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México colonial:
la formación de un saber nobiliario (1571–1700)
Abstract. – The following article deals with the notion of limpieza de sangre (purity of
blood) as conceived and put into practice in colonial Mexico. It explains how this form
of discrimination, which developed in fifteenth century Spain, arrived in Mexico through
the activity of the Inquisition and how its usage there differed from that in the mother
country. Limpieza de sangre, on one hand, gave the Mexican nobility an ideological ba-
sis in order to justify its being on the top of the social scale and also a concrete tool to
control the extension of its privileges to new members. It provided the élite with a fun-
damental element in the construction of its own tradition, on which then a specific strat-
egy of behaviour was based upon. Thus, limpieza de sangre contributed strongly to the
formation of a local noble identity during the entire colonial period.
1
Albert A. Sicroff, Los estatutos de limpieza de sangre. Controversias entre los sig-
los XV y XVII (Madrid 1985).
2
Américo Castro, La realidad histórica de España (Madrid 1953).
3
Claudio Sánchez Albornoz, España. Un enigma histórico (Buenos Aires 1956).
4
Christian Büschges, “Nobleza y estructura estamental entre concepto y realidad
social. El caso de la Ciudad de Quito y su región (1765–1810)”: Jahrbuch für Ge-
schichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas 33 (Köln/Weimar/Wien
1996).
5
Aunque, según Maravall, ya no se pueda hablar de “obsesión”, prefiero seguir uti-
lizando esta palabra porque, como trato de demostrar más adelante por el caso mexica-
no, hablar de obsesión de la limpieza de sangre significa incluir las principales formas
de discriminaciones sociales. Véase al respecto José Antonio Maravall, Potere, onore,
élites nella Spagna del Secolo d’oro (Bolonia 1984), p. 62.
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DEFINICIONES
6
Ibidem, pp. 45–66.
7
Ibidem, p. 50.
220 Emiliano Frutta
una forma patológica de desviación, que se tenía que extirpar para que
todo el cuerpo social no fuera contagiado: esto explica el rigor para la
pureza de fe. Sin embargo, no se explica cómo la pureza de fe se junte,
como se juntó, con la limpieza de sangre, siendo, a fin de cuentas, ca-
tegorías diferentes, la primera religiosa y la segunda social. Admitir
que las dos sean la misma cosa, sería, desde una perspectiva lógica,
como afirmar que los príncipes alemanes que se convirtieron al lutera-
nismo perdieron, ipso facto, su nobleza o que la aristocracia turca estaba
formada por un grupo de asesinos infieles; lo que resultaría ridículo.
Por último, la limpieza de sangre tiene una incuestionable connota-
ción social: su precisa función era la de separar los puros de los impu-
ros, de crear una división (aunque no insuperable) entre los privilegia-
dos y los excluidos de este régimen de privilegios. No sólo: ningún
matrimonio, ninguna petición para un cargo público, ninguna reivin-
dicación de privilegios se hacían sin que antes no se hubiera mostrado
la pureza del sujeto en cuestión. La limpieza llegó a ser un requisito
formal para cualquier forma de movilidad social vertical y horizontal:
para una boda, para obtener un cargo, para pedir una merced, etc. La
limpieza condicionaba no sólo el destino de un individuo sino de toda
su familia y también de su descendencia y se hizo una marca, una
etiqueta, un salvoconducto para la ascensión social. Este carácter
social, instrumento de regulación de la movilidad, filtro a través del
cual se controlaba el acceso a los escalones más altos de la sociedad,
era un carácter muy fuerte como veremos, tanto en Nueva España
como en la madre patria. Pero al otro lado no menospreciamos la di-
mensión ideal de la limpieza de sangre. Nos parece restringido obser-
varla sólo desde un punto de vista estructural y considerarla, entonces,
como un obstáculo para la formación de una rica burguesía empresa-
rial; al mismo tiempo, sin embargo, parece limitado un análisis que
enfoca sólo en los aspectos ideales, en el origen religioso, en sus raíces
en la tradición nobiliaria española, es decir, un análisis que conciba la
limpieza de sangre sólo como un fenómeno cultural. En realidad, la
naturaleza social de la limpieza de sangre necesita tanto de la dimen-
sión material como de la dimensión ideal para que su función clasifi-
cadora sea la que los sujetos históricos (las aristocracias, los tribuna-
les, los escritores) la atribuyen. Esto implica que, de los tres ámbitos
de aplicación que individué, el tercero, es decir, el social, guarda en sí
los otros dos como si fueran sus facetas, de una manera funcional,
aunque no los elimina; porque, a pesar de las importantes distinciones,
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EL PAPEL DE LA INQUISICIÓN
8
Para una descripción más detallada del Santo Oficio véase Henry Kamen, L’in-
quisizione spagnola (Milan 1973) y Bartolomé Bennassar, Storia dell’inquisizione
spagnola (Milan 2000).
9
La misma meticulosidad encontramos, por ejemplo, en los interrogatorios de los
aspirantes a las órdenes militares.
