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Traducción de

L u c ia n o P a d il l a L ó p e z
LOUIS-JEAN CALVET

LINGÜÍSTICA
Y COLONIALISMO
Breve tratado de glotofagia

Fondo de C ultura E c:o n ó m ic a

M éxico - A rgentina - B rasil - C hile - C olombia - E spaña


E stados U nidos de A m érica - G uatemala - P erú - V enezuela
Primera edición en francés, 1974
Primera edición en español, 2005

Calvet, Louis-Jean
Lingüística y colonialismo ; Breve tratado de glotofagia. -
r ed. - Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005.
296 p p .; 21x13,5 cm. (Colee. Lengua y Estudios Literarios)
Traducido por: Luciano Padilla López,
ISBN 950-557-654-4
1. Lingüística. I. Padilla López, Luciano, trad. II. Título
C D D 410

Título original: Linguistique et colonialisme. Petit traité de glottophagie


ISBN de la edición original: 2-228-89511-3
© 1974, 1979, 1988, Éditions Payot
O 2002, Éditions Payot & Rivages, París, para la edición de bolsillo
D . R. © 2005, F o n d o de C u l tu r a E co n ó m ic a d e A rg e n tin a , S.A.
El Salvador 5665; 1414 Buenos Aires
fondo@fce.com.ar / www.fce.coin.ar
Av. Picacho Ajusco 227: 14200 México D.F.

ISBN: 950-557-654-4
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Im p r e s o e n l a A r g e n t i n a - P h in te d i n A rg e n tin a
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
R obar a un h o m b re su lenguaje, en no m b re de ese
m ism o lenguaje: allí com ienzan codos los asesina­
tos legales.
R oland B arthes

¡,ick wold be ti gentilman ¡fhc cunde speke fresske.


Proverbio m edieval inglés
INTRODUCCIÓN

Este libro nació de una doble experiencia. Experiencia de la lingüísti­


ca, que el autor enseña desde hace cinco años, y de los países colonia­
les y neocoloniales donde pasó la mitad de su vida. ¿Qué relaciones
mantienen una ciencia humana y el colonialismo? Hacia la mitad de
este volumen se postula, como se verá, una doble relación enríe am­
bos: una relación de producción parcial, en el plano ideológico, y una
relación de descripción.
Hoy disponemos de cierta cantidad de estudios acerca de la historia de la
lingüística o, más bien, de la lingüística en tanto ciencia de reciente apa­
rición; acerca de la historia del abordaje del lenguaje y las lenguas. Por
sólo citar textos recientes, Georges Mounin, R. H. Robins, Maurice Leroy,
G. Lepschy, C. Tagliavini, entre otros, reunieron y valorizaron impor­
tantes documentos. Esto, sin hablar de los estudios específicos: C.-G.
Dubois para el siglo xvi, M. Duchet y C. Porcet respecto del XVIU, así
como S. Auroux, y demás. Esos trabajos, bien informados -a veces muy
bien- no responden a la finalidad que nos fijamos aquí. Ya sea que pre­
senten el abordaje del lenguaje en relación con la epistemología del siglo
que los ocupa (ése es, por ejemplo, el proceder de Auroux) o que
reexaminen esa historia según lo que pensamos hoy de la lengua (como
observamos en Mounin, por ejemplo), la mayor parte de las veces se
mantienen en un punto de vista interno: el abordaje de la lengua (luego,
la lingüística en el sentido saussureano del término) es un mecanismo
que avanza por sí solo. Y ese punto de vista deja de lado un hecho impor­
tante: la teoría (lingüística, sin duda, pero mi planteo es verdadero de
modo más general) siempre tiene recaídas seculares; ya sea que directa­
mente se oriente a los problemas del momento o que la utilice la ideolo­
gía en el poder, siempre cumple un rol histórico, político.
19
20 LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO
Para empezar, mi intención aquí es mostrar cómo, a fin de cuentas,
el estudio de las lenguas propuso cierta visión de las comunidades
lingüísticas y de sus relaciones, y cómo pudo utilizarse esa visión para
justificar la empresa colonial (capítulos I y n). Las que se conoce como
ciencias humanas están atrapadas dentro de un cepo secular: sin im­
portar si quieren hacerlo —y con gran frecuencia no quieren, o fingen
no quererlo-, hablan de nosotros, de nuestros conflictos, de nuestras
luchas. Y muchas veces la traducción que brindan de ello, quieran o no
(pero, llegadas a este punto, lo admiten más fácilmente), se utiliza, para
provecho de algunos, en esos conflictos y en esas luchas. Desde luego,
no consisten, salvo excepciones marginales, en desviaciones volunta­
rias: aparentemente, ya no vivimos en la época de N. Marr. Hoy las
cosas son más sutiles, y eso las vuelve aún más peligrosas.
Como hace falta empezar por alguna parte, vamos a hacer un segui­
miento del abordaje de lenguas y lenguaje a partir del Renacimiento.
Ese estudio no será histórico, no pretenderá un carácter exhaustivo.
Simplemente, procurará fijar cotas y mostrar el vínculo entre dicho
abordaje y los fenómenos imperialistas de expansión, ya sea contempo­
ráneos (capítulo v) o en relación de continuidad con otros. Se estudia­
rá, entonces, ese vínculo en todas sus traducciones ideológicas y políti­
cas, sobre el trasfondo del devenir histórico de la sistemática actitud
peyorativa hacia la lengua del otro: el racismo y el colonialismo. Desde
cierto punto de vista, la lingüística fue, hasta el despuntar de nuestro
siglo, un modo de negar la lengua de los otros pueblos. Esa negación,
junto con otras, constituía el fundamento ideológico de nuestra “supe­
rioridad”, de la superioridad del Occidente cristiano por sobre los pue­
blos “exóticos” que habríamos de doblegar alegremente. Así, el discur­
so del “lingüista” acerca de las lenguas preparó el de los políticos
anexionistas, el de los teóricos del colonialismo. Maupertuis-Jules Ferry:
el mismo combate. Ése podría ser el título, si con él quisiéramos resumir
ese punto de vista en una fórmula fácil y provocativa.
Desde luego, el problema lingüístico es un problema derivado, de
segundo rango en el desarrollo del proceso colonial. Pero la lingüísti­
INTRODUCCIÓN 21
ca, encarada a contracorriente del colonialismo como su preparación
en el nivel ideológico, también puede ser utilizada en su mismo curso
para describirlo desde la perspectiva de las relaciones entre lenguas: se
intentará seguir el avance de la opresión de un pueblo sobre otro a
través de los avatares de las lenguas habladas por esos pueblos (capí­
tulo in). Para ello se utilizarán las técnicas clásicas de descripción lin­
güística (capítulo iv). Sin embargo, esa descripción sólo nos interesa
en la medida en que pueda guiar, ser de ayuda para la acción. Lejos de
haber desaparecido, el fenómeno colonial sobrevive bajo su aspecto
clásico y bajo la máscara de seudoindependencias; en todos esos ca­
sos, los problemas que propone este libro son fundamentales, entre
otros: ¿cuál es el estatuto de la lengua dentro de la opresión colonial y
neocolonial?, ¿qué actuación hay que reservarle en la lucha por la libe­
ración nacional? Respecto de esos puntos no hay respuestas definitivas.
Estas, en última instancia, sólo pueden provenir de las luchas en curso.
Sólo hay preguntas, preguntas que es difícil eludir (capítulo vi).
El conjunto de propuestas teóricas, del modelo que se haya podido o
intentado elaborar, se aplicará luego a una cierra cantidad de casos
específicos. Aquí, los ejemplos desarrollados son pocos y heterogé­
neos: la constitución imperial del hexagone [Francia] (capítulo vil),
las relaciones entre una lengua africana dominada y la lengua dom i­
nante (capítulos IX y x ) ; por último, un intento de evaluación del
último estadio del imperialismo cultural francés, la francofonía (ca­
pítulo Xl). Pero queda por hacer el trabajo principal. Queda para los
lingüistas con interés en el tema hacerse cargo de esa tarea en sus
respectivos países. Después de estar al servicio del colonialismo, como
se intenta demostrar aquí, la lingüística—esto es, los lingüistas—debe­
ría y podría luchar contra el neocolonialismo, oponiendo al imperia­
lismo lingüístico y a la actitud peyorativa respecto de las lenguas do­
minadas que lo nutren día a día un lento trabajo de descripción de
lenguas locales, trabajo muy concreto y en ocasiones ingrato: entre
otras cosas, establecer sistemas de transcripción, léxicos, redactar obras
en esas lenguas, crear periódicos. Esc combate no es, como algunos
22 LINGÜÍSTICA Y COI.ONIA1.ISMO
podrían creer, marginal: es un combate por el hombre, por su dere­
cho a una existencia en el centro de su cultura, por su derecho a vivir
la vida que él elija.
Al respecto, es interesante recorrer el artículo que el diccionario
Robert dedica al término “civilización”:
1. El hecho de poblar con colonos, de transformar en colonia.
2. Puesta en valor, explotación de los países transformados en colonias.
En efecto, ese artículo presenta una ausencia notable: faltan los coloni­
zados. Las colonias serían, entonces, países vacíos, a los cuales llegarían
los colonos venidos de la otra ribera para instalarse sin problemas. En
ello no hay olvido, o, antes bien, ese olvido no se debe al azar; para
justificar la empresa colonial en términos de “cultura” occidental, del
humanismo con que tanto machacaron en nuestros oídos, había que
olvidar la existencia de los otros. El primer antropófago llegó desde
Europa; devoró al colonizado. Y, en el ámbito específico que nos ata­
ñe, devoró sus lenguas: glotófago, entonces. Por lo demás —¡vamos!—
esas lenguas no existían. Nada más que dialectos, en especial jergas...
Sí, el artículo del diccionario Robert no es casual. Yo recién lo leí des­
pués de terminar este libro. Podría haber servido de punto de partida.
Louis-Jh a n C a l v e t
enero de 1974
P r im e r a p a r t e

