirse por el Código respectivo y
sus leyes anexas, y en materia de arriendos, si bien el Código no ha sido prácticamente
tocado, una frondosa legislación marginal ha restado mucha aplicación y vigencia a sus
normas.
El Código ha sido objeto de críticas en esta parte, no obstante que por ser sabidos a la
fecha corrigió algunos de los defectos de su modelo francés, pero por razones obvias no
estableció una teoría general de la obligación, cualquiera que sea su fuente, sino que más
bien reglamentó las contractuales; en todo el Libro IV se nota esta asimilación, como que
se tratan confundidos los efectos del contrato con los de la obligación (N.° 95); incluyó,
7 Véase al respecto, Manuel Somarriva Undu rrag a, E volución del Código Civil Chileno, Santiago, 1955. Editorial Nasci mento, págs . 493 y
sigtes.
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Capítulo II
CONCEPTO, ELEMENTOS Y CARACTERÍSTICAS DE LA OBLIGACIÓN
18. Definición.
Etimológicamente, la palabra obligación deriva del latín “ob-ligare'. 'ob-ligatus”, cuya
idea central es atadura, ligadura, y refleja exactamente la situación del deudor en el derecho
primitivo
Tanto en el derecho como en el uso corriente la palabra obligación tiene diversos
significados, diferentes del que técnicamente corresponde en la rama que estudiamos.
Así, corrientemente se habla de obligación cuando una persona se encuentra en la
necesidad de actuar en determinada forma por razones de convivencia social u otro motivo.
Siempre la obligación encierra la misma idea, pero va estrechando su significación hasta
llegar al concepto preciso y jurídico, pasando antes por la moral, el derecho no patrimonial,
hasta llegar al que nos interesa, según las distinciones que señalaremos en el número
siguiente.
Desde otro aspecto, se habla de obligación para referirse a los documentos o
instrumentos que dan cuenta de una deuda, especialmente que asumen en ciertos casos las
sociedades anónimas.
Son numerosas las definiciones que se han dado de la obligación: algunas de ellas
destacan, como lo hacían los romanos, su aspecto pasivo, usando la palabra en su
significado más estricto; otras, en cambio, comprenden también su aspecto activo, dando un
sentido más amplio a la institución.
La definición más corriente entre nosotros es la que considera la obligación como un
vínculo jurídico entre personas determinadas, en virtud del cual una de ellas se coloca en la
necesidad de efectuar a la otra una prestación que puede consistir en dar una cosa, hacer o
no hacer algo.
19. Deber moral, deber de conducta, deber jurídico y obligación.
Para precisar el concepto de obligación es conveniente diferenciarla de otras normas de
conducta que también imponen a una persona la necesidad de una determinada actuación o
abstención.
Ya dijimos que suele hablarse de obligaciones morales, aunque más propio resulta
hablar de deberes morales o éticos, que se diferencian fundamentalmente de los jurídicos, y
por ende de las obligaciones. En que no son amparados coactivamente por el legislador, y
en que no requieren una determinación en los sujetos de los mismos que es una
característica en las obligaciones propiamente tales. Salvo contadas excepciones.
Aunque existe bastante confusión entre los autores para precisar la obligación en el
sentido que corresponde a esta obra, creemos que debe distinguirse el deber jurídico de la
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obligación, siendo el primero el género y la segunda una especie. 8 El deber jurídico es una
norma de conducta impuesta coactivamente por el legislador, en el sentido de que se
sanciona su inobservancia. Dentro de los deberes jurídicos podríamos distinguir
primordialmente tres categorías: los deberes generales de conducta, los deberes específicos
de conducta, y las obligaciones en su sentido técnico estricto.
Es deber general de conducta actuar conforme a derecho, cumpliendo sus
prescripciones imperativas, y absteniéndose de lo prohibido. De tal se califica justamente lo
que impropiamente se ha querido designar como obligación en los derechos reales (N.° 6),
y que consiste en el deber de respetar el derecho del titular; su infracción ,se traduce en la
indemnización de los perjuicios. Igualmente, es deber general de conducta abstenerse de
cometer actos ilícitos, so pena de indemnizar los daños ocasionados (N.° 209), o de ser
sancionado penalmente si se cae en alguna de las figuras castigadas criminalmente, Este
deber general de conducta puede reducirse a que hay que actuar conforme lo prescribe el
ordenamiento jurídico, estando sancionada cualquiera infracción al mismo (N.° 210).
