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Una comunidad virtual aparece cuando un grupo de personas, una comunidad real, sean
profesionales, estudiantes o un grupo con aficiones comunes, usa la telemática para mantener
y ampliar la comunicación. El hecho de que la interacción se pueda realizar entre personas
físicas pero enlazadas mediante redes telemáticas es lo que lleva a hablar de comunidades
virtuales. Así pues en una comunidad virtual:
Obviamente, estas comunidades virtuales serán tanto más exitosas, cuanto más estén ligadas
a tareas, objetivos o a perseguir intereses comunes juntos.
Entre los aspectos claves a la hora de analizar las comunidades virtuales, el disponer de una
red de intercambio de información (formal e informal) y el flujo de la información dentro de
una comunidad virtual constituyen elementos fundamentales, y éstos dependen de las
siguientes características (Pazos, Pérez i Garcías y Salinas, 2001):
Puede comprenderse que los distintos tipos de comunidades no existen en estado puro y que
las comunidades virtuales de aprendizaje incorporan muchas de las características de las
comunidades de discurso, de las de práctica o de construcción de conocimiento (Salinas,
2003).
Como se ha dicho, sean comunidades de profesionales, sean los grupos de alumnos que
siguen actividades académicas en un entorno virtual configurando comunidades virtuales, lo
que requieren es disponer de una red de intercambio de información y el adecuado flujo de
la información. Obviamente, muchos de los elementos de análisis que se aplican a las
comunidades virtuales de tipo profesional como las que nos hemos referido, pueden aplicarse
a las comunidades virtuales de aprendizaje, ya que éstas pueden ser consideradas como un
caso específico de comunidades virtuales: Así como en una clase donde profesor y alumno
están físicamente presentes se evoluciona de un “conglomerado” a una “comunidad”, aunque
temporal durante ese curso, las clases vía Internet se convierten en comunidades virtuales de
aprendizaje, comunidades no limitadas por el espacio físico. En este contexto, hay que
subrayar la importancia de la colaboración: el objetivo es crear una “experiencia compartida”
en lugar de “una experiencia que es compartida”.
En este caso, las comunidades virtuales de aprendizaje constituirían una alternativa al modelo
experto (Ryan, 1995). Desde esta perspectiva, los cursos y actividades académicas
desarrolladas en los campus virtuales y otros entornos digitales, requieren de nuevos
enfoques más centrados en el alumno y apoyados en la interacción, para poder ser
consideradas comunidades virtuales de aprendizaje. Existe mayor probabilidad de lograr
comunidades virtuales de aprendizaje cuando se dan una serie de ingredientes críticos, como
por ejemplo: curiosidad, indagación; compromiso; deseo de trabajar en colaboración;
atención a la experimentación; superación de las fronteras; sentimiento de pertenencia.
En otras palabras, las personas que participan en comunidades virtuales de aprendizaje tal
como las estamos definiendo en este trabajo, deben comunicar con cada uno de los otros
honesta y abiertamente; ofrecer para ellos mismos y para los otros respeto; valorar y buscar
feed-back de la comunidad; verse a ellos mismos y a los otros con nuevos ojos; animar a los
otros a sentir, ver, escuchar, y hablar de todo el sistema; y ser libres para ser completamente
ellos mismos, sin máscaras.
Concretamente pretende ser un espacio donde los profesionales de este ámbito compartan,
intercambien y promuevan proyectos relacionados con la explotación de las posibilidades
educativas de las tecnologías de la comunicación.
En este caso, como señalan Palloff y Pratt (1999), la comunidad surge desde una institución
educativa y comienza por crear un sitio web donde se registrarán los mensajes intercambiados
por los alumnos entre sí y con el profesor, los documentos que servirán de base al curso y
enlaces con otros sitios web que sean relevantes para el tema de discusión del grupo. De esta
forma, el sitio web define y configura el espacio virtual de la comunidad: Estamos ante lo
que denominamos un entorno virtual de formación. Igualmente, surge una forma de gobierno
al establecerse las reglas de participación en el grupo y las normas referentes al proceso de
aprendizaje. Estas reglas son establecidas en primer lugar por el profesor, pero para que se
desarrolle el carácter comunitario de ese agrupamiento es deseable que sean negociadas entre
profesores y estudiantes, de acuerdo a un modelo flexible (Salinas, 1997), en consonancia
con las comunidades virtuales y su carácter participativo.
En la misma línea, Pérez i Garcias (2002) considera que, como mínimo, una comunidad de
aprendizaje de este tipo, debería contar con los siguientes espacios: