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LA ESTANDARIZACION DEL QUECHUA:

ALGUNOS PROBLEMAS Y SUGERENCIAS *

W olfga n g W ólck (U
Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo

1. E s ta n d a riz a c ió n d e la le n g u a

1.1. Fundamentos

El querer estandarizar una lengua no escrita es, con frecuen­


cia, algo que se da por sentado y las razones para ello son rara vez
cuestionadas. No es del todo obvio, sin embargo, que la elaboración de
una norma estándar sea deseable para todas las lenguas.

* Este trabajo fue expuesto en T h e In te rn ation al Sym posium on L a n g u a g e S ta n d a rd i­


zation (H a m b u rg » 2-3 Febrero 1991) y publicado en U tta von Gleich y Ekkehard WollT
(editores), S tan d arization o f N a tio n a l L a n gu a ge s, Unesco Institute for Education, U I E
Reports 5, Ham hurgo 1991, pp.43-54. Ahora presentam os dicho trabajo en un a versión
castellana realizada por nosotros ¡N ota del editor!.

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W O LCK

El quechua ha sobrevivido al colonialismo, la represión y la do­


minación del castellano por casi medio milenio, aunque es evidente
que el creciente contacto y bilingüismo con la lengua colonial ha
reducido el monolingüismo quechua y, de este modo, ha acelerado los
cambios y pérdidas lingüísticas, según la fórmula cronológica:

Mqu -H> Bqu>ca •—» Bqu=ca —» Bca>qu —í> Mea

Es decir, el monolingüismo en quechua es, con frecuencia,


seguido por un bilingüismo en quechua y castellano donde el quechua
es la lengua que se domina mejor, seguido por un ambilingüismo donde
las dos lenguas son manejadas casi por igual, cambiando luego a un bi­
lingüismo donde el castellano cobra mayor dominio y, finalmente, a un
monolingüismo en español y al exterminio del quechua. El hecho que
este desarrollo se ha llevado a cabo en muchas comunidades e indivi­
duos, especialmente durante la segunda mitad de este siglo, acelerado
por (y en correlación con) la creciente urbanización, es claramente co­
rroborado por los datos lingüísticos de los censos del Perú (cf. Wólck
1990: 37ss. y von Gleich 1982: 27), presentados a continuación en la
forma de una sinopsis gráfica:

O TU □ BIL + TR O MQ A TQ XMC V TC
.................. Castellano ________ _Q uechua

Leyenda: TU = Total Urbana; BIL = Bilingüe; TR = Total Rural; MQ = Monolingüe Quechua;


TQ = Total Quechua-hablantes; MC = Monolingüe Castellano;
T C = Total de Castellano-hablantes

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La e s tan d ar iz ac ió n del q i ; kc iu ; a

Es de imaginar, con grandes probabilidades de certitud, que el


quechua ha sobrevivido bastante bien hasta hace poco debido a la es­
tabilidad funcional del bilingüismo peruano, reservando más bien
roles separados a las dos lenguas en útil y espontánea complementa­
tion para muchas situaciones comunicativas distintas. Los intentos de
reformas políticas durante el gobierno populista de Velasco en favor
del quechua (la Ley de Educación Bilingüe de 1972 y la efímera oficia­
lización del quechua en 1975) parecen haber elevado el estatus del
quechua lo suficiente como para detener su caída. Se advierte en el
gráfico que la curva para el monolingüismo quechua permaneció
estable en los años setenta, y que el bilingüismo y, en consecuencia,
todas las curvas concernientes al quechua sólo ascienden muy leve­
mente.

A pesar de estos poco efectivos gestos legislativos, el quechua


prácticamente se ha mantenido hasta ahora como un medio estable de
comunicación cotidiana oral cara-a-cara. Si esta lengua alguna vez
hubiera logrado la estandarización, es decir si se hubiera codificado y
normalizado en un medio escrito, entonces habría tenido que competir
en el mismo nivel funcional con el castellano, una lengua que sólo sigue
al inglés en su expansión a través del mundo y probablemente aun más
fuerte que el inglés en su creciente rol como lingua fra n ca en todo el
continente americano. De haberse sometido a esta prueba, es dudoso
que el quechua hubiera salido de ella más fuerte que antes.