PROBLEMAS GENERALES
III. EL PROCESO COLONIAL
A NIVEL LINGÜÍSTICO

El colonialismo nunca es exclusivamente el enfrentamiento -en el


cual estaría ausente la lucha de clases- entre dos comunidades. Fenó­
meno económico-político, tiende a reproducir allí donde se hace
manifiesta la división de clases sostenida en su lugar de proveniencia.
Dentro de las situaciones coloniales también puede encontrarse en
todo momento una franja de colaboradores locales que se enriquecen
con la explotación del pueblo, de su pueblo (aquel del que salieron):
burgueses vende patria...
Pero también acompañan al colonialismo fenómenos secunda­
rios muy poco estudiados. Por ejemplo, es llamativo que ni Bujarin
{La economía mundial y el imperialismo, 1917) ni Lenin {El impe­
rialismo fase superior del capitalismo, 1917) den importancia a los
factores que no sean económicos: el primado de la infraestructura
deviene, entonces, en la desaparición de las superestructuras. Por lo
demás, esa tendencia todavía prevalece hoy, si se evalúa un volumen
reciente de Pierre Jalée, L'Impérialisme en 1970} Sin embargo, el
imperialismo no es tan sólo (por más que lo sea de modo preponde­
rante) un fenómeno económico: justamente, hasta aquí hemos in­
sistido en los factores culturales y, con mayor precisión, lingüísticos
que forman parte de su basamento. Los capítulos anteriores abor­
daron sobre todo esos factores, remontando el curso de esa coloni­
zación. Más adelante veremos su importancia al seguir la corriente
de esa colonización, en especial a propósito de las luchas de libera­
ción y del neocolonialismo. Pero de momento vamos a intentar cir­

1 Pierre Jalée, L'Impérialisme en 1970, Maspéro, París, 1970 [trad. esp.: El impe­
rialismo en 1970, México, Siglo xxi, 1970],

7)
72 PROBLEMAS GENERALES
cunscribir ese mismo proceso de colonización en su manifestación
lingüística, de seguir en el terreno de las relaciones entre lenguas
dominadas y lengua dominante, de las relaciones más abarcadoras,
que las engloban.

E l DERECHO A DAR NOMBRE

Todo empieza al asignar nombres. El desprecio por el otro (es decir, el


desconocimiento o la incomprensión del otro desprovistos de cuidado y
esfuerzo por conocerlo o comprenderlo) se manifiesta desde los primeros
contactos prccoloniales en la empresa taxonómica. Es un fenómeno viejo
como el mundo, que consiste en dar al otro nombres peyorativos, térmi­
nos que a menudo hacen referencia a las diferencias lingüísticas, conver­
tidas una vez más en desigualdad: los griegos bautizan bárbaros a quienes
hablan una lengua distinta de la suya; los eslavos dieron a los alemanes
un nombre, nemits, que originariamente significa “mudo”; en Malí, el
pueblo bobo lleva un nombre que en bambara significa “mudo”, etc. De
modo más general, los invasores, exploradores o comerciantes denomi­
nan a su arbitrio a quienes tienen ante ellos, a los que por distintos moti­
vos consideran sus inferiores. Durante el siglo vi, en Gran Bretaña, mien­
tras los galeses se llaman a sí mismos cymry (“compatriotas”, en galés), los
invasores anglosajones les dan un nombre que persistirá y que significa
“extranjeros”: Wclsh. En el siglo xi, cuando el cronista El Bekri escribe en
su Descripción del África septentrional:
Detrás de ese país hay otro llamado Melel, cuyo rey lleva el título de El-
Molesmanr2
evidentemente quiere decir que los arabófobos bautizaron así (con
un término que significa “el musulmán”) a un rey de lengua malinke.

1Abu-Obeid El Bekri, Description de lAfrique septentrional, edición árabe y france­


sa, Argel, 1912, p. 333.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 73
Se encuentran ejemplos similares en todos los enclaves precoloniales
o coloniales. En esa línea, los indios de América del Norte son bauti­
zados de manera fantasiosa: los leni-lenapes (“pueblo del comienzo”)
llegaron a atribuirse el nombre de un héroe inglés, Lord de La Ware,
y se volvieron para la posteridad los delaware\ los dakota, los nakota y
los lakota, tres grupos de un mismo pueblo, se vieron bautizados de
manera genérica sioux, por deformación de la pronunciación france­
sa (nadouessioux) del término que se utilizaba en chippewa para nom­
brarlos; los franceses también bautizan nez percés [“narices horada­
das”] a un pueblo cuyos guerreros tenían la costumbre de llevar un
anillo en la nariz, etcétera.1
Ese desprecio por las denominaciones autóctonas corrobora un
desprecio más amplio hacia los pueblos; antes de que llegaran los
conquistadores, los territorios y los habitantes no existían (porque no
tenían nombre, o al menos porque todos actuaban como si 110 tuvie­
ran nombre), y cada cual designa a pueblos y lugares como mejor le
parece. Así, África occidental al sur del Sahara será llamada por los
árabes Sudán, término que originariamente significa “negro”. Los
primeros navegantes portugueses llamaron no dos carnerroes al río Wuri,
denominación que por sinécdoque muy pronto habría de extenderse
a la región. Así, será camerones en español, cameroons en inglés, Kamerun
en alemán y cameroun en francés: hoy, por gracia recibida de ese bau­
tismo, los kotoko, los bamileké, los fang, los fali, los duala, etc., son
“camerunenses”. Para ello, bastó que los marinos portugueses vieran
camarones en el río Wuri. Ese derecho a dar nombre es la vertiente
lingüística del derecho a tomar posesión. E 11 1653, una compañía de
doce nobles franceses recibe de Mazarin la concesión de la Guyana,'1
y ese dominio sobre el territorio (que por supuesto 110 pertenece a
nadie: Mazarin tiene derecho a disponer de él, a dárselo a quien de­
see) forma parte del mismo fenómeno: como es sabido, en lingüística
taxonomía y segmentación van a la par, pero aquí se trata de segmen­

3VéaseII. H.Jackson, Un siécle de déshonneur, París,UGE, 1972,p p .37, 156y 203.


4 Véase J.-M. Hureault, Franfais et Iridiens en Guyane, París, 1972, p. 78.
74 PROBLEMAS GENERALES
tación de territorio en distritos, de exacción, de apropiación. Hay un
reparto -geográfico, económico- del mundo; sin embargo, la taxo­
nomía da cuenta de ello. Vale decir que ese fenómeno es susceptible
de un análisis semiológico, al menos si se acepta esta sugerencia de
Roland Barthes: “La tarea futura de la semiología es mucho menos
establecer léxicos de objetos que hallar las articulaciones que los hom­
bres infligen a lo real; diremos utópicamente que semiología y taxo­
nomía, si bien aún 110 han nacido, acaso estén llamadas a su absor­
ción en una ciencia nueva, la artrología o ciencia de las divisiones”.5
Se fuerza sólo un poco la metáfora al decir aquí que la división colo­
nial comienza con la segmentación taxonómica.
El corte que representan las fronteras coloniales testimonia, ope­
rando sobre amplias extensiones, ese mismo derecho artrológico. Se
articula el territorio según las leyes (y, ante todo, según los intereses)
del colonizador. Yves Person cita, a propósito de las fronteras africa­
nas, este sorprendente pasaje de Lord Salisbury:
H em os em prendido el trazado de líneas sobre los mapas de regiones que
el hombre blanco nunca babía pisado. Por nuestra parte, nos hemos re­
partido montañas, riberas y lagos, apenas incom odados por esa pequeña
dificultad de que nunca sabíamos exactamente dónde se hallaban esas
montañas, esas riberas y esos lagos/'

Cuando en 1914 se moviliza a regimientos africanos y norafricanos


hacia la masacre francoalemana, aparece la misma libertad taxonómica:
los árabes se vuelven /trincáis (vocablo que más tarde dará el término
racista bicoi) y los negros bambulas. Da cuenta de ello gran cantidad

5 Roland Barthes, Éléments de sémiolope, París, Senil, 1971, p. 130 [trad. esp.:
Mementos de semiología, Barcelona, Paidós, 1993].
r' Yves Person, “L’Afrique noirc et ses frontiéres”, o¡>. cit., p. 18.
' earabiyy, -i “árab e">arbi>arbicof>bicnt. La derivación de este préstamo del árabe
marca también un grado creciente de desprecio. O tra hipótesis lo señala como posi­
ble préstamo del francés ambique, con interferencia del español arábico, y posterior
aféresis. Hay, además, tina forma posterior apocopada; bic. [N. de T.]
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 75
de canciones que a continuación se escriben para levantar la moral de
las tropas:
C ’est moi 1c bel arbicot
Toujours kif kif bourricoc
J’d anse com m e les Africains
Les pas les plus coquins.

[Yo soy el buen ámbito


Siempre todo me da igual
Bailo com o los africanos
Los pasos más libertinos.]’

o bien:
Bam-bou-lah
C ’est un fils de l’Afrique
Un syinpatique Sénégalais.

[Bam-bu-la
Es un hijo / nativo de África
Senegalés simpático.]

A veces hay quien, no contento con rebautizar a esa carne de cañón,


incluso le vuelve a dar toques de color:
Quand la mere patrie
Appcla ses enfants
Nos bons Noirs d’Algérie (¡!)
Répondirent: présent.

* El segundo verso de esta composición marca un muy probable “color local”


argelino. La locución k if k if bourricot es, en sentido estricto, la suma de kif k if [ár.
“asno”] y del calco del esp. borrico. Bien podría traducirse, entonces, como “ siempre
burro, burro, borrico”. [N. deT.)
76 PROBLEMAS GENERALES
[Cuando la madre patria
Convocó a sus hijos
Nuestros buenos negros de Argelia
Respondieron: ¡presente!]7
Pero el ejemplo más acabado de esta antología colonial y racista sigue
siendo la historia del término con que se designa en francés al antro­
pófago: cannibale. Por lo demás, el diccionario etimológico de O.
Bloch y W. von Wartburg es definitivam ente explícito al respecto:
“Cannibale, préstamo del español caníbal, alteración de caríbal que, a
su vez, proviene de caribe, térm ino de la lengua de los caraibes (o
caribes) de las Antillas, que pasa por tener como significado estricto
‘osado’ y sirve para designarlos”. 1)e hecho, ese vocablo aparece por
primera vez en el Diario de navegación de Cristóbal Colón, quien
amalgama su deformación del térm ino cariba (en principio, él
transcribe caniba) y la información conforme a la cual los caribes
comerían carne humana. En 1580, M ontaigne retoma el término en
sus Ensayos (“Des cannibales”). Dichos Ensayos son traducidos al in­
glés por un amigo de Shakespeare, Giovanni Floro. Shakespeare lee la
obra y sin duda la utiliza para crear en su obra La Tempestad un perso­
naje deforme y reducido a la esclavitud por Próspero. Su nombre no es
más que un simple anagrama de Caníbal: Caliban.8 Así se completa un
ciclo, y la historia de ese término es claramente la excepción que confir­
ma nuestra regla: por una vez el extranjero retoma el nombre que en
verdad se dan a sí mismos los indígenas, se produce un viraje de su
sentido y sirve para designar de modo peyorativo en principio a esos
indígenas, luego al conjunto de sus hermanos dominados.

