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Orientada a las PAU.

Dpto. Lengua Castellana y Literatura.

IES Joan Fuster (Bellreguard)

Prof. Francisco Javier Chiner Llorens.

ÍNDICE DEL CONTENIDO. La cogida y la muerte


La sangre derramada
1. Poema del cante jondo.(1921-31) Cuerpo presente
Alma ausente
-Baladlla de los tres ríos.
-Sorpresa.
6. Divan del Tamarit (1931-34)
2. Canciones (1927)
Casida de la mujer tendida
-El lagarto está llorando. Casida de las palomas oscuras
Canción del Jinete (1860)
Despedida
Suicidio
7. Sonetos del amor oscuro (1935-36)
3. Romancero Gitano (1928)
Soneto de la dulce queja
Romance de la luna, luna El poeta pide a su amor que le escriba
Romance sonámbulo El poeta dice la verdad.
Romance de la pena negra
Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla
Romance de la Guardia Civil española. RECOMENDACIÓN PARA UNA INOLVIDABLE LECTURA

4. Poeta en Nueva York (1929-30)


Una antología poética es una selección de textos poéticos de un determinado autor.
La aurora Es importante que observes cómo los poemas han sido ordenados
Nueva York (oficina y denuncia) cronológicamente. La vida de cualquier persona y en especial la de un poeta oscila
Grito hacia Roma (Desde la torre del Chrysler Building) entre tres puntos, el recuerdo, las sensaciones presentes y la visión y creación
futura de su expresión artística. De ahí que toda poesía en un trayecto emocional y
5. Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1934-35) vital pero también la vida de un poeta es aunque infinita y eterna, un itinerario por
unos cauces emocionales que solo el verso, el ritmo, la entonación, la temática y
las imágenes dan cuenta de ello. Lorca, a través de su poesía, abre su mundo más
íntimo y sus vivencias más sobrecogedoras, enigmáticas y fascinantes a los
lectores, leer esta antología es transportarte a su lado, escuchar cómo en su código Francisco Javier Chiner.
cifrado de poeta, te va a transmitir secretos, emociones y maneras de entender y
reaccionar ante un paisaje, una cultura, una sociedad y unos conflictos de la época
en la que le tocó vivir y morir.

Lee con el corazón, escucha con el alma e imagina con la mente. Serás más feliz y
más sabio cuando termines esta lectura, porque lo habrás conseguido, habrás
invocado la voz del poeta.

Disfrútala mucho.
1. Poema del cante jondo.(1921-31) Guadalquivir, alta torre Madre.
y viento en los naranjales ¡Cómo temblaba el farolito
-Baladlla de los tres ríos. Darro y Genil, torrecillas de la calle!
muertas sobre los estanques.
Era madrugada. Nadie
¡Ay, amor pudo asomarse a sus ojos
A Salvador Quintero
que se fue por el aire! abiertos al duro aire.
El río Guadalquivir
¡Quién dirá que el agua lleva Que muerto se quedó en la calle
va entre naranjos y olivos
un fuego fatuo de gritos! que con un puñal en el pecho
Los dos ríos de Granada
y que no lo conocía nadie.
bajan de la nieve al trigo.
¡Ay amor
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
que se fue y no vino!
2. Canciones (1927)
Lleva azahar, lleva olivas,
El río Guadalquivir
Andalucía a tus mares.
tiene las barbas granates -El lagarto está llorando.
Los dos ríos de Granada,
Ay, amor
uno llanto y otro sangre. El lagarto está llorando.
que se fue por el aire!
La lagarta está llorando.
¡Ay, amor El lagarto y la lagarta con delantalitos blancos.
que se fue por el aire! Han perdido sin querer su anillo de desposados.
¡Ay! su anillito de plomo,
Para los barcos de vela -Sorpresa. ¡ay! su anillito plomado
Sevilla tiene un camino; Un cielo grande y sin gente
por el agua de Granada monta en su globo a los pájaros.
sólo reman los suspiros. Muerto se quedó en la calle El sol, capitán redondo,
con un puñal en el pecho. lleva un chaleco de raso.
¡Ay, amor¡ No lo conocía nadie. ¡Miradlos qué viejos son!
que se fue y no vino! ¡Qué viejos son los lagartos!
¡Cómo temblaba el farol!
¡Ay, cómo lloran y lloran! 3. Romancero Gitano (1928)
¡Ay, ay, cómo están llorando! Si muero,
dejad el balcón abierto. Romance de la luna, luna
Canción del Jinete (1860) El niño come naranjas. La luna vino a la fragua
(Desde mi balcón lo veo). con su polisón de nardos.
En la luna negra El niño la mira mira.
de los bandoleros, El segador siega el trigo. El niño la está mirando.
cantan las espuelas. (Desde mi balcón lo siento).
En el aire conmovido
Caballito negro. ¡Si muero, mueve la luna sus brazos
¿Dónde llevas tu jinete muerto? dejad el balcón abierto! y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
...Las duras espuelas
del bandido inmóvil Suicidio Huye luna, luna, luna.
que perdió las riendas. Si vinieran los gitanos,
(Quizá fue por no saberte la Geometría) harían con tu corazón
Caballito frío. collares y anillos blancos.
¡Qué perfume de flor de cuchillo! El jovencito se olvidaba.
Eran las diez de la mañana. Niño déjame que baile.
En la luna negra Cuando vengan los gitanos,
sangraba el costado Su corazón se iba llenando te encontrarán sobre el yunque
de Sierra Morena. de alas rotas y flores de trapo. con los ojillos cerrados.