Los argumentos en favor de la estandarización son mejor cono­


cidos, al menos los tres principales, necesitando repetirlos aquí sólo de
una manera suscinta: a) la estandarización eleva el estatus de una va­
riedad o un conjunto de variedades que de otro modo sólo habrían sido
habladas y se llega a una lengua “verdadera”, contribuyendo así a una
mejor identidad del grupo (minoritario); b) la estandarización es vir­
tualmente necesaria para la implementation de programas de educa­
ción (bilingüe) formal, utilizando la lengua no sólo como contenido sino
también como instrumento de instruction12’; c) la estandarización
parece ayudar a la sobrevivencia de la lengua, principalmente a través
de la preservación de un corpus de literatura, una vez que ésta ha sido
creada. Como contribución a un simposio sobre la estandarización de
la lengua, los siguientes comentarios considerarán de ahora en adelan­
te la creación de un estándar común para el quechua como su fin y su
deseabilidad como algo evidente en sí mismo.

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W üLC K

1.2. Algunas características de una lengua estándar

Antes de discutir algunos de los problemas de la estandariza­


ción del quechua, es útil recordar las características principales y los
criterios de una lengua estándar tal como aparecen en la literatura.
Nuestras fuentes son, en orden cronológico, Kloss (1952), Garvin y
Mathiot (1956-1960), Ferguson y Gumperz (1960), Ray (1963), Hau­
gen (1969), Kloss y McConnell (1978), Garvin (1989) y Ammon (1989).
Aun en el caso que usasen términos diferentes, todos estos colegas
parecen estar de acuerdo en las siguientes nociones básicas: Una
lengua estándar tiene que estar codificada y normalizada a fin de
desempeñar la función unificadora para su constitutiva comunidad de
habla. Esto incluye la selección de normas de referencia y la codifica­
ción de formas de la gramática y el diccionario. Uno de los requisitos
más difíciles de esta norma de referencia es el que ésta no sólo sea
estable sino también flexible de modo que se pueda acomodar y ajustar
a las nuevas necesidades y cambios (Garvin 1989: 18). A fin de
desempeñar las funciones de una moderna comunicación científica,
tecnológica, administrativa y educativa, una lengua estándar tiene
que estar intelectualizada. Términos casi sinónimos a la “intelectua-
lización” de Garvin (1989: 22), usados entre los autores citados arriba,
son su propio término anterior “urbanización” (1960), “moderniza­
ción” (Haugen 1969) y “culturalización” (cultivation ) (Kloss 1978;
Ammon 1989), el cual, como el de “urbanización”, se refiere especial­
mente a la elaboración de dominios léxicos y la propagación de
funciones hasta ahora mayormente rurales dentro de contextos más
urbanos. Esta terminología es considerada como necesario correlato
lingüístico del logro de la modernización de una sociedad.

La mayor parte de los autores aceptan, y varios de ellos lo


afirman explícitamente, que el desarrollo de una norma escrita es una
parte necesaria del proceso de estandarización. Ray (1963) considera
a la escritura como “primaria” y al habla como “secundaria”, Ferguson
y Gumperz (1960) consideran al medio escrito como criterio de defini­
ción de una lengua, y en nuestros estudios y encuestas (cf. Wólck 1978)
encontramos que la diferencia escritura/oralidad es el más extendido
criterio de distinción entre una lengua y un dialecto(:,). A todo esto,
podríamos añadir, por consiguiente, como requisitos adicionales de
una lengua estándar, la grafización (el desarrollo de alguna ortogra­
fía) y la literalización (la referencia a aquellas características estruc-
tural-funcionales de la comunicación escrita más allá de la mera re­
presentación gráfica).

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La k stand ak izacíón okl íjukcih .a

