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sexual en el matrimonio
Por: Julio C. Benítez
Iglesia Bautista Reformada la Gracia de Dios
Fundación IBRC – casa editora
2016, Medellín.
Tratando con la infidelidad sexual en el matrimonio
Este librito forma parte de la serie completa “Construyendo Matrimonios Bíblicos”,
los cuales son usados en la Iglesia Bautista la Gracia de Dios como parte de las
clases pre-matrimoniales.
©Julio C. Benítez, 2016
Este librito puede ser fotocopiado y distribuido libremente sin necesidad de solicitar
permiso por escrito al autor. Solo requerimos que se den los créditos respectivos y
no se comercialice. Se puede recuperar el costo de la impresión, pero en la máximo
posible, distribuirlo gratuitamente.
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Tabla de Contenido
Contenido
Cuando uno de los dos ha sido infiel o ha incurrido en pecados escandalosos
1. El pecado de la inmoralidad sexual o el adulterio
Aplicaciones
2. La solución para el pecado de la inmoralidad sexual
1. Restauración para con Dios.
2. Restauración para con la iglesia
3. Restauración para con la familia
4. El perdón del cónyuge ofendido
Aplicaciones:
Cuando uno de los dos ha sido infiel o ha incurrido
en pecados escandalosos
Vivimos en una era caracterizada por la autosatisfacción
momentánea. Queremos satisfacer nuestros caprichos
temporales, lo cual consideramos como algo insignificante e
inofensivo. El consumismo de nuestra época nos lleva a pensar
que los “placeres” cortos hacen bien a nuestro desarrollo como
personas, y nos sacan de la rutina diaria, permitiendo que haya
más creatividad y goce pleno en las relaciones duraderas.
Esta filosofía hedonista, con tendencia marcada en nuestra
época, aunque tan vieja como el pecado, ha permeado la forma
de pensar de muchos creyentes, los cuales, eventualmente, se
aventuran a “descubrir” los terrenos inhóspitos del placer
sexual fuera del círculo pactual del matrimonio;
conduciéndoles a explorar la pornografía, las relaciones con
otra mujer u otro hombre, el homosexualismo, la
masturbación, la prostitución, entre otros. En todos los casos,
estas “aventuras” se tratan de mantener en las recámaras más
secretas de la vida, pues, sabemos que si el cónyuge las
descubre se producirá un descalabro o daño irreparable a la
relación matrimonial.
Pero, estos “placeres temporales”, que, por cierto, no son algo
de “una vez y punto final”, sino que cada vez se convierten en
una constante, por lo general, aunque no siempre, empiezan
con una distorsión de la sexualidad desde la infancia: vio la
desnudes de sus padres o familiares cercanos, fue tocado en
sus partes íntimas por un familiar o amigo, fue violado, vio
escenas pornográficas en su infancia o adolescencia; entre
otros.
En consecuencia, la mente tierna de la niñez, y la inocencia en
temas sexuales, se trastornan y, aunque por un tiempo no
experimenten deseo alguno sobre este tema, sino repulsión,
asco y desagrado; cuando llegan a la juventud o al desarrollo
pleno de sus órganos y potencialidades sexuales, empiezan los
problemas, pues, por un lado, sienten temor de casarse,
especialmente porque experimentan un rechazo total hacia el
aspecto sexual; o, llegan a tener una sexualidad tan
distorsionada que se convierten en esclavos del placer y no
pueden controlar el deseo por experimentar en dicho terreno.
Lastimosamente, los casos de violaciones, acoso sexual,
manoseo, acceso a la pornografía en la infancia son más
comunes de lo que uno piensa. Y todo esto se encuentra
relacionado con el abandono de los padres de su
responsabilidad en la educación y crianza de los hijos,
entregando estos aspectos fundamentales a las escuelas, los
familiares, los vecinos o personas extrañas. Asimismo, el
incremento de los divorcios, o las relaciones pre-
matrimoniales que conducen al embarazo y a la consecuente
crianza de los hijos sólo por la madre, también facilitan que
los hijos sean víctimas del abuso sexual de familiares, vecinos,
amigos o padrastros.