Caballito negro. Notó que ya no le quedaba Huye luna, luna, luna,


¿Dónde llevas tu jinete muerto? en la boca más que una palabra. que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
La noche espolea Y al quitarse los guantes, caía, mi blancor almidonado.
sus negros ijares de sus manos, suave ceniza.
clavándose estrellas. El jinete se acercaba
Por el balcón se veía una torre. tocando el tambor del llano.
Caballito frió. El se sintió balcón y torre. Dentro de la fragua el niño,
¡Qué perfume de flor de cuchillo! tiene los ojos cerrados.
Vio, sin duda, cómo le miraba
En la luna negra, el reloj detenido en su caja. Por el olivar venían,
¡un grito! y el cuerno bronce y sueño, los gitanos.
largo de la hoguera. Vio su sombra tendida y quieta Las cabezas levantadas
en el blanco diván de seda. y los ojos entornados.
Caballito negro. ¡Cómo canta la zumaya,
¿Dónde llevas tu jinete muerto? Y el joven rígido, geométrico, ay como canta en el árbol!
con un hacha rompió el espejo. Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.
Despedida Al romperlo, un gran chorro de sombra
inundó la quimérica alcoba.
Dentro de la fragua lloran, Compadre, vengo sangrando, ¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
dando gritos, los gitanos. desde los montes de Cabra. ¿Dónde está mi niña amarga?
El aire la vela, vela. Si yo pudiera, mocito, ¡Cuántas veces te esperó!
el aire la está velando. ese trato se cerraba. ¡Cuántas veces te esperara,
Pero yo ya no soy yo, cara fresca, negro pelo,
ni mi casa es ya mi casa. en esta verde baranda!
Romance sonámbulo Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama. *
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda. Sobre el rostro del aljibe
Verde que te quiero verde.
¿No ves la herida que tengo se mecía la gitana.
Verde viento. Verdes ramas.
desde el pecho a la garganta? Verde carne, pelo verde,
El barco sobre la mar
Trescientas rosas morenas con ojos de fría plata.
y el caballo en la montaña.
lleva tu pechera blanca. Un carámbano de luna
Con la sombra en la cintura
Tu sangre rezuma y huele la sostiene sobre el agua.
ella sueña en su baranda,
alrededor de tu faja. La noche su puso íntima
verde carne, pelo verde,
Pero yo ya no soy yo, como una pequeña plaza.
con ojos de fría plata.
ni mi casa es ya mi casa. Guardias civiles borrachos,
Verde que te quiero verde.
Dejadme subir al menos en la puerta golpeaban.
Bajo la luna gitana,
hasta las altas barandas, Verde que te quiero verde.
las cosas le están mirando
dejadme subir, dejadme, Verde viento. Verdes ramas.
y ella no puede mirarlas.
hasta las verdes barandas. El barco sobre la mar.
Barandales de la luna Y el caballo en la montaña.
* por donde retumba el agua.

