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Grado en Ciencias Políticas y de la Administración Pública.

Curso 2020-2021

Trabajo de Fin de Grado:

“Análisis Comparativo de los Procesos de Independencia en los Estados Modernos y el


Traspaso de Competencias Nacionales a los Gobiernos Regionales.
Casos: Casos de Escocia y Cataluña”

Alumno: Alejandro Antonio Casañas Castañeda


Tutor: Profesor Don Andrés de Blas Guerrero,
Profesor Don José Antonio Olmeda Gómez.
Resumen del Trabajo Final de Grado

El presente Trabajo Final de Grado se propone estudiar, examinar y comparar los procesos
referidos al nacionalismo Catalán y Escocés partiendo de una revisión histórica que seguirá
una línea cronológica de hechos, explicando los elementos de carácter social, conductas y
normas que, de manera sucinta, expondrán los aspectos centrales que los han caracterizado.
Para ello, se definirán los orígenes de ambos pueblos, su organización política y su
configuración dentro de los Estados centrales (Reino de España y Reino Unido de Gran
Bretaña), describiendo sus roles y sistemas de convivencia. Igualmente, se dará cuenta del
nacimiento de las ideas y los movimientos pro nacionalistas, cuyos resultados se han
traducido en acciones dirigidas a promover iniciativas independentistas en forma de consultas
y referéndums que en última instancia buscan adjudicarse una mayor autonomía en la gestión
de gubernamental.
La revisión documental asociada a la investigación, también buscará exponer las formas de
actuación de los gobiernos nacionalistas en Escocia y Cataluña, así como las relaciones
políticas entre estos y los poderes estatales nacionales, fundamentalmente en lo referido a los
procesos de descentralización y transferencias efectivas de competencias a los gobiernos
regionales objeto del presente trabajo.
Este documento académico será escrito en forma de ensayo, permitiendo abordar una síntesis
comparativa que brindará una mayor comprensión de la realidad estudiada, sobre la base de
recopilaciones bibliográficas y análisis de carácter historiográfico, por mencionar los más
importantes: “Catalanes y escoceses: Unión y discordia” escrito por John H. Elliot; la
“Enciclopedia del nacionalismo” del profesor Andrés de Blas Guerrero; “Nacionalismos y
naciones en Europa” escrito por el profesor Andrés de Blas Guerrero”; “La frontera interior”
del catedrático Ramón Máiz; “La independencia de Escocia” y “Naciones contra el Estado”
de Michael Keating; y “El independentismo catalán en contexto” de Jesús Sánchez
Rodríguez, estos últimos para entender lo referido al nacionalismo y como se ha manifestado
desde sus distintas características socio culturales.

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Índice

Resumen del Trabajo Final de Grado ......................................................................................... 2


Índice.......................................................................................................................................... 3
Índice de Cuadros ...................................................................................................................... 4
Introducción ............................................................................................................................... 5
Capítulo I: Reseña Histórica del Devenir Político de Escocia desde sus Orígenes hasta el
Proceso de Devolución del Poder .............................................................................................. 7
Mitología Fundacional de Escocia ......................................................................................... 7
Hitos de la Historia Política de Escocia ................................................................................. 8
Nacionalismo Escocés. Movimiento hacia el Autogobierno. Proceso de Devolución del
Poder e Independencia ......................................................................................................... 14
Capítulo II: Reseña de la Evolución Histórica del Proceso Catalán a partir de sus Orígenes
hasta el Proceso por la Autodeterminación .............................................................................. 21
Mitología Fundacional de Cataluña ..................................................................................... 21
Breve Historia Política de Cataluña ..................................................................................... 21
Sistema Político de Cataluña en el Reino de Aragón, Unión Dinástica y Legislación
Común .............................................................................................................................. 22
Rebeliones y Sublevaciones en Cataluña ......................................................................... 23
Carlismo y Nacionalismo Catalán .................................................................................... 24
Primera y Segunda República........................................................................................... 25
Dictadura Franquista y Nacionalismo Catalán (1939-1975) ............................................ 26
Democracia, Traspaso de Competencias y Autogestión .................................................. 28
Pacto de Majestic y Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006 ................................... 31
Referéndum por la Independencia de Cataluña y Proceso de Autodeterminación........... 36
Capítulo III. Análisis Comparativo de los Casos de Escocia y Cataluña ................................ 38
Conclusión ............................................................................................................................... 42
Bibliografía .............................................................................................................................. 44

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Índice de Cuadros

Cuadro nro. 1: Artículos sobre la Transferencia de Competencias en el Estatuto Autonómico


de Cataluña............................................................................................................................... 34
Cuadro nro. 2: Cuadro Comparativo de Procesos de Autogobierno en Escocia y Cataluña. .. 41

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Introducción

Los procesos de independencia de las naciones catalana y escocesa, revisten de importancia e


interés dado su impacto en el proceso de consolidación de los Estados modernos europeos y
de la Unión Europea en sí. Por tanto, las dimensiones para la comprensión de este fenómeno
pueden ser múltiples y de reciente estudio, sin embargo, siempre es posible contribuir con
elementos teóricos que favorezcan al mejoramiento de futuros abordajes de las variables
político - sociales asociadas al independentismo y/o nacionalismo catalán y escoces, y como
ambos procesos han derivado e influido en los mecanismos de transferencia de competencias
nacionales a sus respectivas regiones en busca de una mayor autonomía de los gobiernos
centrales, convirtiéndose en un aspecto de estudio que puede extenderse a la toma de
decisiones política y la academia en general.
En este sentido, la presente investigación tiene como objetivo general realizar un análisis
comparativo de los procesos de independencia de Escocia y Cataluña, partiendo de sus
orígenes históricos y, como de la relación política con el Estado británico y español, ha
resultado en la transferencia efectiva de competencias nacionales en esas regiones. Para ello,
se desarrollarán 2 objetivos específicos centrados en:
1) Estudiar los hechos históricos relevantes del independentismo escoces y catalán,
impulsados dentro del Reino Unido y España para comprender las relaciones políticas
que han concedido una mayor transferencia de competencias nacionales a tales
gobiernos, y;
2) Examinar desde el análisis comparativo, las relaciones políticas entre Cataluña y
Escocia y, el Estado Español y Británico, en función a las similitudes y diferencias de
ambos procesos en la búsqueda de una mayor autonomía a través del traspaso de
competencias estatales en la actualidad.
El cumplimiento de los objetivos de la investigación permitirá a su vez responder a la
hipótesis sobre sí los movimientos nacionalistas catalán y escocés, han utilizado el apoyo de
partidos políticos, cuyos representantes amenazan con materializar el independentismo en el
seno del Estado español y británico, con la finalidad de conseguir la descentralización en las
políticas de mejoras fiscales, autonomía, así como una mayor transferencia de competencias
estatales a dichas regiones para, de esta manera, fortalecer los valores nacionalistas dentro de
sus territorios. Basados en lo anterior, el trabajo se dividirá en 3 capítulos que tratarán los
siguientes aspectos:

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1) En el caso de Escocia, se describirán las características de los pueblos que habitaron
su territorio, así como la dinámica de relacionamiento de estos con las Islas
Británicas, igualmente se dará cuenta del sistema jurídico – político, los inicios del
conflicto con Inglaterra, el proceso de unión dinástica entre los dos reinos, las guerras
“Jacobitas”, y los motivos de la creación del Acta de Unión entre el reino Escocés e
Inglés, lo cual abrió paso a la participación de Escocia dentro del Imperio Británico,
todo ello paralelo al surgimiento de la corriente nacionalista originada en el
romanticismo del siglo XIX. El capítulo finaliza con la creación del partido
nacionalista escocés, las políticas de “Home Rule” y el sentimiento independentista
que hasta hoy persiste.
2) Con respecto a Cataluña, la explicación parte igualmente de los antecedentes
históricos donde los nobles godos de la marca hispánica se relacionaban entre los
francos y los califatos musulmanes en Hispania; también se trata lo referido a la
anexión de Cataluña al Reino de Aragón y las consecuencias (negativas para los
catalanes) una vez se sucede la disminución del poder imperial y la guerra de sucesión
de la corona española al final de la edad media. El trabajo continúa con el Carlismo y
la génesis del nacionalismo catalán, describiéndose las diferentes tendencias
nacionalistas dentro de la I y II República Española, así como su situación en el
contexto de la Dictadura Franquista, momento que surge el terrorismo nacionalista
catalán. En cuanto a la etapa democrática española, se tratará lo concerniente a los
gobiernos nacionalistas en Cataluña, el Estatuto de Autonomía y la relación con el
gobierno central español a cambio de concesiones para el traspaso efectivo de
competencias estatales e inversión pública; el estudio también incluye lo concerniente
al referéndum catalán y una reseña sobre el terrorismo nacionalista.
3) Por último, se expone un análisis comparativo entre el nacionalismo escocés y catalán
que resume la similitudes y diferencias de ambos procesos en la búsqueda de una
mayor autonomía en base a sus valores nacionales dentro de sus respectivos países.
El trabajo seguirá las premisas de la investigación cualitativa en base a un diseño etnográfico,
de narrativa histórica y revisión documental, donde se expondrán los elementos que integran
los procesos históricos, así como las relaciones sociales de las respectivas naciones, para
comprender la realidad política y el contexto de las etapas descritas, donde se resaltará la
formación del sentimiento o identidad nacionalista, que finalmente arrojará las ideas centrales
para el análisis comparado entre las características que definen los nacionalismos –
independentismos de Cataluña y Escocia.

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Capítulo I: Reseña Histórica del Devenir Político de Escocia desde sus Orígenes hasta el
Proceso de Devolución del Poder

El proceso político que se ha desarrollado en las últimas décadas a lo interno del Reino Unido
de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, teniendo como actor principal a Escocia, puede ser
comprendido de una manera más amplia al analizar la base histórica que lo sustenta, así como
los elementos coyunturales y de reciente data que lo han impulsado.
En tal sentido, resulta pertinente abordar momentos clave de la historia política de Escocia,
partiendo de sus orígenes, sean de carácter mitológico o circunstancial, pasando por su
consolidación nacional, el proceso de unificación de Escocia con Inglaterra, el nacionalismo,
el movimiento por el autogobierno y la devolución del poder.

Mitología Fundacional de Escocia


Respecto a la fundación de Escocia, existen dos relatos o mitos que darían fundamento a
teorías referidas a una nación independiente y soberana desde sus inicios, y otra que
determina su dependencia de Inglaterra.
El primer mito, del cual se señala es el de mayor antigüedad, es el que asegura o atribuye el
origen de los escoceses a la época clásica y concluye que Scota, una princesa egipcia
contrae matrimonio con Gaythelos, un príncipe griego, y al huir de la ira del faraón llegan a
la península Ibérica, sus descendientes se trasladan a Irlanda y, por último, a Escocia donde
se instalan y gobiernan el lugar (Elliot, 2018). De esta manera se esboza una evolución
desligada de los grupos humanos que habitaron el sur de las islas británicas desde sus inicios.
El segundo mito, se extendió desde la época de la Bretaña Medieval, y es el que hace alusión
al gran rey Arturo, un monarca que habría reinado en toda Bretaña, tras suceder a su padre el
gran héroe Bruto, bisnieto del legendario príncipe troyano Eneas. Bruto habría viajado a
Bretaña, tras culminar la guerra de Troya, y se convirtió en el primer rey de las islas, al morir
heredó a su hijo Arturo su reino, quien habría gobernado con altos valores de justicia y el
valor. Este relato fue usado en infinidad de ocasiones por reyes ingleses como Eduardo I,
para alegar su soberanía sobre Escocia, además de Gales e Irlanda (Elliot, 2018).
Los relatos sobre Scota fueron utilizados para legitimar y proyectar favorablemente a la
monarquía escocesa, en un momento de debilidad ante el reino vecino de Inglaterra, como el
momento histórico en el cual Alejandro II (Rey de Escocia entre 1214-1249) tuvo que
protegerse de invasiones inglesas entre 1237 y 1243 y de varias insurrecciones internas;
mientras que el mito artúrico fue utilizado por Eduardo I, rey de Inglaterra, para legitimar sus

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derechos de dominio sobre las Islas Británicas (Elliot, 2018).

Hitos de la Historia Política de Escocia


Los acontecimientos históricos que describen y explican grosso modo los actuales sucesos
que se suscitan entre Escocia en Gran Bretaña, son muy bastos y ricos en anécdotas, sin
embargo, para los fines del presente TFG, se procederá a esbozar los eventos más relevantes
relacionados con el proceso de devolución e independencia que ha resurgido en la actual
Escocia.

Origen y Consolidación del Reino de Escocia


Los primeros registros sobre formas de vida organizada en el territorio conocido hoy como
Escocia, son los referidos al pueblo aborigen Picto que se asentó en la zona norte y nordeste
de isla británica, en lo que más tarde sería el Reino de Alba, mientras la zona del oeste era
controlada por los Escotos, pueblo proveniente de la isla de Irlanda y cuyo asentamiento
denominado “Scotia” daría nombre más tarde al territorio ocupados por estas tribus.
Las primeras reseñas existentes sobre estas tribus fueron las realizadas durante el período de
expansión del Imperio Romano por el Mar del Norte, siendo los romanos quienes
denominaron Caledonia al territorio que ocupaban los antiguos. Los invasores procuraron
hacerse de los territorios ubicados al norte de Inglaterra, sin embargo, al no poder adentrarse
a la parte septentrional de la isla de Gran Bretaña y, en vista de las constantes invasiones de
las que era objeto, fueron erigidas la Muralla de Adriano (122 al 128 d. C.) y la Muralla de
Antonino (144), aislando a los pueblos celtas de los territorios y grupos humanos que se
ubicaban al sur, dada la dificultad que conllevaba circular a través de los muros (Moreno,
1995).
En el siglo X, la cultura gaélica se impuso en el reino picto, mientras que los habitantes del
sur de la isla, abandonada por los romanos, fueron invadidos en varias oportunidades por
pueblos de origen germánico, en su mayoría, tales como los anglos, los jutos y los sajones,
por lo que los pueblos celtas originarios de la isla se redujeron a las naciones ubicadas en
Escocia, Gales e Irlanda.
Un siglo más tarde, durante el reinado de David de Escocia I (1124-1153), se produjeron
grandes avances hacia la consolidación de la nación escocesa. En tal sentido, David I
incrementó el número de terratenientes de su confianza, a quienes se supeditaban los antiguos
señores feudales de las localidades. Por otro lado, les otorgó relevancia a los aspectos
religiosos, muy probablemente debido a la influencia que la Iglesia cristiana ejercía en su

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reino, por lo que se establecieron arzobispados liderados por clérigos de origen
anglonormando que, si bien obedecían a la autoridad romana, fueron dotados de mayor
autonomía, contando con el apoyo del rey. Durante este período, fue también establecido un
sistema de justicia y de gobierno controlado directa y absolutamente por el rey (Moreno,
1995).
El reinado de David I generó una mayor cohesión entre los habitantes que ocupaban el
territorio bajo su regencia, también mayor cohesión política en toda su extensión al procurar
el establecimiento de terratenientes afectos al rey, así como cierto grado de independencia de
Roma por parte de las instituciones religiosas escocesas.

Guerras de Independencia Escocesa


Existieron numerosos conflictos entre Escocia e Inglaterra, debido a los diversos intentos
ingleses de incorporar este territorio a su reinado que, si bien en ocasiones resultó
desfavorecedor para los escoceses, también es cierto que pudieron reafirmar su independencia
frente a su enemigo del sur. Al respecto, resaltan las denominadas guerras de independencia,
eventos de mayor alcance y repercusión, no siendo los únicos enfrentados por ambos reinos.
En 1296, Eduardo I de Inglaterra da inicio a la Primera Guerra de Independencia, con la cual
el monarca pretendía unir a todas las islas británicas bajo su corona, invadiendo con éxito
parte del territorio escocés y, aunque contó con el apoyo de algunos nobles del reino del
norte, no logró controlar todo el país. Un año más tarde, el mítico escoces William Wallace,
Andrew de Moray y otros nobles, organizaron revueltas contra el Rey Eduardo en respuesta a
la invasión inglesa.
Durante los enfrentamientos, los escoceses lograron derrotar a los invasores en Stirling
Bridge e incursionaron en el norte de Inglaterra, lo que provocó la ejecución de continuas
arremetidas militares inglesas en 1300, 1301, 1303 y 1304. En 1306, Robert Bruce fue
coronado rey de Escocia e, inmediatamente, inició una campaña con el fin de expulsar a los
ingleses de su reinado. En 1314, Bruce al derrotar a Eduardo II de Inglaterra en la conocida
batalla de Bannockburn, logra la plena independencia de Escocia (Elliot, 2018).
En 1320, miembros del clero y nobles escoceses suscriben la Declaración de Arbroath, en la
cual expresaron su apoyo al rey Robert Bruce, además de declarar su firme compromiso en
mantener a Escocia libre de la denominación inglesa. Posteriormente, se firma el Tratado de
Edimburgo-Northampton (1329), con el cual se sella la paz entre ambos reinos, tras la
culminación de la Primera Guerra de Independencia (Moreno, 1995), además de representar
la ratificación de Robert I como rey de Escocia, el mantenimiento de la frontera entre ambos

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reinos previa a las incursiones inglesas y la independencia escocesa.
Al poco tiempo, estalla la Segunda Guerra de Independencia (1332-1357), con la invasión del
territorio de Escocia promovida por Eduardo III de Inglaterra, quien, con el apoyo de nobles
escoceses, la invadió y saqueó. Sin embargo, el desenlace resultó en el mantenimiento en el
poder del rey David II y la independencia de su reino, aunque se debió remunerar
cuantiosamente a la monarquía inglesa.

Soberanía, Unión de los Reinos de Escocia e Inglaterra


La soberanía política que el reino de Escocia había forjado por siglos y consolidado tras la
victoria del rey Robert I, se mantendría por largo tiempo (XIV-XVIII), independientemente
de las vicisitudes acaecidas, principalmente, la constante amenaza del reino inglés, el cual
mantuvo siempre su interés por hacerse del territorio del vecino del norte hasta lograr, de
manera circunstancial, su adhesión a través de la unificación dinástica y, más tarde, con la
concreción del Tratado de la Unión. Todo lo anterior se suscita entre conflictos y tensiones
entre ambos reinos.

Soberanía Política de Escocia


El reforzamiento del sentir soberano de los clérigos y miembros de la nobleza que habitaban
el territorio Caledonio, denominado así por los romanos, de respaldar a su rey siempre y
cuando él mantuviese su postura independentista respecto a Inglaterra (Declaración de
Arbroath), sería la base de iniciativas que favorecieran la continuidad de su soberanía
política, ejemplo de ello fueron las continuas renovaciones de la “Vieja Alianza” con el reino
de Francia, enemigo de la monarquía inglesa. Cabe señalar que el primer acuerdo que validó
la alianza entre ambos reinos fue suscrito por los reyes Juan Balliol y Felipe el Justo en 1295
(Moreno, 1995).
Estos acuerdos tenían como fin evitar la expansión de los ingleses hacia el norte de las islas
británicas y mantener la independencia de Escocia con el apoyo de los galos. Esta alianza
culminaría con la firma del Tratado de Edimburgo en 1560, generando la salida de los
soldados franceses y, consecuentemente, la toma del poder de Escocia por parte de los
protestantes, cuyo movimiento reformista habría sido alentado por el predicador John Knox.
Sin embargo, sería en 1587, con la decapitación de la reina de Escocia, María Estuardo, que
culminaría toda posibilidad de dar continuidad a la “Vieja Alianza” (Moreno, 1995).

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Unión Dinástica
La unificación de los reinos escocés y británico resultaba casi imposible de lograr y
mantener, por lo menos a través de las armas, pues las continuas guerras impulsadas por
Inglaterra para apoderarse del territorio del norte lograban avances y, al poco tiempo,
retrocesos a la expansión inglesa. Sin embargo, un hecho fortuito cambiaría este escenario,
logrando la unión dinástica de Escocia e Inglaterra, pudiendo concretarse más firmemente
tras la firma del Tratado de la Unión, tiempo después.
En 1603, la reina Isabel I de Inglaterra fallece, al no dejar descendientes, su pariente más
cercano, Jacobo VI de Escocia, asciende al trono inglés como Jacobo I de Inglaterra, uniendo
así los dos reinos bajo la dirección de un mismo monarca. Jacobo I procuró la unificación de
las dos naciones a través de diversas acciones como propiciar: el matrimonio entre los nobles
de ambos reinos, a manera de lograr mayor integración cultural; la homogeneidad de los dos
sistemas legales, idea que no fue bien acogida por ambos parlamentos, y la adopción de
símbolos como la Union Jack o bandera de la unión (Elliot, 2018).
A estas iniciativas, se sumó la introducción de reformas en la liturgia que procuraban la
alineación del protestantismo escocés con las ceremonias anglicanas, situación que produjo
un gran descontento en la sociedad escocesa y la expulsión o encarcelación de los
predicadores que se negaron a aceptar los preceptos religiosos dictados por el monarca
(Elliot, 2018).
Tras la muerte de Jacobo VI en 1625, su descendiente Carlos I asume el trono de Gran
Bretaña y ejerce una forma de gobierno más autoritaria que su antecesor, al favorecer
fervientemente el absolutismo. Este pensamiento, generó tensiones en relación con la Cámara
de los Comunes, al punto de disolverla en 1629. Por otro lado, la relación del rey con sus
súbditos empeoró al establecer impuestos extraordinariamente altos para poder financiar a su
gobierno.
Carlos I también emprendió reformas litúrgicas en Escocia que, al igual que lo hizo su padre,
pretendían alinear la religión presbiteriana (religión mayoritaria en Escocia) con la anglicana
(religión mayoritaria en Inglaterra), lo que desencadenó en las denominadas “Guerras de los
obispos” (1639 a 1640). Lo anteriormente descrito habría reforzado el sentimiento de
identidad nacional de los rebeldes de Escocia, así como una ampliación de los sentimientos a
favor de las antiguas libertades que su reino ostentó cuando eran independientes (Elliot,
2018).

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La Restauración
La victoria de la fuerza parlamentaria sobre los realistas en la guerra civil británica, y la
muerte de Carlos I en 1648, decapitado por orden del parlamento, generaron la disolución de
la unión dinástica entre escoceses e ingleses. Oliver Cromwell asume el poder político y es
impuesta la “Commonwealth of England”, estableciéndose un régimen republicano y un
protectorado (Moreno, 1995).
En 1660, Carlos II fue restaurado en el trono inglés, restituyéndose de esta manera la dinastía
Estuardo y su regencia en ambos países. Un año después, fue restablecido el parlamento
escocés y se constituyó un Consejo Escocés en Whitehall, un órgano descentralizado del
Consejo Privado inglés para coordinar los lineamientos políticos entre Londres y Edimburgo
(Elliot, 2018).

La Revolución Gloriosa, el Jacobismo y el Tratado de la Unión


El proceso de integración de Escocia al Reino de Gran Bretaña, siguió experimentando
nuevas tensiones y cambios, tras el fallecimiento de Carlos II y la ascensión al trono de su
hermano Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia en 1685.
A partir del edicto que Jacobo II proclamó en 1686 a favor de la tolerancia religiosa, siendo
él proclive al catolicismo, y ante la posible extensión del catolicismo, varios sectores de la
vida política y religiosa de ambos países empezaron a apoyar a Guillermo de Orange en sus
pretensiones al trono británico, alegando que el rey había sobrepasado las barreras
constitucionales. Guillermo se ganó la opinión pública escocesa al emitir una declaración en
contra del papado y a favor del parlamento escocés, impulsando levantamientos antipapistas,
los cuales contaron con el apoyo de todas las clases sociales.
Durante la Revolución Gloriosa, Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia huye a Francia
(1688), sucediéndolo su hija María II quién gobernaría junto a su marido Guillermo de
Orange (Guillermo III de Inglaterra). Este nuevo reinado contaba con la anuencia de Irlanda e
Inglaterra, pero no con el apoyo de los Highlander ni Lowlanders que seguían fieles a Jacobo
II (Elliot, 2018), siendo el origen del movimiento jacobita, movimiento que pretendía
instaurar en el poder a los descendientes de Jacobo VII de Escocia.
A partir de 1688, se observa un mayor impulso hacia la unificación completa de Escocia e
Inglaterra, por cuanto la homogeneización se estaba dando de manera gradual en los ámbitos
social, económico y cultural. Existía un amplio interés en profundizar la unión ambos lados,
los escoceses -pudientes e influyentes- tenían motivaciones primordialmente económicas,
dado que enfrentaban una fuerte deuda pública debido a una aventura colonial en el Istmo de

