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COGNITIVO-CONDUCTUALES
EN TERAPIA OCUPACIONAL
PROYECTO EDITORIAL
TERAPIA OCUPACIONAL
Serie
GUÍA PRÁCTICA
Coordinador:
Pedro Moruno Miralles
PROYECTO EDITORIAL:
TÉCNICAS
COGNITIVO-CONDUCTUALES
EN TERAPIA OCUPACIONAL
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34. 28015 Madrid
Teléfono: 91 593 20 98
http://www.sintesis.com
ISBN: 978-84-9077-287-4
ISBN: 978-84-907785-2-4
Depósito Legal: M. 13.975-2016
para que él mismo sea capaz de producir el cambio. Por ejemplo, se conoce
que la dotación genética predispone a los sujetos a responder de cierta mane-
ra y algunas veces limita su respuesta, pero en el enfoque cogniti-
vo-conductual lo que se resalta es que, en cualquier caso, la respuesta del
sujeto y el medio son determinantes (Skinner, 1971). La tradición conductual
se centra en lo que el sujeto hace y en el contexto en el que ocurren esas
conductas (Nelson y Hayes, 1986). Por otro lado, en el enfoque cogniti-
vo-conductual el acento se pone en lo positivo y en la solución del problema
en sí mismo.
Una característica muy importante del enfoque cognitivo-conductual es
la consideración, juicio o posición que mantiene frente a los problemas. De
hecho, el enfoque cognitivo-conductual considera que muchos de los com-
portamientos que con anterioridad habían sido calificados como psicopato-
lógicos en realidad son disfunciones de las normas o valores de una determi-
nada cultura. Tomar conciencia de esa diferencia es esencial no solo para
solucionar el problema, sino para ofrecer una alternativa de solución integral
que no cause otro trastorno y que, además, permita que el cambio perdure.
Desde una perspectiva conductual, la normalidad y la no normalidad
se definen en función de reglas culturales, valores y prácticas. La cultura
proporciona el contexto para determinar qué conductas son aceptables o
valiosas y cuáles no lo son (Farmer y Nelson-Gray, 2005). Las nociones
de qué conducta es normal y cuál no lo es cambian, al igual que cambian
los valores y las prácticas culturales a lo largo del tiempo. De hecho, en
muchos casos, es difícil distinguir entre “enfermedades mentales” y “en-
fermedades culturales”. Por ejemplo, los problemas psicopatológicos se
adentran en el control social a través del “factor constitucional” de las
prostitutas (Vallejo-Nájera, 1937), el término ambiguo de “psicópatas” y
el suicidio como consecuencia de una “enfermedad mental” (Szasz, 2002).
Se pueden poner otros ejemplos de casos, que ahora resultan sor-
prendentes, tales como la drapetomanía, la enfermedad mental de los
esclavos negros en el siglo XIX, cuyos síntomas eran el “ansia de libertad”
o la expresión de sentimientos contra la esclavitud (Cartwright, 1851); y
la disaesthesia aethiopica (Cartwright, 1851), cuyos síntomas era la in-
sensibilidad de la piel y la pereza por la cual la persona parece que está
medio dormida. El trastorno se daba sobre todo en los esclavos libres y se
afirmaba que los azotes podían curar esta dolencia. Otro ejemplo, en un
contexto diferente, que resulta cuanto menos gracioso es un trastorno que
no tuvo muchos seguidores y que fue llamado cara de bicicleta, que se
caracterizaba por tics dolorosos en la cara y que se producía solo en muje-
¿Pueden ayudar las técnicas cognitivo-conductuales al T.O.? 17
1.4.2. Dolor
problemas y no otros, no son útiles para explicar por qué se mantiene el pro-
blema actual. Esto marcaría la diferencia entre las evaluaciones básica-
mente históricas (como las evaluaciones psicoanalíticas o psicodinámicas)
y las básicamente ahistóricas (como la conductual).
Desde el punto de vista clásico, las conductas son examinadas como
productos esencialmente intrapsíquicos, por ejemplo, de los rasgos de per-
sonalidad. Para el enfoque cognitivo-conductual, la conducta no se puede
explicar por factores intrapsíquicos “profundos” (por ejemplo, por el in-
consciente) o por factores “rígidos y estables” (como, por ejemplo, por los
rasgos de personalidad), sino por elementos biológicos, físicos y sociales.
Si la conducta del sujeto está determinada por los antecedentes y las
consecuencias, eso quiere decir que las causas de una determinada conduc-
ta se encuentran en los eventos ambientales contemporáneos a la conducta
presentada: esto es lo que se llama especificidad de la respuesta.
Los elementos comunes de la evaluación conductual son los tres sis-
temas de respuesta (Lang, 1968). Estas tres áreas o sistemas se han descri-
to como: a) verbal-cognitiva, b) motórica y c) fisiológica. Estos sistemas,
aunque operan independientemente, están interconectados.
La evaluación conductual dio lugar a la formulación del caso y al aná-
lisis funcional. Las dos metodologías han transitado por caminos poco
concurridos y su posible desarrollo en el futuro es difícil de predecir. Al-
gunos autores consideran que el análisis funcional es un tipo de formula-
ción del caso (Haynes y O’Brien, 1990) y otros autores estiman que la
formulación del caso es el desarrollo lógico del análisis funcional.
En este capítulo se intenta describir el análisis funcional y la formu-
lación del caso como partes de un mismo todo. Por un lado, se conside-
ra el desarrollo lógico de la evaluación conductual que derivó en el
análisis funcional. Los primeros modelos de análisis funcional (por
ejemplo el de Kanfer y Saslow, 1969) representaron una aportación
trascendental, pero que en realidad no cristalizará hasta que años más
tarde se integre en la formulación del caso. Inicialmente el análisis fun-
cional no se convirtió en una herramienta útil, esto pudo en su momento
deberse a varios motivos: la dificultad para realizarlo, el miedo a que un
análisis funcional mal hecho conllevara un tratamiento inadecuado
(Haynes y O’Brien, 1990) y la incapacidad de la psicología para romper
con los “diagnósticos” médicos. De hecho, el esfuerzo se hizo en la
búsqueda de tratamientos que representaran una alternativa a los trata-
mientos biomédicos y no en conseguir una ruptura con la nosología
psiquiátrica y biomédica (medicina conductual). Victor Meyer explica
Análisis funcional y formulación del caso: identificar, definir y decidir 35
el recelo de los psiquiatras para derivar sus casos a los psicólogos, lo que
resulta paradójico porque, por otro lado, había ya un grupo de médicos
que trabajaban desde un punto de vista conductual y que permitieron el
desarrollo de la medicina conductual. El modelo de análisis conductual
aislado ha ido perdiendo fuerza dentro de las ciencias de la salud, salvo en
el caso de la formulación del caso clínico (Haynes et al., 2011; Kaholoku-
la et al., 2013) que lo incluye durante toda la formulación del modelo.
Más adelante, cuando se cite el análisis conductual, se referirá al desa-
rrollo de este modelo en el análisis funcional aplicado. En la década de los
90 se impulsa una evaluación conductual muy específica que se ha deno-
minado análisis conductual aplicado, que desarrolló el análisis funcional
en varias direcciones, pero, sobre todo, con el denominado análisis fun-
cional análogo, dirigido especialmente a problemas de conducta tanto de
niños como de adultos, aunque con especial énfasis en sujetos con trastor-
nos del desarrollo y adultos con demencia.
Para terminar se expondrán los diferentes modelos de formulación del
caso, centrándonos más en el modelo cognitivo-conductual y, dentro de él,
en el modelo UCL (University College of London). La crítica que se ha
planteado a la formulación del caso es que es excesivamente teórica; sin
embargo el modelo de formulación del caso UCL ha hecho un esfuerzo para
mostrar su aplicación a diversos trastornos (Nikčević, Kuczmierxzyk y
Bruch, 2006). Sin embargo, presenta los mismos problemas que otros mo-
delos, falta de protocolización y no desmarcarse de la nosología médica.