Sumado a esto, los que no sufrieron esta clase de violencia
sexual en la infancia, cuando llegan a la juventud, cuando
ingresan a la universidad o, incluso, cuando se casan, al tener
acceso al internet, sucumben ante la curiosidad de la
pornografía, lo cual les lleva a la masturbación, es decir, al
experimentar autosatisfacción egoísta, y luego, sino confiesan
su pecado y lo abandonan, les puede llevar al adulterio o a
toda clase de fornicación, incluyendo el homosexualismo.
Asimismo, cuando una pareja de jóvenes, en su etapa de
cortejo o noviazgo se da ciertas “libertades” y exploran el
cuerpo del otro, o tienen relaciones íntimas antes del
matrimonio, se exponen a una distorsión de la sexualidad,
centrada en el placer o satisfacción personal, lo cual, les puede
conducir a la inmoralidad sexual dentro de la relación pactual
del matrimonio.
Siendo que este pecado es más común de lo que pensamos,
entonces, es necesario tratarlo a la luz de las Sagradas
Escrituras, procurando el arrepentimiento que nos lleve a vivir
para la gloria de Dios, a la sanidad plena de nuestra sexualidad
y a la vivencia de una fidelidad total dentro del matrimonio.
Para alcanzar este fin vamos a mirar lo que la Biblia enseña
sobre:
1. El pecado de la inmoralidad sexual o el adulterio. Las bases
o el fundamento bíblico para tratar este pecado.
2. La solución para el pecado de la inmoralidad sexual
3. El perdón del cónyuge ofendido
1. El pecado de la inmoralidad sexual o el adulterio
Lo primero que debemos entender es que el adulterio o la
inmoralidad sexual dentro del matrimonio es algo terrible que
causa un dolor amargo el cual no se supera fácilmente. La
infidelidad sexual es tan grave que Cristo mismo la presenta
como un asesino del pacto: “Y yo os digo que cualquiera que
repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa
con otro, adultera” (Mt. 19:9). La cláusula “salvo por causa
de fornicación” como excepción para la separación
matrimonial, se equipara con la regla que dice “hasta que la
muerte los separe”, por lo tanto, Cristo mira al adulterio y la
fornicación dentro del matrimonio como un asesino del pacto.
Es así que Dios mismo ordenó en la Ley de Moisés que
cualquier hombre o mujer que fuere infiel a su cónyuge fuese
sometido a la pena de muerte por lapidación: “Si un hombre
cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y
la adúltera indefectiblemente serán muertos” (Lev. 20:10); y
esto debía ser así porque el adulterio es una violación flagrante
de la Santa Ley de Dios: “No cometerás adulterio” (Éx.
20:14).
Igualmente, en el Nuevo Testamento, la inmoralidad sexual es
causa de expulsión o excomunión de la membresía de la
iglesia local: “Os he escrito por carta, que no os juntéis con
los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este
mundo…; pues, en tal caso os sería necesario salir del mundo.
Mas bien os escribí que no os juntéis con ninguno que,
llamándose hermano, fuere fornicario…, con el tal ni aún
comáis” (1 Cor. 5:9-11). Además, las puertas de los cielos
están cerradas para todos aquellos que andan en inmoralidad
sexual, cualquiera esta sea: “Porque sabéis esto, que ningún
fornicario… tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios”
(Ef. 5:5).
La infidelidad sexual es un pecado tan grave que cuando Dios
quiso mostrarle a su pueblo la gran maldad que había
cometido al serle infiel adorando a otros dioses usó la figura
del adulterio o la fornicación: “Porque la tierra está llena de
adúlteros; a causa de la maldición la tierra está desierta” (Jer.
23:10); “Y sucedió que por juzgar ella cosa liviana su
fornicación, la tierra fue contaminada, y adulteró con la
piedra y con el leño” (Jer. 3:9). “Por tanto, hombres justos las
juzgarán por la ley de las adúlteras, y por la ley de las que
derraman sangre; porque son adúlteras, y sangre hay en sus
manos” (Ez. 23:45).