1 Fragmentos de, respectivamente, “Le Bel Arbicot", letra de Duc; “Bam-bou-


lah!", letra de Albert Deligny y “Les Arbicots”, letra de Stéphane Morel. listas can­
ciones, junto con otras 12 mil, se encuentran depositadas en los archivos de la pre­
fectura de policía de París, sitio en que se las depositó a causa de la censura previa.
* Véase R. Fernández Retamar, Caliban cannibale, París, Mííspero, 1973 [ed. esp.:
Todo Caliban, Concepción, Chile, Cuadernos Atenea, 1998).
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 77
Sin lugar a dudas se retrucará que ese fenómeno es más amplio y
da cuenta de una dificultad generalizada para reproducir fónicamente
las palabras del otro. El argumento no es en medida alguna pertinen­
te, pues la mayor parte de los pueblos de Europa son llamados en las
otras lenguas del continente con términos que representan ligeras
deformaciones del vocablo autóctono. Para tomar nuestros ejemplos
del francés, los términos russe (russki), tingláis (english), italien (ita­
liano), espagnol (español) 110 están muy lejos del término original.
Pero las relaciones económicas y políticas (tanto como la visión ideo­
lógica ile esas relaciones) entre Francia, Rusia, Italia, etc., eran muy
distintas a las existentes entre Europa occidental y sus futuras colo­
nias. En el primer caso, el derecho a dar nombre es estrictamente
limitado (se toma en cuenta las denominaciones locales); en el segun­
do, no tiene barreras. En eso consiste toda la diferencia.
Diferencia importante, pues define la antesala del colonialismo
lingüístico que ahora describiremos.

P r im e r e s t a d io : el c o l o n ia l is m o n a c ie n t e

Se sabe que cualquier invasión se efectúa muy velozmente con la im­


plantación de grupos de militares y administradores, luego de comer­
ciantes, por lo general en las ciudades: en un primer momento, el
combate lingüístico se librará en torno a esos grupos. En efecto, como
recordaba al comienzo de este capítulo, se abre camino una clase de
colaboradores locales que, por necesidad e interés, van a utilizar la
lengua del invasor. Desde luego, consisten ante todo en lo que hoy se
llama burguesías vende patria; pero esa función fue ejercida a tiempo
completo por distintas categorías sociales: comerciantes, juristas, etc.
Paralelamente, y por los mismos motivos de interés y necesidad, otro
grupo social va a aprender la lengua dominante: el personal domésti­
co que el invasor recluta en el territorio. Por último en situaciones en
que artes y letras viven del poder, esa expresión también adopta la
lengua dominante. En consecuencia, ese primer estadio es ante todo
78 PROBLEMAS GENERALES
resultado de una situación económica', la lengua dominante es adopta­
da por aquellos que, territorialmente, están cerca del poder, o son sus
representantes, y por aquellos que tratan con él (grandes comercian­
tes o personal doméstico). Por supuesto, ese bilingüismo no concier­
ne más que a un pequeño grupo de individuos: la inmensa mayoría
de la población permanece monolingüe.
Los ejemplos de esta situación abundan. De modo muy general, la
expansión lingüística se produce en un solo sentido: 110 se trata de
vasos comunicantes, sino de inyección. Así, por un René Caillé que
aprende por obligación el árabe, y luego el mandinga, antes de partir
hacia Tombuctú (quería hacerse pasar por egipcio), tenemos cente­
nas de miles de casos en que el invasor 110 conoce siquiera una pala­
bra de la lengua dominada y, por ende, impone la suya a sus interlo­
cutores locales. Lo que aquí más importa es que ese fenómeno primi­
genio es exterior a cualquier ideología: en el punto inicial 110 hay
acción meditada y concertada, sino simplemente manifestación lin­
güística de una relación de fuerza. Así, al comienzo de nuestra era, en
el país de Gales, la situación se corresponde bastante bien con la des­
cripción que acabamos de realizar. En 54 a. C., los romanos empren­
dieron la conquista de Inglaterra. Se introducen en el país de Gales
en 47: permanecerán allí cerca de 450 años. Ocupación eminente­
mente militar, efectuada con cuatro plazas fuertes instaladas en los
cuatro extremos del país: Deva, Segontium, Isca y Maridunum. Aho­
ra bien, la mayor parte del país sigue hablando britónico; tan sólo las
clases superiores son bilingües, alrededor de los centros romanos.9
Por otra parte, veremos en el próximo capítulo que la cantidad tan
limitada de términos latinos en galés moderno (rondan los 600) tes­
timonia que la presencia romana nunca pasó de ese primer estadio:
en los hechos, no presupone nada en lo concerniente a las etapas
posteriores del proceso. El mismo fenómeno se presenta algunos si­
glos más tarde en la Bretaña armoricana: la corte ducal adopta muy

’ Véase Armand Ix Calvez, Un cas de bilinguisme, le pays de Galles, Lannion,


Revue Skol, 1970, p. 14.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 79
pronto el francés y el latín. Los poetas siguen ese movimiento. El
último poeta cortesano de tendencia bretona del que se tenga noticia
es el bardo Cadiou, de Quimper, que se encontraba en la corte del
duque Hoél de Cornouailles; pero desde el siglo xii los poetas com­
ponen sobre todo en latín, luego en francés. Escriben para los nobles
y en la lengua por la que estos últimos están dispuestos a pagar. Así,
entre otros casos, en Occitania, cuando Jeanne d’Albret se alza de
cara a Francia, Peir de Carros escribe para ella en gascón (1565); y
Du Bartas, que antes escribía en gascón, se pasa al francés cuando la
reina Margor hace que la corte de Pau adopte esa lengua.
Como la administración utiliza la lengua dominante, ese bilingüismo
del primer estadio se manifiesta igualmente en los tribunales (donde el
pueblo es juzgado en una lengua que 110 comprende), en los actos jurí­
dicos, en los textos oficiales. En la Inglaterra medieval, por ejemplo, los
textos oficiales están en latín o en anglonormando. Recién durante el
siglo XVI se asiste a la aparición de la lengua inglesa en ese territorio: una
petición que los merceros de Londres elevan al Parlamento en 1386
está redactada en inglés medio, en su forma londinense. Antes, se las
redactaba sin excepción en una de las lenguas “oficiales”.10
Este vínculo entre estructura del bilingüismo y estructuras econó­
micas y políticas merece que nos detengamos un instante en él. Efecti­
vamente, en 1950, al intervenir en el debate pos-Marr acerca del “mar­
xismo en lingüística”, José Stalin se encargó de demostrar que la lengua
no es una superestructura ni, por consiguiente, un hecho de clase. Uno
de sus argumentos más contundentes consiste en recordar que en 1917
Rusia experimentó una completa inversión en su infraestructura, mien­
tras que la lengua 110 tuvo cambios. Al contrario —señala-, la lengua es
un instrumento del que se valen por igual todas las clases de la sociedad
y manifiesta una completa indiferencia respecto de ellas: no hay lengua
de clase, sino simplemente un uso de clase de la lengua.

10 El texto de la petición de los merceros puede encontrarse en F. Mossé, Manuel


de l'anglais du Muyen Age, mayen anglais, París, Aubien Momoigne, 1945, 1. 1, p. 323.
80 PROBLEMAS GENERALES
Si se recuerda aquí a Staiin, se debe a que, queriendo dar apoyo a una
tesis en parte justa (la lengua no es una superestructura, pero no es en ello
que se manifiesta -o no-- su carácter clasista: es en su aspecto de portador
privilegiado de ideología), toma un ejemplo que nos concierne pero lo
trata de modo completamente erróneo. Algunos camaradas —dice- qui­
sieron argüir, para demostrar el carácter de clase de la lengua, que en
Inglaterra durante una cierta época los señores feudales hablaban francés
mientras que el pueblo hablaba inglés. Ése no es un argumento; a lo
sumo será una anécdota, ironiza Stalin, y expresa esta conclusión: “Se
sabe que esa infatuación de quienes en pleno ocio hablaban la lengua
francesa desapareció inmediatamente sin dejar rastros, y dejó su lugar a la
lengua inglesa común a todo el pueblo”.11 No se insistirá con los térmi­
nos “infatuación”, “ocio”, que testimonian una total incomprensión del
vínculo entre relaciones de fuerza y relaciones lingüísticas. Exclusivamente
se enfatizará la inepcia de la proposición según la cual el francés desapa­
reció sin dejar rastros, y por lo tanto la lengua permanece, sola, tal como
antes: el inglés moderno es justamente el producto de la confrontación
entre el sajón hablado por el pueblo y el normando hablado por la aristo­
cracia, que dejó marcas importantes en el nivel léxico. Lo que importa
ante todo es la rigidez del razonamiento de Stalin:
1. una lengua no es clasista;
2. por ende, el francés hablado en Inglaterra durante la Edad Me­
dia no es más clasista que el francés hablado en Francia;
3. por ende, los señores feudales en pleno ocio hablaban esa len­
gua, por mera “infatuación”.
Es efectivamente cierto que la lengua no es una superestructura y que
el nivel de su relación con la lucha de clases está en otra parte; pero
también es cierto que el pensamiento estalinista, en su simplismo, no
responde más que a situaciones monolingües. En los casos de pluri-