2. E l actu al estatus d el q u e c h u a

Siguiendo a Kloss (1978), Ammon (1989: 80ss.) ha propuesto


un conjunto de criterios para medir el grado de “culturalización” y co­
dificación de las lenguas. Uno de estos hace referencia a los tipos de
textos producidos en la lengua. Estos son, en creciente orden de
importancia, los siguientes:
1. Traducciones de textos claves (por ejemplo, la Biblia, El Capital de
Marx);
2. poesía y prosa de ficción impresas
3. prosa de no-ficción en los medios de comunicación oral y en el habla
formal;
4. escritura de no-ficción (ensayo).
Exceptuando la Biblia, la cual ha sido traducida por misione­
ros a lo largo de los siglos, ahora último mayormente por prosélitos pro­
testantes, casi no hay ninguna traducción al quechua de algunos de los
textos claves de la literatura universal. Hay una buena cantidad de
poesía impresa, muy poca prosa de ficción1,1’. La mayor muestra del
quechua se encuentra probablemente en la tercera categoría, es decir
en el uso oral en los medios de comunicación, especialmente por parte
de las estaciones radiales locales rural-andínas. En la última catego­
ría, la de mayor peso, el quechua es muy débil; más débil ahora, de
hecho, que durante la época temprana de la colonia, durante la cual se
hacía aparentemente mayor uso del quechua en la escritura en-
sayística. En esta escala de “culturalización” , el quechua incluso no se
sitúa tan alto (o bajo) como los dialectos del bajo alemán del norte de
Alemania, y probablemente más bajo que los dialectos suizo-alemanes
(“Schwyzertütsch” ), es decir que esta todavía en la mitad más baja de
la escala de “culturalización”.
Una gradación por tópicos y dominios distingue entre:
1. tópicos culturales que se relacionan a los hablantes mismos
2. otros tópicos en las humanidades
3. la ciencia natural y la tecnología.

Al interior de cada uno de éstos pueden ser identificados tres


niveles de sofisticación: popular, avanzado y académico. El uso del
quechua se encuentra prácticamente restringido al primer tópico y,
definitivamente, sólo en el nivel popular.

La escala de Ammon (1989: 89) para la medición y codificación


de una lengua presenta los siguientes pasos: existencia de 1.-hablan­
tes modelo; 2.-escritores modelo; 3.-reglas ortográficas; 4.-un dicciona­

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W OLCK

rio de definiciones (lexicón); 5.-reglas de pronunciación; 6.-una gramá­


tica prescriptiva; 7.-un código estilístico. La codificación del quechua
en el Perú ha llegado apenas a definir las reglas de ortografía,
mientras que en el Ecuador, si bien se ha logrado cumplir con esta
etapa, no se ha avanzado mucho más.

3. U n ific a c ió n y n o rm a liz a c ió n

Antes de que se realice cualquier codificación, es necesario


seleccionar o elaborar una forma más unificada de la lengua. Con
respecto a esta tarea, los dos países, Perú y Ecuador, tienen pre­
condiciones que difieren mucho.

3.1. Laberinto dialectal del Perú

El quechua del Perú está dividido en una multitud de posibili­


dades dialectales, tan divergentes que casi no llegan a ser mutuamen­
te inteligibles. El número de dialectos depende del criterio de sus
analistas; algunos fonólogos estructuralistas extremadamente parti­
cularistas han postulado que el número llega a centenas -para la
frustración máxima de aun los más dedicados políticos que apoyan la
oficialización del quechua. Más moderados que éstos, algunos lingüis­
tas juiciosos están de acuerdo en que existen al menos seis principa­
les y muy distintas variedades peruanas (cf. Escobar et al. 1976), para
algunas de las cuales se han desarrollado alfabetos semi-oficiales en
1975 y 1985 (Resoluciones Ministeriales Nros. 4023-75 y 1218-85).

La pregunta frecuentemente planteada es: ¿cuál de estos dia­


lectos sería un candidato conveniente para su adopción nacional? Hay
dos candidatos principales: el dialecto del Cuzco, capital arqueológica
de América del sur y último centro del Perú incaico, cuya Academia
Mayor de la Lengua Quechua pretende representar a todas las
variedades del quechua; o el dialecto de Ayacucho, hablado por la
mayor parte de la población en el sur de los Andes centrales, mutua­
mente inteligible con los dialectos del Cuzco, Bolivia y aun posible­
mente con los del Ecuador. Aquí tenemos un caso en que el criterio de
la historia se opone al de la cantidad de hablantes: qué dilema!

O tal vez fuera una buena idea el reelaborar el “quechua


general” codificado en 1583 en el Tercer Concilio de Lima en los
tiempos coloniales, tal como ha sido sugerido por Taylor (ver el artículo
de Taylor en este mismo volumen); o reconstruir alguna suerte de que­
chua “original” del periodo incaico, tal como la Academia Mayor de la

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L a estandahízación d e l quechua

Lengua Quechua lo solía hacer para producir las declamaciones


rituales del Inti Raymi, la fiesta que celebra el solsticio de invierno, re­
presentado en el magnífico escenario de la fortaleza de Sacsayhuaman
cerca del Cuzco, mayormente para el gozo de turistas extranjeros que
pueden pagar el costo de sus asientos en la tribuna de honor. Mientras
tanto, los oriundos del lugar suelen permanecer en cuclillas sobre el
suelo mirando el espectáculo desde lejos. Cuando pregunté a éstos si
habían disfrutado de la ceremonia representada en su propio idioma,
se lamentaban de no haberla entendido, pensando más bien que se
había desarrollado en inglés en atención a los turistas.