Fuera de este deber general, el legislador establece también deberes específicos que él
mismo suele calificar de obligaciones, aunque no lo son técnicamente; por ello creemos que
es preferible conservarles la designación de deberes específicos, a falta de otra
denominación mejor. Tales son la mayor parte de los deberes de familia que rigen las
relaciones no pecuniarias entre padres e hijos. Cónyuges entre sí, etc. Se diferencian
fundamentalmente de las obligaciones propiamente tales, en que por el contenido moral y
afectivo que suponen, no son susceptibles ni de ejecución forzada ni de indemnización de
perjuicios en caso de infracción.9
20. Los elementos de la obligación.
De acuerdo a la definición expuesta en el N.° 18 y que corresponde con ligeras
variantes a las que normalmente se dan de la institución, en ella se reconocen
fundamentalmente tres elementos, sin cuya presencia no hay obligación:
1.° Los sujetos de la obligación: acreedor y deudor;
2.° Un elemento objetivo: la prestación, y
3.° Un vinculo jurídico.
Los analizaremos sucesivamente en los números siguientes.
21. 1. Los sujetos de la obligación.
El Art. 578, al definir el derecho personal o de crédito, señaló que sólo puede exigirse
de ciertas personas”, destacando el carácter personal de la obligación, que diferencia
precisamente el derecho personal del real.
Estas personas, que pueden ser naturales o jurídicas, deben ser como mínimo dos, pero
pueden ser más en las obligaciones con pluralidad de sujetos, en que concurren varios
acreedores, varios deudores, o son más de uno, tanto los primeros como los segundos. En
otros casos, junto al deudor principal, existe otro que debe asumir la deuda en caso de
incumplimiento: es el fiador o deudor subsidiario.
8 En el idioma italiano hay dos términos muy se mejantes que efectúan perfectamente la distinción: “obbligo”, que es lo que nosotros
hemos llamado deber jurídico a falta de otro término mejor, y “obligaciones” que es la que he mos definido, Messineo, ob. cit. T. IV, nota a la
pág. 9.
9 Enneccerus Kipp y Wolff, Tr arado de Derecho Ci vil. Derecho de las Obligaciones, Traducción de Pérez y Alguer. B arcelona, 1933. T.
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10 María Montenegro Ortiz, El concepto de Obligación y su E volución. M. de P. Editor ¡al Universitaria S. A. 1953, pág, 11, N.° 12.
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11 María Montenegro, ob. cit., pág. 11, N.° 13. Luis Claro Solar , ob, cit. To mo X, N.° 10 p ág. 15, Leslie Tom asello Hart, El daño moral en
Hurtado El objeto en los actos Jurídicos, Editorial Jurídica de Chile, Santiago 1958 Y E ugenio Letelier Velasco El objeto ante la
Jurisprudencia, M. de P.. Santiago , 1941 .
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13 14 Sobre esta materia, véase Claro Solar, ob. cit., T . 10, pág. 8, N.° 8; To mas ello, ob cit., pág. 102, N. ° 21, y el Título III, págs . 315 y
sigtes. en que analiza detalladamente el Derecho Comp ar ado; Sergio Gatica Pacheco, Aspectos a¿, la indemnización de perjuicios por
Incumplimiento del contrato, M, de P. Editorial jurídica de Chile. Santiago 1959, N.° 108, pág . 147, y Marí a Montenegro, ob. cit., N.° 25 y
sigtes., págs. 15 a 20.
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interés del acreedor es meramente estético, pero la prestación tiene valor económico, ya que
el cuadro terminado lo tendrá, y en consecuencia, es posible si no la ejecución forzada, al
menos la indemnización de perjuicios.
Los demás Códigos normalmente no se pronuncian sobre el punto; así ocurre con el
francés y el nuestro, el alemán, etc., por lo que la doctrina ha podido sostener que no es
requisito indispensable de la obligación su carácter pecuniario. Volveremos a encontrar el
problema al tratar de la indemnización del daño moral en materia contractual (N.° 892).
