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Introducción

Un evento disruptivo, como un desastre o una emergencia, puede tener efectos


diferenciados según los factores del contexto preexistentes (pobreza, inequidad,
nivel de cohesión comunitaria, etc.). Así mismo, el impacto que tienen en las
personas varía según las características de personalidad, edad, si se cuenta con
alguna discapacidad, etc. Estos eventos pueden causar daños materiales en los
cultivos, las viviendas e instituciones locales, así como tener repercusiones en la salud
física de las personas. Aunque estos efectos son los más visibles y los más
reconocidos, los desastres y emergencias también aumentan la probabilidad de
que surjan y se intensifiquen problemas psicosociales, tanto a nivel individual como
social.

En este contexto, los niños, niñas y adolescentes se ven afectados debido a que se
ha alterado la satisfacción de sus necesidades básicas en su proceso de desarrollo,
tales como salud, nutrición, educación, su bienestar emocional y afectivo. Tras vivir
un evento disruptivo, se ha identificado que es común observar en las niñas, niños y
adolescentes, reacciones esperables relacionadas al suceso vivido, tales como la
angustia, miedo, incertidumbre, cambio de carácter, apego exagerado a sus
cuidadores, dificultad para conciliar el sueño, conductas regresivas, entre otras. Con
un apoyo adecuado, estas reacciones tienden a disminuir con el tiempo.

Es necesario tomar en cuenta que, posterior a un desastre o emergencia, la


situación de vulnerabilidad y desprotección de los niños, niñas y adolescentes
podría verse agudizada; incrementándose los riesgos de abandono por la
separación de los NNA de sus familias o entornos cercanos, ya sea debido a la
muerte o internamiento en el hospital de sus cuidadores, o el desplazamiento de las
poblaciones. Además, se encuentran más expuestos a situaciones de maltrato físico,
psicológico y abuso sexual. Por otro lado, disminuyen los espacios seguros de
socialización y de recreación, ya que estos pueden haber sido destruidos o estar
siendo utilizados como áreas de acopio o albergues.

La recuperación de los niños, niñas y adolescentes dependerá de la edad de ellos


y ellas, las características individuales, del apoyo que encuentren en sus adultos
cuidadores, entre otros. Por ejemplo, la falta de información de por parte de los
cuidadores principales para explicar lo ocurrido puede dificultar que se responda

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