Ha habido una serie de autores en español que han descrito este mode-
lo y sus variedades y se ha considerado un tema referente de todos los
manuales de modificación de conducta (por ejemplo, Segura et al., 1991;
Llavona, 1984). Sin embargo, con respecto al modelo, a pesar de ser con-
siderado una necesidad determinante del tratamiento, la literatura en espa-
ñol no ha reflejado su aplicación clínica, y se ha sustituido por el modelo
de formulación del caso.
Fuera del análisis funcional aplicado, solo un modelo sigue utili-
zando, con fuerza, el término análisis funcional: el modelo de formula-
ción clínica (Haynes, 1994). Este modelo en España ha tenido un desa-
rrollo muy considerable (Haynes et al., 2011) que continúa e integra las
Análisis funcional y formulación del caso: identificar, definir y decidir 37
• Atención
NIÑO 4
NIÑO 1
Tareas académicas
Estar solo
Desaprobación social
Juego
Según Iwata et al. (1982, 1994), los ensayos continuarán hasta que:
1) se establezca una estabilidad aparente en el nivel de la conducta pro-
blemática; 2) haya niveles inestables de respuesta que persistan en todas
las condiciones durante 5 días; o 3) se hayan completado 12 sesiones.
Se han llevado a cabo dos revisiones de análisis funcional (Hanley
et al., 2003; Beavers et al., 2013) que han examinado todos los estudios
que se han realizado con análisis funcional. Desde el 2001 al 2012
Beavers et al. (2013) revisaron 158 estudios que informaban de 443 análi-
sis funcionales individuales. Combinando ambos estudios se revisaron
435 estudios con 981 análisis funcionales individuales.
La mayoría de las investigaciones se hicieron con niños (326 estudios,
74,9% del total) y el resto era con adultos (142 estudios y 32,6% del to-
tal). Los sujetos con discapacidades del desarrollo representaban la mayo-
ría de los estudios (382 estudios y el 87,8% del total), a los que seguían
los sujetos con autismo (117 estudios y 26,9% del total); el grupo con
menos estudios era el de sujetos sin discapacidad (59 estudios y un 13,6%
del total). También se han elaborado estudios con sujetos con demencia,
síndrome de Tourette, esquizofrenia y lesión cerebral traumática.
Los problemas más habituales eran autolesiones, agresiones, conduc-
tas alteradoras, vocalizaciones y destrucción de la propiedad. Además se
realizaron estudios con vómitos, náuseas, tirar o guardar comida, escupir,
hiperventilar, desnudarse, realizar conductas sexuales inapropiadas y
morderse las uñas.
En la mayoría de los estudios se presentaban varios problemas de
conducta a la vez y en el análisis funcional se evaluaban todas las conduc-
Análisis funcional y formulación del caso: identificar, definir y decidir 43
tas (en 120 estudios, 75,9% del total) y solo en un pequeño grupo de estu-
dios (en 59 estudios y un 37,3% del total) los sujetos tenían una única
conducta inadecuada.
El procedimiento se ha extendido también a otros trastornos que no
son problemas de conducta, tales como problemas para dormir, llorar y
rumiación.
La capacidad de este tipo de estudios para identificar las contingencias
que mantienen la conducta problemática ha permitido aplicar tratamientos
individualizados y reducir el uso de procedimientos aversivos para disminuir
estas conductas problemáticas. Los tratamientos que se diseñaron paralela-
mente representaron una alternativa de intervención sobre todo en las con-
ductas que resultaban peligrosas tanto para el sujeto como para las personas
que le rodeaban, conductas tales como las autolesiones y las agresiones.
En el estudio de Hamley et al. (2003) se mostró que el 95,9% de los
estudios tenían éxito en identificar la función de la conducta problemática
y solo el 4,1% obtenían resultados en los que el análisis funcional no era
capaz de identificar la función de la conducta problemática.
Los problemas que se han encontrado con este tipo de evaluación son
los siguientes: mucho tiempo consumido, gasto, dificultades para realizar-
se en determinadas situaciones y con ciertas conductas, y el reforzamiento
de la conducta inadecuada.
Se han propuesto varias alternativas al análisis funcional análogo:
análisis funcional breve, análisis funcional de la latencia, análisis funcio-
nal del precursor, análisis funcional con equipo protector y análisis fun-
cional basado en ensayos discretos.
El análisis funcional breve fue diseñado por Northup et al. (1991) con
el objetivo de disminuir el tiempo total de evaluación, para ello se utilizan
menos sesiones y se reduce la duración de estas.
El análisis funcional de la latencia. En conductas de alto riesgo, la
frecuencia puede no ser la mejor medida de la conducta; la mejor medida
en esos casos es la latencia. En este tipo de análisis la sesión termina des-
pués de la primera respuesta (Thomason-Sassi et al., 2011).
El análisis funcional con equipo protector surge, al igual que otras al-
ternativas al análisis funcional convencional, al intentar reducir los daños
que se producen cuando se evalúan conductas que producen daños, tales
como las autolesiones y las agresiones a otros, ya que para evaluar van a
tener que, necesariamente, producirse estas conductas problemáticas (Le y
Smith, 2002). Sin embargo, se ha sugerido que la colocación de tal equipo
protector puede alterar el análisis funcional de tal forma que no pueda ser
44 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
Hay tres autores que han diseñado un modelo de formulación del caso
estrictamente cognitivo: Persons (1989) en su primer modelo (ya que lue-
go diseño un modelo cognitivo-conductual), Judith Beck (1995) y Need-
leman (1999).
J. P. Persons (1989) desarrolló uno de los primeros modelos de formu-
lación del caso cognitivo y es considerado por muchos como uno de los
más elegantes modelos de este tipo. Su modelo se centra en dos niveles:
1) problemas observables y 2) mecanismos subyacentes que sirven para
establecer y mantener los “síntomas”. El modelo tiene en cuenta los com-
ponentes cognitivos, afectivos y conductuales de los problemas psicológi-
cos y de los mecanismos subyacentes, además de proporcionar una guía
para utilizar la intervención más efectiva.
A continuación se presentan los dos modelos de Judith Beck y Need-
leman de forma más detallada. Del modelo de Beck se presentará un re-
sumen del plan de formulación del caso; del modelo de Needleman, su
propuesta de formulación del caso.
Judith Beck (hija de Aaron Beck, uno de los padres de la terapia cog-
nitiva) (1995) formuló también un modelo de formulación del caso similar
al de Persons en muchos aspectos. Su enfoque integra experiencias del
Análisis funcional y formulación del caso: identificar, definir y decidir 47
A. Precipitantes
B. Visión transeccional de las cogniciones y conductas normales
C. Visión longitudinal de las cogniciones y conductas
D. Fortalezas y habilidades
E. Hipótesis de trabajo (resumen de la conceptualización)
A. Listado de problemas
B. Objetivos del tratamiento
C. Plan para el tratamiento
A. Relación terapéutica
B. Intervenciones/procedimientos
C. Obstáculos
D. Resultados
época consideraban que no había que tener en cuenta las diferencias indi-
viduales. Meyer era un psicólogo clínico que trabajaba en un contexto
psiquiátrico y aplicó sus conocimientos de terapia de conducta a los pro-
blemas que se le presentaban: problemas “existenciales”, problemas de
personalidad y trastorno obsesivo-compulsivo, y él mismo reconoce la
cautela de los psiquiatras para derivarle sujetos (Meyer y Chesser, 1970,
1982). Meyer, posteriormente, señala la importancia en su enfoque de la
entrevista inicial. Fue crítico con los modelos protocolizados (por ejem-
plo, el de Kanfer y Saslow, 1969) porque creía que estos modelos eran
demasiado distantes y pesados. En vez de este modelo pensaba que el
terapeuta debía desarrollar hipótesis sobre la naturaleza concreta del pro-
blema del sujeto.
Meyer creó la primera unidad de terapia de conducta en el Hospital St.
Luke’s Woodside (Londres) y llevó a cabo el primer curso de entrena-
miento basado en el modelo de formulación del caso en la Escuela de
Medicina del Hospital Middlesex (Londres) en 1970.
La primera definición de formulación del caso la proporcionan Meyer
y Turkat (1979) de la siguiente manera: 1) relaciona todas las quejas entre
sí; 2) explica por qué el sujeto desarrolla estas dificultades; y 3) propor-
ciona predicciones con respecto a la conducta del sujeto en cualquier si-
tuación estimular.
Ira Turkat era un psicólogo clínico que había hecho sus prácticas con
Meyer en los años setenta. Adoptó el modelo, lo mejoró y lo hizo más
accesible. Este autor estuvo influenciado, además de por Meyer, por Sha-
piro y Wolpe, todos ellos habían estado colaborando con Meyer.
Su principal manual, Behavioural case formulation (Turkat, 1985),
planteó las bases del modelo. Aunque Turkat en un primer momento utili-
zó el término modelo analítico-conductual (Meyer y Turkat, 1979), en el
que remarcaba el análisis individual de la conducta, posteriormente lo
abandona para que no diera la impresión de que quería sintetizar los mo-
delos conductual y psicoanalítico (Turkat, 1986). Finalmente se denomina
formulación del caso, en vez de los nombres que se utilizaban hasta ese
momento: formulación conductual y formulación del problema.
Para Turkat, la formulación del caso tiene tres partes: entrevista ini-
cial, experimentación clínica y metodología de la modificación.
El principal objetivo de la entrevista inicial es obtener una formu-
lación del problema, no un diagnóstico, y debe comprender: 1) una hipó-
tesis sobre la relación entre los diferentes problemas del sujeto; 2) una
Análisis funcional y formulación del caso: identificar, definir y decidir 51
Esta fase se centra en la descripción del problema por parte del clien-
te. El propósito de esta fase es explorar los problemas principales del
cliente, saber por qué está buscando ayuda en ese momento, así como los
cambios que el sujeto puede lograr. Se empieza explicando el propósito de
la entrevista preguntando al sujeto sobre sus puntos de vista y expectativas
52 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
Análisis funcional
Organismo Verbal-cognitivo
Automático-somático
Consecuencias
Estímulo Respuesta
Conductual-motórico
un sujeto puede no dormir (ser insomne) por una alta activación antes de
dormir (en este caso, el procedimiento puede ser disminuir la activación
con alguna de las numerosas técnicas de relajación), por una activación
cognitiva antes de dormir (por lo que sería idónea una reestructuración
cognitiva, entrenamiento en meditación e incluso tratamientos específicos
a determinadas fobias) o por utilizar procedimientos para dormir que no
facilitan el sueño, como rutinas para dormir o higiene del sueño inadecua-
das (por lo que el tratamiento implicaría construir un ritual de sueño o
establecer una higiene de sueño óptima).
La formulación del caso no siempre es tan sencilla si en el problema
están afectados varios sistemas de respuesta (o todos incluso) y en el caso
de que sea difícil intervenir en la modalidad de respuesta dominante.
Aunque, por otro, lado sabemos que si todas las modalidades de respuesta
están interconectadas y participando en el problema en alguna medida, al
intervenir en una de las modalidades estamos actuando en el problema y
en el resto de las respuestas.
Turkat (1979) propuso una matriz de análisis conductual (cuadro 2.1)
para llevar a cabo una evaluación exhaustiva y sistemática que incorpora-
ra todos los sistemas de respuesta, tanto las conductas como las conse-
cuencias y la perspectiva ambiental.
En la terapia de conducta clásica no se considera necesario hacer un
análisis histórico del problema, posiblemente como un rechazo al modelo
psicoanalítico. Sin embargo, desde el punto de vista de la “formulación
del caso” se considera pertinente un análisis del desarrollo. Este modelo
considera la información etiológica como una fuente importante de desa-
rrollo de hipótesis que vinculan el aprendizaje temprano y algunas cogni-
ciones y conductas fuertemente asentadas, hipótesis que pueden clarificar,
sobre todo, problemas complejos. Por ejemplo, nosotros podemos pregun-
tar al sujeto sobre cuándo ocurrió por primera vez el problema y qué ocu-
rrió en esa situación. Esta información etiológica es en muchas ocasiones
importante porque permite desarrollar hipótesis en problemas complejos.
Se ha observado que, en ocasiones, en los problemas complejos se han
autoestablecido autoesquemas que son disfuncionales. Los autoesquemas o
esquemas de uno mismo se considera que son generalizaciones cognitivas
que organizan y guían el procesamiento de información relacionado con uno
mismo. Los autoesquemas promueven tanto pensamientos automáticos ne-
gativos como problemas conductuales relacionados con los esquemas; ade-
más, estos esquemas afectan al procesamiento, por ejemplo, a la autoevalua-
ción o a las expectativas de autoeficacia. Por otro lado, se ha observado que
Análisis funcional y formulación del caso: identificar, definir y decidir 55
vención. Puesto que es una situación clínica deben cumplirse los protoco-
los de rigor, control experimental y éticos.
D) Intervención
E) Fase de evaluación
Las ideas cognitivas –aunque han formado parte, desde hace siglos, de la
historia de la psicología y la filosofía– no se han introducido entre los
presupuestos de la psicología clínica hasta la aparición de los trabajos de
Ellis y Beck. Resulta curioso que tras un conocimiento tan temprano no
fueran aplicadas mucho antes de forma clínica. Este hecho se ha debido a
que la teorización sobre estas ideas provenía de académicos y no de clí-
nicos y a que, también, la psicoterapia era practicada por psiquiatras y no
por psicólogos. En cualquier caso, hay algunos autores que deberíamos
recordar y destacar como antecesores directos o indirectos de lo que lue-
go sería la terapia cognitiva. Entre ellos podemos señalar a Paul Dubois
con su terapia de la persuasión, un procedimiento que empleaba un enfo-
que racional con los problemas “neuróticos”. Se servía de una especie de
diálogo socrático, que luego aplicarían posteriormente las terapias cogni-
tivas con el fin de eliminar los hábitos negativos autodestructivos. En
1904 publicó su libro Las psiconeurosis y su tratamiento moral y se le
consideró, en ese momento, el psicoterapeuta más prestigioso en el mun-
do. Su influencia en la psicología en España está aún por determinar, ya
que su libro La educación de sí mismo se publica en España en 1910 y La
influencia del espíritu sobre el cuerpo en 1933. Dubois afirma: “un mal,
ante todo psíquico, necesita un tratamiento psíquico” y rechaza la terapia
sugestiva, tal como se venía utilizando, porque anulaba la voluntad del su-
jeto. El tratamiento moral ha pasado diversas fases y desde su inicio in-
tenta encauzar al sujeto con problemas por los “caminos de la razón”,
además, el terapeuta también quería “influir” sobre el sujeto para conse-
guir que esta orientación por el camino de la razón fuera posible. El pro-
62 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
Ellis inicia en 1956 este tipo de terapia con el nombre de terapia racional,
posteriormente remplazó el nombre por terapia racional emotiva (TRE o
RET en inglés), por último, en 1993 la denominó terapia racional emotiva
conductual. Se ha escogido el segundo término porque se considera que es
el más usado, pero se pueden considerar intercambiables los dos últimos
términos.
Para Ellis el pensamiento y la emoción están interrelacionados, Ellis
plantea un modelo llamado ABC para explicar cómo las personas concep-
tualizan los problemas psicológicos. Según este modelo, los síntomas
“neuróticos” –o consecuencias (C)– están determinados por el sistema de
creencias de una persona –belief (B)–, teniendo en cuenta los eventos o
experiencias activadores –activating (A)–. Ellis considera que las perso-
nas poseen una tendencia adquirida e innata a pensar irracionalmente. El
objeto de la terapia es identificar y retar las creencias irracionales que
causan los problemas emocionales. Aunque Ellis (1962) identifica 11
creencias irracionales (por ejemplo, “es una necesidad para el ser humano
el ser amado y aprobado por prácticamente todas personas significativas
de la sociedad”), desarrollos posteriores de la teoría describen cuatro pro-
cesos cognitivos irracionales (DiGiuseppe, 1996): exigencia, catastrofiza-
ción/tremendización, evaluación global/autoabatimiento e intolerancia a la
frustración. La exigencia se refiere a requerimientos absolutistas en forma
de “yo debo”, “yo debería” o “debe ser”. La catastrofización/tremendización
se refiere a evaluar una situación como el 100% mala y el pensar que la
peor cosa imaginada le puede ocurrir. La evaluación global/abatimiento
se refiere a que las personas son excesivamente críticas consigo mismas,
con los otros y con las condiciones de la vida. La intolerancia a la frus-
tración se refiere a la creencia de que las personas no pueden soportar una
determinada situación (o bien visualiza que son incapaces de soportarla).