El adulterio (también llamado fornicación porque es
inmoralidad sexual) es violación del pacto sagrado que se
hacen un hombre y una mujer cuando se unen en matrimonio,
así como fue la causa de que el pueblo invalidara su pacto con
Dios: “No como el pacto que hice con sus padres el día que
tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque
ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para
ellos, dice Jehová” (Jer. 31:32).
El que comete adulterio quebranta la Ley Santa de Dios,
ofende la santidad del Señor, daña el pacto matrimonial,
blasfema contra Cristo y la Iglesia, pues, él o ella debió
mantenerse en pureza unido en fidelidad a su cónyuge así
como Cristo es fiel a la iglesia. El que adultera distorsiona la
imagen que su relación debe representar. El que comete
adulterio causa dolor y aflicción a su cónyuge, a sus hijos, a la
iglesia, a la familia y a la sociedad en general. El que comete
adulterio atenta contra la imagen de Dios que ha sido puesta en
el cuerpo humano. Este es un pecado terrible. “La infidelidad
sexual, como otros pecados que vulneran a la gente hecha a la
imagen de Dios, trae consigo no solamente consecuencias a
largo plazo, también el juicio directo de Dios. La evidencia
comienza con las Escrituras, el punto de apoyo de la iglesia
cristiana. El escritor a los hebreos advierte del juicio de Dios
mientras describe la relación del matrimonio: Honroso sea en
todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los
fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios (Heb. 13:4). El
adulterio es uno de esos pecados que defraudan y violan brutal
y directamente a otros. No es simplemente una
“equivocación”, sino una rebelión masiva, a menudo
planeada”[1].
El adulterio es una forma de inmoralidad sexual, y siendo que
la fornicación (Phorneia) es toda clase de inmoralidad sexual,
entonces, el adulterio cae dentro de esta categoría. En las
Sagradas Escrituras se consideran actos de inmoralidad sexual:
Cuando un hombre casado tiene relaciones íntimas con
una mujer casada. Esta es la prohibición específica de Éxodo
20:14, cuando dice “No cometerás adulterio”.
Cuando una persona casada tiene relaciones íntimas con
una soltera. Pues, esto era considerado como un crimen
contra la propiedad ajena. Es la violación del honor del
prójimo. “Mas el que comete adulterio es falto de
entendimiento, corrompe su alma el que tal hace. Heridas y
vergüenza hallará, y su afrenta nunca será borrada.” (Prov.
6:32-34). Tener relaciones íntimas con una mujer soltera es
violar anticipadamente el pacto que ella tendrá con su futuro
marido.
Cuando dos personas solteras tienen relaciones íntimas. En
este caso, el Antiguo Testamento les ordenaba casarse.
“Cuando un hombre hallara a una joven virgen que no fuere
desposada, y la tomare y se acostare con ella, y fueren
descubiertos; entonces, el hombre que se acostó con ella dará
al padre de la joven cincuenta piezas de plata; y ella será su
mujer, por cuanto la humilló; no la podrá despedir en todos
sus días” (Deut. 22:28-29).
Cuando un hombre (o mujer) tiene relaciones íntimas con
una prostituta. “Pero el cuerpo no es para la fornicación,
sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo… ¿Quitaré pues,
los miembros de Cristo, y los haré miembros de una ramera?
De ningún modo” (1 Cor. 6:13, 15).
Todas las relaciones homosexuales y de zoofilia. “No te
echarás con varón como con mujer; es abominación” (Lev.
18:22). “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer,
abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos
será su sangre” (Lev. 20:13). “No erréis; ni los fornicarios…
ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con
varones… heredarán el reino de Dios” (1 Cor. 6:9-10).
Cuando un hombre o mujer miran a otra persona con
deseos sexuales, esto puede ser en vivo, televisión, internet,
cine, revista, entre otros. Es decir, aquí se incluye a la
pornografía y a la masturbación. “Oísteis que fue dicho: No
cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira
a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su
corazón” (Mt. 5:27-28). Codiciar o desear sexualmente a otra
persona, que no sea tu cónyuge, es considerado como un
pecado de inmoralidad sexual por Cristo, a la par con el
pecado del adulterio. La masturbación cae dentro de esta
categoría de pecado, pues, casi siempre, su práctica se
relaciona con imágenes mentales de personas reales o ficticias
que son deseadas.