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Panamá que fracasó enormemente (Proyecto Darién); mientras que los ingleses procuraban la
profundización del proceso de unificación del reino y dar por terminado los conflictos por los
derechos de sucesión al trono (Elliot, 2018).
El Tratado de la Unión fue aprobado por el parlamento escoces e inglés en 1707, tras años de
negociaciones entre ambos reinos. Gracias a este tratado Escocia formaría parte de la
monarquía parlamentaria del Reino Unido de Gran Bretaña, se crea el Parlamento de
Westminster con representantes de cada territorio. Aunque el acuerdo representó para los
escoceses la pérdida de su propio parlamento y de su independencia, se les permitió mantener
su libertad religiosa, un alto grado de autonomía política, la conservación de sus
universidades, entre otros aspectos (Elliot, 2018).
Años más tarde, Bonnie Prince Charlie lideraba el resurgimiento de la amenaza de los
jacobinos, insurrección que fue denominada como la Rebelión Jacobita (1745 y 1746), sin
embargo, la derrota de esta sublevación en Culloden (1745), representó el fin de este
movimiento, lo que favoreció que Escocia continuara con el proceso integrador.
Cabe destacar que eliminada la amenaza latente que representaba el jacobismo para el
mantenimiento del acuerdo, Escocia continúo mejorando su situación económica y
beneficiándose de cierta autonomía otorgada en el Tratado de la Unión como la posibilidad
de seguir manteniendo muchas instituciones, incluyendo la Iglesia, el gobierno local y el
sistema legal (Keating, 2012). A ello se suma la existencia de una cláusula ambigua que
establecía la tramitación por parte del parlamento central de las cuestiones de “derecho
público”, mientras que temas de “derecho privado” se debían resolver solamente “para la
utilidad evidente de los súbditos dentro de Escocia” (Keating, 2012).
Respecto al Tratado de la Unión, existen diversidad de opiniones y análisis, resaltando lo
expuesto por Haseler (1996), al señalar que la Unión no fue más que un acuerdo impulsado
por intereses, sin importar lo realmente relevante, generando diversas repercusiones para los
escoceses y los ingleses. El escritor y político español Chesús Yuste (2008), comparte esta
opinión, al indicar que la firma del acta supuso un interés netamente económico, puesto que
Escocia, a pesar de haber defendido fehacientemente su independencia y propia identidad
durante siglos de enfrentamientos contra Inglaterra, cede ante las presiones de personalidades
influyentes de su país y la situación económica que enfrentaba. Es así que, durante las
negociaciones del tratado, Inglaterra se valió de la situación financiera que atravesaba
Escocia y ofreció ayudas económicas y hasta sobornos para concretar lo que no pudo a través
de las armas.

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Nacionalismo Escocés. Movimiento hacia el Autogobierno. Proceso de Devolución del
Poder e Independencia
La evolución en los procesos de consolidación de las naciones europeas, han sido una
característica perenne orientada a la modernización habitual de estructuras políticas alineadas
con las necesidades del interés nacional, donde elementos culturales, simbólicos y
tradicionales forman parte fundamental de su cohesión interna, a partir de valores comunes
perfectamente defendibles en casos de amenaza.
En este sentido, de acuerdo a Michael Billing (Keating, 2012), se considera que el
nacionalismo construido en base a dichos elementos históricos, prácticas usuales y de
movilización de la conciencia colectiva forman parte de un “nacionalismo banal”, cotidiano,
que ayuda a fortalecer en la población el sentido de pertinencia y lealtad a la nación a la cual
pertenecen de manera permanente y, que suele ser exaltada en caso de conflicto.
De acuerdo con lo anterior, para Escocia estos factores han sumado en la definición de un
perfil nacionalista alejado de cuestiones estrictamente culturales o lingüísticas (como sucedió
entre el siglo XVIII – XIX), y más próxima a la tradición histórica y progresiva de la relación
dada con Reino Unido, en función de reivindicaciones dirigidas a obtener el máximo control
económico y político de su territorio, intención que en la actualidad continua, más aun con el
potencial económico energético de gas y petróleo encontrado en el Mar del Norte.

Estado y Nación
La eventual independencia de Escocia también plantea una discusión de fondo con respecto a
la naturaleza de Gran Bretaña como Estado y nación, ya que se considera que este factor, más
allá de generar una crisis en la unión, coloca sobre el tapete otros aspectos como el estatus de
Inglaterra ante la división y el carácter de adhesión de Escocia como Estado independiente
dentro de la propia Unión Europea (UE), considerando las tendencias a favor o en contra de
la UE tanto de Escocia como de Inglaterra respectivamente.
El enfoque sobre las consecuencias de la división entre Escocia y Gran Bretaña tiene
antecedentes tempranos, los cuales podemos encontrar, por ejemplo: en el contexto de los
procesos de descolonización, donde el Imperio Británico se minimizó perdiendo gran parte su
control y poderío, o más recientemente entre los años ´70 y ´90 del siglo pasado donde, las
políticas antipopulares contra el Estado de Bienestar de los gobiernos conservadores de
Westminster, impactaron en la clase obrera y la opinión pública escocesa avivando los
sentimientos nacionalistas en pro de la independencia que fueron sofocados por el
Thatcherismo.

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También podemos decir que existen posiciones que refuerzan la necesidad que Escocia debe
continuar unida al Estado británico sobre la base de sus experiencias comunes, conservando
su propia identidad para su supervivencia, tomando además en cuenta criterios económicos y
de influencia política fundamentalmente:
Los argumentos económicos a favor y en contra de la independencia son complejos y
discutidos. Algunos de los opuestos a la independencia arguyen que Escocia es
económicamente más fuerte dentro del Reino Unido, ya que un país de cinco millones de
personas (Escocia) nunca sería tan fuerte económica, militar o políticamente como un país
de 60 millones, suponiendo que ambos países son igualmente bien gestionados. Otros
afirman que, como parte de un estado británico unitario, los escoceses tienen más influencia
en asuntos internacionales: una Escocia independiente no tendría asiento permanente en el
Consejo de Seguridad de la ONU, por ejemplo. Algunos escoceses europeístas dicen que no
es necesaria la independencia en una Europa que tiende hacia unificación, aunque la crecida
del euroescepticismo en el Reino Unido desde la década de 1990 hace que estos argumentos
tengan menos fuerza (Sensaget, 2021).
La discusión persiste sobre las tendencias de la población en cuanto a apoyar la
independencia o no, las cuales por motivos económicos domésticos, identificación con los
valores británicos o locales e incluso la distribución de ingresos entre las naciones que
conforman el Estado británico que, siendo desigual, son causantes de fenómenos como “la
pobreza relativa” (Keating, 2012) donde Escocia es observada como una colonia interior
explotada por el capital - Estado inglés, recibiendo ingresos inferiores que repercuten en la
calidad de vida de la población, siendo una situación que en definitiva influye en la
valoración positiva o negativa en la definición de Escocia como un Estado o permanecer
como Nación.

Nacimiento del Movimiento Nacionalista Escocés


El nacimiento del movimiento nacionalista escoces tiene sus orígenes entre el siglo XVIII -
XIX, a partir de la corriente de ilustración denominada “el siglo de las luces”, caracterizada
por el auge de la intelectualidad, la ilustración e ideas liberales donde el nacionalismo
escoces encuentra su base para proyectarse valorando sus tradiciones y herencia histórica
ensalzando los logros de sus luchas y héroes como Williams Wallace o Robert Bruce, quienes
llegaron a convertirse en verdaderos mitos. Es durante este período donde se desarrollan
centros culturales para preservar las expresiones nacionales escocesas, que a su vez sirvieron
como lugar de encuentro político – social y semilla de los primeros grupos de presión y

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líderes nacionalistas como Sir Walter Scott, quien apoyaba la propuesta de un acuerdo
constitucional federalista con los ingleses, más que la integración económica entre otros
aspectos expuestos en el Acta de la Unión. (Elliot, 2018).
Sin embargo, el movimiento nacionalista escoces resurge con fuerza durante el descontento
social de la crisis económica propia de la etapa de entre guerras en los años ´20 y ´30 del
siglo XX, donde se reunifica el movimiento nacionalista, que fue dispersado por el auge de la
revolución industrial británica a finales del 1800. De esta reunificación surge el Partido
Nacional Escoces (SNP) en 1934, siendo protagonista de importantes procesos como la
Devolution entre otras reivindicaciones, luego se sucedió la Segunda Guerra Mundial y ya
para los años ´70 el movimiento nacionalista se reactiva, tomando en cuenta el factor
institucional (el derecho y la religión) cultural y económico (descubrimiento de hidrocarburos
en el Mar del Norte), más que el lingüístico que configura el rasgo central de dicho
movimiento nacionalista (De Prat, 1991).

La Muerte de la Escocia Unionista


A pesar de la particularidad del nacionalismo Escoces, cuyo hilo conductor se aparta de
elementos lingüísticos o maneras de vivir particulares, ha significado ser un movimiento
influyente enfocado en las formas de organización política que responden a la proyección de
su desarrollo, donde los símbolos e instituciones juegan un rol determinante en la vinculación
efectiva entre la competitividad económica y solidaridad social, en una nación que ha logrado
consolidar un proceso de modernización interno (Keating, 2012).
Pasados más de 300 años de la Unión Anglo –Escocesa, sin embargo, las opiniones sobre el
beneficio o no de dicha alianza continúan en una discusión poco dispar, donde una fracción
de la población, tanto de Escocia como de Inglaterra, han coincidido de manera muy
aproximada sobre lo favorable de continuar bajo el acuerdo, mientras otra parte continua
valorando positivamente la idea de la independencia. En todo caso, dicho patrón ha
demostrado la necesidad de, eventualmente, replantear la Unión, involucrando, de modo
pragmático, mutuos beneficios económicos más que la pertinencia a la nación británica o, la
preminencia de un proyecto hegemónico de Estado – Nación Escoces (Keating, 2012).
En este sentido la aparición de la Unión Europea viene a agregar elementos adicionales en el
marco de la discusión de las autonomías, identidades territoriales, el debate de una capacidad
regulatoria supraestatal en las esferas económico – social, los procesos de descentralización
de competencias, entre otros aspectos, que en definitiva están construyendo nuevas formas de
comunidades políticas cohesionadas (o no) a esquemas axiológicos modernos vinculados a la

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globalización, la democracia liberal y la defensa de los derechos humanos, que impactan
definitivamente en la discusión del movimiento independentista de escocia y sus objetivos
primigenios de convertir a esa nación como un Estado formal, frente a las nuevas tendencias
que apuntan a nuevos sistemas políticos emergentes (Keating, 2012).

Demanda de Autogobierno
La demanda de autogobierno en Escocia ha sido un fenómeno que ha estado a la par del
nacimiento y evolución del movimiento nacionalista escoces, que desde el siglo XIX venía
estructurándose. En aquellos momentos, Escocia sentía que la Unión producida en 1707 tenía
defectos y no respondía correctamente a los ciudadanos escoceses, por ello en 1853 se creó la
Asociación para la Vindicación de los Derechos de los escoceses que de forma organizada
expresaba su malestar con los gobiernos ingleses intervencionistas y con la crisis agraria que
sufría, pero sus demandas fracasaron por falta de apoyo. Estas demandas surgieron casi en
paralelo a la causa irlandesa, que también demandaban autogobierno, que fueron concedidas
en 1914 por Westminster mientras que el estallido de la Primera Guerra Mundial paralizó el
proyecto escocés de las Home Rule, el cual estuvo destinado a dotar a Escocia de un
autogobierno eficiente y responsable (Elliot, 2018).
Posteriormente, durante los años ‘30 del siglo XX se conformó el Partido Nacional Escoces
(SNP), con el objetivo de promover las ideas de autogobierno e independencia, agrupando en
su espacio a los diversos grupos que demandaban la separación de Inglaterra, y cuyo auge
coincidió con el declive económico del período entre guerras que afectó gravemente a
Escocia, pero no adquirió relevancia hasta 1970 (De Blas Guerrero, Andrés, 1999). Durante
esa década, en 1979, por una gran presión del SNP en Escocia se votó en favor de las “Home
Rule”, Devolution o leyes de descentralización, que permitiría tener más competencias, como
la creación de una asamblea parlamentaria, sin embargo, la iniciativa fracasó.
Los años ‘80 y ‘90 del siglo pasado, marcados por la turbulencia política – económica debido
a las medidas y posturas del gobierno conservador de Margaret Thatcher, el SNP resurge
nuevamente para presionar políticamente con las “Home Rule” (Elliot, 2018), esta vez con
los efectos esperados, en 1992 las ideas de descentralización afloran en el Partido Laborista
que en septiembre de 1997, de la mano de Tony Blair, se llevó a cabo un nuevo referéndum
que logra un apoyo del 74,3% para crear la Asamblea Legislativa Escocesa. Se formuló un
nuevo sistema productivo, basado en la electrónica y la petroquímica, estimulando los
servicios bancarios, así como el desarrollo la industria turística, lo que impulsó la economía
escocesa, logrando más servicios y un modelo de bienestar para los ciudadanos escoceses,

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impidiendo la subida de impuestos, así como la aplicación de políticas desventajosas desde
Westminster, traduciéndose en una renovación de las ideas nacionalistas y de
autodeterminación impulsadas por el SNP (Elliot, 2018).