Las creencias irracionales difieren de las creencias racionales en dos
elementos: 1) las creencias irracionales son, por naturaleza, absolutas, o,
podemos decir también, dogmáticas, y se expresan en forma de “deben
ser”, “tienen que ser”; y 2) las creencias irracionales conducen a emocio-
nes negativas que, en gran parte, interfieren con la consecución de los
objetivos y los logros (por ejemplo, depresión, ansiedad, culpa e ira).
Ellis y Grieger (1977) observan que las creencias “racionales” tienden
a conductas funcionales subyacentes, mientras que las creencias “irracio-
Técnicas cognitivas 65
A) Técnicas cognitivas
preguntas que se le hacen al sujeto por escrito para que este las conteste
en casa entre las sesiones y que le sirva como ejercicio. Las seis preguntas
son: 1) ¿qué creencia irracional te gustaría discutir y abandonar?; 2) ¿pue-
do racionalmente apoyar esta creencia?; 3) ¿qué evidencia tengo de que
sea verdad esta creencia?; 4) ¿qué evidencia existe de la falsedad de mi
creencia?; 5) ¿cuál es la peor cosa que me podría ocurrir si no obtengo lo
que pienso que debe ser, debo tener o conseguir (o bien no debe ser, etc.);
6) ¿qué cosas buenas me podrían ocurrir si no obtengo los que pienso que
debería ser, tener o conseguir (o no debería ser, etc.)?
Otra técnica que también se emplea en la TRE (pero que aplican to-
dos los terapeutas cognitivos) es el diálogo socrático, también llamado
método socrático o cuestionamiento socrático. Debe su nombre al filó-
sofo griego Sócrates, quien, a base de preguntas, lograba que sus inter-
locutores comprobaran la veracidad/falsedad de sus afirmaciones. Me-
diante este método el terapeuta formula preguntas para que así el sujeto
tenga que reconsiderar algunos de sus pensamientos y afirmaciones.
Este es un procedimiento que puede defraudar a aquellos sujetos que
quieran una terapia en la que obtengan respuestas; o que deseen una
terapia más directiva.
El cuestionamiento socrático plantea tres tipos de preguntas: 1) pre-
guntas generales: son preguntas sobre un incidente específico con el fin
de explorar pensamientos, emociones y conductas (“¿cuál fue la última
vez que estuviste ansioso?”); 2) preguntas exploratorias: son preguntas
que intentan clarificar algún punto no aclarado en una respuesta a una
pregunta general –muchas veces preguntan por los peores escenarios
(“¿Qué es lo peor que podría ocurrirte si te pusieras más ansioso?”)–;
3) reflexiones: son devoluciones de respuestas del sujeto, normalmente
son breves resúmenes de las respuestas del sujeto y se suelen combinar
con preguntas exploratorias (“Cuando te sientes solo y triste y tu amigo no
aparece, ¿qué podrías hacer para sentirte mejor?”).
B) Técnicas emocionales
C) Técnicas conductuales
A) Tríada cognitiva
Visión
negativa
sobre sí mismo
C) Errores lógicos
A) Técnicas cognitivas
B) Técnicas conductuales
– Definición del problema: “Muy bien, ¿qué es lo que tengo que ha-
cer? Quieres que copie ese dibujo. Tengo que dibujarlo lentamente”.
– Focalizando la atención y respuestas que guían: “Ten cuidado,
traza la línea de abajo”.
– Autorreforzamiento: “Muy bien, lo estoy haciendo muy bien”.
– Autovaloración y corrección de los errores: “He cometido un
error, está bien; voy a ir más despacio”.
Entrenar al cliente para que sea capaz de analizar los problemas de for-
ma independiente. El cliente tiene que automonitorizarse con el fin de mejo-
rar su apreciación de que puede –inadvertida e involuntariamente– contri-
buir a reforzar el estrés, y también para que sea capaz de apreciar las
interconexiones entre sentimientos, pensamientos, conductas y reacciones
de los otros. El cliente puede realizar análisis conductuales de su problema
y buscar datos, tanto confirmatorios como no confirmatorios, de su modelo.
1) Entrenamiento de habilidades
2) Mantenimiento y generalización
2. Habilidades del cliente. Las más habituales son tener en cuenta sus
dificultades para visualizar, para relajarse en general, su falta de
experiencia previa, la alta activación en el inicio de cada sesión, la
resistencia a abandonarse, expectativas negativas sobre el hecho de
la relajación o de su capacidad para relajarse, rechazo del procedi-
miento por parecer públicamente estúpido, por sentirse incómodo o
ansioso por cerrar los ojos y el resto de las condiciones de la relaja-
ción, encontrarse públicamente ridículo, o haber demasiado “rui-
do” cognitivo que impide la concentración para poder relajarse.
Con respecto a estas dificultades, puede ser eficaz una entrevista
previa que evalúe las habilidades o dificultades. Es muy útil infor-
mar previamente a los sujetos de lo que va a ocurrir y describirles
todas las posibles sensaciones físicas que pueden ocurrir (hormi-
gueos, dolores, risas) y quitarle importancia a su significado.
3. Condiciones del medio. Las más habituales son las siguientes: lu-
gares ruidosos, temperatura demasiado alta o demasiado baja, si-
llas incómodas, grupos demasiado grandes, rencillas o competen-
cia entre componentes del grupo. Con respecto al medio, es
necesario inspeccionar antes de la sesión las condiciones físicas y
preparar la sala (abriendo ventanas, poniendo la calefacción o el aire
acondicionado) para evitar cualquier imprevisto, avisar a la persona o
al grupo de las condiciones físicas en el caso de que no sean las ópti-
mas, utilizando ciertos trucos para mejorar las condiciones como co-
jines para mejorar el asiento, carpetas o banquetas para subir los pies
en las personas de baja estatura y evitar que cuelguen, eliminar obje-
tos que puedan obstaculizar una correcta postura, mantener una pe-
queña distancia entre sujetos para impedir que se puedan tocar, etc.
son muy reacias a hacerlo porque consideran que es una zona muy delica-
da o porque llevan lentillas.
tronco; y permite que el sujeto tenga una visión de conjunto. Otras zonas
que también se pueden relajar (o no) son la de la cadera, la genital y los
glúteos. La zona de la cadera es difícil de localizar, la genital es una zona
con la que algunas personas pueden sentirse incómodas, se puede tensar
echando la cadera hacia delante. Los glúteos se pueden tensar al elevarlos
en la silla o echando la cadera hacia atrás.
están demasiado hacia los lados, o bien si tus tobillos están cruza-
dos”.
8. La octava postura es estar tranquilo. “Tú estás tranquilo cuando no
realizas ningún tipo de vocalización o sonido. No estás relajado si
haces cualquier tipo de verbalización o vocalización, como hablar,
suspirar, gruñir, roncar, jadear o toser”.
9. La novena postura respiración. “Tu respiración está relajada cuan-
do es lenta y regular: la frecuencia de la respiración es menor que
la observada durante la línea base y no hay ninguna interrupción
respiratoria. La respiración no está relajada si 1) se observa una
frecuencia igual o mayor a la línea base; 2) si aparece un ritmo
irregular que interrumpe el ritmo regular de la respiración (por
ejemplo, toses, risas, bostezos, estornudos o aspirar, o hacer ruidos
en la nariz)”.
