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Esther Monzó
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Documentación para
la traducción inglés-español
ESTHER MONZÓ 1
1. INTRODUCCIÓN
En un estudio previo (Monzó Nebot, 2002), pude observar que las obras
lexicográficas especializadas son las más utilizadas por parte de los traductores
jurados profesionales, seguidas de las textuales (principalmente, traducciones
anteriores) y las conceptuales. En la combinación inglés-español, contamos con varias
obras del primer grupo que definen los conceptos del derecho, bien en inglés, bien en
español, o que proporcionan equivalentes (bien sea en las dos direcciones o bien en
una de ellas). (Véase también Mayoral Asensio y Sánchez-Lafuente, 1994.)
2
En el caso del derecho escrito en español resulta interesante consultar obras de derecho colom-
biano (Bohórquez Botero, 2000), por ejemplo, en cuya terminología se aprecian claras influencias del
derecho americano.
736 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea
En cuanto a los diccionarios bilingües, ésta es una fuente especialmente útil para
el traductor por su estructuración por lemas y porque, como el propio traductor, estas
obras trabajan contrastivamente con pares de lenguas. Pese a ello, algunos estudios
revelan que los traductores expertos recurren con menor frecuencia a estas obras
(véanse en este sentido los estudios de Jääskeläinen, 1987, y de Künzli, 2001). En el
campo de la traducción jurídica, y ante situaciones, conceptos y figuras recurrentes
(el repertorio jurídico es limitado), es lógico que cuanta más experiencia y
especialización adquiere un profesional en una determinada área de derecho menor
será la frecuencia con la que consulte estos libros.
En la combinación inglés-español, el diccionario bilingüe más utilizado es sin
duda el de Alcaraz y Hughes (1993), del que actualmente puede encontrarse la
segunda impresión de su séptima edición y que incorpora en esta última una
ampliación sustancial de la parte dedicada a la traducción del español hacia el inglés
de los términos. Es un diccionario muy útil por cuanto no sólo proporciona
equivalencias (lo que en una combinación lingüística en la que la asimetría de
conceptos es tan frecuente resulta arriesgado) sino que en los casos conflictivos (por
ejemplo, auto, en español) proporciona explicaciones que orientan la decisión de cada
traductor en función de su propio encargo (también otros diccionarios tienen este
planteamiento, aunque el resultado es en ocasiones menos afortunado, véase Dahl,
2005). En otros casos, los diccionarios bilingües se limitan a ofrecer equivalencias
fuera de contexto y ni siquiera hacen referencia a la rama del derecho en la que se sitúa
el término en lengua origen o lengua meta (Lacasa Navarro y Díaz de Bustamante,
1986).
Un contraejemplo de este caso es el diccionario político y constitucional de
Lavenue (1995). En este caso, los idiomas trabajados son inglés y francés, pero si
podemos utilizarlo veremos que las definiciones y las entradas escogidas nos aportan
información cultural muy útil de la vida y las instituciones políticas americanas.
Incluye, por ejemplo, la expresión «I have a dream» de Martin Luther King (p. 111),
o todo tipo de eslóganes políticos. En cuanto a las instituciones, un ejemplo sería esta
definición del Chicago Borrad of Trade (CBOT), que aporta información sociocultural
de gran utilidad (p. 49):
Le plus grand marché à terme pour le blé, avoine et soja (référence mondiale).
L’une des forteresse du «green power» (pouvoir alimentaire), les Etats-Unis étant le 1er
producteur mondial de blé et de maïs.
Otro tipo de diccionarios bilingües que ofrecen grandes posibilidades para la tarea
del traductor son los que se especializan en ramas concretas del derecho. En este
sentido cabe destacar los que han aparecido recientemente en la editorial Ariel bajo
la dirección de Enrique Alcaraz (Campos Pardillos, 2003, Castro Calvín, 2003, Mateo
Documentación para la traducción inglés-español 737
1987, González Gutiérrez y Rivera Serrano, 1997), derecho laboral (Montoya Melgar,
Miñambres Puig y Cuilez Martínez, 1998, Cañizares Planelles y González Gutiérrez,
2001), etc.