Verde que te quiero verde. *


Grandes estrellas de escarcha, Romance de la pena negra
vienen con el pez de sombra
Ya suben los dos compadres A José Navarro Pardo
que abre el camino del alba.
hacia las altas barandas.
La higuera frota su viento
Dejando un rastro de sangre. Las piquetas de los gallos
con la lija de sus ramas,
Dejando un rastro de lágrimas. cavan buscando la aurora,
y el monte, gato garduño,
Temblaban en los tejados cuando por el monte oscuro
eriza sus pitas agrias.
farolillos de hojalata. baja Soledad Montoya.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Mil panderos de cristal,
Ella sigue en su baranda,
herían la madrugada. Cobre amarillo, su carne,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga. huele a caballo y a sombra.
* Yunques ahumados sus pechos,
* gimen canciones redondas.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas. Soledad, ¿por quién preguntas
Compadre, quiero cambiar sin compaña y a estas horas?
Los dos compadres subieron.
mi caballo por su casa,
El largo viento, dejaba
mi montura por su espejo, Pregunte por quien pregunte,
en la boca un raro gusto
mi cuchillo por su manta. dime: ¿a ti qué se te importa?
de hiel, de menta y de albahaca.
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona. Antonio Torres Heredia, A las nueve de la noche
hijo y nieto de Camborios, lo llevan al calabozo,
Soledad de mis pesares, con una vara de mimbre mientras los guardias civiles
caballo que se desboca,
va a Sevilla a ver los toros. beben limonada todos.
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
Moreno de verde luna Y a las nueve de la noche
anda despacio y garboso. le cierran el calabozo,
No me recuerdes el mar, Sus empavonados bucles mientras el cielo reluce
que la pena negra, brota le brillan entre los ojos. como la grupa de un potro.
en las tierras de aceituna A la mitad del camino
bajo el rumor de las hojas. cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua Romance de la Guardia Civil española.
¡Soledad, qué pena tienes! hasta que la puso de oro.
¡Qué pena tan lastimosa! Y a la mitad del camino, A Juan Guerrero,
Lloras zumo de limón bajo las ramas de un olmo, Cónsul general de la Poesía
agrio de espera y de boca.
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo. Los caballos negros son.
¡Qué pena tan grande! Corro Las herraduras son negras.
mi casa como una loca, *
Sobre las capas relucen
mis dos trenzas por el suelo, El día se va despacio, manchas de tinta y de cera.
de la cocina a la alcoba. la tarde colgada a un hombro, Tienen, por eso no lloran,
¡Qué pena! Me estoy poniendo dando una larga torera de plomo las calaveras.
de azabache carne y ropa. sobre el mar y los arroyos. Con el alma de charol
¡Ay, mis camisas de hilo! Las aceitunas aguardan vienen por la carretera.
¡Ay, mis muslos de amapola! la noche de Capricornio, Jorobados y nocturnos,
y una corta brisa, ecuestre, por donde animan ordenan
Soledad: lava tu cuerpo silencios de goma oscura
salta los montes de plomo.
con agua de las alondras, y miedos de fina arena.
y deja tu corazón
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios, Pasan, si quieren pasar,
en paz, Soledad Montoya. y ocultan en la cabeza
viene sin vara de mimbre
una vaga astronomía
Por abajo canta el río: entre los cinco tricornios. de pistolas inconcretas.
volante de cielo y hojas. *
Con flores de calabaza, Antonio, ¿quién eres tú? ¡Oh ciudad de los gitanos!
la nueva luz se corona. Si te llamaras Camborio, En las esquinas banderas.
¡Oh pena de los gitanos! hubieras hecho una fuente La luna y la calabaza
Pena limpia y siempre sola. de sangre con cinco chorros. con las guindas en conserva.
¡Oh pena de cauce oculto Ni tú eres hijo de nadie, ¡Oh ciudad de los gitanos!
y madrugada remota! ¿Quién te vió y no te recuerda?
ni legítimo Camborio.
Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino Ciudad de dolor y almizcle,
¡Se acabaron los gitanos
de Sevilla con las torres de canela.
que iban por el monte solos!
*
Están los viejos cuchillos Cuando llegaba la noche,
a Margarita Xirgú
tiritando bajo el polvo. noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas Avanzan de dos en fondo. Cuando todos los tejados
forjaban soles y flechas. Doble nocturno de tela. eran surcos en la tierra,
Un caballo malherido, El cielo, se les antoja, el alba meció sus hombros
llamaba a todas las puertas. una vitrina de espuelas. en largo perfil de piedra.
Gallos de vidrio cantaban * *
por Jerez de la Frontera. La ciudad libre de miedo, ¡Oh, ciudad de los gitanos!
El viento, vuelve desnudo multiplicaba sus puertas. La Guardia Civil se aleja