Al buscar la mejor variedad contemporánea o histórica, es


bueno recordar que ninguna de las principales lenguas estandariza­
das en el mundo se basa mayor o enteramente en uno de sus dialectos
(históricos) constitutivos. Bien se sabe que el inglés, alemán o italiano
estándares, por ejemplo, se han desarrollado gradualmente en un
proceso de amalgamación de rasgos a partir de varios dialectos
diferentes (para el alemán, cf. Goossens 1977).

3.2. Un nuevo quechua general


A principios de los años setenta hice una visita a Huaraz y
Huaylas, en la cual conseguí hacerme entender exitosamente con mi
más bien rudimentario conocimiento de una variedad entre el cuzque­
ño y el ayacuchano. Desde ese momento he desconfiado de los fuertes
argumentos acerca de las extensas diferencias de los dialectos del
quechua. En 1974 Torero ya había postulado que existían similarida-
des estructurales fundamentales entre los variados dialectos que­
chuas, los cuales estarían configurando una lengua común, sin entrar
en mayores detalles.

Sobre la base de unas grabaciones en cassette, hice unas


pruebas informales de inteligibilidad a partir de diferentes dialectos
del quechua; esto me condujo a postular las características de “cohe­
sión interna” entre cada una de ellos y de “diferenciación externa” en
relación con las lenguas vecinas al quechua, lengua todavía no estan­
darizada (Wólck 1978 & 1987). Dispuse de una excelente base para
hacer una comparación más sistemática entre las variedades perua­
nas del quechua luego de la publicación de las seis gramáticas y
diccionarios (Escobar et al. 1976). Los resultados fueron sorprenden­
tes, aunque no completamente inesperados, y proporcionaron más
fundamento para el impreciso criterio de la “cohesión interna” postu­
lado anteriormente: resulta que los seis dialectos comparten la misma
estructura semántica cognitiva. Poseen exactamente las mismas ca­

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W üLC K

tegorías y, tanto como puede ser establecido, la misma jerarquía rele­


vante entre ellas.
Estas similitudes estructurales no deberían ser confundidas
con algunas estructuras “profundas” abstractas en el sentido de la
Gramática Transformational Generativa en su fase inicial. Algunas
de ellas, como los procesos fonológicos, alcanzan también a la “super­
ficie”. Incluso en el nivel léxico hay aparentemente menos divergencia
de lo que con frecuencia se pretende (cf. la lista de Soto 1990: 209).
Ahora que las diferencias parecen reducirse, se podría elaborar un ver­
dadero Quechua General, tomando como punto de partida las obvias
similitudes anteriormente mencionadas.

Tal esfuerzo, de todos modos, no es tan fantasioso como podría


parecer. Existe al menos un famoso precedente históricot5): el pionero
trabajo de estandarización del noruego moderno (N yn orsk ) realizado
por Ivar Aasen (1836 y 1853; cf. también Haugen 1965). En vez de
seleccionar una de las muchas variedades posibles, más o menos dia-
lectalizadas, decidió basarse en lo que vino a llamar un “punto medio”
estructural alrededor del cual todos los dialectos girarían, y sobre la
base de ese punto medio elaboró su propuesta de variedad estándar
(Aasen 1853-1985:83ss.). Tal variedad estándar, así, sacaría provecho
de la riqueza estructural de todas sus variedades constitutivas. Todas
las variedades estándares que conozco son estructuralmente diferen­
tes de (y usualmente más complejas que) cualquiera de sus constitu­
tivas variedades dialectales orales con las cuales estoy familiarizado,
aun en el caso de dejar de lado las diferencias que son debidas a las
propiedades funcionales de una lengua escrita.

3.3. La k oin é ecuatoriana

El caso del Ecuador es muy diferente al del Perú. En primer


lugar, parece que su quechua fue impuesto sobre otras lenguas
autóctonas durante la expansión imperial incaica y, luego, aún más
establecido como lin g u a fran ca por los comerciantes del sur. Esto
podría explicar el relativo menor grado de diferenciación dialectal. A
pesar de los arduos esfuerzos de Fauchois (1988: 46-74) por hacer
aparecerías diferencias especialmente en el nivel fonológico, éstas son
demasiado pequeñas como para producir verdaderos problemas de co­
municación.

