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Documentación para la traducción inglés-español

Chapter · January 2008

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Esther Monzó
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CAPÍTULO XXXI

Documentación para
la traducción inglés-español
ESTHER MONZÓ 1

1. INTRODUCCIÓN

El traductor jurídico es un agente de la comunicación intercultural que debe


trabajar con textos de complejidad conceptual muy elevada. A través de la evolución
del derecho, los agentes de este campo han ido explicándose a sí mismos la sociedad
con la que trabajaban y creando nociones que les permitiesen entender con mayor
eficiencia las situaciones y circunstancias que regulan. En este proceso se han ido
fijando términos para comunicar con precisión y economía las realidades jurídicas.
Un traductor debe introducirse en esa terminología y en ese campo para
comprenderlo, por cuanto el texto que traduce se encuentra envuelto de esas
realidades previas. Por si fuera poco, debe penetrar en otro sistema jurídico distinto
(lo que, en el caso de la traducción entre inglés y español, implica dos familias
jurídicas de tradiciones muy distintas), con el fin de poder encontrar formas que
permitan la comprensión de un acto jurídico ocurrido en una realidad paralela. En
toda esta transmisión, el traductor de esta especialidad comercia con un conocimiento
altamente especializado y para que en la mediación ese bien tan preciado no pierda
valor deberá asegurarse la comprensión tanto de lo que recibe como de lo que
produce. En este proceso, será indispensable la (in)formación. Lo que el traductor no
conozca deberá encontrarlo, y lo que conozca le permitirá ahorrarse un tiempo
precioso que podrá dedicar a elaborar y desarrollar sus conocimientos previos sobre
el caso concreto con el que trabaja y sobre otros vacíos de (in)formación. Con ello,
el traductor producirá un conocimiento extremadamente útil y propio de la tarea de
traducir.
La documentación es indispensable en el trabajo descrito. Por un lado, supone una
vía de escape que permite que un traductor no sea omnisciente y pueda sin embargo
traducir textos jurídicos y producir éxitos comunicativos. Por otro lado, facilita que
el traductor utilice de modo adecuado los datos que encuentra, los transforme en
información y los sintetice en el texto traducido (TT). Además, si se trata de un
1
Esta investigación se enmarca en el grupo de investigación GITRAD, cuya acción ACTIVE se
desarrolla actualmente con el proyecto «Estudio descriptivo de la práctica social de traductores e intér-
pretes jurídicos: análisis de relaciones sociales y textuales a través de transgéneros» (P1 1A2004-20),
de la Fundación Bancaja.
732 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea

traductor disciplinado, también podrá transformar el conocimiento adquirido en


materiales que pueda consultar con agilidad en ocasiones futuras. Tanto en un sentido
como en otro, esta competencia documental es un rasgo distintivo del traductor
profesional. El manejo de fuentes documentales del traductor se rige por la ética de
su profesión: es exigente a la vez que selectiva, y tan ágil y eficaz como rigurosa.
Combinar todas estas características requiere unas destrezas esenciales (adaptado de
García López, Roca Lefler, Rovira i Fernández y Vives i Gràcia, 2004):
▪ Reconocer la necesidad de información.
▪ Conocer los distintos tipos de recursos y saber seleccionar los que mejor se
ajustan al problema y al encargo profesional.
▪ Contar con estrategias de localización de la información.
▪ Localizar y acceder a la información.
▪ Comparar y evaluar la información obtenida en diversas fuentes.
▪ Organizar, aplicar y comunicar la información de forma adecuada a cada
situación.
▪ Sintetizar y edificar a partir de la información existente, contribuyendo a la
creación y difusión de nuevo conocimiento.
▪ Usar la información de forma crítica para tomar decisiones y resolver
problemas.
En cuanto a la primera de estas competencias, son ya varios los estudios que han
abordado los problemas de la traducción jurídica y la complejidad que supone en
algunos casos reconocer la necesidad de información, por ejemplo en lo concerniente
a terminología vulgarizada o a homónimos en el lenguaje común (Pasquau Liaño,
1996, Cornu, 2005). Con todo, no existe una sistematización de los factores que
pueden llevarnos a dudar de una aparente comprensión, pero podemos relacionarlos
con el rigor del traductor en su intención de comprender el texto. Por ejemplo, en el
caso que sigue:
An Act to provide for new covenants for title to be implied on dispositions of prop-
erty; to amend the law with respect to certain matters arising in connection with the
death of the owner of property; and for connected purposes.
Covenants es un término especializado que suele aparecer en los textos vinculados
a los derechos reales en el sentido de pactos. Con todo, en este fragmento extraído de
una ley, no nos podemos sentir satisfechos con este sentido. Éste puede ser el inicio
de nuestro proceso documental que, a su fin, podría llevarnos a una traducción
parecida a la que sigue:
Ley que regula la creación de nuevas garantías respecto de la titularidad de bienes
inmuebles implícitas en las transacciones que tengan por objeto su enajenación;
Documentación para la traducción inglés-español 733

modifica la legislación existente en referencia a materias relacionadas con el


fallecimiento del titular de los bienes; y trata otras cuestiones análogas.
Tras reconocer el problema, sea cual sea su naturaleza, el segundo paso al que nos
lleva una competencia documental traductora sería seleccionar, entre los distintos
recursos que pueden ayudarnos, los que nos proporcionan una clase de información
adecuada al caso particular con el que nos enfrentamos. En esta contribución
ofrecemos un repaso por los tipos básicos de documentación con los que trabaja el
traductor jurídico y su utilidad en sus tareas de (in)formación, así como por algunas
iniciativas que pretenden mejorar los medios existentes y ofrecerlos a este profesional
en su trabajo diario.

2. LOS RECURSOS DOCUMENTALES EXISTENTES

En cualquier tipo de traducción, la documentación es uno de los pasos más


importantes (Elena García, 1996: 89-90). Conocer los recursos documentales
existentes y sus posibilidades determina la eficiencia de las consultas que realiza el
traductor y la calidad final de su trabajo como traductores. En cierto sentido, es
precisamente esta capacidad de identificar y solucionar problemas con (in)formación
lo que nos distingue de otros perfiles profesionales. El traductor conoce las fuentes
documentales y las selecciona en su momento atendiendo al tipo de información que
le proporcionan (básicamente, terminológica, conceptual y textual).

2.1. Recursos impresos

En un estudio previo (Monzó Nebot, 2002), pude observar que las obras
lexicográficas especializadas son las más utilizadas por parte de los traductores
jurados profesionales, seguidas de las textuales (principalmente, traducciones
anteriores) y las conceptuales. En la combinación inglés-español, contamos con varias
obras del primer grupo que definen los conceptos del derecho, bien en inglés, bien en
español, o que proporcionan equivalentes (bien sea en las dos direcciones o bien en
una de ellas). (Véase también Mayoral Asensio y Sánchez-Lafuente, 1994.)

2.1.1. Los diccionarios monolingües

En cuanto a los diccionarios monolingües de derecho, los que se han trabajado


con mayor seriedad y ambición (Garner, 1891/1990, Curzon, 1988, Fundación Tomás
Moro, 1991, del Arco Torres y Pons González, 1998) suelen aportar junto a datos
necesarios información que resulta irrelevante para el traductor, aunque no para el
jurista. Su consulta exige un esfuerzo por parte de nuestro perfil profesional para
extraer la información que requiere de un gran número de referencias a doctrina,
legislación y jurisprudencia que se dirigen claramente a la aplicación del derecho,
pero que en nuestro caso nos resultan superfluas. Otras obras, en cambio,
734 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea

proporcionan definiciones más escuetas, que no permiten a una persona sin


conocimientos jurídicos previos construir con precisión el sistema del derecho como
paso necesario para la compresión de los textos (Gómez de Liaño y González, 1991,
Rodríguez Rivera, 2000).
Todo ello puede hacernos pensar que el derecho como campo no se preocupa por
divulgarse a sí mismo y, de hecho, uno de los diccionarios que más concienciado
parece por que el lector comprenda las situaciones y los conceptos jurídicos está
elaborado para un campo distinto, el de los periodistas (González Ballesteros, 1999).
Ésta sería sin duda una obra perfecta para iniciar a todo futuro traductor jurídico en
el campo del derecho, puesto que le explica con claridad y en su contexto propio
distintas instituciones jurídicas. En su contra tiene, en cambio, la falta de
exhaustividad y de especialización, puesto que se centra en los conceptos más
cercanos a la práctica periodística desde una perspectiva generalista. También puede
ser útil para introducir la terminología del derecho, aunque en menor medida, el
Léxico jurídico para estudiantes (Ortiz Sánchez y Pérez Pino, 2002), que está dirigido
a estudiantes de la Licenciatura en Derecho y les proporciona referencias a legislación
y jurisprudencia, además de definiciones breves y la explicitación de la rama del
derecho a la que pertenecen, lo cual sí que resulta de gran utilidad para los traductores
en formación.
Entre los diccionarios que se refieren al sistema de derecho anglosajón existe
mayor variedad de públicos y son más los que muestran intenciones divulgativas
expresas (Oran y Tosti, 2000, Feinman, 2005). Podemos comparar, por ejemplo
algunas definiciones de carga procesal y burden of proof. Mientras algunos
diccionarios explícitamente destinados a estudiantes (Martín Ostos, 2001: 29) se
expresan de este modo:
Actividad que incumbe en el proceso a una de las partes y cuya omisión le deparará
perjuicio. Se trata de la exigencia que una parte tiene de realizar una determinada
actividad procesal, pues, caso contrario, de no hacerlo, le reportaría un evidente
perjuicio, correría un riesgo procesal, o se vería privado de ciertas consecuencias o
efectos favorables.
El diccionario de Martin y Gibbins (2003: 23) propone la siguiente explicación del
concepto:
[…] refers to who has to prove a matter in court. In criminal cases, the normal rule
is that the burden of proof is on the prosecution. It is for the prosecution to prove that
the defendant is guilty; the defence does not have to prove that the defendant did not
commit the crime. However, where the defendant wants to rely on certain defences,
such as insanity, the burden of proving these is on the defence. In civil cases, the normal
rule is that the burden of proof is on the claimant.
Documentación para la traducción inglés-español 735

Otros diccionarios de la cultura anglosajona incorporan modelos de documentos


jurídicos (Collin, 1993), lo que comporta un pequeño regalo que puede suponer un
aliciente que incremente el atractivo de estas obras para los traductores en formación.
Como curiosidad, podemos apuntar que el interés que despierta por la expresión del
derecho anglosajón nos permite encontrar obras sobre su terminología en
prácticamente todas las lenguas y, según cuáles sean nuestros pares de idiomas de
trabajo, pueden sernos útiles obras que traten el léxico jurídico inglés desde otros
idiomas (Dhuicq y Frison, 2004).
Las obras de índole divulgativa resultan idóneas para tareas iniciales; sin embargo,
para las que requieren mayor especialización, se hacen necesarias obras de carácter
distinto. En este punto, los traductores del derecho contamos con la ventaja de que los
juristas conforman un campo muy querido por las editoriales y, en especial en los
últimos años, los diccionarios han abandonado voluntades enciclopédicas y se centran
en un campo concreto de la disciplina. De esta tendencia surgen volúmenes que
acotan su campo de estudio y ofrecen así una herramienta más útil y ágil para nuestro
colectivo (Pascual, 2002, Sanjuan Sanz y Gomís Soler, 2002, Valcarce Valcarce, 2003,
Valencia Villa, 2003, Puig Brutau, Méndez Tomás y Vilalta Nicuesa, 2005, Rodríguez
Guisado, 2005, entre otros).
También en la cultura jurídica inglesa diversos autores acotan, ya desde hace
tiempo, su campo de actuación y nos ofrecen obras de mayor especialización (Ross,
1975, Linda y Robin, 1990, Ingleton, 1992, Gibson, 1996, Rostron, 2002). Como
también ocurre en el caso del derecho en español, aun compartiendo familia jurídica
los diccionarios que se refieren a un mismo idioma no son igualmente válidos para
un determinado encargo y quizás necesitemos acudir a diccionarios especializados en
otras jurisdicciones (Yogis, 1998), aunque en el mundo editorial predominan las obras
de derecho inglés y americano. 2
En el caso de los diccionarios del derecho inglés y teniendo en cuenta nuestros
fines, los glosarios digitales están sustituyendo a los de alcance generalista. El trabajo
jurisprudencial y las referencias a doctrina y legislación no adquieren tanta relevancia
en los glosarios que pueden encontrarse actualmente en la red, lo que puede ser un
impedimento importante para su uso habitual por parte de los juristas. No obstante,
esto no supone ningún óbice para los traductores, que necesitan conocer el significado
de un concepto y no investigar su aplicación. No ocurre lo mismo con los diccionarios
especializados. En las obras impresas podemos encontrar términos y acepciones que
no encontramos todavía en las herramientas digitales.