la esquina de la sorpresa, Cuarenta guardias civiles por un túnel de silencio
en la noche platinoche entran a saco por ellas. mientras las llamas te cercan.
noche, que noche nochera. Los relojes se pararon,
* y el coñac de las botellas ¡Oh, ciudad de los gitanos!
La Virgen y San José se disfrazó de noviembre ¿Quién te vio y no te recuerda?
perdieron sus castañuelas, para no infundir sospechas. Que te busquen en mi frente.
y buscan a los gitanos Un vuelo de gritos largos juego de luna y arena.
para ver si las encuentran. se levantó en las veletas.
La Virgen viene vestida Los sables cortan las brisas
con un traje de alcaldesa, que los cascos atropellan. 4. Poeta en Nueva York (1929-30)
de papel de chocolate Por las calles de penumbra
con los collares de almendras. huyen las gitanas viejas
La aurora
San José mueve los brazos con los caballos dormidos
bajo una capa de seda. y las orzas de monedas.
Detrás va Pedro Domecq Por las calles empinadas La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
con tres sultanes de Persia. suben las capas siniestras,
La media luna, soñaba dejando detrás fugaces y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
un éxtasis de cigüeña. remolinos de tijeras.
Estandartes y faroles En el portal de Belén
La aurora de Nueva York gime
invaden las azoteas. los gitanos se congregan.
Por los espejos sollozan San José, lleno de heridas, por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
bailarinas sin caderas. amortaja a una doncella.
Agua y sombra, sombra y agua Tercos fusiles agudos nardos de angustia dibujada.
por Jerez de la Frontera. por toda la noche suenan.
* La Virgen cura a los niños La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
¡Oh ciudad de los gitanos! con salivilla de estrella.
En las esquinas banderas. Pero la Guardia Civil A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Apaga tus verdes luces avanza sembrando hogueras,
que viene la benemérita. donde joven y desnuda
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
¡Oh ciudad de los gitanos! la imaginación se quema.
¿Quién te vio y no te recuerda? Rosa la de los Camborios, que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
Dejadla lejos del mar, gime sentada en su puerta
sin peines para sus crenchas. con sus dos pechos cortados a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
* puestos en una bandeja.
Avanzan de dos en fondo Y otras muchachas corrían La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
a la ciudad de la fiesta. perseguidas por sus trenzas,
Un rumor de siemprevivas en un aire donde estallan Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
invade las cartucheras. rosas de pólvora negra.
que ignora la otra mitad, nubes rasgadas por una mano de coral
la mitad irredimible que lleva en el dorso una almendra de fuego,
Nueva York (oficina y denuncia) que levanta sus montes de cemento Peces de arsénico como tiburones,
donde laten los corazones tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
A Fernando Vela de los animalitos que se olvidan rosas que hieren
y donde caeremos todos Y agujas instaladas en los caños de la sangre,
Debajo de las multiplicaciones en la última fiesta de los taladros. mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos
hay una gota de sangre de pato. Os escupo en la cara. caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
Debajo de las divisiones La otra mitad me escucha que untan de aceite las lenguas militares
hay una gota de sangre de marinero. devorando, cantando, volando en su pureza donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna; como los niños en las porterías y escupe carbón machacado
un río que viene cantando que llevan frágiles palitos rodeado de miles de campanillas.
por los dormitorios de los arrabales, a los huecos donde se oxidan Porque ya no hay quien reparte el pan ni el vino,
y es plata, cemento o brisa las antenas de los insectos. ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
en el alba mentida de New York. No es el infierno, es la calle. ni quien abra los linos del reposo,
Existen las montañas, lo sé. No es la muerte, es la tienda de frutas. ni quien llore por las heridas de los elegantes.
Y los anteojos para la sabiduría, Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles No hay más que un millón de herreros
lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo. en la patita de ese gato quebrada por el automóvil, forjando cadenas para los niños que han de venir.
He venido para ver la turbia sangre, y yo oigo el canto de la lombriz No hay más que un millón de carpinteros
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas en el corazón de muchas niñas. que hacen ataúdes sin cruz.