Las citadas son sólo algunas de las obras que pueden encontrarse en derecho
español, pero en derecho inglés, además de la conocida enciclopedia de formularios
(Walton, 1985-1993), de la que puede encontrarse también una versión electrónica,
encontramos otras de gran utilidad sobre materias concretas (Lush, Wood y Bishop,
2001, Brighouse, Endicott y Jones, 2002, Owen y Clark, 2002, Duggan, 2004, Fraser
y Iron, 2004). Son muy abundantes las compilaciones de modelos referidos a la
administración de todo tipo de sociedades (Law Pack, 1999, Impey y Montague,
2001, Jerry, 2003, Egan, Gilvarry y Graham, 2004, Leighton, Lowe y Duzer, 2004)
y particularmente útil en materia judicial es el Archbold (Richardson y Thomas,
2004), que también puede consultarse en CD-Rom. En la cultura anglosajona cuentan
también con gran tradición las guías que facilitan a un lector lego en derecho redactar
textos jurídicos (Irving y Randolph, 1999), en especial en relación con los testamentos
(Wong, 1992, Consumers Association, 2001, Law Pack, 2002, Lowe, 2003). Estas
guías son asimismo útiles para el traductor, puesto que no sólo proporcionan modelos
sino también explicaciones accesibles de su uso.
Las obras de Derecho al uso están pensadas para personas interesadas en aprender
esta materia. Por lo general, su estructuración no es la más eficiente para nuestros
propósitos, puesto que al consultar estas obras nos suele mover una duda a la que en
un primer momento sólo podemos asociar uno o varios términos en lengua origen.
Tanto si lo que buscamos es su significado como una explicación más amplia, lo más
eficiente sería disponer de obras estructuradas por lemas. Sin embargo, en las obras
existentes que se organizan de este modo (diccionarios y enciclopedias) no se recogen
por lo general tantos términos (y colocaciones) como podríamos extraer, por ejemplo,
de un manual de derecho especializado en el tema con el que trabajamos. Por ello es
muy posible que un concepto con el que no damos en un diccionario pueda aclararse
con la consulta de manuales. Si estos manuales disponen de índices temáticos, la
consulta es mucho más ágil. No obstante, si nos dirigimos a manuales en lengua
término los índices temáticos resultan menos útiles si no conocemos la forma que
reviste el concepto que nos interesa o si, incluso, no sabemos si existe o no en el
sistema jurídico de llegada. En este caso los índices de contenidos constituyen la
única guía para acceder al contenido de la obra y nos permiten obtener una idea global
de la materia con la que trabajamos.
Pese a su utilidad, los manuales son más adecuados para el ritmo de la formación,
más pausado y menos selectivo, que para el de la información del traductor, donde lo
que prima es encontrar una solución en un tiempo reducido. A su favor tienen la
Documentación para la traducción inglés-español 739
facilidad con la que las editoriales ponen a nuestra disposición este tipo de obras tanto
en el sistema español (Albaladejo, 2004, Hernández Izal, 2004, Lete del Río, 2004,
entre muchas otras) como en el anglosajón (a modo de ejemplo, Martin, 2002, Tiernan
y Birmingham, 2002, Quinn y Elliott, 2004, Selwyn, 2004, Davies, 2005). Un tipo
especial de manuales son los que tienen una vocación divulgativa y, aunque en el
sistema español son escasos, resultan extremadamente interesantes (Sáez González,
2003). En el sistema anglosajón, son varias las síntesis de conceptos jurídicos sobre
una determinada materia que se ofrecen como guía rápida (Curzon, 2003, Emanuel,
2003, Emanuel, 2004, Keenan y Riches, 2004) o los manuales de secundaria que
introducen el derecho y sus principales ramas (O’Riordan, 2002, Charman, Martin y
Turner, 2003, Jackson, 2003).