2
En el caso del derecho escrito en español resulta interesante consultar obras de derecho colom-
biano (Bohórquez Botero, 2000), por ejemplo, en cuya terminología se aprecian claras influencias del
derecho americano.
736 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea

2.1.2. Los diccionarios bilingües

En cuanto a los diccionarios bilingües, ésta es una fuente especialmente útil para
el traductor por su estructuración por lemas y porque, como el propio traductor, estas
obras trabajan contrastivamente con pares de lenguas. Pese a ello, algunos estudios
revelan que los traductores expertos recurren con menor frecuencia a estas obras
(véanse en este sentido los estudios de Jääskeläinen, 1987, y de Künzli, 2001). En el
campo de la traducción jurídica, y ante situaciones, conceptos y figuras recurrentes
(el repertorio jurídico es limitado), es lógico que cuanta más experiencia y
especialización adquiere un profesional en una determinada área de derecho menor
será la frecuencia con la que consulte estos libros.
En la combinación inglés-español, el diccionario bilingüe más utilizado es sin
duda el de Alcaraz y Hughes (1993), del que actualmente puede encontrarse la
segunda impresión de su séptima edición y que incorpora en esta última una
ampliación sustancial de la parte dedicada a la traducción del español hacia el inglés
de los términos. Es un diccionario muy útil por cuanto no sólo proporciona
equivalencias (lo que en una combinación lingüística en la que la asimetría de
conceptos es tan frecuente resulta arriesgado) sino que en los casos conflictivos (por
ejemplo, auto, en español) proporciona explicaciones que orientan la decisión de cada
traductor en función de su propio encargo (también otros diccionarios tienen este
planteamiento, aunque el resultado es en ocasiones menos afortunado, véase Dahl,
2005). En otros casos, los diccionarios bilingües se limitan a ofrecer equivalencias
fuera de contexto y ni siquiera hacen referencia a la rama del derecho en la que se sitúa
el término en lengua origen o lengua meta (Lacasa Navarro y Díaz de Bustamante,
1986).
Un contraejemplo de este caso es el diccionario político y constitucional de
Lavenue (1995). En este caso, los idiomas trabajados son inglés y francés, pero si
podemos utilizarlo veremos que las definiciones y las entradas escogidas nos aportan
información cultural muy útil de la vida y las instituciones políticas americanas.
Incluye, por ejemplo, la expresión «I have a dream» de Martin Luther King (p. 111),
o todo tipo de eslóganes políticos. En cuanto a las instituciones, un ejemplo sería esta
definición del Chicago Borrad of Trade (CBOT), que aporta información sociocultural
de gran utilidad (p. 49):
Le plus grand marché à terme pour le blé, avoine et soja (référence mondiale).
L’une des forteresse du «green power» (pouvoir alimentaire), les Etats-Unis étant le 1er
producteur mondial de blé et de maïs.
Otro tipo de diccionarios bilingües que ofrecen grandes posibilidades para la tarea
del traductor son los que se especializan en ramas concretas del derecho. En este
sentido cabe destacar los que han aparecido recientemente en la editorial Ariel bajo
la dirección de Enrique Alcaraz (Campos Pardillos, 2003, Castro Calvín, 2003, Mateo
Documentación para la traducción inglés-español 737

Martínez, 2003) y el que se ha editado en 2005 en la editorial Reus (Iglesias Rebollo


y González Gordón, 2005). Cabe esperar que poco a poco irán creciendo en número
estas obras y nuestra tarea podrá ser mucho más ágil. Una mejora notable que podría
incorporarse a estos diccionarios sería la posibilidad de consultarlos con la rapidez que
permiten los medios electrónicos. Sin embargo, pocas de estas obras tienen la enorme
ventaja de poder consultarse en CD-Rom (Bodoutchian Saiz, 2000), lo cual acelera
en gran medida las consultas pero suele comportar una disminución de las ventas,
por lo que las editoriales tienden a evitar este formato.

2.1.3. Los formularios jurídicos

Un factor que distingue a la traducción jurídica –y que, a diferencia de otros rasgos


distintivos, la hace menos laboriosa– es que el derecho suele comunicarse en
situaciones preestablecidas, tipificadas, que generan textos de estructura y contenido
previsible. Tanto es así que en el campo del derecho existen numerosas obras que
elaboran y recopilan modelos de redacción que puedan utilizarse con algunas
variaciones en situaciones derivadas de la regulación existente. El traductor puede
consultar estos textos, especialmente en lengua meta, pero también en lengua origen,
y extraer información lingüística y extralingüística. Por ejemplo:
▪ La terminología y la fraseología propia del documento, que podrá recoger
en su traducción (los términos en sí, la frecuencia con la que aparecen
términos especializados, la redundancia propia del estilo de los documentos,
etc.).
▪ La estructura de acuerdo con la que se organiza la información en el
documento.
▪ Las convenciones de estilo que se aplican.
▪ Las convenciones temáticas (el grado de incorporación de otros campos
técnicos o jurídicos, las figuras jurídicas habituales, el grado de
especialización, etc.).
▪ Las convenciones ortográficas y tipográficas (observar el uso de las
mayúsculas en determinado género, la puntuación, etc.).
▪ Los aspectos situacionales (quiénes son los participantes de la situación
comunicativa, entre qué tipo de agentes media el documento, si son juristas
profesionales, como abogados o jueces, o si son ciudadanos, etc.).
Estas obras abarcan una gran cantidad de situaciones jurídicas relacionadas, por
ejemplo, con las sucesiones (Farrando Miguel, 1986, del Arco Torres, 2003), la
constitución y gestión de sociedades (Paez Tapia, 1991, Álvarez de Morales y Ruiz,
Del Arco Torres y Soto Fernández, 1996), el derecho de familia (de Benito Benítez
de Lugo, 1999), el matrimonio (Pinazo Tobes, 2000), ámbitos de actuación judicial
(Navarro Fenech, 1993, Martín Sánchez, 1999), derechos reales (Ávila Navarro,
738 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea

1987, González Gutiérrez y Rivera Serrano, 1997), derecho laboral (Montoya Melgar,
Miñambres Puig y Cuilez Martínez, 1998, Cañizares Planelles y González Gutiérrez,
2001), etc.
Las citadas son sólo algunas de las obras que pueden encontrarse en derecho
español, pero en derecho inglés, además de la conocida enciclopedia de formularios
(Walton, 1985-1993), de la que puede encontrarse también una versión electrónica,
encontramos otras de gran utilidad sobre materias concretas (Lush, Wood y Bishop,
2001, Brighouse, Endicott y Jones, 2002, Owen y Clark, 2002, Duggan, 2004, Fraser
y Iron, 2004). Son muy abundantes las compilaciones de modelos referidos a la
administración de todo tipo de sociedades (Law Pack, 1999, Impey y Montague,
2001, Jerry, 2003, Egan, Gilvarry y Graham, 2004, Leighton, Lowe y Duzer, 2004)
y particularmente útil en materia judicial es el Archbold (Richardson y Thomas,
2004), que también puede consultarse en CD-Rom. En la cultura anglosajona cuentan
también con gran tradición las guías que facilitan a un lector lego en derecho redactar
textos jurídicos (Irving y Randolph, 1999), en especial en relación con los testamentos
(Wong, 1992, Consumers Association, 2001, Law Pack, 2002, Lowe, 2003). Estas
guías son asimismo útiles para el traductor, puesto que no sólo proporcionan modelos
sino también explicaciones accesibles de su uso.

2.1.4. Los manuales de derecho

Las obras de Derecho al uso están pensadas para personas interesadas en aprender
esta materia. Por lo general, su estructuración no es la más eficiente para nuestros
propósitos, puesto que al consultar estas obras nos suele mover una duda a la que en
un primer momento sólo podemos asociar uno o varios términos en lengua origen.
Tanto si lo que buscamos es su significado como una explicación más amplia, lo más
eficiente sería disponer de obras estructuradas por lemas. Sin embargo, en las obras
existentes que se organizan de este modo (diccionarios y enciclopedias) no se recogen
por lo general tantos términos (y colocaciones) como podríamos extraer, por ejemplo,
de un manual de derecho especializado en el tema con el que trabajamos. Por ello es
muy posible que un concepto con el que no damos en un diccionario pueda aclararse
con la consulta de manuales. Si estos manuales disponen de índices temáticos, la
consulta es mucho más ágil. No obstante, si nos dirigimos a manuales en lengua
término los índices temáticos resultan menos útiles si no conocemos la forma que
reviste el concepto que nos interesa o si, incluso, no sabemos si existe o no en el
sistema jurídico de llegada. En este caso los índices de contenidos constituyen la
única guía para acceder al contenido de la obra y nos permiten obtener una idea global
de la materia con la que trabajamos.
Pese a su utilidad, los manuales son más adecuados para el ritmo de la formación,
más pausado y menos selectivo, que para el de la información del traductor, donde lo
que prima es encontrar una solución en un tiempo reducido. A su favor tienen la
Documentación para la traducción inglés-español 739

facilidad con la que las editoriales ponen a nuestra disposición este tipo de obras tanto
en el sistema español (Albaladejo, 2004, Hernández Izal, 2004, Lete del Río, 2004,
entre muchas otras) como en el anglosajón (a modo de ejemplo, Martin, 2002, Tiernan
y Birmingham, 2002, Quinn y Elliott, 2004, Selwyn, 2004, Davies, 2005). Un tipo
especial de manuales son los que tienen una vocación divulgativa y, aunque en el
sistema español son escasos, resultan extremadamente interesantes (Sáez González,
2003). En el sistema anglosajón, son varias las síntesis de conceptos jurídicos sobre
una determinada materia que se ofrecen como guía rápida (Curzon, 2003, Emanuel,
2003, Emanuel, 2004, Keenan y Riches, 2004) o los manuales de secundaria que
introducen el derecho y sus principales ramas (O’Riordan, 2002, Charman, Martin y
Turner, 2003, Jackson, 2003).
También son de gran utilidad los que, sin ser compendios de textos, se centran en
los conceptos jurídicos propios de determinados géneros textuales. Estos libros nos
permiten conocer en profundidad el contexto de situación del texto que tenemos entre
manos, tanto en lo que se refiere a documentos ingleses (Haggard, 2002, Anderson y
Keevey-Othari, 2004, Kessler, 2004, Adams, 2005) como a los redactados en español
(Badenes Gasset, 2004, Verd de Gregorio, 2004, Veiga Copo, 2005). El trabajo con
este tipo de obras nos permite adquirir un conocimiento pormenorizado de los
géneros, de los elementos reales y personales, de los posibles contenidos, formas,
funciones y efectos jurídicos.
Otro tipo de manuales de gran utilidad son los de derecho comparado y, en
especial, los que estudian instituciones o funciones, por ejemplo, del derecho inglés
estando redactados en español (Galiana Moreno, 1978, dell’Aguila, 2001, Celador
Angón, 2001, Garrido Melero y Fugardo Estivill, 2005). También en este caso,
encontramos en la cultura anglosajona volúmenes que se preocupan en mayor medida
por la divulgación y junto a obras especializadas (Villiers, 1999) y enciclopédicas
(Zweigert y Drobnig, 1973-85) podemos encontrar otras que explican nuestro propio
derecho a los lectores ingleses (Searl, 2001). 3 La consulta de estas obras nos permite
acceder a definiciones contrastivas, puesto que hablar de un derecho ajeno en la
lengua propia obliga al jurista que redacta estos trabajos a realizar las matizaciones
y precisiones necesarias en cuanto a las relaciones entre el concepto ajeno y el
lenguaje propio que se utiliza para describirlo.
Asimismo, son destacables algunas escasas publicaciones de legislación traducida.
En el caso del español, contamos con la traducción al inglés de legislación en materia
de sociedades (Riband y Minguela, 1996, Ernst and Young, 1999), de la colección
Legislation in Translation, que publica traducciones al inglés de varias lenguas. En
el caso del francés, encontramos una obra que no sólo propone traducciones sino que
sitúa cada normativa en su contexto a través de una breve introducción (Bermann y
Kirch, 2005). Fuera del ámbito legislativo, encontramos documentación interesante,
3
En esta categoría podemos encontrar algunas curiosidades sobre épocas anteriores de nuestro
sistema jurídico (Latey, 1933, Fraga Iribarne, 1967, Holmes, 1983).
740 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea

como un manual de traducción de términos y fraseologismos usuales para agentes


policiales (Lawtech, 1996) o una guía bilingüe sobre cuestiones jurídicas cotidianas
(Araujo, 1998). Estas obras no tan sólo nos proporcionan información conceptual,
sino que podemos utilizarlas como corpus paralelo, aun sin las ventajas de un corpus
electrónico.

2.2. Las fuentes digitales

Aunque en algunas contribuciones recientes ya se han tratado en mayor o menor


detalle las fuentes digitales para la traducción jurídica (Corpas Pastor, 2003, Gonzalo
García y García Yebra, 2004), daré un breve repaso a la información especializada que
el traductor jurídico puede obtener de Internet:
▪ Información terminológica
- Glosarios (principalmente, monolingües)
▪ Información conceptual
▪ Información divulgativa
▪ Información especializada
▪ Información textual
- Legislación y jurisprudencia
- Corpus

2.2.1. Los glosarios bilingües y monolingües

En Internet existen un gran número de páginas que albergan distintos tipos de


glosarios especializados. Algunos permiten acceder a definiciones, otros proporcionan
equivalencias y aún otros combinan estas dos clases de información. A modo de
ejemplo, podemos citar algunos de los más representativos:
Legal Lexicon’s Lyceum (http://www.lectlaw.com/def.htm). Un glosario que
recoge una gran cantidad de términos con definiciones claras, además
de proporcionar referencias jurisprudenciales y doctrinales.
Duhaime’s Law Dictionary (http://www.duhaime.org/diction.htm).
Definiciones breves y claras. Incorpora referencias cruzadas, con lo que
su consulta es extremadamente cómoda.
A Dictionary and Compendium of American and English Jurisprudence
(http://ecclesia.org/lawgiver/defs.asp). Se trata de un diccionario en
crecimiento constante. Las definiciones son escuetas, pero útiles.
Bouvier’s law dictionary (http://www.constitution.org/bouv/bouvier.htm).
Definiciones breves. Incluye jerga de abogados.
Diccionario jurídico Lexconsultor
(http://www.lexjuridica.com/diccionario.php). Glosario general, con
definiciones claras.
Documentación para la traducción inglés-español 741

Diccionario de extranjería
(http://www.conpapeles.com/glosario_juridico.php), con términos
útiles para los encargos vinculados a la regularización de inmigrantes
en nuestro Estado.
Diccionario judicial (Gobierno de Canarias)
(http://www.gobiernodecanarias.org/dgjusticia/Gestion/biblioteca/Dic
cionario/Letra%20A.htm). Diccionario extenso con definiciones claras.
Una iniciativa del grupo de investigación GITRAD (URL http://www.gitrad.uji.es) se
ha propuesto centralizar todos estos recursos y, a la vez, ofrecer información básica
que permita al traductor evaluar si el glosario en cuestión podrá proporcionarle los
datos que necesita (para una explicación más detallada de la iniciativa véase Monzó
Nebot, 2005). Con cada enlace se menciona el autor, si es necesario registrarse o
abonar alguna cantidad para consultar el glosario, el formato de la consulta, la
información que proporciona (sólo términos, también definiciones, sólo
equivalencias, etc.), las lenguas que incluye, el número de entradas y una puntuación
sobre su utilidad (de 1 a 5). La figura que sigue muestra una imagen de los glosarios
que se incluyen en la base de datos y que aparecen al seleccionar el inglés en la
consulta.

Figura 1. Página de glosarios disponibles en Internet de la Web


del Traductor Jurídico

Si bien esta centralización de los recursos supone una gran comodidad para el
traductor jurídico, el ideal es sin duda poder consultar todos los términos disponibles
a través de un único motor de búsqueda, puesto que eso incrementa de un modo
notable la posibilidad de que nuestras consultas tengan éxito. Onelook (URL
742 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea

http://www.onelook.com/) es uno de estos motores que pretende precisamente que


dispongamos de un portal de diccionarios desde el que acceder a un gran número de
ellos con una única búsqueda. En estos momentos, el motor permite consultar
términos en inglés y encontrar definiciones agrupadas por temas, esto es, si un término
aparece en glosarios de temas económicos y en glosarios de arte, las definiciones que
el motor extraiga de ellos se agruparán bajo el descriptor correspondiente a los temas,
como se muestra en la figura.

Figura 2. Búsqueda a través del motor de consulta de diccionarios Onelook

Para poder ver las distintas definiciones debe accederse a cada una de las páginas
que albergan los diccionarios, con lo que la consulta se hace un tanto lenta. Por otro
lado, el buscador incorpora la posibilidad de obtener información de diccionarios
bilingües, con lo que pueden encontrarse traducciones a distintos idiomas de los
términos en inglés. Con todo, en esta opción los glosarios jurídicos son insuficientes,
y las consultas suelen ser infructuosas.
Otro motor de búsqueda en diccionarios es el conocido buscador de ámbito general
Google. A través del comando «define:» seguido del término buscado, este motor nos
proporciona una lista surtida de definiciones con mención de la web en la que se
encuentran. En la figura se ofrece el ejemplo de la búsqueda «define: conveyance».
En este caso, las definiciones permiten solucionar dudas de modo eficiente, pero, si
el término buscado tiene un uso extendido en la lengua general o en otros ámbitos,
las búsquedas, desafortunadamente, son menos productivas.
La forma en la que Google nos presenta la información es más diligente, puesto
que pueden consultarse las distintas definiciones de un sólo vistazo. Por descontado,
si pudiésemos limitar la búsqueda a los glosarios de contenido jurídico la eficiencia
Documentación para la traducción inglés-español 743

Figura 3. Resultados de la búsqueda de definiciones de «conveyance» a través de la


función «define» de Google

de estas consultas en términos cuya designación comparten distintas disciplinas se


vería considerablemente incrementada. Sin embargo, de momento no podemos ver
satisfecho este deseo.