11 José Stalin, “A propos du marxisme en linguistique”, Cahiers marxistes-léninistes,


núm. 12-13, p. 32.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜISTICO 81
lingüismo el problema es completamente distinto, en especial cuan­
do ese plurilingüismo es producto de una invasión. Tenemos, enton­
ces, una lengua dominante, la del invasor (o colonizador), que las
elites hablan por necesidad e interés (y no por infatuación), y una o
varias lenguas dominadas, las del colonizado. En esa nueva situación,
¿las lenguas se vuelven superestructuras? Indudablemente no; no hay
razón alguna para que cambien de estatuto; pero, por su parte, se
puede considerar la división lingüística en lengua dominante / len­
gua dominada como un hecho superestructural. Efectivamente, en
esas situaciones hay una cierta organización del plurilingüismo; orga­
nización social y geográfica, que tiene sus lincamientos estadísticos y
funcionales. Me propongo abordarla, precisamente, como un hecho
de superestructura. Tendríamos, entonces, una vertiente de búsque­
da sugestiva; si nos remitimos a esa frase de Marx y Engels, en el
Manifiesto Comunista, según la cual “la historia de toda la sociedad
hasta nuestros días no fue más que la historia de las luchas de clases”,
es posible considerar la historia de la superestructura lingüística (tal
como acabo de definirla: no la lengua, sino la organización lingüística
social) como una historia específica de la historia de la lucha de clases.
La tesis de Stalin que plantea que “la lengua como medio de comuni­
cación entre los hombres es útil a todas las clases por igual”12es mani­
fiestamente falsa: tanto en la Inglaterra medieval como en las actuales
colonias, se presenta de modo muy diferente, pues la lengua ya no es
sólo un medio de comunicación; también se torna un medio de opre­
sión. Ya esa idea de la lengua como instrumento de comunicación,
que tanto éxito tuvo en la lingüística estructural contemporánea, es
de por sí sospechosa,13 en cuanto se la aplica a sociedades unilingiies.
Aplicada a la situación colonial, se vuelve ridicula: resulta difícil ad­
mitir que —si un 2% o un 3% de la población de un país colonizado
habla la lengua dominante, la lengua oficial, mientras que la inmensa
mayoría del pueblo habla su lengua dom inada- tal dato sea indife-
12 Ibid., p. 30.
13Víase Louis-Jean Calvet, Rotand iiartbes: un regardpolitique sur le signe, cap. 1,
París, Payot, 1973 Ltrail. esp.: Rolandtiartbes: una biografía, Barcelona, C,'c<.lis;i, 2001],
82 PROBLEMAS GENERALES
rente para la lucha de clases en ese país. Tanto es así, que la única
forma de acceder al conjunto de los puestos de responsabilidad -por
ejemplo, a la condición de funcionario- es justamente hablar la len­
gua dominante. Entonces se vuelve claro que esa lengua está al servi­
cio de los intereses de una clase, compartidos por las burguesías vende
patria, a la vez que es útil al neocolonialismo. Stalin no tiene con­
ciencia alguna de ello, a menos que prefiera pasar velozmente ese
problema para evitar el consecuente desarrollo acerca de las naciona­
lidades en la URSS.
Para tratar este problema, Roland Barthes nos proporciona un con­
cepto que puede volverse a utilizar. En el texto en que se ocupa de
Ignacio de Loyola, publicado, antes de su inclusión en un volumen,
con el título “Cómo hablar a Dios”, presenta las prescripciones de los
Ejercicios espirituales como ramificaciones en la forja de lo que él lla­
ma “campo de exclusión”. Para hablar a Dios hay que hacer abstrac­
ción de rodos los lenguajes anteriores, en especial de las “palabras
ociosas”, según el lema de Loyola, y las recetas de los Ejercicios se
prestan a ello: “Todos esos protocolos tienen la función de instalar
una suerte de vacío lingüístico, necesario para la elaboración yol éxi­
to de la nueva lengua: el vacío es idealmente el espacio anterior a
cualquier semiolanía”.1'1No es difícil cambiar el curso de este análisis
(tal como se cambia el curso de un avión) y aplicarlo a la situación
lingüística colonial. La pregunta no es ya entonces “¿Cómo hablar a
Dios?” sino, según los casos, “¿Cómo hablar en la capital?”, cuando
uno se encuentra en Bretaña, Occitania o Córcega; “¿Cómo hablar
en la metrópoli?”, cuando uno se encuentra en África del Norte, el
África negra, Indochina, etc. Ese abordaje es menos susceptible de
aplicación al análisis sociológico de las relaciones lingüísticas en me­
dios llamados unilingües (¿cómo hablarle al patrón?, ¿al director?, ¿al
general?, entre otros), pero de momento nuestra intención no consis­
te en ello; habrá que volver a eso en otro volumen. Pese a todo, la

H Roland Barthes, Sude, l'ourier, Loyola, París, Scuil, 1971, p. 55 [trad. esp.: Sude,
Fourier, Loyola, Madrid, Cátedra, 19971.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 83
respuesta a las preguntas anteriores es simple: para hablar en la capi­
tal o en la metrópoli hay que olvidar el corso, el bretón, el occitano, el
árabe, el wolof, el bambara, etc., hacer el vacío a esos lenguajes pre­
vios para utilizar el francés que, en consecuencia, se vuelve lengua
exclusiva. A escala lingüística, el colonialismo instaura, por tanto, un
ámbito de exclusión lingüística a dos tiempos y exclusión de una len­
gua (la lengua dominada) de las esferas del poder y exclusión de los
hablantes de esa lengua (de aquellos que no aprendieron la lengua
dominante) de esas mismas esferas. Y tal como antes, si bien en este
ámbito la lengua nunca es una superestructura, por su parte, su esta­
tuto de lengua exclusiva o lengua que tiende a desarrollarse en un
campo de exclusión es superestructura!. Por ende, ese estatuto lin­
güístico caracteriza ciertas relaciones de fuerza (no sólo en situación
colonial): bilingüismo con oposición entre lengua dominada y len­
gua dominante, aplastamiento de una o varias lenguas por parte de
otra, lengua exclusiva, etc., que de ahora en más llamaremos superes­
tructura lingüística.
Pero paralelamente a ese proceso —dentro del marco en que se instaura
el campo de exclusión y, de un modo más amplio, la superestructura
lingüística- la empresa colonial tiene en idéntica medida una rela­
ción transitiva con las lenguas: opera mediante decretos, decisiones
políticas, planificación escolar. Esa acción está, con toda evidencia,
ligada al afianzamiento de las superestructuras que acabamos de re­
cordar, pero al mismo tiempo es producto de una cierta ideología
que intentamos describir en los dos primeros capítulos. En efecto:
una vez instalado, el colonialismo afirmará su cultura ante el vacío
cultural que cree (o más bien desea) hallar; esto es, establecerá la cul­
tura. Así, en los Estados Unidos, a partir de 1880, cuando la “pacifi­
cación” está prácticamente terminada (si se exceptúa la resistencia del
grupo chiricahua liderado por Jerónimo), el gobierno crea escuelas
donde, prohibidas las lenguas indígenas, se impone el inglés. A propó­
sito, por otra parte sorprende ver que una autora cuya simpatía por los
indios es evidente (y militante), Helen Jackson, sistemáticamente eva­
84 PROBLEMAS GENERALES
lúe su grado de “civilización” en los términos de la visión blanca del
problema, es decir, en términos de grado de asimilación:
— los cherokee: “Cuesta creer los progresos realizados por ese pueblo
durante el transcurso de diez años. En 1851, se había establecido
veintidós escuelas primarias [...] la asociación antialcoholismo con­
taba con 3 mil miembros”;
— y a la inversa, respecto de los sioux: “Es imposible negar que las
tribus eran ligeramente hostiles a cualquier forma de civiliza­
ción; pero, después de todo, eso era normal: se trataba de inevi­
tables protestas de una raza orgullosa y valiente contra el aban­
dono de su modo de vida”.15
Así, tenemos, de un lado, la civilización; del otro, un modo de vida.
Con todo, no sólo los indios tienen lenguas (¿quién lo dudaría?),
sino que incluso a veces las escribían (lo que, objetivamente, no aña­
de nada al estatuto de esas lenguas, pero reviste una cierta importan­
cia en Occidente, donde —una vez más por etnocentrismo—hay ten­
dencia a equiparar civilización con lengua escrita). Ya en 1734, des­
pués de la llegada de Ogletliorpe a Georgia, los cherokee envían una
carta a la compañía colonial, redactada en jeroglíficos pintados sobre
una pie! de bisonte. Más tarde, hay quien se maravilla (con un ligero
paternalismo) de la invención de un alfabeto cherokee. Thomas
McKenney señala en 1825 los “trabajos de filología de un indígena
de nombre Guess”. De hecho, se trata de Scquoyah, a quien en 1842
la North American Review dedica un artículo de afligente paternalismo:
U n indio cherokee de nombre Scquoyah, en lugar de tomar parre en los
rudos juegos de los otros jóvenes indios, sintió gran placer durante su
infancia al ejercitar su ingenio con trabajos de mecánica sencilla [...].
Perseveró en esa empresa y alcanzó su objetivo com pilando un total de
86 caracteres.16
151bul, pp. 89 y 175.
16 Citado por H. Jackson, op. cit., pp. 294-295.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 85
En suma, Sequoyah era un buen indio, cal como en Africa se decía
“un buen negro”. Por su parte, el lingüista Leonard Bloomfield tam­
bién lo mencionará: “Sikwaya, un cherokee, inventó una serie de 85
símbolos silábicos para su lengua; los indios fox tienen gran cantidad
de silabarios, todos basados sobre las formas escritas inglesas; y el cree
tiene un silabario conformado por caracteres geométricos simples”.17
Eso no impide en absoluto que se desarrolle el desprecio por la cultu­
ra de los indios y una evaluación de su “nivel de civilización” basado
tan sólo sobre el de los blancos. En ocasiones esa tendencia alcanza
las cúspides del ridículo y del sectarismo religioso (lo que viene a sel­
lo mismo). Por ejemplo, en 1870, un misionero, el doctor Williamson,
escribe al ministro del interior a propósito de los indios santees: “Los
indios civilizados son, por cierto, mucho más numerosos de lo que
usted creería. Durante el servicio del primer sabbat de este mes bahía
77 comulgantes de nuestra iglesia y una cierta cantidad de visitantes
más”.18 Aquellos no son errores del pasado, como podría suponerse:
esa práctica continúa boy, repartida en todas las zonas del planeta.
Jean-Marie Huart señala, por ejemplo, que en la Guyana francesa no
sólo no se enseña a los niños otra lengua más que el francés, sino que se
los separa por la fuerza de sus familias, pues los misioneros imponen un
sistema de internado conocido como “home d’enfants”[pensionado
para niños].19 Esa utilización de la escuela encuadrada dentro de la
glotofagia no es para nada aislada: en 1969, la enseñanza que se im­
parte a los indios wayana de Guyana es en francés; y, al parecer, no se
hizo ningún intento de transcribir su lengua;20 en Perú, entre los in­
dios shipibo, colonizados desde 1560, sólo hace treinta años algunas
sectas protestantes lanzaron una enseñanza bilingüe, español-shipibo,21
etcétera.