Políticas de Devolución del Poder “Devolution”


Las políticas de devolución de poder o “Devolution” son aquellas donde hay una
transferencia progresiva de competencias políticas desde Inglaterra hacia Escocia, las cuales
están marcadas por posiciones divergentes dentro de los partidos políticos que simpatizan
entre una Escocia con competencias descentralizadas dentro del Reino Unido, y otros que
pretenden la independencia total. Si bien esta política tiene antecedentes paralelos al
nacimiento del movimiento nacionalista escoces y los principales partidos políticos de esa
nación, podemos incluir como parte de sus referentes el “Home Rule”, proyectos de ley y
discusiones en el parlamento, así como las iniciativas de referéndum.
A partir del final de la Segunda Guerra Mundial, las demandas y propuestas vinculadas a la
Devolution comienzan a tomar un creciente dinamismo. Al respecto las propuestas de
devolución de competencias de los años ‘70, el desarrollo económico se reservaba al
gobierno del Reino Unido y a la Secretaría de Estado para Escocia. Desde el punto de vista
político, posteriormente a finales de la década de 1980, se lleva a cabo una campaña que
desembocó en la Convención Constitucional Escocesa donde se establecen los criterios para
iniciar el proceso de devolución del poder político a esa nación y en 1997, con la elección del
laborista Donal Dewar como Secretario de Estado para Escocia, se impulsa un referéndum
para aprobar la devolución de poderes que tuvo un apoyo del 75% de la población.
Posteriormente, en la Scotland Act (Ley de Escocia) de 1998 lo relativo al desarrollo
económico se transfiere y se restituye el parlamento escoces.
Mientras tanto en el sector económico, a la par de los procesos de privatización impulsados
por los gobiernos conservadores en los años ‘80 y ’90, estas medidas impactaron muy poco al
sector empresarial escoces quienes se mantuvieron firmemente unionistas y desconfiados ante
los nuevos avances y efectos de la devolución, rechazando sus instituciones; a excepción de
pequeños grupos nacidos en el auge de esta descentralización que se vieron atraídos por la
imagen de confianza y apertura de una Escocia más independiente (Keating, 2012).
Otros asuntos vinculados al Estado de Bienestar, la Educación, la recaudación de impuestos
han sido asuntos valorados dentro del proceso de devolución, los cuales han influido
definitivamente en los pesos y contrapesos políticos de conservadores y liberales escoceses,
en cuanto a la pertinencia de ceder competencias administrativas - políticas y sus ventajas, así

18
como la continua consideración de la independencia definitiva.
De acuerdo a Keating (2012), la devolución escocesa representa algo más que la
“descentralización regional” que se encuentra en países como Francia o Italia. Se trata de la
construcción de una nueva entidad política que se deslinda de la concepción tradicional del
Estado Nación, con una visión amplia y fortalecida de los asuntos sociales, políticos y
económicos, que merecen un apropiado aseguramiento del ámbito de acción escocés con
respecto a los actores con los cuales se establecen los intercambios, de ello depende un
adecuado relacionamiento bajo la base del reconocimiento de que es a través del gobierno
escocés por el cual se pueden canalizar las demandas, acceder a los bienes públicos, políticas
públicas precisas, entre otros: “Las formas más fuertes de autogobierno ciñen a los actores
de forma más intensa, porque dependen de las políticas y los bienes públicos producidos por
los gobiernos transferidos, y solamente son accesibles a través de ellos” (Keating, 2012).

El Sentimiento Nacionalista Escocés


El sentimiento nacionalista escocés ha tenido fluctuaciones importantes de acuerdo al
contexto histórico y la situación económica de la época que corresponda, que en definitiva ha
influido en los avances y/o retrocesos en el movimiento nacionalista pro independencia de
Escocia, por ejemplo, la consolidación de Inglaterra como potencia mundial dominante desde
1815 fomentó el fortalecimiento de la Unión Anglo – Escocesa, a su vez que los Escoceses se
sentían participes y beneficiarios del Imperio Británico, éste último consolidado por sus
posesiones de ultramar y poderío militar. Por su puesto, los acontecimientos de principio de
siglo que ocuparon las dos guerras mundiales y sus subsecuentes crisis económicas,
disminuyeron el papel de Inglaterra, incidiendo en crisis internas cuyos resultados reanimaron
el sentimiento nacionalista escoces, el cual tomó un nuevo ímpetu con la organización de
grupos culturales y políticos que promovieron las ideas de independencia y un mayor control
político.
En la actualidad, la progresiva transformación de las identidades nacionales en Escocia, si
bien es cierto no ha estado directamente influida por los hechos políticos asociados a la
Devolution, ciertamente hay una decadencia del sentimiento británico. Temas como la
democracia, la economía y la historia son motivos que atizan la brecha identitaria de los
escoceses con respecto a los británicos, más no así con los deportes, arte o literatura que
funcionan como elementos de cohesión. Efectivamente las posiciones extremas entre el
rechazo a la britanidad y el apoyo a la independencia escocesa persisten, sin embargo, la
tendencia es asumir posiciones más moderadas (Keating, 2012).

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Independencia
La independencia continúa teniendo un rol central en la discusión sobre sí ella es pertinente o
no. El Partido Nacional de Escocia (SNP) que en su momento estuvo en contra de la idea de
la Unión Europea, hoy sostiene la posibilidad de una Escocia independiente dentro de la
Unión como espacio que privilegia el desarrollo de los pequeños Estados, sin embargo,
quienes niegan la posibilidad de la independencia total, se basan en argumentos de carácter
económico y la real capacidad de Escocia como Estado independiente de sostenerse por sí
misma, sin contar su importancia política dentro de un sistema internacional tan complejo
como el actual. Otras discusiones al respecto de la independencia escocesa tienen un alcance
más vinculado a la ética, las leyes y la constitucionalidad, en cuanto a la vigencia de la
propuesta, en todo caso, una decisión al respecto comporta el acuerdo y la negociación entre
las partes, dejando de lado posturas extremas donde la decisión del más fuerte se haga sentir
(Keating, 2012).

Referéndum de Independencia Escocés


El SNP accedió al poder del gobierno escocés en el 2007 y lograron declarar un referéndum
para determinar la independencia de Escocia del Reino Unido para el 2014. A la pregunta,
¿debería Escocia ser un país independiente? La población escocesa votó un 44,7% Sí y un
55,3 % No. Fue un referéndum legal, aprobado por el parlamento británico. Tras la derrota
del referéndum, la causa nacionalista disminuyó. Sin embargo, otro referéndum, el del año
2016, en el que el gobierno británico preguntaba sobre la permanencia del Reino Unido en la
Unión Europea (Brexit) causó un aumento en el apoyo nacionalista escocés, ya que los
resultados mostraron que las circunscripciones escocesas, la mayoría de la población, estaba a
favor de permanecer en la Unión Europea (62%). Así pues, el Brexit, ha cambiado
notablemente el discurso de la política escocesa y ha hecho que el movimiento nacionalista
gane peso, frente a los que quieren abandonar la Unión Europea y el mercado único, este
factor ha servido de plataforma para que el SNP proponga otro referéndum para salir del
Reino Unido y regresar a la Unión Europea en calidad de “Socio o País Europeo”.

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Capítulo II: Reseña de la Evolución Histórica del Proceso Catalán a partir de sus
Orígenes hasta el Proceso por la Autodeterminación

El proceso que se observa actualmente en Cataluña es el resultado de cientos de años de


relacionamiento histórico político de los pueblos que han habitado esta parte de España. En
tal sentido, resulta pertinente el ahondar sobre los aspectos mitológicos que habrían dado
origen a lo que hoy se conoce como Cataluña, pasando por la unión dinástica y legal, las
sublevaciones y nacionalismos, el surgimiento del sistema republicano, la dictadura
franquista, la democracia, el proceso de traspaso de competencias, hasta llegar al referéndum
de independencia catalán y el proceso por la autodeterminación.

Mitología Fundacional de Cataluña


El proceso de independencia y autodeterminación impulsado por los catalanes ha sido
fundamentado sobre la base de un relato bíblico, según el cual se asegura que Tubal, hijo de
Jafet y nieto de Noé, se instala en la ciudad de Tortosa en Tarragona. Aunque existen otros
relatos que indican que Jafet se habría asentado y dado origen a España, por cuanto la
península Ibérica fue el lugar elegido por el hijo de Noé, para poblar la tierra de nuevo y crear
una civilización devota a Dios (Elliot, 2018).
Sin embargo, históricamente se relata que en el año 889 d.C. los condes o baja nobleza de
origen hispanogodo de la Marca Hispánica, aprovechan el vacío de poder que deja la caída
del Imperio carolingio para tomar el poder de dicho territorio. De esta manera, los condes, en
concreto Ramón Berenguer IV Conde de Barcelona, contrajo nupcias con la princesa
Petronila, hija de Ramiro II de Aragón. Al formar parte de la familia real, el Rey Ramiro II le
concedió el título de Príncipe de Cataluña al Conde de Barcelona (Elliot, 2018).

Breve Historia Política de Cataluña


El origen de la población catalana se remonta a hace más a aproximadamente 450.000 años,
correspondiendo al homo erectus en la cueva de Talteüll (actualmente Cataluña Norte).
Siglos más tarde, se producirían los primeros contactos con grupos ibéricos (s. VIII al siglo
VII a.C.), cuya presencia se consolida en lo que hoy se conoce como Cataluña (s. VII y
mediados del s. V a.C.). En la segunda mitad del siglo V, comienza al período denominado
romanización. Cabe destacar que los romanos dejarían como legado su sistema legal y moral,
así como el latín, lengua que daría origen al catalán (Uttrera, 2014).

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Tiempo más tarde, los pueblos germánicos se expandieron y establecieron en ciudades
romanas, ello debido a las constantes invasiones bárbaras y a la situación económica y social
que enfrentaba Roma. De esta manera, los visigodos logran establecerse en Barcelona (año
415), territorio que un siglo más tarde (año 526) se convertiría su capital. Los visigodos
establecieron una monarquía, siendo muy relevante el reino de Toledo, que pretendía la
unificación de la Península Ibérica, lo que conllevó a la Revuelta de Paulus (s. VII). Este
hecho histórico podría ser considerado el primer intento emancipador de Cataluña (s. V)
(Uttrera, 2014).
La influencia musulmana en Cataluña no fue tan profunda como en el resto de la Península
Ibérica. En la Cataluña vieja, la presencia árabe fue por poco tiempo, en comparación con los
territorios del sur de Cataluña y en las comarcas de Valencia. Esta situación, aunada a la
lejanía existente con el califato de Córdoba, generó el surgimiento de constantes
sublevaciones contra el poder musulmán, lo que propició la reconquista de este territorio por
parte de los francos liderados por Carlomagno (Uttrera, 2014).
Tiempo después, formó parte de la denominada Marca Hispánica (s. IX), territorio “hispano”
del Imperio carolingio.
Tras la caída del Imperio de Carlomagno, el territorio de la Marca Hispánica volvió a formar
parte de una aristocracia visigoda, fue una región vasalla del Imperio Al-Andalusí, para luego
formar parte del Reino de Aragón (s. XI). El territorio “hispano” estuvo conformado por el
condado de Barcelona, condado de Sobrarbe, condado de Ribagorza y el condado de
Ampurias, entre otros, los cuales siempre fueron dependientes de otros Estados o Imperios
(Elliot, 2018).

Sistema Político de Cataluña en el Reino de Aragón, Unión Dinástica y Legislación


Común
Antes de pertenecer y ser súbditos del Reino de Aragón, los habitantes del territorio
“hispano” siempre fueron regidos por las leyes y la administración de los reinos de los que
formaban parte. Aunque existe un texto denominado “Usatges de Barcelona” (Las
Observaciones de Barcelona, 2021), en el cual se documentan los usos y costumbres de
Cataluña Vieja, siendo el resultado de la recopilación iniciada en el siglo XI de fragmentos
del derecho romano, del derecho visigodo y cánones religiosos (derecho religioso), es decir,
en estas observaciones se encuentra plasmado el derecho común de los catalanes de la época.
Este documento no es considerado original, dado que es un compendio de reglamentos o
leyes de las entidades políticas que rigieron sobre dicho territorio.