Sitios web que proporcionan información conceptual

Otra fuente de información digital son los distintos sitios que nos proporcionan
información conceptual. Podemos encontrar portales de derecho (por ejemplo,
Pórtico legal, en URL http://www.porticolegal.com/), webs temáticas sobre distintas
y variadas ramas del derecho (sobre derecho informático puede consultarse Derecho
informático, en URL http://www.derechoinformatico.com/), o revistas de derecho (por
ejemplo, InDret, en URL http://www.indret.com/). Todos estos recursos puede
consultarse de un modo organizado a través de directorios especializados que los
estructuran, como el de Yahoo (en URL http://dir.yahoo.com/Government/Law/ para
el derecho americano, http://uk.dir.yahoo.com/Government/Law/ para el británico, y
http://es.dir.yahoo.com/Politica_y_gobierno/Derecho/ para el español).
Con todo, nuestras necesidades informativas hacen que las tareas documentales del
traductor jurídico se vean más beneficiadas con una búsqueda por concurrencias en
la mayor base de datos textual, Internet, que incorpora gran número de páginas
temáticas que explican a agentes especializados o no los conceptos del derecho.
Buscadores como Google o Yahoo nos permiten acotar búsquedas (que contengan
una cadena o expresión, que estén escritos en un idioma determinado, que aparezcan
en un dominio nacional concreto o que estén en un formato de archivo definido) y
obtener documentos que cumplan todos esos requisitos. Por supuesto, el resultado de
la búsqueda nos proporcionará varios recursos que no necesitemos pero aun así suele
744 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea

ser más ágil y eficiente que otras búsquedas, puesto que las distintas ramas de los
directorios, por ejemplo, pueden ofrecer información muy completa o información
completamente irrelevante, con lo que los resultados de ese tipo de consulta son muy
irregulares.
No obstante, hay que pensar que existe una Internet invisible a la que únicamente
podemos acceder con buscadores específicos. Esta información oculta a la mayoría
de los buscadores está en continuo crecimiento gracias, por ejemplo, a las tecnologías
que permiten actualizar los contenidos de una página de modo sencillo o ajustar lo que
nos muestra una determinada página a los criterios de consulta que decide el usuario.
Sin ir más lejos, la mayor parte de los contenidos de la Web del Traductor Jurídico
(URL http://www.gitrad.uji.es) forma parte de esta web profunda. Existen, sin
embargo, buscadores específicos para este tipo de contenido, como CompletePlanet
(URL http://www.completeplanet.com). Si en este buscador introducimos una consulta
para la cadena «shipment arrival», el segundo resultado, por ejemplo, nos lleva a una
base de datos muy nutrida de cartas comerciales.
Pese a que los resultados de las consultas en este buscador son curiosos por cuanto
nos ofrecen información generalmente oculta, mi experiencia personal demuestra que
los contextos más útiles siguen encontrándose a través de Google, probablemente
debido al hecho de que la tecnología que alimenta su base de datos, pese a que no
puede acceder a toda la web, es más ágil que la de los buscadores de la Internet
profunda.

2.2.2. Internet como corpus y corpus electrónicos en línea

Figura 4. Resultados de la búsqueda de la cadena «Shipment Arrival» en


CompletePlanet
Documentación para la traducción inglés-español 745

La finalidad principal con la que se utiliza un corpus en investigación es encontrar


reglas de uso del lenguaje a partir de grandes cantidades de ejemplos. Como
traductores, los corpus nos interesan para encontrar contextos definitorios, como
hemos visto antes, pero también contextos lingüísticos que nos permitan solucionar
de forma rápida dudas concretas sobre el uso en un determinado ámbito y contexto.
Por ejemplo, si queremos asegurar que nuestra traducción respeta los rasgos
estilísticos de la cultura receptora necesitamos saber de la forma más precisa posible
cuáles son estos rasgos, huyendo de las intuiciones. Un corpus bien seleccionado y
una herramienta de explotación adecuada nos dirán si un término es convencional o
extraño, si una construcción sintáctica es o no adecuada, si un verbo y la conjugación
correspondiente pertenecen al discurso de la especialidad, etc. Para dar respuesta a
estas consultas resulta indispensable que los datos con los que trabajamos sean
representativos del discurso, y para ello es necesario que elijamos los textos en
función del objetivo del análisis. De esta forma, el tipo de corpus que compilemos será
siempre una decisión que tomemos en función de lo que nos interesa conocer (y del
tiempo que podamos invertir en esta tarea).
Como traductores, para trabajar con un corpus en el que encontrar respuestas
podemos optar por construirlo ad hoc para nuestros intereses o por seleccionar uno
que esté ya construido. Por lo general, los corpus en línea están elaborados por
equipos de investigación y los divulgan para que todos podamos beneficiarnos de su
uso (siempre que obtengan los permisos para reproducir los textos), aunque a menudo
no nos dan la posibilidad de descargarlos. Con todo, se pueden utilizar en línea y nos
ahorran el trabajo de recopilar nuestros propios textos. Aquí podemos ver algunos
ejemplos de estos corpus:
▪ Corpus de la RAE (castellano) http://www.rae.es > Consulta Bancos de
Datos Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) Corpus Diacrónico
del Español (CORDE).
▪ CT del IULA (catalán, castellano, inglés, francés y alemán) http://bran-
gaene.upf.es/bwananet/index.htm Corpus textual especializado plurilingüe
(incluye un solo texto de derecho).
▪ The Bank of English (inglés) http://www.titania.bham.ac.uk/docs/ Corpus
de 450 millones de palabras en inglés actual.
▪ Project Gutenberg http://www.promo.net/pg/ Textos literarios (una buena
fuente de textos, pero no permite explotarlos como corpus).
▪ TransSearch (francés e inglés) http://www.tsrali.com Corpus paralelo (in-
cluye originales y sus traducciones).
▪ WebCorp http://www.webcorp.org.uk Permite la explotación de todo texto
publicado en Internet.
La utilidad de estos recursos es clara, pero el mayor corpus que podemos imaginar
es el que conforman la multitud de páginas publicadas por Internet. A través de
buscadores como puede ser Google, podemos obtener resultados y limitar en algún
aspecto el alcance de la búsqueda. Por ejemplo, si dudamos entre traducir un café
746 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea

fuerte por strong coffee o heavy coffee, podemos buscar simplemente la cadena
«strong coffee» (entre comillas para que nos busque la concurrencia de las dos
palabras y no contextos donde aparezcan separadas) y después «heavy coffee». Una
primera ojeada a los resultados nos da la solución, atendiendo a la cantidad de
resultados en una y otra consulta y a las construcciones en las que aparecen las dos
concurrencias.
El problema con un corpus como Internet es la selección de muestras y la
fiabilidad de las fuentes. Por una parte, ya sabemos que todo lo que aparece en
Internet no proviene de una fuente de confianza y por eso habrá que evaluar los
resultados con cuidado, especialmente si buscamos términos especializados. Por otro
lado, el hecho de encontrarnos con todo tipo de textos y discursos hace que debamos
ir con mucho cuidado a la hora de consultar los términos jurídicos, ya que una de las
particularidades de éstos es que pueden significar cosas diferentes según la situación
comunicativa en la que los encontremos. Por ejemplo, attorney no quiere decir lo
mismo en un poder notarial que en una sentencia americana. Si intentamos averiguar
el significado del término a partir de los contextos de Internet, podemos limitar la
búsqueda por el dominio («attorney site:uk»). Con ello, obtendremos contextos de la
primera acepción.
Sin embargo, en otros casos quizá no conocemos la clave para buscar el sentido
adecuado y un corpus de las características de Internet podría confundirnos, y no
ayudarnos. Para evitarlo podemos utilizar algo que siempre puede saber el traductor
y es el género del que nos ha surgido el término. Si bien los encargos no siempre nos
aportan la información necesaria, lo que sí hacen es facilitarnos un texto que podemos
categorizar en relación con otros documentos del campo. Así, conociendo la situación
comunicativa, podemos acceder al significado de los términos en el contexto en que
nos interesan. Ante esto, es justo que lo traductores reclamemos un corpus organizado
por géneros como la ayuda más valiosa para encontrar contextos relevantes para
nuestras tareas.
Esta estructura es fácil de reproducir en cualquier corpus siempre que contemos
con una herramienta adecuada y aportemos datos relevantes en el procesamiento de
los textos. Ello nos obligaría, sin embargo, a construir un corpus propio. En este
sentido, el corpus de documentos jurídicos (CDJ, Corpus de Documentos Jurídicos, en
URL http://www.cdj.uji.es) del grupo GITRAD ofrece una alacena y una herramienta de
recuperación para los textos jurídicos originales y traducidos (esto es, un corpus
paralelo). Podemos utilizarlo como una alternativa a los corpus de construcción
propia y considerarlo el corpus de la comunidad virtual de traductores jurídicos. Este
corpus se ha ido alimentando de las contribuciones de sus creadoras, Anabel Borja y
Esther Monzó, así como de algunos textos encontrados en la red. No obstante, puede
participar todo aquél que esté interesado en ello poniéndose en contacto con el grupo
GITRAD (gitrad@uji.es). En él pueden seleccionarse textos por criterios como idioma,
género, sistema jurídico y rama del derecho, si son originales o traducidos o incluso
Documentación para la traducción inglés-español 747

si contienen una cadena de texto determinada. Además de esto, a partir de un original


puede consultarse su traducción. Este último tipo de consulta es especialmente útil
puesto que los traductores acceden así al trabajo de su propia comunidad, a las
soluciones que sus colegas han dado al mismo problema que generan nuestras dudas.
Ésta es sin duda una herramienta que todavía debe desarrollarse pero que promete
darnos resultados muy provechosos.

3. LA CREACIÓN DE NUEVOS RECURSOS: ¿UN ARCHIVO PERSONAL?

Suele decirse que la herramienta más valiosa que puede utilizar un traductor
jurídico es su archivo personal. Sin embargo, las (no tan nuevas) tecnologías de la
información y la comunicación pueden hacernos superar barreras antes infranqueables
y permitirnos construir conjuntamente un acervo cultural que aporte al traductor las
herramientas necesarias para ejercer su trabajo en mejores condiciones. Con esta
intención se han puesto ya en marcha varias iniciativas institucionales (como las del
grupo GITRAD o la red interuniversitaria LEXTRA, en URL www.lextra.uji.es). En su
seno o fuera de él, existen muchas oportunidades para que cada traductor pueda
aportar a su comunidad recursos de gran valor y utilizar asimismo los que aporten
otros miembros de su colectivo. Pese a que existen muchas vías para reciclar y
compartir información terminológica, conceptual y textual, en este apartado
comentaré tan sólo tres de ellas.

3.1. Compartir información sobre obras impresas

El proyecto BITRA, de la Universidad de Alicante (url http://www.ua.es/dpto/


trad.int/base/index.html), ha elaborado una importante base de datos referencial del
ámbito de la traductología que incluye gran cantidad de referencias bibliográficas
sobre la reflexión traductológica en general (Franco Aixelá, 2003). En la
especialización de traducción jurídica, el grupo Gitrad cuenta en la Web del Traductor
Jurídico con un repertorio bibliográfico de investigación y reflexión sobre la
traducción jurídica que próximamente se ampliará a obras de referencia y consulta
para la práctica de esta especialidad. Estas bases son, al menos hasta el momento,
responsabilidad de los grupos que las crean y no están abiertas a la colaboración
exterior, aunque existen vías para que los usuarios aporten sus sugerencias y hagan
crecer el repertorio a través de los gestores de estos grupos.
Por el contrario, Amazon (url http://www.amazon.com para los Estados Unidos,
http://www.amazon.co.uk para Gran Bretaña, http://www.amazon.fr para Francia o
http://www.amazon.de para Alemania) permite a todo usuario registrado aportar una
evaluación sobre la gran cantidad de obras incluidas en su base de datos. El único
inconveniente que esto supone es que las obras deben estar previamente referenciadas
en esta web, pero aun así aportar una valoración puede resultar una vía de
comunicación entre traductores en la que compartir si un libro es útil o no: podemos
748 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea

evaluar cualquier obra del 1 al 5 y, además, incluir un texto en el que podamos decir
si un diccionario aporta definiciones interesantes o irrelevantes, o comprende un
número suficiente de términos, si un manual de derecho tiene un índice excelente o
es poco ilustrativo, incluso si el papel en el que está impreso facilita un uso continuado
o causa reflejos molestos que atentan contra la ergonomía necesaria.
Conocer las deficiencias de las fuentes documentales resulta esencial para poder
orientar nuestras tareas documentales en la dirección adecuada en próximas dudas. Si,
a medida que consultamos diversas fuentes, evaluamos su calidad y organizamos esta
información de modo que podamos encontrarla de nuevo fácilmente no tan solo
podremos evitar caer dos veces en el error de consultar una fuente que no nos ayudó
en el pasado, sino que podremos gestionar nuestro presupuesto para la adquisición de
documentación y podremos compartir esta información con nuestros colegas para
ayudarles a la vez que fomentamos nuestra integración en un grupo profesional.
El mecanismo no es el ideal, puesto que en Amazon todavía no disponemos de
una lista de recursos específicos para el traductor jurídico (aunque la opción listmania
permite hacerlo). Pese a ello, éste puede ser un comienzo interesante hasta que demos
con la vía óptima.

Figura 5. Formulario para el envío de evaluaciones y correcciones sobre obras


editoriales (Amazon.com)

3.2. Compartir información sobre obras electrónicas

Otro modo de construir y compartir información es reunir y evaluar recursos


electrónicos. Para ello, el grupo GITRAD comparte información sobre glosarios y
otro tipo de recursos (como ya hemos comentado) y pone a disposición de sus
Documentación para la traducción inglés-español 749

colaboradores un formulario que permite introducir evaluaciones propias sobre


recursos que no se encuentren ya en la base de datos. Para ello debe proporcionarse
una información básica que incluye (véase también Monzó Nebot, 2005):
▪ Breve descripción.
▪ URL
▪ Idiomas en los que proporciona la información.
▪ Tipo de recurso (portal o directorio; catálogo o directorio bibliográfico;
web temática; revista; corpus o formulario; base de datos legislativa; lista
o grupo de discusión; centro de formación; asociación; buscador, etc.).
▪ Campo (derecho, economía, traducción, lengua, etc.)
▪ Especialidad (contratos, hipotecas, etc.).
▪ Tipo de autor (institucional, empresa, personal, etc.) y mención del autor.
▪ Disponibilidad para el uso público (si requiere registro, el pago de una
cuota, etc.)
▪ Comentarios adicionales.
▪ Valoración (del 1 al 5).
Esta base de datos y las formas en las que puede consultarse están en evolución
continua y con ello esperamos ofrecer una herramienta útil a los profesionales. Para
constatarlo o modificar nuestra actuación solicitamos a través de nuestra web toda
clase de comentarios que nos permitan mejorar.

3.3. Compartir textos originales y traducidos

Otro modo de compartir lo que el traductor va generando en sus procesos de


documentación es alimentar un corpus común de textos jurídicos. Como ya hemos
comentado, el grupo GITRAD ha puesto en marcha una iniciativa (CDJ) que permite
a los traductores consultar una base de datos textual de textos originales y traducidos
a través de criterios como el campo temático, la lengua o el género. A su vez, el
traductor puede alimentar este corpus con nuevos documentos siempre que se ponga
en contacto previamente con el grupo, puesto que se necesita una contraseña. Para
incorporar un texto a esta base de datos la persona colaboradora puede optar por
aportar mayor o menor cantidad de información, aunque si, por ejemplo, introduce un
texto en español y no rellena el campo correspondiente a la lengua nadie podrá
recuperar este documento con una consulta que seleccione los documentos escritos
en español.
Este corpus y su herramienta de explotación son mejorables, pero en la situación
actual de nuestras herramientas de trabajo constituye un aliado que nos proporciona
un gran servicio. Sin duda, esta utilidad irá creciendo a medida que entre todos lo
alimentemos y aportemos ideas que puedan mejorar su funcionamiento.
750 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea

4. REFLEXIONES FINALES: LA (IN)FORMACIÓN CONTINUA

Del mismo modo en que un traductor técnico no debe poder reparar un vehículo,
el traductor jurídico no aplica y ejerce el derecho, sino que lo comprende y lo
comunica (Valderrey Reñones, 2002, Lavoie, 2003). Para ello, debe dominar los
procesos de adquisición de (in)formación, que empleará constantemente a lo largo de
su vida profesional. Por otro lado, las tecnologías de la información y la comunicación
nos abren nuevas puertas para que podamos crear y compartir herramientas que
puedan satisfacer nuestras necesidades. Para ello son necesarios grandes esfuerzos y
un compromiso conjunto de profesionales, investigadores e instituciones.
En las tareas de documentación que llevamos a cabo en nuestro trabajo diario
creamos nuevos documentos y permitimos que otros accedan a nuestra síntesis,
adecuada al encargo y plasmada en la traducción. Las tecnologías nos facilitan que,
además de cumplir con las demandas profesionales, pongamos a disposición de
nuestros colegas éstas y otras síntesis para que entre todos creemos una potente
herramienta de documentación en la que cada uno seamos a la vez productores y
consumidores de información.
Está en nuestras manos decidir si aceptamos o no este reto, pero debemos ser
conscientes de que se trata de un trabajo necesario. La realidad jurídica sigue
complicándose y constantemente se requieren nuevas fuentes para explicar nuevos
conceptos. La omnisciencia es inalcanzable y como profesionales éticos seguiremos
actualizando ágilmente nuestros conocimientos con los nuevos encargos, en la medida
en la que escojamos enfrentarnos a nuevos desafíos. La satisfacción de encontrar y
conocer puede incrementarse con la generosidad de compartir y con la seguridad de
saber que nuestros colegas nos acompañan día a día colaborando con nueva
información que encontraremos y que nos ayudará en nuestras dudas futuras.

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