17 Leonard Bloomfield, Le langage, op. cit., p. 271.


18 Citado por H. Jackson, op. cit., p, 185.
19Jean-Marie Huart, Franfais et índiens en Guyane, París, 1972.
20 De l’ethnocide, París, Union Genérale d’Editions, 1972, p. 165.
21 Ibid, pp. 177-187.
86 PROBLEMAS GENERALES
Sin embargo, el mejor ejemplo del rol cumplido por la escuela en el
proceso lingüístico de la colonización es sin duda el de Aigelia, c]ue fue
estudiado de muy cerca por YvonneTurin,22 de cuyo libro nos valdremos
en las líneas siguientes- Desde la caída de Aigel, en 1830, un numero
importante de 'pedagogos más o menos serios se propone para regir la
enseñanza de ese nuevo Eldorado y, desde un principio, se plantea
la cuestión de la lengua. Asi, cuando en 1831 Jomard csci¡be al mimstto
de marina para proponerle su asistencia (Jomaid es responsable de la
escuela egipcia de París; el es cju¡en algunos anos antes escribió el prólogo
e hizo estudiar el diario de viaje de Rene Caillé), le contestan que ante-
todo hay un problema lingüístico, hn ese reí i itoi ¡o se habla ti es lenguas:
la árabe, la turca y la franca. ¿Cuál enseñar? El señor Costes, “ministro del
Santo Evangelio”, tiene una respuesta completamente personal: es candi­
dato para ir a enseñar las lenguas indias a Argel. Pero junto a ese im­
provisado hay personas serias, competentes, que dan su opinión; y es
interesante destacar que todas se sitúan dcntio de la misma problemá-
tica. Consultado por el general Clauzel, M. Peigné en principio explica
prudentemente, en una carta del 20 de mayo de 1831, que lio sabe nada
de Argelia, y que le sería oportuno informal se, lo que no le impide enun­
ciar esta conclusión respecto del sistema francés de enseñanza: a menos
que haya una necesidad absoluta, no veo por qué sería necesario cambiar
nada cuando se lo traslade a ultramar”.24Y en 1832, el duque de Rovigo
es igualmente claro: “Considero la propagación de la instrucción y de
nuestra lengua el medio mas eficaz de hacer c]uc nuestro dominio sobre
ese país progrese [...]. El verdadero prodigio a efectuar sería reemplazar
poco a poco el árabe por el francés .'?5
Sin embargo, hay que tomar decisiones, y Ceiity de Bussy, nombra­
do intendente civil en 1832, adopta la idea de t'uscíiunzt! rcciprocti c|ue
se le propone: bajo el mismo techo (en ese caso una mezquita), france-
22 Yvonne Turin, Affrontements culturéis dans l'Algérie colonial*, París, Maspcro,
1971.
2-*Ibid., p. 37.
u ibid, p. 38.
25 Ibid., p. 40.
EL PROCESO COLONIA!. A NIVEL LINGÜÍSTICO 87
ses, musulmanes y judíos aplicarían la autoenseñanza. El proyecto se
presenta con un tinte humanista. Según se piensa, permitirá suprimir
odios y animosidades religiosas y, pese a las reservas de París, sale a la
luz el 1° de junio de 1833, bajo la dirección de M. Barthélemy. Recibi­
rá a cien franceses, veintiún alemanes, quince españoles, cinco italia­
nos, dos malteses y cincuenta y ocho “indígenas” (en realidad, judíos;
no hay ningún argelino). Genty de Bussy se lamenta de ese fracaso,
pues considera que la escuela coránica a la que asisten los jóvenes mu­
sulmanes “es sólo un modo de confusión recíproca”:26 el único método
que para él sigue siendo aceptable es el de la enseñanza recíproca, con­
dimentado a la europea. Pero sus estados de ánimo no cambian en
nada los hechos, que, como se sabe, son testarudos: la escuela recíproca
de Argel, más tarde la de Bónc,’ no tendrá ningún éxito; tampoco lo
tendrán, por otra parte, los cursos de árabe. Creados especialmente
para los franceses, no tienen alumnos. Así, diez años después de la toma
de Argel, se llega a una conclusión que, en el ámbito lingüístico, no ha
variado: se abandona la idea de autoenseñanza; |>ero el proyecto glotófago
vigorosamente expuesto por el duque de Rovigo no cede terreno. BI
conde Guyot, sucesor de Genty de Bussy, expresa sus conclusiones res­
pecto de ese hecho repugnante, las “razas” que se mezclan: “Así, de esas
fracciones, dos son europeas y dos africanas; es preciso que haya escue­
las de lengua francesa separadas para los niños de cada fracción”.27
Pero en todo momento se deplora el ausentismo de los indígenas,
intolerable, pues anula la bella pátina que se procura el colonialismo:
expansión de la cultura, de la civilización. Entonces echa raíces una
idea genial, muy elocuente acerca del desarrollo de la administración:
pagar a los alumnos una suma proporcional a su presentismo escolar.
Una sorprendente aventurera, Mme. Allix,2H quien creó una escuela
para muchachas musulmanas, escribe con relación a este tema:
“ /bid, |». 45.
' Actual Aunaba. [N. de T.]
v lbid., p. 49. El subrayado me pertenece.
28 Conocida a veces con el nombre de Mme. Luce, por el apellido de su segundo
marido.
PROBLEMAS GENERALES
Hay que conocer muy poco a los árabes para creer que el deseo de ins­
truirse sólo se deba a algo que yo haya hecho, vinculado con el éxito que
obtuve. La miseria y el hambre: ésos son mis verdaderos auxiliares. Argel
bulle de familias desgraciadas, engullidas por necesidades acuciantes y
diezmadas por espantosas privaciones. Al ofrecer a estas familias una pri­
ma de dos francos por mes para ayudarlas, acallé todos sus escrúpulos; a!
dar, además, una comida al día a mis alum nos hambrientos, gané todas
las simpatías de sus madres.29

El fragmento vuelve ocioso todo comentario. Se intenta, sin embar­


go, generalizar el procedimiento con el reparto de una libreta de asis­
tencias, debidamente sellada cada día, entre los niños: una libreta
completa valía dos francos mensuales. Mediante ese ingenioso siste­
ma prematuro de puntaje se obtienen algunos “resultados”: 75 alum­
nos musulmanes en Argel en 1850, 159 en 1851... Simultáneamen­
te, en París se crea una escuela para los hijos de los jefes, con el evi­
dente propósito de fabricar una cinta de transmisión formada en
lengua francesa y para llevar al fracaso el sistema inventado en territo­
rio argelino (los jefes enviaban a la escuela a los hijos de sus servido­
res): provista de enormes créditos, la escuela de París recibirá entre
1839 y 1847 a once alumnos...
De hecho, veinte años después del desembarco, no siempre se logró
imponer el modelo escolar francés. Por otra parte, la administración no
cuenta con una política bien definida: los únicos dos puntos claros e
inamovibles siguen siendo el soslayo de la cultura árabe y la idea de que
el francés permanecerá como la lengua. Sobre esta imprecisión se enta­
bla una querella entre el Ministerio de Guerra y el de Instrucción Pú­
blica: ambos quieren obtener la tutela de la enseñanza en Argelia. Esa
pequeña guerra de influencias concluye en 1848 con un compromiso:
el decreto del 22 de julio estipula que las escuelas para judíos y euro­
peos dependerán de la instrucción pública y las destinadas a musulma­
nes dependerán de la cartera de guerra (¡!). Eso ya es reconocer el carác-

® Ib¡l, pp. 58-59.


EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 89
ter abiertamente político y militar del problema; volveremos a ello.
Más tarde, en 1850, dos decretos hacen las cosas más precisas. Uno
(fechado el 14 de julio) instaura escuelas “árabofrancesas” según el
modelo de la de Mme. Allix en Argel, Bóne, Blida y Mostaganem. Allí
se aprenderá a leer y escribir en francés y en árabe, luego algo de aritmé­
tica, ciencias naturales y geografía. Esas escuelas, por supuesto, se esta­
blecen bajo la tutela del Ministerio de Defensa [ministere des ArméesJ.
El segundo decreto (30 de septiembre) reconoce la instrucción prima­
ria y secundaria musulmanas, y las ubica bajo la alta dirección del go­
bernador general: es un intento de controlar lo que ya existe. Frente a
las fantasías algo desquiciadas de la década de 1830, los dos decretos de
1850 son, si se quiere, medidas “realistas”: toman conciencia del fraca­
so de los intentos previos y consagran el corte entre la enseñanza reser­
vada a los europeos y la reservada a los indígenas. Resalta claramente,
ante todo, la concepción de tipo policial de la enseñanza a los indíge­
nas: como no se los puede forzar para que asistan a nuestras escuelas,
vigilaremos, cooptaremos, fragmentaremos las suyas. Da cuenta de ello,
por supuesto, la división de responsabilidades de 1848; pero también
lo hace este informe de inspección firmado por el general Camou en
1854: “La instrucción pública indígena siempre deja mucho que de­
sear; por lo demás, debemos reconocer que no nos hemos ocupado de
darle demasiada extensión, vista la imposibilidad en que nos hallamos
de vigilarla y encaminarla a una meta propicia a nuestros intereses y a
nuestra política”.30 Se ve que ante todo consistía en una doble manio­
bra político-policial, sin más que lejanos vínculos con el emprendi-
miento civilizador caro a los ideólogos de la colonización: por una par­
te, contraponer a la enseñanza tradicional las escuelas árabofrancesas;
por otra, vigilar tanto como se pueda esa enseñanza tradicional.
En todos los casos, ya se trate de Guyana, Argelia, o más tarde del
África negra, se utiliza la escuela en conformidad con un proyecto
ideológico que llega a insertarse armoniosamente en el desarrollo de

30 Ibid., p. 207.
90 PROBLEMAS GENERALES
la superestructura lingüística del colonialismo naciente que antes in­
tentamos describir. Glotofagia, desde ya, pero también destrucción
cultural, o al menos tentativa de destrucción cultural, coinciden, así,
en la arquitectura del colonialismo naciente y aportan su pequeña
piedra para construirlo. La escuela halla de un modo absolutamente
natural su lugar en el campo de exclusión lingüística; y el proyecto es
de comunicación dirigida: orientada hacia la metrópoli, y en la len­
gua de esta última. Por supuesto, para una minoría (bastará como
ejemplo la solicitud para los hijos de los jefes); los demás no tenían
voz. Y esa comunicación dirigida es llamativamente isomorfa de la
economía “dirigida” instaurada por el colonialismo: ¿acaso mono-
producción (real) y monolingüismo (idealizado) no van a la par, con­
forme a una amplia perspectiva, en cuyo seno las civilizaciones loca­
les, a las que además se niega entidad, no hallan cabida?

