Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El olfato nos aporta distintas funciones, como son la de poder percibir alimentos en mal
estado, su calidad nutritiva, reconocer la humedad y el humo en nuestro medio
ambiente, reconocer un territorio, el hecho de poder recordar a personas, momentos o
lugares y hasta nos ayuda, sin saberlo, a elegir a nuestra pareja.
El sistema de turbulencias que produce el aire dentro de las fosas nasales, es capaz de
calentarlo y humedecerlo, elevando las partículas odoríferas a la zona olfativa. Para este
fin, es necesario que las fosas nasales posean una anatomía en buen estado y una
humedad de la mucosa en buenas condiciones. Las partículas olorosas tienen que llegar
al techo de las fosas nasales y tienen que ser solubles en agua para poder integrarse en el
moco transparente que envuelve nuestra nariz. Los alimentos y bebidas frias huelen
mucho menos por su menor capacidad de evaporación.
El sentido del olfato es de importancia crítica para los seres vivos, ya que permite
reconocer la materia sin entrar en contacto directo con ella, e incluso sin tener idea de
que está allí. Al ser un sentido pasivo, que requiere poca concentración, es una fuente de
información continua respecto del entorno, revelando la presencia de humo u olores
extraños que puedan alertar sobre una amenaza. Además, el olfato permite identificar
entornos familiares (justo por eso los animales “marcan” con su olor) y advertir el
estado y la composición de la comida antes de ingerirla.
Las causas más frecuentes de pérdida de olfato son las rinosinusitis, especialmente
causadas por virus, las formaciones polipoideas en el interior de la nariz, la desviación
del tabique nasal, la hipertrofia de los cornetes nasales, la sequedad de la mucosa nasal,
las inhalaciones químicas de carácter tóxico, los medicamentos, la degeneración
cerebral e incluso las causas genéticas.
Receptores Olfativos
El sistema olfativo se encarga de detectar los odorantes y convertirlos en señales que
nuestro cerebro interpreta como olores. Aunque el sentido del olfato es uno de los más
antiguos, la capacidad de detectar moléculas olorosas ha evolucionado muy lentamente
durante millones de años.
El descubrimiento de los receptores olfativos se produjo hace casi 20 años, en 1991. Sin
embargo, desde entonces se ha avanzado poco en la identificación de estos genes.
Los ORs son una familia de receptores acoplados a proteínas G que detectan los
odorantes e inician la cascada de transducción de señales en el cerebro. Los OR se
expresan en los cilios de las neuronas sensoriales olfativas situadas en la cavidad nasal y
se unen a la membrana que se encuentran en la superficie de las neuronas sensoriales
olfativas (OSN). Las OSN son neuronas especializadas que se encuentran en la mucosa
olfativa, que recubre el tracto respiratorio superior.
Cada receptor está codificado por un gen, que produce un único receptor funcional (una
proteína) compuesta por 7 dominios transmembrana. Los receptores se dividen en dos
grupos basados en la homología de la secuencia:
Clase I: tienen siete dominios transmembrana y son los responsables de detectar los
olores volátiles.
Clase II: contienen ocho o más dominios transmembrana. Se cree que estos receptores
están implicados en la detección de odorantes no volátiles.
Cuidados del sentido del olfato
El sentido del olfato nos permite percibir aromas para después procesarlos en el cerebro.
Gracias a esto, los olores se pueden almacenar como recuerdos y relacionarse con
lugares, objetos, persona e incluso situaciones. Existen distintos padecimientos que
pueden causar alteraciones en el sentido del olfato. La mayoría de las
disfunciones se caracterizan por percibir malos olores u olores distorsionados.