10. La décima postura es ojos. “Tus ojos están relajados cuando tus
párpados están cerrados y blandos. Tus ojos no están relajados si
están tensamente cerrados y si se están moviendo debajo de los
párpados”.
El control del paso del aire es una buena manera de modificar el tipo de
respiración. Centrados en este punto existen tres procedimientos diferen-
tes: la respiración de labios fruncidos, la inhalación lenta y el entrena-
miento en resistencia.
En la respiración de labios fruncidos hay que evitar la espiración for-
zada porque puede aumentar la turbulencia de las vías respiratorias. Se
considera que la respiración de labios fruncidos produce cambios positi-
vos (reduce la frecuencia respiratoria, la ventilación por minuto y el nivel
de dióxido de carbono; incrementa el nivel tidal, la presión de oxígeno
arterial y la saturación de oxígeno [Bianchi et al., 2004]) y efectos positi-
vos sobre el tiempo de recuperación después de hacer ejercicio (Garrod
et al., 2005). Aunque su eficacia en mejorar la disnea varía mucho entre
los sujetos (Bianchi et al., 2004), dos estudios de calidad (Nield, 2007;
Zhang, 2008) proporcionan resultados positivos en la disnea de esfuerzo,
en la función física (Nield, 2007), en la disnea, en actividades de la vida
diaria, en calidad de vida y en tolerancia al ejercicio (Zhang, 2008).
El procedimiento llamado inhalación lenta tiende a mejorar la distri-
bución del movimiento respiratorio disminuyendo el riesgo de hiperventi-
lación, sobre todo si la respiración es por la nariz. Un buen ejemplo de
este tipo de respiración es cuando se huele un agradable perfume y existe
un deseo de llenarnos del perfume. La respiración por la boca reduce el
tiempo de inhalación.
110 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
busca alternar los orificios nasales de forma lenta y regular. En una práctica
avanzada se espera que se mantenga un ritmo respiratorio 1-4-2 (inhala-
ción-retención de la respiración-exhalación). La retención requiere práctica.
El procedimiento es el siguiente: se debe estar sentado cómodamente
con la espalda derecha: columna, cuello y cabeza alineados. El cuerpo
tiene que estar erecto, pero relajado. La mano izquierda descansa en la
pierna o en el reposamanos de la silla. La mano derecha adopta una posi-
ción característica: los dedos corazón e índice se colocan hacia dentro, el
dedo pulgar se usa para cerrar el orificio nasal derecho y el dedo anular
para cerrar el orificio izquierdo.
A) Análisis
B) Educación
C) Toma de conciencia
D) Biorretroalimentación
E) Modificación de conducta
xión crítica, que forma parte del perfil profesional del terapeuta ocupacio-
nal de Canadá (Profile of occupational therapy in Canada, 2007) es una
parte importante del desarrollo de la atención plena. Esta autora diseña un
método de atención plena en terapia ocupacional empleado para mejorar
las capacidades del terapeuta ocupacional en su práctica clínica.
Hay diferentes tipos de meditación, hay también un desarrollo históri-
co de la práctica de la meditación y también hay “modas”. Unos procedi-
mientos van perdiendo vigor y otros aparecen con mucha intensidad para
luego volver a decaer. Para ordenar los diferentes tipos de meditación se
va a utilizar la clasificación clásica de Shapiro (1982), que distingue tres
(aunque luego en la bibliografía posterior se simplificará en dos). El pri-
mer tipo se denomina meditación concentrativa, su centro de atención es
un objeto específico preseleccionado. En segundo lugar se encuentra la
meditación mindfulness o no concentrativa, cuyo objeto de atención es
la experiencia y percepción del fondo o del todo. Hay un tercer grupo que
cita Shapiro (aunque no pone ejemplos) en donde el sujeto cambia de uno
a otro de los anteriores tipos. Esta división resulta en ocasiones un tanto
artificial, ya que la mayoría de los procedimientos contienen elementos de
los otros grupos. Por ejemplo, la meditación trascendental (un procedi-
miento típico del primer grupo) recurre también a la atención plena cuan-
do el sujeto domina la meditación en un objeto. En el segundo grupo se
encuentra la meditación vipassana (base de muchas de las técnicas poste-
riores). Esta meditación fue introducida en Occidente por Goenka (1924-
2013). En esta meditación, durante los tres primeros días los practicantes
utilizan como procedimiento la concentración en la propia respiración, así
que se la podría considerar un tipo de meditación concentrativa. Se puede
decir que la división anteriormente expuesta es útil a efectos pedagógicos
y solo es cierta si se tiene en cuenta el énfasis que pone el autor en uno u
otro de los conjuntos de procedimientos, ya que, como se ha dicho, la
mayoría de los autores utilizan ambos métodos en algún momento.
En el primer grupo se encuentran los procedimientos que histórica-
mente primero se utilizaron: meditación trascendental, la respuesta de
relajación de Benson y la meditación clínicamente estandarizada.
Dentro de las técnicas de entrenamiento en mindfulness o de atención
plena se encuentran a su vez dos enfoques diferentes: en el primero se
consideran aquellos procedimientos que se sirven de un entrenamiento
implícito de mindfulness. Dentro de este apartado aparecen la reducción
de estrés basada en el mindfulness (mindfulness-based stress reduction
[MBSR]), la terapia cognitiva basada en el mindfulness (MBCT) y el
Técnicas de desactivación 117
4.4. Biorretroalimentación
para aprender a distribuir el peso equivalente entre las dos partes del cuer-
po; era fabricado por encargo en el Kruser Research Center.
Posteriormente apareció un sensor como el FSR (force-sensing resis-
tors). Se trata de un sensor comercializado que se aplica directamente en la
piel con un adhesivo, se conecta a un dispositivo de control mediante un
cable coaxial y el sujeto lo lleva enganchado a su cinturón (Pataky et al.,
2000). Se ha utilizado en el pie diabético (Descatoire et al., 2006).
Actualmente hay varios sistemas totalmente portátiles: Pedar (Novel-
gmbh, Múnich [Alemania]), F-scan (Tekscan Inc., Boston [Estados Uni-
dos]), SmartStep (Andante Medical Devices, Bear Shek [Israel]) (Kaplan
et al., 2014) y PedAlert (Hurkmans, 2012). Se han comparado estos dis-
positivos. Se ha establecido que el Pedar es superior al F-scan tanto en
fiabilidad como en validez (McPoil et al., 1995; Quesada et al., 1997),
pero el F-scan comparado con el Pedar tiene un mayor rango de medida,
una mayor frecuencia de muestreo y un precio menor. Resaltar que el
número de sensores y prototipos es muy alto y que a veces por esta gran
cantidad y, en ocasiones, complejidad (lo que hace aumentar su precio),
muchos de ellos ni siquiera se prueban clínicamente.
Las aplicaciones de este tipo de BR son las siguientes: 1) en determi-
nados trastornos se recomienda un apoyo parcial del peso para la mejor
curación, por ejemplo, después de una operación de reconstrucción de
ligamentos. 2) En algunos sujetos se produce una asimetría de la marcha,
por ejemplo en personas con párkinson, en personas con una amputación
en un miembro y en sujetos con parálisis cerebral (por ejemplo, en la
marcha equina [Pu et al., 2014]). Esta asimetría de la marcha conlleva
una marcha inadecuada, un pobre equilibrio y un alto coste metabólico y
de ahí los problemas que pueden surgir de sobreuso de las articulaciones,
artrosis y una alta probabilidad de caídas. Por eso, en estos sujetos es
necesario un aprendizaje de una marcha más adecuada para evitar dichos
problemas. 3) La presión en el pie podría ser un buen marcador de las
complicaciones que pueden ocurrir en sujetos con diabetes y neuropatía
periférica. Una reducción de la presión plantar en un elemento crucial
para el tratamiento y reducción de las úlceras en el pie (llamadas úlceras
de presión). Además de las úlceras de presión, una persistente presión
plantar alta al caminar puede conllevar una lesión del tejido blando de
forma persistente. El entrenamiento en BR puede producir una mejor
marcha y una prevención de la amputación. Además la BR de presión se
aplica en la prevención de lesiones y en el rendimiento deportivo.