S e g u n d o e s t a d io : el c o l o n ia l is m o t r iu n f a n t e

El primer estadio de la glotofagia era, de algún modo, vertical: en él


la diferenciación lingüística se manifestaba fundamentalmente en tér­
minos de clases sociales, por cuanto el retroceso de la lengua domina­
da comenzaba en la corte, la nobleza local, la burguesía y, en menor
medida, el personal doméstico y algunos comerciantes. Así, la lengua
dominante es empleada por quienes, en esa misma jurisdicción, es­
tán cerca del poder colonial o lo representan, y por quienes trabajan
para él (domésticos, comerciantes; pero también, en las regiones de
tradición escrita, como las de territorio francés, escritores, poetas y
otros).
El segundo estadio es más bien “horizontal”, en el sentido de que
la diferenciación lingüística habrá de establecerse no sólo según la
escala de clases, cal como acabamos de ver, sino también según una escala
geográfica: ciudad contra campo. Ese cambio de dirección en la ex­
pansión de la lengua dominante va acompañado por un cambio
superestructura! de importancia: lencamente, y según los casos, se
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 91
pasa del bilingüismo al monolingüismo, o del monolingüismo al bi­
lingüismo. De ese modo, las clases superiores que habían adquirido
la lengua dominante (bilingüismo) tienden a abandonar la lengua
dominada (pasaje a un nuevo monolingüismo); mientras que las cla­
ses inferiores de las ciudades, que no hablaban otra lengua que la
dominada (monolingüismo) tienden a adquirir la lengua dominante
(monolingüismo). En pocas palabras, si en el tratamiento del primer
estadio notamos que había una clase bilingüe en posesión del poder,
en el segundo estadio tenemos una clase hegemónica monolingüe,
un pueblo urbano bilingüe y un pueblo campesino monolingüe, lo
cual da forma a una nueva superestructura lingüística.
La conjunción de estos dos fenómenos (diferenciación ciudad-cam­
po y diferenciación social) ya había sido notada por Antoine Meillet
a propósito de la expansión del latín en Galia:
Si bien, por ejem plo, hacia el sij^lo iv en Galia las clases dirigentes, los
habitantes de las ciudades indudablemente no hablaban otra lengua más
que latín, hay buenos motivos para creer que en el cam po el galo no
había desaparecido de todas parles.'1

Y más adelante, al volver a tratar ese problema, insistía con razón en


las raíces económicas de esa evolución:
Q ue los elem entos dirigentes de la nación gala, reconociendo la superio­
ridad de la civilización romana y deseando conservar su propia situación
de dom inio, hayan adquirido velozmente conocim iento del latín 110 im ­
pidió que en algunas regiones rurales junto al latín subsistieran, sin duda
durante varios siglos, las hablas galas. D e ello resulta que durante esos
siglos muchas personas hayan cultivado a la vez el latín y el galo. Por
ende, durante largos años hubo individuos bilingües en el antiguo dom i­
nio galo, pues, por una parte, los elementos dirigentes debieron conser­
var algunas nociones de galo para hacerse entender por las personas que

31 Anronie Meillet, “Le sens linguistique de l’unité latine”, Linguistique historique


et linguistique générale, o/>. cit., 1. 1, p. 314.
92 PROBLEMAS GENERALES
habían guardado fidelidad a la antigua costumbre y, a la inversa, mucha
gente del pueblo debió adquirir rápidamente algunas nociones de latín
de entre los elem entos dirigentes. A falca de datos exactos, nos guarda­
mos de insistir acerca de estos hechos.32

La prudencia que exhibe aquí el autor 110 debe ocultarnos la im­


portante circunstancia de que el proceso descrito por él para el caso
específico de la expansión del latín se encuentra, en determinado
momento de la evolución, en todos los casos de glotofagia. Pero, si
bien el basamento económico y político de esa evolución es primor­
dial, la evolución por sí misma se ve ampliamente favorecida por
factores más contingentes: legislación acerca de la administración,
tribunales, escuela y, en nuestros días, prensa escrita, radio y televi­
sión secundan las relaciones de fuerza y facilitan la reproducción de
la superestructura lingüística.
Encontramos un ejemplo —entre otros—de este esquema en Gales.
Más arriba hemos visto que allí la modalidad romana tic implantarse
en lo militar y lo lingüístico había sido relativamente débil. De he­
cho, el gales nunca había sido seriamente amenazado por el latín; sí
habrá de enfrentar, más tarde, al inglés. Al principio, el invasor inglés
en apariencia quiere respetar la lengua galesa: el estatuto de Rhuddlan,
promulgado en marzo de 1284 por Eduardo I, no tiene nada de
glotófago; y A. Le Calvez resalta que “las costumbres y tradiciones
galesas eran respetadas. En consecuencia, el galés sigue siendo la len­
gua de los uchelwyr (nobles) y del pueblo. En 1284, el país de Gales
tan sólo pierde su independencia política”. *3 Recién en 1536, cuando
el país de Gales entra en el sistema administrativo y judicial inglés, la
situación comienza a evolucionar. A partir de ese momento, la justi­
cia se imparte en inglés, los textos oficiales se redactan en esa lengua,
y a veces en latín; se impone el sistema del invasor, incluso cuando
ese invasor acaba de librarse de la lengua francesa: apenas salido de
32 Antonio Meillct, “Sur les effets des changcments de Litigues”, Linguistique
historique et linguistiquegénerale, op. cit., t. 11, p. 105.
33 Armand Le Calvez, op. cit., p. 26.
KL PROCESO COLONIAL, A NIVEL LINGÜÍSTICO 93

una dominación lingüística en cuyo transcurso hubo de sufrir, impo­


ne una nueva dominación lingüística a sus vecinos (al respecto, véase
el capítulo vm). Entonces las cosas avanzan muy rápido: escuela, ma­
trimonios mixtos e intereses económicos siguen las reglas del ingles; y
el pueblo empieza a sentir fuertemente la alienación clásica de esas
situaciones: tiende a considerar su lengua como una sublengua. Así, a
fines del siglo xvi Gruffydd Robert observa: “Hallaréis personas que,
ni bien ven Severn o los campanarios de Shrewsbury y oyen a un
inglés decir una vez ‘good morrow’, olvidan su galés y lo hablan muy
mal. Su galés está anglizado y su inglés (¡Dios lo sabe!) demasiado
celtizado. Eso se debe ya a la necedad, ya al orgullo más descarado o
a la vanidad. En efecto, jamás se tiene por bueno y virtuoso a quien
reniega de su padre, madre, país o lengua”. Y el poeta Rhisiart Phylip
se queja:
Tu es mam ut froide et décharnée, salís ressource el mcpriséc.
Et tes eníants oisils baissant le con
Se niettent a parler la langue des Anglais
Et íi toublier — qucllc mauvaise acción!
Et ik t’abandonner a ta misérc.
Existc-t-il dans ta famille
Q uelqu’un qui re con naise encore?

[Te hallas m uy fría y mustia, inerme y despreciada.


Y, bajando la voz, cus hijos ociosos
Se dan a hablar la lengua de los ingleses
Y a olvidarte —¡qué bajeza!—
Y a librarte a cu desdicha.
¿Hay en tu familia
Q uien aún te conozca?]3''

Así, el retroceso del galés parece obligado en esr época de domina­


ción inglesa, y la lengua dominada no será salvada más que por la

w Citado por Annand Le Calvez, u¡>. cit., pp. 37-38.


94 PROBLEMAS GENERALES
religión. Efectivamente, los avances de la reforma, frente al catolicis­
mo (en 1603, en Gales se cuenta 200 mil anglicanos y 808 católicos)
están directamente vinculados a la traducción al galés del Nuevo Tes­
tamento (en 1567) y de la Biblia (en 1588). En este punto, hay que
cuidarse de una falsa interpretación de esas traducciones. Por ejem­
plo, resulta difícil seguir a Yves Person cuando escribe:
C on todo, el fanatismo lingüístico, esto es, la voluntad de im poner su
lengua a expensas de las otras, no fue constante en la historia británica.
D e hecho, no aparece hasta el siglo XVlll. En el xvi, los Tudor, de origen
galés, integran el país de Gales a Inglaterra desde el punto de vista legal,
pero adoptan el nombre de Gran Bretaña para señalar que no estriba en
una anexión unilateral. C om o son tiem pos de la Reforma, el Estado li-
nancia la traducción de la Biblia al galés, hecho que tendrá un rol cultu­
ral decisivo. Veremos que en Francia hacia esa misma época, con el edicto
de Villers-Cotteréts, Francisco 1 proclamaba la doctrina de genocidio
cultural.35

De hecho, esa ayuda prestada a la traducción al galés de las Escrituras


no impide para nada que el Estado inglés promueva un genocidio
cultural igualmente eficaz que el francés. En esto se tiene la impre­
sión de que Yves Person, con una intención completamente natura!
de condenar la glotofagia francesa, intenta contraponerle un libera­
lismo inglés que no es más que superficial. Efectivamente, durante
los dos siglos que siguieron, frente a la escuela inglesa impuesta, tan
sólo las escuelas religiosas promoverán el galés, la mayor parte de las
veces utilizando como libro de base las traducciones de las Escrituras.
Ese es el caso de las escuelas fundadas por la Society for the Promotion
ol Christian Knowledge en el norte de Gales; también el de las escue­
las itinerantes fundadas por Griffith Jones; más tarde, el de las escuelas
dominicales (Yrysgol, sul) que aparecen a partir de 1781. Pese a todo
eso, el inglés se impone en las ciudades y el galés retrocede: en el siglo
-,'i Yves Person, "Imperialismo linguistique et colonialismo”, en: Ar Falz, núm. 1,
1973, p. 23.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL. LINGÜÍSTICO 95
xix Gales será un país ampliamente bilingüe, cuyas “elites” no hablan
otra lengua que el inglés.
Sin embargo, esas reacciones son importantes pues echan luz so­
bre uno de los principales factores de resistencia a la glotofagia: la-
religión. Es un hecho general; se sabe que todas las religiones decidie­
ron que perdurase una lengua que conservaron contra viento y ma­
rea. Es el caso del sánscrito para el bramanismo, del latín para el
catolicismo, del hebreo para la religión judía, etc. Pero la Reforma
tiene como peculiaridad que, al contrario de todas esas religiones,
siempre empleó la lengua hablada por el pueblo, no una lengua muerta
o en trance de serlo. Así, la traducción al alemán de la Biblia tuvo 1111
rol no desdeñable en la historia lingüística y política de los estados
alemanes; lo mismo ocurre, tal como acabamos de ver, en Gales. La
religión puede, por tanto, salvar una lengua; pero su intervención es
ambigua, pues al mismo tiempo restringe esa lengua a ciertos secto­
res, precisamente aquellos que deja para ella la lengua dominante.
Ese hecho es flagrante en el caso de Gales. Allí, frente al inglés-lengua
oficial de la administración y de la escuela- entre los siglos xvi y xix el
galés seguirá siendo la lengua de las escuelas paralelas; pero es algo
bastante generalizado. Por ejemplo, Mostefa Lacheraf señala que en
Argelia "entre el pueblo se decretó que la lengua francesa era Litigue
d'ici-bas, en oposición al árabe, que se volvía lengua del mérito espiri­
tual en la otra vida"v' y esa “salvaguarda” de una lengua puede trans­
formarse entonces en otra forma de sepultarla. La lengua dominante
(en este caso el francés) ocupa el ámbito profano, es decir, todo lo
referente a la vida cotidiana, la administración, la justicia, las técni­
cas, la política, los estudios, etc., mientras que se empuja la lengua domi­
nada (el árabe) hacia el ámbito sagrado. Así la oposición lengua do­
minada/lengua dominante se ve convertida en oposición entre anti­
guo y nuevo: la lengua dominada es más o menos obligada a asumirse
como lengua confesional, retrógrada; al menos, ésa es la imagen que
los rnass media le devuelven de ella. En territorio francés se produjo