10
Se trata de un “Machote para recibir información de la genealogía y calidad, lim-
pieza de sangre y costumbres de los aspirantes a servir al Santo Oficio”, sin fecha ni lu-
gar de edición, encontrado en el Centro de Estudios Históricos Condumex en Ciudad de
México, bajo una clasificación por palabras llaves.
222 Emiliano Frutta
11
Véanse las reproducciones más adelante.
12
Ibidem, f. 2, (cursivo mio); nótese como también en este documento limpieza de
sangre y pureza de fe se unen para formar una única fuente de discriminación.
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13
Véase por ejemplo: Comisión que dan los Inquisidores Apostólicos del Santo Ofi-
cio de la Inquisición, para interrogar a los testigos, para investigar la calidad y limpieza
de sangre del que tenian detenido. Machote para ser llenado con el nombre de la perso-
na que comisionavan y el del que tenian preso. Mexico: Archivo General de la Nación
de México (abreviado en adelante AGN) Inquisición, tomo II, f. 144.
14
Se avisa al Consejo del Santo Oficio del mal estado en que se encuentran las in-
formaciones y las memorias que ha recibido el visitador sobre la limpieza de sangre de
diversos funcionarios del Santo Oficio: AGN, Real Fisco de la Inquisición, tomo 36,
exp. 136, ff. 324–329.
15
Guillermo Fernández de Recas, Aspirantes americanos a cargos del Santo Oficio.
Sus genealogías ascendientes (Ciudad de México 1956); estos datos tienen un margen
de error del ± 3%, debido a las dificultades de reconocer el lugar de origen de algunos
candidatos entre los incluidos en el estudio de Fernández de Recas.
224 Emiliano Frutta
16
Ibidem, p. 7 (cursivo mio).
17
Véase Claudio Donati, L’idea di nobiltà in Italia, secoli XIV–XVIII (Roma-Bari
1988).
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pios de los reinos españoles solían tomar nota en libros adecuados, los
así llamados becerros, de los nombres de esos nobles e hidalgos que
allí vivían, con el fin de tener un registro de todos los que tuvieran
derecho a ocupar ciertos cargos públicos, que fueran exentos del pago
de los impuestos y que gozaran de otros privilegios, eso no sucedió en
cambio en Nueva España. Sabemos que los títulos y las informaciones
de nobleza, a petición del interesado, se registraban en los libros del
Cabildo: el primero, presentado por Diego Suáres de Peredo, se re-
monta a 1593;18 esta práctica fue seguida al menos hasta 1700, cuando
se decidió crear unos precisos Libros Nobiliarios, para conservar todas
las informaciones de nobleza, de limpieza de sangre, los Títulos de
Castilla, los escudos de armas etc. En fin, a lo largo de todo el siglo
XVII no tenemos noticia de la existencia de un padrón de nobleza:
ésto significa que durante todo este período, la aristocracia novohispa-
na carecía de un reconocimiento formal de su propio estatus por parte
de la corona. Una especie de handicap colectivo, que no debemos
menospreciar y cuyos efectos están todavía por medir. Se comprende
porque, entonces, sus miembros buscaban otra manera de obtener un
reconocimiento oficial que habría definitivamente asegurado el honor,
la pureza y la nobleza del linaje. Y es aquí donde intervino el tribunal
de la Inquisición y los procesos que celebraba: éste tenía un papel de
intermediario entre las normas discriminatorias ideadas en España y la
sociedad novohispana, y sobre todo desempeñaba una función de certi-
ficación, de garantía, de reconocimiento de la calidad de un individuo.
Dicho en otros términos, es gracias a la Inquisición y a sus normas
internas que la obsesión por la limpieza de sangre alcanzó a América
desde España, y es gracias a la Inquisición que los miembros del
escalón más alto de la pirámide social, tanto los nuevos “ricoshom-
bres” como la vieja aristocracia descendiente de los conquistadores,
obtuvo el primer reconocimiento oficial de su calidad. Esta doble fun-
ción, de intermediación y de certificación, podríamos decir, es lo que
hace de la posición del Santo Oficio en la Nueva España del siglo
XVII una posición central.
18
Para estos datos hemos utilizado el prólogo del índice del ramo “Titulos nobi-
liarios” del Archivo Histórico del Distrito Federal (ADF).
226 Emiliano Frutta
19
De hecho, el Santo Oficio no tenía ningún poder sobre los indígenas; véase So-
lange Alberro, Inquisición y Sociedad en México, 1571–1700 (Ciudad de México 1988).
20
Nathan Wachtel, “Una América subterránea. Redes y religiosidades marranas”:
Marcello Carmagnani/Alicia Hernández Chávez/Ruggiero Romano (eds.), Para una his-
toria de América II. Los nudos (1) (Ciudad de México 1999), p. 21.
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21
Jonathan I. Israel, Razas, clases sociales y vida política en el México colonial,
1610–1670 (Ciudad de México 1997), p. 130 y siguientes; véase también Solange Al-
berro, “El Santo Oficio de la Inquisición en la América colonial”: Carmagnani/Hernán-
dez Chávez/Romano (eds.), Para una historia de América (nota 20), p. 279.