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Tiempo más tarde, la Marca Hispánica al formar parte del Reino de Aragón, serán regida por
los Fueros de Aragón (1247), los cuales consistían en un conjunto de leyes que daban gran
poder a la nobleza frente a la Corona, eran pactados entre el rey y un Consejo del Reino que
aparte de proteger los derechos de la nobleza y aristocracia, incorporan normas jurídicas del
reino (Elliot, 2018).
A pesar de la unificación dinástica de los reinos de Castilla y Aragón, tras el matrimonio de
los Reyes Católicos (1469), las leyes del Reino de Aragón se mantuvieron vigentes e
independientes al resto de España por unos siglos más. Cabe señalar que las legislaciones de
Aragón y de Castilla resultaban ser muy parecidas, aunque mantenían ciertas costumbres y
fueros propios de cada reino (Elliot, 2018).
El nuevo ordenamiento instituido por Felipe V estableció el castellano como idioma oficial,
prohibiendo el catalán, prohibió las milicias populares en Cataluña y Aragón, y estipuló la
aplicación de nuevos impuestos. Estas nuevas disposiciones fueron establecidas a raíz de la
postura asumida por el Reino de Aragón y la región de Cataluña en la guerra de sucesión
española, dado que apoyaron la causa de los monarcas de la casa de Austria (Elliot, 2018).

Rebeliones y Sublevaciones en Cataluña


Durante el reinado de Felipe III, los altos niveles de desempleo y hambre generaron una serie
de revueltas contra la Corona. Los Virreyes destacados en Cataluña no conseguían sofocar el
“bandolerismo” que se había instaurado en la sociedad catalana por lo que, dada la falta de
control, la aristocracia catalana utilizó la fuerza para obtener justicia ante los delitos
cometidos contra ella (Elliot, 2018).
La asunción al poder de Felipe IV no logró mejorar la situación de Cataluña, dado que su
primer ministro, el Conde-Duque de Olivares inició desde Madrid una política centralista y
“castellanista” del Estado y de la monarquía, generando más descontrol en este territorio
(Elliot, 2018).
La sublevación de Cataluña o comúnmente llamada guerra de los segadores, se produjo entre
1640 y 1665, tras el ataque perpetrado por unos campesinos contra las tropas reales que se
encontraban acampando. Más tarde, los segadores entran en Barcelona y atacan a los
funcionarios y al Virrey, quien es asesinado cuando intentaba huir. Ante la situación generada
en plena sublevación, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Pau Claris impulsa la idea
de que el territorio catalán sea independiente, pero bajo la protección de Francia, país que se
encontraba en guerra con España. Los nobles catalanes se aliaron con Francia, mientras que
Olivares envió más tropas a Cataluña (Elliot, 2018).

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En concordancia con la acción asumida por el presidente de la Generalitat de Cataluña, la
Junta de Brazos proclama la República Catalana y nombra al Rey francés Luis XIII como
Conde de Barcelona, en vista de su apoyo ayudar militar al proceso catalán, y a un virrey
francés como gobernador. Sin embargo, Juan José de Austria recupera Cataluña a favor de
Felipe IV (Elliot, 2018).
En 1700 Carlos II, nombró en su testamento a Felipe V de Borbón como su sucesor y, por lo
tanto, nuevo monarca de España, provocando la “guerra de sucesión española”. A pesar de
que Felipe V juró las constituciones catalanas, los catalanes se vieron profundamente
agraviados porque, en ciertas leyes de autogobierno, el Rey no cedió el control de los
nombramientos de miembros institucionales en la Diputación General de Cataluña o en el
Consejo de Ciento, además de que se estipulaba la entrega de un donativo al Rey,
pareciéndole a la corte del monarca insuficiente. En el año 1702, luego de varios conflictos
acaecidos con la nueva administración en Cataluña, surge un movimiento antiborbónico,
favorable a la casa de Austria. En este periodo histórico, se podría señalar que se da inicio al
surgimiento del nacionalismo catalán (Gencat, 2021).
Pocos años después, Cataluña a cambio de mantener las instituciones catalanas negocia con
Inglaterra el derrocamiento de Felipe V y el apoyo al Archiduque de Austria. En 1705,
Barcelona proclama rey al Archiduque Carlos y comienza la rebelión que se adueña de todo
el territorio catalán. Durante este periodo, se proclaman nuevas leyes de carácter reformista
que son apoyadas por Carlos III. Sin embargo, en 1714, Barcelona cae ante las fuerzas
borbónicas. Felipe V tras ganar la guerra, convierte el reino en un Estado absolutista,
centralista, uniformista y acaba con la identidad española plural (Elliot, 2018).
Cabe destacar que entre 1707 y 1716, Felipe V promulgó los “Decretos de Nueva Planta”
(2021), una serie de decretos que acaban con las leyes propias del Reino de Valencia y del
Reino de Aragón, estableciéndose legislación común para todo el territorio que conformada
el reino de España. En lo que se refiere al Principado de Cataluña, Felipe V abolió las Cortes
y el Consejo de Ciento, prohibió las milicias, impuso nuevos impuestos, declaró el castellano
como idioma oficial de la administración y de la justicia, marginando el catalán.

Carlismo y Nacionalismo Catalán


Tras la muerte del rey Fernando VII en 1883, su hermano el infante Carlos María Isidro de
Borbón, no acepta que la corona de España recayera en la hija de aquél, la princesa Isabel
(Isabel II), por lo que se alzó contra ella. Los seguidores de Isabel eran de ideología liberal,
mientras que los denominados carlistas tenían una ideología más cercana al absolutismo y al

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tradicionalismo. Las desavenencias generadas por la línea de sucesión y las posturas políticas
de ambos mandos provocaron que los desafectos a Isabel se enfrentaran al gobierno en lo que
más tarde se denominarían las guerras carlistas, las cuales se desarrollarían de manera
intermitente entre 1833 y 1876, teniendo como vencedor al gobierno nacional (Elliot, 2018).
Cabe resaltar que, el carlismo fue un movimiento político de corte tradicionalista y nació en
contra del liberalismo del reinado de Isabel II, el cual concibe el nacionalismo como la
preservación de la lengua y las costumbres tradicionales. Esta corriente favoreció a los
nacionalistas catalanes, ya que impulsaba el anticentralismo. Los carlistas aceptaban los
antiguos fueros de Cataluña y del País Vasco y la propuesta de crear un Estado independiente
en conjunto con los países de la Corona de Aragón, además de considerar a Cataluña como
una nación. En 1900, los antiguos carlistas se aproximaron al partido “Liga Regionalista”, por
cuanto promovía el programa político de los carlistas catalanes, exigiendo cortes catalanas,
tribunal superior, el catalán como lengua oficial, soberanía económica, un ejército regional,
todo lo que se suprimió en 1714 (Elliot, 2018).

Primera y Segunda República


En el siglo XIX, se produjo un crecimiento comercial e industrial en Cataluña, sustentado por
el comercio nacional y colonial. En este siglo, empieza a surgir un nuevo sentimiento
nacionalista promovido por la cultura regional y el creciente desarrollo económico de esa
zona, derivando en el nacimiento de modelos e ideas políticas como el “catalanismo”, que
adquiere relevancia tras la caída del régimen isabelino y la proclamación de la I República.
Francesc Pi i Margall, uno de los catalanes más importantes en la política nacional, primer
presidente de la efímera Primera República Española, empieza a sostener la idea de un Estado
republicano y federal, pero fracasa al no reunir el apoyo suficiente. Tras la guerra entre
Estados Unidos de América y España, así como la subsecuente perdida de Cuba, Puerto Rico
y Filipinas en 1898, este concepto federalista es alentado y motivado por una propuesta de
regeneración democrática, en respuesta a la represión autoritaria y la administración ineficaz
del gobierno central en Madrid. Sin embargo, tales propuestas no pudieron concretarse
debido a la creciente división interna del nacionalismo catalán, además de la restauración de
Alfonso XIII.
En ese contexto, Barcelona sufrió una serie de ataques terroristas por parte de los anarquistas
en reacción a la crisis económica y política del país, que sufría los impactos por la pérdida de
las colonias en el Caribe y el sentimiento generalizado de malestar provocado por el
debilitamiento de la identidad nacional española, suscitando una fuerte represión contra la

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población, lo que condujo a que la causa catalana perdiese apoyo, surgiendo nuevos
movimientos diferenciados entre los que apoyan a la sociedad burguesa y la rural, divididas a
su vez, entre tendencias de izquierda y derecha.
Tras la dictadura de Miguel Primo de Rivera, periodo en el cual el nacionalismo español se
alimentó de la idea de una España integrada y soberana, mediante el ejercicio de un fuerte
autoritarismo que reprimió cualquier forma de diversidad cultural regional, se consolidó el
partido de la Esquerra Republicana de Cataluña, una organización política creada a partir de
la alianza entre republicanos, nacionalistas, socialistas entre otros movimientos sociales
congregados en contra del centralismo monárquico, el cual tuvo un papel central en las
elecciones municipales de 1931, posterior a la dimisión de Primo de Rivera.
Al obtener la victoria, el 14 de abril de 1931, Lluís Companys, líder de la Esquerra, declara la
República de Cataluña (conocida como la Segunda República), que dura tres días y se
destituye a cambio de una Diputación y una Estatuto Catalán que especificará a Cataluña
como un Estado autónomo dentro de la República Española (este estatuto será una de las
causas de la guerra civil española). En 1934, Companys proclamó el Estado Independiente de
Cataluña dentro del Estado Federal Español y más tarde fue apresado y condenado por
rebelión. En 1938 con el asedio de las tropas franquistas a Cataluña, se proclama la abolición
del Estatuto de Autonomía. (Elliot, 2018).

Dictadura Franquista y Nacionalismo Catalán (1939-1975)


Tras la victoria de las tropas golpistas en 1939 y el ascenso de Francisco Franco al poder, el
régimen dictatorial suprimió las instituciones políticas catalanas, la lengua catalana, la
simbología y la identidad nacionalista catalana en favor de la lengua castellana y la
simbología e identidad nacional española. La enseñanza del catalán se abolió en las escuelas
y universidades, así como la publicación de cualquier tipo.
El régimen franquista ejerció una especial y cruenta represión en Cataluña dirigida a eliminar
su cultura. Además de anticomunista y anti federalista, no aceptaba las diferentes ideas
entorno a las autonomías y regionalismos dentro de España. El objetivo del dictador era crear
un estado centralista, unitario, confesional y de valores fuertemente atados al catolicismo
propio de los reyes españoles que consolidaron a España como un imperio siglos anteriores.
Durante los primeros años de la dictadura muchos políticos nacionalistas catalanes se
exiliaron o fueron encarcelados o ejecutados. En 1940, los aliados fascistas del dictador
secuestraron al político nacionalista catalán, Lluís Companys, quien después de entregado y
procesado por el franquismo, fue ejecutado el 15 de octubre de ese año (Elliot, 2018).

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Posterior a una etapa de represión y violencia, en 1960, resurge el movimiento antifranquista
y, en noviembre de 1971, se crea la Asamblea de Cataluña (Assamblea de Catalunya), una
organización política catalana, antifranquista y no violenta que, exigía libertades
democráticas, amnistía general para los presos políticos y la consecución del Estatuto de
autonomía.
También hubo organizaciones no pacíficas como el Frente de Liberación Catalán (FAC) que
estuvo operativo de 1969 a 1977, que atentaba contra “la presencia extranjera que dominaba
Cataluña”, sin embargo, posterior a la muerte de Franco, la definición sobre si Cataluña debía
darse un autogobierno en el marco de la instauración democrática en España fue un asunto
que no estuvo del todo claro (Elliot, 2018).
Las características del nacionalismo catalán a lo largo de la historia se han cruzado con la
identidad y la política de clase. Cuando el nacionalismo catalán surge en el siglo XIX (Canal,
2018), su tendencia era conservadora, pero con una tensión acentuada entre los elementos
reaccionarios, tradicionalistas y modernizadores, asociado fuertemente al grado de desarrollo
económico de esa región. Para los primeros años de siglo XX, se consolida la idea de la
Mancomunitat de Catalunya como vía de construcción de la nación, la cual puede
considerarse como la primera etapa que fue liderada por Enric Plat de la Riba.
Desde entonces, las tendencias más preponderantes se encuentran aquellas que hacen
hincapié en la necesidad de unificar Cataluña bajo un gobierno autonómico con influencia
dentro de España, mejor conocido como el “catalanismo”, el cual se ha apuntado un éxito
considerable en lo que refiere a fijar un programa político donde los asuntos se debaten en
términos catalanes.
El programa se basa en una identidad común, que es difusa y que comparten muchos, una
identidad que se fundamenta en la historia, la cultura y la lengua compartidas. También
surgieron facciones que han apostado por el nacionalismo y la independencia total de
Cataluña. En este sentido, la derecha dura catalana ha tendido a ser españolista y se ha
opuesto al reconocimiento del carácter nacional de Cataluña, mientras que la tradición
izquierdista apuesta por el nacionalismo.
Posteriormente, partidos como la Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) tomaron la
iniciativa en el campo nacionalista al producirse el ocaso del nacionalismo conservador en el
decenio de 1920. Formado en 1931 por Francesc Maciá, el ERC era un partido radical-
izquierdista de las bajas clases medias con algunos seguidores de la clase obrera. Era
republicano y anticlerical. Su programa contenía demandas sociales además de cambios
constitucionales de carácter radical y fue el principal partido de la Generalitat restaurada

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durante la Segunda República (segunda etapa de conformación del nacionalismo catalán).
Igualmente, los Partidos de los Socialistas de Cataluña, los Verdes o la agrupación de
Convergencia y Unión (Convergència i Unió - CiU) se han alineado más a la idea de una
Cataluña federada, no fuera de España y colaboracionista (en el caso de CiU) con el
centralismo español, favoreciendo el incremento de la autonomía y atributos de Cataluña
como Estado soberano (Elliot, 2018).
El gobierno más representativo de la coalición CiU, fue el Jordi Pujol quien estuvo a cargo de
la Generalitat durante 23 años hasta su dimisión en 2003 (Pujol, 2021). Desde el punto de
vista de Pujol, el nacionalismo catalán inscrito en la denominada “época autonómica abierta”
(Canal, 2018), estuvo estrechamente asociado a una visión de una sociedad estable, cristiana,
conservadora, democrática y adaptable. Pujol le concede gran importancia a la
renacionalización de los valores catalanes y otorga relevancia a la economía de mercado
como medio más que como fin, no descartando la intervención del gobierno, allí donde
estuviese justificada.