También son de gran utilidad los que, sin ser compendios de textos, se centran en
los conceptos jurídicos propios de determinados géneros textuales. Estos libros nos
permiten conocer en profundidad el contexto de situación del texto que tenemos entre
manos, tanto en lo que se refiere a documentos ingleses (Haggard, 2002, Anderson y
Keevey-Othari, 2004, Kessler, 2004, Adams, 2005) como a los redactados en español
(Badenes Gasset, 2004, Verd de Gregorio, 2004, Veiga Copo, 2005). El trabajo con
este tipo de obras nos permite adquirir un conocimiento pormenorizado de los
géneros, de los elementos reales y personales, de los posibles contenidos, formas,
funciones y efectos jurídicos.
Otro tipo de manuales de gran utilidad son los de derecho comparado y, en
especial, los que estudian instituciones o funciones, por ejemplo, del derecho inglés
estando redactados en español (Galiana Moreno, 1978, dell’Aguila, 2001, Celador
Angón, 2001, Garrido Melero y Fugardo Estivill, 2005). También en este caso,
encontramos en la cultura anglosajona volúmenes que se preocupan en mayor medida
por la divulgación y junto a obras especializadas (Villiers, 1999) y enciclopédicas
(Zweigert y Drobnig, 1973-85) podemos encontrar otras que explican nuestro propio
derecho a los lectores ingleses (Searl, 2001). 3 La consulta de estas obras nos permite
acceder a definiciones contrastivas, puesto que hablar de un derecho ajeno en la
lengua propia obliga al jurista que redacta estos trabajos a realizar las matizaciones
y precisiones necesarias en cuanto a las relaciones entre el concepto ajeno y el
lenguaje propio que se utiliza para describirlo.
Asimismo, son destacables algunas escasas publicaciones de legislación traducida.
En el caso del español, contamos con la traducción al inglés de legislación en materia
de sociedades (Riband y Minguela, 1996, Ernst and Young, 1999), de la colección
Legislation in Translation, que publica traducciones al inglés de varias lenguas. En
el caso del francés, encontramos una obra que no sólo propone traducciones sino que
sitúa cada normativa en su contexto a través de una breve introducción (Bermann y
Kirch, 2005). Fuera del ámbito legislativo, encontramos documentación interesante,
3
En esta categoría podemos encontrar algunas curiosidades sobre épocas anteriores de nuestro
sistema jurídico (Latey, 1933, Fraga Iribarne, 1967, Holmes, 1983).
740 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea
Diccionario de extranjería
(http://www.conpapeles.com/glosario_juridico.php), con términos
útiles para los encargos vinculados a la regularización de inmigrantes
en nuestro Estado.
Diccionario judicial (Gobierno de Canarias)
(http://www.gobiernodecanarias.org/dgjusticia/Gestion/biblioteca/Dic
cionario/Letra%20A.htm). Diccionario extenso con definiciones claras.
Una iniciativa del grupo de investigación GITRAD (URL http://www.gitrad.uji.es) se
ha propuesto centralizar todos estos recursos y, a la vez, ofrecer información básica
que permita al traductor evaluar si el glosario en cuestión podrá proporcionarle los
datos que necesita (para una explicación más detallada de la iniciativa véase Monzó
Nebot, 2005). Con cada enlace se menciona el autor, si es necesario registrarse o
abonar alguna cantidad para consultar el glosario, el formato de la consulta, la
información que proporciona (sólo términos, también definiciones, sólo
equivalencias, etc.), las lenguas que incluye, el número de entradas y una puntuación
sobre su utilidad (de 1 a 5). La figura que sigue muestra una imagen de los glosarios
que se incluyen en la base de datos y que aparecen al seleccionar el inglés en la
consulta.