y el espíritu a la lengua de la cobra. óxido, fermento, tierra estremecida. No hay más que un gentío de lamentos
Todos los días se matan en New York Tierra tú mismo que nadas por los números de la oficina. que se abren las ropas en espera de la bala.
cuatro millones de patos, ¿Qué voy a hacer, ordenar los paisajes? El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
cinco millones de cerdos, ¿Ordenar los amores que luego son fotografías, debía gritar desnudo entre las columnas,
dos mil palomas para el gusto de los agonizantes, que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre? y ponerse una inyección para adquirir la lepra
un millón de vacas, No, no; yo denuncio, y llorar un llanto tan terrible
un millón de corderos yo denuncio la conjura que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
y dos millones de gallos de estas desiertas oficinas Pero el hombre vestido de blanco
que dejan los cielos hechos añicos. que no radian las agonías, ignora el misterio de la espiga,
Más vale sollozar afilando la navaja que borran los programas de la selva, ignora el gemido de la parturienta,
o asesinar a los perros en las alucinantes cacerías y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas ignora que Cristo puede dar agua todavía,
que resistir en la madrugada cuando sus gritos llenan el valle ignora que la moneda quema el beso de prodigio
los interminables trenes de leche, donde el Hudson se emborracha con aceite. y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.
los interminables trenes de sangre, Los maestros enseñan a los niños
y los trenes de rosas maniatadas una luz maravillosa que viene del monte;
por los comerciantes de perfumes. pero lo que llega es una reunión de cloacas
Los patos y las palomas donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
y los cerdos y los corderos Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas
ponen sus gotas de sangre sahumadas;
debajo de las multiplicaciones; pero debajo de las estatuas no hay amor,
Grito hacia Roma (Desde la torre del Chrysler no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
y los terribles alaridos de las vacas estrujadas Building)
llenan de dolor el valle El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
donde el Hudson se emborracha con aceite. en la choza diminuta que lucha con la inundación;
Manzanas levemente heridas el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
Yo denuncio a toda la gente por finos espadines de plata,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas Lo demás era muerte y sólo muerte ¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas. a las cinco de la tarde. ¡Eran las cinco en todos los relojes!
Pero el viejo de las manos traslucidas ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
dirá: amor, amor, amor, El viento se llevó los algodones
aclamado por millones de moribundos; a las cinco de la tarde.
dirá: amor, amor, amor, Y el óxido sembró cristal y níquel La sangre derramada
entre el tisú estremecido de ternura; a las cinco de la tarde.
dirá: paz, paz, paz, Ya luchan la paloma y el leopardo ¡Que no quiero verla!
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita; a las cinco de la tarde.
dirá: amor, amor, amor, Y un muslo con un asta desolada Dile a la luna que venga,
hasta que se le pongan de plata los labios. a las cinco de la tarde. que no quiero ver la sangre
Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto, Comenzaron los sones de bordón de Ignacio sobre la arena.
los negros que sacan las escupideras, a las cinco de la tarde.
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los Las campanas de arsénico y el humo ¡Que no quiero verla!
directores, a las cinco de la tarde.
las mujeres ahogadas en aceites minerales, En las esquinas grupos de silencio La luna de par en par.
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube, a las cinco de la tarde. Caballo de nubes quietas,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro, ¡Y el toro solo corazón arriba! y la plaza gris del sueño
ha de gritar frente a las cúpulas, a las cinco de la tarde. con sauces en las barreras.
ha de gritar loca de fuego, Cuando el sudor de nieve fue llegando
ha de gritar loca de nieve, a las cinco de la tarde ¡Que no quiero verla!
ha de gritar con la cabeza llena de excremento, cuando la plaza se cubrió de yodo
ha de gritar como todas las noches juntas, a las cinco de la tarde, Que mi recuerdo se quema.
ha de gritar con voz tan desgarrada la muerte puso huevos en la herida ¡Avisad a los jazmines
hasta que las ciudades tiemblen como niñas a las cinco de la tarde. con su blancura pequeña!