128 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
un sensor GSR vestible, es decir, que se puede llevar como una muñequera
(Poh, 2010, 2012). Este sensor se lleva permanentemente y es más eficaz
en las convulsiones tónico-clónicas.
Una conducta puede estar influenciada por sus antecedentes, es decir, por
lo que precede a una conducta. Los antecedentes de una conducta pueden
ser eventos, situaciones o circunstancias que están presentes antes de que
ocurra o cuando ocurre la conducta. Estas situaciones se convierten en
señales o inductores de una conducta concreta. Para determinar estos an-
tecedentes es necesario analizar en qué situaciones aparece la conducta y
en qué situaciones no aparece la conducta. Por ejemplo, cuando se condu-
ce un coche, la luz roja de un semáforo es un antecedente de nuestra con-
ducta de presionar el freno o de reducir nuestra velocidad. Otro ejemplo se
tiene con aquellos adolescentes que son fumadores ocasionales; hay con-
ductas tales como estar fuera de casa, estar en un bar, beber alcohol, so-
cializar, estar con amigos y conocidos, o que otros estén fumando (Shiff-
man et al., 2014), que suelen ser antecedentes de la conducta de fumar un
cigarrillo; en cambio, el estado de ánimo es este caso es un antecedente
potencialmente menor. Aunque los antecedentes son específicos de cada
sujeto, los estudios que determinan los antecedentes de cierta conducta
nos pueden proporcionar pistas para el control de estímulos.
Un concepto que hay que tener en cuenta, cuando se habla de control
de estímulos, es el de operaciones motivadoras o motivacionales, que
son eventos ambientales, operaciones (una serie de elementos relaciona-
dos) o estímulos que afectan a la conducta del sujeto, alterando la efecti-
vidad del reforzamiento o castigo de un elemento ambiental. Hay de dos
tipos: operaciones establecidas y operaciones de abolición. Las opera-
ciones establecidas hacen que un reforzador sea más intenso y es más
probable que la conducta aparezca; las operaciones de abolición hacen
que un reforzador pierda intensidad y es, por tanto, menos probable que
la conducta aparezca. Por ejemplo, el consumo de ciertos medicamentos.
Si el sujeto consume una medicación estimulante, como el metilfenidato,
140 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
Figura 5.1. Arreglo situacional. Un cambio en los mingitorios causa que más
personas los utilicen en vez de emplear el inodoro,
que gastaría más agua.
142 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
A su vez, estos contratos entre dos partes pueden ser de dos tipos:
contrato quid pro quo y contrato paralelo. El contrato paralelo o de buena
fe se ha considerado como una alternativa al quid pro quo. La diferencia
146 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
entre los dos tipos de contrato se encuentra en que el segundo tipo está
desvinculado del comportamiento del otro miembro.
Existe una modalidad de formato que tiene que ver no con el número
de personas que lo establecen, sino con alguna de las condiciones. Es el
contrato con depósito, un contrato donde se deposita una cantidad inicial
de dinero que se puede recuperar si se producen los cambios en la conduc-
ta deseada. Se utiliza, sobre todo, en la pérdida de peso, reducción del
consumo de drogas y alcohol, y en dejar de fumar. Normalmente se em-
plean medidas objetivas para medir los resultados (por ejemplo, un análi-
sis de orina para determinar el consumo de drogas). Para evitar el proble-
ma de no poder pagar un depósito inicial elevado, se puede fraccionar la
cantidad total y pagarla semanalmente durante el procedimiento. Luego se
devuelve de la misma manera en función de los resultados.
idea de base puede ser que el sujeto, al no tener una estimulación externa
suficiente, se autoestimule. Por ejemplo, el sujeto come cigarrillos (pica)
porque de esta manera se estimula, ya que la nicotina es un estimulante.
Para evaluar el reforzamiento automático conviene realizar un análisis
funcional (es recomendable el utilizado por Iwata et al., 1982, 1994) y se
recomienda también efectuar una evaluación de preferencias (tal como
hacen Ing et al., 2011) para identificar los ítems que compiten con la con-
ducta inadecuada (por ejemplo, aquellos que producen un alto nivel de
interacción y un bajo nivel de conductas inadecuadas). Por ejemplo, en el
caso de la pica hay que determinar qué objetos (espejos, pelotas o jugue-
tes, entre otros) o alimentos compiten con el objeto de la pica. El ejemplo
de Wo y Leon (2013) va un poco más allá en el trabajo con autistas. Estos
autores proporcionaron a los padres un kit de actividades para que pro-
gramadamente realizaran una serie de ejercicios (hasta 34 diferentes) con
diferentes tipos de estimulación: táctil (los padres trazan líneas imagi-
narias en el cuerpo del niño con objetos de tienen diferentes texturas),
térmica (el niño coloca sus manos o sus pies en agua a diferentes tempera-
turas), visual (el niño sigue visualmente un punto u objeto rojo que se
mueve en una imagen) y motora (caminar por espuma o por grandes al-
mohadas, en ocasiones con los ojos vendados).
6
Procedimientos
para crear nuevas
conductas
6.1. Reforzamiento
6.2. Inductores
Figura 6.1. Inducción física o guía física. Hay contacto físico entre el sujeto
y el terapeuta. El terapeuta realiza la acción y el sujeto
solo se deja llevar.
164 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
6.3. Desvanecimiento
Fue descrito por primera vez por Lovaas (1987) y ha sido descrito con
precisión por Leaf y McEachin (1999), sin embargo, hay pocos estudios
Procedimientos para crear nuevas conductas 173
6.4. Moldeamiento
para cosas tan dispares como dejar de fumar, utilizar juegos de or-
denador, participar en tareas académicas o aumentar el contacto
visual en niños con síndrome X frágil. Este método permite el
cálculo preciso de la cantidad de reforzamiento. Se utiliza una
fórmula: k = (m + 1) (1 − w) donde w es la densidad del reforza-
miento y m nos indica el número de observaciones que hemos uti-
lizado y vamos a considerar; k es el rango de la conducta que va a
establecer el reforzamiento.
8. Cada vez que el sujeto emite una conducta adecuada debe ser re-
forzado (protocolo de reforzamiento continuo y protocolo de ra-
tio fijo). Una vez que la realización de la conducta deseada es es-
table se incrementa el criterio para que el siguiente paso requiera
un avance hacia la conducta deseable. Desde este punto de vista
hay que evitar la frustración del sujeto que se puede producir
porque sea muy grande la distancia entre los pasos o bien poco
motivadora porque el paso sea muy pequeño. Como en todo pro-
ceso de reforzamiento diferencial, hay un elemento importante:
la extinción. Según se refuerza la nueva conducta, no se refuerza
a la antigua conducta y solo se debe reforzar la conducta que se
encuentra en el criterio.
6.5. Encadenamiento
cional comunitaria describen que los sujetos fueron entrenados con “in-
tervenciones conductuales y cognitivas”. Graff et al. (2003) mencionan
que se basan en los “dos modelos centrados en el cliente: modelo de ocu-
pación humana y modelo canadiense del desempeño ocupacional”. En
Graff et al. (2003) se describe el procedimiento y una de las estrategias
de tratamiento es el encadenamiento hacia delante y hacia atrás. En el
entrenamiento de AVD con niños, de forma generalizada, se considera
que son las técnicas conductuales las más adecuadas (Lane y Bundy,
2012; Snell y Vogtle, 2000; Vogtle y Snell, 2011) y entre ellas se encuen-
tra el encadenamiento.
Se considera que hay tres modalidades de encadenamiento: presenta-
ción de la tarea completa, encadenamiento hacia delante y encadena-
miento hacia atrás.
Figura 6.3. Ejemplo de encadenamiento hacia atrás para hacer la cama (tomado
de Williams y Burkholder [2009] con ligeros cambios).
gel, 1971; Sieg, 1974; Hollis, 1974; Wanderer, 1974; Norman, 1976).