Democracia, Traspaso de Competencias y Autogestión


Tras la muerte del dictador Francisco Franco, llega la transición española: un conjunto de
acciones políticas dedicadas a convertir un Estado dictatorial en uno democrático, con un
sistema político monárquico parlamentario. Siendo en 1978, cuando se escribe la nueva
Constitución Española, en la que se define a España como una “nación de naciones” que
describe al país como un Estado plurinacional.
El nuevo enfoque descentralizador y plurinacional del país, impulsa la creación de una nueva
división territorial estatal, formándose las Comunidades Autónomas, así como la división de
los poderes entre estas entidades y el Estado. Debido a la presión ejercida por parte del
nacionalismo catalán y por su “identidad histórica”, Cataluña junto al País Vasco se erigen
como las primeras Comunidades Autónomas en formarse, acordándose en 1979 un Estatuto
para Cataluña, que dio paso al proceso de transferencia de competencias desde el Estado
español a la Comunidad, lo que ha generado que en 30 años ha sido el traspaso de 89
competencias a 274.
Al inicio de la transición democrática el panorama del nacionalismo catalán había cambiado
profundamente, se podían diferenciar en su seno tres corrientes (Sánchez, 2020):
1) La primera era la del nacionalismo conservador representado por un partido de
reciente creación, Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) y otro creado en la
Segunda República, Unión Democrática de Cataluña que terminarían formando la

28
alianza que gobernaría Cataluña durante más de veinte años, Convergéncia i Unió –
CiU, bajo el liderazgo incontestado de Jordi Pujol, sería conocida como la etapa del
“pujolismo” entre 1980 y 2003.
2) La segunda corriente fue representada por la Esquerra Republicana de Catalunya
(ERC), el viejo partido hegemónico en el nacionalismo catalán durante la Segunda
República y la Guerra civil, que aparecía debilitado por sus divisiones internas y que
tuvo que esperar un vuelco en su dirección para disputar la hegemonía al CiU. Este
período duró siete años, entre 2003 y 2010, y sería el del tripartido, es decir, del
gobierno conformado por la alianza de tres partidos de izquierda en Cataluña, el ERC,
el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) y la Iniciativa por Cataluña Verdes
(ICV), desplazando el CiU de su hegemonía anterior.
3) Finalmente, la tercera corriente seria la formada por el Partido Socialista de
Liberación Nacional de los Países Catalanes (PSAN) que representó el sector más
izquierdista, fundamentalmente maoísta, y claramente independentista. Esta etapa es
inmediatamente anterior al inicio del procés, fruto del fracaso de los gobiernos
tripartitos y da lugar al regreso de CiU al poder de la mano de su nuevo líder, Artur
Mas.
Sin embargo, podría decirse que el pujolismo modeló el nacionalismo catalán durante la
transición democrática, esta tendencia a través de la actuación del CiU, expresaba los
intereses de la burguesía catalana en lo político y económico, situándose en el campo del
autonomismo dentro del nacionalismo catalán, alejado de los independentistas nuevos o
antiguos. Desde estas posiciones, hizo avanzar la transferencia de competencias en manos de
la Generalitat, a la vez que extendía la influencia del nacionalismo catalán por toda la
sociedad, especialmente mediante la utilización de la enseñanza y los medios públicos de
comunicación catalanes y mediante sucesivos acuerdos con los partidos de ámbito estatal.
En estas condiciones, tuvieron lugar los principales acontecimientos que diseñaron la
estructura territorial y, por tanto, la articulación de Cataluña en el seno del Estado español, a
través de la aprobación de:
1) La Constitución.
2) El Estatuto de Autonomía de Cataluña, cuyo texto final fue aceptado por los
representantes catalanes y aprobado en el referéndum celebrado en Cataluña el 25 de
octubre de 1979 con un 88,1%. Este Estatuto mantuvo prácticamente la misma
vigencia que el pujolismo y solo tras su desplazamiento del poder por el gobierno
tripartito de Maragall (coalición de partidos de izquierda catalanes), se impulsó un

29
nuevo Estatuto, en cuyo origen podemos encontrar el inicio del giro independentista y
el comienzo del procés.
3) La Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA, 1982), que
pretendía cerrar de manera definitiva el panorama autonómico con la constitución de
todas las Comunidades Autónomas antes de febrero de 1983, a la vez de racionalizar
el proceso de transferencia de competencias a dichas Comunidades. Posteriormente
esta ley fue impugnada ante el Tribunal Constitucional que terminó anulando
numerosos artículos, siendo este contexto utilizado hábilmente por el pujolismo para
realizar una Crida a la solidaritart mediante la cual consiguió una gran movilización
ciudadana (Sánchez, 2020).
A efectos prácticos, sin embargo, el independentismo aún no había conseguido nada. En la
década de 1990 estaba dotado de un partido sólido y con importante presencia electoral, pero
la creación de un Estado propio era un objetivo a largo plazo que no figuraba entre las
prioridades inmediatas; por otro lado, CiU seguía siendo el partido hegemónico con una
orientación claramente autonomista.
La definitiva redacción de un Estatuto concebido por Maragall como la solución definitiva al
tema de Cataluña terminó convirtiéndose en el factor detonante del conflicto y la crisis
política más grave vivida por la democracia española, tras la ruptura de la convivencia en esa
comunidad autónoma. En junio de 2006, el Estatuto fue plebiscitado, con una participación
del 48,85% y el voto de rechazo propugnado por ERC y el Partido Popular (PP). En estas
condiciones, el Estatuto fue aprobado por el 73,9% de los participantes, ello resultó en una
mayor crispación siendo el detonante para un giro del nacionalismo catalán hacia el
secesionismo unilateral con una dinámica que se ha ido agravando (Sánchez, 2020).
Las elecciones autonómicas celebradas en noviembre de ese mismo año, volvieron a dar una
nueva victoria a CiU pero, inexplicablemente, los socialistas volvieron a repetir el tripartido,
ya sin Margall, después de haber constatado la posición de ERC. El recurso no lo resolvió el
Tribunal Constitucional sino hasta junio de 2010 declarando inconstitucionales 14 artículos y
señalando la ineficacia jurídica del Preámbulo.
La respuesta desde Cataluña fue una masiva manifestación al mes siguiente apoyada por
todos los partidos presentes en el Parlament salvo el PP y Ciutadans, la cual se realizó bajo el
lema “Som una nació, nosaltres decidim” que expresaba dos líneas de propaganda y
actuación que adoptaría el nacionalismo ya secesionista a partir de ese momento. Ambas
frases significaban que los independentistas identificaron la nación catalana con sus
posiciones, lo cual supuso una forma de pensamiento esencialista y totalitario común a una

30
gran parte de los nacionalismos, así como la aplicación del derecho de autodeterminación, no
reconocido en la Constitución española, con el objetivo de sumar más fuerzas que, aunque no
fueran independentistas, se vieron atraídas por el derecho de autodeterminación.
Por otro lado, esta coyuntura permitía a los partidos involucrados dotarse de un discurso
pseudo - democrático que antepone la expresión directa del “pueblo” por encima y al margen
del sistema legal, convirtiendo al independentismo catalán en un nacional-populismo,
forzando dos referéndums ilegales y utilizarlos de base para hacer una declaración unilateral
de independencia (Sánchez, 2020).

Pacto de Majestic y Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006


En 1996, se concreta el denominado Pacto de Majestic, durante las elecciones generales entre
el Partido Popular (PP) y CiU en el cual el partido nacionalista catalán apoyaba la investidura
del candidato popular como presidente al gobierno de la nación a cambio de apoyos en el
parlamento autonómico y la transferencia de más competencias estatales a la comunidad
autónoma de Cataluña. Tras este pacto el gobierno del PP respaldó al gobierno nacionalista
en Cataluña, creándose un nuevo sistema de financiación autonómica en base a impuestos
especiales, se suspendió la figura del gobernador civil y se transfirió un conjunto de
competencias estatales a la autonomía como movilidad, medio ambiente, vivienda,
educación, sanidad, justicia, agricultura, cultura y empleo (Tercero, 2021).
Posteriormente, en 2006, se aprobó el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña donde se
reformaron las relaciones entre la Comunidad Autónoma y el Estado español, a partir de
nuevas concesiones de este último con la Comunidad, además de una mejora del régimen
fiscal catalán, la cesión de ciertos impuestos y tributos a la Generalitat, así como el
compromiso para generar mayor inversión estatal en la región.
El nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, cuya reforma inicio en septiembre de 2005,
mejoró la relación con el Estado español a través de sus diferentes artículos, entre los más
relevantes, se reconoce a Cataluña como una nacionalidad, así como el derecho histórico del
pueblo catalán en autogobernarse, entre otros aspectos relacionados a la protección de la
lengua catalana y el aranés.
También resalta la participación en la postulación o selección de los miembros de
importantes instituciones autonómicas - nacionales como el Tribunal Supremo, el Banco de
España, las comisiones de la bolsa de valores y telecomunicaciones, así como mayor
autonomía en el manejo fiscal, tributos e impuestos. A continuación, se presentan el
articulado más relevante del estatuto y que cobra relevancia en el marco del proceso

31
autonómico con respecto al gobierno central:

Artículos sobre la Transferencia de Competencias en el


Estatuto Autonómico de Cataluña
Capítulo III. Competencias de la Generalitat sobre la Administración de Justicia.
Título III. Del Poder Judicial en Cataluña.
…El Parlamento de Cataluña designa a
Composición, organización los miembros del consejo que
Artículo 99
y funcionamiento. determine la Ley Orgánica del Poder
Judicial.
Del personal judicial y del … (2) Los Magistrados, Jueces y
resto del personal al Fiscales que ocupen una plaza en
Artículo
servicio de la Cataluña deberán acreditar un
102
Administración conocimiento adecuado y suficiente del
de Justicia en Cataluña catalán.
Título IV. De las relaciones institucionales de la Generalitat.
Capítulo I. Relaciones de la Generalitat con el Estado y con otras Comunidades
Autónomas.
(3) La Generalitat participa en las
instituciones, los organismos y los
Artículo
Disposiciones generales. procedimientos de toma de decisiones
174
del Estado que afecten a sus
competencias.
La Generalitat participa en los
Designación de miembros
procesos de designación de
del Tribunal Constitucional
Artículo 180 Magistrados del Tribunal
y del Consejo General del
Constitucional y de miembros del
Poder Judicial.
Consejo General del Poder Judicial…
(1) La Generalitat designa o participa
en los procesos de designación de los
miembros de los órganos de dirección
del Banco de España, la Comisión
Nacional del Mercado de Valores y la
Comisión del Mercado de las
Telecomunicaciones, y de los
organismos que eventualmente les
sustituyan, y de los demás organismos
Designación de
estatales que ejerzan funciones de
representantes en los
Artículo 182 autoridad reguladora sobre materias de
organismos económicos y
relevancia económica y social
sociales.
relacionadas con las competencias de
la Generalitat…
(3) La Generalitat designa o participa
en los procesos de designación de los
miembros del Tribunal de Cuentas, el
Consejo Económico y Social, la
Agencia Tributaria, la Comisión
Nacional de Energía, la Agencia
Española de Protección de Datos, el