El que comete adulterio daña su cuerpo como dice 1 Corintios
6:18: “Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el
hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica,
contra su propio cuerpo peca”. Aquí Pablo dice que todos los
pecados son cometidos fuera del cuerpo, mientras que la
inmoralidad sexual no. “¿No son todos los pecados contra el
cuerpo? ¿Sea ebriedad, abuso de drogas o pecado sexual?
¿Son igualmente horrendos? ¿Por qué separar los pecados
sexuales?[2]”. Aunque en nuestra lógica esto pareciera ser así, la
realidad es que el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu
Santo, dice que no. Él afirma que hay una diferencia radical
entre todos los pecados y el pecado de la inmoralidad sexual:
“Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del
cuerpo; pero el que fornica, contra su propio cuerpo peca”.
Los pecados “como la ebriedad y el abuso de las drogas son
cometidos contra el cuerpo, pero no de la misma forma que la
inmoralidad sexual. La singularidad del pecado sexual, para
expresarlo de otra manera, no está en su grado de maldad, sino
más bien en la forma directa como golpea el cuerpo y, a través
de éste, toda la personalidad humana”[3]. Es más, la
inmoralidad sexual daña, de una manera particular, a la
sociedad misma, la socava y la termina destruyendo. “Nos
convertimos en lo que somos por la manera en que nos
relacionamos con otros, en nuestras prácticas, y esto es cierto
respecto a las profundidades incontrolables de nuestro
relacionar sexual… La relación sexual no es tan sólo un
momento de placer, tal como el comerse un dulce, sino una
acción que da forma al carácter. La manera en que una
sociedad practica su sexualidad da forma no tan sólo al pueblo
de la sociedad, sino a la sociedad misma. Si una sociedad usa
su sexualidad dentro de contextos de egoísmo, manipulación,
desconfianza y traición, esta tiende a convertirse en una
sociedad egoísta, manipuladora, desconfiada y traicionera.
Esto, sencillamente, es la realidad de la naturaleza humana”[4].
Calvino, comentado este pasaje, dice: “La contaminación por
otros vicios no se adhiere a nuestro cuerpo de la misma
manera como lo hace la fornicación. Mi mano, ciertamente,
está contaminada por el robo o el asesinato, mi lengua, por el
mal hablar o el perjurio; y todo el cuerpo por la embriaguez.
Pero la fornicación deja una mancha impresa en el cuerpo, tal
como no se imprimen la de los otros pecados”[5].
Adam Clarke también dice: “Aunque todo pecado tiene
tendencia a destruir la vida, ninguno es tan mortal como
aquellos a que se refiere el Apóstol; éstos atacan
inmediatamente la base misma de la constitución”[6].
William Hendriksen también afirma: “Ningún otro pecado
emplea el poder físico de comunicación personal en una forma
tan íntima. En este sentido, cualquier otro pecado está como
“fuera del cuerpo”… el pecado de la fornicación busca
gratificar al cuerpo mismo, y sólo se limita al cuerpo. En un
sentido, este pecado es diferente al resto, porque permanece en
el cuerpo… La fornicación es el único pecado contra el cuerpo
físico. El fornicario usa pecaminosamente su cuerpo en contra
del Señor, quien lo creó, redimió y santificó. Es por eso que
José le preguntó a la mujer de Potifar: ¿Cómo, pues, haría yo
este gran mal, y pecaría contra Dios” (Gén. 39:9)”[7].
El comentario de Matthew Henry añade algo muy importante,
otros pecados “como la ebriedad o la gula, son también contra
el propio cuerpo, pero no tienen por resultado la formación de
una sola carne con otra persona como sucede con la
fornicación. Aquí es donde se apoya toda la argumentación del
Apóstol”[8].