Si bien esta centralización de los recursos supone una gran comodidad para el
traductor jurídico, el ideal es sin duda poder consultar todos los términos disponibles
a través de un único motor de búsqueda, puesto que eso incrementa de un modo
notable la posibilidad de que nuestras consultas tengan éxito. Onelook (URL
742 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea
Para poder ver las distintas definiciones debe accederse a cada una de las páginas
que albergan los diccionarios, con lo que la consulta se hace un tanto lenta. Por otro
lado, el buscador incorpora la posibilidad de obtener información de diccionarios
bilingües, con lo que pueden encontrarse traducciones a distintos idiomas de los
términos en inglés. Con todo, en esta opción los glosarios jurídicos son insuficientes,
y las consultas suelen ser infructuosas.
Otro motor de búsqueda en diccionarios es el conocido buscador de ámbito general
Google. A través del comando «define:» seguido del término buscado, este motor nos
proporciona una lista surtida de definiciones con mención de la web en la que se
encuentran. En la figura se ofrece el ejemplo de la búsqueda «define: conveyance».
En este caso, las definiciones permiten solucionar dudas de modo eficiente, pero, si
el término buscado tiene un uso extendido en la lengua general o en otros ámbitos,
las búsquedas, desafortunadamente, son menos productivas.
La forma en la que Google nos presenta la información es más diligente, puesto
que pueden consultarse las distintas definiciones de un sólo vistazo. Por descontado,
si pudiésemos limitar la búsqueda a los glosarios de contenido jurídico la eficiencia
Documentación para la traducción inglés-español 743
Otra fuente de información digital son los distintos sitios que nos proporcionan
información conceptual. Podemos encontrar portales de derecho (por ejemplo,
Pórtico legal, en URL http://www.porticolegal.com/), webs temáticas sobre distintas
y variadas ramas del derecho (sobre derecho informático puede consultarse Derecho
informático, en URL http://www.derechoinformatico.com/), o revistas de derecho (por
ejemplo, InDret, en URL http://www.indret.com/). Todos estos recursos puede
consultarse de un modo organizado a través de directorios especializados que los
estructuran, como el de Yahoo (en URL http://dir.yahoo.com/Government/Law/ para
el derecho americano, http://uk.dir.yahoo.com/Government/Law/ para el británico, y
http://es.dir.yahoo.com/Politica_y_gobierno/Derecho/ para el español).
Con todo, nuestras necesidades informativas hacen que las tareas documentales del
traductor jurídico se vean más beneficiadas con una búsqueda por concurrencias en
la mayor base de datos textual, Internet, que incorpora gran número de páginas
temáticas que explican a agentes especializados o no los conceptos del derecho.
Buscadores como Google o Yahoo nos permiten acotar búsquedas (que contengan
una cadena o expresión, que estén escritos en un idioma determinado, que aparezcan
en un dominio nacional concreto o que estén en un formato de archivo definido) y
obtener documentos que cumplan todos esos requisitos. Por supuesto, el resultado de
la búsqueda nos proporcionará varios recursos que no necesitemos pero aun así suele
744 La traducción y la interpretación jurídicas en la Unión Europea
ser más ágil y eficiente que otras búsquedas, puesto que las distintas ramas de los
directorios, por ejemplo, pueden ofrecer información muy completa o información
completamente irrelevante, con lo que los resultados de ese tipo de consulta son muy
irregulares.
No obstante, hay que pensar que existe una Internet invisible a la que únicamente
podemos acceder con buscadores específicos. Esta información oculta a la mayoría
de los buscadores está en continuo crecimiento gracias, por ejemplo, a las tecnologías
que permiten actualizar los contenidos de una página de modo sencillo o ajustar lo que
nos muestra una determinada página a los criterios de consulta que decide el usuario.