32
Consejo de Radio y Televisión…
Título VI. De la Financiación de la Generalitat.
(2) La Generalitat participa en el
rendimiento de los tributos estatales
cedidos a Cataluña. A tal efecto, estos
tributos tienen la siguiente
consideración:
a) Tributos cedidos totalmente, que son
aquellos que corresponde a la
Generalitat la totalidad de los
rendimientos y capacidad normativa;
b) Tributos cedidos parcialmente, que
son aquellos en los que corresponde a
la Generalitat una parte de los
rendimientos y, en su caso, capacidad
normativa.
(3) En el marco de las competencias
Artículo
Competencias financieras del Estado y de la Unión Europea, el
203
ejercicio de la capacidad normativa a
que se refiere el apartado 2 incluye la
participación en la fijación del tipo
impositivo, las exenciones, las
reducciones y las bonificaciones sobre
la base imponible y las deducciones
sobre la cuota.
(4) Corresponden a la Generalitat la
gestión, recaudación, liquidación e
inspección de los tributos estatales
cedidos totalmente y dichas funciones,
en la medida en que se atribuyan,
respecto a los cedidos parcialmente, de
acuerdo con lo establecido en el
artículo 204.
(1) La gestión, recaudación,
liquidación e inspección de todos los
tributos propios de la Generalitat de
Cataluña, así como, por delegación del
Estado, de los tributos estatales cedidos
totalmente a la Generalitat,
corresponde a la Agencia Tributaria de
Cataluña.
Artículo La Agencia Tributaria de
(2) La gestión, recaudación,
204 Cataluña
liquidación e inspección de los demás
impuestos del Estado recaudados en
Cataluña corresponderá a la
Administración Tributaria del Estado,
sin perjuicio de la delegación que la
Generalitat pueda recibir de éste, y de
la colaboración que pueda establecerse
especialmente cuando así lo exija la

33
naturaleza del tributo.
(1) El Estado y la Generalitat
procederán a la actualización
quinquenal del sistema de financiación,
Artículo Actualización de la teniendo en cuenta la evolución del
208 financiación conjunto de recursos públicos
disponibles y de las necesidades de
gasto de las diferentes
Administraciones.
A los efectos de lo que establece el
artículo 203.2, en el momento de la
entrada en vigor del presente Estatuto,
los tributos estatales cedidos tendrán la
siguiente consideración:
(a)Tributos estatales cedidos
totalmente:
• Impuesto sobre Sucesiones y
Donaciones. Impuesto sobre el
Patrimonio.
• Impuesto sobre Transmisiones
Patrimoniales y Actos Jurídicos
Documentados. Tributos sobre los
Juegos de Azar.
• Impuesto sobre las Ventas Minoristas
Disposición de determinados Hidrocarburos.
adicional Relación de tributos cedidos Impuesto sobre Determinados
séptima Medios de Transporte.
• Impuesto sobre la electricidad.
(b)Tributos estatales cedidos
parcialmente:
• Impuesto sobre la Renta de las
Personas Físicas. Impuesto sobre el
Valor Añadido.
• Impuesto sobre Hidrocarburos.
• Impuesto sobre las labores del
tabaco.
• Impuesto sobre el Alcohol y Bebidas
Derivadas. Impuesto sobre la
Cerveza.
• Impuesto sobre el Vino y Bebidas
Fermentadas. Impuesto sobre los
Productos Intermedios.
Cuadro nro. 1: Artículos sobre la Transferencia de Competencias en el Estatuto Autonómico de
Cataluña. Fuente: Gencat. (2006). Estatuto de Autonomía de Cataluña. Gencat.
https://web.gencat.cat/es/generalitat/estatut/estatut2006/. Elaboración propia.

34
El dilema de estas atribuciones a la comunidad autónoma es que en base a los artículos 148,
149 y 150 de la Constitución española el reparto de competencias debe respetar una serie de
principios constitucionales que se imponen de forma indiscutible y que deberían limitar su
poder de auto atribución de competencias en materias reservadas.
La aprobación del Estatuto autonómico por el Parlamento de Cataluña fue el punto de
arranque del denominado derecho a decidir, como consecuencia de las dificultades
encontradas para la materialización de esa reforma. En febrero de 2006 se produjo la primera
manifestación de la Plataforma por el Derecho a Decidir para impedir modificaciones a
dicho Estatuto, siendo el inicio del proceso de movilizaciones que se convertirían en masivas
desde entonces (Sánchez, 2020).
Este Estatus, modificado por el pacto MAS - Zapatero, aprobado por el Parlamento español, y
votado favorablemente en un referéndum en Cataluña fue impugnado ante el Tribunal
Constitucional por el PP, quien consiguió a través de esta vía que el Estatuto fuese suprimido
en aspectos considerados esenciales por sus promotores, situación que provocó que el apoyo
independentista en Cataluña aumentase. En la Diada de 2012 se alcanzaron los niveles de
movilización más altos con la participación de alrededor de 1,5 millones de personas, el
conflicto catalán entró así en la etapa de alcanzar una secesión de manera unilateral (Sánchez,
2020).
En septiembre de 2012 una mayoría del Parlamento mediante una resolución expresó la
necesidad de una consulta de autodeterminación. Tras las elecciones de noviembre de 2012,
se formó un nuevo gobierno catalán fruto del pacto ERC-CiU, que tuvo como finalidad la
aprobación de una ley de consultas y realizar un referéndum. En el enfrentamiento entre las
instituciones políticas catalanas y las españolas, el Gobierno español acudió al Tribunal
Constitucional como intérprete superior de la Constitución, para impugnar y anular las
resoluciones referidas a la consulta. Entre tanto, las instituciones políticas catalanas se
inclinaron, por la celebración unilateral de un referéndum de independencia que tuvo lugar el
9 de noviembre de 2014.
Esta primera consulta al ser suspendida por el Tribunal Constitucional, el Gobierno catalán la
planteó en un nuevo formato el cual, contó con recursos propios de la Generalitat, despliegue
de voluntarios y organizadores civiles para llevarlas a cabo, sin embargo, dicho formato
también suspendido por el Tribunal (Sánchez, 2020). Las elecciones plebiscitarias de 2015
arrojaron un resultado del 47,8% de votos para el bloque independentista que les hizo
inclinarse hacia una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) previa celebración de un
nuevo referéndum, también unilateral, que le sirvió para darle legitimidad (Sánchez, 2020).

35
Referéndum por la Independencia de Cataluña y Proceso de Autodeterminación
La idea del referéndum catalán nace con el Procés, proceso soberanista de Cataluña que
pretende desde el 2010, llevar a cabo un referéndum unilateral de Cataluña para decidir la
continuidad de la Comunidad Autónoma dentro de España o la creación de un Estado propio
en forma de república catalana que se origina por la crisis económica mundial del 2008 y
crece cuando el gobierno del PP aplica un régimen de austeridad económica al país a partir de
2011.
El 10 de julio de 2010 y el 11 de septiembre de 2012 respectivamente, se celebran dos
manifestaciones a favor de la independencia de Cataluña, como expresión de la crisis que
vive el país, las cuales fueron promovidas por entidades independentistas (Asamblea
Nacional Catalana) y los medios de comunicación pública controlados por el gobierno
autonómico. Dichas manifestaciones causan en el poder político catalán la idea que un
referéndum es viable en la región, por lo que el parlamento catalán aprobó durante el mes de
septiembre de 2017 las leyes de transitoriedad política 19/2017 y la 20/2017, para
fundamentar la celebración de dicho referéndum autonómico que tuvo lugar el 01 de octubre
de ese mismo año, a pesar de la prohibición del Tribunal Constitucional español.
Entre tanto, el movimiento nacionalista catalán no estuvo desprovisto de facciones que
ejercieran política de manera violenta a través de terrorismo organizaciones como el Frente
de Liberación Catalán operativo entre1969 - 1974 realizó un centenera de atentados. A este
grupo le sucedió otro más mortífero, el Exércit Popular Catalá (El Ejercito Popular Catalán) a
partir de 1977. En 1979, sus activistas se integraron en la organización Terra Lliure (Tierra
Libre), esta última organización fue la más importante y duradera entre las tres, apareció en
1978 y entró en declive a partir de 1991 como fruto tanto de un acuerdo con ERC para dejar
las armas; en su haber tuvo más de cien atentados, varias decenas de heridos y cinco
fallecidos, su disolución formal se produjo en 1995 (Sánchez, 2020).
Paralelamente a los partidos políticos y a las instituciones políticas independentistas,
surgieron en Cataluña los Comités de la Defensa de la República (CDR) en apoyo a la “idea
del procés”. En septiembre de 2017, se denominaban grupos de activistas organizados, con el
objetivo de facilitar la realización del referéndum de independencia del 1 de octubre, pero
tras el fracaso de la consulta y de la independencia optaron por proclamar la República
Catalana y realizar actividades colectivas de desobediencia civil. (Elliot, 2018).
El secesionismo entró, así, en una dinámica caracterizada por tres tormentosos componentes,
la ausencia de posibilidad de negociaciones con el gobierno estatal, desobediencia y la

36
utilización creciente de la violencia en las movilizaciones callejeras monopolizadas por el
CDR (Sánchez, 2020).
Los integrantes de los CDR detenidos en 2019 durante la Operación Judas, fueron apresados
por la Guardia Civil por crear un Equipo de Respuesta Táctica que, según la investigación,
estaría demostrado que tendrían la finalidad de contribuir de forma violenta a la
independencia de Cataluña. Estas acciones violentas serían la de actuar en contra de cuarteles
de la Guardia Civil y personajes políticos como Pablo Casado (presidente del PP), Manuel
Vals (concejal de Barcelona) entre otros (López-Fonseca y Gálvez, 2021).

37
Capítulo III. Análisis Comparativo de los Casos de Escocia y Cataluña

El abordaje histórico-político de los procesos que se han llevado a cabo en Escocia y


Cataluña hacia la instauración de instituciones de autogobierno de carácter descentralizado
respecto al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y el Reino de España,
respectivamente, favorece el desarrollo de un análisis comparativo de ambos casos desde
diversos aspectos.
El reciente resurgimiento de los movimientos nacionalistas escocés y catalán, así como las
acciones llevadas a cabo por estos han impulsado reacciones discursivas por parte de
diversidad de actores quienes, en muchos casos, han profundizado sus estudios comparativos
como el caso del historiador Sir John Elliot. En tal sentido, y ante el surgimiento de
opiniones que distan de la realidad histórica, política y legal, resulta pertinente esbozar los
aspectos convergentes y divergentes entre Escocia y Cataluña.
Los proyectos de autogobierno e independencia que se han desarrollado en ambos territorios
durante las últimas décadas, si bien poseen ciertas similitudes, también tienen características
en las cuales difieren, de allí que los resultados obtenidos en ambas situaciones sean
disimiles, por lo que en los próximos párrafos se procede a esgrimir de manera general los
aspectos convergentes y divergentes que han caracterizado ambos procesos.
Desde una perspectiva de la historia política, los historiadores y las evidencias confirman que
Escocia se desenvolvía como un reino totalmente independiente durante el período
denominado alta Edad Media, lo que los llevó a enfrentar diversos conflictos con grupos
invasores de territorios ajenos a la isla de Bretaña y los ingleses, contra quienes libró una
contienda que los consolidó como una unidad política soberana independiente (XIV), por lo
que el Estado escoces medieval contó con sus propias instituciones. La unificación entre
Edimburgo y Londres se da, en un primer momento, a través de la Unión Dinástica (1603),
para luego concretarse con la firma del Tratado de la Unión en el año 1707, generándose la
denominada unión por incorporación de Escocia a Inglaterra (Elliot, 2018).
En el caso de España, los registros históricos establecen que en el XI los territorios que
formaban parte de Cataluña eran regidos por el Imperio Carolingio, siendo para la época un
condado, y tiempo más tarde, ya convertidos en principado pasaron a formar parte de la
Corona de Aragón. En el siglo XV, se produce la denominada Unión Dinástica, a través de la
cual la Corona de Aragón, que incluía a Cataluña, se unificó con Castilla (Elliot, 2018). De
acuerdo a lo descrito anteriormente, parece no haber suficiente evidencia sobre la posibilidad
de un desenvolvimiento independiente respecto a formas superiores de unidades políticas