y rompan las prisiones del aceite y la música, A las cinco de la tarde.
porque queremos el pan nuestro de cada día, A las cinco en Punto de la tarde. ¡Que no quiero verla!
flor de aliso y perenne ternura desgranada, La vaca del viejo mundo
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra Un ataúd con ruedas es la cama pasaba su triste lengua
que da sus frutos para todos. a las cinco de la tarde. sobre un hocico de sangres
Huesos y flautas suenan en su oído derramadas en la arena,
a las cinco de la tarde. y los toros de Guisando,
El toro ya mugía por su frente casi muerte y casi piedra,
5. Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1934-35) a las cinco de la tarde. mugieron como dos siglos
El cuarto se irisaba de agonía hartos de pisar la tierra.
a las cinco de la tarde. No.
La cogida y la muerte A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde. ¡Que no quiero verla!
A las cinco de la tarde. Trompa de lirio por las verdes ingles
Eran las cinco en punto de la tarde. a las cinco de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana Por las gradas sube Ignacio
Las heridas quemaban como soles con toda su muerte a cuestas.
a las cinco de la tarde. a las cinco de la tarde,
Una espuerta de cal ya prevenida Buscaba el amanecer,
y el gentío rompía las ventanas y el amanecer no era.
a las cinco de la tarde. a las cinco de la tarde. Busca su perfil seguro,
A las cinco de la tarde. y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo la flor de su calavera. Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
y encontró su sangre abierta. Y su sangre ya viene cantando: El aire como loco deja su pecho hundido,
¡No me digáis que la vea! cantando por marismas y praderas, y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
No quiero sentir el chorro resbalando por cuernos ateridos, se calienta en la cumbre de las ganaderías.
cada vez con menos fuerza; vacilando sin alma por la niebla,
ese chorro que ilumina tropezando con miles de pezuñas ¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
los tendidos y se vuelca como una larga, oscura, triste lengua, Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
sobre la pana y el cuero para formar un charco de agonía con una forma clara que tuvo ruiseñores
de muchedumbre sedienta. junto al Guadalquivir de las estrellas. y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.
¡Oh blanco muro de España!
¡Quién me grita que me asome! ¡Oh negro toro de pena! ¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
¡No me digáis que la vea! ¡Oh sangre dura de Ignacio! Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
¡Oh ruiseñor de sus venas! ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
No se cerraron sus ojos No. aquí no quiero más que los ojos redondos
cuando vio los cuernos cerca, ¡Que no quiero verla! para ver ese cuerpo sin posible descanso.
pero las madres terribles Que no hay cáliz que la contenga,
levantaron la cabeza. que no hay golondrinas que se la beban, Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Y a través de las ganaderías, no hay escarcha de luz que la enfríe, Los que doman caballos y dominan los ríos:
hubo un aire de voces secretas no hay canto ni diluvio de azucenas, los hombres que les suena el esqueleto y cantan
que gritaban a toros celestes no hay cristal que la cubra de plata. con una boca llena de sol y pedernales.
mayorales de pálida niebla. No.
No hubo príncipe en Sevilla ¡¡Yo no quiero verla!! Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
que comparársele pueda, Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
ni espada como su espada Cuerpo presente Yo quiero que me enseñen donde está la salida
ni corazón tan de veras. para este capitán atado por la muerte.
Como un río de leones La piedra es una frente donde los sueños gimen
su maravillosa fuerza, sin tener agua curva ni cipreses helados, Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
y como un torso de mármol La piedra es una espalda para llevar al tiempo que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
su dibujada prudencia. con árboles de lágrimas y cintas y planetas. para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
Aire de Roma andaluza sin escuchar el doble resuello de los toros.
le doraba la cabeza Yo he visto lluvias grises hacia las olas
donde su risa era un nardo levantando sus tiernos brazos acribillados, Que se pierda en la plaza redonda de la luna
de sal y de inteligencia. para no ser cazadas por la piedra tendida que finge cuando niña doliente res inmóvil;
¡Qué gran torero en la plaza! que desata sus miembros sin empapar la sangre. que se pierda en la noche sin canto de los peces