36 Mostefa Lacheraf, IJAlgéric: natiun et société, París, Maspéro, 1965, p. 324.


% PROBLEMAS GENERALES
un fenómeno similar con el bretón, presentado por la Tercera Repú­
blica laica y glotófaga como la lengua de los curas (véase el capítulo
vil). Esa organización de la diglosia, que también forma parte de la
superestructura lingüística, lleva de manera embrionaria la desapari­
ción en cierto plazo de la lengua dominada, que sólo se podrá evitar
con una conmoción política: la lengua así “salvaguardada” no tiene
fuerza ni dinamismo suficiente para volver a flote; a lo sumo puede
demorar su agonía. Y eso, tanto como las condiciones sociales, eco­
nómicas, políticas, la confinan al sector de “lo viejo”.
Así, esa expansión horizontal de la lengua dominante prácticamente
carece de freno, en tanto perduren las condiciones económicas y po­
líticas que le dieron origen. Las ciudades adquieren muy pronto el
uso de la lengua exclusiva, sólo las zonas campesinas siguen siendo
monolingües. Ese estadio de la glotofagia es prácticamente el que
conocemos actualmente en la mayor parte de las antiguas colonias
del exterior, tanto como cu las del interior. El caso de Occitania es, en
lo que hace a estas últimas, característico. Jules Ronjat daba la cifra de
diez millones para la cantidad de hablantes de occitano,37 y Robert
Lafont intenta un cálculo estimativo más preciso, que arroja como
resultado:
— de uno a dos millones de hablantes “a tiempo completo”, bilin­
gües, pero que no utilizan el francés más que fuera de la familia
o de la aldea;
- seis millones de hablantes parciales, que comprenden y hablan
el occitano, pero no lo utilizan más que ocasionalmente.
Eso llega a equivaler a entre siete y ocho millones de hablantes de
occitano en una población de alrededor de doce millones.38 Pero, una

37 J. Ronjat, Grammaire bistorique des parlers prnvertfuux moderna., 4 vol.,


Montpellier, 1930-1941.
38 Roben Lafont, Clefi poiir l ’Occitanie, París, Seghers, 1971, |>. 57.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 97
vez más, la distribución de esos grupos es a un tiempo geográfica y
social.
Si hacemos abstracción del reciente movimiento de la juventud
hacia su lengua (las cifras de aspirantes al bachillerato que eligen la
opción “occitano” aumenta año a año, como por otra parte sucede
con la opción “bretón”; los cursos de occitano se multiplican en cole­
gios, liceos, universidades...), movimiento que se produce sobre todo
en las ciudades y en las universidades, los ocho millones de hablantes
de occitanos se hallan sobre todo en zonas rurales. La ciudad cedió
hace ya largo tiempo ante los zarpazos de la lengua francesa. Con
ello, una vez más, la superestructura se cimenta sobre el mismo mo­
delo que la organización económica y social: que el campo esté su­
bordinado a la ciudad es en principio un hecho económico y social;
pero las relaciones lingüísticas redoblan, intensifican esas relaciones
sociales. La modificación de esas relaciones lingüísticas presupone
además una modificación de las relaciones económicas y sociales. En
tiempos no muy lejanos, en que los aldeanos occitanos no hablaban
francés, se veían llevados a aprender esa segunda lengua cuando su
situación los impulsaba a migrar a la ciudad. De allí en más es normal
que eso ocurra en las ciudades, donde la lengua dominada cede terreno
antes; es normal que Burdeos o Marsella, por ejemplo, sean enclaves
francófonos en territorio occitano; es normal que, en pocos años, el
bretón haya prácticamente desaparecido de Saint-Brieuc (de vez en
cuando se lo oye todavía en los obradores, esto es, adonde van a tra­
bajar los paisanos de lengua bretona que dejaron su tierra); es normal
que retroceda en Lannion pero se mantenga en el campo, en las fin­
cas aisladas.
Así, esa organización de lo que llamo segundo estadio (tendencia al
bilingüismo en las ciudades, monolingüismo en las zonas rurales) se vuelve
a encontrar en la mayor parte de las situaciones que conocemos hoy, es
decir, aquellas en cuyo interior el proceso de glotofagia no llegó a tér­
mino. En otro capítulo veremos que por lo general ésa es la situación de
la que hoy se gusta llamar “África francófona”. En todos los casos, se
asocia la lengua dominante con las formas más “modernas” de economía
98 PROBLEMAS GENERALES
(es decir, simultáneamente, con las formas más eficaces de explotación
capitalista del hombre por el hombre) y la lengua dominada con las for­
mas “arcaicas” de producción (las más cercanas a la tradición local). Y, en
consecuencia, uno detecta tres pares opositivos isomorfos:
Industria, comercio - agricultura
Ciudad - campo
Lengua dom inante - lengua dominada

Dicho paralelismo se pone de manifiesto, además, en un cuarto ni­


vel, el de la denominación, ya que el par lengua-dialecto, considera­
do por nosotros en el capítulo anterior, intersecta esos tres pares. El
aldeano arraigado a su tierra habla el “dialecto”, el habitante de la
ciudad habla una “lengua”; y esa homogeneidad se encuentra tam­
bién en los apelativos cargados de desprecio que se suelen usar para
designar la lengua dominada (por definición: la que uno no entien­
de) y a quienes la hablan. Esas designaciones suelen ser préstamos de
esas mismas lenguas dominadas; desde el jargon de los enciclopedistas,
en el campo se usa un chambia o un baragouin (charabia: hasta fin del
siglo xix era, para la burguesía parisiense, el modo de llamar al occitano
hablado en Auvernia; baragouin: de dos términos bretones, bara, “pan”,
y gtoin, “vino”) que son hablados por piones' o pacoulins (señalemos
que en francés el mismo término paysan [“aldeano”, “campesino”] es
a veces una denominación despreciativa).

L as FUERZAS DE RESISTENCIA CONTRA L.A GLOTOFAGIA

La dinámica implicada en los dos estadios anteriores nos lleva con


toda naturalidad a un tercer estadio, el de la glotofagia consumada, la
muerte de la lengua dominada, definitivamente digerida por la len-
' Al parecer, proveniente de apócopes de nombres de distritos bretones, lo d o este
tipo ile apelativos se usa para tachar a alguien de “rústico”, "mal entrazado”, “igno­
rante de las normas de urbanidad”. [N. deT.]
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 99