Aunque se ha seguido manteniendo este término, a este modelo se le ha
denominado también marco de referencia conductista (conductual) (Hop-
kins y Smith, 1988; Creek, 1997; Hagedorn, 1997) y marco de referencia
de aprendizaje (Turner et al.1996).
Royeen y Duncan (1999) afirman que la perspectiva conductual no se
identifica a menudo en la literatura de la terapia ocupacional, sino que
frecuentemente está implícita. Además, generalmente, cuando los terapeu-
tas ocupacionales aplican las técnicas operantes lo hacen de una manera
poco sistemática y normalmente dentro de equipos multiprofesionales; o
bien, cuando los terapeutas ocupacionales trabajan de manera muy espe-
cializada con este tipo de clientes. Por otro lado, el número de estudios
publicados por terapeutas ocupacionales es reducido debido al escaso
número de publicaciones específicas. Sin embargo, para el terapeuta ocu-
pacional estas técnicas pueden ser de una gran utilidad en su práctica pro-
fesional cotidiana, ya que estos problemas suelen ser bastante comunes.
Cuando aparecen conductas inadecuadas y alteradoras, el terapeuta ocu-
pacional habitualmente utiliza o bien integración sensorial o bien técnicas
conductuales tales como la modificación ambiental y la restricción. En con-
creto esta última tiene una limitada eficacia (por ejemplo Sharpe y Otten-
bacher, 1990). Case-Smith y Miller (1999) revisaron mediante una en-
cuesta cuáles eran las teorías o marcos de referencia que utilizaban los
terapeutas ocupacionales con sujetos con autismo: un 99% respondía
(siempre sumando las respuestas “siempre” y “frecuentemente”) que la
integración sensorial; un 88%, el modelo de desarrollo; y un 73%, el mo-
delo conductual. Por otro lado, si se compara el tratamiento conductual
con la terapia de integración sensorial, los estudios indican que la primera
es más efectiva (Devlin et al., 2011).
Aunque ahora no sea una práctica generalizada, algunos autores con-
sideran que los terapeutas ocupacionales podrían utilizar técnicas conduc-
tuales intensivas (por ejemplo, Tanner et al., 2015), pero que, en general
los terapeutas ocupacionales deberían considerar las técnicas conductuales
(control de antecedentes y técnicas de autocontrol) como parte de su prác-
tica profesional, ya que estas técnicas conductuales, en sujetos con autis-
mo al menos, son consideradas como propias por los terapeutas ocupacio-
nales tanto en estudios de revistas (Finch y Raffaele, 2003) como en
manuales de terapia ocupacional (Watling, 2010; Ivaoa, 1990). Incluso
algunos terapeutas ocupacionales consideran que la terapia ocupacional
puede integrarse en el análisis funcional aplicado, ya que la integración
Técnicas operantes para reducir conductas inadecuadas 187
7.4. Saciación
7.5. Extinción
(group home en inglés) para sujetos con esquizofrenia donde los terapeutas
reducían gradualmente la cantidad de tiempo con el sujeto con el fin de
hacer más fácil el retorno a la Unidad de Terapia Industrial (un dispositivo
laboral). Otro terapeuta ocupacional (Voisey, 1988) realizaba el mismo
procedimiento en una minirresidencia similar, aunque un poco mayor.
El programa Sleepwise incluye entre sus componentes la extinción
gradual y ha sido desarrollada por terapeutas ocupacionales (O’Connell y
Vannan, 2008; Moss et al., 2014).
En el proceso de extinción tenemos que tener en cuenta varios ele-
mentos:
7.6. Sobrecorrección
Esta técnica fue introducida por Foxx y Azrin (1972) como un medio para
reducir conductas que combinaba aspectos educativos con restrictivos. La
sobrecorrección emplea dos procedimientos distintos (Matson et al., 1979).
El primero se denomina restitución o corrección y requiere que el individuo
devuelva al ambiente las condiciones en las que estaba antes de la conducta
problemática; el segundo procedimiento se denomina práctica positiva, re-
quiere que el sujeto practique repetidamente la conducta apropiada, con guía
física si es necesario, durante un período extenso (5-15 minutos) o hasta que
la conducta correcta se haya repetido un número determinado de veces; esta
conducta tiene que ser funcionalmente incompatible con la conducta inade-
cuada. Se considera que la restitución es un método de enseñar las con-
secuencias naturales de la conducta inadecuada, mientras que la práctica
positiva es un método de enseñanza de la conducta apropiada y, de esta ma-
nera, resulta un método preventivo. El objetivo último de la sobrecorrección
es enseñar al sujeto a asumir sus responsabilidades.
En terapia ocupacional se ha utilizado en numerosas ocasiones: con-
trol del babeo (Trott y Maechtlen, 1986), conductas autolesivas (Mander y
Lyon, 1988), corrección de hábitos de alimentación (Hosler-Buehler,
1973) y con adolescentes con problemas (Schell y Giles, 1985).
Entre las complicaciones que podemos encontrar están: 1) el cuidador
puede no tener la capacidad física para guiar físicamente al niño en la
sobrecorrección; 2) el cuidador puede considerar que la guía física es
inaceptable; 3) el cuidador, durante la sobrecorrección, puede estar un
período extenso con el sujeto mientras está realizando la conducta inade-
cuada, de esta manera, el cuidador puede inadvertidamente reforzar con su
Técnicas operantes para reducir conductas inadecuadas 205
Figura 7.3. Práctica positiva. Los alumnos han entrado corriendo y armando
jaleo. Los alumnos vuelven a entrar, uno a uno, de forma correcta.
1. Interrupción de la respuesta.
2. Redirección.
con el bloqueo de respuesta con RIRD, se observa que RIRD es más efec-
tiva para reducir las conductas anteriores.
La técnica de interrupción de la respuesta y redirección (RIRD) se ha
utilizado en la estereotipia motora, estereotipia vocal, morderse la mano,
mantener la respiración y autolesiones. Ha habido dos revisiones de la
técnica. En la primera, Vandekerken et al. (2013) efectuaron un metanáli-
sis e indicaron que el RIRD era efectivo y producía efectos clínicamente
significativos en conductas vocales amenazantes. Se consideran conductas
vocales amenazantes las estereotipias vocales, agresiones verbales, voca-
lizaciones inapropiadas y gritos. En la segunda, Lydon et al. (2013) lle-
varon a cabo una revisión sistemática y consideraron que el RIRD era
altamente efectivo en el pica (por ejemplo, Hagopian et al., 2011).
Con respecto a la estereotipia verbal, esta se puede producir muy fre-
cuentemente y se requiere un número considerable de aplicaciones de la
técnica para que se produzca una disminución. Se ha visto que se puede
reducir esta limitación por medio de una disminución de la operación moti-
vadora para realizar la estereotipia, que, como hemos visto, es un estímulo
antecedente que altera el valor del reforzador, en este caso se le presenta un
estímulo que produzca la misma consecuencia que la conducta problemática
(Piazza et al., 2000). Después de evaluar la estimulación preferida, se le
proporciona esta estimulación. Como vemos, Love et al. (2012) introduje-
ron, en una intervención conductual, la integración sensorial. Esta aporta-
ción, junto con la incorporación de la integración sensorial como reforza-
miento no contingente, hace que la terapia de integración sensorial se mueva
con un rigor mayor y podría servir como protocolo para su mejor utilización.
tes detalles para facilitar la visualización. Las jerarquías suelen incluir entre
10 y 20 ítems y, una vez que los hayamos establecido, los clasificamos, en
función de su adversidad, de menor a mayor. Si el sujeto tuviera un miedo
específico o trastorno que le provoca ansiedad, haríamos una sola jerarquía;
si el sujeto tuviera varios, haríamos múltiples jerarquías.