Esta circunstancia, junto con el fuerte grado de movilización


política de la población indígena ecuatoriana, ha dado recientemente
a la lengua quechua del Ecuador un poder y un estatus creciente, es­

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L a esta n d arización d e l quechua

pecialmente en el sector de la educación primaria. La tarea de la


unificación fue, por consiguiente, relativamente fácil y al menos ha
conducido a la adopción semi-ofícial de un “alfabeto único” desde hace
ya algunos años. El problema del Ecuador es de diferente naturaleza
y hasta ahora no bastante reconocido: su quechua está estructural­
mente “pauperizado” , según Cerrón-Palomino (1987:344), a través de
siglos de nivelamiento interno y pidginización con el castellano.

La diferencia en la primera vocal de su nombre, quichua, con


respecto a la forma del sur, quechua, es un indicio de este proceso,
aun en su manifestación más superficial, según el cual la distinción
sureña entre /k/ y /q/ desapareció en el Ecuador, acercándose las
vocales más al punto de articulación velar. La distinción entre plural
exclusivo e inclusivo no sólo ha desaparecido del quechua ecuatoriano,
sino que también toda su estructura morfosintáctica está en proceso
de cambio desde su tipo aglutinante polisintético original hacia uno
más bien analítico. Así, por ejemplo, para decir ‘nuestro cuy’ en el sur
(digamos en Ayacucho) tendríamos la forma qu w in ch ik si incluye al
oyente, o qu w iyk u si lo excluye. En cambio, en el Ecuador, ambas
formas quedan recubiertas por ñucanchic cuicu (como en el título de
la Lección 13 en Cotacachi et al. 1988: 143) el cual, traducido literal­
mente ya sea al castellano o inglés, correspondería a ‘nosotros cuy’ o
‘we guinea pig’, pero no a ‘nuestro cuy’ o ‘our guinea pig’(6).

3.4. Grafización o la locura del alfabeto

Tal como Soto (1990:199-202) lo ha señalado correctamente en


una de las discusiones sobre los problemas de decisión sobre la
ortografía del quechua, un sistema escrito estandarizado no es sólo un
medio fundamental en el proceso de unificación de la lengua sino
igualmente algo necesario para su modernización. Con todo el debido
respeto a la importancia de esta tarea, pienso que por ahora demasia­
do tiempo, tinta y papel han sido gastados o echados a perder en este
cometido a costa de descuidar muchos otros problemas igualmente im­
portantes. Desgraciadamente la cantidad y el fervor de la discusión de
este asunto no se complementan con un igual análisis de alta calidad.
Frecuentemente se advierten dos equívocos en la mayoría de los
análisis, los cuales generalmente prohíben cualquier solución satis­
factoria y rápida.

El primero es el “mito fonemicista”, el asumir que un sistema


de escritura tiene que ser “fonémico”, el cual retrotrae al más o menos
desafortunado subtítulo del merecidamente famoso libro de K.L. Pike

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W óLC K

Phonemics: A Technique for Reducing Languages to W riting


(1947). N o hay una única ortografía para una lengua estándar estable­
cida que yo conozca que cumpla con este criterio, aunque el deletreo a
menudo preserva la estructura morfofonémica. Además, hay tantas
teorías fonológicas viejas y nuevas que sería imposible decidir, por
ejemplo, cuán “profunda” podría ser tal fonemización. No tengo nada
en contra de “reducir” el quechua a tres vocales a fin de preservar su
carácter típico o único, pero deletrear el ecuatoriano [cUmbl] como
chunpi y [zambU] como zanpu lleva la aplicación de las reglas fono­
lógicas demasiado lejos dentro del sistema escrito.

Entre los estudiantes en escuelas bilingües, ya existe una


nueva manera de recitar oralmente, así como una nueva modalidad de
lectura del quechua ecuatoriano, el llamado “quichua escolar” que ha
producido, sin embargo, algunas pronunciaciones de deletreo muy ex­
travagantes. Se puede admitir que, en general, cada sistema de
deletreo ha producido especiales pronunciaciones en la lectura, siendo
un ejemplo bien conocido el estándar recomendado por Siebs (1957)
para el alto alemán.
El segundo equívoco es pensar que una vez que un sistema
alfabético ideal ha sido elaborado, propuesto y posiblemente legislado,
pueda ser enseñado a muchas personas, quienes entonces producirían
una riqueza de materiales en quechua literario. Es evidente que buena
parte de la valiosa literatura universal fue producida mucho antes de
que cualquier proceso de estandarización formal haya ocurrido para
sus lenguas, así como la escolarización formal ocurrió bastante antes
que la estandarización ortográfica. Hasta fines del siglo pasado,
cuando Konrad Duden publicó su diccionario ortográfico (1880), el
alemán no tuvo una ortografía uniforme. Las casas editoriales tenían
sus propias convenciones ortográficas y las escuelas debían tener
especiales reuniones de profesores para llegar a ponerse de acuerdo
sobre la ortografía. En 1862, fue necesario un decreto ministerial de
Prusia para garantizar que no más de una ortografía sería enseñada
en una misma escuela (cf. Drosdowski 1980: 2).