27. C. La causa de la obligación.
No es la oportunidad para introducirse en el controvertido tema de la causa, 14 sino que
diremos breves palabras a modo de resumen.
De acuerdo al Art. 1.467, no puede haber obligación sin una causa real y lícita, pero no
es necesario expresarla, y la causa es el motivo que induce a celebrar el acto o contrato.
La expresión causa se usa en el Derecho en tres sentidos principales. Uno es el de
causa suficiente, que es la fuente generadora de la obligación (N.° 31): contrato,
cuasicontrato, ley, etc. En otro sentido. es el motivo que induce a una persona a otorgar un
acto o contrato, en que más bien se está refiriendo a la causa del acto o contrato mismo y no
de la obligación; es una causa psicológica que depende del contratante. Finalmente, existe
la llamada causa final que es la causa propiamente de la obligación: es la razón por la cual
el deudor contrae su obligación, y que es igual y pareja para todas las obligaciones de la
misma especie.
Concentrando el problema en las obligaciones contractuales, ya que en las demás no
puede haber más causa que la propia ley que las establece o el hecho que las origina, la
doctrina clásica de Domat distingue tres clases de obligaciones:
1.° Las derivadas de los contratos bilaterales (N.° 58), en que la cansa de la obligación
de una de las partes es la que asume la contraparte; así en la compraventa, el vendedor se
obliga a entregar la cosa, porque a su vez el comprador se compromete a pagar el precio;
2.° En los contratos reales, que son aquellos que se perfeccionan por la entrega de la
cosa (N.° 69), la obligación que contrae el que recibe la cosa, único obligado, es causada
precisamente por la entrega que ha recibido, y
3.° Finalmente, en los contratos gratuitos, la causa de la obligación es el mero espíritu
de liberalidad (Art. 1.467, parte final del inc. 1.°).
No obstante las dudas y críticas en torno a la doctrina de la causa, ella aún conserva
importancia:
1.° Porque realmente en los contratos bilaterales hay una íntima relación, una
interdependencia de las obligaciones de las partes (N.° 60);
2º Porque en su concurrencia o no, se funda una clasificación de las obligaciones en
causadas y abstractas (N.° 309) o formales, y
3.° Porque la causa del contrato, o sea, el motivo psicológico que induce a una persona
a otorgar un contrato, ha sido utilizada por los autores y jurisprudencia, franceses
principalmente, para moralizar las, relaciones jurídicas (N.° 251).
14 Véase Claro Solar, ob. cit., T. 11, págs . 799 y siguientes; Vodano vic, ob. cit. Vol. 1, p ágs. 470 y siguientes; Avelino León Hurtado, La
causa. Editorial jurídica de Chile. Santiago, 1961; Henri C apitant, De la cause des oblígations, París 1924.
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T, IV, p ágs 11 y 12; María Montenegro, ob. cit., N.° 34, pág 22; P achioni, Dere cho Civil Italiano, Derecho de las Padua, 1941. Vol. 1, pág. 40.
16 Así, por ejemplo, en el aspecto del débito y responsabilidad, ciertos autores sostienen que el deudor no estaría obligado a efectuar la
prestación, sino que a un comportamiento negativo: tolerar la agresión del acreedor a su patrimonio: en consecuencia, la obligación se
traduciría exclusivamente en la ejecución forzada del derecho del acreedor, derecho o pretensión que no seria de orden material sino procesal.
Otras doctrinas Suelen incurrir en el mismo error de realzar exager adamente algunos aspectos o situaciones que suelen producirse en las
obligaciones, para darles el carácter esencial de la misma En definitiva, todas ellas han servido para un análisis más preciso y exacto de tales
circunstancias.
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sean sólo aspectos de la misma relación: ella crea al deudor la necesidad de cumplir, y la
inmensa mayoría de las obligaciones contraídas se cumplen normalmente; sólo en el
incumplimiento adquiere relevancia la responsabilidad que ha existido siempre, y será
también un factor que empuje al deudor a cumplir, a fin de evitar justamente la coacción.
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