38
(Bustamante, 2019), por lo que se podría afirmar que Cataluña nunca ha sido una nación
independiente (Elliot, 2018).
Por otro lado, Sir Elliot (2018) reseña a través de hechos históricos acaecidos en Escocia y
Cataluña, la existencia de un denominado “patriotismo dual”, el cual permite el
relacionamiento emocional y responsable a diversas unidades políticas, no debiéndose
confundir con nacionalismo (Marina, 2021).
En este orden de ideas, se evidencia que previo a la uniones dinásticas o por inserción
ocurridas en los casos objeto de estudio, existía un cierto patriotismo regional o local, sin
embargo, tras los procesos de unificación se inició una nueva etapa que implicaría el
surgimiento de un patriotismo más amplio, que se afianzaría aún más con el estallido de la
Revolución Francesa, conflicto en el cual tanto el Reino Unido y el Reino de España debieron
enfrentar a los revolucionarios franceses (Elliot, 2018). Ante la ocurrencia de este evento
ambos reinos entrarían en conflicto de manera unificada, es decir, Escocia como Cataluña
participaron bajo el liderazgo del reino inglés y español, respectivamente.
No obstante, las circunstancias y decisiones de los gobernantes favorecerían o no la
convivencia pacífica de la unidad política regional con la metrópoli correspondiente. En el
caso de Escocia y el Reino Unido, la victoria frente a los franceses y la prosperidad reinante
durante la época victoriana, así como los niveles de autonomía que, fueron favorecedores
para el buen desarrollo de las relaciones de Edimburgo y Londres.
Por el contrario, Cataluña tuvo que enfrentar como parte de España, la derrota frente a
Francia y Estados Unidos de América, a lo que se suma el haber tenido que enfrentar las
arremetidas de los franceses revolucionarios, sin el apoyo de Madrid, ello debido a la
desconfianza de los gobernantes ante el desconocimiento sobre la postura que asumiría
Barcelona, situación que en conjunto con la declaración de neutralidad de España ante la
Primera Guerra Mundial, debilitó aún más la relación entre la región catalana y la metrópolis
(Elliot, 2018), tensión que aún se mantiene hoy en día.
En lo que respecta al ámbito legal, los pueblos de Escocia y Cataluña fueron beneficiados
notablemente por el imperio al cual pertenecieron, así como de los procesos de
industrialización que fueron impulsados tanto en el Reino Unido como en España. Sin
embargo, los aportes recibidos por formar parte del Estado inglés y español, respectivamente,
no impidieron que con la llegada del liberalismo y, más tarde, del romanticismo, resurgiera el
sentimiento de identidad nacionalista y, subsecuentemente, el deseo de lograr instaurar
instituciones de autogobierno, así como, obtener la independencia, a través de cauces
similares como el referéndum en sus respectivos territorios (Elliot, 2018). Aunque el derecho

39
interno de Escocia y España difieren en muchos aspectos, lo que favorecería la gesta de los
escoceses y, por el contrario, serviría de obstáculo para las intenciones catalana.
En lo que respecta el sistema político y legal del Reino Unido, este ha permitido que exista un
proceso de devolución de poderes a Escocia de manera progresiva que ha garantizado la
devolución de su parlamento y gobierno, tras la aprobación de la denominada Ley de Escocia
en 1998 (Scotland Act).
En el presente contexto, resulta pertinente señalar que la Ley de Escocia de 1998 le permitía
al gobierno británico rechazar la ejecución de referendos por parte de Escocia. Sin embargo,
la victoria obtenida por el Partido Nacional Escocés (SNP, siglas en ingles) en los escrutinios
llevados a cabo en 2011, habría permeado la posibilidad de que la Administración del Primer
Ministro David Cameron le concediera los mecanismos requeridos para que el proceso de
autogobierno continuase, situación que ha favoreció la firma el Acuerdo de Edimburgo en
2012 (Elliot, 2018) y, de esta manera, facilitó la realización de otros referendos hasta la
fecha.
El caso de Cataluña resulta más complejo, dado que la posibilidad de que pueda celebrar
referendos a favor de un gobierno de autogestión e independencia de España, dista de poder
concretarse, en vista de que las opciones legales que ha manejado la Generalitat de Cataluña,
no han podido ser concretadas, debido principalmente a que no son acordes a la Constitución
Española, siendo una de las posibles vías para poder materializar los deseos independentistas,
la eventual solicitud de una reforma constitucional (Martínez, 2014).
Cabe resaltar que en la Constitución Española destacan aspectos como el señalado en el
artículo N° 2 sobre la nación española, al indicar que es “indisoluble” (Martínez, 2014), por
lo tanto, a nivel constitucional no se contempla la posibilidad de una secesión por parte de
Comunidades Autónomas como Cataluña. Además, en el mismo documento se establece la
existencia de una diversidad de nacionalidades, pero sobre sobre la base de la nación
española, la cual se encuentra sujeta a un Gobierno Central (Ventoso, 2019), por lo que no se
estipula que el Estado español se encuentre constituido por un conjunto de naciones, como si
se indica en la jurisprudencia del Estado británico que reconoce la unión de cuatro naciones:
Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte (Forcadell, 2020).
Ante los obstáculos que establece el derecho interno de España, sumado a las tensiones
generadas por decisiones contraproducentes por parte de los gobernantes españoles, los
grupos extremistas del movimiento nacionalista catalán han asumido la radicalización como
medio para expresar su descontento (Bustamante, 2019).
A continuación, se presenta un cuadro sinóptico de aspectos relevantes que han caracterizado

40
los procesos de las naciones de escocia y Cataluña:
Escocia Cataluña
- Nación independiente desde la alta Edad - Nunca fue una nación independiente.
Media.
- Flexibilidad del sistema constitucional - Rigidez del sistema constitucional, por
basado en la jurisprudencia, dada la no cuanto la ley se encuentra en un nivel
existencia de una constitución escrita. superior a la jurisprudencia, lo que dificulta
la realización de reformas.
- Jurisprudencia reconoce que el Reino Unido - Reconocimiento constitucional de una
de Gran Bretaña e Irlanda del Norte está diversidad de nacionalidades, sustentadas en
conformado por cuatro naciones. la indivisible nación española.
- Disposición política de las partes - Carencia de disposición política para el
involucradas para un manejo consensuado logro de un consenso
del proceso de restitución del poder.
- Patriotismo dual consolidado gracias a la - Patriotismo dual no profundizado, ante la
defensa del colectivo ante enemigos decadencia del Imperio Español entre el
externos (Primera Guerra Mundial), entre siglo XVII – XIX, neutralidad española en
otros. la Primera Guerra Mundial, entre otros.
Cuadro nro. 2: Cuadro Comparativo de Procesos de Autogobierno en Escocia y Cataluña.
Fuente: Bustamante, L. (2019), Elliot, J. (2018), Forcadell, M. (2020), Martínez, A. (2014) y Ventoso,
(2019). Elaboración propia.

Lo anteriormente descrito, permite entender a grosso modo la actual situación de Escocia y


Cataluña que, si bien parecen similares por el propósito que mueve a ambas naciones de
lograr formas más amplias de autogobierno e independencia de Edimburgo y Madrid, sus
procesos resultan mayoritariamente disimiles, tanto que los resultados actuales resultan
totalmente opuestos.
Por un lado, los escoces han logrado afianzar y profundizar su proceso de autogobierno,
mientras que, por el otro lado, los catalanes se encuentran atados de manos ante una
estructura legal y política que les impide avanzar en sus propósitos, afianzando las tensiones
con el Gobierno central, lo que ha generado reacciones violentas y contrarias a la ley por
parte de los grupos nacionalistas.

41
Conclusión

A lo largo de toda su historia Cataluña siempre ha buscado la independencia o diferentes


formas de autogobierno con respecto de los Estados a los que ha estado sujeto, este último el
Reino de España, con la idea de mantener sus leyes, privilegios, costumbres y cultura, cuya
fuerte identidad ha sido reconocida y protegida desde el punto de vista legal a través de la
constitución española, además del estatuto autonómico en el marco de la unidad indisoluble
de España como país soberano.
Con la creación del “Estado Español”, Cataluña atravesó por una serie de transiciones
históricas para conseguir y preservar su carácter autónomo dentro de España, los cuales
estuvieron unidos a los cambios sucesoriales propios de la monarquía, que particularmente
resintieron la actitud catalana al no obtener de ellos la posibilidad efectiva del autogobierno, a
cambio se recrudeció una política de unificación con la implantación de los “Decretos de
Nueva Planta” que centralizo las leyes catalanas al sistema jurídico de Castilla, favoreció el
uso del castellano en lugar del catalán, entre otras medidas que motivaron el sentimiento
nacionalista de los movimientos iniciales a favor de esta causa en el siglo XIX. Hechos como
la Renaixença y el denominado federalismo catalán a principios del 1900, fueron las primeras
expresiones políticas de ese nacionalismo, cuyo resultado derivó en un gran fracaso para sus
promotores que sucumbieron al exilio y la persecución.
Durante la democracia los diferentes partidos nacionalistas e independentistas catalanes han
establecido acuerdos e intercambiado apoyos con los principales partidos españoles (UCD ,
PSOE y PP) a cambio de obtener competencias estatales, siendo uno de los más importantes
los pactos Majestic en 1996 en los que el CiU al apoyar al gobierno de José María Aznar
obtuvo un importante traspaso de competencias en el manejo de inversión pública,
posteriormente en el 2006 el apoyo de los catalanes al gobierno de José Luis Rodríguez
Zapatero se tradujo en el Estatuto de Autonomía de Cataluña, donde se transfirió un conjunto
de competencias relevantes en materia jurídica, sanitaria, educativa y la económica
fortaleciendo el carácter autónomo de la comunidad catalana.
En función a lo anterior, y de acuerdo a los aspectos estudiados, podría señalarse que el éxito
de la política de transferencia de competencias de gobierno y la creación del propio estatuto
autonómico promovido por los nacionalistas catalanes, es el uso del argumento de la
independencia unilateral de Cataluña (a ser obtenida mediante referéndum) como mecanismo
de presión al gobierno español con el fin de obtener un mayor grado de autonomía y garantías
para el ejercicio del autogobierno, que a su vez alimentan en su población sentimientos

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nacionalistas y las idea de independencia como medida de respaldo social, bien para justificar
la creación de un Estado soberano como producto de una lucha histórico – cultural o bien
para ganar redito e influencia en el gobierno español y de esta manera sostener cuotas de
poder político.
Los impactos de la independencia de Cataluña, no sólo tendrían repercusiones regionales y
nacionales, estas podrían extenderse al contexto de la comunidad europea e internacional,
afectando la estabilidad de otros Estados de la unión que poseen intereses similares dentro de
sus fronteras, sin contar las consecuencias económicas, legales y comerciales que ello
implicaría. Sólo en el caso de España representaría la pérdida de aproximadamente más de un
cuarto del producto interno bruto del país, afectando la balanza de intercambios de bienes y
servicios de España y por ende una disminución de su influencia en el escenario europeo.
En cuanto al nacionalismo escocés, podemos señalar que el mismo combina una estrategia
organicista con un nacionalismo liberal que aglutina diferentes sectores a favor de este
movimiento en Escocia, permitiéndole cobrar relevancia en el escenario político del Reino
Unido. Liderados por el SNP, los nacionalistas escoceses persiguen con las políticas del
“Home Rule”, un mayor autogobierno de Londres, basados en el apoyo que la población
otorga a la propuesta de conformación de una Escocia independiente del Estado británico
que, de acuerdo a los datos del Referéndum de 2014, correspondió al 44,7% de los
ciudadanos con derecho al voto en dicha región, siendo una base importante de movilización.
En este sentido, las “Home Rules” actúan como mecanismo de balance a los gobiernos
británicos para disminuir los deseos de independencia, cediendo ciertas políticas de
autogobierno a los escoceses, disminuyendo la presión política de algunos poderes de
Londres para que continúen dentro de la Unión. Los nacionalistas escoceses no desean tanto
la independencia de escocia porque ya dentro de “La Unión” están reconocidos como nación,
lo que desean es lograr más autogobierno y un mayor control sobre la explotación de los
recursos naturales y así como las políticas fiscales de su región.
En todo caso, la investigación se ha limitado a ofrecer los elementos históricos, culturales y
políticos que han derivado en la proceso de transferencia de competencias entre Cataluña y
Escocia, con sus respectivos Estados centrales, donde ha tenido un rol importante los
movimientos nacionalistas que persiguen aumentar su influencia y obtener cuotas
autonómicas para ejercer el autogobierno en sus entidades, en un juego de “pesos y
contrapesos” con el poder central respectivo, cuyo interés primordial es preservar la unidad
nacional, cohesión y diálogo permanente que haga frente a los intentos de fragmentación que
amenazan finalmente la seguridad y estabilidad de toda Europa.

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