Esto quiere decir que las ortografías crecen de un modo natural


y gradual y se desarrollan a través del uso. Por supuesto, sería reco­
mendable que hubiera alguna orientación profesional, la cual condu­
ciría a una recomendación o adopción oficial y evitaría con toda
seguridad la propuesta de seis alfabetos para la misma lengua. Lo que
se requiere urgentemente es alguna resolución. Cualquiera que sea
ésta, es preferible a que no haya ninguna; la lengua y sus usuarios a
pesar de todo escogerán su propio camino tal como el ejemplo ecuato­

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L a esta n d arización d e l quechua

riano parece mostrar, el cual podría ser seguido por el Perú, aun con­
siderando que sus condiciones son menos favorables.

4. L a u r b a n iz a c ió n d e l q u e c h u a

La modernización de una lengua no escrita (cuya estructura


está al servicio de la función primaria de la comunicación oral cara-a-
cara, mayormente en ambientes rurales) y su conversión en un
instrumento más despersonalizado de comunicación supra-regional y
en un vehículo para el avance tecnológico, requiere mucho más que la
elaboración de una ortografía viable.

4.1. Lexicalización

El único aspecto de esta modernización que hasta el momento


ha recibido amplia atención es el de los necesarios cambios o innova­
ciones léxicas. Nuevamente, algunos de los esfuerzos de los cuales
tenemos noticia son exagerados como, por ejemplo, los intentos hechos
por autores de libros de escuelas del Ecuador (Cotacachi et al. 1988)
para crear una terminología gramatical para el tercer y cuarto grados,
aunque en sí se trata de una labor loable y meritoria. Algunas de sus
acuñaciones son shuti para‘nombre’, im ac para sujeto, im achic para
verbo o im ashca para predicado. Estas son propuestas razonables y
bastante cercanas en su asociación semántica a sus denotaciones
originales (por ejemplo, ‘nombre’ y ‘quién-qué’ para las dos primeras,
aunque las dos últimas formas son denominativas y, por consiguiente,
elecciones menos afortunadas). ¿Qué justificación lingüística o peda­
gógica podrían ofrecernos tales conceptos como ‘nominalización’, ‘mor­
fema’ o ‘núcleo’ en un texto escolar para el cuarto grado?; más aún, ¿qué
decir de sus pintorescas neo-correspondencias en quechua,
respectivamente: shutiyay ‘hacer un nombre’; shim icu ‘boca peque­
ña’ y shuncu ‘corazón’ ? (cf. también von Gleich 1989b para una mayor
discusión de la terminología quechua). Pienso que ahora es tiempo
para refrenar la imaginación semántica de algunos planificadores del
lenguaje en ciernes, aunque tengan las mejores intenciones, a fin de
orientar mejor su entusiasmo hacia canales más productivos.

Algunos términos nativos, especialmente para unidades es­


tructurales básicas y simples, podrían resultar útiles para facilitar las
representaciones cognitivas de los niños de la estructura de su lengua,
como lo fueron términos como ‘Tu-Wort’ (“do-word”) para el verbo o
‘Ding-Wort’ (“thing-word”) para el nombre en el segundo grado de mi
escuela elemental en Alemania. Conceptos como nominalización,

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W ói-C K

morfemas o núcleo silábico, sin embargo, pertenecen a la terminología


técnica avanzada de una comunidad internacional de lingüistas pro­
fesionales, identificados como tales a través de sus formas greco-
latinas clásicas, a pesar de los esfuerzos de algunos transformaciona-
listas iconoclastas que quieren reemplazarlos por un atrayente inglés
básico.