Por su parte William McDonal dice que “el apóstol advierte a
los corintios con estas palabras: Huid de la fornicación. No
han de juguetear con ella, trivializarla, estudiarla o siquiera
hablar de ella… La actividad sexual fuera del matrimonio,
inevitable e irresistiblemente, causa estragos en el culpable”[9].
Y William Barclay afirma que “el estómago y la comida son
cosas temporales, y llegará el día en que dejen de existir. Pero
el cuerpo, que representa a la personalidad, el ser humano en
su conjunto, no está hecho para desaparecer, sino para estar
unido a Cristo en este mundo y, aun más íntimamente, en el
porvenir. ¿Qué sucede cuando se comete fornicación? Que se
le da el cuerpo a una prostituta, porque la Escritura dice que en
el acto sexual dos personas llegan a ser un solo cuerpo (Gén.
2:24). Es decir: un cuerpo que le pertenece a Cristo por
derecho propio se ha prostituido con otra persona…de todos
los pecados, la fornicación es la que afecta al cuerpo y lo
prostituye… por eso insiste en que otros pecados son externos
a la persona, mientras que en el sexo indebido se peca contra
el propio cuerpo, que está diseñado y destinado para la
comunión con Cristo”[10].
John MacArthur, por su parte, afirma que “aunque el pecado
sexual no es el peor de los pecados, es el más singular en
carácter. Surge de dentro del cuerpo buscando su propia
gratificación. Domina como ningún otro impulso lo hace y
cuando es satisfecho afecta el cuerpo como ningún otro
pecado. Tiene una forma propia de destruir el ser interior de la
persona como no la tienen ningún otro pecado. Debido a que
la intimidad sexual es la unión más profunda entre dos
personas, su mal uso corrompe en el nivel humano más
profundo. Ese no es un análisis psicológico, sino un hecho
divinamente revelado. La inmoralidad sexual es mucho más
destructiva que el alcohol, que las drogas y que el crimen”[11].
En conclusión, el pecado de la inmoralidad sexual está
tipificado en las Sagradas Escrituras como uno de los pecados
que más daño causan, por lo tanto, debemos huir de él, escapar
de sus garras diabólicas y hacer todo lo que esté a nuestro
alcance para no dejarnos seducir por sus mortales encantos.
“Ningún pecado esclaviza más que el pecado sexual. Cuanto
más se entrega la persona a él, más queda controlada. A
menudo comienza con pequeñas imprudencias, que llevan a
otras mayores y finalmente al vicio flagrante… Cuando nos
asociamos por propia voluntad con el pecado, terminamos
pronto tolerándolo y practicándolo. Como todos los demás
pecados a los que no nos resistimos, los pecados sexuales
crecen y al final corrompen y destruyen no solo a los
involucrados directamente, sino a muchos inocentes que están
cerca”[12].
El apóstol Pablo también exhorta a los creyentes a alejarse de
la fornicación cuando dice: “Pues la voluntad de Dios es
vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que
cada uno sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no
en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no
conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su
hermano; porque el Señor es vengador de todo esto” (1 Ts.
4:3-6).
Esto es lo que lo hace a uno tambalear: Pablo afirma que
cuando se peca contra otro defraudándolo como persona, Dios
obra directamente como vengador contra la parte pecadora”[13].
Hendriksen pone en correcta perspectiva el peso de las
declaraciones de Pablo cuando dice: “Dios venga la
inmoralidad, y en particular, el tomar una esposa en pasión de
concupiscencia, y la maldad de propasarse de lo que es justo.
Dios castiga al hombre que rehúsa caminar por la senda de la
santificación. Esto es verdad, “porque Dios no nos llamó a
inmundicia sino a santificación”… por cuanto fue Dios mismo
que nos llamó en relación con la santificación, quien se
oponga a su amonestación, se opone rotundamente a él”[14].
Ahora, el adulterio y toda clase de inmoralidad sexual dentro
del matrimonio se constituye en un pecado de consecuencias
horrendas a causa de lo que el matrimonio es. “Dios dio el
matrimonio a la humanidad como un buen regalo. Cuando se
abusa de este regalo con la inmoralidad sexual, el hombre
rechaza su bondad, sabiduría y generosidad”[15].
Recordemos que el matrimonio es sagrado. “Es una relación
contractual. Dios lo dio a la humanidad directamente como
una ordenanza de la creación. Hemos recibido muchos buenos
regalos, comunes y corrientes: cuya mayoría es parte del orden
creado de las cosas. Pero de ninguno de esos regalos se puede
pensar que sea una ordenanza como el matrimonio, en el cual
la intención de Dios es mostrar su más abundante bendición a
la humanidad. Al usar el término sagrado quiero decir
“dedicado a, o separado para” la alabanza y el servicio de
Dios”[16].
De manera que cuando cometemos un pecado de inmoralidad
sexual, sea cual sea, atentamos en contra de la propia santidad
de Dios, sea que estemos casados o no, “transgredimos
directamente el plan ordenado por Dios para la creación y su
asombrosa santidad. Agresivamente atacamos su santo
nombre, su carácter santo y su santa Ley. “El adúltero”,
escribió el teólogo puritano Thomas Watson, “fija su voluntad
por encima de la ley de Dios, pisotea su mandamiento, lo
enfrenta… Es altamente injurioso a todas las personas de la
Trinidad”[17].
Por otro lado, el adulterio y la inmoralidad sexual, siendo que
están prohibidos en la Ley santa del Señor, se constituyen en
un pecado enorme debido a la santidad y majestad que Dios
imprimió a los 10 mandamientos. Así como el sexto mandato
condena el asesinato, por quitar o destruir la vida de otro, el
que le sigue, sobre el adulterio, es un asesino del matrimonio,
quita la vida espiritual. “Thomas Watson escribió: Este
mandamiento fue establecido como un límite para mantener a
raya la suciedad; y a los que traspasan ese límite, una serpiente
los morderá. Job llamó al adulterio “iniquidad” (Job 31:11).
Cada falla no es un crimen; y cada crimen no es iniquidad;
pero el adulterio es un flagelo, una “iniquidad”[18].
El apóstol Pablo en 1 Tesalonicences 4:3-8 discute el tema de
la santificación, y deja ver que a causa de que Dios es la fuente
de la misma, es “el deber de cada uno de abstenerse de
inmoralidad, como la que practican, por ejemplo, aquellos que
en lugar de tomar una esposa y de hacerlo en forma tal que
resulte en armonía con los requerimientos de la santificación,
se dejan llevar por la lujuria; o, indiferentes a los límites de la
decencia, entran en relaciones ilícitas, clandestinas, con la
esposa o la hija de su hermano. Aunque el hermano que ha
sido víctima de tales artimañas y así defraudado, no llegue
nunca a descubrir el mal que fue hecho en contra de él, existe,
no obstante, un Vengador, Dios”[19].
Indudablemente el adulterio, y la inmoralidad sexual en
general, está compuesto por una cadena de pecados. Primero,
está la idea del pecado mental, seguido del consentimiento de
la voluntad, y por último el pecado de hecho. No se trata de
una sencilla caída, de algo inesperado, no, este es un pecado
que procede de una deliberación madura.
Como ya hemos dicho, el adulterio, y la inmoralidad sexual,
daña el alma y el cuerpo, pero no sólo de una persona, sino de
la otra. Afecta el alma de varias personas, y daña
espiritualmente a muchos. “Watson dice: El adulterio asesina
dos personas a la vez. Es peor que el robo; porque,
supongamos que un ladrón roba a un hombre, además le quita
la vida; con todo, el alma del hombre puede estar feliz; puede
ir al cielo igual que si hubiera muerto en su cama. Pero el que
comete adulterio, pone en peligro el alma de otro, y la despoja
de la salvación hasta donde en él radica. Ahora, ¡qué cosa tan
aterradora es atraer a otro al infierno”[20]. Visto a la luz de la
ética del Reino, la prohibición del adulterio, o el mandato de la
fidelidad exclusiva dentro de la relación sexual marital, busca
proteger a las víctimas. “…debido a la unión misteriosamente
emocional-psíquica, que normalmente tiene lugar en la
relación sexual, el adulterio hiere profundamente el espíritu
del cónyuge tratado injustamente y daña o destruye el lazo que
existe con su compañero. El virtud de la pasión que Dios
siente por la justicia, muchos mandamientos bíblicos tienen la
intención de proteger al inocente de cualquier daño. El
mandato contra el adulterio debe verse así, es decir, en
términos de los daños ocasionados a los niños, al cónyuge
herido y finalmente al adúltero”[21].