22
Muy reveladoras de las concepciones populares entorno a la limpieza de sangre
pueden ser las famosas palabras del Quijote (parte prima, cap. XXI): “SANCHO PANZA:
Sea por Dios, que yo cristiano viejo soy, y para ser conde esto me basta. DON QUIJOTE:
Y aún te sobra.”
23
Fernand Braudel, Civiltà ed imperi del Mediterraneo nell’età di Filippo II, tomo
II (Turín 1976), p. 748.
228 Emiliano Frutta
24
Alberto Filippi afirma que “[…] la limpieza de sangre […] mantendrá a indios,
negros y mestizos separados y discriminados en los diferentes ámbitos de la jerarquía co-
lonial”; no podemos compartir esta consideración, tal vez un poco somera. Si quisiéra-
mos verdaderamente saber si la limpieza de sangre produjo sus efectos nocivos contra
indios, negros y mulatos, tendríamos que dirigir nuestra atención allí donde el criterio de
la pureza se aplicaba, es decir, deberíamos mirar al funcionamiento del tribunal de la In-
quisición. El Santo Oficio, como sabemos, no tenía ninguna jurisdicción sobre los indí-
genas, y ya este dato sería suficiente para quitar estos últimos de la lista de las “víctimas”
de la limpieza; los negros, aunque bajo jurisdicción, difícilmente eran procesados (cuan-
do eran procesados) por prácticas judaizantes; y con aun mayor dificultad un negro po-
día aspirar a un cargo público. Con respecto a los mestizos el discurso es más complejo
y ambiguo: un mestizo podía esconder sus orígenes indígenas o su ascendencia españo-
la en relación a sus exigencias, como por ejemplo obtener un cargo o escapar a la Inqui-
sición; no se olvide, además, que la misma noción de mestizo no había sido todavía for-
mulada en el siglo XVII, mientras hoy se prefiere atribuirle un valor cultural más que
biológico; en este sentido, por ejemplo, don Martín Cortés (para citar el caso más fa-
moso de una lista seguramente más larga), hijo del conquistador Hernán y de la india
Malintzin, era un mestizo y sin embargo pudo mantener una posición social de alto per-
fil en términos de poder y riqueza. Véase Alberto Filippi, “Laberintos del etnocentrismo
jurídico-político. De la limpieza de sangre a la destrucción étnica”: Carmagnani/
Hernández Chávez/Romano (eds.), Para una historia de América (nota 20), p. 322 y
Solange Alberro, Inquisición y Sociedad en México (nota 19).
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25
Un obstáculo que, sin embargo, no era insuperable. Sabemos que un tal Pedro
Mexía de Ovando, autor de un tratado en cuatro libros intitulado La Ovandina, en el cual
se habla de la naturaleza y del origen de la nobleza política, fue uno de los mayores fal-
sificadores de genealogías y escudos de armas. El lograba encruzar las genealogías de
muchos nuevos “ricoshombres” americanos con los arboles de las más antiguas familias
españolas; sin embargo, su actividad provocó la ira de los que quedaron excluidos de sus
falsificaciones, los cuales informaron al Santo Oficio, que a su vez ordenó el secuestro
de todas las copias de las obras de Mexía. Véase Antonio Palau y Dulcet, Manual del li-
brero hispanoamericano, tomo IX (Barcelona 1923 ss.), p. 182.
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26
Gloria Artís Espriu, Familia, riqueza y poder. Un estudio genealógico de la oli-
garquía novohispana (Ciudad de México 1994), p. 68 (cursivo mio).
232 Emiliano Frutta
UN PROBLEMA ABIERTO
27
Entre ellos: David Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico
(1763–1810) (Ciudad de México 1975); Doris M. Ladd, La nobleza mexicana en la épo-
ca de la Independencia, 1780–1826 (Ciudad de México 1984); John E. Kicza, Em-
presarios coloniales. Familias y negocios en la Ciudad de México durante los Borbones
(Ciudad de México 1986); José F. De La Peña, Oligarquía y propiedad en Nueva España
(1550–1624) (Ciudad de México 1983); Verónica Zárate Toscano, Los nobles ante la
muerte en México. Actitudes, ceremonias y memoria. 1750–1850 (Tesis doctoral presen-
tada en El Colegio de México en 1996); María Vargas-Lobsinger, Formación y deca-
dencia de una fortuna. Los mayorazgos de San Miguel de Aguayo y de San Pedro de
Alamo, 1583–1823 (Ciudad de México 1992).
28
Véase Artís Espriu, Familia, riqueza y poder (nota 26).
29
Consideraciones muy útiles, aunque atañen a otros temas, las encontré en Jorge
Alberto Manrique, “Del barroco a la ilustración”: Historia general de México (Ciudad
de México 1998).
30
Véanse las observaciones que hace, respecto al estudio de Doris Ladd, Christian
Büschges (nota 4).
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31
Para estas consideraciones véase Maria Antonietta Visceglia, Identità sociali. La
nobiltà napoletana nella prima età moderna (Milan 1998).
234 Emiliano Frutta