4.2. Gramaticalización

El que exista todo un juego de problemas complementarios a


ser resueltos en el camino de la liberalización del quechua es mostrado
de un modo muy convincente por mi ejemplo favorito, ese incidente no
del todo divertido que ocurrió durante mi visita a una de las escuelas
primarias bilingües cerca a Quito, hace ya algunos años, y ya expuesto
en dos artículos anteriores (Wólck 1990a y 1990b). Una profesora
estaba reprimiendo severamente a sus estudiantes por omitir el -mi
en las lecturas del siguiente enunciado de su texto escolar (Machi
Achic 1987: 114):
“Huihuacunacachacra pachapi-mi mirarin”
[ganado campo encina de (sé o veo) copular]
‘(Sé, veo que) el ganado se reproduce en el campo’

Aunque esta descripción pudiera reflejar innegablemente los


acontecimientos de la vida agrícola, el hecho de que no hayan sido pre­
senciados por los alumnos impide que ellos puedan testimoniarlo y
aseverarlo con el sufijo validador -mi. Sin embargo, este relato
bastante divertido contiene un mensaje más profundo:

En una lengua sin escritura como el quechua, hay caracterís­


ticas y categorías necesarias y apropiadas, incluso diría obligatorias a
fin de poder cumplir su función en la interacción cara-a-cara, las
cuales no tienen ningún sentido en descripciones objetivas y desper­
sonalizadas. En la gramática del quechua (hablado), las marcas de la
cohesión discursiva, los validadores o las marcas del acto de habla son
elementos esenciales, es decir que constituyen el nivel más obligatorio
de su estructura lingüística cognitiva.

Por otra parte, la tercera persona, es decir la marca del agente


no-persona, y los procesos de la pasivización y relativización depen­
dientes de él, aún carecen de estatus propio en el quechua (monolin-
güe) (cf. Wólck 1987:80-94) y tendrían que ser más desarrollados para
servir al propósito y la función de una “objetiva” prosa escrita de
carácter ensayístico. Igual sucedería con las marcas de época y tiempo,

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L a es ta n d arización d e l quechua

las que han jugado hasta ahora sólo un papel secundario en esta
lengua pre-industrializada (cf. Wolck 1991).

Hasta ahora, estos problemas sólo han sido advertidos por


otros dos investigadores interesados en la modernización del quechua
(Fauchois 1988 y von Gleich 1989a y 1989b), aunque algunas insinua­
ciones a este problema aparecen en discusiones sobre la “normaliza­
ción” del quechua para propósitos educativos, como lo hacen por
ejemplo Cerrón-Palomino y Sichra (cf. Normalización 1989:49)<8). Las
diferencias estructurales y categoriales entre una lengua sin escritura
y una moderna lengua escrita estándar que es capaz de satisfacer y
cumplir funciones de comunicación menos dependientes de la identi­
dad del hablante o de las relaciones del espacio situacional y más
explícitas acerca de la época y el tiempo que el aspecto, son enormes
y aún no lo suficientemente investigadas y comprendidas para guiar
adecuadamente una transición suave y exitosa. La gramaticalización
parece ser, sin embargo, el más relevante de los tres niveles estructu­
rales discutidos, aunque mucho más difícil de manejar que las conven­
ciones alfabéticas y algunas innovaciones léxicas.

5. O b s e rv a c io n e s fin ales

El éxito del proceso de la estandarización del quechua depen­


derá, a fin de cuentas, principalmente del poder político y el compro­
miso de sus propios hablantes. El reciente éxito logrado en este campo
por las nacionalidades indígenas del Ecuador habla claramente por sí
mismo, especialmente si recordamos que hace pocos años parecía que
en el Ecuador se estaba aún en pañales cuando en el Perú ya se estaba
oficializando el quechua y celebrando decretos de educación bilingüe.

Como lingüistas y ocasionales consultores de planificación en


las naciones andinas, quisiéramos recordar con Soto (1990: 205) que
no hay que perder de vista a los supuestos beneficiarios -o víctimas- de
nuestros planes, es decir los miembros individuales de la comunidad
de habla quechua, cuando exponemos teorías políticas, sociolingüísti-
cas o lingüísticas. Ellos merecen nuestros mejores esfuerzos, pero no
deberíamos presumir con la elaboración de un instrumento ideal y a
toda prueba para el uso de ellos. La planificación debería ser lo
bastante amplia como para permitir que ellos la modifiquen según sus
deseos y necesidades funcionales.