En la exposición en imaginación se presenta cada una de las situacio-
nes de la jerarquía (ítems de la jerarquía), mientras el sujeto está en un
estado de relajación profunda (Wolpe, 1990). Es el paso final del proce-
dimiento. Al cliente se le ha enseñado a relajar, ha identificado en una serie
gradual las situaciones que le provocan miedo y ahora es cuando tiene que
enfrentarse a ellas. Cada exposición en imaginación comienza y termina
estando el sujeto relajado. El cliente evalúa su ansiedad con una evaluación
subjetiva de la ansiedad (unidades subjetivas de ansiedad o malestar), que
es una valoración que hace el sujeto del 0 a 100 antes de que comience la
presentación de los escenarios. En un inicio se presenta una escena neutral
que va a servir de control y que permite evaluar la capacidad del sujeto
para visualizar y determinar los obstáculos que pudiera encontrar para
visualizar. Esta escena será agradable y la puede utilizar el cliente cuando
experimente ansiedad. Una señal levantando el dedo índice de la mano
derecha nos indicará que la escena visualizada es clara. Una vez que se
obtiene la imagen clara, el cliente visualizará la escena durante 10 segun-
dos y luego el sujeto vuelve a su estado de relajación con una valoración
de ansiedad (USM) de 10 o menos. Se le presenta el primer ítem mediante
una descripción verbal de la situación que provoca ansiedad, estando el
sujeto con una USM de 10 o menos antes de empezar. La visualización
continúa durante, aproximadamente, de 5 a 7 segundos, después de lo cual
se le pide que deje de visualizar la escena, se le solicita la USM y el cliente
entonces tiene que tener la valoración en cero. Una vez que el sujeto valora
su estado con cero puntos al presentarle la escena de la jerarquía que des-
encadena el estrés, el terapeuta puede pasar a la escena siguiente. Si las
escenas producen altos niveles de ansiedad significa que el sujeto es inca-
paz de controlarla, entonces, en este caso, se le puede inducir la visualiza-
ción dos o tres segundos y presentar la escena progresivamente durante
más segundos hasta conseguir los 5-7 segundos. Las sesiones duran unos
30 minutos y en ese tiempo se pueden realizar hasta tres o cuatro presenta-
ciones, siempre que en cada una de ellas se finalice con una valoración de
ansiedad de cero unidades. En cada nueva sesión debemos empezar en el
último ítem que haya obtenido una puntuación de cero. Puede ocurrir que
haya altos niveles de ansiedad en esa escena e incluso en alguna anterior,
224 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
Figura 8.1. Exposición en una sola sesión a un perro. El niño se acerca de una
manera controlada y protegida al perro. Junto al niño está el terapeuta (que puede
modelar el contacto con el perro) y una ayudante que “controla” al perro y que
proporciona una mayor sensación de seguridad al niño.
230 Técnicas cognitivo-conductuales en terapia ocupacional
Figura 8.2.La mano del terapeuta guía la del niño para que toque al perro y se dé
cuenta de que no hay consecuencias negativas. Esta aproximación al perro se
produce cuando existe seguridad de que el niño no tiene un nivel de ansiedad
demasiado alto. Puede ser también una sesión de desensibilización sistemática.
recoger las impresiones del sujeto. El proceso se repite hasta que dismi-
nuya la ansiedad. Por ejemplo, en el EMDR para fobias específicas se
realizan breves exposiciones en imaginación del objeto o situación temida
mientras el sujeto está realizando movimientos oculares rápidos. Sin em-
bargo, algunos autores consideran que el componente activo principal es
la exposición en imaginación y no los movimientos oculares (Davidson y
Parker, 2001) y los movimientos oculares distraerían al sujeto mientras se
expone en una situación segura. Se considera que es eficaz en el trastorno
por estrés postraumático, aunque se considera que es menos efectivo que
la exposición en vivo (De Jongh y Ten Broeke, 2009).
La intención paradójica (IP) es una técnica que propone que el sujeto inten-
te llevar a cabo aquellas conductas que habitualmente evita por la ansiedad
que le producen (Gavino, 1997). También se denomina prescripción de
síntomas y programación de síntomas. Algunos autores la clasifican dentro
de las técnicas cognitivas, remarcando los aspectos cognitivos y el valor de
la paradoja como inductora del cambio. Sin embargo, hay evidencias que
señalan que lo que ocurre es que el sujeto se expone al elemento temido sin
que se produzca ansiedad e incluso hasta el punto de experimentar cansan-
cio. Otros autores destacan que el sujeto, mediante esta técnica, puede to-
mar conciencia sobre la naturaleza del problema y es por ellos que estos
autores la vinculan con el mindfulness y la terapia de aceptación y compro-
miso.
La prescripción de síntomas implica que el terapeuta de forma explíci-
ta alienta al cliente a mantener el síntoma o conducta problemática. Por
ejemplo, si un sujeto tiene dificultades para dormir se le pide que per-
manezca despierto tanto tiempo como pueda; o a una persona con rumia-
ciones se le pide que rumie aún más. Sin embargo, la prescripción de sín-
tomas y la programación de síntomas son modalidades de la intención
paradójica, aunque se han empleado en muchas ocasiones como sinóni-
mos de la intención paradójica, debido a que la prescripción de síntomas
es tanto la que primero se usó como la más utilizada en la actualidad.
Técnicas de exposición 237
Hay diferentes formatos de presentación que hay que tener en cuenta. Los
más importantes son los siguientes: autoexposición, exposición asistido
por un terapeuta, exposición asistida utilizando internet y exposición en
grupo. En la autoexposición el sujeto establece la jerarquía con el terapeu-
ta y se expone a las situaciones de la jerarquía a su propia velocidad. En la
exposición asistido por el terapeuta (o por un coterapeuta), el terapeuta
acompaña al sujeto a la situación temida y le proporciona herramientas y
reforzamiento para que el sujeto controle su ansiedad. Este formato permi-
te una exposición máxima y se asegura que la ansiedad disminuye al final
de la sesión (componente muy importante que no podemos asegurar en la
autoexposición). Además, el sujeto puede explorar sus propios pensa-
mientos durante la exposición. En la exposición asistida utilizando inter-
net, el cliente recibe material escrito basado en los manuales sobre el te-
ma. Los usuarios reciben también los ejercicios que tienen que hacer,
además de rellenar determinado material. El terapeuta le va a proporcionar
retroalimentación individual y peticiones para la próxima tarea (basado en
sus respuestas) además de material escrito con la próxima tarea. Existe un
compromiso de contestar al sujeto el mismo día que manden al terapeuta
los ejercicios cumplimentados. Este formato se ha puesto en práctica con
personas con obsesión-compulsión y el tratamiento consistía en exposi-
ción con prevención de respuesta junto con terapia cognitiva (Herbst
et al., 2014). La exposición en grupo permite la discusión de las experien-
cias y el apoyo de los sujetos durante la exposición. Sin embargo, puede
tener los inconvenientes de los tratamientos en grupo, que uno de los suje-
tos controle el grupo, y dificulte y sabotee el tratamiento.
Bibliografía
Manuales generales
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Barcelona: Paidós.
Burns, D. D. y Thielen, E. (1999). El manual de ejercicios de Sentirse bien.
Barcelona: Paidós.
Maultsby, M. C. (1977). Guía ilustrada del médico para el autotratamiento
emocional. Training Center for High Emotional IQ, LLC.
4. Técnicas de desactivación
Relajación
Entrenamiento en respiración
Meditación
Kabat-Zinn, J. (2004). Vivir con plenitud las crisis. Cómo utilizar la sabidu-
ría del cuerpo y de la mente para afrontar el estrés, el dolor y la enfer-
medad. Kairós.
Stahl, B., Goldstein, E., Kabat-Zinn, J. y Santorelli, S. (2011). Mindfulness
para reducir el estrés: una guía práctica. Editorial Kairós.
Teasdale, J., Williams, M. y Segal, Z. (2015). El camino del mindfulness.
Barcelona: Paidós.
Biorretroalimentación
5. Autocontrol
Contratos conductuales
8. Exposición
Intención paradójica
EMDR
Paternidad positiva
Economía de fichas