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EDUCACIÓN Y PEDAGOGÍA
Sección de Obras de Educación y Pedagogia
FERNANDO SOLANA
JOSÉ E. ITURRIAGA
Alvaro matute
ARQUÍMEDES CABALLERO
DIEGO VALADÉS
Ediciones conmemorativas del LX aniversario de la creación
de la Secretaría de Educación Pública
HISTORIA DE LA
EDUCACIÓN PÚBLICA
EN MÉXICO
(1876-1976)
Coordinadores:
Fernando Solana,
Distribución mundial
Comentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.com
www.fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55)5227-4672; fax (55)5227-4694
ISBN 978-968-16-6386-5
Este libro fue escrito hace treinta años. El panorama educativo del país ha cambiado
radicalmente desde entonces. Su lectura tiene sentido como documento histórico, sin
duda muy valioso, pero no explica la actual situación del sistema educativo.
En aquellos años, los precedentes que se tenían permitían contemplar a la educa
ción como un factor de unidad nacional, como impulsor del crecimiento económico
y como una vía privilegiada de movilidad que atenuaba la inequidad social.
Lamentablemente, hoy tenemos que reconocer que durante los últimos 25 años la
educación ha seguido un proceso gradual y consistente que ha convertido el rezago
del sector en uno de los más serios de México, al grado de que la educación dejó de ser
ese factor clave de progreso con unidad y equidad social.
Asumir y corregir ese proceso es responsabilidad de toda la sociedad.
Desde luego, ha habido avances importantes en la educación que reciben los
alumnos de ingresos altos. Son también evidentes los esfuerzos de superación de al
gunas instituciones públicas de educación superior, en las que sirven cientos de miles
de profesores a millones de estudiantes.
Sin embargo, la rapidez de los cambios sociales y de los avances tecnológicos que
han alcanzado otros países evidencia dramáticamente que nuestros esfuerzos han se
guido un rumbo equivocado, además de que han sido insuficientes.
Fernando Solana
Agosto de 2010
IV. JUSTO SIERRA Y LA OBRA EDUCATIVA
DEL PORFIRIATO, 1901-1911
—Me han dicho, don Joaquín, que usted está muy enfermo. ¿Por qué
no se da una vuelta por Europa? Allí están los mejore^ médicos del
mundo.
—En efecto señor, estoy enfermo; pero el viaje a Europa no es fá
cil; he estado considerando la idea de solicitar el permiso de usted para
hacer un viaje a los Estados Unidos.
—Europa es mejor, don Joaquín; y por los gastos del viaje y del tra
tamiento no debe preocuparse. El gobierno, que le debe servicios emi
nentes, se hará cargo de todo.
—Iré a Europa, señor. Si
del siglo xix, así como las que empezaban a manifestarse al iniciarse
el nuevo siglo.
La misión del Consejo era, pues, unificar la educación pública en es
cala nacional planteando metas que, por lo certeras,, fueran capaces de
movilizar la- voluntad popular hacia el propósito concreto de formar va
rias generaciones de constructores de la patria que las viejas tradiciones
liberales habían concebido, esto es, una nación moderna y progresista
capaz de ofrecer a sus hijos una vida satisfactoria, producto del esfuer
zo de sus, recursos humanos y de la explotación de los recursos na
turales de nuestro suelo, cuya evaluación era ponderadamente optimista.
“Vais a tomar la dirección moral de la empresa —decía Justo Sierra
a los miembros del Consejo—. No os diré que el destino de la patria
depende solo de ella; pero si influirá en él poderosamente, y esta in
fluencia sera benéfica en proporción exacta de la cantidad de elemen
tos educativos que hagais entrar, con vuestros consejos, eii las decisio
nes del gobierno. Estudiareis, ponderareis todo cuanto -ía experiencia
nacional y extranjera haya enseñado y a este factor capital pediréis la
norma de vuestras opiniones, sin precipitarlas de un solo día, sin re
tardarlas de una sola hora, porque todo tenemos que meditarlo bien y
todo que hacerlo pronto.”
/
La obra educativa de Justo Sierra .
El desplome de la dictadura
El Ateneo de la Juventud
fue allanada, don Justo Siena fue injuriado, sus pertenencias destrui
das, sus papeles dispersados y sus familiares sumergidos en una profunda
angustia.
La familia Sierra-Méndez se refugió en Mérida, no por muchos
años, porque el doctor Sierra estaba herido de muerte: la enferme
dad que lo llevó a la tumba, lo torturaba ya. El niño Justo, contra
lo que pudiera creerse, no fue un escolar muy formal que se diga; su
padre se quejaba de este escaso apego al estudio. Prefería vagar por
las afueras de la ciudad, en compañía de otro niño, después hombre
eminente: el poeta Francisco Sosa. Pronto Siena y Sosa fueron poe
tas. Cuando Justo fue enviado a la capital su tío Santiago Méndez
Echazaneta, que vivía en Veracruz, le escribía al tío Luis, de los mis
mos apellidos: “Te envío a Justo. Entre su equipaje, encontrarás sus
versos; porque has de saber que es poeta. ¡Sólo eso .nos faltabal”
En México regularizó sus estudios primarios y secundarios en el
Liceo Franco Mexicano. No pudo hallar lugar mejor:/nada de sole
dad, ni de tristeza, como dice Laura Méndez de Cuenca, porque en
el Liceo, Justo estaba en su casa; Jovita Guilbeau, hija del director,
era la esposa de Luis Méndez Echazaneta, tío carnal del adolescente
campechano. A mayor abundamiento, Agapito Guilbeau, el director,
había sido maestro de Justo en Campeche.
Entró Justo Siena a San Ildefonso y allí cursó la cañera de dere
cho; el año 71 se graduó de abogado. No he de repetir lo que ya he
dicho sobre su carrera de abogado, ni de escritor, ni de periodista, ni
de político; por donde quiera que fue, alcanzó éxitos. Sus artículos,
sus discursos, su obra poética, su obra entera, ha sido recopilada, co
mentada, juzgada. ¿Qué podría yo agregar? Sus actuaciones, como
ministro, como subsecretario, al lado de otros ministros y de otros
funcionarios de educación, también han sido objeto de acuciosas inves-
vestigaciones. En este mismo trabajo he hecho un resumen de su
actuación.
A mi leal saber y entender, su gestión educativa al frente del mi
nisterio fue de signo positivo, esto es, favorable al progreso de la edu
cación en México; y además brillante. No se puede negar que fue la
estricta continuación de la política educativa de Baranda, de la línea
trazada en los Congresos efectuados entre 1889 y 1891, ni hay por
qué negarlo, porque él fue uno de los actores de esos Congresos. Debo
hacer constar, atendiendo la indicación del maestro Sotelo Inclán, que
JUSTO SIERRA Y LA OBRA EDUCATIVA DEL PORFIRIATO, 1901-1911 115
don Justo agregó a este plan de trabajo su interés por las Bellas Artes;
muy pobre en sus predecesores y muy rico en él.
Debo explicar también que Justo Sierra fue la expresión mas clara
del ideal de una educación para el pueblo, alimentado por la dictadu
ra pero no realizado íntegramente. Sería injusto, de todos modos,
decir que Sierra quedó dentro de los límites de la política general
del país; yo creo que, en materia educativa, los supero. No hay por
qué pedirle, sin embargo, confrontación alguna con las realizaciones
educativas de la Revolución; aunque, en verdad, su pensamiento si
gue presidiendo muchos de nuestros actos.