Dejando atrás las metáforas, quiero invocar a que se encuentre


un equilibrio constructivo entre el promover mayores contribuciones

199
W OLCK

de los nativo-hablantes y el tolerar el diletantismo vulgar, aunque


mucho de ello no parece originarse entre los quechuas mismos sino
más bien entre hispanófonos que buscan aprovecharse de la gallina de
los huevos de oro de los programas de educación bilingüe auspiciados
por los gobiernos de países extranjeros. No todo es igualmente
importante. Es difícil hacer listas de prioridades y luego aún más
difícil actuar de acuerdo con ellas, pero esto es necesario si queremos
lograr un progreso efectivo. Cualquiera que sean las medidas que
están siendo propuestas, hay que observar la diferencia entre pres­
cripción y proscripción. Con tolerancia y flexibilidad se debería proce­
der para aplicar incluso los planes mejor pensados.

Afortunadamente, la colaboración entre académicos y autori­


dades en las tres repúblicas andinas con mayor población quechua-ha-
blante (Bolivia, Ecuador y Peni), es bastante buena y debería ser
extendida para considerar el objetivo a largo plazo de un quechua
común para todos los quechuas-hablantes, a fin de aumentar su peso
no sólo en las decisiones lingüísticas que les conciernen.

A mi modo de ver, la fuerza más importante en la estandariza­


ción de la lengua quechua es su actual uso en la escritura, especial­
mente en la escritura creativa. Sólo cuando se obtenga conocimiento
y placer por medio de la lectura del quechua emergerá un deseo
natural por aprender a leer el quechua y, finalmente, por escribir el
quechua. El fomentar la producción de la literatura quechua debiera
ser una preocupación central del movimiento de estandarización del
quechua, y no sólo uno de sus aspectos más o menos accesorios.

NOTAS

(1) Este ensayo es el tercero de una serie de tratamientos de problemas


similares en Ecuador y Perú. Referimos al lector a Wolck 1990a y 1990b
para anteriores discusiones. Como antes, aquí estoy usando el término
quechua para referirme a esta lengua como un conjunto, incluyendo el
quichua ecuatoriano.

(2) En mi trabajo con los senecas, una de las naciones iroquesas, y su


programa de educación bilingüe, aprendí que era imposible preparar
materiales aceptables o construir un currículo viable para un programa
de educación primaria o secundaria en ausencia de una versión escrita
codificada de su lengua. Las escuelas estatales de hoy y sus profesores
desafortunadamente no están preparados para enseñar principal o exclu­
sivamente a través del medio oral.

200
L a e s ta n d arización d e l quechua

(3) Este criterio ampliamente aceptado se parece mucho a la razón por la cual
las lenguas indígenas de Sud América son comúnmente llamadas “dialec­
tos” en castellano.

(4) Existe una traducción al quechua de Le petit prince de Saint Exupéry


y de Cien años de soledad de García Márquez (Utta von Gleich,
comunicación personal).

(5) Soy deudor de estas referencias a Einar Haugen y Kurt Braunmüller.

(6) Para su última adaptación a las funciones de un medio escrito, el efecto


de algunas de estas simplificaciones no es necesariamente malo. La
desaparición de la distinción entre los dos plurales ya podría ser uno de
esos rasgos menos necesarios, si solo menos frecuente en comunicación
escrita despersonalizada. Así también se daría la gradual desaparición de
los validadores, aunque el menos útil en la comunicación escrita, princi­
palmente el asertivo -mi es, de un modo bastante curioso, el mejor
preservado en el quechua del Ecuador (ver abajo), mientras que los
muchos más útiles reportativo (sureño -si) y dubitativo (-chi) práctica­
mente ya han desaparecido.

7. Cuando recientemente visité una lección de alemán del sexto grado en una
escuela bilingüe en Hungría estuve sorprendido y algo consternado al
observar a la profesora que orgullosamente hacía que sus alumnos
dividiesen las palabras distinguiendo el morfema-raíz de sus terminacio­
nes (“Stammorphem und Endungen”). Tan gracioso como todavía pien­
so que es, estehecho muestra que los niños aprenderán casi cualquier cosa
si un profesor inspirado es capaz de despertarles el deseo de aprender y
conocer.
Los esfuerzos peruanos han sido discutidos con algo más de detalle en una
exposición de von Gleich (1989b).

8. Ellos critican el hecho que los textos escritos son sólo copia de la literatura
oral y no muestran un grado de elaboración [“...textos escritos... calcan la
literatura oral y no ofrecen un grado de elaboración...”] y piden el cumpli­
miento de un necesario cambio cualitativo de la lengua en su paso del uso
oral al escrito [“...desarrollar... el cambio cualitativo de la lengua; es decir
su paso necesario de la oralidad hacia la escritura”!.

201
W ó lc k

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