Otro de los grandes daños del adulterio y la inmoralidad
sexual es que destruyen, sobremanera, la confianza, “excepto
por las promesas bautismales, los votos matrimoniales son los
más completos que un creyente puede hacer. Cuando el dique
se rompe por el adulterio, la esposa y los hijos pueden sumirse
en la marea del dolor, y las ondas y remolinos de aflicción van
más allá de la familia inmediata (Neff). De hecho, el corazón
del verdadero liderazgo es confianza, confiabilidad, veracidad.
Cuando tiene lugar el adulterio, éste “viola la confianza de
manera fundamental y pública, y ya, de hecho, no es líder.[22]”
Por otro lado, el adulterio, y toda inmoralidad sexual, destruye
la reputación personal. “Mas el que comete adulterio es falto
de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace. Heridas y
vergüenza hallará, y su afrenta nunca será borrada” (Prov.
6:32-33). “Watson advierte, de una manera poco escuchada en
la discusión moderna: “Ningún médico puede curar las heridas
de la reputación. Cuando el adúltero muere, su vergüenza vive.
Mientras su cuerpo se descompone bajo tierra, su nombre lo
hace sobre ella”[23].
Ahora, este último pasaje resalta la vileza inusual del pecado
del adulterio y de la inmoralidad sexual, pues, refleja la
avaricia, idolatría y egolatría del que lo comete, ya que robar
por avaricia es peor que robar por hambre. El que roba por
hambre, lo hace por una necesidad vital del cuerpo, el que roba
a través de la lujuria y la inmoralidad sexual, lo hace por mera
avaricia o satisfacción egoísta.
Juan Cristóstomo, comentando este pasaje dice: “No todo
pecado merece la misma pena, pues los que son más fácil de
corregir la merecen mayor. Cosa que Salomón insinuaba ya y
declaraba cuando dijo: “¿Acaso no es tenido en poco al ladrón
cuando roba para saciar su hambre, si la tiene? Pero el adúltero
¡es un mentecato que quiere arruinar su alma!”. Esto significa
que el hurto es cosa grave, pero no tan grave como el
adulterio. Porque el ladrón, que tiene un triste motivo, procede
obligado por la necesidad y puede poner su pobreza como
excusa; pero el adúltero, sin que le obligue necesidad alguna y
movido sólo por su demencia, cae en el abismo del pecado
(JUAN CRISTÓSTOMO, Homilías al pueblo antioqueno, 10,
11).[24]”
El puritano George Lawson, comentado el mismo pasaje de
Proverbios dice: “El robo es un pecado que bien merece que lo
aborrezcamos; los que lo han cometido se exponen al
desprecio y a la indignación de los demás. Sin embargo,
cuando la necesidad tienta al hombre a robar, es objeto más de
lástima que de desprecio. Por grande que sea la pobreza, esta
no puede excusar el pecado, pero la necesidad evidente puede
atenuar sus consecuencias. No obstante, este atenuante no
puede alegarse para suavizar el castigo del delito del adulterio,
que siempre es el resultado de un espíritu lleno de maldad y de
una mente impura. Cuando un hombre roba, quizá sea para
satisfacer su alma y para apaciguar su hambre, que es un
apetito humano natural demasiado intenso como para resistirse
a él. Pero los actos impuros son para saciar los apetitos
animales y no tienden a preservar la vida, sino a destruirla. Sin
embargo, el ladrón debe sufrir, aunque se le compadezca
cuando el hambre le haya inducido a robar… ¿cómo espera,
pues, el adúltero escapar a un castigo mucho más doloroso por
un delito que no puede repararse? El ladrón puede robar por
falta de pan pero el adúltero peca porque no tiene
entendimiento… Algunos pueden suponer que este argumento
tiene poco peso en nuestra sociedad, que castiga más
duramente el robo que el adulterio. Pero cuando los delitos que
merecen la muerte escapan al castigo de los hombres, entonces
Dios, el Rey de todas las naciones, los castiga mediante su
providencia y, a veces, con más severidad, porque sus
ministros terrenales faltan a mostrar su resentimiento hacia
ellos”[25].