¡Qué buen serrano en la sierra! y en la maleza blanca del humo congelado.
¡Qué blando con las espigas! Porque la piedra coge simientes y nublados,
¡Qué duro con las espuelas! esqueletos de alondras y lobos de penumbra; No quiero que le tapen la cara con pañuelos
¡Qué tierno con el rocío! pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego, para que se acostumbre con la muerte que lleva.
¡Qué deslumbrante en la feria! sino plazas y plazas y otras plazas sin muros. Vete Ignacio: No sientas el caliente bramido.
¡Qué tremendo con las últimas Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!
banderillas de tiniebla! Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿que pasa? Contemplad su figura:
Pero ya duerme sin fin. la muerte le ha cubierto de pálidos azufres Alma ausente
Ya los musgos y la hierba y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.
abren con dedos seguros
No te conoce el toro ni la higuera, o la fiebre del mar de inmenso rostro Soneto de la dulce queja
ni caballos ni hormigas de tu casa. sin encontrar la luz de su mejilla.
No te conoce el niño ni la tarde Tengo miedo a perder la maravilla
porque te has muerto para siempre. La sangre sonará por las alcobas de tus ojos de estatua y el acento
y vendrá con espada fulgurante, que de noche me pone en la mejilla
No te conoce el lomo de la piedra, pero tú no sabrás dónde se ocultan la solitaria rosa de tu aliento.
ni el raso negro donde te destrozas. el corazón de sapo o la violeta.
No te conoce tu recuerdo mudo Tengo pena de ser en esta orilla
porque te has muerto para siempre. Tu vientre es una lucha de raíces, tronco sin ramas; y lo que más siento
tus labios son un alba sin contorno, es no tener la flor, pulpa o arcilla,
El otoño vendrá con caracolas, bajo las rosas tibias de la cama para el gusano de mi sufrimiento.
uva de niebla y monjes agrupados, los muertos gimen esperando turno.
pero nadie querrá mirar tus ojos Si tú eres el tesoro oculto mío,
porque te has muerto para siempre. si eres mi cruz y mi dolor mojado,
Casida de las palomas oscuras si soy el perro de tu señorío,
Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra, Por las ramas del laurel no me dejes perder lo que he ganado
como todos los muertos que se olvidan vi dos palomas oscuras. y decora las aguas de tu río
en un montón de perros apagados. La una era el sol, con hojas de mi otoño enajenado.
la otra la luna.
No te conoce nadie. No. Pero yo te canto. «Vecinita», les dije,
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia. «¿dónde está mi sepultura?»
La madurez insigne de tu conocimiento. «En mi cola», dijo el sol.
Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca.
El poeta pide a su amor que le escriba
«En mi garganta», dijo la luna.
Y yo que estaba caminando Amor de mis entrañas, viva muerte,
La tristeza que tuvo tu valiente alegría. con la tierra por la cintura
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, en vano espero tu palabra escrita
vi dos águilas de nieve y pienso, con la flor que se marchita,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura. y una muchacha desnuda.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen que si vivo sin mí quiero perderte.
La una era la otra
y recuerdo una brisa triste por los olivos. y la muchacha era ninguna. El aire es inmortal. La piedra inerte
«Aguilitas», les dije, ni conoce la sombra ni la evita.
«¿dónde está mi sepultura?» Corazón interior no necesita
6. Divan del Tamarit (1931-34) «En mi cola», dijo el sol. la miel helada que la luna vierte.
«En mi garganta», dijo la luna.
Casida de la mujer tendida Por las ramas del laurel Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
vi dos palomas desnudas. tigre y paloma, sobre tu cintura
La una era la otra en duelo de mordiscos y azucenas.
Verte desnuda es recordar la Tierra. y las dos eran ninguna.
La Tierra lisa, limpia de caballos. Llena pues de palabras mi locura
La Tierra sin un junco, forma pura o déjame vivir en mi serena
cerrada al porvenir: confín de plata. noche del alma para siempre oscura.

Verte desnuda es comprender el ansia 7. Sonetos del amor oscuro (1935-36)


de la lluvia que busca débil talle
El poeta dice la verdad.

Quiero llorar mi pena y te lo digo


para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo


para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja


del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida


será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

DEPARTAMENTO DE LENGUA CASTELLANA Y


LITERATURA.

IES JOAN FUSTER (Bellreguard)

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