Sin ir más lejos, la mayor parte de los contenidos de la Web del Traductor Jurídico
(URL http://www.gitrad.uji.es) forma parte de esta web profunda. Existen, sin
embargo, buscadores específicos para este tipo de contenido, como CompletePlanet
(URL http://www.completeplanet.com). Si en este buscador introducimos una consulta
para la cadena «shipment arrival», el segundo resultado, por ejemplo, nos lleva a una
base de datos muy nutrida de cartas comerciales.
Pese a que los resultados de las consultas en este buscador son curiosos por cuanto
nos ofrecen información generalmente oculta, mi experiencia personal demuestra que
los contextos más útiles siguen encontrándose a través de Google, probablemente
debido al hecho de que la tecnología que alimenta su base de datos, pese a que no
puede acceder a toda la web, es más ágil que la de los buscadores de la Internet
profunda.
fuerte por strong coffee o heavy coffee, podemos buscar simplemente la cadena
«strong coffee» (entre comillas para que nos busque la concurrencia de las dos
palabras y no contextos donde aparezcan separadas) y después «heavy coffee». Una
primera ojeada a los resultados nos da la solución, atendiendo a la cantidad de
resultados en una y otra consulta y a las construcciones en las que aparecen las dos
concurrencias.
El problema con un corpus como Internet es la selección de muestras y la
fiabilidad de las fuentes. Por una parte, ya sabemos que todo lo que aparece en
Internet no proviene de una fuente de confianza y por eso habrá que evaluar los
resultados con cuidado, especialmente si buscamos términos especializados. Por otro
lado, el hecho de encontrarnos con todo tipo de textos y discursos hace que debamos
ir con mucho cuidado a la hora de consultar los términos jurídicos, ya que una de las
particularidades de éstos es que pueden significar cosas diferentes según la situación
comunicativa en la que los encontremos. Por ejemplo, attorney no quiere decir lo
mismo en un poder notarial que en una sentencia americana. Si intentamos averiguar
el significado del término a partir de los contextos de Internet, podemos limitar la
búsqueda por el dominio («attorney site:uk»). Con ello, obtendremos contextos de la
primera acepción.
Sin embargo, en otros casos quizá no conocemos la clave para buscar el sentido
adecuado y un corpus de las características de Internet podría confundirnos, y no
ayudarnos. Para evitarlo podemos utilizar algo que siempre puede saber el traductor
y es el género del que nos ha surgido el término. Si bien los encargos no siempre nos
aportan la información necesaria, lo que sí hacen es facilitarnos un texto que podemos
categorizar en relación con otros documentos del campo. Así, conociendo la situación
comunicativa, podemos acceder al significado de los términos en el contexto en que
nos interesan. Ante esto, es justo que lo traductores reclamemos un corpus organizado
por géneros como la ayuda más valiosa para encontrar contextos relevantes para
nuestras tareas.
Esta estructura es fácil de reproducir en cualquier corpus siempre que contemos
con una herramienta adecuada y aportemos datos relevantes en el procesamiento de
los textos. Ello nos obligaría, sin embargo, a construir un corpus propio. En este
sentido, el corpus de documentos jurídicos (CDJ, Corpus de Documentos Jurídicos, en
URL http://www.cdj.uji.es) del grupo GITRAD ofrece una alacena y una herramienta de
recuperación para los textos jurídicos originales y traducidos (esto es, un corpus
paralelo). Podemos utilizarlo como una alternativa a los corpus de construcción
propia y considerarlo el corpus de la comunidad virtual de traductores jurídicos. Este
corpus se ha ido alimentando de las contribuciones de sus creadoras, Anabel Borja y
Esther Monzó, así como de algunos textos encontrados en la red. No obstante, puede
participar todo aquél que esté interesado en ello poniéndose en contacto con el grupo
GITRAD (gitrad@uji.es). En él pueden seleccionarse textos por criterios como idioma,
género, sistema jurídico y rama del derecho, si son originales o traducidos o incluso
Documentación para la traducción inglés-español 747
Suele decirse que la herramienta más valiosa que puede utilizar un traductor
jurídico es su archivo personal. Sin embargo, las (no tan nuevas) tecnologías de la
información y la comunicación pueden hacernos superar barreras antes infranqueables
y permitirnos construir conjuntamente un acervo cultural que aporte al traductor las
herramientas necesarias para ejercer su trabajo en mejores condiciones. Con esta
intención se han puesto ya en marcha varias iniciativas institucionales (como las del
grupo GITRAD o la red interuniversitaria LEXTRA, en URL www.lextra.uji.es). En su
seno o fuera de él, existen muchas oportunidades para que cada traductor pueda
aportar a su comunidad recursos de gran valor y utilizar asimismo los que aporten
otros miembros de su colectivo. Pese a que existen muchas vías para reciclar y
compartir información terminológica, conceptual y textual, en este apartado
comentaré tan sólo tres de ellas.