Aplicaciones
[1]
Armstrong, John. Pastores caídos. Páginas 61-63
[2]
Amstrong, John. Pastores caídos ¿pueden ser restaurados?. Página 75
[3]
Amstrong, John. Pastores caídos ¿pueden ser restaurados?. Página 76
[4]
Stassen, Glen y Gushee, David. La ética del Reino. Página 295
[5]
Calvino, Jhon. 1 Corinthians Commentary. Extraído de
http://www.studylight.org/commentaries/cal/1-corinthians-6.html#1 en Noviembre
24 de 2016. (Traducción libre de Julio C. Benítez).
[6]
Clarke, Adam. Comentario de la Santa Biblia. Tomo III. Página 397
[7]
Hendriksen, William. 1 Corintios. Página 223
[8]
Henry, Matthew. Comentario Bíblico completo. Página 1616
[9]
MacDonald, William. Comentario Bíblico. Página 796
[10]
Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Página 625
[11]
MacArthur, John. Primera Corintios. Página 182
[12]
MacArthur, John. Primera Corintios. Página 179
[13]
Armstrong, John. Pastores caídos. Página 62
[14]
Hendriksen, William. 1 y 2 Tesalonicenses. Página 117
[15]
Armstrong, John. Pastores caídos. Página 64
[16]
Armstrong, John. Pastores caídos. Página 64
[17]
Armstrong, John. Pastores caídos. Página 64
[18]
Armstrong, John. Pastores caídos. Página 64
[19]
Hendriksen, William. 1 y 2 Tesalonicenses. Página 117
[20]
Armstrong, John. Pastores caídos. Página 65
[21]
Stassen, Glen y Gushee, David. La ética del Reino. Página 298
[22]
Armstrong, John. Pastores caídos. Páginas 65-66
[23]
Armstrong, John. Pastores caídos. Página 65
[24]
Wright, J. Robert. La Biblia comentada por los padres de la iglesia. 10.
Proverbios. Página 110
[25]
Lawson, George. Comentario a Proverbios. Páginas 131-132
[26]
Armstrong, John. Pastores caídos, ¿Pueden ser restaurados? Pág. 195
[27]
Armstrong, John. Pastores caídos, ¿Pueden ser restaurados? Pág. 195
[28]
Armstrong, John. Pastores caídos, ¿Pueden ser restaurados? Pág. 194
[29]
Armstrong, John. Pastores caídos, ¿Pueden ser restaurados? Pág. 198
[30]
Clarke, Adam. Comentario de la Santa Biblia. Tomo III. Página 397
[31]
MacArthur, John. Primera Corintios. Página 180
[32]
Clarke, Adam. Comentario de la Santa Biblia. Tomo III. Página 397
[33]
MacArthur, John. Primera Corintios. Página 183
[34]
Hendriksen, William. 1 Corintios. Página 224
[35]
MacDonald, William. Comentario Bíblico. Página 796
[36]
Armstrong, John. Pastores caídos, ¿Pueden ser restaurados? Págs. 198-199
[37]
Blank, Rodolfo. Primera carta a los Corintios. Página 224
Table of Contents
Cuando uno de los dos ha sido infiel o ha incurrido en pecados
escandalosos
1. El pecado de la inmoralidad sexual o el adulterio
Aplicaciones
2. La solución para el pecado de la inmoralidad sexual
1. Restauración para con Dios.
2. Restauración para con la iglesia
3. Restauración para con la familia
4. El perdón del cónyuge ofendido
Aplicaciones:
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