gua dominante. De hecho, el proceso nunca culmina en ese úlrimo


estadio, y cuando pese a todo eso sucede, no quedan más que algunos
rastros arqueológicos de la lengua desaparecida, asunto que tratare­
mos en el próximo capítulo. Los ejemplos de completa digestión de
una lengua (y, por ende, de una civilización) que podamos describir
de modo exhaustivo son, entonces, relativamente escasos. Y no por­
que el hecho en sí haya sido infrecuente durante la historia, sino
porque lógicamente conservamos pocas evidencias de él. En el caso
contrario, la mayor parte de las veces obtuvimos datos en las crónicas
del invasor. Así sabemos, por supuesto, que en Galia el latín ocupó el
lugar del galo (después de arrinconarlo en las campiñas, como acaba­
mos de ver) porque el invasor romano nos dejó numerosos testimo­
nios escritos. Pero en gran cantidad de situaciones anteriores, con­
temporáneas o posteriores, nos vemos reducidos a conjeturas y a la
búsqueda de pruebas arqueológicas, a la glotocronología, etc. lis difí­
cil, por ejemplo, volver a trazar las relaciones de fuerza (y, por consi­
guiente, las relaciones lingüísticas) que conformaron la historia de
África occidental: la falta de documentos se hace sentir fuertemente
y, en el estado actual de las investigaciones, la arqueología es de poca
ayuda. Probablemente, entre el siglo x y el xiv de nuestra era, en el
territorio aproximadamente constituido por el sur de la actual repú­
blica de Malí, una parte de Mauritania, Senegal y Guinea hayan co­
existido dos bloques lingüísticos: uno de lengua saralcolé alrededor
de Kumbi, capital del imperio de Ghana, y otro de lengua malinke
alrededor de Niani, supuesta capital del imperio de Malí. Finalmen­
te, el imperio de Ghana fue derrotado (en la batalla de Kirina) por los
ejércitos del emperador malinke Sunjata; pero sobre ello sólo tene­
mos el testimonio de la tradición oral y de las crónicas escritas en
árabe durante una época posterior en Tombuctú. Sin duda, en la fron­
tera fluctuante que dividía esos dos imperios, las lenguas sarakolé y
malinke se encontraron contrapuestas y, tras la victoria de Sunjata y
durante la lenta disgregación del imperio de Ghana, el malinke debió
hallarse en situación de lengua dominante. Acaso incluso la lengua
actualmente hablada en la región de Kayes, en la frontera entre Senegal
100 PROBLEMAS GENERALES
y Malí, sea producto de esas relaciones lingüísticas (al menos ciertos
argumentos fonológicos que sería ocioso citar aquí juegan a favor de
esa hipótesis). Pero nada podemos afirmar en nuestros días, y perma­
necemos (rente al retroceso histórico de la lengua sarakolé sin poder
reconstruir sus etapas.
Sin considerar las dificultades al describir esos fenómenos, es im­
portante destacar que presenté el proceso glotófago segmentado en tres
estadios por afán de simplicidad; en realidad, se trata de un fenómeno
continuo, sin umbrales cuantitativos: los umbrales que intenté señalar
son más bien cualitativos. La lengua dominante se impone según un
esquema que pasa por las clases dirigentes, luego por la población de las
ciudades y finalmente por las del campo, puesto que el proceso va
acompañado de sucesivos bilingüismos, en los sitios donde la lengua
dominada resiste. Pero la desaparición de una lengua (la glotofagia con­
sumada) o su contrario dependen de numerosos factores no lingüísticos,
en especial de las posibilidades de resistencia del pueblo que habla esa
lengua. El latín 110 suplantó al galo porque fuera lingüísticamente “su­
perior” (los capítulos anteriores demostraron lo suficiente que 110 había
lenguas superiores, sino discursos ideológicos que intentaban apunta­
lar esa pretendida superioridad). Lo suplantó porque en un primer
momento los ejércitos romanos eran militarmente superiores a los ga­
los, y porque en un segundo momento el Estado romano pudo hacerse
cargo de una larga ocupación militar de la Galia, intensificada por una
colonización racional en que todo se efectuaba para asegurar el triunfo
de una forma de civilización: a fin de cuentas, la lengua gala no fue
víctima del latín, fue víctima del imperialismo romano, del mismo modo
que el bretón y el occitano 110 fueron gravemente alcanzados por el
francés, sino por el centralismo económico y político francés, es decir,
por una forma de colonización interior.
La descripción del proceso de glotofagia está necesariamente ligada
a la de las fuerzas de resistencia a la glotofagia: de la relación entre éstas
y aquéllas depende el resultado del combate. Ya hemos visto algunas de
esas fuerzas de resistencia, en especial la constituida por la religión en
todas las situaciones en que está vinculada a una lengua. Pero el resulta­
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 101
do más firme de esa resistencia estriba en la conciencia nacional del
pueblo oprimido, que eventualmente hará que este último se alce con­
tra el opresor. Puesto que, tal como no hay clase “para sí” (en oposición
a la clase “en sí”) sin conciencia de clase, no hay nación “para sí” sin
conciencia nacional, pues, esta última está ligada a toda lucha de libe­
ración. Con gran frecuencia el combate de un pueblo contra la opre­
sión externa constituye, entonces, la principal fuerza de resistencia contra
la glotofagia. Eso motiva, por ejemplo, que el francés, disponiendo
de la importante asistencia del aparato de Estado, verdadera aplanado­
ra o maquinaria de destrucción de culturas, nunca se haya impuesto
verdaderamente en Argelia a lo largo de ciento treinta años de colonia­
lismo. Tenía líente a sí una lengua reforzada por su rol religioso, el
árabe (y, desde esa perspectiva, la lengua es en cierto modo el partisano
de la causa del pueblo: en ella uno está a salvo de la lengua dominante;
en ella, uno lucha contra la otra), y también una lengua apartada en las
montañas donde vivía el pueblo que la habla, el bereber, desde luego,
pero sobre todo un pueblo que se niega a ser oprimido y que finalmen­
te tomará las armas contra la presencia política y económica francesa.
También es, a la inversa, el motivo por el cual el hebreo se impuso en
Israel en veinte años, el toscano en Italia en un siglo; en ambos casos
había una conciencia nacional, una voluntad de unidad que hallaba,
entre otras, una traducción lingüística. La relación entre esas dos cifras
es importante: veinte años para hacer del hebreo, lengua que todos los
diccionarios de la preguerra incluían dentro de la categoría de las len­
guas muertas, la lengua de Israel; imposibilidad, durante siglo y medio
de colonización, de imponer el francés en Argelia. Importante, pues
entre ambos ejemplos median la voluntad y el combate populares, que
inclinan la balanza en uno u otro sentido. El hebreo estaba del lado del
pueblo; el francés estaba con el opresor.
Pero existe un freno para esa posibilidad de resistencia a la glotofagia:
el plurilingüismo local, ante todo un plurilingüismo objetivo, pero tam­
bién suscitado por el colonizador. Así, es irrefutable que la dialectaliza-
ción del bretón -dividido, en un primer momento, en cuatro dialec­
tos: vannetais [de Vannes], cornouailles, ¿con, trégor- no facilita la resis­
102 PROBLEMAS GENERALES
tencia contra la lengua francesa. Los tres últimos dialectos tienen una
relativa proximidad (por lo demás, se los unificó, en la grafía, con el
nombre de KLT); el vannetais esiá separado de ellos por una diferencia
de acento tónico que modificó la evolución fonética de los morfemas.
El imperialismo lingüístico francés propició, por supuesto, esa dialec-
talización, en especial negándose a alfabetizar al pueblo en su lengua;
pero ya existía originariamente, y por eso considero un hecho objetivo
ese plurilingüismo: la diferenciación lingüística en el seno de un mis­
mo pueblo preexistía a la empresa colonial. Pero la colonización mu­
chas veces creó pieza por pieza situaciones plurilingües, con la simple
maniobra de recortar zonas con fronteras. Como se sabe, las actuales
repúblicas africanas vieron su territorio delimitado por Francia; tam­
bién se sabe que las lenguas de gran extensión (peul, hausa, bambara)
abarcan gran cantidad de países pero 110 pueden ser la lengua nacional
de ninguno, pues en cada uno de ellos coexisten entre sí y con muchas
otras lenguas. Con ello, la situación resultante, un plurilingüismo inex­
tricable, es funcional a la glotofagia, incluso después de la teórica des­
colonización; la francofonía, hoy punta de lanza del neocolonialismo,
necesita esas divisiones arbitrarias para reinar; pero otro capítulo desa­
rrollará ese problema.
Lo que importa retener aquí es la indudable posibilidad de descri­
bir el fenómeno colonial conforme ai sucesivo avance en el terreno de
la glotofagia, pero que esa glotofagia nunca es un fenómeno aislado.
Por ejemplo, es imposible aceptar descripciones tan vagas, tan etéreas
como la siguiente:
Sin insistir en los detalles, lim itém onos a mencionar que en otros sitios se
desarrollaron historias paralelas a la de Francia y a la del francés, du suerte
que por últim o el latín escrito se vio continuado por una serie de lenguas
nacionales que, a su vez, se volvieron lenguas literarias y, cada una en su
territorio, lim itaron los otros lenguajes a estado de patois o pequeñas len­
guas regionales.w

y>Marccl Cohén, Histoire d ’une langue: lefrartfais, París, EditionsSociales, 1967,


P- 51.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 103
El autor, que se proclama marxista, cae aquí en el idealismo clási­
co: no hay que describir la realidad por intermedio de su sombra.
Cae en el desprecio imperial por las culturas dominadas: ¿qué debe­
mos entender, en su texto, cuando se refiere a “pequeñas lenguas”?
Lenguas habladas por pocas personas; al menos la expresión adquiere
ese sentido en otro de sus libros40 a propósito del bretón. Pero ¿acaso
el derecho a vivir de una lengua se mide en función de la cantidad de
hablantes que ella tenga? Además, si hubiera que seguir esa vía, se
podría rotular como pequeña lengua al danés al compararlo con el
francés, o al francés, comparado con el español, y así sucesivamente.
En la práctica, hay tres componentes que dan sustento a ese proce­
so de glotofagia que hemos intentado describir.
— Componente económico. A partir de la aceptación del concepto
de superestructura lingüística que desarrollé más arriba, hay
que buscar el origen de los conflictos lingüísticos en los con­
flictos económicos y sociales, en el modo de producción, en
suma, en el colonialismo como fenómeno económico y políti­
co. Desde esa perspectiva, podemos afirmar que cualquier co­
lonización lleva en germen la glotofagia, y que la interrupción
del proceso glotófago pasa por una descolonización efectiva (lo
cual bajo ningún concepto quiere decir que, en el mismo trans­
curso de la colonización, las luchas en el campo cultural estén
desprovistas de eficacia).
— Componente jurídico (aquí, “jurídico” se toma en sentido am­
plio). De hecho, como toda situación impuesta por la fuerza a
cargo de un aparato de Estado, el colonialismo implica a la vez
la emanación de su legalización y de sus modos de reproduc­
ción. En este caso consisre en el importante rol cumplido por
el aparato jurídico en sentido estricto (véase, más arriba, el ejem-

40 Marcel Cohén, Matiriauxpour une sociologie du langage, París, Maspéro, 1971,


r. l, p. 95 [trad. esp.: Manual para una sociología del lenguaje, Madrid, Fundamento,
1974],
PROBLEMAS GENERALES
pío de Argelia). En teoría ese componente jurídico es necesa­
rio, esperado, y prácticamente una importante ayuda en el pro­
ceso de glotofagia, pero no es la última instancia en que se re­
solverían todos los conflictos, no es primordial. Eso implica,
una vez más, que los combates por la descolonización lingüísti­
ca pasan por la colonización propiamente dicha, y que es iluso­
rio desear entablar combate por la derogación o la reforma de
una ley, por la reglamentación de la escuela.
Componente ideológico. Es el fenómeno que, tanto en la misma
tendencia como a contrapelo del colonialismo, intenta justifi­
carlo. Vimos en los dos capítulos anteriores cuáles eran sus dis­
positivos en el pensamiento francés; pero ahora debemos ad­
mitir que las cosas pueden presentarse de modo distinto en
distintos tipos de colonización. Sin llegar a conceder al colo­
nialismo inglés un rótulo de liberalismo lingüístico, hay que
reconocer, no obstante, que los componentes jurídicos y eco­
nómicos son menos salvajes, menos paranoicos que en el colo­
nialismo francés. Hecho que, por supuesto, no mengua el pro­
ceso de glotofagia: en las antiguas colonias inglesas se enseñó
las lenguas locales, y esa práctica facilitó en Tanzania o en Kenya
la adopción de una lengua nacional como el swahili. Pero la
relación entre lengua dominante (el inglés) y lenguas dom ina­
das perduraba, en época de la colonización, y sigue perdurando
hoy: en África “anglófona”, el inglés es una lengua de clase al
igual que el francés en África “francófona”. 1.a glotofagia 110
tiene una nacionalidad favorita. Tampoco sus secuelas.

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