evaluar cualquier obra del 1 al 5 y, además, incluir un texto en el que podamos decir
si un diccionario aporta definiciones interesantes o irrelevantes, o comprende un
número suficiente de términos, si un manual de derecho tiene un índice excelente o
es poco ilustrativo, incluso si el papel en el que está impreso facilita un uso continuado
o causa reflejos molestos que atentan contra la ergonomía necesaria.
Conocer las deficiencias de las fuentes documentales resulta esencial para poder
orientar nuestras tareas documentales en la dirección adecuada en próximas dudas. Si,
a medida que consultamos diversas fuentes, evaluamos su calidad y organizamos esta
información de modo que podamos encontrarla de nuevo fácilmente no tan solo
podremos evitar caer dos veces en el error de consultar una fuente que no nos ayudó
en el pasado, sino que podremos gestionar nuestro presupuesto para la adquisición de
documentación y podremos compartir esta información con nuestros colegas para
ayudarles a la vez que fomentamos nuestra integración en un grupo profesional.
El mecanismo no es el ideal, puesto que en Amazon todavía no disponemos de
una lista de recursos específicos para el traductor jurídico (aunque la opción listmania
permite hacerlo). Pese a ello, éste puede ser un comienzo interesante hasta que demos
con la vía óptima.
Del mismo modo en que un traductor técnico no debe poder reparar un vehículo,
el traductor jurídico no aplica y ejerce el derecho, sino que lo comprende y lo
comunica (Valderrey Reñones, 2002, Lavoie, 2003). Para ello, debe dominar los
procesos de adquisición de (in)formación, que empleará constantemente a lo largo de
su vida profesional. Por otro lado, las tecnologías de la información y la comunicación
nos abren nuevas puertas para que podamos crear y compartir herramientas que
puedan satisfacer nuestras necesidades. Para ello son necesarios grandes esfuerzos y
un compromiso conjunto de profesionales, investigadores e instituciones.
En las tareas de documentación que llevamos a cabo en nuestro trabajo diario
creamos nuevos documentos y permitimos que otros accedan a nuestra síntesis,
adecuada al encargo y plasmada en la traducción. Las tecnologías nos facilitan que,
además de cumplir con las demandas profesionales, pongamos a disposición de
nuestros colegas éstas y otras síntesis para que entre todos creemos una potente
herramienta de documentación en la que cada uno seamos a la vez productores y
consumidores de información.
Está en nuestras manos decidir si aceptamos o no este reto, pero debemos ser
conscientes de que se trata de un trabajo necesario. La realidad jurídica sigue
complicándose y constantemente se requieren nuevas fuentes para explicar nuevos
conceptos. La omnisciencia es inalcanzable y como profesionales éticos seguiremos
actualizando ágilmente nuestros conocimientos con los nuevos encargos, en la medida
en la que escojamos enfrentarnos a nuevos desafíos. La satisfacción de encontrar y
conocer puede incrementarse con la generosidad de compartir y con la seguridad de
saber que nuestros colegas nos acompañan día a día colaborando con nueva
información que encontraremos y que nos ayudará en nuestras dudas futuras.
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